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CaracterísticasEditar
Un solo poder judicial , que aplica el derecho vigente a todo el territorio del Estado y en cuyo seno
se establece una Corte Suprema de Justicia , la cual tiene jurisdicción a nivel nacional;
Un solo poder ejecutivo , que está conformado por todos los gobernantes (presidente,
gobernadores, alcaldes, etc.); y
Una sola constitución política , que rige en todo el territorio y a la cual se hallan sometidas todas
las autoridades habitantes del Estado.
Unidad de territorio.[2]
Centralismo puroEditar
El centralismo puro es el modelo estatal en el que se da una unidad política y territorial que lleva consigo la unidad
administrativa. El poder central es el único que tiene la facultad de dictar normas, y el único que gestiona los
servicios y cuida de administrar el país. La centralización se justifica en la necesidad de que el Estado llegue a todos
por igual, para mantener la unidad y la cohesión nacional, y para evitar la dispersión de poder.
Sin embargo, un Estado totalmente centralizado es difícil de mantener porque el poder central no puede realizarlo
todo y porque las comunidades inferiores tienen una existencia, poseen unas exigencias y están llamadas a cumplir
unas tareas que el poder central no puede desconocer. Un Estado unitario totalmente centralizado se presentó en
los inicios de la vida estatal y es, en teoría, un esquema ideal, pero no tiene realidad práctica.
En el mundo, son muy pocos los Estados en que no hay divisiones administrativas, tratándose casi siempre
de micro-Estados, como la Ciudad del Vaticano o Mónaco.
DesconcentradoEditar
La propia norma que atribuya la competencia habrá de prever los requisitos y términos de la desconcentración así
como la propia posibilidad de su ejercicio. Requiere para su eficacia la publicación en el Boletín Oficial que
corresponda. La desconcentración se realizará siempre entre órganos jerárquicamente dependientes y en sentido
descendente. El hecho de que se transfiera la titularidad y no únicamente su ejercicio (como es el caso de
la delegación de competencias) implica que el órgano que recibe la competencia la ejerce como propia.
En virtud de la desconcentración, una unidad organizativa puede realizar una o ambas de las siguientes acciones.
Por una parte, crear órganos para ubicarlos fuera del lugar sede del organismo, sin afectar la unidad organizativa. A
esto se denomina desconcentración orgánica. Por otra parte, delegar o reasignar atribuciones desde un órgano que
los concentra hacia otro u otros órganos de la misma unidad organizativa. A esto se denomina desconcentración
funcional.
CentralizadoEditar
Un estado totalmente centralizado es aquel en el que hay una unidad política, territorial y administrativa; o sea, que
aun respetando la autodeterminación y soberanía de las divisiones administrativas, el gobierno central de forma
simétrica tiene mayor poder de tomar decisiones políticas y es el superior encargado de la gestión administrativa de
todas las competencias del país. Esta forma de gobierno es muy poco común, aplicándose casi exclusivamente
en confederaciones. Sin embargo, existen otras formas de gobierno centralista menos puras que se aplican, por
ejemplo, en Francia ―donde existe descentralización administrativa― y en algunos países hispanoamericanos ―en
los que existe un gobierno central que convive con gobiernos subnacionales con ciertas atribuciones―.
DescentralizadoEditar
La descentralización es el proceso de dispersar funciones, poderes, personas o cosas fuera de una ubicación o
autoridad central.[3][4] Si bien la centralización, especialmente en el ámbito gubernamental, es ampliamente
estudiada, no existe una definición o comprensión común de la descentralización. La dedicación de la
descentralización puede variar en parte debido a las diferentes formas en que se aplica.[5] Los conceptos de
descentralización se han aplicado a dinámica de grupos y administración empresas y organizaciones
privadas, ciencia política, derecho y administración pública, economía y tecnología.
Repúblicas unitariasEditar
Bandera de Afganistán Afganistán
Bandera de Albania Albania
Bandera de Argelia Argelia
Bandera de Armenia Armenia
Bandera de Bangladés Bangladés
Bandera de Barbados Barbados
Bandera de Benín Benín
Bandera de Birmania Birmania
Bandera de Bolivia Bolivia
Bandera de Botsuana Botsuana
Bandera de Bulgaria Bulgaria
Bandera de Burundi Burundi
Bandera de Camerún Camerún
Bandera de Chad Chad
Bandera de Chile Chile
Bandera de Colombia Colombia
Bandera de Chipre Chipre
Bandera de Croacia Croacia
Bandera de Cuba Cuba
Bandera de Dominica Dominica
Bandera de Ecuador Ecuador
Bandera de Egipto Egipto
Bandera de Eritrea Eritrea
Bandera de Eslovaquia Eslovaquia
Bandera de Eslovenia Eslovenia
Bandera de Estonia Estonia
Bandera de Filipinas Filipinas
Bandera de Francia Francia
Bandera de Grecia Grecia
Bandera de Guatemala Guatemala
Bandera de Guyana Guyana
Bandera de Haití Haití
Bandera de Honduras Honduras
Bandera de Hungría Hungría
Bandera de Indonesia Indonesia
Bandera de Irán Irán
Bandera de Irlanda Irlanda
Bandera de Islandia Islandia
Bandera de Israel Israel
Bandera de Italia Italia
Bandera de Kazajistán Kazajistán
Bandera de Kenia Kenia
Bandera de Kirguistán Kirguistán
Bandera de Kiribati Kiribati
Bandera de Laos Laos
Bandera de Lesoto Lesoto
Bandera de Letonia Letonia
Bandera de Líbano Líbano
Bandera de Liberia Liberia
Bandera de Libia Libia
Bandera de Lituania Lituania
Bandera de Madagascar Madagascar
Bandera de Malaui Malaui
Bandera de Maldivas Maldivas
Bandera de Malí Malí
Bandera de Malta Malta
Bandera de Mauricio Mauricio
Bandera de Mauritania Mauritania
Bandera de Moldavia Moldavia
Bandera de Mongolia Mongolia
Bandera de Mozambique Mozambique
Bandera de Namibia Namibia
Bandera de Nauru Nauru
Bandera de Nicaragua Nicaragua
Bandera de Niger Níger
Bandera de Palaos Palaos
Bandera de Panamá Panamá
Bandera de Paraguay Paraguay
Bandera de Perú Perú
Bandera de Polonia Polonia
Bandera de Portugal Portugal
Bandera de Rumania Rumania
Bandera de Samoa Samoa
Bandera de Senegal Senegal
Bandera de Seychelles Seychelles
Bandera de Singapur Singapur
Bandera de Siria Siria
Bandera de Somalia Somalia
Bandera de Sudáfrica Sudáfrica
Bandera de Sudán Sudán
Bandera de Surinam Surinam
Bandera de Tayikistán Tayikistán
Bandera de Togo Togo
Bandera de Túnez Túnez
Bandera de Turkmenistán Turkmenistán
Bandera de Turquía Turquía
Bandera de Ucrania Ucrania
Bandera de Uganda Uganda
Bandera de Uruguay Uruguay
Bandera de Uzbekistán Uzbekistán
Bandera de Vanuatu Vanuatu
Bandera de Vietnam Vietnam
Bandera de Yemen Yemen
Bandera de Yibuti Yibuti
Bandera de Zambia Zambia
Bandera de Zimbabue Zimbabue
Monarquías unitariasEditar
Bandera de Andorra Andorra
Bandera de Baréin Baréin
Bandera de Bahamas Bahamas
Bandera de Belice Belice
Bandera de Brunéi Brunéi
Bandera de Bután Bután
Bandera de Camboya Camboya
Bandera de Catar Catar
Bandera de Dinamarca Dinamarca
Bandera de España España
Bandera de Granada Granada
Bandera de Jamaica Jamaica
Bandera de Japón Japón
Bandera de Jordania Jordania
Bandera de Kuwait Kuwait
Bandera de Liechtenstein Liechtenstein
Bandera de Luxemburgo Luxemburgo
Bandera de Mónaco Mónaco
Bandera de Marruecos Marruecos
Bandera de Noruega Noruega
Bandera de Omán Omán
Bandera de los Países Bajos Países Bajos
Bandera de Suazilandia Suazilandia
Bandera de Suecia Suecia
Bandera de Tailandia Tailandia
Bandera de Tonga Tonga
Bandera de Tuvalu Tuvalu
Federalismo
El federalismo es una doctrina política que busca que una entidad política u organización esté formada por
organismos (estados, organizaciones, agrupaciones, sindicatos, etc) que se asocian delegando algunas libertades o
poderes propios a otro organismo superior, a quien pertenece la soberanía (Estado federado o federación) y que
conservan una cierta autonomía, ya que algunas competencias les pertenecen exclusivamente. En otras palabras, es
un sistema político en el cual las funciones del gobierno están repartidas entre un grupo de Estados asociados, en
primer lugar, que luego delegan competencias a un Estado federal central.[cita requerida]
Para entender mejor el federalismo existen cuatro características esenciales, así como principios y procesos
operacionales que son comunes en un sistema federal:
a) Constitución escrita. También conocida como carta magna y, una necesidad de las democracias que forman
federaciones para regular los principios por los que se regirá el gobierno, pues si éstas tuvieran que actuar sin un
cuerpo de leyes específico produciría enfrentamientos.
b) División territorial. El federalismo está constituido por la división de poderes sobre la base geográfica de cada
territorio.
c) Descentralización. En un sistema federal existe tanto un gobierno central como unidades de gobierno inferiores
al central, tomando decisiones cada uno respecto a la provisión de ciertos servicios públicos en sus respectivas
jurisdicciones geográficas.
d) Suprema Corte de Justicia. Para contrarrestar la rigidez de la constitución escrita, se requiere la acción judicial
para que interprete dicha constitución y se puedan efectuar cambios necesarios.
Federación y confederación[editar]
Federación y confederación se diferencian principalmente en que una confederación tiene un poder central más
limitado. También puede ser una serie de organismos que, temporalmente, comparten su soberanía en aspectos
puntuales, pudiendo separarse.
Diferencias
Confederación Federación
Constitución[editar]
La mayoría de los Estados federales suelen estar organizados con respecto a una Constitución, que define las
competencias exclusivas de cada entidad y las que son compartidas. Suele tratarse de constituciones democráticas
en distintas formas (democracia directa, democracia indirecta, democracia semidirecta).
El federalismo simétrico está basado en la igualdad de competencias para cada organismo, es decir, cada territorio
tendría los mismos poderes.
El federalismo asimétrico dispone de un Estado en el que habría uno o varios territorios con más atribuciones que
el resto, este caso se da normalmente en países multiculturales para reconocer las diferencias de una región con
respecto a las demás. Un ejemplo es Canadá, donde Quebec tiene una lengua oficial diferente que el resto del país.
Estados federales[editar]
De entre los grandes Estados de la Unión Europea, Francia es el país menos descentralizado. No obstante, desde la
revisión constitucional del 28 de marzo de 2003 una gran parte de las responsabilidades sobre transporte y
educación han sido descentralizadas.
La Unión Europea es una confederación (ver federalismo europeo). Las Naciones Unidas no son más que una
asociación intergubernamental, pero si se tiene en cuenta el conjunto de tratados que forman organizaciones como
la OMC, la FAO, el FMI, etc., se obtiene un resultado similar a una federación.
Federalismo y anarquismo[editar]
Dando una visión anarquista al respecto, el federalismo es la principal forma en que los anarquistas prefieren
organizarse. Los grupos anarquistas como (en Argentina) Red Libertaria, OSL, FORA, (en Chile) OCL y otros tantos
son ejemplos claros de lo dicho.
Por otra parte, es bueno ampliar la idea Proudhoniana de la federación. Es muy importante aclarar que para
Proudhon la federación no es una forma de Estado sino un principio. Un individuo está federado si y solo si cada
parte recibe a cambio de lo entregado algo proporcional y si se entrega a la federación menos libertad de la que
tiene el individuo (en contraposición a posturas central-demócratas o estatistas donde el individuo entrega a la
organización más libertad de la que se queda). "Si no hay acuerdo, no hay libertad". Por lo tanto, fuera de lo que
está acordado, nadie se puede legislar, y no hay federación.
Repúblicas:
Austria
Alemania
Argentina
Birmania
Bosnia y Herzegovina
Brasil
Estados Unidos
Etiopía
India
Irak
México
Nigeria
Pakistán
Rusia
Somalia
Suiza
Sudán
Venezuela
Monarquías:
Australia
Bélgica
Canadá
Malasia
ESPAÑA es desde hace años un Estado federal. Puede sorprender al lector, pero lo cierto es que lo es de la manera
tan peculiar y diferente que lo son muchos de los Estados federales existentes en el mundo, distintos también entre
sí. España es así un Estado federal porque cumple los requisitos básicos que desde el Derecho Público definen la
estructura y funcionalidad de dicho modelo. En primer lugar, porque, además del poder local, existen en España
otros dos niveles de poder, el central y el autonómico –el federal y el federado–, que se organizan a través de un
entramado institucional de gran complejidad que ha hecho de las comunidades autónomas una especie de estados
en letra pequeña, de estados federados dentro del Estado federal.
Con la organización institucional propia de los Estados (parlamentos, presidentes, consejos de gobierno y
tribunales superiores), las autonomías disponen de capacidad para condicionar una vida política propia y peculiar
en cada territorio. Pero, España es también un Estado federal porque el ejercicio de las competencias estatales se
organiza a partir de un peculiar principio claramente federal: el juego de competencias exclusivas y compartidas
para legislar y ejecutar.
Quizá solo falte para configurar sin ambages el modelo federal español una reforma del Senado como auténtica
cámara de representación territorial. Pero, España además de organizarse sobre el principio federal en las esferas
institucional y competencial, no hay que olvidar que dispone también de los necesarios mecanismos de garantía
típicamente federales: unos Tribunales Superiores de Justicia y un Tribunal Constitucional que protegen la
Constitución y los estatutos de autonomía. Esta y no otras es la realidad que conforma un complejo normativo y
jurídico-político que ha terminado convirtiéndose en pieza fundamental de nuestro Estado federal de las
autonomías.
Ferran Requejo
ferran.requejo@upf.edu
Ferran Requejo es catedrático de Ciencia política en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde es director
del Grupo de Investigación en Teoría Política (GRTP). Sus principales campos de estudio son las teorías de la
democracia, el federalismo, las democracias plurinacionales y el liberalismo político después de la Segunda Guerra
Mundial. En 1997, fue galardonado con el premio Rudolf Wildenmann (ECPR), en 2002 recibió el premio Ramon
Fargas y en 2006 el premio al mejor libro de la Asociación Española de Ciencia Política (Multinational Federalism
and Value Pluralism, Routledge 2005). Entre sus libros más recientes, destacan Federalism, Plurinationality and
Democratic Constitutionalism (Routledge 2012) y Federalism beyond Federations (con K. J. Nagel, Ashgate 2011).
Resumen
El presente artículo analiza las características federales del caso español. Al haber iniciado un proceso de
descentralización política como pilar integral de la transición democrática, suele asumirse que España es un país
federal o cuasifederal. Basándose en una perspectiva comparativa, este artículo argumenta que, aunque España
posee algunas características federales, diversos elementos centrales del federalismo no están presentes en el caso
español.
En términos generales, los estudios actuales que plantean una clara división territorial de las competencias
federales o regionales pueden situarse en cinco ejes analíticos básicos, según las preguntas de investigación a las
que se quiera dar respuesta:
1. el eje uninacional-plurinacional
2. el eje unitarismo-federalismo
3. el eje centralización-descentralización
4. el eje simetría-asimetría
5. el eje competencia-cooperación
Estos ejes analíticos exigen una serie de variables e indicadores para poder llevar a cabo una comparación. Para dar
respuesta a la pregunta del título de este breve artículo, nos centraremos solo en el segundo y el tercer eje (grados
de federalismo y descentralización), prestando especial atención a la situación del Estado de las autonomías desde
una perspectiva comparativa.
Por un lado, el eje unitarismo-federalismo se centra en «cuán federal» es realmente una federación o un Estado
regional. Se establece asignando un grado de federalismo a cada unidad política. Incluiremos como indicadores la
existencia o no de: políticas federadas como unidades constituyentes (1); garantía constitucional de su autogobierno
(1); pacto de reforma constitucional (1); dualismo institucional con respecto a los tres poderes clásicos: ejecutivo,
legislativo (2) y judicial (1); modelo de federalismo fiscal (2); cámara alta con representantes designados por las
instituciones de las entidades federadas (1) y con escaños distribuidos territorialmente (no proporcionales a la
población) (1); competencias de la cámara alta dentro del sistema institucional (2); asignación de competencias no
asignadas a las unidades federadas (2); tribunal para arbitrar los litigios (2) en el que las entidades subestatales
tienen voz y voto respecto al nombramiento de sus miembros (2); y, por último, regulación, o no, del derecho de
secesión de (algunas) unidades federadas (2). Los números entre paréntesis se refieren a la puntuación de cada
indicador. En conjunto, la escala global de cada caso se sitúa entre 0 (ausencia de lógica federal) y 20 (grado
máximo de federalismo constitucional). No consideramos en este eje los indicadores «parainstitucionales», es
decir, aquellos que tienen un efecto sobre el federalismo como proceso (por ejemplo, sistemas de partidos políticos
o relaciones intergubernamentales). (Véase Requejo 2015, 2010.)
Por otro lado, el eje centralización-descentralización se refiere al grado de autogobierno de las unidades dotadas de
autonomía política. El grado de descentralización (o falta de centralización) se mide aquí también en una escala
global que va de una puntuación de 0 (máxima centralización) a una puntuación de 20 (máxima descentralización).
También se mide utilizando distintos indicadores: a) el tipo de competencias legislativas que tienen estas
subunidades (8), subdivididas en los siguientes ámbitos de gobierno: economía /infraestructuras/comunicación
(2), educación y cultura (2), bienestar (2), código penal/civil/de asuntos internos y otros (2); b) las competencias
administrativas/ejecutivas (2); c) si las entidades federadas tienen o no derecho a dictar su propia política exterior,
teniendo en cuenta tanto el alcance de los asuntos como los pactos con apoyo federal (2); y d) su descentralización
económica (8), calculada según un índice medio único que se obtiene considerando la distribución de los ingresos y
los gastos públicos (índices GFS/FMI) en cada país. Los casos de Etiopía y Malasia no se incluyen en el grado de
descentralización debido a la falta de datos económicos fiables (véase también Rodden 2004).
El universo del siguiente análisis comprende las federaciones democráticas, excepto las federaciones de
archipiélagos como Micronesia, las Comoras, St. Kitts y Nevis, así como las que están muy lejos de la lógica
democrática (como Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Nigeria, Pakistán, etc.). También se han excluido los estados o
federaciones asociados y las entidades supraestatales como la Unión Europea. Por otro lado, se incluyen tres
estados democráticos de la Europa occidental que muestran una clara división territorial de competencias: el Reino
Unido, España e Italia. En total, hay diecinueve federaciones o estados regionales en el siguiente análisis.
La figura al pie relaciona el grado de federalismo constitucional y el grado de descentralización existente en los
casos estudiados (los casos plurinacionales están marcados en verde, mientras que los asimétricos están
subrayados).
Aunque el Estado de las autonomías español muestra un nivel intermedio en el eje de descentralización, aparece
con un nivel bastante bajo en el eje de federalismo constitucional. Sin embargo, se trata de un Estado
descentralizado en comparación con otros estados regionales y tiene algo importante en común con las
federaciones: la descentralización está diseñada para todas las subunidades territoriales y no solo para algunas de
ellas. El conjunto de los territorios que disfrutan de autonomía política garantizada por la Constitución —
actualmente diecisiete comunidades autónomas más dos ciudades del norte de África: Ceuta y Melilla—
prácticamente conforman la totalidad del territorio de España.
Algunos de los elementos que diferencian el actual modelo español de las federaciones estándar (Gagnon, Keil y
Mueller 2015, Requejo 2005, Filippov, Ordeshook y Shvetsova 2004, Griffiths y Neremberg 2002, 2005, Watts
1999, Stepan 1999, Elazar 1991) son los siguientes:
3. Poder judicial: a diferencia de los poderes legislativo y ejecutivo, el Estado de las autonomías
no ha tenido prácticamente ningún efecto sobre la estructura del poder judicial, que sigue siendo
el de un Estado centralizado.
4. Senado: la cámara alta no está vinculada a las unidades federadas. La mayoría de los senadores
son elegidos por las «provincias», un conjunto de divisiones administrativas que datan del siglo
Las CA no desempeñan ningún papel práctico en el poder legislativo de la «federación».
La conclusión general es que el Estado de las autonomías español no tiene los elementos importantes
(institucionales y de procedimiento) que suelen definir a las «federaciones». De hecho, la Constitución española
incorporaba más elementos asimétricos potenciales que elementos auténticamente federales. Sin embargo, la
mayoría de estos elementos asimétricos no se han desarrollado en la práctica política y legislativa
posconstitucional. A pesar de que las CA tienen un grado medio de autonomía en algunos ámbitos, las
características prácticas del modelo se han desarrollado mayoritariamente bajo una perspectiva regionalista. De
este modo, se estableció una asimetría transitoria de poderes para alcanzar el máximo nivel de autogobierno. Pese a
que en algunos estudios de política comparada el Estado español aparece algunas veces clasificado, de manera
metodológicamente poco precisa, bajo los estados «federales», hay muchos argumentos que sugieren que tal vez
sería más apropiado situarlo en el grupo de estados «regionales».
Publicado en 2017.
¿Un Estado Federal sería la panacea que curaría todos los males que sufre España? ¿En qué consiste exactamente
esta propuesta?
Por Néstor Parrondo
3 de octubre de 2017
Mucho se está hablando estos días de una vía intermedia entre las propuestas de secesionistas catalanas y la actual
postura del Gobierno de España. Pero, ¿de verdad existe alguna? Iñigo Urkullu, lehendakari del Gobierno vasco
ha instado a Mariano Rajoy a que busque un encaje en España para las naciones catalana y vasca. Su idea es la
de “actualizar el concepto de territorialidad”.
El Partido Socialista lleva años debatiendo sobre la España federal como forma de integrar a los nacionalismos. Lo
mismo asegura Nicolás Sartorius, uno de los fundadores de Comisiones Obreras y miembro de la organización
Federalistas de Izquierdas. Y así, una larguísima lista de intelectuales y artistas.
Pero, ¿cómo sería una España federal? ¿cómo se organizaría? ¿Sería la solución a las tensiones que atenazan a
nuestro país en estos momentos o solo agravaría la solución, ya que no contentaría a nadie?
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**¿Qué es un Estado federal? **
Un sistema de poder descentralizado en el que las diferentes autonomías tendrían aún más independencia que en la
actualidad, pero que deben obedecer una Constitución federal, en la que se establece cómo se distribuyen las
competencias ente las instituciones centrales y las territoriales. Sería una evolución del actual Estado de las
Autonomías.
El poder estaría las difernetes cámaras federales (una por estado) y luego en el Senado. En la actualidad la Cámara
Alta es percibida como un cementerio de elefantes al que van a parar ex ministros, antiguos presidentes de
comunidades autónomas o altos cargos que tuvieron relevancia en el pasado, pero que en la actualidad andan de
capa caída. La verdadera acción está en el Congreso de los Diputados.
En una España federal, las tornas cambiarían. El Senado sería la cámara en la que se discutieran todas las
decisiones importantes. En esta institución cada comunidad estaría representada y en ella se debatirían las leyes
generales.
La defensa nacional, la política exterior, la garantía de los derechos básicos, las relaciones con la Unión Europea
serían algunas de las cuestiones que debería encargarse el Estado central y que no podrían ser discutidas por las
autonomías.
En Estados Unidos, los diferentes estados disponen de leyes penales diferentes. Así, un mismo crimen puede
suponer la pena de muerte en Florida y una pena de prisión en Nueva York. La carga fiscal es mucho menor en
Alaska que en Maryland. En una España federal es difícil que se produzcan estas diferencias, porque nos
encontramos bajo el paraguas de la UE, que otorga un escaso margen de maniobra a los estados en cuestiones
fiscales y económicas.
Los que defienden un Estado federal piden que que los diferentes ministerios estén distribuidos por toda la
geografía estatal. Así, el de Turismo podría estar situado en las Islas Baleares, el de Industria en el País Vasco, el de
Organización Territorial en Cataluña… La idea es que el poder pudiera distribuiré por toda la geografía y así
expandir la sensación de que no todo tiene que pasar por la capital... pero los inconvenientes organizativos serían
evidentes.
Tal y como señala Plataforma Ahora, en un Estado simétrico cada territorio disfrutaría de las mimas competencias
que los demás. Sin embargo, en uno asimétrico algunos territorios tendrían más independencia que otros. Eso es lo
que ocurre actualmente en España, con comunidades como el País Vasco que disfrutan de un nivel de
independencia mucho mayor al que tiene Extremadura, por ejemplo.
En realidad no, habría 17 estatutos como los que hay ahora pero estarían más desarrollados que los actuales. Se
garantizaría la aplicación de los estatutos y no habría negociaciones continuas con el Estado central, como ocurre
en la actualidad. Pero esa sería la teoría: habría que ver si en la práctica un gobierno autonómico no solicitaría
ayuda económica al más mínimo contratiempo, en vez de asumir responsabilidad sobre la gestión.
A propósito del revuelo mediático que se ha armado como consecuencia de la modificación del programa electoral
del PSOE para incluir en él una referencia a la Declaración de Granada de 2013 y a la Declaración de Barcelona de
2017, en las que se reconoce la necesidad de avanzar hacia un Estado federal de carácter plurinacional, que fue
además objeto de gran controversia en el pasado debate electoral de los cinco candidatos, conviene hacer algunas
precisiones con el único propósito de contribuir, siquiera sea muy modestamente, a despejar confusiones, bien o
mal intencionadas.
Lo primero que hay que señalar es que el Estado autonómico español, aunque no se denomine federal,
en realidad se inscribe en la órbita del federalismo, hasta el punto de poder considerarlo nuestra
contribución a la historia de este movimiento político, que busca un modo de organizar el poder público de un
Estado de manera descentralizada, procurando mejorar así la democracia interna mediante la división vertical del
poder y la adecuada integración de las partes en el todo; ganando, además, con ello cotas de eficacia en la gestión de
los asuntos públicos. Resumidamente, éstas son las ideas que se encuentran detrás de estados que constituyen,
desde muchos puntos de vista, un referente positivo para nosotros, como son los casos de Estados Unidos (el
primer Estado federal moderno de la historia), Alemania, Suiza, Austria o Canadá, por ejemplo.
Aunque todos estos estados son federales, las diferencias entre ellos son notables pues, como es lugar común entre
los estudiosos del federalismo, no hay dos estados federales idénticos o, dicho de otro modo, cada uno lo es a su
manera. Algo así sucede con el Estado autonómico español, que aun siendo un Estado equiparable a estos federales,
como reconoce la mayor parte de los mejores expertos españoles e internacionales en federalismo, presenta, sin
embargo, sus peculiaridades. Además, tanto uno como los otros no están exentos de ciertas insuficiencias,
deficiencias o disfunciones en su organización y funcionamiento que, en lo posible, interesa corregir.
A tal efecto, resultan no sólo convenientes, sino también necesarias, determinadas reformas, preferiblemente
constitucionales, con el fin de superar dichos problemas o carencias, ya sea en el plano competencial (para
clarificar el reparto de funciones y materias entre el Estado central y las comunidades autónomas),
en el institucional (para convertir al Senado en una genuina cámara de representación de los
intereses autonómicos), en el financiero o en el cooperativo; buscando inspiración, a tal efecto, en las
enseñanzas del federalismo comparado.
Más controvertida es la referencia a la plurinacionalidad de nuestro Estado. Desde un punto de vista jurídico-
constitucional, es indudable que nuestra Ley Fundamental parte de la existencia de "La Nación Española" (así
comienza el Preámbulo de la misma), de la "soberanía nacional", que reside en el pueblo español (artículo 1.2 de la
CE), y, en fin, de la "indisoluble unidad de la Nación española" (art. 2 CE).
Es cuestionable, sin embargo, que la existencia de la Nación española sea incompatible con el
reconocimiento de otras naciones (como, por ejemplo, la catalana) que puedan convivir armónicamente
compartiendo un mismo espacio territorial. A esa idea puede aludir el propio artículo 2 de la Constitución cuando
"reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las 'nacionalidades' y regiones que la integran". Lógicamente,
la aceptación de esta interpretación que, en definitiva, abogaría por el reconocimiento de la plurinacionalidad del
Estado español (la "España: nación de naciones" a que se refiere Juan José Solozabal, uno de nuestros más
reputados constitucionalistas y federalistas) conlleva unas exigencias ineludibles.
En primer lugar, aceptar, como premisa de partida, que la identidad nacional de carácter plural (española y
catalana, por ejemplo) sólo será posible si las diferentes identidades en tensión se reconocen a sí
mismas como existentes e indisolublemente relacionadas. Esto supondría, en el ejemplo señalado, que la
identidad nacional española no se puede entender correctamente sin la aportación que Cataluña realiza a la misma,
de igual modo que la identidad nacional catalana resulta incomprensible sin tomar en consideración el marco
nacional español en el cual aquélla se encuentra integrada junto al resto de nacionalidades y regiones,
acomodándose lealmente todas ellas a un proyecto federal común, que la propia Constitución española diseñaría,
previa reforma de la misma por la vía del artículo 168 de la CE.
Desde otra perspectiva, el reconocimiento constitucional de la plurinacionalidad exigiría que Cataluña, al igual que
los demás territorios integrantes del Estado dotados de identidad nacional propia y compartida con la
española, renuncian a la construcción de un Estado propio, en la medida en que están leal e
inescindiblemente vinculados al mantenimiento y perfeccionamiento federal del Estado español, en tanto que
reflejo de la Nación española, de cuya identidad forman parte imprescindible.
En definitiva, desde este planteamiento el posible reconocimiento en sede constitucional de otras identidades
nacionales diferentes de la española, como puede ser la de Cataluña, en absoluto supondría poner en riesgo el
fundamento mismo de la Constitución, la unidad del Estado y de la Nación española, en la medida en que el titular
de la soberanía sólo lo sería (y lo seguiría siendo) el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado.
Este modo de entender el federalismo y la plurinacionalidad en España no sólo puede tener cabida a través de una
reforma constitucional, sino que, además, podría contribuir a reforzar la vigencia de dos de los principales fines a
que ha de servir una buena Constitución: una correcta organización de los poderes públicos, como requisito
imprescindible para garantizar adecuadamente el respeto de los derechos y libertades fundamentales, y una
adecuada integración de la diversidad territorial que caracteriza a un Estado como el nuestro. De ahí que la
propuesta del PSOE de incluir en su programa electoral la reforma del Estado autonómico en clave federal y de
reconocer la plurinacionalidad del mismo deba de ser bien recibida, en tanto que supone una apuesta racional
por la mejora organizativa y funcional de nuestra distribución territorial del poder y por la mejor integración y
cohesión de los distintos territorios que integran España.