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MUERTA
Still Life
de DEVIZE
Descargos de la autora:
Descargo de responsabilidad:
Cerré los ojos a las lágrimas y el dolor y pensé en ella. Su sonrisa, la luz en sus
ojos cuando reía, su voz; las conversaciones que tenemos que parecen durar horas,
pero nunca parecen durar lo suficiente para decir lo que realmente quiero decir.
Me preguntaba sobre ella, como siempre hacía. Sabía que vivía con sus
padres, situación con la que no era feliz. Sabía que estaba dedicada a su trabajo y 4
aquellos que tenían el privilegio de disfrutar de sus servicios. ¿La conozco? ¿Cómo lo
dijo? Recordando:
Hubo una pequeña pausa, con los ojos bajos, parecía a todos los efectos una
heroína de Jane Austen en vaqueros y zapatillas de deporte, se aclaró la garganta y,
en voz baja, dijo:
Flexioné mis dedos, sintiendo a sangre bombear a través de mis venas como
un tambor. Podía sentirlo contra mi piel. Deseé poder sentirla contra mi piel.
NATURALEZA MUERTA de DEVIZE
—Tienes una imaginación increíble, Gracie —me dijo una vez—. Deberías
usarla. —Y lo había intentado. Un solo dedo tocando en un teclado del ordenador, mis
pensamientos superando las palabras de la página, hasta que me frustraba y quería
tirar el ordenador estúpido por la ventana. Pero no podía. Lo cual era incluso más
frustrante.
Pero ahora mis pensamientos podían correr todo lo que querían. ¿Me sentí
oscura? En algún lugar oscuro y sin esperanza. Cerré los ojos.
Con los ojos cerrados, el goteo se hizo más lúcido, como si pudiera oír líquido
deslizándose sobre una superficie sólida antes de que cayera. Condensación en una
pared de una celda; el dulce olor a piedra enmohecida que se había convertido tanto
en el aire que respiraba, que ahora apenas lo percibía. Mi cuerpo atado, los brazos y
las piernas anudados al suelo, mi cara presionada a la tierra húmeda, combinándose 5
con el sudor para embarrar mi piel.
Vino por la noche. Supongo que era la noche; la oscuridad era constante. Sólo
la lenta disminución de la humanidad en el silencioso chirrido de las cigarras, sugería
que el sol se había puesto. Y ella salió de ese silencio. La leve pisada de un pie, que
no parecía más que el girar del polvo. Pero lo oía, siempre. La pausa... insegura... En
la oscuridad la imaginaba como un fauno frágil, desconfiado del cazador, su miedo
parecía ondular el aire.
NATURALEZA MUERTA de DEVIZE
»Lo siento… lo siento. —Sus manos sobre mi cara, otro beso, mi boca
arrastrándose sobre su piel—. Esto está mal. Mi gente... no somos así. No todos
somos así. —Su cuerpo se sacudió por encima—. Por favor, créeme.
—No puedo.
—Por favor.
—No me preguntes.
»No me preguntes, —o eso parecía. Y luego una noche, hubo una pausa en
lugar de sus palabras. Sentí el suave cosquilleo de su aliento en mi piel mientras se
inclinaba de nuevo sobre mí.
NATURALEZA MUERTA de DEVIZE
»Margareta.
»¿Me liberas?
—No debería.
—¿Mis manos?
Podía sentir el cuchillo resbalando contra las cuerdas como si la hoja cortara
mi piel. Sentí un líquido húmedo y caliente filtrándose en la palma de mí mano. No
sentí dolor, era poco más que una suave conciencia comparada con las palizas que
había sufrido.
Era extraño que, con mi cuerpo superior libre, permanecí en el suelo, mis
músculos no estaban acostumbrados a cualquier otra posición. Fue Margareta quien
me levantó, su torso presionando contra el mío, y aunque parecía que no podía sentir,
no podía moverme, sentí cada centímetro de ella contra mí, sus propios tendones se
flexionaron mientras me puso erguida.
—Lo siento.
Agarró mí mano.
—Esa sangre es fresca. ¿Te he hecho daño? —Su angustia me dolía por
dentro.
Y al oír mis palabras, se llevó mi muñeca a sus labios, como si su beso pudiera
sanar la herida, y mi cuerpo se llenó de necesidad.
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»¿Margareta? —No sabía lo que iba a decir, sólo su nombre se había formado
en mi mente, pero su boca detuvo la mía con su contacto. Firme y persistente, y más
dulce que el agua. Podía saborear el extraño sabor de mi sangre en sus labios. Su
beso fue elocuente, y tan extraño y hermoso como su voz para mí. Cuando nos
separamos, me quedé sin aliento por el asombro y florecí con el roce rápido de sus
pechos contra mí mientras ella luchaba por respirar.
Por un momento, daba igual dónde estábamos, todo lo que importaba era
Margareta: su presencia, su beso, esos sentimientos que corrían por mis venas.
Cuando comencé: 9
»Me llamo...
—Sé quién eres —dijo su boca una vez más casi tocando mi oreja—. Dicen que
eres la hija de nuestro enemigo, que te mantendrá aquí hasta que tu gente se rinda a
nosotros.
—¿Entonces?
—Entonces moriré aquí. —Mis labios, ásperos y secos, rozaron los suyos
mientras hablaba.
—No dejaré que eso pase. —Y me besó de nuevo, sus dedos en mis hombros,
mi cuello, mi espalda. En el negro de la noche, modelé su cuerpo con mis manos,
sintiendo su forma. Era más pequeña que yo, delgada, pero con un poder intenso que
parecía estremecerse al tocarla. Un mechón de cabello se movió bajo mi tacto, era
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largo, suelto y suave. Traté de imaginarla en mi cabeza: mechones tan brillantes como
la luz de la luna, su forma esbelta y pálida en esta sombría celda. Y ahora mi propia
figura, rota, sucia y maloliente, una cosa asquerosa manoseando su belleza.
—¿Por qué? —Me separé, cayendo hacia atrás en mi propia fuerza, tirando de
las cuerdas alrededor de mis pies todavía atados—. ¿Por qué me estás ayudando?
Hizo una pausa, sorprendida por la repentina y vil amargura de mi voz. Se echó
hacia atrás. Casi podía verla alisando las líneas de su falda a lo largo de su regazo.
Podía oírla eligiendo sus palabras.
Su voz, por el contrario, era suave. Habló como si todavía me susurrara al oído.
—Vi cómo te traían. Eras hermosa, fuerte, una guerrera y tenían miedo de ti.
Mi hermano te golpea porque se avergüenza de su propio miedo.
10
—¿Me ayudas a llegar a tu hermano?
—Gracias a ti —susurré.
Debido a ella. En todo caso. Eso es lo que yo quería. Ser hermosa para ella,
pero ¿cómo podía ser hermosa así?
—Debo irme.
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Se levantó, su presencia repentinamente se elevó sobre mí en la oscuridad. Se
sentía bien estar de rodillas delante de ella, su devota conversa. Y luego se fue. Por
unos momentos, la habitación resonó con el sonido de mi propia respiración solitaria,
preguntándome si lo había imaginado, preguntándome si seguía presionada al suelo,
soñando con una diosa llamada Margareta.
Hasta que la sentí de nuevo. Tomó mis manos, besó cada palma, luego las ató,
con cuidado, sin apretar, limpiando la sangre coagulada a través de las cuerdas. Me
acosté, hundiéndome en el lodazal familiar de suciedad y angustia, sintiendo ya los
abusos de la mañana por venir. Hubo un crujido de cuerda cuando me ató a las cintas
ocultas del suelo, y otra vez era una prisionera. Pero ella seguía allí. Besó mi mejilla,
como si supiera que las lágrimas estaban allí, y susurró:
Y me dejó.
Al día siguiente, cerré los ojos y pensé en ella: su tacto, su sabor, su sonido. Y
sentí el primer aliento de libertad. Por primera desde que tengo memoria, pude
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imaginar una chispa de futuro. Sólo una vez entraron los hombres. Observé sus pies
con sandalias en línea con mi cara, levantando tierra. Me salvé de una paliza ese día.
Pero me mantuve tensa, fingiendo que mis ataduras estaban apretadas contra mi piel.
Había una urgencia en ella esta noche, sus manos tropezando con mis
ataduras, su respiración caliente y urgente contra mi cuerpo. Finalmente, hubo
palabras:
»Puedo sacarte.
Esas palabras eran fuego. Mis miembros rígidos protestaron, pero luché, y
mientras cortaba las cuerdas de mis tobillos, me levanté. Mis piernas gritaron, mis 12
rodillas se doblaron y me estrellé contra el suelo. Por primera vez me di cuenta de lo
mucho que mis captores me habían sostenido cuando estaba en posición vertical, mi
peso sobre ellos, mi vida en sus manos. Ahora lo era si no podía dejar el suelo de
tierra por mi cuenta.
»Déjame ayudarte. —Podía sentir sus manos sobre mí, levantándome. Podía
sentir la desesperación en su piel, como si me estuviera deseando. De nuevo, me
esforcé, sintiendo que los músculos dormidos se despertaban abruptamente, y estaba
de pie, temblando y dolorida. Pero me abrazó, rodeándome con los brazos, y me
maravillé de su pequeño cuerpo al lado del mío, y que, de las dos, ella era la más
fuerte. Brevemente, se acercó, el fantasma de su rostro debajo del mío, y me besó,
un beso decidido y prometedor que contaba historias de mucho más. Y luego se
separó, y casi me llevó hacia la libertad.
Diablos, no podía pensar en una manera de sacarme de aquí. Giré los hombros
todo lo que pude, con la esperanza que la acción fuera más cómoda.
No.
Sólo quería salir de aquí, y preferiblemente, del infierno de mi vida. Pero quería
llevarla conmigo.
A un lugar totalmente diferente. ¿El sonido del agua? Cerré los ojos y deseé.
—¿Qué clase?
—Square rigger1.
—¿Potencia de fuego?
Él no esperó.
2 Miracle: Milagro.
3 Whitefaced: Cara blanca.
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Mercancías, oro, licores… bien podrían haber terminado en el fondo del mar,
de repente todo lo que importaba era esa mujer. Y el hecho de que, en el tumulto, no
podía oír los pasos detrás de ella, nunca se dio cuenta de su propio peligro mientras
trataba de ayudar a sus compañeros de viaje. Pude ver a Bill O'Hara deslizar un brazo
alrededor de su cintura, otro alrededor de su boca y susurrar algo en su oído.
No bajo mí mando.
Salté bajando hasta la cubierta inferior, encontré un cabo suelto cortado del
palo mayor y me abrí paso hacia la cubierta, chocando contra Bill O'Hara cuando
aterricé. Agarré la mano de la mujer cuando Bill cayó y la atraje hacia mí. La tuve a
bordo del Miracle antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando. 15
Luchó, gritó, usó un lenguaje que una dama de su clase no debería haber
conocido, y no sirvió de nada. Con nuestra carga a bordo, dejamos suelta al Lady
Josephine y escapamos, con mi dama todavía a bordo.
Toqué mi tricornio.
Lo que sólo enfureció aún más a la señorita Fitzhugh aún más enojada. Me
preguntaba si iba a estampar su pie con sus tacones, y de ser así, si iba a dañar mi
cubierta. Si lo hacía, lo pagaría muy caro… o al menos lo haría el señor Fitzhugh de
Liverpool.
El diablo y el profundo mar azul. Echó una última mirada a mis compañeros a
bordo del Miracle, el guiño, el gesticular, y me siguió. Aunque se levantó sus faldas
mientras caminaba y no quiso tomar mi brazo.
—Mis hombres no matan a menos que no tengan elección —le dije en voz
baja—. Me imagino que, en este momento, su acompañante está segura a bordo del
Lady Josephine, probablemente ya olvidando su zambullida poco elegante para
esconderse bajo el barco y, sin duda, dando los últimos toques a una historia de
intento de rescate y desesperación de última hora como piratas sanguinarios robaron
su carga de delante de sus narices. Me pregunto cómo me describirá.
—Me divierte.
Sonreí.
Se quedó boquiabierta.
—De hecho —terminé—, esto es una mascarada bastante útil, ¿no cree,
señorita Fitzhugh?
—Bueno, me han llamado unas cuantas cosas, pero nunca virgen bendita. —
19
Me levanté y me equilibré para tenderle una mano.
Es extraño que hasta las damas más nobles parecen ser capaces de relajarse
una vez que se dan cuenta de que el malvado pirata no es más que una mujer; como
si el pantalón, la espada, la pata de palo se sustituyen mágicamente por un vestido,
un abanico y un repentino aleteo de modales. Como si ahora estuvieran a salvo; Dios
bendiga su dulce ingenuidad.
Hizo caso omiso de mi mano ofrecida y se levantó del suelo, mientras luchaba
con inclinación desconocida y aterradora de apartar mis ojos de la vista de la
pantorrilla bien formada que mostraba involuntariamente. Se sentó de nuevo,
echándome unas miradas de soslayo y me encontré haciendo lo mismo, tomando
miradas saboreando sus largos y suaves dedos mientras enderezaban sus faldas; el
giro de su nariz, el brillo dorado de su pelo.
—Me voy a casar una vez que llegue a Barbados —dijo y miró hacia otro lado.
Era una declaración sin alegría ni expectativa. Creo que estaba esperando alguna
respuesta impertinente, porque hizo una pausa, me miró. Pero mantuve la boca
cerrada. Aprecié su honestidad, me sentí honrada por su confianza.
—Entonces hay que hacer todo lo posible para reunirla con su prometido —
respondí.
Lo pensé por un momento. Ella valía una fortuna en potencia, con un padre
comerciante y un novio comerciante a quien acudir para pedir rescate. Pero ya estaba
empezando a darme cuenta, nadie podía pagar el rescate de Margaret Fitzhugh,
porque Margaret Fitzhugh no tenía precio.
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Finalmente dije:
—¿Y si no pagan?
El viento cortante contra mi piel; pelo suelto tirado hacia atrás por la ráfaga de
aire. La vibración del movimiento entre mis muslos. La carretera una cinta que
serpentea delante de mí. Podíamos ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa. Podía
sentir su cuerpo caliente contra mi espalda, sus brazos alrededor de mí, agarrándome
con fuerza, pero su risa, casi ahogada por el rugido del viento y el motor, sonaba con
alegría en mis oídos.
Demasiado cerca para estar cómoda. Me limpié una lágrima que me hacía
cosquillas por mi mejilla e intenté concentrarme en otra cosa.
Así que cerré los ojos, ignoré el dolor creciente en mi brazo derecho e imaginé.
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Tenía piernas que hicieron la mitad de camino hacia arriba, pero no podía llegar
bien al bingo. Claro, era pequeña, pero estaba perfectamente formada. Una muñeca
de porcelana de tía. Quería protegerla. Quería protegerla mucho.
Ella suspiró, como si ya que estaba aquí, preferiría estar en otro lugar, pero
entonces comenzó a hablar.
—¿Van Linden? ¿Cómo los Van Linden? —¿El millonario Van Linden? ¿Los
Van Linden de la Avenida Hamilton? ¿Los Van Linden que eran dueños de la mayor
parte de la ciudad y estaban comprando rápidamente el resto? El dinero simplemente
entró y acercó una silla.
Sin embargo, había acudido a una agencia de detectives de una mujer, en lugar
de la policía. Demonios, a la policía le encantaría este caso. El propio Comisario Jefe
estaría de rodillas buscando pistas, incluso si eso significaba la caza de un gato
perdido. Aunque, sospecho que la hermosa Greta no había venido a mí para encontrar
Tiddles6. ¿Y qué le estaba ocultando al anciano Van Linden? 24
»Creo que es discreta.
—¿Disculpe?
6Tiddles: También conocido como el gato de la Estación de Paddington, en Londres. Vivió en los aseos de señoras
de la estación entre 1970-1983.
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Hasta que me di cuenta de que esos jarrones Ming estaban a punto de salir de
mi vida.
Al estar tan cerca, tuvo que levantar la mirada hacia mí, dándome un tímido
azul desde debajo del ala. Pero estaba temblando. Sus labios temblaban. Lamí los
míos.
—¿Por qué…? —¿Por qué demonios era mi voz tan ronca? Me aclaré la
garganta y empecé de nuevo—. ¿Por qué necesita usted un marido, señorita Van
Linden?
Abrió su boca y pensé que iba a hablar, pero de repente era como si no pudiera.
Balbuceó:
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Muy bien, así que esa es una manera de conseguir que tome el caso.
Demonios, desearía que cada clienta estuviera tan dispuesta. Por otro lado… estaría
pensando que me había muerto he ido al cielo cada noche y que me despertaba en el
infierno cada mañana.
Y entonces se detuvo, con una pequeña exhalación que hizo temblar mis
rodillas, y permitió que sus manos se deslizaran.
—Lo siento, señorita Langley —dijo sin aliento—. Eso ha sido muy poco
profesional.
Sonreí.
—Oye, muñeca, soy la profesional aquí, y le digo que no hay nada como un
poco de falta de profesionalidad.
Sonrió, se ruborizó, y sentí una ridícula sonrisa dividir mi cara, pero salió de mi
alcance y se sentó en el escritorio… como si no hubiera pasado nada.
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Jesús, esta mujer iba a ser un trabajo duro, y si eso significaba picar piedra, iba
a llevar este caso. Pero… quería un marido…
Y de nuevo, hubo esa pausa. Un suspiro, y cuando habló, su voz era más
oscura que las sombras de la habitación.
—Lo siento.
Ese nombre lo había oído, y no por las columnas de sociedad. Lo había oído
susurrar en las trastiendas de los bares, en las esquinas y callejones. Pero no de esa
forma.
Jimmy era un estafador. Comenzó siendo un pobre niño rico que se encontró
jugando con demasiado dinero y no suficiente talento. Muchos de los tiburones de por
aquí podía oler la sangre rica desde un kilómetro de distancia, y Jimmy pronto se
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encontró tocando fondo. Pero… en lugar de romperle las piernas por el dinero, lo
utilizaron. Se convirtió en el rostro respetable de los negocios de mala reputación “la
fachada” para la gran estafa. De repente una gran cantidad de gente rica,
inexplicablemente, se estaba volviendo más pobre, muchos inocentes se estaban
encontrando sin empleo, expulsados de los hogares y muchos delincuentes estaban
recibiendo abrigos de pieles para sus novias.
Sabía más sobre el cuñado de Greta que ella, y ahora sabía por lo que había
acudido a mí. En parte.
7 Hood: encapuchado.
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—Un marido.
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Ella asintió.
—Lo intentaré. —Sonrió y supe que lo haría por nada. No es que le fuera a
decirlo. Tal vez me gustaría tener el pago en especie.
—Señorita Van Linden, siempre aborda sus negocios con tal… ¿Pasión?
—Si así son las cosas, muñeca —dije contra sus labios—, será mejor que me
llames Grace.
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No quería soñar más. No quería pensar más. Cerré los ojos, contuve la 30
respiración…
—Hola Grace, soy yo. ¿Sabes que tu correo está aquí? —Traté de moverse de
nuevo, pero nuevamente sentí la masa inmóvil de la silla impidiendo el impulso. Bajo
el sofá, tuve una vista del vestíbulo. Pude ver sus pies en las zapatillas de deporte; y
luego apareció una mano por un momento, recogiendo los sobres, los dedos ágiles
deslizándose sobre el papel. Su voz bajó y atrapé—: No me sorprende que no hayas
mirado este lote. Tres facturas y una muestra gratis de detergente de baño.
—No —dije y me llené la boca de alfombra, fibras tirando de mis labios secos.
Puso una mano en mí cara, su pulgar borrando los rastros de lágrimas y saliva,
como si fuera mi madre, mi amigo, mi amante.
—Anoche —murmuré.
—Oh, Dios mío, Gracie, ¿no has estado aquí toda la noche? —Su tono suave
parecía calmar el dolor interior. Bálsamo del cielo, mi dulce Maggie. Su pregunta no
necesitaba respuesta—. ¿Estás herida en alguna parte? —Realmente no podía mover
la cabeza con mi mejilla presionada contra el suelo, pero parecía entender lo que
estaba diciendo.
»Vamos, cariño, vamos a levantarte —dijo. Sentí como sus brazos se deslizan
alrededor de mi cuerpo, debajo de mis axilas, alrededor de mi espalda, con la barbilla
apoyada en mi hombro.
—No tienes nada por qué disculparte. —Sonrió, y me sentí caer en la piscina
profunda de sus ojos, lentamente a la deriva a la suave curva de sus labios. 32
—Maggie —dije. Al menos, pensé que dije, pero mi voz estaba aparentemente
todavía dormida. La sacudí despierta con una tos.
Agachada frente a mí, sus dedos pasando sobre mi brazo izquierdo, llegando
a descansar en el muñón, y por un momento casi podía creer que mi mano estaba
todavía allí, sosteniendo la de ella. Por un momento... entonces su mano bailaba a mi
otro brazo y suavemente empezó a frotar la sensación de nuevo en él.
»Podría ser capaz de repararla, una vez que mi brazo se despierte —continué
dando al miembro inactivo una sacudida—, si pudieras conseguir mi prótesis. —
Infierno, solía reparar mi moto todo el tiempo—. Al menos conseguiría movilidad hasta
que...
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Maggie suspiró.
—Grace…
—Sabes lo que voy a pedir, y sabrás lo voy a conseguir. —Y luego sus manos
y su atención volvieron a mí, descansando de nuevo en mi muñón, enlazándose con
mis dedos recuperándose. Su expresión era seria, pálida de tristeza—. Siento que
esto haya pasado, Grace. Lamento tanto que estabas sola. Odio pensar en ti así toda
la noche. Me siento... me siento como si... —Y su voz se redujo, dejando expectativa
como una estela.
En una lluviosa hace tres años, me rompí la columna vertebral, perdí ambas
piernas, la mano izquierda, mi independencia, casi me pierdo cuando mi moto se
deslizó debajo de un camión. Mi realidad se convirtió en paraplejia. Meses en el
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hospital, operaciones, fisioterapia, un infierno de mucho dolor. Por dentro y por fuera.
Mis amigos se alejaron, los viejos se fueron, los nuevos...una... una que me infunde
como el amanecer infunde oscuridad. Pero no se suponía que fuera mi amiga. Sólo
era mi cuidadora.
¿Sólo...?
No estoy indefensa. Puede que no sea la persona que era hace unos años,
puede que sólo tenga una mano buena, y una garra de prótesis que asusta a los
desprevenidos, puede que no sea capaz de moverme en la misma forma que otras
personas, puede que nunca más sea atractiva; pero todavía tengo mi mente, todavía
tengo mi imaginación. Puede que sea la prisionera en lugar de la pirata, pero todavía
tengo mis sueños.
—Maggie...
—¿Estás bien ahí por el momento? ¿Puedes llegar hasta el baño? Y es mejor 34
que te vuelva a dar un examen rápido. ¿Quieres ponerte en el sofá...?
Todavía estaba en el suelo, apoyada contra el sillón, las ruinas inútiles de mis
piernas, sobresaliendo delante de mí como raíces de los árboles marchitos.
Hizo una pausa, sin mirarme a los ojos. Algo flotaba en sus labios, un
pensamiento como un colibrí, aleteando con vacilación.
—Maggie...
—Pero, ¿y si algo como esto volviera a suceder? El hecho es, que podría
tratarse de algo tan estúpido como una rueda rota que podría causarte daño...
—Maggie...
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»Tal vez no deberías estar sola, Grace. Quizás si no tuvieras una cuidadora,
pero vivieras con alguien que...
La mirada de sus ojos cambió, azul más intenso, un azul revelador. Y, por un 35
momento, supe cuál era el color de la excitación.
—Sé exactamente lo que quieres decir. —Se inclinó hacia delante, me beso,
prolongando el contacto sobre mis labios. Y me sentí viva.
Ella sonrió.
FIN