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PRIMER, SEGUNDO Y TERCER MANDAMIENTOS

Introducción

- El hombre ha sido creado por Dios y es la única criatura de la tierra


que Dios ha amado por sí misma.
- Dotado de alma espiritual (inteligencia y voluntad), el hombre está
ordenado a Dios y destinado a la eterna bienaventuranza.
- “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio
del Verbo encarnado” (GS, 22).

El fin del hombre

- El fin último del hombre (y, por ende, el primero en importancia) es


dar gloria a Dios amándole y obedeciéndole en la tierra, para ser feliz
después con Él en el Cielo. El amor a Dios se verifica en la escucha y
cumplimiento de su Voluntad.
- “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).

La ley eterna

- En la contemplación de las cosas creadas se puede observar un


ordenamiento. Este orden en el universo obedece a un conjunto de
leyes y normas. Este orden está perfectamente pensado por la
Sabiduría de Dios.
- Dios ha ordenado las cosas de modo que cada una cumpla su fin
propio. Como ese orden está pensado y proyectado por Dios desde
toda la eternidad, se llama ley eterna.

La ley natural

- En los minerales, las plantas y los animales, la ley de Dios –ley


eterna– está determinada por leyes físicas y biológicas. En cambio, el
hombre, como ser libre, se orienta a su fin libremente tras conocer
con su inteligencia y descubre esta Ley de Dios dentro de sí mismo.
Esta ley se conoce como ley natural, ya que está inscrita en la
naturaleza del hombre.

Características de la ley natural

- La ley natural tiene tres características, a saber:


 Al estar inscrita en la naturaleza humana, esta ley natural es
universal, es decir que es válida para todos los hombres.
 Al ser válida para todos los hombres, esta ley natural es
inmutable, es decir que es válida además para todos los
hombres de todos los tiempos.
 Por otro lado, por ser participación de la sabiduría divina, esta
ley natural no es susceptible, es decir que no admite dispensa.

Dificultad de conocer la ley natural

- A causa de la ley natural, el hombre puede conocer los principios


fundamentales de la moral. Sin embrago, este conocimiento se hace
difícil a causa del pecado original y de los pecados personales.
- Ante esta dificultad, Dios reveló el Decálogo para conocer con mayor
facilidad, con firme certeza y sin ningún error lo que agrada a sus
ojos.

Dios revela los Mandamientos

- No se contentó Dios con grabar en el corazón del hombre su ley, sino


que se la ha manifestado claramente.
- En el monte Sinaí, Dios anunció a Moisés los Diez Mandamientos.
- Los Mandamientos señalan de manera cierta y segura cómo se debe
actuar. Indican el camino de la felicidad en esta vida y en la otra.

Jesucristo perfecciona la ley

- El Decálogo que Dios dio a Moisés en el Sinaí fue llevada a la


perfección por Jesucristo. Esta perfección se revela sobre todo en el
mandamiento nuevo del amor.
- Todo en Jesucristo es realización de esta Ley. Él es el modelo y
camino para alcanzar la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida” (Jn 14, 6).
- El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único
mandamiento de la caridad, plenitud de la ley.

Primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas

- El contenido del primer mandamiento señala que Dios es para el


hombre el único Señor, puesto que ha sido creado por Él y lo cuida
con su Providencia
- El primer mandamiento manda creer, esperar y amar a Dios,
practicando los actos propios de la virtud de la religión. A la virtud de
la religión pertenecen:
 Los actos internos: actos de fe, esperanza y caridad;
adoración, oración, dar a Dios el culto debido, darle gracias,
pedirle perdón.
 Los actos externos: asistir a Misa, arrodillarse ante el
Sagrario, inclinar la cabeza ante un crucifijo, asistir con
piedad a las ceremonias litúrgicas.
- Los pecados contra el primer mandamientos son los siguientes:
 La superstición: consiste en atribuir a ciertos objetos, signos o
palabras efectos desproporcionados, invocando a alguna
criatura como si fuera Dios.
 La idolatría: consiste en adorar a dioses falsos o dar a una
criatura el culto debido a Dios.
 La adivinación, espiritismo y magia: consiste en invocar
fuerzas ocultas para averiguar por su intervención cosas
desconocidas y realizar cosas maravillosas, como si fueran
milagros.
 El sacrilegio: consiste en profanar o tratar indignamente
personas, objetos y lugares consagrados a Dios.
 El tentar a Dios: consiste en poner a prueba la bondad y
omnipotencia de Dios mediante palabras u obras.
 La irreligiosidad: consiste en no practicar religión alguna por
el desprecio a Dios.
 El ateísmo: consiste en negar a Dios.
 El agnosticismo: consiste en optar por no tener en cuenta a
Dios.

Segundo Mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano

- El contenido del segundo mandamiento señala que el nombre de Dios


debe ser respetado, porque el nombre de Dios es santo.
- El cristiano demuestra el respeto por el nombre de Dios –entre todos
los modos– invocando su nombre al comienzo del día y antes de las
principales acciones de cada jornada, haciendo a la vez la señal de la
cruz.
- Los pecados contra el segundo mandamiento son los siguientes:
 La blasfemia: consiste en proferir contra Dios –interior o
exteriormente– palabras de odio, de reproche, de desafío; en
injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en
abusar del nombre de Dios.
 El juramento en falso: consiste en invocar a Dios como testigo
de una mentira.
 El perjurio o incumplimiento de un voto: consiste en hacer
una promesa, bajo juramento, la cual no se tiene intención de
cumplir, o en hacer una promesa que, después de haber
prometido bajo juramento, no se mantiene.

Tercer Mandamiento: Santificarás las fiestas

- El contenido del tercer mandamiento es dedicar los domingos y días


de precepto a dar especial culto a Dios y desarrollar los valores del
espíritu, descansando del trabajo ordinario.
- La Iglesia concreta esta obligación estableciendo que el domingo y
fiestas de precepto hay que oír Misa entera y abstenerse de trabajos y
actividades que impiden el culto debido a Dios, a la alegría propia del
día del Señor, la práctica de obras de misericordia y el descanso
necesario del espíritu y del cuerpo.
- Quien puede y no asiste en día de precepto peca mortalmente.

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