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Este documento presenta resúmenes biográficos de cuatro santos peruanos: Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima. Describe sus orígenes, vocaciones religiosas, obras de caridad y ministerios antes de sus respectivas muertes. Todos fueron canonizados y son venerados por la Iglesia Católica por sus vidas ejemplares y servicios a los más necesitados en el Perú.
Descripción original:
Material sobre la biografía de los principales santos peruanos
Este documento presenta resúmenes biográficos de cuatro santos peruanos: Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima. Describe sus orígenes, vocaciones religiosas, obras de caridad y ministerios antes de sus respectivas muertes. Todos fueron canonizados y son venerados por la Iglesia Católica por sus vidas ejemplares y servicios a los más necesitados en el Perú.
Este documento presenta resúmenes biográficos de cuatro santos peruanos: Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima. Describe sus orígenes, vocaciones religiosas, obras de caridad y ministerios antes de sus respectivas muertes. Todos fueron canonizados y son venerados por la Iglesia Católica por sus vidas ejemplares y servicios a los más necesitados en el Perú.
LA VIDA DE LOS SANTOS MANIFIESTA LA GLORIA DE DIOS,
YA QUE EN ELLOS RECONOCEMOS EL PODER DE DIOS QUE LOS CORONA CON SU GRACIA. ELLOS NOS ANIMAN CON EL EJEMPLO DE SU VIDA Y NOS OFRECEN LA AYUDA DE SU INTERCESIÓN. LA IGLESIA QUE PEREGRINA EN EL PERÚ TIENE UN GRAN TESORO: SUS SANTOS.
SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
Nació en España hacia 1538, y estudió derecho en Salamanca. En 1580
fue nombrado Arzobispo de Lima y partió para América. Lleno de celo apostólico, celebró frecuentes sínodos y concilios con el fin de promover la vida cristiana en la Iglesia a él encomendada y que abarcaba buena parte de Sudamérica. Defendió con valentía los derechos de la Iglesia ante el estado y la atendió con solicitud, especialmente en los más necesitados, entregando su vida en agotadoras visitas pastorales por sus inmensos territorios. En 1591 fundó el primer seminario de América. Murió en 1606 y fue canonizado en 1726. Es patrón del episcopado latinoamericano. SAN FRANCSCO SOLANO
Nació en Montilla (Córdoba) en 1549. Vistió
el hábito franciscano. Ordenado sacerdote, se entregó de lleno a la predicación, con gran fruto. El celo ardiente de la salvación de las almas lo llevó a Sudamérica. En Lima, y en Tucumán (Argentina) predicó el Evangelio y trabajó incansablemente, sobre todo en favor de los nativos y más pobres. La alegría espiritual y el fervor de su predicación, lo caracterizaron. Agotado por largas fatigas y penitencias, murió lleno de gozo tras una larga enfermedad en Lima, en 1610. Fue canonizado por Benedicto XIII.
SAN MARTÍN DE PORRES
Martín de Porres nació en Lima en 1579. Era ayudante de barbero
cirujano, cuando pidió entrar en la Orden de santo Domingo y fue recibido en el convento de Nuestra Señora del Rosario, en Lima, donde más tarde fue admitido a la profesión de los votos solemnes en 1603. Dotado de admirable sencillez, inocencia y fe, y destinado a humildes oficios, fue ensalzado por Dios con dones y carismas celestiales como bilocación, levitación y éxtasis, señal de su grandísima unión con Dios. Fue ardoroso en la devoción al sacramento de la Eucaristía y a la pasión del Redentor. Deseaba ser misionero en el Japón para poder derramar su sangre por la fe y, mientras, vivió plenamente entregado a obras de caridad y servicio médico, con los frailes y con los pobres, especialmente con los enfermos. Amaba el ayuno, las penitencias durísimas y la oración, principalmente de noche, a ejemplo del Señor, sacando de ella las luces que iluminaban maravillosamente sus conocimientos de la doctrina cristiana. Estuvo unido en fraterna amistad con san Juan Macías y santa Rosa de Lima, que acudió frecuentemente a él en busca de ayuda, y con san Francisco Solano y santo Toribio de Mogrovejo. En su caridad universal, que llegaba a la máxima delicadeza incluso con los animales, hay una señal de la presencia de Dios en los humildes y caritativos. Murió en Lima el 3 de noviembre de 1639. Gregorio XVI lo declaró beato en 1837, y fue canonizado por Juan XXIII, el 6 de mayo de 1962.
SAN JUAN MACÍAS
Nació en Ribera del Fresno (España) en 1585.
Quedó huérfano a los cuatro años y desde muy niño fue dedicado al oficio de pastor, cuando ya su vida estaba marcada por una primera educación en familia llena de especial devoción a la Virgen María, especialmente mediante el rezo del rosario. Emigrante hacia América del Sur, llegó a Lima, en donde pidió el hábito de hermano dominico, en el convento de Santa María Magdalena en 1622, cuando contaba 37 años. Su vida se distingue por una gran pobreza, humildad y caridad. Fue portero del convento durante 22 años y desde ese puesto ejerció una increíble obra de beneficencia material y espiritual, con sus limosnas y con su rosario; ofrecido por los pecados propios, por los de los demás y en sufragio de las almas del purgatorio. Tuvo también mucho influjo en la ciudad con sus consejos. Vivió en gran amistad y comunicación con san Martín de Porres y santa Rosa de Lima. Al igual que san Martín, sufrió, con valentía, injurias y calumnias por su caridad heroica con los necesitados. Murió en Lima el 15 de septiembre de 1645. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1813, y canonizado por san Pablo VI el 28 de septiembre de 1975. SANTA ROSA DE LIMA
Isabel Flores de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el
nombre de «Rosa», nació en Lima en 1586. Fue celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dones de ingenio, se consagró al Señor con voto de virginidad. Sentía una profunda veneración por santa Catalina de Siena, que luego, siguiendo el camino de Dios para ella, la llevó a ingresar en la Orden seglar dominica. Era muy amante de la soledad y dedicaba gran parte del tiempo a la divina contemplación en su casa, deseando introducir también a otros en los secretos de la oración, divulgando para ello libros espirituales, e incluso, animando a los sacerdotes para que atrajeran a todos al amor de la oración. Retirada casi siempre en una pequeña ermita del huerto de sus padres, abría, sin embargo, su alma a la obra misionera de la Iglesia con un celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los indígenas, por los que deseaba dar su vida y se entregaba a voluntarias y duras penitencias para ganarlos a Cristo, «doliéndose de que como mujer no pudiera aplicarse al ministerio apostólico». Durante quince años soportó gran aridez espiritual como crisol purificador. Con profunda conciencia de los males del pecado, «deseaba hacerse piedras y cal para poder cerrar a todos la puerta del infierno». También se destacó por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos. Rosa ardía en vivo amor a Jesús en la Eucaristía, y en honda piedad para con su santísima Madre, cuyo rosario se esforzaba en propagar con infatigable celo, estimando que todo cristiano «debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón». Murió a los 31 años en Lima, el 24 de agosto de 1617. Fue beatificada por Clemente IX en 1668 y canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671, y toda la América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.
Obras escogidas de Tertuliano: Apología contra los gentiles. Exhortación a los mártires. Virtud de la paciencia. La oración cristiana. La respuesta a los judíos