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La determinación de sobrevivir…
Traicionada por todos los que ama, Valerie Dearborn hará cualquier cosa
para salir de Fey y evitar convertirse en la reina de Cerdwellyn. Incluso si eso
significa que tiene que confiar en Lucas, el monstruo que la traicionó.
Londres 1530
E
l aire apestaba. El olor de la carne sucia y de las velas encendidas.
El olor del perfume y la ropa usada. Marion amaba una buena
fiesta, pero usualmente solía venir por la comida. Pasó el dedo por
el brazo de la reina Fey y vio que la piel de gallina se levantaba en la carne de la
mujer.
Hermoso.
Marion amaba a las mujeres, pero, ¿había algo más delicioso que una
mujer vestida para una fiesta? Tal vez era el baile, que las hacía sonrojar y
empujaba toda la tibia sangre cerca de la superficie de su piel. Tal ver era el
sudor, el ligero brillo y el sabor de la sal, la forma en que sus labios se sentían
mientras se deslizaban sobre la húmeda carne de una noche de baile.
O tal vez simplemente era porque generalmente estaban tan felices que
eso las hacía hermosas para beber de ellas. Había humanos presentes cuando
consiguió abrir. Se humedeció los labios y vio a su amante seguir el
movimiento. El aliento de Annika se quedó atrapado, los pechos presionando
contra su vestido escotado. Marion estaba segura que podía ver el atisbo de un
pezón. La moda parecía que incluía mostrar una cantidad considerable del
pecho, pero la reina Fey era particularmente atrevida.
El cielo prohíba que deje algo a la imaginación. Tal vez porque era una
Diosa de la fertilidad de corazón. Sonrió. Podría ser francamente difícil
conseguir que esa mujer mantuviera la ropa puesta. Marion se sentía muy
afortunada de que su objetivo fuera recuperar el Sard, un objeto mítico del
poder Fey, permitiéndole mezclar el trabajo con el placer.
―Annika ―murmuró Marion y se acercó más, con ganas de tomar un
bocado de ella allí mismo. Estaba a punto de hacerlo, pero entonces lo vio.
Lucas. Sus árticos ojos azules fijos en ella. Sus brazos estaban cruzados, y
parecía irritado. Como siempre. Él la estaba mirando, esperando que Marion
hiciera lo que se suponía que tenía que hacer. Odio hacer lo que se supone que
tengo que hacer. Marión suspiró.
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―Negocios. Siempre negocios.
Annika parpadeó hacia ella, sus largas pestañas de color marrón claro
recordándole a Marion a una cierva.
―¿Conseguiste el libro? Espero sinceramente que la respuesta sea sí ―dijo
Marion.
Annika tragó nerviosamente, y Marion intentó fruncir el ceño. Maldita
mujer.
―No, Cerdewellyn me está observado. Tiene sospechas.
Esto no era una buena noticia.
―¿Qué le dijiste?
―Nada. Él no sabe nada ―dijo con sinceridad.
Lucas estaba apoyado contra la pared, los dedos de una mano
tamborileaban contra sus labios, un signo de su impaciencia. Ella odiaba el
tamborileo. El hombre necesitaba sexo o un Empático. Había estado seco
durante un tiempo. ¿Diez años? ¿Tal vez veinte? Eso lo hacía un desagradable
bastardo.
Annika le tocó el brazo, la mano un poco húmeda por los nervios. O el
miedo. Ambos eran excitantes.
―Necesitaría una promesa, Marion.
―Mi corazón ―dijo Marion, sabiendo que era la imagen del deseo y la
preocupación―. Te prometeré cualquier cosa en el mundo. Lo sabes.
Annika frunció el ceño.
―No, de Lucas. Necesito una promesa de él, que me dejará vivir, y que se
quedará contigo si le robo el libro a Cer.
Marion se encogió de hombros.
―Estás en un baile de vampiros, y estás a salvo. Y por supuesto que eso
durará todo el tiempo que estemos juntas. ―Los Fey eran tan obstinados
cuando se trataba de promesas.
―Cerdewellyn… sabe que los vampiros buscan el libro. Él no confía en mí
y yo… Oh, Marion. ―Tragó saliva, claramente superando la emoción. Estaba
lloriqueando.
Marion no pudo evitar poner mala cara. Se detuvo de gritar.
―El libro, mi corazón. Lucas no te salvará sin el libro. ―Su voz se estaba
elevando, y tomó una respiración para tranquilizarse, plantó una sonrisa en sus
estrechos labios―. ¿Qué tan difícil puede ser? El Libro de la Vida y la Muerte
debe estar cerca de él, ¿no? Lucas no es… ―Marion vaciló ante una descripción
adecuada de Lucas que no fuera una mentira, continuando finalmente―,
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totalmente irrazonable. Podemos viajar, ver el mundo. Estarás segura todo el
tiempo… Después de que consigas el libro.
Annika comenzó a sacudir la cabeza hacia adelante y hacia atrás, casi un
poco frenéticamente.
―¿Qué importa? ¡El Sard se ha ido! Ha estado desaparecido por siglos.
La mujer era una idiota. Por supuesto que el Sard no estaba perdido. ¿Por
qué querría el libro si eso le faltaba? Era un milagro que los Fey no fueran todos
unos imbéciles si ésta era la mujer de la que se reproducían. O de la que se
habían reproducido. Había pasado un tiempo desde que un Fey entró al
mundo. ¿O no? Marion se preguntó si debería interesarse en la vida de su
amante. A Annika podría gustarle eso. Marion prometió que la próxima vez
que viera a Annika, le preguntaría acerca de su día.
Puso su mano sobre la cintura de la reina.
―El libro puede hacer otras cosas. Hechizos y cosas… no es únicamente
por el Sard. ―Pero por supuesto Annika tenía razón. El Sard era una joya de
puro e inexplotado poder y sólo podía ser utilizado en combinación con el libro.
Marion tenía la joya, pero le había tomado siglos conseguir acercarse a Annika,
la única persona lo suficientemente cercana a Cerdewellyn para tener acceso al
libro que él mantenía tan bien escondido en la tierra de los Fey. Marion sabía
que una batalla se avecinaba. Los Fey eran débiles, casi extintos; su única
posibilidad de sobrevivir era encontrar el Sard y desatar su poder, restaurando
a Cerdewellyn a la grandeza.
Annika se rió con tristeza, su voz aguda. Lágrimas llenaban sus ojos.
―¡Hechizos! ¿Quieres el libro por los hechizos? ¿Cómo puedes realizar un
hechizo, si no puedes encontrar a una bruja? ¿Sabes cómo vivimos ahora? Lucas
no llegará a una tregua con Cer. ¡Él no se detendrá hasta que todos nosotros
estemos muertos! Cer quiere… ―Se detuvo.
Desde el otro lado de la sala Marion vio a Lucas inclinar la cabeza. ¿Él
estaba escuchando? ¿Era su audición tan buena? Deseaba que él se fuera. Si
Annika lo veía, se molestaría. Habría mucho menos sexo y mucho más llanto.
―¿Cer quiere hacer qué? ―preguntó Marion en voz baja.
Annika negó, con los labios cerrados.
Oh, por favor. Como si esta mujer pudiera guardar un secreto.
―Es demasiado tarde ahora, mi corazón. Cer es el muerto viviente.
Simplemente necesita acostarse ―murmuró Marion―. Tu lealtad debe de estar
conmigo si quieres sobrevivir. Obtén el libro y estarás protegida. Lucas lo
garantizará.
Annika dijo en voz baja:
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―Pero Lucas quiere matarnos a todos.
Marion estaba más allá de exasperada.
―¿Y? Quiero cachorros para el desayuno, ¡pero eso no quiere decir que
vaya a suceder! ¿Sabes lo difícil que es conseguir cachorros en invierno? De
todos modos, él te dejará en paz si haces tu parte. Vuelve con Cerdewellyn.
Reconcíliate con él. Usa esas dulces artimañas tuyas, y consigue que vuelva a
confiar en ti. Entonces obtén el libro y regresa a mí.
Después de un doloroso momento en el que Annika pareció pensar sobre
sus opciones, asintió.
Marion esperaba que esa noche fuera salvable. No se sentaría a escuchar a
la mujer quejarse de cómo todos los que conocía y que alguna vez había amado
estaban muertos. Si Annika no iba a actuar, entonces tenía que irse a casa y
empezar a trabajar en la búsqueda del libro. Ellos habían perdido a muchas
personas. Todos cambiarían su dolor si pudiera. Ellos no podían.
Pero yo lo haré. Si Marion podía conseguir el libro, sería capaz de ponerle
fin a su propio dolor. Tendría suficiente poder para recuperar lo que había
perdido…
Marion miró hacia Lucas, pero él no le estaba prestando ninguna atención.
Estaba de espalda, con las luces parpadeantes de las velas desvaneciéndose en
su chaqueta negra de seda. Sus manos estaban detrás de su espalda, y se veía
muy casual, si se ignoraba el hecho de que sus puños estaban apretados, y su
expresión estaba demasiado vacía. Como si estuviera trabajando muy duro para
no revelar nada. Se mantuvo en sus pies, como si quisiera darse la vuelta, pero
estuviera determinado a no hacerlo.
Ella sintió el cambio en el aire, como si estuviera cargado antes de una
tormenta, el poder Fey deslizándose a través de la habitación.
Cerdewellyn.
Marion sintió un tirón en su vestido, como una pequeña mano
agarrándola por la cintura. Su cuerpo se congeló. No mires hacia abajo. No lo
hagas. Otro suave tirón en su cintura… como su Margaret lo solía hacer. Con el
corazón acelerado, y la boca seca de repente, bajó la mirada, esperando ver a
Margaret una última vez. Era una ilusión; por su puesto sabía que se trataba de
una ilusión. Pero eso era lo que hacía al Fey tan poderoso. Conocía el corazón
más oscuro, los deseos más secretos, y a pesar de que no era real, uno
sacrificaría todo por la oportunidad de creerlo. Hacía a la mente una traidora,
un cómplice dispuesto a vivir una mentira y a acoger a la muerte.
Marion sabía que no había ningún niño a su lado, no la niña de los
hermosos y grandes ojos mirándola con admiración. Pero querido Dios, lo
quería.
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Entonces Marion escuchó una risita detrás de ella. Tan familiar,
devastadora y querida que gritó, su mano voló a su boca y se dio la vuelta,
buscando desesperadamente. No importaba si era real o era un truco, siempre y
cuando pudiera verla de nuevo.
¡Ahí! Marion se lanzó hacia adelante, siguiendo un pequeño destello rojo.
La pequeña Margaret en su vestido rojo. Las lágrimas llenaron sus ojos al
recordar ese día. El vestido rojo con el que Margaret había sido sepultada. Seda
costosa y un hermoso arco en la parte de atrás, pequeñas perlas colgando en los
extremos del arco.
―¡Margaret! ―gritó y no sabía qué camino tomar, cómo encontrar a la
única persona que siempre le había importado. Las parejas bailaban a su
alrededor, bloqueando su vista como una tormenta gigante jugando con un
pequeño barco. Margaret apareció repentinamente ante su vista de nuevo, más
allá de una morena con un vestido de color rosa. Margaret miró a Marion por
encima de su hombro y desapareció detrás de dos mujeres bebiendo
champagne.
Marion se tambaleó detrás de ella, olvidando todo y a todos a su alrededor
mientras perseguía a Margaret a través del gran salón de baile. Siempre estaba
un paso atrás, nunca podía acercarse lo suficiente para verla. Cerdewellyn
podía matarla en este momento, llegar a ella y cortarle la cabeza, y ni siquiera se
daría cuenta, tan consumida y obsesionada con su niña, perdida en el pasado y
en su propio dolor. El pasado la trajo de vuelta a la vida. Si tan sólo pudiera
sostenerla una vez más.
Annika tocó a Marion en la frente, y el encanto se disipó, un sueño
destrozado ante sus ojos.
―No es real, mi belleza. Nada de eso. Todo es Cerdewellyn. Vuelve a mí.
Presta atención, Marion.
Marion parpadeó hacia Annika, sintiéndose sola y confundida.
―Margaret ―dijo en un susurró, su garganta ardía como si hubiera
gritado durante horas.
―Sólo es un encanto. ―Sonrió dulcemente Annika, como si ella fuera la
madre y Marion un niño que había despertado de una pesadilla.
Su corazón aún latía con fuerza, y las lágrimas amenazaban.
―No. Esto es más. Tiene que serlo. La sentí… la escuché. Ella está aquí.
Ella… ―Las palabras se cortaron mientras miraba detrás de Annika y alrededor
de la sala. Todos los vampiros y humanos por igual estaban congelados e
inmóviles, con los ojos muy abiertos y la mirada perdida―. No ―susurró, el
miedo la asfixiaba―. ¿Todos ellos? Cerdewellyn no los podría haber capturado
a todos ellos.
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Era imposible. Controlar una sala de cientos de personas. Humanos y
otros seres por igual, dejándolos vulnerables a la destrucción.
―¿Cómo? Cerdewellyn nunca ha sido tan poderoso. ―Miró por encima
de las cabezas de las personas inmóviles y vio a Cerdewellyn, su forma alta y
oscura, y su cabello negro moviéndose a través de la multitud de estatuas. Tocó
a los vampiros mientras pasaba, y con ese toque, se pusieron pálidos, su piel
decolorándose a blanco tiza, manchas de ceniza apareciendo en su piel como si
no se hubieran alimentado en meses. Podía ver la vitalidad siendo chupada de
ellos. Como si con cada toque, él bebiera de su esencia, consumiendo sus
fuerzas.
Annika le sonrió condescendientemente a Marion.
―Todo ha venido de los Fey, Marion. Vampiros, brujas, lobos, incluso el
maldito Empático. Todos nacidos de la magia Fey. No tenemos opción ahora.
Esta es la última apuesta de los Fey. Cerdewellyn tomará su poder de nuevo, de
todos y cada uno, reabsorbiendo todo para llevarnos de vuelta a lo que éramos.
―No. ―No podía apartar los ojos de Cerdewellyn, lo vio moverse cerca y
más cerca de Lucas, que todavía estaba quieto, inmóvil y sin parpadear,
atrapado en la trampa de Cerdewellyn. Lucas parpadeó lentamente. Luego
sacudió la barbilla, como si no le gustara lo que veía.
Por el rabillo del ojo, vio una nube de ceniza gris mientras uno de los
vampiros se deshacía, toda la energía aspirada, hasta que fue destruido por
completo.
―Él nunca había tenido tanto poder ―dijo Marion. Se sintió estúpida,
clavada en el suelo por la confusión.
Annika la miró con tristeza.
―No, Marion. Él lo tenía. Simplemente ha pasado mucho tiempo, y viene
con un gran costo.
―¿Él cree que puede caminar hasta mi rey y matarlo con un toque? ―Dio
un paso hacia adelante, impulsada dentro de la acción con el fin de salvar a
Lucas, pero Annika la detuvo, los dedos hundiéndose profundamente. Por un
momento, se sorprendió. Annika era tan amable, se dejaba ser empujada
alrededor, tanto que Marion había olvidado que la mujer era fuerte, un feroz
Otro por derecho propio.
―Quédate a mi lado o no podré protegerte ―advirtió Annika.
―Tengo que…
Ella sacudió la cabeza con tristeza.
―Nuestra casa se ha ido, Marion. Él la destruyó, tiró de ella hasta las
raíces y las consumió por esto. Un intento de hacerse tan fuerte como alguna
vez lo fue.
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La amarga verdad se reveló de repente, y Marion quería sacar a arañazos
los ojos de Annika en retribución.
―¡Tú lo trajiste aquí! Me traicionaste. ¿Crees que él te traerá de vuelta?
Desleal. Desconsiderada. El mundo sabe que Cerdewellyn se libraría de ti si
pudiera.
Las pálidas mejillas de Annika se pusieron rojas de furia, sus labios se
aplastaron juntos, como si reprimiera las palabras.
―Simplemente siéntate. No ayudes a tu rey. Quédate fuera del camino, y
entonces estaremos juntas. Sí, me preocupo por mí misma. Pero también me
preocupo por ti. Primero soy una sobreviviente. Si quieres sobrevivir esta
noche, no ayudarás a tu rey.
La desleal criatura. Era una cobarde. Una traidora de todos y cada uno.
Marion no sabía qué hacer.
―Parece más probable que Lucas vaya a matar a Cerdewellyn. ―Annika
rodó los ojos―. Estos hombres. Deja que se maten entre sí.
Más vampiros se desintegraron, Cerdewellyn dejaba un rastro de cenizas
en su despertar, mientras cerraba la distancia entre él y Lucas. Cinco metros,
después tres y Lucas no hacía mucho más que encogerse de dolor y mucho
menos que defenderse. Cerdewellyn se detuvo delante de Lucas, extendiendo
lentamente una mano, poniéndola sobre su hombro. Humo se elevó encima de
él, volviendo su piel pálida, y de repente Lucas se tambaleó hacia atrás,
liberándose del agarre de Cer.
Hubo un destello plateado, el destello de un cuchillo, y un gruñido impío
de rabia mientras Lucas se lanzaba hacia adelante, atacando a Cerdewellyn de
una forma poco coordinada. Como si estuviera caminando a través de algo
pesado y pegajoso mientras trataba de llegar a Cer.
Cer se quedó fuera de su alcance, luciendo tranquilo y sereno, como si
Lucas en un ataque de rabia fuera nada por lo que preocuparse. Su tono era
suave, en contradicción a la tensión asesina entre ellos dos.
―Siempre me pregunté qué pesadilla te atraparía. Estoy sorprendido,
Lucas.
―¿Vamos a hablar ahora, Cerdewellyn? ¿No deseas que esta sea nuestra
lucha final? Has llegado hasta aquí, seguro que no te vas a ir ahora.
―He venido por Annika.
Lucas estaba respirando con fuerza, su cuerpo temblando como si
estuviera débil.
―Problemas de mujeres. Te entiendo. ¿Por qué no te quedas y
terminamos esto como caballeros? Vendrá un tiempo, Cerdewellyn, donde
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estarás de rodillas delante de mí, y todo lo que alguna vez fue tuyo será
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masacrado a tu alrededor. ―Le sonrió a Cerdewellyn, una sonrisa fría y sin
emociones.
Despiadada.
Lucas juntó las manos detrás de su espalda, inclinando la cabeza como si
se estuvieran dando un saludo amistoso entre sí, intercambiando bromas.
Sonrió mientras decía:
―Y recordarás este momento como tu más grande fracaso. No te
comprometes. No vas a arriesgar a tu gente. Estás tan ocupado tratando de
proteger lo que te queda, tratando de retirarte de mis avances y evitando que
todos a tu alrededor te ataquen.
―Buscas el fin del mundo, Lucaius.
Lucas se echó a reír.
―No, busco ganar. Estoy dispuesto a apostar todo para alcanzar mis
metas. Mi pueblo lo sabe y vive con temor de mí. Tu gente no te teme. Incluso
tu reina no tiene miedo de ti. No eres despiadado, Cerdewellyn y es por eso que
yo voy a ganar. Porque encontraré el momento, y lo tomaré, condenaré a los
inocentes a mi alrededor.
Marion se estremeció ante la promesa en sus palabras.
Cerdewellyn y Annika se desvanecieron, el caos estalló alrededor de ellos
mientras los humanos y los vampiros despertaban, volviendo en sí. Marion
tropezó a través de la multitud hacia Lucas, no prestando atención a la furia en
su mirada.
―Está hecho. Renuncia al libro, Marion. Quiero a Cerdewellyn muerto, y
ponerle fin a eso. No voy a esperar más.
El terror le atravesó el corazón con sus palabras, y ella agarró su mano,
desapareciendo con él, dejando el caos de la sala de baile detrás, y
reapareciendo en un cementerio inglés. Llevarlo con ella le había costado, y
estaba jadeando.
―¡La vi! Ella estaba allí, y era real, Lucas. ―Su voz se quebró―. ¡Me
prometiste que no matarías a Cer antes de que tuviera el libro! Lo juro sobre su
tumba, si rompes esta promesa, yo…
Lucas se echó a reír, pasándose la mano por su rubio y largo cabello.
―Me conoces mejor para creer una promesa mía. ―Miró alrededor de
ellos, pateando ausentemente una lápida cercana. La ira parecía haberlo
abandonado; con hombros relajados, tiró de las mangas de su camisa y se ajustó
la chaqueta. Ella podía verlo recomponerse, dejando que la ira se apartara,
reemplazándola por frío aburrimiento. En un suspiro, dijo―: Odio Inglaterra.
Nunca me pongas una mano encima de nuevo, Marion. Una niña muerta no
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alerie sabía que el agua la estaba consumiendo. Cerdewellyn la
había empujado desde el acantilado y, como había golpeado el
agua, cada hueso de su cuerpo se rompió. Cada músculo se
desgarró. Valerie había oído que las personas no se morían por las caídas.
Morían por el aterrizaje o incluso de cualquier rotura ósea. No, lo que los
mataba era el rebote. El pequeño rebote fuera de la tierra y de nuevo hacia abajo
que empujaba todos los fragmentos rotos del hueso fuera de lugar y
profundizando en uno de los órganos internos.
Qué manera tan mierda de morir.
El agua estaba fría y oscura; la aspiró y se hundió más profundo, el fondo
del mar levantándose para encontrarla. Esto es tu culpa, Valerie. Tú fuiste la que no
pudiste decirle que no a Lucas. ¿Él no le había dicho lo que era? Una y otra vez.
Una polilla a la llama, ella siempre había sabido que era la polilla y él era el
fuego que la consumiría.
Pero tal vez eso no era del todo cierto.
Tal vez esa era la fácil verdad a medias.
Lucas se había sentido atraído por ella también. Tal vez ella era la llama.
Él había avivado el fuego, pero ella era la única que ardía. Dejó que el fuego se
saliese de control.
Abrió la boca para gritar y el agua era espesa, mientras se derramaba en su
boca. Absorbida por sus poros. Si dejaba de luchar, todo esto desaparecería. No
más dolor, no más infelicidad.
No.
Oyó su voz. No la de Dios, quien nunca parecía hablar con ella, sino la de
Lucas.
Su amante.
Su traidor.
¿Era su voz profunda dentro de ella la que le estaba diciendo que peleara?
Ella le había dado su cuerpo, su corazón, su sangre. Y ¿que era más generoso
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que eso? No era como pedir prestado un coche o veinte, era sangre. ¡Necesitaba
eso! Y se lo había dado a él.
El agua estaba fría, y el dolor en su cuerpo era indescriptible. Ella era un
saco de carne, su cuerpo una pústula derramada y rota de carne. Esto estaba
fatal. Este pequeño momento en el tiempo antes de su muerte para siempre,
y todavía estaba pensando en ese imbécil.
Lucas.
Jódete. Él no se merecía sus pensamientos. No merecía ser la última cosa en
la que pensaba antes de morir. Sus pulmones ardían, su cuerpo estaba
destrozado y a pesar de que sabía que era una muerte segura, su boca se abrió,
desesperada por aire. El agua se vertió en el interior de su boca, pero no era sólo
agua. Se sentía como... magia. Esta era la magia de Fey moviéndose
sigilosamente dentro de ella y sustituyendo el aire en sus pulmones con su
poder. Lo tomaría como el oxígeno y se filtraría a través de ella, siendo llevado
a lo largo de su torrente sanguíneo hasta que ella fuera algo más. Cerdewellyn
le había dicho que la haría su reina de una forma u otra, pero podría respirar, y
sería fácil para ella poder decir que no, y sería doloroso. Esto era jodidamente
doloroso.
No te rindas.
Detrás de sus ojos, como un espejismo desvaneciéndose, pudo ver a Lucas.
Vio sus ojos abrirse de golpe dondequiera que estuviese. Pronunció su nombre
en un susurro, y exigió una vez más que no se rindiera. ¿Cómo luchaba contra
esto? Lucha a muerte, ahogamiento y ser tomada por la magia.
Valerie sintió que Lucas le daba su fuerza. Su propio poder cursando en
ella a través de la conexión que tenían. Su poder era oscuro, tenía un toque de
muerte, y si tuviera un color no hubiera sido negro, sino de color rojo. Un rojo
tan oscuro, que parecía un asesinato. Un color tan profundo, que se tragaba
todo a su alrededor. Y sin embargo, él estaba ofreciéndoselo a ella. Algo que
podría tomar para hacerla fuerte.
Pero no quería tomar nada de él. Como si Lucas estuviera allí con ella, lo
sintió detrás, cerca. Sus labios se apretaban contra los suyos en un eco fantasma
de la realidad. Ella quería su aliento en sus pulmones, sus manos sobre ella,
manteniéndola cerca y manteniendo a raya a la muerte. Valerie estaba
demasiado débil para luchar contra la magia de Cerdewellyn por su cuenta. Si
no tuviera la ayuda de Lucas, se habría dado por vencida. No podía luchar
contra todo. Luchar con Cer, luchar agonizante, luchar contra el dolor, luchar
para decir que no y luchar con Lucas también. Algo iba a fallar.
Tenía que decirle “sí” a algo... a alguien.
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Lo siento, oyó decir a Lucas en su mente, como si estuviera tratando de
convencerla de dejarlo que la ayudara. Sintió sus manos en su cara, sus palmas
grandes, su carne fresca mientras la acercaba más a sus suaves labios.
No.
Ninguna disculpa sería suficiente. El dolor la atravesó al pensar en Lucas.
Era a la vez físico y mental. Nunca podría perdonarlo. No quería verlo de
nuevo.
¿Es Cerdewellyn una mejor opción?
Valerie no sabía si ese era pensamiento suyo o de él. Estaba mareada, la
importancia de luchar y la razón para luchar se escapaba de ella. Luchar era
duro, odiar peor.
Por favor. No me dejes ser la causa de tu muerte.
Como si se tratara de un reto, o algo tenebroso, estuvo de acuerdo.
Tomando la decisión y actuando antes de que pudiera tener la oportunidad de
pensar en ello. Estiró la mano para alcanzar al espectro fantasmal de Lucas, lo
besó, se abrió paso dentro de él, tomándolo por sorpresa. Hubo un momento de
lucha en donde él no estaba besándola, no le estaba dando lo que ella necesitaba
para sobrevivir.
Ella cristalizó su intención, centró su voluntad. De repente, le dio paso,
dejándola sumergirse en él, beberlo y tomar su fuerza, saqueando su boca y su
cuerpo mientras se sacaba la oscuridad de él. Su energía y su alma, todo lo que
él podía darle, lo tomó.
Más.
Valerie sintió su poder surgir a través de sus venas y comenzar a
repararla. Sus huesos tejiéndose juntos de nuevo mientras iba a la deriva.
Flotando.
Esperando.
Resistiendo a la magia de Cerdewellyn. Estaría condenada si era su reina.
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Traducido por Helen1
Corregido por AmpaЯo
R
achel despertó con Cerdewellyn arrojándole la camisa en la cara.
Balbuceó y se sentó. Él se puso de pie frente a ella, las manos en las
caderas, con una expresión fría. Su cabello negro estaba
despeinado, con la ropa un desastre, la chaqueta negra rota en el bolsillo, el
pantalón cubierto de barro. Una raya de suciedad se encontraba en su mejilla, y
era tan inadecuado para su tensa y cargada perfección, que habría sido
divertido en otras circunstancias. No tenía ni idea de lo que estas circunstancias
podrían ser, pero teniendo en cuenta que él la había despertado después de una
noche de maratón de sexo, sangre y más sexo con Jack; esto no lo era.
―Vamos entonces ―dijo Cerdewellyn y salió de la habitación, el sonido
de sus zapatos resonando débilmente mientras caminaba sin ella. Esperando a
que Rachel lo siguiera―. Y date prisa.
―Mierda ―murmuró ella y se sacó la camiseta por encima de su cabeza.
Arrastró los vaqueros en ella y metió sus pies en sus zapatos tan rápido como
pudo―. Jack ―dijo, con los dientes apretados. Sin respuesta―. ¡Jack! Despierta,
¡maldito seas! ―Aún sin respuesta. ¿Por cuánto tiempo iba a estar fuera? Rachel
lo dejó allí y se tambaleó tras Cerdewellyn, tratando de conseguir poner sus
pensamientos en orden.
Él había esperado que lo siguiera, no estaba esperando a que ella se
presentara o ralentizara de alguna manera para que se acomodara.
La pura arrogancia de él no era tan sorprendente. Siempre había sido un
rey. Incluso si no tenía súbditos, aún esperaba que la gente mantuviera la línea
e hiciera su voluntad. Él empezó a hablar, ni siquiera volteando para hacer
contacto visual.
―Tengo a Lucas. Él se ha ido, ¿me entiendes? Mía. Y si sale a mi manera,
va a morir pronto. Si intentas rescatarlo, tu lobo muere. Eras la criatura de
Lucas. Ahora eres mía. No pondré tu vampirismo en tu contra. No en estos
tiempos desesperados.
―¿Quieres decir porque soy la única bruja alrededor? ―dijo, sarcasmo
goteando de su tono.
―De hecho ―dijo él con seriedad.
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Su criatura ¿eh?, Lucas no pensaría que Cerdewellyn estaba consiguiendo
una gran ganga. Ella había sido la peor criatura, la más traicionera que él tenía.
Una de las muchas cosas sobre las que ella no tenía tiempo para pensar.
―¿Está Lucas… herido?
―En realidad no. ―Suspiró él con exasperación―. La Empática lo
alimentó; él está inconsciente y encerrado con seguridad.
Rachel frunció el ceño.
―¿Cómo en una mazmorra? ―Lucas iba a estar jodidamente enojado.
―No te preocupes por él. Tu energía debe ser para complacerme.
Él entró en el comedor, y todas las antorchas llamearon a la vida, una
pizca de poder haciéndola temblar. Las llamas silbaban, iluminando cada tela
de araña, todo el polvo, así como los tapices en descomposición.
Y luego estaban los cuerpos sentados en la mesa del comedor. Disecados y
en silencio.
Sus cabellos desvanecidos y delgados. Era la clase de escena que Marion
podría encontrar divertida. Arrastrar un montón de cuerpos para una fiesta de
té. La atención de Rachel volvía a una mujer en particular. Su cabello era largo,
fibroso y blanco, manchado de telarañas, las cuencas de los ojos enormes, la piel
mal ajustada como una manzana podrida. Su mano estaba abierta, una copa a
no más de dos centímetros de distancia de su mano extendida. ¿Acababa de
tomar un sorbo o colocarla en la mesa? Estaba vestida de blanco como si
hubiera sido su día de boda.
La mierda de espeluznante.
Cerdewellyn hizo un gesto hacia ellos con la mano abierta.
―Estos eran mi pueblo. Me traicionaron, y este es el precio. Ellos no
podían sobrevivir sin mí. Yo soy el rey Fey. Toda la magia viene de mí. Las
brujas, los lobos, los vampiros, incluso los Empáticos. Todo eso vino de mí.
―Entonces, ¿por qué te traicionaron si te necesitaban? ―cuestionó
Rachel, preguntándose qué era lo que quería que hiciera y con la esperanza de
retrasarlo.
Cerdewellyn se detuvo cerca de una silla, con las manos apoyadas en el
respaldo, un contraste entre su sana piel olivácea con la momia que tenía
delante.
―Sospecho que no lo creyeron. La mayoría de ellos había oído hablar de
mi poder, pero nunca lo experimentaron. No cuando era aterrador. Pero no
importa por qué lo hicieron. Todos eran mis hijos. Yo culpo a Annika. Y me
culpo por haber estado ciego.
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Hizo un gesto hacia el centro de la mesa, donde un montón de trapos
mojados yacían ante ella. Rachel se acercó para ver qué diablos era. ¿Cortinas
pescadas del abismo? ¿Pensaba que sabía un buen hechizo de limpieza al seco?
Estaba cubierto de musgo, viscoso y oscuro. Oh mierda. Era un cuerpo, una
mujer, y claramente, había estado muerta por un largo tiempo.
―Eres una bruja. Debes poner su alma de regreso en su cuerpo.
―Ella está… muerta. ―Ahora que sabía lo que estaba viendo, era obvio
que lo que tenía delante era una mujer. Los trapos eran en realidad un vestido;
el musgo era realmente su cabello. Los bultos extraños eran los hombros y las
rodillas.
Cer ignoró su declaración de lo obvio.
―No puedo hacer nada con los restos como están. Su espíritu está aquí.
Ella es Fey. Vas a combinar tu poder con el mío y sacaremos su espíritu hacia
delante, por lo que puede volverse a anclar a su carne ―dijo.
¿Qué demonios?
―¿Por qué? Se ha ido. Incluso si el alma de esta chica estaba al acecho
alrededor, pegarla de nuevo en un cuerpo muerto es… mórbido. Tortuoso
incluso dependiendo de lo que crees. Pegar su alma de vuelta en su cuerpo no
va a traerla de vuelta a la vida.
Él levantó la vista del cuerpo poco a poco y la miró a los ojos por un
instante.
―Necesito que el espíritu de Virginia esté anclado a su propia carne. Ven
―ordenó y le tendió la mano, con la amplia palma hacia arriba. Ella no quería
que la tocara. Aunque Rachel nunca había conocido a un vidente en directo
antes de este viaje de mierda, había oído historias y era lo suficientemente
inteligente como para saber que tocar uno era probablemente una mala idea.
Sintiendo su vacilación, dijo―: Voy a tomar tu lobo, y lo haré mío si no lo
haces.
Por supuesto que lo haría.
―Sangre. No puedo hacer nada sin sangre ―dijo Rachel.
―Tengo eso también. ―Empujó la mesa con fuerza con una mano; la
mesa tan pesada que hubiera sido inamovible para un ser humano, sin
embargo, él la empujó con facilidad. Situado a los pies de una de las secas
mujeres Fey, estaba un hombre lobo. Sangrando, herido y a punto de morir, el
animal no hizo ademán de huir.
―Él regresa aquí. A su amor. Está herido y a punto de morir, y viene a
ella. Ese es el poder de la devoción y el amor ―dijo Cer, con voz hueca―.
Tendría que haber venido a mí. A su rey y creador.
18
Página
El Lobo la miraba con ojos humanos. Su hocico se encontraba recubierto
con sangre, la respiración dificultosa. A ciegas, ella extendió la mano y Cer la
estrechó.
―Voy a decirlo primero y tú lo repites. Aquí está la cuchilla. Acaba con él
cuando sea necesario. ―Él sostuvo un cuchillo hacia ella y ella lo tomó, la
empuñadura cálida de su mano―. Él no merece morir por tu suave toque.
El Lobo gimió, su descomunal cola batiendo en el suelo con ansiedad.
―No te salvaría, incluso si pudiera ―le dijo al Lobo.
Ahí estaba. Otra muerte por su magia. Si ella no lo hacía, él tomaría a Jack.
Él podría.
Era Cerdewellyn. Incluso disminuido, podría destrozar su vínculo con
Jack y hacerlo su mascota. ¿Qué otra opción había? Esto era lo que ocurría
cuando uno era vulnerable. Cuando alguien tenía una debilidad. Era explotada.
Lo sabía muy bien.
Cer comenzó a hablar. Ella respiró hondo y trató de centrarse. Trató de
seguir lo que estaba diciendo. Repitió las palabras, la voz más fuerte de lo que
esperaba. Sintió el poder construyéndose en su interior. Y entonces el poder de
Cerdewellyn la iluminó a lo largo de sus nervios, combinándose con los suyos.
Su poder era cálido; si tuviera una textura, habría sido como el musgo suave,
verde y relajante.
Sintió la oscuridad pegajosa, fría de su propia magia negra, la forma en
que se mezclaban, convirtiéndose en algo nuevo y más grande. Cer le soltó la
mano, pero su conexión se sostuvo. Arrimó los trapos y el cuerpo hacia el borde
de la mesa, y luego lo levantó y lo puso suavemente en el suelo. El Lobo los
observó, todavía jadeando, ocasionalmente gimoteando. Pero no trató de huir.
Pasó la hoja del cuchillo a través de su antebrazo. La sangre brotaba y
corría por sobre el envoltorio de huesos. Cer arrastró al lobo a sus pies por la
piel de su cuello. Poder se construía en su interior, cerca de la cresta, lista para
detonar.
La luz parpadeaba. Como si todo el oxígeno de la habitación se hubiera
consumido.
Tuvo el impulso extraño de pedir disculpas al Lobo, lo que era
perturbador y ridículo. ¿Por qué le iba a pedir disculpas? Nunca lo había hecho
antes. Todas las muertes. Todos los asesinatos. No había razón para empezar
ahora. Encerró la punzada de simpatía, sintió que sus labios se retraían en una
mueca y sin inmutarse, apuñaló hacia abajo. A través de la caja torácica y en el
corazón del animal de un solo golpe limpio. Sólo que no era sólo un animal,
sino una persona también.
Maldita sea.
19
Página
Cerdewellyn recogió el montón de trapos y huesos, llevándolo en sus
brazos fácilmente. Entonces los condujo fuera del castillo, Rachel arrastrándose
detrás de él. Supuso que la otra opción era dar media vuelta y huir, pero… no
era una opción real, ¿verdad? Si se volvía y corría, perdía a Jack. Sus pies
crujieron sobre la grava. Estaba finalmente aquí, en una encrucijada.
Metafóricamente, por supuesto. Se había quedado atorada con Marion durante
décadas, siguiendo adelante, sin causar muchos problemas. Y mira ahora.
Unida a Jack. Así que tenía una debilidad evidente. Una que la perseguiría
y haría vulnerable. Pero no podía dejarlo. Así que tenía que asumirlo. Jack era
su responsabilidad. Incluso cuando fuera esa época del mes, y él estuviera
aullándole a la luna, él todavía iba a ser su problema.
La sensación de vulnerabilidad era extraña e inquietante. Como si fuera a
estar bajo ataque en cualquier momento. Cerdewellyn los llevó a una playa
rocosa. Puso el paquete en el suelo y se metió en el agua. Olas rodearon sus
pies, tobillos y luego las rodillas y los muslos mientras caminaba en el agua.
Ella entrecerró los ojos, preguntándose qué estaba haciendo. Y entonces vio otro
cuerpo.
Valerie.
Muerta y flotando, boca abajo, con el cabello en abanico a su alrededor de
una manera bastante mórbida. Como Ofelia1, tal vez. Estaba vestida y pacífica;
incluso tenía sus zapatillas puestas. La escena era tan horrible y equivocada, tan
mal en un nivel fundamental que Rachel tuvo que armarse de valor para
quedarse quieta, no ir hacia delante y agarrarla, darle la vuelta y tratar de
salvarla, a pesar de que obviamente era demasiado tarde. Valerie estaba
muerta.
Jack estaría devastado.
Cer alcanzó el cuerpo de Valerie y la empujó lejos de él, de nuevo hacia las
olas y lejos de la orilla. Su cuerpo salió flotando desde las profundidades, nunca
hundiéndose bajo el agua, sino manteniéndose a flote. Como si la marea se
hubiera invertido e iba a llevarla hacia el mar en vez de arrojarla a tierra firme.
Cer volvió, sacudiéndose el agua de las manos y empujando su cabello
oscuro de su cara. Parecía sombrío y áspero, con el rostro pálido y triste a la luz
tenue. Desde varios metros de distancia se encontró con su mirada, y ella se
sintió mal del estómago.
―Ella se mantiene volviendo. Regresa a la orilla una y otra vez. Está
tratando de salvarse a sí misma.
1
Ofelia: prometida del atormentado príncipe Hamlet, se vuelve loca cuando éste, por
20
U
na eternidad más tarde, Valerie vio un rayo de luz aparecer por
encima de ella.
El tipo de luz que la gente ve en el último autobús saliendo de
Villavida.
Pataleó hacia esta, sus miembros descoordinados. Salió a la superficie con
un jadeo desesperado. Una ola la empujó, lanzándola hacia una repisa rocosa.
Extendió la mano y se agarró con fuerza, raspando sus piernas mientras se
empujaba fuera del agua, dejándose caer en la piedra dura.
No era tierra, era nada más que un afloramiento rocoso en el medio del
mar, pero tampoco había ninguna anguila monstruosa, así que podía respirar.
Era como el paraíso en comparación. Valerie tosió, sangre saliendo de su boca.
Su pecho saltó, los músculos convulsionando mientras trataba de respirar. Se
sentía como si alambres de metal estuvieran atravesando sus venas,
envolviéndose alrededor de sus costillas y retorciéndose apretados. Y entonces
el dolor comenzó a ceder. Lo suficiente para que los otros dolores se volvieran
reconocibles. Sus manos estaban ensangrentadas y en carne viva, sus brazos y
piernas cubiertos de moretones que apenas podía ver en la luz tenue.
Sus heridas se curaban mientras observaba, el dolor en su pecho
desapareció, y se preguntó cómo era posible estar sanando tan rápidamente.
¿Cerdewellyn le había hecho algo? Se había imaginado ver a Lucas,
abrazándola, tomando fuerza de él, pero eso no era real, ¿verdad? Esos solo
eran sus alucinaciones antes de que casi hubiera muerto.
Probablemente.
El océano era ruidoso, las olas rompiendo contra las rocas como si
estuvieran buscándola, deseando llevarla de vuelta hacia lo profundo y
mantenerla allí. A través del agua, podía ver el castillo de Cerdewellyn. Ambos,
el castillo y el acantilado donde Cerdewellyn la había arrojado parecían a
kilómetros de distancia.
Se preguntó qué era real. El acantilado era dolorosamente real. ¿No lo era?
¿Alguien realmente se lanzaba desde un acantilado y vivía? Y si eso no era real,
26
Página
¿dónde diablos estaba ella? Qué pasa con las grandes y negras criaturas de las
profundidades, y Lucas con su sangre y su simpatía. Eso parecía improbable.
―Bienvenida a la Tierra de Fey ―dijo una voz suave, y Val gritó,
poniéndose en pie y girando alrededor para ver quién estaba hablando con ella.
Una joven se sentaba en una roca al lado de ella, a unos metros de la cornisa y
las olas rompiendo. Le sonrió tímidamente a Valerie. Su cabello era rizado y
caía hasta su cintura. Llevaba un simple manto hecho de lino, y sus pies estaban
desnudos, los dedos de los pies golpeando ligeramente contra la roca sobre la
que estaba sentada.
Valerie volvió a toser, y la chica se bajó de la piedra, acercándose más. Una
copa apareció en la mano de la niña, y se la tendió a Valerie, su rostro una
imagen de preocupación. Valerie se inclinó para tomarla. Excepto que no podía.
¿Qué pasaba si esto era sólo otro truco? ¿Un espejismo que Cerdewellyn creó
con el fin de conseguir que acepte su magia al comer o beber algo? Val se aclaró
la garganta.
―Gracias. Pero no. ―Volvió a toser.
―Bienvenida a la Tierra de Fey ―dijo ella de nuevo. Como si estuviera
dándole a Valerie otra oportunidad de cumplir bien con las normas sociales.
Val logró una débil sonrisa mientras trataba de averiguar qué demonios
estaba pasando. En el medio del océano, casi muerta pero milagrosamente
curando, la chica espeluznante quien, sin duda, era del pasado mirándola como
si fuera una comida. Malas, malas noticias. Decidió que lo mejor por hacer era
evadirse.
―Gracias, pero… eh… no estoy segura de que haya sido una muy buena
acogida.
La cabeza de la niña se inclinó hacia un lado interrogante, y se veía
realmente molesta. ¿Qué, estaba en la oficina de turismo?
Val, siempre la víctima de la diarrea verbal, explicó:
―Entre la mala comida, la gente violenta, y gran cantidad de sangre que
se ha derramado, la mía, en particular, puedo decirte, que la Tierra de Fey ha
sido menos que amable.
La sonrisa de la chica se desvaneció, y estudió las piernas revestidas de
vaqueros de Valerie de una manera que hizo que Val se revisara para
asegurarse de que todavía estaba vestida.
―Por mucho que me encantaría sentarme y hablar de corsés contigo, no
puedo. Me tengo que ir. ¿Cómo regresamos a la orilla? ¿Tienes un barco o un
unicornio, incluso una alfombra mágica cerca?
La expresión de la joven se profundizó, al borde de un puchero.
27
A
lguien lo sacudió. Los ojos de Jack se abrieron de golpe, su
corazón palpitando de repente, mirando a Rachel, quien estaba de
pie junto a la cama mirándolo. Movió las piernas, y descubrió que
estaba desnudo. Los eventos de anoche eran demasiado borrosos: casi
muriendo, el dolor, y luego la voz de Val rogándole algo… ¿Qué había pasado?
Tenía la sospecha de que algo muy, muy malo había sucedido la noche anterior.
Debe haber una buena razón por la que estoy desnudo.
Rachel se agachó a su lado, empujando su sueño o sus recuerdos lejos,
reemplazándolos con ella, y sólo ella.
―¿Qué pasó? ―preguntó, su voz era casi un gruñido.
―Puedo decir con seguridad que ayer fue la noche más importante de tu
vida ―dijo rotundamente. Y no le sonrió, lo cual, por alguna razón, era
vagamente aterrador. Era sincera. Rachel no lo era.
―¿Cuál fue la noche más importante de mi vida? ¿Y por qué estoy
desnudo? ―preguntó, asomándose por debajo de la sábana sólo para
asegurarse. Rachel rodó los ojos y se alejó de él, haciendo un círculo en la
habitación como un animal en el zoológico; atrapado y enojado.
Jack se sentía diferente… de pies a cabeza. Y el olor. Era como si su nariz
estuviera extremadamente sensible. Casi dolía respirar, como si el aire estuviera
congelado. La habitación olía a piedra, a aire rancio y a sexo.
¿Habían ellos? No. Él no lo habría hecho. La mirada de Rachel se movió
sobre él y se sintió como un toque, como si hubiera un dedo de ella
deslizándose por su cuello y pecho donde la sábana estaba cubriendo la mitad
inferior de su cuerpo. Ella hizo un mohín cuando su mirada llegó a la sábana.
Él se fijó en su cabello oscuro revuelto, en sus labios sensuales y en su
asombrosa belleza. Su cuello estaba oscuro, magullado, como si un animal le
hubiera dado un chupetón.
¿Qué mierda pasó anoche?
32
Página
―Nosotros no… ―dijo, exigiendo una confirmación.
―Lo hicimos. De hecho, lo hice, más de una vez. ―Le lanzó una mirada
por encima de su hombro, y él trató de ignorar el efecto que eso tuvo en su
libido―. Tú también lo hiciste. Estoy impresionada. Lo que te faltaba de
delicadeza, lo compensaste con entusiasmo. ―Le sonrió, y con sus negativas se
acercó a él, rogando que hablara. Pero él simplemente no podría decirlas.
Estaba en el espeluznante castillo de Cerdewellyn, y él estaba metido en
una enorme cama con dosel, las sábanas estaban húmedas y arrugadas. Se frotó
la cara con las manos. Necesitaba afeitarse. Salir jodidamente de aquí.
―¿Por qué estamos aquí?
Rachel tronó sus nudillos, y él podía sentir lo agitada que estaba.
―Hmm. Está bien. Te daré una recapitulación, porque creo de lo contrario
estarás malhumorado. Irrumpimos en el castillo, fuiste golpeado por un
hombre lobo y casi mueres. Te salvé, de nada, y luego tuviste que ser atado a
alguien. Blah, blah, blah, y me elegiste. Después de eso, se volvió físico. Y ahora
es tiempo de irnos.
Partes de eso tenían sentido.
―Explícame más ―dijo él, y comenzó a buscar su ropa. Lanzó la sábana
hacia un lado y tomó su boxer, consciente de que Rachel lo estaba viendo
vestirse. Le frunció el ceño―. Puedes mirar hacia otro lado, sabes.
Ella levantó las manos en el aire con disgusto.
―Ahora me lo dices. Si vas a andar por ahí caminando desnudo, entonces
voy a mirar. Además lo vi anoche… lo vi, lo toqué, lo probé ―dijo, la voz
cambiando de sugerente a cachonda en seis pequeñas palabras.
Él se quedó inmóvil, con los jeans en la mano. Pensamientos y
sentimientos lo inundaron. Jack los empujó a un lado, se obligó a mantenerse en
movimiento. No iba a estar pensando con su pene.
―¿Quieres hablar de ello? ―dijo, burlándose de él.
Le lanzó una mirada malévola, esperando perturbarla tanto como ella
estaba tratando de desestabilizarlo. En realidad, no estaba tratando. Había
tenido éxito. Estaba malditamente inquieto.
―No lo recuerdo, así que ¿qué quieres que te diga? No parece algo de lo
que deberías de alardear, conseguir que alguien quien estaba “cercano a la
muerte” como dices, tenga sexo contigo. Felicidades. Buen trabajo. Estoy seguro
de que tuve un excelente momento. Ahora, ¿dónde demonios está Valerie?
Encontró su camisa y se la puso.
Ella frunció los labios.
33
Página
―¿Me ves de manera diferente? ¿Hueles las cosas un poco extraño? Tus
sentidos se han incrementado porque ahora eres un hombre lobo. También eres
más fuerte. Podrías arrancarle la cabeza a un humano sin sudar. Cuando la luna
llena llegue, y estés buscando trajes para coordinar con tu piel, podremos hablar
de la cosa de lobos. ―Se rió y sonaba amarga―. No hay prisa. Pero lo más
importante es que tenemos que irnos. Y ahora.
Jack se terminó de abrochar los zapatos. Tantas preguntas, tantas cosas
que ella le estaba diciendo, y sin embargo, no era del todo correcto.
―¿Dónde está Valerie?
―Hmm. Así que no vas a hacer esto fácil, ¿verdad? ―preguntó Rachel.
Cerró los ojos y tomó una profunda respiración―. Levántate. Sígueme. Es tiempo
de irnos ―dijo, su voz espesa con mando y poder.
Jack se puso de pie. ¿Qué mierda? De repente, estaban saliendo por la
puerta, y Jack no recordaba haber puesto un pie delante del otro. Intentó dejar
de caminar, pero no podía. Lo único que podía hacer era seguirla mientras ella
caminaba por el pasillo.
―¿Qué hiciste? ―gruñó, rabia inundándolo mientras la seguía por el
pasillo. No era un fuego lento, era una combustión instantánea. Lo asustó, lo
emocionó, y lo hizo mirar hacia la mujer frente a él y querer hacer algo terrible.
Y Rachel no le hizo caso. Poco impresionada con su furia. Lo condujo
hasta la escalera, y se detuvieron frente a una puerta. Un brillo iridiscente se
filtraba por debajo. Ella giró el picaporte y entró.
―Toma mi mano y sígueme ―dijo.
Pero era una orden. Algo que no podía evitar hacer. Al igual que quedarse
dormido contra su voluntad. Pensó en congelarse en su lugar, en protestar, y
aun así estaba caminando hacia adelante. Ella entró en la luz azul, y él también
lo hizo, y luego se había ido, y estaban de regreso en Roanoke Forest.
―Gracias a Dios ―dijo Rachel.
―No. Tú no… tú no nos sacaste de allí. ―Quería vomitar, quería matar a
alguien, simplemente no lo podía creer―. ¡Nosotros… tenemos que regresar!
¿Qué pasa con Valerie? Cristo, ¿qué pasa con Lucas? No puedes dejarlos allí. Te
mataré si no nos regresas allí ahora mismo, ¿entiendes?
Rachel se rió entre dientes y se acercó. Quería estrangularla. Algo dentro
de él se rompió, y se disparó hacia ella con un gruñido inhumano, la reacción
primitiva y… perfecta. La estrelló contra un árbol y tuvo la satisfacción de ver la
conmoción en su rostro mientras él se las arreglaba para moverse por su cuenta.
No siguiéndola más, y haciendo que ella pujara como un pequeño cachorro.
34
Página
―Está hecho. Fey se ha quedado muy atrás. Si quieres volver y ayudar a
Valerie, entonces vendrás conmigo y bajarás el tono de Alfa de mierda. ―Su
mirada se fijó en sus labios.
―¿Dónde está Valerie? ―exigió y la sacudió con fuerza.
Rachel se apartó de él.
―Eres un disco rayado, ¿lo sabías? Está atrapada con Cerdewellyn. Lucas
es su prisionero.
Con un gruñido, la llevó hasta el suelo, haciéndola rodar sobre su
estómago. Usó su peso, su fuerza, y una nueva reserva oculta de poder para
mantenerla allí. Podía olerla, olerse a sí mismo en ella, y eso hizo retroceder su
ira, haciendo que la lujuria tomara su lugar de modo que se sintió endurecerse
mientras descansaba encima de ella. Se movió, colocando su pene entre las
mejillas de su culo mientras se movía en ella.
Se quedó quieta y sus manos se movieron, sujetándole las muñecas por
encima de su cabeza, sus manos sobre las de ella, entrelazando sus dedos. Puso
sus labios junto a su oreja, tomó la carne en su boca y la mordió ligeramente.
Mierda, necesitaba decirle algo. Había cosas que tenía que saber, pero todas se
estaban desvaneciendo. Todo era poco importante y olvidable mientras yacía
debajo de él. Ella dijo su nombre, y eso hizo que su pene palpitara en su
pantalón.
―Quiero estar dentro de ti ―dijo, y su mano fue hacia su pretina, listo
para arrancarla.
―Piensa, Jack. Detenlo. Puedo ayudarte, pero tú también tienes que estar
a bordo. Valerie está atrapada en Fey. Soy Rachel… de alguna manera me
odias… y tan impresionante como la erección es, tenemos que irnos.
Sus palabras fueron una bofetada, y sintió que la paz provenía de ella,
viajando por una invisible conexión, como un cordón umbilical entre ellos.
Todo lo que él tenía que hacer era tomarla, aceptar lo que le estaba ofreciendo, y
sería capaz de pensar. Una parte de él cedió, se dio la vuelta y se quitó de
encima, de nuevo sobre el suelo mientras tomaba el aliento después de respirar.
Mierda, incluso su respiración era molesta, y no estaba seguro de que eso fuera
posible.
―¿Por qué estoy así?
Ella apretó los labios y puso las manos en sus caderas.
―¿Cuál es la última cosa que recuerdas?
Frunció el ceño, tratando de descifrarlo. Caminando por el sendero,
estando en la cabaña, la certeza de que Valerie estaba perdida para siempre,
decidiendo que mataría a Lucas. La lucha, viendo como Lucas estaba a punto
35
L
os grilletes de plata estaban apretados. No flojos. Lucas tiró con
todas sus fuerzas, pero no sentía la elasticidad dándose. Su pecho
estaba apretado en pánico. ¿Debía gritar? No grites tonto, eso sería
patético. Pero el impulso estaba allí, con más fuerza que las cadenas.
Estrangulándolo, cantándole que la muerte no era lo peor que le podía suceder.
Lucas había despertado en una mazmorra, encadenado a una pared. Solo.
Confiaba en que Valerie había escapado, dejándolo aquí y desaparecido de
nuevo a su vida mortal. Contra todas probabilidades y todas razones, deseó
eso.
Impotente. Se echó a reír y no podía detenerse. Había pasado mucho
tiempo desde que había estado a merced de otro. Tiró contra el metal y se odió
a sí mismo por hacerlo. Sabía que era inútil, así que, ¿por qué seguía luchando?
Porque eres débil. Exhaló temblorosamente, consciente de que estaba respirando
rápido, cerca de la hiperventilación.
Emoción. Lo mataría. No podía hacer esto. Lucas escuchó el sonido de los
pasos como si alguien bajara las escaleras hacia él. ¿Y quién se presentaría
pagándole una visita en esta ocasión?, se preguntó, y se obligó a respirar
uniformemente.
Lucas se enderezó, con la expresión de una máscara, ocultando el torrente
de emoción que ardía a través de él. Todavía fingiendo. El juego sigue
funcionando. Nada ha terminado todavía.
―Tu Empática es más fuerte de lo que parece ―dijo Cerdewellyn
mientras doblaba la esquina. Le arrojó esa chatarra de información a Lucas y
esperó a que mordiera.
No respondas.
Cer estaba viéndolo, deseando saber cuánto la sangre de Valerie lo había
alterado. Cuántas debilidades ahora estaban expuestas. Cer era alto, casi la
misma altura que Lucas, pero más delgado, tal vez más elegante. En casi todos
los aspectos, ellos eran opuestos. Lucas era luz, y Cerdewellyn era oscuro.
Cerdewellyn había sido real, nacido de la riqueza y el privilegio. Mientras que
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Página
Lucas había sido poco más que un campesino ignorante, graduado a un
advenedizo implacable que estaba dispuesto a matar para llegar a la cima.
Cer cruzó los brazos y se acercó un paso.
―No entendí cómo ella podía luchar tan duro. La había roto, lo vistes.
Cada hueso aplastado. Estaba casi muerta. Débil. Vulnerable. Pero ahora ya no
lo está. Es asombroso ―dijo. Pero estaba claro que no estaba sorprendido,
estaba furioso.
Lucas sintió que su corazón empezaba a latir con fuerza por lo que debía
ser terror. Quería lamer sus labios, apartar la mirada, hacer algo. En lugar de
eso miró más allá del hombro derecho de Cer, esperando que el pequeño gesto
no revelara nada.
―Ella está luchando aún. Podría seguir durante horas. Me siento un poco
ridículo que me haya tomado tanto tiempo averiguarlo. Bebiste de ella. Ella
bebió de ti. Le estás dando tu fuerza, por lo que no se rinde a mí.
Cer quería respuestas. Pero siempre era tan malo en conseguirlas. El
hombre solo no sabía cómo torturar. Eso le pareció divertido, no podía evitarlo
y río.
Cer sonrió burlonamente e hizo un ruido de chasquido.
―Conoces los peligros de alimentarlas. Y de alimentarte de ella. ¿Nada ha
cambiado en todos estos años, Lucas? ¿Todavía no te puedes resistir a una
Empática? ¿Qué tan importante es ella para ti ahora mismo? ¿Morirás para
protegerla? ―le preguntó en voz baja.
―¿Estás celoso? ―preguntó Lucas. Deja de provocar al captor. Apretó los
puños. Cer sonrió.
―A través de los siglos, hubo una constante. El Empático murió, y tú
sobreviviste. Pero, esta vez será diferente, ¿sabes por qué?
―Supongo que me vas a contar, y la pregunta es retórica ―dijo Lucas con
voz ronca. Eso lo avergonzó.
Cer suspiró.
―Esa bravuconería, Lucaius ―dijo, como un padre decepcionado a su
hijo―. Esta vez será diferente porque estás en mi tierra, a mi merced, y
despojado de todas las defensas.
―Harás que me sonroje.
Cerdewellyn retrocedió unos pasos. Mágicamente una silla apareció y
Cerdewellyn se sentó, estirando las piernas, cruzándolas por los tobillos, como
si fueran amigos en una sala de dibujo tendidos junto al fuego al final de una
larga noche de putas y juegos.
41
Página
―No. Te haré sangrar. Desgarraré cada miembro de tu cuerpo. No es nada
menos de lo que mereces. ―La muerte y la promesa en cada palabra. Lucas se
preguntó por qué Cerdewellyn esperó. ¿Por qué no lo torturó o mató?―. 1540
fue un año muy malo ―dijo Cer en un tono aburrido.
Lucas levantó la cabeza, miró por debajo de un halo de cabello rubio
oscuro.
―Créeme cuando digo que 1540 fue hace mucho tiempo. Tiempo que has
dejado atrás, viejo.
Cer asintió lentamente, tomándose el comentario por su valor nominal e
ignorando el sarcasmo.
―Fue, ¿no es así? ―Él negó lentamente, su mirada distante como si
estuviera evocando una pesadilla―. Tenía un sentido del paso del tiempo
mientras estábamos aquí… el conocimiento de que las cosas estaban cambiando
y que estábamos creciendo cada vez más débiles… ―Docenas de latidos
pasaron, y luego se inclinó hacia delante y dijo―: 1540 fue hace mucho tiempo,
pero para mí, es como si fuera ayer. ―Eso fue como si le estuviera confesando
un secreto sucio.
―Necesitas dejar ir a Valerie. Yo la respaldé, Cerdewellyn. Un
representante de mi especie a la tuya.
Los ojos negros de Cer brillaban a la luz gutural.
―No hay representantes cuando no hay nadie a quién representar. No
hay más reglas, Lucas. Y a través de los años, he aprendido una lección al fin, el
honor me ha costado todo. Mi pueblo, mi tierra, mi reina. Tu Empática hizo un
trato por ti. ―Su expresión transmitió cuán estúpida pensaba que Valerie había
sido―. No pienso que ella haría la misma oferta de nuevo. ¿Quieres saber lo
que es?
―Ella no puede negociar por mí. Es mortal, tonta e intrascendente ―dijo
Lucas, su tono transmitiendo lo poco importante que Valerie era para él.
Su sonrisa era pícara.
―Bebiste de ella. Puedo verlo, Lucaius. Eso es muy duro para ti,
mantenerse tranquilo y no enloquecer. Pienso que sientes algo por la chica.
Espero que sí.
Lucas negó sin decir nada.
―Debes estar feliz de que la haré mía. Sé feliz, porque aún voy a tratarla
mejor de lo que alguna vez tu podrías. Y lo llegaras a ver. Ese fue su precio. No
te mataré por un período de tiempo. Y no escucharé ninguna oferta que tengas
―dijo sarcásticamente―. Le prometí que no te mataría. Pero eso no significa
que alguien no pueda. ―Caminó hacia Lucas e inspeccionó los grilletes
42
L
a almohada de Valerie estaba llena de bultos. Y picaba en su mejilla
un poco. Abrió los ojos, levantó la cabeza y miró alrededor. El
castillo de Cerdewellyn. Lo supo debido al polvo, las cortinas de la
cama que colgaban en tiras, y el hombre sentado en la esquina de la habitación,
una pierna cruzada encima de la otra, mirándola fijamente con sus ojos oscuros.
―Cerdewellyn ―dijo, y realmente deseó tener un poco de agua.
―Me alegra que estés despierta. Estaba preocupado por dejarte sola,
aunque el tiempo está marchando hacia adelante ahora. ¿Cómo te sientes?
―preguntó.
―Como la mierda. Gracias por preguntar. Como si algún psicópata me
empujara por un acantilado, y tuviera suerte de estar con vida.
Suspiró como aburrido.
―Estás bien. Mejor que bien. Ahora eres una Empática completa.
―¿Voilá? ¿Eso es todo? ¿Así de simple? ―Su brazo ardía, y se lo frotó,
intentando aliviar el dolor. De todos los lugares de su cuerpo que estaban
doliendo, el brazo de alguna manera era el peor. Bajó la mirada para verlo, sin
ver nada más que un rasguño leve. La señal de una verdadera cobarde.
―No. No es fácil volverte una Empática. Todo lo que te he dado ha tenido
un costo. Y ese es el problema. Puedo sentir un cambio en el reino. Debo ver lo
que es. ―Se puso de pie, caminó hacia ella, los labios presionados juntos―.
Quédate aquí y mejora. Cuando regrese hablaremos sobre el futuro.
―Espera. ¿Qué… pasó? No soy Fey, ¿cierto? ¿Y dónde están los demás?
―¿Llegué a una isla? ¿Cómo no fui arrastrada hasta la costa?
Él sacudió la cabeza.
―No eres Fey. Todavía no. En cuanto a tus compañeros… ―Se sentó en el
borde de la cama de ella, y ella quiso patearlo fuera―. No te preocupes por
ellos. Lucas está vivo como te prometí, y no te hará más daño. Descansa. Y
luego hablaremos. ―Se puso de pie y tiró de los puños de su camisa marfil.
―¿Quién es Virginia?
44
V
al bajó las escaleras, y lo único en lo que podía pensar era en lo
nerviosa que estaba. Sus piernas estaban temblorosas, y se aferró a
la pared, en caso de que cayera por las escaleras. Lucas estaba
aquí. Lo sabía. Podía sentirlo como si hubiera una cuerda invisible llevándola
hacia él. Todo lo que tenía que hacer era seguirla. ¿No es esa la premisa de Hansel
y Gretel? ¿Justo antes de que se los comieran?
Se detuvo a unos pasos de la parte inferior. Una vez que diera vuelta a esa
esquina, vería a Lucas de nuevo, y necesitaba un plan de juego. Lo había
traicionado. Y Lucas no era la clase de persona que uno podría traicionar, y
dejaría el pasado atrás.
Val pensó en por qué él la había deseado. Como siempre lo hacía. Pensó
en lo que había tomado de ella, su voluntad y sus recuerdos, y sintió furia. La
cuidó, la mantuvo cerca, y oró para que cuando lo viera, el fuego aún ardiera.
Había varias maneras en que verlo de nuevo podría salir mal. Una, que pudiera
ponerse muy enojada y gritarle. Dos, podría llorar. Tres, quizás él estaría
enojado, o ahora que estaba emocional, lloraría… No.
Además, lo deseaba. ¡Todavía! Incluso después de todo lo que le había
hecho, había una parte estúpida suya que pensaba que él valía el riesgo.
¿No es sólo porque él es precioso y el sexo es una locura? Tomó una respiración
profunda, imaginando el destello de hambre en sus ojos mientras caía de
rodillas ante ella en el pasillo. Había cedido, bajado sus defensas, y ni siquiera
quería pensar en lo bien que se había sentido estar dentro de su cabeza. Entonces
no lo hagas. Solo termina de una vez.
Sus últimos momentos juntos habían sido tan personales e íntimos… y, sin
embargo, habían terminado en traición. Él la había traicionado, y ella lo había
dejado allí como un regalo para Cerdewellyn. No era material del que Disney
hacia películas. Demasiada sangre y violencia para Cenicienta.
Y había visto sus secretos. Esos no eran ni siquiera sus malos secretos.
Nadie fue asesinado o incluso torturado. Lo que los había hecho horribles, era
que eran sus secretos sobre ella.
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Val bajó los escalones finales en silencio. ¿Por qué? No es que pueda tomarlo
por sorpresa. Se obligó a ponerse de pie derecha, como hacia la gente antes de ir
a la guillotina. La habitación parecía un calabozo. No, era una mazmorra, se
corrigió. Estaba en un auténtico castillo, así que esto era una mazmorra real. Y
se sentía como una también. Oscura, fría, un olor extraño, y la sensación de que
esta sala había visto cosas verdaderamente malas.
Había unas cuantas antorchas encendidas y Val alcanzó una, bajándola de
la pared, por lo que podía ver en la oscuridad. El fuego era tan brillante que
hacía a todo a más de un par de metros de distancia imposible de ver.
Cuando él entró en su campo de visión, lo primero que pudo ver fue su
pecho desnudo. Siempre una buena vista, era verdad.
Pero no de esta manera.
Su piel estaba manchada de negro. El hollín y la suciedad eran las buenas
opciones; la sangre la mala. Su cabello estaba lacio y enmarañado con sangre
seca. Lucas estaba encadenado a la pared, sus muñecas y tobillos con grilletes,
para que no pudiera moverse, escapar solo. Cer no quería correr riesgos parecía.
―Vaya. Mírate, luciendo la apariencia encadenada ―le dijo, la voz no tan
segura como quería.
Su mirada se posó en la suya, y sintió el peso de ésta. Calor, ira y pasión.
Podría estar todo en mi cabeza. Él miró hacia otro lado, y ella se dejó caer
mentalmente con alivio. De alguna manera, era un alivio no ver su rostro.
―Es mi actitud confiada ―dijo él, en ese tono carente de emoción que
tenía. Se preguntó si se trataba de una afectación, ya que no siempre estaba
ahí―. No importa el papel o la vestimenta que se nos da, debemos acogerla con
confianza.
Ella asintió. Una broma. Estaba bromeando con ella. Quería pegarle.
―No pretendas que somos amigos, o que podemos tener una
conversación civilizada. No después de lo que me hiciste.
Él levantó una ceja, y la fuerza de su mirada volvió a ella.
―¿Qué pasa con los amantes?
Se sintió como un golpe. Te dejé entrar en mi cuerpo; me preocupé por ti, y tú
me hiciste esto. Tomó todo lo que tenía ignorarlo y no comenzar a gritar acerca
de lo imbécil que era.
―Tengo que salir de aquí ―dijo ella.
Él hizo un leve asentimiento, y miró alrededor de la mazmorra, como si
fuera una habitación de hotel no del todo apta para habitar.
―Sí. Hazlo. ―Miró detrás de ella―. ¿Dónde está tu lobo mascota?
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son sus planes para ti? ―preguntó Lucas, inclinando la cabeza hacia ella.
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Ella levantó la antorcha y echó un vistazo al costado del grillete de plata,
así podía tratar de ver el daño con claridad. Sus muñecas estaban mojadas,
cubiertas en lo que parecía un gel oscuro, una mezcla de piel derritiéndose y sangre,
pensó, y jadeo de nuevo.
―Es como una especie de piel fangosa. ¿Qué tan malo es? ―Val dio un
paso atrás, y sintió como si fuera a desmayarse. Alargó la mano para
mantenerse en posición vertical, y su mano se posó en su hombro desnudo.
Su piel estaba fría, pero no lo soltó. Inmediatamente se sintió mejor, el
terror y el estrés, el miedo, incluso el hambre y la desesperada sed
retrocedieron. Quería poner sus brazos alrededor de él y pretender que nada de
esto estaba sucediendo. Él era tan imponente y fuerte, así incluso encadenado e
impotente; sintió como si estaría mejor protegida si solo podía aferrarse a él. Su
garganta se obstruyó con las lágrimas. Soy tan patética.
―No me toques ―dijo, la voz ronca―. Tu dolor es empalagoso.
Ella se echó hacia atrás y parpadeó rápidamente, esperando que las
lágrimas no se deslizaran por su mejilla.
―¿Qué le hizo a tus muñecas? ―preguntó, aturdida.
―No es fatal, simplemente irritante. Si el grillete se desprendiera, sanaría
instantáneamente. Dime más acerca de ser el caballo de Cer.
Val sonrió débilmente.
―Pura sangre. Él me dijo que si me rendía y hacía lo que él quería que…
esto sería más fácil para mí.
―¿Qué dijiste? ―preguntó en voz muy baja. Como si tuviera miedo de la
respuesta. Sus cejas se retiraron juntas, y estaba mirando fijamente su cara.
Su voz fue dura. Serle recordado esto la hizo enojar. La ira era mejor que
las lágrimas, así que se fue con ésta, dejándole ver cuán enojada estaba.
―Le dije “no”. Que había aprendido que era mejor exigir más que
palabras de un hombre bonito. ―Parpadeó rápidamente y se alejó de él,
queriendo poner distancia entre ellos. Estar cerca de él dolía como una herida
abierta.
―Mírame ―ordenó Lucas.
Ella no quería. Le haría daño mirarlo. No puedo ser ya más una cobarde.
Alguien que no puede hacer frente a la realidad y la verdad. Y ciertamente no podía
ser débil a causa de él. No sería vulnerable por Lucas nunca más. Su relación
había terminado.
Se volvió hacia él y trató de transmitirle sus sentimientos con sólo una
mirada. Su determinación y repugnancia. Estaba aquí con un propósito, y había
aprendido. Maldita sea.
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―No hay nada más peligroso en un Otro que una cara bonita ―dijo él―.
Ellos tienen poder. Y quieren controlarte con éste. La apariencia es un arma y
un engaño. Un medio para hacerte vulnerable. Las palabras no significan nada.
La belleza no significa nada ―dijo, la voz como el hielo―. Todo lo que importa
es la sangre, negociar y pruebas. No hagas promesas y no le des nada a nadie,
porque te traicionarán. ¿Me entiendes, Valerie Dearborn? Así que Jack y Rachel
están juntos. Cerdewellyn tiene planes nefastos para ti… y yo estoy atrapado en
esta mazmorra infernal. Parece poco probable, pero las cosas han empezado a
mejorar para Cerdewellyn.
Ella luchó con lo que quería preguntar.
―¿Puedes… decir que él me ha hecho algo? ¿Lo ves? ¿O lo sientes? ¿Eso
me ha hecho diferente?
―¿Quieres decir, si puedo decirte que ahora eres más poderosa de lo que
eras?
Asintió.
―No. Pero no lo sabría a menos que tú decidieras… probarlo. Examina
tus poderes, y juega con ellos. Entonces lo sentiría. A través de la conexión que
ya tenemos.
―Él está esperando para que coma o beba ―le confió, y se dio cuenta que
estaba cerca de él de nuevo, sus pies llevándola cerca sin que fuera consciente
de esto. Dio un paso atrás, sin molestarse en hacerlo parecer casual.
―Entonces no hagas eso ―dijo con suavidad, y puso su cabeza contra la
pared como si estuviera aburrido de su mente.
―Sé que ha pasado un tiempo desde que has sido humano, pero el tiempo
se acaba. Estoy tan sedienta, hambrienta y cansada. Estoy tan… ―Dolida. Te
llevaste mi interior y me dejaste un poco rota, quería decirle. Confesarlo. Como si
las palabras pudieran lastimarlo. “¡Mira lo que me hiciste, deberías estar
avergonzado de ti mismo!”. Pero así no era cómo funcionaba. Él era el mal.
Probablemente se reiría o algo así. Y tal vez ella se lo merecía.
―Mantén tus sentimientos para ti, Valerie ―dijo, con frialdad, como si
hubiera leído su mente―. Eres vulnerable aquí. No puedes correr el riesgo de
confiar en nadie. Tus escudos están abajo y tus pensamientos claros. Inténtalo
de nuevo. Piensa en una pared. Contigo en el interior de esta, y yo fuera. No
quieres que esté al tanto de tus pensamientos.
¿Era así de patética? ¿Que él estaba dispuesto a decirle que no mostrara sus
sentimientos?
―¡Sé eso! Te odio. ¿Entiendes? No me gusta el hecho de que estoy aquí
por tu culpa. Que hice esas cosas contigo. Sabía lo que eras, y lo ignoré. Fui una
estúpida. Eres violencia y muerte y…
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―No podrías haberme evitado, Valerie. Me puse en tu camino, y era sólo
cuestión de tiempo.
Su tono era distante, y ella pensó que podía verlo volverse cada vez más
inhumano con cada palabra. Como si estuviera creando una barrera entre ellos
ya que ella no podía. Estaba más pálido. Y cuando habló, sus palabras tenían
más de un acento y una cadencia.
―Todos ellos sucumben. Toda mujer que siempre he querido. Soy como
tú dices, demasiado hermoso, así como malvado. Y si mi propio magnetismo no
es suficiente, puedo leerte como un libro. He vivido todo, experimentado
todo… dado la espalda a todo esto. La vida es un juego, pequeña Valkyrie. Un
juguete. Siempre te habría usado. Considérate afortunada de que si eres
cuidadosa puedes lograr lo que ninguna otra mujer ha hecho.
Esperó a que ella preguntara. Y, por supuesto, lo hizo.
―¿Y qué es eso, Yoda?
Él le dedicó toda su atención de nuevo, pero parecía un vampiro. Pálido,
la carne dura, e inhumano. Ella se dio cuenta de cuan poco lo vio así, de la
cantidad de esfuerzo que puso en hacerse tan humano como fue posible cuando
él estaba a su alrededor. Ahora llevaba su sonrisa de depredador, la que le
había visto cuando mató a los vampiros en frente de ella. La sonrisa que él le
había regalado cuando tenía dieciséis años, y le salvó la vida.
―Puede que me sobrevivas.
Ella lo oyó tomar una respiración profunda, y cuando lo miró de nuevo, su
cabeza estaba contra la pared otra vez, con los ojos cerrados.
―Sé que te duele. No lo lamento. ¿Dime que entiendes eso? Que no lo
lamento.
―Sí, eres un imbécil, lo tengo. ―Lo miró porque no podía evitarlo. Él
estaba ignorándola, por lo tanto ella podía hacerlo. Tal vez era la última vez que
alguna vez lo vería. Vio una lágrima deslizándose por su mejilla y volteó su
cabeza como para esconderlo. ¿Qué mierda?
Su voz era ronca con convicción, tal vez incluso con ira.
―¿Sabes que si salgo de aquí iré por ti? Si fueras inteligente, rezarías para
que muera aquí. Encontrarías una estaca y me matarías tú misma.
―No necesito más estímulo para odiarte. Ya lo hago. Te odio. Espero…
―Espero que mueras aquí. Pero no podía decirlo.
Él dijo algo en un idioma que no conocía, probablemente un juramento o
dos, y luego le dio toda su atención. Su rostro estaba mojado con lágrimas y
lucía furioso.
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―No vas a permanecer enojada conmigo. No me vas a odiar para siempre.
Estamos conectados ahora. Querrás volver a mí, así como yo te querré a ti. Vas
a creer que me puedes cambiar, que puedes controlarme con tus habilidades.
Pero, siempre voy a ser exactamente el mismo en esencia.
Ella le gritó.
―¡Lo sé! ¡Sé lo que eres! ¡Sólo dime cómo dejarte aquí para morir, y lo
haré! ―Su voz hizo eco en las paredes, saltando alrededor de ellos, y por un
momento, ninguno de los dos dijo nada. Como si ambos esperaran que sus
palabras de enojo se disipasen.
Finalmente, dijo Lucas:
―Sólo estás tú aquí, Valerie. Rachel vino a hacerme una visita; iba a salir
con Jack. Debes asumir que se han ido.
Su labio inferior temblaba.
―No, él no me dejaría.
Su voz era suave.
―Él no habría tenido otra opción. Está obligado a ella; en estos momentos,
la voluntad de ella es la de él. Y ella quería irse.
Su boca estaba abierta, y la cerró de golpe.
―Entonces, ¿por qué me preguntaste si Jack estaba vinculado a mí? ¿Sólo
otro juego? ¿Una manera de pasar el tiempo?
Ella vio su pecho expandirse en una respiración profunda, los músculos
ondulantes agrupándose en su estómago.
―No lo sé. ―Sonaba cansado―. Supongo que me preguntaba si serías
honesta conmigo. ―Se aclaró la garganta y sacudió la cabeza como si estuviera
saliendo de una niebla―. En lo que respecta a salir, tus opciones son limitadas.
El desmembramiento es una, pero se me hace difícil imaginarte cortando a
Cerdewellyn en pedazos, incluso si tuvieras la fuerza. El hueso es… difícil.
Ella se pasó las manos por el cabello, sintiéndose nerviosa. Sí, eso es lo que
me contiene de desmembrarlo, empujar un músculo mientras corto a través del hueso.
―La segunda opción es cortarlo, hacerlo sangrar, y luego te untas con su
sangre. Piensa en ello como conjurar. Te conjuras a ti misma contra su magia
con su sangre. Y así se te permitirá salir.
―Sabes, sería agradable que la "sangre " no sea la respuesta, por una vez.
―Su corazón comenzó a latir con fuerza ante la enormidad de la tarea que tenía
delante―. ¡Ambas opciones apestan! Él es fuerte y rápido. ¿Cómo diablos voy a
cortarlo?
―Aguarda hasta encontrar el momento adecuado. Y mientras tanto, por
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voy a luchar. Tengo más experiencia de la que nunca tendrás, niña. Más
Página
experiencia en todo. Podría poseerte si lo elijo. Podría tenerte de rodillas
sirviéndome como una puta ―dijo en voz baja, su mirada sobre ella
rastrillándola indecentemente―. Toma mi sangre y deja mis recuerdos
tranquilos. ¿Entiendes?
―No quiero tus recuerdos.
Él hizo un ruido que era gruñido y parte exasperación.
―¡Me mientes y a ti misma. Arrancaste a través de mi mente y dejaste un
lío en tu despertar, sacando lo que querías saber, empujando tus miedos dentro
de mí mientras me dejaste en ese piso, sin importarte si vivía o moría.
―Te lo merecías.
Él sonrió y sacudió la cabeza.
―No, Valerie. Nunca obtenemos lo que merecemos. Obtenemos por lo que
negociamos. Y yo estoy negociando contigo ahora: Te daré mi sangre
libremente, pero necesito que te quedes fuera de mi mente…
Val estaba temblando. Dio un paso adelante y le tocó el pecho, sentía su
carne bajo su mano. Su mandíbula estaba apretada, y podía ver los músculos de
su mandíbula bien cerrada. Cada músculo tenso mientras invadía su espacio
personal, unos escasos centímetros separando sus cuerpos. Por supuesto, le
recordaba a besarlo, estar con él.
Le rozó el cuello con el cuchillo y se inclinó hacia adelante, realmente con
ganas de acabar de una vez, sintiendo un tirón en su estómago en rebeldía ante
la idea de sorber su sangre, poniendo un freno a la instantánea lujuria que
siempre surgía cuando estaba cerca de él. Su boca se llenó de saliva, y no en el
buen sentido.
Hizo un sonido de angustia y comenzó a retroceder. Y entonces sintió
pequeños zarcillos de serpenteo de hambre a su alrededor, enrollándose más
apretado: Lujuria de sangre. La estaba sintiendo, dejando que subiera a la
superficie, y su vínculo con él lo estaba llevando hacia adelante, dándosela a
ella, haciéndola propia. De repente, la sangre no era repugnante. No era nada
más allá de una conexión con él, y Val se dio cuenta que no tenía que odiarlo
por los próximos momentos. Podía apoyar su peso sobre él, besarlo, y era para
su supervivencia. Oh sí, soy totalmente patética. Le besó el pecho y luego otra vez,
cerca de su hombro. La sangre a pocos centímetros de distancia.
Vagamente, le oyó decir "no". Él no quería su afecto, o que quedara
atrapada en él físicamente. Lo besó de nuevo y se apretó más cerca. Inhaló
profundamente. El olor de él, su sangre y su fuerza, era como un afrodisíaco. Él
era malvado. Pero por este momento, era suyo.
Valerie lamió su carne suave, cerró su boca sobre la herida en el cuello.
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Página
Ya está. Era como una cerradura. Una conexión. Al igual que dos enormes
pedazos de metal encajando. Un accidente de coche a cien kilómetros por hora.
Él no era de ella. Lo sabía, pero se desprendió. Por este momento, cuando
su cuerpo estaba al ras con el suyo, cuando podía sentir su erección contra su
estómago y le oyó suspirar su nombre, era suyo. Quería llorar por la pérdida de
él.
Y nunca voy a conseguir más de él.
Esa fue la brutal, ineludible verdad. Él era como una enfermedad
incapacitante. Incluso si se iba de aquí y vivía una vida normal, soñaría con él,
lo recordaría, y lo querría. Preguntándose lo que estaba haciendo escondido en
la mazmorra de Cerdewellyn esperando la muerte.
¿Cuando fuera vieja y él estuviera todavía aquí, perfecto y solo, iba a
sentirlo? ¿Soñar con él? ¿Si moría, iba a sentirlo? Ella podría ser polvo, y él
todavía estaría aquí, perfecto y dorado, a la espera de Cerdewellyn para acabar
con él. El pensamiento de ello le rompió el corazón.
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Página
Traducido por Lola Irina
Corregido por Nanis
L
a fuerza le regresó, infundiéndole a sus miembros energía,
haciéndola sentir más viva y despierta. Como si justo hubiera
tomado un expresso triple y una barra de chocolate. Deseó la
felicidad que había venido con esto. Se apartó de él y no podía enfrentarse a
mirarlo, no quería ver la expresión que tendría. Ya fuera condescendencia o
aburrimiento, no quería saberlo.
No podía sacarlo de aquí, tenía que enfocarse en sí misma. Una pena la
atravesó, pero Jack y Rachel se habían ido. Claro, Lucas dijo que Jack no podía
luchar contra ella, pero no lo creía. Una parte pensó que si Jack realmente se
preocupaba por ella, habría encontrado una manera de luchar contra Rachel y
quedarse.
Así que eso era entonces, pensó, cuando su cuerpo con energía renovada
subió los escalones. ¿Y qué clase de adiós podía decirle de todos modos?
“Realmente desearía que no fueras malo" o “Tuvimos algunos buenos
momentos, gracias por los orgasmos”. Pero marcharse era duro, era como si la
fuerza magnética de él estuviera tratando de tirar de ella. Valerie abrió la puerta
de la mazmorra, perdiéndose en sus propios pensamientos mientras entraba en
el pasillo.
―Veo que seguir instrucciones no es uno de tus puntos fuertes.
Valerie giró, sorprendida casi hasta la muerte.
―Cerdewellyn. ―Jadeó. Cerdewellyn usaba marrón esta vez. Pantalón
marrón y una especie de botas de montar. Como si acabara de salir de una
historia de amor de la regencia y hubiera estado inspeccionando sus
propiedades toda la mañana. No se podía negar que Cerdewellyn era atractivo,
su espeso cabello oscuro y su piel color oliva. Era alto, elegante y atlético, y no
era tan implacable como Lucas, tampoco.
Y sin embargo, la asustaba más.
Quizás porque era una mercancía para él, y nada más. Sintió una barrera
dentro de él. Eso no le dejaría a ella o a cualquier mujer entrar. ¿Habría sido lo
mismo con Virginia?
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Tal vez ese era uno de los problemas con estos hombres que han vivido
para siempre, habían construido una inmunidad o resistencia al afecto. Quizás
porque el mundo que conocían y amaban continuó muriendo, se dieron cuenta
del valor de la distancia, de no perderse a uno mismo por completo al amor.
¿Uno tiene que ser mortal para amar?
Él le dio una pequeña inclinación de cabeza y miró la puerta cerrada.
―No importa. Te ves bien. Mejor que antes ―dijo preocupadamente.
Cuando la miró de nuevo, como si fuera un pedazo de carne suprema de
ecuestre, trató de recomponerse y averiguar lo que iba a hacer. No tenía mucho
tiempo para hacer planes―. Vamos ―dijo, y la guio a la biblioteca. El lugar
donde había aprendido todo sobre Lucas y su traición. Se acercó a una mesa
pequeña. Vertió una bebido que parecía ser como brandy y se lo ofreció―.
¿Bebes?
―No, aún no.
Él levantó una ceja. Una expresión que graciosamente decía que tenía que
intentar persuadirla a beber a pesar de que sabía que iba a decir que no. Era casi
una broma. Excepto que era su vida en la línea.
―¿Cuál es el trato, Cer? ¿Solo vas a esperar a que pase y luego qué? No
quiero ser tu reina. Tienes que dejarme ir. Prometiste que me dejarías ir. ―Se
aclaró la garganta, tratando de orientarse a este momento. Una parte de ella aún
estaba en la mazmorra con Lucas, y necesitaba estar aquí. Cerdewellyn era una
amenaza. Quería hacerle daño. Esta era su oportunidad. Tomó una respiración
profunda.
Él tiró la copa de vuelta, mantuvo el líquido en su boca por un segundo
antes de tragarlo duro. Como si le quemara.
―A Lucas le importas. No por siempre, ¿lo entiendes? Pero por ahora. Tu
sangre corre a través de él, y está claro que él siente algo por ti. Herirte lo
herirá.
Se acercó a ella, y ella retrocedió. Tropezó con algo y se dio la vuelta. Una
mesa había aparecido de la nada, bloqueándola. Este era su momento. Y venía
sobre ella un poco más rápido de lo que esperaba.
Cerdewellyn se estaba acercando. Valerie sacó su cuchillo y apuñaló hacia
afuera, cortando su brazo cuando él se apartaba del cuchillo. Él gruñó de dolor.
―Eso te herirá más que a mí ―dijo, y su mano cubrió la de ella,
envolviéndose alrededor del mango del cuchillo tan rápido que ella no había
visto más que un borrón. Monstruos malditos sobrenaturales con su velocidad. Le
apretó la mano con fuerza, sus huesos desplazándose en un dolor insoportable,
cuando los molió juntos―. Romperé tu mano si no lo dejas ir ―le advirtió.
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Ella gritó y echó su cabeza hacia adelante, tratando de darle un cabezazo,
pero él se echó hacia atrás, y tuvo el descaro de reírse de ella. A pesar del dolor,
lo agarró con fuerza, dispuesta a no dejarlo ir. Necesitaba liberarse, apuñalarlo,
y luego irse.
Cerdewellyn la tiró hacia adelante y hacia la derecha, usando su peso y
fuerza superior contra la fuerza de su cuerpo al moverse, golpeando su brazo
en la mesa. Su mano se entumeció, dedos se abrieron, el cuchillo cayó al suelo,
y de repente no podía respirar, como si el aire fuera líquido y demasiado
pesado para arrastrarse a sus pulmones.
Su pecho le quemó, y los vasos sanguíneos en la cabeza, el corazón, y
luego en todo su cuerpo, parecían latir. Antes de que pudiera gritar o incluso
caer, la presión se disipó, desbordándose fuera de ella, llevándose toda la fuerza
proveniente de Lucas. Era como si una pieza fundamental de su alma se
disolviera.
Era una sensación extraña y desagradable, haciendo que su fuerza y
vitalidad se alejaran de ella. No se sentía herida. Se sentía como si estuviera
agotada. Era difícil estar de pie, mantener los ojos abiertos, los músculos que
daba por sentado que trabajaban, protestaron. ¿Moriría?, se preguntó. ¿Su
corazón se detendría de bombear demasiado?
Valerie cayó, y Cerdewellyn la atrapó. Cuando la transportó en sus brazos,
vio un jarrón de flores cambiar. Había sido un recipiente lleno de palitos,
marrón y secos, pero ahora estaban floreciendo.
―Él te alimentó; te hizo fuerte, y ahora lo estoy recuperando. No luches,
no trates de atacarme de nuevo, o te encadenaré como un perro, y no habrá más
pretensión de civilidad. ¿Entiendes? Ahora vete a dormir ―dijo, su voz oscura
e hipnótica.
Y así lo hizo.
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Traducido por Selene
Corregido por Jut
V
alerie gimió y se movió en el suelo, levantándose lentamente.
Su cabeza la estaba matando, y se tapó la cara con las
manos, curvando su cuerpo en posición fetal. Sin abrir los ojos,
supo que estaba de vuelta en la mazmorra. Hacía frío, olía mal, y
acaba de confirmar su conjetura, Lucas le habló.
―Eres débil. ¿Qué hizo Cerdewellyn? ―le preguntó.
―Me succionó hasta dejarme seca como si fuera una chica de fraternidad
con un shot de Jell-O ―le dijo y abrió los ojos, al verlo a varios metros de
distancia. Sus ojos se encontraron, y sintió la misma carga eléctrica entre ellos.
Sabiendo que sólo había sentido ese deseo con él.
Sus cejas se levantaron.
―Por un momento, no estaba seguro a dónde ibas con esa metáfora.
No estaba segura de qué demonios estaba hablando. A pesar de que sólo
podría tener algo que ver con el hecho de que había sido drenada y arrojada a
un lado y ahora se encontraba en medio de lo que parecía ser su peor resaca.
¿Qué le había dicho? Oh, que había sido succionada hasta dejarla seca. Porque
una chica de fraternidad podría succionar otras cosas. Se rió débilmente sintiendo
que se sonrojaba.
―Desearía que no fueras divertido.
―No lo soy ―le dijo con gravedad―. Estás en una situación desesperada.
Si piensas que soy divertido, realmente estamos a un paso de una muerte
segura.
―Genial. ―Se frotó la frente y se sentó lentamente, gimiendo por el dolor
que fluía por su cuerpo.
―¿Puedes levantarte?
―Dame un minuto ―le dijo.
―Entonces deja que te cuente la historia del Sard. Por lo menos lo que sé.
Es una joya. Una que Cer quiere. La leyenda es que erase una vez un príncipe
que salió al sol. Eso, en mi opinión, significa que vino desde Fey a la Tierra. Él
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Él la ignoró.
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―Los que comieron su carne, fueron consumidos con el deseo de comer
carne para siempre y se convirtieron en lobos. Los que bebieron su sangre se
convirtieron en vampiros. Y los que tomaron sus huesos, eran brujas, su magia
se torció de tal manera que cuando usaron sus nuevos poderes, pagaron un
precio muy alto por ello.
Su mirada se deslizó por ella y era tan vacía, sus ojos se veían aburridos,
que de repente le hizo sentir miedo. Estaba asustada por él, a pesar de que era
sobrehumano. Como si el mayor peligro que le amenazaba fuera interno más
que externo.
―El rey no se dio cuenta que la sangre que le dio todavía estaba vinculada
a él. Al extenderse la maldición, más criaturas fueron creadas, haciéndolo más y
más débil. Todos aquellos que había maldecido le estaban agotando, tomando
de él para su sustento. Le preocupaba perecer y ser olvidado y sin poder
vengarse. Envió a sus seguidores a matar a todos los que estaban malditos y
creó el Sard, un depósito al cual todo el poder regresara, hasta que pudiera
encontrar una manera de reabsorberlo en sí mismo. Pero todavía quería castigar
a los que lo habían robado por lo que creó un grupo más de seres malditos…
que podrían hacer que el remordimiento se convirtiera en su maldición por lo
que habían hecho. Podría recordarles a todos los Otros el dolor que el rey había
sufrido. Supongo que podrás adivinar, que así se crearon los Empáticos.
Él bajó la mirada.
―Y el rey… retirado. Acosado por el dolor, se escondió y los siglos
pasaron. Entonces, un día, apareció Cerdewellyn. Él vino del desierto; algunos
dicen que de una tumba en Egipto, donde enterró a su padre. Pero esa parte de
la historia nunca fue bastante clara.
―¿Cómo sabes eso?
―Torturé a muchas personas por mucho tiempo. Brujas. Empáticos. Los
lobos. Todos sabían fragmentos de lo mismo. Y como los maté, llegué a creer,
que toda nuestra magia provenía del padre de Cerdewellyn y de su reino.
Como los Otros han perecido a lo largo de los siglos, la fuerza de Cerdewellyn
ha disminuido. Hasta ahora, sólo unos pocos quedan.
―Así que si alguien puede encontrar el Sard y usar su magia, ¿tendría
mucho poder?
―Quizás. Las leyendas dicen que todo es posible con el Sard. Uno podría
tener lo que desee su corazón. Pero hay un libro. El Libro de la Vida y la
Muerte. Sólo lo han visto una vez. Son los rumores que he oído.
―¿Entonces necesitas el libro y la joya? ―Tomó su silencio por un sí.
Todas las piezas cayeron en su lugar. Por qué la había traído aquí―. ¿Y tú qué
deseas? ―le preguntó.
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de suficiencia.
Página
―¿No estás contenta de haberla dejado vivir? Si hubiera sido por ti,
estaría muerta.
Ella frunció los labios.
―Estoy bastante segura de que todavía la quiero muerta. ―Como que
quería volarla en pedazos.
Sus siguientes palabras fueron notables por su debilidad. Como si
estuviera esforzándose para hacerlo sonar indiferente.
―Debes alimentarte de nuevo.
―¿Qué?
No lo dijo dos veces.
―Cerdewellyn lo tomara de nuevo. ―¿Mira cómo evité usar la palabra
succionar?, casi dijo.
―No hay otra opción. Este es el plan. Es muy… él.
―No pareces impresionado.
Sus músculos se flexionaron como si se estuviera encogiendo, pero
estaban tan rígidos que era difícil de decir.
―Cerdewellyn no es directo. Incluso ahora, se está comportando de forma
encubierta. Debilitándome en las sombras. Te envía a ti para hacerme sentir
débil. Un gran villano no actúa con timidez.
Tragó saliva, atascada en una cosa que había dicho.
―¿Te hago débil?
―Ven y aliméntate. Luego vete. Encuentra a Cerdewellyn, intenta
atacarlo.
Ella asintió.
―Esto tiene una cierta calidad a día de Groundhog.
Él la miró sin comprender.
―Ese es el Lucas que conozco. Inescrutable y desconectado de la cultura
pop ―murmuró Valerie.
―Sí. Es uno de mis mejores atributos.
―¿Quieres decir en comparación con el derramamiento de sangre y el
planear dominar el mundo? ―dijo con sarcasmo.
Por un momento, él parecía triste, luego su expresión se aclaró, era fría y
distante.
―No seas tonta con respecto a mí, Valerie Dearborn. Es uno de mis
mejores atributos, porque mi personalidad está basada en la muerte y la
70
* * *
pequeñas hacían.
Página
Deseó no saber eso.
La pena le hacía difícil tragar incluso hablar.
La olvidaría. Estaba ansioso y temía por ella. En cualquier momento iba a morir y,
¿quién recordaría su pura inocencia, dos monstruos olvidados por el diablo? Aunque no
era su carne y sangre, seguía siendo suya. Una niña que debería olvidar.
―Te recordaré ―le dijo prometiéndolo. Lucas se avergonzaba de darse cuenta que
lo había dicho en voz alta. Sus ojos se centraron en él, la confianza brilló a través del
dolor. Lo amaba porque no entendía que era malvado.
Pensaba que era bueno. Su salvador. El padre que nunca había tenido. ¿Estaba
mal dejarla morir cuando podía salvarla? ¿Cuando, incluso ahora los desesperados
gritos de Marion le exigían que la salvara?
La dejaría morir antes de que llegara a ser como ellos.
Otra vez.
Al igual que sus hijos, hace siglos. La historia se repite. Él estaba tomando la
misma decisión. ¿Estaba mal? ¿Ha sido un villano o bondadoso al dejarla ir cuando
podía hacer que abriera los ojos de nuevo?
Se inclinó y la besó en la frente. La mano de Margaret le dio un apretón.
―El sol está saliendo ―dijo con voz débil.
Afuera era brillante. Tan brillante que el mundo debería estar avergonzado. Como
si un Dios o los dioses o alguien estuviera feliz de que una niña esté muriendo. Era un
tormento saber la gran tragedia que se acercaba. Sin embargo, el sol podía brillar. El
mundo no se vería afectado por esta pequeña muerte.
Lucas parpadeó para contener las lágrimas y se encontró a Margaret mirando su
cabello. Levantó la mano, para tocarlo paso sus dedos a través de la espesa masa.
―Se parece al sol. Mamá no deja de llorar. ¿Por qué?
―Quiere que te mejores ―le dijo.
―¿Le has dicho lo que eres? No lloraría si supiera.
Se congeló su corazón, extremidades, sus emociones, todo.
―¿Qué? ¿Qué soy? ―Ella no podía saberlo.
―Un ángel. Has venido por mí, ¿verdad? Para llevarme lejos. Y eso no está bien
porque me quedaré con ella ¿no?
Incluso ahora no podía ser mejor que lo que era. Así que le mintió.
―Vas a estar bien. Te quedarás con tu madre y conmigo.
―No quiero dejar a mamá y a ti. ¿Dónde voy a ir? ―preguntó, con voz
temblorosa. Lucas casi se quitó la daga y se apuñaló el corazón. Como si él supiera o
pudiera decírselo.
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Página
―Te quedarás con nosotros. ―Pero ambos sabían que era una mentira. Se sentía
incapaz de decirlo con convicción. ¿Debería compelerla? ¿Sería amable hacerlo? Ella
sabía que iba a morir. Las llagas que cubrían su piel eran iguales a las que cubrían los
cadáveres amontonados en una pila al lado de la carretera mientras habían huido de
Blackfriars. Se aferraba a él mientras presionaba su cabeza contra su hombro, para que
no las viera. No debería oler la muerte. Pero ella lo había visto, tomando la podredumbre
dentro de sí misma, incluso si quisiera protegerla, reconocería sus propias marcas de
muerte en su suave piel.
Y de nuevo, la pregunta estaba allí, como un fantasma tocando la puerta,
golpeando a través de él al ritmo de su propio corazón. ¿Debía salvarla? ¿Debería
convertirla?
Pero no podía hacerle eso a esta niña más de lo que podría haber cambiado su
propio destino. Maldecir su alma por toda la eternidad. Llenar su vida de sangre y
muerte. Alejarla del sol y de sus amigos. No había mayor maldición que la inmortalidad.
Nunca crecería, nunca tendría una familia, o a un joven hombre para amar. Si la
convertía, seguiría siendo una niña. Atrofiada y oscura.
No, si la amaba, la dejaría ir. Sin embargo, de alguna manera parecía imposible; la
muerte nunca puede ser la respuesta correcta.
―El océano es azul. Su borde exterior es oscuro y verde. Pero el océano es azul
con puntas blancas. El agua se impulsa hacia el exterior para alcanzarte y hacerte
cosquillas en los pies. Luego se aleja esperando que te acerques. Cuando era un niño…
jugábamos a perseguirnos con el océano. Pero hacía mucho frío y nuestros pies perdían
toda la sensibilidad al frío que hacía. ―Tal vez debería caminar hacia el océano y dejar
que lo cubriera también. Haciéndose el adormecido hasta que lo llevara lejos―. El
océano también es ruidoso. El agua hace un ruido al chocar contra las rocas y la orilla.
Si tuviéramos un barco, podríamos navegar en el océano durante días, semanas e
incluso meses y no ver nada más que una vasta tierra de agua azul.
―¿Hacia dónde va?
¿Qué iba a decir?
―Se va a… ―Tenía que hacerlo bien. Era importante. ¿Qué habría querido
escuchar su hija?―. Se va al cielo. Navegas en él; te mantienes yendo y viviendo. Y
luego alcanzas el cielo.
Podía oír el alivio en su voz.
―Ahí es donde me vas a llevar.
Él asintió con torpeza, pensó que podía escuchar a Dios riéndose de él.
―Lo es.
―Vas a venir a verme. Los ángeles siempre van al cielo, ¿no es así?
―Por supuesto que lo haré. No puedo pensar en nada que desee más que verte…
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―Se detuvo. Ahogado por sus sentimientos. La pesadilla estaba en su garganta―. Por
Página
supuesto que voy a ir a verte. Me quedaré contigo. Tu madre y yo vamos a conseguir un
barco y te encontraremos.
Ella sonrió. Así fue como murió. Con una pequeña sonrisa, escuchando su
promesa de que la encontraría. Que lo único que quería era estar con ella. Una mentira
final. Porque no podía estar con ella. No un demonio como él. Podía navegar por los
mares hasta el día de su muerte, durante cien años, o millones. Las velas se podrían
disolver en la nada, el barco podría pudrirse bajo él y todavía no la encontraría.
No alguien maldito como él.
Abrió la puerta y Marion dejó de gritar. Sus ojos eran salvajes y lo que sea que vio
en su rostro fue suficiente. Marion gritó y se volteó hacia Lucas, con los dedos
levantados como garras, arañando un lado de su cara. Él dejó que lo golpeara, se hizo
tangible, vulnerable y sintió que sus dedos se clavaban en su piel destrozándola.
Un pequeño castigo. Se merecía algo más. Sintió que sus heridas se curaban.
Demasiado pronto.
―¡Podrías haberla salvado! ¡Yo podría haberla salvado! Te voy a matar, Lucas.
Vas a morir por esto ―le juró.
Lucas alcanzo su bolsillo y sacó una joya de gran tamaño que encajaba
perfectamente en su palma. Estaba unida a una cadena, rodeada de oro. Reflejó una
estela de luz al sacarla. Era blanca como un ópalo, pero dentro de ella tenía cintas que
parecían ser diamantes que la atravesaban. Su brillo era suave, iluminando el oscuro
pasillo.
―Es Fey. Magia pura. Si encuentras el libro y el hechizo adecuado, puedes tener
lo que quieras. Puedes pedir un deseo y se hará realidad, Marion. Puedes tener a
Margaret de regreso. Sana y salva.
Ella parpadeó lentamente, la confusión estaba dejando su pálido rostro,
sustituyéndola por fervor y una desesperada necesidad de creer en él.
―¿Pero dónde está el libro?
Él negó.
―No está aquí. Está custodiado por Cerdewellyn. Él quiere esto de regreso. Cree
que podrá restaurarla. No sabe que la tengo. Cree que se perdió hace mucho tiempo con
las brujas irlandesas.
―¿Cómo la obtuviste?
―Ellas me la dieron ―dijo con una voz tranquila. No tuvo que decir que las
había matado y que por eso se la habían dado. En un último esfuerzo para salvarse.
―Me vas a ayudar. Podemos ser una familia de nuevo ―dijo Marion.
―No. No es mi búsqueda.
Marion levantó la mirada, mirando a la cara de Lucas. Buscando y buscando.
76
V
alerie despertó, pero esta vez, no estaba en la mazmorra. Ni
siquiera estaba en el castillo, sino de vuelta en la roca con Virginia
Dare sentada a su lado en el suelo. Podía oír el océano a su
alrededor, sentir la niebla del agua mientras las olas chocaban contra las rocas.
Su ropa estaba húmeda, y por su vida, no podía entender cómo demonios había
llegado allí.
―¿Qué estás pensando? ―preguntó Virginia, y puso su mejilla sobre su
rodilla; los brazos envueltos alrededor de sus piernas la hacía parecer joven e
ingenua
―¿Cómo llegué aquí?
―Somos Fey. Somos maestros de la ilusión, es nuestra mayor magia.
Cuando todo lo demás… falla todavía tenemos esto. Ciertamente, esta no es la
primera vez que te has preguntado qué es real. ¿Cómo consigues ir de un lugar
a otro?
Valerie frunció el ceño y se sentó con cuidado. Pensó en los
acontecimientos de Fey. Preguntándose cuál de ellos era real y cuál era falso.
Había ido desde el castillo hasta los acantilados con Cerdewellyn en un abrir y
cerrar de ojos. Él la había empujado hacia el mar, y había estado herida, a punto
de morir. Sólo salvada por Lucas. Virginia rió.
―¿Crees que él te salvó?
Valerie sabía que no había dicho eso en voz alta. ¿Cuántas personas podrían
leer su maldita mente?, se preguntó
―Tú y yo somos como hermanas. Puedo leer tu mente, porque soy parte
de ti. ¿Por qué crees que te he ayudado, Valerie Dearborn? No hay mucho que
nos separe. Especialmente no ahora ―dijo Virginia, y miró a Valerie con
intención.
Valerie no podía dejar de mirar hacia abajo; sus manos estaban cubiertas
de vides, casi como tatuajes. Con un grito, se subió las mangas, luego levantó su
camisa, viéndolas por todos lados, gruesas y negras, enroscándose sobre todo
su cuerpo.
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―¿Tu cara? Oh sí, también están allí ―dijo Virginia con dulzura, y de
repente Virginia cambió, su cara reluciente, se veía exactamente como Valerie,
la misma ropa, el mismo cabello y expresión, pero en su rostro había vides, casi
como cicatrices.
―Haz que se vaya ―exigió Valerie. Virginia le sonrió con la sonrisa de
Valerie. Inclinando hacia abajo la barbilla, y un arqueo de sus labios; era
extraño.
―Es demasiado tarde para eso. Has ido demasiado lejos. Mi Cerdewellyn
―dudó Virginia―. Él nunca te amará. Incluso si te conviertes en su reina.
―Bueno, estoy malditamente segura de que no voy a amarlo tampoco.
Puedes tener a Cerdewellyn. No lo quiero.
Virginia rió y cambió de nuevo a sí misma, llevaba un vestido de fiesta de
color verde pálido que parecía familiar.
―Tú lo querías. Fue una vez de tu madre. Lo llevaba en una obra. La obra
donde conoció a tu padre. Él lo puso en el ático después de su muerte. Después
de que el vampiro de Lucas la mató.
―¿Cómo sabes eso? ―susurró, su corazón latiendo enfermizamente.
―Sé todo acerca de ti, Valerie Dearborn. Sé que quieres escapar, y sin
embargo ―sus ojos brillaron al suelo tímidamente―, no creo que te esfuerces lo
suficiente. Creo que no puedes asimilar la idea de que el vampiro se quedará
aquí mientras tú te vas. ¿Crees que puedes salvarlo? Cuando sabes que no tiene
esperanza. No desea escapar contigo.
Valerie sabía que no podía hacer frente a todos esos argumentos. Se quedó
con el primero que era más fácil de responder.
―Eso no es cierto. Es un luchador. 1600 años y siempre gana.
―Pero él no está tratando de escapar.
―¡Está encadenado a una pared! ―Agito la mano con desdén.
―Sí, pero, ¿si pudieras liberarlo? O si yo lo libero, porque es algo que
puedo hacer con un movimiento de mis dedos, ¿saldría contigo? ¿Sabes lo que
pienso? Creo que te llevaría a un portal y te empujaría liberándote, y luego se
quedaría atrás y dejaría a Cerdewellyn matarlo. Creo que él ha terminado.
―No ―dijo Valerie. Lo cual no era ni siquiera un argumento. Nada más
que una negación vaga. Una rotunda negativa a examinar la cuestión.
Virginia suspiró y se movió, extendiendo sus piernas, el vestido crujiendo.
Su pantorrilla se mostró, las medias blancas debajo de la rodilla, atadas con una
cinta.
―Y luego están los otros… los compañeros. Rachel que quiere verte
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muerta. Jack, quien la siguió fuera de este reino sin una sola mirada atrás. Sin
Página
dudarlo. Sin preocupación por tu bienestar. Y una vez más, crees que él se
preocupa por ti. Que su devoción por ti es tan constante como la tuya propia.
―¿Jack y Rachel se han ido? ―preguntó Valerie, sorprendida de que era
cierto. Una parte de ella no lo había creído.
Virginia se rió, con la mirada clavada en Valerie, como si tratara de
mostrarle la sinceridad que había dentro de ella.
―Oh, sí. Se fueron hace un tiempo. Estaban… amorosos, y luego se
fueron. ¿Quieres verlo? Puedo mostrártelo. Que se fueron, y a él no le importó
preguntar si vivías o morías.
―Auch. Realmente vas por los golpes bajos. ―Virginia parecía
confundida―. Estás siendo una perra. Diciendo cosas para tratar de hacerme
daño. ¿Tenían la palabra perra en 1500?
Su expresión se volvió malévola, y luego fue borrada. Volvió a agradable,
dulce e ingenua.
―La verdad es un lujo. Lo que podría haber hecho con la verdad si
hubiera sabido. Si hubiera sabido que la reina iba a matarme antes que
renunciar al trono. Deberías estar agradecida. ¿Sabes lo que me dijo? Que yo era
un destino que nunca fue. Eso fue lo último que oí mientras moría. Pero sé la
verdad. ―Se acercó más a Valerie, sus labios formando cada palabra con
precisión, entregándolas con veneno y promesa―. No soy nada pequeña e
insignificante. Soy elemental. Soy fuerte. ―Tenía el aspecto de un fanático en su
rostro―. Soy el viento frío que cierra de golpe la puerta en una noche de
invierno. Soy la lluvia que empapa la propia carne, y cuando tengo que serlo,
soy el huracán que arrasa con todo a su paso.
Sus ojos la delataban, mostrando lo que iba a hacer a continuación: Tocar a
Valerie. Y no se necesita ser un genio para darse cuenta que era una mala idea.
Había tratado de tocarla antes, en el océano. Y ahora otra vez. Valerie pateó, su
zapato conectando con la muñeca de Virginia. Virginia gritó de dolor, y el
mundo tembló. Las rocas desaparecieron. El océano se quedó en silencio. Y
podía ver destellos de la mazmorra iluminada al azar.
―Estoy en la mazmorra ―dijo Valerie, y de repente lo estaba. Virginia no
estaba para ser vista. Y Lucas la miraba fijamente. Se puso de pie y caminó
hacia él―. ¿Las ves? ―preguntó, casi histéricamente.
―¿Qué?
―Las vides. ¿Estoy cubierta de vides? ―Su voz se elevó.
―No. No veo nada ―dijo con calma, como si estuviera tratando con un
lunático.
Se acercó a sus grilletes y tocó el más cercano a ella. Deseando que se
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abriera.
Página
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó.
―Tengo una corazonada. Esto es magia Fey, ¿verdad? Sólo magia Fey
puede abrirlo, y creo que hay algo en mí… ―El grillete se abrió. Y quería llorar,
si podía abrir los grilletes, ¿no significa que era Fey?
―Rápidamente, entonces ―dijo él. Valerie fue al otro grillete y lo abrió. Él
se apartó de la pared, lanzándole una sonrisa de pirata―. Dame tu espada
―dijo.
Ella se la entregó, el corazón palpitante de miedo cuando él le agarró la
mano y la condujo fuera de la mazmorra. Estaba acostumbrada a que enlazara
sus dedos a los de ella, pero no lo hizo. Le sostuvo su mano con suavidad, como
si estuviera preocupado por hacerle daño. Como si nunca hubiera aferrado a
alguien para salvar su vida y no sabía cómo empezar ahora.
Fue extraño, y no estaba segura de por qué.
Él la llevó por las escaleras, pasillos y luego por una última escalera,
donde una luz azul brillaba bajo la puerta, moviéndose con facilidad, como si
hubiera estado aquí antes.
―¿Eso es todo? ¿Esa es la salida? Pero, pensé que habías dicho que no
podía salir a menos que tuviera su sangre. ―Lucas no le hizo caso, caminando
por las escaleras tan rápido que ella luchaba por mantener el ritmo.
Él abrió la puerta, y ella no podía dejar de jadear en la habitación. Estaba
llena de oro y joyas, piezas de arte, de un valor incalculable de arte.
―¿Él no lo cerraba? ―no podía dejar de preguntar. Tal vez él no fuera un
muy buen villano.
―Estas son cosas de homenaje a Cerdewellyn. Regalos dignos de su
puesto ―dijo Lucas en un tono extrañamente impresionado. ¿Los reyes
vampiros, no consiguen joyas?―. Adelante. Ve primero, y yo estaré detrás de ti
―dijo Lucas, e hizo un gesto hacia el portal. Las palabras de Virginia volvieron
a ella. Que él no iría, que dejaría que Cerdewellyn lo matara.
―¿Vas a venir conmigo? ―preguntó.
El destello de una sonrisa.
―Por supuesto. Vete ―dijo―. Te veré en el otro lado. ―Dio un paso
atrás, como si le diera su espacio y se cruzó de brazos.
Valerie dio un paso adelante y se detuvo, volviéndose a mirar a Lucas. Su
expresión era… de alguna manera, depredadora. Casi anticipatoria.
Sus ojos de un azul oscuro y casi brillando. Parpadeó, mirando de nuevo,
y eran de color azul claro, el color al que estaba acostumbrada. Lo miró de pies
a cabeza, con el corazón palpitado de miedo, de repente deseando tener ese
cuchillo. Y entonces se miró las manos, y se dio cuenta de lo que estaba
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deteniéndola. Que había sido tan extraño, desde el momento en que lo había
liberado. No tenía cicatrices. Él la observaba con paciencia.
―Vete, Valerie. Oigo a Cerdewellyn. Rápido ahora. ―Pero él no hizo
ningún movimiento para acercarse.
―No eres Lucas. ¿Qué pasa si voy a través de esa puerta? ―La forma de
Lucas disuelto, fue sustituida por la de Virginia, que la miraba con una mueca
enojada. Como si no pudiera soportar estar en su presencia ni un rato más―.
¿Qué quieres de mí? Lo que estás tratando de hacer, no va a funcionar ―dijo
Valerie, alejándose de ella y se dirigió a la puerta.
Trató de pensar en el común denominador, la que era la verdadera agenda
de Virginia. Elegir. Quería que Valerie tomara una decisión. Para estar de
acuerdo con las cosas, o para ir a través del portal.
―Tienes que estar de acuerdo con esto ―dijo―. Estaba tratando de ser
amable contigo. Pero no estás interesada en mi bondad. Te pregunté el valor de
tu vida, y no tenías una respuesta. Yo tengo una respuesta. Necesito un cuerpo.
Estoy dentro de ti ahora. Te llevaré otra vez, y si vas de buena gana, no voy a
hacer daño.
―Vete a la mierda ―dijo Valerie, y se estiró por una copa de oro que
había en la mesa. Desapareció antes de que pudiera tocarla. Bien, ¿no hay
ningún arma para golpearla en la cabeza? Iba a encontrar otra manera. Pero
entonces la habitación se movió de nuevo.
Estaba al aire libre, en ese mismo afloramiento estúpido sobre el océano al
que Cerdewellyn la había llevado antes de empujarla hacia el océano.
―¿Quieres ir de nuevo? ¿Crees que los mares de Cerdewellyn aún no
tienen vida en ellos después de lo que les han robado a Lucas y a ti? Pensaste
que se sentías monstruoso antes; esta vez, te consumirá. ―El largo cabello
castaño de Virginia, estaba siendo arrebatado por el viento, que soplaba hacia
detrás de ella, dos manchas de color rosa en sus mejillas pálidas―. Este es el
final de su tiempo, Valerie Dearborn. Elije con cuidado. ―Virginia levantó las
manos y fragmentos de roca salieron desde el fondo del océano, un terremoto
sacudía su pequeña parcela de tierra.
Cayó de rodillas, hundiendo los dedos en el suelo, y tratando de no caer
en el océano. El acantilado se derrumbó, siendo nada más que una diminuta
aguja de roca en un vasto océano. A medida que la tierra seguía temblando,
más piedras se levantaron, haciendo un anillo alrededor de ella, como los radios
de una rueda con ella en el centro. Y entonces personas aparecieron en cada
acantilado. Su padre, su madre, Jack, Lucas, Rachel, y en el sexto estaba
Virginia.
―Elije una, Valerie Dearborn. Elije tu salvador.
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Eran increíblemente estrechas. Todo lo que tenía que hacer era tomar un
pequeño paso desde donde estaba, y estaría a salvo. La planta comenzó a
derrumbarse, por lo que para llegar a cualquier persona, pronto se convertiría
en imposible. Tenía que decidir rápidamente. A medida que el suelo se hundía,
decayendo a su alrededor, su isla de seguridad se encogía, Valerie no sabía qué
hacer.
―Puedes confiar en uno de nosotros. La pregunta es, ¿en quién? Cuando
todo el mundo que amas te ha fallado, cuando nadie puede ayudarte, una de
estas personas puede salvarte. ¿Sabes quién es? Lo sé. Elije y salta o muere. Tu
tiempo en el Fey ha terminado.
El suelo se estremeció de nuevo, desmoronando rocas, que sonaban como
una avalancha. ¿Quién iba a ayudarla? ¿Quién podría salvarla? ¿Era una
pregunta con trampa? Las imágenes de todos los que la conocían, y algunos que
la odiaban estaban quietos. Mirándola sin almas y desapasionadamente.
¿Elegir?
¿Quién diablos se suponía que iba a elegir? ¿Su padre, que nunca se había
preocupado por ella? ¿Su madre, que había muerto, pero la había amado? ¿Jack,
su aliado, que moriría por ella? ¿Rachel, que…? No, no podía pensar en una
razón para elegirla. ¿O Virginia?, que claramente quería hacerle daño. Y luego
estaba Lucas. Y sin embargo, ninguno de ellos tenía razón. Lo sabía. Su pie
resbaló y mientras la tierra debajo de ella se derrumbaba, saltó.
Virginia observó cómo la mente de Valerie se derrumbaba sobre sí misma,
rezando para que no verla salir de la trampa. Y no lo hizo. Llegó el momento en
que cayó al suelo, lejos de ella, donde tenía que hacer una elección, y ella…
pensando uno de ellos, la gente que amaba, que podían salvarla.
Chica débil. Ninguno de ellos podía salvarla. Ella había tenido que ser lo
suficientemente fuerte como para salvarse a sí misma. Todavía estaban en la
mazmorra.
Virginia no había llevado a Valerie a ningún lugar, simplemente había
creado un lugar tras otro con la esperanza de que cayera en la trampa. La mente
de Valerie se cerró, enviando su cuerpo a un estado de shock. Sus latidos se
tambaleaban, tartamudeando en el pecho. Vio al vampiro Lucas, que estaba
mirando al suelo, mirando hacia Valerie, con una expresión de horror en su
rostro. Tal vez la oyó morir. Él gritó y tiró con todas sus fuerzas, inútil contra
las ataduras mágicas.
El pequeño rasguño en el brazo de Valerie había sido su camino en el
interior. Ahora ella se hizo cargo, llenando sus órganos, su mente; tomándola
por completo. Pero ella no podía respirar. El corazón de Valerie no comenzó a
latir. No podía renunciar a este cuerpo. No podía dejar de lado esta
oportunidad de estar con Cerdewellyn. Trató de jadear, trató de gritar. Nada
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salió de ella, del cadáver que estaba tratando de habitar, sólo el terrible grito del
vampiro para hacerle compañía.
Y entonces oyó la voz de Cerdewellyn, mientras apareció en la mazmorra,
atraído por los gritos del vampiro. Sintió su toque en la carne fría de Valerie,
sintió el empuje de su magia mientras entraba en el cuerpo, la vida de Valerie
caía a través de ella.
Respiró profundo, la sensación de aire en sus pulmones, después de todo
este tiempo. Se obligó a hacerlo de nuevo.
Respira. Y luego se convirtió en algo automático.
Sintió la mano de Cerdewellyn en su mejilla, acariciando su piel. Abrió los
ojos y lo miró, dejándole ver el amor que sentía, la alegría que sintió al saber
que lo había hecho. Se las arregló para volver a él. Frunció el ceño al ver su
expresión, y trató de hablar, pero la coordinación era difícil, y gimió en su
lugar.
―Cerdewellyn. ―Trató de decir. No en la manera plana de americana que
Valerie lo dijo, pero lo dijo de una manera apropiada, para que sonara bien. El
ceño de él se profundizó, y puso ambas manos sobre su rostro, acariciando sus
mejillas con sus cálidos dedos.
―¿Qué pasó? ―preguntó él, y Lucas respondió.
―Su corazón se detuvo. Debió de haber despertado, pero no lo hizo. Ella
es mortal Cer. La matarás si no eres cuidadoso. La necesitas.
Cerdewellyn la levantó en sus brazos, sacándola de la mazmorra.
―Eso sería una pena para ti ―dijo a Lucas mientras se iban.
Virginia dijo su nombre de nuevo, y esta vez lo hizo bien. Envolvió sus
brazos alrededor de su cuello y se sostuvo de él. Tocó la piel de su cuello con su
nariz, inhalando su esencia. Él olía a tierra y vida, como poder y magia. Resonó
dentro de ella, y se aferró a él fuertemente, besando su cuello mientras la
llevaba por las escaleras. Y con un paso tras otro, la llevó a su habitación,
poniéndola sobre la cama y alejándose de ella.
―¿Estás bien? ―le preguntó.
Virginia estaba sedienta, en realidad se moría de hambre, y viendo comida
en la esquina del cuarto, se puso de pie en sus nuevas piernas y camino hacia
ella. La ropa de la chica sí era cómoda. Si acaso obscena. Sus pies estaban
amortiguados en los extraños y silenciosos zapatos. Tan silencioso, que podría
caminar sin hacer un sonido. Pero no le gustó la falta de corsé. Se sintió
expuesta.
Bebió el agua, comió queso y pan, y después de un momento, se dio
vuelta, necesitando ver su rostro.
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Los brazos de Cerdewellyn estaban cruzados sobre su pecho, una mano
cerca de su boca mientras la miraba con una cerrada y cuidadosa expresión. Ella
tomó una mordida de una manzana, lanzándole una sonrisa ligeramente
perversa.
―¿Qué es esto? ―dijo él, su voz tensa. La miró como si fuera una
serpiente venenosa.
―Soy yo ―dijo ella, y de repente no supo cómo comportarse. Él había
venido imponiendo por tanto tiempo, y sin embargo, aquí estaba ella. Él nunca
la había llevado a la cama; no tenían la familiaridad de amantes o la comodidad
de iguales. Había sido una niña; él había sido su mundo, y para él, ella había
sido… ¿qué? ¿Otra reina? Así que no corrió hacia él como siempre creyó que lo
haría, sino se quedó ahí parada, sintiéndose enferma y sin de recursos.
―¿Virginia? ―preguntó él yendo hacia ella, vacilante. Y luego fue
superada por la emoción. Con dolor por la pérdida alrededor de ellos, por el
dolor que había sentido por todo esos siglos, y la muerte de la que pensó que
nunca iba a escapar. Corrió hacia él, tirándose a sus brazos.
―Todos se fueron, Cer. ¿Qué hacemos? ―Y luego estaba llorando en su
duro pecho mientras él la abrazaba, su larga mano ahuecando la parte de atrás
de su cabeza. Él hizo sonidos relajantes, habló en el Antiguo Lenguaje y le
prometió… todo. El futuro, enmiendas, y la única cosa que realmente
importaba. Que nunca la dejaría ir. No sabía por cuánto tiempo estuvieron así.
Él sosteniéndola, ella llorando. La alegría de estar juntos de nuevo. Pero
finalmente, se detuvo, y él la alimentó y la sentó sobre la pequeña mesa cerca de
la ventana a pesar de que estaba oscuro afuera, y no había nada que ver.
―¿Cuál es el tiempo, Cer?
Él se sentó frente a ella y tamborileó sus dedos sobre la mesa por un
momento.
―El tiempo es irrelevante ahora. Mi amor… ―Tomó una profunda
respiración tratando de encontrar las palabras correctas―. No puedo creer que
hayas regresado. No puedo imaginar mi buena fortuna, haber perdido todo y
tener a mi alma de vuelta. Pero debo saber dónde está ella. ¿Qué pasó?
―¿La quieres de vuelta? ―preguntó Virginia, el tono de su voz era
afilado.
Él sacudió la cabeza y habló suavemente.
―Me conoces mejor que eso. Pero puede ser difícil mantener la posesión
de su forma. Entonces, ¿cómo lo hiciste, te asegúrate de que no regrese?
Virginia se sonrojó, sintiéndose apenada por dudar de él.
―Está dormida ahora. Alteré su percepción de la realidad, como poner
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mundo esté completo para ella, para que no pelee o trate de regresar. ―Tomó
Página
su mano y beso la parte de atrás y luego la volteó, besando la palma y luego
soltándola.
Virginia yacía en su cama, mirando fijamente el desteñido dosel rojo sobre
ella. La última vez que lo había visto, el material había sido nuevo, vibrante y
hermoso. Verdaderamente era un lugar olvidado con el tiempo. No culpaba a
Cer por su caída, a pesar de que lo hizo. Pero su extinción había terminado
aquí. Ellos reconstruirían.
El monstruo que les había hecho esto estaba abajo, a su merced, y no
obtendría misericordia de ella. Él pagaría con su carne y sus lágrimas. Pagaría
con su dolor y su terror por las cosas que había hecho. No quería estar aquí
acostada, quería vivir. Quería estar con Cer, quería castigar al vampiro.
Pero primero tenía que cuidar a Valerie. La chica que solo quería una vida
normal. Lo que sea que eso significaba.
Virginia no entendió el concepto pero la idea de Valerie era clara. ¿Por qué
no dárselo? Dárselo como un regalo por perder el juego de la vida. Por no ser lo
suficiente desesperada para reclamar su destino. Cerró sus ojos. Eso era
exactamente lo que ella se merecía.
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Traducido por Lola Irina
Corregido por La BoHeMiK
R
achel abrió la puerta para ellos, y Jack estaba sorprendido cuando
al abrirse, no crujió siniestramente. Este era el lugar donde vivieron
Rachel y Marion… juntas. Fue un momento surrealista estar aquí
con ella. Ligado a ella. Y estar recordando tan descaradamente que ella tenía
una historia con la mujer que había arruinado su vida y quitado a sus padres.
¿Qué diablos había estado pensando? O no había pensado, al parecer.
―El apartamento es de Marion. Ella lo compró… antes que yo… ―dijo
Rachel, la voz se iba apagando mientras miraba alrededor. Casi como si
también estuviera avergonzada. Y, francamente, eso era lo menos que debería
sentir. Remordimientos abrumadores. Culpa. ¿En serio? ¿Es eso lo que crees que
tiene? En el fondo, más allá de la siempre presente lujuria y necesidad,
¿honestamente creyó que tenía remordimientos por algo? Ni siquiera sabía si
ella pudiera tener remordimientos. Los vampiros eran malos, y la tierra era
redonda. Esos eran los hechos. Siempre lo había sabido. Vivido eso. Hasta
ahora. Lo cual te convierte en un maldito idiota.
Jack pasó el umbral y miró alrededor. Su estómago estaba lleno de ácido, y
quería irse. Quería deshacer los últimos meses de su vida. Antes de que Nate
muriera, antes de esta mierda sobrenatural, antes de todo esto. Su vida estaba
dando un vuelco.
Jack había sido implacable con el control durante años. Y ahora él no lo
estaba. Estaba a merced de Rachel. ¿Por qué había hecho esto? ¿Por qué la había
elegido? ¿Esto no era diferente de pertenecer a Marion? Tenía que confiar en
que lo era, y Jack no era alguien que confiaba.
Incluso Valerie, la única mujer con la que había sido cercano desde la
muerte de sus padres, se diría que no confiaba en ella. Esa parte era la razón por
la que nunca podría tener una relación. Las reglas fueron demasiado bien
establecidas entre ellos: él estaba a cargo, la mantendría a salvo, y sabía que era
lo mejor. A pesar de que era hora de cambiar esa dinámica y dejarla entrar, no
había sido capaz de eso.
Una parte oscura de él realmente se preguntaba si alguna vez había creído
que podía dejar entrar a Valerie, estar dispuesto a amarla y ser vulnerable.
91
Quizás ese era el porqué de que las cosas nunca habían funcionado entre ellos.
Página
Debido a que habría tenido que ser una decisión consciente de su parte, y
cuando llegó el momento, simplemente no pudo bajar la guardia lo suficiente
como para que ella fuera su igual.
Y estaba seguro de que lo hizo un idiota.
Ahora estaba encadenado a Rachel. Obligado a ser vulnerable, forzado a
una posición de dejar a alguien en su corazón, por lo que tenían acceso a sus
secretos más profundos, tal vez incluso a su alma. No sabía que decir de sí
mismo, y la única mujer que podía llegar hasta él era un monstruo.
A lo mejor, ella era fría, y en el peor de los casos, homicida. Su vida habría
sido más fácil si hubiera elegido a Valerie. Por un lado, puede que durara más
tiempo. Parecía muy probable que Rachel lo mataría. La única pregunta era si
sería tarde o temprano.
Se acordó de su papá diciéndole cómo había conocido a su madre. Y la
mirada de sorpresa que siempre había destellado en los rasgos de su padre
cuando cayó enamorado de su madre. Decía que fue algo que simplemente
sucedió, como ver un arcoíris después de una tormenta. El amor era algo que no
se podía elegir.
Reprimió una carcajada. La lujuria, el deseo, algo lo había golpeado, pero
no lo llamaría amor. Su relación con ella no tenía nada que ver con los arcoíris.
Era más como un meteorito estrellándose contra la superficie de la tierra y
provocando grandes extinciones.
Las pocas ventanas estaban cubiertas y eran oscuras. Encendió las luces
cuando pasaba por la sala de estar, yendo directamente a un dormitorio con
una cama tamaño matrimonial que dominaba la sala. El techo y las paredes
estaban cubiertos de espejos; las esposas colgadas casualmente del poste de la
cama.
―Tienes que estar bromeando ―murmuró.
Rachel lo ignoro, desapareciendo en el armario. La siguió de cerca,
desesperado por ver y deseando no hacerlo. No sabía qué pensar, y alentó el
vacío en su mente, sospechando que estaba muy cerca de perder su mierda. Ella
abrió los cajones y cajas, saqueando las cosas, tratando de encontrar la joya.
Después de unos minutos, se puso de pie, mirando el techo como si la respuesta
pudiera estar escrita allí.
―Mierda.
―¿No está aquí? ―preguntó, la voz sonando sorprendentemente
conversacional. Como si en su interior no estuviera teniendo una crisis. Le
temblaban las manos por lo que se cruzó de brazos. Podía oler el perfume de
Marion. Era como si acabara de salir de esta habitación.
92
Página
Espelúznate y surrealista. Jack se sentía como si fuera a dar la vuelta y
verla en cualquier momento. La necesidad de girarse, para saber con certeza
que no estaba aquí a la espera de saltar sobre él, era abrumadora.
―No, no está aquí. Eso es todo. No hay otro lugar en donde buscar.
Jack asintió, dándose la vuelta y medio esperando verla en la entrada.
Rachel lo miró con tristeza.
―Lo siento.
―¿Por qué? ―preguntó con voz gutural. ¿Sabía lo jodidamente asustado
que estaba? ¿Podría tener alguna idea de lo horrible que era estar en el espacio
personal de Marion? ¿Marion lo habría traído aquí si hubiera tenido éxito en
secuestrarlo la noche en que mató a sus padres? Quizás él habría muerto en esta
habitación hace años.
Quizá Rachel habría sido quien lo matara. Se sentía histérico en ese
momento. ¿Qué había hecho? ¿Realmente estaba atado a ella? Una parte de él se
preguntaba si solo debería matarse a sí mismo, hacérselo; parecía que era el
resultado final.
La voz de Rachel lo destrozo, exigiéndole que regresara al presente.
―Lo siento, porque no hay otra opción. Pensé que podríamos encontrarla
por nuestra cuenta. Pero no puedo. No está aquí, y no tengo otro lugar en
donde buscar. Tengo que preguntarle en dónde está ―dijo las palabras en voz
baja, como si fuera un médico entregando fatales noticias.
Se apoyó contra la pared, utilizándola de soporte, por lo que no se cayó.
La oyó mal. Debió de hacerlo.
―¿Sacarla? ―dijo estúpidamente.
Rachel asintió pero no se acercó a él. Gracias a Dios por eso.
Se lamió los resecos labios, su lengua se sentía como papel de lija.
―Quieres sacar a Marion… de su ataúd, ¿para que podamos preguntarle
en dónde dejó su puto collar?
―Si hubiera algún otro camino, lo tomaría. Lo siento, Jack.
―¿Por qué? ―Asfixiándose, se entregó a la emoción, inseguro de si se
estaba riendo o llorando―. Tal vez esto siempre iba a suceder. ―Este era su
destino.
Ella cerró los ojos.
―No. Pensé que ella iba a estar… inconsciente cuando llegara el final.
Abriremos el ataúd, y la estacaras. No me esperaba… tener que verla otra vez
también.
93
―N
o olviden los permisos para mañana, y las audiciones
del debate han sido trasladadas del B-1 a la cafetería.
Tengan un buen fin de semana y no hagan nada
estúpido. ―Ahí estaba. Eso era diplomático, ¿verdad? Valerie tenía el hábito de
hablar primero y de arrepentirse inmediatamente después. Estaba en su lista de
cosas que resolver.
Algún día.
Sus estudiantes se pusieron de pie rápidamente, deslizando sus mochilas
sobre los hombros mientras salían corriendo de la clase. Las conversaciones
comenzaron de nuevo, iniciando en donde habían quedado una hora atrás sin
perder el ritmo. Val se sentó en su silla, y esperó para ver si alguien venía a
hacerle una pregunta sobre las tareas o de lo que habían discutido hoy.
Pero era viernes, así que no. Aunque usualmente cualquier otro día
tampoco le preguntarían. Todos ellos desfilaron ante ella sin encontrar su
mirada, como si fuera a asignarles trabajo si hacían contacto visual.
Val sonrió. Le gustaba su trabajo. Realmente lo hacía. Val apagó la
computadora y tomó su bolso, apagando las luces al salir. Siguiente parada, el
gimnasio. Y luego a casa para un poco de deliciosa comida Lean Cuisine 3. Otra
vez.
Se las había arreglado para correr más de tres kilómetros. Francamente,
nunca quería volver a correr. Y no confiaba completamente en esa gente que
decía que corrían dieciséis kilómetros en los fines de semana. ¿Eran mentirosos?
¿Ella debería mentir? ¿Era el alto nivel de endorfinas un mito? Esta noche fue y
corrió más de tres kilómetros.
Agrega un minuto y verás lo que sucedía.
Mientras cerraba la puerta detrás de ella, se preguntó que habría esta
noche en la televisión. ¿Big Bang Theory? ¿Una repetición de Buffy? Si tenía
suerte, quizás podría encontrar Game of Thrones. Sí, esta era su vida, y pensó
que era bastante buena. Luego jadeó de indignación cuando se dio cuenta de
95
3Lean Cuisine: es una marca de platos congelados y comidas que se venden en los Estados
Unidos, Canadá y Australia.
Página
que había estacionado su auto debajo del árbol que los pájaros usaban para
defecar. Ahora su auto estaba cubierto de mierda. No, ésa es mi vida.
96
Página
Traducido por liebemale
Corregido por flochi
M
ientras las horas pasaban, Virginia se sintió más confusa acerca
de Cerdewellyn. Había pasado siglos anhelándolo y
maldiciendo su suerte. Ahora le habían dado otra oportunidad.
No, la había tomado, y sin embargo todavía no estaba con él. ¿Dónde estaba él?
¿Qué esperaba de ella? Si se preocupaba por ella, si realmente la anhelaba, ¿no
debería estar aquí, en este momento?
Y ahora lo único en lo que podía pensar era en el tiempo pasando. Habían
pasado cientos de años distanciados el uno del otro, y todavía estaba sola. Él
estaba cerca, dos habitaciones de distancia era lo único que los separaba, y sin
embargo, no estaba con él.
Incluso la reina no era ningún impedimento. Virginia no era una chica que
esperara. Se levantó de la cama y fue al corredor, ahora un trágico vacío estéril.
Debería haber Fey bulliciosos arriba y abajo por los pasillos. Todo el mundo que
la hubiese visto se habría inclinado.
No había nadie para inclinarse ante ella ahora.
La puerta de la habitación de Cerdewellyn estaba abierta, el hombre
mismo de pie en una ventana y mirando el mundo de abajo.
―Quiero matarlo ―dijo.
―Se lo merece.
―Me asusta lo mucho que quiero hacerle daño. ―Se dio la vuelta para
mirarla, una mirada vacía en el Cerdewellyn que amaba. Esta era una cáscara
vacía de él, lo que lo animaba ahora venía de la oscuridad―. Él es nuestra
salvación, mi única oportunidad de volver a tener el Sard y tener el poder
suficiente para matar a los vampiros, y todavía tengo miedo de estar a solas con
él. ―Le sonrió con tristeza―. Me temo que voy a ceder a mis impulsos asesinos
y destruir nuestra oportunidad. Eso no es lo que soy. Él es el impulsivo. No yo.
Y ahora aquí estoy en el borde de la ruina total, con una última oportunidad
para salvarnos, y lo único que puedo pensar es en abrirlo y consumir su
corazón latiendo.
97
Página
Ella se acercó a su lado y lo rodeó con sus brazos, presionando su oreja
contra su pecho. Podía oír los latidos de su corazón, la intensidad de sus deseos
acelerando su respiración.
―Pronto, mi rey.
Él hizo un sonido en su pecho, y ella le apretó con más fuerza.
―Este mundo está casi vacío de magia. Puede que nunca encuentre el
Sard; en cuyo caso, el único poder que tendré, será el que poseo.
―¿Sabe él dónde está el Sard? ―preguntó Virginia.
Él se apartó de ella, no queriendo mirarla como si estuviera avergonzado.
―No he sido capaz de hacer algo más que pedírselo. Este mundo es tan
débil que me temo que si lo dejo, se derrumbará. Necesito que me ayudes,
Virginia. ―Se volvió hacia ella; su expresión llena de pena.
―Cualquier cosa ―prometió. Estaba llena de alegría ante la idea de
ayudarle, volviéndose cada vez más su igual.
―Necesito saber de una vez por todas si tiene el Sard. Necesito que tomes
su fuerza y permanezcas aquí, para que no perdamos este mundo. Tu presencia
va a mantenerlo vivo.
―¿A dónde vas a ir? ¿Qué vas a hacer?
Él la besó suavemente en la frente.
―Hubo Otros que se quedaron atrás cuando llegamos a este nuevo
mundo. Necesito asegurarme por mí mismo que ya no están. Y tal vez uno de
ellos habrá dejado alguna pista en cuanto a la ubicación del Sard.
―Pero es peligroso ―dijo, y al instante se arrepintió. Podía ver sus
facciones endurecerse, sabía que había pinchado su orgullo.
―No soy tan débil que debas temer por mi seguridad como un niño
arrancado de las faldas de su madre.
―¡No! Eso no es lo que quise decir, y lo sabes. ―Se acercó a darle un beso
en la boca y la mandíbula, desesperada por demostrarle que no pensó en él
como débil. Todavía lo veía como la perfección, como su Dios, aunque no había
nadie más que le adorara, además de ella.
Sintió sus manos en sus brazos, la fuerza que usó cuando con cuidado
empezó a alejarla de él. Hizo un ruido similar al de un sollozo, la emoción
abrumándola.
―¡No Cer, por favor! Lo siento. Lo siento tanto. Somos sólo nosotros; te
amo. ¡Lo juro! ―Se encontró llorando, y él se detuvo, poniendo sus brazos
alrededor de ella y atrayéndola hacia sí, protegiéndola entre sus brazos.
―Está bien, Virginia. Vamos a encontrar una manera de resolver esto. Te
98
Podía sentir su deseo por ella, y una parte suya no podía creer que había
llegado el momento para que la tomara. Y sin embargo…
Página
Ella frunció el ceño.
―Virginia ―dijo en voz baja, exigiendo que le dijera lo que estaba mal.
―Lo siento. Pero, esta, esta no soy yo. Nada de esto. Me miro en el espejo
y la veo. Hablo, y sueno como ella.
Él hizo un sonido profundo en su garganta.
―No, estoy muerta. Tal vez esa es la verdad, Cerdewellyn. Estoy muerta,
y no hay nada que hacer, excepto aceptarlo.
―Así de sensiblera repentinamente. ¿Por qué, mi corazón?
Lo miró a los insondables ojos negros, y supo que tenía que decirle. No
importa cuán estúpido o vergonzoso fuera. Tenía que decírselo.
―No seré yo. La chica que lleves a la cama y reclames. Voy a ser ella. ¿La
amas? ¿La quieres a ella? ¿Esperas que tus hijos se parezcan a ella en vez de a
mí? Con su piel oscura y su cabello.
―No la veo a ella. Te veo a ti.
Ella negó. Deseó poder creerle, pero sabía la verdad.
―Ven. ―Le tendió la mano, y ella no tuvo otra opción que aceptarla. La
condujo hacia el espejo―. Eres Virginia Dare. Eres la única a la que esperé. La
única por la que me afligí, y ahora estás de vuelta. Porque eres lo
suficientemente fuerte como para luchar por nosotros. No eres ella. ―Su cabeza
descendió, sus labios haciendo el contacto más suave a lo largo de su cuello. Se
estremeció y sintió el estremecimiento recorrerla. Sintió su cuerpo abrirse,
maduro, y quiso apoyarse contra él, ofrecerse a él. Él era su rey, su protector. Su
destino―. No te des por vencida. Y serás recompensada. El rey de los Fey no
está sin recursos.
Sus dedos recorrieron su mejilla, se deslizaron en su cabello. Y mientras
observaba, su rostro cambió, pasó del de Valerie al de ella. Su color de cabello
cambió a un marrón más claro; sus ojos se alumbraron con su propio verde
musgo.
―Tu cabello es hermoso, Virginia. Siempre lo imaginé, lo que se sentiría
deslizándose por mi cuerpo.
Ella se estremeció. Estaba paralizada, mientras su mano se deslizaba por
su cuello, el color de su piel cambiando ante sus ojos. Había tenido un pequeño
lunar en el cuello, y apareció cuando sus manos se deslizaron por el lugar.
―Cambia todo de mí. Mis piernas, mis brazos, mis pechos, todo,
Cerdewellyn.
Él le dedicó una leve sonrisa e hizo lo que le pidió, ambos mirando en el
espejo mientras su cuerpo cambiaba y desplazaba, la ilusión apoderándose de
101
todo, por lo que no quedó nada de Valerie Dearborn. Lo último en irse fueron
Página
las ropas. Indecente, ropa que exponía demasiado, confecciones de una tela azul
áspera que enseñaba su trasero y delineaba la parte delantera de su cuerpo. Su
ropa fue reemplazada con un vestido, de los suyos. Rosa claro con ribetes de
satén negro.
Ella detuvo su mano en su estómago, entrelazando sus dedos con los de él,
el corazón latiendo con el sonido triunfal de destino.
―No Cerdewellyn. Sin ropas. No ahora. ―Y ella se volvió en sus brazos,
llevó su boca a la suya, absorbiendo el beso dentro de ella, con las manos
inquietas sobre su pecho, con ganas de tocar, sentir y estar con él. Estaba
recuperando el tiempo perdido. Por todas las cosas que habría hecho si hubiera
sabido que su vida estaba a punto de ser interrumpida.
Pero ahora estaba de vuelta, y prometió que nada volvería quitarle a
Cerdewellyn.
102
Página
Traducido por Lola Irina
Corregido por flochi
V
irginia sintió a Cerdewellyn salir de la cama en silencio, lo oyó
moverse por la habitación, preparándose para volver al mundo de
los mortales. Lo miró con los ojos cargados de sueño, disfrutando
de la vista de su fuerte cuerpo ante ella. Quería fingir que todo estaba bien, al
menos por un rato.
Como Valerie hizo. Y mira lo que consiguió.
Cerdewellyn se irguió delante de ella en un negro absoluto.
―Me iré, y cuando vuelva, tenemos que saber con certeza si él lo tiene.
¿Puedes hacer eso?
Le sonrió, aún sonrojada. ¿Podía torturar al vampiro que había arruinado
su vida y hacerlo hablar?
―Oh, sí, no me imagino sea un problema en lo absoluto ―dijo, y luego la
besó y se fue.
Virginia se vistió y comió una ciruela y un poco de pan que estaba en el
comedor. Estaba demasiada nerviosa para comer mucho, y ansiosa de ver a
Lucas. Cuando caminó por el castillo, entristecida por los signos del deterioro y
la pérdida, no pudo evitar pensar en la mujer, cuyo cuerpo ahora habitaba. Ella
necesitaba un cuerpo y Valerie, bien, la mujer estaba confundida y débil. Valerie
no se merecía todo lo que le habían dado, y no apreció el regalo de la vida.
Virginia lo hizo. Se vistió con su propia ropa, una bata para repeler el frío, y
bajó a la mazmorra, necesitando ver a su enemigo.
Ella lo mataría. Hoy no, pero pronto. Su rey tendría su venganza, y si ella
podía ser el instrumento de la misma, entonces eso también era justo.
Su cabeza estaba inclinada cuando entró a la mazmorra oscura. Usó la
magia para encender las antorchas, oyéndolas chisporrotear a la vida con un
chillido. Él levantó la cabeza, y ella fue golpeada por la intensidad de su
mirada. Es un depredador. Fue el primer pensamiento que le vino a su mente.
Sabía que él estaba confundido por encender el fuego y la demostración de
magia. Sabía que cuando la miró, vio a Valerie todavía.
103
Página
¿Cómo podría la sumisa Valerie estar en compañía de este monstruo? ¿Se
preguntó cómo podía estar enamorada de él? Nada humano se asomó a sus ojos
fríos.
―¿Qué está mal? ―le preguntó. Ella casi saltó ante el sonido de su voz.
Era oscura y hermosa―. ¿Qué sucedió? ―dijo, incapaz de apartar la mirada de
la bata, sabiendo que estaba desnuda debajo de ella. ¿Le molestó pensar que
Valerie se había acostado con Cerdewellyn ?
Ella frunció el ceño. La veía como Valerie. No como Virginia. ¿Cer había
hecho la ilusión para ella sola? Y si es así, ¿por qué? Pero eso era algo para más
tarde. Estaba allí para ser implacable.
―Te ves imponente ―dijo Virginia, su voz era suave, ligera y musical.
Ella ignoró su pregunta. Lo que Lucas deseaba era irrelevante―. Ciertamente
temeroso. Pero siempre había imaginado que serías regio. No eres regio. Te ves
como un mendigo sucio ―dijo prolongando las palabras, deseando que
hicieran eco en su mente. No habría malentendidos. Lo miró como si fuera
subhumano―. Alguien del cual me habría cruzado por la calle para escapar. Si
Cerdewellyn estuviera encadenado, cubierto de mugre y golpeado como tú, el
mundo lo conocería por un rey todavía.
Vio su mirada afilada; sus labios se aplanaron cuando la estudió.
―¿Valerie? ―se preguntó, y ella pensó que detectaba su inquietud. Cerró
los ojos y lo alcanzó, tocándolo con el poder de la empatía que quedaba en el
cuerpo de Valerie. Lo oyó sisear y retractarse, tambaleándose lejos de ella de
forma mental.
―Tu corazón fluye con miedo ―dijo sin emoción.
―¿Qué es esto? ―preguntó y miró más allá de ella―. ¿Dónde está Valerie,
y por qué pretendes ser ella?
―Soy Virginia Dare. Soy la Reina de los Fey. Valerie Dearborn se ha ido.
Lo sintió alcanzarla, psíquicamente tocarla, casi saboreándola, en un
esfuerzo por entender lo que estaba sucediendo.
―¿Dónde está Cerdewellyn? ―preguntó.
Ella le sonrió, enorme y radiante. Luego su mirada se volvió tímida.
―No tratas con Cerdewellyn. No ahora, y no más. Yo soy la única que nos
salvará. Te usaré para hacerlo.
―¿Dónde está Valerie? ―le gruñó.
―Aquí ―dijo Virginia, levantando la mano a su cabeza―. O aquí ―dijo, y
tocó su corazón―. No está muerta, pero está… lejos. Y este cuerpo es mío
ahora. Soy Virginia Dare. Conoce mi nombre, porque lo dirás cuando mueras.
104
Página
Su expresión estuvo llena con amenaza, a pesar de que estaba encadenado
y no podía hacerle daño, tuvo que detenerse de retroceder un paso.
―No negociaré contigo. Deja su cuerpo, y luego márchate y buscar a tu
maestro.
―Cerdewellyn está… durmiendo ―dijo ella, dejándolo inferir lo que
quisiera.
Vio su rostro palidecer, sintió la conmoción correr a través de él, este
cuerpo de Valerie había ciertamente dormido con Cerdewellyn. Su dolor y el
horror se dieron a conocer como una ola, pero su expresión se quedó tranquila.
Tal control, pensó, y supo que ese control tendría que irse. Ella lo rompería.
―Quería conocerte, Lucaius. He oído de ti de todos. Eres el cuco del que
me contaban historias cuando era pequeña. Y Valerie, ella habló de ti también.
Me parece irónico que te debo las gracias por darme esta vida. Si no hubiera
sido por ti, yo no estaría aquí. ―Virginia quería tocarlo, quería abrirlo y ver su
interior, abrir su mente y violar cada recuerdo, abusar de ésta y de él, así él no
sería nada más que un cascarón: pago parcial por todo el mal que había
cometido.
Pero la paciencia era algo que había aprendido. Había crecido viendo a
Cerdewellyn, aprendiendo de él, la mejor manera de actuar.
Paciencia.
―Dime lo que te asusta, y lo haré realidad ―susurró ella, como si fuera
una cortesana preguntándole qué cosas sucias fantaseaba―. Te castigaré por el
mundo. Por mi Cerdewellyn y la muerte de mi gente. Por la muerte de los
Otros, e incluso por Valerie y el dolor que le causaste. ―Virginia se acercó,
extendiendo su mano, listo para tocar su pecho
―Tócame y te arrancaré con los dientes la mano.
Ella hizo una mueca, como si hubiera dicho una broma mala
―No me puedes hacer daño. Estás demasiado sumergido en lo profundo
de la sangre de la Empática. Pronto voy a poseerte. Ni siquiera serás capaz de
hablar en contra mía, porque voy a tener un agarre sobre ti.
Lucas se rió de ella.
―¿Piensas que has ganado porque bebí de su sangre un par de veces? No
sabes nada de mí y de mi fuerza.
―Sé lo que tomará. Sé que haré que bebas de mi sangre una y otra vez, y
que un vampiro es susceptible a los Empáticos. Que con los repetitivos
intercambios de sangre, el vampiro puede llegar a ser esclavizado. Sé que te
tengo atado en una mazmorra con la capacidad de ir a ninguna parte. Y sé que
105
* * *
Valerie se sintió enferma.
Estaba sudando, húmeda y pegajosa, y sintió como si algo malo estuviera
a punto de suceder. Como si el mundo estuviera a punto de terminar, o ella
estuviera a punto de morir. Respiró hondo y se dirigió al aire acondicionado,
tratando de hacer el aula más fría.
Sus estudiantes estaban dando un examen, y después podría salir, ir a casa
y, ¿hacer qué? ¿Enloquecer en privado? ¿Tener un ataque de pánico o gritar
histéricamente?
La campana sonó por fin, y se fue a casa, la sensación de miedo, terror y
dolor, la consumía. Se acostó en su cama y se complació por la oscuridad. No
recordó cerrar las cortinas, pero lo debió hacer. Siempre debes mantener las
cortinas cerradas, pensó y no lo cuestionó.
Cerró sus ojos, y una visión, como el destello de un relámpago, hervía
detrás de sus ojos. Un hombre: alto, ancho de hombros, dorado y hermoso.
Estaba sin camisa, cubierto de sangre, el cuerpo arqueado hacia afuera mientras
gritaba de dolor. Sus manos eran puños, y las lágrimas corrían por sus mejillas.
Su sentido de extrañeza y miedo se incrementó así que quiso gritar o llorar, de
repente dispuesta a hacer cualquier cosa para que se detuviera.
107
Página
Se irguió y encendió la luz. No era real. No tenía ningún sentido. Tenía
que conseguir su mierda bajo control. Ir al médico y conseguir un poco de
Xanax. Sólo podía imaginar lo que diría, se sintió llena de pánico, y cuando
cerró sus ojos, vio al hombre más caliente, sangrando y medio desnudo, siendo
torturado.
De repente, ¿se había convertido en una sádica? Leía demasiadas novelas
sobre sadomasoquismo y, ¿este era el precio?
Se levantó y se acercó a las ventanas, lista para abrir las cortinas y dejar
entrar la luz
De repente, estaba en la cocina. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué estoy
buscando? Valerie fue a la despensa, abriéndola, sus manos temblorosas. Debió
de venir aquí por el agua. Esa era la única explicación.
Tomó una taza, y tenía el impulso de tirarla, sacar todo de esa despensa y
destruirlo, romper toda la casa en pedazos. Agarró la taza firmemente, tan
fuerte que sus dedos se pusieron blancos, luego fue y abrió la puerta de atrás,
saliendo a su patio.
―No hagas esto. Es una locura ―murmuró. Bajó la taza, respirando
profundamente. Era una persona sana, ¿no?―. A excepción de hablar contigo
misma, estás muy bien ―dijo en voz alta.
Todo de una vez, el sentimiento de extrañeza y dolor, de que le estaba
fallando a alguien, regresó y la abrumó. Con un grito lanzó la taza, mirándola
destrozarse a pocos metros de ella.
No era suficiente.
Corrió de regreso al interior y agarró más vasos y tazas, tomando tanto
como podía llevar en sus brazos. Comenzó a tirarlos, rompiéndolos en pedazos,
trozos de vidrio y cerámica apuñalándola en las pantorrillas. Sus piernas
estaban cubiertas de sangre, y dio un paso hacia atrás, volvió a entrar en su
casa y empezó a llorar.
108
Página
Traducido por Martinafab
Corregido por AmpaЯo
L
ucas no tenía ni idea de cuánto tiempo habían durado los
recuerdos. ¿Horas? ¿Meses? Había revivido cientos de años por
algún período de tiempo desconocido y su voz se había ido. Había
gritado por un tiempo demasiado largo. Si no lo hubieran encadenado en
posición vertical, se habría caído. Apenas podía pensar. Todo lo que conocía
estaba muerto y que él era el motivo de ello.
Oyó los pasos de Valerie en las escaleras y tuvo un momento irracional de
esperanza sobre que ella había vuelto. De que Virginia había mentido, que todo
el encuentro había sido una especie de artimaña. Pero cuando la vio, supo la
verdad. Era Virginia la que venía a verlo, Valerie se había ido.
Ella sonrió ante la sangre seca en su piel y su expresión perdida. Se echó a
reír cuando un escalofrío recorrió su cuerpo. Llevaba ropa diferente. Un vestido
azul zafiro y él decidió que era una indicación de que el tiempo había pasado.
―Me gustan tus lágrimas ―dijo, y le acarició la mejilla con el dedo―. Es
hora de beber. Tú bebes mi sangre, y yo bebo la tuya. ―Sostuvo la muñeca de
Valerie en su dirección. Su corazón tronó; tenía la boca seca y la cabeza le latía
como si alguien estuviera golpeándola con un hacha.
Necesitaba sangre.
Tenía que mantenerse fuerte.
Pero cada vez que bebía sangre de Valerie, se hacían más cercanos.
¿Cuántas veces más iba a alimentar a Virginia y mantenerse a sí mismo? ¿Sin
convertirse en un completo adicto o tenerla tan arraigada en su mente que él no
sería nada más que su títere?
Tal vez la próxima vez.
Tal vez ya era demasiado tarde.
Tenía los ojos cerrados, y entonces el dolor de su espada en el cuello fue
una sorpresa. Ella selló la boca en su cuello y bebió su sangre por lo que pareció
un largo tiempo. Todo en ella era familiar pero diferente. Su postura era
diferente, lo tocaba de manera diferente. Incluso su olor era diferente. De una
109
C
uando Valerie salió por la puerta de su clase y la cerró, vio a James,
el profesor de ciencias, acercándose a ella. Era alto y guapo,
parecía que ella le gustaba, lo cual era agradable. Debería ser más
que agradable, ¿verdad?
―¿Sigue en pie lo de Pinkberry? ―preguntó él con sus llaves ya en la
mano.
―Sí. Pero nos veremos allí. Tengo algunos recados que hacer más tarde
―dijo con una sonrisa distraída.
En Pinkberry, Val pidió yogurt de coco con fresas y kiwi en la parte
superior. También decidió "ir a lo grande" y pidió esta extraña salsa de
chocolate que tenía trozos crujientes de arroz. Era cerosa y rara, pero
extrañamente adictiva.
James pidió yogurt de sandía y luego pagó. Tal vez debería haberle
detenido por haber pagado por ella. Él siempre le estaba invitando a salir, y
aunque era lindo… él simplemente no lo hacía por ella. Lo que sea que “eso”
era.
Pero él era agradable y ella pensó que se suponía que quería un chico
agradable y confiable para invitarla a salir. ¿Debería decirle que estaba loca y
ver si eso lo asustaba?
Se sentaron en una mesa cerca de la puerta y Val miró a su alrededor, su
piel poniéndose de gallina. Tuvo la clara sensación de que alguien la estaba
observando. Sólo estoy paranoica. Trató de ignorarlo. Probablemente era porque
estaba a dieta. Convencida de que todo el mundo sabía que estaba saltándosela
con la salsa de chocolate.
James extendió la mano para tocar la de ella.
―Tierra llamando a Val.
No pudo evitar mirar por encima del hombro otra vez. Todavía nadie me
está observando. Y luego, un hombre entró en la tienda. No había visto esa parte;
había mirado hacia arriba y era como si él hubiera aparecido de la nada.
111
Página
Era alto y… divino. Demasiado atractivo para entrar a una tienda normal
en San Loaran. Pertenecía a una sesión de fotos. Tenía el cabello rubio y grueso,
con los hombros amplios. Y era ridículamente alto. Y esa mandíbula… dura y
cuadrada. Se preguntó a qué sabía, cómo sería besar su piel.
El corazón le dio un salto mientras lo miraba, sintiendo una cierta
conexión, casi un reconocimiento. Él miraba la tienda de yogurt en shock. Como
si fuera un extraterrestre que acababa de ser colocado en la tierra y no tenía ni
idea de dónde estaba. Era cierto que la decoración era un poco estridente.
Montones de colores de neón y sillas y mesas retro. Entonces él la vio, dio un
paso hacia adelante, luego se contuvo y miró a su alrededor otra vez. Val apartó
la mirada; no había necesidad de comerse con los ojos al hermoso hombre.
Hasta que no le diera la espalda, se lo comería con los ojos.
James estaba diciendo algo y se preguntó qué demonios era. Coches. Estaba
hablando de coches. Val echó un vistazo al tipo hermoso. No sabía nada sobre
coches y tampoco quería. El hombre caminaba hacia ellos, Val sintió que se
llenaba de pánico al verlo. ¿Pánico? ¿Es eso lo poco que llamo la atención, que un
hombre hermoso me mira, y mi primera reacción es de pánico? ¡Patético!
Dejó el yogurt sobre la mesa y esperó, mirando la superficie blanca. Tal
vez él no se estaba acercando a ellos.
Sí lo está. Y está aún más cerca.
―Valerie. ―Su voz era profunda y tenía acento. Pronunció su nombre
como si la conociera. La risa, un poco histérica, se levantó dentro de ella por
ninguna razón. Reprimió una risita y supo que estaba sonrojaba como una
idiota.
Levantó la vista hacia sus ojos pálidos y azules y a la expresión prohibida,
y lo que sea que vio en esas profundidades hizo desaparecer su risa. Tenía la
extraña sensación de que lo conocía.
―Esa soy yo ―dijo, y esperó. ¿Era uno de los padres de uno de sus
alumnos? Parecía joven para tener un estudiante de secundaria, pero había una
cierta dureza en él, un peso y una presencia que le hacía verse como si hubiera
vivido una vida larga y dura. Era impropio de su edad. Si tuviera que adivinar,
diría que tenía treinta. ¿Tal vez había tenido un hijo a los quince? Si bien no era
imposible, de alguna manera simplemente no parecía correcto.
―¿Qué es esto? ―preguntó con una mirada glacial parpadeando de ella a
James y de nuevo. Pero apenas era una pregunta. Más como una acusación.
―¿Te refieres a la tienda de yogurt? ―dijo ella, confundida por la
pregunta.
―No. Esto… ―Sus fosas nasales se dilataron mientras exhalaba duro. Y
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* * *
Valerie estaba viva. Alguna parte de ella estaba viva, y su conexión aún
estaba ahí. Saber eso le hacía sentirse extraño, casi sin aliento. Los ojos de
Página
Valerie se cerraron mientras descansaba la cabeza sobre la mesa, su sangre
acumulándose frente a ella, goteando de la mesa blanca y aterrizando en el
suelo. Esto no era simplemente una hemorragia nasal. Agarró las servilletas que
estaban junto a Valerie, empujando al hombre fuera del camino y trató de
detener su hemorragia.
Estaba floja como una muñeca de trapo, sin ofrecer resistencia mientras le
inclinaba la cabeza y le pellizcaba la nariz. No podía ser una coincidencia.
Recordarle el pasado y tener su sangre por toda la mesa y perder el
conocimiento.
¿Era interno? Tuvo un miedo repentino de que podría ser una hemorragia
y se preguntó si deberían llamar a una ambulancia. Espera. Eso no tenía
sentido. Esto no era la realidad. Claro que se parecía a la realidad, se sentía
como la realidad… pero esto era un espejismo. Una ilusión.
Pero no conocía las consecuencias si ella moría aquí.
Sus manos estaban cubiertas de sangre de color rojo brillante. Su corazón
comenzó a latir con fuerza por otra razón, la emoción humana haciéndole sentir
vergüenza y disgusto por la sed de sangre que golpeaba en cualquier momento.
Ella se estaba muriendo y él quería beber su sangre.
En cualquier momento.
Espera. Debería estar sintiéndolo ya. Pero no lo estaba haciendo. Lucas se
sacudió hacia atrás, tropezó con una silla y cayó al suelo. ¡Qué dolor!
¿Dolor?
La situación era completamente extraña. Una rápida inspección de la
tienda le mostró que los trabajadores y los clientes estaban congelados, como si
esto fuera una película detenida.
Todos miraban a Valerie pero ninguno se movió. Y Valerie seguía sentada
a la mesa, inconsciente, sangre saliendo de continuo mientras que la sala a su
alrededor comenzó a oscurecerse.
Como si estuviera en el teatro y este fuera el final del acto.
―¡Valerie! ―gritó, y la respuesta fue dolor.
Afilado y próximo.
Un cuchillo cortándole el músculo del brazo lo recibió a su regreso a la
realidad. Valerie se había ido y Virginia estaba delante de él, todavía llevando
la carne de Valerie. Ella sostenía el cuchillo en la mano y le sonrió. Su cuerpo se
sentía desollado vivo.
Entonces Virginia se encorvó, con una mano en la cabeza como si le
doliera y la otra cubriendo su rostro. El olor de la sangre lo golpeó, la sed de
114
Página
sangre creciendo dentro de él bruscamente. La sangre goteaba por sus manos,
saliéndole por la nariz e incluso los ojos.
―Cerdewellyn ―gritó ella débilmente y, de nuevo, con voz más fuerte a
medida que se dejaba caer de rodillas.
Cerdewellyn apareció de la nada y fue hasta Virginia, cayendo al lado de
ella, obligándola a mirarlo.
―Duele ―dijo con un gemido.
―¿Qué pasó? ―le preguntó Cerdewellyn.
―Nada. No lo sé. Estaba aquí y luego había sólo… dolor. Está viniendo de
ella. Puedo sentirlo. ―Virginia comenzó a llorar―. ¿Y si vuelve? ¿Qué pasa si
no puedo quedarme con este cuerpo?
Cerdewellyn la atrajo hacia sí, podía oír al hombre susurrar en Fey,
diciéndole que iba a estar bien. Al menos, eso es lo que asumió que
Cerdewellyn le estaba diciendo.
―Una vez que tenga el Sard, nadie va a ser capaz de hacerte daño. Tu
cuerpo se te restaurará y empezaremos de nuevo. Estoy cerca, mi amor. Vamos,
ve a descansar un rato. Él no va a ninguna parte.
―Puedo hacer que me diga dónde está. Sólo necesito un poco más de
tiempo ―susurró Virginia.
Cer la besó en la frente.
―Por supuesto. Mañana. Hemos esperado cientos de años. ¿Qué es otro
par de horas? Debes permanecer fuerte para que Valerie no despierte y combata
contra ti. ―Y entonces la levantó en brazos y la llevó fuera de la mazmorra,
ignorando a Lucas completamente.
Lágrimas no invitadas corrían por sus mejillas. De hecho, se odiaba a sí
mismo por ello. No tenía ningún sentido sentirse emocional en esta situación.
¿Cómo hacía la gente esto en una base diaria? Vivir y funcionar mientras que
sus sentimientos estaban a la espera de consumirlos. Era espantoso. Volvió su
atención a lo que era importante.
Valerie estaba viva. La había encontrado una vez, y podría encontrarla de
nuevo. También estaba claro que lo que hería a Valeria también perjudicaba a
Virginia. Tenía que haber una manera de que pudiera utilizar eso en su ventaja,
pero, ¿cómo?
Sospechaba que Virginia no sabía nada del pequeño mundo de Valerie.
Pensó en ello casi como una burbuja, un pequeño lugar en algún lugar dentro
de ella donde Valerie estaba… ¿viviendo? ¿Escondiéndose? ¿Recuperándose?
Quizás incluso reagrupándose para volver.
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No lo sabía, no podía ni siquiera imaginarlo, pero el hecho de que casi
había muerto, que el mundo que había creado para ella misma empezó a
desmoronarse tan pronto como él forzó la verdad sobre ella, le preocupaba. El
dolor mental causaba daño físico.
Y ella no sabía nada de su pasado. Entonces, ¿qué estaba haciendo? ¿Era
un mecanismo de defensa que su mente había creado para evitar que Virginia la
llevase de nuevo? Y un pensamiento más aterrador, uno que él no sabía cómo
hacerle frente, ¿qué pasaba si ella acababa por huir?
Qué pasa si ese hombre que había estado tan preocupado por ella y comió
dulces con ella era lo que realmente quería. Humano, aburrido y enamorando
de ella. Si eso era lo que realmente quería, ¿cómo iba a convencerla de que
volviera?
116
Página
Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ
Corregido por Nanis
V
irginia volvió a él muy pronto, volviendo por más sangre y su
fuerza. Lo torturó, le hizo llorar, lo castigó por su pasado y sus
errores; pero nunca regresó a ese lugar, a ese nirvana, donde
estaba Valerie.
No sabía cómo llegar hasta allí. Y a medida que pasaban los días, y se
hacía más y más dependiente de la empatía de sangre, se preguntaba si lo había
imaginado todo. Tal vez nunca había visto a Valerie en absoluto. ¿Qué pasa si
volver a verla era algo que había querido tanto que había vivido una fantasía?
Virginia se estaba volviendo más fuerte, usando su poder, el propio, y, sin
duda, el de Cerdewellyn para ganar fuerza. Todo lo que tenía ahora eran los
momentos que ella aparecía. Si él se liberaba y lo llamaba, le respondería. Si le
enviaba pesadillas, soñaba. Su oportunidad en el libre albedrío o libertad casi
había desaparecido. La única posibilidad era conseguir a Valerie de nuevo, pero
no sabía cómo había llegado a ella antes. Había sido… forzado por Virginia,
más vulnerable y susceptible al dolor que nunca. La impresión de que Valerie
se había ido lo había dejado indefenso de una manera que no había estado
desde entonces. ¿Esa era la respuesta? ¿Que había de sucumbir a los peores
tormentos, dejar que lo despojara y quebrara, con el fin de llegar a Valerie?
Había un elemento desafortunado de la justicia en ello, si eso fuera cierto.
Una idea terrible tomó forma en su mente, la certeza lo hacía sentir
mareado, incluso mientras el miedo hizo que sus piernas temblaran. Virginia no
tuvo misericordia en su interior. Quería su muerte, y podía ver el deseo de ello
resplandeciendo de sus ojos con el brillo del amor.
Hazlo. No seas débil ahora. Y sin embargo, no quería decirlo. Se preguntó si
podría sobrevivir a lo que iba a hacer con él si le decía su debilidad. Si se abría a
sí mismo, se haría incapaz de mantenerla fuera.
No sabía si era la única manera de ver a Valerie de nuevo. Su única
oportunidad de traerla de vuelta. Y después un momento de imprudencia y
paz se apoderó de él, como si hubiera sido tocado por la mano de Dios y
ofrecido una forma de salvación.
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Página
La verdad era que no importaba si veía a Valerie otra vez, porque eso era
lo que quería. Uno tan malvado como él, no tenía por querer cosas, o tener
objetivos de su propio interés. Él haría esto, porque sacrificarse a sí mismo para
intentar conseguir a Valerie de vuelta, era lo correcto por hacer.
Virginia estaba tarareando, tocándolo suavemente, casi acariciándolo
mientras contemplaba lo tortura para imponer sobre él después. Le llevó dos
intentos para sacar las palabras.
―Te puedo dar las llaves de mi alma.
Virginia rodó los ojos.
―Tengo eso. Tengo tus recuerdos, te he sometido a dolor tras dolor. Ya
me perteneces ―dijo, y le pasó la mano por la mejilla posesivamente. ¿Sabía
Cerdewellyn cuánto tiempo pasaba aquí, torturándolo? ¿La emoción que recibía
de ello?
Lucas captó su mirada, vio que se quedaba sin aliento.
―Eres joven, así que permíteme informarte acerca del remordimiento.
Todos lo tenemos. Sin embargo, es desigual. Tú me haces revivir cosas que
estaban mal, y siento el dolor físico del mismo. Pero la carga emocional… no me
importaba esa gente. Lloro por ellos, pero esos recuerdos no me va a destruir.
Pero todo el mundo, incluso el peor villano, tiene algo que va a destruirlo.
Algunos recuerdos no pueden sobrevivir.
Ella dio unos golpecitos con el dedo en el labio.
―¿A qué le temes más? ¿Tu dolor? ¿Por qué me dices eso?
―No necesitas mis razones.
Virginia sonrió tímidamente.
―Muy pronto voy a tenerlo de todas maneras. Me digas sí o no. ¿Te has
enamorado de ella? ¿Es por eso que te das por vencido?
―Estoy muerto. Yo no amo. ―¿Es eso lo que está ocurriendo? ¿Estoy
renunciando?
Ella entrecerró los ojos.
―Me estás mintiendo. ¿Crees que vas a engañarme de alguna manera?
―Los vampiros no aman, no realmente. Deseamos y codiciamos. Nos
enamoramos y nos ponemos celosos, pero no es amor. Si fuera… mortal, creo
que me encantaría ella. ¿El secreto de mi alma? ¿La razón por la que he matado
durante siglos? Venganza. Por mi familia. Mi esposa y mi hija. Mi hijo. Todos
ellos fueron asesinados por los vampiros. Me prometí que iba a vengarme de
ellos. Eso es lo que me puso en mi camino de destrucción. No odio, sino el
amor.
118
Página
Sus ojos resplandecían como estrellas brillantes, y una sonrisa de
anticipación arqueó sus labios. No le importaba su motivación; todo lo que
quería era causarle dolor. Bajó la mirada a la muñeca de Valerie y sintió miedo
a través de él.
Miedo.
Lucas mordió profundamente y tragó. El tiempo para lamentarse y vacilar
había terminado. Lucas sintió su empuje dentro de su mente y se quedó sin
aliento a su fuerza. Podía sentirla en su mente, rasgando a través de puertas y
rompiendo ventanas en su alma, todo el tiempo en busca de ella, saqueando, y
con ganas de encontrar esa última puerta, la final que había mantenido tan
profundo dentro de él que lo había olvidado
Él no era nada.
Perdido.
Virginia paseaba por su mente, y su instinto elemental era luchar, para
construir muros mentales y mantenerla fuera. Protegerse de su ataque. Gruñir a
cambio y declarar la guerra.
Pero no lo hizo. Lucas se abrió, utilizando hasta el último gramo de fuerza
de voluntad que tenía para dejarla hacer lo que ella quería con él. Ella alcanzó la
puerta y la abrió, llenó el vacío dentro de él. Vio a su hija, Anna vio su alegre
sonrisa y rubios rizos, y le hizo dar un respingo.
―Es cierto ―dijo, y oyó la satisfacción en su voz. Ella era como un asesino
en una casa en la noche, haciendo una pausa, escuchando el sonido más leve,
preguntándose si los había conseguido. Él era el último sobreviviente. Era el
débil sonido en la oscuridad, como la súplica de un niño, pidiendo ser
perdonado. Encontró la versión inocente de él, el buen hombre que había sido
una vez, y lo miró con curiosidad.
Y la oyó claro como una campana, mientras pasaba juicio sobre él.
―Esta es la totalidad de tu alma, Lucaius Tiberio Junius. El momento de
tu pesar del que nunca has sanado y te acecha como una pestilencia. Lloras por
tus hijos. Que son tan distantes que nadie sabría sus nombres, no podrían
encontrar ningún indicio de hueso o carne. ¿Has pensado en eso, Lucaius?
¿Cómo el tiempo los trató cuando eras el que debía seguir adelante? Hermoso,
fuerte y mortal. Cada día te convertiste más en eso, y cada día los estabas
dejando en la oscuridad, bajo tierra, en descomposición, y no sabían qué había
sido de ti. El monstruo en el que te dejaste convertir. Desde el momento en que
nacieron hasta el momento de su muerte y se convirtieron en nada más que
tierra. Piensa en todas las cosas que podrías haber hecho de otra manera para
que ellos pudieran haber vivido. Vívelo, Lucaius. Vívelo hasta que te rompa.
119
Lucas estaba allí: Podía oler la habitación cerrada y fuego humeante donde
nació su hija. Oyó su primer grito, y lo pequeña y ligera que era cuando la
Página
sostuvo en sus brazos. La piel suave y los ojos azules. El amor surgió dentro de
él, seguido de cerca por el dolor y la pena. Podía verlo todo, sentirlo todo, y
quería irse, y se quería quedar más que nada en mil seiscientos años.
Ellos crecieron ante sus propios ojos. Felices y afectivos, y todo el tiempo
el peligro se acercaba, se avecinaba y crecía en las sombras… Y entonces llegó la
noche en que murieron. Ellos estaban en sus camas, y los vio morir, sintiendo la
suciedad bajo las uñas mientras pateaba a través de la tierra y los puso a
descansar. Pero esta vez fue diferente. Él no se levantó y se alejó, no se convirtió
en una criatura de la noche, sin alma y salvaje, decidido a matar a toda criatura
que encontrara hasta que el mundo estuviera a salvo de nuevo.
En cambio, se quedó allí, enterrado en la tierra con ellos. Vio a los insectos
venir por ellos, vio su ropa desintegrarse, los vio regresar a un estado de polvo,
y ella lo hizo durar, hizo su pérdida durar una eternidad. Una tortura incluso
que él habría rehuido.
―Me gustó eso ―dijo lejana, y olió su propia sangre en su aliento, ya que
su mente y su cuerpo estaban fuera―. Quiero que lo hagas de nuevo. ―Y ella lo
arreglo, de principio a fin, con los niños naciendo en el momento en que
estaban más allá de la ruina, hasta que Lucas no quería nada más que morir,
para que se detuviera. Hubiera dado todo para hacer que terminara.
Pero él no tenía nada que dar. Nada por qué luchar, sin medios de
defenderse a sí mismo porque le había dado hasta la última pieza de la
armadura a ella. Así que ella podría forjar un arma y enterrarla
profundamente. Sus labios formaron el nombre de Valerie, con ganas de
decirlo, esperando no olvidar que había hecho esta jugada por una razón. Pero
sus hijos lo atraparon con los brazos muertos y lo mantuvieron en la tierra con
ellos, robaron sus palabras y sus sentidos, sus planes y sus recuerdos.
Sus hijos se echaron hacia atrás en la tierra y se lo llevaron con ellos,
manteniéndolo allí con nada más que el dolor, mientras los insectos volvieron,
mordisqueando, cada vez más fuerte sobre la muerte de sus hijos. Y clamó, y
oró por primera vez en cientos y cientos de años, Lucas oraba por morir.
* * *
E
l corazón de Jack palpitó, y se sintió enfermo. No, se sentía como un
niño otra vez. Uno que estaba indefenso. Desamparado. Al diablo
con eso. No estaba indefenso. Jack oyó un ruido, el chirrido más
esencial del sonido, pero eso lo llevó de regreso a su infancia, lo hizo sentir
como si estuviera allí de nuevo, siendo cargado por Marion, la forma en que su
huesudo hueso se había clavado en su estómago y costillas, el sonido de su
falda mientras lo llevaba colgando sobre su hombro.
Oh, Dios.
Y entonces tuvo un extraño pensamiento. Extraño porque era claro.
Cortaba a través de la paranoia y el terror que lo estaban abrumando. Este es el
momento que has estado esperando toda tu vida.
Venganza.
Había soñado con eso y se había sacrificado por ello. Había renunciado a
Valerie, a la vida y al amor. Se había aislado de todo, con la esperanza de
acercarse lo suficiente para matar a Marion. Y ahora estaba aquí. Su gran
oportunidad.
Ya era el maldito tiempo.
Rachel lo estaba mirando fijamente, con las manos en sus caderas y la
cabeza ladeada.
―Mira Cujo, sé que estás listo para matar y huir, pero tenemos un
propósito aquí. Tenemos que obtener información. El matarla viene después.
Jack se acercó a ella, sabía que estaba vibrando de cólera. Esperaba que
ella lo sintiera, como hormigas arrastrándose sobre su piel. Quería que
entendiera cada palabra como si le estuviera gritando.
―Ella es mía. ―Su voz era grave, raspando el registro más alto.
Ella tragó saliva y agachó la cabeza.
―Lo sé.
Él le agarró la barbilla y la obligó a mirarlo.
122
experto espadachín español que busca al asesino de su padre, un hombre con seis dedos, para
vengarlo. En esa búsqueda se hace célebre su frase: “Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste
a mi padre. Prepárate para morir”.
Página
―¿Por qué las flores? ―preguntó, necesitando un momento para calmar
sus nervios.
―Lucas lo consiguió en descuento ―dijo Rachel, y luego lo miró con el
ceño fruncido―. ¿Cómo diablos voy a saberlo? Es probable que sea parte de su
gusto por lo dramático. Bueno, un paso atrás. Romperé este bebé como una
ostra. Ven de este lado, de pie junto a la pared detrás de su cabeza.
Jack caminó alrededor del ataúd. ¿Cuántos pasos fueron? ¿Ocho? Sin
embargo sentía que su zapato aterrizaba con cada paso, escuchó los pequeños
ruidos de sus pasos resonando en sus oídos como disparos. Mierda.
Rachel suspiró, y luego con una mano, agarró el borde del ataúd,
rasgando y arrojándolo a un lado. Jack se mordió el labio para no hacer algún
tipo de ruido. Esto ocurría demasiado rápido. Podía ver dentro del ataúd. Vio a
Marion acostada allí, ojos cerrados, el aspecto de un cadáver. Como si hubiera
librado una larga enfermedad y no hubiera sobrevivido.
Sus clavículas sobresalían en un relieve áspero. Rachel llevó su muñeca a
su boca, mordiendo duro. Jack creyó oír el desgarro de carne, y le hizo tensarse.
Hizo su mundo reducirse como si estuviera en una situación de combate,
rodeado por todos lados y esperando la muerte.
Esto jodidamente estaba sucediendo.
La sangre goteaba sobre el interior de satén blanco, chorreando en la
mandíbula de Marion. Entonces la muñeca de Rachel estaba sobre la boca
cerrada de Marion, obligando a sus labios a separase. Marion tragó al instante.
Vorazmente.
Jack retrocedió un paso. Como si sus piernas estuvieran tratando de
escapar, si quería o no. Vio su corazón latir una vez y luego otra vez. Estaba tan
delgada que podía ver el pulso debajo de su piel. Quería quemarla. Tenía que
quemar todo lo que quedara incluso si se tratara de polvo. Sólo para asegurarse
de que ella nunca regresara.
―Ahora ―dijo Rachel, y retiró el brazo del ataúd.
Él no podía moverse.
―No puedo ―dijo con voz ronca.
―Puedes y lo harás. Dame tu muñeca ―le ordenó, y él respondió. Tenía que
obedecer a ese tono. Se acercó a su pesar. Rachel le cortó su muñeca con los
dientes, y contuvo un sonido de angustia, sintió su lengua sobre su carne
mientras ella limpió la herida, el lengüetazo extrañamente tranquilizador.
Entonces ella lo atrajo hacia sí, por lo que su muñeca estaba por encima de
la boca abierta de Marion. Sus ojos aún estaban cerrados, pero había una
125
sensación de fatalidad inminente que él sabía que ella estaba cerca de la vigilia.
Página
―¿Cuánto? ―preguntó a través de una niebla. Cuando era pequeño, su
papá le había dado un Jack-in-the-box, y lo había odiado. Odiaba la espera de
ese estúpido títere saltando hacia él. Esto era un millón de veces peor.
―No mucho. No sé qué efecto tendrá tu sangre en ella.
Su sangre goteó sobre la boca de ella durante varios latidos del corazón,
filtrándose de forma grotesca.
―Eso es suficiente ―dijo, y lo dejó ir. Él dio un paso atrás, incapaz de
estar tan cerca de ella―. Si no se despierta en un minuto, podemos intentarlo de
nuevo, pero no quiero que esté demasiado fuerte. Tu sangre puede ser diferente
ahora debido a la unión. Además eres un hombre lobo.
―¿En qué sentido? ―preguntó aturdido.
Oyó a Marion decir en voz baja:
―Sabe cómo a magia. ―Ella se enderezó como si tuviera bisagras en vez
de huesos. Respiró temblorosamente y luego miró a su alrededor
frenéticamente con los ojos llenos de lágrimas―. ¡Estoy en un ataúd! ¡No quiero
estar en un ataúd! Sácame Rachel. ¡Ayúdame!
Marion llegó a ella y Rachel se inclinó, dejando a Marion envolver sus
brazos alrededor de su cuello mientras la levantaba del ataúd. Rachel la llevó a
la esquina de la habitación, y él sabía el segundo exacto que Marion se fijó en él.
La sentía dentro de él como un toque fantasmal.
―Miedo ―dijo Marion. Luego sonrió, la acción haciendo arrugar su piel
como papel viejo y durante un horrendo segundo él pensó que su piel se
dividiría abierta―. Tengo sed. Tráemelo.
Rachel acarició el cabello de la cara de Marion.
―Todavía no mi amor. ―Sonaba tierna y Jack se dio cuenta de que estaba
llorando sosteniendo firmemente a Marion. Como si la amara. Rachel le estaba
mintiendo a uno de ellos. Pero, ¿a quién?―. No podemos beber de él. Lucas nos
ordenó que lo dejáramos en paz ―dijo Rachel, mintiéndole.
―Lucas ―susurró Marion, llenando su nombre con veneno.
Rachel asintió.
―Está dispuesto a dejarte salir. Él me hizo una oferta y acepté en tu
nombre.
Marion parpadeó a Rachel en confusión.
―¿Por qué hiciste eso?
―Debido a que iba a matarte y no podía dejar que eso pasara. Te amo
―dijo, y besó en los labios a Marion.
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Marion sonrió y la miró con cariño, levantando una mano débil para
acariciar la mejilla de porcelana de Rachel.
Página
―Lucas quiere el Sard ―dijo Rachel, su voz sonando fuerte en la pequeña
cámara.
Marion frunció el ceño. Se deslizó un poco hacia atrás y casi se cayó del
regazo de Rachel. Rachel la apretó, abrazándola.
―No. Es mío. Él me lo dio. ¿Por qué iba a quererlo después de todos estos
años? ―Hizo una pausa y respiró, entonces preguntó lentamente―. ¿Cuánto
tiempo he estado fuera?
―No mucho.
Marion miró hacia su regazo, alisó su mano por el vestido de seda.
―¿Por qué lo quiere? ―repitió.
―No lo sé. Sólo dijo que si se lo dabas serías libre.
Marion asintió lentamente. Miró a Rachel con la emoción en sus ojos. El
amor, la confianza y algo más. Tal vez tristeza.
―Él me lo dio para traer a mi Margaret de regreso. Nunca lo quiso para sí
mismo. ¿Dónde está? Él ama a Margaret. Solo necesita que se le recuerde.
Su sonrisa era temblorosa.
―Iremos a buscarlo y llevárselo. Entonces lo puedes convencer. Si vas con
las manos vacías, él se enfadará. No podemos darle una excusa para enviarte de
nuevo a ese ataúd.
Marion jadeó.
―¡No puedo!, no puedo sobrevivir allí.
―Lo sé. ―Rachel la besó en los labios―. ¿Dónde está el Sard, mi amor?
Marion parpadeó un par de veces, como si estuviera procesando la
pregunta.
―En el apartamento de París ―dijo en voz baja.
―Busqué allí ―dijo Rachel. Marion echó una mirada a Jack, como si fuera
el único elemento desagradable de comida dejado en un armario estéril.
Campanas de alarma sonaron en el interior de él, pero se quedó quieto,
tratando de hacer lo que Rachel quería.
Salieron de la habitación y se fueron a la antecámara. Rachel tomó la mano
de Jack, y él vio Marion rastrear el movimiento, el ceño fruncido en su rostro.
―Nos encontraremos allí ―dijo Rachel. Rachel y Jack desaparecieron. Los
tres aparecieron en el nido de amor parisino de Rachel y Marion, al mismo
tiempo.
Marion se sentó en un sofá de terciopelo azul. Sus mejillas estaban pálidas
127
V
alerie aterrizó seguro y se echó hacia atrás en su silla, frotándose
los ojos porque le ardían de mirar fijamente a la pantalla de la
computadora durante tanto tiempo. ¿Quién sabía que enseñar
requería tanto trabajo de computación? Números minúsculos en una pantalla
diminuta para tratar con niños grandes.
―Así que este es el lugar donde trabajas ―oyó decir una voz profunda, y
su respiración se le atascó en la garganta.
Era él de nuevo. El chico hermoso que la había abordado en Pinkberry.
Quien se había retirado cuando ella empezó a sangrar. Y ahora estaba aquí.
Déjenme a mí conseguir al más hermoso acosador alguna vez visto.
A menos que él realmente fuera el padre de alguien. ¿Por qué descartó
eso? ¿Asumió que su interés era en ella, en particular? Su piel parecía más
oscura que la que tenía cuando lo vio en Pinkberry. Como si hubiera estado
fuera todo el fin de semana. Y tenía líneas de arrugas muy tenues cerca de sus
ojos que hacían a los hombres sexys parecer sabios y como si disfrutaran de la
vida.
Pero los ojos en sí, y tal vez incluso el conjunto de su boca, no eran
jóvenes. Eran ojos de policía u ojos de guerra.
Torturados.
Su voz era suave.
―Me estás mirando fijamente.
Val se sonrojó y desvió la mirada. Cuán mortificante. Aunque… ¿cómo no
iba mirarlo fijamente? Pantalón oscuro que se ajustaba muy bien, y una
camiseta de color verde ejército que se aferraba a sus brazos obscenamente.
―Estoy… sorprendida ―dijo, y se rió nerviosamente.
―Me alegro encontrarte ―dijo.
―¿Debo llamar a seguridad? ―dijo medio en broma. Tal vez él era un
acosador, pero si lo era, la policía podría hacer una excepción. Me dirían:
“señora, está de suerte, monte éste”. Estuvo repentinamente distraída por la
130
idea de montarlo.
Página
Entonces se dio cuenta que había dicho algo.
―Uh, ¿qué? ―Genial.
―¿Por qué llamarías a seguridad? ¿Estás en peligro? ―Se había vuelto
para así poder ver la puerta, como si algo pudiera irrumpir por ella.
―¡Por ti! ¿Debo llamar a seguridad porque tú estás aquí… acosándome?
―Eso probablemente no debería haber terminado en forma de pregunta.
Él se estremeció.
―Dijiste que no me conocías.
―No lo hago. ―Y ahora estaba confundida.
―Pero llamarías a seguridad. ¿Tienes miedo de mí? ―preguntó y se cruzó
de brazos, una mano grande cubriendo su boca, como si quisiera protegerse de
su respuesta, o lo que podría decir. Tenía hermosos dedos. Bronceados, las uñas
recortadas, pero la parte superior de sus manos estaba marcada con cicatrices.
Sabía que estaba mirando fijamente, pero no podía dejar de mirar los
trazos blancos de cicatrices. Él parecía familiar. Pero eso era ridículo. No lo
olvidaría. Nadie podría olvidar a este tipo.
―No tengo miedo de ti. El verte me hace sentir… ignora eso. Entonces,
realmente, ¿por qué estás aquí? ―dijo, sin tener idea de lo que podría haber
dicho. El verlo la hacía sentir un millón de cosas diferentes, y no estaba segura
de poder describir cualquiera de ellas con precisión.
―Estoy aquí para verte ―dijo, y se apoyó en uno de los escritorios. Cruzó
las piernas por los tobillos mientras se reclinaba allí, y ella apartó la mirada de
él, revolviendo unos papeles alrededor de su escritorio.
―Sí, pero no te conozco, y tú no me conoces a mí, y aun así es como si me
estuvieras siguiendo, y eso te hace… ―¿Y si le decía que era un bicho raro, y lo
era? ¿Y si decía que era un bicho raro, y no lo era? ¿Cuál era la etiqueta en esto?
Val se encogió de hombros, sin tener idea de cómo terminar la frase.
Él la hacía sentirse incómoda. Un poco asustada, muy insegura de sí
misma y… dolida. Algo en él la hacía sentirse triste. Y había una parte de ella
que deseaba nunca haberlo visto, haber sido capaz de olvidarlo.
Sus manos comenzaron a temblar, y pensó que iba a vomitar.
―Necesito aire ―dijo, y se levantó bruscamente, casi tropezando hasta la
puerta. Él pasó un brazo alrededor de ella, atrayéndola hacia él mientras la
apoyaba sobre sí y la conducía fuera del edificio. Un banco estaba justo afuera,
y la sentó, arrodillándose frente a ella. La miró a la cara, tan cerca que podía ver
cada pestaña, las manchas de color marrón y oro en sus pálidos ojos azules.
―Lo siento ―dijo con tanto sentimiento que era casi cómico.
131
tontamente.
Página
―Europa.
―Eso lo reduce a un continente ―dijo con una sonrisa.
Él respiró hondo y se detuvo un momento.
―Nací en Austria… pero ha pasado un largo tiempo desde que he vuelto
a ese lugar. Tengo una casa cerca de Praga a la que soy muy aficionado. ¿Has
estado en Praga? ¿O Italia? ―preguntó, y Valerie sintió como si se tratara de
una pregunta capciosa.
Ella coincidió su intenso escrutinio.
―Sí. Me fui de mochilera después de la secundaria. Me encanta la historia
de todo. Ya sabes, vas a estos lugares, y es como… tal vez suena estúpido, pero
es como si la energía de todas estas personas que han vivido antes que nosotros
todavía está ahí. Me pregunto cómo deben haber sido las cosas en aquel
entonces.
―¿Cuándo, en concreto? ―le preguntó. Como si pudiera decirle las
diferencias en detalle si ella lo reducía a un marco de tiempo.
―¿Te gusta la historia? ―preguntó ella.
―Siento como que la he vivido ―dijo impasiblemente.
Ella se levantó, se puso su bolso en el hombro y miró a su alrededor,
asegurándose de no haber dejado nada atrás. Sobre su escritorio había una taza,
su favorita, y esta decía: Sé la clase de mujer que cuando tus pies tocan el suelo en la
mañana, el diablo dice: “Mierda, está despierta”.
Le llamó la atención de un modo extraño, no sólo porque era divertido,
sino porque significaba una determinación para conseguir hacer las cosas y
demostrar un condenado entusiasmo. Sí, Valerie, porque enseñar, el gimnasio y un
futuro gato realmente demuestran entusiasmo.
Le tendió la mano y señaló hacia su bolso.
―¿Debo llevar eso por ti?
Ella se sorprendió por el gesto caballeroso.
―Oh, no, está bien. Son solo papeles y unos cuantos libros. ―Acarició la
bolsa que colgaba cerca de su cintura y miró hacia la puerta―. ¿Vamos?
Él asintió.
―Um… ¿a dónde deberíamos ir? ―preguntó ella. Tuvo que apartar la
mirada de él porque se estaba sonrojando. Era tan extraño que un tipo como él
quisiera salir con una chica desgarbada como ella. Pero eso también en cierto
modo la deprimía. Cada chica tiene la fantasía del chico caliente cayendo
enamorado por ellas cuando son sólo una simple cualquiera. Pero eso no sucede
134
Se aclaró la garganta.
Página
―Supongo que lo estoy.
Ella tuvo que morderse el labio para no reírse. Él era tan… raro. Pero
lindo.
―¿Qué te trae a California? ―preguntó, y la idea la entristeció. Claro que
no lo conocía, y tener una conversación con él era como vadear a través de
gelatina, pero a ella le gustaba. No es que fuera del tipo con el que se
establecería, pero aun así.
Cuando él no respondió al instante, ella dijo:
―¿Negocios o placer? ¿Algo así como vacaciones? ―Sólo en caso de que
él no supiera lo que era el placer. Eso sí que sería triste.
―Se siente como unas vacaciones. Pero supongo que estoy… tras un
sueño ―dijo con seriedad.
―¿Eres un actor? ―Sus cejas se fruncieron.
―No. ¿Por qué dices eso? ―Parecía ofendido.
―Um, bueno, tienes presencia, como presencia en el escenario, y eres
tan… ya sabes. ―Oh, Dios, no era un gran problema decir que era guapo. Era
obvio. Sin embargo, era una gran cosa estar tan nerviosa por su belleza que ni
siquiera podía hacer comentarios al respecto. Lo soltó de golpe, sabiendo que
las palabras estaban lejos de ser casuales―. Porque eres tan guapo.
Ahora él le sonreía. Una sonrisa verdaderamente radiante y feliz, dientes
blancos y parejos.
―Es muy amable de tu parte decir eso, mi Valkyrie.
Después de eso, Val no estaba segura de qué decir, y condujo en silencio
durante un rato. Se detuvo en el estacionamiento de mini-golf y al instante supo
que había cometido un gran error.
―Así que eso es todo ―dijo mientras se bajaron del coche.
Lucas estaba mirando la imitación de castillo con sus banderas de plástico
en las almenas de fantasía con una expresión inescrutable. Probablemente
tratando de encontrar una manera de decir “esto es realmente inmaduro y por
debajo de mí” sin ser ofensivo. Realmente era un patético intento de un castillo.
Un castillo, sala de juegos y mini-golf en uno.
Estaba tan fuera de lugar en este ambiente que se sentía como una idiota
por haberlo traído aquí.
―¿Sabes qué?, esto podría no haber sido una gran idea. De hecho, ahora
que estamos aquí, estoy bastante segura de que esta fue una decisión terrible.
Esto debe parecer tan pobre y pueril. No tengo ni idea de cuál era mi proceso de
pensamiento.
138
Página
―Lo he hecho mucho peor ―dijo, y le tendió la mano, deseando sostener
su mano. Ella lo hizo de forma automática, y fue sólo cuando él agarró su mano
y luego enlazaron sus dedos mientras cruzaban el estacionamiento, que se dio
cuenta de lo extraño que era. ¿Sosteniendo su mano? ¡Él era un desconocido!
―Siento como si debiéramos haber ido a un buen restaurante o un museo
en su lugar.
Él la miró, su estatura un poco imponente. Estaba de pie cerca de ella, y
una repentina brisa significó que podía olerlo, ese olor indefinible de hombre y
colonia. Él cerró los ojos por un momento, como si disfrutara de la brisa y
volvió la cara hacia el sol. Esto hizo a su estómago aletear en una patética y muy
de chica manera. Su voz era suave y cariñosa.
―No me importa dónde estoy, mientras esté contigo.
Vaya. Eso es toda una línea. Sospechaba que las chicas con las bragas más
fuertes habían caído en la cama con él ante eso.
En el mostrador, ella le dijo al empleado adolescente que quería mini-golf
para dos. Metió la mano en su bolso para pagar.
―Espera. Creo que tengo una cartera ―dijo, y metió la mano en el bolsillo
de atrás. Él sonrió triunfante cuando la sacó, y ella no pudo evitar devolverle la
sonrisa; su sonrisa era contagiosa.
―¿Creías que habías salido a casa sin ella?
―En una manera de decirlo ―dijo.
Ella se encogió de hombros y lo dejó pagar.
―Conseguiré la cena.
Él la miró con arrogancia.
―No. No lo harás ―dijo en un tono que no toleraba disentimiento.
―¿Por qué siento que acabo de ver el verdadero tú?
Él parpadeó como un búho, y supo por la prensión de sus labios que
estaba esperando a que le explicara.
―Pareces alguien que consigue lo que quiere, sin importar el costo.
Salieron al campo de golf, y el sonido de agua corriendo los recibió. Había
fuentes ruidosas y carritos de golf, que competían con el ruido de la autopista.
Lucas miró un pequeño molino de viento, caminando alrededor de ello como si
se tratara de una obra de arte.
―Este es un muy pequeño molino de viento ―murmuró en tono perplejo.
―Sí, y hay una muy pequeña taberna ―dijo Val, señalándolo con su palo
de golf. ¿Qué demonios estaba pensando?
139
―¿Así que uso el palo para golpear la bola hacia las pequeñas puertas?
Página
―Sí, a través de las puertas pequeñas. Donde vive la gente pequeña ―dijo
Val, luchando para mantener una cara seria.
―Ahora te estás burlando de mí ―dijo, con la voz sexymente baja.
Val reprimió una sonrisa.
―Puede que lo esté haciendo.
Tendió su mano para tomar una bola. Había una azul y una rosa.
Ella le dio la rosa para ver lo que él decía, pero a él no pareció importarle.
―¿Este es el primer hoyo? ―preguntó él, y caminó a la pequeña franja de
césped artificial verde y puso su bola encima de la chuleta para evitar que
rodara. Valerie observó a Lucas mientras él se agachaba, comiéndose con los
ojos los músculos de su muslo y la curva de su trasero. Se dio cuenta que lo
estaba mirando fijamente, y que él la estaba viendo por el rabillo del ojo―.
Algunas cosas no cambian.
―¿Eh? ―preguntó Val, y sintió que se sonrojaba. ¿Él se estaba refiriendo a
su mirada lasciva?
―Los niños y sus disputas ―dijo él, mirando a un par de chicos con
problemas de manejo de ira que se perseguían el uno al otro, con los palos de
golf en el aire.
―¿Tienes hermanos?
La boca de él se abrió por un momento, como si fuera a decir algo, y luego
se detuvo.
―No. No tengo.
―Oh. Yo tampoco. Creo que esa es la razón por la que siempre he querido
una familia grande. Porque solo era yo, ¿sabes?
―Entonces, ¿quieres muchos niños?
Whoops. Vaya manera de asustarlo, Dearborn. Pero qué iba a hacer, ¿mentir?
Sí quería niños. Si él no, era mejor saberlo ahora.
―Sí, lo quiero. ¿Qué hay de ti?
―No pienso mucho en ello. Nunca ha sido una posibilidad para mí ―dijo
ausente.
¿Era infértil o algo?
―Oh ―dijo Val, no sabiendo qué más decir.
La atención de él regresó a ella.
―Oh, ya veo. No, no quise decir que fuera incapaz. ―Frotó la parte trasera
de su cuello como si este tema fuera incómodo.
140
Y lo era.
Página
Parecía estar buscando las palabras correctas.
―Déjame decir… históricamente, supongo… nunca fue algo que
consideraría. Hay otras obligaciones.
―¿Qué? ¿Cómo el trabajo o la familia?
―Trabajo ―dijo inexpresivamente.
―Así que, ¿qué es lo que haces? ―Ella alineó la bola y le dio un golpe,
viendo mientras fallaba la rampa al granero y un hoyo en uno.
Él frotó su sien como si tuviera un dolor de cabeza, y ella deseo no haberlo
preguntado. Estaba tratando de pensar en algo para cambiar de tema cuando él
respondió.
―He tenido muchos trabajos. Pero particularmente ninguno de ellos me
ha satisfecho.
Caminaron cerca de una de las fuentes, teniendo que pasarlas para llegar
al siguiente hoyo, y se perdió el final de su oración.
―¿Dijiste ayudar familias?
―No, dije negocio familiar… o algo así. Pero no por mucho. ―Se mordió
su labio, y ella podía decir que él estaba pensando en algo―. Mi trabajo anterior
no era satisfactorio. Pero ahora que estoy aquí… supongo que aquí tengo el lujo
de hacer lo que quiero. O no trabajar en absoluto. Aunque eso parece
particularmente indulgente. ―Sus ojos azules se fijaron en los de ella―. Tengo
un historial de tomar decisiones pobres. Unas que no pueden arreglarse o
borrarse, y verdaderamente, dudo que pudiera comenzar de nuevo incluso si lo
deseara.
Val escribió su anotación del último hoyo. Hasta ahora, él iba ganando.
¿Qué pasaba con los hombres y los deportes? Él no había jugado antes, parecía
distraído por los molinos de viento, y aun así, iba ganando.
―Bueno, ¿qué te gustaría hacer?
Su cabeza se inclinó hacia un lado, y asintió lentamente.
―Yo… no he llegado tan lejos. No creo que pueda ayudar a suficiente
gente para equilibrar la balanza, pero supongo que puedo intentar. Tengo un
montón de dinero ―dijo, como si apenas fuera relevante.
Ella decidió enfocarse en el error de esa declaración, aparte de la parte del
dinero.
―Todo mundo tiene remordimientos. Sólo tienes que tratar de no volver a
cometerlos.
Ella sintió la mano de él pasar por su mejilla.
141
E
l mini-golf terminó, y caminaron por la calle a un restaurante muy
bien iluminado con un menú de varias páginas.
Para Lucas, fue una experiencia peculiar. En primer lugar, no
estaba seguro de conocer esta Valerie. De alguna manera, ella estaba relajada.
Bromeaba y reía y parecía cómoda en su propia piel, pero sabía que estaba
intranquila a su alrededor, y eso era algo que no sabía cómo solucionarlo.
Se preguntó lo que ella vio cuando lo miró. Estaba claro que no lo
recordaba. No importa lo que dijo ―o intentó no decir― no mostró ningún
signo de reconocimiento hacia él. Fue realmente como si la estuviera
conociendo por primera vez. Quería que lo recordara. Al menos, pensó que lo
hizo. Valerie nunca lo había mirado de esta forma… como si fuera un hombre.
Sólo un hombre que quería seducirla. A pesar de que podía decir que ella no
entendía muy bien por qué estaba interesado en ella, lo que encontró
incomprensible. Si alguien sabía el verdadero valor del exterior, ese era él.
Valerie no sólo era hermosa por dentro; era hermosa en el exterior, como
si irradiara de ella, la bondad y la positividad. Él temía que su interior fuera tan
negro como su alma, y que si se acordaba de él, si realmente lo que recordaba,
no lo mirara de esta nueva manera nunca más.
Y, por supuesto, la otra pregunta era, ¿por qué estaban aquí? Ella se había
construido esta vida, hecha por ella misma; esto era un refugio de Virginia y en
él ella estaba… cómoda. ¿Era esto su actual cuento de hadas? ¿Tener un trabajo
en el que enseña a estudiantes y tener citas? ¿Conducir su coche y pagar las
cuentas?
Él no encajaba en un mundo como este. Sabía sobre el derramamiento de
sangre y la muerte, no juegos con réplicas diminutas de edificios y planes para
el futuro. No entendía el conducir en un coche para llegar a alguna parte… y,
francamente, era aterrador ser tan vulnerable. Y, sin embargo, ¿no se había
sentido comprometido de una manera que nunca lo había hecho antes?
En cierto sentido, lo que estaban haciendo, estas cosas simples como jugar
al mini-golf y hablando de él y de sus sentimientos y la vida, eran agotadoras.
143
podría ser.
Página
La idea era aterradora, y sabía por qué, pero no quería prestarle
demasiada atención. Desde que había bebido su sangre, pasó sus días lleno de
vergüenza y arrepentimiento. El duelo del diablo se había convertido. Ella
quería que se desprendiera de eso y fuera feliz.
Pero él no se lo merecía. Ese era el problema. No se merecía tener felicidad
y ser un hombre.
―Un penique por tus pensamientos ―dijo Val. Lucas levantó la vista,
mirándola a los ojos y sonrió. Le pareció triste de alguna manera, pero no estaba
segura de por qué.
―Entonces, ¿por qué enseñas historia? ―preguntó Lucas.
―Me gusta la historia ―dijo Val, mientras esperaban por su tarta de
queso. Él no parecía estar convencido de la idea de una torta hecha con queso,
pero sabía que una vez que lo probara, cambiaría de opinión―. Es que es tan
fácil de relatar.
―No entiendo ―dijo, y su atención se alejó de ella, explorando el
restaurante antes de regresar a ella. Le recordaba a un policía, la forma en que
miraba a su alrededor constantemente, comprobando su entorno como si
estuviera siempre esperando el peligro.
Valerie se encogió de hombros, y esperaba que cuando empezara a hablar,
no sonara como una idiota.
―La historia está formada por los extremos. No sabemos nada acerca de
cosas normales. Sólo cuando las cosas se combinan para meter la pata en un
nivel como no lo habían hecho antes. Al igual que en la partida de Donner.
Había tantas decisiones que tomar, y tantos puntos que si que hubieran hecho
algo un poco diferente, habrían estado bien. Todas esas personas no habrían
muerto. Pero hicieron malas decisiones, algunas imposibles, y luego se
quedaron atascados en el peor invierno en cientos de años. Roanoke era el
mismo ―dijo, y dio las gracias al camarero mientras ponía el pastel de queso,
con dos tenedores, entre ellos.
Lucas se quedó quieto, sin hacer caso de la torta, mirándola fijamente.
―Me temo que no sé de ese período de tiempo también. ¿Qué hay de
Roanoke?
Val parpadeó. Por alguna razón, pensó que él estaba mintiendo, pero eso
no tenía ningún sentido.
―Bueno, era sólo una serie de errores, uno tras otro. Ellos no se llevan
bien con los nativos, por lo que no tenían a nadie para ayudarlos. Fue la peor
sequía en cientos de años, por lo que no tenían comida. Inglaterra no podía
enviar naves porque estaban preocupados de ser invadidos por los españoles. Y
145
cuando lograron conseguir un barco para ver a los colonos más de un año
Página
después, se vieron obligados a regresar debido al mal tiempo. Si alguna de esas
cosas hubiera sido diferente, la colonia podría haber sobrevivido. Y entonces
nunca hubiéramos oído hablar de ellos.
―Solo conocemos los fracasos ―dijo.
Ella asintió.
―Sí, pero… ―Val no sabía cómo hacerle entender la forma en que se
sentía. No sólo como un estudiante o alguien que le gusta la historia, sino en un
nivel personal―. Siempre me pregunto si lo supieron. Si fueron capaces de
mirar hacia atrás en un punto determinado, y precisar el momento que eligieron
mal. ¿Sabías que en la partida de Donner perdieron la orientación por un día? Si
hubieran llegado allí un día antes, habrían pasado las sierras y quedado fuera
de peligro. Pero ellos pensaron que la primera tormenta de invierno estaba a un
par de semanas de distancia, así que se tomaron un descanso, dejaron que los
niños jugaran, que los hombres descansaran, dieron a los animales la
oportunidad de comer y prepararse para el último empujón, y todo ese tiempo
el clima estaba cambiando. Esas horas en que pensaban que estaban a salvo
fueron las mortales.
―Sientes que deberían haber visto el peligro. Que eran tontos por
demorarse.
Valerie se puso a la defensiva, y no podía decir por qué. Tomó el tenedor y
pinchó el pastel un poco, hablando sin mirarlo.
―No, no creo que fueran tontos. Creo que no sabían. Y yo no podría
imaginar vivir con ese error. Mirando la nieve descender, todo el mundo pasar
hambre, y saber que fue mi culpa.
Le cubrió la mano con la suya, el calor de él se filtraba en ella. Su toque era
eléctrico, le robó el aliento y la distrajo de sus pensamientos oscuros. Le levantó
la barbilla, para que pudiera verla con claridad, y ella parpadeó rápidamente,
esperando que él fingiera no darse cuenta de su tristeza patética.
―Te afliges por personas que se han ido. Por situaciones imposibles y
tragedias que no tenían nada que ver contigo. Todo el mundo comete errores,
Valkyrie. Es sólo que por lo general no tienen graves consecuencias. No se
puede ver la historia de esa manera, como una serie de errores. Tienes que verla
como una secuencia de reacciones. De los intentos de arreglar las cosas y tomar
las mejores decisiones en ese momento. Sabemos dónde se equivocaron, pero
no lo hicieron, y no pudimos ver la forma en que lo hacemos.
Sus palabras fueron un susurro.
―¿Crees que se sentían culpables? ¿Que la magnitud de sus errores, el
costo de la vida era algo que sabían y lamentaron? ¿Crees que la gente los
146
culpó? ¿Hicieron las paces con la muerte que venía por ellos?
Página
Su sonrisa era trágica, sus palabras bajas y casi inaudible.
―Tal vez no sabían que iban a morir. Tal vez tuvieron esperanza hasta el
final.
―No crees eso ―dijo. Por alguna razón, eso la enojó. Como si la estuviera
aplacando.
―No importa lo que yo creo. El pasado está hecho. La esperanza es
irrelevante. Medimos el éxito y el fracaso en la historia con un costo de vidas.
La penicilina salvó la gente, y las guerras mundiales las exterminaron. El éxito y
el fracaso. Sentimientos, arrepentimientos, el punto en el que sabían que
cometieron errores… es interesante, pero por desgracia, irrelevante. ¿Ellos
fueron hacia su muerte y se lamentaron por lo que hicieron? ¿Los fabricantes de
la bomba atómica se afligieron por la destrucción de la creación a la cual
dedicaron su vida? ¿A quién le importa? Lo hicieron. Aún si supieran lo que
estaban creando, o se dijeran a sí mismos por la creencia de que era lo mejor, la
gloria de la historia es capaz de verse en blanco y negro. ―Su voz era fría―. A
pesar de la intención inicial de honor de uno, un villano siempre será un
villano.
―¿Así que no crees en la redención?
Se inclinó más cerca de ella, las palabras un susurro, intenso y frío.
―¿Por qué me preguntas eso?
Tragó saliva. Estaba demasiado cerca, era demasiado íntimo, la forma en
que la miraba haciéndola sentir como que no tenía escapatoria y que iba a
desnudar su alma.
―Porque quiero conocerte ―dijo ella.
Él sonrió con gravedad.
―¿Y las preguntas sobre la redención y los errores te dirán sobre mí? ¿Ves
mi naturaleza malvada? Los héroes no nacen; ellos hacen la elección correcta.
No importa lo que pase. Ellos eligen lo que es mejor para todos y no para ellos
mismos.
―¿Tu naturaleza malvada? ¡No! ―dijo, consciente de que se estaba
cerrando. No quería que se volviera distante y educado; quería hablar con él,
realmente entenderlo―. Pienso en ello porque me pregunto qué habría hecho.
Si yo hubiera sido valiente, o si hubiera sido débil. Nadie pretende ser un héroe,
Lucas. Se encuentran en una situación de la que no pueden salir, y lo único que
pueden hacer es actuar. Si actúan correctamente, los llamamos héroes. Si se
congelan o dejan que el miedo los supere, entonces no lo son.
Lucas tomó un sorbo de agua, bajando el vaso de nuevo con cuidado,
147
detuvo frente a él, extendiendo sus manos y poniéndolas en sus antebrazos. Ella
Página
deslizó sus palmas a lo largo de su piel, sus dedos desapareciendo bajo las
mangas de su camisa mientras le tocaba los brazos.
Él se movió, sus propias manos sujetando sus hombros y arrastrándose
hacia abajo a sus muñecas. Él tiró suavemente, lo que indica que quería que ella
lo dejara ir. Muy sutilmente él negó.
―¿Qué quieres hacer hoy?
Valerie estaba bastante segura de que había dejado claro lo que quería
hacer hoy. Quería decirle que lo amaba y que lo necesitaba para llevarla arriba
para demostrar lo mucho que se preocupaba por ella también. Para bloquear el
resto del mundo, y perderse a sí misma en su toque y su sabor, su olor y los
sonidos que iba a hacer, la presión de su cuerpo contra el suyo.
―En mi tiempo, cuando un hombre iba en serio acerca de una mujer, la
cortejaba. Por favor, déjame hacer eso ―dijo, como si estuviera confiándole un
secreto―. Siempre has sido diferente. Siempre te he querido, pero lo que nunca
tuve fue la oportunidad de conocerte, no como Ja… ―Se interrumpió―. No
como él lo hizo.
Valerie estaba confundido, y su cabeza comenzó a latir con fuerza.
―¿Quién?
Él le soltó las manos y cerró los ojos, apretándose el puente de la nariz,
como si estuviera tratando de poner sus pensamientos en orden o desentrañar
un misterio complejo.
―Pido disculpas. Esto no debería ser tan difícil ―dijo con irritación en su
voz.
Ella dio un paso atrás, sintiéndose como una tonta.
―No, lo entiendo. Podemos hacer algo más. Podría llevarte a casa si
quieres. Nadie dijo que tienes que salir conmigo. ―Vergüenza se apoderó de
ella. No podía creer que estaba tratando ir al siguiente nivel, y él no quería tener
nada que ver con ella. ¿Qué clase de idiota era ella? El fregadero de la cocina se
hizo borroso mientras las lágrimas llenaron sus ojos.
Lo oyó jurar a su espalda, y luego de repente estaba en sus brazos, su boca
sobre la de ella mientras la besaba con avidez. Ella envolvió sus brazos
alrededor de su cuello, y él caminó unos pasos hacia atrás y luego la levantó,
sus fuertes manos alrededor de su cintura, acomodándola en el mostrador. La
atrajo hacia sí, para que pudiera sentir lo mucho que la deseaba. A medida que
sus cuerpos se apretaban, él gimió. La besó en la mandíbula, en la parte
posterior de su cuello, y luego por la larga columna de su garganta donde se
detuvo y luego se congeló por completo.
150
V
alerie y Lucas pasaron tiempo haciendo "cosas normales ",
mientras ella pensaba en ellos. Fueron a una librería y hojearon
alrededor, luego se fueron a almorzar. Vieron televisión, se
acurrucaron en el sofá el uno junto al otro, el brazo de Lucas sobre sus hombros
haciendo que se sintiera segura y querida. Su vida aquí era maravillosa,
perfecta.
Pero, de vez en cuando, sin embargo se cuestionaba, como, ¿dónde
dormiría en la noche? O, ¿cómo es que nunca iba a su casa, pero siempre se
quedaba con ella? Pero casi tan rápidamente como lo pensaba, se deslizaba de
su mente. No tuvo más episodios de pensar que se estaba volviendo loca, o de
la figura de Lucas, como que estaba siendo torturado en las mazmorras. Y eso
era un alivio. Tal vez él la mantenía cuerda.
También hubo momentos en los que estando con él se sentía como un déjà
vu. Al igual que cuando fueron a la librería y hablaron de Malcolm Gladwell
sobre The Tipping Point. Había sabido al instante que él ya lo había leído, y no
estaba segura de por qué lo sabía. Nunca le había dicho, ¿lo había hecho?
Lucas la había observado y esperado, su expresión y lenguaje corporal
neutral, como si estuviera allí sólo para observar sus reacciones. Como si su
objetivo en ese momento era no decir nada de lo que en realidad pensaba o
sentía.
Su vida estaba aquí. Y la de él estaba aquí con ella. Sólo había tomado
horas de estar con él antes de que su mente se hubiera adaptado a su presencia,
a estar aquí con ella. Estaban juntos ahora, y siempre lo estarían; pensó.
* * *
V
al se preguntó si había alguna manera de hacer que él
reconsiderara su petición de no-sexo. Debido a que era una
petición, ¿no? Una guía, más que una regla irrompible. Tal vez si
lo golpeaba en la cabeza y lo arrastraba por las escaleras como una mujer de las
cavernas haría, dormiría con ella. O tal vez si él entraba, y ella se quitaba la ropa
y lo atacaba; podría hacer que sucediera antes de que pudiera protestar.
―Es como si te oyera pensar ―dijo.
―¿Ah, sí? ¿Estás sonrojándote?
Él suspiró profundamente.
―Sólo digo, la vida es corta, y quién sabe lo que podría suceder mañana,
¿sabes?
Él no dijo nada. Ella se detuvo en el camino de entrada y apagó el coche.
No se le ocurrió que pudiera ser que él deseara ir a casa, o tener otro sitio donde
ir. Sólo asumió que venía con ella. Llegaron a la puerta principal, Lucas detrás
de ella lentamente mientras ella entró y encendió las luces
―¿Entiendes que mi abstinencia es un signo de mi respeto por ti.
―Me puedes respetar en la mañana ―dijo Val frívolamente mientras se
quitaba los zapatos.
―Estoy tratando de tratarte como a un igual… No, más que eso, como
algo precioso.
―No eres virgen, ¿cierto?
Él miró a su alrededor salvajemente.
―No. Pero eso es irrele…
―¿Así que dormirás con otras mujeres, pero no conmigo?
Perdió los estribos, casi gritándole las palabras.
―¡No eres otra mujer! ¡Eres tú! Te amo. ¡Moriré por ti!
Ella le lanzó una mirada de incredulidad y puso los ojos en blanco.
157
―Bien ―gruñó, y luego dio dos pasos más cerca de ella, dándole un beso
magullador mientras la dejaba ver lo mucho que la deseaba―. Arriba ―le
Página
ordenó, y ella rompió el beso lo suficiente para envolver sus brazos alrededor
de su cuello y saltar para que pudiera envolver sus piernas alrededor de su
cintura. Él la abrazó, con una mano en su espalda y la otra en su culo, sin
esfuerzo se dirigió a las escaleras y los llevó arriba. Ella lo besó con hambre, y él
abrió la puerta de su dormitorio con el hombro, derribándolos sin gracia a los
dos en la cama.
―Oooff ―dijo ella mientras su peso caía sobre ella. Sus manos estaban en
todas partes: a su costado, su muslo, deslizándose hacia arriba a un lado de su
pecho y hacia abajo de nuevo, cada toque prendiéndola en fuego.
Él se echó hacia atrás, con los ojos dilatados, ambos jadeando mientras él
la miraba a los ojos.
―¿Quieres parar? ―preguntó él.
―¿Estás loco? ―preguntó con incredulidad, y empujó su hombro,
instándolo a darse la vuelta para que ella yaciera sobre él. Él obedeció, con los
brazos alrededor de su cintura, llevándola con él mientras se ponía de espaldas.
Él se rió entre dientes ante su comentario, sus manos agarrando su cabello,
como si quisiera obligarla a verlo. Su apretón era suave, y cuando lo miró, él
sonrió, la expresión transformando su rostro, haciéndolo aún más atractivo de
lo que normalmente era.
Su corazón se derritió. Su sonrisa también tenía bastante efecto sobre su
libido. Se sentó, a horcajadas sobre la cintura y arrastró su camisa hasta su
pecho, disfrutando de la revelación de su musculoso pecho y abdomen. Él se
empujó hacia arriba, levantando los hombros de la cama para que pudiera
quitarse la camisa, y ella observó el juego de músculos bajo su piel y se quitó su
propia camisa.
Tenía una extraña sensación de déjà vu. Como si esta no fuera la primera
vez que habían estado juntos. Valerie cerró los ojos, y la imagen en su mente
aún estaba allí. La ubicación era diferente; el dormitorio lleno de antigüedades
que intuitivamente sabía, eran de él.
Las manos de Lucas moldeaban sus pechos, jalándola de nuevo a la
realidad.
Valerie se inclinó y besó su cuello, sintió su gemido vibrar a través de su
pecho mientras iba hacia abajo, saboreando su piel y chasqueando la lengua por
un pezón plano.
―En mi época, era costumbre para un hombre probar su…
―¿Virilidad? ―sugirió Val, al llegar a la fina línea de vello que corría por
debajo de la cintura de los jeans. Lo miró juguetonamente mientras se los
desabrochaba. Sutilmente él se arqueó a su toque, su erección rozando su
158
palma.
Página
―No, eso no va a ser una preocupación ―murmuró él.
Val abrió la cremallera de sus jeans, separando el tejido y tomando la
forma dura bajo sus boxer negros. Besó la cabeza de su pene a través de ellos, y
la mano de él se tensó sobre su hombro.
Él la miró.
―Ven aquí ―dijo, y ella lo miró inquisitivamente. Se agachó, tirando de
ella hacia él y rodando de nuevo de modo que quedo encima de ella―. Esto no
es acerca de ti complaciéndome. Esto se trata de estar juntos, a pesar de los
obstáculos. ―Él le desabrochó la ropa lentamente, despegándola de ella entre
besos largos, obligándola a reducir la velocidad. Él acarició su cuerpo con sus
manos, sus labios siguiendo el camino, hasta que ella estaba tan mojada de
deseo que pensó que un toque la haría llegar. Se colocó sobre ella, la expresión
de su rostro era una curiosa mezcla de intensidad y casi dolor. Él sacó su pierna
hacia arriba, anclándola a su cadera con su brazo mientras apretaba la cabeza de
su pene contra ella―. Si nos quedamos aquí, quiero hacerlo bien. Tenerlo todo y
estar contigo, ¿lo entiendes? Quería esperar porque te mereces un hombre
mejor que yo.
Sentía el pecho apretado por la emoción mientras intentaba digerir sus
palabras a través de una neblina de lujuria.
―No puedo cambiar mi pasado. Solo puedo seguir adelante y tratar de
hacerte feliz, tratarte bien y… casarme contigo.
―Realmente eres anticuado ―dijo, cuando lo que en realidad quería decir
era “sí” y “Te amo también”. Que no importaba lo que había hecho, o el
monstruo que solía ser, él era perfecto para ella.
Acomodó su camino dentro de ella, sus caderas meciéndose suavemente
mientras se hundía en su interior. Era grande, duro y cuidadoso con ella, como
si sus movimientos fueran una representación de su promesa de que nunca le
haría daño.
―Te amo ―dijo, mientras se empujaba dentro de ella―. Ahora, mañana,
y para siempre. Debes recordar que te amo, Valerie Dearborn.
* * *
―E
s hora de despertar, mi carnicero. Creo que has
tenido suficiente descanso. Tu tiempo ha llegado a
su fin, Lucas ―dijo Virginia, y una daga apareció
en su mano. Lo tocó con ella en su estómago,
sonriendo cuando él se estremeció.
Él parpadeó rápidamente y trató de arreglarse a sí mismo, concentrarse en
lo que estaba por venir. A ella le gustaba más si él lo perdía. Si no podía hacer
otra cosa que gritar, ella era feliz.
―Ahí estás ―murmuró, como si fuera un bebé que acaba de despertar.
Ella sonrió, él apretó los dientes y trató de prepararse para el dolor mientras
empujaba la hoja profundo en su estómago. Se quedó sin aliento, y la sangre de
inmediato se derramó de su boca.
―¡Oh, mierda! Lo hice mal. ―Dio un paso atrás, con las manos en las
caderas mientras lo miraba con tristeza. Extendió la mano y tiró la daga de él
con un giro fuerte y haciéndola desaparecer de la vista―. Eso no te ha dolido
bastante. ―Y entonces le sonrió, canturreando suavemente mientras comenzaba
a trincharlo.
161
Página
Traducción SOS por Helen1
Corregido por Jut
R
achel volvió a entrar en la habitación. Tratando de contener la
impaciencia en su voz, dijo:
―No está aquí. Ve tú. ―Le empujó la caja a Marion. Ella le
sonrió inexpresivamente.
―Tal vez esté en el castillo. Comprueba nuestros apartamentos en Praga.
¿O tal vez Nueva York? Oh tontita, solo tráeme todas las cajas de joyería, y voy
a encontrarlo.
Los labios de Rachel se apretaron.
―No quieres ir conmigo.
Marion se rió débilmente.
―Estoy tan cansada, mi amor.
Después de un momento, Rachel asintió.
―Está bien, voy a estar de vuelta tan pronto como pueda. Y recuerda, si le
haces daño a Jack de alguna manera, Lucas se pondrá furioso.
Marion sonrió con dulzura, pero sus ojos brillaban con intención.
―Pero cariño, estás atada a él. Si lo lastimo, te haría daño a ti también.
Rachel se inclinó, dándole un pequeño beso en la mejilla, y se desvaneció.
Marion se asomó a la caja de joyería, silenciosamente echando humo.
¿Pensaban que era estúpida? La perra infiel. Para mirarla a los ojos, exigir la
joya, y ¿para qué? Si Lucas hubiera querido la piedra, habría venido a
conseguirla por sí mismo. ¿Qué podría esperar lograr Rachel? Su brujería era
inútil… a menos que ella hubiera encontrado el libro. Se quedó paralizada; la
idea tan seductora que por un momento, no podía ni respirar.
¿Era eso? ¿El libro había sido encontrado? Si ese fuera el caso, sólo había
una persona a quién preguntar. Escarbando a través de sus joyas, se encontró
con uno de los tokens de Annika. Si estuviera viva, actuaría como una orden de
comparecencia, invitándola a venir aquí. Marion se levantó, yendo al fuego y
lanzando la moneda en él. ¿Qué le diría a la mujer después de todo este tiempo?
162
Página
La moneda se encendió con una llama de color púrpura, el olor de miel
quemada llenó la habitación. Una forma apareció en la llama, y Marion dio un
paso atrás, viendo como el fuego llameaba más alto, alguien se materializó
dentro. Cerdewellyn salió, consolidándose delante de ella. Ella pegó una
sonrisa en su rostro. Él no era quien esperaba. Y Dios sabía que él
probablemente no tenía interés en verla a ella tampoco. El ser cornudo tendía a
hacerle eso a un hombre.
―¡Cerdewellyn! Qué encantador.
―Marion ―dijo, dándole una inclinación de la cabeza―. Estoy
sorprendido de verte. Pero tal vez no debería estarlo. No me puedo imaginar
que muchos de los tokens de Annika permanezcan en el mundo.
―¿Y cómo está ella? ―preguntó Marion, haciendo charla cortés.
―Ida. Muerta ―dijo, el tono conllevando que podía importarle menos.
Estaba mirando alrededor de la habitación, como si la encontrara interesante.
Cuando vio la televisión, frunció el ceño. No le sorprendió que él fuera un snob
amante de los libros.
Annika estaba muerta. Marion asintió. Eso sonaba bastante bien. Ahora
podían pasar a los negocios.
―Quiero negociar, Cerdewellyn. ―Él tuvo el descaro de reírse, el pedante
condescendiente. Su risa de tono negro llenó la habitación.
―Continua.
―¿Supongo que estás buscando el Sard?
Se cruzó de brazos y le dijo en voz baja:
―Lo estoy.
―Te daré la joya si restauras a mi hija. Es todo lo que siempre he querido.
Debería haber negociado directamente contigo. Deja que mis indiscreciones con
Annika permanezcan en el pasado. No tengo ningún odio hacia los Fey. Deja
que tu agravio con Lucas permanezca con él. No te voy a atacar, incluso si él lo
ordena.
Los ojos oscuros de Cerdewellyn centelleaban.
―Él no lo ordenará.
Ella se aferró a su corazón.
―¿Qué… ha pasado? ―¿Estaba muerto ? ¿Era tal cosa posible?
―Lucas es mío. Su reinado ha terminado, y está cerca de romperse. Está
cerca de decirme dónde está el Sard. Supongo que esta es la respuesta que voy a
obtener de él, ¿verdad? ¿Que la piedra está contigo?
163
Ella asintió.
Página
―Vengo a ti libremente. Lucas me desechó después de que lo desafié, y es
sólo ahora que he escapado. Quiero decir, sin mala voluntad, Cerdewellyn.
Ayúdame. Dame a Margaret, y puedes hacer lo que quieras con el mundo.
Él la miró con atención, buscando signos de engaño.
―He sido traicionada, Cerdewellyn. Por todo el mundo a mi alrededor.
Lucas. Rachel. Todos ellos. Siempre traición. ―Le sonrió débilmente―. Tú
entiendes. Podemos ayudarnos el uno al otro.
―¿Dónde está la joya? ―preguntó él.
Ella puso los ojos en blanco.
―El acuerdo primero.
―Estoy de acuerdo ―dijo Cerdewellyn con una sonrisa y un
encogimiento de hombros. Había algo infantil en ello, y se encontró
sonrojándose. Amaba a un hombre guapo. Tal vez era hora de un cambio.
Deseó haberse mirado en el espejo antes de contactarlo.
Ella sonrió tímidamente de vuelta.
―Está en la cripta de mi Margaret.
Él extendió un brazo.
Ella lo tomó, acariciando su duro bícep y acercándose, mientras él los llevó
fuera del apartamento y hacia la tumba de Margaret.
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Página
Traducido por LizC
Corregido por La BoHeMiK
V
alerie estaba sola en la cocina, sentada en el suelo, y no tenía ni
idea de por qué. Inexplicablemente, había lágrimas en sus mejillas.
Estaba triste, sentía como si hubiera estado de duelo y que toda la
alegría se había escurrido de ella. Pero eso no tenía sentido. Tenía que
levantarse del piso y encender las luces.
Se puso de pie, con las piernas temblorosas y luego corrió al fregadero,
vomitando su cena, su cuerpo agitándose por los espasmos durante varios
minutos. Estaba cansada. Debería irse a la cama. Comenzar de nuevo mañana.
Otro día en la escuela. Otro día de pensar que estaba loca.
Otro día sola.
Pero no debería estar sola.
Su nariz comenzó a sangrar, y su visión se tambaleó. Esto era una mierda.
Y estaba tan oscuro aquí que le estaba enloqueciendo. Ignoró la sangre, la dejó
correr por su rostro, y miró las cortinas con odio. Quería abrirlas, ver lo que
estaba fuera. Val llegó a y empezó a vomitar, su cabeza a palpitar, sintiendo
como si tratara de abrirse en dos, y como si alguien le estuviera sacando sus
sesos.
Tenía que saber lo que había ahí fuera. No podía quedarse aquí por más
tiempo. Él la necesitaba. ¿Quién? Se quedó inmóvil, escuchó con atención como
si la respuesta de pronto podría susurrarse en su oído.
Ella estaba aquí, y las cosas seguían sucediendo sin ella. Él se estaba
muriendo.
El dolor pasó por ella, como si hubiera sido alcanzada por un rayo.
―¿Quién? ―le preguntó a su habitación vacía. La respuesta fue el silencio,
su corazón latiendo tan fuerte en sus oídos que se preguntó si se estaba
muriendo. Valerie comenzó a sudar, vio la sangre salir de sus poros, mientras
agarraba la cortina y se aferraba a ella con fuerza. Le tomó toda su fuerza para
tirar de la cortina. Y en el exterior estaba… el océano. Un paisaje gris estéril. Un
mar olvidado, sin tocar por el hombre.
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¿Qué carajo?
Página
Su mano tembló mientras pasaba el cerrojo, y tuvo que usar toda su fuerza
para abrirlo. Abrió la ventana con manos temblorosas y se irguió sobre la
cornisa, trepando por la ventana, huellas de manos fuertes contrastando con la
ventana de marco blanco. El aire frío la golpeó mientras caía hacia el suelo
rocoso.
El viento aulló un nombre en la brisa: Lucas.
Le dolió, sintió que no podía respirar. El sonido de las olas. Una sombra se
cernió sobre ella. Parpadeó hacia Virginia, la vio llevando otro vestido largo.
Blanco y hermoso, como si fuera el día de su boda. Excepto que había sangre en
la parte frontal del mismo. Negra y pesada, saturándolo de modo que uno de
los lados del dobladillo se arrastraba por el suelo, pintando los pasos detrás de
ella.
Todo volvió a ella con prisa, como si se hubiera abierto la presa de sus
recuerdos. Esto era real. Esta perra la había llevado hasta allí. El rostro de la
joven mujer estaba pálido y atenazado de ira. Virginia Dare.
―Esa es la sangre de Lucas ―dijo Val, sabiéndolo en su corazón.
―Es justicia.
―No ―dijo Valerie y sintió furia, la dejó emerger en ella y crecer, se
imaginó convirtiéndola en una tormenta, algo que crujía y salivaba, dejando
solo pedazos detrás de ella. El viento se alzó y escombros volaron alrededor de
ellas, ramas, polvo; incluso gotas de agua del mar. Todos los elementos se
arremolinaron a su alrededor, agitados y listos.
Virginia no apartó la mirada de Valerie.
―Es demasiado tarde, Valerie Dearborn. Demasiado tarde para ti
―dijo―. No pudiste ganar antes, y no puedes ganar ahora. Traté de ser amable
contigo. Te di una vida. Te di la oportunidad de tener lo que siempre has
querido, y no pudiste aceptarlo. No pudiste disfrutar lo que tenías. Tal vez no
sabes cómo ser feliz.
Virginia tenía una mano detrás de su espalda, y ahora la llevaba hacia
delante, mostrando a Valerie un cuchillo ensangrentado.
―Él está muerto. Tú estás muerta. Esto se acabó. Yo soy la Reina de los
Fey y tengo a mi rey. Quédate quieta, Valerie, y no dolerá demasiado.
Valerie sabía lo que quería. Lucas. Su vida de vuelta. Incluso si eso
significaba monstruos y peligro. Era suya, e iba a vivirla. Rodó hacia la
izquierda y se puso de pie, parándose sobre las puntas de sus pies, lista para
apartarse de inmediato si Virginia se abalanzaba sobre ella.
―Te voy a matar a menos que dejes mi cuerpo en libertad.
166
había sido, para volver al presente. Y así su vida pasó a ella; una baraja de
cartas volcadas una a la vez: Un niño en la nieve, su horror cuando su padre le
Página
hizo matar a un cerdo, la alegría de encontrar a su mujer, la paz profunda que
había sentido como un padre. Entonces su dolor y el cambio a vampiro, su
deseo de muerte… y después siglos de agitación mientras perdía su propósito
de venganza, a continuación, encontrándolo de nuevo… siglos de dolor y rabia,
momentos fugaces de placer pecaminoso y el horror de sus crímenes. Y
entonces un páramo yermo de adormecimiento, de desinterés, como si la
verdadera extensión de su alma fuera un desierto.
Amar a Lucas era conocer su pasado y de lo que era capaz. Ver los
horrores de su alma, y saber que él podría ser más. Llorar al hombre que había
sido y desearlo de vuelta. Lo amo. Tan claro como una campana, el conocimiento
retumbó a través de ella.
Como si el diablo estuviera escuchando, se vio después. En el momento en
que la conoció, su satisfacción por el sabor de su sangre, su incertidumbre de lo
que iba a hacer con ella. Su lujuria y anhelo. Su sorpresa de que fuera tan
diferente de las mujeres que había conocido.
Vio sus acciones a través de los ojos de él y no se inmutó. No esta vez.
Cuando abrió los ojos, él la estaba observando. Su cuerpo había sanado, y la
observaba como esperando un juicio.
―Soy yo.
La voz de él sonó ronca.
―Regresaste. ―No la tocó.
―Lo siento. Lamento que fuera casi demasiado tarde ―dijo ella, sin
querer alejarse de él. Las paredes surgieron, una barrera en su mente que él
utilizó para dejarla fuera, y mantenerse aparte. Pero en ese segundo que le tomó
bloquear su mente, ya había visto la verdad.
Él no sentía que hubiera llegado casi demasiado tarde. Él deseaba que ella
se hubiera tardado más, de modo que hubiera muerto y la habría dejado a una
vida sin él. Ella negó, tocó su rostro, incluso se inclinó para besar sus labios fríos
y secos.
―Te amo ―dijo ella, y vio caer una lágrima en su mejilla.
―No. ―Él agarró su muñeca, retirándola de su mejilla―. Esto no es una
fantasía. Tu sueño se acabó.
Ella sacudió la cabeza en negación, rozando sus dedos en sus labios, para
así no tener que oír las palabras. Sonó desesperada a sus propios oídos.
―También conozco al hombre que fuiste. Y ese es a quien amo. Podemos
encontrar una manera de hacer que funcione. Bebiste mi sangre; permaneciste…
emocional ―dijo, deseando una mejor palabra―, y vas a estar bien.
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―No.
Página
―¿Por qué no?
―Porque eso sería una tontería. No eres tonta ―dijo y le dio una leve
sonrisa.
Eso no era una muy buena respuesta.
―Espera. Primero necesitamos armas ―dijo él. Y se acercó a la mesa de
tortura de Virginia, recogiendo su propia espada y luego entregándole a Valerie
una daga.
―Necesito un revolver ―dijo ella―. Los cuchillos apestan. Y sé
exactamente a dónde ir para conseguir uno. ―Y entonces lo hizo: enfocó su
voluntad, los hizo desaparecer y los llevó a Jack.
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Traducido por flochi
Corregido por La BoHeMiK
V
alerie y Lucas se materializaron en un apartamento. Ella nunca lo
había visto antes, pero un retrato de tamaño natural de Marion se
encontraba en la esquina.
―Esta es la casa de París de Marion ―dijo Lucas, respondiendo a la
pregunta sin haberla hecho. Rachel estaba de pie junto a la mesa del comedor,
un surtido de cajas de joyería y montones de joyas en la mesa ante ella. Collares
de plata y oro, y anillos de todo tipo, forma y tamaño. Era como un pequeño
tesoro.
Rachel alzó la mirada lentamente, con las cejas levantadas en una consulta
silenciosa, como si la aparición de Valerie ni siquiera ameritara una pregunta
verbal. Claro que no. Era el último popote. La sangre de Valerie comenzó a
golpear, atravesando sus venas con furia. Rachel nunca la había visto como una
amenaza. Rachel la había amenazado, lastimado, casi matado, y luego se había
llevado a Jack. Esa perra iba a morir. Y si le había hecho daño a Jack, lo haría
con lentitud.
―¿Dónde está Jack? ¿Qué le hiciste? ―Rachel probablemente pensó que
era divertido llevar a Jack al nido de amor de ella y Marion. Pero no lo vio, y
eso la asustó. ¿Estaba muerto?
Valerie ya estaba indefensa. El poder Fey y empático corría por sus venas,
haciéndola físicamente fuerte y finalmente dándole una ventaja.
―Ahora vas a decirme ―dijo Valerie, y dejó que la magia se alzara dentro
de ella, la sintió desplegándose desde un lugar oscuro dentro de ella, lista para
golpear. La magia se despertó instantáneamente, como si estuviera bullendo
dentro de ella, esperando a que alguien quitara la tapa. Pero no se trataba
solamente de magia empática; era Fey. Virginia había asumido el control, se
había convertido en la verdadera reina de Cerdewellyn, y esa magia estaba allí
también, esperando a hacer su voluntad.
Pequeños brotes de vides verdes se levantaron desde el suelo,
enredándose alrededor de los tobillos de Rachel, transformándose y creciéndole
espinas, las cuales la arañaron, hundiéndose en la piel de Rachel mientras se
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había ido.
Página
Lucas volvió todo el peso de su atención hacia Rachel. Entonces se recostó
contra la mesa, sus dedos golpeteando suavemente mientras esperaba a que ella
respondiera. Él nunca había estado tan animado antes. Incluso ese pequeño
gesto, esos diminutos momentos, eran diferentes. Estaba diferente.
―¿Qué le dijiste? ―preguntó Lucas, concentrándose en el tema.
Rachel se frotó la frente como si tuviera dolor de cabeza. Val esperaba
haber sido ella la que se lo causara.
―Le dije que querías el Sard. No creo que me creyera. Se volvió suspicaz y
me hizo perder el tiempo, por eso todo el lío. ―Rachel hizo un gesto a la
joyería―. Y cuando regresamos, se había ido.
―¿Puedo haberlo puesto en una caja de seguridad o algo así? ―preguntó
Jack.
Lucas le dirigió una mirada que a Valerie la hizo pensar que decía que
Jack era un tonto.
―No.
Eso enfadó a Jack.
―Si eres tan jodidamente inteligente, ¿dónde demonios está entonces?
¿Dónde lo guarda?
Luego de una pausa, Lucas dijo:
―No lo tenía con ella, y no estaba en ninguna de sus casas. Solo queda un
lugar que valora como sagrado. Solo una persona con la que se atrevería a
dejarlo. Esa sería Margaret.
Valerie se encontró con la mirada de Jack, mientras ambos permanecían
allí, intentando descubrir a lo que Lucas se refería.
―¿Te refieres a enterrado con ella? Eso es lo más horroroso que he
escuchado ―murmuró Jack.
―Lo mismo que dijo él ―murmuró Valerie con una mueca―. Ahora sería
mi oportunidad de hacer algún comentario cortante sobre escoger a la chica que
ella amaba, y lo imbécil que eso te hace, pero no lo haré.
―Vamos ―dijo Jack, y se palmeó a sí mismo, comprobando que tenía
todas sus armas.
―No te apresures ―dijo Lucas―. No podemos simplemente aparecer y
atacarlos sin un plan.
Jack resopló.
―Mi plan es disparar primero y preguntar después. Suena simple.
―¿Te arriesgarías a subestimar a tus enemigos? Una pequeña cantidad de
176
Cerdewellyn estaban de pie en una esquina, junto a una mesa con una sola
lámpara de queroseno.
Página
Cerdewellyn alzó la mirada del libro, y Valerie vio una miríada de
emociones parpadear en su rostro, tan rápido como ondas en la superficie de un
estanque. Quizás él estaba sorprendido de verla. Feliz y luego… algo.
Súbitamente temió que supiera que Virginia se había ido. Quizás podía ver a
través de su magia, o ella lo había hecho mal.
Marion siseó y dijo:
―Esa es la ramera de Lucas. Lo que sea que te haya dicho es una mentira.
―No, la… —Cer dudó, como si encontrara la palabra ramera
desagradable―, hembra de Lucas se ha ido. ―Miró la gema en su mano,
estudiándola―. Mi verdadero amor habita ese cuerpo. Mi reina. La única razón
que me queda para hacer esto. ―Alzó la mirada, y tuvo la impresión de que él
estaba pensando, calculando. Nuevamente, ella se enfrentó al miedo de que él
supiera que ella no era Virginia―. No debes tocarla, o te mataré y moleré los
huesos de tu hija hasta que sea polvo.
Marion carraspeó un poco y se cruzó de brazos de mal humor.
―No es seguro para ti ―dijo Cerdewellyn―. ¿Y qué pasa con Lucas?
Debías quedarte en Fey.
Ella pensó rápidamente.
―La bruja y el lobo regresaron, buscando liberar a Lucas y Valerie. No
tuve otra opción más que huir. Lucas está muerto. ―Su voz tembló.
Marion la estaba mirando, de los pies a la cabeza.
―Después de todas las cosas que Lucas le ha hecho a tu rey, lo menos que
pudiste hacer fue dejar que Cer terminara con él. Sigue mi consejo, querida, las
relaciones se tratan del compromiso. ―Marion pestañeó hacia Cerdewellyn. La
idea de Marion intentando ligar con Cerdewellyn era mala en muchos niveles.
Cerdewellyn frunció el ceño y se alejó un paso de Marion, sujetando la
joya en su mano.
―No, está bien. Prometí que no lo mataría. Además… le habría dado a
Virginia lo que sea para verla feliz.
Marion dirigió una mirada anhelante hacia Cer, su mirada fija en los labios
carnosos de él.
―Eres una chica afortunada ―dijo en un suspiro.
Val sabía lo celosa que había sido Virginia. No habría soportado las
proposiciones coquetas de Marion. Valerie avanzó, intentando hacer lo que
Virginia habría hecho para que él no sospechara.
Cerdewellyn frunció el ceño mientras ella se acercaba y se acercó un paso
a ella, bloqueando el camino de Valerie por lo que no pudo acercarse más a
179
Página
Marion. Tuvo la impresión de que él estaba acostumbrado a que las mujeres
estuvieran celosas de sus atenciones.
Él la miró a los ojos, como si viera su alma, como si estuviera buscando
algo.
―Estamos listos ―dijo él, y la acercó a la mesa. A ella no le gustaba estar
tan cerca de Marion. Lo bastante cerca como para tocarse. Sus armas no se
sentían suficientes, y no confiaba en sus recientes poderes―. Todo el poder
perdido será liberado y regresará a mí. Le pondremos un fin a los vampiros y
reclamaremos el mundo.
Valerie asintió, incluso logró una sonrisa de aliento y esperó ser lo
suficientemente convincente.
―Y Margaret ―recordó Marion bruscamente.
―Por supuesto ―acordó Cer. Su mano se cernió sobre la piedra, y luego le
dijo a Valerie―: Ella debe estar allí. Dentro de ti. Una pequeña parte. ¿Sí o no?
Tomada por sorpresa, no supo que decir.
―¿A qué te refieres?
Él volvió el rostro para mirarla de frente, todo el peso de su personalidad
y atención haciéndola querer estremecerse. Le estaba mintiendo, y se sintió una
terrible mentirosa que él sería capaz de ver a través de su cara. Y entonces la
destruiría.
―No tengo opción. Un deseo. Este poder no es algo sutil. No es como una
cuchilla afilada que pueda tallar, sino una espada que puede dividir en dos las
cosas ―dijo íntimamente, como si ni siquiera pensara que Marion estaba allí, y
fueran sólo él y su amor, Virginia―. Mi deseo debe ser una orden que lo
consuma todo. No hay vacilación o cambio de idea. El poder de la piedra debe
ser dirigido con puro enfoque de voluntad. Así que dime, ¿qué voy a desear?
¿Poder? ¿Amor? ¿Un nuevo comienzo? ―preguntó en voz baja.
―Pedir que el poder regrese a ti para hacer a nuestro pueblo fuerte ―dijo
Valerie―. ¿No es ese tu mayor deseo?
Él cerró los ojos por un momento, y Valerie deseó haber sacado su espada,
y así podría haber acabado con este juego del gato y el ratón. Todo lo que dijo
tenía dos interpretaciones, y el deseo de preguntarle si sabía que Virginia se
había ido estaba burbujeando en su interior.
―No puedo traicionar a mi pueblo por amor ―dijo.
Valerie sintió un toque en su conexión con Lucas, una suave consulta para
saber si él debería aparecer; si estaba lista. Le dijo que no, o al menos pensó que
lo hizo.
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Página
Cerdewellyn se movió, parándose delante del libro abierto que se veía
desgastado, y como si hubiera visto días mejores. Este era el libro del que Lucas
le había hablado, el Libro de la Vida y de la Muerte.
Marion estaba a un costado, mirando por encima del hombro de él casi
con avidez. Valerie se encontraba del otro lado, su corazón retumbando. Sacó el
cuchillo de su bolsillo y lo acercó a su costado y fuera de la vista.
Cerdewellyn empezó a hablar, recitando palabras en un idioma que
Valerie nunca había escuchado antes, la letras de la página pareciendo ser una
combinación de cirílico e inglés antiguo. No podía haber adivinado la
pronunciación de esas palabras aunque lo intentara. Y entonces él se enderezó,
deslizando una cuchilla por su palma y dejando que la sangre cayera sobre la
piedra.
La piedra empezó a brillar, emitiendo una luz dorada. Pudo escucharla
también, la piedra haciendo un zumbido mientras la luz se hacía más brillante y
el poder se construía en su interior.
Él abrió la boca, y ella supo que pediría su deseo, el Sard cumpliría su
propósito, y tenía que actuar ahora o nunca. Valerie se lanzó hacia adelante con
su cuchilla, apuñalando a Cerdewellyn en el estómago, asombrada por lo fácil
que fue. Mentalmente, llamó a Lucas, diciéndole que viniera ahora.
Cerdewellyn la miró fijamente por un momento interminable, la expresión
de tristeza en su rostro era algo que la perseguiría durante las noches. Marion
gritó, pero entonces Jack y Rachel estuvieron allí, y escuchó un arma ser
disparada. La sangre brotó del pecho de Marion, y de repente Lucas también
estaba allí. Volvió a apuñalar a Cerdewellyn y lo empujó al suelo, ignorándolo,
como si ya estuviera muerto.
Valerie extendió la mano y tocó la piedra, su pesado poder palpitando a
través de ella, haciendo que sus dientes castañearan dentro de su cabeza. El
poder de la piedra estaba esperando, construyéndose como si fuera reunido en
una ola y estuviera a punto a derramarse por los bordes. Sólo necesitaba decirle
qué hacer.
Lucas extendió la mano, listo para tomar la piedra, para hacer su propio
deseo, el que lo mataría y la dejaría vacía para siempre… y ella no pudo
hacerlo.
―No te muevas. Te prohíbo moverte ―dijo Valerie y observó mientras la
mano de Lucas se quedaba inmóvil en el medio del aire.
Lucas hizo un sonido enojado, y le dijo rápidamente:
―No sabes lo que haces. ¡Libérame ahora! ―Sus palabras fueron furiosas,
y pudo sentirlo luchando contra el poder que tenía sobre él. Contener su
181
movimiento fue difícil. Lo sintió usar toda su fuerza física y mental contra ella.
Pero él estaba atado a ella, y ella era más de lo que una vez fue: Fey, Empática,
Página
determinada, y la fuerza de él no bastó. Entre Lucas luchando contra ella y la
presión ansiosa de la piedra, su cabeza se sentía como partiéndose desde
adentro hacia afuera.
Valerie observó a Lucas mientras pedía su deseo, usando su amor por él
para fortalecer su voluntad y obligar a la piedra a obedecer su orden.
―Deseo que ya no haya Otros, que cada vampiro, hombre lobo, bruja,
empático y Fey se vuelva mortal, humano y vivo. Deseo que la magia
desaparezca, para deshacerla de una vez por todas, y ser borrada de este
mundo por completo.
Estaba mirando a Lucas a los ojos cuando lo dijo, pero entonces sus ojos se
abrieron sorprendidos y la sangre salió de su boca, derramándose sobre el
pecho y rostro de ella.
―Libérame ―le dijo en un borboteo, y todo lo que ella pudo ver ante sí
fue de color rojo: El rojo de su sangre en su piel y sus ropas, como también la
espada que lo había atravesado por la espalda.
Cerdewellyn se encontraba de pie detrás de Lucas y lo empujó con un pie
hacia adelante, derribándolo en el suelo, el cuerpo de Lucas deslizándose fuera
de la espada en una avalancha líquida. La piel de Lucas se volvió gris, y ella
sospechó que cualquier otro vampiro ya estaría muerto. Aferró la piedra a su
pecho, dando un paso hacia atrás, queriendo llamar la atención de Cerdewellyn
lejos de Lucas para que él pudiera sanar.
La enormidad de lo que acababa de hacer la había dejado sin fuerzas. Si la
magia hacía lo que ella había dicho, Lucas se convertiría en un mortal. No había
manera de que pudiera sobrevivir como un humano a esa herida.
¡No! Necesitaba retirarlo. No sabía qué decir. Cómo modificar su deseo.
Miró a la piedra en silencio, esperando a que las palabras llegaran cuando las
manos de Cerdewellyn apretaron las de ella. Le arrebató la piedra de las manos
y dijo:
―No ha terminado.
Cerdewellyn murmuró algo en el mismo idioma antiguo que había usado
para activar la piedra, y ella sintió el aire cambiar. La luz de la piedra se volvió
más pálida a cada segundo, como pensando en lo que Cer le estaba diciendo, y
Val regresó a la realidad.
Valerie sacó el arma y la apretó con ambas manos, apresurándose en
ubicar a Cer antes de apretar el gatillo, y dispararle en el pecho repetidas veces.
La sangre explotó de él, y el impacto lo lanzó hacia atrás. La piedra voló de su
mano, arrastrándose por el suelo, y Valerie la persiguió desesperadamente
rogando que no fuera demasiado tarde.
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Página
Los segundos que tardó en llegar a la piedra le parecieron una eternidad.
Se sentía torpe y lenta. El tiempo era precioso, la ventana para cambiar el deseo
se estaba cerrando, podía sentirlo. Agarró la piedra y la apretó con fuerza.
―¡Sana a Lucas! ―le gritó―. Remueve sus heridas mortales.
Pero a la vez que hablaba, la joya perdió todo su color, volviéndose inerte,
sin vida, nada más que una roca. El pánico la desgarró. Y entonces la piedra se
rajó y algo como vapor se elevó de ella, curvándose hacia arriba y luego hacia
afuera como tentáculos. El vapor se retorció alrededor de ella, moviéndose
sobre ella como buscando una entrada dentro de ella, y entonces se extendió
dentro, nadando a través de su sangre y enraizándose profundamente en sus
células.
El vapor la agarró como etéreas manos deshaciendo un nudo. Pudo ver
exactamente lo que estaba sucediendo. Que la magia enviaría zarcillo por todo
el mundo, y se desharía de cada criatura mágica en existencia. La tomaría de los
más cercanos: ella, Jack, Rachel, Marion, y Lucas. Los que los querían muertos
permanecerían poderosos por mayor cantidad de tiempo. El tiempo suficiente
para matarlos a todos, sin duda.
Esa fue la falla en su plan, y por qué Lucas había querido hacer un deseo
diferente. Pero Lucas era viejo, el vampiro más viejo en existencia, y quién sabía
cuánto tiempo tomaría para que la magia llegara a él, tal vez ya estaría curado
para cuando lo hiciera. Tenía que ser así. Y Cerdewellyn, quien era tan viejo que
hacía a Lucas parecer joven, ¿cuánto tiempo le tomaría volverse mortal?
Y entonces el aire se aclaró alrededor de ella, el vapor se fue, y se sintió…
humana. Cerdewellyn se estaba poniendo de pie lentamente, dolorosamente,
sus ropas cubiertas de sangre. Envolvió su brazo alrededor de su vientre,
sangre carmesí pulsando entre sus dedos. Se estaba sanando ante sus ojos.
Lucas yacía en el suelo incapaz de moverse, su mano derecha buscando
desesperadamente su espada caída. Valerie no pensó en lo que hizo, pero corrió
hacia Lucas con la pistola en la mano, lista para protegerlo hasta la muerte.
―¿La lastimaste? ―le preguntó Cer a Valerie, deteniéndose a varios pasos
de ella. Su voz fija en un registro bajo por lo que sus palabras fueron un
chirrido, como las uñas de la muerte deslizándose a lo largo del panel de una
ventana. Este no era el sereno y calmo Cerdewellyn, este era un hombre
desesperado.
―Era ella o yo ―dijo, sin estar dispuesta a decirle que había golpeado a
Virginia en la cabeza con una roca. Era algo que la perseguiría por el resto de su
vida. Ya sea que ésta resultara durar los siguientes dos minutos o sesenta años,
no olvidaría lo que le había hecho.
183
Página
La analizó de la cabeza a los pies, como si fuera a ser capaz de ver a
Virginia como una manifestación visible yaciendo sobre ella. Le sonrió
pícaramente.
―Ojalá pudiera decir que me siento mal por esto, pero te mereces algo
mucho peor. ―Su mano salió de la nada, una bofetada con el revés de la mano
a la mandíbula que la derribó y se golpeó la cabeza contra la pared, dejándola
inconsciente antes de poder decir algo.
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Página
Traducido por Scarlet_danvers, Itorres, Fanny y Helen1
Corregido por flochi
V
alerie desapareció, dejando a Jack con Lucas y Rachel.
Permanecieron en lo que sólo podría describirse como el más
incómodo, doloroso y puto silencio alguna vez, y esperaron; Lucas
afirmando que él sabría el momento en que debían seguirla. A Jack no le
gustaba la idea de esperar una señal invisible, algunas galimatías mágicas que
no podían confirmarse, eran poco fiables, y si estaban equivocadas, podría
costarle a Valerie su vida. El impulso de ir ahora y atacar lo roía. No sabía si su
miedo y agitación eran peores ahora que era un hombre lobo, o si se debía a que
amaba a Valerie tan condenadamente tanto que la idea de ella caminando hacia
el peligro primero era casi más de lo que podía soportar.
Apretó la mano en su palma. Había pasado tanto tiempo estando molesto
que Valerie estuvo renuente a pelear una buena batalla, y sin embargo, ahora
que lo estaba; esto lo asustaba demasiado.
Esperando. Podía sentir la presencia de Rachel de pie junto a él, como si
estuviera caliente a lo largo de su cuerpo. Como si ella fuera el fuego, y él un
mendigo desventurado luchando en la fría y húmeda oscuridad en busca de
refugio en su calor.
Lo cual mostraba lo idiota que era; porque ella no tenía un hueso caliente
en su cuerpo. Una parte de él quería preguntarle una vez más si decía en serio
que lo dejaría matar a Marion. Dejarlo. ¿Qué significaba eso? ¿Lo detendría? ¿Lo
obligaría a no dañar a Marion? ¿Era eso lo que le estaba pidiendo? No, era más.
Él le estaba pidiendo que lo eligiera. Dejar de lado noventa años de felicidad
conyugal o cualquier mierda que tuvieran, y estar con él.
Para darle la paz.
La verdad se instaló a su alrededor como una manta caliente. Ella no
podía controlarlo. No en esto. No cuando llegara el momento de la batalla final.
Matar a Marion era su destino. Era a lo que había dedicado su vida. Y no había
manera de que Rachel fuera capaz de detenerlo. Una vez que la pelea
comenzara, estaría condenado si le pidiera por algo. Serían Marion y él; como
dos amantes listos para el último baile antes del fin del mundo.
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garganta.
Página
―¡No! ―gritó Rachel, lanzando la estaca hacia la espalda expuesta de
Marion, lista para protegerlo de Marion como había prometido. Y aunque, a él
le doliera admitirlo, estaba un poco sorprendido.
Marion rodó de él, eludiendo el golpe de Rachel y descansando en ancas
mientras esperaba a que uno de ellos diera el siguiente paso.
El vapor amarillo se apoderó de Rachel, y ella se quedó inmóvil, su cuerpo
se balanceaba suavemente, como si ya no fuera la que tuviera el control de sí
misma. Rachel tomó una enorme respiración, succionando la magia
profundamente en sus pulmones, confusión, miedo y debilidad desplazándose
a través de sus rasgos.
Su piel cambió, perdió ese brillo duro, volviéndose rosa y con vida.
Mierda.
Rachel era humana. Él era humano. Pero Marion… era todavía un
vampiro de seiscientos años de edad.
Marion se rió y agarró a Rachel, envolviendo su mano alrededor de la
garganta de ella y apretando, ahogando su vida. Jack se lanzó hacia delante,
golpeando a Marion por lo que tuvo que soltar a la nuevamente humana
Rachel. Rachel estaba jadeando, agarrándose el cuello, donde Marion la había
apretado.
Jack levantó su propia estaca, una que tenía en su cinturón, listo para
apuñalarla, dispuesto a acabar con todo cuando el vapor amarillo regresó,
asentándose sobre Marion como niebla.
Los ojos de Marion estaban muy abiertos de miedo, y a medida que su
humanidad regresaba a ella, Jack sintió un momento abrumador de pena, y no
tenía idea de la razón.
La parte de su alma que se dedicaba a la venganza gritó de furia, sabiendo
la respuesta antes de que él lo hiciera. Jack todavía ni siquiera era consciente de
la cuestión. Todo lo que sabía era que este era su momento para matar a Marion
y que estaba dudando. Que de alguna manera el juego había cambiado, y no
entendía por qué.
Se quedó allí con su estaca, listo para apuñalarla a través del corazón y
convertirla en polvo. Listo para vengar a todas las personas que alguna vez
había matado, cada familia que alguna vez había separado.
Pero cuando lo hiciera, ella no se convertiría en polvo. Cuando la matara
con la estaca, se desangraría. Una manera extraña y brutal para que una mujer
muriera. ¿Debería dispararle?
Entonces Marion se dio cuenta de su transformación. Levantó las manos
188
* * *
Valerie regresó lentamente, su boca llena con sangre por morder la parte
interior de su mejilla cuando Cerdewellyn le pegó. Ese imbécil. Ya no estaba.
Una rápida mirada le confirmó que la piedra tampoco. Lucas la estaba viendo
desde varios metros lejos; su rostro vidriado con dolor, una espada saliendo de
su pecho.
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Página
Se arrastró por el suelo hacia él, muy mareada para ponerse de pie. Sacó la
espada de su pecho, observando su oscura sangre chorrear entre sus dedos.
Sangre oscura de vampiro cubría su mano mientras presionaba contra la herida.
No era humano todavía.
Valerie no pudo haber estado fuera por más de uno o dos minutos, se dio
cuenta. El miedo la atravesó. ¿Cuándo tiempo tenía Lucas antes de convertirse
en humano? Él extendió su mano manchada de sangre hacia ella, queriendo
tocarla. Pero estaba demasiado débil, y su brazo cayó de nuevo a su pecho.
―Estás bien ―dijo ella―. Sanarás antes de que te conviertas en humano.
Lo harás.
Él le dio una sonrisa triste, una que no contenía promesas. Como si los dos
supieran que estaba mintiendo, y él quería que se mantuviera de esa manera.
Sus ojos se cerraron y volvieron a abrirse lentamente, como si siquiera
parpadear fuera difícil. La sangre de Lucas estaba debajo de ella, alrededor de
ella. Tan resbaladiza y fría, parecía imposible que hubiera más en su cuerpo.
¿Cómo iba a curarse a sí mismo cuando había perdido tanta sangre? Llevó su
muñeca a la boca de él, sus labios fríos.
―Bebe, ¡maldita sea! ―le suplicó Valerie.
Lucas frunció el ceño y encontró su mirada, mirando fijamente a su cara
afectada por las lágrimas, como si fuera increíble. Y luego mordió con fuerza en
su muñeca, sus colmillos perforando en su carne, el dolor agudo, al rojo vivo. Él
tragó varias veces, mientras su sangre se derramada en su boca. La soltó,
recostado en el suelo con los ojos cerrados.
―Está bien, mi Valkyrie ―dijo.
¡Él seguro que no se veía muy bien! Su rostro estaba contraído con el
dolor, su aliento apresurado, y Val no pudo contener a las lágrimas de fluir.
Había perdido a su madre y a su padre, y no sabía cómo todavía viviría si lo
perdía también. Sabiendo que iba a perderlo. Se inclinó y le dio un beso.
―Te amo ―dijo ella―. Por favor, por favor no me dejes.
Se humedeció los labios y tosió, sangre apareciendo en la comisura de su
boca. ¿Por qué no estaba sanando? Él parpadeó, centrándose en ella.
―Te amo, Valerie. Pasaría mi vida contigo dada la oportunidad. Por tu
bondad e inteligencia, tu belleza y gracia.
Ella se limpió la nariz con la manga.
―Oh mierda, no te me vas a morir. ¡No tengo gracia! No digas eso, como si
esto es una despedida de mierda cuando me dices cosas que no son ciertas.
―Valerie lloró y lo besó de nuevo, rogándole quedarse con la boca, y la presión
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de sus labios.
Se apartó de él, acariciándole la cara con su mano, memorizándola.
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―No te mentiría. Es por eso que dejé de lado tu comida. ―Volvió a
toser―. Y tu lenguaje colorido. Ambos son verdaderamente atroces.
―Si realmente me amaras, te quedarías. ¡Sana más rápido! ―exigió.
Una voluta de humo dorado se deslizó por su cuerpo, rodeando su cuello
y cabeza. Otro pequeño zarcillo apareció, la magia flotando por encima de él,
como si lo estuviera descifrando antes de golpear. Era demasiado pronto. No
sobreviviría a salir de aquí y llegar al hospital.
―¡Hospital! ―dijo Val, cuando la idea se le ocurrió―. ¡Llévate a ti mismo
al hospital mientras que todavía puedes! ―Él frunció el ceño mientras cerraba
los ojos, más de la niebla colocándose sobre él.
Muy lentamente, como si cada movimiento fuera doloroso, le dijo algo a
ella, pero sonaba como la palabra “Royal” y no tenía ningún sentido. Y luego
desapareció. Valerie dio unas palmaditas en el suelo estúpidamente como si
estuviera todavía allí, pero invisible.
Alguien la agarró, tirando de ella fuera de la piscina de sangre y la puso
de pie. Torpemente, se volvió, sorprendida al ver que era Jack de pie junto a
ella. Él la abrazó, y ella se quedó sin fuerzas en sus brazos.
―Tenemos que salir de aquí. ¿Dónde está Lucas? ―preguntó Rachel, que
venía detrás de ellos. Estaba sin aliento.
―No lo sé ―respondió Jack por ella.
―Bueno, él seguro que no bailó fuera de aquí, así que, ¿dónde está?
La voz de Valerie era metálica.
―Fue herido como un vampiro, entonces la magia llegó, y él simplemente
se desvaneció. Le dije que se fuera al hospital, pero estaba tan débil que no sé si
lo hizo o dónde se habría ido o… ―Sus palabras se convirtieron en un sollozo.
Pudo oír el ceño fruncido en la voz de Rachel.
―Bueno, él no murió como un vampiro o de lo contrario la sangre se
habría ido también. Los cuerpos humanos no hacen puf. ¿A qué hospital le
dijiste que se fuera, tal vez está ahí?
Tenía el cuerpo entumecido, pero sintió un atisbo de esperanza tratando
de desplegarse dentro de ella. Valerie lo aplastó, con ganas de centrarse en el
aquí y ahora. Sus padres habían muerto, el hombre al que amaba había sido un
vampiro, ahora era humano, y probablemente muerto también. Valerie no tenía
suficiente buena suerte para hacerse ilusiones.
―No lo hice. No le dije cuál ―susurró, y sintió que las lágrimas se
derramaban de sus ojos. No se le había pasado por la cabeza decirle a Lucas el
hospital―. ¿Dónde estamos? ―preguntó Valerie.
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* * *
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―¿Quieres otro sándwich ―preguntó Jack. Líneas de fatiga estaban
grabadas en su rostro, y Valerie sabía que no se veía nada mejor.
―Claro. Supongo. Pero no de escabeche, ese fue repugnante.
Lucas había llegado al hospital, apareciendo de la nada en la entrada y
asustando a todo el mundo casi hasta la muerte, al parecer. Él estuvo en el
quirófano durante horas. Cuando el médico finalmente salió, parecía sombrío, e
hizo un montón de preguntas acerca de lo que podría haber causado esas
extrañas heridas.
El doctor le dijo que parecía como si hubiera sido hecha por una espada
desde el frente y la parte posterior, pero de alguna manera falló el corazón. No
podía decirle al médico que su corazón debió haber sanado antes de convertirse
en mortal, pero que no había tenido tiempo suficiente para reparar la piel
menos vital y los músculos alrededor de la herida.
―¿Va a vivir? ―preguntó Jack sin rodeos.
El médico suspiró y miró hacia abajo a su portapapeles, como si lo hubiera
escrito en alguna parte.
―Perdió mucha sangre, y resultó gravemente herido. Va a ser difícil, pero
parece que él sabe cómo presentar pelea.
Eso había sido hace casi veinticuatro horas, y mientras Valerie se sentaba
junto al lecho de Lucas, a la espera de que despertara, y en todo lo que pensaba
era que él era un luchador.
Él estuvo dispuesto a luchar por ella, a morir por ella. Ahora sólo tenía
que esperar que estuviera dispuesto a vivir por ella también.
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Traducción SOS por Helen1
Corregido por Nanis
M
olly observaba la casa desde debajo del camuflaje de un árbol
cercano.
Y gracias a Dios por eso, porque hacía jodidamente mucho
calor, y había estado esperando mucho tiempo. Lucas estaba
afuera con su mocosa, empujándola en un columpio de plástico rojo que
colgaba de una rama de árbol.
La niña era hermosa, con el cabello dorado y las mejillas rosadas, así como
también las piernas más gordas que Molly alguna vez había visto en su vida.
Cada vez que la niña bajaba hacia él, le hacía cosquillas en los pies. A la niña le
encantaba, y podía oír a la cosa chillando como un cerdo desde el otro lado de
la calle.
Era jodidamente asqueroso.
Molly no quería verlo. A pesar de su apariencia de padre cariñoso, sabía lo
que había sido. Despiadado. Ahora era un filántropo, y pasaba sus días dando
dinero a los niños necesitados. Como digno de vomitar. La idea de que era feliz
no siendo ya un vampiro, sino procreando y viviendo una vida aburrida en los
suburbios, era una estupidez. Pero no era de extrañar ya que su maldita tía
Rachel sentía lo mismo. Feliz de no tener poder. Dispuesta a morir como una
persona normal.
Bueno, yo no lo estoy.
En lo que pareció una eternidad después, la puerta se abrió, y Valerie se
asomó. Dijo que era hora de cenar, y Lucas tomó a la niñita del columpio y la
abrazó; los brazos regordetes del bebé envueltos apretadamente alrededor de su
cuello. Su nombre era Kate. Era linda si a uno le gustaba ese tipo de cosas.
Molly pensó que Rachel le había dicho que la niña acababa de cumplir un año,
pero no podía recordar. Rachel siempre estaba parloteando sobre algo.
Molly solo no le prestaba atención.
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Nanis
PaulaMayfair
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