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Trabajo inédito para la Cátedra de “Introducción a la Psicología” de la Facultad de Psicología

(U.N.T.). Año 2023.

El conductismo de J. Watson. Una psicología humana sin consciencia

Psic. Hernán José Molina

Todo lo que el conductista necesita es un limitado repertorio de respuestas innatas, el proceso


de condicionamiento y los estímulos proporcionados por el cuerpo y por el ambiente, tanto
físico como social. Su explicación (…) termina por presentar un ser humano completo, o para
decirlo con palabras de Watson, ―una máquina orgánica montada y lista para funcionar‖
(Heidbreder, 1976, p. 191).

Introducción

Como en toda ocasión en la cual, a la hora de conocer, el sentido común


y el prejuicio tengan un protagonismo principal, introducirnos en el
Conductismo de Watson nos traerá aparentes facilidades e insospechadas
dificultades1. Dificultades para nada difíciles de sortear, si se logra estar
prevenido de ellas. Por eso empezaremos por allí, esa será nuestra primera
tarea: “sentido común: ¡atrás!”.

Aún quien jure y perjure no saber absolutamente nada sobre la noción


de conducta o comportamiento que Watson propone estudiar científicamente a
través de la Psicología a partir de 1913 (fecha en la cual publica su célebre
artículo “La psicología tal como la ve el conductismo”), me veo en la antipática
noticia de contradecirlo: sabe muchas cosas. Si se quiere, lo primero que cree
saber es que no sabe nada (lo cual ya constituye un “obstáculo
epistemológico”). Sin embargo, eso también es falso desde un sentido
epistemológico ya que –como diría Gastón Bachelard- al momento de conocer
jamás somos jóvenes: ¡tenemos la edad de nuestros prejuicios! ¡¿Y quién no
tiene un prejuicio o preconcepto sobre lo que es la conducta?! Afirmar que
jamás nos hemos hecho aunque sea una pregunta –lo cual es ya una de las
formas más bellas del conocimiento- sobre qué es la conducta, cómo está
constituida, por qué se da de tal o cual forma, cómo modificarla (¡o hasta
curarla!); afirmar que jamás nos han asaltado aunque sea una vez estas
preguntas y que, aun así, hemos decidido ingresar a la carrera de Psicología,
es una cuestión muy llamativa y digna de sospecha.

Y es que más allá de las definiciones etimológicas o teóricas sobre lo


que la psicología es, el sentido común nos lleva a relacionar necesariamente a
la psicología con un saber sobre la conducta de la gente. Quien tiene
“problemas” de conducta, debe ir a un psicólogo. Quien no sabe por qué hace
tal o cual cosa y no otra, a pedir un turno. Aquel que no puede dejar de hacer

1
“No se trata de considerar los obstáculos internos, como la complejidad o la fugacidad de los
fenómenos, ni de incrimina a la debilidad de los sentidos o del espíritu humano: es en el acto mismo de
conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y
las confusiones. Es ahí donde mostraremos causas de estancamiento y hasta de retroceso, es ahí donde
discerniremos causas de inercia que llamaremos obstáculos epistemológicos” Bachelard, G.p. 15.

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Trabajo inédito para la Cátedra de “Introducción a la Psicología” de la Facultad de Psicología
(U.N.T.). Año 2023.

algo que hace o le hace mal, que inicie terapia. Está en nuestro sentido común,
saber individual y social: la psicología estudia e investiga sobre la conducta y
hasta puede intervenir sobre ella.

Por todo esto, Watson será el primer autor que reafirmará


contundentemente lo que ya sabemos: la psicología estudia la conducta… ¡y
solo la conducta! ¡Basta de conciencia, alma, espíritu, mente y todas esas
herencias religiosas y metafísicas! Zapatero a su zapato: Psicólogos ¡la
conducta es el destino!2

Es este punto de coincidencia con Watson, aquel que mencionaba al


comienzo como nuestro principal obstáculo epistemológico y donde tendremos
que poner a operar –irremediablemente- una ruptura epistemológica. Dicha
ruptura consiste en despojarnos de todo lo que conocemos o creemos saber
sobre la conducta para preguntarnos: no desde un saber popular sino desde el
conocimiento científico, según Watson ¿qué es la conducta?”.

Lo que sigue de acá en más será tratar de responder las siguientes


preguntas: primero, ¿Cómo define Watson a la conducta y cuál cree que es la
tarea del conductismo?; la segunda, y lógicamente anterior a la primera, ¿qué
postura epistemológica da sustento a dicha definición y da forma a una
psicología científica como la que el conductista plantea?; y tercero, ¿cuál es la
posición de Watson frente al histórico problema del dualismo “cuerpo y alma” 3?
Entiendo que con estas tres preguntas ya tendremos un panorama necesario
(jamás suficiente) para poder comprender aspectos centrales de la teoría
conductista y, sobre todo, acercarnos a aquello que, de la totalidad posible, nos
interesa transmitir como cátedra.

Definición de conducta. Tarea del conductismo

Para quienes la paciencia es una virtud difícil de alcanzar, basta de


rodeos y respondamos de una vez. ¿Cómo define Watson a la conducta? Lo
que del organismo humano, podemos observar. Pero le demos la palabra a
su creador:

2
Cualquiera podría con razón criticar estos párrafos por cierta exageración, casi diciendo que parecen
un grito enojado y vehemente. Y es que sí: uno de los principales interés de este escrito es poder
transmitir que la postura de Watson contra las psicologías con las que debatía y menospreciaba no era
solo científica sino también anímica. Estaba absolutamente convencido teóricamente pero además
enojado con quienes, según él, continuaban perdidos en el estadio metafísico postulado por Comte (sin
duda uno de sus mayores referentes, sino el mayor). Podría resumirlo así: la teoría de Watson no se
entiende si no se contemplan sus aspectos teóricos, epistemológicos pero también afectivos contra la
psicología existente de su época.
3
Si bien “cuerpo-alma” es la forma más comúnmente conocida a través de la cual nos ha llegado este
problema tan ancestral como la pregunta por el ser humano, propongo que donde dice “alma” podemos
pensar una cantidad de palabras que sin ser necesariamente sinónimos, refieren a aquello que no es
cuerpo (mente, consciencia, espíritu, inconsciente, funciones mentales, etc.).

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¿Qué es lo que podemos observar? Podemos observar la conducta —lo que el


organismo hace o dice. Y apresurémonos a señalar que hablar es hacer, esto
es, comportarse. El hablar explícito o con nosotros mismos (pensar) representa
un tipo de conducta exactamente tan objetiva como el béisbol (Watson, 1947).

Les pido por ahora retener especialmente dos palabras: “observar” y


“organismo”. Pero sigamos con Watson:

La regla que el conductista jamás pierde de vista es: ¿puedo describir la


conducta que veo, en términos de ―estímulo y respuesta‖? Entendemos por
estímulo cualquier objeto externo o cualquier cambio en los tejidos mismos
debidos a la condición fisiológica del animal (…) Entendemos por respuesta
todo lo que el animal hace, como volverse hacia o en dirección opuesta a la luz,
saltar al oír un sonido, o las actividades más altamente organizadas, por
ejemplo, edificar un rascacielos, dibujar planos, tener familia, escribir libros, etc.
(Watson, 1947).

Siguiendo la consigna anterior, las palabras para las que solicito especial
atención esta vez serán: “estímulo”, “respuesta” y “animal”.

Ya con esto tenemos una posible definición (nótese que no pongo el


interés en una definición exhaustiva o exacta sino en una que delate la lógica
que la compone, o mejor dicho, la epistemología que la sustenta). Basta
entonces para definir la conducta según el conductismo, responder a preguntas
simples: ¿qué es la conducta? Una respuesta observable. ¿Una respuesta
observable a qué? A un estímulo interno o externo. ¿Quién efectúa la
respuesta observable a un estímulo externo o interno? Un organismo: el
animal humano.
Ya con esto tenemos una definición. Sin embargo, un pequeño extracto
de la definición que el propio Watson da del conductismo nos agrega el último
ingrediente:

El conductismo —según queda entendido a través de nuestra exposición


preliminar—, es, pues, una ciencia natural que se arroga todo el campo de las
adaptaciones humanas (Watson, 1947)

Es decir, que dicha respuesta observable que un organismo efectúa a un


estímulo externo o interno debe tener un fin: ser adaptativa.

Tomando en cuenta estos conceptos watsonianos, desde la cátedra,


podemos definir entonces a la conducta como:

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El conjunto de respuestas adaptativas objetivamente observables que un


organismo ejecuta frente a estímulos del medio.

Dicho esto ya podemos escuchar a Watson lanzando su dictum: “la


psicología si quiere convertirse en ciencia (¡una ciencia natural, por supuesto!)
deberá ser positivista, materialista4-mecanicista5, determinista6,
evolucionista y pragmatista7, o no será”.

Para entender en su complejidad esta cuestión, es tiempo de


adentrarnos en nuestro segundo interrogante: los fundamentos
epistemológicos del conductismo.

Fundamentos epistemológicos

Así como antes fuera el turno de quienes por su impaciencia prefieren el


camino directo, privilegiaremos en este caso a aquellos que, amando el cine,
prefieren las películas que empiezan por el final, pero sabiendo que solo
alcanzarán el sentido de lo que está en juego una vez que todas las cartas
estén sobre la mesa. Ya sabemos el resultado de la partida, ahora nos
dedicaremos a ver las cartas.

Para comenzar, es imposible –pero en un sentido literal- entender a


Watson si no se entienden algunos postulados básicos del Positivismo de aquel
gran8 filósofo que fue A. Comte. Y a esta altura, ya deberíamos poder saber
algunas cosas de su doctrina: la ciencia debe estudiar hechos positivos9; su
función es estudiar y determinar la relación invariable entre fenómenos (lo que
se conoce como “leyes”) con el fin de predecir, retrodecir y controlar la realidad;
el método para ello debe ser el de las ciencias naturales, etc. Sin embargo, una

4
“Ser materialista en sentido filosófico consiste en afirmar que todo es materia o producto de la
materia, y que, en consecuencia, no existe ninguna realidad espiritual. Es un monismo metafísico”.
(Compte-Sponville, p. 334)
5
“Consiste en considerar a la naturaleza y todo lo que se encuentra en ella como un mecanismo, hasta
el punto que todo se puede explicar por magnitudes, figuras y movimientos. En este sentido, el
mecanicismo se encuentra próximo al materialismo, o el materialismo, mejor dicho, es un mecanicismo
generalizado” (Compte-Sponville, p.338)
6
“El determinismo es una generalización del principio de causalidad. Doctrina según la cual todo está
determinado, es decir, sometido a causas necesarias y suficientes. Se puede actuar sobre él, cambiarlo,
dominarlo, pero nunca librarse de él”. (Compte-Sponville, p. 158)
7
“El pragmatismo es una doctrina que identifica la concepción de un objeto con la de sus efecto
posibles” (Compte-Sponville, p.416).
8
Cuando utilizo el adjetivo “gran” para referirme a la figura de Comte, soy absolutamente consciente de
los efectos hasta contraproducentes que el positivismo ha generado incluso a la fecha. Sin embargo, es
innegable su legado en relación a la ciencia moderna, la epistemología y las discusiones que han
suscitado sus postulados. La grandeza de un autor no está dada tanto por sus supuestas “verdades” sino
por las discusiones a las que ha dado lugar y con ello, enriquecido el pensamiento sobre uno o más
temas.
9
“Empecemos con la definición del término positivo. El saber positivo es, en primer lugar, un saber
fáctico, es decir, relativo a los hechos. Pero, ¿qué hechos? Pues aquellos de los que tengo experiencia
real, que puedo observar, medir, cuantificar, verificar”. (Radaeli, 2016, P.33)

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de las leyes más importantes –y no siempre destacadas- de Comte fue lo que


llamó “La Ley de los tres estadios” y que me parece indispensable conocerla
brevemente para entender la postura de Watson en relación a la elección y
definición de su objeto de estudio10. Para dar con dicha Ley, les propongo un
viaje directo a Francia hacia fines del siglo XIX y escuchemos en su propia voz
–aunque extenso- al propio Profesor Comte:

Para explicar convenientemente la verdadera naturaleza y el carácter propio de la


filosofía positiva, es indispensable, desde un principio, echar una mirada retrospectiva
a la marcha progresista del espíritu humano considerado en su conjunto (las negritas
son mías)

Así, al estudiar el desarrollo total de la inteligencia humana (…) desde sus orígenes
hasta nuestros días, creo haber descubierto una gran ley fundamental (…) Esta ley
consiste en que cada uno de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente por tres
estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o
abstracto, y el estado científico o positivo (…) De aquí, tres clases de filosofías o de
sistemas generales de reflexión sobre el conjunto de los fenómenos que se excluyen
mutuamente: el primero es el punto de partida necesario de la inteligencia humana, el
tercero, su estado fijo y definitivo, y el segundo está destinado únicamente a servir de
transición (Comte, 2014, p. 16)

Puede considerarse al estado metafísico, como una especie de enfermedad crónica


inherente por naturaleza a nuestra evolución mental, individual o colectiva (Comte,
2014, p. 81. Las negritas son mías)

En el estado positivo, el espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de obtener


nociones absolutas, renuncia a buscar el origen y el destino del universo y a conocer
las causas íntimas de los fenómenos, para dedicarse únicamente a descubrir, con el
uso bien combinado del razonamiento y de la observación, sus leyes efectivas, es
decir, sus relaciones invariables de sucesión y de similitud. La explicación de los
hechos, no será en adelante otra cosa que la coordinación establecida entre los
diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales, que las diversas
ciencias han de limitar al menor número posible (Comte, 2014, p. 17).

Nuestra actividad intelectual está suficientemente motivada por la simple esperanza de


descubrir las leyes de los fenómenos, o con el simple deseo de confirmar o desmentir
una teoría (Comte, 2014, p. 21).

Les propongo ahora el siguiente ejercicio: imaginen dos columnas. En la


de la izquierda, sitúen toda la extensa cita de recién. En la derecha, la que de
Watson citaré a continuación:

El conductismo sostiene, por el contrario, que es la conducta del ser humano el objeto
de la psicología. Afirma que el concepto de conciencia no es preciso, ni siquiera
utilizable. Habiendo recibido una formación experimentalista, el conductista entiende,

10
Recordemos que un fundamento epistemológico es aquel que permite delimitar un campo de
problemas, la elección de un objeto y un método de estudio.

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además, que la creencia de que existe la conciencia remóntase a los antiguos días de
la superstición y la magia.
No obstante su progreso, la gran masa del pueblo ni aún hoy se ha distanciado mucho
de la barbarie: quiere creer en la magia. El salvaje se figura que los encantamientos
pueden traer lluvias, buenas cosechas, abundante caza; que un hechicero vuduísta
enemistado, es capaz de provocar la desgracia de un individuo o de toda una tribu;
que si un enemigo logra unirse de un trozo de uña o de un mechón de cabello de otra
persona, podrá embrujarla y gobernarla. Siempre hay interés y cosas nuevas en la
magia. Casi todas las épocas poseyeron su propia magia negra o blanca, y su propio
mago. Moisés tuvo su magia: transformó el agua en vino y revivió al muerto (Watson,
1947).

Y para no que no quepan dudas sobre su adhesión a la postura


positivista, remata:

La magia jamás perece. Con el decurso del tiempo, todas estas innumerables
leyendas, exentas de todo análisis, tejen la tradición popular. La tradición se
constituye en religiones. Las religiones se enredan en las mallas políticas y
económicas del país. Luego se las esgrime como instrumentos.
Se obliga al pueblo a aceptar todas estas fantasías, que más tarde transmite
como evangelio a los hijos de sus hijos.
Es casi increíble hasta qué punto la mayoría de nosotros está influida por un
fondo salvaje. Pocos se libran de esa influencia. Al parecer ni siquiera la
enseñanza escolar suministra un correctivo. Por el contrario, parece asegurarla
en mayor grado todavía, a causa de que las escuelas están colmadas de
maestros con idéntico fondo. Inclusive muy destacados biólogos, físicos y
químicos, saliendo de sus laboratorios, son fácil presa de la tradición
cristalizada en conceptos religiosos.
Estos conceptos —herencia de un temeroso pasado salvaje— han entorpecido
grandemente el nacimiento y desarrollo de la psicología científica (Watson,
1947).

Me permito este conjunto de citas extensas porque creo que son un


claro ejemplo de aquello que intentamos transmitir cuando hablamos de
fundamentos epistemológicos. No es otra cosa que poder mostrar cómo lo
que dice un autor está totalmente fundamentado (sostenido) en lo que dice
otro. Al criticar a los otros sistemas psicológicos con los que convive por
ocuparse de la consciencia (psicología fisiológica, estructuralismo,
funcionalismo), no está más que siendo fiel a la “Ley de los Tres Estadios” de
Comte. Les está diciendo: “Uds. no hacen psicología, hacen metafísica y ¡hasta
religión!”. Dejemos de lado, por favor, la cuestión de si Watson, Wundt, James,
o quien fuese tiene razón. Pongamos el foco, en todo caso, en las razones
(epistemológicas) por las cuáles un autor critica al otro (como es el caso de
Watson al Estructuralismo y Wundt, por ej.), o hasta incluso que lo llevó a

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Watson a desprenderse del funcionalismo. Porque sí: Watson, en sus


comienzos, fue un funcionalista. Sin embargo, ¿qué le llevo a Watson a romper
con el funcionalismo? Caparros lo responde con esta claridad:

“Los inicios del estudio de la conducta animal en el laboratorio estuvieron


caracterizados por discusiones inacabadas e inacabables sobre la ubicación de
la consciencia en la escala evolutiva. El mismo Watson, siguiendo la práctica
funcionalista, en sus ajustados trabajos experimentales, tras obtener datos
conductuales, trataba una y otra vez de traducirlos a procesos conscientes, de
inferir la consciencia que subyacía a la conducta observada; intentos que
acontecían de una forma imprecisa, vaga y a veces gratuita.

La vaguedad e inutilidad de esas inferencias acabaron por convencerle


de que no eran más que un residuo metafísico con el que la psicología tenía
que acabar si mantenía su opción científica” (Caparros, 1985, p.191).

Desde la cátedra, nos interesa que como estudiantes puedan


comprender y dimensionar la fundamentación epistemológica de las críticas
que existen entre los distintos sistemas psicológicos modernos, como así
también el por qué se decide hacer ciencia de un modo y no de otro (aunque
cada sistema defienda su pretendido estatuto científico). No puede entenderse,
reitero, la postura de Watson (que como vemos es hasta pasional, como bien lo
describe Heidbreder), sino tenemos en cuenta la “Ley de los Tres Estadios” de
Comte.

El conductismo, entonces, como un sistema psicológico que refleja


fielmente el espíritu positivista. De allí su programa: predecir y hasta producir la
conducta. Si conozco el estímulo, puedo predecir la respuesta (conducta). Si
conozco la conducta, puedo saber cuál fue el estímulo que la generó.

Detengámonos un segundo más acá. Pensar la conducta como algo


que puede controlarse, predecirse e incluso producirse, nos lleva directamente
al sentido utilitario de una conducta: su “para qué sirve”. Es decir, para Watson,
la conducta debe servir para algo y -recordemos la definición dicha
anteriormente- ese algo tiene un nombre: la mejor adaptación posible. De este
modo, se demarca claramente la fundamentación epistemológica ejercida por
el pragmatismo, aquella doctrina filosófica que identifica lo que algo “es” con
aquello para lo cual sirve11. Esta relación con el pragmatismo no es casual si
pensamos en el contexto de surgimiento conductista: los EEUU en los albores

11
Ej.: Para un pragmatista, un auto es aquello que sirve para trasladarse; a diferencia de un empirista
para el cual un auto es aquello que me brindó la primera experiencia de salir con mis amigos a pasear; o
para un materialista-mecanicista que verá en ese mismo auto un conjunto de partes (motor, caja de
cambios, etc.) que funcionan al modo de una máquina perfecta. Como se ve, un mismo objeto puede ser
problematizado de forma distinta según sea el fundamento epistemológico desde el cual me posicione.

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de las Grandes Guerras, la Revolución Industrial, ambos hechos


paradigmáticos de aquello que demanda sujetos bien adaptados que
garanticen el “orden y el progreso” (lema fundamental del Positivismo).

Ahora bien, ¿puedo crear una conducta? ¡Por supuesto!, dirá Watson,
sirviéndose de los aportes del neurofisiólogo Pavlov mediante la noción de
condicionamiento o aprendizaje. Y así nos adentramos en otra cuestión
fundamental del programa conductista: su metodología

¿Cuál va a ser el método del Conductismo? La pregunta es capciosa,


porque no se va a tratar de uno sino de varios, pero unidos por una condición
inobjetable: los métodos objetivos. La introspección utilizada por Wundt será
rechazada en absoluto y los métodos validados por Watson serán todos
aquellos que garanticen objetividad. Al respecto Heidbreder afirma:

La psicología tiene vario métodos objetivos a su disposición. Desde luego, la


observación es fundamental para todos los procedimientos, y la observación
científica puede hacerse con o sin instrumentos (…) También se reconocen los
test psicológicos, siempre que no se traten de test mentales. El conductismo
salva también métodos de la psicología más antigua como la medida del
tiempo de reacción, por ejemplo, que es aceptada como método (…) Reconoce
también los métodos de la psicología aplicada, educacional e industrial (…) y
acepta también el ―relato verbal‖ como fuente de información (Heidbreder,
1976, p. 184).

Sin embargo, “en la concepción conductista hay un método objetivo de tanta


importancia que merece especial atención: trátase de la técnica del reflejo
condicionado, perfeccionada por Pavlov y sus discípulos. Hablar de reflejo
condicionado implica ocuparse de uno de los temas dominantes de la
psicología conductista. Pues el proceso de condicionamiento no solo constituye
un nuevo recurso de investigación de la conducta, sino también, en gran
medida, un determinante de la índole del comportamiento mismo (Heidbreder,
1976, p.184, las negritas son mías). Veamos brevemente esta cuestión.

Teniendo en cuenta los desarrollos teóricos y experimentos de Pavlov,


existen dos tipos de conducta para Watson: las respuestas o reflejos innatos o
heredados (las del arco reflejo) y los aprendidas o adquiridos ¿Cómo se
aprenden? A través de la noción de “condicionamiento” o “aprendizaje”, es
decir, el mecanismo o proceso de adquisición de nuevas respuestas o
reflejos. El esquema es simple: toda respuesta o reflejo absoluto, innato o
específico es producido por un estímulo específico. En el caso de los perros de
Pavlov, la respuesta innata o específica era la saliva, al estímulo específico
que era la comida. Sin embargo, si antes de divisar la comida, los perros

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escuchaban (siempre, de forma reiterativa y continua) el ruido de una


campana, luego por asociación, con el simple sonido de la campana (estimulo
inespecífico) reaccionarán produciendo saliva (reflejo condicionado). El
condicionamiento consiste entonces en producir una respuesta específica a
través de un estímulo inespecífico. Y Watson se sirvió muchísimo de este
hallazgo de Pavlov para explicar la conducta humana, que comprende reflejos
innatos y condicionados, concibiendo al hombre como un organismo pasivo o
reactivo frente a la variabilidad de los estímulos provenientes del medio.

Una última aclaración epistemológica. Párrafos anteriores, solicité que


prestemos especial atención a dos expresiones: “estímulo-respuesta” y
“organismo”. Lo hice justamente porque nos permiten establecer el puente
epistémico entre el Conductismo y dos fundamentos imprescindibles en su
teoría: el materialismo mecanicista y el evolucionismo.

Con respecto al Materialismo mecanicista, resumiré de este modo sus


postulados:

1. Toda realidad es de carácter material o corporal.


2. Se plantea una analogía hombre – máquina.
3. Esquema mecanicista: Causa-Efecto.
4. El hombre como un organismo biológico, calculable, predecible y
manipulable a través de su cuerpo.

El primer postulado (1), nos permitirá entender la postura monista de


Watson, a la que finalmente arribaré. Sin embargo, el esquema mecanicista
que vincula toda existencia una causa y a esta le adjudica necesariamente un
efecto, lo encontramos en el conductismo a través de la fórmula estímulo-
respuesta. Dicha fórmula expresa el modo en que Watson se representa la
conducta, pero no tiene nada que ver con la forma en la que se define al
método del conductismo. Aclaro esta cuestión ya que suele ser un obstáculo
epistemológico pensar que el método del conductismo es el esquema estímulo-
respuesta. No, esa fórmula solo refiere a los elementos que, según Watson,
componen la conducta.

En relación al evolucionismo, Watson encuentra allí la fundamentación


epistemológica para poder hablar de una persona en términos de “organismo”,
así también pensar la conducta con una finalidad “adaptativa” y, finalmente,
entender al organismo humano como el eslabón más evolucionado de la
cadena animal, llegando incluso a referirse en términos de “animal humano”. Es
por esta relación epistemológica con la teoría de Darwin que Watson podrá
apoyarse tanto en los estudios y experimentos de la “Psicología animal”. No
solo va a extrapolar estudios y resultados sino que parte de su método es

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extraído de ahí, como señalamos anteriormente con respecto a los


experimentos de Pavlov con perros.

¡¿Quién ha visto una consciencia?!: el monismo de Watson

Para terminar, nos falta ahora dar cuenta de la posición tajante de Watson
frente al problema alma-cuerpo. Le cedamos una vez más la palabra:

Ejemplo de uno de estos conceptos religiosos es el de que todo individuo


posee un alma, separada y distinta del cuerpo, que realmente es parte del ser
humano. Esta vieja doctrina conduce al principio filosófico llamado ―dualismo‖.
Tal dogma se encuentra en la psicología humana desde la más remota
antigüedad. Nadie ha palpado nunca un alma, o la ha visto en un tubo de
ensayo, o ha entrado de alguna manera en relación con ella, como puede
hacerlo con los otros objetos de su experiencia diaria. A pesar de esto, dudar
de su existencia involucra convertirse en hereje y, en cierta época, hubiera
podido llevar al reo inclusive a la muerte (Watson, 1947).

Claro como el agua y duro como una roca, es Watson en lo que refiere a
este tema, lo que denomina un “monista”: en este caso, uno que solo cree en la
existencia de una sola sustancia: el cuerpo.

Sabiendo esto, podemos entender mejor aquellas palabras a las que


pedí prestar atención: organismo y animal. El conductismo estudia al animal
humano y la conducta es la de un organismo fisiológico. ¿Recuerdan todo
aquel rodeo sobre despojarse lo que suponemos que es una conducta? Es
tiempo de ponerlo en práctica animándonos a una ficción solo a fines
ilustrativos. Si llevamos la postura monista de Watson al extremo, podríamos
imaginar la siguiente escena: dos personas teniendo la siguiente conversación:
Una de las dos le dice a la otra: “estoy triste”. Nuestro sentido común pensaría
que quien responde podría hacerlo preguntando por ej. qué le paso en el día,
con quién se peleó o si fuera demasiado osada, hasta podría pedirle que le
hable de su infancia… Sin embargo todos estos interrogantes van en contra de
la postura monista de Watson. ¿Cuál habría sido una posible pregunta de
alguien posicionado en un monismo como el que planteaba Watson?: “¿Te
hiciste un estudio hormonal?”. La pregunta no es herrada (el hipotiroidismo es
un ej. de esto), pero contiene una epistemología muy marcada: la causa está y
solo está en el cuerpo. La conducta según Watson es la de un organismo
que reacciona a través de secreciones glandulares (hormonas) y movimientos
musculares. Reacciones corporales objetivamente observables, cuantificables,
medibles y reproducidas artificialmente en el laboratorio, en condiciones
estrictamente experimentales. Al Conductismo le interesa ser una biología
del comportamiento humano, es decir reducir la conducta al esquema

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estimulo-respuesta y estudiarla en términos fisiológicos observables y comunes


con el mundo animal.

La pasión, la angustia, “los dolores del alma” y todo aquello que


solemos pensar cuando pensamos en lo subjetivo y su relación con la
psicología (o cuando consultamos o mandamos a consultar a un psicólogo.),
no tienen ningún lugar en la teoría fundada por Watson.

A modo de concluir, volvamos al principio

Situar a una persona o teoría en un período de tiempo que no se


corresponde con el que les propio, tiene un nombre en el diccionario: se
nombra anacronismo y suele ser un vicio constante del pensamiento acrítico,
siendo algo de lo que hay que estar siempre advertido, más todavía cuando se
estudian teorías o autores con un siglo o más de distancia.

No obstante, esto no quiere decir que del pasado no podamos extraer


enseñanzas (siendo estas resultado de una crítica contextualizada), pero sobre
todo también debemos estar advertidos, no de cuando nosotros traemos el
pasado a nuestro análisis actual de las cosas, sino cuando este se cuela sin
que lo percibamos en nuestras formas de intentar explicar o comprender lo que
nos rodea.

Con todo este rodeo, quiero hacer referencia nuevamente a la noción de


obstáculo epistemológico, ya que no solo es un vicio de quien escribe terminar
por donde empezó, sino que me inscribo claramente en la perspectiva de
Bachelard y creo fervientemente que para conocer hay que destruir
conocimientos previos, o cuánto menos estar advertidos de cuáles nos habitan
para volverlos un poco más obstaculizantes (y nosotros menos prejuiciosos).

Me voy a referir en este caso, y para concluir, al concepto de “monismo”.


La epistemología monista no es algo que haya desaparecido y tiene una
influencia notable en nuestros días. Un claro ejemplo es el avance de las
neurociencias sobre lo que podría considerarse lo psíquico y su afán en
encontrar la causa y razón última en procesos neuronales, hormonales, etc.,
llevando toda explicación en última instancia al cuerpo y específicamente, al
cerebro.

No obstante, otro monismo existe y debemos estar igual de precavidos:


aquel que lleva a una absoluta psicologización de cualquier aspecto de la vida,
sufrimiento o padecimiento. Así como nos invaden discursos desde las
neurociencias, igual de cierto es que la psicología por momentos aparece como

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un discurso hegemónico que brindaría la explicación (y la solución) a cuánto


problema aqueja al sujeto que sufre, “no se adapta”, “no encaja”, etc.

En ese sentido, no se trata de tomar partido por uno o por otro, sino
precisamente de estar advertidos que, en tanto futuros profesionales de la
Salud Mental, trabajadores Psi., debemos comprender que la complejidad del
sujeto con el que trabajamos (el ser humano que tiene especie, un cuerpo,
lenguaje, vida en sociedad, historia, creencias, etc.) no debe ser reducida a
ningún monismo, sino todo lo contrario: permitir abrirnos cada vez más al
amplio campo de saberes, interpelarlos y dejarnos interpelar y así
enriquecernos a fin de poder estar a la altura de los desafíos profesionales,
éticos y terapéuticos a los que fuimos, somos y seremos convocados.

Apéndice: El conductismo de Watson… ¿aún?

Este último apartado no tiene otra finalidad que la de una invitación al


pensamiento crítico. No corresponde a ninguna unidad del programa ni a un
material que vaya a ser evaluable. Su motivación es simplemente servirme de
un tema que podría ser cualquiera (en este caso el Conductismo), para ofrecer
lo que llamaría un “método de lectura” aplicable a cualquier texto o autor.

Para ello, invito a hacer jugar un doble modo de lectura muy particular.
El primero consiste en lo siguiente: lean dos veces el mismo texto. El primero
con la siguiente premisa: todo lo que dice, es verdad. La segunda, con la
opuesta: todo lo que dice es mentira. Esta modalidad de lectura que atenta
contra la lógica primera de nuestra forma de pensar aristotélica (algo es Verdad
o Mentira –llamado “principio de contradicción”: algo es P o no-P), ya les
obligará un esfuerzo extra y una reflexión crítica. El segundo juego no
abandona el primero sino que va más allá: se trata de llevar ambas formas de
la teoría a su máxima expresión posible (su paroxismo), y así poder tomar
consciencia de las posibles últimas consecuencias que una teoría puede tener.
Esto les trasladará la mirada desde el pensamiento crítico al pensamiento ético.
Y finalmente, intentar hacer el mayor esfuerzo posible para lograr (sin pecar en
anacronismos) situar la posible actualidad de dichas ideas con el fin de que
permitan interpretar la realidad de un modo distinto al de antes de haber leído
dicho texto. A mi modo de entender, esto favorecería a generar un
pensamiento situado. Crítico, ético y situado, son las tres formas de
pensamiento que deseo poder trasmitirles utilizando este tema como medio.

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Trabajo inédito para la Cátedra de “Introducción a la Psicología” de la Facultad de Psicología
(U.N.T.). Año 2023.

Les dejo la tarea para quien desee tomarla. Sin embargo, solo daré un
ejemplo de las posibles consecuencias que puede llevar una teoría si se la
aplica en su extremo. El ejemplo lo extraigo de un libro de Le Breton llamado
―Antropología del cuerpo y modernidad‖, donde el autor trabaja crítica, situada y
éticamente una epistemología monista del cuerpo:

Los ingenieros del comportamiento conductista se dedican, por ejemplo, a la


normalización de los homosexuales. Estos esperan ―rectificar‖ los
comportamientos de un sujeto instalado en el centro de un dispositivo técnico:
sus órganos genitales son conectados a cables de electricidad. La primera
etapa del tratamiento se denomina ―aversiva‖. Se proyectan fotos que,
supuestamente, excitarán sexualmente al hombre. Al mismo tiempo, ante cada
indicio de excitación, recibe en los genitales corriente eléctrica cuidadosamente
dosificada. El sentimiento de placer es sustituido por el desagrado, por el dolor
(…) (P. 242).

Creo haber advertido que se trataba de llevar al máximo posible las


consecuencias de una teoría. Y dejo para cada quien el posicionamiento ético
frente a lo leído. Si me preguntan cuál es la necesidad de incluir este último
apartado en el presente texto de autoría, respondo que es un texto académico
y que como dijera aquel gran filósofo que fue Adorno, toda educación no tiene
otra función que esta: que Auschwitz no se repita. El posicionamiento ético
debe ser la pregunta primera de cualquiera que desee interesarse por
introducirse a la psicología.

Hasta aquí mi aporte.

Bibliografía:

- Bachelard, G. La formación del espíritu científico. 2ª ed. Siglo XXI. 2013.


- Caparros, A. Los paradigmas en psicología. Horsori, Barcelona, 1985.
- Comte, A. Discurso de filosofía positiva (lecciones 1 y 2). Ed. Claridad.
Buenos Aires. 2014.
- Comte-Sponville. A. Diccionario filosófico. 1ª ed. Paidós. Bs. As. 2005.
- Heidbreder, E. Psicologías del siglo XX. Paidós. 1979.
- Le Breton. A. Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión.
Buenos Aires. 1995.
- Redaelli, C. Comte. Un pensador positivo. EMSE EDAPP, SL, Buenos
Aires. 2016.
- Watson, J. El conductismo, Buenos Aires, Paidós, 1ª ed. 1947.

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