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No es poco.
Esto ya es mucho.
Puede decirse que el sentido común se forma de alguna manera, pero es más
útil saber que se “desarrolla” desde temprano en la vida de las personas, y
permanece con ellas hasta el final.
Bien se dice, por eso, que “el sentido común es el menos común de los
sentidos”.
Esto puede parecer increíble, pero es lo más natural del mundo. Porque la vida
en sí misma es simple, sencilla. Nunca ha sido diferente. Es la gente la que se
complica. Como el sentido común emerge desde las zonas profundas de la
naturaleza humana, y no desde la superficie de sus conductas, está
completamente enlazada con la simplicidad.
¿Por qué la mayoría de las personas no utilizan su sentido común para juzgar
sus situaciones cotidianas y decidir con acierto? Pues porque no confían en él.
Poco crédito le otorgan a las respuestas sencillas, a las soluciones simples.
Prefieren equivocarse accediendo a los recursos de la complejidad, que acertar
recurriendo a una facultad tan elemental.
Las personas que parecen “más inteligentes” que otras, hacen mayor uso de su
sentido común, rara vez es otra cosa. Los genios siempre se fundamentan en él,
y así se distinguen.
Las perturbaciones para el sentido común están siempre allí, como la música de
fondo que no puede escucharse por los sonidos que la interfieren, como la
corriente de agua que se tranca por los obstáculos que se le colocan al frente.
Al actuar así, todo “el ruido” le sirve para identificar mejor la música y
enriquecer la melodía, que es lo mismo que pasa cuando uno se enfoca en
escuchar la música de fondo.
Valora el conocimiento y el consejo de los demás, pero no los valida por reflejo.
Escucha a todos, pero no hace eco de nadie. Estudia, investiga, contrasta, pero
no saca conclusiones definitivas. Todo enriquece un proceso que tiene como
protagonista a su sentido común.