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El arte Rapa Nui en el contexto de Polinesia y Oceanía

ADRIENNE L. KAEPPLER

El Océano Pacífico cubre un tercio de la superficie de la Tierra y está habitado por


cientos de grupos culturales. Polinesia cubre gran parte de este vasto océano y
Rapa Nui, aunque pequeño en términos geográficos, exhibe todas las
características culturales y artísticas importantes del arte polinesio.

En este ensayo presento la diversidad del arte del Pacífico, además de sus
convenciones artísticas comunes, a fin de crear un contexto para esta exploración
de las tradiciones históricas y contemporáneas de Rapa Nui. Me concentraré en
las artes visuales, pero la música, la danza y la literatura oral tienen una relación
cercana y son manifestaciones de temas estéticos, sociales y religiosos similares,
subyacentes a los sistemas culturales respectivos.

El arte de Oceanía comprende las tradiciones artísticas de Australia, Nueva


Guinea, Melanesia, Micronesia y Polinesia1. Estas áreas geográficas incluyen
cerca de 25 000 islas, que van desde pequeñas formaciones de coral hasta el
continente de Australia. Unas 1500 islas están habitadas por pueblos físicamente
diversos, muchos de los cuales se han mezclado y entremezclado. El ambiente
varía desde montañas nevadas hasta volcanes furiosos, desde neblinosos
bosques lluviosos hasta áridos desiertos, desde atolones de coral hasta conjuntos
volcánicos. Más de veinticinco millones de personas habitan estas áreas en la
actualidad. Tradicionalmente, muchos vivían en pequeños grupos separados, de
sólo unos pocos cientos de personas, mientras otros conformaron complejos
sistemas sociales centralizados conocidos como jefaturas2. En la actualidad,
existen grandes puertos y ciudades cosmopolitas. Las personas hablan cientos de
idiomas y dialectos de las familias de lenguas austronesias y papúes, algunos de
los cuales son mutuamente inteligibles a lo ancho de amplias extensiones del
Océano Pacífico y otros, ininteligibles para los habitantes del pueblo vecino.

Milenios atrás, grupos de personas del Sudeste Asiático comenzaron a viajar


hacia el este. Exactamente cuándo comenzaron a hacerlo, en qué cantidades, de
dónde vinieron3 y cómo viajaron son temas de investigaciones actuales y futuras.
Tenemos la certeza que las condiciones físicas del mundo al que llegaron eran
muy diferentes a las del mundo en su estado actual. Durante la última glaciación
(ocurrida hace 10 000 años), los niveles del mar en todo el mundo eran más bajos
que los actuales, las islas, más grandes y las distancias entre ellas, mucho
menores. Durante los milenios siguientes, otros contactos y otras llegadas trajeron
a las islas tesoros tales como: cerdos, perros, gallinas, ratas y también
probablemente, bananas asiáticas (Musa sapientum), frutos del árbol del pan
(Artocarpus altilis), taro (Colocasia esculenta), caña de azúcar (Saccharum
officinarum) y ñames (Dioscorea villosa). Estos alimentos se unieron al coco
endémico, que ya se había extendido por las islas del Pacífico.
Estos movimientos de población de oeste a este comenzaron hace
aproximadamente 4000 años, cuando los pueblos de habla austronesia emigraron
al Pacífico desde Asia. Mucho años después, algunos pueblos con una tradición
arqueológicamente definida, conocidos en la actualidad como el complejo cultural
Lapita, se expandieron desde el Archipiélago Bismarck, junto a la costa de Nueva
Guinea, a través de Melanesia y, finalmente, hasta la Polinesia. Este complejo
llamado Lapita, debido al sitio en que se identificó por primera vez en Nueva
Caledonia, se distingue por sus cerámicas de barro cocido con un singular sistema
decorativo. Se trata de la tradición cultural más importante para comprender la
prehistoria de gran parte del Pacífico.

Con el paso del tiempo y su expansión en el espacio, las culturas ancestrales se


diversificaron y finalmente formaron los complejos culturales que en la actualidad
se agrupan bajo los términos Melanesia (“islas negras”, incluida Nueva Guinea,
que posee una relación cercana), Micronesia (“islas pequeñas”), Polinesia
(“muchas islas”) y Australia (“isla sureña”). Antes de llegar a la Polinesia, el pueblo
Lapita ya se había adaptado a los ambientes de mar abierto e isla, sin embargo, ni
siquiera ellos podrían haber previsto la inmensidad del océano más allá de
Melanesia o la manera en que sus sistemas sociopolíticos ancestrales
evolucionarían hasta transformarse en las grandes jefaturas de la Polinesia.

Aunque algunos arqueólogos sugieren que los asentamientos en Polinesia oriental


se produjeron incluso durante el primer siglo d.C., otros los colocan hasta en el
año 800 de esta era4. El resultado de las migraciones dependía de la capacidad de
manejar embarcaciones con un sistema de navegación basado en las estrellas, el
viento, el oleaje y otros fenómenos. El éxito del asentamiento dependía de la
comprensión de los recursos naturales disponibles y del uso y reproducción de los
animales domésticos y las plantas cultivadas (de origen Sudasiático) que llevaban
consigo. Además, mucho después del asentamiento inicial, se extendió el camote
(que se creía de origen americano). El desarrollo de complejos campos de cultivo,
en terrazas y con sistemas de riego, para el taro; de pozos de fermentación para la
fruta del árbol del pan y otros alimentos básicos; y la construcción de sistemas de
manejos de recursos marinos costeros mediante lagunas artificiales, ilustra la
sofisticación de la agricultura y acuicultura del Pacífico.

Polinesia

El área cultural y geográfica conocida como Polinesia comprende una gran


cantidad de islas y archipiélagos, que van desde grandes áreas con dramáticas
montañas, como Hawai’i y las Islas de la Sociedad, hasta las islas y atolones de
coral de los grupos de Tonga y Cook. Podemos imaginar esta área geográfica
como un gran triángulo ubicado al este de la línea internacional del cambio de
fecha (meridiano 180°), con Hawai’i en el ángulo norte, Rapa Nui en la esquina
sudeste y Aotearoa (Nueva Zelanda) en el sudoeste. Culturalmente, las islas
polinesias se pueden subdividir en tres grupos principales: Polinesia occidental
(compuesta por Tonga, Samoa, Uvea, Futuna, Tokelau, Tuvalu, Niue, Rotuma,
además de Fiji, muy relacionada con las anteriores); los exteriores de Polinesia
(islas esparcidas en los exteriores del triángulo señalado, pero que están
habitadas por polinesios) y Polinesia oriental. Las islas de Polinesia oriental
comparten tradiciones culturales y artísticas similares, tanto el área central (Islas
de la Sociedad, Marquesas, Australes, Tuamotu y Mangareva) como los grupos
más lejanos de Hawai’i, Rapa Nui y Aotearoa. Dentro de Polinesia oriental, las
organizaciones sociales y las estructuras políticas están relacionadas, pero
difieren según principios de jerarquía y otros criterios.

El sistema subyacente de principios, a través del cual los polinesios interpretaron


su mundo y organizaron su vida social, relaciona los conceptos de mana y tapu
con ideas de jerarquía basadas en la descendencia de los dioses. Mana es un
poder sobrenatural relacionado con la jerarquía en la genealogía, la fertilidad y el
protocolo, protegido por distintas restricciones (tapu, de la cual deriva la palabra
tabú). De acuerdo a estos principios, cada sociedad desarrolló tradiciones
jerárquicas características, ligadas a rituales sagrados en los que se usaban
objetos especiales u obras de arte. Los jefes hereditarios (ariki, ali’i), los expertos
en el mar (tautai), los artesanos (tufunga) y los guerreros (toa) se transformaron en
estatus sociales importantes. Los lugares sagrados (malae, marae y heiau) y los
rituales basados en el consumo de kava (una infusión de la raíz del Piper
methysticum, un pimentero tropical) eran característicos, pero se desarrollaron de
manera diferente en cada área, debido a la diversificación de la cultura ancestral.

Los regímenes políticos eran largos y duraderos y la sucesión de los cargos de


jefatura se determinaba por reglas genealógicas. La jerarquía basada en la
descendencia de los dioses, a menudo tenía como consecuencia estructuras
sociales piramidales, con el jefe máximo en la cima y el pueblo común en la base.
La jerarquía relativa dentro de la pirámide influía sobre las relaciones sociales,
como también lo hacía el género y el orden de nacimiento. Las artes se aliaban a
estos sistemas sociopolíticos estratificados al ayudar a validar las distinciones
sociales y las relaciones interpersonales. Al igual que los sistemas sociales en los
que se encontraban inmersos, los objetos constituían símbolos visuales del
prestigio, poder, autoridad y status, además de ser indicadores importantes del
orden jerárquico.

Las tradiciones artísticas no tenían una preocupación especial por las formas o
productos externos estáticos, pero incluyeron el proceso de fabricación con los
materiales adecuados para un objeto utilitario dentro de los límites de la forma
prescrita; la representación visual del estatus y la jerarquía dentro de un sistema
simbólico en constante expansión; las asociaciones históricas y el sentido de la
ocasión que se incrementaron al pasar el tiempo; y la interrelaciones entre las
formas artísticas.

La influencia del mundo occidental sobre Polinesia ha sido larga y profunda. En la


mayoría de los grupos de islas se incorporaron nuevas ideas, imágenes visuales y
herramientas a las tradiciones artísticas, comenzando durante la última parte del
siglo XVIII y la primera del siglo XIX, y se entretejieron profundamente con
aquellas locales. La manufactura anterior al contacto con Occidente es un
concepto de valor limitado en el estudio del arte y la estética polinesios. El hecho
de que un objeto se fabricara, o no, antes del contacto europeo es irrelevante para
su mérito estético. El que un batidor para hacer tela de corteza se tallara con
herramientas metálicas no lo hace menos polinesio ni menos auténtico. De hecho,
la introducción de las herramientas de metal en Polinesia hizo posible un
florecimiento artístico que no habría ocurrido sin ellas.

Antes del comercio con Europa, el uso del metal era prácticamente desconocido y
las herramientas eran principalmente elementos de corte, grabado y limado
hechas con piedras, huesos, conchas, obsidiana, dientes de tiburón y pieles de
pescado, unidas a empuñaduras de madera con cordones de fibra vegetal o
tarugos de madera. La introducción del metal y del cristianismo afectaron
profundamente las tradiciones artísticas. La presencia de herramientas metálicas,
como los clavos intercambiados con las tripulaciones de los buques y adaptados
como implementos de grabado, impulsaron un florecimiento en el tallado de la
madera. La introducción de otros bienes europeos, como frazadas y ropa europea,
a menudo tuvo como consecuencia la evolución de sus contrapartes indígenas a
refinados objetos de prestigio. Los balleneros y comerciantes aumentaron la
disponibilidad de ciertas materias primas, como el marfil de las ballenas y las
morsas, y expandieron el acceso a materiales tradicionalmente restringidos para
un amplio sector de la sociedad polinesia.

Tal vez lo más dañino para las tradiciones artísticas fue la introducción de un
nuevo y celoso Dios cristiano, cuyas demandas hicieron de la producción de
imágenes de los antiguos dioses algo inapropiado y, en ocasiones, llevaron a la
destrucción y a la remoción de las que ya existían. Los rituales asociados
disminuyeron y luego cesaron junto con las complejas asociaciones de ciertos
dioses y los jefes descendientes de ellos con la fertilidad de la tierra, el mar y las
personas.

Arte y Estética en Polinesia

El arte como categoría separable tiene poco significado en el análisis de la cultura


tradicional polinesia. Los idiomas polinesios no tienen palabras ni conceptos de
“arte” según se entiende en Occidente. Por lo tanto, para colocar el arte polinesio
en una perspectiva significativa debemos definir arte. En Polinesia, el arte
comprende todas las formas culturales que resultan de los procesos creativos que
usan o manipulan (es decir, que manejan con habilidad) las palabras, los sonidos,
los movimientos, los materiales, los espacios o los olores de manera tal que
formalizan lo no formal. La estética se puede definir entonces como las maneras
culturalmente específicas y evaluativas de pensar sobre dichas formas. Aunque el
arte no era una categoría de la cultura tradicional polinesia, existen tres conceptos
básicos que nos ayudan a comprender sus formas culturales: la habilidad, la
indirección y la asociación integral de los modos de expresión verbal, visual,
espacial y olfativa.
Las palabras relacionadas con la habilidad en los idiomas polinesios a menudo se
refieren a cualquier trabajo, tarea, proeza, intercambio, oficio o representación que
requiera un conocimiento informado además de capacidades o aptitudes. La
indirección era y sigue siendo ampliamente desarrollada y culturalmente valorada:
palabras como kaona en hawaiano y heliaki en tongano se refieren al significado
oculto o velado que debe desentrañarse capa por capa hasta que la metáfora en
que se basa pueda comprenderse. En Rapa Nui, la palabra hakake probablemente
se refiere al mismo concepto. De esta manera, un objeto o una representación no
se puede comprender al examinar simplemente su nivel superficial, sino que se
debe recurrir a su filosofía social y cultural subyacente, debiéndose evaluar de
acuerdo a los principios estéticos polinesios.

Las diversas formas artísticas de Polinesia son análogas a la mayoría de las que
se encuentran en muchas otras partes del mundo, incluidas la arquitectura, las
artes gráficas y plásticas, las esencias, la música, la danza y la literatura oral. La
escultura se ejecutaba en madera, piedra, marfil, mimbre, cordones y plumas. Las
formas tridimensionales, además del tallado en relieve y los intrincados grabados,
eran importantes por sí mismas y no dependían de la pintura policromada para
lograr un impacto dramático. Las artes gráficas tenían expresiones
bidimensionales como pinturas, petroglifos, tatuajes, grabado en madera y
superposición de elementos coloreados y plumas en materiales trenzados.

Muchas de las creaciones polinesias se hicieron para perdurar. Tiempo y energía


se invirtieron generosamente en crear objetos tales como esculturas. Para
comprender los diseños socioculturales en que se encuentran inmersas las artes,
es necesario explorar la interrelación entre todas ellas. Al examinar, por ejemplo,
la disposición del espacio, debemos examinar la manera en que nos movemos por
él, lo que vestimos, llevamos o decimos al movernos y cómo estos elementos
cambian de acuerdo al contexto y las actividades. La organización del espacio en
el pensamiento y la acción polinesios está relacionada con la creación y la
estructura del universo y cómo éste se utiliza para los rituales y la vida diaria,
otorgando una validación visual al orden en función de la jerarquía. Al explorar la
estructura del espacio nos enfrentamos con una combinación de consideraciones
artísticas y estéticas, por una parte, y sociales y filosóficas por otra, pero es sólo
en conjunto que pueden ayudarnos a comprender la conceptualización del espacio
en formas culturales como los sitios rituales y la disposición de los poblados.

Los grupos de construcciones se disponían como asentamientos familiares en


relación al centro del pueblo o a una casa importante y, a menudo, su orientación
consideraba la orilla del mar y el interior de las islas. Las casas eran la expresión
de la jerarquía y el estatus de los individuos que vivían y morían en ellas, quienes
eran sepultados de acuerdo a principios de orientación respecto del espacio
circundante. Los hogares contaban con pocos muebles. Las herramientas usadas
en la preparación de alimentos, como los morteros de piedra, podían adoptar
formas estéticamente abstractas. Incluso las herramientas y los anzuelos se
fabricaban con materiales, formas y amarres variados y hermosos.
La fabricación de esculturas tridimensionales de madera y otros materiales se
asociaba generalmente a los hombres, al igual que el tallado en relieve y el
grabado. La escultura de naturaleza antropomorfa tuvo una distribución dispareja
dentro de Polinesia, alcanzando mayor importancia en Polinesia oriental, así como
en Fiji y Tonga, y estando prácticamente ausente en muchas de las islas ubicadas
en atolones y en la mayoría de las islas exteriores. Las esculturas en piedra eran
características de Polinesia oriental e incluían los inmensos moai de Rapa Nui, de
tamaño mediano en los templos de las Australes y las Marquesas e imágenes más
pequeñas de la Isla Necker en la cadena hawaiana y en las Marquesas. Se puede
encontrar un rango de tamaños similar en la escultura en madera: imágenes
grandes en templos de las Marquesas y hawaianas; de tamaño mediano en
Tonga, Fiji, Aotearoa, Mangareva, las Cook, las Islas de las Sociedad y las
Australes y pequeñas en Hawai’i, Aotearoa y Rapa Nui. Aunque conservan una
calidad sagrada residual, estas esculturas a veces eran activadas al fijarles
plumas y al convocar a los dioses y ancestros a ellas mediante el canto de
plegarias y presentación de ofrendas; también podían desactivarse removiéndoles
los ojos.

También se realizaban esculturas individuales con mimbre y plumas en Hawai’i;


con ramas entretejidas cubiertas de tela de corteza en Rapa Nui; de madera
cubierta con tela de corteza en las Marquesas; marfil en Tonga y Fiji y jade en
Aotearoa. Los báculos tallados, los garrotes y otros objetos ceremoniales eran
símbolos del poder sagrado, jerarquía y prestigio. Las esculturas a menudo
incorporaban energía dinámica y forma simbólica. Los ojos solían presentar
incrustaciones de conchas en Hawai’i y Aotearoa, mientras que en Rapa Nui eran
de coral en las figuras de piedra, y de hueso y obsidiana en las figuras de madera.

En algunas áreas de Polinesia, las artes textiles y de fibras tenían una importancia
similar, sino mayor, que las tradiciones de tallado en madera y piedra. La
manufactura de textiles era, por lo general, un trabajo de mujeres e ilustra la
importante contribución de éstas al arte polinesio. La ropa se fabricaba de tela de
corteza vegetal o se trenzaba a partir de hojas preparadas. La tela de corteza,
llamada tradicionalmente tapa en muchas de las islas de Polinesia, se fabrica
golpeando la corteza interna de ciertos árboles, especialmente de la morera del
papel (Broussonetia papyrifera)5, cultivada específicamente para este propósito.
La corteza externa se extrae y la interna se empapa en agua para ablandarla.
Luego se golpea, por lo general con un batidor sobre un yunque de madera, para
dejarla ancha y blanda. Estos trozos pueden unirse mediante presión, adhesivos o
cosiéndolos para formar trozos más grandes.

Una descripción temprana del proceso tahitiano, obtenida del diario del capitán
James Cook, menciona que las tiras de corteza interna limpias y empapadas se
disponían en dos a tres capas, con las fibras longitudinales colocadas a lo largo
para formar un collage de aproximadamente 30,5 centímetros de ancho y 11
metros de largo. Después de dejarlo reposar durante una noche, gran parte del
agua se evaporaba y las fibras comenzaban a adherirse. Luego se golpeaba el
collage con un batidor de cuatro lados, cada uno de lo cuales contaba con
grabados de líneas rectas de diferentes anchos. Con este proceso, las capas se
unían mediante presión para formar un solo trozo grande. Mediante un proceso
diferente, más característico de Polinesia Occidental, cada trozo de corteza interna
se golpeaba separadamente y luego se unía con adhesivos de pasta vegetal. En
esta etapa, la tela se convierte en un medio de expresión artística. Las
decoraciones varían según la isla y requieren otra serie de herramientas, además
de tinturas y perfumes. Además de la ropa y los cobertores para camas, la tela de
corteza servía para fabricar cometas, para envolver a los muertos y las imágenes
de los dioses y ancestros y grandes trozos del material se usaban en
presentaciones ceremoniales, matrimonios y funerales.

Los tatuajes eran importantes en muchas áreas de Polinesia, pero especialmente


en las Marquesas, Aotearoa, Rapa Nui, Samoa y Hawai’i. Esta forma de
decoración permanente estaba más extendida entre los hombres, pero también la
usaban las mujeres y estaba asociada con la jerarquía, el status y la genealogía.
Los estandartes emplumados, matamoscas, abanicos y peines también estaban
asociados con el estatus. Los adornos personales, hechos de marfil tallado de
ballena, caparazones de tortuga, jade, conchas, dientes de perro, colmillos de
cerdos, conchas terrestres y marinas y dientes de marsopas, se llevaban en el
cuello, los brazos, las piernas y las orejas.

Los jefes en Hawai’i, las Islas de la Sociedad, las Australes, Samoa, Tonga, las
Marquesas y Rapa Nui usaban tocados con plumas, mientras que el uso de
collares, cinturones y fajas con plumas era permitido ampliamente. Los adornos
florales variaban desde los simples collares de flores enhebradas hasta complejas
construcciones de pétalos de flores y lazos de corteza interior de hibiscos. El
cabello humano se usaba para pelucas en Fiji y para tocados adornados en
Samoa, en las Marquesas se utilizaba en los hombros, brazos y piernas y con él
se hacían adornos finamente trenzados para el cuello, el cabello o la cintura en las
Islas de la Sociedad, Hawai’i, las Tuamotus, Tongareva y las Australes.

Un arte universal importante en Polinesia eran las expresiones orales: la poesía, la


oratoria y los discursos. Además de los proverbios, oraciones, recitaciones
genealógicas y los registros históricos y legendarios interpretados en poesía o
prosa, la literatura oral era la base de la música y la danza. Tradicionalmente, los
textos poéticos se recitaban con una cantidad limitada de tonos y en un rango
melódico estrecho. Los instrumentos musicales (idiófonos6 de tronco, tambores y
cascabeles de varios tipos) eran obras de arte en sí mismos. La rápida expansión
del ‘ukulele y la guitarra cambió la manera en que se conceptualizaba la música y
comenzó la tradición de lo que en la actualidad se llama "música popular pan
pacífica”. En las últimas décadas del siglo XX, la música reggae de Jamaica y
otros géneros populares han añadido mayor dimensión a este arte compuesto.

La danza es un estilizado acompañamiento visual de la poesía. Por lo general,


quienes danzan cuentan una historia con movimientos de manos y brazos,
aludiendo a palabras seleccionadas del texto, mientras que las piernas y el
cuerpo se usan principalmente para mantener el ritmo y el compás, o no se usan
en lo absoluto, como ocurre en las danzas sentadas. Sin embargo, recientemente
la danza se ha vuelto más pantomímica, en un intento por transmitir la poesía a las
audiencias que no hablan el idioma (como los turistas) o quienes ya no conocen
las metáforas y el significado oculto.

Tradicionalmente, las obras de arte eran símbolos visuales y orales de estatus,


jerarquía, prestigio y poder, y se traspasaban como herencias de generación en
generación, acumulando mana a medida que eran usadas. Proporcionaban placer
a los polinesios si se les usaba de las maneras y en las ocasiones adecuadas y
adquirían poder histórico y estético como representaciones materiales de las
relaciones sociales entre los dioses y las personas. A medida que los conceptos
sociales basados en la inequidad eran transformados por la introducción de ideas
más democráticas también lo hicieron los conceptos artísticos. Muchas de las
artes tradicionales continúan existiendo, aunque han cambiado a lo largo del
tiempo. Otras se han reconstruido después de décadas sin elaborarse ni
representarse y, en algunos casos, se han creado adaptaciones modernas de las
formas tradicionales. Algunas formas de arte han cambiado dentro de las líneas
tradicionales, manteniendo su estructura y sentimiento originales, mientras que
otras han usado tecnologías y medios de expresión occidentales.

Arte Rapa Nui

Situada fuera de los trópicos, Rapa Nui tiene un ambiente físico un poco diferente
al de sus vecinos polinesios. Con un área de 163,6 kilómetros cuadrados y una
población cercana a los 4000 habitantes, Rapa Nui es territorio insular de Chile
desde 1888.

Se cultivaban los alimentos polinesios tradicionales, a excepción de la fruta del


árbol del pan y los cocos, que no prosperaron en el clima frío; además, el camote
era más importante que el taro. Los alimentos se cocinaban en el horno de tierra
(umu pae), no se molían y se comían con gallinas7 y huevos de aves marinas. La
madera de gran tamaño que no fuese de palma era escasa y la roca volcánica se
usaba de maneras creativas. Aunque se ha hablado mucho de los llamados
"misterios" de Isla de Pascua, la estructura social, el idioma, la cultura material y el
arte estaban relacionados de cerca con otros grupos polinesios, especialmente de
las Marquesas, Mangareva y Ra’ivavae.

Los jefes (ariki) se distinguían de los plebeyos (hurumanu). El jefe máximo, ariki
mau, descendía por primogenitura8 del legendario fundador de la sociedad, Hotu
Matu’a. Diez tribus descendían de los hijos y nietos de Hotu Matu’a, pero quienes
descendían de su hijo Miru eran considerados de mayor jerarquía. Los individuos
nacían en una clase social y en un grupo específico de descendencia que, por lo
general, se establecía a través de la línea del padre. Sin embargo, las relaciones
de parentesco se determinaban tanto por el lado del padre como por el de la
madre. Los jefes formaban una especie de aristocracia y se les otorgaba estatus y
prestigio de acuerdo a su jerarquía social, y todos ellos, en especial el ariki mau,
tenían privilegios personales y tapu sagrados. Hotu Matu’a, fundador de la
sociedad Rapa Nui se consideraba descendiente de los dioses Tangaroa y Rongo,
lo que daba poderes sobrenaturales a su descendencia.

Se respetaba la distinción polinesia usual entre poder y prestigio y, aunque el ariki


mau tenía el mayor prestigio e influencia social, el poder político estaba en manos
del jefe o cabeza de la tribu y los líderes guerreros. Se tenía en alta estima a
expertos y artesanos, llamados maori. Sus conocimientos y técnicas
especializadas se transmitían de generación en generación. Cada tribu tenía sus
propias tierras tradicionales y lugares sagrados, incluido uno o varios ahu9. Al igual
que en otras islas polinesias, Rapa Nui tenía una amplia variedad de lugares
sagrados. Los ahu eran la variación local de los marae de Polinesia oriental.
Muchos ahu contuvieron moai, grandes figuras humanas usualmente talladas en
toba volcánica suave, mientras que una pequeña cantidad de tales figuras se
tallaron en escoria roja, basalto y traquita. Algunas figuras estaban coronadas por
pukao, representaciones de tocados de pluma o moños, y se activaban
simbólicamente mediante la instalación de ojos hechos coral blanco y escoria roja.
Se cree que las figuras conmemoraban a los ancestros ilustres que traían
beneficios para sus descendientes vivos.

Las coronas, compuestas por plumas enrolladas y sobresalientes, formaban


elaborados tocados. Los jefes usaban estas coronas en ocasiones especiales,
como fiestas religiosas, para expresar simbólicamente su jerarquía. Las lanzas
con puntas de obsidiana eran armas características. Las puntas, llamadas mata’a,
se tallaban cuidadosamente y se unían a un mango de madera liviana de 2 a 2,5
metros de largo. Los ua (bastones largos de combate) eran tanto armas como
símbolos de autoridad. Tallados con cabezas bifaces están relacionadas en forma
y función con elementos similares de las Marquesas y Aotearoa. Los ojos tienen
aplicaciones de obsidiana y huesos de aves. Los paoa (bastones cortos de
combate) se usaban en las peleas mano a mano y son comparables a los patu de
Aotearoa. Los remos de madera de varios tamaños (ao) presentaban facciones
humanas abstractas y se usaban en las danzas ceremoniales y como símbolos de
mando y autoridad.

Se cree que las tabletas de madera grabadas con símbolos, llamados kohau
rongorongo, son representaciones materiales de los cantos. Al parecer, sus
especialistas, los tangata rongorongo10, sostenían las tablillas mientras recitaban
las genealogías y cantaban en importantes fiestas y ceremonias religiosas. Las
tablillas hicieron posible transformar el canto efímero en un objeto material, que
conservaría un cierto grado de santidad después que el canto finalizara. Aunque
es probable que el origen de las tabletas sea post-europeo, destaca que sea el
único sistema de escritura desarrollado en Polinesia y el resto de Oceanía.

Los pectorales de madera, rei miro, eran utilizados por personas de alto rango
durante las fiestas y las ceremonias religiosas. Su forma es similar a la de las
gargantillas y medias lunas de madera de las vestimentas de luto de las Islas de la
Sociedad y de los adornos para el pecho tallados en las figuras de las Australes.
Una variedad de formas talladas en madera, como una cabeza de tortuga o un pie
humano, se usaban suspendidos como adornos.

Las figuras con formas humanas, talladas en madera o hechas con ramas
entretejidas cubiertas con tapa, probablemente representaban a los ancestros. Las
figuras de madera proliferaron durante el siglo XIX en una serie de tipos
reconocibles, a partir de prototipos provenientes del siglo XVIII. Las clásicas
figuras masculinas conocidas como moai kavakava se caracterizan por su tórax
huesudo y suelen tener diseños grabados en la parte superior de la cabeza. Los
moai tangata eran tallados masculinos más realistas. Las figuras femeninas, moai
pa’a pa’a, tienen cuerpos planos y manos elegantes talladas en relieve. Se dice
que estas figuras, algunas de las cuales cuentan con orificios para suspenderlos,
se llevaban colgados como adornos durante las fiestas religiosas. Los tallados de
animales, como lagartos, anguilas y aves, combinadas a veces con formas
humanas, se fabricaban a partir de trozos irregulares de madera para lograr
formas creativamente realistas.

Estas artes visuales como parte del paisaje cultural y como representaciones en
colecciones de museos en todo el mundo, junto con formas evolucionadas de
música y danza, son importantes hoy en día para el pueblo Rapa Nui como
expresiones verbales y visuales de su identidad cultural.

1
Melanesia: Región geográfica que comprende, de noroeste a sureste, islas que forman un arco
que comienza con Nueva Guinea y continúa a través de las islas Salomón, Vanuatu, Nueva
Caledonia, Fiji y numerosas islas más pequeñas. Micronesia: Región que incluye, de oeste a este
las siguientes islas: Palau, Guam, las Marianas, Estados Federados de Micronesia, las Marshall,
Nauru y Kiribati. Polinesia: Amplia región de apariencia triangular en el centroeste del Océano
Pacífico. Su vértice se encuentra al norte en Hawai’i y los ángulos de base son Nueva Zelanda
(Aotearoa) en el oeste e Isla de Pascua (Rapa Nui) al este. También incluye, de noroeste a
sureste: Tuvalu, Tokelau, Wallis y Futuna, Samoa, Tonga, Niue, las Cook, Polinesia Francesa
(Tahiti y las islas de la Sociedad, las Marquesas, las Australes y el archipiélago de Tuamotu,
incluyendo las Gambier, antes llamadas Mangareva) y Pitcairn (Enciclopedia Británica:
http://www.britannica.com/EBchecked/topic/373679/Melanesia,
http://www.britannica.com/EBchecked/topic/380461/Micronesia,
http://www.britannica.com/EBchecked/topic/468832/Polynesia).
Para mayor referencia, se recomienda consultar los mapas incluidos en este catálogo.
2
Jefaturas: Tipo de organización sociopolítica en la que una figura de autoridad controla algunas
funciones administrativas en una sociedad que aún no ha transitado el camino hacia la
conformación de un Estado, por lo que no mantiene un monopolio sobre el ejercicio legítimo de la
violencia.
3
Tal vez de lo que hoy en día es Indonesia, Taiwán o las Filipinas y Borneo.
4
Athens et al 2002: 57 fn.1
5
Este árbol se llama mahute en Rapa Nui.
6
Idiófono: instrumento musical, de madera o metal, que produce el sonido mediante su vibración.
7
Para mayor información, ver artículo de Daniel Quiroz.
8
Primogenitura: derecho que tiene el primer hijo sobre los demás, siendo el fundamento de este
derecho el haber nacido primero.
9
Ahu: Este término designa estructuras ceremoniales y enterratorios, donde se rendía culto a los
ancestros. Eran lugares sagrados, protegidos por tapu específicos. El elemento esencial de un ahu,
es una plataforma elevada rectangular, delimitada por grandes bloques de piedra tallados o
ajustados, rellena de piedras, grava y tierra, con su parte superior plana y pavimentada, asociada a
una explanada o plaza frente a ella. Se localizan generalmente en la costa y se orientan paralelos a
ésta. Algunas estructuras presentan orientaciones astronómicas relacionadas con los solsticios y
equinoccios. Las construcciones más antiguas de este tipo han sido fechadas entre los siglos sexto
y séptimo. Estas estructuras eran los centros político-religiosos de las diferentes tribus y linajes y
tienen su equivalente directo en los marae o altares de la Polinesia Central y Oriental. A través del
tiempo y por más de 1000 años estos monumentos evolucionaron, siendo cada vez más complejos
y de mayor tamaño, incorporándoseles numerosos elementos arquitectónicos, estéticos y de culto.
Entre éstos, una rampa frontal de acceso a la plataforma, pavimentos de piedra, alas laterales,
crematorios y estatuas. En términos generales podemos referirnos a tres tipos de ahu. El ahu moai
el ahu semipiramidal, y el ahu poe poe. A excepción del ahu moai, los otros tipos parecen haber
sido construidos para la función primaria de albergar enterratorios. A partir del siglo XII hay
evidencias de construcción de cámaras funerarias (cistas) en algunos ahu moai, y entre 1680 y
1868 a.D. la gran mayoría fue transformado en grandes tumbas colectivas (Tomado de
http://www.isladepascua.uchile.cl/ahu1.htm, consultado 1 de junio 2009).
10
En Mangareva podemos encontrar especialistas con el mismo nombre.
Aportes de la arqueología
al conocimiento de Rapa Nui

FRANCISCO TORRES

Isla de Pascua ha sido caracterizada siempre como un lugar poblado de misterios,


los cuales derivan en su gran mayoría de nuestra incapacidad de imaginar de qué
manera los gigantescos moai pudieron haber sido trasladados en el pasado sin el
uso de una avanzada tecnología. Lo anterior no tendría mayor relevancia si es que
esos misterios no condujesen, aunque sea de manera inconsciente, a un
menosprecio de las capacidades del pueblo Rapa Nui.

Decenas de investigadores han pasado por la isla dejando tras de sí innumerables


teorías sobre las distintas “incógnitas” que han intrigado a tantas generaciones
desde que fuera descubierta por los europeos en 1722; algunas de ellas sensatas,
otras llenas de imaginación, pero con poca evidencia que las respalde. En
definitiva, la isla ha sido un campo abierto para que cualquiera dé su opinión
sobre el pasado histórico y evolución de Rapa Nui. Esto, lejos de ayudar, ha
generado bastante confusión con datos muchas veces contradictorios o surgidos
de historias, que a fuerza de repetirse, se dan por ciertas, conformando una nueva
mitología.

No obstante lo anterior, durante la primera mitad del siglo XX se realizaron


muchos avances gracias a expediciones, cuyas estadías más prolongadas
permitieron reunir importantes datos acerca de tradiciones, costumbres y
conocimientos, que de otra manera se habrían perdido para siempre. Incluso
algunas, abordaron de manera científica parte de los “misterios” que se habían
construido respecto de la isla y su cultura antigua. Trabajos como los de Katherine
Routledge (Expedición del Mana, 1914-15), Alfred Métraux (Expedición Franco-
Belga, 1934-35) y los arqueólogos que acompañaron a Thor Heyerdahl
(Expedición Noruega, 1955-56) dejaron como resultado una cantidad enorme de
información y fijaron en gran medida los caminos que ha seguido la investigación
científica en el presente. Las preguntas que ellos se plantearon aún siguen
vigentes. En este artículo repasaremos las principales líneas de investigación que
se están llevando a cabo en la isla y sus principales fundamentos.

Los Orígenes

El lugar específico de origen de la población Rapa Nui es un tema no resuelto (tal


como lo plantea Alfonso en este catálogo). Distintas teorías se han propuesto al
respecto: algunas fantasiosas que la vinculan a un continente sumergido; otras
hablan de un poblamiento desde el continente americano basándose en algunas
similitudes arquitectónicas y vinculándolas con tradiciones culturales de
Andinoamérica, como Tiwanaku e Inca. Sin embargo, y a pesar que la posibilidad
de contactos de Polinesia con América no se puede descartar, hoy existe un gran
consenso en que las distintas evidencias lingüísticas y culturales apuntan a
Polinesia como el lugar de origen de la población de Rapa Nui; aunque aún no
está claro exactamente desde cuál (o cuáles) de las cientos de islas que existen
en la región, llegaron los primeros pobladores. Sin embargo, el listado es
encabezado por las Marquesas, las Tuamotu y también Mangareva, comúnmente
señaladas por diversos autores como los posibles lugares de origen de los Rapa
Nui.

La evidencia arqueológica tampoco contribuye a establecer con certeza el punto


de partida de los navegantes que llegaron a Isla de Pascua, pues apenas
contamos con restos dispersos, tales como un arpón de hueso encontrado en la
playa de Anakena, el cual es muy similar en estilo a los que se producían en las
Marquesas, aunque más pequeño.

Debido a lo anterior, algunos científicos han empezado a recurrir a la genética


para trazar no sólo el lugar de origen de la población Rapa Nui, sino que también
identificar las rutas de migración seguidas por los polinesios a través del Océano
Pacífico. A los estudios realizados a fines de la década de 1980 por Heide
Margaret Esen-Baur en restos humanos, hoy se suman los estudios en huesos de
gallina provenientes de contextos arqueológicos de distintas islas de Oceanía y
también del sitio El Arenal 1 en la Península de Arauco1. Lo más sorprendente
hasta el momento es que, además de relacionar genéticamente las poblaciones de
gallinas de distintas islas de Polinesia, se confirmaría también la presencia de la
“gallina polinesia” (“Gallus gallus”) en ese sitio del sur de Chile, tema desarrollado
en profundidad por Quiroz en este catálogo. Las fechas de este sitio (1304–1424
d.C.) confirmarían la existencia de una gallina precolombina en América. Si bien
faltan más estudios, y sobre todo más restos de gallinas provenientes de
contextos arqueológicos estudiados científicamente, este hallazgo es la evidencia
más sólida que existe para sustentar las teorías de contactos transpacíficos.

Resulta anecdótico que el vínculo genético de los restos encontrados en el sitio El


Arenal 1 sea idéntico a los de Tonga y distinto a los de Isla de Pascua, pese a la
mayor cercanía de ésta con el continente americano. Lo anterior podría indicar
que los polinesios llegaron al continente americano directamente desde Polinesia
y no a través de Isla de Pascua. Pese a estos primeros avances, aún falta mucho
para poder afirmar con total seguridad cuál es el lugar de origen de los Rapa Nui.
Por el momento, la evidencia genética de la gallina sólo permite establecer el
Sudeste Asiático como el lugar de origen más remoto de las migraciones
polinesias. Desde ahí, tanto del área continental como también de las islas
cercanas, habrían surgido dos linajes genéticos que se dispersaron por el Océano
Pacífico y que con el tiempo llegaron a Rapa Nui.

Con el mismo propósito, un grupo de investigadores chilenos ha decidido seguir la


pista genética del mahute (Broussonetia papyrifera), árbol que los colonos
polinesios siempre llevaron consigo e introdujeron en las islas que habitaron. Este
estudio está recién comenzando, sin que haya resultados todavía. No obstante, es
una línea de investigación que promete mucho y es probable que se sumen otros
más, orientados a distintos elementos biológicos que puedan ser útiles para
extraer marcadores genéticos con los cuales reconstruir la historia del poblamiento
de Polinesia y de Rapa Nui.

Actualmente, además del lugar de origen, uno de los mayores debates está
relacionado con la fecha de llegada de los primeros colonos polinesios a Rapa
Nui. Por mucho tiempo se consideró que las fechas obtenidas en los centros
ceremoniales de Vinapú (857±200 d.C.) y Tahai (690±130 d.C.) correspondían al
primer período de poblamiento. Sin embargo, en la presente década, los
arqueólogos se han dedicado a la tarea de revisar la cronología de poblamiento de
Oceanía en general, siendo más críticos con las fechas tradicionalmente
propuestas.

En el caso de Isla de Pascua, los arqueólogos norteamericanos Terry Hunt y Carl


Lipo2 han cuestionado una serie de fechas “clásicas” anteriores al 1200 d.C., fecha
que ellos piensan correspondería al poblamiento inicial, basándose en los
resultados de sus propias excavaciones en la playa de Anakena, lugar donde
desembarcaron los primeros pobladores de la isla, el rey Hotu Matu'a y su gente,
según la tradición oral.

Fuertes críticas han surgido a este nuevo planteamiento, no sólo por las fechas en
sí mismas, sino por todo lo que significa en cuanto a la velocidad de desarrollo de
la cultura megalítica y su impacto en el ecosistema isleño, un tema al que volveré
más adelante. Pese a todo, el siglo XIII fue un momento de expansión para la
cultura Rapa Nui ya que otros estudios dan cuenta también de un aumento de la
tala de bosques, los que fueron reemplazados por sistemas de cultivo extensivos
en diversos sectores de la isla, incluyendo la península del Poike3 (ver artículos
de Rauch y Orliac en este mismo catálogo). Este proceso estuvo asociado a un
aumento de la población, la cual terminó de ocupar todos los rincones de la isla, y
se caracterizó también por la construcción y/o ampliación de varios ahu, lo que a
su vez implicó un mayor consumo de recursos naturales. Este incremento en la
demanda de recursos terminó por volverse en contra de la propia gente, quienes
debieron adaptarse a un medio ambiente completamente modificado por ellos
mismos y cuya mayor consecuencia fue la escasez de vegetación que protegiera
los suelos, sirviera de leña y proveyera de troncos y otras materias primas
necesarias para trasladar los moai a través de la isla.

Una sociedad en cambio

Se ha hecho común citar a la isla como un ejemplo a escala de lo que puede


suceder al planeta si se continúa sobreexplotando sus recursos naturales de la
manera en que se ha hecho hasta ahora. La imagen de devastación de Rapa Nui
ha sido reforzada a partir de relatos de la historia oral sobre guerras internas que
habrían devenido en episodios de hambruna e incluso canibalismo. De esta
manera, el concepto de colapso cultural quedó asociado de manera permanente al
pasado de Rapa Nui y se usó sin mayor cuestionamiento para explicar el cambio
histórico que experimentó su sociedad.
Es un hecho innegable que Rapa Nui estaba casi completamente deforestada a la
llegada de los primeros europeos en el siglo XVIII. Distintos estudios sugieren que
ya alrededor del siglo XV gran parte de los bosques había desaparecido, dando
paso a un paisaje dominado por matorrales bajos y praderas. También es claro
que en ese período hubo conflictos entre las distintas tribus que habitaban la isla.
No obstante, las causas de este proceso de deforestación, así como la magnitud
del conflicto intertribal, están siendo estudiadas al margen del paradigma del
colapso cultural y ecológico. Lentamente, se empieza a instalar la noción que pese
a las graves restricciones ambientales a las que se vieron enfrentados los Rapa
Nui, ya sea producto de sus propias acciones o por causas externas, como por
ejemplo, cambios climáticos causados por el fenómeno de El Niño, la sociedad
Rapa Nui fue capaz de adaptarse y continuar desarrollándose, aunque no a la
escala megalítica del período anterior.

Al revisar el debate actual sobre las causas de la deforestación y la velocidad con


que este proceso ocurrió podemos distinguir dos posturas principales. Por una
parte, están aquellos que piensan que fue la propia gente Rapa Nui la principal
responsable de la deforestación debido a la alta demanda de recursos que
requería una población en constante aumento y en especial, las necesidades de
materia prima de las actividades relacionadas con el tallado y transporte de los
moai. Evidencia de este tipo se encuentra en el sector de la península del Poike,
donde los alemanes Mieth y Bork4 , han logrado reconstruir con bastante precisión
la evolución del paisaje de la península, desde las primeras fases de cultivo entre
el bosque de palmeras hasta las fases más severas de erosión, causadas en
primera instancia por el clareo de dichos bosques por medio de tala y roza y luego
por la actividad ganadera llevada a cabo a partir del siglo XIX con la instalación de
los primeros colonos occidentales.

La posición contraria, si bien no desconoce el impacto causado por el ser humano,


enfatiza que factores externos limitaron aún más las restrictivas condiciones
medioambientales de la isla, e impidieron que ésta se recuperara del impacto
generado por la explotación humana. Así, por ejemplo, Hunt y Lipo5 plantean que
la rata polinesia (Rattus exulans) introducida por los navegantes polinesios en
todas las islas que colonizaron, fue responsable de disminuir la capacidad de
regeneración de la palmera de Isla de Pascua al comerse sus frutos. Debido a la
alta tasa de reproducción de la rata, su impacto sobre la vegetación de la isla
habría superado en velocidad y extensión al causado por la explotación del ser
humano para sus diferentes necesidades.

De cualquier modo, es indiscutible que los humanos, el clima y las ratas fueron
responsables conjuntamente de la deforestación de Isla de Pascua, y también
podemos estar seguros que una parte importante de la responsabilidad en la
desaparición de los bosques les cabe a quienes habitaron la isla en aquel tiempo.
Sin embargo, analizar ese hecho sólo desde la perspectiva del desastre ecológico,
cuya consecuencia principal fue el colapso de la cultura Rapa Nui, es negar el
resto de la historia, como si nada tuviera valor más allá de la sombra protectora de
los grandes moai; como si la gente Rapa Nui, al dejar de tallar el rostro de sus
antepasados, hubiera perdido cualquier sentido de la vida para transformarse en
improvisados náufragos a la deriva en una isla desierta, esperando ser
rescatados.

Como señalan Mieth y Bork6, incluso si consideramos que el período megalítico de


la isla tuvo una duración de trescientos años y lo comparamos con el número de
moai que fueron transportados fuera de la cantera de Rano Raraku (288
emplazados en los ahu y 92 repartidos por la isla), entonces apenas uno o dos
moai se trasladaron por año. Esto lleva a reflexionar sobre la dimensión real que
alcanzó el tallado de los moai, muy lejos de la imagen de un grupo de gente
fanática y desquiciada empeñada en tallar moai más y más grandes, como si
hubiese sido su único objetivo en la vida, relativizando así el papel que jugó esta
actividad en la deforestación de la isla.

Pese a reconocer la escasez de recursos naturales de Rapa Nui y de señalar en


algunos casos evidencia de conflictos internos, los relatos de los navegantes
europeos que visitaron la isla durante el siglo XVIII son consistentes en señalar la
existencia de campos de cultivos en distintos sectores, así como la disposición de
la gente para intercambiar comida por los distintos bienes que traían los
marineros, especialmente sombreros y ropa. Ninguno de los navegantes describió
a los Rapa Nui como víctima de alguna hambruna generalizada. Además, los
grabados hechos durante esas expediciones nos entregan un registro gráfico que
demuestra que aún en aquella época, muy posterior al “colapso cultural”, muchos
ahu continuaban con sus estatuas en pie, mientras que los relatos describen
algunas prácticas ceremoniales que se realizaban frente a ellos, aunque no lo
suficientemente detalladas como para poder recrearlas y comprenderlas en toda
su riqueza simbólica.

Lo anterior es coincidente con la evidencia arqueológica que en las últimas dos


décadas se ha ido recuperando sobre los sistemas de cultivo desarrollados por los
antiguos Rapa Nui7. Gracias a ellos, el pedregoso paisaje de la isla, por tanto
tiempo asociado a la aridez, hoy recupera la vida en la forma de grandes campos
de cultivo adaptados para preservar la humedad y proteger los suelos. La empresa
de crear estas grandes extensiones de “jardines de piedra”, como se les ha
llamado, puede ser equiparada fácilmente -si es que no supera- a la tarea de tallar
y trasladar los moai hasta sus plataformas. Quienes estudian este tema ven que el
verdadero colapso cultural de la isla no se produjo sino hasta el arribo de los
primeros colonos y misioneros europeos a Rapa Nui, cuando las formas
ancestrales de uso del territorio, así como los aspectos intangibles de su cultura
son permanentemente afectados por la evangelización y el inicio de la actividad
ganadera.

En estas visiones actuales de la antigua sociedad Rapa Nui, es importante señalar


que un equipo de investigación del Museo Real de Arte e Historia de Bélgica,
liderado por el arqueólogo Nicolas Cauwe8 ha encontrado evidencia de que los
moai no fueron simplemente derribados de sus altares, sino que habrían sido
recostados con cuidado sobre algunas estructuras construidas especialmente para
recibirlos a los pies de las plataformas. Si bien no es posible afirmar que todos los
moai fueron tratados de la misma manera y aún falta recopilar mucha información
que sustente un cambio de paradigma, la importancia de este trabajo radica en la
capacidad de acercarse al pasado de la isla con un espíritu más abierto, lo que
permite interpretar de manera distinta los datos y ofrecernos una visión más rica y
compleja del pasado de la cultura Rapa Nui.

El Patrimonio

Podemos incluir dentro de los avances en investigación todos los trabajos que se
están realizando con el fin de proteger y difundir el patrimonio arqueológico de la
isla. Son destacables todos los trabajos que realiza el Parque Nacional Rapa Nui
en la puesta en valor de distintos sitios arqueológicos, preparándolos para recibir
una cantidad siempre creciente de turistas, entregando información adecuada en
términos de interpretación de la historia de cada uno de ellos, así como también
del adecuado comportamiento de los visitantes. De esta manera, se espera
disminuir el efecto negativo que la gran mayoría de las veces tiene el turismo
sobre la preservación de los sitios arqueológicos, fenómeno que no es exclusivo
de Isla de Pascua.

Ha sido fundamental el desarrollo tecnológico en el área de los sistemas de


información geográfica y de posicionamiento para poder ubicar con precisión los
restos arqueológicos en el terreno y poder contar así con bases de datos precisas
para administrar el patrimonio de la isla. Además, estas tecnologías permiten
compartir fácil y rápidamente la información entre investigadores y también con el
público general a través de Internet. Hoy en día, en sitios como
www.terevaka.net/dc/ la gente puede ver sobre una imagen satelital de Google
Earth las capas de datos de distintos trabajos de investigación.

Por último, es relevante insistir en la necesidad de educar y capacitar gente local


para que se haga cargo de las tareas más cotidianas de documentación y
monitoreo del patrimonio. Para lograrlo se han llevado a cabo varias iniciativas de
talleres y cursos de capacitación. Una apuesta al futuro dentro de estas iniciativas
es el trabajo realizado por el Museo Antropológico P. Sebastián Englert (MAPSE)
con estudiantes de enseñanza media de Rapa Nui. Desde el 2001 en adelante, el
MAPSE ha buscado enseñar los fundamentos de la arqueología para que más
adelante estos jóvenes puedan tomar decisiones informadas sobre su propia
herencia cultural. Desde el año 2003, se ha buscado además que los estudiantes
desarrollen un proyecto concreto de documentación del patrimonio local. Algunos
de sus resultados pueden ser vistos en el sitio web del programa
http://www.terevaka.net/apo/directory.htm.

No tiene sentido, desde mi punto de vista, el querer comprender la historia de un


pueblo, si permitimos que su cultura desaparezca en frente de nuestros ojos. Por
ello es prioritario pensar en el futuro de Rapa Nui y proteger de la mejor manera
posible, las evidencias que han sobrevivido al paso del tiempo, sean éstas
materiales o inmateriales.
1
Storey et al. 2007.
2
Hunt y Lipo 2006.
3
Mieth y Bork 2004.
4
Ibíd.
5
Hunt y Lipo 2008.
6
Mieth y Bork 2004.
7
Mulrooney et al. 2007, 2008; Stevenson y Haoa, 1999; Wozniak, 2003.
8
Cauwe 2008.
El ombligo del mundo en el límite sudeste de Polinesia:
El poblamiento Rapa Nui

MARTA P. ALFONSO

El poblamiento de Rapa Nui, la isla habitada más aislada del mundo, se enmarca
dentro del proceso de colonización de Polinesia. En este contexto, dada su
ubicación, Rapa Nui habría sido ocupada por seres humanos en forma tardía. El
origen de las poblaciones polinesias, y por tanto de Rapa Nui, es comúnmente
explicado por dos teorías conocidas como “El Tren Expreso” y “El Bote Lento”
respectivamente.

De acuerdo a la primera teoría, poblaciones del Sudeste Asiático (especialmente


de Taiwán), que hablaban un lenguaje proto-austronesio y poseían conocimientos
agrícolas, habrían migrado hacia Melanesia. Desde allí, y sin mezclarse con
poblaciones de esa región, este grupo habría colonizado las islas de Polinesia en
forma rápida1.

La teoría del “Bote Lento”, por el contrario, estipula que una vez asentada en
Melanesia, la población del Sudeste Asiático se habría mezclado con grupos
locales. De esta mezcla cultural y genética habría surgido el grupo que pobló las
islas polinesias, llevando consigo una cultura (Lapita) y lenguaje (austronesio)
distintivos2.

Desde el punto de vista genético las poblaciones polinesias se caracterizan por su


escasa diversidad. Los estudios de ADN mitocondrial (ADNmt), que se hereda de
la madre, corroboran que el origen de estas poblaciones se encontraría
mayoritariamente en una población del Este-asiático, con escasa contribución de
grupos melanesios3. Por su parte, los estudios realizados en el cromosoma Y que
sólo se encuentra en hombres, indican que las poblaciones polinesias presentan
ciertos haplotipos4 que provienen del Sudeste Asiático y otros cuyo origen se
encuentra en Melanesia5.

Estos resultados indican que tanto hombres como mujeres del Sudeste Asiático y
Melanesia habrían contribuido en la formación de grupos polinesios, pero de forma
variable, lo cual podría ser el resultado de prácticas de residencia matrilocales6 en
las poblaciones ancestrales7. De este modo, la evidencia genética apoya al
modelo del “Bote Lento”.

El lugar de origen de la población Rapa Nui, la cronología del poblamiento8, y el


número de oleadas migratorias a Isla de Pascua, aún es materia de discusión
entre los especialistas. No obstante, la mayoría de los investigadores coinciden en
que el origen de los Rapa Nui se encuentra en Polinesia, pero el lugar exacto de
su proveniencia no está del todo claro. Más aún, basados en evidencia
arqueológica y etnohistórica, algunos autores han postulado que Rapa Nui fue
objeto de diversas oleadas migratorias, incluyendo una de origen Sudamericano9.
Pero ¿qué nos dicen los datos provenientes del análisis físico de los antiguos
isleños?

Las medidas craneanas de grupos prehistóricos Rapa Nui se mantuvieron


estables a través del tiempo10 y son similares a las observadas en poblaciones de
las Marquesas11 con las cuales Rapa Nui también presenta similitudes
arqueológicas12. Otros estudios de este tipo corroboran que la población isleña
tendría un origen melanesio-polinesio13. Asimismo, la alta frecuencia de una
tercera raíz en el primer molar inferior, un rasgo común en poblaciones del
Sudeste asiático, ratificaría lo anterior14. A pesar de su aislamiento geográfico, los
niveles de endogamia15 en Rapa Nui son bajos debido a las normas culturales
utilizadas hasta hoy para evitar el matrimonio entre parientes cercanos16.

La estatura de la población Rapa Nui en tiempos prehistóricos era menor que la


observada en otros grupos polinesios. Esta diferencia se debería probablemente a
las condiciones a las que estos individuos estuvieron expuestos, como por ejemplo
su alimentación, y no a diferencias genéticas con otras poblaciones polinesias17. El
estado de salud de los grupos Rapa Nui habría cambiado a través del tiempo18.
Estos cambios, sin embargo, se deberían a transformaciones en las condiciones
ambientales, gatillados tal vez por la acción humana y/o por la naturaleza frágil del
medioambiente isleño19 y no parecen ser el resultado de diversas oleadas
poblacionales.

Los estudios genéticos más recientes retoman los orígenes en el Sudeste Asiático
y confirmarían que las poblaciones polinesias provendrían de esta región, con una
contribución de grupos melanesios que se habrían mezclado en lo que es hoy la
costa de Nueva Guinea20. Algunos investigadores incluso conectan este origen
directamente con la actual Polinesia Francesa, señalando que los antepasados de
la población Rapa Nui tendrían sus orígenes en un grupo provenientes de dicha
región, el que más tarde migró a las Marquesas o hacia Mangareva, desde donde
finalmente habrían navegado a Isla de Pascua21.

Por otra parte, varios análisis genéticos desmienten la posibilidad de que


poblaciones provenientes de América del Sur hubiesen contribuido al poblamiento
de Isla de Pascua22. La presencia de haplotipos americanos y europeos en la
población Rapa Nui actual, no sería el resultado de migraciones y/o contactos pre-
europeos (antes de 1722), sino de aquellos ocurridos durante el período
histórico23.

Sin embargo, algunos estudios sugieren que la introducción de haplotipos


americanos en la población Rapa Nui puede haber ocurrido en forma previa al
contacto con grupos europeos24. Más aún, dada la presencia de gallinas de origen
polinesio en el sur de Chile25, como describe Quiroz en este catálogo, es posible
que grupos polinesios (incluyendo navegantes Rapa Nui) hayan alcanzado
esporádicamente las costas de América del Sur. De esta forma, el poblamiento de
Rapa Nui es un tema fascinante y complejo sobre el cual quedan aún muchos
estudios por realizar.
1
Diamond 1988: 336; Gibbons 2001: 291.
2
Oppenheimer y Richards 2001:84; Terrell, Kelly y Rainbird, 2001: 42; Kayser et al. 2000:10;
Oppenheimer y Richards, 2001: 410.
3
Kayser et al. 2006:23.
4
Haplotipos: Grupos de alelos (formas alternativas de genes) en una secuencia genética, que se
transmiten en forma conjunta. Los seres humanos se caracterizan por un alto grado de variabilidad
genética, por lo cual la presencia de un mismo haplotipo en uno o más individuos indica que estos
están genéticamente relacionados. El estudio de haplotipos permite reconstruir relaciones
genéticas y movimientos poblacionales.
5
Capelli et al. 2001: 62; Kayser, Brauer, Cordeaux, Castro, Lao, Zhivotosky, Moyse-Faurie,
Routledge, Schiefenhoevel, Gil, Lin, Underhill, Oefner, Trent y Stonekin, 2006: 23.
6
Matrilocalidad: Norma cultural en la cual una pareja debe establecer su residencia con o cerca
de los padres de la esposa. En este caso, la contribución genética de la población melanesia a la
formación de los grupos polinesios provendría más de los hombres (cromosoma Y) que de las
mujeres (ADNmt). Por ende, es posible que hombres de origen melanesio se hayan incorporado
mediante el matrimonio a grupos de origen sudasiático que requerían una residencia matrilocal.
7
Kayser et al. 2006: 23.
8
Fenley, Buttler y Bahn, 2007: 21; Hunt y Lipo 2007: 21; Hunt y Lipo, 2008: 3.
9
Gill, Haoa y Owsley 1997: 11; Heyerdal, 1957; Diamond 1988: 336; Martinsson-Walin y Crockford
2001: 40.
10
Stefan 2004: 124.
11
Baker y Gill 2006: 11.
12
Finney 2001: 75.
13
Orefici y Drusini 1997: 11.
14
Swindler et al. 1997: 106.
15
Endogamia: Matrimonio, unión y/o reproducción entre individuos de ascendencia común, es
decir, de una misma familia o linaje. Asimismo, se entiende también como el rechazo a la
incorporación de miembros ajenos a un grupo social en particular.
16
González-Martín et al. 2006: 129; Hernández et al. 2000: 72.
17
Chapman y Gill 1998: 107.
18
Owsley,Mires y Gill 1983: 4; Polet 2003: 17.
19
Rolett y Diamond 2004: 431.
20
Kayser et al. 2008: 82; Kayser, Brauer, Weiss, Underhill, Roewer, Schiefenhovel y Stonekin
2000: 10-20.
21
González-Pérez et al. 2006: 70; Cox et al. 2007: 79.
22
Ghiani et al. 2006: 78; González-Pérez et al., 2006: 70; Hagelberg et al. 1994: 369.
23
Ghiani et al. 2006: 78; Ghiani et al. 2006: 20; González-Pérez et al. 2006: 70.
24
Lie et al. 2007: 69.
25
Storey et al. 2008: 105.
El lenguaje en Rapa Nui

MIKI MAKIHARA

El pueblo Rapa Nui es un testimonio de los sorprendentes logros y migraciones de


los descendientes de los pueblos de habla austronesia1, quienes comenzaron su
viaje en la región que ahora se conoce como Taiwán; se hicieron a la mar y,
durante un período de 5000 años, poblaron un área que abarcó 26 000 kilómetros
de este a oeste: desde Madagascar, en la costa este de África, hasta Rapa Nui. La
familia de lenguas austronesias, probablemente una de las familias más grandes
del mundo moderno, se compone de más de 1200 idiomas. Se considera que el
idioma proto-austronesio experimentó un proceso de diferenciación en diez ramas
lingüísticas, todas las cuales, con excepción de una, se limitaron a Taiwán.

Esto sugiere un asentamiento de larga duración por parte de los hablantes


austronesios antes del comienzo de su expansión a gran escala2. Los idiomas
polinesios como el samoano, tongano, tahitiano, hawaiano, maori y Rapa Nui
forman un subgrupo dentro de la rama no taiwanesa al compartir sólidos
elementos comunes y contrastan en gran manera con los idiomas no polinesios
dentro de esta rama. Esto, junto con la evidencia arqueológica, sugiere la
existencia de una larga segunda pausa (tal vez de hasta 1700 años) en Polinesia
occidental (el área de Fiji-Tonga-Samoa) luego de su colonización alrededor del
800 a.C. La siguiente gran expansión marítima llevó hablantes austronesios a las
islas de Polinesia oriental, que incluye Hawai’i, Nueva Zelandia y Rapa Nui, entre
800 y 1200 d.C3. La tarea de analizar la historia de la migración, las adaptaciones,
las innovaciones, el contacto y la supervivencia del pueblo Rapa Nui y sus
ancestros ha sido el centro de estudios, a los cuales han contribuido la lingüística,
arqueología, antropología biológica, etnología y otras disciplinas relacionadas.

Chile anexó la Isla de Pascua a su territorio el 9 de septiembre de 1888, en una


ceremonia realizada frente a la iglesia católica del pueblo de Hanga Roa. Según la
historia oral, el rey Rapa Nui, Atamu Tekena, frente a los representantes chilenos
e isleños reunidos, tomó un puñado de tierra y lo colocó en su bolsillo y luego le
entregó un manojo de pasto al capitán de la Armada chilena, Policarpo Toro. Se
dice que la tierra en el bolsillo de Tekena representaba la continua soberanía
Rapa Nui sobre las islas y el pasto que colocó en manos del capitán, el derecho
de usufructo parcial otorgado a Chile. El pueblo Rapa Nui ha invocado esta
imagen en varias ocasiones a lo largo de su contacto con el estado gobernante.
En una conversación registrada en 1994, el respetado anciano Nicolás Haoa se
refirió nostálgicamente a esto y a la historia más larga de contacto entre el pueblo
Rapa Nui y el mundo exterior, además de la ambición local de preservar la cultura
y el idioma4.
Haoa: E Miki!
Miki: O!
H: Ko ’ite ’ā koe ’i hē te vanaŋa Rapa Nui e noho mai ena?
M: ’I hē e noho mai ena?
H: ’Ai ruŋa i te ma’uŋa era o Punapau, ’I te mokomoko. ’I ira te vanaŋa Rapa
Nui.
M: ’I te hora nei?
H: Ka noho, ka noho. I tu’u mai era te papa’ā ki nei, he ma’u mai i te mauku
era mo te pua’a mo haŋai, mo te mamoe. I tupu era te mauku era, he tute
he iri i te mauku Rapa Nui, ē ka ŋaro rō ki ruŋa i te ma’uŋa. ’Ai te mauku
Rapa Nui e tere e iri era ki ruŋa i te potu. Pē ira te vanaŋa Rapa Nui i tere
i oho ena i te vanaŋa hiva ē ai ka tu’u ro ki ruŋa i te potu. E u’i o rehu!
M: Mo raŋi mo hoki mai ia?
H: E haŋa ’ā te mauku era mo hoki mai ki te kona tupu era ’o’ona.
M: Mo hapa’o.
H: Mo tupu haka’ou o’ona i to’ona kona tupu era. ’O ira e kī ena i te vanaŋa
hiva e te Rapa Nui, “he mauku.” Mai nei te mana’u i ai ai mo kī he mauku
te vanaŋa hiva. “Ko vanaŋa mauku ’ā.”

Traducción
H: (Escucha) ¡Miki!
M: ¿Sí/Qué pasa?
H: ¿Sabes dónde se encuentra el idioma Rapa Nui?
M: ¿Dónde?
H: Ahí, arriba de la montaña Punapau, en la cima. Ahí se encuentra el
idioma Rapa Nui.
M: ¿Ahora?
H: Momento, momento. Cuando llegaron los extranjeros, trajeron su pasto
para plantar y alimentar a las vacas y las ovejas. El pasto tomó raíz y
desplazó al pasto Rapa Nui hasta empujarlo a la cima de la colina. El
pasto Rapa Nui escapó, huyó, hasta la cima de la colina. Así es como el
idioma Rapa Nui escapó del idioma extranjero (continental) hasta que
alcanzó la cima. ¡No lo olvides!
M: ¿Y si lo llamamos para que vuelva?
H: El pasto quiere regresar al lugar donde nació.
M: Para que lo cuiden.
H: Para hundir sus raíces en el lugar donde nació.

La historia del contacto Rapa Nui con los extranjeros es triste y trágica, pero
también una notable historia de mantenimiento de la lengua original y de
supervivencia cultural ante adversidades desalentadoras. Durante la segunda
mitad del siglo XIX, se perdió la mayoría de los 4000 habitantes de la isla, como
resultado del paso de esclavistas que se llevaron una parte importante de los
isleños y de la propagación de enfermedades infecciosas. El resultado fue una
tragedia humana terrible, además de una profunda discontinuidad cultural, ya que
una buena parte del conocimiento local y religioso, así como muchas tradiciones
se perdieron con la muerte de los ancianos y la conversión masiva al catolicismo.
Entre otros, se perdió el conocimiento sobre los rongorongo, la única escritura
desarrollada en Oceanía antes del siglo XX5.

Por lo tanto, la historia moderna de Rapa Nui comienza con una comunidad
pequeña y empobrecida de sólo ciento diez hablantes sobrevivientes. Poco
después que Chile la reclamara como colonia en 1888, dio la isla completa en
arriendo a una empresa comercial llamada “Compañía Explotadora de la Isla de
Pascua”, que la administró como una granja de ovejas durante cincuenta años. En
los siguientes ciento veinte años, el pueblo Rapa Nui enfrentó muchos desafíos
adicionales, no extraños en la experiencia de otros pueblos colonizados, que
colocaron a los hablantes restantes de ésta, la que una vez fue una consumada
civilización polinesia, en lo que parecía ser un camino seguro hacia la asimilación
cultural y la pérdida de la lengua.

Ya en 1934, Alfred Métraux, el antropólogo de la expedición franco-belga a la isla,


consideró “casi inevitable que el idioma de la Isla de Pascua desaparezca
completamente”6. En la década de 1960, un levantamiento político no-violento
Rapa Nui llevó a Chile a extender a los isleños ciertos derechos de los cuales
habían sido privados durante mucho tiempo y, además, a expandir ampliamente
su presencia administrativa y militar en la isla, en un intento de desarrollar la
economía y fortalecer la autoridad del Estado. El turismo y el contacto con el
mundo exterior crecieron dramáticamente durante este período gracias a la
inauguración de rutas aéreas de viajes regulares que comunicaban a la isla con
Chile Continental y la Polinesia Francesa. Estos cambios trajeron beneficios, pero
aceleraron aún más el desplazamiento de la lengua, los matrimonios interraciales
y la asimilación cultural. Para la década de 1980, nuevos modos de habla bilingüe
y sincrético o mezclado del Rapa Nui se habían propagado hasta dominar gran
parte de las comunicaciones grupales locales entre los isleños y las generaciones
más jóvenes crecían para convertirse en hablantes dominantes del español.

La situación política y económica comenzó a cambiar rápidamente de nuevo en la


primera mitad de la década de 1990, con la aparición de nuevos movimientos
políticos Rapa Nui que exigían un mayor control político y económico sobre la
tierra y otros recursos de una economía turística en rápido desarrollo, impulsada
en parte por los proyectos de descentralización y democratización que
sobrevinieron a fines del gobierno militar. Aunque el idioma no era un objetivo
central explícito de estos movimientos, los patrones de usos y las ideologías
lingüísticas cambiaron radicalmente durante este período. La comunidad Rapa Nui
actual cuenta con incansables movimientos de recuperación cultural, existe
prosperidad en la música y las artes, y su situación idiomática y sociopolítica se ha
transformado de muchas maneras que habrían sido difíciles de imaginar por
Métraux y otros observadores tempranos. El proceso de cambio idiomático hacia
el español y la aculturación hacia una cultura chilena continental dominante, que
hace décadas parecía de todas maneras inevitable, se ha aminorado de forma
importante y revirtiéndose parcialmente, a pesar de que la comunidad ha
continuado su integración a la economía nacional y mundial. La población ha
comenzado a dirigir esfuerzos importantes hacia el mantenimiento, documentación
y revitalización del idioma, prueba de lo cual es el establecimiento de programas
Rapa Nui bilingües y de inmersión en kindergarten y escuelas básicas, la creación
de la Academia de la Lengua Rapa Nui, además de los esfuerzos de codificación7
por parte del Consejo de Ancianos.

Si hay una constante en la dramática historia de esta isla pequeña y lejana, es la


capacidad del pueblo Rapa Nui para adaptarse de manera flexible y perseverar
ante nuevos desafíos. La historia del osado movimiento marítimo de los pueblos
de habla austronesia que atravesó el Pacífico se ha transformado en la actualidad
en una clase diferente de movimiento y en un intercambio de personas, recursos,
idiomas e ideas políticas. Para sobrevivir y prosperar en una isla tan aislada desde
el punto de vista geográfico, el pueblo Rapa Nui luchó hábilmente para mejorar su
vida, aceptando la modernidad y a los nuevos visitantes y, al mismo tiempo,
trabajando para mantener y recuperar sus tradiciones y lengua ancestrales. El
desafío de revitalizar un idioma hablado sólo por un par de miles de personas no
es para nada una tarea fácil. El futuro de la lengua Rapa Nui está en manos de la
comunidad. Esperamos que las futuras generaciones Rapa Nui continúen
atesorando y utilizando el idioma de sus sorprendentes ancestros.
1
Lenguas Austronesias: Familia lingüística con más de 1250 lenguas habladas por más de 270
millones de personas en Indonesia, Filipinas, Madagascar, las islas del Pacífico central y sur
(excepto una gran parte de Nueva Guinea) y parte central del Asia Sudeste y la isla de Taiwán.
2
Blust 1999.
3
Bellwood 1997; Blust 1999; Hunt y Lipo 2006; Kirch 1997; Lynch, Ross y Crowley 2002.
4
Makihara 2004.
5
Fischer 1997
6
Metraux, 1940: 33.
7
Codificación: Proceso de estandarización del lenguaje. Esto típicamente envuelve el desarrollo
de un sistema de escritura y el establecimiento de reglas gramaticales, ortografía y pronunciación
mediante la publicación de diccionarios y libros de gramática.
La presencia de una gallina prehispánica en las costas de la península de
Arauco como indicador de contactos transpacíficos

DANIEL QUIROZ

La gallina es la primera ave domesticada por el hombre y ha sido la más exitosa y


benéfica1. Está en todo el mundo y es una fuente importante de proteínas en la
dieta humana. Los primeros estudios moleculares sugieren un solo punto de
domesticación en el Sudeste Asiático2. Sin embargo, ahora se han identificado al
menos seis linajes maternales genéticos diferentes3, correspondientes a tres
centros geográficos distintos de domesticación4. La data genética, junto a la
información arqueológica sugiere dos centros de domesticación de la gallina: uno
en el valle del Indus hace unos 5000 años y otro en China Oriental tal vez hace
unos 8000 años5. Además, la especie fue probablemente domesticada
independientemente en el Sudeste Asiático, en las islas de la actual Indonesia6.
Desde esos lugares, la gallina se extendió hace unos 3000 años a Europa a través
de diferentes rutas, bien definidas7. Los romanos (100 a.C.-300 d.C.) fueron los
encargados de dispersar las gallinas domésticas dentro y fuera del Imperio8.

Los orígenes y el momento de la introducción de la gallina en América han sido


tema de discusión en los últimos cincuenta años9. La hipótesis más aceptada
plantea que fueron europeos: portugueses, españoles u holandeses, quienes la
llevaron al continente americano a partir del 1500 d.C.10. Otros autores,
minoritarios, argumentaban la presencia en América de una gallina prehispánica,
introducida por expediciones polinesias11 o bien directamente asiáticas12. Unos
pocos pensaban que la gallina había sido domesticada en suelo americano a partir
de una especie silvestre13.

Una de estas gallinas americanas, con rasgos “asiáticos” era la gallina araucana
moderna, ave “descubierta” en Chile entre 1914 y 1915 y dada a conocer en
Europa por Salvador Castelló14: la araucana es una gallina sin cola, con aretes y
que pone huevos azules, entre otras características15. La mayoría de los autores
revisados piensan que entre los antepasados de la gallina araucana moderna
habrían dos variedades muy diferentes, ambas criadas por los mapuche: las
ketros, gallinas con aretes, con cola y que ponen huevos café-rosados, y las
kollonkas, gallinas sin aretes, sin cola y que ponen huevos azul-verdosos. Incluso
estas variedades habrían sido criadas en zonas diferentes de la Araucanía16.

Los autores que defendían el origen prehispánico de la gallina, planteaban que las
características biológicas más significativas de las variedades “americanas” las
relacionaban con variedades “asiáticas” y no “mediterráneas”17. Los opositores
argumentaban que los rasgos “asiáticos” podrían haber llegado con gallinas
traídas por los holandeses desde Indonesia, por los españoles desde Filipinas o
por los portugueses desde la India18. Sin embargo, las pretensiones de los
partidarios de la presencia de la gallina en América antes del 1500 d.C. eran
siempre rebatidas por un hecho irrefutable: “ningún hueso o cáscara de huevo de
gallina precolombina ha sido confirmado arqueológicamente en las Américas”19. El
mismo Carter entendía que “sólo la evidencia arqueológica convencerá a los
últimos escépticos”20.

El año 2002 se comenzó a excavar en un sitio ubicado en el borde occidental de la


península de Arauco, denominado El Arenal 121, donde se encontraron los
primeros restos atribuidos a gallinas en contextos claramente prehispánicos. El
Arenal 1 se emplaza en el borde de una vega22 estacional, ocupando un área
aproximada de 350 metros cuadrados. Se tomaron muestras de cerámica para
fechar por termoluminiscencia (TL)23 las diversas ocupaciones distinguidas en el
sitio, denominadas A (1350 ±65 d.C.), B (1390 ±50 d.C.) y C (700 ±130 d.C.). Las
características de la cerámica (con engobe24 rojo y blanco, pintada con motivos
geométricos en rojo sobre engobe blanco) y los fechados mediante
termoluminiscencia permiten asignar las ocupaciones superiores del sitio (estratos
A y B) al Complejo Cultural El Vergel25 .

La existencia de restos de gallinas en este sitio, asociados a fechas prehispánicas,


plantea varias preguntas: ¿Estamos frente a un sitio post-hispánico y las fechas
están equivocadas?, ¿Los restos identificados como gallinas no lo son realmente?,
¿Las fechas están correctas y las gallinas bien identificadas, por lo que estaban en
la Araucanía antes de la llegada de los españoles?

Los resultados obtenidos en los estudios realizados muestran la presencia de


gallinas, identificadas tanto morfológica como genéticamente, en las costas de la
península de Arauco, aproximadamente entre el 1300 y el 1450 d.C. Es decir, en
épocas prehispánicas y como parte de un contexto cultural claramente definido
como el Complejo El Vergel. Es decir, El Arenal es un sitio claramente
prehispánico.

Los estudios osteométricos26 muestran que la gallina de El Arenal es


morfológicamente una especie muy parecida a la gallina de la pasión moderna,
con las extremidades inferiores más cortas y probablemente, con una mayor
capacidad de vuelo (tema que debe ser estudiado con más detalle y con más
muestras comparativas). Es fundamental obtener muestras de otros sitios para
poder compararlas con la gallina de El Arenal. Las características de este estudio
deberían constituir una línea de base para otros trabajos, mucho más específicos.
Los estudios genéticos señalan la pertenencia de la gallina encontrada en El
Arenal a uno de los dos linajes mitocondriales presentes en las poblaciones
prehistóricas de gallinas polinesias, que se encuentra también en gallinas
modernas del sur de China y Vietnam27. Además las dataciones radio-carbónicas
indican que gallinas con marcadores genéticos polinesios habrían alcanzado las
costas de Arauco antes de la llegada de los europeos a América28.

Esta conclusión debe ser complementada con estudios adicionales sobre restos
de gallinas obtenidos en contextos arqueológicos prehispánicos y post-hispánicos
en otros lugares de América y del mundo, con el fin de establecer relaciones
mucho más precisas entre los distintos linajes de gallinas.
1
Crawford, 1984: 199.
2
Fumihito et al, 1994, 1996.
3
Liu et al. 2006.
4
Góngora et al. 2006.
5
Góngora et al. 2006.
6
Góngora et al. 2006.
7
Zeuner 1963.
8
Crawford 1984.
9
Crawford 1990.
10
Nordenskiold 1922; Seligmann, 1987.
11
Gilmore 1950; Carter 1975, 1998; Crawford 1984.
12
Meggers 1975; Johannessen 1981.
13
Latcham 1922; Castelló 1924.
14
Castelló 1921, 1924.
15
Castelló 1921, 1924; Jacobs, Miles y Mather 1997; Góngora et al. 2006.
16
Castelló 1924.
17
Carter, 1971a: 5.
18
Seligman 1987.
19
Godfrey y Cole 1979: 40; cf. Crawford, 1992; Góngora et al. 2006.
20
Carter 1971a: 5.
21
Contreras et al. 2005.
22
Vega: Extensión de tierra baja, llana y fértil generalmente regada por un río.
23
Termoluminiscencia: Toda emisión de luz, independiente de aquella provocada por la
incandescencia, que emite un sólido aislante o semiconductor cuando es calentado. Se trata de la
emisión de una energía previamente absorbida como resultado de un estímulo térmico. Esta
propiedad física, presente en muchos minerales, es utilizada como técnica de datación.
24
Engobe: Suspensión de partículas de arcilla en agua, o bien de los componentes que conforman
una pasta cerámica. Esta mezcla de partículas con agua se aplica a la superficie de la pieza de
arcilla para formar una capa o revestimiento.
25
Aldunate 1989; Dillehay 1990.
26
Osteometría: Rama de la biometría que estudia las dimensiones de los restos óseos para la
determinación de la edad y del sexo
27
Storey et al. 2007: 10337.
28
Storey et al. 2007: 10338.
Paisaje natural y cultural de Rapa Nui

MARCOS RAUCH

Hace más de tres millones de años, una cadena de montañas submarinas


localizadas sobre la extensa placa de Nazca, originó un evento que milenios
después marcaría el desarrollo cultural en la región del Pacifico Suroriental.
Asociada a esta cadena, y a partir de una abertura en esta placa, el magma
liberado a tres kilómetros de profundidad, inició el levantamiento de un enorme
volcán submarino, el cual a través de sucesivas erupciones dio a luz a dos
pequeños islotes volcánicos (Península del Poike y Rano Kau). Posteriormente
serían unidos por una tardía actividad volcánica de centros eruptivos (maunga),
asociados al volcán Maunga Terevaka, la mayor altura de la isla con tan sólo 511
metros sobre el nivel mar1.

Se estima que sólo hace unos diez mil años atrás la isla habría experimentado los
últimos episodios de este vulcanismo oceánico, quedando configurada su peculiar
forma triangular, gracias a estos tres centros eruptivos principales y alrededor de
setenta conos volcánicos secundarios. Finalmente, el incesante oleaje marino se
ha encargado de modelar sus tres vértices, generando grandes acantilados, y un
aspecto desmembrado de sus costas con escasos lugares para desembarcar en
forma segura.

Como consecuencia, la pequeña Rapa Nui, de sólo 163,6 kilómetros cuadrados de


superficie, quedó bajo condiciones de aislamiento extremo, lo que repercutió
significativamente en el establecimiento de la vida sobre este territorio insular y su
entorno marino. Igualmente, su relativa juventud geológica y escabrosa superficie
volcánica original, también restringieron las posibilidades de un desarrollo en
términos de diversidad biológica.

Efectivamente, si planteamos el inicio de la vida sobre la isla en 2,5 millones de


años, ésta quedó circunscrita a la colonización y arribo de especies terrestres con
una alta capacidad de sobrevivencia, transportadas por vía marítima, por el viento
y por las aves marinas. Estas tempranas semillas y esporas se adaptaron y
evolucionaron aprovechando condiciones más propicias ofrecidas en un medio
adverso, aún dominado por periodos de calma y agitación volcánica.

Si se compara con sus vecinas, las islas hermanas de Polinesia, e incluso con el
Archipiélago de Juan Fernández, mucho más cercano a las costas chilenas, Isla
de Pascua no alcanzó a desarrollar una naturaleza abundante de plantas, y menos
aún de animales terrestres. Del total de 355 especies identificadas, sólo 47 se
consideran nativas (lo que equivale a un 36% de endemismo). De esta cantidad,
sólo 17 especies serían únicas de la isla, incluyendo cuatro tipos de helechos, y se
habrían extinguido 16 especies, nueve de las cuales fueron exclusivas de la isla.
Asimismo, de este total, veinte especies habrían sido introducidas hacia el siglo V
d.C. por los tempranos colonizadores polinesios. Es muy probable que el número
de plantas introducidas haya sido mayor, pero hoy se encontrarían desaparecidas
en la isla2.

Con este arribo, según la leyenda encabezada por el ariki Hotu Matu’a, se inició
una nueva etapa ambiental en la isla, que repercutió drásticamente en el paisaje y
el frágil ecosistema terrestre. Durante el asentamiento inicial, los primeros
habitantes de la isla se dedicaron al reconocimiento de los recursos terrestres y
marinos. La isla disponía de una interesante fuente de materias primas volcánicas,
compuestas principalmente por duros basaltos y rocas más blandas conocidas
como tobas y escorias.

Asimismo, la isla todavía contaba con pequeños bosquetes aislados de especies


leñosas, destacando la palmera Rapa Nui (Paschalococos disperta) hoy
extinguida3. Al respecto, las reconstrucciones ambientales del antiguo paisaje
isleño realizadas por diversos científicos concuerdan en señalar que en términos
generales, a la llegada de los colonizadores polinesios, la isla ya presentaba
características paisajísticas similares a las existentes en el presente, en el que
predomina un estrato herbáceo compuesto principalmente por diversas
gramíneas4 y ciperáceas5 y con la presencia de tales bosquetes circunscritos a
sectores y alturas muy especificas, como el Poike, Rano Kau y laderas asociadas
al Maunga Terevaka. Tales características son probablemente testimonios únicos
de una antigua paleo-vegetación mucho más densa y completamente extinguida6.

El reconocimiento y utilización de estos recursos naturales junto a la búsqueda de


fuentes de agua dulce permitieron, como se ha descrito por otros autores en el
presente catálogo, el florecimiento y desarrollo de la antigua cultura Rapa Nui.
Sabiamente, Hotu Matu’a distribuyó el territorio entre sus descendientes, quienes
originaron los llamados mata o tribus isleñas, y que gradualmente, por
segmentación dieron origen a diversos linajes (ure), conformados por familias que
descendían de un ancestro común. Estos grupos se emplazaron mediante un
ordenado patrón de asentamiento, desde los sectores costeros y hacia el interior
de la isla, y siempre encabezados por los ahu o plataformas ceremoniales
levantadas a orillas del mar, con excepción de algunos localizados en el interior de
la isla. Estos linajes controlaban un territorio específico (kainga), siendo este
patrón de asentamiento descrito con forma radial y concéntrica: las zonas costeras
ocupando una mayor superficie, las cuales gradualmente disminuían en tamaño
hacia el interior y las zonas más elevadas de la isla7.

Esta división territorial fue demarcada por hitos de piedra llamados pipi horeko,
que con el correr del tiempo se volvieron cada vez más trascendentes en la vida
de los isleños. Curiosamente, las zonas interiores de la isla por sobre los
doscientos cincuenta metros de altura, quedaron al parecer reservadas para un
propósito comunitario, vinculado a la obtención o manejo de algún recurso natural.
Los estudios científicos parecen confirmar lo anterior, pues existen asentamientos
aislados estacionales asociados a talleres líticos y explotación de algunas
especies leñosas. Recientemente, asociadas a las quebradas del Maunga
Terevaka, se han hecho singulares hallazgos relacionados con el manejo del agua
en la isla, consistente en la construcción, con grandes bloques de piedra labrada,
de sistemas de contención y canalización del agua en estas quebradas, indicando
una importancia de tal recurso desconocida hasta la fecha8.

Se estima que hacia el año 1200 d.C. ocurrió el apogeo cultural de la antigua
sociedad Rapa Nui, y cuya impronta fundamental es el megalitismo en torno al
tallado de los moai, las singulares y famosas estatuas de toba volcánica; el
desarrollo de una arquitectura monumental testimoniada por más de trescientos
altares ceremoniales; y un rico arte rupestre, con cientos de diseños labrados
sobre rocas y diseminados por toda la isla.

Este desarrollo demandó una alta organización social, mano de obra especializada
y el uso cada vez mayor de materias primas y recursos naturales, especialmente
de origen vegetal. De este modo, hacia el siglo XVI la isla presentaba un territorio
casi completamente modificado, caracterizado por un asentamiento extensivo
aglutinado en torno a los altares ceremoniales, aldeas, recintos y áreas agrícolas,
además de asentamientos estacionales. Todas estas obras se sustentaron en el
uso de las rocas locales, y se integraron en forma armónica con el paisaje,
dándole un aspecto único de continuidad natural a la arquitectura con fines
rituales, domésticos y agrícolas. Ello todavía es posible observarlo es algunos
sectores dentro de la isla, particularmente en el lado norte de la isla, planicies de
la costa sur y Rano Kau.

No obstante, el progreso cultural alcanzado por los antiguos isleños demandó un


alto consumo de recursos, tanto alimenticios como vegetales, los que
paulatinamente comenzaron a escasear. Se estima entre once y quince mil los
habitantes en este período de máximo apogeo. En términos energéticos, se
sobrepasó el umbral de sustentabilidad de la isla, iniciándose una escalada de
conflictos intertribales, y el declive de la antigua sociedad Rapa Nui.
Lamentablemente, en su afán de creación monumental, los isleños talaron y
utilizaron como leña los últimos bosquetes de especies leñosas y arbustos,
perdiendo así la capacidad de construir grandes canoas para emigrar. Éste fue
uno de los mecanismos más comunes utilizados por otros pueblos de Polinesia
que se vieron enfrentados a sobrepoblación y demanda de alimentos y territorios.
El otro mecanismo fue la guerra fratricida, que por cierto también se dio entre las
sociedades polinesias, y de la cual no pudo sustraerse la antigua cultura Rapa
Nui.

De este modo, el aislamiento extremo de la isla, sumado a una degradación


cultural y ambiental ocasionada entre los siglos XV al XVIII, se acentúa a partir de
fines del siglo XIX como resultado del establecimiento de la ganadería extensiva
de ovejas, que convierte a la isla en una gran estancia de pastoreo. Esto generó
un drástico impacto sobre la ya disminuida vegetación, originando el agotamiento
de praderas y procesos erosivos de distinta magnitud circunscritos a las laderas
volcánicas. Desde la óptica patrimonial, se inició el reciclaje de material
arqueológico, pasando a constituir un componente más en la construcción de la
infraestructura de apoyo a las faenas ganaderas, especialmente en la habilitación
de grandes corrales delimitados con cientos de metros lineales de pircas, los que
son posibles de ver aún hoy en la isla, y se han integrado al paisaje isleño
confundiéndose a veces con los restos arqueológicos.

Esto provocó una nueva transformación del paisaje isleño, pero sobre la base de
una progresiva alteración del patrimonio arqueológico y una intensa actividad
ganadera prolongada hasta mediados de la década de 1960. De esta manera, la
disminución de la cobertura vegetal ocurrida en el último siglo, con la extinción de
numerosas especies, ha originado el actual paisaje isleño, semejante a una
sabana seca, dominado por un estrato herbáceo abundante, y con presencia de
arbustos aislados y asociaciones boscosas exóticas, que otorgan un paisaje más
bien monótono a las planicies, lomas y conos volcánicos cubiertos con vegetación.
Desde un punto de vista ecosistémico, el territorio ha derivado a una mínima
complejidad ecológica, con una alta pobreza en su diversidad florística, quedando
relegada las escasas especies nativas a lugares aislados como acantilados,
cavernas y quebradas, incluido el magnífico jardín botánico natural existente en la
apagada caldera volcánica del Rano Kau.

Con estas características, Rapa Nui ingresó al siglo XXI, sin embargo, el
desarrollo impulsado por el turismo, el proceso de re-asentamiento rural y
desarrollo agrícola alcanzado en las últimas décadas, hacen presumir nuevos
cambios en el paisaje cultural y natural insular. La existencia de un espacio de
protección del patrimonio cultural y natural de la isla, a través del Parque Nacional
Rapa Nui y la declaratoria de toda la isla como Monumento Histórico, no
garantizan del todo la preservación del rico patrimonio isleño9. En la actualidad, la
ganadería sin control de caballos y vacas ha reemplazado a la de ovejas,
continuando con el proceso de degradación de suelos y praderas, pero esta vez
con nuevos efectos. Desde la perspectiva ambiental, es preocupante la
desaparición de especies vegetales endémicas y la pérdida del suelo por efecto de
la práctica de quemas de pastizales para renovar áreas de pastoreo, las que
finalmente terminan siendo colonizadas por especies invasoras exóticas. Desde la
perspectiva patrimonial, inquieta el pastoreo sobre asentamientos y sitios
arqueológicos emblemáticos, y desde luego los efectos calóricos sobre las rocas
originados por las quemas mencionadas.

Del mismo modo, hay que preguntarse si Rapa Nui está preparada hoy para
absorber un turismo que aumenta anualmente a un ritmo sin control aparente, y
que demanda cada vez más el uso de los escasos recursos naturales y
energéticos disponibles para construcción y entrega de servicios básicos.
Igualmente, vale la pena cuestionarse si los instrumentos de ordenamiento y
regulación territorial resolverán la legítima aspiración de los isleños de acceso a la
tierra para su desarrollo, contemplando planes de conservación de zonas
arqueológicas que aún se preservan en la isla y los subsidios necesarios para
ello.

En una reciente publicación expresé que las respuestas a estas reflexiones están
en los propios Rapa Nui, quienes deben compatibilizar, por un lado, sus legítimas
aspiraciones de prosperidad comunitaria, y por otro, la preservación de su singular
patrimonio cultural y del “museo al aire libre” más espectacular del mundo y con
los retos ambientales globales de los cuales no están ajenos10. A su vez, el Estado
de Chile debería renovar sus 121 años de vínculo con la isla, sopesando a veces
su contradictorio papel histórico, caracterizado por la escasa comprensión de la
realidad sociocultural y patrimonial de la isla, y con una mirada más bien centrada
en el aura de exotismo polinesio que posee la isla.

A propósito de una publicación sobre los significados asociados a los árboles, un


colega cita un interesante graffiti escrito por un joven ecuatoriano, el cual hemos
adaptado para reflejar el actual curso histórico de Rapa Nui11:

“Rapa Nui tiene un hermoso futuro, pero... ¿sobrevivirá al presente?”

Sólo recordando la propia historia cultural y natural de Rapa Nui, quienes tienen
en sus manos los destinos de Isla de Pascua, incluyendo sus actuales herederos,
podrán construir el presente y legarlo a los futuros isleños y a toda la Humanidad.

1
Clark et al. 1977; González-Ferrán 1987.
2
Fuentes 1913; Skottsberg 1928; Flenley 1984; Dransfield et al. 1984; Zizka 1991; Orliac 1996;
Rauch et al. 1996; Lefeuvre et al. 2005.
3
Mieth, et al. 2003.
4
Gramíneas: Nombre científico con el cual se agrupan los pastos.
5
Ciperáceas: Nombre común de una familia de plantas con flores parecidas a la de los pastos,
pero que se diferencian de estos por sus tallos de forma triangular.
6
Al respecto Catherine Orliac nos entrega en su artículo una visión más acabada de la evolución
natural de la isla.
7
Ayres 1976; Cristino et al. 1986; Budd 1991.
8
Comunicación personal de la arqueóloga isleña Sonia Haoa.
9
Isla de Pascua fue declarada Monumento Nacional en 1935, año en que también fue declarada
Parque Nacional. Ambas declaratorias fueron impulsadas en su época por destacados científicos
nacionales e internacionales preocupados por el saqueo sin control de las piezas arqueológicas y
el deterioro ambiental producto de la actividad ganadera. El Parque Nacional Rapa Nui, declarado
como Sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1995, actualmente sólo protege poco más
del 41% de la superficie de la isla.
10
Rauch y Marambio 2007.
11
Peña 2009. El graffiti original decía: “Este país tiene un hermoso futuro, pero.... ¿sobrevivirá al
presente?
Medio Ambiente Vegetal y Materias Primas en Rapa Nui

CATHERINE ORLIAC

Un buen conocimiento de los antiguos paisajes de Isla de Pascua y de los tipos de


vegetación que los componen, permite conocer los recursos disponibles para la
cultura material Rapa Nui. Las únicas informaciones sobre la flora antigua de esta
isla y sobre su evolución a lo largo del tiempo han sido entregadas por los
resultados de los análisis palinológicos1 y antracológicos2.

La antigua flora de Rapa Nui

Los trabajos paleobotánicos de John Flenley y Sarah King han reconstituido la


historia de la vegetación durante los últimos treinta y siete milenios3. El paisaje
que se dibuja después de estos análisis, corresponde a una sabana arbórea
dominada por las palmas de azúcar gigantes (Paschalococos disperta) y
bosquecillos de arbustos (Sophora toromiro, Trema sp., Acalypha sp., Macaranga
sp., Metrosideros sp.). Estos árboles paulatinamente se vuelven escasos hacia
altitudes mayores de la isla, beneficiando el predominio de las plantas herbáceas4.

Las valiosas informaciones entregadas por la palinología han sido continuadas y


completadas por los análisis antracológicos, que abarcan principalmente la
composición y evolución de la vegetación leñosa después de la colonización de
esta tierra por el hombre, alrededor del año mil de nuestra era. La datación de
muchos miles de carbones descubiertos en los fogones asociados a sitios
habitacionales, han mostrado la presencia de árboles y arbustos de los cuales
ignorábamos la existencia: se trata de Alphitonia cf. A. zizyphoïdes (gran árbol de
25 a 30 metros de alto), Elaeocarpus cf. E. rarotongensis (árbol de siete a quince
metros), Myrsine (arbusto de tres a siete metros), Pittosporum (árbol pequeño de
seis a diez metros), Xylosma cf. X. suaveolens (árbol pequeño de dos a ocho
metros), Premna cf. P. serratifolia (arbusto de tres metros), Psydrax cf. P. odorata
(arbusto de uno a tres metros), Syzygium cf. S. malaccense (arbusto de tres
metros), Coprosma sp. (arbusto de cuatro metros) y Psychotria, que puede
alcanzar cinco metros. Estas leñosas han desaparecido hoy en día, pero otras
están todavía presentes5 tales como Caesalpinia cf. C. major, Thespesia
populnea, Broussonetia papyrifera, Sapindus saponaria y Triumfetta semitriloba6 .
El Sophora toromiro, endémico de la isla, identificado por sus pólenes y su madera
calcinada, desapareció de Rapa Nui alrededor de 1950.

La existencia de estos árboles, arbolillos y arbustos, revelada por sus carbones,


transforma radicalmente la imagen del paisaje Rapa Nui descrito a partir del análisis
de los pólenes. En efecto, la vegetación, de tipo mesófila7 es más diversificada de lo
que pensábamos y los Rapa Nui disponían de materias primas (maderas, follaje,
cortezas, savia) insospechadas hasta ahora: éstas eran muy útiles, especialmente
para fabricar ciertos aparatos de pesca, construir y cubrir las hare paenga
(viviendas tradicionales en forma de bote invertido), fabricar canoas, desplazar los
moai o preparar colorantes y medicamentos.
Cambio medioambiental

Las condiciones medioambientales evolucionaron dramáticamente a través del


tiempo. En efecto, un estudio estadístico efectuado sobre 32 960 fragmentos
calcinados de vegetación, muestra claramente que después de 1650, los Rapa Nui
no utilizaron más madera en sus fogones, sino hierba. Esto es particularmente
evidente en el sitio de Orongo, donde han sido estudiados más de 12 000 de tales
fragmentos. Además, la datación de una veintena de vestigios de palmeras
(fragmentos de troncos y cocos descubiertos en las cavernas o en los fogones de
cocina), mostró que el bosque de palmeras disminuyó fuertemente desde el siglo
XV8.

Parece difícil atribuir a los antiguos Rapa Nui la destrucción de casi todos los
árboles de su isla. Desde luego, su instalación tuvo que tener un impacto sobre
este medioambiente frágil, pero es difícil imaginar a estos marinos fuera de lo
común, estos horticultores ingeniosos, estos polinesios respetuosos de una
naturaleza enteramente habitada por los dioses, destruyendo todos los árboles,
desde los más grandes a los más pequeños. La respuesta se podría encontrar en
los caprichos del clima, como lo prueban los análisis efectuados sobre los
arrecifes de coral y la circulación de las corrientes marinas en el Océano Pacífico.
De hecho, toda su vasta extensión está sometida al fenómeno de El Niño, el cual
de manera irregular, cada tres o diez años, perturba los parámetros atmosféricos y
oceánicos. Su impacto es idéntico sobre regiones tan alejadas como Isla de
Pascua y Nueva Caledonia, observándose en ambas una caída de la temperatura
acompañada por un alza de la salinidad del agua de mar y una disminución
importante de precipitaciones.

Los arrecifes de coral registran durante su crecimiento estos cambios


medioambientales. Ahora bien, el estudio químico de ciertos corales de Nueva
Caledonia9, muestra una caída muy clara de las temperaturas acompañada de
una subida de la salinidad del agua hacia 1600-1640 d.C., cuyo origen parece
ligado al fenómeno de El Niño. Puesto que el impacto climático de El Niño parece
actualmente idéntico en Nueva Caledonia y en Isla de Pascua10, es probable que
los dos períodos de sequía señalados por los corales de Nueva Caledonia entre
1600 y 1640 hayan castigado igualmente a Rapa Nui en el mismo período. Si este
fenómeno perduró varios decenios, como fue el caso de Nueva Caledonia,
entonces pudo provocar la desaparición de la vegetación más frágil.

Medio ambiente y maderas útiles

Los Rapa Nui disponían entonces, al menos al comienzo del siglo XVII, de
variadas maderas útiles. En la vida cotidiana, la gran palma de azúcar
Paschalococos disperta11 proveía su savia azucarada y centenas de pequeños
cocos, así como sus hojas para cubrir las hare paenga y fabricar esteras o cestas;
su tronco podía servir para confeccionar rodillos para desplazar los moai. El
raquis12 de otra palmera, todavía no identificada, constituía el asta de lanzas como
aquellas reportadas por Pierre Loti (1862) y el Capitán Arup (1868).
En Tahiti13 y las Islas Marquesas14 la madera de Alphitonia ziziphoïdes era muy
apreciada para la construcción de canoas y servía igualmente como yunque para
golpear y batir fibras vegetales (tapa). La de Elaeocarpus rarotongensis pudo
haber sido utilizada para fabricar zaguales (remos cortos) y lanzas15. Syzygium
malaccense, sin duda traída por el hombre, como en otros archipiélagos
polinesios, era apreciada por sus frutos comestibles16 como también por su
madera dura, resistente y de buena calidad17 al igual que la de Premna18. El
tronco de Psydrax odorata, recto y liviano, era útil para hacer arpones y el
balancín19 de las canoas20 La madera semi-dura de Coprosma, Psychotria y
Psydrax odorata fueron sin duda empleadas como combustible21. En cuanto a
aquellas de Myrsine y Xylosma suaveolens, más resistentes, también debieron ser
utilizadas para múltiples propósitos.

Los objetos de prestigio y aquellos necesarios para numerosos rituales, fueron


modelados por escultores especializados, que emplearon materiales con una
fuerte carga simbólica, la de los árboles sagrados plantados en los alrededores de
los centros ceremoniales: Sophora toromiro y Thespesia populnea22. De hecho, el
sacerdote-escultor prefería particularmente la madera dura, roja e imputrescible
del Sophora toromiro. En más de doscientas obras antiguas recolectadas a lo
largo del siglo XIX en las colecciones de museos europeos y rusos, más del 56%
de ellas fueron talladas en esta madera. Es notorio el caso para las
representaciones de espíritus y ancestros llamados moai kavakava (69%) y moai
tangata (71%), para las insignias de rango denominadas rapa (100%) y para los
moai moko (94,74%). Otra madera igualmente muy apreciada era la Thespesia,
llamada mako’i en Rapa Nui, más conocida bajo el nombre de “madera de rosa de
Oceanía”, debido al olor a pimienta que emana cuando se la trabaja. Esta madera,
cuyo color varía del rosa al rojo oscuro, fue igualmente muy buscada para esculpir
los pectorales reimiro (61,42%), los colgantes tahonga (68,42%) y las sagradas
tablillas sobre las cuales se plasmó la escritura rongorongo (54,55%).

Conclusión

Las nuevas especies de árboles reveladas por la antracología no representan sino


una parte del paisaje forestal de Rapa Nui, del que futuros estudios mostrarán la
sorprendente diversidad. Ellos permitirán un mejor conocimiento de las
condiciones medioambientales que presidieron el desarrollo de esta sociedad
única en la Polinesia Oriental.

1
Palinología: Determinación botánica del polen (células reproductoras de las flores macho), que
se conservan mucho tiempo en el suelo.
2
Antrocología: Determinación botánica de carbones de madera encontrados en los hornos de las
habitaciones.
3
Flenley y King, 1984: 49-50; Flenley et al. 1991:37-38.
4
Flenley et al. 1991.
5
A veces bajo forma de vestigios, notoriamente al interior del cráter del Rano Kau.
6
Orliac C. y Orliac M. 2008b.
7
Mesófila: Característica de regiones de pluviosidad variable, esta vegetación de formas variadas
es parecida a la que podemos encontrar en los valles bajos o sobre las primeras pendientes de las
islas de la Polinesia Oriental.
8
Delhon y Orliac 2009.
9
Ourbak 2006.
10
Según los datos efectuados sobre El Niño de 1982 (Ourbak 2006).
11
Orliac, 1989: 61-63 ; Arnold M. et al., 1990: 217-219.
12
Raquis: “Parte central de la palmera. Es la continuación del peciolo de donde salen los folios o
segmentos en las hojas pinnadas de las palmeras”. Grau. 2000.
13
Morrison, 1966: 120.
14
Brown, 1935: 168.
15
Brown, 1935: 169.
16
Brown, 1935: 202.
17
Petard, 1986: 242; Henry, 1988: 57.
18
Henry, 1988: 66.
19
Balancín: En Polinesia hay embarcaciones con balancín. En Rapa Nui estas embarcaciones
recibieron el nombre de “vaka ama”. Este balancín “consistía en un palo grueso, del arbol hauhau”
(Englert, 1948), y que permitió una mayor velocidad y estabilidad a la canoa.
20
Morrison, 1966: 120.
21
Orliac C. y Orliac M. 2008a; Orliac, 2009.
22
Orliac 2005.
Conservación del Patrimonio Arqueológico Rapa Nui.

PAULA VALENZUELA

Quizás uno de los aspectos de la cultura ancestral Rapa Nui que más sorprende a
las personas que por primera vez visitan Isla de Pascua, es constatar que todos
los moai que, en algún momento, estuvieron erguidos en una plataforma o ahu,
fueron derribados.

Así lo observaron y registraron los primeros navegantes europeos que llegaron a


Rapa Nui entre los siglos XVIII y XIX. En estos primeros contactos1 entre el mundo
occidental y la entonces desconocida Rapa Nui, las bitácoras de los barcos y
algunas crónicas de viaje de sus tripulantes consignan que muy pocos moai
quedaban en pie en sus respectivos ahu al momento de su arribo.

En Isla de Pascua “…hay aproximadamente 300 ahu […] la mitad de los cuales
tenía uno o más moai erectos sobre ellos”2. Hasta el 2009 catorce ahu han sido
restaurados y sus moai re-erigidos sobre las respectivas plataformas, a lo que se
debe sumar la reconstrucción total de la aldea Ceremonial de Orongo. La totalidad
de estos trabajos se ejecutó dentro de la segunda mitad del siglo XX, comenzando
en 1956 con el Ahu Ature Huki, ubicado en el sector de la playa de Anakena, y
terminando en 1999 con el ahu de la caleta de Hanga Piko.

Muchos de los sitios restaurados, hoy son las atracciones turísticas más
importantes de la isla, destacando Ahu Akivi en el centro de la isla (1960); el
complejo Tahai (compuesto de tres ahu y una serie de otras estructuras) dentro
del sector de Hanga Roa (1968-70); la ya mencionada Aldea Ceremonial de
Orongo en Rano Kau (1974-76); Ahu Naunau en Anakena (1978-80) y Ahu
Tongariki en Hanga Nui (1992-95), siendo este último el más monumental de
todos, con quince moai de pie sobre la plataforma.

Han transcurrido diez años desde la última restauración de un ahu, y la pregunta


sobre por qué no se han restaurado nuevos ahu con sus respectivos moai es
inevitable, especialmente bajo la visión de que estas intervenciones mayores eran
claves para la “…recuperación y reforzamiento de la cultura Rapa Nui y del […]
desarrollo turístico de la Isla…”3.

Esta es una larga discusión entre los especialistas del área, cuya conclusión más
consensuada –y muchas veces poco comprendida- es que ya se tendría un
número suficiente de sitios restaurados que “… ilustran suficientemente el aspecto
y características originales de esas construcciones…”4; que la destrucción de los
mismos es parte de su historia que no se debe desconocer; y que ahora “… ha
llegado el momento… de poner énfasis en la solución de los serios problemas de
conservación que hoy presentan…”5.
En consecuencia, y debido a que su integridad física se encuentra en riesgo, en
los últimos treinta años el eje de la preocupación por preservar el patrimonio
arqueológico Rapa Nui se ha desplazado, paulatinamente, desde la necesidad de
restaurar estructuras arqueológicas a la de conservar la materialidad de las
mismas.

En la década de 1970 algunos estudios alertaron que los materiales constitutivos


de dicho patrimonio, principalmente de piedra, estaban sufriendo procesos de
degradación o meteorización irreversibles “…de carácter exponencial, cuyos
efectos son cada vez más rápidos”6. Es decir, procesos activos que se desarrollan
en forma lenta, sistemática y permanente en el tiempo.

Esta situación es particularmente preocupante en los moai. La gran mayoría de


ellos están hechos de una piedra volcánica llamada toba lapilli7, cuya cantera se
encuentra en las laderas del volcán Rano Raraku. Esta toba es “…un
conglomerado altamente heterogéneo de ceniza volcánica compactada y
cementada por una matriz de sílice…”8, con intrusiones de cristales y fragmentos
de diversos tamaños de rocas como el basalto. La principal característica de esta
toba “…es su poca dureza, que facilitó a los antiguos escultores isleños el tallado
de las estatuas” 9 sin contar con ningún tipo de herramienta de metal.

La heterogeneidad de la composición de la toba más su situación de


intemperismo10, la convierten en un material muy frágil y vulnerable a los distintos
agentes de deterioro, y a los que se encuentran permanentemente expuestos la
mayoría de los moai de la isla. En la actualidad, éstos son principalmente el clima
(lluvia y viento) y la acción humana tanto indirecta (principalmente ganado
pastando sin control) como directa (turismo).

Las fuertes lluvias (en promedio más de 1000 mm al año) y vientos tienen
principalmente dos efectos que afectan la conservación de la toba: por un lado,
erosionan la superficie de la misma y por otro, lavan su elemento cementante, lo
que la debilita estructuralmente.

Otro problema serio que afecta la conservación tanto de los moai como del resto
de las estructuras arqueológicas y el arte rupestre, es el ganado -principalmente
caballares- que circula libre y sin control por toda la isla. Al pastar sin supervisión,
el ganado transita entre los sitios arqueológicos, erosionando la superficie de los
moai al caminar y frotar sus cuerpos en ellos en forma indiscriminada. Igualmente,
con estos hábitos generan otros efectos dañinos como la desestabilización de
muros de otras estructuras arqueológicas y la erosión de los diseños de arte
rupestre asociados a sitios a ras de suelo con petroglifos.

Finalmente, un factor de deterioro menos generalizado, pero en aumento, es el


turismo. Durante los últimos años, el turismo en Isla de Pascua ha tenido un
crecimiento explosivo, llegando casi a duplicarse en un lapso de cinco años11. Los
efectos más importantes en la preservación de los sitios arqueológicos son:
aumento sistemático de la carga de visitas que reciben los sitios más relevantes;
apertura de nuevas rutas turísticas a sitios arqueológicos fuera de los circuitos
tradicionales, que no cuentan con la infraestructura ni personal necesario para
orientar al visitante (generalmente las visitas se hacen sin un guía autorizado); y
aumento de los casos de vandalismo contra el patrimonio arqueológico de la isla.

El conjunto de estos factores inciden negativamente en la conservación de los


moai, debilitando estructuralmente la toba y dañando principalmente las capas
exteriores de la misma. Así, de manera irreversible, lo primero que se pierde son
los detalles del tallado como la nariz, boca, dedos y orejas.

Si estos procesos de deterioro no se controlan y detienen, a largo plazo se llegará


a un punto en el que algunos moai pierdan la totalidad de sus rasgos
característicos, pasando a ser una masa informe de piedra, con escaso valor
cultural.

La noticia esperanzadora es que desde hace años existe un tratamiento de


conservación diseñado para detener, o al menos mitigar, el efecto de varios de
estos factores de deterioro, así como los problemas de erosión que presenta la
toba. El tratamiento es producto de una serie de estudios científicos realizados,
durante años, a la toba de Isla de Pascua, y que ya ha sido probado exitosamente
en terreno: primero en 1986 en el moai de Ahu Hanga Kio’e, y en los quince moai
de Ahu Tongariki, durante el año 2004.

El tratamiento tiene por objeto devolver la cohesión y dureza original a las


primeras capas de la superficie de la toba. Estas son las más afectadas por los
procesos de deterioro antes descritos, con el agravante de que son el soporte
material de los detalles de diseño que caracterizan e individualizan a cada uno de
los moai de la isla. La primera parte del tratamiento consiste en aplicar a la toba un
producto consolidante, “…a fin de restituirle las propiedades mecánicas
perdidas”12. El tratamiento se termina con la aplicación de un producto
hidrorepelente, que tiene por objeto “…evitar que el proceso de disolución vuelva a
comenzar. Este último proceso impide el ingreso del agua en fase líquida, pero
permite la libre circulación de vapor”13. Lamentablemente, el tratamiento descrito
es bastante costoso.

Dada la magnitud del trabajo que queda por hacer en el campo de la conservación,
no se debe eludir por más tiempo la necesidad de generar un plan maestro para la
preservación del patrimonio arqueológico monumental de Isla de Pascua.

Esto es todavía una deuda histórica que Chile tiene como país con el patrimonio
arqueológico Rapa Nui. En mi opinión, una de las primeras acciones que se deben
ejecutar para generar el mencionado plan, es la realización de un diagnóstico del
estado actual de conservación de la estatuaria Rapa Nui, que determine las
necesidades, defina las prioridades y grados de las intervenciones, para
finalmente poder canalizar los recursos e iniciativas de conservación dónde sea
más necesario y urgente.
Es de esperar que en el mediano plazo nuestro país tome conciencia de lo
relevante que es desarrollar la tarea pendiente y se le destinen los recursos
necesarios para su ejecución.
1
Período histórico: Período en que se comienza a tener los primeros registros escritos sobre la
isla. En ellos se puede encontrar las primeras descripciones sobre su geografía, patrimonio
arqueológico, de los habitantes y su cultura, flora y fauna, etc.
2
Charola, 1997: 33.
3
Bahamóndez, 2008: 81.
4
Charola, 1997: 7.
5
Ibíd.
6
Bahamóndez, 2008: 89.
7
Rauch y Noel, 2007: 39.
8
Bahamóndez y González, 2007: 59.
9
Rauch y Noel, 2007: Ibíd.
10
Intemperismo: Acción del viento, lluvia y cambios de temperatura sobre las rocas (también se
puede incluir el efecto de las plantas y animales). Esto provoca la meteorización de éstas, proceso
por el cual las rocas en la superficie de la tierra o cerca de ella se fragmentan y erosionan.
11
Según información del Programa Territorial Integrado de CORFO Tarai Henua, durante el
período 2003-2007 el ingreso de turistas a Rapa Nui pasó de 31 824 a 53 508 personas.
12
Bahamóndez, 2008: 90.
13
Ibíd.
Artesanía tradicional de Rapa Nui
ISABEL PAKARATI
MARCOS RAUCH
PABLO ÁVILA

La artesanía Rapa Nui se ha caracterizado por la excelencia en la confección de


piezas, objetos y adornos, que han provocado la curiosidad y admiración desde
las primeras visitas de los navegantes europeos en el siglo XVIII hasta nuestros
días. Durante la estadía de los buques, los isleños solían intercambiar sus tallados
en madera por los extraños objetos que portaban los europeos. Este trueque, junto
con los antiguos registros gráficos de la cultura Rapa Nui, permitió dar a conocer
en occidente la existencia de esta isla perdida en el Pacífico Sur. Tal situación
generó en los isleños de esa época una valoración desconocida hasta ese instante
de sus artes manuales. El rol ancestral de los tallados ligados a ritos y antiguas
prácticas ceremoniales adquirió en forma fortuita una connotación de intercambio
cultural y “comercial”.

El valor agregado a las piezas Rapa Nui tomaría nuevos bríos en el siglo XIX. En
1879, cuando aún la isla se consideraba bajo la influencia de Polinesia Francesa,
el tahitiano Alexander Salmon se trasladó a la isla para administrar los negocios
de la firma Brander, que iniciaba la explotación ganadera de ovejas en Rapa Nui.
Salmon, llamado por los isleños Ari’i Paea Salmon, organizó un grupo de isleños
para buscar en las cavernas y lugares ocultos, artículos de valor histórico y
artísticos para comercializarlos en Papeete. Junto con esto, empleó a diestros
isleños para reproducir objetos en madera y piedra copiados de piezas antiguas,
las que vendía a los buques de paso por la isla1. De esta manera, se inició la
reproducción masiva, con fines comerciales, de las artes manuales de Rapa Nui,
basadas fundamentalmente en el tallado en madera y piedra volcánica.

En 1955, la llamada Expedición Noruega, encabezada por el famoso explorador


noruego Thor Heyerdahl, revive nuevamente el interés local por la búsqueda de
objetos y piezas antiguas. Heyerdahl se hace de una importante colección, pero
los isleños, más hábiles aún, sabiendo el valor ancestral de las piezas originales,
las reproducen e intercambian, dándoles un aspecto envejecido para simular su
origen antiguo.

A fines de 1960, con la apertura de la isla al mundo a través del arribo de los
vuelos comerciales, la creación de artesanías adquirió un carácter más
internacional, masificándose la confección de tallados y ampliándose el uso de
materias primas de origen vegetal y marino. Cabe destacar la influencia tahitiana
durante este período, la cual se produjo mediante el contacto mantenido por
algunos Rapa Nui con Tahiti, quienes junto con llevar a Isla de Pascua objetos
confeccionados en fibra como sombreros, carteras, bolsos, esteras y collares
elaborados con caracoles marinos, importaron una nueva visión comercial de las
manualidades y técnicas de elaboración.
Actualmente, existe una variada gama de productos artesanales dispuestos para
la venta a turistas y otros interesados. A continuación, reseñamos las principales
materias primas usadas en el presente y los nombres respectivos de los objetos y
piezas elaboradas:

Artesanías en piedra (maea)

Comprenden tallados elaborados con rocas locales, con la misma maestría de


antaño, de diversos coloridos y texturas. Muchos de los tallados consisten en
réplicas a escala de moai y tocados de moai (pukao) en diferentes tamaños.
Además se elaboran variadas piezas que representan animales marinos,
petroglifos, anzuelos y figuras basadas en la mitología local.
Es importante hacer notar que la artesanía en vidrio volcánico (obsidiana) ha
renovado la oferta artesanal local. Inspirándose en una de las más importantes
tradiciones del tallado antiguo, hoy se producen réplicas de puntas de lanza
(mata’a) y distintos artefactos e instrumentos de gran atractivo para los turistas.

Artesanías en materia prima de origen vegetal

Partiremos primero con las artesanías de madera. Originalmente elaboradas en


árboles nativos de la isla como el toromiro (Sophora toromiro), especie
desaparecida en su estado natural, y el mako’i (Thespesia populnea), han dado
paso a diversas especies introducidas recientemente en la isla como miro tahiti
(Melia azederach) y miro pupu (Acacia macracantha), con las que hoy se talla la
mayoría de los objetos en madera. Dependiendo de la excelencia del tallador,
estas piezas pueden alcanzar interesantes valores comerciales. Destaca dentro de
la artesanía en madera los siguientes tipos de moai: kava kava, pakeopâ (símil del
Moai Hoa Hakanana’ia, actualmente en el Museo Británico), piro piro (símil del
moai más grande de la cantera de Rano Raraku), pa'a pa'a; así como tablillas con
escritura antigua (kohau rongorongo), pectorales (reimiro) y bastones de mando
(ao), entre otros.

Por su parte, las fibras vegetales en Rapa Nui se han utilizado desde tiempos
ancestrales, principalmente para la elaboración de vestuario ritual y cotidiano,
confecciones de uso doméstico y para las artes de pesca. En la actualidad, se
usan solamente como fuente de materia prima las especies mahute (Broussonetia
papyriphera), corteza de plátano (kakaka), totora (Scirpus californicus) y hojas de
palmera (Cocos nucifera). Las piezas que se elaboran con estos y otros materiales
más escasos son trajes, esteras, bolsos, sombreros, coronas y cuerdas. Además,
en las últimas décadas, se ha desarrollado la pintura sobre fibra de mahute,
rescatando una antigua práctica de pintado vinculada con el tatuaje corporal
(takona).

Finalmente, las semillas y flores provenientes de variados arbustos y árboles son


muy utilizadas para la confección de collares, sirviendo tanto para recibir o
despedir respectivamente a turistas en el Aeropuerto Internacional de Mataveri.
Artesanías en materia prima de origen animal

En la antigüedad, los Rapa Nui contaron con una escasa diversidad de piezas
elaboradas a partir de huesos, siendo las más importantes anzuelos utilitarios y
rituales llamados mangai, así como pequeños arpones y agujas. Hoy día se
vuelven a reproducir estos objetos para su venta, pero ampliándose los diseños,
siendo posible encontrar, por ejemplo, una rica variedad de anzuelos de hueso
que se combinan con otros elementos y materias primas para darle un mayor
realce y valor a la pieza final.

Mención especial merecen las plumas, con las que se confeccionan elaborados
tocados, trajes y ornamentos en general. Estos presentan una gran demanda
comercial, alcanzando altos valores, dependiendo de la calidad de manufactura,
materiales y el prestigio de la artesana.

Artesanías en materia prima de origen marino

Del mar se obtiene principalmente conchitas y caracoles, tales como pure, tomató;
y los pipi: uri uri, anakena, tea tea, recursos usados corrientemente en la
confección de collares y como adornos en los trajes típicos. Estos se combinan
con fibras, plumas, y madera. Debido a la escasez de algunas de estas especies,
se ha empezado a combinarlas con otros caracoles traídos principalmente desde
Polinesia, renovando los diseños. Los collares son ofrecidos en las despedidas de
turistas, familiares o amigos como testimonio de afecto y recuerdo. Destacan los
medallones de pure uri uri, los hakarava, y múltiples combinaciones de conchitas
con plumas, vértebras de pescado, por citar algunas.

Otras alternativas artesanales

En la isla coexisten otras alternativas que pueden ser catalogadas como


expresiones artesanales. El actual estampado sobre telas lleva en la Isla poco
más de veinticinco años y representa una de las principales fuentes de ingreso
para el comercio y artesanos locales. Sus diseños se inspiran y replican
principalmente el patrimonio arqueológico isleño y se incorporan a poleras, pareos,
bolsos, pañuelos. Igualmente, la presencia de orfebrería ha crecido en el último
tiempo, pero es de manufactura continental.

Conclusiones

Existen artesanías que están ligadas a familias y género, existiendo un traspaso


generacional de los conocimientos y habilidades manuales. Por ejemplo, el tallado
es ejecutado principalmente por hombres, aunque también las mujeres han
comenzado a hacerlo. En cambio, toda la producción en materias primas de origen
vegetal y plumas es ejecutada por las mujeres. En ambos casos, resalta la
maestría en la elaboración, con una gran calidad en cada una de las piezas
obtenidas.
Finalmente, en el último tiempo y como una manera de diversificar los productos
ofrecidos, ha comenzado proliferar la artesanía de origen foráneo y no tradicional.
Ésta compite con las artesanías isleñas, tanto en costos, calidad y tiempo de
elaboración, distorsionando la imagen y expectativas que el turista espera
encontrar y llevarse como souvenir. Asimismo, puede amenazar la continuidad de
las prácticas manuales tradicionales de la cultura Rapa Nui.

Tanto artesanas y artesanos Rapa Nui están conscientes de este fenómeno, y


existe el convencimiento de mantener los cánones tradicionales de manufactura y
el uso de materias primas originales. Igualmente, se debe respetar la adopción de
otros materiales foráneos; pero siempre respetando el principio de autenticidad y
apego a las tradiciones manuales, que son reconocidas como tales en todo el
mundo.

1
Routledge,1919.
Colecciones de Oceanía y Rapa Nui en el
Museo Nacional de Historia Natural de Santiago

MIGUEL Á. AZÓCAR
ELIANA DURÁN
CLAUDIO GÓMEZ

Breves antecedentes del Museo Nacional de Historia Natural

El siglo XIX fue una época de florecimiento de la ciencia, del conocimiento y la


clasificación de las distintas áreas del saber. El Gobierno de Chile no fue
indiferente a este desarrollo científico, por ello contrató en 1830 a Claudio Gay,
naturalista francés y ex profesor de ciencias naturales del Colegio de Santiago.
Gay fue contratado para realizar un profundo estudio sobre el territorio y la
naturaleza de nuestro país, y para formar, con los especímenes recolectados en el
transcurso de sus investigaciones, un Gabinete de Ciencias Naturales. Estas
tareas llevan a Gay a dar origen al actual Museo Nacional de Historia Natural,
siendo su fundador y primer director (1830-1842).

El interés por el estudio de los grupos humanos y su cultura material se encuentra


en los orígenes del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN). Los primeros
naturalistas de este Museo, como científicos universales, dedicaron su tiempo no
sólo al estudio de la flora y la fauna, sino que estimulados por la presencia de
comunidades aborígenes pusieron su empeño en rescatar también el pasado
nacional.

Luego del regreso de Claudio Gay a Francia, asume la Dirección del Museo el
naturalista de origen germano Rodulfo A. Philippi (1853-1897), iniciando una
expansión de la labor científica que significó un considerable aumento de las
colecciones, reduciendo el espacio disponible en el local que ocupaba el Museo
en un edificio de calle Compañía. Tan crítica era la situación, que en 1861, cuando
don José Tomás Urmeneta donó una importante colección de objetos de Oceanía,
éstos debieron ser ubicados en el edificio de los antiguos Presidentes, conocido
popularmente como edificio de las Cajas, emplazado en el sitio en el que hoy se
encuentra el Correo Central. Luego en 1868 fueron trasladados a un salón del
nuevo edificio de la Universidad de Chile.

En 1876, el Museo Nacional comenzó su traslado al edificio construido para la


Exposición Internacional de 1875 en el Parque Quinta Normal, en donde quedó
instalado a fines de 1877, siendo su sede tradicional desde entonces.

Con el devenir del tiempo y la rigurosidad de su trabajo científico y museográfico,


el Museo Nacional fue adquiriendo notoriedad en el extranjero, comenzando un
rápido incremento de sus colecciones gracias a sus propias investigaciones y a un
aumento de las propuestas de canje por parte de museos extranjeros.
Actualmente, la misión del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) es generar
conocimiento y promover la valoración del patrimonio natural y cultural de Chile,
para fomentar y fortalecer su comprensión en la sociedad. Para ello dispone de un
equipo de profesionales, técnicos y personal especializado que se aboca al
diseño, implementación y evaluación de las acciones científicas o curatoriales,
educacionales, de difusión y extensión, propias de una organización cultural y
patrimonial de alcance nacional.

La Colección de Oceanía

El Museo Nacional comenzó a formar sus colecciones de Oceanía desde


mediados del siglo XIX, con diversos objetos donados por personas naturales a la
institución. Entre estas piezas, cabe destacar una azuela1 con mango de madera
ricamente tallada, proveniente del Archipiélago de la Sociedad, donada por el Sr.
William Hale en 1844, debido a que es la primera pieza de Oceanía registrada en
los Libros de Inventario del MNHN.

Otras personas que contribuyeron con piezas de origen oceánico fueron: don
Francisco Echaurren, don Carlos Sanfurgo y don Vyville Thompson, por nombrar
algunos.

No obstante lo anterior, se debe hacer especial mención a la donación que realizó


José Tomás Urmeneta hacia 1861. Este destacado empresario minero había
realizado en 1859 un viaje de placer a Oceanía, arribando a Tahiti, en donde
según las crónicas de la época, se relacionó con la Reina Pomaré IV, quien
gobernó dicha isla entre 1827 y 1877. De este viaje, Urmeneta trajo hermosas
piezas, incluyendo un taburete atribuido a la mencionada Reina y una
embarcación tahitiana a escala. Con esta donación, la colección de Oceanía del
MNHN experimentó un considerable aumento.

Otro grupo de objetos proviene de un canje efectuado con el Museo Real de


Etnografía de Leyden, Holanda, el que se habría efectuado hacia fines del siglo
XIX, cuando Rodulfo A. Philippi era director del MNHN. De esta adquisición
podemos mencionar lanzas, dardos, arcos, pitos de bambú y mazas, entre otras
piezas, procedentes de Nueva Caledonia, Nueva Guinea y Australia.

En el año 1966, siendo directora del MNHN la Dra. Grete Mostny, mediante el
Decreto Nº 3290 de abril de ese año, se concretó un canje con el Museum and
Laboratories of Ethnic Arts and Technology, perteneciente a Universidad de
California, Los Angeles2. Mediante este canje se obtuvieron importantes piezas
tales como máscaras y escudos rituales, pinturas sobre espatas3, postes
ceremoniales antropomorfos, tambores y otros, procedentes de Papúa Nueva
Guinea, Australia y otras islas de Melanesia.
Historia de la Colección de Rapa Nui

A fines del siglo XIX y durante buena parte del siglo XX, las colecciones del Museo
Nacional de Historia Natural se incrementaron gracias a los variados intereses de
los científicos de la época y a los aportes realizados por personas privadas,
quienes entregaron en vida o por herencia, sus colecciones al Museo. Del mismo
modo, el MNHN aprovechó las oportunidades de adquisición que se presentaban
en misiones oficiales del Estado de Chile, especialmente diplomáticas o de las
Fuerzas Armadas.

La Colección de Rapa Nui que posee el Museo Nacional de Historia Natural no


escapó a lo anterior, formándose e incrementándose por esas tres vías.

Podemos afirmar que esta colección se inicia en 1870 con las valiosas piezas
reunidas en Isla de Pascua por Don Ignacio Luis Gana, Capitán de la Armada de
Chile. A este oficial, siendo Director de la Escuela de Aprendices de Marineros, se
le comisionó para que viajase a realizar el levantamiento topográfico de la isla y
levantar planos de las costas que visitara la corbeta O’Higgins, la cual, al mando
del Comandante José Anacleto Goñi, realizaba un viaje de instrucción para
cadetes y marineros a Isla de Pascua.

Zarpando desde Valparaíso a principios de enero de 1870, la O’Higgins llegó a


Rapa Nui el 22 de dicho mes, permaneciendo allí siete días, durante los cuales el
Capitán Gana, junto con realizar mapas y registros topográficos, los que dio a
conocer en la Memoria de Marina presentada al Congreso Nacional en 1870, tuvo
la iniciativa e interés de adquirir una serie de objetos para el Museo Nacional.

Si bien no se han encontrado documentos o registros oficiales de la adquisición de


los objetos, ni de cómo se procedió con su entrega al Museo, se sabe por los
Libros de Registro de este mismo y el estudio que hizo de ellas el Dr. Rodulfo A.
Philippi en 1873 y 1875, que en 1870 fueron entregadas a la institución las dos
tablillas y posteriormente, en una fecha no precisada pero antes de 1875, el
bastón rongorongo.

Es interesante acotar que, según J. Pack Harrison, el Sr. Lamprey de la Real


Sociedad Geográfica le comunicó que después de la visita del barco británico
Topaze en 1863, misioneros franceses habían descubierto tres tabletas de madera
en casas donde residían antiguos jefes de Isla de Pascua, dos de las cuales
fueron entregadas al comandante de la corbeta O’Higgins para ser depositadas en
el Museo Nacional de Santiago.

Es importante recordar que cuando la corbeta O’Higgins visitó Isla de Pascua, ésta
no estaba adscrita a ningún estado-nación de la época, ya que Chile tomó
posesión de ella recién en 1888. El acto de coleccionismo de Gana, por tanto, fue
en su momento uno más de los muchos otros realizados por expediciones
navales, de balleneros y cazadores de focas, misioneros católicos y otros viajeros
que llevaron objetos desde Rapa Nui a distintos países, especialmente de
Norteamérica y Europa.

Con el paso del tiempo, el aporte del Capitán Ignacio Luis Gana cobró especial
relevancia por la singularidad y calidad de los objetos colectados, lo cual era
común en esa época, ya que mientras más exótico o raro pareciera algún objeto,
más atractiva era su adquisición. Entre las piezas más destacadas de esta
colección figuran dos tablillas parlantes (kohau rongorongo), un pectoral de
madera (reimiro), un moai de basalto, distintas figuras de madera (moai kavakava,
moai pa’a pa´a y moai tangata), una concha de caracol de madera (pure),
escultura antropomorfa de piedra y cabeza antropomorfa de piedra, ambas con
dibujos incisos, una red (kupenga), un sedal de pelo (hiri ó taúra), puntas de
proyectil (mata’a) y el bastón rongorongo, pieza única en el mundo.

Otro aporte a la Colección Rapa Nui es el realizado por el Reverendo Padre


Sebastián Englert en los años 1937, 1938 y 1948, y que comprende una tablilla
rongorongo, conocida como la tablilla del Poike, numerosas puntas de proyectil
(mata’a), una docena de azuelas de piedra (toki) y un petroglifo, entre otras
piezas.

En febrero de 1955 la Dra. Grete Mostny, en ese momento Jefa de la Sección


Antropología, y posteriormente Directora del Museo, realizó un viaje institucional
en el cual adquiere variados objetos, tales como sombreros de fibra vegetal,
objetos de plumas, de conchas y otros en madera, destacando algunos realizados
por los artesanos isleños Viviana Veri Veri, Gabriel y Marcial Tuki.

En 1969 y 1970 se recibió el material arqueológico y bioantropológico proveniente


de las excavaciones realizadas por el arqueólogo norteamericano Carlyle Smith,
miembro de la Expedición Noruega dirigida por Thor Heyerdahl en 1955 y 1956, la
cual realizó excavaciones en varios sectores de Isla de Pascua.

A las colecciones ya mencionadas se deben sumar las piezas aisladas o


pequeñas colecciones de objetos comunes entregadas al Museo por el historiador
José Toribio Medina, el botánico Marcial Espinosa, el entonces director del MNHN
Humberto Fuenzalida, el arqueólogo norteamericano William Mulloy, Alfredo
Sánchez, Manuel Tapia, Francisco Suárez, Sergio Bórquez, Max Puelma y
Angélica Sainz, entre otros. También debemos mencionar un moai de piedra
traído por la Misión Científica Chilena en 1911, proveniente de las cercanías de
Hanga Roa.

Por Resolución Nº 137 del 8 de mayo de 1995 del Consejo de Monumentos


Nacionales, fue traspasada al Museo Nacional de Historia Natural la Colección de
Isla de Pascua del Museo Histórico Nacional, la que cuenta con bastones
ceremoniales, diademas de plumas, figuras (moai) de madera y de piedra,
anzuelos de piedra y de hueso, simples y compuestos, bolsas y telas de fibra
vegetal, agujas para tatuaje y otros. Estas piezas forman parte de colecciones
donadas por el Padre Bienvenido de Estella y el Sr. Juan Marín Balmaceda, entre
otros. Cabe destacar en este traspaso, el moai de basalto vesicular4 traído en
1921, por el Buque Escuela General Baquedano de la Armada de Chile.

A 179 años de su fundación, el Museo Nacional de Historia Natural ha logrado


reunir valiosas colecciones tanto de origen natural como cultural, entre éstas
últimas las de Rapa Nui y Oceanía. Y hoy, siendo fiel a su misión institucional de
generar conocimiento y promover la valoración del patrimonio natural y cultural de
Chile, las presenta en conjunto en esta exposición, como una mirada que nos
permita comprender el desarrollo de estas sociedades del Pacífico.

1
Azuela: tipo de hacha de mango corto y en ángulo agudo con respecto a la hoja, que sirve para
trabajar la madera.
2
Actualmente denominado “Museo Fowler de Historia Cultural de la Universidad de California, Los
Angeles” (UCLA Fowler Museum of Cultural History).
3
Espata: Hoja de color, que protege a las flores y atraen a los insectos. Acompaña a la flor,
sustituyendo a los pétalos.
4
Vesicular: tipo de basalto caracterizado por la presencia de huecos o burbujas dejadas por el gas
volcánico al salir de la lava.

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