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La Herencia Africana

en la Identidad Histórica salvadoreña

Lic. Pedro Antonio Escalante Arce


Academia Salvadoreña de la Historia

Conferencia dictada en el V Encuentro Iberoamericano de Academias de Historia


Publicado por la Academia Chilena de la Historia, 1996

El elemento africano aparece en los siglos salvadoreños como un trasfondo histórico


perfectamente discernible y con presencia actual de puntuales resabios culturales,
difuminados en el panorama indígena, la historiografía salvadoreña, con muy contadas
excepciones, hizo a un lado ese bagaje negro en la herencia del pasado y la memoria
colectiva. Es recientemente que se ha puesto de manifiesto y valorado lo que de influencia
africana hubo en el devenir histórico del mas pequeño país centroamericano, que por no tener
costas en el mar Caribe jamás llegó a albergar etnias negras provenientes de las islas
antillanas, y tuvo que conformarse sólo con una reducida presencia africana en su historia.
Pero por la mezcla racial ha perdurado con sorprendente insistencia en un alto porcentaje de la
población que lleva sangre mulata en sus venas, en la casi totalidad de casos sin tener
conocimiento en absoluto del ancestro, al cual los textos de historia y el sentimiento popular
sumieron en el olvido y callaron el mensaje.

De todas las antiguas provincias del reino de Guatemala, las dos que conforman el
actual El Salvador, la alcaldía mayor de San Salvador – después intendencia- y la alcaldía
mayor de Sonsonate, son las que verán en menor grado el arribo de negros en el periodo
colonial, y lo será prácticamente nulo en el federal y republicano. Con la vista puesta
solamente en el océano Pacífico y una abundante población autóctona, el notorio desarrollo
agrario de las viejas provincias hispano-salvadoreñas no vio mayor necesidad de importar
mano de obra esclava, fuera del caso de la industria añilera, que para los parámetros étnicos
de El Salvador tuvo un significado apreciable. Sin embargo, los descendientes mulatos no
faltarán en ningún momento en el paisaje humano.
Actualmente, en El Salvador existe un naciente interés por desentrañar esa impronta
africana en el bagaje cultural de un país híbrido hasta la médula.

La esclavitud era una institución universal y no propia de tal o cual país, sino aceptada
unánimemente. Los primeros esclavos negros llegaron procedentes de España en las
expediciones de conquista. En la península Ibérica los centros de comercio de esclavos eran
Sevilla y Lisboa. En Andalucía la presencia de estos esclavos se refería tanto a negros como
berberiscos. El sistema que imperara para la exportación de mano de obra esclava a Las Indias
españolas será el de asientos, licencias dadas a compañías comerciales dedicadas a este fin, en
su mayoría extranjeras. A partir de 1580, los portugueses serán quienes gozarán de estos
asientos en un casi monopolio por mas de un siglo.

En Centroamérica, el conquistador Pedro de Alvarado está entre quienes


originariamente gozaron de permiso para el comercio de negros1. Muchos españoles llegaron
con sus propios esclavos de servicio, a menudo traídos libres de derechos. Entrarán por lo
general a través de los puertos del norte hondureño.
Los esclavos negros serán clasificados con varios nombres. Bozales son aquellos que
no hablan castellano y se consideran aún sin domesticar. Negros ladinos son los que ya
hablan el idioma y están incorporados a la civilización, en su propio estado de servidumbre.
Los negros criollos son los nacidos en América; cimarrones son los esclavos en rebeldía que
han huido de sus amos. Se habla comúnmente de “piezas de Indias”, son los esclavos con
ciertas características físicas, como altura, buena salud y resistencia física. No todos tienen la
calidad de piezas de Indias, sólo quienes reúnen los requerimientos, y una pieza de Indias
pueden ser dos esclavos de mediana calidad, o uno que se encuentra en buenas condiciones,
cuyo modelo típico es el varón o la hembra entre quince y treinta años de edad con dentadura
completa y bien conformado.

Los esclavos serán marcados usualmente en la mejilla con signos diversos, y hasta con
el nombre del dueño. Es común una S y un clavo vertical en el centro de la letra. Esta marca
dejará de ser ley en 1784, en tiempos de Carlos III. Al comprar un esclavo hay que tomar
posesión física y formal de él, se le toma por la oreja y se le ordena desde ya por el amo 2.

1
Lutz, 1982:219
2
Ortiz, 1993:97
El tráfico de esclavos por el régimen de asientos proporcionó a la Corona buenos
ingresos, por medio de impuestos y el pago de derechos. Se le reguló por el Derecho de
Indias.

“Ley primera. Que no se introduzcan esclavos en las Indias sin licencia del Rey, o
Assentista. Ordenamos, y mandamos que si alguna persona llegare á cualquier Puerto de
nuestras Indias, y llevare uno, o más esclavos Negros, sin permissión, ni licencia nuestra, ó de
el Assentista, conforme se hallare pactado en el asiento, incurra en las penas dél, sin arbitrio,
ni moderación, y el Juez, que contraviniere, ó tuviere omissión, o negligencia, será castigado
y satisfará al Assentista los daños, e intereses, que de sus procedimientos resultaren, por no
haver cumplido lo mandado por nuestra ley” 3.
“Ley II. Que no se desembarquen Negros en las Indias sin licencia de la justicia, y
Oficiales Reales. De ningún navío, en que se llevaren esclavos Negros a las Indias, de
qualquier parte que sea, se puede desembarcar ningún Negro, varón ó hembra en tierra, de
ningún puerto, sin licencia del Governador, o Alcalde mayor, y de nuestros oficiales Reales,
que en él residieren, los quales cuenten los Negros, que salieren en cada Barca, para ver si ván
algunos sin licencia, ó registro, pena de que el Barquero, que echare en tierra Negro, ó Negra
sin licencia de los susodichos, por el mismo caso pierdan la Barca, y sea preso por término de
treinta días”4.

La alcaldía mayor de Sonsonate era en los finales decenios del XVI y principios del
XVII un verdadero pulular de comerciantes y viajeros, por la existencia de uno de los dos
puertos más importantes de la Centroamérica española en el mar del sur, el puerto de
Acajutla, que servía directamente a la misma Santiago de Guatemala –El Realejo era el puerto
de Nicaragua-. Habilitado desde los albores coloniales, Acajutla sirvió como centro de un
considerable tráfico marítimo, atraído por la existencia en Sonsonate, en los parajes de Los
Izalcos, del más preciado producto de exportación de ese entonces, el cacao, que allí
fructificaba como en ninguna parte de Meso América –después de la casi extinción de los
sembradíos del Soconusco, ene. sur de Chiapas-, pues aunque lo hubiera en otras partes
guatemaltecas y sansalvadoreñas, así como en menor escala en Honduras y Nicaragua, fue en
el reducido espacio de los Izalcos donde los niveles de producción llegaron a ser
proporcionalmente singulares y destacados, casi inauditos, al grado de atraer indígenas

3
Recopilación, 1973: libro VIII, título XVIII, ley I.
4
Ibid., ley II.
foráneos como mano de obra inmigrante, por la fama de esos pueblos izalqueños donde el
dinero corría en esos años como en ningún sitio del istmo centroamericano.
El cacao fue el atractivo para infinidad de mercaderes y buscadores de fortuna que se
insertaron en los mismos poblados de indios de encomienda, ya trazados y urbanizados a la
española, con la consiguiente airada reacción de las autoridades civiles y religiosas de
Santiago de Guatemala y de sus encomenderos, que veían cómo disturbaban la producción
cacaotera con su voracidad.
En 1553 se fundó la villa de La Trinidad, para albergar a los mercaderes españoles,
que por levantarse a orillas del río Cenzúnat o Sensunapan, se llegaría a conocer como La
Trinidad de Sonsonate, o sólo Sonsonate. Aquí se podía encontrar un mosaico de andantes y
comerciantes de todo tipo y especie, que arribaban en barcos procedentes de Panamá, del Perú
y de la Nueva España mexicana, o por tierra desde lugares tan distantes como Antequera de
Oaxaca o ciudad de México, engolosinados por una halagüeña perspectiva de bonanza rápida
y expedita.
El cacao tenía un alto precio, especialmente en México, donde la demanda era mayor
para estas almendras que se convertían en bebida o en moneda corriente –según el uso
precolombino-. Acajutla, junto con el otro puerto tan frecuentado, El Realejo, de Nicaragua,
fueron los más destacados en esos siglos y se tenían muy en cuenta en cartas marítimas y
portulanos.
Por Sonsonate y su provincia se adentraron en buen número los africanos en El
Salvador y se volvieron espectáculo común en el trajinar de cada día. Las haciendas que
surgieron en la alcaldía mayor los albergaron en mayor o menor cantidad. Así lo reporta el
oidor Diego García de Palacio en su Carta-Relación fechada el 8 de marzo de 1576, desde
Santiago de Guatemala, en donde dice existir un enclave de negros a orillas del lago de
Coatepeque5. Y lo mismo habla de ellos fray Antonio de Ciudad Real en la crónica “Tratado
curioso y docto de las grandezas de la Nueva España”, que relata apreciable cantidad en una
hacienda en las goteras de La Trinidad de Sonsonate, en las riberas del río Cenzúnat6. Pero
otras estancias ganaderas también los tenían en la provincia, así como en milpas de cacao
propiedad de españoles, en la llamada San Miguel, de Gómez Díaz de la Reguera, y en la
Santa Margarita de Diego de Guzmán, encomendero de Tecpan Izalco. Además estaban los
esclavos domésticos de La Trinidad.

5
García de Palacio, 1983: 79.
6
Ciudad Real, 1993: tomo I, 248.
En 1587 el precio de una esclava joven estaba por los setecientos tostones en Santiago
de Guatemala7. También en Guatemala, dos negros se vendieron de entre los bienes
confiscados al alcalde mayor de Sonsonate, Pedro Suárez de Toledo, en 1569, denunciado
ante la Inquisición episcopal del obispo Bernardino de Villalpando; por uno se pagaron
doscientos treinta y cinco pesos, por el otro doscientos veintiuno8. En San Miguel, ciudad
fundada originalmente en 1530, en un inventario de bienes de Alonso Morcillo, fechado a 3
de enero de 1539, se encuentra un esclavo valorado en veinticinco pesos oro. En una
declaración de 1530, Pedro de Alvarado daba como precio de un esclavo el de nueve pesos 9.
Los precios iban en constante aumento.
Muchos pobladores de San Miguel y San Salvador, primero fundado en 1525 y
reestablecido en 1528, poseían esclavos negros tanto para el servicio de sus casas y heredades,
como para ser enviados a lavar oro al territorio de Honduras. En 1545 se dice que en las
minas de oro de Olancho trabajaban unos mil quinientos africanos 10. En Honduras en 1541se
hizo un repartimiento de negros en las poblaciones de Gracias a Dios, Nueva Valladolid de
Comayagua, San Pedro y Trujillo, en total unos trescientos, al precio de cincuenta y cinco
pesos oro por persona, todos buenas piezas de Indias, según acuerdo logrado con la Casa de
Contratación de Sevilla y convenio con los comerciantes asentistas nuevocristianos Alonso y
Diego Torres11.
En 1556 se regularon los precios de esclavos. Para Cartagena de Indias y Tierra
Firme, Santa Marta y Cabo de Vela, Honduras y Guatemala, se dejó ciento diez ducados para
la pieza de Indias12.
Por carta del 4 de enero de 1543, el sucesor de Pedro de Alvarado en la gobernación
de Guatemala –que incluye San Salvador y Sonsonate-, Alonso Maldonado, informa al
cabildo capitalino de Santiago sobre la llegada a la costa hondureña de un barco con ciento
cincuenta africanos, particularmente esperados en las minas hondureñas 13.
No todos los esclavos negros aceptarán pasivamente su condición infrahumana y
servil, porque ya en 1547 el ayuntamiento guatemalteco ordena la captura de muchos huidos a
los montes, los cimarrones. Famoso lugar de estos esclavos rebeldes fue el camino de
Santiago al golfo Dulce y la costa de Omoa, donde en 1633 se llegará a hablar de hasta

7
Falla, 1994:26
8
Escalante Arce, 1992: tomo I, 80.
9
García Peláez, 1968: tomo I, 29.
10
Láscaris, 1970:193.
11
Leiva Vivas, 1987:33.
12
Ibid., 39.
13
Chinchilla, 1984:364.
doscientos o trescientos cimarrones que asaltaban las recuas de mulas. En la provincia de San
Salvador –comprendido San Miguel-, en un principio no es muy significativo el número de
negros. Con fecha 3 de febrero de 1548, unos vecinos de San Salvador dirigen al Consejo de
Indias petición para el uso de indígenas en labores vedadas por la prohibición del servicio
personal en las Leyes Nuevas, u Ordenanzas de Barcelona de 1542-1543.

“Negros hai pocos i esos son necesarios para las minas de oro i plata14”

Es la época cuando los sansalvadoreños y migueleños enviaban cuadrillas a los


placeres de oro en Honduras o a centros mineros. En la provincia, mientras duró la época de la
esclavitud indígena y del servicio personal, hasta la llegada del segundo presidente de la real
audiencia de Los Confines –después de Guatemala-, Alonso López de Cerrato, no existió gran
demanda de esclavos negros, y lo mismo es valedero para las demás regiones del reino de
Guatemala. Pero alrededor de 1550 ya todos los esclavos habían sido liberados y se dio un
exacerbado temor de disminución de mano de obra autóctona. En esos años comienza un
incremento de africanos por la situación causada por las reformas de López de Cerrato.
Cuando este letrado trasladó la sede de la audiencia, de Gracias a Dios a Santiago de
Guatemala, a su paso por San Salvador liberó en 1548 a quinientos esclavos indios en manos
de unos cuarenta vecinos15. Los precios entonces subirán considerablemente para las piezas de
Indias. Cerrato mismo fomentó el uso de negros para aliviar la carga que pesaba sobre los
indígenas, al igual como hizo fray Bartolomé de las Casas, que en su euforia a favor de los
indios recomendó la llegada de esclavos de África, ya desde 1517, a las Antillas.
En la segunda mitad del siglo XVI, en la provincia de Sonsonate, concretamente en los
parajes de Los Izalcos, era de lo mas común y cotidiano ver en las plazas de los pueblos, el
día de mercado, negros esclavos vender golosinas, queso y carne por cuenta de sus dueños
entre la muchedumbre indígena. Estos africanos eran personas de confianza de los amos y en
muchos casos cumplían una función intimidatoria entre los indios nahua-pipiles del occidente
salvadoreño, fomentada deliberadamente por los peninsulares. A estos negros se les apartó de
la convivencia con indios, por considerarse que los podían molestar con un comportamiento
diferente y contestatario, tan distintos de los sumisos aborígenes, que llevaban en sus espaldas
el peso máximo de la tragedia de la conquista. Los negros vivían en casa y heredades de sus
dueños y en haciendas de ya considerable ganadería. Algunos servirán como calpisques o

14
Barón Castro, 1978: 163.
15
Sherman, 1987:209.
recolectores de tributos de encomiendas. Toda la demarcación de Sonsonate, y lo mismo la
provincia de San Salvador, estaba organizada en el sistema de encomiendas y en Sonsonate en
manos de vecinos de la capital y sede de gobernación y real audiencia, Santiago de
Guatemala, pues por su influencia recibieron las de esta jurisdicción, que dependía
directamente de la cabeza del reino y no de San Salvador.
Si bien el cacao fue el producto más importante de El Salvador en el siglo XVI, duró
poco tiempo su auge, hasta las primeras décadas del XVII –y ya mortecino-, porque otro
cultivo lo fue sustituyendo en forma acelerada como el principal: el añil o índigo. Mientras
que la presencia negra en la provincia cacaotera de Sonsonate no lo fue precisamente para
trabajar en los sembradíos, pues el cacao fue asunto de indígenas en la casi totalidad de casos,
quienes lo cultivaban en sus ancestrales tierras comunitarias –aunque hubo cacaotales en
poder de españoles y criollos -, no obstante que la producción fuera a dar a manos de
mercaderes asentados en la villa de La Trinidad, descontada la parte de los tributos tasados de
los encomenderos y lo que iba a rodar como moneda , ya con el añil será otra cosa.
El añil era la tinta vegetal que resultaba de la planta silvestre mesoamericana xiquilite,
o xiuhquílitl, obtenida a través de un proceso de fermentación y oxidación en agua. Desde los
comienzos de los siglos españoles se supo de las ventajas y cualidades de esta tinta de color
azul intenso, que ya de por sí tendría un mercado asegurado en Europa, donde eran conocidos
los colorantes vegetales asiáticos. Caso diferente del cacao, que tuvo que abrirse paso en el
gusto europeo para desembocar en el universal chocolate.
Muy pronto se remitieron a España muestras de este tinte asombroso, al que, sin dar su
nombre, aludía ya el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo en el “Sumario de la Historia
Natural de las Indias”, editado por primera vez en Toledo en 1526. Una real cédula del 13 de
junio de 1558 pedía información sobre esta tinta, que llegó a constituir el mayor bien
exportable del reino hasta el siglo XIX16.
Al igual que el cacao, el añil será producción del bajío, no de tierras altas, pero exigía
condiciones diferentes de suelo, el húmedo para cacaotales, el seco para el xiquilite.
Nicaragua fue la primera provincia centroamericana donde la tinta añil alcanzó niveles de
producción importantes, pero pronto será la alcaldía mayor de San Salvador la de la primacía
absoluta, lo que durará hasta los tiempos republicanos.
En 1571 y 1572, el comerciante viajero inglés John Chilton menciona ya la rampante
labor añilera en obrajes de tinta, cuando todavía el cacao izalqueño es una venturosa realidad

16
Rubio Sánchez, 1976: tomo I, 30.
para los mercaderes17. Es muy luego que se encuentran obrajes documentados en Sonsonate,
como el del poeta cervantino Juan de Mestanza Ribera, alcalde mayor de 1583 a 1589.
Los centros de producción añilera eran estos obrajes, siempre a orillas de ríos o en
nacimientos de agua, donde se fermentaban las plantas en pilas de piedras y ladrillos, y
después de un procedimiento bastante sencillo pero cuidadoso se obtenía una masa acuosa
que se secaba al sol, puesta en moldes para formar “panes” de tinta. El trabajo era sucio y
maloliente; el bagazo podrido de la hierba servía después como abono de la tierra. Bandadas
de bichos perniciosos y moscas rodaban por los obrajes, sitios que se volvieron infectos
centros de enfermedades. Desde la segunda mitad del XVI se prohibió a los dueños de obrajes
añileros ocupar indígenas en las labores de tinta, por las dolencias resultantes y las
consecuencias mortales para los indios. La real cédula de 1563 dice de forma explícita que se
han usado indios por no haber negros, entendiéndose que la Corona prefería a estos últimos
para los obrajes.

“Ley III. Que los Indios no trabajen en beneficio del Añil, aunque sean voluntarios.
Los Españoles, que habitaban la Provincia de Guatemala han descubierto y usado la granjería
de las hojas de añil, que la tierra caliente produce en abundancia: y por se género de mucho
aprovechamiento, y no haver Negros, han introducido Indios para la beneficiar; y coger. Y
haviendo entendido nuestra Real Audiencia, que era trabajo dañossísimo para ellos, y en que
acabarían en pocos años, proveyó, que no trabajasen en esta labor, aunque de su voluntad lo
quisiessen hazer. Y porque deseamos el bien, y conservación de los Indios, más que el
aprovechamiento, que puede resultar de su trabajo, mayormente donde interviene manifiesto
peligro, y riesgo de sus vidas. Mandamos que se guarde lo proveído por la Audiencia, y que lo
mismo se observe en la Provincia de Yucatán” 18

A pesar de lo estudiado por la Corona, los indios seguían prestando trabajo en obrajes,
por lo que la real audiencia sentenció en definitiva el no uso de mano de obra indígena en
1583, con el revuelo consecuente de los añileros. El elemento negro aumentó entonces su
presencia en los obrajes importantes, aunque ya se daba en varios. Más que todo será la
alcaldía mayor de San Salvador y sus distritos donde llegará a extraordinarios niveles de
producción la tinta, además de una superlativa calidad en lugares como San Miguel y la Villa
de San Vicente de Austria, con sus pueblos comarcanos, tal Apastepeque.

17
Hakluyt, 1992: tomo I, 102.
18
Recopilación, 1973: libro VI, título XIV, ley III.
Por 1588 el cabildo de Santiago de Guatemala dirigió a la audiencia memorial para
que se autorizara la introducción de quinientos esclavos africanos para las labores de obraje,
a pagarlos en el plazo de cuatro años. La audiencia elevó petición al Consejo de Indias y hasta
fue nombrado un procurador en la corte, pero no ya por los quinientos negros sino por un
navío entero. Pero el procurador, en junio de 1594 respondió que:

“Pretender que el rey envíe a su costa algún negro a ésta u otra provincia es
tiempo perdido, que habrá dos años y medio que los portugueses ponían diligencia en
hacer un asiento, obligándose a traerlos a su costa a las partes que S. M. ordenase, y
que no lo habían conseguido”19

Efectivamente, el desarrollo de los obrajes añileros, no sólo en San Salvador y sus


provincias, sino en Sonsonate también, aunque aquí con menor importancia, así como en el
sur de la provincia de Guatemala y en Nicaragua, reclamaron la existencia de mano de obra
esclava, por considerarse que los negros eran más fuertes y robustos que los indios y más
resistentes a las enfermedades, y en base a las disposiciones legales de no permitir indígenas.
Además, en estos inicios de la proliferación de centros productores de tinta, todavía no se
daba suficiente oferta de trabajo por parte de mestizos, de indios y españoles, tampoco de
mulatos libres.

La situación no parecía, a pesar de las normas legales, en ningún momento favorable a


los cansados indios, pues subrepticiamente se seguían usando en obrajes, muchas veces a
ciencia y paciencia de autoridades corruptas y venales, baldón que fue muy frecuente para el
mismo alcalde mayor de San Salvador, que en tantos casos permitió volver nugatorias las
disposiciones a favor de la población indígena. Y lo mismo fue común por doquier se
trabajaba el índigo.
Por algún tiempo, los barcos del comercio de esclavos que llegaban al norte hondureño
suplieron la demanda de negros que podía darse en la banda salvadoreña del sur, aunque en su
mayor parte quedaban en los trabajos de minería de Honduras. Las embarcaciones bajaban
buena cantidad de piezas de Indias, sin atender en tantos casos regulaciones y protestas de la
audiencia en Santiago de Guatemala. Desde 1542 estos barcos fueron apareciendo con
algunos atisbos de regularidad, que coincidió con la terminación de la esclavitud indígena.

19
García Peláez , 1968: tomo II, 27.
Pero pronto las autoridades, al ver el aumento de la población de color y los desórdenes que
surgían cuando se insurreccionaban y huían a los montes, entraron en temor de ver su número
crecer peligrosamente.
En tiempos del alcalde mayor Pedro Aguilar Lasso de la Vega, en la Semana Santa de
1625, ocurrió el alzamiento de los esclavos negros de la provincia, los cimarrones de San
Salvador. Se dijo que fueron unos dos mil insurrectos.

“En la provincia de San Salvador de Guatimala, el año de 625


estuvieron convocados para alçarse 2000 negros en la Semana Santa i se supo
tan a tiempo que ajusticiando algunos se atajó el daño”20

Los negros huyeron a los montes y amenazaron a todos los españoles que encontraran.
Lasso de la Vega organizó una milicia de doscientos hombres, más cuarenta que llegaron a la
ciudad de Nueva Valladolid de Comayagua, en Honduras, y así pudo atajar el peligro.

“Que estando alzados los negros de la provincia de San Salvador del servicio de sus
amos y amotinados en la montaña para matar a los españoles de la provincia acudió (Lasso de
la Vega) con más de doscientos hombres y su persona y quarenta soldados que traxo a su
costa de la provincia de Comayagua y cercó los dichos negros esclabos y los castigó
exemplarmente con que dexó la provincia quieta que estaba en gran riesgo por estar los
muchos eslabos conjurados, con gran trabajo de su persona y gasto de su hacienda sin que
dela Real se gastase alguna”21

Hubo mucho temor de que la rebelión de los cimarrones se extendiera a otras


provincias. Entre los muertos de San Salvador se menciona a un Diego de Oseguera.

“El año de seiscientos veinte y cinco, siendo alcalde mayor de las provincias de
San Salvador y San Miguel, inclusas en el distrito de la Real Audiencia de Guatemala,
don Pedro de Aguilar Lasso de la Vega, se quisieron alzar los negros de las otras
provincias, como lo tiene asegurado Andrés Xil de Palacios por petizión presentada en
el Consejo, en raçón de la causa de Pedro Flores, provincial de la hermandad de las

20
Barón Castro, 1978: 163
21
Rubio Sánchez, 1979: tomo I, 137.
obras provinçias, sobre aber dado avisso, se presumía se querían alçar dichos negros y
los portugueses della.”22
“1625. Don Pedro de Aguilar Lazo de la Vega, Caballero de la orden de
Calatrava. Acuerdo de 22 de agosto e informe de 29 de agosto de 631, en que consta
que juntando tropas y cercando a los negros esclavos, reprimió la conspiración y motín
en que mataron a don Diego de Oseguera…”23

Se consideraba que los negros, por ser usualmente del comercio de portugueses,
podían entrar en convivencia con ellos y juntos poner en peligro la estabilidad del reino. Los
portugueses siempre fueron vistos con desconfianza, como súbditos inestables de España, que
desde 1580 se había anexado Portugal. Además estaba la identificación que se hacía entre
portugueses y descendientes de judíos conversos, como que todo portugués tenía que ser
forzosamente un nuevo cristiano. Y siendo España un estado confesional, eso no era para
tomarlo a la ligera, máxime al tratar de hacer un nexo entre portugueses y esclavos
levantiscos.
La necesidad de negros en los obrajes añileros, ante la prohibición de usar indígenas,
aceleró su presencia, pero pronto el temor cundió entre autoridades y pobladores. El
alzamiento de San Salvador alarmó a la audiencia y comenzó una declinación de la demanda
de las piezas de Indias. Se calcula que en el siglo XVII, en la primera mitad, es cuando más
negros esclavos hubo en la provincia sansalvadoreña: habrán llegado a unos cuatro o cinco
mil. 24
El sistema de asientos siguió funcionando y los barcos llegaban a los puertos del
Atlántico, pero las objeciones no faltan.

“ Impetrada que fue la licencia, tomó corriente este tráfico, de modo que a los veinte
años ya no se lamentaba su falta. En acuerdo de justicia de 3 de mayo de 1613, se habla de
arribo de una nao llegada de Santo Tomás cargada de negros, a que se oponía el Oidor Solís,
dando por razón la muchedumbre de negros que había en estas provincias, y el riesgo de que
acrecentándose se podrían levantar, como lo habían conseguido en México. En otro de 16 de
agosto de 618 se menciona el arribo de una embarcación de negros llegada a Trujillo, que fue
admitida a petición de los mineros de Tegucigalpa. Arribando después dos naos cargadas de

22
Leyva, 1993: 118.
23
García Peláez, 1968: tomo II, 141.
24
Barón Castro, 1978: 163
negros al propio Trujillo, el Ayuntamiento en 4 de septiembre de 1620, resuelve oponerse a su
admisión por ser más de lo que necesitaban. En acuerdo de 22 de octubre de 22 se declaran
perdidos y se mandan almonedar los del navío de Domingo Simón. En otro de 23 de
diciembre de 24, se habla de una arribada de navío con negros esclavos, en que los visitados
fueron 182, y fuera de visita resultaron otros 212 que se mandaron embargar contra la protesta
del mismo Oidor Solís, por estar, dice la tierra llena de negros. En el de 29 de enero de 26 se
trata de una arribada de 160 negros vivos y 30 que habían muerto; y en el de 25 de agosto de
39 se ventila la del navío de Roque Ferreira, portugués, registrado para Veracruz o Cartagena.
No ocurre en el resto del siglo más acuerdo de justicia en materia de arribo de navío con
negros, de modo que para obtenerlos en el transcurso de este tiempo se esfuerza la solicitud
por dos mil de ellos en cabildo de 6 de octubre de 65; y hasta 5 de julio de 708, es cuando se
acuerda sobre el arribo de negros de don Olivero de Cubillas” 25

El trabajo de la tinta añil fue el que requirió el mayor número de esclavos, aunque
siempre hubo maneras de burlar la ley y se obligaba a indígenas a prestar sus servicios. Pero
es alrededor del obraje donde se concentrará el negro en El Salvador, negros esclavos y los
libres por manumisión, así como mulatos, tanto en esclavitud como los también libres. Por
nacimiento, el mulato hijo de indígena con negro esclavo, ya no seguiría en esa situación, lo
contrario sí, como hijo de negra esclava y de padre indio, o blanco, o de mestizo, según el
caso.
En 1654 el clérigo Antonio Dávila denunció al alcalde mayor de San Salvador, José
Portal y Artavia, ante el presidente de la audiencia, conde de la Gomera, Antonio Pérez Ayala
Castilla y Rojas, por los excesivos desórdenes que se daban en los obrajes, el abuso con los
indios y el hecho de estarse apropiando el justicia mayor sansalvadoreño de esclavos para
emplearlos en su propio servicio 26. Para los parámetros provinciales, así como de otras
regiones del reino guatemalteco, a mediados del siglo XVII había bastantes africanos y se
estaban multiplicando y mezclándose en forma apresurada. Y todo esto provocaba temor. Los
añileros pretendían una mayor importación, pero la audiencia en Santiago de Guatemala se
oponía. Los mismos habitantes de centros de población considerables, como la villa de La
Trinidad y el pueblo de Santa Lucía Zacatecoluca, donde estaba una notable concentración, se
mostraban de la misma opinión27.

25
García Peláez, 1968: tomo II, 27, 28.
26
Fiehrer, 1977: 97
27
Ibid., 131.
El capitán Cristóbal de Lorenzana, vecino de Santiago, en 1650 envía un memorial a la
Corona. Alude específicamente a ese recelo ante el acrecentamiento de negros y mulatos.
Reconoce sus cualidades intrínsecas, pero –dice – no se puede dejar que pongan
intranquilidad en el reino.
“Los negros y mulatos son balientes y que casi en esta parte haçen despreçio de los
españoles, sufridores del trabajo y de bastante talento para qualquier cossa. Con que se puede
entender que qualquier turbaçión originada por ellos, sería más difícil de sosegar que lo que
fue el conquistar aquellos reynos. Mayormente si se atiende al poco respeto que oy tienen a
los españoles y que se quieren igualar con ellos. Y de los indios son tan temidos y benerados,
que pareçe les mueve alguna oculta causa”28.
El temor de Lorenzana no sólo va con los negros y mulatos, sino con indios y mestizos
de español e india y con los portugueses, a quienes se sigue viendo como enemigos
potenciales.
“Ay en las Indias pro cada español, un extranjero. En que se incluyen gran número de
portugueses que son como padres de los negros y a quien beneran por aber llevado de su
naturaleza a los reinos de las Indias. Y por eso se tienen también por portugueses y se onrran
con este nombre, y en particular los ladinos y nacidos en las Indias” 29.
“Indios y mestiços –que son hijos de españoles y yndias – también son enemigos
encubiertos. Y aunque no es gente que por sí sola pueda dar cuidado, se podrán arrimar a los
turbadores, o ya presumiendo mejorarse o llevados de la novedad”30

Pero el cuidado debe ser con negros y mulatos, y los españoles pareciera que no han
reparado en el peligro, tal y como aconteció con el levantamiento de 1625 y las intentonas de
1639 en el Perú y en 1611 en Nueva España.

“Los españoles tienen muchos negros y mulatos que les sirven de pajes, vistiéndolos y
desnudándolos, en cuya ocasión se puede temer que por su motivo, con deseo de la libertad o
ynducidos de los portugueses, los degüellen a todos en una ora, que lo podrían hazer con
facilidad”31

28
Leyva,1993: 116.
29
Ibid., 117.
30
Ibid.
31
Ibid., 118.
Los negros y mulatos no sólo están en las labores de tinta. Sino en las haciendas
ganaderas, donde trabajan como campistos, vaqueros y capataces.
“La asistencia de los negros y mulatos libres, es en las estancias de ganado mayor, que
por ser buenos hombres de a cavallo, son muy a propósito para ellas. Y si se alçasen, como
puede suçeder, dejarían a pie a los españoles, como dueños de todos los cavallos de las
estanzias”32.

El oficio de arrieros de patachos de mulas también es favorecido por negros y mulatos


libres.

“De más de la asistencia de los negros y mulatos libres en las estancias, por ser ombres
fuertes, los ocupan en cargar recuas que trajinan trecientas leguas que ay desde Guatemala a
Méjico, y a la Veracruz y otras partes. Dánles diez y quince reales de ocho cada mes y de
comer. Y cada mulato lleva a su cargo diez mulas y las carga y descarga” 33.

Los mulatos ya llegaron a tener sus propias estancias de ganado mayor, y se observa
por doquier, como en la alcaldía mayor de Sonsonate, en el pueblo de Ahuachapán, donde
hasta se dio el caso de un esclavo que todavía en esclavitud se ha posesionado de tierras
realengas y pide repartimiento de indios para las labores. Era 1661 y el africano se hace
llamar José de Artacho34.

“Ay mercaderes mulatos con buenos caudales y otros que tienen estancias de ganado
mayor, otros que trajinan con recuas suyas de unas partes a otras”35.

Lorenzana expresa en su escrito que es aflictivo el peligro que representa en el reino.


Los hay que se han vuelto piratas y han saqueado lugares como Campeche y Trujillo, y los
que están alzados en las montañas del camino que va de Santiago de Guatemala al golfo
Dulce todavía son un peligro para viajeros y mercancías. Mientras los españoles y criollos
crecen despacio en número, los negros van al galope.

32
Ibid.
33
Ibid., 119.
34
Martínez Peláez, 1973: 406.
35
Leyva, 1993: 119.
“Multiplícanse tanto los negros que ay muchas casas de españoles que de solo una
negra, se an llenado de negros y mulatos, hijos y niettos. Y si se aberiguasse las parentelas de
las negras viejas, se allaba que de cada una an proçedido más de cinquenta pieças 36”

Siempre que de la defensa de las cosas se trataba, el elemento negro está presente en
los grupos armados que se organizan. Así sucedió cuando las tropas del encomendero de
Tecpan Izalco, Diego de Guzmán, en los días que el corsario Francis Drake recorría el mar del
sur por Centroamérica, a mediados de 1579. Por provisión de la audiencia del 17 de abril de
ese año, al conocerse que Drake subía por el Pacífico, se comisionó a Guzmán levantar un
ejército de encomenderos de San Salvador y San Miguel y formar milicias en armas. Era la
manera de esos años de afrontar un peligro, al no existir cuadros militares permanentes. Eran
verdaderas banderías al estilo feudal europeo, y la bandería de Diego de Guzmán es la más
importante sucedida en el XVI en el reino de Guatemala. Muchos de estos reclutados eran
negros y mulatos, esclavos y libres. En 1587, cuando fue Thomas Gavendish el que puso de
nuevo en temor las costas, Francisco de Santiago, alcalde ordinario de Santiago de
Guatemala, juntó un ejército con gran número de africanos. El alcalde mayor de San Salvador,
Lucas Pinto, reunió entre los moradores de los pueblos de Zacatecoluca, Tecoluca y
Apastepeque, y estancias del valle de Jiboa, un cupo de setenta españoles y veintiséis mulatos
libres, también algunos provenientes del mismo San Salvador. Estas milicias fueron en ambos
casos, 1579 y 1587, a reunirse en La Trinidad de Sonsonate, para guarecer el puerto de
Acajutla.
Otro tanto se encuentra cuando las incursiones piráticas de ingleses y franceses en el
XVII. En carta del 18 de mayo, 1615, se le informa a la Corona por la audiencia que el alcalde
ordinario migueleño, Juan García Serrano, acudió a las costas del golfo de Fonseca como
capitán de infantería, con ciento treinta españoles, trescientos indios flecheros y ciento
cincuenta negros, mulatos y mestizos, a fin de proteger el puerto de Amapala 37 .
Como los indios fueron exentos del servicio militar al organizarse formalmente las
compañías en el siglo XVII, aunque sí hubieran participado en las banderías de
encomenderos, en el alistamiento general de 1673 serán negros libres, mulatos y mestizos los
que integrarán tales cuadros de soldados. Así surgieron las compañías de pardos, nombre
genérico aplicado a quienes llevaban sangre africana, y que se pusieron bajo las órdenes de

36
Ibid., 120.
37
García Peláez, 1968: tomo II, 32.
oficiales asimismo mulatos. Sin embargo, con el tiempo también se dan compañías de indios,
como en el caso de Sonsonate en el XVIII.
Por real cédula de 1574, de Felipe II, se ordenó que negros mulatos libres debían pagar
tributo anual de un marco de plata por cabeza, con cargo a la caja real. En el reino de
Guatemala no se aplicó tal cantidad, sino que fue menor. En 1585 se les está cobrando cinco
tostones a los hombres y tres a las mujeres. En 1587 son 4 para varones y dos a las hembras.
A los corregidores y alcaldes mayores se les pidió en 1604 levantar padrones de estos
tributarios negros y pardos, pero no se llevó a término lo ordenado. Pero el tributo continuó
cobrándose, aunque no cumplidamente. En 1677 el tributo de africanos y pardos libres de la
región de San Miguel y la Choluteca (hoy en Honduras), estuvo por los ciento ochenta y ocho
tostones, pero no se puede tomar esa cantidad como reflejo puntual del número de tributarios
de color de la comarca, pues habrá sido ya apreciable la cantidad de quienes no lo pagaban
por vivir aislados en confines de haciendas y rancherías de tierras realengas. El tributo de
pardos fue perdiendo importancia, hasta que no llegó a aplicarse más que en ciertos lugares38.
Para las comunidades indígenas, el añil fue un verdadero desastre en su identidad y
conservación: bien poca resistencia podían ofrecer ante el ritmo del desarrollo comercial, el ir
y venir de mercaderes, la presencia de múltiples personas extrañas a su propio mundo
cultural. El incesante trabajo en obrajes permeó galopantemente su vida y su cosmos. La tinta
se volvió obsesión, por todos lados en la provincia de San Salvador aparecían labores de
índigo, hasta en lugares remotos, es así como abundaron los llamados poquiteros, a la par de
grandes productores y hasta los pueblos indios organizaban sus obrajes y a su voluntad
trabajaban en ellos, obviando así la prohibición de la mano de obra aborigen para los demás.
En las haciendas de ganado la mano de obra cotizada eran los mulatos libres, que por
su destreza y carácter estaban más cotizados que los atormentados indígenas. En el pueblo de
Metapán el trabajo en minerales de hierro también reconcentró pardos. El viajero Thomas
Gage, inglés renegado de la orden dominica, observó en su periplo por Centroamérica, en
1648, la cantidad considerable de esclavos y de la población de color, y cómo Santiago de
Guatemala temía su presencia39 .
La importación legal de negros al reino observó un cese en 1639, pero no se detuvo el
contrabando. En 1664 hay una concesión de asiento para en un periodo de siete años traer

38
Ibid., 36.
39
Gage, 1958: 195.
hasta dos mil. Unos diez años después, Guatemala pidió quinientos anuales para el trabajo de
tinta, las minas y las haciendas de caña de azúcar40.
En el memorial de Cristóbal de Lorenzana de 1650, ante la proliferación de la raza
híbrida con negros propone una integración a la comunidad de españoles y criollos,
convirtiéndolos en pecheros, como España, obligados a contribuir con tributos. Así, no
solamente aumentarán las rentas del real fisco, sino que la tierra ganará labradores, se
incrementarán las poblaciones y se identificarán con los habitantes blancos, y ya no serán un
latente peligro que pueda extenderse a los indígenas, pues ya sabiéndose vistos sin
menosprecio agradecerán su nuevo estado y sentirán solidaridad con sus viejos amos. Estarán
integrados a los blancos y separados de los indios.

“”…sean en los dichos reinos de las Indias los mulatos y negros libres los pecheros,
cargándoles Vuestra Magestad por tributo ordinario todos los pechos y cargas que pagan los
hombres buenos de estos reynos. Y que a los mulatos y negros libres que tubieren, como se
haze tocante al servicio de Vuestra Magestad en estos reynos. Declarando a los mulatos por
españoles, pues lo más que tienen es sangre dellos por la mezcla con las negras y mulatas. Y
como tales gozen de todas preheminencias y exsençiones y libertad que goçan los hombres
buenos destos reynos. Y que formen repúblicas con los españoles, dándoles la mitad de
oficios como se haze en España entre nobles y pecheros, y que estos ofiçios sólo los puedan
tener los lexítimos abidos de lejítimo matrimonio como no proçedan de negros e yndias, por
ser mala mezcla y los que fueren naturales hijos de hombres nobles de negras o mulatas. Y
que para las ocasiones de guerra sean admitidos por soldados, sin que por su color se haga
despreçio dellos. No formando compañías apartte, como oy se haze, sino mezclados con los
españoles. Pues por tales an de ser tenido como se haze en los exérçitos de Vuestra Magestad
con los estranjeros de diferentes naziones…”41.

Los negros y mulatos siempre observaron una notoria fecundidad y sus descendientes,
usualmente tan numerosos, fueron difuminándose en el amplio espectro de las razas
mezcladas americanas, o castas. También destacan los patrones de exogamia en sumo grado y
el escoger en la inmensa mayoría de casos personas libres para formar familias. La mezcla
racial hacía que el fenotipo negro fuera marcándose cada vez menos, con la consiguiente
facilidad para status social más alto en la sociedad estratificada. Lo que abunda en El

40
Fiehrer, 1977: 132.
41
Leyva, 1993: 123.
Salvador del XVII y el XVIII son los mulatos libres y sus descendientes. Mas raro habrá sido
el caso de negros libres –aunque siempre se encuentran-, porque las importaciones de piezas
de Indias fueron disminuyendo, sobre todo ante una abundante masa indígena que daba su
trabajo libremente o por el sistema de repartimiento para haciendas y obras públicas, o por la
corrupción de las autoridades que permitían la mano de obra en obrajes de tinta mientras se
mantuvo la prohibición legal, la cual formalmente cesó en 1738.
Usualmente las uniones de mestizos e indígenas con mulatos son informales, no de
matrimonio estable sino extramaritales y es de notar la poca consistencia de estas familias.
Tal fue la mezcla que los rasgos negroides pasaron a ser lo usual en gran parte de las castas en
El Salvador, y se confundieron definitivamente con el común de la población mestiza, en
general conocida como ladina, en un alto porcentaje.
“Una buena situación económica mejoraba la posición social de una persona, pero
otros factores favorables eran una pigmentación clara y familiares importantes. Con más
facilidad se perdonaba la ilegitimidad de un mulato libre, si su padre era un vecino español
prominente. La tez morena oscura, por otro lado, una baja posición económica y la maldición
de la ilegitimidad, a menudo injustamente adscrita a los mulatos, limitaron severamente las
oportunidades sociales…”42.
En tierras añileras la ladinización cultural y el mestizaje racial fueron exacerbantes sin
parangón con lo sucedido en tierras de cacao, donde los indios fueron siempre los productores
y era de interés dejarlos tranquilos para que produjeran las codiciadas almendras. Pero con el
añil era distinto, se trataba de asunto de españoles, criollos, mestizos, negros y mulatos,
además del prolongado tiempo que duró la industria del índigo. Es en regiones de tinta donde
permanecerán los rasgos negroides con mayor insistencia, aunque se hayan extendido a otros
sitios en donde el añil haya significado menos o muy poco.
Muchos mulatos irán a vivir a tierras privadas, como aparceros o como empleados,
otros se internarán en tierras realengas sin orden ni concierto, formando concentraciones más
o menos numerosas, embriones de futuros pueblos. Muchos se enquistaron en pueblos de
indios, lo que fue prohibido por tanto tiempo, pero tolerado tantas veces. En 1636 el alcalde
mayor de San Salvador, Juan Sarmiento de Valderrama, recibió orden de expulsar a estos
pardos de las antiguas reducciones de encomienda, y a todos los pueblos en la real Corona.

42
Lutz, 1982: 263.
“Decreto en que se prohiven los bohíos o ranchos. Depáchase horden para que don
Juan Sarmiento Alcalde mayor de San Salvador y por su ocupación Juan Martines de
Aresgixábal, Alcalde Ordinario de la ciudad de San Salvador, se ynforme de lo combenido en
esta petición y constándoles, estos mulatos o otras qualesquiera persona desta calidad o
semejantes han hecho casas y bohíos en la forma que se refiere esta petición, sin licencia y
horden del Govierno general dada en los cassos en que se puede, luego derriben dichos bohíos
no obstante qualesquiera apelación que ynterpongan, por estar assí dispuesto por sédulas de su
Magestad y a ellos les obliguen a que vivan en lugares poblados de españoles sin consentir
sea por ningún casso en los de yndios, para lo qual assi mismos se ynsertó el mandamiento
general para las cosas que en él se disponen, e también a los españoles que tienen obrajes, que
acabadas sus temporadas se suelen y acostumbran ir a bivir lo restante del año a los lugares de
los indios no solo con sus personas e hijos sino también con sus negros o esclavos, que ha
sido y es una de las causas mayores de la destruición y asolamiento de los lugares de los
yndios, les compelan a que salgan de los dichos lugares de yndios, assí a ellos como a sus
negros y que por ningún casso buelvan a ellos aunque sea con pretexto de breve tiempo…”43.

Estas órdenes fueron cumplidas en muchos casos, trasladándose pobladores mulatos a


las ciudades y villas de españoles, donde se incorporarán a la clase artesanal y a la vida activa
en todos sus aspectos. Además de mulatos que ya de antes estaban adosados a estas
poblaciones de peninsulares y criollos y de mestizos. Así aparecieron con el tiempo los
barrios mulatos, los barrios de pardos, como el del Ángel en La Trinidad de Sonsonate, junto
al convento original de Santo Domingo.
En 1635 el alcalde mayor Valderrama había dado cumplimiento a lo que le expresaba
como orden el año siguiente el gobernador y presidente de la audiencia, Álvaro Quiñónez de
Osorio. En 1635 se fundó la villa de San Vicente, primero como pueblo de San Vicente de
Lorenzana, luego villa de San Vicente de Austria. Valderrama cumplió con lo mandado, que
dentro de tercero día de recibida la notificación tenía que echar a los españoles negros,
mestizos, y mulatos que estaban residiendo en los pueblos añileros de la región de
Zacatecoluca, principalmente en Apastepeque –verdadero emporio de tinta-. Unas cincuenta
familias españolas con sus allegados se reunieron para poblar la futura villa de Austria. Aquí
se dio algo que podría asemejarse a un enclave de pardos y negros libres.

43
Rubio Sánchez, 1979: tomo I, 147.
En San Vicente, en el siglo XVIII, hubo ciertos ritos de brujería, a los que el arzobispo
Pedro Cortés y Larraz en su visita pastoral a la alcaldía mayor en 1769, llama la herejía del
testamento de Cristo. Se usaban huesos de difuntos en las ceremonias, así como oraciones
escritas “al revés”, tal el credo, además del mismo testamento de Cristo, los que ponían bajo
la piedra del ara para que sobre ellos se celebrara misa. La herejía estaba extendida a otras
regiones de san salvador y Sonsonate, e involucraba a mulatos y ladinos, pero se le da un
origen negro44.
En 1655 una real cédula insiste en lo usual: que no vivan mulatos entre los indígenas.
El cura del pueblo de Chalatenango había denunciado los abusos cometidos en la región por
los pardos libres. En particular menciona al mulato Jacinto de la Tovilla, dueño de una
hacienda por el pueblo de Arcatao, en donde está asentado con su numerosa familia. No sólo
es el pueblo el que surge exacciones del mulato Tovilla, sino que éste, además de comprarles
a discreción sus productos, a los precios que le vienen en gana, se entromete en la elección de
alcaldes indios. Es también dueño de un obraje de añil y el xiquilite lo corta en tierras
comunales de los pueblos45.
Cuando eran propietarios de tierra, los mulatos ya están en otra categoría social. A
menudo, por no decir casi siempre, son los indígenas las víctimas de estas gentes que van
creciendo y están a la búsqueda de su propio espacio. Pero los pardos libres no sólo quedaron
en el campo, en las ciudades y villas penetran con buen éxito en artes y oficios varios, juntos
con mestizos de indígena y español, como albañiles, cereros, talabarteros, armeros, barberos,
herreros, sastres, plateros, escultores, pintores, carpinteros, zapateros, tenderos, etc. Fuéronse
colocando en los barrios periféricos como el antecedente del proletariado urbano. En cuanto a
los pueblos indios de vieja cepa, poco a poco se irán introduciendo, cuando las leyes relativas
a la convivencia racial se aflojaron del todo. Y se les verá junto con sus compañeros de
ancestro híbrido ir ocupando sectores de esos pueblos, ya plenamente identificados en el siglo
XVIII.
En cuanto a los esclavos negros fueron disminuyendo más y más. No era necesaria su
fuerza de trabajo cuando abundaba en el espectro de las castas y desde 1738 ya no se prohibía
la contratación de indios en labores de tinta añil, lo que fue golpe de gracia para tantas
comunidades indígenas, que no sólo acabaron a veces diezmadas numérica y culturalmente,
cuando de manera encubierta se enviaba a los varones a trabajar a los obrajes, sino que ahora

44
Láscaris, 1970: 331, 332.
45
Rubio Sánchez, 1979: tomo I, 215, 216.
era libre ocuparse en ellos a los indios y el repartimiento se encargaba de tenerlos abastecidos
de peones.
El añil definió el cuadro socioeconómico del agro salvadoreño en muchos aspectos. El
negro y el mulato están unidos a ese índigo que obsesionó a la provincia de San Salvador,
hasta convertirla en la gran productora del reino de Guatemala y de todas la indias españolas.
Los africanos todavía en esclavitud quedaron en pocas haciendas y casa particulares,
como gente tenida en consideración por sus dueños, tomados como miembros de la misma
familia. Pero las mentalidades han evolucionado y en los nuevos estadios de civilización la
esclavitud comienza a sufrir serios embates.
En la definición racial de El Salvador se irá produciendo una uniformidad por la
extensión de las mezclas y la abundancia de rasgos negros en los descendientes de mulatos,
aunque con el tiempo se diluyan y se vayan minimizando. Pero la expresión “mulato” se usará
por lapso muy dilatado, como vaga designación de eso que era visto como lo común y
corriente. A finales del XVIII y principios del XIX es de lo más usual encontrar en los
documentos lo de mulato para referirse a capas populares en las ciudades y pueblos grandes.
En los movimientos autonómicos de 1811 y 1814 el mulato siempre estará presente y muy
tomado en cuenta; es uno de los grandes protagonistas.
No son abundantes los elementos culturales perceptibles en una primera impresión
sobre la presencia africana en El Salvador, caso aparte es la proliferación actual de rasgos
raciales mulatos, y por supuesto no existe en absoluto ningún grupo de negros, como se da en
el resto de Centroamérica, en la costa del mar Caribe, donde las emigraciones de africanos de
las Antillas comenzaron en el siglo XVIII. Sin embargo, con la investigación histórica y
antropológica va apareciendo multitud de datos sobre la importancia de la original presencia
negra y la de sus descendientes mulatos en la identidad salvadoreña.
Aunque sea ya muy del pasado, es de remarcar la manera como se manifestaba el
elemento pardo en los regocijos públicos de las provincias hispano-salvadoreñas. En 1761, en
las fiestas reales de la jura de Carlos III en La Trinidad de Sonsonate, hubo desfiles de las
compañías de mulatos con sus propias insignias, y en el extenso relato que el alcalde mayor
Bernardo de Veira escribió e hizo imprimir en Santiago de Guatemala, en 1762, son
nombrados ellos numerosas veces en los eventos festivos. Hay un grupo que canta:

Dozo negrillo venimo


cantando maracumbé,
con la quitara a la mano
bailando la fioncaché46.

Otra comparsa salió a caballo, con estandarte que decía:

En lo obscuro de mi sombra
da Carlos luz, que la fee
oy el trueno se nombra
y assí en el Asia se vee,
que es de sus plantas alfombra47.

Y prosiguieron cantando en “lengua de Guinea o de Angola”. En las corridas de toros


que tuvieron lugar en esos festejos, los campistos que arrean el ganado de lidia son siempre
vaqueros mulatos, que cantan jácaras al estilo “guanaco” –según se describe-. Es notorio
cómo no se omitieron expresiones del mundo mulato en los dieciséis días que duró el festejo
de la jura.
En la relación de la provincia de San Salvador, del alcalde mayor Manuel Gálvez
Corral, se levantó un censo de pueblos con señalamiento de sus habitantes. Para San Salvador
señala una población de treinta y cuatro mil mulatos en los alrededores de la ciudad, que se
emplean en el servicio de hacienda y son miembros algunos de compañías de soldados para el
cuidado de las costas del Pacífico. En la villa de San Vicente de Austria dice haber dos mil
trescientos mulatos, y un mil cincuenta en la ciudad de San Miguel. En cuanto al resto de
pueblos, indica sus habitantes indígenas, ladinos y mulatos. Habla de tres pueblos
exclusivamente mulatos, y éstos con la población parda de los demás lugares suman en total
ocho mil ciento diecinueve personas. Son datos aproximados y pareciera que en la expresión
mulato se ha refundido el universo local de castas, de seguro por la proliferación de rasgos
característicos que unifica a una gran parte48. En 1765 el oficial real José Melchor de Ugalde
indicó que en las afueras de la villa de La Trinidad de Sonsonate, el pueblo de San Francisco
Tacuzcalco era de sólo pardos49.
En una “Nota de los mulatos y negros sirvientes en algunas haciendas de la provincia
de San Salvador”, de 1781, se mencionan por todo seiscientos50. Se ha dado como lugares de

46
Veira, 1762.
47
Ibid.
48
Gálvez Corral, 1936.
49
Escalante Arce, 1992: tomo II, 153.
50
Lizcano, s. f.: 109.
máxima concentración africana en El Salvador, sitios donde quedó más patente su
descendencia, los de Ahuachapán, San Vicente de Austria, Chinameca y Zacatecoluca51.
A principios del siglo XIX la esclavitud ya es ampliamente controvertida. La rebelión
y triunfo de los negros en Haití precipitan el viraje hacia la tumba de la vieja institución. Las
Cortes de Cádiz le ponen punto final en cuanto a los esclavos de la real hacienda en 1812. En
honduras en el fuerte de Omoa se liberan cuatrocientos. En 1817, queda prohibida por las
Cortes en todo el territorio español, peninsular y de ultramar la trata y comercio. En 1821, el
diputado por Sonsonate, José Mariano Méndez, en las Cortes de Madrid, se refirió a la
reducida importancia de la esclavitud en el istmo centroamericano.
En junio de 1823 se reunió en ciudad de Guatemala la Asamblea Nacional
Constituyente de las Provincias Unidas de Centroamérica, para disponer la forma de gobierno
y Estado después del derrumbe del Imperio Mexicano, al cual estuvieron unidas por un año,
bajo la corona de Agustín de Iturbide. En esta Asamblea se presentó en agosto la moción para
abolir la esclavitud por parte de los diputados José Francisco Barrundia y Mariano Gálvez. En
septiembre de ese año, la Asamblea recibió la petición de libertad de los esclavos negros de la
orden dominica, del ingenio de azúcar de San Jerónimo, en la Baja Verapaz guatemalteca. Ese
mes también hubo solicitud de lo mismo por esclavos de Trujillo, en la costa norte
hondureña52.

El 31 de diciembre de 1823 tuvo lugar la sesión en que el salvadoreño José Simeón


Cañas, presbítero diputado por Chimaltenango, pidió en emotivo discurso la inmediata
liberación de los esclavos que aún quedaban en el antiguo reino, ya independiente. Será hasta
el 17 de abril de 1824 que se promulgará la ley definitiva. En cada provincia se constituyó una
Junta de Indemnización para proceder a las formalidades de ley, y se establecieron las
maneras de pago a los dueños, para indemnizarlos. Se considera que en toda Centroamérica
no pasaban del millar los esclavos por liberarse y en su mayoría eran sirvientes domésticos,
una esclavitud patriarcal y de tintes familiares53.
En El Salvador hay especiales elementos culturales que nos recuerdan la influencia
africana, y son comunes a otros países, tales son dos instrumentos musicales: la marimba y la
caramba. Mientras la marimba es tocada ampliamente en toda Mesoamérica, la caramba está
casi extinguida. Es el “quijongo” de Costa Rica. Se trata de un instrumento monocorde, de un

51
Fiehrer, 1977: 128. es opinión del historiador salvadoreño Jorge Lardé y Larín.
52
García, 1948: tomo X, 241, Meléndez, 1972: 47.
53
Fiehrer, 1977: 111.
arco con una cuerda con jícara de resonancia, que se golpea con un palo. En las tierras
salvadoreñas hay varios bailes de tradición indígena en que se puede entrever el atisbo de lo
mulato, tal el de Los Negritos, que representa una compañía de pardos. En la tradición oral
están los cuentos de “tío conejo” y de la “cucarachita mandinga”, en que se nota a claras el
origen negroide, estos cuentos de animales están ligados a África, y el conejo es un héroe
malicioso en los pueblos negros54. Los mandingas son una raza al norte ecuatorial en el África
subsahariana, considerada como especialmente inteligente, aunque lo de “mandinga” tiene
diversas acepciones ya en América. Pero un cuento de la “cucaracha mandinga” no escapa a
la raíz negra y a una ascendencia clara, por lo menos en cuanto al personaje. Una acepción
usada en El Salvador para denominar al demonio, es la de “candanga”, un africanismo.

Desde 1824 la esclavitud desapareció en Centroamérica. La ley era tajante.

“Art. 1º. Desde la publicación de esta ley, en cada pueblo, son libres los esclavos de
uno u otro sexo, y de cualquier edad que existan en algún punto de los Estados Federados del
Centro de América: de aquí en adelante ninguno puede nacer esclavo.
Art. 2. Ninguna persona nacida o connaturalizada en estos Estados puede tener a otra
en esclavitud por ningún motivo, ni traficar dentro o fuera de ellos con esclavos, quedando
éstos libres en el primer caso, y en uno y otro perderá el traficante los Derechos de
Ciudadano”55.

No hubo la más mínima oposición para la ley de libertad de los esclavos. Había pleno
convencimiento de que era una institución que merecía desaparecer, pero además es muestra
de que ya no tenía ninguna importancia ni significado en Centroamérica. Estaba extinguida
por sí misma, muerta de vejez.
La esclavitud era sólo un recuerdo del pasado, pero la presencia negra en las costas del
Atlántico sí era una realidad en los países vecinos. En cuanto a El Salvador, ya estaba sumido
en su más amplio y voraz mestizaje, y no obstante que la memoria colectiva se volvió
amnésica respecto al legado negro y mulato, lo indudable es que ha dejado de una manera u
otra, su impronta en los salvadoreños.

54
Meléndez, 1972: 54.
55
García, 1948: tomo X, 246.
El viajero ingles Alexander Thompson recorrió en 1825 una parte del naciente Estado,
y a su paso por Sonsonate anotó sus impresiones sobre la realidad mulata de una parte de los
habitantes.
“No residen en Sonsonate familias que sean enteramente españolas. Quedan algunas
que han casado o están emparentadas con los criollos. De los últimos hay también muy pocos;
no constituyen tal vez una quinta parte de la población de la provincia. Por consiguiente es
muy raro ver habitantes que no sean de color obscuro. Algunos de los mejores parecidos son
una mezcla de africanos e indios; sin embargo, muchos de los últimos, especialmente los
jóvenes, son interesantes y hermosos”56
La composición étnica actual de El Salvador sólo permite esbozar difusos y nebulosos
parámetros de porcentaje en cuanto a los descendientes de mulatos. Está todo absolutamente
mezclado con lo indígena y lo español, y aun con gentes llegadas de otras latitudes. Hasta las
comunidades indígenas que sobreviven están en manos de una implacable e irreversible
ladinización.
El salvadoreño que tiene en sus venas la sangre de los esclavos africanos de los siglos
del añil, siempre ha ignorado el ancestro que la historia hizo a un lado y quiso borrar. Y sin
embargo, lo “salvadoreño” a veces pareciera que no puede comprenderse sin tomar en cuenta
lo mulato, que la identidad de El Salvador tiene un ingrediente que si falta el resto del edificio
cultural nunca estará completo. Es que en la base tiene su puesto lo negro, puede explicar
comportamiento y actitudes, usos y costumbres, todo en urdimbre con el mestizaje y la
transculturación indoespañola.

56
Thompson, 1972: 45.
Bibliografía
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