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El significado bíblico de desierto se refiere a un territorio estéril, libre de todo cultivo, el cual es usado

para el pastoreo de diferentes animales.

El término desierto en la Biblia y en cualquier escrito de la antigüedad no coincide de manera exacta con
el significado que tiene ahora la palabra. Pues actualmente se conoce como desierto una tierra árida,
que prácticamente no posee ningún tipo de vegetación salvo los cactus.

Desiertos en la Biblia.- las zonas desérticas eran denominadas de tal manera porque no había ningún
tipo de construcción en los alrededores. Por lo que quedaba un campo amplio en el cual se podían hacer
las actividades del pastoreo y criar animales en esos lugares. Es decir que el mayor uso de la palabra
desierto se daba para hablar de territorios grandes y vacíos.

En el libro de los salmos también encontramos esta palabra para referirse a amplios pastizales en los
que se puede alimentar el ganado. de igual manera, se puede leer en algunas ocasiones esta palabra
para hablar de terrenos arenosos, áridos y fuertes tal como se le denominan a estos lugares hoy en día.

La etimología de esta palabra dice que proviene del latín desertus que quiere decir abandonado o
solitario. aunque en el hebreo la traducción define a la palabra midbar como conducir o apacentar al
ganado. Por lo que encaja con la connotación que se tenía de este tipo de lugares.

La fortaleza del desierto. en relatos del antiguo testamento se pueden encontrar hasta 15 desiertos, los
más importantes y de mayor extensión se encontraban cerca de Sinaí. Entre los nombres destacados;
sin, etan, Sinaí, cades y farán así como los desiertos de judea y el de la tentación.

El desierto en los relatos bíblicos es usado como un lugar elegido por Dios para poner a prueba a una
persona o pueblo así mismo como un medio de purificación y preparación a la entrada del Reino de
Dios, la tierra prometida..

En este sentido El éxodo del pueblo de Israel desde Egipto hasta la tierra prometida fue una prueba
fuerte y larga, 40 años. Pues, este pueblo al desafiar a Dios fui castigado a vagar por la tierra durante
este tiempo.

Los 40 días de Jesús en tierras áridas y vacías también fueron una prueba y preparación para El mesías.
Pues en este tiempo tuvo que soportar tentaciones y pruebas de Satanás.
Dios nos encuentra en la
soledad del desierto
PUBLICADO: FEBRUARY 15, 2014

Este es el 2º artículo de una serie de doce

Por Clifford M. Yeary


Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock

En Génesis 3,8-9 leemos sobre el paseo de Dios en el Jardín del Edén, disfrutando de la
brisa fresca del atardecer, y buscando a los humanos que había creado. Esta teología
sencilla de "pies sobre la tierra" refleja una realidad profunda y eterna. Dios espera
encontrarnos en y a través del mundo que creó para que fuera nuestro hogar. En Génesis,
nuestro primer hogar es un paraíso. Sabemos sin embargo, de ese primer encuentro con
Dios que, por causa de nuestro pecado, ya no podemos llamar paraíso a nuestro hogar
terreno.

En nuestro mundo, junto con algunos jardines floridos y pacíficos, ahora hay muchos
desiertos. Los desiertos son lugares poco apropiados para los humanos que no están
preparados para lidiar con sus condiciones geográficas extremas.

Les falta agua, así que la vegetación es escasa y las criaturas que habitan en ellos a
menudo son depredadoras y venenosas. Nuestros desiertos pueden ser literales o
metafóricos, pero en la Biblia descubrimos que pueden ser los lugares en que Dios al fin
nos encuentra y nos llama de regreso a la vida en Él.

En la Biblia, muchos pasajes hablan de desiertos y lugares salvajes literales, pero las
imágenes de desierto también se utilizan a menudo como oportunidad de reflexionar sobre
nuestra relación con Dios. Las regiones desiertas de mayor importancia en la Escritura son
el Sinaí al Sur en Egipto, el lugar salvaje de Judea en el Medio Oeste de Judá, y el desierto
de Arabia al Este, que separa a Judá de Babilonia.

Muchos pasajes utilizan los peligros que presentan los desiertos a la supervivencia humana
como advertencia sobre en lo que se convierte la vida cuando expulsamos a Dios de
nuestras vidas. El desierto puede ser signo del castigo que aguarda a los rebeldes (Salmo
68,7). Puede ser símbolo del resultado de un liderazgo negligente (Jeremías 12,10-11) así
como un signo de advertencia del juicio divino (Isaías 32,11-16).
Los desiertos también pueden invitar a una profunda reflexión sobre las realidades
espirituales. Cuando la desnudez de un desierto desviste ante nuestros sentidos la
frondosidad del mundo material, quizá volvamos nuestros corazones a Dios y tratemos de
descubrir lo que es verdaderamente importante en nuestras vidas.

Siguiendo el Éxodo de Egipto, Moisés condujo al pueblo de Israel mientras vagaban por el
desierto (principalmente la Península de Sinaí). Su situación es ambigua, mientras que
protestan y murmuran contra Moisés. "¡Si al menos hubiéramos muerto a manos del Señor
en tierra de Egipto, mientras nos sentábamos con nuestras ollas de carne y comíamos
nuestro pan! ¡Pero nos has traído a este desierto para que toda esta comunidad muera de
hambre!" (Éxodo 16,3). Y sin embargo, Dios cuida de ellos y los alimenta de perdices, con
maná del cielo y agua de la roca (Éxodo 16,4.13; 17,6).

En el Deuteronomio 32:10, se dice que Dios encontró a su pueblo en el desierto: "Los


encontró en un lugar salvaje, en lo terreno baldío de un desierto de aullidos. Los cubrió con
su manto, cuidó de ellos, los guardó como a la niña de sus ojos."

Siglos más tarde, cuando el pueblo de Judá es conducido al exilio de Babilonia, Dios los
llama a regresar a su patria y el desierto que los separa de Jerusalén ahora se considera
como sendero de regreso a su Dios: "Una voz clama: ¡en el desierto, preparen el camino
del Señor! ¡Abran, en el desierto, camino a nuestro Dios!" (Isaías 40,3).

En el Nuevo Testamento el desierto de Judea se convierte en un lugar de encuentro


significativo entre el pueblo judío y el profeta conocido como Juan Bautista. Aquí de nuevo
encontramos el simbolismo dualista del desierto. Es lugar de advertencia así como lugar de
encuentro espiritual. "¿Quién te advirtió que escaparas de la ira que llegaba?" pregunta
Juan a los fariseos y saduceos que acuden a él, pero mucha gente busca el bautismo en
arrepentimiento de sus pecados (Mateo 3,1-9).

El más importante de los que acuden a Juan es Jesús, que se reveló como Hijo de Dios al
ser bautizado pro Juan. Mateo, Marcos y Lucas indican que Jesús, inmediatamente
después de ser bautizado, fue al desierto a ayunar y orar por cuarenta días y allí también
fue tentado por el demonio. Después de rechazar la tentación, este desierto se convirtió en
lugar de renovación, ya que los ángeles acudieron a servirle allí (Mateo 3,13—4,11).

Los desiertos de nuestras vidas son, sin lugar a dudas, lugares tormentosos de tentación y
duda, pero también pueden ser ocasión de una profunda renovación espiritual.

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