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Gabbii Rellez QueenDelC Nat.M

ElyGreen Diamond-Countess Eva Masen-Pattinson

AntoD Maru Laperuta Eli25

Elizzen Kathy-pad

Kirara7 Jeyd3

ElyGreen

Maniarbl

Elizzen

Azhar23

Eli25 Marce Doyle*

Kirara7
Ponte al día con Ethan, Lena y Link mientras ellos finalmente se gradúan de la secundaria
y se preparan para dejar el pequeño pueblo sureño de Gatlin. Pero cuando la Caster
Oscura Ridley hace una aparición, la a veces chica mala no puede resistirse a comenzar
una pelea con quien a veces es su novio, Link. Igual de molesta y rebelde que siempre,
Ridley termina sola en la ciudad de Nueva York y se enreda en una peligrosa escena en un
club Caster poco conocido, dónde las apuestas son altas y los perdedores pagan el precio
más caro.

¿Dónde está un Linkubus cuando lo necesitas?


Traducido por Gabbii Rellez, AntoD y Elizzen

Corregido por ElyGreen

El Director Harper estaba intentando rapear. Esas eran las cinco palabras que jamás pensé
que diría. Todo tiene un final, así que lancen esas gorras y golpeemos Enviar1. Intente sacarlo de
su cabeza.

Mientras estaba sentado en los bancos de la Secundaria Stonewall Jackon en la graduación


—Ethan Wate estando incómodamente alfabetizado entre Savannah Snow y Emory
Watkins— no se sentía para nada como el final de nada.

Desearía que terminara. La graduación, al menos.

Pero no lo haría, no hasta que la gorda mujer hubiera cantado. O, en mi caso, hasta que la
señorita flaca, la Señorita Spider, hubiera dirigido la orquesta de la escuela. De acuerdo
con el programa del papel doblado, iba ser un popurrí de Celine Dion.

Presentando el solo por Emily Ellen Asher, “Her Heart Will Go On… and on and on and on.”

Por supuesto que lo haría. Incluso aunque su corazón pudiera darle al Titanic un plazo
para su dinero en un concurso de una espiral descendente. Traté de no capturar su
mirada, pero podía ver a Emily mirándome, todo el camino de las Aes.

Podría tomarlo, una última vez. Me sentía como torturado, pero he enfrentado cosas
peores. Éste era el estilo de tortura de Gatlin, no la tortura de Otro Mundo con una pila de
huesos de laberinto que van a ningún lugar o aguas malditas de los no muertos.

El Director Harper rapeaba sobre enfrentar el mundo que nos rodea parándonos con
coraje, mayormente, tratando de rimar coraje con azote2, lo cual realmente no funcionaba.
Además, estaba bastante seguro de que su aproximación a “enfrentar al mundo” no
incluía mucho el pararse por nada.

1
Frase original: Everything has got an end, so toss those caps and let´s hit Send. (En inglés rima)
2
Del original Inglés: Courage (coraje) with scourge (azote), de allí la rima.
Él era más un tipo de chico de sentarse.

Estaba aliviado cuando finalmente se sentó después de veintidós minutos, ¿pero quién
estaba contándolos? Pero luego nuestra presidenta de clase, Savannah Snow, continuó
sobre cómo echaría de menos al bromista de Link, y cuán emocionada estaba por haber
entrado siendo la chica más popular en la Universidad del Sur de California, en la gran
cuidad de Columbia, y cómo su padre le iba a regalar un nuevo Dodge Charger por su
graduación sin quedar embarazada, y cómo por fin podía admitir que realmente había
sido mejor que Emily y Charlotte y el resto de la animadoras.

Eso probablemente no es exactamente lo que dijo, pero está bastante cerca de lo que estaba
pensando. Ninguno de nosotros estaba realmente escuchando. Hacía demasiado calor y
era demasiado tarde para eso.

El lado positivo, Savannah no estaba rapeando.

Con este golpe de calor, era difícil creer que el Orden de las Cosas hubiera sido restaurado
—que el curso y el caos que casi acababan con el mundo como Gatlin conocía estaba todo
detrás de nosotros. Una deuda había sido pagada. Habíamos vivido tanto tiempo en un
hilo, que se sentía raro ser el único preocupado por el calor marchitando las flores que
nuestras familias habían pedido a los Jardines del Edén, cocinando las flores hasta que se
veían como un montón de brócoli muerto.

Eché un vistazo para encontrar a mi padre. Él no me había dejado usar gafas de sol, dijo
que Amma hubiera rodado sobre su tumba, si hubiera tenido una. Pero sabía que Amma
no podía dar una mierda si llevaba o no mis aviadores con mi gorra y mi bata, no donde
estaba ahora. Probablemente estaba demasiado ocupada chismeando todo a los esposos de
mi tía Prue, o gritándole a mi madre sobre sus tomates verdes fritos, o pasando el rato en
el porche con tío Abner. Eso era El Otro Mundo para usted, pero no podía esperar que mi
padre lo entendiera.

Cuando finalmente lo encontré, estaba sentado con mi tía Caroline, quien había conducido
desde Savannah para la ocasión. Su nueva novia, la Srta. Inglés, tenía que sentarse con los
profesores, y estaba agradecido de que no tuviera que besarla hoy. O verlo besarla, como
si importara.

Todos teníamos que tomarnos esto con lentitud.

Al otro lado de mi padre estaba la familia de mi novia: la prima de Lena, Ridley, usando
un sombrero de paja tan grande como un tapacubos, y un pequeño vestido negro tan
pequeño como un pañuelo; tía Del, echándose aire a la cara con un abanico de plumas de
pavor real; y los primos de Lena, Reece y Ryan, combinado gafas. Tío Macon estaba de
vuelta en casa, ya que todo el pueblo aún pensaba que estaba muerto. Larga Historia. Pero
nuestros amigos Jonh Breed y Liv Durand estaban allí para informarle de todo —hasta lo
más pequeño, es decir, Boo Radley no podía repórtaselo, desde donde estaba sentado en el
pasto cerca del escenario, moviendo su cola al ritmo de la banda.

John saludó desde la multitud cuando me vio, incluso aunque Liv lo codeó. No saludé de
vuelta.

¿Esto no podría ser más largo? me dijo Lena en Celta, sonando tan malhumorada como yo lo
estaba, incluso en mi mente. Había algunas desventajas de tener una novia Caster, como la
detestable maldición o incluso más detestable madre (ahora en El Otro Mundo, otra larga
historia) pero también había ventajas. Ella tenía bastantes habilidades únicas —incluyendo
poder escucharnos los pensamientos el uno al otro.

Estiré mi cuello para verla, en la línea de enfrente con las Aes hasta las Des. Duchannes,
Lena estaba sentada peligrosamente cerca de Asher, Emily.

Sonreí. Solo estoy tratando de no desmayarme, L.

Cinco minutos más de esto y me uniré a usted, Ethan.

Un pensamiento más alto pasó entre nosotros. ¿Piensan que podremos escondernos debajo de
los bancos sin que nadie se dé cuenta? El cual sería Link, mi mejor amigo y ex Mortal, ahora
un cuarto Íncubo. Lena y yo siempre nos las arreglábamos para olvidar que él podía
comunicarse en Celta también, desde que se Convirtió. Como resultado, encontró una
forma de aparecer en los momentos más raros.

Salga de mi cabeza, trasero limpio, le respondí en Celta.

Abajo, sobre las gradas frente a mí, él negó con la cabeza. Oiga, no se enoje conmigo. Dígale a
su novia allí que tire un poco de lluvia. No llevo nada debajo de esta toga, y mis nalgas están
sudando tanto que parece que me oriné los pantalones.

Estallé en carcajadas. Savannah Snow me miró.

Cállense, ambos. Están empezando. Podríamos en realidad llegar a casa antes de la medianoche.

El director de la junta escolar había comenzado a leer los nombres.

—Emily Asher.

La Sra. Asher dirigió una histérica ronda de aplausos, mayormente por cada Asher dentro
de noventa millas de Gatlin. Algunos Snows se unieron en buena medida, pero
considerando que eran los Ashers, había demasiadas familias que no aplaudían.

Emily marchó hacia el podio con la melodía de “Pomp and Circumstance”. Sus zapatos eran
como dos rascacielos atados a sus pies. Incluso su cabello estaba más alto de lo que alguna
vez había visto, como si hubiera sido electrocutada. El delineador negro de ojos se escurría
por su rostro, imitando el estilo mapache. Ella definitivamente había hecho sus mejores
esfuerzos.
Era difícil mirarla, incluso desde aquí atrás en las Ws.

Apenas Emily había agarrado su diploma y sonreído a la cámara —Ozzy Phelps, del único
periódico de Gatlin, The Stars and Stripes, pluriempleado como fotógrafo de la escuela—
cuando su diploma se convirtió en una serpiente.

Siseando y retorciéndose, se envolvió alrededor de su muñeca como el brazalete de un


faraón.

Emily gritó, y luego la multitud gritó —porque la canasta de los diplomas al lado del
podio se había convertido en un puñado de escurridizas y deslizantes serpientes.

Cascabeles, por lo que se veía. Todo un puñado de ellas.

Luego, sucedió lo habitual. Muchos gritos. Mucho caos. Todo el mundo corriendo, excepto
el grupo de la Señorita Spider, que comenzó a tocar “My Heart Will Go On” en medio de
toda la confusión.

En cuestión de minutos, la graduación se había terminado. Todo el mundo había


despejado el campo.

Es decir, todo el mundo, excepto la familia de Lena, quienes estaban sentados en una fila
viéndose como las únicas personas en un funeral. El mar de asientos vacíos rodeándolos le
hacía preguntarse si las personas no estaban buscando una excusa para irse de allí.

Mi padre fue a buscar a la Sra. Inglés al estacionamiento, y yo estaba realmente aliviado.


No quería tener que explicarle ésta nueva situación. Ya había pasado los últimos años
explicándole muchas cosas.

Cuando Lena y yo bajamos de las gradas, fuimos en línea recta hacia la única persona que
lo había provocado.

También la única persona a la que no podría importarle menos.

—¡Riley, lo juro! —La tía Del había golpeado a Lena con el puño, lo cual era lo que parecía
querer hacerle a su hija —la infame prima Sirena de Lena, y la novia con la que mi mejor
amigo iba y volvía a cada rato. Una buena chica mala, o una mala chica buena, dependiendo
del día.

Ridley Duchannes.

Del ya estaba medio regañando para cuando llegamos. Y Ridley no se estaba tragando
nada de eso.

—Oh, por favor. Amo cómo una pequeña cosa sale mal por aquí y todo el mundo asume
que soy la culpable. —Ridley hace girar una piruleta rojo brillante entre sus igualmente
rojos dedos de manicura.
Reece rodó sus ojos.

Ryan no podía dejar de reír.

—¿Vio sus rostros?

Ridley estaba sentada, de piernas cruzadas, viéndose como si hubiera salido de algún tipo
de película en la que la chica mala en realidad no tenía un corazón de oro después de todo.
Ni siquiera de estaño. Probablemente había un gran y enorme agujero entre sus pulmones.

—¿Qué? Se lo merecía esa pequeña serpiente. —Los labios pintados de rojo de Ridley se
curvaron en una sonrisa—. Se necesita uno para conocer uno. Apenas tuve que hacer algo.
Esas serpientes querían estar allí. Por ella. — Silbó—. Hablando de veneno. Esa chica era
positivamente letal.

Link puso sus brazos alrededor de Ridley, levantándola de su asiento.

—Esa es mi chica.

—¡Wesley Lincoln! —Él levantó la mirada para ver a su madre moviéndose frenéticamente
desde el borde del campo.

—Me tengo que ir —dijo con un suspiro, besando a Ridley en la mejilla—. Ya sabe cómo se
siente mi madre cuando estoy en la liga con el diablo. —La Sra. Lincoln se había enredado
con mi familia y la de Lena, y ahora se mantenía alejada, en su mayoría. Lo cual era
probablemente la razón por la cual se había detenido en el borde del campo en lugar de
venir hacia aquí y sisearnos directamente.

—Y llevo mis mejores cuernos hoy —dijo Ridley, torciendo su largo cabello rubio
alrededor de su dedo. Por un momento, podría haber jurado que el mechón rosado en su
cabello era en realidad rojo.

***

Hubiera sido Túnel de Azúcar, si Amma estuviese aquí. Eso era lo que estaba pensando
mientras yacía en la cama, sudando y mirando mi viejo techo azul. El pastel en la cena de mi
graduación. Debería haber sido Túnel de Azúcar.

En su lugar, habían sido tres porciones de pastel de nuez con chocolate de mi tía Caroline,
y si bien estaba bueno, no era tan bueno como el de Amma. Tuve que comerme las tres
porciones, o mi padre y la tía Caroline habrían sabido lo que estaba pensando —que las
cosas estaban cambiando en Gatlin, y cambiaban más cada día.

Era hora de irse. Nunca esperé que se sintiera tan raro cuando realmente llegara el
momento.

Cuando era pequeño, mis padres no me preguntaron que quería ser de mayor. Me
preguntaron a donde quería ir. Yo dije que lejos. Después me compraron un mapa.

Supongo que era una reacción natural al vivir en Gatlin, Carolina del Sur. Nuestra
pequeña ciudad estaba lo suficientemente lejos de Charleston —o cualquier civilización
para el caso— para sentirse como si fuera un planeta propio. Y desde el momento en que
podía leer lo suficientemente bien para estudiar el mapa, como cualquier buen astronauta,
pasaba cualquier momento en el que estaba despierto planeando exactamente como
conseguiría hacerlo. Tenía una caja llena de folletos de universidades debajo de la cama y
siempre decía que iría a cualquiera, siempre y cuando estuviera al menos a mil kilómetros
de Gatlin.

En lugar de una caja con folletos de universidades bajo su cama, Link tenía sus planes
pegados por todas las paredes del garaje, en donde ensayaba su último grupo, Meatstik.
Los grupos que veneraba Link, como Led Zeppelin, Black Sabbath y los Rolling Stones,
habían probado ya que todo lo que necesitaba para escaparse de cualquier ciudad pequeña
eran grandes sueños y una banda. Link tenía ambas. También tenía a Ridley y un destino
—la ciudad de Nueva York.

Gracias a Lena, había pasado estudiando el tiempo suficiente en los dos últimos años
como para conseguir una beca en algún sitio al que quisiera ir de verdad.

Bien… a algún sitio no tan lejos de donde ella quisiera ir.

¿Qué puedo decir? Soy un tipo que ama a su chica.

Habría ido a cualquier sitio por Lena Duchannes, cuyo nombre rima con lluvia —cuya
marca de nacimiento parecía una luna de Caster, cuyo pelo se rizaba cuando usaba sus
poderes, cuyos ojos verdes y dorados brillaban más que el sol.

Es mi otra mitad.

En los últimos dos años, me di cuenta de algo, algo en lo que no habría creído nunca antes
de conocer a la chica Caster y enamorarme de ella, antes de que muriera luchando por
nuestras vidas contra la madre de Lena, una Caster Oscura, Sarafine; y antes de que
muriera por segunda vez para salvar al mundo y a las personas que amaba, y después
luché para volver con ellos.

Los finales felices nunca salen baratos.

No es suficiente saber que ha encontrado a su alma gemela si no cree en ese tipo de cosas.
Yo lo hago, porque tengo una.

Tiene que hacer que pase. Tiene que querer que todo el mundo se doble a su alrededor y
de la persona que ama. Tiene que patear al destino en los dientes y sacarle los ojos a la
fortuna. Tiene que luchar y arañar y pelear por su camino a su lado. No puede dejar que
nada ni nadie o cualquier otra razón —sobrenatural u otra cosa— se interponga en su
camino.

¿Amor verdadero?

¿Destino?

¿Su futuro juntos?

Para llegar ahí, significa rechazar toda la mierda que le eche el universo. Significa decirle a
la Rueda de la Fortuna que se la chupe y que gire para alguien más. Significa prepararse
para ningún otro final que el que haya imaginado.

Significa resistir.

Si Amma estuviera aquí, habría dicho que todo estaba en las cartas. Pero eso era verdad
solo si Amma era la única que las leía. Ella nos enseñó eso.

El resto de nosotros teníamos que labrarnos nuestro propio destino.

Lena y yo lo sabíamos mejor que nadie. Ridley y Link todavía tenían que aprenderlo por
las duras.

Imagino que es ahí donde empieza toda esta historia.


Traducido por Elizzen, Kirara7 y QueenDelC

Corregido por ElyGreen y Maniarbl

Wesley Lincoln nunca podría haberse imaginado siendo azotado como su mejor amigo,
Ethan, ni por un minuto de su vida. Ni siquiera cuando era Mortal al cien por cien, un
bocado y un cuarto de Íncubo.

Las cosas con Ridley no eran así. Los dos no se decían cosas agradables el uno al otro, ellos
peleaban. No buscaban pequeñas maneras de ayudarse el uno al otro, sino que competían
con chistes y atrevimientos. No se agarraban de la mano ni se iban a hacer recados y pasar
el rato con la familia del otro. Se liaban como dos petardos encendidos quemando el
oxígeno del mismo fósforo.

Después no se hablaban durante semanas cada vez.

Era caliente.

Estúpido, pero caliente.

Cuando Rid entró en la habitación, a Link se le puso la piel de gallina. Ni siquiera tenía
que estar mirándola. Con tal de que supiera que ella estaba allí. Era como si tuviera algún
tipo de radar que se disparaba en la presencia de esa chica. Correcto o no. Bueno o malo.

Tal vez era una alergia.

Una mala.

Espera, ¿eso es un cierto tipo de azote? ¿Es así como se supone que debe ser? ¿Cómo una
infección? ¿El roble venenoso o algo así?

A Link no le importaban Ethan y Lena. Eran como Bert y Ernie, y era un poco triste ver a
Bert sin Ernie. Esos dos pequeños chicos borrosos pertenecían juntos, sin importar lo que
su madre tuviera que decir al respecto. Y él se había acostumbrado a tener a Lena cerca,
especialmente durante el tiempo cuando ambos habían perdido a Ethan por el Otro
Mundo. Lena era como una hermana pequeña para él. Una hermana pequeña borrosa.

Ridley era otra cosa.

Nada de esto era fácil con ella. Nada de esto nunca fue como parecía al principio. Eso es lo
que normalmente Link amaba de Ridley. Ella habría arañado sus ojos y después se
pondría a llorar por las marcas de arañazos. Era su propia peor enemiga y su mejor amiga.

Ella hacía la vida tan malditamente difícil para sí misma, y todos a su alrededor, eso era
como un milagro, solo que en reversa.

Pero ella no es como ninguna otra chica que haya conocido.

Link la observó a través de la piscina. Ellos habían empezado el día en Ravenwood, pero
luego él los había Llevado a un nuevo lugar después del berrinche de Ridley de esa
mañana, cuando decidió que hacía demasiado calor para no nadar.

Cuando Rid tenía esas ideas en la cabeza, era demasiado terca para dejarlas ir. Luego
dependía de Link o de Lena sacarla de apuros, cada vez.

Lena había llamado a la piscina del centro comunitaria y averiguó que la piscina estaba
cerrada por un incidente de pañal caprichoso, así que Ridley había insistido en que
encontraran otro lugar para nadar.

―¿Qué tiene de malo que lo pasemos en el Lago? ―preguntó él.

―El lago no es Saint-Tropez ―había dicho Ridley.

―Soy un chico de campo ―había dicho Link.

―Saint-Tropez es un país ―replicó Ridley―. Y ese país resulta que está en Francia.

―Bueno, puede Santa Toupeearte a ti misma en otro lugar porque no me gusta. ―Después
de eso, Ridley había hecho un puchero y Link había caído. Claro que lo había hecho. Eso
era todo lo que hacía últimamente. Él era el básico esclavo del amor, pero la chica que
amaba no admitía que ella también lo amaba. Los chicos escribían canciones por menos.

Link se movió en la silla del salón, poniendo su toalla a la mitad de su rostro. Un Incubo
trabajando en su bronceado. Todo esto es ridículo.

A Link no le gustaba, excepto por cómo los vestidos de baño de las chicas eran más
pequeños, si es que estaban allí del todo. Los chicos usaban Speedos, los cuales revelaban
demasiado para hacer que alguien se sintiera cómodo, al menos en cuanto a él concernía.

Si tuviera mi propio país, los chicos nadarían en pantalones largos. Las chicas solo, ya saben…
nadarían. Link sonrió ante ese pensamiento.

―Oiga, Shrinky Dink.

Él abrió uno de sus ojos. Ethan y Lena estaban chapoteando en la parte menos profunda
mientras Jhon y Liv compartían una toalla. Ridley estaba “abanicándose ella misma,” lo
que significaba que dos chicos de la piscina la abanicaban mientras ella tomaba lo que
parecía limonada de un vaso largo.
―Citron pressé ―le dijo, sosteniendo su bebida en alto―. ¿Quiere una? Tengo una jarra
entera.

―No gracias, me quedo con la limonada.

―Es eso lo que tengo, Hot Rod.

Lena salió de la piscina y agarró una toalla. Ethan solo dejó ir su mano lo suficiente para
agarrar su propia toalla.

Como dije, azotado. Ellos probablemente sostendrían sus manos debajo de los baños si se los dejara.
Quizá puede hacer eso en Francia.

―¿Qué harán esta noche, niños? ―Ridley miró a su prima―. Y no intente decirme que el
Club de lectura es real de nuevo.

Lena rodó sus ojos.

―No inventé eso. Búsquelo en Google o algo.

―¿Google? Sí, claro. Palabra estúpida. Probablemente se inventó eso también. ―Ridley
olisqueó. Le gustaba fingir que estaba por encima de la tecnología Mortal.

Ethan se rió.

―Salgamos de aquí. Tengo que empezar mi trabajo en la biblioteca mañana.

―¿Trabajo? ―Ridley sonaba molesta.

Lena sonrió.

―Ethan está ayudando a Liv y Marian con los estantes. Sólo hasta que nos vayamos en
septiembre. Le dije que iría con él mañana.

―Lo siento ―dijo Ridley.

―¿Gracias? ―Ethan parecía divertido.

―¿Qué hay del Chico John? ¿No puede ayudar a leer cosas? ―Ridley nunca decía algo
positivo sobre John Breed. Ahora que lo pienso, nunca decía algo positivo sobre nadie.

¿Por qué es eso? pensó Link, mirándola. No es como si ella necesitara más autoestima. La
chica era una fábrica de estima.

―John está ocupada con el tío Macon. ―Lena no elaboró―. Y él se irá también después de
este verano, ya lo sabe. John y Liv.

Ridley parecía doblemente irritada.

―Eso nos deja a usted y a mí, Dulzura. ―Link la miró―. ¿Quiere ir a ver una película en
Summerville o algo? El rally de camiones monstruo está en Columbia. ¿Viaje por
carretera?

―Déjeme darme mi chapuzón. ―Ridley le lanzó una mirada fulminante―. Pensé que él
verano debía ser divertido. Tres días y ya estoy muerta de aburrimiento.

―Au, no está tan mal. ―Link se levantó y la miró, quitándose la toalla de su cabeza.

―¿Está hablando de su cabello? Porque ese sí que está así de mal.― Ella alzó una ceja.

Link sonrió. Él sabía que su cabello estaba echado hacia arriba, y no le importaba. Si me
ama, ama mi cabello.

La pregunta era, ¿ella lo amaba?

***

―Hay un nuevo club al que quiero ir. Sufrir. Es como Exile, solo que más ardiente.
―Ridley se había decidido. Cuando miró alrededor de la pegajosa cabina en Dar-ee Keen,
aunque nadie más estaba mordiendo.

Aquí vamos, pensó Link, ya cansado.

―Todo está más ardiente, Bebé, es casi julio.

Ella no se estaba rindiendo. Alejó su malteado doble de chocolate con cereza.

―Vamos, chicos. Sólo esta vez. Vámonos de esta aburrida ciudad y divirtámonos, al estilo
Caster.

―¿Porque nuestro pequeño viaje al sur de Francia no lo hicimos por usted, cierto? ―Ethan
colocó el resto de sus patatas fritas encima de su hamburguesa y la llevó directo a su boca.

Él aun comía como si intentara recuperar el tiempo perdido. Link pensó tristemente. O
porque su mejor amigo ya no podía comer. Era lo único que Link extrañaba de ser cien por cien
Mortal.

Eso, y tomar siestas. O simplemente dormir.

—¿Francia? Eso fue hoy. Esto es esta noche. —Ridley trató de hacer que su lógica pareciera
razonable, pero Link no le estaba creyendo más que el resto de sus amigos.

Ethan negó con la cabeza.

—Supongo que no necesito recordarla cuántas veces Link y yo casi hemos terminado en
Exilio. Al estilo Caster.

Ridley se encogió de hombros.

—Dos Íncubos híbridos, una sirena y una natural. Usted el Cuidador Trampero estará a
salvo como bebés en bolsas para traseros.

Liv parecía molesta.

—Es “Guardián”.

—Y se llaman pañales. —Lena sacudió la cabeza.

—Como sea. —Ridley movió sus uñas rosas para restarle importancia.

—Yo iré —dijo Link como un suspiro—. Iré a cualquier parte con usted, Caramelo. Lo
sabe. Si fui a San Sin Camino hoy, iré a Sufrimiento esta noche. Al menos el nombre pone
mis expectativas en donde probablemente pertenecen.

—Au, gracias, Shrinky Dink. —Besó su mejilla y él la acercó, llevando su boca a la de ella.
Se besaron a través de la mesa de la cabina.

Ethan y Lena y Liv y John soltaron un gruñido colectivo, como siempre hacían. Pero
Ridley y Link los ignoraron, como siempre hacían. Solo se siguieron besando, como si
estuviera a cien grados de temperatura adentro y afuera.

Como si pudieran morir en cuanto se terminara el beso, y a ninguno le importara.

Como si fuera el fin de todo, y no hubiera nadie más en el mundo para mantenerlos
separados.

Quemaduras de Tercer Grado, pensó Link. Eso es lo que es. Finalmente.

Para cuando Link se separó en busca de aire, los brazos de Ridley estaban envueltos en su
cuello, y su brillante labial rosa estaba embarrado en su rostro.

—Eso fue, en serio, la muestra pública de amor más desagradable que alguien haya visto
en la historia del condado de Gatlin —dijo Ethan, alejando su hamburguesa.

—Posiblemente en toda la historia —agregó Liv.

—Sí. Asqueroso —dijo John—. ¿Me puedo quedar con esos aros de cebolla?

Lena mantuvo sus ojos en la mesa.

Pero Link los ignoró. Mantuvo su frente presionada contra la de Ridley, susurrando algo
en su rostro.

Un secreto. Algo privado.


Algo que debió decirle hace mucho tiempo.

—¿Usted qué? —Se alejó de él como si hubiera incendiado su cabello rosa.

Link se sintió como si ella le hubiera lanzado un cubo de agua al rostro.

—Le amo, Rid. Debe saberlo ahora.

—Aquí vamos —dijo Ethan, saliendo de la cabina.

—Nos vemos —dijo John, tomando los aros de cebolla. Liv y Lena lo siguieron hacia la
puerta. Sabían que era mejor no decir ni una palabra.

Los cuatro salieron corriendo.

Link bien pudo haberle pasado una granada a Ridley, en lugar de dos pequeñas palabras.
Él no sabía por qué tanto alboroto. Pero ella se quedó allí mirándolo fijamente como si se
hubiera quitado los pantalones en mitad del Dar-ee Keen.

Podría meter una camioneta monstruo en su boca, pensó Link. Así de amplia como la tiene abierta.

—No sea estúpido —dijo Ridley finalmente, sin mirarlo.

Link pasó una mano entre su cabello alborotado.

—Pues, sí. Eso no es lo que se supone que diría cuando un chico le dice que le ama. —Él se
quitó el labial rosa de su rostro.

Rid puso los ojos en blanco.

—¿Qué se supone que diga? ¿Le amo también? ¿Sabe lo ridículo que es eso?

—No. Pero siento que está a punto de deletreármelo. —Link se veía triste. A distancia,
Charlotte, la única camarera de tiempo completo en Dar-ee Keen, levantó un vaso para
rellenar su refresco. Él negó con la cabeza.

No ahora. No cuando el infierno está a punto de desatarse.

—¿Sabe cuántos chicos me han dicho esas palabras? ¿Y sabe cuántas veces las he dicho de
regreso? —Ridley comenzaba a perder la paciencia.

—Apostaré por “todos” y “cero”, basado en toda esta conversación —exhaló Link.
Manténgase tranquilo. Haga que se calme. Sabe cómo hacer esto, amigo.

—Ding, ding, ding. —Ella estaba furiosa, y el enojo sacaba a flote su peor lado.

—No tiene que ponerse mal. Lo entiendo.

—¿En serio?
—Sí. Lo entiendo. No soy tan estúpido como cree que soy. —Link movió una pieza de
hielo derretido al otro lado de la mesa.

—¿De verdad?

Él levantó la mirada.

—No me ama. No ama a nadie. Es una Sirena. Ya he escuchado todo eso antes.

—Entonces por qué…

—La cosa es, Rid, que no es así como se siente cuando está conmigo. —Tenía que ser
honesto. No tenía nada más que perder.

—Por favor —espetó ella.

Link prosiguió:

—Tengo que ser honesto con usted. Como que siento que usted…

—No lo diga. —Ella levantó un dedo. Una amenaza.

—Me ama. —Él sonrió porque sabía que era verdad, a pesar de que Rid lo admitiera o no
que se sentía de esa forma. Él no sabía por qué eso no parecía cortar a nadie.

—Dije que no lo dijera. —Ridley estaba saliendo de la cabina.

—No tiene que ser tan ruda todo el tiempo. No a mi alrededor, Rid. —Se levantó detrás de
ella.

Sus manos estaban contra la puerta de vidrio del restaurante.

—Soy ruda. Es todo lo demás lo que finjo.

—¿Lo ve? Es una mentirosa. Una enorme mentirosa. —Él se inclinó contra el muro a su
lado.

—No soy nada de eso. Ni enorme. Ni gorda. Ni una mentirosa. —Ella estaba como una
mofeta acorralada, y él nunca la había visto tan asustada.

—¿Sí? ¿Entonces qué hace? —Él levantó una ceja, esperando. Podía esperar toda la noche.

—Saliendo de aquí. Eso es lo que hago.

Apegada a su palabra, no estaba mintiendo. Antes de que Link pudiera decir algo, Ridley se había
ido.
Traducida por ElyGreen, Diamond-Countess, Maru Laperuta, Kathy-pad, Jeyd3, Nat.M y Eva Masen-
Pattinson

Corregido por Maniarbl, SOS Azhar23 y Elizzen

Había montones de formas de olvidar a un chico. Especialmente a un chico en su mayoría


mortal. Especialmente un tipo que era solo parte íncubo, y ni siquiera la buena parte.
Especialmente un chico tonto que seguía forzándole a ser alguien que no es. Algo con lo
que posiblemente no podría vivir…

Ridley trató de olvidar de todas las maneras que sabía cómo.

Se fue de camino a Europa, con el corazón roto, saltando país por país de la manera en que
algunos chicos iban de bar en bar.

Conoció a un guapo de futbolistas italianos en un tren a Otranto y se quedó en un castillo


durante dos semanas. La Florencia del Sur, había dicho Marco.

No más cenas con su madre, había dicho Ridley. Ni siquiera en un castillo.

Había ido en un crucero por la costa Dalmatian con Bela, un guapo marinero en un yate
incluso más guapo, desde Split a Brac a Hvar a la ciudad amurallada de Dubrovnik. Los
azulejos rojo naranja contra el azul cielo habían parecido románticos al principio. Luego
solo le hicieron recordar a Link con sus quemaduras solares en el Lago Moultrie.

En París, se había cansado de champán y ostras, y de Etienne, que había venido con ellos.

Había tantos banquetes que podría comer en la antigua mesa de Ernest Hemingway o en
la barra de la tarde de F. Scott Fitzgerald. Y el café Lex Deux Magots probablemente
significaba algo acerca de dos gusanos, ¿así que, qué era eso, de todas formas?

Berlín era pretencioso; Ridley no. A Moscú le gustaba lo salado; a Ridley le gustaba lo
dulce.

En el momento en que finalmente sintió que había dejado Gatlin atrás, no era solo Gatlin
lo que terminó.

El verano completo estaba tras ella.


***

Ridley no sabía por qué regresaría aquí —a Nueva York o a Suffer. El Club Caster Oscuro
no tenía suficiente alcohol o suficiente azúcar para alejar su mente de todas las cosas que
había estado tratando de olvidar todo el verano.

La única cosa —o la única persona.

Nada había sido útil. Ridley estaba comenzando a pensar que nada lo sería, lo cual la
asustaba más de que lo que era capaz de admitírselo a alguien, incluyéndose a sí misma.

La de los Rolling Stones “Simpathy of the Devil” —la personal banda sonora que Rid había
adoptado después del deliciosamente desastroso invierno formal en Jackson High—
explotó de su bolso.

¡Ah! Ella nunca se rinde.

Era su teléfono. Su perfecta medio clara, medio oscura prima, Lena, había pasado los
últimos dos meses intentando convencer a Ridley de que le pusiera un corcho a su botella
de champán y regresara a Gatlin.

Ridley estaba cansada de ser sermoneada.

—Le envié mensajes cientos de veces y le dije que no regresaré allí.

—Guau, yo estaba esperando “Hola Lena. Es bueno escuchar de usted” —dijo su prima—.
“Lamento que ignorara sus mensajes y nunca devolviera sus llamadas.”

—No tiene que ser tan dramática —dijo Ridley—. He estado ocupada. Y sé que él la puso
en esto. Pero no regresaré allí.

No puedo, pensó Rid.

—Link no me puso a hacer nada. Está en línea todo el tiempo buscando un apartamento
en Nueva York. Llamé porque es el final del verano. Ethan y yo nos vamos a la
universidad la próxima semana, y Liv y John se dirigen a Londres. Pensé que podría
querer vernos antes de que nos vayamos.

—¿A qué se refiere con que está buscando apartamento? —Ridley sabía lo que significaba.
Él se iba sin ella. Como si sobreviviera una semana aquí por sí mismo.

Lena suspiró.

—Déjelo en paz, Rid. Rompió el corazón de Link, y fue miserable todo el verano. Creo que
finalmente ha aceptado que las cosas nunca hubieran funcionado entre ustedes dos. Déjelo
ir.
Ridley sintió como si alguien la hubiera pateado en el estómago.

—¿Cómo sabe que lo ha aceptado? ¿Qué dijo?

—Rid, por favor.

—¿Qué dijo? —repitió Ridley, su voz elevándose.

—Solo que algunas cosas no están destinadas a ser.

Las palabras golpearon a Ridley más fuerte de lo que creyó posible.

—Me tengo que ir, Cuz.

—Rid.

Ridley colgó antes de que Lena tuviera oportunidad de decir algo más. No había forma de
que regresara a esa miserable ciudad. Había estado allí demasiado tiempo. Ése era el
problema.

Siempre había algo, John Breed largándose con su primo cuando todavía era uno de los
chicos malos. Ethan saltando de una torre de agua para salvar al mundo, siendo atrapado
en el Otro Mundo. Ridley viniendo a casa para encargarse de Abraham Ravenwood y
salvar a Ethan. Luego Lena le había suplicado quedarse para su graduación. “No será lo
mismo si no está allí” había dicho.

Lo que sea.

Ridley había pretendido que no quería ir, pero en secreto, había querido ver a su prima
graduarse. Al menos una de ellas lo había logrado en la soporífera experiencia de la mortal
secundaria sin ser quemada en la hoguera. Ridley siempre había sabido que sería Lena.
Rid no estaba excluida por toda esa inseguridad y angustia y toda esa mierda de BFF.
¿Mejores amigas por siempre? Tanto como estaba preocupada, era más como perras,
enemigas íntimas y monstruos.

Pero Lena no había sido la única razón por la cual se había quedado. Se había quedado por
Link, algo que no le admitiría a ningún alma.

Westley Lincoln.

Rid nunca lo llamó así en su cara, o enfrente de nadie más. Pero así era como pensaba en él
—con su sonrisa arrogante, sueños de rock and roll, y palillos de batería en su bolsillo
trasero. Usando una camiseta desteñida de Black Sabbath y conduciendo un pedazo de
chatarra, él era el chico que se había metido bajo su piel.

Al parecer, era el chico que la había dejado ir.

Algunas cosas no están predestinadas. Ridley se tensó al pensar en Link diciendo esas
palabras. Después de esta noche, no lo serán.

Ella lo planeó todo para asegurarse de que eso pasara.

El frente del Suffer se extendía alrededor de la cuadra. Era el Club de Casters Oscuros del
momento, Superando al Exile en términos musicales (bandas en vivo en vez de un viejo DJ
íncubo) en clientela (los necesitados poco atractivos no cuentan) y en problemas (cuanto
más, mejor). No es que a Ridley le importara, mientras no tuviera intenciones de estar
ahí… hasta que se dio cuenta de unos increíbles chicos esperando detrás de las cuerdas de
terciopelo. Una miradita antes de irse no le haría daño.

Ridley recorrió sus manos por su cabello rubio, con su distintivo mechón rosa, que le daba
una apariencia de “Podría haberme introducido en tu cama hace un rato”. Dirigió su
atención hacia un íncubo que se veía peligroso en la cabeza de la fila.

Rid chupó su piruleta de cereza una última vez y la lanzó al contenedor. No necesitaba su
poder de Persuasión de Sirena para llamar la atención. Esta noche, lo estaba haciendo a la
vieja escuela, tacones de plataforma, piernas largas, con un poco de brillo labial rosa y algo
que probar.

Vamos.

***

—Déjeme hacer eso por usted. —El íncubo prácticamente se esforzó mucho tratando de
desenganchar la cuerda de terciopelo para que ella pudiera deslizarse a su lado.

—¿No es dulce? ¿Qué le debo? — Ella puso una mano en su cadera y se inclinó hacia él
solo lo suficiente.

—Tendré que pensarlo —dijo él.

—Rubia con la falda de cuero —señaló el portero a Rid—. Está dentro.

Ridley sonrió y puso su cabello sobre su hombro. El íncubo empezó a seguirla, pero el
portero sacudió su cabeza.

—Solo la chica.

Ella dio un golpecito con su larga uña plateada en el pecho del íncubo.

—Lo siento, alto, oscuro, y peligroso. Quizá le vea dentro.

O no, pensó.

Se contoneó pasando al portero y paró en la pared de ladrillos en frente suyo.


—Buen truco —dijo Ridley, mirándolo de nuevo antes de caminar a través de ella. La
pared era una prueba. El portero era un ilusionista, y si no era lo suficientemente listo para
darse cuenta, no pertenecía al Suffer.

Dentro del club, los focos colgando del techo coloreaban todo de un tono rojo mortal. La
multitud llevaba el ritmo en la pista de baile y se sentía la vibración en el aire, tres pisos
sobre Ridley.

—¿Solo va a dejarme aquí? —se quejó una chica, a unos pies de distancia.

El chico, que era probablemente su novio, a juzgar por la expresión de culpa en su cara,
tomó su brazo mientras ella empezaba a darse la vuelta. Ridley sonrió. La chica
obviamente no era una sirena, como Ridley, pero por lo menos sabía hacer que su novio
hiciera lo que quisiera.

—Tengo que preparar el juego, Bebé —dijo el chico—. Es la última noche. El ganador
obtiene todo.

Ridley se movió más cerca del bar, y de la conversación de la pareja. Ahora las cosas se
ponían interesantes.

—¿Que le importa? —chasqueó la chica—. No es como si ellos le dejaran jugar. Le tratan


como si estuviera obligado a servirles.

El chico se tensó. Fue en ese momento cuando Ridley notó sus ojos. No eran los ojos
dorados de un Caster Oscuro o los ojos negros de un íncubo. Sus ojos eran azules —azul
mortal.

—No es de esa forma —dijo él—. Soy parte de la banda.

La chica se rió.

—Es su utilero. Ni siquiera puede meterse usted mismo en el juego.

—¡Nadie se puede meter en el juego! —chilló él.

De la misma manera en que Ridley estaba entretenida con la discusión, también estaba
intrigada por el misterioso juego. Sonaba exclusivo.

¿Por qué no había oído de eso?

Antes de que tuviera tiempo de averiguar más, la novia Caster del mortal se fue enojada.
Él se desplomó en la brillante barra de metal. El camarero se estiró sobre el hombro del
mortal, entregando los vasos largos del club con la bebida distintiva del club, O positivo.

El mortal debió haber estado diciendo la verdad acerca de ser parte de la banda, o esos
vasos no habrían sido llenados con su sangre. Los mortales no eran bienvenidos en el
Suffer a menos que fueran pagadas por una de las docenas de sustancias disponibles en la
clandestinidad, la parte más oscura del mundo Caster.

Ridley no podía parar de admirar sus ojos azules, perdidos en el mar negro y dorado. En
el mundo mortal, él habría tenido a las chicas esforzándose para captar su atención. Pero
en una habitación llena de sexys Casters Oscuros, ni siquiera aparecía en su radar.

La canción terminó, y la banda que abría el espectáculo dejó de tocar. Las luces principales
se movieron por la multitud hasta que enfocaron el escenario y al cantante principal.

—La estrella principal no necesita presentación. Reciban a ¡Devil’s Hangmen!

Ridley rodó sus ojos. ¿Los verdugos del diablo? Era original. Sonaba a nombre de banda
fracasada de heavy metal. Era casi tan malo como el nombre de la banda de Link:
Meatstick. Sintió una punzada de algo por el pensamiento de Link, pero sacó a Link de su
mente, una habilidad en la que destacaba.

La multitud estalló en un aplauso.

El mortal encargado del club, levantó la cabeza. Se apresuró a través de la pared de


cuerpos hacia el frente del club mientras el grupo corría desordenado hacia el escenario. El
cantante principal del tamaño de un defensa de fútbol americano, usando unos pantalones
de cuero deportivos y tantos tatuajes que podrían pasar por una camiseta; una bajista en
una camiseta desteñida de Pink Floyd, quien se tropezó con el cable del micrófono; un
lindo chico punk con una cresta azul y una guitarra a juego; y un íncubo que se sentó en
su batería usando tapones para oídos. Si estos eran los Verdugos del Demonio, el demonio
se estaba rascando la barriga.

Rid miró la puerta. Quizá era el momento de largarse.

El batería golpeó tres veces sus baquetas, y la banda cobró vida en un estruendoso
momento. Y si ignoraba al batería mediocre, eran realmente buenos, una mezcla de Pink
Floyd y Red Hot Chili Peppers, si le gustan ese tipo de cosas. A Ridley no, no le gustaba
ninguna banda. Nunca más. Había entrenado a sus oídos para desconectarse de toda la
música; había sido su forma de lidiar con el abuso que había sido Meatstick.

La música sonaba y ella daba vueltas tratando de tocar el techo, y bailó hasta que no pudo
pensar en nada, ni en nadie, excepto recuperar el aliento y tomar un trago con algo dulce
dentro.

Lanzó su cabello sobre su hombro y se volvió hacia la barra, un raro sentimiento se


apoderó de ella, eclipsando el ruido, el calor y la energía en el club.

Alguien la estaba mirando.

Ridley golpeó sus uñas brillantes en la barra. Si alguien quería un buen vistazo suyo, le
daría un minuto a esa persona antes de usar su poder de persuasión para convencerlo de
darle un puñetazo al portero mientras salían.

La venganza es una perra. No pudo evitar sonreír.

Se dio la vuelta lentamente, dejando que su blusa se deslizara lo suficiente para mostrar el
borde de su tatuaje de Caster Oscuro que rodeaba su ombligo. Inmediatamente sus ojos
dorados se concentraron en el borde del escenario.

El Caster Oscuro permaneció inmóvil junto al telón negro que cubría uno de los lados del
escenario. Miró de vuelta a Ridley como si fueran las únicas personas en el lugar. Era casi
tan alto como el gigante cantante principal, pero este chico no era defensa. Se veía más
como una escultura griega, esbelto y musculoso, con rasgos bien definidos y la piel
bronceada que resaltaba el dorado de sus ojos. Tenía su crespo cabello rubio oscuro
alrededor del cuello de su camisa gris metalizada debajo de un suéter negro ajustado que
parecía como si hubiera nacido usándolo.

Él dejó que sus ojos recorrieran a Ridley lentamente, absorbiéndola. Desde el mechón
rosado en su cabello, por el peligroso escote de su blusa, y hasta sus largas piernas,
disfrutando cada milímetro.

Repentinamente, el lugar se sintió más caliente y la música sonó más fuerte. En lugar de
disfrutar de la atención, Ridley quería volver hacia la multitud y desaparecer. Una
sensación que solo había experimentado en presencia de Sarafine, la Caster Oscura, madre
de Lena, y Abraham, el viejo íncubo que la había atrapado en una jaula para aves. Al que
Link y John Breed habían matado.

Había algo en este chico, había puesto a volar su instinto. Este Caster era poderoso, y él lo
sabía.

Ridley cerró sus manos en puños a sus costados, y lo miró fija y atentamente. No
permitiría que nadie la hiciera sentir impotente de nuevo. Este chico no era Abraham o
Sarafine. Los días de negociaciones habían terminado.

El grupo terminó, y la banda bajó del escenario.

Alguien tocó el hombro de Ridley, y ella prácticamente saltó fuera de su piel.

—¿Qué demonios? —Ella se dio la vuelta, sus ojos llameantes.

El encargado se paró frente a ella, tenía las manos en señal de rendición.

—Perdón, no quería asustarla.

—No me asustó —espetó Ridley mientras se acercaba a él, poniendo una larga y
escarchada uña en su pecho—. Es solo que no me gusta que los mortales me toquen. Es
cuestión de higiene.
Él se alejó, emparejando sus pies con los de ella.

—Sampson me mandó. El cantante de la banda. Supongo que para averiguar si quiere


pasar el rato después del espectáculo.

—Si por “pasar el rato” se refiere a dormir con él, paso.

El chico sacudió su cabeza.

—Estoy arruinando esto completamente. Se enfadará. La notó antes. Solo la está


invitando…

—¿Al gran juego?

El mortal abrió sus ojos azules.

—No. A tomar algo en privado. ¿Cómo sabe acerca del juego?

—Un pajarito me lo dijo, ojos azules. —Ridley desenvolvió una piruleta. Usar sus poderes
para sacarle un poco de información a un mortal definitivamente no era lo mismo que
usarlos para obtener lo que quería de los Caster Oscuros—. Ahora, ¿por qué no me habla
un poco sobre eso?

El Mortal se quedó paralizado, mirando los ojos dorados de Ridley.

—Están jugando el torneo del intercambio del mentiroso. El ganador lo toma todo.

El intercambio del mentiroso era la versión Caster tomada de los mortales conocido como
basura. Excepto que los Caster no jugaban por dinero.

—¿Qué están cambiando?

—TFPs.

—¿Está de broma? —Ridley debió haber oído mal.

—Talentos, favores y poderes, esa es la entrada —dijo.

Nadie más jugaba para los TFPs. Apostar sus facultades y talentos en un juego era una
locura, incluso si la mayoría de la gente sólo apostaba lo suficiente como para perder sus
poderes durante un par de semanas. Rid sabía lo que se sentía al perder sus poderes, y
nunca se arriesgaría a sentirse de esa manera otra vez.

Sin embargo, siempre había una vuelta a las reglas, especialmente si es una sirena.

Ridley chupó la piruleta durante un segundo, luego la sacó de su boca con un fuerte
chasquido.

—Métame en el juego.
Su expresión se ensombreció con la confusión, y negó con la cabeza.

—Es imposible.

Se acercó más, hasta que ella y el mortal quedaron cara a cara.

—Todo es posible, Ojos Azules, si su vida depende de ello.

Si las apuestas eran lo suficientemente altas, podría sacar de su mente la única cosa que no
podía dejar de pensar.

Y la facilidad con la que la había dejado ir.

***

Ridley nunca había visto tanta sangre. Refrigeradores comerciales se alineaban en las
paredes del cuarto de atrás del club. En el interior, bolsas de plástico para refrigerador,
llenas de sangre, estaban alineadas al lado de lo básicos de la barra, como botellas de zumo
de naranja y arándanos.

Rid miró desde las bolsas hasta el mortal.

—¿Está de acuerdo con esto, Ojos Azules? —La mayoría de los mortales eran aprensivos
cuando se trataba del lado oscuro del mundo de los Caster.

Se encogió de hombros y abrió una puerta en el suelo de la bodega.

—Es mejor que lo que me espera en casa. Ser mortal es más difícil de lo que piensa.

—No lo sabría —mintió Ridley. Recordaba cada segundo que había pasado con una vida
mortal a merced de las circunstancias que siempre estuvieron más allá de su control, y la
constante sensación de esperanza de que su vida podía ser diferente. Que podía ser
diferente. Sufrimiento podría haber sido un mejor nombre para su mundo. ¿Qué es un poco de
sangre en comparación?

—Ha jugado al intercambio del mentiroso, ¿verdad?

—Por supuesto —mintió nuevamente Ridley. Había visto gente jugando, que es casi lo
mismo, y no tenía intención de jugar, de todas maneras. Solo ganar. Ser una Sirena era la
única ventaja que Ridley necesitaba.

Siguió el camino por los escalones de piedras húmedas y a través del túnel en la parte
inferior. Los apliques de cristal ornamentado adornaban las paredes, arrojando una suave
luz al agua marrón rojiza salpicando a sus pies. Una rata corrió pasando por uno de los
tacones de plataformas de Ridley.
—Lugar elegante.

—Es la sala VIP de Íncubos —dijo.

Por un momento, Rid trató de imaginar a Link pasando el rato en el condenado túnel
decorado con lámparas de araña que parecía pertenecer al Señor de Ravenwood. Pero no
podía. A pesar de que ahora era un cuarto de Íncubo, no había nada oscuro en Link.

¡Qué dura!

Llegaron al final del túnel y pararon frente a las puertas de espejo de un ascensor.

—¿Está segura de que quiere hacer esto? —preguntó.

—No se preocupe por mí, Ojos Azules. Yo me encargo. —Las puertas del ascensor se
abrieron y Ridley entró.

Un Caster de ojos amarillos apagados manejaba el ascensor.

—¿Sube?

¿Dónde más podría estar yendo?

—¿Esto va al Subterráneo? —preguntó Ridley.

—No lo sé, he estado yendo al piso decimotercero y volviendo aquí durante mucho
tiempo. —Las puertas se cerraron y el Caster marcó uno de los dos botones del tablero: 13.

—Tal vez debería ampliar sus horizontes y descubrirlo. —Ridley levantó una ceja.
Desenvolvió un chicle, y luego enrolló el papel y lo metió en el bolsillo de la chaqueta del
encargado.

—No puedo —dijo el Caster—. Estoy pagando una deuda. —Sonaba patético y Ridley no
estaba de humor para su triste historia. Entonces lo ignoró hasta que el ascensor paró y las
puertas se abrieron. Ridley salió al pasillo. Miles de envoltorios de cigarrillos estaban
pegados a las paredes, como si alguien en confinamiento solitario sin nada más que un
suministro de cigarrillos de por vida se hubiera puesto creativo —o aburrido de su mente.

Rid podía entenderlo.

Mientras ella y el encargado doblaban la esquina, el papel de envoltura de cigarrillos


desapareció y fue reemplazado por un pasillo de hotel de Las Vegas de tiras negras
laqueadas, espejos dorados, y un mal mural del techo al estilo de Miguel Ángel. Excepto
que el hotel tenía una sola puerta en el pasillo.

Número 13.

La puerta se abrió antes de golpearla. El portero estaba al otro lado. Ridley podía decir que
era Vidente por la forma en que estudió su cara, como si leyera un libro. Era la misma
manera que la hermana mayor de Ridley, Reece, la miraba cada vez que se veían. Los
videntes podían leer su rostro y ver su pasado, su presente, y a veces incluso, partes del
futuro. También podían decir si mentía, el poder Caster que Ridley más odiaba.

—Ella está conmigo. —El mortal asintió hacia Ridley.

El Vidente no le quitaba los ojos de encima a Ridley. Mientras ella cruzaba el umbral,
cruzó su brazo delante de ella.

—Sus poderes se quedan afuera, Sirena.

—¿Perdón? —Ridley intentó empujar más allá de él, pero el Vidente no se movió.

—Ya me ha oído. Reglas Caster. Al estilo Mortal. —La miró a los ojos, leyendo su rostro—.
Eso significa ningún poder.

Ningún poder.

Ridley echó un vistazo al final del pasillo y tragó saliva. No podía ver los envoltorios de
cigarrillos empapelando las paredes, o el Caster marchitado manejando el ascensor. Pero
sabía que estaba ahí.

Por suerte, Rid sabía algo más, también. Algo que nadie en el club o en el edificio o en la
habitación número 13 podían saber —el tipo de cosa que sólo podría salvar su vida.

Estaba lista para ellos.

Antes de abandonar el Club, Ridley le sacó al encargado los detalles del juego. La
voluntad de un Mortal no era rival para el poder de persuasión de una Sirena,
especialmente si la Sirena era Ridley Duchannes. El encargado le había dicho todo lo que
sabía. La regla de los poderes, y el Vidente en la puerta para hacerla cumplir, resultaron
ser las únicas piezas valiosas de información. Pero fue toda la información que Ridley
necesitaba para encontrar una manera de eludir la ridícula regla.

Todo giraba en torno a un pequeño truco que había recogido de Abraham Ravenwood
mientras estaba atrapada en su jaula gigante. Ahora Ridley estaba a punto de averiguar si
recordaba el hechizo correctamente.

Miró al Vidente a los ojos y sonrió.

—No hay problema. Me desnudé en la planta baja.

Incluso mientras decía las palabras, Ridley se estremeció interiormente ante la idea. La
idea de que los Casters estuvieran dispuestos a realizar un hechizo para quitarse
temporalmente los poderes era una locura. No sólo la hacían vulnerable de la peor manera
posible, sino que ¿Y si sus poderes no volvían cuando actuara el contador de hechizos?
Después de vivir como una mortal cuando Sarafine la había despojado de sus poderes,
Ridley no podía pensar en nada peor.

Abraham Ravenwood, su mejor trabajo, un dolor muerto en el culo, pensó.

El Vidente estudió su rostro. En lugar de ver a una Sirena con el poder de la persuasión, la
vio en el túnel de camino aquí, susurrando el conjuro de que había dejado sus poderes
temporalmente.

Él asintió con la cabeza al Mortal.

—Llévela atrás.

Cuando Ridley pasó junto al Vidente, el le agarró del brazo.

—Esto no es un juego, Sirena. Espero que sepa lo que está haciendo.

Ridley se retorció un mechón de pelo de color rosa alrededor de su dedo.

—Siempre sé lo que estoy haciendo, cariño.

Ojalá fuera cierto.

***

Rid cruzó los dedos mientras se paraba en el baño de mujeres, recitando las líneas del
contra hechizo que restablecería sus poderes.

¡Vamos!

Mientras esperaba, cada segundo que pasó pareció una hora.

Entonces el zumbido familiar que comenzó en los dedos se extendió por su cuerpo como
una carga de electricidad.

Poder.

Hola, cariño. Bienvenido a casa.

Rid salió de la habitación de las chicas y entró en la suite, que olía a whisky, sudor y
tabaco rancio. Se veía como si Liberace la hubiera decorado. Ridley no había visto tanto
satén blanco en un lugar desde el invierno formal en Gatlin. La canción The Devil de
Hangmen sonaba en la habitación de al lado, y a juzgar por la nube de humo en la puerta,
era donde los mentirosos negociaban los TFP.

Ridley no esperó al encargado para liderar el camino. Las primeras impresiones eran todo
para poseerlas, y nadie sabía cómo manejarla mejor que Ridley Duchannes. Entró en la
habitación llena de humo, con las plataformas de evidente rojo que salpicaban por la
alfombra blanca como la sangre.

Había cinco mesas de fieltro negro para jugar al póker instaladas allí dentro, y todos los
ojos estaban puestos en un Caster de pie en el centro de la habitación. El cantante,
Sampson, se detuvo a mitad de la frase cuando vio a Ridley.

—¿Llego tarde? — Rid fingió estar en shock, como si le importase a qué hora comenzó el
juego. Suspiró y le dio al encargado una mirada de desaprobación—. Ojos azules, todo
aquí es demasiado lento.

Sampson miró al encargado, que estaba de pie junto a Ridley, con inquietud.

—No sabía que alguien más jugaría esta noche.

Pero seguro está feliz de que viniera, ¿no? Ridley lo miró a los ojos, transfiriéndole el
pensamiento a su mente.

Por un momento, él no respondió, y ella empezó a calcular en silencio la distancia a la


puerta.

Sampson sonrió.

—Pero me alegro de que lo haya hecho.

—Tenemos un asiento vacío por aquí. —La bajista de la banda le hizo una señal con la
cabeza al asiento vacío a su izquierda. Su camisa de Pink Floyd le recordó a Link, que hizo
que la chica le desagradara de inmediato. Pensándolo bien, Link era lo último que
necesitaba esta noche.

Ridley se acercó y se sentó en la silla vacía.

—Soy Floyd —dijo la chica.

Ridley echó un vistazo a su camisa.

—Que... inteligente. —Le dio a la chica una sonrisa dulce y pegajosa—. Ridley.

—Un nombre interesante.

—Soy una chica interesante.

El Caster de pie en el centro de la habitación llamó la atención a la mesa frente a él.

—Es hora de empezar, chicos y chicas. El juego del intercambio del mentiroso. Un mazo
por mesa, y estamos jugando al estilo Mortal. Está jugando a TFP, talentos, favores y
poderes. Todo el mundo hizo sus apuestas antes de venir. Una vez que se sienten en las
mesa, no hay cambios. Lo que sea que hayan apostado es lo que pierden.
Ridley no se había registrado en las apuesta. Ni siquiera había pensado en que ofrecer si
perdía. Con base al aspecto de esta multitud, la mayoría de estos chicos probablemente les
gustaría tenerla como su genio de la botella en persona durante todo el día.

Como si eso fuera a pasar.

El Caster seguía dirigiendo a los jugadores.

—Todo el mundo fue despojado de sus poderes antes de que llegara, así que esta noche el
juego es bolas a las paredes. El jugador de la mesa que logre deshacerse de todas sus cartas
es el ganador y pasa a la siguiente ronda. El último hombre en pie se lo lleva todo.

Ridley quería preguntar exactamente con qué se iba a ir al final de la noche, ya que no
había duda en su mente de que iba a ganar, pero el repartidor ya estaba lanzando las
cartas Caster alrededor de la mesa.

Bien. Hagámoslo.

Las únicas diferencias entre el juego del Mentiroso y el juego Mortal de cartas era que
estaban usando una baraja Caster y estaban apostando con TFPS en lugar de dinero. En un
juego así de grande, los jugadores registraban sus apuestas en la puerta. Por suerte, Ridley
había evadido ese tonto movimiento.

El juego era simple. Dos jugadores por mesa. El repartidor manejaba todas las cartas de la
baraja, luego sacaba un nombre. Sacó el nombre de Floyd, lo que significaba que la bajista
tenía que ir primero y desechar un as. El siguiente jugador tenía que desechar un dos o un
rey —la carta arriba o abajo del as— y cualquier carta que siguiera, si eran lo
suficientemente afortunados de tener algunas de ella en su mano. El objetivo del juego era
ser el primer jugador en deshacerse de todas sus cartas.

Pero había un truco. Las cartas eran desechadas hacia abajo, así que los jugadores podían
mentir y tirar cualquier carta que quisieran —al menos hasta que alguien los descubriera.

Rid ganó cómodamente su primer juego sin siquiera usar sus poderes. Deambuló hacia
Floyd para verla engañar a un Caster que usaba una cadena de perro alrededor del cuello.
El Chico de la Cadena de Bicicleta tiró una carta que afirmaba era un nueve.

Floyd tomó un sorbo de la cerveza frente a ella.

—Mentiroso.

Ahora el Chico de la Cadena de Bicicleta tenía que mostrar su carta. Si él hubiera


desechado un nueve, entonces Floyd tendría que quedarse con la pila entera. Pero si el
Chico de la Cadena de Bicicleta hubiera mentido y tirado una carta diferente, él tendría
que tomar la pila.

No necesitaba ser Vidente para leer la cara del Caster. Él se levantó y tomó la parte inferior
de su silla, girándola patas arriba.

—Cálmese. —Floyd se echó hacia atrás, claramente disfrutándolo—. Debe de


haber apostado una gran cantidad de TFP.

—Cierre la boca —respondió el Chico de la Cadena de Bicicleta—. Todos lo hicimos.

Excepto Ridley.

Ella después jugó con Floyd, quien era su única competencia real. Todos los demás
jugaban mal, incluso sin la influencia de Ridley. Rid esperó hasta que fuera el turno de
Floyd antes de hacer su movimiento.

Mientras Floyd estudiaba sus cartas, Ridley le dio un golpecito con sus poderes. Quiere
mentir en esta mano y dejar tantas cartas como pueda.

Floyd dudó un momento, luego bajó tres cartas hacia la pila.

—Jota. Reina. Rey.

Rid estiró sus brazos sobre su cabeza, como si justo se hubiera despertado de una larga
siesta. Luego le dio a Floyd una gran sonrisa.

—Mentirosa.

Floyd parecía aturdida, y parpadeó varias veces antes de responder.

—Maldición. Supongo que no me convertiré en Roger Waters de nuevo.

Floyd era obviamente una Ilusionista, como el hermano idiota de Ridley, Larkin. Su
hermano usaba sus poderes para cosas ridículas como conquistar chicas. El hecho de que
Floyd usara los suyos para hacerles creer a las personas que era el cantante principal de
Pink Floyd era incluso más patético. Ridley nunca había conocido a un Ilusionista que
realmente creara ilusiones que valieran la pena ser vistas —a menos que la madre de Lena,
Sarafine, les estuviera vigilando de cerca.

Después de otra ronda, a Ridley no le quedaba ninguna carta en la mano. Ridley vigilaba
cómo progresaban los juegos alrededor de la habitación. Se veía a hombres mayores
reducidos a bebés llorones ante su presencia mientras perdían todo, desde el uso temporal
de sus poderes hasta la pérdida permanente de sus talentos. Ella llevaba un registro
mental de cada pérdida: un Nigromante que estaría pasando mucho más tiempo con los
vivos; un Cambiador quien no sería capaz de cambiar agua a hielo durante al menos seis
meses; un poeta Caster quien necesitaría ayuda para encontrar una rima en un libro del
Dr. Seuss; y un puñado de perdedores enteramente olvidables.

Quedaban tres jugadores: Ridley, Sampson, y el asqueroso batería de la banda. Ella ni


siquiera se había molestado en aprenderse su nombre.
Mientras Ridley se acercaba a las mesas designadas para los juegos finales, Sampson sacó
la silla de Ridley. Él jugaría contra el ganador que surgiera del juego entre Ridley y el
batería, lo que significaba que perdería contra ella a continuación.

De cerca, Sampson era aún más alto de lo que pensaba, casi dos metros, si Rid tuviera que
suponer. Él tenía la postura física amenazadora de un Íncubo sin los ojos negros reflexivos,
una característica que todos los Íncubos compartían. Sus ojos tampoco eran verdes o
dorados como los Caster. Eran grises como el acero, delineados con un delineador negro
corrido que lo hacía verse incluso más peligroso, como si no hubiera dormido durante
varios días y no le importara. Obviamente, llevaba lentes de contacto de color, lo cual era
demasiado hipster para el gusto de Ridley.

Link se hubiera burlado de este tipo.

Él estiró una mano tatuada.

—Sampson.

Este tipo se parecía más a Goliat.

—Ridley.

Él sonrió.

—Eso escuché.

—¿Esta noche o previamente? —preguntó Ridley, solo bromeando a medias.

—Soy Ace. —El batería, y su oponente, la miraban fijamente desde el otro lado de la mesa
como un león viendo carne cruda. Iba a disfrutar pateándole el trasero.

—Por supuesto que lo es. —Ridley rodó los ojos.

—Ahora, si es que todos ya han decidido a quién se llevaran a casa esta noche, tenemos un
juego que jugar —dijo el repartidor, dividiendo las cartas.

Rid lo observó barajar, el rey de sangre y el as de fuego moviéndose por sus dedos. Floyd
y el chico lindo punk con el cabello mohicano en color azul estaban de pie detrás de Ace.

En las primeras dos rondas, nadie habló mientras los dos jugadores se evaluaban entre sí.
Ridley estaba esperando el momento propicio, esperando por el tiempo justo para hacer su
movimiento. También estaba probando las aguas, determinando exactamente cuan duro
tenía que empujar a Ace. Cuando él dudó demasiado tiempo, después de dejar caer dos
cartas en la pila, Ridley le dio un pequeño empujón. Usted puede ir con uno más. Siga delante
y tírelo. Arrojó la carta en cuestión de segundos.

Fue en su siguiente turno que él cometió un error fatal y le lanzó un beso.


—Siete. Ocho —dijo Ridley, dejando caer sus últimas dos cartas boca abajo en la pila de
descarte.

Ace le dio una de sus sonrisas perversas.

—¿No estará mintiendo ahora, verdad, bebé?

Los ojos de Ridley se estrecharon. Ella toleraba cuando Link la llamaba su bebé, porque
era Link y las cosas eran complicadas... entre ellos. Pero no había forma que este idiota se
saliera con la suya llamándola bebé.

—¿Me está llamando mentirosa o solo está preguntándome? Quiero decir, ya sea que
tenga las bolas o no.

El repartidor ahogó una risa.

—Alguien le debe enseñar cómo actuar como una dama —espetó Ace.

Ridley se inclinó, el borde de su sujetador rojo asomaba desde la parte superior, y miró al
batería justo a los ojos.

—Iré derecha a eso. Tan pronto como alguien le enseñe a actuar como un hombre.

Ace la miró como si quisiera prenderle fuego.

Ridley miró a los ojos dorados. Usted sabe que estoy mintiendo. Siga adelante. Llámeme
mentirosa.

Sólo tomó un segundo para que reaccionara.

—Mentirosa.

Se echó hacia atrás en su silla, saboreando el momento.

—Debe haber apostado algo importante para hacer todo el camino a la pequeña gran
mesa. ¿Qué va a perder si le doy la vuelta a esas cartas y tengo un siete y un ocho?

Floyd estaba de pie detrás de la silla de Ace.

—Mierda.

Sampson miró a su compañero de banda.

—¿Qué apostó?

El color desapareció del rostro de Ace, como si acabara de descubrir lo que Floyd parecía
sentir. Ridley no estaba mintiendo.

Floyd negó con la cabeza.


—Sus palos.

Ridley lo entendió inmediatamente. El batería de mierda había apostado su talento, por lo


menos, el poco que tenía. Si perdía, no sería capaz de tocar más. Lo que no sería una gran
pérdida, desde el punto de vista de Ridley.

Les dio la vuelta a las cartas a la vez.

Siete de estrellas y ocho de espadas.

Ace saltó de su silla, y Sampson le dio un tirón, antes de que el batería volcara la mesa.

—¡Perra!

El repartidor señaló a uno de los porteros que estaba al acecho a lo largo de los bordes de
la habitación.

—Sáquelo de aquí.

A pesar de que Sampson la había rescatado, se veía casi tan molesto como Floyd, que
estaba paseando y maldiciendo en voz baja. El chico punk con el mohicano azul le dirigió
una dura mirada y susurró algo a Sampson.

—Reúnanse, señoritas —gritó el repartidor a todo el mundo a la izquierda de la


habitación—. Tenemos una partida más que jugar.

Ridley intentó parecer nerviosa, pero el miedo no era una emoción que a menudo
experimentara. El esfuerzo era agotador, y se dejó caer en una silla en la mesa de fieltro
negro. Había una gran cantidad de dinero en juego, lo suficiente para visitar su lugar
favorito de cinco estrellas en Barbados durante semanas. Lo suficientemente cerca para
visitar unos parientes, y lo suficientemente lejos para conseguir servicio de habitación las
veinticuatro horas y causar serios problemas.

Estaba tratando de recordar el nombre del hotel, con las cabañas, los que venían con sus
propios chefs privados cuando el repartidor se sentó con una baraja nueva.

—Ya conocen las reglas. El ganador está mirando cincuenta mil dólares y reparte el botín.

Reparte los TFPs, quiso decir.

Sampson era todo negocio ahora.

—¿Está lista, Pink?

Ella le dio una mirada fría.

—Claro que sí, Goliat.

No dijeron nada más y las cartas se deslizaron sobre la mesa. Rid no había notado lo bien
que Sampson jugó hasta ahora. Fue sin duda un conteo de cartas, era una estrategia sólida
si no tiene el Poder de la Persuasión de una Sirena a su disposición.

Ridley engañó varias veces, poniendo a prueba sus poderes con Sampson de la misma
manera que lo hizo con el batería perdedor.

Sampson necesitaba un poco más de ánimo.

No quiere llamármelo en este descarte. Las apuestas son demasiado altas para meter la pata.

El gran Caster miró a su alrededor como si hubiera oído realmente su voz, luego hizo
exactamente lo que quería.

La primera oleada que se filtró con sus poderes se habían desvanecido, y Ridley se estaba
aburriendo. Es hora de terminar con esto, pensó.

Con un par de manos, tanto Ridley como Sampson se quedaron con una sola carta.
Sampson la observó con sus ojos grises como el acero, a la espera de tomar su turno.

—Resiste el juego —la llamó una profunda voz desde detrás suyo.

El repartidor puso la mano sobre el montón de descarte.

—Agarre sus cartas.

¿Qué demonios?

Cuando Ridley se dio la vuelta, el chico del Suffer —el hermoso desconocido que había
atrapado mirándola desde el borde del escenario— estaba en la puerta.

—Llega tarde —le dijo—. No creo que tengamos un registro de su marca.

Su marca.

Ridley ni siquiera había pensado en la apuesta, desde que ganó el juego, era una garantía.

—No lo sé. ¿Qué quiere?

El Caster se dirigió hacia ella. Cuando llegó a su asiento, se inclinó hasta que Ridley pudo
sentir su aliento en su cuello, y le susurró al oído.

―¿Qué?—Ella debió haberlo oído mal.

No puede hablar en serio.

Esta vez, su boca estaba tan cerca de su oído que sintió sus labios contra su piel. No había
error en lo que había dicho.

Ridley se estremeció, y le subieron escalofríos por los brazos.


―Como si fuera a estar de acuerdo con eso —espetó, tratando de mantener la calma.

―Como yo lo veo, realmente no tiene opción. ―Caminó hasta la pared en frente de ella y se
recostó―. Todo el mundo tiene que registrar su apuesta antes de jugar, o la casa decide. —
No quitó sus ojos de ella―. Reglas de la casa.

―Dígaselo, Lennox ―dijo Floyd.

Ridley sacudió su cabello con indiferencia.

—Bueno, no sabía nada de eso. Estoy segura de que puede hacer una excepción.

Lennox —fuera quien fuera— la miró fijamente.

—No puedo hacer eso. Creo que tendrá que jugar esta vez.

Había algo extraño en la manera que lo dijo, pero Ridley no podía ubicar que era.

―De acuerdo.

La situación no era nada buena. A pesar de que Ridley sabía que podía manipular el
resultado del juego, este chico, Lennox, la ponía nerviosa. No parecía ser el tipo de chico
que arriesgaría todo en un juego de cartas, especialmente en uno en el que sabía que no
ganaría.

Igual que yo, pensó. Así que creo que encontró a su igual.

―Volvamos al juego ―dijo el repartidor levantando sus manos de la pila de cartas


descartadas.

Rid esperó hasta que la atención de Sampson estuvo enfocada en ella antes de hacer su
movimiento. Tírese un farol. Ella nunca lo averiguará.

Dudó, de la misma manera que hizo la última vez que usó sus poderes en él. Luego soltó
su carta.

―Rey.

―Mentiroso. ―Ridley dejó salir la palabra lentamente.

Lennox se acercó a las mesas, cruzando sus brazos sobre su amplio pecho. Sampson se
mordió el labio.

Pobre bebé.

Ridley apenas notó cuando giró su carta, hasta que alguien jadeó. La carta Caster yacía
encima de la pila de cartas descartadas.

Rey del destino.


Ridley no podía ocultar su asombro.

—No. Eso no puede estar bien.

―¿Por qué? ¿Porque usó su canción de Sirena en él? —preguntó Lennox.

Se sintió como si el suelo se hubiera caído debajo de ella. ¿Cómo demonios lo sabía? Pero
lo más importante, ¿por qué demonios no funcionó?

―No se preocupe, Sirenita. No ha perdido su toque ―dijo Lennox como si pudiera leer su
mente.

―¿Cómo lo supo? —soltó las palabras, aún conmocionada.

―Lo he sabido toda la noche. ―No respondió a la pregunta.

Ridley miró a través de la mesa hacia Sampson.

—Él puso algún tipo de hechizo en usted, ¿cierto? Para que mis poderes no funcionaran
con usted.

―No necesitó hacerlo ―dijo Sampson. Sonrió, por primera vez en toda la noche―. Sus
poderes no funcionan en mí.

La cabeza de Ridley daba vueltas. Deseaba tener la hebilla de escorpión del cinturón de su
amigo John Breed para poder desmaterializarse y viajar como un Íncubo.

―¿Qué clase de Caster es usted?

Sampson la observó con esos ojos de color gris de acero.

—No soy un Caster.

No podía ser un Íncubo de pura sangre. No había forma de esconder los ojos negros de un
Íncubo detrás de un par de lentillas grises.

—Entonces, ¿qué es? ¿Algún tipo de Íncubo híbrido?

―No. ―La esquina de su boca se levantó en una sonrisa―. Soy otra cosa.

Lennox se paró detrás de Sampson.

—Es un Oscuro de nacimiento.

―¿Qué demonios es eso? —Ridley no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

―Cuando el Orden de las Cosas se rompió, cambió cosas ―dijo Lennox―. Debería prestarle
un poco más de atención al mundo a su alrededor.

―He estado ocupada ―dijo tranquilamente.


Pero por dentro estaba empezando a preocuparse.

Ridley se levantó, sus rodillas temblando y miró a Lennox.

—Hizo trampa, así que el juego no cuenta. Nos vemos por ahí. ―Comenzó a alejarse y los
porteros se movieron hacia ella.

Lennox caminó entre los gorilas y se paró frente a Ridley. Metió un mechón de cabello
rosado detrás de su oreja.

—No. Usted hizo trampa, Sirenita. Ahora va a pagar la deuda que tiene conmigo.

―Ni siquiera estaba jugando.

Lennox sonrió.

—Sampson estaba jugando por mí. Sus deudas son mías y también sus ganancias.

Ridley recordó lo que había susurrado en su oído —lo que quería de ella— y se sintió mal.
No podría hacerlo.

Nunca.

Él pasó sus dedos gentilmente de su mejilla a sus labios.

—La veré pronto.

Cuando llegó a la puerta, paró y se dio la vuelta para mirarla.

—Casi lo olvido. Voy a abrir un nuevo club en Nueva York, y estos chicos son mi grupo.
―Miró hacia los miembros de Los Verdugos del Demonio.

Ridley lo miró sin entender.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

―Me debe un batería. Y mejor que encuentre uno antes de la apertura de mi club ―dijo
Lennox—. En Liar’s Trade, el ganador cobra su apuesta cuando quiere. Estoy cobrando la
mía ahora. Debería estudiar las reglas antes de jugar en la mesa de chicas grandes.

Ridley trató de mantener su expresión ilegible.

Lennox guiñó un ojo.

—La próxima vez.

Desapareció por el vestíbulo, y Ridley lo miró fijamente.

Su apuesta.

Un batería.
Ciudad de Nueva York.

Frunció el ceño.

Incluso para ella, esto era frío.

Tranquilo.

Ridley enrolló un mechón de cabello rosado.

—Creo que conozco al chico ideal.


Traducido por Eli25
Corregido por Elizzen

Solo hay dos tipos de Mortales en la lejana cuidad de Gatlin, Carolina del Sur —los
estúpidos y los esnobs. De todas formas, eso es lo que ellos dicen.

Como si hubiera otro tipo de Mortales en alguna parte más.

Por favor.

Por otra parte, solo hay un tipo de Sirena, sin importar adónde vayas en el universo.

Snob, no. ¿Creída? Quizás.

¿Estúpida? Nunca.

¿Poderosa? ¿Incluso tiene que preguntarlo?

Sin mencionar lo poderosamente caliente. Quemaduras de Tercer Grado, si lo quiere en plan


técnico. Pregúntele a mi en-cierto-modo-ex-novio, Link. Ha sido quemado más que nadie.

Debería haberlo sabido. Normalmente soy la que sujeta la cerilla.

Todo es cuestión de perspectiva, y aquí está la mía: he sido llamada muchas cosas, pero no
importa cómo, soy una sobreviviente —y mientras haya más de un Sobrenatural estúpido,
hay cero estúpidos sobrevivientes.

Teniendo en cuenta mí registro. Sobreviví a alguno de los Casters más Oscuros y a


criaturas vivas. Resistí todos los meses de Escuela Secundaria de Stonewall Jackson. Más
allá de eso, sobreviví a mil terribles canciones de amor escritas por un chico Mortal que no
tenía ni idea, quien se convirtió en un cuarto Íncubo que igualmente no tenía ni idea —y,
por cierto, no era el músico más dotado.

Mientras tanto, sobreviví queriendo escribirle una canción de amor por mí misma.

Eso fue más difícil.

Esta cosa de Sirena significa estar en una calle de un sentido. Pregúntele a Odiseo y si
valieron la pena la muerte de los marineros en los dos mil años si no me cree.

Nosotros no elegimos ser de esa manera. Esa es la mano con la que estamos tratando, y no
me oirá lloriqueando por ello. No soy mi prima Lena.
Ella estaba predestinada para ser Luminosa. Mi destino era ser Oscura. Respetad a los
equipos, gente. Al menos aprendeos las reglas.

Vamos a dejar algo claro: se supone que soy la chica mala. Siempre le decepcionaré. Sus
padres me odiarán. No debería apoyarse en mí. No soy su modelo a seguir.

No sé por qué todos parecen olvidar eso. Yo nunca lo hago.

Mis propios padres me repudiaron después de que la Oscuridad me reclamara como


Sirena en mi Décima Sexta Luna. Desde entonces, nada me inquieta —nada ni nadie.
Siempre supe que mi encarcelación en el sanatorio que mi Tío Macon llamó Ravenwood
Manor era una parada temporal en el camino para ser más grande y mejor, mis dos
palabras favoritas. De hecho, eso es mentira.

Mis dos palabras favoritas son mi nombre, Ridley Duchannes.

¿Por qué no lo serían?

Seguro, Lena se lleva todos los créditos, siendo la Caster más poderosa de todos los
tiempos —alias Reina de Perfectalandia. Eso no me hace nada menos excelente. Ni su
novio demasiado-bueno-para-ser-real, Ethan “el Obstinado” Wate, a quien le gusta
derrotar a la Oscuridad en el nombre del verdadero amor cada día a la semana.

Es una bazofia.

Deberían tener su propio programa de entrevistas Caster. Podrían co-anfitrionar


intervenciones y volver los corazones Oscuros para el bien en lugar del mal, y serían tan
populares como Oprah.

Y esa broma festival es por lo que mi nombre es mis dos palabras favoritas en todas las
lenguas.

¿Y qué?

Nunca fui perfecta. Creo que eso ya debería estar claro.

Cristalino.

He hecho mi parte, jugado el juego, incluso lanzando mi mano cuando tuve que hacerlo.
He apostado lo que no tenía y engañado hasta que lo tuve. Link dijo una vez, Ridley
Duchannes siempre está jugando a un juego. Nunca se lo dije, pero tenía razón.

¿Qué hay de malo en eso? Siempre supe que preferiría jugar que observar desde los
laterales.

Excepto una vez.

Hubo un juego del que me arrepentí. Al menos, uno que me arrepentí perder. Y un Caster
Oscuro con el que me arrepentí perder.

Lennox Gates.

Dos baquetas3.

Eso es todo lo que le debía, y era suficiente para cambiarlo todo. Pero estaba yendo por
delante de mí misma.

Todo comenzó mucho antes de eso, con un par de cizallas de jardinería atascadas por la
mitad a través del pecho de un Íncubo. Había deudas de sangre que pagar —aunque esta
vez no dependía de un Caster o un Mortal para pagarlas.

¿Ethan y Lena? ¿Liv y John? ¿Macon y Marian? Lo que fuera. Esto ya no era sobre ellos.

Esto era sobre nosotros.

Debería haber sabido que no nos iríamos fácilmente. Ningún Caster cae sin una pelea,
incluso cuando cree que la pelea ha terminado. Ningún Caster le deja irse al anochecer en
algún tonto unicornio blanco o algo que pretende ser el destartalado coche de su novio.

¿Cuál es el final del cuento de hadas para un Caster?

No lo sé, porque los Casters no tienen cuentos de hadas —especialmente no los Casters
Oscuros. Olvide la puesta del sol. Le diré como todo el castillo se quemó hasta los
cimientos, llevándose al Príncipe Azul con él.

Le diré cómo convertir a ese príncipe en una rana y como hilar un poco de oro en paja —
justo en el momento que los Siete Enanitos vengan en plan ninjas y le pateen el culo fuera
del reino.

Así es un cuento de hadas de un Caster Oscuro.

¿Qué puedo decir? La venganza es una perra.

Pero ahí está la cosa:

Yo soy igual.

3
Palos para la batería.
Una nueva historia vuelve al mundo de
Beautiful Creatures. Algunos amores
están malditos... otro son peligrosos.

Ridley Duchanner será la primera en


decirle que es una chica mala. Es
Oscura. Es una Sirena. Nunca puede
confiar en ella, o incluso en usted mismo
cuando está alrededor.
Afortunadamente para ella, Wesley
“Link” Lincoln al parecer nunca puede
recordar eso; cuarto Íncubo o no, su
corazón es Mortal cuando llega a Ridley.
Cuando Link se dirige a la Ciudad de Nueva York para comenzar una carrera de músico,
Ridley llega para ser soportada —y tiene sus propias razones. Como si dejar la pequeña
ciudad de Gatlin por la gran ciudad, intentando formar una banda, y sobrevivir a la vida
con una Sirena parcialmente reformada no fuera lo bastante duro ya, Link pronto aprende
que tiene un precio en su cabeza que ningún Caster o Mortal puede pagar.
Kami García y Margaret Stohl elaboraron el
concepto de Beautiful Creatures, su novela debut, en
el almuerzo. Margaret siempre había estado
cautivada por la fantasía, mientras que Kami
adoraba las historias establecidas en el Sur. Sin nada
para escribir, garabatearon sus ideas para una historia que combinaba sus pasiones
compartidas en una servilleta de papel. En el momento que se fueron, Beautiful Creatures
había nacido. Kami y Margie viven con sus familias en Maryland y California,
respectivamente. Ahora escriben en ordenadores en lugar de servilletas. Margaret y Kami
recientemente están trabajando en sus series en solitario —Margaret Stohl en Icons y Kami
García en Unbreakable actualmente disponible.

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