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Ruedas en el Corazón
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RUEDAS EN
EL CORAZÓN
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CAPITULO 1
Milosh Albescu era un sobreviviente, un sexagenario patriarca de
un clan Kalderech, cuya caravana en la postguerra tenía como
destino las tierras siempre alegres de Andalucía, España, donde
esperaba olvidar el Holocausto y reencontrar la felicidad.
Aquella que lo había acompañado durante casi toda su vida, al
recorrer en inolvidables viajes en carreta, los países de Europa
Central.
Hitler había decidido que los gitanos eran una raza impura, y que
tenían que correr la misma suerte que los judíos, siendo
trasladados Milosh y quienes estaban con él, al temible campo
de concentración de Jasenovac, que era dirigido por el fraile
franciscano Miroslav Filipovic y sus ustachas, cuyo salvajismo
hacía ver como piadosos a los cancerberos de Auschwitz.
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CAPITULO 2
Coraima y Gyula preparaban todo lo necesario para la fuga,
tratando de no despertar sospechas. Ella había separado su
vestido rosa y llevaba siempre su Putsi, una bolsita de seda roja
que se usa como amuleto de buena suerte.
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Sin embargo, el segundo mandato del Kris fue que, una vez
finalizada la celebración de la boda, el clan de los Albescu tenía
dos semanas para marcharse, ya que no habían respetado la
hospitalidad y habían ofendido a Yanko.
Entre Milosh, los hijos, nueras y nietos, eran un total de once los
miembros del Raí. Disponían de tres vagones amplios, pero
necesitaban de otro para emprender la caravana. También
tenían que obtener dos caballos más.
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CAPITULO 3
Mientras los Albescu se preparaban para emprender su camino a
tierras españolas, en Génova, Italia, la familia de Max Bejakar
hacía lo imposible por conseguir pasajes para embarcarse rumbo
a Sudamérica. El puerto era un hervidero de gente de diversas
nacionalidades, que pugnaba por un boleto para escapar de
Europa. Entre ellos, muchos criminales de guerra, que habían
modificado su aspecto, y que con nuevos documentos de
identidad, pretendían emigrar, especialmente a tierras gauchas,
ya que Buenos Aires era en esos años, la capital más europeizada
del continente.
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Los Bejakar eran una de las familias judías más ricas de Zagreb,
con grandes inversiones en el negocio inmobiliario, siendo
dueños también de una tradicional mueblería, famosa por su
perfecta ebanistería. La esposa de Max, Raquel, también era
judía y pertenecía a una familia acaudalada de expertos joyeros
por generaciones.
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Líder croata pro nazi Ante Pavelic Hitler y Ante Pavelic en Berlin
Dido Kvaternik Jefe de la Gestapo Ustacha El argentino pro nazi Juan Perón
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CAPITULO 4
Esconderse en el viento o en los sueños era lo único que
desconectaba a Max de la realidad.
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CAPITULO 5
Retrocediendo en el almanaque sólo unos meses, otra historia se
gestaba en Albania. La joya misteriosa de los Balcanes, la tierra
innumerables veces conquistada, con influencias griegas,
romanas, y especialmente las que dejó el Imperio Otomano, que
islamizó el país (con amplios territorios boscosos, con excepción
de las llanuras frente al Mar Adriático, en la costa central de
país).
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Pal, con la ayuda de su madre que vendió sus pocas joyas y tomó
parte de los ahorros que su padre guardaba en el ático de su
casa, emprendió viaje rumbo a Viena, donde soñaba formar
parte de la Orquesta Sinfónica. Talento no le faltaba, pero eran
épocas difíciles en una Europa dividida por la guerra.
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Pal había logrado tomar el tren rumbo a Zagreb, cuando este fue
interceptado por terroristas ustachas que habían bloqueado el
camino. El pánico se apoderó de los pasajeros mientras eran
obligados a descender en medio de la gélida noche. El fornido
maquinista exigió airadamente una explicación, y recibió como
respuesta una ráfaga de metralla, que congeló aún más a los
espantados pasajeros.
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Por ello decidió viajar por vía terrestre con destino a Milán, ya
que era más económico. Cuando se encontraba en el tren cerca
de Zagreb ocurrió su lamentable captura por los ustacha.
“Salvar la vida,
de una infortunada desconocida,
es un acto de amor.
Salvar cientos de ellas,
una de las lecciones más bellas
de humanidad y valor”
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CAPITULO 6
Hannah era el símbolo del amor y la compasión en Jasenovac.
Ayudaba a cuantos podía, y se había encargado de organizar la
orquesta con la ayuda de Pal Bajko.
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Lo que sí les fue imposible evitar fueron las represalias que los
ustachas tomaron antes de huir con los pocos prisioneros serbios
que aún quedaban.
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CAPITULO 7
La raza aria, la raza nórdica, o la raza del sol fueron diversas
denominaciones usadas por la elite nazi para referirse a su
supremacía racial.
Cuando los nazis decían ser la raza nórdica, era por los países
escandinavos del norte de Europa, donde predominaban los
rubios, y se hablaban lenguas de origen germano.
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CAPITULO 8
No había podido enterrar sus pecados y no iba a poder lograrlo si
no le contaba la historia a sus hijos. Estaba decidido a hacerlo,
pero antes decidió preparar una botella mágica. Consiguió
cabellos de cada uno de ellos y los puso en el interior de esta,
agregando carbón mineral, nueve pétalos de flores silvestres y
esencia de frutos rojas.
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que las batallas sigan sin tocar nuestra granja, y agradezcan que
aún podemos celebrar días como este-
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-Intocables seremos los dos hasta que yo pueda regresar por ti.
Juro que respetaré el valor de esta promesa-
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CAPITULO 9
Aunque estaban acostumbrados a la penumbra, esa noche era
especialmente oscura. Las estrellas no se habían asomado pero
sí la tristeza en el corazón de Sandor, que se marchaba junto con
el clan, dejando una promesa.
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Milosh consideró que era favorable para la caravana que los tres
españoles continuaran junto a ella. Les ofreció vestimenta,
incluyendo los kalches o pantalones anchos gitanos para que no
los identifiquen como soldados, sino como inofensivos miembros
de un clan gitano.
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CAPITULO 10
Las nubes parecían oscuras naves surcando la tarde y entre ellas,
se asomaba el cielo como un mar azul grisáceo que espera
tormenta.
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Así nació la Fiesta del Gallo, también llamada la Fiesta del Niño o
Ihtimya. Todo aquel que tiene un primogénito varón debe matar
a un gallo y verter su sangre por debajo de la puerta.
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Gyula y Sandor querían una flor para sus amadas, y llevados por
la fuerza que manaba de sus pechos como un torrente, nunca
perdieron pie al trepar, hasta conseguir la prueba de su amor.
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CAPITULO 11
El Tirol. La región de ensueño que se extiende adornando
territorio austriaco en el Tirol del norte y del este, e italiano en el
Tirol del sur, con sus valles asemejando obras de arte con el
corazón de los Alpes como marco. Con sus fértiles campos de
labranza y sus riachuelos de aguas transparentes, donde la
pureza del aire se respira hasta limpiar cada alveolo, y el olor de
la naturaleza evoca los mejores tiempos.
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Utilizarían buena parte del dinero que las gitanas del clan habían
ganado en Graz, pero necesitaban de buena comida y
esparcimiento.
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CAPITULO 12
El horizonte reflejaba la firmeza de su mirada. Sus facciones,
duras como roca cincelada, denotaban preocupación. Los
poblados que iban recorriendo estaban casi despoblados y esto
era una señal de mal agüero para Sandor.
Sabía muy bien que se estaba librando una lucha desigual, y del
temperamento de los gulyas que defenderían sus tierras a capa y
espada.
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De esto habían pasado cinco días y era seguro que las tropas
soviéticas seguían el Danubio camino a Budapest, que aún se
defendía. Sonya, dirigiéndose a Sandor, le dijo:
-Tú eres el gitano, pero yo soy la que adivina. Estoy segura que
irás en busca de Nadia y sus hermanos. No dejes que sea sólo la
tristeza quien habite esta granja-
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Sandor soñó esa noche con lo valiosa que hubiera sido la ayuda
del resto del clan. La serenidad de Gyula, el coraje de Coraima,
el poder del Tarot de Devoica, la belleza distractora de Kefa, las
mariposas fosforescentes de Milan, y sobre todo, los cuchillos de
Milosh y Spiro.
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CAPITULO 13
El astro rey brillaba en todo su esplendor como un sol de justicia,
mientras tres nuevos “mosqueteros” avanzaban junto al
Danubio. Rápidamente, Franz les había enseñado a desplazarse
sin hacer ruido y a diferenciar los sonidos característicos de la
región.
Jorska los apaciguó y les ordenó que tomen los caballos y todo
aquello que sea de algún valor. Mientras esto sucedía, Jorska
observaba el cielo estrellado, silbando alegremente.
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CAPITULO 14
Febrero de 1945. Budapest, sitiada y atacada por todos los
frentes, estaba a punto de caer ante el avance del ejército rojo.
Por otro lado, Miguel era el único que tenía experiencia como
soldado, Sandor era el que mejor podía improvisar si se
presentaba una complicación, y Franz, siendo un gulya húngaro,
reconocería fácilmente a sus coterráneos.
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CAPITULO 15
El crepúsculo ya había aceptado el trueque de la luna por el sol, y
la estrellas aparecían como nudos donde se trababan los hilos
luminosos de la enorme red de la noche.
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Lila con lila, tulipán con tulipán. La misma flor en ambas manos
indicaría cual representaría a la pareja. Mirna y Viktor, después
de cinco intentos, coincidieron en sacar rosas blancas de sus
canastas. La flor nacional de Rumania simbolizaría su amor.
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“Si la zanahoria se sirve con vino, actúa como unos de los más
poderosos afrodisiacos”.
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CAPITULO 16
Después de una larga jornada a pie, donde recorrieron unos
veinte kilómetros, cruzaron el vado de un afluente del Danubio y
se detuvieron a descansar, pensando en la posibilidad de utilizar
algún medio de transporte terrestre. Pero la falta de dinero
alejaba esta opción. No tenían ni un penique ni objetos de valor
que pudieran vender, salvo sus piedras gitanas y talismanes.
Lamentablemente, no estaban en el lugar adecuado para
hacerlo.
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-Entonces serán dos los pacientes que irán al Hospital- dijo Yrina
con decisión.
Pese a que había estado fuera de uso por más de un año, el Opel
Olympia respondió de maravilla. Su color perla con una franja
ocre llamaba la atención de los otros conductores, y pese a tener
casi diez años de antigüedad, flotaba en la carretera como un
velero acariciado por la brisa.
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CAPITULO 17
Miguel se entretenía observando a cada uno de los pacientes con
los que compartía la amplia Sala de Hospitalización de Medicina
Interna. Curiosos personajes golpeados por las enfermedades y
por la vida, compartiendo sus miedos y también sus historias.
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Jorska, como no, con sus malas artes había conseguido una
radio, y las noticas del desenlace final de la guerra junto con las
canciones de Carlos Gardel, eran lo único que mantenía la
atención general.
Una noche, Karl y János, junto con otros dos prisioneros, fueron
llevados por milicianos rusos a las afueras del fortín que habían
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CAPITULO 18
En los Hospitales, el frío invariablemente está presente
paseándose por todos los rincones, hasta por los más oscuros e
impenetrables. Llega siempre con rigurosa puntualidad y todos,
tanto enfermos como familiares pueden sentirlo casi con
exactitud. Y no es como el frío climático que puede atenuarse o
esconderse durante meses. Es constante, impostergable y cala
hondo hasta los huesos y el alma.
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Yrina le resumía a Nadia la trama del último libro que había caído
en sus manos, una novela de Margaret Mitchell de poético
nombre “Lo que el Viento se Llevó”. Nadia la escuchaba
ensimismada como si se hubiese transportado a Tara, junto a
Scarlet y Ashley. Con los cabellos sueltos hasta la espalda y sus
deliciosos bucles cayendo sobre su rostro, era también una
belleza de novela. Sandor la miraba deslumbrado y ella le
correspondía con una sonrisa.
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escolares que había perdido, y luego tenía la promesa del hijo del
doctor Fred de ayudarlo a estudiar medicina.
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CAPITULO 19
Meses antes, en el puerto de Génova, Italia, la actividad era
febril. El movimiento portuario, de por sí intenso, se había casi
triplicado. Innumerables familias pugnaban por conseguir un
lugar en los transatlánticos que zarparían con destino a Norte y
Sur América.
Por ello tenía que tomar todas las precauciones del caso, para
proteger su dinero y las joyas que aun conservaban. Raquel, su
esposa, había preparado unas pequeñas bolsas de tela para
guardar el dinero. Cada uno de los miembros de la familia se
colocaría una debajo de la ropa interior, asegurándola con
imperdibles. En estas bolsas cuidadosamente escondidas, sus
valores estarían íntimamente protegidos.
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Cuando Max los vio llegar a primera clase con tan importante
escolta, inmediatamente tuvo un mal presentimiento, como un
sabueso intuyendo lo que escondían.
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CAPITULO 20
Heinrich Himmler, uno de los jerarcas más importantes del
nazismo, era el encargado de la seguridad del partido y del
manejo de los campos de concentración.
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Otro caso fue el de Saturnino Navazo, que fue salvado por sus
dotes como futbolista profesional. Austriacos y alemanes eran
muy aficionados al futbol y apreciaron las habilidades de Navazo,
que había jugado en un importante equipo de Madrid. Para
protegerlo, lo nombraron Ayudante de Cocina, posición que
dentro de un campo de concentración era un verdadero
privilegio.
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CAPITULO 21
Los pasajeros de tercera clase eran en su mayoría sobrevivientes
de la guerra y formaban una gran familia. Por ello, además de la
pobreza, se percibía un ambiente de solidaridad y sinceridad.
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CAPITULO 22
El mar océano, el mar tenebroso o de las tinieblas, fueron
algunos nombres que recibió el Atlántico en el medioevo.
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El Holandés Errante
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CAPITULO 23
A los que habían estado en un campo de concentración, hasta las
modestas instalaciones de tercera clase les parecían
prodigiosamente amobladas. Los camarotes eran pequeños,
pero con todas las comodidades indispensables para resistir la
travesía. No era un crucero de placer, pero los pasajeros hacían
lo posible por hacerlo llevadero.
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CAPITULO 24
La escena del crimen mostraba que la muerte ocurrió en medio
de instantes de agitación. Las tazas rotas, las sábanas en el
suelo, los cadáveres golpeados por la caída.
Romy sabía que su padre transportaba una maleta con dos obras
de arte de un famoso pintor, y también lo que era considerado
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Las hermanas Fromm, que hasta hace unos meses atrás vivían
cómodamente en Berlín, ahora huérfanas, confiaron su dinero y
joyas a un grupo predominantemente judío, que las había
acogido. Romy sabía que el amor de Jacob haría que su
semblante volviera a iluminarse con una sonrisa, y que la
fragancia de la flor del jazmín llenaría nuevamente sus mañanas.
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CAPITULO 25
Terminaba la segunda semana de abril de 1945 cuando Nadia
Kovacs y Sandor Petran, después de haber cruzado el territorio
austriaco sin contratiempos, lograron alcanzar al Clan de los
Albescu, que los esperaba cerca de la frontera con Liechtenstein.
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Treinsenberg
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CAPITULO 26
El traqueteo de los cascos de los caballos sobre la calzada, era
una música monótona resonando en los oídos de los que
conducían los carruajes. Como si esto no fuera ya bastante
tedioso, ese día parecía que el sol nunca iba a declinar. Al
interior de los vagones, las gitanas abanicaban a los niños y se
refrescaban untándose el cuerpo con agua de lavanda.
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Otra, más popular aun, narraba que un oso ayudó al propio San
Gallo a cortar leña para sobrevivir a una gélida noche invernal.
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A Francisco se le fueron los ojos tras una joven de tipo latino, con
el cabello muy negro recogido en un moño. Vestía una malla de
ballet color salmón con escarcha rojo y plata.
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CAPITULO 27
Los labios resquebrajándose por la deshidratación originada por
los vómitos incoercibles. Los párpados cayendo sobre los ojos,
cuyas pupilas dilatadas casi borraban el iris. Las manos y los pies
con la sensación de estar cargando pesadas piedras, como parte
de un cuadro de debilidad generalizada.
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CAPITULO 28
Los gitanos estaban en boca de todo el pueblo de Saint Gall.
Habían sabido ganarse la admiración participando del
espectáculo circense, pero sobre todo, al colaborar atendiendo a
los enfermos durante el fatal brote de botulismo.
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CAPITULO 29
Una invasión de estrellas sobre el Valle del Ródano hacía
recordar el famoso cuadro de Vincent van Gogh. La caravana
seguía el curso del río que daba nombre al valle y que nace en
Suiza, en el macizo de San Gotardo, donde también nace el Rin.
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CAPITULO 30
El sol caía lentamente cambiando de colores, y el cielo tras él, se
ruborizaba intensamente al sentirlo tan cerca.
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Al salir del motel por la puerta trasera, coincidió con Mirella, que
se retiraba luego de finalizar su turno. Eran las cuatro de la
tarde, y la joven mucama avergonzaba al sol con el brillo de su
sonrisa.
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CAPITULO 31
Hacia el final de esa noche, la llovizna caía como rocío sobre sus
labios aún sensibles por los besos recibidos.
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-Así es- le reiteró Luka, -y explicarlo sería una larga historia, por
lo que basta con decirles que llevo viviendo sin obligaciones ni
preocupaciones desde hace poco más de un año. Hasta
entonces mi vida había sido una odisea. Ahora, en cambio,
disfruto de las maravillosas ocurrencias cotidianas que antes no
percibía.
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“Secretos de confesión,
de una adúltera sin conciencia,
no deja al cura más opción,
que compartir penitencia.
Secretos de confesión,
de la que perdió la inocencia,
se expían con devoción,
al repetir la experiencia.
Secretos de confesión,
de una viuda sin decencia,
el perdón y bendición,
si no opone resistencia”
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CAPITULO 32
Los campos de lavanda abarcaban todo el panorama,
suplantando al cielo. Sus colores entre el morado y el lila, de una
belleza casi irreal, hacían que la visión pareciera un espejismo.
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CAPITULO 33
Había ido a la zona rosa a satisfacer lo que su cuerpo le pedía, y
solamente se llevó una sonrisa y un beso en la mejilla.
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-No puedo mentir y negar que también albergo una ilusión y que
haré todo lo posible para ayudar a que me favorezca el destino-
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El arreglo floral, pese a ser pequeño, era tan bello y vistoso que
hasta la misma afrodita se hubiera sentido halagada al recibirlo.
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-Ya veo que el viejo truco de las flores, hasta en un burdel, aun
funciona- le dijo en tono despectivo.
-¿Quién es?-
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CAPITULO 34
Recorrieron las serpenteantes callejuelas hasta dejar atrás el
mísero barrio del que había rescatado a Rosario. Mientras se
acercaban al puerto, la noche se despedía y había señales
inequívocas de que la luna estaba a punto de ser besada por el
sol.
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Sus ojos eran intimidantes, con las cejas muy negras y delgadas,
como flechas apuntando hacia su frente, y los párpados casi
desprovistos de pestañas, como si éstas hubieran sido
consumidas por el fuego de su mirada.
Rosario, con una sola frase, interrumpió lo que parecía iba a ser
una conversación interminable.
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-Marcel, como buen hijo gitano, sabía que una promesa era
sagrada, y que si no se cumplía, quedaría maldito (“Prókleto”). El
funeral y el ritual, incluyendo la exhibición pública del dolor, ya
se había realizado muy de mañana el día anterior. Y esa noche
se celebraba el banquete en honor al muerto o “Pomana”, al cual
hemos sido invitados- terminó Milosh.
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CAPÍTULO 35
Las estrellas curioseaban bajo el techo de la noche, mientras los
Albescu se retiraban del banquete con su preciado obsequio.
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Tan solo unas palabras de su líder bastaron para producir una ola
de entusiasmo general.
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Las visiones que fueron presentándose ante sus ojos eran como
golosinas que endulzaban el alma.
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Luego, le pidió a Milan que consiguiera una cinta roja para ser
atada en el cabello de su hija, y hojas aromáticas de angélica
para protegerla del embrujo.
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Pau era una ciudad pequeña y el doctor Durand, tal como se los
había anticipado Bernard, era más conocido que el Presidente
del Ayuntamiento.
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CAPÍTULO 36
El doctor Durand era un apasionado investigador y estaba
decidido a documentar la evolución clínica de sus pacientes,
sometidos al nuevo tratamiento.
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Aquel mismo día, llegada la noche, todas las parejas del clan se
dirigieron a la plaza principal, donde se llevaba a cabo la fiesta.
La celebración era en honor a dos pilotos gascones, que recién
habían regresado de la guerra.
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CAPÍTULO 37
Después de viajar por varias horas, se detuvieron para estirar las
piernas. Ya habían franqueado el último trayecto del camino
hacia los Pirineos y se encontraban al pie de la gran cordillera
que separa a España del resto de Europa.
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-Este año me quedaré con las ganas de correr con los toros-
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El Paso de Roncesvalles
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CAPÍTULO 38
Eran las seis de la tarde del 5 de Julio de 1945 cuando los
Albescu, desde sus carretas, contemplaban como la vieja
Pamplona los recibía engalanada.
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-La conocí hace cuatro años, cuando ambos estábamos por dejar
la adolescencia. Recuerdo muy bien ese verano. El calor era
infernal y las hormonas incontrolables. Todos los mozalbetes
andábamos alborotados tras las muchachas, y la seguidilla de
fiestas era interminable. La ropa ligera por el clima y la
desinhibición por la alcoholemia invitaban a cometer el único
pecado del cual no nos arrepentimos-
-Y así fue como en una de esas fiestas apareció Isabel. Era una
hermosa morena clara, muy espigada y endiabladamente
coqueta. No puedo negar que, pese a sus disfuerzos y aires de
grandeza, me dejó impactado. Hija de un acaudalado
empresario, vivía en la zona moderna de la ciudad, y sólo visitaba
el barrio antiguo cuando de diversión se trataba- Raúl entrecerró
los ojos por un instante evocando el pasado, y luego prosiguió.
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-Ese día, Isabel se marchó junto con el verano, y así como el sol
se fue, ella tampoco regresó. Después de unos días, me enteré
por comentarios de amigos en común, que se había ido a
estudiar Diseño de Modas a Paris. Tal vez lo ocurrido sólo fue
para ella una travesura juvenil, pero para mí, fue el primer y
hasta ahora único amor- finalizó Raúl.
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-Sé que debe ser muy difícil olvidar a una mujer así, pero tienes
que intentar ponerle otro final a tu historia- le aconsejó.
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CAPÍTULO 39
La explosión del cohete lanzado desde el balcón principal del
Ayuntamiento, fue poca cosa en comparación con los decibeles
que alcanzó el griterío de la multitud. Para decirlo mejor, el
Chupinazo fue seguido de un dinamitazo de júbilo que detonó
simultáneamente en todas las gargantas.
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CAPÍTULO 40
No habían pasado más de veinte minutos desde el momento en
que Sandor, Nadia y los niños se fueron tras los toros, hasta que
Milosh recibió la infausta noticia en la arena.
No se podía perder más tiempo. Por ello Milosh corría por las
calles gritando el nombre de su nieto. La gente lo miraba
extrañada y hasta con temor. Y es que el hombre parecía una
fiera enseñando los dientes.
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Sergio, terco como era, no quiso retirarse sin antes dar una
mirada por las salas y pasillos del nosocomio.
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