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Las aplicaciones más importantes de este proceso son la destilación destructiva del
carbón para el coque, el alquitrán, el gas y el amoníaco, y la destilación destructiva de la
madera para el carbón de leña, el ácido etanoico, la propanona y el metanol. Este último
proceso ha sido ampliamente desplazado por procedimientos sintéticos para fabricar
distintos subproductos. El craqueo del petróleo es similar a la destilación destructiva.
(ii) Como reductor que produce y regenera los gases para la reducción de los
Óxidos de hierro.
La calidad del coque está en función del uso específico a que esté destinado. Así,
por ejemplo, el coque de horno alto va a tener que soportar una gran carga, debido al
material que existe encima de él, y que aumentará a medida que va descendiendo en el
horno alto hasta llegar a la zona de reacción. Para soportar esa presión sin desmoronarse
antes de llegar a reaccionar, ha de poseer una buena resistencia mecánica. Por otro lado,
los trozos de coque, a medida que descienden en el horno alto, se van a ver sometidos a
una acción continua de los gases oxidantes que se desprenden en la zona de reacción y
que ascienden por el horno hasta salir por su parte superior. En estas circunstancias, el
coque necesita presentar una reactividad moderada frente a los gases desprendidos para
poder llegar, lo más íntegramente posible, a la zona de reacción con el mineral de
hierro. Para conseguir esto, se requiere un coque con una textura porosa adecuada, que
hagan que su reactividad sea lo más idónea posible.