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ESCUCHAR AL DHARMA Y VIVIR EN EL

ESPIRITU

DIÁLOGO BUDISTA-CRISTIANO
(Juan Masiá Clavel y Kotaró Suzuki)
(Reproducimos, con algunas precisiones, el texto del
diálogo mantenido por Kotaró SUZUKI y Juan MASIÁ en la
Jornada Interreligiosa del 14 de marzo, 2009).

Juan MASIÁ: La presentación de la traducción española


de los Sutras del Loto nos proporciona la oportunidad de
proseguir, esta vez en Madrid, las conversaciones budista-
cristianas que venimos continuando en Tokyo desde hace siete
años el señor Kotaró Suzuki y un servidor. Nacieron estos
diálogos en un contexto intercultural e interreligioso. Cuando
compartíamos en Tokyo nuestras respectivas creencias y el
modo de expresarlas, nos preocupaba a ambos ir más allá de la
mera multiculturalidad o yuxtaposición de culturas.
Aspirábamos a la interculturalidad o transformación mutua de
las culturas y religiones dialogantes. Deseábamos dar el paso
desde el pluralismo multicultural al interactivo. En la situación
actual de los encuentros interreligiosos, superada en la mayoría
de los casos la postura extrema del exclusivismo (el rechazo de
otras religiones y la pretensión del monopolio de la verdad para
la propia religión), se tiende también a superar la postura
indecisa del llamado inclusivismo (que, bajo la apariencia
tolerante, acaba por absorber a las otras religiones como
“miembros anónimos” de la propia). Ha pasado a primer plano
en los últimos años el énfasis en el pluralismo religioso. Pero el
pluralismo puede entenderse de diversas maneras. Una de ellas
sería el pluralismo “multi-religioso”, que se limitaría a
yuxtaponer las religiones, como en las ventas de rebajas de los
grandes almacenes, para dejar a gusto del consumidor el
decidirse por unas u otras. Otra manera de entender el
pluralismo es la que insiste en el prefijo “inter” y no meramente
en el prefijo “multi”, es decir, que los encuentros inter-religiosos
conduzcan a una transformación mutua de las identidades
participantes.
Hasta aquí el prólogo. Paso a conferir esta presentación
con el señor Suzuki.
Kotaró SUZUKI: Ese ha sido el talante que ha animado
estas conversaciones. Comparto con el P. Masiá la convicción de
que el futuro del diálogo interreligioso va en la línea del
pluralismo interactivo. No están las identidades en la meta, sino
en el punto de partida, de un camino interactivo, en el que
pasamos, citando las palabras que él suele repetir, “del “multi”
al “inter”, sin que ninguna de las partes tenga el monopolio del
punto de llegada”. También yo creo que la meta es un misterio
único, pero sus nombres son variados. El punto de llegada es
una convergencia de caminos, pero se llega por muchas
peregrinaciones. La realidad última es una pero las apariencias
son varias. De una luz única brotan reflejos múltiples.
MASIÁ: Lo suscribo. De una vida única hay diversas
epifanías. Cuando desde la fe cristiana nos dejamos impactar por
la “escucha budista de la voz del Dharma” o Verdad última,
redescubrimos y enriquecemos lo que significa para la
conciencia cristiana “respirar en el Espíritu”.
SUZUKI: La fe budista, por su parte, experimenta una
transformación semejante.
MASIÁ: Ambas partes, al pasar por la interacción, nos
redescubrimos a la vez que nos autocriticamos y podemos decir:
soy, en un sentido, más creyente que antes y, en otro sentido,
menos creyente que antes con relación a mi propia religión.
Conozco mejor mi propia lengua, a la vez que la relativizo,
cuando estudio una lengua extranjera. Algo semejante ocurre en
el intercambio del pluralismo interreligioso. Hoy, al
conmpartirlo con quienes asisten a esta Jornada, tanto el señor
Suzuki como un servidor desearíamos que esta onda interactiva
se expanda entre y a través de quienes hoy las escuchan o
después las lean, para que se incremente la transformación
mutua escuchando al Dharma y respirando en el Espíritu.
Pero hemos comenzado ex abrupto. Permítanme que les
presente al señor Suzuki. Ha sido durante diez años responsable
de la Comunidad de Nerima, de la Asociación budista seglar
Koseikai. Actualmente desempeña el cargo de Director de la
Sección de Difusión Internacional de dicha asociación, en su
sede central de Tokyo. Esta Asociación budista cuenta en sus 75
años de existencia con seis millones de fieles; es un movimiento
de budismo seglar (no monástico), actualizado, con mucha
preocupación social e implicado en el diálogo interreligioso y en
la cooperación interreligiosa para la paz mundial. Su fundador,
Nikkyô NIWANO fue observador en el Concilio Vaticano II.
De acuerdo con el señor Suzuki, he redactado en el texto
preparado para la conferencia de prensa de ayer, un resumen en
tres puntos sobre lo que ambos hemos comprobado que tenemos
en común. Lo formulamos así:
1) En el encuentro con otra religión distinta
redescubrimos y pùrificamos la nuestra.
2) No pretende el budista convertir al cristiano al budismo
ni viceversa, pero ambos salimos del diálogo convertidos a una
religiosidad más auténtica.
3) Las religiones unidas tienen hoy una misión común:
promover el encuentro de culturas, el diálogo interreligioso y la
liberación humana de los pueblos.

Pero no demos más tiempo a estos prólogos. Preguntaré al


señor Suzuki. ¿Recuerda cuando comenzamos estas
conversaciones?
SUZUKI: Sí, aquella tarde, en el templo del señor
Komine. Era año nuevo, que en japonés se denomina “nueva
primavera”. Ya desde el otoño anterior, representantes de varias
religiones veníamos renuniéndonos periódicamente en mi
comunidad budista de Nerima, en Tokyo. El señor Komine nos
mostró, por la ventana del salón donde tomábamos el té, su
jardín.
MASIÁ: Así fue. En aquel atardecer de enero
contemplamos en el jardín la rama del ciruelo: confundiéndose
con los copos de nieve, apuntaban los primeros botones. ¿Qué
brotará de nuestro proyecto de encuentros interreligiosos?,
comentamos. 
SUZUKI: Y usted dijo: “No lo programemos de
antemano. Que lo que brote sea vida y nos dé vida…”
MASIÁ: Seis años más tarde, con motivo de la
publicación de 50 Cartas a Dios (PPC), la redactada por usted
inspiró una entrevista publicada posteriormente en Vida Nueva
(2006, noviembre). Al traducir al japonés de nuevo lo que
originalmente había sido traducido de esa lengua al castellano,
se multiplicaron entre nosotros los comentarios y surgió la idea
de desarrollar ese intercambio en forma de libro. Para ello
comenzamos por grabar nuestras conversaciones. El proyecto
inicial fue creciendo inesperadamente, como si la obra se
independizase de sus autores. Lo que comenzó siendo una charla
sencilla de introducción a las respectivas espiritualidades budista
y cristiana se iba convirtiendo poco a poco en un dúo meditativo
que reflejaba la transformación mutua de los interlocutores.
SUZUKI: Con expresión budista diríamos que esos
coloquios nos hacían vaciarnos de nosotros mismos, nos
sumergían en una nada para renacer en una totalidad nueva.
MASIÁ: Formulado en términos judeo-cristianos,
diríamos que estábamos pasando por un Éxodo hacia un
Pentecostés: Pasábamos por el éxodo de la autocrítica que
conduce al pentecostés de los redescubrimientos. Pero sin
precipitarnos. Conscientes de que hay que morir primero para
poder resucitar a una vida nueva. Atravesando el éxodo de la
crítica y la revisión ante el reto de lo diferente, las religiones se
abren a un pentecostés renovador, se dejan fecundar
mutuamente, tras haber reconocido que ninguna tiene el
monopolio del Dharma o de la verdad total a la que guía el
Espíritu (Jn 16, 13). Más allá del diálogo y más allá de nuestras
maneras de hablar de Buda o de Cristo, se atisbaba la presencia
englobante del misterio que nos desborda: el secreto de la
espiritualidad más allá de las religiones.
SUZUKI: “Todo se reduce, diría yo, a escuchar al
Dharma”.
MASIÁ: “Todo se reduce, diría yo haciéndole eco, a
respirar en el Espíritu”.
SUZUKI: Y de ahí surgió el título del libro de
conversaciones que, junto con los Sutras del Loto, estamos
presentando hoy: El Dharma y el Espíritu.
MASIÁ: El título inicial de la primera version en japonés
de la transcripción de las conversaciones era Escuchar al
Dharma y respirar en el Espíritu. Con este tema podríamos
retomar hoy el hilo de nuestras conversaciones. Por cierto, hace
u siglo este diálogo habría sido impensable.
SUZUKI: A comienzos del siglo XX, budistas y
cristianos no acababan de aceptarse mutuamente y recelaban
de esta clase de encuentros. Hoy la situación es
completamente diferente. Ustedes, los jesuitas, han tenido
figuras pioneras en estos encuentros.
MASIÁ. Sí, jesuitas como los PP. Enomiya Lasalle,
Johnston y Kadowaki o Del Campana, son bien conocidos, en
Japón y en Europa, como maestros de espiritualidad que han
hecho compatible la familiaridad con el budismo y su
vivencia y proclamación de la fe cristiana. Animados desde
sus comienzos por la opción a favor de la inculturación de la
fe, estaban apoyados por el entonces superior provincial de los
jesuitas en Tokyo, el P. Pedro Arrupe, que después fue el
Superior General de la Compañía de Jesús. Él contribuyó
decisivamente, en la Iglesia y en la Compañía, para que
arraigase el espíritu ecuménico e interreligioso, así como los
esfuerzos por realizar la inculturación de la fe cristiana, en la
línea renovadora del Concilio Vaticano II. Al Concilio asistió
el fundador de su Asociación budista, el señior Nikkyo
NIWANO.
SUZUKI: Nuestro fundador fue uno de los observadores
de otras religiones que asistieron al Concilio Vaticano II. Él
era un hombre de profunda espiritualidad. Se entrevistó varias
veces con Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Promovió la
buena relación entre budistas y cristianos, así como la
cooperación de las religiones por la paz mundial.
MASIÁ: Usted me invitó a hablar en su comunidad de
Nerima. Escuché a sus fieles entonar el recitado de los sutras.
Cuando, al subir al estrado hice una reverencia ante su altar e
imagen, no tuve la sensación de estar haciendo un mero gesto
de cortesía, sino un gesto religioso. En tiempos de san
Francisco Javier esto habría sido inconcebible. Incluso hoy
día, si vieran esto algunos católicos neoconservadores de mi
país, pondrían el grito en el cielo diciendo que estoy adorando
ídolos. Hoy, en la iglesia de Japón, comprendemos que, a
través de las expresiones y símbolos de otras religiones, puede
manifestarse el Espíritu. Por algo han pasado ya cinco décadas
desde el Concilio Vaticano II, la mayor reforma de la iglesia
católica en veinte siglos de historia.
SUZUKI: Recuerdo con gusto que nos habló usted sobre
el Evangelio según Juan y sobre la respiración y la oración.
MASIÁ: Hice la prueba de citar un texto evangélico: “Yo
he venido para que tengan vida”. Sin decirles que era del
Evangelio según Juan, les pregunté: “¿Han oído estas palabras
alguna vez?”. Levantó la mano una anciana en la primera fila:
“Las repetimos al entonar el Sutra del Loto”. “Me alegro de
que así sea, le dije, porque las he tomado del Evangelio según
Juan”. Y se rieron, con satisfacción por la semejanza. Les leí,
a continuación otro texto: “Mi paz os dejo. No como la da el
mundo”. Y se notaron asentimientos de cabeza, porque les
sonaba una frase semejante del mismo Sutra, que dice: “He
venido para traeros la verdadera paz”.
SUZUKI: También para mí fue una oportunidad de
constatar lo que tenemos en común.
MASIÁ: Cuando contaba estas experiencias en una
comunidad cristiana, me hicieron la siguiente pregunta:
“Entonces, ¿no estás tú allí para convertir a los budistas al
cristianismo?”. Les respondí: “Ni mucho menos. No se trata
de que yo los convierta a ellos al cristianismo, ni de que ellos
me conviertan a mí al budismo, sino de que ambos nos
transformemos y ayudemos mutuamente para convertirnos al
Misterio del Espíritu que actúa en todas partes. “En Él, como
leemos en los Hechos de los Apóstoles, “nos movemos,
vivimos y existimos” (Hechos 17, 28). ¿No le parece que es
así?
SUZUKI: Por supuesto que lo es. A mí me dice mucho
eso de respirar en el Espíritu. Si me permite decirlo a mi
manera, lo expresaría como “respirar en el Dharma”, “sentirse
envuelto, arropado y sostenido por la fuente de la vida”...
MASIÁ: ¿Cómo expresa usted su fe religiosa?
SUZUKI: Mi fe me hace percibir la presencia de Buda en
todo, en todas las cosas, en todas las personas. Una mañana,
camino de mi dojo (local de reunión, entrenamiento y
plegaria) observé una hierbecita creciendo entre las grietas del
pavimento y alumbrando un diminuto botón. ¿De dónde le
viene la fuerza para abrirse paso entre el asfalto? Es
maravilloso. Se palpa ahí una presencia que inspira
acatamiento, aunque es una presencia escondida.
MASIÁ: Escondida, pero presencia.
SUZUKI: El poeta Sagyo (s.XII) lo expresó así en unos
versos muy conocidos. Seguro que usted también los ha oído.
Dice así:

Palpo aquí una presencia latente.


No sé lo que es.
Pero me brotan lágrimas de agradecimiento
MASIÁ: A mí también me ha atraído mucho ese poema,
desde que lo escuché sorprendido en mis primeros días en
Japón. Pero tiene, dentro de su brevedad, una característica
difícil de traducir. Cuando trasponemos en castellano la
expresión “una presencia latente”, estamos interpretando un
texto que no precisa si esa presencia es alguien o algo. La
palabra japonesa “nanimonoka” es ambigua. Lo mismo se
puede traducir, como acabamos de hacer, diciendo “no sé lo
que es”, que decir “no sé quién es”. Quizás la ambigüedad del
neutro, “lo que está presente”, tenga mayor poder de
sugerencia, sin necesidad de explicitar si se trata de alguien o
de algo.
SUZUKI: Más importante que aclarar esa ambigüedad me
parece captar el agradecimiento.
MASIÁ: A mí me impresiona en mis conversaciones con
usted sobre estos temas que siempre aparece, de una u otra
forma, el tema de la gratitud.
SUZUKI: Es, a mi parecer, el centro de la fe: gratitud
profunda hacia la Vida y compasión hacia los todos los
vivientes.
MASIÁ; ¿Desde cuándo es usted creyente budista?
SUZUKI: Ahora se cumplen unos cuarenta años. Siendo
estudiante se abrieron por primera vez mis ojos a la enseñanza
budista. Puedo decir sinceramente que a diario siento actuar, a
mi alrededor y dentro de mí, el Dharma; vivo feliz en su
compañía. Es algo que se agradece y que hace brotar la
compasión universal.
MASIÁ: ¿Cómo explicar un término de contenido tan rico
como Dharma?
SUZUKI: Dharma es la expresión de la verdad que
iluminó a Gautama Shakamuni, el Buda. Es la Vida (¡póngalo
con mayúscula!), la Vida en toda su inmensidad y hondura,
pero sin forma, más allá de todo espacio y tiempo; lo llena y
empapa todo, no cesa de actuar, lo vivifica todo. Eso es el
Dharma, si hay que decirlo en una palabra.
MASIÁ: Sí, ya comprendo, a mí me evoca lo que yo
formularía en términos del Espíritu, el Pneuma que movía a
Jesús; pero temo que el público occidental nos pida ideas
claras y distintas.
SUZUKI: Comprenderá usted, por tanto, muy bien lo que
dicen las escrituras sagradas budistas sobre la presencia de
Buda en todo, expresada con la metáfora de “la matriz de
Buda en nuestro interior”. Supongo que está usted
familiarizado con esta frase por sus estudios y traducciones de
textos budistas.
MASIÁ: Sí, creo entenderla, pero me pregunto: ¿Cómo
podríamos trasponer esa expresión para oídos occidentales?
¿Quizás diciendo que se refiere a lo divino o a lo búdico en mi
interior? Al fin y al cabo, san Agustín decía que Dios está en
“lo más íntimo de lo íntimo mío”.
SUZUKI: Si, se podría formular así. Pero, fíjese, si se
puede decir que Dios o Buda está dentro de usted, es porque
antes usted está dentro de Él. Si usted lo envuelve es porque
previamente usted mismo está envuelto por Él.
MASIÁ: La expresión japonesa que acaba de usar usted
lo mismo se puede traducir “por Él” que “por ello”.
SUZUKI: ¿No le parece que es preferible dejar las cosas
un poco más difuminadas? Como dicen los maestros del Zen:
“Decirlo todo claro es dejar de decirlo. Dejar algo por decir es
la mejor manera de sugerirlo todo. Quien lo dice a la ligera,
señal de que no lo sabe. Quien lo sabe, no se apresura a
decirlo”.
MASIÁ: Tiene usted razón. Pero, volviendo a lo que me
ha dicho antes, eso de que si Dios me envuelve es porque
previamente estoy envuelto por Él me recuerda los poemas de
los místicos españoles como Teresa de Ávila o Juan de la
Cruz. Oyéndole a usted me vienen a la memoria aquellos
versos:
Alma, buscarMe has en tí
Buscarte has en Mí.

SUZUKI: Me gustan mucho esos versos, invitan a


escuchar la voz del Dharma en la propia interioridad.
MASIÁ: Para nosotros la oración consiste más en
escuchar que en meditar, hablar o incluso hacer peticiones.
SUZUKI: Para mí orar es elevar el corazón hacia el Buda
para escuchar la voz del Dharma. Suelo decir en mis charlas a
la comunidad que orar es como sintonizar la radio. La
frecuencia en que emite cada canal es distinta. Para elegir un
programa hay que acoplar el receptor con la emisora. El
Dharma llena el universo con su presencia y actúa en todo.
Cuando elevamos el corazón hacia Él, somos receptores que
sintonizan bien. Sin interferencias, se escucha al Dharma y
brota gratitud y compasión.
MASIÁ: Usted también menciona a menudo la
compasión.
SUZUKI: En el Sutra del Loto se nos exhorta a proseguir
la misión del Buda, que se compadece de todos los seres y
quiere salvarlos a todos. El budismo, como el cristianismo, es
misionero. Nuestro fundador solía decir: “Si uno ve todas las
cosas como manifestación de Buda, el mundo se transforma.
Todas las personas con que nos encontramos se nos presentan
como la figura del Buda”. Son palabras que reflejan el mundo
interior de quien practicó durante cuarenta años la enseñanza
del Sutra del Loto. Esa es la misión que encarga el Buda a sus
discípulos.
MASIÁ: A mí me impresionó, cuando traduje el gran
texto budista tradicional Sutra del Loto, el párrafo en que
dice: “Dondequiera que vayáis, allí estaré yo siempre a
vuestro lado predicando el Dharma hasta el fin de los
tiempos”.
SUZUKI: Son las palabras reproducidas en el programa
de este Simposio de hoy.
MASIÁ. ¿Recuerda lo que ocurrió en la corrección de
pruebas de ese programa?
SUZUKI: Usted eligió la frase y envió a la imprenta los
caracteres japoneses.
MASIÁ: Sí, pero ustedes se dieron cuenta de que había
una errata en mi cita. Había añadido por mí cuenta un
carácter, que significa “yo”. Por tanto, la versión decía así:
“Yo estaré con vosotros”. Pero ustedes me hicieron caer en la
cuenta de que en el texto japonés decía: “Morando siempre
con vosotros”. Sobraba el yo.
SUZUKI: ¡Qué significativo! Esa errata nos da motivo
para reflexionar sobre algo tan fundamental en el budismo
como liberarse del yo.
MASIÁ: Y también en el evangelio de Jesús: perderse
para encontrarse, salir de sí para descubrir lo mejor de sí
mismo, Dios dentro de uno mismo.
SUZUKI: En todo caso, las palabras elegidas como lema
son una fórmula clave en el capítulo 16 del Sutra del Loto:
“Morando siempre con vosotros, proclamando el Dharma”.
MASIÁ: Me recuerdan las palabras finales del Evangelio
según Mateo. Jesús se despide de los suyos, antes de la
Ascensión (los budistas dirían “antes de la extinción o paso al
Nirvana”) con esta palabras: “Id y haced discípulos. Estaré
con vosotros todos los días hasta la consumación de los
tiempos.”
SUZUKI: En ese caso, ¡Qué cerca estamos!
MASIÁ: Sí, pero este comentario no quiere decir, por
supuesto, que yo pretenda convertirle a usted al cristianismo.
SUZUKI: Naturalmente. Ni tampoco yo pretenderé
convertirle a usted al budismo.
MASIÁ: Así es, nuestra misión común se podría llamar
“la nueva misión”, la que llevan a cabo las religiones unidas
en comunión de espiritualidades. Nos ayudamos mutuamente
a convertirnos todos al Misterio que a todos nos trasciende y
desborda. Esa es la “nueva misión”. Tras el siglo de las
misiones, ha llegado la era de las religiones.
SUZUKI: A mí me parece admirable que un género de
conversaciones así sea posible. Hasta hace poco las religiones
pensaban que la divinidad en que cada una centra sus
creencias es la única correcta y verdadera. Cada una tendía a
colocar a las demás religiones en un escalón más bajo que la
propia.
MASIÁ: Lo importante no es que yo consiga que la otra
persona se convierta a mi religión, sino que ambos nos
convirtamos a la fuente de la religiosidad, a ese Hontanar de
Vida, “Incógnita o enigma X”, que se oculta y manifiesta al
mismo tiempo tras los nombres de Buda, Dios o Alá.
SUZUKI: Nuestro fundador dijo que su deseo no era el
mero incremento de nuestro grupo, sino que el pueblo entero
descubra la religiosidad y la fe. En Cristo o en Buda. Pero que
todos lleguen a despertar a la fe. Él anhelaba el aumento de la
religiosidad en el mundo, aunque fuera en religiones diversas.
Con el deseo de cultivar ese espíritu nació la Sociedad Inter-
religiosa de Nuevas Religiones en Japon. A escala
internacional, tal es la aspiración de la Conferencia Mundial
de las Religiones por la Paz. El fundador Niwano quería que
toda la humanidad despertase a la fe. Que todos eleven su
corazón piadosamente, a Dios, a Buda. o a Alá. Si todos
tuviéramos ese espíritu, vendría la paz al mundo. Esa era su
firme convicción.
MASIÁ: ¿No le parece que estamos incidiendo
demasiado en lo que tenemos en común? Pero las expresiones
de ese misterio son cultural e históricamente muy diversas. Si
estuviésemos manteniendo esta conversación de cara a un
público japonés, tendríamos que aclararles muchos términos
cristianos que les resultan extraños. Como nos dirigimos a un
público occidental, creo que tendríamos que dedicar un
espacio de nuestra conversación a ponerles en contacto con
nociones budistas fundamentales. Permítame que le pregunte
sobre algunas de ellas.
SUZUKI: De acuerdo.
MASIÁ: ¿Qué es lo esencial de la enseñanza budista?
SUZUKI: Que vivimos engañados o adormecidos y
necesitamos despertar, salir del engaño, dejarnos iluminar,
escuchar al Dharma.
MASIÁ: ¿Y qué es o quién es el Dharma?
SUZUKI: Ante todo, actividad que da vida a todo, energía
incesante que hace vivir, es el aire que respiro.
MASIÁ: Leemos en las introducciones divulgadoras que
el budismo es una enseñanza sobre el sufrimiento y el camino
para librarse de él.
SUZUKI: Ese fue el primer sermón del Buda. Abrir los
ojos con lucidez a la realidad del dolor, salir del engaño e
ignorancia radical para percatarse de la desorientación de
nuestros deseos. Pero no hay que quedarse ahí. Por debajo de
la ignorancia radical (no sé si se parece a lo que ustedes
llaman el mal original), hay que descubrir la bondad original,
lo mejor en nuestro interior. La ceguera original es el lado
oscuro de la realidad. Pero el verdadero rostro de la realidad
es luz y vida. Lo negativo es el contraste, como en el
claroscuro de una pintura.
SUZUKI: El budismo se presenta, en sus comienzos,
como una corriente de reforma religiosa, centrada en la
meditación como camino para alcanzar la iluminación
liberadora, la paz del nirvana. Pero no se promete esta meta
como algo extraordinario para unos pocos ascetas, sino como
un camino por el que cada persona puede adentrarse en medio
de su vida cotidiana, evitando los extremos y concentrándose
en la meditación.
MASIÁ: ¿Cómo resumir la vida, mitad historia y mitad
leyenda del Buda?
SUZUKI: Un príncipe educado en una sociedad de castas
tiene cuanto quiere, pero vive como en un invernadero. Un día
sale fuera de palacio y se le abren los ojos a la dura realidad.
Cambia de ruta en su vida por el encuentro con el sufrimiento:
había visto a un anciano decrépito, un enfermo, un cadáver y
un asceta peregrino. Abandona familia y casa para entrar por
un camino de ascesis. Comienza a peregrinar mendigando y a
practicar la meditación y el ayuno. Mientras considera la
fugacidad de la vida, se van abriendo más y más sus ojos al
desengaño y al despego. Pero un día descubre que también
por este camino hay extravíos. Entonces descubre la vía media
y ocurre un nuevo cambio de ruta en su vida. Tan lleno de
engaños está el camino de las ascesis como la comodidad del
palacio. Se engaña uno a sí mismo en medio de la ignorancia,
pero también en el camino de la iluminación. En esta segunda
etapa, sentándose a meditar sobre el eterno enigma del
sufrimiento, halla la paz del nirvana, después de haber salido
victorioso de su confrontación con el mal, personificado en la
figura de Mara, el tentador. Supera los engaños del mundo
pasional y de los deseos desorientados que impiden la
iluminación, encuentra la paz y, dicho con expresión típica
suya, "se despierta", se le abren los ojos al verdadero secreto
de la realidad. Eso significa ser un buda, alguien que se
despertó y fue iluminadoo. Pero no se queda ahí. La paz
hallada en la contemplación no es para sí sólo. Se siente
llamado a transmitir a otros el camino descubierto. Se
dedicará a comunicar a otros el Dharma que se le desveló.
MASIÁ: Por tanto, desengaño, lucidez y compasión serán
tres palabras claves para definir la entraña del camino
sapiencial budista: escuchar la desvelación del Dharma y vivir
para ayudar a que otras personas despierten a esa realidad.
SUZUKI: Así es. Las tradiciones budistas transmiten lo
principal de esta enseñanza remitiéndose al llamado "sermón
de Benarés", en el que el Buda expone las famosas "cuatro
verdades": sobre el sufrimiento, el deseo, el nirvana y el
camino. La vida entera, se nos dice, está llena de sufrimiento;
en la raíz del sufrimiento están los deseos desorientados;
extinguiéndolos, se llega a la paz del nirvana; pero, para
alcanzarlo, hay que recorrer un camino largo de ocho carriles:
correcto ver y pensar; correcto hablar, actuar y vivir; correcto
esforzarse, atender y concentrarse.
MASIÁ: Nos preguntan en Europa si esto una religión,
una ética o una filosofía. La pregunta misma está formulada
desde una perspectiva occidental que condiciona la respuesta.
SUZUKI: A Gautama, la experiencia religiosa le había
hecho despertar a ese modo de ver la realidad tal cual es, sin
deformarla. El camino para ello es salir de sí, del engaño del
yo extraviado en medio del mundo de las apariencias.
MASIÁ: Tambien yo he aprendido mucho, mientras
traducía el Sutra del Loto, a superar la variedad de las
apariencias. Hay que relativizar todo lenguaje, perder el
miedo al relativismo. Todo lenguaje religioso es, en el fondo,
un recurso salvífico. La expresion hôben, en japones, upaya
en sánscrito, que se traduce como “recursos salvificos”,
deberia hacer pensar a los teólogos católicos para revisar su
exceso de lenguaje y de absolutizaciones dogmáticas.
SUZUKI: En el Sutra del Loto se dice que hay que
recorrer el camino ejercitándose, pero cada persona ha de
hacerlo de acuerdo con su idiosincrasia. Por eso el Buda
predica de diversas maneras acomodándose a la índole de las
personas.
MASIÁ: En Europa se percibió en algunas épocas ese
budismo primitivo como si fuera un nihilismo, pero creo que
no es asi. Otros vieron el Mahayana en terminos de
panteísmo. Tambien creo que es inexacto. También lo es el
tomar demasiado literalmente los antropomorfismos
occidentales, como si el cristianismo fuera un politeísmo
(confundiendo Trinidad con tres dioses) o un dualismo
(entendiendo mal al Jesús histórico y al Cristo de la fe).
Budismo y cristianismo coincidirían, en mi opinion, en no ser
ni dualistas ni monistas. Pero hay que tomar en serio el vacío
budista y la teología negativa cristiana para despojarse de
excesos de lenguaje. Hay que vaciarse y cortar todas las
afirmaciones con la cuchilla del vacío.
SUZUKI: La preocupacion del Buda Shakamuni era el
sufrimiento: ¿Cómo liberarse del sufrimiento? Nacer,
enfermar, envejecer, morir. Todo empieza en la ignorancia
radical y originaria (en japonés, mumyô) y de ahí surge la
cadena de la causalidad. Hay que liberarse del apego al
cuerpo. Para liberarse hay que usar recursos. No acabamos de
salir de nosotros mismos. No se trata de negar a Dios o a
Buda, sino de vaciarse de todas las expresiones que los
empequeñecen.
SUZUKI: Es importante el mantra: con una breve
jaculatoria repetida elevamos el corazón y nos concentramos.
O, más exactamente, diríamos que no es elevarse a Dios, sino
percatarse de estar en él respirando en el aura del mantra que
recitamos.
MASIÁ: Recuerdo la cita del filósofo Nishida sobre el
bodisatva Amida. Decía que si pronunciamos de todo corazón
la jaculatoria “Confío en Amida”, es porque el mismo Amida
nos la está haciendo recitar desde nuestro interior.
SUZUKI: Ha de desaparecer el yo que recita o medita.
MASIÁ: Pero nos cuesta que desaparezca el yo. La
autoconciencia estorba.
SUZUKI: Justamente ese es el obstáculo, la
autoconciencia. De momento, al recitar, se olvida, pero
enseguida reaparece. Y, sin embargo, ese es el momento que
nos constituye.
SUZUKI: Dice el Sutra de los Innumerabñles Sentidos
que todo es vacío. Este mundo era originariamente luz y paz.
Pero la ignorancia y ceguera originales lo ocultan. Actúa la
autoconciencia y divide en dos: yo y otros; y surge el dolor.
MASIÁ: Hay que despertar a lo que en esa obra se llama
shin-nyo, es decir, al auténtico rostro de la realidad.
SUZUKI: Para eso hay que olvidarse, perderse para
encontrarse, como me decía usted citando a Jesús.
MASIÁ: Y hacerse así transparente a todo, como leemos
en Dogen.
SUZUKI: Pero nunca acabamos de desprendernos de
nosotros mismos.
MASIÁ: En la contemplacion se llega a ese punto, pero
tan sólo momentáneamente. Si presumimos de tener la
iluminación, ya no es auténtica. Cada uno se aferra a sus
teorías. Es bien conocido el ejemplo del herido por una flecha.
"No preguntes, dice el Buda, quién disparó. Apresúrate a
curarlo". La preocupación terapéutica y salvífica tiene más
peso que el interés teórico o dogmático.
MASIÁ: Estos apólogos dicen más que muchas
elucubraciones escolásticas.
SUZUKI: Como el maestro que dijo a sus discípulos:
"Pásate diez años pintando bambúes, hazte bambú; luego,
mientras dibujas, olvídate hasta de tu identificación con el
bambú, olvídate de tí y de los bambúes; deja que ellos se
pinten..."
MASIÁ: Así es como se hace uno receptivo para
sintonizar con el "ritmo fluido de la vida", latente dentro del
bambú y dentro de uno mismo. Hace falta mucha receptividad
para dejarse alcanzar así por ..."ello".
SUZUKI: Los reflejos del sol en el mar de mediodía nos
encandilan. Al atardecer, a medida que avanza la penumbra
crepuscular, parece como si el mar nos dejara vislumbrar sus
secretos a través de unas tonalidades insospechadas. Tampoco
es estridente el reflejo del agua en la luna. En la tradición Zen
se habla con gusto de la pequeña gota de rocío capaz de
reflejar la luna entera. Y se acude más a la comparación con la
luz de la luna que con la del sol para hablar metafóricamente
de la iluminación espiritual. Una gota de agua refleja toda la
luna. Desde Oriente y Occidente se contempla la misma luna.
Cuando su luz incide sobre las aguas, ni el rayo de luna se
humedece, ni se resquebraja la sobrehaz de las aguas.
MASIÁ: Vislumbramos el Todo y nos dejamos alcanzar
por él en cada instante cuando, como decía Dogen, nos
hacemos transparentes a todo.
SUZUKI: Todas las explicaciones teóricas,
moralizaciones prácticas y formalismos rituales tienen que ver
con deformaciones históricas de la religiosidad en las formas
concretas de las religiones. Son apariencias variadas que
disimulan la honda realidad única y principal.
MASIÁ: Jesús habría dicho: “Solamente una cosa es
necesaria”.
SUZUKI: ¿Cómo habría sido Jesús viviendo en Japón?
MASIÁ: Si la última cena de Jesús hubiera sido en Kyoto
o Hiroshima, habría compartido con su discipulado arroz y
sake (licor de arroz), en vez de pan y vino. Lo evoqué así en la
tarde de Pascua, reunido al aire libre bajo los cerezos en una
glorieta de Tokyo con una pequeña comunidad interreligiosa.
Compartimos el intercambio de espiritualidades y el brindis
alegre propio del tiempo. Se sumó espontáneamente a la fiesta
la “vecindad”: un grupo de “gente sin techo”, que planta sus
tenderetes sin permiso en el mismo recinto del parque.
SUZUKI: ¿Hablaron de Buda y de Jesús al mismo
tiempo?
MASIÁ: No gastamos tiempo en contrastar la leyenda
budista del nacimiento virginal de Gautama con la narrativa
de Mateo y Lucas. Budistas y cristianos actuales, pasados ya
por la reinterpretación de las respectivas tradiciones, sabemos
que el ropaje mítico-poético envuelve un sentido profundo: el
misterio de la Vida (¡con mayúscula!) que vivifica toda vida.
Budología y cristología se revisan hoy con reinterpretaciones
enfocadas desde el tema del Espíritu y la Vida.
SUZUKI: Muchos puntos de contacto...
MASIÁ: Jesús y Gautama parecieron ateos a los ojos de
la religión establecida y fueron sospechosos para los poderes
de este mundo. Ambos reaccionaron ante la agresividad y
crispación demoledoras con serenidad y amistad dialogantes.
Ambos optaron por la no violencia y la tolerancia, por la paz y
el diálogo. Ambos desencadenaron movimientos de honda
transformación de la religiosidad y espiritualidad en una doble
línea: de lo exterior rutinario a lo interior auténtico y del
encerramiento egoísta en sí mismo a la solidaridad justa y
compasiva; no sólo repartir, sino compartir. Sin embargo,
ambos han sido traicionados, a lo largo de la historia, por sus
propias comunidades: cada vez que se reproducen, en forma
de religión organizada, las estructuras dogmatizadoras,
moralizantes o ritualistas, contra las que Gautama y Jesús se
rebelaron, se repite la incoherencia y contradicción que
reconocían, en agosto del 2006, en la Conferencia
interreligiosa mundial por la Paz, los dos mil participantes de
diversas confesionalidades: “Todas las religiones, declaraban,
venimos de fundadores y tradiciones de paz, pero todas, sin
excepción, hemos traicionado esa herencia: condescendimos,
a menudo, con violencias en la sociedad; provocamos
frecuentemente violencia contra otras religiones; y
alimentamos, en el interior de nuestra propia religión, semillas
de violencia y represión fundamentalistas o inquisitoriales”.
SUZUKI: Déjeme que acentúe que todas las religiones,
sin excepción, en algún momento de su historia han hecho lo
contrario de lo que pedían sus tradiciones fundacionales.
MASIÁ: Budismo y cristianismo tienen también una
historia de protecciones estatales, que fueron un arma de dos
filos. Cuando a la persecución política sucedió el patrocinio
oficial, las consecuencias fueron ambiguas. El rey Ashoka
protegió demasiado al budismo y el emperador Constantino al
cristianismo. Las confesionalidades estatales (acompañadas de
“subvenciones”) suelen engendrar decadencia espiritual.
SUZUKI: Con lo de Constantino estoy menos
familiarizado, pero lo de Ashoka sí lo comprendo. Estoy de
acuerdo en que las ayudas del Estado son un arma de doble
filo para las religiones.
MASIÁ: Pero en ambas tradiciones religiosas, tras los
fríos invernales, brota una y otra vez la vida primaveral. Así lo
comentábamos el día de Pascua budistas y cristianos, en la
rfeunión antes mencionada, bajo los cerezos. Intercambiamos
un mensaje de esperanza desde la fe respectiva en la
iluminación y la resurrección. Pero no podemos quedarnos
paralizados o adormecidos con aromas de primavera. Ni la
comunidad cristiana debe quedarse a hacer noche en el monte
Tabor palestino, ni la budista en la falda del monte Cresta del
Águila en la India.
SUZUKI: Se le ha contagiado algo de la sensibilidad
japonesa para la primavera.
MASIÁ: Aquel día anoté en mi diario así: “Va cayendo la
tarde y se levanta un viento que hace nevar pétalos e invita a
abrigarse un poco. Hay que levantarse y ponerse en marcha.
Como Pedro, Santiago y Juan en la cima de la
Transfiguración. Como los monjes Sariputra y Kasyapa en la
alta esplanada de la Iluminación. Una Palabra de Luz y Vida
envía en misión hacia la cotidianidad. Los budistas llaman
“mundo de pesares” (saha, en sánscrito) a la realidad que la fe
medieval calificó como “valle de lágrimas”. Ahí es donde
budistas y cristianos han de comprometerse para enjugarlas,
fomentando juntos en todas partes procesos de paz y culturas
de vida”.
SUZUKI: Viendo las cosas de este modo, tal como
estamos hablando en estas conversaciones y tal como usted
propone las relaciones de cristianos y budistas, parece que
deberían ser muy fáciles las relaciones mutuas. Me pregunto
si no estaremos siendo demasiado optimistas. Puede que la
realidad de los conflictos interreligiosos o los fanatismos nos
haga apearnos a un realismo menos grato.
MASIÁ: De hecho, se ha cuestionado el diálogo, el
encuentro y la convivencia interreligiosa. Nos podemos
preguntar así: ¿Es posible, y cómo, convivir con otras
religiones? ¿Es posible la convivencia entre las religiones?
Esta pregunta nos confronta con la difícil tarea de superar los
conflictos interreligiosos.
SUZUKI: No sólo de las religiones entre sí, sino dentro
de cada religión.
MASIÁ. ¿Es posible, y cómo, que las religiones cooperen
a la convivencia mundial? ¿Pueden y deben las religiones
cooperar a la convivencia humana internacional? Esta
pregunta nos pone ante el reto de que contribuyan con su
aportación las religiones para sustituir espirales de violencia
por procesos de paz.
SUZUKI: Difícil tarea, un gran reto. ¿Cómo lo
confrontaría usted?
MASIÁ: Si me pregunta por mi respuesta a ambas
preguntas, he de decir, adelantando ya desde ahora la
conclusión, que quisiera apostar, como hace Hans Küng, por
la respuesta afirmativa y positiva: es decir, que convivan las
religiones entre sí y que cooperen las religiones a la
convivencia mundial. Que convivan las religiones,
autocriticándose y dejándose transformar mutuamente. Que
cooperen las religiones a la convivencia mundial, fomentando
juntas la superación de toda clase de violencia, los procesos
de pacificación y la construcción de la convivencia mundial.
Pero, ¿hasta qué punto son posibles estas dos tareas? Muchas
personas lo pondrían en duda. A usted qué le parece.
SUZUKI: Por difícil que parezca, no renunciaría al ideal.
MASIÁ: También yo quisiera reconocer lo difícil de
ambas tareas, sin renunciar a acometerlas; a veces, parecen
“misión imposible”. Es un hecho que están en marcha hace
tiempo los movimientos de encuentros interreligiosos, pero
también es cierto que se tropieza con reticencias, rechazos y
dificultades desde dentro de las mismas religiones. Es también
un hecho que se están promoviendo hace tiempo los esfuerzos
interreligiosos para promover la paz y convivencia mundiales,
pero también es cierto que se reciben críticas desde fuera de
las religiones en contra del papel de éstas en los procesos de
pacificación. Estas dos objeciones, si se confirmara su peso,
frenarían notablemente la respuesta positiva a las dos
preguntas. Mi propuesta de responder afirmativamente esas
dos preguntas podría ser considerada por no pocas personas
como excesivamente optimista. ¿Ocurriría lo mismo en
ambiente budista?
SUZUKI: Yo no lo negaría.
MASIÁ: En el caso de los católicos, nos preguntamos:
¿De dónde vienen las reservas ante los encuentros o diálogos
interreligiosos? Creo que del miedo a la pérdida o
debilitamiento de la propia identidad (es decir, de lo que se
presupone como propia identidad). ¿De dónde vienen los
rechazos ante el papel de las religiones para promover la paz?
A veces, de la beligerancia proselitista, o incluso política, de
algunas personas o grupos que hacen un uso ideológico de las
religiones.
SUZUKI: Que al convertirse en ideologías se traicionan a
sí mismas como religiones.
MASIÁ: En el primero de estos encuentros hemos ido
elaborando con el tiempo una metodología que ayudaría
presentar al público de habla hispánica. Recordará usted que
el año pasado la formulábamos en cinco puntos.
SUZUKI: Así es. Usted los resumió después en su
conferencia de Kyoto en la primavera del 2006. Tengo aquí la
revista en que se publicó posteriormente. Eran los puntos
siguientes: 1) Ante todo, comenzar conociéndonos
mutuamente y poniendo sobre la mesa elementos comunes. 2)
A continuación, sobre la base de compartir no sólo
conversación y mesa, sino también vida y ación social, crecer
en confianza para poner sobre la mesa las diferencias: lo que
no tenemos en común e incluso nos parece, a veces,
incompatible. 3) En tercer lugar, hacer cada religión auto-
crítica públicamente, reconociendo el lastre de la historia que
acarreamos, una trayectoria con riquezas y penurias, en la que
a veces hemos traicionado la tradición fundacional de cada
religión. 4) En cuarto lugar, sobre la base de los tres pasos
anteriores, que no se dan en un día ni en un mes, empezar a
construir un horizonte común de lenguaje y diálogo, no para
elaborar forzada o sincretísticamente una especie de esperanto
de las religiones, sino para dejarnos transformar mutuamente.
5) Finalmente, todo este proceso quedaría incompleto sin
compartir a fondo el elemento que podemos llamar, si la
palabra no se malinterpreta, místérico o místico. No compartir
solamente la mesa, la acción o el diálogo, sino el silencio:
poder estar en comunión en el silencio contemplativo, para
que el misterio que penetra, envuelve y desborda a todas las
religiones nos conduzca a una espiritualidad más allá de todas
ellas.
MASIÁ: Esos son, efectivamente, los cinco puntos de
nuestras conclusiones a lo largo de los encuentros
interreligiosos
SUZUKI: Suscribo los cinco puntos, que hemos
elaborado entre todos en nuestros encuentros. Pero reconozco
que su puesta en práctica es difícil y se lleva mucho tiempo.
MASIÁ: Dicho así, tan brevemente, estos cinco puntos
parecerán tan sólo un índice o programa. No es posible
explicarlos en cinco minutos, ni tampoco en una hora. Son el
resultado de años de caminar y convivir, con sus subidas y
bajadas, con sus avances y retrocesos. Para mí, estos cinco
puntos expresan las condiciones para hacer posible una
convivencia interreligiosa.
SUZUKI: Esa ha sido durante varios lustros la meta y
tarea que se ha propuesto la Conferencia Interreligiosa
Mundial por la Paz.
MASIÁ: Hemos aludido, en varias ocasiones a lo largo de
esta tertulia, a los recursos que usa el Buda para predicar su
doctrina. ¿Qué son los recursos salvíficos de que habla el
Buda en el Sutra del Loto?
SUZUKI: Las diversas maneras de exponer el Buda la
doctrina. Como quiere que todos se salven, habla en diversas
épocas y lugares de la manera que mejor le van a entender,
para ayudar a cada persona a descubrir su propia budeidad.
MASIÁ: ¿Qué significa budeidad?
SUZUKI: La presencia de Buda en todas las cosas y de
todas en Él. Es un tema central en todos los sutras.
MASIÁ: ¿Cómo recita usted los sutras?
SUZUKI: Escuchando a través de mi voz la del mismo
Buda que me hace orar y me invita continuamente a transmitir
su enseñanza a otras personas.
MASIÁ: Eso quiere decir que ustedes viven la fe como
misión. ¿Es correcto definir como misionera su religión?
SUZUKI: No puede dejar de serlo. Quien vive la alegría
de la fe no puede menos que compartirla. Pero eso no quiere
decir que nos embarquemos en formas de proselitismo
coaccionantes o impositivas.
MASIÁ: ¿Es compatible la misión con el diálogo
interreligioso?
SUZUKI: No sólo es compatible, sino necesaria, su
unión. Las religiones unidas, como hemos comentado a
menudo usted y yo, tenemos una misión común: ayudar a la
humanidad al despertar de la religiosidad y al fomento de la
paz.
MASIÁ: ¿Cómo se construye la paz?
SUZUKI: Pacificándose uno a sí mismo y ayudando a
pacificar a los demás. Se pacifica la sociedad mediante la
práctica de la compasión y solidaridad, por encima de todas
las diferencias.
MASIÁ: Comprender las diferencias es asumir el
pluralismo. ¿El pluralismo religioso lleva al relativismo?
SUZUKI: No, al contrario. Es como un retablo Mandala:
pluralidad unificada. Se puede unificar la pluralidad más
diversa, si el telón de fondo es el Vacío y la Nada.
MASIÁ: ¿Es nihilista el budismo por su insistencia en el
vacío y la nada?
SUZUKI: No. Lo importante es vaciarse de sí mismo,
salir de sí para encontrarse. Ahí tocamos lo esencial del
camino de la fe.
MASIÁ: ¿Cómo expresar en una palabra su fe budista?
SUZUKI: Hallar la Vida del Buda en todo y en todas las
cosas.
MASIÁ: Una vez me dijo un monje del Zen que cuando
cometo una burrada estoy encarnado ya en un asno y cuando
actúo noblemente es como si fuese un águila. Al hablar así,
aquel monje estaba releyendo metafóricamente lo que otras
personas, a nivel de religiosidad popular, interpretan al pie de
la letra.
SUZUKI: Todas esas comparaciones son, como venimos
repitiendo desde el principio de estas conversaciones, recursos
o estratagemas salvíficas.
MASIÁ: También lo es la narración mítica de Adán y Eva
en la Biblia, pero muchas personas, a nivel popular, la toman
al pie de la letra.
SUZUKI: Ya que alude a ella, déjeme que le pregunte.
Cuando ustedes hablan de pecado original, ¿se parece esa idea
a la ignorancia radical de que hablamos nosotros (en japonés
mumyô; en sánscrito avidya?
MASIÁ: Pecado original es, como dice atinadamente el
filósofo Paul Ricoeur, un pseudoconcepto. Desde tiempos de
Agustín ha hecho mucho daño a la presentación del
cristianismo. Se juntó una lectura literalista de la Biblia con
una idea errónea sobre la transmisión de la culpa por herencia
biológica. Hoy día la teología hace una revisión hermenéutica
de esa lectura.
SUZUKI: También en el budismo hace falta
hermenéutica. Por ejemplo, la tradición que analizaba los
niveles de conciencia ponía en el fondo o sima profunda de
ésta (en sánscrito, alaya, almacén) toda la carga de
negatividad que en Occidente se ha puesto al hablar de pecado
original. Pero yo creo que hay un nivel más hondo, como
hemos comentado otras veces.
MASIÁ: Yo lo llamaría la gracia original, amazing grace
SUZUKI: Las escuelas de la llamada “matriz de
budeidad” veían ese fondo como la naturaleza búdica en el
interior nuestro; en japonés, busshô.
MASIÁ: En inglés lo traducen como naturaleza búdica,
buddha nature, o budeidad, buddhahood. Adaptando la
expresión para oídos cristianos, podríamos hablar de “lo
divino en nosotros”.
SUZUKI: Y en todo, no sólo en nosotros.
MASIÁ: Lo vimos cuando usted explicó el significado de
los conocidos dichos: “todo es insustancial” y “todo es
efímero”. Nos decía usted en aquella ocasión que no
interpretemos estos dichos como lamentaciones melancólicas
y pesimistas, ni como pretexto para dejar de comprometerse
con este mundo.
SUZUKI: Al contrario, si todo es insustancial, porque
todo es interdependiente, caigo en la cuenta de lo mucho que
debo agradecer la interrelación en que vivo. Si usted y yo
estamos hablando ahora y vamos a comer juntos después, eso
es posible gracias a una cantidad incalculable de personas,
desde el carpintero que fabricó los sillones en que estamos
sentados hasta los trabajadores de la viña que hizo posible el
vino con que vamos a brindar, pasando por la empresa de
energía eléctrica y un interminable etcétera. Por otra parte, el
dicho “todo es efímero” significa, con otras palabras, que todo
está en proceso de cambio, que el cambio siempre es posible.
Por tanto, puedo comprometerme a cambiar las cosas. Si yo
cambio, cambiará mi alrededor. Puedo y debo tomar las
riendas de muchos cambios. En el budismo Mahayana se
insiste, en vez de en la vida conventual, en la práctica de las
etapas del camino del bodisatva en la vida cotidiana. Es un
budismo para la secularidad o laicidad, como dirían ustedes.
Nosotros decimos que fue el paso del shukke: entrar en un
convento, al zaike: practicar el budismo en casa, en el trabajo
y en la vida cotidiana.
MASIÁ: También en nuestra tradición occidental de
espiritualidad cristiana se habla de etapas. Unas veces de
abajo hacia arriba, como en la Subida al monte Carmelo de
san Juan de la Cruz. Otras, de fuera hacia adentro, como en
Las Moradas de santa Teresa.
SUZUKI: En Oriente, donde se trasciende más hacia
dentro que hacia arriba, las escuelas del budismo llamado de
“la sola conciencia” han visto esas etapas como grados de ir
profundizando en la interioridad, precisamente a la par que se
avanza en las prácticas de darse a los demás.
MASIÁ: Es decir, que se trasciende de dos maneras, por
la contemplación y por la praxis, hacia fuera y hacia adentro,
hacia los demás y hacia la interioridad.
SUZUKI: Así es.
MASIÁ: Y lo que se encuentra en la meta de ambos
caminos...
SUZUKI: Es el secreto del Dharma, lo que hemos
llamado bushô, naturaleza búdica o budeidad, que usted
interpretó como “lo divino en nosotros”, y yo insisto en
precisar: “en nosotros y en todo lo demás”. Por eso cuando yo
junto mis manos para saludarle con una reverencia, estoy
reconociendo la presencia de esa naturaleza búdica en usted.
Reconocerla me ilumina a mí y me recuerda la presencia de
esa luz también en mí.
MASIÁ: Me gusta que use la comparación de la luz,
porque yo he traducido a veces por “iluminabilidad” lo que
suele interpretarse como “budeidad”.
SUZUKI: Correcto. Por tener usted naturaleza búdica o
divina, puede alcanzar la iluminación. Por tener
iluminabilidad, es iluminable. De ordinario, quizás no se
percate. Darse cuenta de ello, percatarse de la propia
iluminabilidad es despertar a la iluminación. Por eso dice el
sutra: “Que te dejes iluminar siempre y en todo por la luz del
Dharma” (en japonés, hôtômyô).
MASIÁ: Y en el salterio recitamos: “Lámpara es tu
palabra para mis pasos, luz en el sendero” (Salmo 118: 105).
Escuchándole hablar así, me confirma que el tema de las
prácticas del bodisatva nos conduce, como otros de nuestras
conversaciones, al mismo punto central: es un reflejo de esa
luz única con que se abría el capítulo primero del Loto, luz
que emanaba de la frente del Buda.
SUZUKI: Y como usted nos dijo cuando habló a mi
comunidad sobre el evangelio según Juan, la luz brota de la
vida. Vivimos siendo vivificados por la vida originaria del
Buda eterno. El respeto y devoción a los antepasados va más
allá de un recuerdo agradecido, es uno de esos upaya (en
japonés hôben) que usted ha traducido al castellano como
“recursos salvíficos”, según me explicó. El estilo narrativo y
poético nos ayudaría, como las parábolas de Jesús, a superar
las sutilezas abstractas y secas de muchas especulaciones
teológicas.
MASIÁ: Pero no faltarán quienes tengan miedo a esta
relativización del lenguaje; ponen cara enfadada para
condenar a los demás y se ponen tensos al hablar de religión.
SUZUKI: Será por falta de fe, no será auténtica su
religiosidad.
MASIÁ: Pero son personas presuntamente espirituales,
con rostro adusto y suspicaz.
SUZUKI: Será que les falta espiritualidad. Nuestro
fundador Niwano estaba siempre sonriente.
MASIÁ: En mi país se ha hecho célebre el fenómeno de
la crispación, tanto en políticos como en dirigentes religiosos.
SUZUKI: Si se crispa el político, señal de que no tiene
ideas. Si se crispa el religioso, señal de que le falta fe.
MASIÁ: Me deja usted sin palabras.
SUZUKI: La crispación conlleva oposición y
enfrentamiento: trazamos fronteras y lindes, distinguimos
entre nosotros o nosotras y ellos o ellas, entre el ser humano y
la naturaleza, entre los pueblos y naciones. Pero en el mundo
de la iluminación se diluyen todas las divisiones y dualidades.
Por eso es posible sacar bien de todo, de la luz y de las
tinieblas.
MASIÁ: Pero hay quienes sospechan de esta visión de la
vida, por parecerles que no hay lugar para la responsabilidad,
ni para distingir bien y mal. Esta objeción la he escuchado en
Occidente al hablar sobre el budismo.
SUZUKI: No es así. Recuerde lo que dijo usted en otro
momento: Ni dualismo, ni panteísmo. En el dualismo se le
echa la culpa a las otras personas, supuestamente culpables.
En el panteísmo se le echa la culpa a la divinidad. Pero en la
unidad, ni dual ni panteísta, del budismo o del cristianismo
hay lugar para la sana culpabilidad.
MASIÁ: Pero usted no tiene la culpa de desastres
naturales como el producido por el tsunami tras el maremoto.
SUZUKI: No; pero, en vez de echar la culpa a Buda o a
Dios, me siento llamado a hacer algo para aliviar la tragedia.
MASIÁ: ¿Qué decir del caso, por ejemplo, en que la
pareja se separa y cada una de las partes pretende tener claro
que la culpa es de la otra parte?
SUZUKI: Si quiero restaurar la situación, he de renunciar
a empeñarme en hacer reconocer a la otra persona su culpa.
Mientras insista en ello, no hay reconciliación posible. Pero si
yo opto por cambiar, siempre hay una puerta abierta. Lo
vimos al comentar la segunda de las cuatro verdades. Ocurra
lo que ocurra, siempre es posible detectar en mí una parte de
responsabilidad. Yo no cometí el acto terrorista, pero pienso
que si me hubiese criado en las condiciones del agresor,
quizás a esta hora habría cometido yo alguna barbaridad
semejante. A partir de ahí, cambia mi manera de ver a
víctimas y agresores. Ya no puedo dividir el mundo en buenos
y malos, ni colocarme yo exclusivamente en el lado bueno,
como hizo Bush al día siguiente del atentado del 11 de
septiembre. Pero tampoco puedo tranquilizarme descargando
toda la culpa en Bush, sin admitir que a mí me toca una parte
de culpa. Soy víctima con las víctimas, pero reconozco que
tengo algo en común con la maldad del agresor, de lo que
necesito liberarme.
MASIÁ: ¡Que falta haría en mi país que le escuchasen
estas palabras quienes se oponen a los procesos de paz y a la
mediación religiosa para resolver los conflictos! ... Pero se nos
está acabando el tiempo y nos acercamos al final de esta
conversación. No quiero que concluyamos sin haberme
atrevido a transmitirle la pregunta que están deseando hacerle
muchasd de las personas aquí presentes, tal como me lo
comentaban durante el café. Le pregunto, por tanto, sin más:
¿Hay lugar para un dios personal en el budismo? ¿Es divino
Shakamuni el Buda?
SUZUKI: Ha hecho usted la pregunta del millón.
MASIÁ: Pues vamos con ella sin miedo. No nos sentimos
obligados a ponernos de acuerdo. Usted empieza.
SUZUKI: En la medida en que conozco algo del
cristianismo, percibo que nos evoca más lo personal. Si no le
molesta, le diría que me parece demasiado... no se si el
adjetivo es “humano”...
MASIÁ: Quiere usted decir, seguramente, demasiado
antropomórfico.
SUZUKI: Sí, demasiado antropomórfico.
MASIÁ: A la inversa, cuando hablamos de budismo ante
teólogos occidentales nos dicen que les parece demasiado
impersonal y hasta hay quienes lo consideran panteísta. Sin
embargo, a mí me parece, como formulan el oriental Nishitani
y el occidental G. Caffarena, que hay un “clima de lo
personal” en el budismo. Lo palpamos al oirles hablar de
compasión, misericordia, ternura, acogida, vida que vivifica,
etc.
SUZUKI: La figura de Buda que usted ha visto en nuestro
templo central representa al buda histórico, a Shakamuni. Pero
al mismo tiempo está idealizada o sublimada.
MASIÁ: Diríamos, quizás, que es el Buda histórico
convertido en el Buda glorificado tras su entrada definitiva en
el Nirvana; es como su cuerpo glorioso, por decirlo con
terminología cristiana.
SUZUKI: Pero, naturalmente, una imagen no es más que
una imagen y no debemos convertirla en un ídolo. A través de
la corporalidad visible del Buda histórico y de la corporalidad
sublimada en esa imagen del Buda, por así decirlo, en el
paraíso, se nos sugiere el misterio del Buda eterno, que existe
desde siempre y por siempre, sin forma, sin ser visible ni
tangible, la gran energía que todo lo vivifica, el hontanar de
luz y vida, rostro último de la realidad. Se hace visible en el
Buda histórico que nos encamina hacia él y nos hace despertar
a la realidad de su presencia en nuestro interior vivificándonos
continuamente.
MASIÁ: No puedo evitar el traducir lo que usted dice en
términos cristianos de Padre, Hijo y Espíritu Santo, es decir,
Hontanar de Vida, Manifestación de la Vida y Fuerza que nos
hace vivificarnos mutuamente. Pero me parece que estoy
yendo demasiado lejos.
SUZUKI: No; no creo que sea ir demasiado lejos.
Cuando, durante el viaje camino de Yugawara para asistir al
seminario sobre budismo y cristianismo, me presentó usted el
libro de Teresa Forcades sobre la Trinidad, me emocionó
mucho. Me recordaba nuestra enseñanza sobre los tres
cuerpos de Buda.
MASIÁ: Estoy convencido de que si el cristianismo se
hubiese expandido por Extremo Oriente, en vez llevar sobre sí
el lastre de Nicea y Calcedonia, ahora estaríamos hablando de
la Trinidad en otros términos más parecidos a los suyos.
SUZUKI: Quizás ahí tenemos una tarea para diálogos
interreligiosos más complicados que estas sencillas
conversaciones nuestras.
MASIÁ: Para relacionar lo que usted dice del Buda
histórico y el Buda eterno con el Dios cristiano, que
manifiesta Jesús, creo que nos ayudaría comprender la
enseñanza budista sobre lo que ustedes llaman los “tres
cuerpos del Buda”. ¿Nos puede aclarar brevemente la doctrina
acerca de tres manifestaciones del Buda (buddha-kaya)?
SUZUKI: La primera se denomina Nirmana-kaya:
corresponde al Buda histórico, al cuerpo asumido con el que
aparece al manifestarse en este mundo. La segunda es la
llamada Sambhoga-kaya: corresponde al cuerpo que
podríamos llamar beatífico, de recompensa, feliz o celeste del
Buda; es el cuerpo del Buda que disfruta el premio por haber
realizado la verdad durante su peregrinación por esta vida. De
este segundo cuerpo se afirma que no tiene forma ni color,
pero puede hablarse de él como hecho visible en una figura
humana. Finalmente, la tercera manifestación es la conocida
con el nombre de Dharma-kaya: el cuerpo-verdad, sin
carácter "personal" (aunque con lo que usted ha llamado
antes, citando a Nishitani y Caffarena, el “clima de lo
personal”); el cuerpo que ya no es un mero cuerpo, que está
por encima de todo espacio, tiempo y figura. Este tercer
cuerpo se puede considerar como "pre-existente" al primero, a
la vez que relacionado íntimamente con el segundo.
MASIÁ: Será inevitable que esta terminología suscite
evocaciones trinitarias en el público occidental, familiarizado
con la teología cristiana; no es de extrañar que surjan
espontáneamente adjetivos familiares con los que, en términos
cristianos, calificaríamos a Jesús como "histórico",
"glorificado" o "pre-existente". Sin embargo, aunque la
comparación no vaya del todo desencaminada, habrá que
llevar cuidado y no precipitarse a establecer correlaciones con
excesiva facilidad. De lo contrario, correríamos el riesgo de
caer en la trampa de leer una tradición con las lentes de otra.
SUZUKI: Remontándonos a los orígenes de esta doctrina
acerca de los tres cuerpos del Buda, hay que recordar que en
el budismo Mahayana se identificó el dharma-kaya o "tercer
cuerpo de Buda" con la noción de sunyata o Vacío Absoluto,
tan fundamental en la vivencia religiosa y el pensamiento
budistas. Es "un continuo vaciarse". Es la constante actividad
de vaciarse y vaciarlo todo, que incluye el vaciarse a sí mismo
de sí mismo. El "segundo cuerpo" o "cuerpo celeste" es la
realización del dharma para sí y para otros. Tiene rasgos de lo
personal, por contraste con la aparente carencia de ellos en el
citado dharma-kaya. Pero, por otra parte, los rasgos de lo
personal en este segundo cuerpo de Buda no son tan patentes
como en el "primer cuerpo", es decir, aquél en el que se ha
manifestado concreta y visiblemente el Buda histórico.
MASIÁ: Las dificultades para los teólogos cristianos
comienzan cuando se añade que hay más de un Buda
histórico.
SUZUKI: Los dos primeros cuerpos, el histórico y el
celeste, son plurales, según esta doctrina: hay más de un buda
histórico y más de un buda celeste. El tercero, en cambio, es
singular; pero no como una especie de "divinidad",
antropomórficamente entendida, sino como una apertura
infinita.
MASIÁ. Si estuviera aquí cierto compañero mío, teólogo
romano, se preocuparía mucho de distinguir entre Buda y
Jesús, acentuando la unicidad de la Encarnación.
SUZUKI. Es cierto, hemos de reconozcer que el Buda no
dice, como Jesús “Yo soy el Camino”, sino muestra el Camino
y ayuda a que otras personas lo descubran. La tradición habla
de los Siete Budas. Y se dice que es muy rara la aparición, al
cabo de siglos, de un Buda en este mundo que llamamos el
“mundo de pesares”, lo que ustedes en la Edad Media
llamaban “este valle de lágrimas”.
MASIÁ: ¿Hay que responder entonces: Buda no es Dios
encarnado, ni es una divinidad?
SUZUKI: Buda significa, sin más, alguien que se
despertó, alguien a quien se le abrieron los ojos a la
iluminación y después se dedicó a ayudar a que otras personas
despertasen. El contenido desvelado en esa iluminación es,
dicho con una sola palabra, la vida verdadera o eterna. Él lo
expresó, en el marco de su época, con la expresión “el
Dharma”. Pero lo de menos es esa expresión, lo importante es
la vivencia que intentó comunicar. Él se resistía a perderse en
debates vanos, a verbalizar, analizar y explicar esa vivencia.
El análisis divide y traza fronteras: dentro de uno mismo,
entre uno y los demás, entre el ser humano y el mundo, etc.
Caemos entonces en el error de ver el mundo como conjunto
de cosas yuxtapuestas. La iluminación nos abre precisamente
al auténtico rostro de la realidad, como unidad de luz y de
vida.
MASIÁ: Asiento con gusto a todo esto. Pero volviendo a
mi amigo el teólogo romano, me consta que sigue preocupado
por lo personal de Dios y la unicidad de su manifestación en
la Encarnación.
SUZUKI: El budista podría aceptar buena parte de lo que
ese teólogo dice, con tal de que no lo dijera solamente de
Cristo. Quiero decir, que no me costaría aceptar que Jesús es
manifestación del Dharma, pero no la única.
MASIÁ: Aquí se dividen las teologías: la que dice que
solamente Jesús es Cristo y la que piensa que la palabra Cristo
abarca más que Jesús. Esta segunda, en vez de obsesionarse
con repetir de qué manera y con qué sentido se puede decir
“Jesús es Dios”, se centra en acentuar que “Dios es el misterio
que se manifestó en Cristo”.
SUZUKI: Y usted, ¿En cuál de esas dos teologías está?
MASIÁ: Quisiera tender un puente entre las dos. Veo la
posibilidad de ese puente en una cristología más del Pneuma o
Espíritu que del Logos, en la línea del libro de Roger Haight,
Jesus, símbolo de Dios: Jesús es Cristo, pero el Cristo no se
agota en Jesús. También veo ese puente en una teología que,
consciente de que la voz de Dios o del Dharma se ha
escuchado a lo largo de la historia “plural y multiformemente”
(Heb. 1, 1). descubre como lugar privilegiado para esa
manifestación la realidad de los pobres y desfavorecidos,
“fuera de los cuales no hay salvación”, como atinadamente
dice el teólogo J. Sobrino.
Pero la conversación se está poniendo difícil.
interrumpamos con un traguito. Dice la Biblia que el vino
alegra el corazón humano.
SUZUKI: Y dice también, como le oímos comentar a
usted en latín, in vino veritas.
MASIÁ: Los monjes budistas, según me enseñó usted, le
ponían el nombre de “agua de sabiduría” para justificar el
beberla como medicina.
SUZUKI: Y en el sintoísmo la palabra shinshû significa
“bebida divina”, con semejante connotación.
MASIÁ: Pues iremos resumiendo al final de este diálogo,
que ya va siendo hora de ir a tomar el aperitivo.
SUZUKI: De acuerdo.
MASIÁ: No sé si hemos agotado los temas o nos hemos
ido por las ramas. Decíamos antes que las religiones unidas
deberíamos constituir una misión única para ayudar al mundo
a despertar a la nueva espiritualidad.
SUZUKI. Ese ha sido el punto de arranque y el hilo
conductor de esta charla. El maestro del Zen Hakuin (1685-
1768) lo describe maravillosamente con estas palabras:

Todos los vivientes son


originariamente budas.
Como el agua y el hielo.
No hay hielo sin agua.
Pero no nos percatamos.
Buscamos en lontananza
lo que tenemos tan a mano.
Qué pena da ver a la gente extraviada
buscando lejos la Verdad
que mora en su interior.
Como quien se queja de sed
mientras nada en un lago

MASIÁ: Son verdaderamente refrescantes estas palabras


de Hakuin. No ha podido escoger usted nada más
emblemático.
SUZUKI: Como usted dice, convergen en uno los
diversos y variados caminos. Por supuesto, usted lleva
muchos años en Japón y habla de un modo cercano a nosotros,
quizás le entendemos mejor que a sus compañeros
occidentales.
MASIÁ: Bueno, francamente hablando, yo no puedo
representar ni a Oriente ni a Occidente. De Occidente, me he
alejado mucho y ya no me siento en casa. En Oriente, no
puedo presumir de haber acabado de echar raíces. Desde
luego, está claro que no soy oriental, ni budista; no puedo
hablar representando a la religiosidad oriental. Pero sí puedo y
debo compartir lo mucho que me ha hecho aprender el
contacto con personas y comunidades como la suya, así como
con textos que he leído o traducido y me han ayudado a
adentrarme en un ámbito cultural y religioso muy distinto del
de mis orígenes. Cuando celebramos el cuarto centenario del
nacimiento de Javier, mi comentario desde Japón fue sentirme
animado por el que llamaron “divino impaciente” para seguir
abriendo el corazón y ensanchando horizontes: para salir de la
estrechez de los “orientes y occidentes locales” y caminar
hacia la utopía de la auténtica mundialización, hacia lo que en
algunos escritos he llamado el “otro Oriente”.
SUZUKI: Esta expresión se la hemos escuchado a usted
en varias ocasiones, pero no estoy seguro de haber captado lo
que intenta comunicar con ella. ¿Qué quiere decir usted con
esa fórmula del “otro Oriente”?
MASIÁ: Me refiero a otra imagen distinta de la que
habitualmente se tiene en mi país acerca de lo oriental como
simplemente otro mundo lejano y exótico. Si el encuentro del
cristianismo con el budismo se hubiese realizado en los dos
primeros siglos de nuestra era, de la manera como se llevó a
cabo el influjo mutuo de lo judeo-cristiano y lo helénico, la
historia del pensamiento religioso habría sido muy diferente.
De haber sido así, hoy hablarían los teólogos cristianos otro
lenguaje distinto o con más silencios significativos.
SUZUKI: Lo de los silencios significativos suena más a
oriental que a europeo, al menos desde mi punto de vista. A
mí me satisface, pero ¿qué pensarán sus colegas europeos,
sobre todo, los teólogos romanos, a los que usted alude a
veces con mezcla de pena e ironía? ¿Será, como ya le he
preguntado en otra ocasión, que se ha dado en usted una
conversión a lo oriental?
MASIÁ: Más que de conversión, prefiero hablar de
encuentro. Ni solamente un diálogo de mesa redonda
académica, ni conversión en un sentido exagerado de la
palabra. Un encuentro, como vimos en charlas anteriores, es
distinto de un diálogo y de una conversión. Cuando charlo con
usted, como hemos comentado en otro momento de esta
conversación, no trato de convertirle al cristianismo, ni usted
trata de convertirme al budismo. Pero los dos estamos de
acuerdo en que, después de esas conversaciones, el budista
sale más y menos budista que antes, y el cristiano sale más y
menos cristiano que antes.
SUZUKI: Un tanto paradójico eso de “más y menos”.
Aunque he de reconocer que hay momentos en que, al oirle a
usted hablar de su Dios, me parece que está refiriéndose a mi
Buda. Además, tengo la sensación de que a usted le ocurre
algo parecido. Y, sin embargo, ambos rechazamos las
etiquetas de sincretismo o relativismo cuando alguien intenta
clasificarnos con ellas.
MASIÁ: Mi vivencia es que salgo del encuentro
sintiéndome más cristiano que antes, en la medida en que he
redescubierto aspectos olvidados de mi cristianismo. Y salgo,
en otro sentido, de algún modo “menos cristiano” (¡entre
comillas para que nadie se asuste!) que antes, porque me veo
obligado a desprenderme de muchas adherencias históricas y
lastres inmovilizadores de mi cristianismo occidental.
SUZUKI: La vivencia religiosa nos proporciona fuerza
para vivir, pero pienso que la savia de la religiosidad se
descubre más allá de las formas concretas, sociales e
históricas de las diversas religiones.
MASIÁ: En el encuentro de budistas y cristianos, ambos
profundizamos en la propia espiritualidad, tal como estamos
experimentando en esta conversación. No nos convertimos las
personas cristianas al budismo o las budistas al cristianismo,
sino que vamos transformándonos y convirtiéndonos ambos al
único misterio, al “vehículo único”, a la vez que cada una de
las partes depura autocríticamente la propia religiosidad.
SUZUKI: Ahora comienzo a entrever por qué insistía
usted tanto en decir que se trata de “otro Oriente”. Cuando
usted usa el término “Oriente” no se refiere a lo que
habitualmente se entiende a nivel de divulgación por esa
palabra.
MASIÁ Acercarme al “otro Oriente” equivale para mí a
descubrirlo en la propia interioridad. Nos ayudan para ello los
encuentros como esta conversación que estamos teniendo
ahora; esta charla es algo más que dialogar o debatir.
SUZUKI:. Estoy de acuerdo; en algunas ocasiones me
han dejado insatisfecho los debates o diálogos de salón con
exceso de discurso racional, pero sin margen para influirse
mutuamente o dejarse impactar por la manera ajena de vivir la
religiosidad con otras expresiones distintas de la propia.
MASIÁ. De ahí nace mi insistencia en que vayamos más
allá del diálogo. Ese fue el título que puse a uno de mis
primeros escritos sobre budismo. Pienso que hay que ir más
allá del diálogo, porque lo que no se logra en los debates
institucionales o intelectuales se descubre en los encuentros
donde se comparte la vida interior y la praxis solidaria. Son
difíciles los diálogos interculturales a nivel institucional,
porque a cada parte le cuesta desprenderse de cotas de poder.
Esto vale tanto para los altos cargos eclesiásticos católicos
como para los budistas. Son difíciles también los diálogos
intelectuales, porque a cada interlocutor le cuesta renunciar a
los presupuestos del propio lenguaje. A veces, un teólogo o
budólogo de carácter fundamentalista puede ser tan cerrado al
diálogo como un dirigente religioso en un puesto
administrativo de su religión. Pero son fáciles los encuentros
en que se comparte con el pueblo sencillo la vida, la
compasión y la responsabilidad por un futuro en paz de la
humanidad.
SUZUKI: Ese compromiso por la paz, por la auténtica
globalización de la paz y la justicia se sustenta precisamente
en el fondo común de las religiones. Es una de las ideas
motrices del movimiento al que nos referimos en charlas
anteriores: la Conferencia Mundial de las Religiones por la
Paz (WCRP).
MASIÁ: Desde mi lectura de los textos budistas en
compañía de los textos del evangelio de Jesús, el mensaje de
ambos se resume en dos palabras: “pacificarse y pacificar”.
Profundidad de pacificarse y armonía de pacificarnos
mutuamente. Es una doble tradición: de vida contemplativa e
interiorización y de vida en armonía con la naturaleza y con
las personas.
SUZUKI: Para eso es imprescindible una espiritualidad
de salir de sí, desconectar el yo, vaciarse, como vimos que
insistía Dôgen, el maestro japonés del Zen en el seglo XIII.
MASIÁ: Perderse para encontrarse, como dice Jesús.
SUZUKI: Algo que ni budistas ni cristianos acabamos de
hacer, ¿verdad?
MASIÁ: Así es. “Salir de sí mismo” es la clave. Salir de
sí por dos vías: la contemplación y la praxis solidaria. Salir de
la espiral del engaño y salir de la espiral de la violencia.
Salirse de la rueda del yo superficial, atado a las
desfiguraciones de la realidad. Salir a lo que señala esa
metáfora oriental del “vacío” o la “nada” -que no se debe
confundir, como usted ha recalcado a menudo, con los
nihilismos-; salir de sí y abrirse a esa dimensión o perspectiva
desde donde se ven las cosas y personas tal cual son, sin
exagerar.
SUZUKI: “Tal cuál” es la expresión que usaba al final de
su vida el profesor Tamaki, en aquella tarjeta de felicitación
de año nuevo que le enseñé, ¿recuerda?
MASIÁ: Sí, me impresionó mucho. Como comentamos
en conversaciones anteriores, escuché en los últimos años de
su vida al profesor Kojiro TAMAKI, creyente budista y
profesor emérito de filosofía oriental en la Universidad de
Tokio. Un tema central suyo era la referencia a cuatro grandes
figuras: Buda, Jesús, Confucio y Sócrates. Los cuatro, solía
repetir, fueron pacíficos y pacificadores. Los cuatro hicieron
más con obras que con palabras. Los cuatro fueron tenidos por
sospechosos por parte de los poderes establecidos, Los cuatro
fueron considerados ateos por parte de la religión establecida.
Los cuatro invitaron a salir de sí: hacia dentro y hacia fuera:
hacia dentro, por la meditación, hacia fuera por la compasión
y la solidaridad. Los cuatro invitaron a pararse a escuchar la
voz que en el interior del corazón nos dice la verdad sobre
nosotros mismos y sobre la vida. Los cuatro invitaron a la
práctica: antes de preguntar quién disparó la flecha o quién es
el herido, apresúrate a curarlo antes que sea tarde, decía el
Buda.
SUZUKI: Veo que le dejó huella el impacto de Tamaki.
MASIÁ: Esas palabras suyas, que repitió en varios
ensayos y conferencias de sus últimos años me han influido
mucho.
SUZUKI: Si todos fuéramos por ese camino, la paz entre
las religiones y la paz mundial estarían más cerca.
MASIÁ. En el camino hacia la paz, pueden y deben
cooperar las religiones. Por otra parte, como se ve en la
historia, todas las religiones han traicionado de algún modo la
religiosidad y el espíritu de sus fundadores.
SUZUKI: Este es un tema que hay que tratar con mucha
franqueza; nos afecta a todos. Es delicado decirlo si se refiere
uno a otra religión; ya vimos la reacción que se desencadenó
contra Benedicto XVI, por malinterpretar una palabras suyas
del discurso en Ratisbona. Lo que deberíamos hacer cada uno
es empezar por la autocrítica; denunciar las traiciones a la
religiosidad por parte de las religiones, pero refiríendose cada
uno a la propia en primera persona.
MASIÁ: En algunos ámbitos religiosos se están dando
pasos para cambiar, como decía en la década de los sesenta R.
Garaudy, "desde el anatema al diálogo", pero no a todos
interesa la cooperación y el encuentro interreligioso.
SUZUKI: Hace falta, sobre todo, que cada religión
renuncie a monopolizar la contribución a la paz y justicia
mundiales, que deberían surgir más bien de la cooperación de
todas para salvaguardar la dignidad humana y construir una
ética global. Sabemos que la Regla de Oro, "no hagas a otro lo
que no quieras para tí, trátalos como quisieras que te tratasen",
no es monopolio exclusivo de judíos, cristianos y
musulmanes. Las religiones orientales tienen una tradición de
alivio del sufrimiento, armonía cósmica, solidaridad con todos
los seres vivientes y compasión hacia las personas.
MASIÁ: Participo actualmente en Japón en el
movimiento de las religiones para la abolición de la pena de
muerte, un movimiento en el que tomaron la iniciativa grupos
budistas, los mismos que están implicados a favor de la paz,
en contra de la guerra y en hacer campaña por la desaparición
de las minas terrestres anti-persona y por el logro de una carta
de derechos humanos en Asia.
SUZUKI: En esas ocasiones coincidimos, más allá de la
diversidad de expresiones y tradiciones, en un impulso común
desde la Vida que nos envuelve, desde eso que llamamos “el
gran fondo de la Vida”, para estar a favor de cuanto protege la
vida y fomenta la paz.
MASIÁ: En los barrios marginados como el de
Kamagasaki, en Osaka, o el de Sanya, en Tokio, budistas y
cristianos están juntos al lado de los sin techo y a la hora de
cuidar a moribundos sin familia o de enterrar difuntos
abandonados. Conozco a monjes budistas dedicados por
entero al cuidado de enfermos de Sida o a la atención de
cuidados paliativos en hospicios. En el Consejo mundial de
las religiones por la paz (en cuya sección japonesa he tenido
ocasión de trabajar) la mayoría es budista. La colaboración
con estas personas me ha enseñado a poner la práctica por
delante, la praxis por delante de las teologías.
SUZUKI: Pero usted lleva muchos años viviendo en
Japón. ¿Cómo expresa ahora su integración de ambos
mundos?
MASIÁ: No quisiera presumir de haberlos integrado. Eso
es asignatura pendiente. Por otra parte, sería muy difícil
resumir en breves líneas cómo me ha influido, desde mis 25
años de edad en que llegué a Japón hasta ahora, el encuentro
con el mundo oriental y, concretamente, con el budismo. A
menudo me preguntan, al pedirme que tenga una charla sobre
este tema: “¿Cómo vives tú mismo la relación de Oriente y
Occidente o la relación entre el budismo, con el que te has
familiarizado y el cristianismo de tu propia tradición?” Me lo
ponen más difícil aún cuando me piden que diga en poco
tiempo unas cuantas vivencias personales sobre este tema.
Suelo contestar que es más difícil hablar tres cuartos de hora
que escribir un libro entero.
SUZUKI: Suele decirse que hay algo que sólo se
comprende desde dentro y con amor, tanto en las personas
como en las culturas.
MASIÁ: También es cierto que el amor puede cegar y que
hay aspectos que solamente se captan cuando nos hacen caer
en la cuenta de ellos desde fuera. Los antropólogos hablan de
conjugar dos perspectivas, lo que llaman con ls términos
técnicos de “emic” y “etic”, inspirados por la semiótica. Se
comprenderá esto, si uno vive en el vaivén entre dos
perspectivas contrastantes sobre la otra cultura y la otra
religión; una, desde fuera, y otra, desde dentro. Vivo
simultáneamente en la vida cotidiana la experiencia
antropológica de interpretar una cultura desde fuera y desde
dentro. Se interpreta uno a sí mismo, confrontado con el
encanto y rechazo que nos produce la cultura ajena; se
redescubre la propia y, a la luz de ese contraste, se descubren
también aspectos de la cultura ajena que, a veces, pasan
inadvertidos para quienes han nacido o se han criado en ella.
SUZUKI: ¿Por qué ir, como han ido cristianos y budistas,
a otro país y cultura para realizar la labor que calificamos con
el término de misionera?
MASIÁ: Porque ambas culturas y religiones se necesitan
mutuamente, como en el caso que se cuenta en el libro de los
Hechos de los Apóstoles sobre el encuentro de Pedro, galileo
cristiano, y el romano Cornelio, simpatizante del judaísmo. Si
Pedro no encuentra a Cornelio, la iglesia de Jerusalén no sale
de su estrechez. Si Cornelio no encuentra a Pedro, no tendrá la
oportunidad de que le pongan en contacto con “lo de Jesús”.
Se transforman ambos mutuamente. Así también, como
resultado de los encuentros interculturales e interreligiosos,
salen ambas partes con más y menos identidad cultural, más y
menos creyentes que antes. Por ejemplo, la persona budista
sale más y mejor (o, en otro sentido, menos) budista que
antes. La persona cristiana sale del encuentro más y mejor (o,
en otro sentido, menos) cristiano que antes. Ambas reconocen
experiencias básicas (atribuidas por parte cristiana al Espíritu)
y ambas tienen que “convertirse”, es decir, salir de sí.
SUZUKI: Es sugerente eso de que todos nos convirtamos
a X, un X que nadie monopoliza.
MASIÁ: Para eso hay que descubrir la espiritualidad más
allá de las formas, expresiones y concreciones históricas de
las diversas religiones. Lo sapiencial, en el fondo de raíces
sintoístas, budistas, confucianistas o taoístas, converge hacia
una meta de iluminación y liberación, pacificarse y pacificar,
lucidez y compasión, desengañarse y evitar la violencia. Sería
todo mucho más fácil si en el cristianismo redescubriéramos
al Espíritu olvidado.
SUZUKI: Que ustedes redescubran al Espíritu y nosotros
al Dharma. Al final de esta conversación volvemos al tema
del comienzo: Dharma y Pneuma. Diversas manifestaciones,
o como usted dice, epifanías de una única fuente de vida que
nos vivifica. Ese es el tema del capítulo 16 del Sutra del Loto.
MASIÁ: Si tuviera que quedarme con sólo dos capítulos
del Sutra del Loto elegiría el 16 y el 25. En el 16 se habla de
la vida eterna del Buda y en el 25 del bodisatva de la
misericordia. Estos dos capítulos serían un buen coronamiento
de nuestra conversación. Leamos para el público una sección
del capítulo 16. Me gustaría relacionar al Shakamuni histórico
y al Buda eterno, en la línea de este capítulo, comparando con
el Jesús histórico ante el misterio que él llamaba con la
palabra Abba: Padre-Madre, Hontanar de la Vida.
SUZUKI: Dice así

Desde que alcancé la iluminación


transcurrieron ya siglos infinitos.
Proclamé sin cesar la enseñanza del Dharma
para enseñar y guiar
a un sinnúmero de seres
a la sabiduría de la iluminación.

Con el fin de salvarles a todos


me manifiesto como extinguido,
cual recurso de salvación.
Pero, en realidad, no me extingo: permanezco.
No estoy en la otra orilla, sino aquí,
entre vosotros, anunciando
día a día el mensaje del Dharma.
Dirigiéndome al mundo entero,
así mi oráculo proclamo:
He aquí que para siempre
habito entre vosotros.
No he desaparecido,
aunque usando estrategias salvíficas
a veces me presento como extinguido
y a veces como no extinguido.
Con mi poder divino permanezco
en este monte por siglos infinitos
y habito, a la vez, en innumerables lugares.
Veo a todos los vivientes
sumidos en un mar de sufrimiento.
Por eso no me muestro como soy,
sino que incito a que me añoren,
para que se revele el Dharma
cuando despierte el anhelo.

Mas no se percatan,
sumidos en un mar de sufrimientos:
cuando un incendio arrasa la tierra
en el fin de los tiempos,
mi morada, empero, permanece serena
cobijando a humanos y divinos.

Sin cesar me pregunto:


¿Cómo me las arreglaré
para salvarlos a todos,
a todos sin excepción?
¿Cómo haré para que todos entren
por el sendero sublime que conduce a la meta
de convertirse en Buda?

MASIÁ: En la era de las persecuciones en Japón, los


cristianos que vivían su fe a escondidas, utilizaron imágenes
del bodisatva Kannon dándoles el nombre de María Kannon.
Usaron para expresar su devoción a la madre de Jesús, como
símbolo de misericordia, la imagen del bodisatva Kannon.
SUZUKI: Leamos también un pasaje del capítulo 25
sobre el bodisatva Acogedor del Mundo. Dice así:

Escucha bien cómo la práctica


del Acogedor del Mundo se adapta
con maestría en diversas direcciones;
la amplitud de su voto es profunda
como la mar,
por siglos infinitos.

Él es capaz de anular
el dolor de la existencia.
Suponiendo que,
con dañosa intención, se haga
caer a alguien en una gran hoguera:
si piensa con fuerza
en el Acogedor del Mundo,
la hoguera ígnea se convertirá en un estanque.
Aunque los seres se encuentren
presos de peligros,
o que innumerables dolores
laceren su cuerpo,
si invocanan la fuerza del bodisatva,
Acogedor del Mundo,
-todos-
serán salvados
de los sufrimientos terrenales
gracias a su misericordia..

A quien refleja la Verdad,


de pura mirada,
de vasta y gran sabiduría,
de ojo misericordioso y compasivo,
a él, levantamos nuestra vista
suplicando sin cesar.
Luz pura, inmaculada,
sol de sabiduría
que suprime las tinieblas,
capaz de extinguir
el viento y el fuego de las calamidades,
omnipresente ilumina el mundo;
resuena como un trueno su mandamiento
sobre la esencia de su compasión,
a modo de grandes nubes,
difunde cual ambrosía
la lluvia del Dharma y ciega
las llamas de la pasión.

Sobreabundante en méritos,
él mira a los seres compasivo,
tan inconmensurable es
el océano de sus bendiciones,
que merece le adoremos.

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