Está en la página 1de 97

Módulo 1: ¿Una psicología social?

Desde la tensión individuo sociedad a la


construcción social histórica de la producción de subjetividad
Crespo Suárez, E. (1995). Introducción a la psicología social:

La psicología social como psicología colectiva: La psicología social no tiene un claro momento
fundacional por lo que se constituye a finales del siglo XIX y principios del XX como una ciencia
interesada en el comportamiento colectivo. Este interés se deriva de los acontecimientos
sociales de la época (nacionalismo, colonialismo, revolución industrial, revoluciones
burguesas), las cuales plantean problemas sobre el comportamiento colectivo. Los científicos
sociales del momento creen posible la compresión del orden social mediante el estudio del
comportamiento colectivo. La psicología colectiva tiene dos vertientes o focos de interés: la
psicología de los pueblos y la psicología de las masas. La primera se orienta más a la
elucidación de las posibles características psicológicas de los colectivos, entendidos
habitualmente como unidades estables, bien sean de pueblos o naciones, mientras que la
segunda se interesa por los procesos de transformación de los sujetos individuales cunado
participan en actividades grupales.

La psicología de los pueblos: La psicología de los pueblos es, en la práctica, una psicología
comparativa, histórico-social y cultural. La psicología de los pueblos está íntimamente
vinculada con una tradición de pensamiento para la cual la forma primaria de asociación
humana es la comunidad cultural, en el cual transcurre la formación y educación de la
personalidad individual. La comunidad popular, el pueblo, lo consideraban el grupo social
fundamental. Este pueblo se entiende no de forma abstracta sino como comunidad cultural y
nacional. Es la idea de colectivo, comunidad o pueblo, más que la de sociedad, la que articula
esta psicología que, comprensiblemente, se vincula al estudio del lenguaje o de la lengua. La
lengua se considera como un elemento clave en la conformación del mundo y expresión del
espíritu del pueblo. El lenguaje se constituye como elemento conformador de la psicología
colectiva. Es la lengua nacional, el idioma, la que posee una forma verbal interna, un modo
característico de construcción de los contenidos del conocimiento. Esta concepción de una
interrelación entre el pensamiento y el lenguaje, entre la lengua y el espíritu de los pueblos, es
la que desarrolla ampliamente Wilhelm Wundt. Los trabajos de Wundt sobre psicología de los
pueblos son los que más directamente entroncan con los intereses de la psicología social.
Según algunos autores, la psicología de los pueblos es para Wundt otra psicología, diferente de
la psicología experimental, ya que era consciente de los límites de la psicología experimental y
de su incapacidad para abordar los fenómenos mentales colectivos. Aunque no existe un
desarrollo de la psicología de los pueblos que permita trazar un lineamiento directo con la
actual psicología social, no hay que considerar a esta psicología colectiva como un empeño
fallido. Como se señala, los estudios de la psicología de los pueblos plantean algunos
problemas que son comunes a los que la moderna psicología social se plantea, tales como la
relación entre individuo y comunidad o sociedad, el carácter social del individuo, y de forma
más específica, el carácter histórico y lingüístico de los procesos psicosociológicos.

La psicología de las masas: Si la psicología de los pueblos se caracteriza por intentar captar los
aspectos subjetivos de la vida colectiva estable, la psicología de las masas pretende
comprender la función que los procesos psicológicos y emocionales tienen en el desarrollo de
las agrupaciones humanas transitorias, como son las masas o muchedumbres. Esta
complementariedad es destacada por Gustave Le Bon, justo al inicio de su obra Psicología de
las multitudes: «Cuando un determinado número de individuos se encuentran reunidos en
multitud para obrar, la observación demuestra que, por el solo hecho de su aproximación,
resultan ciertos caracteres psicológicos nuevos que, sobreponiéndose a los caracteres de raza,
los hace diferentes, a veces, de una manera profunda». La idea general de Le Bon es que, en
ciertas circunstancias, una aglomeración posee caracteres nuevos muy diferentes de los
individuos que componen esta aglomeración, y que poco aptas para el razonamiento, las
multitudes son, por el contrario, muy aptas para la acción. La multitud se caracteriza por una
unidad psicológica, lo que implica el desvanecimiento de la personalidad de los individuos que
la componen, el rebajamiento intelectual de estos y el establecimiento de un predominio de
los sentimientos que pueden ser tanto heroicos como criminales. En cualquier caso, las
muchedumbres son primarias, impulsivas, conservadoras y sugestionables. El rebajamiento
intelectual lleva a que las masas, según Le Bon, no sean influibles por el razonamiento, el cual
es en ellas siempre de orden muy inferior. Las masas admiten o rechazan las ideas en bloque,
no soportan discusión o contradicción y son impresionables por la imaginación, lo que hace
que crezcan en sentido de la verosimilitud y que les atraiga lo maravilloso y legendario. Las
convicciones de las multitudes tienen el carácter de lo religioso por su sumisión a una voluntad
exterior.

La psicología de las masas ha tenido una influencia considerable en la vida política del siglo XX.
Esta influencia es debida a que los problemas que la psicología de las masas ha puesto de
manifiesto son reales y de notable importancia, como la manipulación de la opinión pública, la
movilización demagógica, el encumbramiento de caudillos de muy distinta relea y la
posibilidad del fanatismo fundamentalista. Pero la influencia de la psicología de las masas se
encuentra, además, en la propia psicología social y en algunas de sus teorías y modelos. En
cualquier caso, sin embargo, se considera que las personas somos irracionales, o lo que es lo
mismo, pasivos receptores de influencias provenientes de una fuente prestigiosa.

Psicología colectiva y psicología social: Caracterizar a la psicología de los pueblos de Wundt o a


la psicología de las masas de Le Bon como incipientes psicológicas sociales es bastante
arbitrario. No obstante, lo que interesa resaltar es que ambos tipos de psicología son intentos
de respuesta a una problemática social que sí está en el trasfondo de preocupaciones de la
psicología social. La psicología social actual no tiene por qué hacerse heredera de tales
opiniones, pero no es ajena a los problemas que la suscitaron. Tal como se ha indicado antes,
estos problemas están relacionados con la crisis de algunas de las ideas que caracterizan el
pensamiento moderno, en concreto, de la confianza en la razón como fundamento de la
libertad y felicidad, tanto de los individuos como de los pueblos.

De Brasi, A modo de introducción: Crítica al dualismo:

Me parece correcto empezar dejando en claro que la idea principal de este texto, la conclusión
que deja muy en claro el autor a lo largo del texto, es el mensaje de buscar más allá de las
dualidades, ya que éstas están instaladas en nuestra sociedad.

Estos dualismos están naturalizados (por ejemplo, alma/cuerpo, adentro/afuera,


objetivo/subjetivo) debido a que cuando los seres humanos instalamos estas producciones,
crean un lugar desde el cual parece que estos conceptos siempre hubiesen estado (como si
fuera sentido común).
A lo largo del texto toca muchos dualismos existentes, explica que lo más complicado de
entender de nuestras reflexiones, es separar lo objetivo de los subjetivo. Hoy por hoy, lo
objetivo prevalece, tiene más “verdad” que lo subjetivo, por lo tanto, más valor.

Este dualismo se asume y transmite como si no fuera lo que hay que poner en duda. También
habla de la dicotomía adentro – afuera (interior –exterior), esta separación entraña cortes en
las continuidades espacio-temporales, las cuales permiten analizar, estimar y captar los
fenómenos, ordenarlos, construir los objetos que diseñarán territorios científicos acotados,
métodos, instrumentos, procedimientos, formas de intervención en situaciones y estructuras
complejas. Fuera de ellos, queda un horizonte, que no vas más allá de una línea imaginaria que
hay ante nuestra vista. Los horizontes de un sujeto humano, son objetos de figuración,
imaginarización, modelización; pero básicamente son producidos en una formación social-
históricaparticular donde el sujeto singular está implicado de miles de formas conocidas y
desconocidas.

La discriminación de si alguien/ algo está adentro o afuera termina siendo irrelevante para los
sujetos, debido a que hay más énfasis en los impedimentos que en la urgencia de su despeje.
Este dualismo tiene la existencia imaginaria de un límite, como bien podría ser la piel. La piel
separa uniendo y une separando. Para correr esta línea imaginaria hay que deslizar la mirada.
La mirada contorna el propio cuerpo o el del otro, ocupa una posición en el espacio, un
transcurrir temporal, que genera una separación: lo que está de este lado (mío) y lo que está
del otro. Solo porque me pertenezco puedo reconocerme como yo mismo, mi pertenencia se
termina basando en mi pertenencia constante.

No siempre estuvimos divididos, los mapuches por ejemplo, no tenían concepción de la piel
como un límite ya que se sentían parte de la tierra; le pertenecían a ella y no al revés. El límite
imaginario de la existencia es la aceptación por parte del hombre de su finitud. Las diferencias
de si es mío o no, surgen por comparación, negación, semejanza de lo que ya ha sido separado
anteriormente, la barrera adentro/afuera está instalada. Instalamos la distinción
adentro/fuera partiendo de nuestra forma de vernos y concebir al mundo, que nos lleva a
diferenciar primitivamente entre lo mío y lo del otro. Los hombres se mueven en una finitud
sin límites, ignoran dónde están, cómo aparecen y desaparecen.

La última dualidad en la que profundiza el autor, corresponde a arriba/abajo. Da un ejemplo


muy claro de la muy usada frase “bajar el cielo”, se usa como algo inalcanzable, un techo,
cuando en realidad el cielo no es techo, ni está arriba, ni está abajo. Es la mirada la que pone
los límites y divisiones. Arriba tiene connotación de alto y abajo de hundido, teniendo también
una estatura ética “Altos valores” vs “Bajeza moral”.

Resumiendo, la Psicología Social surge como respuesta articuladora en base a las dualidades
que la hegemonía nos ha instalado. Tanto la subjetividad como la objetividad exigen un relato
distinto, ser comprendidas desde sus persistencias y resonancias.

Fernández, A. (1999). Notas para la constitución de un campo de problemas de la


subjetividad:

Introducción: Según Fernández, el individuo no solo ha sido uno de los modos de subjetivación
de la Modernidad, sino que también ha sido un dominio de objeto alrededor del cual se han
constituido, en complemento con su par antinómico la sociedad, el conjunto de las disciplinas
que constituyeron las llamadas ciencias humanas y/o sociales. Una vez separados como
territorios disciplinarios, sea intentado hasta el infinito establecer puentes, relaciones,
articulaciones. En el campo de las psicologías, puede verse que una vez se ha imaginado que lo
psíquico es interior y lo social es exterior, los obstáculos conceptuales suelen llevar a impasses
teóricos de difícil resolución. En el campo de los psicoanálisis, varios de sus autores principales
han aportado importantes herramientas para pensar esta cuestión por fuera de la antinomia
individuo-sociedad. Sin embargo, las aperturas conceptuales inauguradas por estos
pensadores suelen cerrarse frecuentemente a través de diversos modos de sustancializar lo
inconsciente. Otra cuestión ligada a lo anterior ha sido la idea de relacionar las disciplinas psi y
las sociales a modo de la interdisciplina donde los corpus producidos son tomados en bloque
en su totalidad conceptual, donde el intento inter se vuelve un tanto estéril porque dichas
totalidades conceptuales y metodológicas hechas certezas no dejan las fisuras necesarias para
la tan anhelada interrelación. Entonces, según la autora, hemos tenido la ilusión de
universalizar aquello que puede conservar un enorme valor si se puede resituarse en su
localidad. Por su parte, nos propone algunos elementos constitutivos de una “caja de
herramientas” para desarticular las perspectivas dualistas que a su vez pretenden abordar
fenómenos complejos desde una perspectiva unidisciplinaria totalizante. Para que aquello que
se universalizó pueda entonces particularizarse, es necesario realizar por lo menos dos
operaciones en estrecha relación: a) Una elucidación crítica de las nociones universalizadas, es
decir, des-esencializar. b) Trabajar una dimensión socio-histórica en la noción de subjetividad.
Para la primera operación, han sido importantes los instrumentos conceptuales de las
nociones de elucidación crítica (Castoriadis), deconstrucción (Derrida) y análisis genealógico
(Foucault). Para la segunda operación, la importancia de abrir visibilidad y crear condiciones de
enunciabilidad de las dimensiones sociohistóricas de la subjetividad y sus nociones derivadas
permite ejemplificar sobre el abordaje de criterios multirreferenciales y, por otro lado, permite
pensar de otro modo la relación entre lo individual y lo social, de tal forma que no queden de
entrada en territorios separados que luego se vuelvan tan difíciles de articular.

Caja de herramientas:

De-construcciones, Genealogías y Relatos Unidos. Jacques Derrida ha puesto en marcha a lo


largo de sus escritos la “estrategia general de la de-construcción”. Derrida afirma que la
deconstrucción no es una crítica destructiva de la tradición filosófica, sino que de-construir es
desmontar, problematizar la relación inmediata y natural del pensamiento unido a la verdad y
el sentido. De-construir implica analizar en los textos las operaciones de la diferencia y las
formas en que se hace trabajar los significados. El modo deconstrucitvo articula la inversión y
el desplazamiento de las operaciones binarias, de manera tal que hace visible la
interdependencia de términos aparentemente dicotómicos y cómo su significado se relaciona
con una historia genealógica y particular y construidos para propósitos particulares en
contextos particulares. Hace visible que las oposiciones no son naturales sino construidas. En
tal sentido, la de-construcción puede considerarse como una herramienta fructífera para
quebrar el hábito de pensar las categorías conceptuales como a-históricas y universales.

El análisis genealógico de Foucault es otra herramienta que permite encontrar los puentes
entre las narrativas teóricas y los dispositivos histórico-sociales-políticos-subjetivos que
sostienen.

El criterio de elucidación crítica de Castoriadis es otra de las herramientas útiles en la caja


necesaria para la construcción de un campo teórico de la subjetividad.
Es importante aclarar que a estos tres autores los animan intereses teóricos y referentes
filosóficos diferentes. Pero entonces, ¿Qué pueden tener en común la de-construcción de
Derrida, el análisis genealógico de Foucault y la elucidación crítica de Castoriadis?

Estas tres herramientas permiten: • Operar críticamente respecto de la institución de


regímenes de verdad en las teorías.

• Desmontar las teorías que se han cristalizado en cuerpos de doctrina.

• Abrir visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas teorizaciones.

• Pensar problemas y no dejar de instituir sistemas. • Pensar con criterios multirreferenciales y


no unidisciplinarios.

• No anular los campos unidisciplinarios, sino relativizar los efectos de vedad que estos
instituyen.

Si bien no está muy claro aún los caminos para la constitución de un campo teórico de la
subjetividad, pareciera observarse la tendencia a construir espacios transdisciplinarios, donde
las teorías intervinientes aporten problemas, más que sus sistemas.

Al mismo tiempo se ha vuelto necesario repensar la noción de subjetividad de modo tal de


superar su inscripción en las oposiciones clásicas binarias de sujeto-objeto, individuo-sociedad,
interioridadexterioridad, inconsciente-consciente, para poder destacar la heterogeneidad de
los componentes que concurren para su producción.

Un modo de crítica: La elucidación

Cornelius Castoriadis dice: “elucidar es el trabajo por el cual los hombres y las mujeres
intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”. En tal sentido, este modo de estrategia
en la producción de pensamiento intentará interrogar los problemas que tales teorizaciones
han hecho posibles.

Problematizar, es decir, abrir a la crítica para que desde sus respuestas reconstruir sus
preguntas, para poder así indagar sus impensables.

Elucidar es una labor propositiva, una exploración acerca de… inacabada, sujeta a revisiones y
ajustes provisorios, aunque no por eso menos rigurosos; se tratará de pensar sobre lo hecho
mientras buscará conocer con mayor precisión eso que como hecho deberá ser deshecho, para
entender su irradiada composición, otorgando a la actividad deconstructiva un lugar central en
la tarea de elucidación.

Es importante resaltar que una teoría demarca sus áreas de visibilidad e invisibilidad, sus
enunciados y sus silencios. En tal sentido, una indagación que se propone crítica, lejos estará
de buscar acuerdos o desacuerdos con los autores abordados.

Lo invisible dentro de una teoría, es el resultado necesario y no contingente de la forma en que


se ha estructurado dentro de ella el campo de lo visible. Por lo tanto, crítica, no significa
evidenciar los errores, mostrar desacuerdos o adhesiones, sino más bien presuponer que
aquello que una teoría “no ve” es interior al ver; en tal sentido sus invisibles son sus objetos
prohibidos o denegados, puede pensarse entonces que el nivel de lo enunciable que una teoría
despliega será la transacción, el compromiso discursivo, pero también institucional-histórico
de sus visibilidades y sus invisibilidades, de aquello que le es posible pensar y de sus
impensables, de sus objetos afirmados y sus objetos denegados.
Nuevos discursos, pro ende, circularán desde otras transacciones entre lo visible y lo invisible,
se organizarán desde otras demarcaciones y gestionarán prácticas guidas por sus propias
preocupaciones teóricas.

En síntesis, el criterio propuesto no se sostiene en la premura de legitimar lo que ya se sabe,


sino de abrir interrogaciones sobre los enunciados y sus prácticas que permita, a su vez, pensar
los problemas de otro modo.

Los criterios transdisciplinarios:

Las lógicas de objeto discreto fueron necesarias para poder realizar las demarcaciones básicas
de las disciplinas más formalizadas de las ciencias humanas. Hoy muchas de ellas se
encuentran preocupadas en encontrar otros instrumentos metodológicos que permitan dar
cuenta de aquellas áreas que resisten abordajes unidisciplinarios. Esta tarea produce fuertes
tensiones epistémicas e institucionales.

En análisis crítico de tales narrativas, de sus evidencias, implica un cambio de paradigmas


teóricos y una profunda revisión de sus prácticas instituidas. Para tal propósito se enfatiza la
necesidad de evitar soluciones reductivas y mantener la posibilidad de sostener algunas
tensiones operando en su productividad problemática.

Para ello, un par antinómico, individuo vs. sociedad exige su elucidación crítica. La de-
construcción de este a priori conceptual abre la posibilidad de realizar un pasaje de un criterio
antinómico de individuos vs. sociedades hacia una operación conceptual que pueda evitar una
“resolución” reduccionista y se permita sostener la tensión singular-colectivo. Singularidad
descamada de soportes corporales indivisos; colectividad que en las resonancias singulares
produce anudamientosdesanudamientos propios. Singularidad y colectividad que solo
sosteniendo su tensión hacen posible pensar la dimensión subjetiva en el atravesamiento del
deseo y la historia.

La aparición de propuestas transdisciplinarias da cuenta del surgimiento de otras formas de


abordaje de la cuestión, así como la necesidad de utilizar criterios epistemológicos pluralistas.
Habla asimismo de la resistencia de ciertos procesos de su simplificación unidisciplinaria y
sugiere la oportunidad de los desdibujamientos de “individuos” y “sociedades”, en intentos de
comprensión que aborden estos problemas desde el centro mismo de su complejidad.

Un criterio transdisciplinario supone replantear varias cuestiones. En primer lugar, un trabajo


de elucidación crítica sobre los cuerpos teóricos involucrados, que desdibuje una intención
legitimante de lo que ya se sabe para poder desplegar la interrogación de hasta dónde sería
posible pensar de otro modo. Implica asimismo el abandono de cuerpos nocionales
hegemónicos de disciplinas reinas a cuyos postulados, códigos y orden de determinaciones se
subordinan disciplinas satelizadas; sobre estos presupuestos se crean las condiciones para la
articulación de contactos locales y no globales entre diferentes territorios disciplinarios.

De esta forma, los cuerpos teóricos funcionen como “caja de herramientas”, es decir, aportan
instrumentos y no sistemas conceptuales; instrumentos teóricos que incluyen en su reflexión
una dimensión histórica de las situaciones que analizan; herramienta que junto a otras se
produce para ser probada en el criterio de su universo, en conexiones múltiples, locales y
plurales con otros quehaceres teóricos.
Por lo antedicho, un enfoque transdisciplinario presupone un desdisciplinar disciplinas de
objeto discreto y seguramente en el plano de lo actuar, cierto desdibujamiento de los perfiles
de profesionalización, por lo menos en aquellos más rigidizados.

Los criterios transdisciplinarios se sustentan, justamente, a partir de una elucidación crítica de


ese tipo de totalizaciones, buscando nuevas formas de articular lo uno y lo múltiple.

Este movimiento que propone el atravesamiento de diferentes áreas de saberes sostiene


varias y complejas implicancias. En primer lugar, cuando cierta región de una disciplina se
transversaliza con otros saberes, pone en crisis muchas de sus zonas de máxima evidencia. En
segundo lugar, exige la constitución de redes de epistemología crítica abocadas a la
elaboración de criterios epistemológicos que eviten cualquier tipo de patch-works teóricos. Y,
en tercer lugar, vuelve necesaria otra forma de constitución de los equipos de trabajo. Este
pluralismo no es sencillo de lograr.

Guattari, F. & Rolnik, S. (2006). Subjetividad e historia:

Subjetividad: superestructura —ideología— representación versus producción. En lugar de


ideología, es preferible hablar de subjetivación, de producción de subjetividad.

Guattari y Rolnik proponen la idea de una subjetividad de naturaleza industrial, maquínica,


fabricada, moldeada, recibida, consumida. Las máquinas de producción de subjetividad varían.
En los sistemas tradicionales, por ejemplo, la subjetividad es fabricada por máquinas más
territorializadas, a escala de una etnia, en una corporación profesional. En el sistema
capitalista, la producción es industrial y se da a escala internacional.

Debemos dejar de considerar la producción de subjetividad como un caso particular de


superestructura, dependiente de las pesadas estructuras de producción de las relaciones
sociales, a considerarla como materia prima de la evolución de las fuerzas productivas en sus
formas más desarrolladas.

Las fuerzas sociales que hoy administran el capitalismo han entendido que la producción de
subjetividad es más importante que cualquier otro tipo de producción, más esencial que el
petróleo y que las energías.

Tales mutaciones de la subjetividad no funcionan solo en el registro de las ideologías, sino en


el propio corazón de los individuos, en su manera de percibir el mundo, de articularse con el
tejido urbano, con los procesos maquínicos del trabajo y con el orden social que soporta esas
fuerzas productivas. Por lo tanto, considerar que una revolución, una transformación a nivel
macropolítico y macrosocial, concierne también a la producción de subjetividad es posible.

Todo lo que es producido por la subjetivación capitalística —todo lo que nos llega por el
lenguaje, por la familia y por los equipamientos que nos rodean— no es solo una cuestión de
ideas o de significaciones por medio de enunciados significantes, sino que se trata de sistemas
de conexión directa entre las grandes máquinas productivas, las grandes máquinas de control
social y las instancias psíquicas que definen la manera de percibir el mundo.

Los autores no contraponen las relaciones de producción económica con las relaciones de
producción de subjetividad. Pero esa producción de competencia en el dominio semiótico
depende de su confección por el campo social con un todo: es evidente que para fabricar un
obrero especializado no existe solo la intervención de las escuelas profesionales.
Existo todo lo que pasó antes, en la escuela primaria, en la vida doméstica, en definitiva, estar
inmerso en todo un ambiente maquínico.

En realidad, la producción de un bien manufacturado no se restringe a una esfera, a la esfera


de la fábrica. La división social del trabajo implica una cantidad enorme de trabajo asalariado
fuera de la entidad productiva y de trabajo no asalariado. La producción de subjetividad no
consiste únicamente en una producción de poder para controlar las relaciones y las relaciones
de producción. La producción de subjetividad constituye la materia prima de toda y cualquier
producción.

La noción de ideología no nos permite comprender esta función de la subjetividad. La ideología


permanece en la esfera de la representación, cuando la producción esencial del Capitalismo
Mundial Integrado (CMI) no es solo la de la representación, sino la de una modelización de los
comportamientos, la sensibilidad, la percepción, la memoria, las relaciones sociales, las
relaciones sexuales, los fantasmas imaginarios, etc.

Subjetividad: sujeto (individual o social) versus agenciamientos colectivos de enunciación:

En lugar de sujeto, es preferente hablar de agenciamiento colectivo de enunciación. El


agenciamiento colectivo no corresponde ni a una entidad individuada, ni a una entidad social
predeterminada.

La subjetividad es producida por agenciamientos de enunciación. Los procesos de


subjetivación no están centrados en agentes individuales ni en agentes grupales. Estos
procesos son doblemente descentrados. Implican el funcionamiento de máquinas de expresión
que pueden ser tanto de naturaleza extrapersonal, extra-individual (sistemas maquínicos,
económicos, sociales, tecnológicos, icónicos, ecológicos, etológicos, de medios de
comunicación de masas), como de naturaleza infrahumana, infra-psíquica, infrapersonal
(sistemas de percepción, de sensibilidad, de afecto, de deseo, de representación de imagen y
de valor, modos de memorización y de producción de ideas, sistemas de inhibición y de
automatismos, sistemas corporales, orgánicos, biológicos, fisiológicos, etc.).

Toda la cuestión está en aclarar cómo los agenciamientos de enunciación reales pueden poner
en conexión esas diferentes instancias. Esa posición puede aún no estar verdaderamente
teorizada, pero, con certeza, está plenamente en acción en todo el desarrollo de la sociedad.

Producción de subjetividad e individualidad:

Sería conveniente disociar radicalmente los conceptos de individuo y de subjetividad. Para


Guattari y Rolnik, los individuos son el resultado de una producción en masa. El individuo es
serializado, registrado, moldeado. La subjetividad no es susceptible de totalización o de
centralización del individuo. La subjetividad está esencialmente fabricada y moldeada en el
registro de lo social.

Está claro que siempre se reencuentra el cuerpo del individuo en diferentes componentes de
subjetivación; siempre se reencuentra el nombre propio del individuo; siempre existe la
pretensión del ego de afirmarse en una continuidad y en un poder. Pero La producción del
habla, de las imágenes, de la sensibilidad, la producción del deseo, no se ajustan en absoluto a
esa representación del individuo. Esa producción es adyacente a una multiplicidad de
agenciamientos sociales, a una multiplicidad de procesos de producción maquínica, de
mutaciones de los universos de valor y de los universos de la historia.
Parece oportuno partir de una definición amplia de subjetividad para, en seguida, considerar
como casos particulares los modos de individuación de la subjetividad: momentos en los que la
subjetividad dice yo, o superyó (ego o superego), momentos en los que la subjetividad se
reconoce en un cuerpo o en una parte de un cuerpo, o en un sistema de pertenencia corporal
colectiva.

El lucro capitalista es, fundamentalmente, producción de poder subjetivo. El campo de la


subjetividad es el de todos los procesos de producción social y material. Lo que se podría decir
es que, evidentemente, un individuo siempre existe, pero solo en tanto terminal; esa terminal
individual se encuentra en la posición de consumidor de subjetividad. Consume sistemas de
representación, de sensibilidad, etc., pero no tienen nada que ver con categorías naturales
universales.

Un ejemplo de esto son los niños. Ellos perciben el mundo a través de los personajes del
territorio doméstico, sin embargo, esto es solo en parte verdadero. Gran parte de su tiempo
discurre delante de la televisión, absorbiendo relaciones de imagen, de palabras, de
significaciones. Tales niños tendrán toda su subjetividad modelizada por ese tipo de aparato.
Guattari y Rolnik parten de la idea de una economía colectiva, de agenciamientos colectivos de
subjetivación que, en algunas circunstancias, en algunos contextos sociales, pueden
individualizarse. La subjetividad está en circulación en grupos sociales de diferentes tamaños:
es esencialmente social, asumida por individuos en sus existencias particulares. El modo por el
cual los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos extremos: una relación de alineación
y opresión, en la cual el individuo se somete a la subjetividad tal como al recibe, o una relación
de expresión y creación, en la cual el individuo se reapropia de los componentes de la
subjetividad, produciendo un proceso llamado singularización.

Ibáñez, T. (2004). El cómo y el porqué de la psicología social:

Introducción: Según Ibáñez, la psicología social es una disciplina que estudia cómo los
fenómenos psicológicos están determinados y conformados por procesos sociales y culturales.
En sus inicios los temas fundacionales tenían que ver básicamente con los instintos sociales, la
imitación, la sugestión y los fenómenos colectivos; en su posterior institucionalización
destacan temáticas como el análisis de la formación de la identidad social, los procesos de
normalización y socialización, la formación y cambio de las actitudes, la violencia y la agresión
social, y los procesos de influencia, conformidad y obediencia. De la misma manera,
encontramos en la disciplina una permanente reflexión sobre su aplicabilidad y la posibilidad
de intervenir en los problemas sociales.

Encontramos tres temáticas que determinan en buena medida la historia de la disciplina: la


primera es la definición que se hace tanto de lo social como de lo psicológico; la segunda es la
conceptualización que se proporciona de su relación; y la tercera es la propuesta metodológica
que se realiza para el estudio de esta relación.

Desde el nacimiento de la psicología social se perfilan dos grandes perspectivas:

La psicología social psicológica (PSP): Admite que es posible proporcionar definiciones


diferenciadas tanto de los fenómenos psicológicos como de los sociales, admite que entre
estos fenómenos hay relación, pero de mera exterioridad, y mantiene que es posible utilizar
los métodos de las ciencias positivas para analizar esta relación y encontrar leyes generales
que la regulen.

La psicología social sociológica (PSS): Sostiene que lo psicológico y lo social son una suerte de
tejido sin costuras, por lo que resulta difícil poner un límite que marque dónde empieza un
fenómeno y dónde el otro. En consecuencia, la relación que se postula entre procesos
psicológicos y sociales es de mera interioridad y se apuesta por el uso de métodos
interpretativos para entenderla. Lo psicológico se constituye a partir de lo social.

Existen diversas versiones del origen de la disciplina. Algunos autores lo encuentran en la


filosofía de la Grecia clásica, otros en la filosofía moral de la Ilustración. Sin embargo, estas son
solo referencias a ideas o reflexiones sobre psicología social. En tanto disciplina científica y
campo de estudio con identidad propia, el origen de la psicología social se localizaría en la
segunda mitad del siglo XIX en Europa.

Pero la localización del origen histórico de la disciplina no es el único problema. Otro muy
importante reside en cómo se presenta la disciplina, cuya presentación siempre está ligada a
posicionamientos teóricos, metodológicos, epistemológicos e ideológicos previos. No
obstante, el problema todavía se complica más si pensamos que incluso las presentaciones
que se pueden hacer de la psicología social dentro de una misma perspectiva varían
ostensiblemente.

Entonces, los efectos que se derivan del cómo se presenta la disciplina son importantes y
notorios. En este capítulo se presenta una psicología social sociológica de corte más teórico
que aspira a comprender e interpretar los procesos psicosociales en sus dimensiones históricas
y simbólicas. Las temáticas relacionadas con la aplicabilidad de la materia y con los
compromisos políticos aparecen en un segundo plano.

La separación entre lo social y lo psicológico: A pesar de las dificultades que conlleva el


intento de separar lo psicológico de lo social, muchos consideran que existen dos realidades
bien diferentes: la realidad psicológica y la realidad social. Se trata de la idea de que la realidad
psicológica es primera y constituye la materia básica, mientras que la realidad social viene
después y alimenta la psicológica con contenidos concretos y dándole formas particulares. Una
de las metáforas subyacentes en esta concepción es la metáfora de la plastilina: la parte
psicológica sería la plastilina, es decir, la materia básica, mientras que la social modelaría esta
plastilina para dar formas diferentes según los diferentes entornos socioculturales.

El impacto de los estímulos sociales sobre los procesos psicológicos: La idea según la cual los
factores sociales impactan en los procesos psicológicos está en la base de una concepción de la
psicología social que la sitúa como disciplina complementara de la propia psicología. Según
esta concepción, la psicología estudia los procesos psicológicos básicos que se dan en el
individuo, mientras que la psicología social estudia la manera como estos procesos
psicológicos se ven afectados por los fenómenos sociales.

La fusión entre lo social y lo psicológico: Por muy influyente y convincente que haya sido esta
manera de entender la psicología social, hay que preguntarnos si es correcto ver la dimensión
social como una dimensión sobreañadida a la dimensión psicológica y que se limita
simplemente a impactar en ella. Cada vez más hay quienes se alejan de esta concepción y
cuestionan la supuesta separabilidad de lo social y lo psicológico. Por otro lado, la importancia
creciente que se ha concedido al lenguaje en el desarrollo de la persona ha contribuido
decisivamente a difuminar la separación entre lo psicológico y lo social. El lenguaje es un
objeto eminentemente social, que se presenta al mismo tiempo como un producto y como un
elemento constitutivo de la cultura en la cual se desarrolla la persona.

La construcción social de lo psicológico: Así pues, podemos afirmar que con el lenguaje lo
social está directamente presente en el desarrollo mismo de los procesos psicológicos. Psique
y sociedad no son dos realidades independientes vinculadas entre sí por meras relaciones de
influencia recíproca, sino que constituyen un todo inextricablemente entrelazado. La
dimensión social no corre paralelamente a la dimensión psicológica, sino que es constitutiva de
esta. Esta idea no es fácil de asimilar, porque, cuando pensamos en la sociedad, pensamos
habitualmente en una cosa que es exterior al individuo, una cosa que le rodea, una cosa en
cuyo seno se encuentra el individuo y que, por lo tanto, le influye. Para vencer la dificultad que
nos impide entender plenamente que lo social es constitutivo de lo psicológico, tenemos que
abandonar esta separación entre individuo y sociedad. Desde esta perspectiva, el objeto que
define la psicología social como disciplina deja de ser el estudio del impacto que tienen los
factores sociales en los procesos psicológicos y pasa a definirse como el estudio de la
construcción social de los procesos psicológicos.

La genealogía de la psicología social: Hay diferentes versiones del origen de la psicología


social. Pero dejando a un lado las obligadas referencias a la antigüedad, muchos psicólogos
sociales coinciden en situar el inicio de la psicología social hacia mediados del siglo XIX en
Europa. Algunos ven en la obra del filósofo francés Auguste Comte las primeras definiciones de
la disciplina, pero también se puede tomar como punto de partida al filósofo italiano del siglo
XVIII Giambattista Vico.

Giambattista Vico desarrolló una serie de conceptos que serían clave para la psicología social.
En primer lugar, Vico desarrolló la idea según la cual las sociedades presentan una dimensión
histórica ineludible: se constituyen, evolucionan y cambian en el transcurso de la historia. Vico
insistió también en el carácter construido de la sociedad. Para él, la sociedad es un producto
puramente humano que resulta de la actividad desarrollada por los individuos.

Pero Vico investigó sobre todo la manera en que se iban constituyendo las significaciones
compartidas que constituyen el fundamento de una sociedad y sin las cuales no sería posible la
interacción entre los que la integran. Vico nos explica cómo se constituyeron los primeros
significados compartidos a partir de las reacciones comunes que tenían los seres humanos
ante los acontecimientos naturales. Por ejemplo, ante los truenos y rayos de una tormenta,
corrían a refugiarse en cuevas y otros refugios, de manera que desarrollaban conjuntamente
una misma actividad en un mismo momento y ante estímulos idénticos. Fueron estas
reacciones comunes, con los gestos y las conductas que implicaban, las que fueron
estableciendo, poco a poco, las bases para construir códigos de comunicación y significados
compartidos.

Más de un siglo después desde la publicación de la obra pionera de Vico, es donde la psicología
social apenas comienza a construirse como un campo de estudio claramente diferenciado. De
hecho, es recién en la segunda mitad del siglo XIX en diferentes países europeos que comienza
a serlo. Desde el primer momento se entrevén dos grandes orientaciones: ➢ La primera
centrada en el individuo y en los determinantes innatos de las conductas sociales.

➢ La segunda centrada en las grandes colectividades humanas y en los determinantes


culturales de las conductas.
El desarrollo de la psicología social en los Estados Unidos: En Estados Unidos se desarrollan la
psicología social psicológica (PSP) y la psicología social sociológica (PSS), aunque esta última no
alcanzará un grado de difusión parecido a la primera y quedará circunscrita al ámbito de la
sociología.

Psicología social psicológica Psicología social sociológica


PSP PSS
Diferencias Teóricas Se toman los fenómenos Se toman la interacción
sociales y los individuos social y la dimensión social
como unidad de análisis y se como unidad de análisis y se
estudian sobre todo la estudian sobre todo las
conducta social y el impacto características de la vida
de los estímulos sociales en colectiva y su repercusión en
los procesos psicológicos. la configuración social de las
personas.
Diferencias metodológicas Recurre con frecuencia a la Recurre a los estudios de
experimentación en campo, la observación
laboratorio o a diseños sistematizada y la recogida
experimentales en de datos en situaciones de la
situaciones naturales. vida cotidiana.

La separación de estas dos perspectivas se atenuó después de la importante crisis por la que
pasó la PSP a finales de los años sesenta. Como consecuencia, parte de la PSP se ha acercado a
los planteamientos de la PSS y ha desarrollado una tercera vía que intenta superar la división
disciplinar entre psicología y sociología restituyendo a la dimensión social toda la importancia
que tiene en el análisis psicosocial y rescatando el papel fundamental del lenguaje en la
construcción de los fenómenos psicológicos. Esta tercera vía ha recibido el nombre de
psicología social constructivista (PSC).

Los temas fundacionales de la psicología social:

a) Los instintos: Debido a la influencia de Darwin, la psicología social prestó una gran
atención a la cuestión de los instintos e intentó explicar la conducta de los seres
humanos en términos de diferentes instintos sociales que mueven a las personas.
Detrás de cada fenómeno psicosocial se buscaba el instinto que lo producía. Por
ejemplo, el instinto gregario para explicar que las personas tienden a buscar compañía
de sus semejantes; el instinto agresivo para dar cuenta de la hostilidad interpersonal o
intergrupal; del instinto altruista para explicar la solidaridad entre las personas, etc.
Esta tendencia se encuentra, pues, muy presente en los primeros momentos de la
psicología social. No obstante, la referencia a los instintos desapareció
progresivamente de los planteamientos psicosociológicos.
b) La imitación: Se veía en el fenómeno de la imitación la explicación de la manera en
que los seres humanos aprender a desarrollar las conductas consideradas como
“normales” y deseables en su sociedad. Se trató de un primer intento de explicar el
fenómeno de la socialización, es decir, el mecanismo mediante el cual los individuos
que nacen en una sociedad interiorizan los valores, las creencias, los esquemas
relacionales y las pautas de comportamiento propios de esta sociedad, de manera que
se permite que, generación tras generación, se mantengan y se reproduzcan las
características básicas de la sociedad. El interés por la imitación fue dejando paso,
poco a poco, a planteamientos más sofisticados en términos de aprendizaje social.
c) La sugestión: Mediante la sugestión se pretende explicar la manera como las personas
se amoldan al contexto social y acaban reproduciendo sus características
sometiéndose a las indicaciones y a las exigencias de los otros; es decir, a las
exigencias de la sociedad. Con el fenómeno de la sugestión se estudiaba la manera
como la sociedad consigue imponer las pautas de actuación socialmente establecidas
sin que las personas sean realmente conscientes de esta imposición y así conservar,
por lo tanto, el sentimiento que las asumen para ellas mismas. La psicología social fue
profundizando en este fenómeno, aunque abandonó poco a poco el término sugestión
y lo sustituyó por el concepto más amplio de influencia social.
d) Los fenómenos colectivos: El estudio de los fenómenos colectivos dio lugar a la
preocupación por conocer las producciones colectivas de los pueblos, como las
tradiciones culturales, las peculiaridades lingüísticas, los mitos y las creencias
colectivas, lo hábitos de todo tipo, etc. Como parte del interés por los fenómenos
colectivos, también se manifestó una notable preocupación por estudiar las conductas
de las masas. La psicología social se alejaría progresivamente del interés por las masas
ya que la disciplina se fue centrando cada vez más en unidades de análisis más
reducidas. De esta manera, bajó del ámbito de los fenómenos colectivos al de los
pequeños grupos y de las relaciones interpersonales hasta situarse, finalmente, en el
campo de los fenómenos individuales.

Las grandes orientaciones teóricas de la psicología social: La psicología social nunca ha sido
una disciplina unitaria y homogénea. Dentro de cada psicología social (PSP, PSS y PSC) se
manifiestan orientaciones diferentes que contribuyen a hacer más complejo el panorama de la
psicología social, pero que también lo enriquecen y lo aproximan a la complejidad de la
realidad social. Las principales orientaciones dentro de las diferentes psicologías sociales son:

Psicología social psicológica:

• Orientación conductista

• Orientación psicoanalítica

• Orientación cognitiva.

Psicología social sociológica: • Interaccionismo simbólico.

Psicología social constructivista: • Socioconstruccionismo

¿Para qué sirve la psicología social? No hay duda de que la psicología social se preocupó desde
los primeros momentos no solo de producir conocimientos sobre fenómenos psicosociales,
sino también en diseñar los instrumentos para poder intervenir en la realidad social y
contribuir a resolver algunos de sus problemas.

Los conocimientos que ha establecido la psicología social tienen un campo de aplicación tan
extenso que aquí difícilmente podemos ir más allá de una simple enumeración de algunos
temas. Por ejemplo, los conocimientos sobre la dinámica de los grupos humanos permiten
incidir sobre el fortalecimiento de la cohesión de los grupos, o decidir cuáles son los modelos
de liderazgo más adecuados a los objetivos que se marquen los grupos, o indiciar qué
mecanismos de toma de decisión pueden ayudar a conseguir mejores resultados.
Por su parte, los estudios sobre la influencia social han permitido diseñar las actuaciones más
adecuadas para persuadir a las personas a adoptar puntos de vista más de acuerdo con las
normas de una convivencia social que no discriminen a aquellos que son diferentes de la
mayoría (racismo, estereotipos, prejuicios, etc.), aunque también se puede utilizar para
convencer a la gente de que tal marca es mejor que la otra o de que tal candidato merece más
confianza que tal otro.

En otros ámbitos, las investigaciones sobre los fenómenos colectivos han proporcionado
indicaciones para intervenir sobre los efectos del pánico que adquiere consecuencias de
gravedad extrema cuando se produce en situaciones de gran amontonamiento o para actuar
en el seno de las poblaciones que se encuentran en situaciones dramáticas.

Finalmente, los conocimientos acumulados sobre las relaciones interpersonales permiten


ayudar a mejorarlas y desactivar las agresiones, lo que favorece la atracción entre los
individuos o suscitando los comportamientos de ayuda mutua.
Módulo 2: Psicología social como psicología de lo colectivo
Freud, S. (1921) Psicología de las masas y análisis del yo:

Introducción: La oposición entre psicología individual y psicología social o de las masas pierde
buena parte de su nitidez si se la considera más a fondo. En la vida anímica del individuo, el
otro cuenta con regularidad como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por
eso desde el comienzo mismo de la psicología individual es simultáneamente psicología social
en este sentido más amplio, pero enteramente legítimo.

La relación del individuo con sus padres, hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y
con su médico tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales. En todas
estas relaciones mencionadas, el individuo experimenta el influjo de una persona única o un
número muy pequeño de ellas, cada una de las cuales ha adquirido una enorme importancia
para él. Ahora bien, cuando se habla de psicología social o de las masas, se suele renunciar
estos vínculos y distinguir como objeto de la indagación la influencia simultánea ejercida sobre
el individuo por un gran número de personas quienes está ligado por algo, al par que en
muchos aspectos pueden serle ajenas. Por lo tanto, la psicología de las masas trata del
individuo como miembro de un linaje, de un pueblo, de una casta, de un estamento, de una
institución, o como integrante de una multitud organizada en forma de masa durante cierto
lapso y para determinado fin. Una vez desgarrado lo que naturalmente constituía un nexo
único, parecería indicado considerar los fenómenos que se muestran bajo estas particulares
condiciones como exteriorizaciones de una pulsión especial, la pulsión social. Pero sin duda se
objeta que resulta difícil que deba adjudicarse al factor numérico una importancia tan grande,
hasta el punto de que fuera capaz de suscitar por sí solo en la vida anímica una pulsión nueva,
inactiva en toda otra circunstancia. Por eso nos inclinamos más bien a que la pulsión social no
es originaria e irreductible y que los comienzos de su formación pueden hallarse en un círculo
estrecho, como el de la familia.

La psicología de las masas incluye un cúmulo todavía inabarcable de problemas particulares y


plantea al investigador innumerables tareas. El mero agrupamiento de las diversas formas de
constitución de masas, así como la descripción de los fenómenos psíquicos exteriorizados por
ellas, reclaman un considerable despliegue de observación y un empeño expositivo, y han
dado origen a una rica bibliografía.

Le Bon y su descripción del alma de las masas: Para comenzar, parece más oportuno que dar
una definición, hacer referencia al campo de fenómenos y extraer de él algunos hechos
característicos que puedan servir de asideros a la indagación. Ambas cosas se obtienen citando
el libro de Le Bon, Psicología de las masas. ¿Qué es entonces una «masa», qué le presta la
capacidad de influir tan decisivamente sobre la vida anímica del individuo, y en qué consiste la
alteración anímica que impone a este último? Lo que brinda material a la psicología de las
masas es la observación de la reacción alterada del individuo; y todo intento de explicación
presupone describir lo que ha de explicarse.

Entonces, Le Bon dice: «He aquí el rasgo más notable de una masa psicológica: cualquiera que
sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su modo de
vida, sus ocupaciones o su inteligencia, el mero hecho de hallarse transformados en una masa
los dota de una especie de alma colectiva en virtud de la cual sienten, piensan y actúan de
manera enteramente distinta de cómo lo harían cada uno de ellos en forma aislada. Hay ideas
y sentimientos que solo emergen o se convierten en actos en los individuos ligados en masas.
La masa psicológica es un ente provisional que consta de elementos heterogéneos y que estos
se han unido entre sí durante un cierto lapso».

Tomando la exposición de Le Bon, si los individuos dentro de la masa están ligados en una
unidad, tiene que haber algo que los una, y este medio de unión podría ser justamente lo
característico de la masa. Pero Le Bon no da respuesta a esta cuestión; entra a considerar
directamente la alteración del individuo dentro de la masa.

Le Bon opina que en la masa desaparecen las adquisiciones de los individuos y, por tanto, su
peculiaridad. Aflora el inconsciente racial, lo heterogéneo se hunde en lo homogéneo.
Diríamos que la estructura psíquica en los distintos individuos es desmontada, despotenciada,
y se pone al desnudo (se vuelve operante) el fundamento inconsciente, uniforme en todos
ellos.

Así se engendraría un carácter promedio en los individuos de la masa. Pero Le Bon halla que
también muestran nuevas propiedades que no habían poseído hasta entonces, y busca la
razón de ello en diferentes factores.

«La primera de estas causas consiste en que dentro de la masa el individuo adquiere, por el
solo hecho del número, un sentimiento de poder invencible que le permite entregarse a
instintos que, de estar solo, habría sujetado forzosamente. Y tendrá tanto menos motivo para
controlarse cuanto que, por ser la masa anónima, y por ende irresponsable, desaparece
totalmente el sentimiento de responsabilidad que frena de continuo a los individuos»

No hace falta atribuir mucho valor a la emergencia de nuevas propiedades. Bastaría con decir
que el individuo, al entrar en la masa, queda sometido a condiciones que le permiten echar
por tierra las represiones de sus mociones pulsionales inconscientes. Las propiedades en
apariencia nuevas que entonces se muestran son las exteriorizaciones de eso inconsciente que
sin duda contiene toda la maldad del alma humana; en estas circunstancias, la desaparición de
la conciencia moral o del sentimiento de responsabilidad no ofrece dificultad alguna para
nuestra concepción.

«Una segunda causa, el contagio, contribuye igualmente a hacer que en las masas se
exterioricen rasgos especiales y a marcar la orientación de estos. El contagio es un fenómeno
fácil de comprobar, pero inexplicable. En la multitud, todo sentimiento y acto son contagiosos,
y en grado tan alto que el individuo sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés
colectivo. Esta aptitud es enteramente contraria a su naturaleza, y el ser humano solo es capaz
de ella cuando integra una masa»

«Una tercera causa, determina en los individuos de una masa particulares propiedades, muy
opuestas a veces a las del individuo aislado. Me refiero a la sugestionabilidad, de la cual el
mencionado contagio es solo un efecto»

Para la comprensión de este fenómeno vienen a cuento ciertos descubrimientos recientes de


la fisiología. Hoy sabemos que, por diversos procedimientos, un ser humano puede ser puesto
en un estado tal que, tras perder por entero su personalidad consciente, obedezca a todas las
sugestiones de quien le ha quitado aquella y comenta los actos más contrarios a su carácter y
costumbres. Ahora bien, observaciones más cuidadosas parecen demostrar que el individuo
inmerso durante cierto lapso en una masa activa muy pronto se encuentra en un estado
singular, muy próximo a la fascinación en que cae el hipnotizado bajo la influencia del
hipnotizador. (…) La personalidad consciente ha desaparecido por completo, la voluntad y el
discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos se orientan en la dirección que
les imprime el hipnotizador.

» Tal es aproximadamente el estado del individuo perteneciente a una masa psicológica. No


tiene ya consciencia de sus actos. En él, al par que ciertas aptitudes se encuentran
neutralizadas, otras pueden elevarse hasta un grado extremo de exaltación. Bajo la influencia
de una sugestión, un impulso irresistible lo llevará a ejecutar ciertos actos. Y este impulso es
todavía más irrefrenable en las masas, porque siendo la sugestión idéntica para todos los
individuos que la componen, se acrecienta por la reciprocidad»

«Los principales rasgos del individuo integrante de la masa son, entonces: la desaparición de la
personalidad consciente, de los sentimientos e ideas en el mismo sentid por sugestión y
contagio, y la tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. El
individuo deja de ser él mismo; se ha convertido en un autómata carente de voluntad»

Se ha citado tan por extenso a Le Bon para demostrar que afirma realmente el carácter
hipnótico del estado del individuo dentro de la masa. No se propone contradecirlo, solo se
pone de relieve que las dos causas de alteración del individuo en masa, el contagio y la
sugestionabilidad acrecentada, no se encuentran en pie de igualdad, ya que el contagio ha de
ser también una exteriorización de la sugestionabilidad. Tampoco parecen nítidamente
separados los efectos de ambos factores. La mejor interpretación de su tesis consiste en referir
el contagio al efecto que los miembros singulares de la masa ejercen unos sobre otros,
mientras que los fenómenos de sugestión discernibles en la masa remitirán a otra fuente.

Resta todavía un punto de vista importante para formular un juicio sobre el individuo de la
masa: «Además, por el mero hecho de pertenecer a una masa organizada, el ser humano
desciende varios escalones en la escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto;
en la masa es un bárbaro, una criatura que actúa por instinto. Posee la espontaneidad, la
violencia, el salvajismo y también el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos» (p. 17).
Le Bon se detiene particularmente en la merma de rendimiento intelectual experimentada por
el individuo a raíz de su fusión en la masa. Dejamos ahora a los individuos y pasamos a la
descripción del alma de las masas tal como Le Bon la bosqueja

La masa es impulsiva, voluble y excitable. Es guiada casi con exclusividad por el inconsciente.
Los impulsos a que obedece pueden ser nobles o crueles, heroicos o cobardes; pero, en
cualquier caso, son tan imperiosos que nunca se impone lo personal. Nada en ella es
premeditado. Abriga un sentimiento de omnipotencia; el concepto de lo imposible desaparece
para el individuo inmerso en la masa.

La masa es extraordinariamente influible y crédula; es acrítica, lo improbable no existe para


ella. Los sentimientos de la masa son siempre muy simples y exaltados. Por eso no conoce la
duda ni la incerteza.

La masa solo es excitada por estímulos desmedidos. Quien quiera influirla no necesita
presentarle argumentos lógicos; tiene que pintarle las imágenes más vivas, exagerar y repetir
siempre lo mismo.

Para juzgar correctamente la moralidad de las masas, es preciso tener en cuenta que al
reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las inhibiciones y son llamados a una
libre satisfacción pulsional todos los instintos crueles, brutales, destructivos que dormitan en
el individuo. Pero bajo el influjo de la sugestión, las masas son capaces también de elevadas
muestras de abnegación, desinterés, consagración a un ideal. Puede hablarse de una
moralización del individuo por la masa.

Le Bon identifica el alma de las masas con el alma de los primitivos. En las masas, las ideas
opuestas pueden coexistir y tolerarse sin que su contradicción de lógica dé por resultado un
conflicto. Lo mismo ocurre en la vida anímica inconsciente de los individuos, de los niños y de
los neuróticos.

Además, la masa está sujeta al poder de las palabras; estar provocan las más temibles
tormentas en el alma de las masas, y pueden también apaciguarla.

Y, por último, las masas nunca conocieron la sed de la verdad. Piden ilusiones, a las que no
pueden renunciar. Lo irreal siempre prevalece sobre lo real, lo irreal las influye casi con la
misma fuerza que lo real. Su visible tendencia es no hacer distingo alguno entre ambos.

Lo que Le Bon dice acerca del conductor de las masas es menos exhaustivo. En su opinión, tan
pronto como unos seres vivos se encuentran reunidos en un cierto número, se ponen
instintivamente bajo la autoridad de un jefe. La masa es un rebaño obediente que nunca
podría vivir sin señor. Tiene tal sed de obedecer que se subordina instintivamente a cualquiera
que se designe su señor.

Si la necesidad de la masa solicita un conductor, este tiene que corresponderle con ciertas
propiedades personales. El conductor debe estar fascinado por una intensa creencia; debe
poseer una voluntad poderosa, imponente, que la masa sin voluntad le acepta.

Por otra parte, Le Bon atribuye tanto a esas ideas como a los conductores un poder misterioso,
irresistible, que denomina prestigio. El prestigio es una suerte de imperio que ejerce sobre
nosotros un individuo, una obra o una idea. Paraliza por completo nuestra capacidad de crítica
y nos llena de asombro y respeto.

Se tiene la impresión de que las consideraciones de Le Bon sobre el papel del conductor y el
prestigio no están a la altura de su brillante descripción del alma de las masas.

Hardt, M. y Negri, A. (2005). Multitud:

Según Hardt y Negri, hoy en día solo es posible conducir la acción política encaminada a la
transformación y a la liberación sobre la base de la multitud. Para comprender este concepto
en su forma más general y abstracta, hay que contrastarlo con el concepto de pueblo.

El pueblo es uno. La población se compone de numerosos individuos y clases diferentes, pero


el pueblo sintetiza o reduce estas diferencias sociales en una identidad. La multitud, por el
contrario, no está unificada, sigue siendo plural y múltiple. La multitud se compone de un
conjunto de singularidades, y aquí entendemos por singularidad un sujeto social cuya
diferencia no puede reducirse a uniformidad; una diferencia que sigue siendo diferente. De
este modo, las singularidades plurales de la multitud contrastan con la unidad indiferenciada
del pueblo.

Pero la multitud, aunque no deje de ser múltiple, no es algo fragmentado, anárquico ni


incoherente. Por eso conviene contrastar el concepto de multitud con otros que designan
colectivos plurales como las masas, las gentes y la turba. Estos conceptos no son
singularidades, como lo evidencia el hecho de que sus diferencias desaparecen fácilmente en
la indiferenciación del conjunto. Además, estos sujetos sociales son pasivos, en el sentido de
que no son capaces de actuar por sí mismos, de que necesitan ser conducidos. Con el término
de multitud, en cambio, designamos a un sujeto social activo, que actúa partiendo de lo
común, de lo compartido por esas singularidades. La multitud es un sujeto social internamente
diferente y múltiple, cuya constitución y acción no se fundan en la identidad ni en la unidad,
sino en lo que hay en común.

Esta definición conceptual inicial de la multitud plantea un desafío a toda la tradición de la


soberanía. Una de las verdades recurrentes de la filosofía política es que solo uno puede
mandar: el monarca, el partido, el pueblo o el individuo. Los sujetos que no están unificados,
es decir que permanecen múltiples, solo pueden ser mandados, pero no mandar. El concepto
de multitud desafía esa verdad aceptada de la soberanía. La multitud, aunque siga siendo
múltiple e internamente diferente, es capaz de actuar en común y, por lo tanto, de regirse a sí
misma. En vez de un cuerpo político, en donde uno manda y otros obedecen, la multitud es
carne viva que se gobierna a sí misma.

Esa definición de multitud plantea numerosos problemas conceptuales y prácticos, pero debe
quedar claro desde el principio que el desafío de la multitud es el desafío de la democracia. La
multitud es el único sujeto social capaz de realizar la democracia.

Desde la perspectiva socioeconómica, la multitud es el sujeto común del trabajo, es decir, la


carne verdadera de la producción posmoderna, y al mismo tiempo el objeto al que el capital
colectivo trata de convertir en cuerpo de su desarrollo global. El capital quiere que la multitud
se convierta en unidad orgánica, exactamente como el Estado desea convertirla en pueblo. En
este punto es donde empieza a emerger, a través de las luchas del trabajo, la figura
biopolíticamente productiva y real de la multitud. Cuando la carne de la multitud queda
aprisionada y convertida en el cuerpo del capital global se encuentra al mismo tiempo dentro y
en contra del proceso de globalización capitalista. Pero la producción biopolítica de la multitud
tiende a movilizar lo que comparte en común y lo que produce en común, contra el poder
imperial del capital global. A su debido tiempo y contando con el desarrollo de su figura
productiva basada en lo común, la multitud pasará a través del Imperio y emergerá para
expresarse autónomamente y gobernarse a sí misma.

Conviene tener en cuenta la extensión que alcanza la dominación del capital. El capital ya no se
limita a regir determinadas áreas de la sociedad. Conforme su dominio impersonal se extiende
a través de toda la sociedad, el imperio capitalista tiende a convertirse en un «no lugar»; en
realidad, todos los lugares. Fuera del capital ya no hay nada, como tampoco hay nada fuera de
la lógica del biopoder, y ese paralelismo no es casual, porque capital y biopoder funcionan en
íntima unión. Los lugares de explotación, por el contrario, siempre son determinados y
concretos, y por consiguiente se plantea la necesidad de entender la explotación sobre la base
de los lugares concretos donde se localiza y las formas específicas en que está organizada. Esto
ha de permitirnos articular tanto una topología de las distintas figuras del trabajo explotado
como una topografía de su distribución especial en el mundo. Este análisis tiene su utilidad,
porque el lugar de explotación es la principal localización donde surgen actos de rechazo y de
éxodo, de resistencia y de lucha. El análisis nos llevará a la crítica de la economía política de la
globalización, basada en las resistencias a la formación del cuerpo del capital global y en el
potencial liberador de los poderes comunes y compartidos por la multitud trabajadora global.
Pichon Rivière, E. (1982). Freud: Punto de partida de la Psicología Social:

Según Pichón Rivière, Sigmund Freud señala claramente su postura frente al problema de la
relación entre psicología individual y psicología social o colectiva en su trabajo Psicología de las
masas y análisis del yo.

En la introducción del libro Freud afirma que la psicología individual es al mismo tiempo y
desde el principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado. Refiere
a las relaciones del individuo con sus padres, sus hermanos, con la persona objeto de amor y
con su médico, relaciones que pueden ser consideradas como fenómenos sociales.

Siguiendo a Pichón Rivière, podemos observar que se trata de relaciones sociales externas que
han sido internalizadas, relaciones que denominamos vínculos internos, y que reproducen en
el ámbito del yo relaciones grupales o ecológicas. Estas estructuras vinculares que incluyen al
sujeto, el objeto y sus mutuas interrelaciones, se configuran sobre la base de experiencias
precocísimas; por eso excluimos de nuestros sistemas el concepto de instinto, sustituyéndolo
por el de experiencia. Asimismo, toda la vida mental inconsciente debe ser considerada como
la interacción entre objetos internos, en permanente interrelación dialéctica con los objetos
del mundo exterior.

Freud alcanzó por momentos una visión integral del problema de la interacción hombre-
sociedad, sin poder desprenderse, sin embargo, de una concepción antropocéntrica que le
impide desarrollar un enfoque dialéctico.

Pese a percibir la falacia de la oposición dilemática entre psicología individual y psicología


colectiva, su apego a la “mitología” del psicoanálisis, la teoría instintivita y el desconocimiento
de la dimensión ecológica le impidieron formularse lo vislumbrado, esto es, que toda
psicología, en un sentido estricto, es social.

Raggio, A. (1996). Prólogo. En De Brasi, JC. La explosión del sujeto:

Las condiciones de un pensamiento: “Sabemos muy bien que con estos ejemplos tomados de
la patología no hemos agotado la esencia de la identificación, y por tanto hemos dejado una
parte intacta en el enigma de la formación de masa” (Sigmund Freud).

Según Raggio, una condición básica de estos escritos es la de tomar la referencia freudiana
fuera de todo disciplinamiento, o sea, como un pensamiento inaugural, que, como tal,
requiere ser desplegado, no repetido y reverenciado.

La propuesta de Juan Carlos de Brasi busca retomar el movimiento de la aventura intelectual.


Ya no se buscará defender la vigencia del pensamiento freudiano, sino de ejercerla tomando
su referencia como herramienta de trabajo en un campo de problemas específico, que es el
que en última instancia determinará tal vigencia.

En el punto exacto donde una tradición había casi confundido “la identificación” con “la
identidad”, donde se había detenido su acto creativo, reaparece su inquietud, su imposibilidad
de clausura. El movimiento es así, condición de existencia de los procesos identificatorios, no
hay identificación sin acto. El régimen que más le conviene a la identificación es el del verbo.
Desde aquí la identidad no es otra cosa que la cristalización del proceso identificatorio, su
detención y clausura en el punto donde se instala la ficción moderna del “individuo” y su
sacrosanta “mismidad”.
Señalamos, además, que Freud no estaba interesado en la “identidad” y sus derivaciones
metafísicas, sino que sus preocupaciones estaban dirigidas a los procesos identificatorios
inmanentes a las formaciones colectivas. Solamente la función del olvido es capaz de encerrar
la problemática de las identificaciones en el universo del sujeto. No existe captura categorial ni
filosofía del sujeto capaz de reducir la perspectiva freudiana de la identificación y los procesos
colectivos a la simpleza de la dramática burguesa y privada del sujeto.

La perspectiva freudiana de las masas y su naturaleza metapsicológica han sido sutilmente


reducidas a una simple preocupación del psicoanálisis por lo social y las masas reconducidas al
sitio preciso del cual Freud propuso sacarlas: el ámbito empírico de las multitudes.
Simultáneamente, la problemática de las identificaciones fue encorsetada en el universo
imaginario del sujeto y separada de la dimensión social en la que había ubicado la reflexión
freudiana.

Los procesos identificatorios son fenómenos que están indisolublemente ligados y abiertos a
una diversidad de formaciones colectivas y sus modos específicos de producción subjetiva. A
esto se refiere también a la complejidad. Trabajar con ella supondrá arremeter contra los
dualismos naturalmente instalados y las categorías simplificadoras. Ya no habrá un “afuera”
social que, en el mejor de los casos, se limitará a “influenciar” o “producir efectos” en un
inmaculado “adentro” psíquico. Lo social es, desde este punto de vista, el material mismo con
el cual está constituida nuestra “interioridad”.

Otra condición elemental de esta propuesta es la elección del problema. Allí donde el
dogmatismo de la respuesta había obturado cualquier producción de conocimientos,
colocamos la perspectiva del problema. El problema hace referencia directa a un área de
desconocimiento, a un área donde el requerimiento es justamente la producción del
conocimiento. Es la elección del investigador, que es también una elección ética: la ubicación
de la producción de conocimientos por encima de cualquier adhesión doctrinaria y su
correlativa voluntad de adoctrinamiento.

La actualidad de una propuesta: Precisar el campo de problemas en que se inscribe la


propuesta aquí presentada requiere una inflexión crítica que cuestione la insistente reclusión
de la problemática de la subjetividad y las identificaciones en el venerable “ámbito psíquico”, y
la correlativa sustancialización de los fenómenos subjetivos (el sujeto, el individuo, la persona).

Casi toda la psicología de nuestro siglo hereda como algo natural y obvio toda la ficción
burguesa del individuo y su individualidad. Se consagran así el estudio del “discreto encanto”
del nuevo objeto, denominado ahora “psiquismo”, recluyendo en su imaginario ámbito interno
toda la fenomenología de los procesos subjetivos. Queda así una vez más legitimado nuestro
sujeto e independizado de sus condiciones sociales de existencia (institucionales,
organizacionales, comunitarias, etc.), que a partir de ese momento se limitarán, en todo caso,
a ejercer una mera “influencia” sobre el mismo. Vale redundar que lo social no es algo
“externo” al supuesto “sujeto psíquico”, sino que es la materia misma con la cual está
conformado.

Todo esto será acompañado de un fuerte movimiento profesionalista que encontrará en la


clínica el espacio de privacidad necesario donde desplegar las diversas técnicas del tratamiento
del sufrimiento psíquico. Es esta la operación que también habilita a separar un Freud “clínico”
de un Freud “social”, estableciendo además una jerarquía del primero sobre el segundo, que
relega a la categoría de simples aplicaciones los desarrollos del supuesto Freud “social”.
Además, en la propuesta freudiana, la idea de fuerte no es precisamente la de psiquismo, sino
la de inconsciente. De un inconsciente que lejos está de constituir sustancia alguna, porque es
proceso de trabajo, trabajo que genera sus formaciones específicas. Aún más: la idea de
inconsciente que Freud despliega en Psicología de las masas es la de un inconsciente que es
proceso de trabajo colectivo, un entramado de procesos identificatorios inconscientes
encamados en comunidades afectivas e inmanentes a formaciones siempre colectivas.

Estos textos y las direcciones en ellos elaboradas están anclados en los aconteceres y
devenires históricas de nuestras realidades latinoamericanas. Refieren a una ética en la que el
pensamiento deviene crítico y transformación de la realidad en la cual se produce, es también
y por lo tanto una propuesta de trabajo. Dejemos jugadas entonces estas líneas a su favor,
sabiendo que su provenir dependerá siempre de lo que sus lectores puedan seguir abriendo.
Módulo 3: Interaccionismo simbólico y teoría de las representaciones sociales
Miranda, M. (2003). Pragmatismo, Interaccionismo simbólico y Trabajo Social:
4.5. Mead y Watson. Conductismo y Conductismo social: El campo de la Psicología Social, que
sería una rama de la Psicología general, no sería otro que el estudio de la experiencia y la
conducta de un organismo individual o personal, como dependiente del grupo social a que
pertenece. La mente y las personas son, esencialmente productos sociales, productos o
fenómenos del aspecto social de la experiencia humana. La Psicología Social pone el énfasis en
ciertos factores de la situación de la que la psicología individual hace abstracción. Ahora bien,
“nuestro ángulo de enfoque es conductista, pero, a diferencia del conductismo watsoniano,
reconoce las partes del acto que no aparecen a la observación externa, y pone el acento sobre
el acto del individuo humano en su situación social natural”.
El conductismo inspirado en Watson elude una referencia a la conciencia, lo que no satisface a
Mead: “Desea en pocas palabras negar por completo su existencia como tal. Watson insiste en
que el comportamiento objetivamente observable constituye, completa y exclusivamente, el
campo de la psicología científica, individual y social. Deja a un lado, como errónea, la idea de
“espíritu” o “conciencia”, e intenta reducir todos los fenómenos “mentales” a reflejos
condicionados y similares mecanismos psicológicos, en resumen, a términos puramente
conductistas.
En el apartado titulado “El programa del conductismo” y tras un recorrido por diferentes
terrenos de los que se preocupa la psicología, Mead concluye: Es psicología social cuando las
condiciones son sociales. Es conductista cuando el enfoque de la experiencia se hace a través
de la conducta.
4.6. Mead y el Trabajo Social: Mead considera el acto social como la “unidad más primitiva”
de su teoría, es el concepto–base de donde emergen todos los demás aspectos del análisis de
Mead. “El acto social no es explicado construyéndolo a partir de estímulo más reacción” afirma
Mead. “Un acto social puede ser definido como un acto en que la ocasión o estímulo que libera
a un impulso se encuentra en el carácter o conducta de un individuo vivo que pertenece al
ambiente específico del individuo que experimenta un impulso” El acto social tiene
componentes externos e internos. Una parte del acto es observable y en esto coincide con el
conductismo de Watson. En el análisis del acto social es cuando Mead se aproxima más al
enfoque del conductismo y se centra en el estímulo y la respuesta, afirma Ritzer. Pero en
opinión de Mead, no todo es observable: “no se puede pasar por alto la experiencia interna del
individuo, la fase interior de ese proceso o actividad.
Siguiendo el reciente análisis de Ritzer (1995:221 y ss.), Mead identificó cuatro fases
fundamentales e interrelacionadas del acto social: las cuatro representan un todo orgánico; en
otras palabras, están interrelacionadas dialécticamente. La primera fase es la del impulso, la
necesidad de hacer algo como respuesta. La segunda fase del acto es la percepción. Las
personas perciben a través de los sentidos, pero implica no sólo estímulos como las imágenes
mentales que crean. La tercera es la fase de la manipulación. Es la acción que la persona
emprende con respecto al objeto que ha sido percibido. La cuarta fase es la consumación.

4.7. Los procesos mentales y la mente: Para Mead, mind, la mente, no es algo biológico, o un
órgano determinado del cuerpo, sino un proceso a través del cual, mediante significados de
percepción y comunicación, los seres humanos seleccionan e interiorizan el significado. En la
perspectiva de Mead, existen diversos niveles de conciencia desde las sensaciones de algunos
animales hasta la conciencia simbólica humana. El nivel más bajo de conciencia iría unido a las
percepciones. Hay otro tipo de conciencia que es específicamente humana: la que va unida al
significado. Esta implica la capacidad del lenguaje y la capacidad de mantener una
conversación interna. Describir verbalmente ayudaría a la toma de conciencia respecto al
objeto descrito. Pero en Mead podemos encontrar otra acepción de “mind”. Se trata de la
inteligencia reflexiva o conciencia reflexiva. Es la forma más alta de conciencia que aparece a
través del uso de símbolos significantes. Este tipo de conciencia es además la que nos permite
unir pasado, presente y futuro dado que, aprovechamos las experiencias del pasado,
adoptamos una decisión entre varias, teniendo en cuenta sus implicaciones para el futuro. Así
pues, para Mead y para los interaccionistas simbólicos, la mente deriva de la interacción en el
siguiente sentido: a través del proceso interactivo de socialización, el individuo desarrolla el
lenguaje y la habilidad de tomar el rol de los otros, y de tratar al sí-mismo como objeto. El
lenguaje y la existencia de un self que participa en el diálogo interno capacita al animal
humano a emplazarse a sí mismo en el futuro, y a imaginar las consecuencias de su conducta,
convirtiéndose por ello en una criatura que planifica, esto es, en una criatura con mente
(Etxeberría, A. y Páez D. 1987:74). Así pues, la mente debe ser entendida como proceso y no
como una estructura. Para Mead es algo funcional, que se encuentra en la relación del
individuo y su entorno, es una fase del proceso social y no es algo que se puede situar
simplemente en el cerebro.
4.8. El self: Sánchez de la Yncera (1994:2206), mantiene que Mead inició el estudio del self y
de la self-consciousness con una fuerte influencia del hegelianismo. Para este autor el self es
la forma reflexiva de la experiencia del sujeto humano que resultará de la adquisición, en el
curso de la interacción social, de un significado del yo individual desde el punto de vista de las
relaciones (significativas) de conducta en un contexto intersubjetivo.
4. 9. “Mí” y “yo”: “El “yo” es la reacción del organismo a las actitudes de los otros; el “mí” es la
serie de actitudes organizadas de los otros que adopta uno mismo. Las actitudes de los otros
constituyen el “mí” organizado, y luego uno reacciona hacia ellas como un “yo”. El “yo” es la
acción del individuo frente a la situación social que existe dentro de su propia conducta, y se
incorpora a su experiencia sólo después de que ha llevado a cabo el acto. Entonces tiene
conciencia de éste. “La comunidad o grupo social organizados que proporciona al individuo su
unidad de persona pueden ser llamados “el otro generalizado”. La actitud del otro
generalizado es la actitud de toda la comunidad. (...) Es en la forma del otro generalizado que
los procesos sociales influyen en la conducta de los individuos involucrados en ellos y que los
llevan a cabo. (Mead, 1993: 184). En la interpretación de Úriz (1993:187) el yo es el aspecto
activo del self, mientras que el mí es el aspecto pasivo, conservador, que interioriza las
actitudes de los otros. Este aspecto conservador sería el responsable de la estabilización de la
sociedad, de su mantenimiento y conservación dentro de un orden establecido. Lo
característico de la respuesta del yo, dice Sánchez de la Yncera, es su carácter novedoso,
incierto, que constituye la especificidad del yo. De esta característica del yo proviene la
capacidad de iniciativa, de novedad que se puede observar en la conducta humana. Mead
acostumbraba a vincular ese aspecto de la personalidad humana con el avance de la sociedad
e incluso con el avance de la ciencia.
4.10. Comunicación, sociedad humana y democracia: La comunicación humana, escribe
Sánchez de la Yncera, (1994:313) se caracteriza entonces, por la existencia de un plano de
participación de los sujetos en una perspectiva común, que Mead imputa a la peculiar
mediación que permite cierto “mecanismo psicológico” que describe como “taking the role of
the other”. Esa mediación abre a los sujetos, incluso, la perspectiva general de la comunidad
en la que viven y actúan. No se trata de un mecanismo secundario. Está relacionado con la
adquisición de la inteligencia individual y con el dominio colectivo de la realidad.
“El ideal de la sociedad humana es un ideal que une tan estrechamente a los individuos en sus
interrelaciones, que desarrolla tan completamente el necesario sistema de comunicaciones,
que los individuos que ejercen sus propias funciones peculiares pueden adoptar la actitud de
aquellos a quienes afectan. El desarrollo de la comunicación no es simplemente una cuestión
de ideas abstractas, sino un proceso de poner la propia persona en el lugar de la actitud de la
otra persona, de comunicarse por medio de símbolos significantes.”

Mora, M. (2002). La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici:


Antecedentes teóricos: 1. Wilhelm Wundt y la Psicología como ciencia experimental y como
ciencia social.
Según Mora, siempre que se hace referencia a la Psicología, se consideran sus inicios a partir
de la instauración de esta disciplina como ciencia experimental. El dato más conocido habla de
que fue en 1879 con la fundación del Instituto de Psicología en Leipzig, Alemania, cuando inicia
la Psicología como ciencia experimental de laboratorio, correspondiendo a Wilhelm Wundt
dicho mérito.
Wundt establecía una distinción entre Psicología experimental y Psicología social. Al asignarle
un lugar a cada una de ellas, diferencia por un lado la psicología fisiológica y experimental y
por otro a la social o etnopsicología. La ciencia de laboratorio de Wundt tenía como idea
metodológica central la experiencia de la persona que brindaba el reporte introspectivo,
siendo necesario acudir a otras formas que dieran cuenta de fenómenos más complejos en
donde el individuo no podía ser fiel testigo por su implicación en el proceso. Desprende, por
tanto, una metodología apropiada para los procesos cognoscitivos superiores del hombre: la
interpretación de los productos de la experiencia colectiva.
Buscó trazar la evolución de la mente en el hombre, consciente de la importancia del lenguaje
en este proceso y en su relación con el pensamiento y sus producciones. Wundt siguió a
Darwin en su análisis de la evolución del gesto animal para desembocar en la dirección del
habla y del lenguaje humano. Wundt parte del análisis de la acción humana. Debajo de ese
nivel de acción deliberada y voluntaria existe un primitivo movimiento de impulso que implica
expresiones afectivas espontáneas y que generan respuestas de otros individuos. Según
Wundt, este mecanismo de “comunicación de gestos” proveía las bases indispensables de la
vida social, sin la cual, los individuos humanos nunca podrían empezar a entenderse. Esta
comunicación de los gestos origina productos culturales con existencia concreta: el lenguaje,
proporciona un medio para la operación de la actividad cognoscitiva superior; los mitos,
surgidos de esa base dan forma a la capacidad humana para imaginar; y las costumbres,
enmarcan la referencia dentro de la cual operan las opciones individuales y la voluntad.
Estas aportaciones de Wundt influyeron en buena parte de los pensadores del siglo XX y en
una amplia diversidad de ciencias sociales. Dentro de la Psicología, alienta a dos vertientes
fundamentales: la primera es la tradición de Mead con el interaccionismo simbólico en la
sociología estadunidense; y, en la segunda, a través de Durkheim, la investigación sobre
representaciones sociales por parte de Moscovici.
2. George Herber Mead y el interaccionismo simbólico: Siguiendo con la incipiente teorización
que Wundt inaugura, surge un movimiento filosófico en Norteamérica con fuertes
implicaciones en la pedagogía, la comunicación y la propia psicología: el pragmatismo. Con
William James, John Dewey y George Herbert Mead, el pragmatismo se define como una
filosofía de acción.
Esta influencia del pragmatismo en la sociología se hace más decisiva al establecerse la Escuela
de Chicago, como una vía de realización de filosofía social, encabezada por Dewey y Mead. En
este ambiente, Mead entabla un diálogo entre la colectividad, el signo y la intersubjetividad.
George Mead basa su Psicología social en una esmerada lectura de Darwin y de Wundt,
escudriñando desde el gesto animal el proceso evolutivo de la comunicación humana. Si
Wundt realza el papel del lenguaje como catalizador de la relación del hombre con su
colectividad y con la cultura como su producto, Mead aborda la comunicación en esa forma de
interacción.
Inicialmente, rechaza analizar el espacio interior de los individuos planteando la pertinencia de
un espacio de realidad en las mediaciones; un espacio interactivo social que es percibido en
términos de significaciones, puesto que su materia es el símbolo. Mead toma como unidad de
análisis lo que denomina el acto social. Aquí el símbolo y su significado son propiedad de la
situación interactiva, no están fuera. Cabe decir que la existencia de tal significado no implica
necesariamente la consecuencia del mismo, puesto que ello solo se consigue a través de la
simbolización. El argumento básico de Mead es que en este espacio interactivo radican los
símbolos y sus significados, por lo que solo puede formarse el espíritu (mind), conformado en
el proceso de la comunicación. Los individuos no existen como tales sino como la persona
(self), cuyo tamaño abarca su espacio social teniendo a la sociedad (society) como fondo.
En consecuencia, Mead enfatiza dos características de esta interacción: a) quien se comunica
puede comunicarse consigo mismo, y b) esta comunicación crea la realidad. Ampliando acerca
del habla significante, Mead puntualiza: Cuando hablamos del habla significante, queremos
siempre decir que el individuo que escucha una palabra emplea, en cierto sentido, esa misma
palabra con referencia a sí propio. El proceso de dirigirse a otra persona es un proceso de
dirigirse también a uno mismo, y de provocar en sí la reacción que provoca en el otro (citado
de Fernández Christlieb).
En consecuencia, Mead coloca a la intersubjetividad dentro de lo que llama conversación
interior, el pensamiento, constituido por tres interlocutores: el Yo, el Mí y el Otro: El Yo que
actúa, que se aparece, que emerge de repente y sin aviso; el Mí, que constituye el
percatamiento de lo que hizo el yo; y el Otro, que es el bagaje de criterios con que cuenta el mí
para evaluar los actos espontáneos de ese yo. Por eso el otro de Mead es otro generalizado,
que corresponde a la colectividad, a la realidad social, a la comunicación en la cual el yo y el mí
existen (Fernández Christlieb).
En síntesis, el mí supone asumir el punto de vista colectivo con respecto a uno mismo, y el otro
generalizado es la gran colectividad con la que uno se relaciona y que tiende a ser
interiorizada: la sociedad crea a los individuos. A manera de recapitulación, pueden acotarse
las aportaciones más significativas de Mead a las ciencias sociales, incluyendo a la Psicología:
a) Enfatiza la noción de una realidad simbólica distinta de una probable realidad natural;
susceptible de creación, transformación y destrucción.
b) Anticipa la visión epistemológica que cuestiona lo que es o no científico por medio del
consenso significativo y el criterio de objetividad científica como una construcción simbólica.
c) Su análisis de la sociedad contempla la posibilidad de la incorporación total del individuo a
un universo de razón, actividad consciente y voluntaria hace una esfera pública no restrictiva.
d) La naturaleza social del lenguaje y la naturaleza simbólica de la sociedad dejan de ser objeto
de especulación filosófica haciéndose accesibles al análisis empírico.
Las lagunas que George Mead dejó dentro de sus supuestos teóricos han dado pue a muy
diversas disciplinas, entre ellas, la Teoría de las Representaciones Sociales de Moscovici.
3. Émile Durkheim y el concepto de representación colectiva: Al igual que Wundt, Durkheim
estableció diferencias entre las representaciones individuales y las representaciones colectivas,
explicando que lo colectivo no podía ser reducido a lo individual. Es decir, que la conciencia
colectiva trasciende a los individuos como una fuerza coactiva y que puede ser visualizada en
los mitos, la religión, las creencias y demás productos culturales colectivos.
Fundamentado en su visión teórica, Durkheim se atreve a hacer la diferencia entre sociología y
psicología: a la primera le correspondía analizar todo acerca de las representaciones colectivas
y a la segunda lo propio de las representaciones individuales. En consecuencia, Durkheim
definía el campo de la psicología social argumentando que debía estudiar cómo las
representaciones sociales se llaman y se excluyen, se fusionan o se hacen distintas unas a
otras. Sin embargo, estrecha el ámbito de estudio de la psicología poniendo en la mira de la
sociología una buena cantidad de fenómenos que atañían más a una especie de psicología
social o colectiva.
Tuvieron que pasar varias décadas para que Serge Moscovici retomara estos planteamientos y
desarrollara una teoría en psicología social con marcada tendencia sociológica cunado el
común denominador de las investigaciones en psicología era lo individual. Con su Teoría de las
Representaciones Sociales, Moscovici integra en una psicología social las aportaciones de
diversas disciplinas.
El modelo de Serge Moscovici:
1. Definición del concepto de representación social: Según Moscovici, la representación
social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de
los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La representación es un
corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las
cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo
o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación. En
términos más llanos, siguiendo a Mora, es el conocimiento de sentido común que
tiene como objetivos comunicar, estar al día y sentirse dentro del ambiente social, y
que se origina en el intercambio de comunicaciones del grupo social. Al tener la
representación social dos caras (la figurativa y la simbólica), es posible atribuir a toda
figura un sentido y a todo sentido una figura.
Robert Farr, seguidor de la teoría, afirma que las representaciones sociales aparecen
cuando los individuos debaten temas de interés mutuo o cuando existe el eco de los
acontecimientos seleccionados como significativos o dignos de interés por quienes tienen
el control de los medios de comunicación. Agrega además que las representaciones
sociales tienen una doble función: hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible
perceptible.
María Banchs, investigadora sobre la teoría, remarca el doble carácter de las
representaciones sociales como contenido y como proceso, en tanto que una particular
forma de conocimiento y también una estrategia de adquisición y comunicación del mismo
conocimiento. Por lo tanto, son una forma de reconstrucción mental de la realidad
generada en el intercambio de informaciones entre sujetos.
Darío Páez ofrece una caracterización de las representaciones sociales en un esquema
sintético que habla de las funciones que cumplen como forma de pensamiento natural.
1. Privilegiar, seleccionar y retener algunos hechos relevantes del discurso ideológico
concernientes a la relación sujeto en interacción, o sea, descontextualizar algunos rasgos
de ese discurso.
2. Descomponer ese conjunto de rasgos en categorías simples y objetivando los conceptos
del discurso ideológico referente al sujeto en grupo.
3. Construir un ‘mini-modelo’ o teoría implícita, explicativa y evolutiva del entorno a partir
del discurso ideológico que impregna al sujeto.
4. El proceso reconstruye y reproduce la realidad otorgándole un sentido y procura una
guía operacional para la vida social, para la resolución de los problemas y conflictos.
2. Condiciones de emergencia de una representación social: Según Moscovici, las
representaciones sociales emergen determinadas por las condiciones en que son pensadas
y constituidas, teniendo como denominador el hecho de surgir en momentos de crisis y
conflictos. De manera convergente, Tajfel propone que las representaciones sociales
requieren responder a tres necesidades: la primera, clasificar y comprender
acontecimientos complejos y dolorosos; la segunda, justificar acciones planeadas o
cometidas contra otros grupos; y la tercera diferenciar un grupo respecto de los demás
existentes, en momentos que pareciera desvanecerse esa distinción.
Moscovici infiere tres condiciones de emergencia:
A) Dispersión de la información: Según Moscovici, la información que se tiene nunca es
suficiente y por lo regular está desorganizada. Los datos de que disponen la mayor
parte de las personas para responder a una pregunta son generalmente, insuficientes
y superabundantes. Por su parte, diversidad de autores interpretan la noción
considerando que hay desniveles en cantidad y calidad de la información al interior de
un grupo, y parcialidad y desfase en relación con lo requerido para constituir el
fundamento sólido del conocimiento. Es decir, nunca se posee toda la información
necesaria o existente acerca de un objeto social que resulte relevante. Moscovici
concluye afirmando que la multiplicidad y desigualdad cualitativa entre las fuentes de
información con relación a la cantidad de campos de interés, vuelven precarios los
vínculos entre los juicios y, por ende, compleja la tarea de buscar todas las
informaciones y relacionarlas.
B) Focalización del sujeto individual y colectivo: Según Moscovici, una persona o una
colectividad se focalizan porque están implicadas en la interacción social como hechos
que conmueven los juicios o las opiniones. Aparecen como fenómenos a los que se
debe mirar detenidamente. En palabras de otros investigadores, la focalización es
señalada en términos de implicación o atractivo social de acuerdo a los intereses
particulares que se mueven dentro del individuo inscrito en los grupos de pertenencia.
La focalización será diversa y casi siempre excluyente.
C) Presión a la inferencia del objeto socialmente definido: Socialmente, se da una
presión que reclama opiniones, posturas y acciones acerca de los hechos que están
focalizados por el interés público. Moscovici dice que, en la vida corriente, las
circunstancias y las relaciones sociales exigen del individuo o del grupo social que sean
capaces, en todo momento, de estar en situación de responder. Para Banchs (1984) las
exigencias grupales para el conocimiento de determinado evento u objeto se
incrementan a medida que su relevancia crezca. El propósito es no quedar excluido del
ámbito de las conversaciones sino poder realizar inferencias rápidas, opiniones al
respecto y un discurso más o menos desarrollado.
Claudine Herzlich (1979) anota que las exigencias sobre el individuo o grupo social que las
circunstancias y las relaciones sociales imponen, provocan una actuación, una estimación o
una comunicación. Las informaciones deben llegar a ser, sin dilación, fundamento de
conducta, instrumento de orientación.
Según María Banchs (1990), la presión a la inferencia quiere describir un hecho significativo en
la dinámica colectiva que alude al hecho de que frecuentemente existe la obligación de emitir
opiniones, sacar conclusiones o fijar posiciones respecto a temas controversiales, considerados
de actualidad en los círculos sociales de pertinencia.
Estas tres condiciones de emergencia permiten la aparición del proceso de formación de una
representación social y, en mayor o menor grado, al conjuntarse hacen posible la génesis del
esquema de la representación. El común denominador de esta relación sería la traducción de
la disparidad de posiciones frente a un objeto significativo en términos sociales y recuperado
de un contexto dinámico, cambiante y conflictivo. Con el movimiento de tales condiciones de
emergencia quedaría determinada tanto la naturaleza de la organización cognoscitiva de la
representación como su misma existencia y grado de estructuración.
3.Dimensiones de la representación social: Las representaciones sociales pueden ser
analizadas en tres dimensiones; la información, el campo de representación y la
actitud.
La información: Es la organización o suma de conocimientos con que cuenta un grupo
acerca de un acontecimiento, hecho o fenómeno de naturaleza social. Dichos
conocimientos muestran particularidades en cuanto a cantidad y calidad de los
mismos; carácter estereotipado sin soporte explícito. Por lo tanto, esta dimensión
conduce necesariamente a la riqueza de datos o explicaciones que sobre la realidad se
forman los individuos en sus relaciones cotidianas.
El campo de representación: Expresa la organización del contenido de la
representación en forma jerarquizada, variando de grupo a grupo e inclusive al interior
del mismo. Permite visualizar el carácter del contenido, las propiedades cualitativas o
imaginativas, en un campo que integra informaciones en un nuevo nivel de
organización en relación a sus fuentes inmediatas. En palabras de Moscovici, nos
remite a la idea de imagen, de modelo social, al contenido concreto y limitado de las
proposiciones que se refieren a un aspecto preciso del objeto de representación.
La actitud: Significa la orientación favorable o desfavorable en relación con el objeto
de la representación social. Se puede considerar como el componente más aparente,
fáctico y conductual de la representación, y como la dimensión que suele resultar más
generosamente estudiada por su implicación comportamental y de motivación.
Moscovici señala que se deduce que la actitud es la más frecuente de las tres
dimensiones y, quizá, la primera desde el punto de vista genético. En consecuencia, es
razonable concluir que nos informamos y nos representamos una cosa únicamente
después de haber tomado posición y en función de la posición tomada.

4. Dinámica de una representación social: La investigación de Moscovici buscaba


estudiar el proceso de penetración de una ciencia —el psicoanálisis— en la sociedad
francesa de los años cincuenta. Pudo distinguir dos procesos básicos que explican
cómo lo social transforma un conocimiento en representación colectiva y cómo esta
misma modifica lo social: la objetivación y el anclaje.
La objetivación lleva a hacer real un esquema conceptual, a duplicar una imagen con
una contrapartida material. El modelo figurativo o esquema que resulta cumple
muchas funciones, entre ellas: a) constituye punto común o mediador entre la teoría
científica inicial y su representación social; b) aquí se realiza el cambio de lo que en la
teoría es exposición general, abstracta e indirecta de una serie de fenómenos, en una
traducción inmediata y funcional de la realidad que sirve al hombre común y corriente;
c) el modelo asocia diversos elementos en un foco explicativo con una dinámica propia
y suficiente; y d) permite a la representación social convertirse en un marco
cognoscitivo estable y orientar tanto las percepciones o los juicios sobre el
comportamiento, como las relaciones interindividuales.
Moscovici concluye con su análisis de la objetivación apuntando hacia la realización del
objeto de representación en sus nexos como los valores, la ideología, los parámetros
de la realidad social. La actividad discriminativa y estructurante que se va dando por
medio de la objetivación se explica precisamente por sus tintes normativos: la
representación social adquiere una armazón de valores.
Tanto Jodelet, como Herzlich y Banchs, señalan que la importancia de un proceso
como el de la objetivación reside en que pone a disposición del público una imagen o
esquema concreto, a partir de un ente abstracto o poco tangible como lo es una teoría
o concepción científica. Para concluir con la objetivación de una representación social,
conviene recordar que todas las definiciones intentan explicar el paso de un
conocimiento científico al dominio público, y que el segundo proceso de formación de
una representación social —el anclaje— se liga al primero en forma natural y
dinámica.
El anclaje hace que la representación social se ligue con el marco de referencia de la
colectividad, siendo un instrumento útil para interpretar la realidad y actuar sobre ella.
El anclaje entonces designa la inserción de una ciencia en la jerarquía de los valores y
entre las operaciones realizadas por la sociedad. En otros términos, a través del
proceso de anclaje, la sociedad cambia el objeto social por un instrumento del cual
puede disponer, y este objeto se coloca en una escala de preferencia en las relaciones
sociales existentes. Además, el anclaje implica la integración cognitiva del objeto de
representación dentro del sistema preexistente del pensamiento y sus respectivas
transformaciones. Se trata, en suma, de su inserción orgánica dentro de un
pensamiento constituido.
De manera sintética, Moscovici aclara ambos procesos argumentando que la
objetivación traslada la ciencia al dominio del ser y que el anclaje la delimita en el del
hacer; así como la objetivación presenta cómo los elementos de la ciencia se articulan
en una realidad social, el anclaje hace visible la manera en que contribuyen a modelar
las relaciones sociales y también cómo se expresan.

5. Determinación de una representación social: Además de las dimensiones, de la


dinámica y de las condiciones de emergencia de una representación social, existen
formas de determinación social: la central y la lateral. Estas han sido nombradas por
Moscovici en trabajos posteriores a sus estudios sobre el psicoanálisis e incluidos en
reflexiones sobre la teoría. En el caso de Herzlich, encontramos diferenciadas dichas
determinaciones que buscan responder a la pregunta que se hace respecto a la forma
en que la estructura social determina los aspectos de una representación. Propone
distinguir a la determinación social central que regularía el surgimiento de la
representación y su contenido, de la determinación social lateral, menos directa y
dirigida hacia aspectos propiamente cognoscitivos y expresivos. Agrega que debe
entenderse por un lado la determinación que produce la totalidad de las circunstancias
y por el otro una orientación más psicológica, combinación de experiencias y factores
motivacionales. Se expresa así la manera como el individuo toma conciencia y
responde socialmente.
Banchs conceptualiza ambas determinaciones puntualizando que la influencia de las
condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad aluden a la determinación
social central; mientras que la huella del individuo, su aporte como sujeto de una
colectividad se traduce en la determinación social lateral. La importancia de la
distinción estriba en que permite clarificar los papeles que tanto la sociedad como el
individuo juegan en la construcción de las representaciones sociales.
Moscovici, S. (1979). La representación social: un concepto perdido:
Según Moscovici, las representaciones sociales son entidades casi tangibles. Circulan, se cruzan
y se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano a través de una palabra, un gesto, un
encuentro. Sabemos que corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que entra en su
elaboración y, por otra, a la práctica que produce dicha sustancia. Si bien la realidad de las
representaciones sociales es fácil de captar, el concepto no lo es. Esto sucede por muchas
razones, la más importante, por su posición “mixta”, en la encrucijada de una serie de
conceptos sociológicos y una serie de conceptos psicológicos. Nos vamos a ubicar en esta
encrucijada.
¿Se trata de una forma del mito y podríamos hoy confundir mito y representaciones sociales?
Es cierto que el ejemplo de los mitos en las sociedades primitivas, la forma como
conceptualizan una experiencia concreta, tiene analogías con fenómenos propios de nuestra
sociedad. Aquí se mezclan los prejuicios. A menudo se trata de una forma de despreciar
opiniones y actitudes atribuidas a un grupo particular, a la masa que no ha llegado al grado de
racionalidad y de la conciencia de los escogidos. Semejante transposición casi no tiene vigencia
y la diferencia parece más fecunda. Mientras el mito, para el hombre primitivo, constituye una
ciencia total, una filosofía única donde se refleja su práctica, para el hombre moderno, la
representación social solo es una de las vías para captar el mundo concreto, circunscripta en
sus fundamentos y en sus consecuencias. Si los grupos o los individuos recurren a ellos con
seguridad es para aprovechar alguna de las múltiples posibilidades que se ofrecen a cada uno.
Desde luego se comprende que las huellas de representaciones formadas en sociedades donde
la ciencia, la técnica y la filosofía están presentes, sufren la influencia de estas y se constituyen
en su prolongación o se oponen a ellas. A continuación, veremos cuáles son esas huellas. Entre
tanto, identificar mito y representación social, transferir las propiedades psíquicas y
sociológicas del primero a la segunda, sin más, significa contentarse con metáforas y
aproximaciones falaces, justamente allí donde se necesita delimitar una zona especial de la
realidad. Por lo tanto, tenemos que encarar la representación social como una textura
psicológica autónoma y a la vez como propia de nuestra sociedad, de nuestra cultura.
¿Se trata de una dimensión o de un coproducto de la ciencia?: Durkheim parece haberlo
creído, porque vio en las ciencias solo casos particulares. Pero las representaciones sociales,
por su parte, proceden de observaciones, por análisis de estas observaciones, se apropian a
diestra y siniestra de nociones y lenguajes de las ciencias o de las filosofías, y extraen las
conclusiones. Muchas fórmulas que se aplican en biología o en ciencias sociales prolongan
estas conclusiones y les dan una expresión memorable. Sin embargo, permanecen al margen
del núcleo firma de cada ciencia. Observaciones similares se pueden aplicar a otros conceptos
que tienden a calificar globalmente un conjunto de actividades intelectuales y prácticas. Desde
el punto de vista que aquí nos interesa, semejante ejercicio es inútil. El resultado sería idéntico
al que se obtiene por medio de la comparación de las representaciones sociales del mito y de
la ciencia, a saber, que constituyen una organización psicológica, una forma de conocimiento
particular de nuestra sociedad, e irreductible a cualquier otra.
¿Pero por qué retomamos esta noción ya vieja? Una vez que rechazamos la posición
dominante, la del rasgo distintivo de la vida social, como categoría que engloba todas las
formas de pensamiento, para ubicarla en el rango más modesto de forma específica entre
otras, se recubre con muchas nociones psicosociológicas equivalentes. Así, las nociones de
opinión y de imagen parecen muy cercanas. Quizás sea verdad en un sentido estricto, pero es
falso en un sentido fundamental. Veamos por qué.
Sabemos que la opinión, por una parte, es una fórmula socialmente valorizada a la que un
individuo adhiere y, por otra parte, una toma de posición acerca de un problema convertido de
la sociedad. En forma más general, la noción de opinión implica una reacción de los individuos
ante un objeto dado desde afuera, acabado, independientemente del actor social, de su
intención o sus características; y un lazo directo con el comportamiento, el juicio se refiere al
objeto o el estímulo y de alguna manera constituye un anuncio, un doble interiorizado de la
futura acción.
En ese sentido se considera tanto una opinión, como una actitud, únicamente del lado de la
respuesta y como “preparación de la acción”, comportamiento en miniatura. Por esta razón se
le atribuye una virtud predictiva, puesto que, después de lo que dice un sujeto, se deduce lo
que va a hacer.
El concepto de imagen no está muy separado del de opinión, por lo menos en lo que concierne
a los supuestos básicos. Se lo ha utilizado para designar una organización más compleja o más
coherente de juicios o de evaluación. A la imagen se la concibe como reflejo interno de una
realidad externa, copia fiel en el espíritu de lo que se encuentra fuera de él.
Por lo tanto, es la reproducción pasiva de un dato inmediato. El individuo lleva en su memoria
una colección de imágenes del mundo en sus diferentes aspectos. Estas imágenes son
construcciones combinatorias, análogas a las experiencias visuales. Son imágenes
independientes en diversos grados, tanto en el sentido de que se puede inferir o prever la
estructura de las imágenes fuentes según la estructura de las otras, como en el sentido que la
modificación de ciertas imágenes crea un desequilibrio que concluye en una tendencia a
modificar otras imágenes.
Podemos suponer que estas imágenes son una especie de “sensaciones mentales”,
impresiones que los objetos y las personas dejan en nuestro cerebro. Al mismo tiempo,
mantienen vivas las huellas del pasado, ocupan espacios de nuestra memoria para protegerlos
contra la sacudida del cambio y refuerzan el sentimiento de continuidad del entorno y de las
experiencias individuales y colectivas. Con este fin se las puede recordar, revivificar en el
espíritu, así como conmemoramos un acontecimiento, evocamos un paisaje o contamos un
encuentro que se produjo hace tiempo. Siempre operan como un filtro y provienen de filtrar
informaciones que el sujeto posee o ha recibido en vista del placer que busca o de la
coherencia que necesita. Así es posible observar que una imagen está determinada por fines y
que su función principal es seleccionar lo que viene del interior, pero sobre todo del exterior.
Cuando hablamos de representaciones sociales, partimos generalmente de otras premisas. En
primer lugar, consideramos que no hay un corte dado entre el universo exterior y el universo
del individuo (o del grupo), que, en el fondo, el sujeto y el objeto no son heterogéneos en su
comportamiento y sólo existe en función de los medios y los métodos que permiten conocerlo.
Por ejemplo, la definición del psicoanálisis o del papel del psicoanalista depende de la actitud
frente al psicoanálisis y de la experiencia inherente al autor de la definición. No reconocer el
poder creador de objetos, de acontecimientos, de nuestra actitud representativa equivale a
creer que no hay relación entre nuestro “repositorio” de imágenes y nuestra capacidad de
combinarlas, de obtener de ellas combinaciones nuevas y sorprendentes.
Así, cuando expresa su opinión sobre un objeto, estamos dispuestos a suponer que ya se ha
representado algo de este, que el estímulo y la respuesta se forman conjuntamente. En una
palabra, esta no es una reacción a aquel sino, hasta cierto punto, su origen. El estímulo está
determinado por la respuesta. En la práctica, ¿qué quiere decir? Por lo común, si un individuo
expresa una actitud negativa con respecto al psicoanálisis —y dice que es una ideología—
interpretamos su actitud como una toma de posición frente a una ciencia, una institución, etc.
Sin embargo, mirándola más de cerca, se observa que confina al psicoanálisis al campo de la
ideología justamente para que sea posible este juicio negativo. Si partimos de que una
representación social es una “preparación para la acción”, no lo es solo en la medida en que
guía el comportamiento, sino sobre todo en la medida en que remodela y reconstituye los
elementos del medio en el que el comportamiento debe tener lugar. Llegar a dar un sentido al
comportamiento, a integrarlo en una red de relaciones donde está ligado a su objeto. Al
mismo tiempo proporciona las nociones, las teorías y el fondo de observaciones que hacen
estables y eficaces a estas relaciones.
Después, los puntos de vista de los individuos y de los grupos son encarados tanto por su
carácter de comunicación como por su carácter de expresión. En efecto, las imágenes, las
opiniones, generalmente son precisadas, estudiadas, pensadas, únicamente en cuanto
traducen la posición, la escala de valores de un individuo o de una colectividad. En la realidad
se trata de un corte realizado previamente en la sustancia simbólica, elaborado por individuos
o colectividades que, al intercambiar sus modos de ver, tienden a influirse o modelarse
recíprocamente.
Heiner decía que el problema de la representación recibe un significado particular si
consideramos las relaciones y la interacción entre personas. Los conceptos de imagen, de
opinión, de actitud no tienen en cuenta estas vinculaciones, ni la apertura que las acompaña.
Se considera a los grupos en forma estática, no por lo que crean ni comunican, sino porque
utilizan y seleccionan una información que circula en la sociedad. Por el contrario, las
representaciones sociales son conjuntos dinámicos, su característica es la producción de
comportamientos y de relaciones con el medio, es una acción que modifica a ambos y no una
reproducción de estos comportamientos o de estas relaciones, ni una reacción a un estímulo
exterior dado.
En resumen, aquí vemos sistemas que tienen una lógica y un lenguaje particulares, una
estructura de implicaciones que se refieren tanto a valores como a conceptos, un estilo de
discurso que le es propio. No los consideramos “opiniones sobre” o “imágenes de”, sino
“teorías” de las “ciencias colectivas” destinadas a interpretar y a construir lo real.
Constantemente van más allá de lo que está inmediatamente dado en la ciencia o la filosofía,
de la clasificación dada de los hechos y de los acontecimientos. En ellos podemos distinguir un
corpus de temas, de principios, que tienen unidad y se aplican a zonas de existencia y de
actividad particulares: la medicina, la psicología, la física, la política, etc. Inclusive en estas
zonas, lo que se recibe está sometido a un trabajo de transformación, de evolución, para
convertirse en un conocimiento que la mayoría de nosotros emplea en su vida cotidiana. En el
transcurso de este empleo, el universo se puebla de seres, el comportamiento se carga de
significados, algunos conceptos se colorean o se concretan, se objetivan, como suele decirse.
Al mismo tiempo, se proponen formas en las que se encuentran expresión las transacciones
corrientes de la sociedad y, reconozcámoslo, estas transacciones se rigen por esas formas y las
fuerzas allí cristalizadas aparecen disponibles. Se comprende por qué. Las formas determinan y
regulan, por consiguiente, las conductas deseables o admitidas. Por estos rasgos —su
especificidad y su creatividad en la vida colectiva— las representaciones sociales difieren de las
nociones sociológicas y psicológicas, con las cuales las comparamos, y de los fenómenos que
les corresponden.
Módulo 4: Perspectivas socio construccionistas en psicología social
Gergen, K. (2007). El Construccionismo Social y la Práctica Pedagógica:
Las prácticas educativas normalmente están ligadas a una red de supuestos, es decir, un
discurso compartido acerca de la naturaleza de los seres humanos, sus capacidades y su
relación con el mundo y los otros. En el caso de la educación, tal vez el concepto fundamental
es el del conocimiento mismo. Entonces, ¿cómo definimos o conceptualizamos al
conocimiento de forma que las prácticas educativas sean necesarias y ciertas prácticas se
favorezcan sobre otras? Conceptos claramente divergentes del conocimiento se prestan a
visiones muy diferentes del proceso educativo. Las creencias acerca del conocimiento
informan, justifican y sostienen nuestras prácticas educativas.
Como lo hemos de proponer después, estos sistemas de creencias, que están estrechamente
relacionados, resultan profundamente problemáticos, en términos de sus compromisos
epistemológicos e ideológicos. Después hemos de delinear una alternativa a estas visiones,
derivada del punto de vista socioconstruccionista. Aunque no intentamos destruir las visiones
tradicionales, el construccionismo social ofrece una alternativa significativa. Al hacerlo,
también ofrecemos una nueva manera de entender las prácticas educativas existentes y
abrimos las puertas a un nuevo rango de posibilidades.
El conocimiento: tradiciones exogénica y endogénica: La exogénica (centrada en el mundo) y
la endogénica (centrada en la mente). En la educación, la tradición exogénica puede rastrearse
hasta las filosofías empiristas del conocimiento (desde Locke hasta el positivismo lógico),
mientras que la tradición endógenica debe en gran medida su inteligibilidad a la tradición
racionalista (desde Descartes y Kant hasta Fodor y el movimiento de la Inteligencia Artificial).
Ambas orientaciones acogen un dualismo mente/mundo, en el cual la existencia de un mundo
externo (típicamente una realidad material) se contrapone a la existencia de un mundo
psicológico (cognitivo, subjetivo, simbólico). Desde el punto de vista exogénico, sin embargo,
el conocimiento se obtiene cuando los estados internos del individuo reflejan o representan de
manera precisa (o sirven como espejo de) los estados existentes del mundo exterior. Los
pensadores exogénicos frecuentemente ponen un gran énfasis sobre la observación cuidadosa
de la adquisición del conocimiento, y tienden a ver la emoción y los valores personales como
riesgos potenciales para la atención neutral o “equitativamente distribuida” que se requiere
para registrar de manera precisa el mundo tal como es. Más aún, el exogenista también tiende
a enfatizar la importancia del conocimiento en la habilidad del individuo para adaptarse o
tener éxito dentro de un ambiente complejo. Debemos tener un “mapa interno” de la
naturaleza, se dice, si hemos de tener éxito para encontrar nuestro camino en el mundo. Para
el exogenista, entonces, el mundo es primariamente dado, y la mente opera mejor cuando lo
refleja de manera precisa. La tradición endogénica es similar a la exogénica en sus
fundamentos dualistas y su énfasis en la neutralidad valorativa. Sin embargo, mientras que la
tradición exogénica trata la cuidadosa observación del mundo como si fuera la clave para
adquirir conocimiento, el endogenista pone el énfasis principal en los poderes de la razón
individual. El endogenista centrará la atención sobre las capacidades inherentes o naturales y
el desarrollo de la mente individual. Los límites del aprendizaje podrán rastrearse a las fases
del desarrollo del sistema cognitivo.
La visión exogénica favorece los procedimientos de examen en los cuales el énfasis principal
está puesto en la evaluación de los niveles del conocimiento individual. Instrumentos como las
preguntas de respuesta con opción múltiple, pruebas estandarizadas y normalización
estadística.
la perspectiva endogénica está centrada en el niño o el estudiante. El currículo endogénico
pone el énfasis primario en las capacidades racionales del individuo. Lo importante no es tanto
la cantidad de información en la mente de uno sino la forma en que uno delibera acerca de
ella.
El deceso del conocimiento como posesión individual: Desde estas dos perspectivas, los
filósofos jamás han podido resolver la pregunta fundamental de la epistemología: de qué
manera adquiere la mente el conocimiento de un mundo externo a ella.
La construcción social del conocimiento:
Indeterminación: La inteligibilidad nunca está completa. Cualquier significado establecido está
abierto a infinitas resignificaciones. No existe un punto en el que el proceso de generar
inteligibilidad se consume. No existe una fijación de las palabras, de tal manera que
pudiéramos garantizar lo que una conferencia o texto llegará a significar, incluso si el
estudiante domina los complementos apropiados dentro de los escenarios locales de la
escuela.
Polivocalidad: A medida que los interlocutores entran en nuevas relaciones e intentan crear
una inteligibilidad juntos, se apoyarán en las prácticas anteriores que dan sentido. Y, puesto
que normalmente han sido parte de muchas relaciones, dispersas a través del tiempo y las
circunstancias, traerán al presente un vocabulario sustancial de palabras y acciones. En efecto,
entramos en cada relación como polivocales: cargamos con nosotros numerosas voces que
hemos apropiado del pasado.
Contextualización: La generación relacional de significado emplea mucho más que las
palabras y acciones de los interlocutores. Su coordinación frecuentemente usará varios tipos
de objetos y tendrá lugar dentro de condiciones materiales específicas. Uno no entra
meramente como polivocal, sino como polipotenciado, en términos de las capacidades de
introducir objetos o dar lugar a contextos con los cuales construir significado en cualquier
relación específica.
Pragmática: La visión relacional desarrollada aquí no sólo contrasta con la visión tradicional del
lenguaje como expresión externa de un estado interno, sino con el ampliamente aceptado
supuesto de que el lenguaje sirve como “imagen” o “mapa” exacto de la realidad (“que puede
decir la verdad”). En cambio, el lenguaje funciona principalmente como rasgo constitutivo de
las relaciones.
Variedades de construcción: Las ideas construccionistas han tomado muchas formas a lo largo
del tiempo y han sido usadas de varias maneras. Puesto que las visiones de la construcción han
tenido un rol importante en las deliberaciones más recientes de la pedagogía, será útil explorar
las diferencias entre el construccionismo social como se lo delineó anteriormente y dos
orientaciones alternativas: constructivismo radical y socio constructivismo.
Políticas educativas y la práctica pedagógica: no existen políticas ni pedagogías que no
puedan entenderse a través del lente del construccionismo social. Todas las prácticas
tradicionales —para bien o para mal y con variada eficacia— sirven para construir mundos de
lo real y lo bueno. En efecto, todas realizan ciertas contribuciones al mar de inteligibilidad.
De la jerarquía a la heterarquía: De modo consistente con las visiones tradicionales del
conocimiento como acumulativo (exogénica) y universal (endogénica), las instituciones
educativas están construidas sobre lo que Freire (1985) llama un modelo “nutricionista”. El
modelo es esencialmente jerárquico, en donde la autoridad última reside en las comunidades
de producción del conocimiento. r. Al situar el conocimiento de esta manera estamos
invitando a un cambio del monólogo al diálogo, de la jerarquía a la heterarquía. Otros están
invitados a deliberar acerca de la materia de estudio de la educación, su valor y relevancia.
Más allá de las disciplinas del conocimiento: Es tradicional ver los términos de nuestro
lenguaje como ganando su significado por su conexión con los referentes del mundo real.
Tenemos palabras como “león”, “conejo” o “elefante” porque queremos distinguir tres
distintas especies de animales. Sin embargo, el construccionista abandona esta imagen del
lenguaje, en favor de una concepción basada en el uso, en la cual el significado de las palabras
se rastrea hasta las relaciones activas en las que cumplen un papel. Es este carácter polisémico
de las palabras, su capacidad para ser usadas en múltiples contextos de las relaciones, el que
inyecta flexibilidad al lenguaje y permite la matización sutil de la acción en cualquier escenario
dado. Sin embargo, desde el punto de vista construccionista, las delineaciones del
conocimiento son útiles primariamente para aquellos que se encuentran dentro de un dominio
de estudio específico. Ellas permiten a las comunidades de creadores de conocimiento generar
logros en términos de sus tradiciones.
Hacia el significado en la práctica: Según las versiones tradicionales, la educación funciona
para producir individuos informados, que, ya sea a fuerza de lo que saben y/o de sus
habilidades racionales, están equipados para actuar efectivamente en cualquier situación que
la vida tenga para ofrecer. El lenguaje adquiere su valor social y su significado por la forma en
que la gente lo usa en contextos específicos. El construccionismo favorece tanto los programas
de aprendizaje basados en la comunidad como los procesos de aprendizaje en la educación.
Hacia una deliberación reflexiva: No se trata simplemente de una cuestión de dos culturas —
las ciencias y las humanidades—, sino del aislamiento entre las disciplinas dentro de las
ciencias y las humanidades y de los subsectores de estas disciplinas. El punto de la deliberación
reflexiva no es ampliar el abismo existente entre los enclaves culturales, sino enriquecer las
formas de vida cultural a través de procesos de entretejimiento.
Hacia relaciones generativas: El aprendizaje se convierte en un “cambio en nuestras
relaciones, constituidas en el lenguaje con otros”.
Conclusión: A pesar de que frecuentemente resultan polémicos, no hay nada dentro de estos
argumentos que favorezca de modo general el abandono de las prácticas educativas
tradicionales. Todas las prácticas construyen al mundo en su propia forma, cargan con valores
de cierto tipo y se prestan para ciertos futuros a expensas de otros. Lo que se propone es una
alternativa a la epistemología tradicional, que abre posibilidades para la práctica educativa.
Como se propuso aquí, una visión socioconstruccionista del conocimiento discute fuertemente
a favor de una mayor democracia en la negociación de lo que cuenta en la práctica educativa,
la fundamentación local de los currículos, la ruptura de los límites disciplinares, el lugar de los
discursos disciplinarios en las prácticas socialmente relevantes, la práctica educativa en
problemas sociales y un cambio en los modos educativos centrados en el sujeto y el niño, hacia
una focalización en las relaciones. Muchos de estos énfasis no son nuevos para los diálogos
sobre la educación. Y, en este sentido, el construccionismo social presta un fuerte apoyo a
ciertas iniciativas existentes. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, aún tenemos que
abrir la puerta a la plenitud de potencialidades de una epistemología construccionista.

Ibáñez, T. (2003). La construcción social del socioconstruccionismo: retrospectiva y


perspectivas:
A lo largo de estos últimos años la orientación socioconstruccionsita se ha afianzado de
manera muy notable en el seno de la psicología social, y esto se evidencia de múltiplesformas.
Valga como botón de muestra el volumen ya considerable alcanzado por las publicaciones
generadas desde esta orientación, o el importante número de investigadores/as que se
reclaman de ella en distintos países. Valga también el hecho de que nadie, en la disciplina,
puede pasar por alto su existencia y que no haya otra alternativa que la de estudiarla y
conocerla, con mayor o menor detalle, aunque sea para proclamarque conviene ignorarla.
Pero lo más llamativo es quizás que algunos de sus presupuestos están influyendo, y se van
incorporando aunque sea en dosis homocopaticas en el seno de las demás orientaciones.
Se habló de una nueva orientación que pugnaba por abrirse un espacio en la psicología social.
Hoy esa ya ha perdido su aura de no verdad, y pertenece a la historia reciente de la misma.
También se habló de una orientación alternativa hoy el socioconstruccionismo ha abandonado
los márgenes de la disciplina para situarse a una distancia de sus núcleos centrales que, sin ser
del todo cercana, tampoco aparece como desmesurada. Aunque sea anecdótico resulta
llamativo por ej: que el último congreso nacional de psicología social se haya celebrado bajo un
lema que reza “construyendo encuentros”.
Repaso histórico-sus antecedentes se hayan en el fuerte cuestionamiento interno al que fue
sometida la propia disciplina hacia fines de los 60 y 70, en el periodo de la crisis de la psicología
social. Se desarrolló entonces un doble cuestionamiento de los principales supuestos
metodológicos, teóricos y también prácticos de la disciplina.
La primera vertiente de este doble cuestionamiento, que podríamos calificarlo como nuncia de
la asunción acrítica de los postulados positivistas y neo positivistas por parte de la disciplina.
La segunda vertiente, de naturaleza más política se dirigía a la nula implicación social y a la
escasa utilidad práctica de las aportaciones realizadas por la investigación pisco sociológica.
El cuestionamiento político conectaba muy directamente con el clima contestatario que se
había extendido por numerosos campos universitarios, así como con una agitación social que
encontraba en la juventud a uno de sus principales protagonistas, y con el inicio de una
profunda recomposición de los movimientossociales. A principios de los 80, la intensa
actividad crítica desarrollada en los años anteriores desemboque finalmente sobre unas
propuestasmucho más elaboradas que prefiguran ya el construccionismo social.
Kenneth Gergen en las formulaciones de estas propuestas publica un libro de un rigor
epistemológico y de una densidad filosófica poco habitual en el ámbito de la psicología social,
que testimonia de la seriedad y de la solidez de la nueva agenda que se estaba elaborando.
Bien es cierto que la expresión construccionismo social aún no se utiliza en ese libro para
denominar la propuesta teóricaque en él se presenta, y que será preciso esperar a la
publicación en 1985 de un sonado artículo “the social construccionist movement in modern
psychology”.
El socioconstruccionismo no habría conseguido consolidarse, ni presentaría las características
que lo definen actualmente si el clima intelectual de fines de los 70 y principios de los 80 no
hubiese estado marcado por un conjunto de aportaciones que, pese a su diversidad,
presentaban un inequívoco aire de familia. Me estoy refiriendo a Foucault, a los desarrollos del
segundo giro lingüístico protagonista por la escuela de Oxford, por otra parte, pero también al
resurgir del pragmatismo de la mano de Richard rorty, así como el auge del post
estructuralismo, sin olvidar la constitución del paradigma de la complejidad, ni tampoco la
creciente atención prestada a la discursividad y a los planteamientos post modernos. Es decir,
en definitiva, a la construcción de un contexto intelectual que permitió enriquecer
considerablemente la segunda teórica inicialmente propuesta por el construccionismo social,
al mismo tiempo que facilitaba su aceptación por parte de quienes, dentro de la disciplina, se
mostraban sensibles a una o varias de las mencionadas aportaciones contemporáneas.
El acierto consistió en privilegiar la dimensión instituyente del socioconstruccionismo por
encime de su dimensión instituida, o su carácter de proceso en desarrollo por encima de su
carácter de producto más o menos acabado. Simple diferencia de énfasis, si se quiere, pero
diferencia de énfasis, si se quiere, pero diferencia consonante con los propios supuestos
epistemológicos que nutrían al construccionismo social y que inducía a pensar esta orientación
mediante la metáfora de un archipiélago más o menos disperso en lugar de recurrir a la
metáfora de un macizo consistente teórico.
Tras mucho es correcto atribuir al socioconstruccionismo los siguientes resultados y efectos:
- El haber conseguido alentar una permanente sensibilidad critica en relación a los diversos
procedimientos de auto legitimación articulados por las Corrientes tradicionales y dominantes
del pisco. Social. Cuando esta sensibilidad crítica se nutre además de un fuerte bagaje de
conocimientos epistemológicos y filosóficos, se torna muy difícil no solamente desembocar
dichos procedimientos sino también argumentar convincentemente la propia aceptabilidad de
los mismos.
- El haber forzado, ensanchándolos considerablemente, los espacios de legitimación de la
propia disciplina, para así dar cabida a metodologías de investigación a planteamientos
teóricos, y a intereses investigadores que no hace tanto tiempo habrían sido vehementemente
descalificados. Gracias en parte al socioconstruccionismo, los grados de libertad de los que se
dispone para producir conocimientos legítimos en pisco. Social se han incrementado
notablemente.
- El haber contribuido a tornar más permeables las fronteras disciplinarias, impulsando flujos
de intercambio con la sociología, etc.
- El haber realizado aportaciones substantivas en la investigación de un amplio conjunto de
fenómenos psicosociales, entre los cuales solo mencionare ej: la identidad, subjetividad,
discriminación o las relaciones interpersonales.
- El haber elevado el grado de sensibilidad hacia la dimensión política de las diversas prácticas,
de investigación u otras, que se desarrollan en y desde la propia Pisco Social.
- El haber constituido una importante red de soporte de publicaciones susceptible de acoger
los textos que no encajan en los parámetros estándar de la disciplina. Una de las principales
debilidades del construccionismo social proviene de aquello mismo que le ha dado parte de su
fuerza y que ha realizado el interés que presenta. Me estoy refiriendo a su flexibilidad a su
carácter abierto y a su configuración como un movimiento más que como una doctrina teórica
dotada de una fuerte coherencia interna. En efecto, la capacidad que ha tenido, para acoger
en su seno formulaciones y planteamientos tan diversos, ha generado varios efectos
problemáticos. Primero el adquirir poco a poco cierta apariencia de cajón de sastre, donde casi
todo tiene cabida.
La propia especificidad de las diversas orientaciones que conforman el socioconstruccionismo
genera unas tensiones entre ellas que cuestionan la cohabitación en un mismo marco teórico y
amenazan con hacerlo estallar en islotes inconexos.
Otra debilidad de aquello mismo que hizo su fuerza, me refiero a su rápida y fuerte
consolidación en el seno de la disciplina y a su reconocimiento como na de las corrientes
legítimas del pisco. Social.
No faltan argumentos para considerar de forma eminentemente crítica las actuales
limitaciones del socioconstructivismo, la primera se relaciona con el énfasis que supo poner el
construccionismo social sobre la incuestionable importancia del lenguaje, y sobre la naturaleza
discursiva de una entidades y de unos fenómenos psicológicos que convenía des- naturalizar,
des-esencializar y arrancar a la supuesta interioridad del individuo. El problema radica más
bien en que la necesaria atención prestada al ámbito de la discursividad no haya ido de la
mano de un igual interés por el campo, amplísimo, de las prácticas de carácter no discursivo.
Se han dejado de lado los objetos que ejercen sus efectos por medio esencialmente no
lingüísticos tales como con el cuerpo, tecnologías, etc. Esta parcialidad no es grave porque nos
haya privado de ciertos conocimientos sobre objetos interesantes sino porque por decirlo de
alguna manera, ha desequilibrado el socioconstruccionismo haciéndose olvidar la importancia
de las condiciones materiales de existencia. No solo se ha ignorado aquello que actúa con
independencia del discurso, sino que se le ha invisibilidades con todas las consecuencias que
se desprenden de este tipo de operación.
La segunda línea tiene que ver con la incapacidad, las resistencias para extraer las
consecuencias explícitamente políticas de sus propios presupuestos y para desarrollar una
intervención en el plano teórico y en el de las prácticas, que estuviese en consonancia con el
carácter insoportable de las condiciones de existencia que nuestro modelo de sociedad
impone a la inmensa mayoría de los seres humanos y con la insoslayable urgencia de construir
un mundo distinto.

Iñiguez, L. 2005: Nuevos debates, nuevas ideas y nuevas prácticas en la psicología social de la
era ‘post-construccionista’:
Puede afirmarse que la Psicología Social contemporánea dominante ha perdido cualquier
interés por el debate intelectual. Sin embargo, ha sido el Construccionismo social quizás la
única corriente que se ha erigido como uno de los interlocutores en los debates
contemporáneos de la Filosofía y de las Ciencias Sociales. Efectivamente, en los años ochenta
del siglo pasado, este tipo de perspectiva penetra en el conjunto de las Ciencias sociales y,
específicamente, en la Psicología social y se convierte en revulsivo en un contexto disciplinar
marcado por una ortodoxia heredera del positivismo. Encuentra una fuerte oposición y las
voces en contra se alzan potentes y descalificadoras, llegando a la amenaza de exclusión,
cuando no a la exclusión misma, de todas aquellas personas que se sentían atraídas por este
programa.
El punto de vista socioconstruccionista: no se puede ofrecer una definición única de
“construccionismo social”. Más bien, se pueden detallar ciertos elementos y supuestos que,
vistos en conjunto, podrían representar esa “perspectiva”, o como ha dicho Tomás Ibáñez
(1994) ese “movimiento”. Podríamos decir que los elementos que definen una posición
construccionista son: antiesencialismo (las personas y el mundo social somos el resultado, el
producto, de procesos sociales específicos); relativismo (la “Realidad” no existe con
independencia del conocimiento que producimos sobre ella o con independencia de cualquier
descripción que hagamos de ella); el cuestionamiento de las verdades generalmente aceptadas
(el continuo cuestionamiento de la “verdad”, poniendo en duda sistemáticamente el modo
cómo hemos aprendido a mirar el mundo y a mirarnos a nosotros mismos); determinación
cultural e histórica del conocimiento, y el papel conferido al lenguaje en la construcción social
(La realidad se construye socialmente y los instrumentos con los que se construye son
discursivos).
Posicionamientos: las consecuencias de la epistemología feminista El escenario actual de las
Ciencias sociales y humanas no sería lo que es sin las aportaciones de la epistemología
feminista. Ha cuestionado y puesto de manifiesto la relación íntima e inextricable existente
entre un sujeto que percibe y aborda la comprensión de un objeto, y el objeto concreto sobre
el que enfoca su mirada. Ningún objeto es neutro, está teñido y atravesado por significados e
implícitos, y la mirada con que se aborda, la epistemología y metodologías que lo
“desentrañan”, es una mirada de género. Todo ello no es sino una prueba más de que el
modelo de conocimiento de las sociedades occidentales es ideológico, y que procede y se
contrasta fundamentalmente a partir de las experiencias masculinas. Tal como sostiene Evelyn
Fox Keller (1985), la presunta neutralidad y objetividad de la ciencia, en sus aspectos
psicológico y cognitivo, es una construcción masculina. Un sujeto de conocimiento es un sujeto
con una preconcepción del mundo, no un individuo abstracto, a histórico e incorpóreo. Por
tanto, la subjetividad está situada y se encuentra tanto en el sujeto como en el objeto, así
como en la relación que se establece entre ellas.
La perspectiva epistemológica feminista critica toda teoría que se pretenda universal. Para
ello, se basa en la subjetividad y la concepción fragmentada de las subjetividades (Donna
Haraway, 1991), lo que en el ámbito de la epistemología significa tener en cuenta las
particularidades de los sujetos de conocimiento y del propio objeto del mismo. Así pues,
utilizar las producciones y formulaciones de la epistemología feminista implica considerar que
cualquier teoría de la ciencia no puede establecer de manera estándar la comprensión de su
objeto de estudio sin reflexionar acerca de quién es el sujeto de conocimiento, qué posición
ocupa, cómo está influyendo el género en los métodos utilizados y, una cuestión central, qué
podemos entender por ciencia. La riqueza de la epistemología feminista radica en su claro
posicionamiento de crítica social. Los principios orientadores de las teorías y prácticas
feministas se han materializado en duras críticas hacia los procesos sociales, políticos,
históricos de desigualdad y dominación. El concepto de transformación de las relaciones
sociales sigue teniendo su vigencia desde las primeras formulaciones y sigue siendo el motor
de orientación de todos sus desarrollos teórico-conceptuales. Pero el pensamiento feminista
no ha conseguido únicamente cambios en los planos vistos hasta el momento. Para una
agenda postconstruccionista otras aportaciones son también extraordinariamente
importantes. En particular, me referiré a continuación a la performatividad.
La Performatividad Como sabemos, una de las críticas más crudas al construccionismo ha
consistido en atribuirle un cierto idealismo lingüístico. No hay problema en reconocer que, al
enfatizar la importancia del lenguaje y la naturaleza discursiva de las prácticas sociales, el
socioconstruccionismo ha contribuido a desencializar, denaturalizar y des-psicologizar al
individuo y a los procesos pisco-sociales. Pero seguramente eso también le ha llevado a
desatender lo que podría ser llamado “prácticas no lingüísticas”. No es el caso de todo el
construccionismo, pues una lectura foucaultiana del discurso y la práctica discursiva no anula
ni desprecia la materialidad, sino que más bien la re-coloca en otro lugar del escenario. No
obstante, siempre se puede decir que quizás se ha ignorado en demasía el efecto de objetos y
materialidades que generan sus efectos utilizando medios no estrictamente lingüísticos. Judith
Butler ha perfilado la noción de performatividad. Máxima representante de la “teoría querer”,
su planteamiento viene a revolucionar las nociones de identidad, subjetividad y prácticas de
subjetivación que se ilustra en su análisis-propuesta en torno a la producción pre formativa de
la identidad sexual.
Se trata de una posición antiesencialista que niega tanto el carácter natural de la identidad
como su carácter fijo y estable. La identidad es una construcción social, efectivamente, pero
una construcción que debe entenderse como un proceso abierto a constantes
transformaciones y redefiniciones.
El mantenimiento de una psicología social crítica Hasta aquí he descrito brevemente algunos
elementos característicos del construccionismo social, algunos de los problemas que se le
plantean, así como el esbozo de nuevas tendencias y orientaciones que se han ido gestando en
los últimos años, a veces en paralelo y otras al lado del construccionismo. Todo ello permite,
creo, rediseñar la caja de herramientas para una “refundación” de una perspectiva crítica. En
este sentido, pretende ser una contribución más a una perspectiva que ha sido etiquetada
unas veces como “Psicología Social Crítica”. Una “Psicología social crítica” sería la consecuencia
de un continuo cuestionamiento y problematización de las prácticas de producción de
conocimiento y por tanto tiende a recoger la mayor parte de las características que he
enunciado, es decir, la historicidad del conocimiento, el carácter interpretativo del ser
humano, un punto de vista construccionista, la reflexividad del conocimiento, las aportaciones
de la epistemología feminista y del conocimiento situado, la eclosión de los estudios sociales
de la ciencia y la tecnología, la performatividad, etc. Sin embargo, si hasta hace poco tanto en
lo que se refiere a las asunciones ontológicas, como epistemológicas, metodológicas, políticas,
etc.
Módulo 5: Psicología comunitaria latinoamericana
Giorgi, V., Rodríguez, A., y Rudolf, S. (2011). La Psicología Comunitaria en el Uruguay:
PC: Psicología Comunitaria
En Uruguay, el reconocimiento de la PC como subdisciplinas es relativamente reciente y tiene
una impronta singular. Para que una subdisciplinas sea reconocida como campo de saberes y
prácticas definidas dentro de una profesión, debe alcanzar cierta intensidad y autonomía
relativa en cuatro ejes: 1. Prácticas profesionales basadas en instrumentos técnicos y
socialmente reconocidos 2. Cuerpo teórico que se reconozca como propio de esa orientación
3. Criterios epistemológicos 4. Aspectos filosóficos e ideológicos que contienen definiciones
acerca de elementos mediadores para asumir un posicionamiento ante los fenómenos
emergentes en su campo de conocimiento.
En la PC en Uruguay, estos ejes no se desarrollan de forma armónica ni acompasada. Esto
dificulta el reconocimiento de un punto de partida en su historia. Caracterización y
delimitación temporal de las fases históricas.
Fase 1. Los orígenes de una identidad. Desde los orígenes hasta 1973 Esta primera etapa se
extendió desde los orígenes hasta el inicio de la dictadura. Los primeros acercamientos a lo
que llamamos PC se asocian a la extensión Universitaria. Consiste en el desarrollo de
intervenciones sistemáticas que buscan contribuir a la solución de problemas de interés social.
Se caracteriza por el dialogo con los agentes sociales involucrados, generando un intercambio
de saberes. Por primera vez se utiliza la expresión PC en un artículo publicado por Carrasco.
Fase 2. Represión y silencio (1973-1980) Es la etapa de la dictadura. Las actividades en el
campo de lo comunitario se caracterizaron por su baja visibilidad y quedaron limitadas a los
espacios de las ONG donde comenzaron las influencias en la educación popular
latinoamericana, que tendrá relevancia en las etapas posteriores. Terminó en 1980 con la
derrota en las urnas del proyecto constitucional propuesto por el gobierno dictatorial.
Fase 3. La primavera instituyente (1980-1989) Esta fase incluyó el periodo de debilitamiento de
la dictadura, la restauración democrática en 1985 y el primer gobierno postdictadura. Muchos
desarrollos que permanecían invisibles del período anterior salieron a la luz. El retorno de
muchos universitarios del exilio movilizó el ambiente cultural y académico. Fue el momento de
reorganización de las organizaciones populares. La recuperación de la institucionalidad
democrática se caracterizó por la tensión entre la restauración de las lógicas organizativas
predictadura y las propuestas institucionales que se habían insinuado en las últimas etapas de
la lucha antidictatorial.
Fase 4. Neoliberalismo y crisis (1990 – 2004) Período de auge neoliberal en la región. La
atmósfera cultural y social se caracterizó por la resignación, el descrédito de las iniciativas
colectivas, el auge del consumismo, la fragmentación y la competencia. El estado redujo su
intervención en el campo de las políticas públicas. Los espacios académicos fueron atravesados
por la controversia acerca del conocimiento como bien de mercado o como derecho humano
universal. Fue el momento del surgimiento de distintas universidades privadas. El período se
cerró con la crisis de 2002, cuando el modelo se resquebrajó definitivamente. Resurgieron las
iniciativas colectivas y autogestivas como forma de afrontar la situación de adversidad que
enfrentaba la población.
Fase 5. Esperanza: entre los cambios y la continuidad (2005 a la actualidad) En el año 2005
asumió un gobierno de izquierda que se propone recuperar el papel del Estado en la sociedad
y recomponer la malla de protección social, para lo cual realiza fuertes inversiones. Este es un
momento de desarrollo de las políticas sociales y de la elaboración de planes en los cuales se
incorporan concepciones propias de la PC. Se abre un escenario donde la actividad profesional
y la académica tuvieron un renovado impulso y enfrenta nuevos desafíos.
Dimensiones para el análisis Para orientarnos en la reconstrucción histórica de las diferentes
fases, tomemos en cuenta las siguientes dimensiones: 1. Las prácticas psicológicas en la
comunidad 2. Aspectos ideológicos, éticos y de cosmovisión 3. Desarrollo académico y su
reconocimiento 4. Marcos y referentes teóricos 5. Relación con el Estado y sus instituciones

1. Las prácticas psicológicas en la comunidad Haremos una breve descripción de las


diferentes modalidades que fueron adoptando las prácticas psicológicas, en relación a
las fases antes comentadas. Fase 1: los comienzos de los psicólogos en las
comunidades son de mediados del siglo XX. Los orígenes de la profesión en nuestro
país tiene dos fuentes: el sector educativo (fundamentalmente la enseñanza primaria)
y la clínica hospitalaria. De un primer momento se intentó romper con la importación
de modelos de intervención, teorías y técnicas elaboradas en los países centrales y
generar una impronta propia. Se trataba de colocar a la universidad lo más cerca
posible de los sectores de la población con menos capacidad de satisfacción de sus
necesidades. Las prácticas no dejaban de ser más o menos tradicionales, sin embargo,
había una característica en el posicionamiento desde el que se realizaban que hoy
asociamos a lo comunitario. Se subraya la actitud de permanente búsqueda de
acercamiento a los códigos, necesidades y características de la población, así como de
las formas de aportar el cambio y con una cierta tendencia tecnocrática, pero siempre
con una vocación autocrítica que permitió que se evolucionase hacia formas más
participativas, como por ejemplo, el trabajo con sindicatos. El énfasis en la práctica
tuvo como faceta complementaria una carencia de registros, falta de sistematización y
escasa producción teórica publicada y difundida. Fase 2: Se distinguen 2 momentos: el
primero hasta que comenzó la dictadura, que atentó contra la población universitaria y
contra los intentos de promover actividades e iniciativas culturales. Si hubo trabajo
comunitario en éste período no hay registros de ello. En el segundo momento se
produjo un refuerzo de la resistencia y resurgimiento de los movimientos sociales.
Aparecen las actividades colectivas y los psicólogos en ellas. La actividad de los
psicólogos estuvo marcada por el modelo clínico, a la vez que se proponían
trascenderlo. La mayor parte de la experiencia se caracterizó por una traslación de lo
asistencial al consultorio barrial, identificando trabajo comunitario con una mayor
proximidad y mejor accesibilidad al servicio, o con descentralización y ubicación en
zonas periféricas. Consulta, diagnóstico y psicoterapia fueron las actividades más
comunes. Las nuevas generaciones que se incorporan a esta corriente tratan de
mantener un hilo conductor, de recuperar algunas referencias teóricas y técnicas, y se
empiezan a desplegar abordajes grupales y actividades que apuntan a la prevención y
promoción de salud. Comenzó a hacerse evidente la necesidad de fortalecer
conceptualmente a los trabajadores comunitarios (no solo a los psicólogos) y se
empezó a desarrollar una especie de clase intelectual que estudiaba, analizaba y
teorizaba sobre esta realidad, desde un lugar más profesional y por ende segmentado.
La estrategia de atención primaria en salud (APS), con el énfasis en la participación
comunitaria, favoreció la implementación de experiencias de este orden. Fase 3: Se
visualizó con más contundencia la influencia de cuestiones sanitarias en el desarrollo
de la psicología. Algunas propuestas gubernamentales contribuyeron a abrir brechas
con el fin de que el psicólogo tuviera un lugar en el sistema de salud. Se elaboró un
plan de Salud Mental donde el psicólogo tiene una participación activa. Se promovían
centros comunitarios de distintos tipos. Comenzaron a aparecer en escena las ONG,
esto supuso el abordaje de cuestiones de orden social, constituyendo un espacio
nuevo para la intervención de los psicólogos aunque aún con una perspectiva
impregnada de modelo clínico. Fase 4: El auge de las ONG domino casi totalmente el
trabajo comunitario, especializadas en algún aspecto de pobreza: la vivienda, la salud,
las alternativas de educación no formal para los excluidos del sistema, las madres jefas
de hogar, la alimentación, VIH, desempleo, etc. Hubo un gran desarrollo académico de
la disciplina y un colectivo de profesionales que aún no lograba identificar el PC con un
cuerpo teórico y metodológico sólido. Fase 5: Las políticas sociales pasaron a ocupar
un lugar en la agenda del gobierno, apoyadas por la creación del MIDES. Se realizó una
reforma importante en el sector de la salud, creando el SNIS, que propició un cambio
en el modelo de atención. El efecto más visible se produjo en la generación formal de
espacios de trabajo para psicólogos. Encontramos profesionales que trabajaban con un
enfoque comunitario en la educación, la vivienda, la seguridad social, abarcando todos
los tramos etarios y desplegándose a lo largo de todo el país.
2. Aspectos ideológico, ético y de cosmovisión: Los desarrollos más destacados de la PC
se caracterizan por el compromiso a las transformaciones sociales, la
desestructuración de las relaciones dominador-dominado, la promoción del
fortalecimiento y la autonomía de los sectores más vulnerados. Orientamos el análisis
de estos aspectos a partir de 4 hipótesis: 1) Desde sus orígenes pueden identificarse
un conjunto de definiciones éticas y concepciones acerca de los seres humanos, la
sociedad y la vida. 2) Estas concepciones defienden un posicionamiento que constituye
un ideal identitario central de la sub disciplina y uno de los aspectos que nuclea y
sostiene un sentimiento de pertenencia en todos los que practican la PC. 3) Ese
conjunto de ideas fuerza desempeña un papel central al momento de analizar la
realidad, construir significados y definir el sentido y la dirección de las acciones y
procesos. 4) Las mencionadas definiciones constituyen el eje central de un paradigma
en torno al cual se articulan las teorías que sirven como instrumento para comprender
las realidades y operar sobre ellas. La PC adoptó una postura eclético-crítica
recogiendo aportes de las más diversas escuelas y corrientes, y articulándolas en
función de definiciones que hacen a las intencionalidades presentes en sus prácticas y
posicionamientos. Fase 1: las actividades de extensión universitaria se caracterizaban
por ser sumamente politizadas, con un cierto mesianismo desde los universitarios que
creían que debían ponerse al servicio del pueblo, y a la vez eran demonizados desde
los sectores más reaccionarios que concentraban poder. Se reconocen algunas ideas
que conformaron el valor de la PC: 1) Preocupación por la dignidad de las personas,
procurando diferenciarse de posturas asistencialistas. Se enfatizaba la participación y
el protagonismo de sectores populares y su organización. 2) Permanente autocrítica de
las actitudes de los universitarios y su dificultad para relacionarse con las personas. 3)
Preocupación y primeros esbozos de análisis de las resonancias en la afectividad de los
universitarios a partir del contacto con situaciones sociales y personas con formas de
vida y problemas diferentes a los de su entorno. Fase 2: durante la dictadura, la
censura y autocensura impidieron rastrear la evolución de estas ideas. Se adoptó un
lenguaje neutro, inocuo, con terminología existencialista que condicionó el debate y la
elaboración conceptual. Fase 3: documentos y artículos posteriores a 1980 dan cuenta
de la profundización y el enriquecimiento teorico de las siguientes ideas fuerza: 1) Una
concepción de los seres humanos que permite aportar a sus potencialidades más allá
de las situaciones de carencia o sometimiento que les toque vivir. Potencialidad
intelectual capaz de pensar críticamente la realidad; potencialidad organizativa en
tanto capacidades de estructurar redes solidarias y articular respuestas colectivas ante
situaciones de adversidad; potencialidades creativas que se expresan en sus formas de
contacto con la naturaleza y las soluciones auto construidas ante los problemas con su
hábitat. 2) La jerarquización del papel que en la tensión emancipación-sometimiento
juega la cultura como actividad de producción de significados en referencia a la
realidad y a las experiencias colectivas. En ella da cuenta de la articulación entre la
dimensión sociohistórica y la subjetividad individual y colectiva, abriendo un espacio
para la inclusión de la psicología en el conjunto de disciplinas que estudian los
procesos sociales y el desempeño de los sujetos colectivos. 3) El concepto de
alienación como expropiación de estas potencialidades a través de las relaciones de
sometimiento que no se consideran exclusivamente económicas, sino también
culturales y psicológicas. 4) La apuesta a las potencialidades organizativas de los
sectores populares y la búsqueda de una democracia radical que se inicie en las
relaciones internas de las organizaciones, desestructurando liderazgos autoritarios.
Valoración de las modalidades organizativas propias de cada enclave social y la crítica
a los modelos impuestos desde afuera a las respectivas culturas. Fase 4: La PC
desplego una importante producción crítica y propuso modelos alternativos al modelo
neoliberal. Las políticas neoliberales incidieron en instituciones donde la PC tenia
fuerte presencia (como la educación). El resquebrajamiento del modelo a comienzos
del siglo XX genero una ruptura en la cotidianidad; la ruptura económica en las
instituciones genero una falta de protección y se rompieron referentes sociales y
reglas que regulaban la convivencia. Ante todo, esto aparecieron iniciativas
autogestivas, solidarias, o sea, todo lo que el neoliberalismo había intentado erradicar.
Los psicólogos participaron activamente en todas estas tareas. Fase 5: El gobierno
socialista que asumió en 2005 hizo de las políticas sociales y la justicia una de las claves
de su propuesta. Los psicólogos se integraron mucho a éstas propuestas, manteniendo
una postura crítica, pero colaborando activamente en la reconstrucción de las redes de
protección social.
3. El desarrollo académico y su reconocimiento: El reconocimiento académico de la PC en
Uruguay ha experimentado una marcada evolución a parir de los 90, con el plan de
estudios aprobado en 1987. Fase 1: la PC estuvo vinculada directamente con el mundo
universitario a través de las actividades de extensión. En ese contexto, la teoría
psicoanalítica que impregnaba la formación de los psicólogos comenzaba a dialogar
con los desarrollo de la Psico Social en el Río de la Plata. Fase 2: la intervención de la
Universidad por parte de la dictadura imposibilitó hablar de actividad académica
propiamente dicha en este periodo, ya que fue despojada de su componente de
producción. Solo el curso de Psicología Infantil (facultad de Medicina) se constituyó un
espacio relativamente protegido para la formación de un grupo reducido de
psicólogos, lo que permitió dar continuidad al desarrollo curricular de contenidos
ligados a la prevención y promoción de salud, y herramientas psicológicas alternativas
a las tradicionales, que luego serían instrumento de uso frecuente para los psicólogos
que trabajan en comunidad. Se inaugura la Escuela Universitaria de Psicología que
contribuyó a empobrecer el desarrollo de la disciplina. Fase 3: Lo comentado
anteriormente llevo a la PC fuera del mundo académico. Fue desde una comisión de
profesionales, que funcionaba en el marco del gremio de psicólogos, cuando
comenzaron a manifestarse necesidades formativas en torno al desarrollo de
intervenciones que se enmarcaban en los principios de la estrategia de la APS. Los
psicólogos, auto identificado como trabajadores de la salud, comprometidos con el
bienestar de la población comenzaron a enfatizar las intervenciones con una
perspectiva territorial y en proximidad con la vida cotidiana de las personas. Con la
reinstalación democrática se restituyeron los docentes académicos expulsados y se
trabajó para la concreción de un centro único de formación para los psicólogos que
termino con el surgimiento del Instituto de Psicología de UDELAR. Fase 4: El nuevo
plan de estudios sentó las bases para el desarrollo académico de la PC en nuestro país.
Se jerarquizo el dialogo con otras disciplinas y sectores sociales. Inicialmente, la PC se
presentaba (en el marco académico) como alternativa al modelo tradicional ligado a la
práctica en el consultorio. Esto instaló una dicotomía entre PC y Clínica. La enseñanza
de la PC en este periodo volvió a estar asociada al Extensión Universitaria. Fase 5: En
ésta última etapa, donde la PC como una inclinación más decisiva hacia el campo de
las políticas públicas, como consecuencia de las nuevas orientaciones del primer
gobierno de izquierda.
4. Marcos y referencias teóricas: Organizamos esta reconstrucción histórica sobre la base
de dos ideas orientadoras 1) La posición teórica del PC tal como se ha desarrollado en
Uruguay se caracteriza como un eclecticismo crítico articulado a partir de un conjunto
de ideas fuerza que hacen a una forma de ver los procesos y sus actores. Estas ideas
fuerza permiten incorporar y resinificar lo teóricoconceptual proveniente de distintos
desarrollos, ya sea de psicología o de otras disciplinas. 2) Estas influencias no son
azarosas, sino que responden a una cierta lógica que proponemos denominas
geoepistémica. Lo antedicho ha llevado a que la pC que se desarrolló en Uruguay
incorporará los aportes de la PC latinoamericana, sin abandonar el fuerte componente
psicoanalítico de la psicología uruguaya. Fase 1: En las actividades de Extensión, se
utilizaban herramientas teóricas propias de la psicología clásicos, los cuales fueron re
pensados con aportes desde las ciencias sociales. En este período se destacó el
liderazgo intelectual de Juan Carlos Carrasco como referente de la psicología
universitaria. A fines de los 60, llegó la influencia de Pichón-Riviere, entre otros. Fase
2: en la dictadura podemos reconocer la influencia poco visible de la situación popular
latinoamericana y cierta incidencia en los aportes de la psicología no directiva de Carl
Rogers aplicados a procesos educativos no formales que se impulsaban en los barrios.
Fase 3: Con el retroceso de la dictadura, la incidencia de la educación popular en las
prácticas comunitarias se hizo cada vez más evidente. El retorno de los docentes
exiliados trajo nuevos aportes teóricos. Fase 4: la creación y consolidación de la PC en
el ámbito académico generó aportes significativos en sus componentes teóricos y
metodológicos. Se van integrando varios aportes de la educación latinoamericana y la
PS desarrollada en el Río de la Plata, junto con la psicología crítica alternativa creada
por el Uruguayo JC Carrasco. Llega a nuestro país una abundante producción de origen
Argentino, con una impronta psicoanalítica, que influyó en las políticas de estado, con
relación a la producción de subjetividades. Fase 5: Se sumó en ésta etapa la necesidad
de profundizar en una concepción sobre políticas públicas y sobre los procesos de
exclusión-inclusión social, que si bien trascienden a la psicología y a la PC,
necesariamente la interpelan en sus aportes específicos en dialogo con otras
disciplinas. Esto ocurrió en consonancia con los movimientos que se observan en otros
países de américa latina, en coherencia con la asunción de varios gobiernos de
izquierda, lo que pareció desafiar con fuerza a la PC en su capacidad para aportar a tan
complejo escenario y en la intencionalidad de generar mayores niveles de integración
y justicia social.
5. La relación con el estado y sus instituciones: La relación entre PC y Estado no han sido
ajenas a las vicisitudes políticas, sociales e institucionales que el Uruguay ha vivido a
partir de la segunda mitad del siglo XX. La PC ha estado durante la mayor parte de su
historia en una posición crítica en relación a las instituciones gubernamentales y
escéptica en cuanto al papel del Estado, sin embargo, su vocación ha sido de
permanente inserción en los espacios público-estatales. Nos importa destacar algunas
características de la fase 5: Al comienzo del nuevo siglo, la región vivió cambios
políticos y sociales. La política neoliberal mostró su fracaso y aparecieron gobiernos
“progresistas” que introdujeron dos nuevos elementos en Uruguay 1) Se propuso
recuperar el lugar del Estado como organizador y regulador de la vida social. Tomaron
impulso las políticas sociales 2) Se procuró evitar el retorno del Estado paternalista y
benefactor proponiendo un nuevo contrato basado en la corresponsabilidad para la
que estimular la participación social y la búsqueda e implementación de soluciones a la
graves problemáticas de exclusión e inequidad características de las sociedades
posneoliberales. Surgieron políticas sociales que pusieron énfasis en la participación de
muchos psicólogos comunitarios. Asistimos a una coyuntura nueva donde lo estatal y
lo comunitario coexistía con la colisión entre lógicas diferentes, con las tensiones
burocráticas y participación.

Montenegro, M., Rodríguez, A. y Pujol, J. (2014): La Psicología Social Comunitaria ante los
cambios en la sociedad contemporánea: De la reificación de lo común a la articulación de las
diferencias:

En primer lugar, la praxis de la PSC se dirige a subsanar los problemas concretos derivados de
un modelo de sociedad que reproduce y consolida relaciones de dominación, ancladas en las
formas hegemónicas de pensar y actuar enquistadas en las ciencias sociales. Se trata de
potenciar la capacidad de acción de la comunidad para la transformación social. La
profundización de los procesos de fragmentación y desvinculación social dificultan, sin
embargo, la construcción de valores e intereses ―comunes‖ sobre los que se construye y
promueve la PSC y que constituyen la base para una acción colectiva. Asistimos, en segundo
lugar, a la apropiación capitalista y pérdida de potencial crítico de los principales conceptos de
la PSC (comunidad, problematización, participación, autogestión, fortalecimiento, etc.), que
deriva en prácticas que con efectos contrarios a los perseguidos. Este es resultado de la
captura de conceptos y prácticas por agentes no interesadas en las producciones de cambios
sociales profundos que deriven en intervenciones acríticas, voluntaristas e ingenuas;
insensibles a las relaciones de poder que atraviesan el espacio social.

Los cambios socioeconómicos y las formas en que se desarrolla la práctica comunitaria están
probablemente interrelacionadas. La interrelación entre la esfera económica y la cultural
debilita los pilares básicos sobre los que se asienta la PSC: sujetos con sentimiento de
comunidad anclados en un espacio e identidad común y susceptibles de ofrecer su tiempo y
esfuerzo para mejorar la comunidad.

A propósito de estos procesos de exclusión-inclusión social, el escenario de las políticas


sociales y, en particular el de las políticas focalizadas, se ha constituido en un ámbito frecuente
para la inserción de los/as psicólogas comunitarias, lo que nos exige interrogarnos sobre las
características del sujeto que estas políticas contribuyen a construir (Sandomirsky, 2010). Las
políticas focalizadas, como resultado de un proceso de discriminación positiva al seleccionar a
sus destinatarias, las instituye como sujetos de carencia. El agente externo se aproxima a ellas
desde un diagnóstico predefinido con el consiguiente riesgo de que el sujeto desaparezca en
su singularidad. Aún en el marco del establecimiento de vínculos singularizantes y
humanizados entre los/as operadoras de la política social y los sujetos, se produce una disputa
de sentidos acerca de qué significa ser pobre y se instala una suerte de inevitabilidad de la
dependencia (Rodríguez, 2012).

De esta manera, suele instituirse un sujeto agradecido que personifica la política en la persona
que ejerce como operadora social y donde aquella queda invisibilizada en su más profundo
sentido político de incidir sobre la desigualdad social.

Las acciones comunitarias toman como delimitador el criterio geográfico, en base al alcance de
las relaciones cotidianas de las personas participantes, por lo que se intensifica la acción en
aquellos espacios donde confluyen la mayor parte de relaciones. Esta aproximación tiende a
vincular la noción de comunidad con el espacio físico y el territorio. Si bien varias autoras de la
PSC coinciden en que el componente subjetivo (sentido de comunidad) es central frente al
geográfico; la práctica comunitaria tiende a superponer ambos aspectos. Sin embargo, los
procesos de segregación residencial y fragmentación social característicos de las sociedades
contemporáneas, efecto de la globalización y de las transformaciones en el mundo del trabajo.
obligan también a reconsiderar la dimensión subjetiva.

La racionalización de la comunidad la transforma en capital social y económico, un recurso más


objetivado en términos de costes y beneficios e instrumentalizado para la consecución de
objetivos individualizados. En este sentido, las formas de agregación geográfica están dejando
paso, potenciadas por el desarrollo de los medios de comunicación digital, a comunidades
culturales basadas en características identitarias y grupales, comunidades que no
necesariamente comparten un espacio común.

La des-significación temporal y espacial de la comunidad sitúa al sujeto en el centro de la


producción de significado, un significado que debe articular sin las coordenadas históricas y
espaciales que configuran la comunidad, llevando a una producción narcisista del yo que se
desvincula material y emocionalmente de un entorno que, a su vez, lo construye
publicitariamente como centro de la experiencia del presente. En el espacio urbano tiene lugar
un interjuego entre distintos intereses en pugna. La intervención estatal, asegurando las
condiciones de la producción y reproducción de la fuerza de trabajo, contribuye a esa
segregación socioespacial y a la distribución y división en el espacio, de los diferentes grupos
sociales.

En otros momentos y, particularmente en algunas ciudades latinoamericanas, la presencia de


fábricas en los barrios —asimilados a comunidades desde la PSC— con la consecuente
organización sindical, se constituyó en soporte territorial para las acciones colectivas, todo lo
cual ha cambiado a partir de la crisis de la sociedad salarial. La función integradora que tenía el
barrio, hasta hace unas décadas atrás, ha desaparecido. Ese espacio público mediador entre el
universo privado de la casa y el mundo público de la ciudad, se ha transformado, con
frecuencia, en un territorio estigmatizado, donde la circulación social se realiza en función de
experiencias similares y limitadas, disminuyendo la referencia de los espacios comunes y
debilitando la construcción de identidades locales. El barrio proporcionaba referencias básicas
para la construcción de un ―nosotros‖, de una sociabilidad más amplia que la familiar y más
densa y estable que la impuesta por la sociedad

Los fenómenos de fragmentación social y segregación residencial entonces han impactado en


las relaciones interpersonales, debilitando las capacidades de construcción de lo colectivo en
los espacios locales, en las comunidades y en la ciudad en su conjunto. A ello se suman
fenómenos de discriminación y estigmatización. La sensación de inseguridad, al impactar en las
relaciones de protección cercanas (Castel, 2004) en las relaciones de vecindad, condicionan las
posibilidades de encuentro con el otro, los vínculos de confianza y las experiencias colectivas.
El miedo y la desconfianza ligados a lo desconocido son constantes en los espacios
microurbanos

Si el construir un mismo espacio deja de generar las relaciones históricas que constituyen la
comunidad, nos encontramos con comunidades que trascienden los límites geográficos y, al
mismo tiempo, la praxis comunitaria que se desarrolla en los espacios cotidianos de
convivencia, enfrenta nuevos desafíos. La participación es otro de los pilares sobre los que se
asienta la PSC, esta ha de permitir expresar las problemáticas que atraviesa la comunidad y
elaborar, conjuntamente, formas de abordar y solucionar las mismas en tanto que las personas
que participan deben estar directamente implicadas en el diseño e implementación de las
políticas.

El desarrollo de una participación promovida desde los aparatos gubernamentales o


empresariales promueven participaciones interesadas que llevan a liderazgos burocratizados
orientados a los agentes y evaluadores externos, en tanto que, consciente o
inconscientemente, hay una contraprestación de capital social o económico hacia las personas
que facilitan y legitiman la participación. La participación se convierte, de este modo, en un
requisito tecnocrático y burocrático (cuando no político-partidario) que sirve a los intereses de
la intervención más que a los de la comunidad. Los y las informantes ―clave‖, que deberían
servir para facilitar la participación en el proyecto comunitario, se convierten en delegados de
las políticas en el territorio. La misma territorialización de las políticas ha llevado a la
formalización y captura estatal de formas espontáneas e informales de participación y al
debilitamiento de su potencial transformador.

Una acción ―comunitaria‖ puede entrar en conflicto con una o varias de las ―otras‖
comunidades que habitan el mismo espacio geográfico, reforzando la fragmentación o
intentando imponer una idea de comunidad inexistente.

Los procesos de fragmentación del vínculo comunitario dificultan la construcción de un interés


común que fundamente una acción transformadora. Precisamente, el ejercicio de la soberanía
contemporánea se basa en la delimitación de espacios y la creación de micro fronteras que
establecen sutiles mecanismos de inclusión y exclusión tanto biopolíticos como necro políticos
(Mbembe, 2003). El desarrollo del post modernismo se ancla en la generación de múltiples
procesos de diferenciación y segmentación entre las distintas zonas en que se potencia la vida
y la muerte (Lamble, 2013). A los efectos que los cambios sociales tienen en el plano de las
relaciones y, consecuentemente, en la potencialidad para construir lo común, han de sumarse
las nuevas modalidades de acción del capital en el territorio (a través de la instalación de
barrios privados, zonas francas, parques industriales y logísticos), ejerciendo nuevas formas de
control y dominación sobre otros sectores sociales y debilitando procesos colectivos y de
emancipación. El conflicto social queda invisibilizado en el marco de relaciones de
dependencia que inhiben la posibilidad de que el mismo se ponga de manifiesto (Falero, Pérez,
Ceroni, Da Fonseca & Rodríguez, 2013). Se trata de un modo de captura de la acción colectiva
en donde los procesos de desnaturalización y concientización (Montero, 2004) propios de la
PSC encuentran importantes obstáculos.

Las nuevas formas de gobernanza usan la liquidez de la amalgama comunitaria para desarrollar
intervenciones que realizan un uso estratégico de la diferencia para llevar a cabo proyectos
supuestamente participativos y comunitarios en, por ejemplo, lo que se ha venido en llamar
―modelo Barcelona‖ (Capel, 2005). Intervenciones que definen un nosotros institucional
conformado por las personas que comparten un espacio urbano aglutinadas bajo el paraguas
de la mejora de la calidad de vida, dibujando una nueva historia compartida que se aleja de la
propia para llegar a un futuro mejor de destellos neoliberales. Se trata de una construcción de
futuro que sirve a los propósitos de unas comunidades que se constituyen en oposición a
aquellas que no comparten el proyecto de salvación mesiánico. Una adecuada composición de
los intereses de los distintos fragmentos comunitarios permite elaborar una asociación
estratégica en la que, por ejemplo, comerciantes, propietarios de pisos, nuevos vecinos y
familias recién llegadas puedan alzarse en contraposición a ―los otros‖: inmigrantes, personas
mayores, e inquilinos. Todo ello bajo el significante ―queremos un barrio digno‖.

El desafío para la PSC consiste en desarrollar intervenciones sociales en un contexto de alta


movilidad geográfica y diversidad identitaria sin potenciar procesos de exclusión social sobre la
base de distintos ejes de segmentación social identitarios y/o socioeconómicos.

El concepto de comunidad de PSC naturaliza la noción de entendimiento mutuo propio de la


vida comunal precapitalista, tendiendo a una concepción homogeneizadora e idealizada de
comunidad. La propia Maritza Montero (2004) nos ha advertido sobre los riesgos de esta
idealización, mientras que Esther Wiesenfeld (1997) aporta el reconocimiento de la diversidad
como su característica fundamental. No obstante, la intervención en PSC ha estado orientada
frecuentemente a conocer, a fortalecer y a acompañar la construcción de lo común, a través
del rescate del sentido de comunidad como elemento esencial de la noción de la misma
(García, Giuliani & Wiesenfeld, 1994). Sin embargo, los cambios socioeconómicos apuntados
ponen en cuestión la idea de ―una‖ comunidad delimitada geográficamente. En tanto que la
comunidad es el objeto de la PSC, una primera solución consistiría en contribuir a la
reconstrucción del sentido geográfico de comunidad, a partir de promover prácticas que
consoliden los vínculos vecinales.

En tanto que la noción de comunidad está atravesada por el concepto de común (Montero,
2004), pensar la comunidad nos retrotrae a menudo a la metáfora de conjunto, una
agrupación de personas caracterizada por uno o varios aspectos geográficos, históricos,
culturales, afectivos, identitarios, etc. Si bien la noción de conjuntos borrosos ―puede
servirnos para comprender ese carácter móvil y en constante elaboración de la comunidad‖
(Montero, 2004, p.101), seguimos en la lógica de los conjuntos, de los que están dentro y
fuera, de aquello que se comparte, aunque sea de forma borrosa.

La metáfora arborescente nos permitiría pensar la comunidad en términos de unas


características comunes que la organizan (el tronco) con múltiples ramificaciones, casi infinitas,
que darían cuenta de la diversidad y complejidad de la comunidad. En esta línea, el trabajo
comunitario se dirigiría a identificar los elementos (espacios, identidades, prácticas, etc.) que
constituirían el tronco común de la comunidad que daría sentido y, en cierta forma,
estructuraría la diversidad de la misma.
Quizás la metáfora del rizoma (Deleuze & Guattari, 2004) nos pueda permitir pensar la
comunidad, en términos de sistema complejo, en un grupo heterogéneo de elementos
semiótico-materiales interrelacionados en asociaciones que no son ni jerárquicas ni
horizontales y que no tienen un elemento organizador común. La comunidad, desde este
esquema, formaría parte de un rizoma más amplio, de una red compleja de interrelaciones
entre elementos híbridos. Dar importancia a la interrelación, más que a los nodos, permite
situar al evento como el aspecto central de la acción comunitaria. No se trata, desde esta
perspectiva, de identificar aquellos agentes centrales de la comunidad, en tanto que nos
situaría en la identificación de nodos. Se trata de identificar y promover, en su lugar, eventos
que articulan tanto nodos como formas de relación. Similar a las redes neuronales pensar la
comunidad en términos de conexión de diferencias en lugar de agrupaciones de comunidades
nos permite conceptualizar los espacios en que intervenimos como intrínsecamente
diaspóricos, con una tensión constante entre los espacios identitarias que nos constituyen,
potencialmente diversos geográficamente y los lugares físicos que habitamos, inherentemente
intersecciones. En lugar del principio de identidad que rige en la forma homogeneizante en el
que se busca generar un nosotras como tronco articulador de la arborescencia de la
comunidad, los eventos comunitarios permiten articular epistemologías de la diferencia
donde, a modo de una epistemología diaspórica (Collymore, 2012), elementos en principio
contrapuestos se articulan en la conformación de una acción común sin que ello suponga
renunciar a los elementos diferenciadores que los constituyen y mucho menos, a la
conflictividad que esos elementos puedan implicar. Así, la acción comunitaria nos permite
pensar una comunidad sin lo común.

Montero, M (2004): introducción a la psicología comunitaria: desarrollo, conceptos y


procesos:

Cap. 1: Origen y desarrollo de la psicología comunitaria: Origen y desarrollo: los inicios

Durante las décadas del 60 y 70 (siglo XX) se producen una serie de movimientos sociales que
van a influir sobre los modos de hacer y de pensar de las ciencias sociales. En la psicología se
produce un vuelco hacia una concepción de la disciplina centrada en los grupos sociales,
sociedad e individuos con sus necesidades y expectativas, así como de un método de
aproximación diferente. Toda esta tendencia, responde a una sociología comprometida,
militante y dirigida a los más oprimidos y en desigualdad. El reto era enfrentar los problemas
sociales de una realidad muy concreta: el subdesarrollo de América Latina y sus consecuencias
sobre la conducta de individuos y grupos.

El comienzo en América Latina: La psicología comunitaria nace a partir de la disconformidad de


una psicología social que se encontraba bajo el signo del individualismo, que practicaba la
fragmentación y que no daba respuesta a los problemas sociales. La experiencia estaba atada a
un paradigma que la condenaba a la distancia, a una manipulación de las circunstancias de
investigación y de aplicación, donde el sujeto con determinado problema parecía quedar “por
fuera” de la psicología social para luego desaparecer. Poco o nada se lograba transformar de
esa “realidad” que se pretendía estudiar. Al mirar hacia el mundo, desde el lado de los mismos
psicólogos, comprendimos que la acción derivada de esas formas tradicionales de aplicación
era insuficiente, tardía e inocua.

La separación entre ciencia y vida que advertían las Ciencias Sociales llevó a rescatar líneas de
pensamiento, con aportes dejados de lado por ser “poco científicos” al no ajustarse a la
tendencia dominante. Muchas formas de investigación comenzaron a ser revisadas y
reivindicadas, conformando una forma alternativa de hacer psicología. Lo vigente parecía
inadecuado, incompleto y parcial. Se necesitaban respuestas inmediatas, dejar de tratar a
pocos e ignorar dolencias de muchos. En los años 60 comienza a desarrollarse una nueva
práctica que va a exigir una redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como su
objeto de estudio e intervención. La propuesta que se hacía partía de los aspectos positivos y
de los recursos de esas comunidades, buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando
en ellos el origen de la acción. Los miembros de dichas comunidades dejan de ser considerados
sujetos pasivos (sujetados) de la actividad de los psicólogos, para ser vistos como actores
sociales, constructores de su realidad. El énfasis estará en la comunidad y no en el
fortalecimiento de las instituciones.

La psicología comunitaria en América anglosajona: En mayo de 1965, en un congreso de


Psicólogos Sociales, Clínicos y Escolares, se dio inicio a esa rama de la Psicología. Se decidió
generar un nuevo tipo de formación para los psicólogos que les permitiera ejercer su práctica,
así como desempeñar su nuevo rol en la comunidad. A partir de esta reunión, no solo se
generaron programas específicos para trabajar en la comunidad, también se abrió un campo
para el estudio y la reflexión sobre la nueva práctica.

Características iniciales de la psicología comunitaria desarrollada en América Latina

Los aspectos que marcaron la psicología comunitaria en sus inicios son:

1. Búsqueda de teorías, métodos y prácticas que permitiesen hacer una psicología que
contribuyese no solo a estudiar, sino principalmente a aportar soluciones a los problemas
urgentes que afectaban a las sociedades latinoamericanas.

2. Redefinición de la psicología social, a la vez que se va más allá del objeto de esa rama de la
psicología.

3. Carencia de definición, donde las primeras aparecen a inicios de los 80.

4. Careció de un lugar académico y profesional propio hasta bien entrada la década de los 80.
5. Orientación hacia la transformación social. El norte de esta rama es el cambio social, muchas
veces definido en función de la noción de desarrollo.

6. La certeza del carácter histórico de la psicología como ciencia, de la comunidad como grupo
social y del sujeto humano. Esto es, comprender que surgen y son parte de un espacio y de un
tiempo y se dan en relaciones construidas cada día, colectivamente, en procesos dialécticos de
mucha influencia.

7. La búsqueda de modelos teóricos y metodológicos que ayudasen a entender y explicar los


fenómenos con los cuales se trabajaba. Esto hizo que en sus inicios apelase a diversas fuentes,
porque suministraban descripciones conductuales certeras y el modo de producirlas, o porque
otras aportaban categorías de análisis y explicaciones socioeconómicas o políticas a de largo
plazo. Esta característica le aportó además una amplia perspectiva multidisciplinaria, ya que se
acudió a campos tan variados como la educación popular, la filosofía, la sociología y la
antropología.

8. La concepción de que el “sujeto de investigación” es una persona no sujeta a la voluntad y a


los designios de quien investiga. Es alguien dinámico, activo, que construye su realidad, actor
social cuya voz forma parte de la polifonía de la vida social y que al ser parte de la acción y de
la investigación que se realiza con su comunidad tiene derechos y deberes que lo relacionan
con ambas tareas.

9. La necesidad de redefinir el rol de los profesionales de la psicología social, que debido a


todo lo anterior, no podía sostener una práctica marcada por una separación o distancia
“antiséptica” ni por una autodefinición basada en una experticia a la cual evidentemente le
faltaba el conocimiento de la comunidad producido desde ella.

Fases en el desarrollo de la psicología comunitaria

A partir del 60, se construyó una nueva forma de hacer psicología. En un principio, fue con
cautela, mientras que al mismo tiempo se rompieron ciertas fronteras, se crearon nuevos
métodos y técnicas partiendo de las formas menos tradicionales de actuar e investigar, etc.

El saber y las practicas, permitieron que en los 80 apareciera un método ya más dibujado, y a
mitad de los 80 se dio paso a la teoría a través de la generación de conceptos, explicaciones e
interpretaciones. 10 años después estamos inmersos en la problemática epistemológica, con la
presencia de un modelo poco relacionado con el paradigma dominante. Un modelo que ha
sido construido por psicólogos que trabajan arduamente en seis frentes:

Práctico-Teórico: responsables de construir un cuerpo de conocimiento, cuyo contenido


conforma el producto de una praxis que genera acción, modos de hacer y explicaciones e
interpretaciones sobre los mismos

Ontológico: define la naturaleza del sujeto cognoscente.

Epistemológico: busca definir el carácter del conocimiento producido y el tipo de relación de


producción de ese conocimiento.

Metodológico: hace aportes referentes al método a aplicar para producir conocimiento.

Ético: se dirige a definir la naturaleza de la relación entre investigadores-interventores y las


personas que forman las comunidades, aquellas que en la investigación tradicional son
llamados “sujetos”, en tanto son objeto de conocimiento y acción, y cuyo carácter activo en la
producción de conocimiento es un aspecto fundamental para éste modelo.

Político: da lugar a la expresión de diferentes voces dentro del hacer y el conocer e incluye
aspectos tales como la autoría y la propiedad del conocimiento producido.

En medida de que crece y se afianza la disciplina, las relaciones de intercambio e


interinfluencia crecen, coincidiendo en los siguientes aspectos:

Unión de teoría y práctica

Concepción del psicólogo como agente de cambio social, generativo, reflexivo.

Relación dialógica entre agentes externos (psicólogos) y agentes internos (miembros de la


comunidad) y reconocimiento del carácter activo de los segundos.

Generación de nuevas formas de investigar e intervenir para transformar el medio ambiente


y fortalecer a las personas.

Relación entre problemas pisco ambientales y vida cotidiana de las personas.


Interinfluencia de ciertos modelos como la psicología, la teología y la filosofía de la
liberación, las educaciones populares freirían, o el desarrollo o movilización de la conciencia
social.

Necesidad de sustituir el modelo médico por modelo psicológico. Reconocimiento del


carácter histórico y cultural de los fenómenos psicológicos y sociales, con la consiguiente
aceptación de la diversidad.

Rodríguez, A. (2018). Psicología Social Comunitaria: vigencias y disonancias en los escenarios


actuales. Conceptos, año 93, N.º 504. Pp. 27-70:

Resumen: Las condiciones socio-históricas que originaron la Psicología Comunitaria en


América Latina variaron sustantivamente. No obstante, las desigualdades sociales que
motivaron su desarrollo permanecen y se han profundizado, lo que nos lleva a considerar su
vigencia.

Introducción: A pesar de cierta disminución de las inequidades que experimentó América


Latina en las primeras dos décadas del siglo XXI, las desigualdades estructurales persisten y
amenazan con profundizarse a partir de los cambios políticos recientes operados en la región.
Se mantienen por tanto los fundamentos que motivaron la emergencia de la PSC ligados a
unas condiciones de existencia profundamente desiguales e injustas que producen altos
niveles de sufrimiento en amplios sectores de nuestra población. Sin embargo, los cambios
experimentados desde la década de los 70' a la actualidad nos exigen repensar la disciplina
para no quedar atrapadas/os en un lenguaje extemporáneo, vacío de contenido e inoperante.

Entre aquéllos y estos años... Los inicios de la PSC coinciden con los años del Mayo Francés, de
la Primavera de Praga (Checoslovaquia), de la matanza en la Plaza de Tlatelolco (México) en
1968, y del Cordobazo en Argentina

un año después, todos ellos movimientos de protesta con propósitos de transformación social
que enfrentaron la represión. Fueron años de la consolidación de la revolución socialista en
Cuba y de intentos similares en otros países como Nicaragua, abriendo esperanzas de cambio e
influyendo intelectual y políticamente en todo nuestro continente. En respuesta a estas
amenazas para el imperio surge la Alianza para el Progreso, diseñada por J. F. Kennedy en los
EEUU, con la finalidad de promover el desarrollo de un capitalismo reformista en nuestros
países, impulsando (con el fin de controlarlas) reformas agrarias que reclamaban los sectores
de izquierda y los movimientos sociales. Se instala la llamada “guerra contra la pobreza”
invisibilizando la riqueza como causa de los problemas sociales. Estos intentos reformistas
fracasan, siendo desplazados por gobiernos autoritarios como instrumento para la
instauración salvaje de una nueva fase de la evolución capitalista: la neoliberal (Borón, 2008).

Los años de la emergencia de la PSC en América Latina eran los tiempos del Concilio Vaticano II
y de la Teología de la Liberación, en diálogo con la Educación Popular desarrollada por Paulo
Freire en Brasil y con la Sociología Militante de Orlando Fals Borda en Colombia (Montero,
2004a). Estas corrientes se constituían en expresión de una intelectualidad ideologizada y
comprometida con los sectores populares; campo fértil, el de las ciencias sociales de la época,
que dio lugar a la llamada crisis de la Psicología Social para constituirse luego en una
“Psicología social como crítica” (Iñiguez, 2003), cuyas principales expresiones en nuestro
continente serían la Psicología de la Liberación, la Psicología Política y la Psicología Comunitaria
(Montero, 2004).

Los cambios socio-políticos experimentados en América Latina desde el surgimiento de la PSC


hasta la actualidad, nos interpelan en dos sentidos: en el de las producciones subjetivas
concomitantes y en el de los horizontes de transformación social que se presentan
radicalmente distintos a los de los años ‘70. Como expresan Almeida y Sánchez (2014) los
cambios sistémicos y civilizatorios acontecidos en las últimas décadas nos obligan a analizar la
deconstrucción y reconstrucción de los lazos comunitarios como resultantes de la interacción
entre dinámicas macro y micro sociales.

La crítica es inherente a la PSC. Es fundamental practicarla para sí misma y no sólo en relación


a los procesos que estudia y en los que interviene, en el entendido que se constituye en
condición de libertad y abre la posibilidad a pensar que las cosas pueden ser de otra manera.
Ello implica estar dispuestas/os a atravesar zonas de incomodidad ante la constatación de que
nuestras teorías y prácticas pueden estar contribuyendo a mantener un status quo injusto
(Montero, 2010)

Según el Paradigma de la Construcción y la Transformación Crítica propuesto por Maritza


Montero (2004) como soporte de la PSC, el sujeto que ella concibe es un sujeto activo, actor
social que construye y protagoniza la realidad. “... es alguien que piensa, actúa y crea...”, dice
Montero, y agrega, “... es un sujeto que critica, actúa y reflexiona...” (2004, p.95). Sobre esa
base, el sujeto de la PSC tiene derecho a decidir sobre sus propios destinos y las capacidades
para desarrollar las acciones oportunas para la resolución de sus problemas. En relación a un
sujeto así concebido, la/el agente externo/o es un/a facilitador/a de procesos que los actores
sociales despliegan.

En primer lugar, la necesidad de estudiar e intervenir no sólo con los sectores que
experimentan las situaciones de opresión sino también de conocer y comprender las nuevas
formas de dominación que tienen lugar y las estrategias que emplean los sectores dominantes
para mantener el estatus quo.

En segundo lugar, si estamos de acuerdo que en la exclusión social lo que está afectado es el
vínculo social, hay algo del sufrimiento del sujeto excluido que tiene que ver con la mirada del
otro.

Finalmente, es fundamental considerar qué significa estar incluidos socialmente en los


actuales contextos. En el intento de conocer y comprender cómo las personas explican los
factores que han favorecido cambios positivos en sus vidas y cuál ha sido el sentido de esos
cambios, a partir de un estudio realizado empleando el método biográfico, accedimos a
distintas construcciones de sentido acerca de la inclusión social (Rodríguez y otros, 2011)5.

Sabemos que la acción colectiva es el único modo de resistir, de presionar y de transformar en


el actual estado de cosas.

Reflexiones finales: La elección de la PSC por trabajar junto con los sujetos oprimidos, con los
que no tienen voz, quizás la haya puesto en el riesgo de reproducir relaciones coloniales sin
pretenderlo. Los desarrollos de las ciencias no son ajenos a los aconteceres macro-económicos
y políticos y mucho menos a las subjetividades que ellos producen. Sostener esas prácticas e
incorporar otras (como el trabajo con los movimientos sociales y la investigación acerca de los
mecanismos de producción de la riqueza y de la opresión), resignificando y reinventando
conceptos , favorece la posibilidad de construir posiciones estratégicas en relación a un análisis
de coyuntura que le permita identificar los puntos de emergencia más relevantes en cada
contexto socio-histórico, en articulación con las intencionalidades, los principios
fundamentales y los valores que le dieron origen y que mantienen total vigencia.
Módulo 6: Psicología social del rio de la plata
Fernández, A.M. (1986) La demanda por los grupos:

Los individuos que componen un taller no son simplemente individuos, sino que conforman un
grupo dentro del cual han desarrollado “redes informales”, es decir vínculos entre ellos como
así también con los superiores y con los reglamentos de la empresa. Su mejor rendimiento
depende más de la interrelación afectiva entre ellos que de las mejoras en sus condiciones de
trabajo.

El grupo es un todo cuyas propiedades son diferentes a la suma de las partes. El grupo y su
ambiente constituyen un campo social dinámico, cuyos principales elementos son los
subgrupos. El grupo es un campo de fuerza en "equilibrio casi estacionario". Este equilibrio no
es estático, sino dinámico, resultante de un juego de fuerzas antagónicas. Por un lado, las
fuerzas que constituyen las partes en un todo; por otro las fuerzas que tienden a desintegrar al
conjunto.

El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia propio de dicho


grupo en determinado momento, sea este funcionamiento interno o referido a la acción sobre
la realidad exterior. En esto reside el sistema de fuerzas que lo impulsa.

Aparece por primera vez el planteo de una moral de grupo. La embrionaria idea de grupo
asociada a un conjunto de personas en intercambio informal afectivo; comienza a vislumbrarse
la noción de un plus que tendrá el grupo con respecto a la simple sumatoria de sus
integrantes; dicho plus se evidenciará por sus efectos: mayor rendimiento. La dinámica de
grupos- Lewin, aportó principios de la Gestalt al estudio de la personalidad y posteriormente al
estudio de los grupos. Había demostrado que la percepción y el hábito no se apoyan en
elementos sino en “estructuras”. La teoría de gestalt “el todo es más que la suma de las
partes” según esta corriente la explicación de los fenómenos perceptuales debía intentarse a
través de una unidad de análisis, de un nivel distinto al de las unidades propuestas hasta
entonces. Lewin explica la acción individual a partir de la estructura que se establece entre el
sujeto y su ambiente en un momento determinado. Tal estructura es un campo dinámico, es
decir un sistema de fuerzas en equilibrio. Utiliza el método experimental para trabajar la
noción de campo dinámico, experiencia con grupos de niños a través de la construcción
experimental de tres climas sociales: autoritario, democrático y laissez faire.

La hipótesis: la frustración ocasiona la agresión; pero al concluir la experiencia puede


observarse que las reacciones agresivas variaban según los climas grupales, dependiendo esto
del estilo de coordinación. En los grupos conducidos democráticamente la tensión es menor, la
agresividad se descarga en ello de manera gradual en lugar de acumularse y producir apatía o
estallidos, el grupo democrático, al alcanzar más fácilmente el equilibrio interno, es más
constructivo en sus actividades. El grupo es un todo cuyas propiedades son diferentes a la
suma de las partes. El grupo y su ambiente constituyen un campo social dinámico, cuyos
principales elementos son los subgrupos, los miembros, los canales de comunicación, las
barreras. Modificando un elemento se puede modificar la estructura.

Como puede observarse es una concepción netamente “gestaltista” donde ha nacido la


dinámica de grupos. Para Lewin, el grupo es una realidad irreductible a los individuos que la
componen. Es un específico sistema de interdependencia tanto entre los miembros del grupo
como entre los elementos del campo (finalidad, normas, percepción del mundo exterior,
división de roles).

El funcionamiento del grupo se explica por el sistema de interdependencia propio de dicho


grupo en determinado momento, sea este funcionamiento interno (subgrupos, afinidades o
roles) o referido a la acción sobre la realidad exterior. En esto reside la fuerza del grupo, su
DINÁMICA. Tomar una decisión en grupo compromete más la acción que una decisión
individual: que es más fácil cambiar las ideas y las normas de un grupo pequeño que las de los
individuos aislados y que la conformidad con el grupo es un elemento fundamental frente a la
resistencia interna para el cambio. La teoría del campo elaborada por Lewin, hizo posible la
consolidación de las “técnicas de laboratorio social” y la “investigación – acción”. La
concepción lewiniana del grupo como un todo significa el abandono de la posición que coloca
al individuo en primer plano.

Criterios episemicos de Kurt Lewin: La ley para Lewin, es ley estructural ya que establece una
relación funcional entre los aspectos de una situación; el acontecimiento depende de la
totalidad de la situación. El campo formado por la unidad funcional de persona y ambiente, la
situación es única, cambiante y caracterizada por la totalidad de las interrelaciones que se dan
en un momento determinado. Según Lewin, no tiene sentido establecer leyes de acuerdo al
criterio aristotélico, en tanto esta toma en cuenta los factores comunes a todas las situaciones
o las que aparecen con más frecuencia. Para Lewin, un grupo es un conjunto de personas
reunidas por razones experimentales o de su vida diaria, para realizar algo en común y que
establecen relaciones entre sí, conforman de esa manera una totalidad que produce mayores
efectos que los mismos individuos aislados. Es decir que el grupo es irreductible a los
individuos que lo componen en tanto estos establezcan un sistema de interdependencia: en
esto radica la fuerza o dinámica de un grupo.

Primer momento epistémico: el todo es más que la suma de las partes. Esta idea de la Gestalt
resalta la idea de totalidad. La relación todas partes es un problema cuya respuesta es siempre
compleja. El tratamiento de la relación todas partes ha tenido diferentes formas de abordaje.
Planteos estructuralistas posteriores a la Gestalt, indicaron que el problema no pasaría por
comprobar que el todo fuera más que la suma de las partes o igual, sino las partes organizan
relaciones y que tipo de relaciones conformes (ya sea entre ella o entre las artes y el todo). Un
todo pensado como un gran todo y no como las diversidades de lo múltiple. Las
reformulaciones planteadas por estos autores en tanto acentúan el carácter que posee lo
múltiple irreductible a la unidad. Piensan el todo como producido, como una parte al lado de
las partes que ni las unifica ni las totaliza, sino que se aplica a ellas organizando relaciones
transversales entre elementos que mantienen toda su diferencia en sus propias dimensiones.
El grupo imaginado como un todo más que la suma de las partes, constituye un primer
momento epistémico en la institucionalización de saberes y prácticas grupales.

Análisis de la demanda-Elton Mayo: demanda social que pone en evidencia un vacío, la


carencia técnico-social frente a los problemas que, en este caso, las nuevas normas de
producción generan. Lewin, sus investigaciones dieron fundamento científico a los ideales
democráticos. Desde Mayo y Lewin, se organiza una disciplina: la dinámica de grupos, desde su
inicio acoplara campo de análisis y campo de intervención, las primeras investigaciones sobre
grupos surgen en respuesta a una demanda económico política, dando lugar al “dispositivo
grupal”.
¿Cuál urgencia? Mantener y mejorar el nivel de producción de gran empresa, estimulando las
relaciones informales entre los operarios. La dinámica de grupos se expandirá rápidamente por
diversos campos: empresarial, educativo, de mercado etc. Por tanto urgencia situada
históricamente, en función de imperativos económicos y políticos del que forma parte. El
análisis de un campo disciplinario deberá pensarse en tanto conjuntos de conocimiento que
produce dicho campo, el ciudadano cómo se articulan estas producciones de conocimiento con
los juegos de poder e interrogándose en que estrategias de saber poder desarrollarán sus
prácticas sociales los técnicos de tal campo disciplinario. La misma relación que define lo
visible de un campo teórico y práctica define lo invisible. El nacimiento de lo grupal-
Dispositivo de los grupos y dispositivos grupales. El primero se refiere a la aparición histórica
de ciertos criterios en virtud de los cuales comenzó a pensarse en artificios grupales para
“resolver” algunos conflictos que se generaban en las relaciones sociales.

Desde diferentes puntos de iniciación se inventa una nueva tecnología: el dispositivo de los
grupos; aparece un nuevo técnico: el coordinador de grupos. Una nueva convicción: los
abordajes grupales pueden operar como espacios tácticos con los que se intentará dar
respuesta a múltiples problemas que el avance de la modernidad despliega. Dispositivos
grupales se hace referencia a las diversas modalidades de trabajo con grupos que cobraron
cierta presencia propia en función de las características tericotecnicas elegidas. Los
dispositivos grupales forman parte de los dispositivos de los grupos. Los grupos no son lo
grupal.

La latencia grupal, se construye una particular correspondencia entre lo oculto y lo verdadero.


A partir de la figura del grupo como nudo, se pretende problematizar el adentro y el afuera, el
arriba y el abajo grupal. Interesa problematizar un esquema que reinstala la duplicidad del
modelo arquitectónico superficie-cimientos; todo está en la superficie. El coordinador sólo
podrá puntuar algún sentido, ya no será quien descubra la verdad de lo que en el grupo
acontece. El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta, sino alguien interrogador de
lo obvio, provocador-disparador y no propietario de las producciones colectivas.

Nudo: complejo entramado de múltiples inscripciones: todo está ahí latiendo; todas las
inscripciones están presentes en cada uno de los acontecimientos grupales; variarán sí sus
combinatorias en cada momento grupal como también su nivel de relevancia en tal momento;
pensar la cuestión de esta manera implica, aceptar que en un grupo se están generando
muchísimas más producciones que aquellas que pueden leerse o anunciarse.

Langer – Declaración del grupo plataforma:


Consideramos que la Obra de Freud, el psicoanálisis, produjo una revolución en las Ciencias
Sociales con su aporte específico de conocimiento científico y que ese surgimiento estuvo y
está determinado, pese a su autonomía relativa, por el contexto socio-económico-político en
el que se practica. Entendemos que, como más abajo detallamos, el psicoanálisis ha sido
distorsionado y detenido necesitando para retomar su línea de innovación y desarrollo, de la
imprescindible contribución de otras ciencias, así como de una distinta y explícita inscripción
social, ineludible en este momento histórico.

Nuestra disciplina provee el conocimiento de las determinaciones inconscientes que regulan


la vida de los hombres, pero la misma, como conjunto de prácticas sociales articuladas, está
regida también por otros órdenes determinantes: fundamentalmente el sistema de producción
económica y la estructura política. Tales relaciones generan en los individuos sistemas de
creencias acerca del lugar que ocupan en la Sociedad, configurando las Ideologías de clase.
Estas son entonces registros parcializados de la realidad de las prácticas sociales destinados a
orientar y justificar toda práctica. Ser coherentes con estos conceptos nos obliga a entender
que el ejercicio científico, indisolublemente ligado a nuestro estilo de vida y a la organización
institucional a la que pertenecemos, está igualmente condicionado e ideologizado en todos los
aspectos por su inserción en el sistema, siendo tan sólo una particularidad de las instituciones
que lo integran y sostienen.

La razón de nuestro alejamiento pasa por disidencias con la organización societaria


psicoanalítica a todos los niveles: teórico, técnico, didáctico, investigativo, económico, pero
aquí queremos enfatizar uno decisivo, el ideológico. En este plano el enfrentamiento y las
exigencias de acción concreta que comporta es insuperable e impugna a la ideología global de
la Institución, por lo cual queremos que quede claro que no nos impulsa grupal o
individualmente ninguna intención más o menos reformista ni reivindicatoria intrainstitucional
y que las críticas que siguen no aluden a personas, muchas de las cuales apreciamos, por las
que fuimos formados psicoanalíticamente y a las que formamos. Por nuestra parte hemos sido
criticados repetidamente tanto por quienes sostienen que somos negativos o superfluos como
por los que nos reprochan de no haber asumido antes lo necesarios que éramos alcanzando
desde el comienzo una línea madura. No volveremos, por ahora, a ocuparnos de las críticas
que desde el quietismo o los pactos con el sistema intenten entorpecernos.
Sostenemos que esta separación, producto de un largo y difícil proceso, es indispensable, y
que no puede ser callada y resignada Puesto que nos declaramos abiertamente partidarios de
una inscripción cualitativa y cuantitativamente distinta dentro del proceso Social, económico y
político nacional y latinoamericano. Como científicos y profesionales tenemos el propósito de
poner nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que cuestionan sin pactos al sistema
que en nuestro país se caracteriza por favorecer la explotación de las clases oprimidas, por
entregar las riquezas nacionales a los grandes monopolios y por reprimir toda manifestación
política que tienda a rebelarse contra él.
Sostenemos que esta separación, producto de un largo y difícil proceso, es indispensable, y
que no puede ser callada y resignada Puesto que nos declaramos abiertamente partidarios de
una inscripción cualitativa y cuantitativamente distinta dentro del proceso Social, económico y
político nacional y latinoamericano. Como científicos y profesionales tenemos el propósito de
poner nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que cuestionan sin pactos al sistema
que en nuestro país se caracteriza por favorecer la explotación de las clases oprimidas, por
entregar las riquezas nacionales a los grandes monopolios y por reprimir toda manifestación
política que tienda a rebelarse contra él. Nos pronunciamos, por el contrario,
comprometiéndonos con todos los sectores combativos de la población que, en el proceso de
liberación nacional, luchan por el advenimiento de una patria socialista.

Este ordenamiento vertical en que la autoridad jerárquica no necesariamente coincide con el


mayor nivel científico sino con la antigüedad y la experiencia burocrática, tiene un resultado
claramente visible. No solamente desnaturaliza la función específica de la Institución de
promover la evolución teórico-técnica del Psicoanálisis: profundizando en los conceptos,
intercambiando conocimientos con otras ciencias, inaugurando procedimientos y campos de
aplicación originales, ensayando formas novedosas en la docencia, etc., sino que la sustituye
por la búsqueda de prestigio, status y logros económicos,
En el marco institucional, siendo como es partícipe sumiso de ese orden, el pensamiento
psicoanalítico ha sido distorsionado y detenido, paradojalmente, porque la organización fue
creada con la misión de defenderlo y cultivarlo. Esta paralización está esencialmente dada por
la política ejercida desde los cargos directivos, cuyo efecto, más allá de las buenas intenciones
de quienes también son esterilizados científica y afectivamente por su papel, es consolidar
cada vez más la estratificación jerárquica destinada al sostenimiento del privilegio económico
de quienes están en el vértice de la pirámide. Esto se vuelve a su vez indoctrinante para
quienes están en la base aspirando a llegar a la cúspide del poder. Mencionaremos algunos
hechos que resten a este enunciado el valor de una mera afirmación y que permitan
justipreciar los pactos ideológicos que se establecen entre Ciencia y Sistema, articulaciones
entre estructura institucional e ideología de clase dominante, que se expresan en esta
modalidad de la práctica científica: la Asociación Psicoanalítica Argentina está compuesta
actualmente por 367 personas de las cuales 194 pertenecen como miembros a la Institución y
el resto al Instituto del Psicoanálisis en calidad de egresados y candidatos. Este sector de la
población no tiene ningún acceso legal a la política institucional, ni puede recibir información
exhaustiva acerca del mismo so pretexto del cuidado del encuadre analítico. Por otra parte, del
total de miembros aceptados en la Institución sólo los 79 Miembros Titulares tienen voz y voto
en las decisiones importantes. De los restantes, sólo los 116 Miembros adherentes tienen voz,
pero no poder para tomar parte en las decisiones. Aun dentro de la minoría dirigente los
subgrupos más encumbrados excluyen con maniobras más o menos legales a los demás.

En el Instituto de Psicoanálisis existe una situación semejante.

Hay una Comisión de Enseñanza que es el máximo nivel de la organización pedagógica,


compuesta por miembros titulares que pertenecen a su vez a la misma minoría que rige los
destinos de la Institución. Existe también un Claustro de Profesores, donde votan sólo los
profesores titulares y adjuntos, pertenecientes en su mayoría al grupo antes mencionado.
Frente a esa concentración de poder, para resaltar el contraste, consignamos que un cuerpo
de delegados representa a los estudiantes que se hacen escuchar por su intermedio en la
Comisión de Enseñanza en cuanto a algún tipo de reestructuración pedagógica circunstancial
sin contenido demasiado innovador ni científico, ni objeciones a las relaciones de poder.

Por otra parte, cabe recalcar que un candidato a psicoanalista se ve forzado a destinar a su
formación entre 40 y 50 horas semanales de trabajo-estudio-dinero, lo cual significa, o bien
una renuncia a toda otra actividad esencial por un período de cuatro años, o bien su
realización en tiempo de descanso a costa de la salud física y mental. Con todo son, en última
instancia, los pacientes, quienes pagan ese artificial sobrecargo, y sorprende ver cómo los
candidatos, pese a ese régimen de exacción, encuentran la forma de usar el lapso casi
inexistente que les resta para elevar su estándar de vida mimetizando las pautas de consumo
de les estratos superiores de la Institución.

Este ordenamiento vertical en que la autoridad jerárquica no necesariamente coincide con el


mayor nivel científico sino con la antigüedad y la experiencia burocrática, tiene un resultado
claramente visible. No solamente desnaturaliza la función específica de la Institución de
promover la evolución teórico-técnica del Psicoanálisis: profundizando en los conceptos,
intercambiando conocimientos con otras ciencias, inaugurando procedimientos y campos de
aplicación originales, ensayando formas novedosas en la docencia, etc., sino que la sustituye
por la búsqueda de prestigio, status y logros económicos.
Ya otras voces se han levantado en protesta contra la así llamada "falta de democracia" en la
Institución y reclamado una supuestamente posible reestructuración.

Pero no es esa falta de liberalidad el punto clave de fractura que nos desliga de la Institución.
Sabemos que la verticalidad administrativa y el paternalismo es justamente típico de las
organizaciones liberales cuya máxima capacidad de permanecer está dada por una cierta
posibilidad que exhiben de hacer concesiones. No ignoramos que esas características de
modelo institucional son efectos indicado- A. res de la necesidad del sistema socio-político-
económico de sostenerse también sobre los pilares que le representa un poder científico
prestigiado y monopolista del conocimiento que se maneja para su producción específica con
las pautas y la ideología que el mismo sistema suministra en otros ámbitos para su
perpetuación.

Lo que nos separa esencialmente es que esas modalidades de funcionamiento societario, a


más de los efectos citados, al aislar entre sí a los distintos cuadros en cuanto a la política
interna y a la Institución con la realidad en cuanto a la externa, van paulatinamente
encastillando a los psicoanalistas, con la aquiescencia de los mismos en su larga espera por el
ascenso, en el reducto de un estricto quehacer profesional apolítico y asocial. Esa penosa
condición es racionalizada con el criterio de la "neutralidad valorativa" del científico,
supuestamente posible y necesaria, integrante de toda una concepción utópica que incluye
ilusas esperanzas de cambio social al que como hombres no podemos aportar porque el
profesionalismo nos absorbe y como psicoanalistas tampoco porque todo intento en ese
sentido es acusado de "violación ética" y "mezcla entre Ciencia y Política".

Así nos formamos y así hemos formado a otros. Estamos en camino de ser y hacer otros
psicoanalistas, uniéndonos a todos aquellos que deseen colaborar en una línea afín a la
nuestra. Queremos practicar el verdadero psicoanálisis. Esta es una decisión que nos
compromete en el trabajo y la denuncia enrolándonos junto a otros científicos y profesionales
que entienden que su ciencia no puede ni debe utilizarse para construir un muro aislante que
la enajene de la realidad social ni enajene a la misma de su instrumento teórico convirtiéndolo
de esta manera en herramienta mistificante y mistificada al servicio del no-cambio. Para
nosotros, desde aquí en más, el Psicoanálisis no es la Institución Psicoanalítica oficial. El
Psicoanálisis es donde los psicoanalistas sean, entendiendo el ser como una definición clara
que no pasa por el campo de una Ciencia aislada y aislante, sino por el de una Ciencia
comprometida con las múltiples realidades que pretende estudiar y transformar.

Así nos formamos y así hemos formado a otros. Estamos en camino de ser y hacer otros
psicoanalistas, uniéndonos a todos aquellos que deseen colaborar en una línea afín a la
nuestra. Queremos practicar el verdadero psicoanálisis. Esta es una decisión que nos
compromete en el trabajo y la denuncia enrolándonos junto a otros científicos y profesionales
que entienden que su ciencia no puede ni debe utilizarse para construir un muro aislante que
la enajene de la realidad social ni enajene a la misma de su instrumento teórico convirtiéndolo
de esta manera en herramienta mistificante y mistificada al servicio del no-cambio. Para
nosotros, desde aquí en más, el Psicoanálisis no es la Institución Psicoanalítica oficial. El
Psicoanálisis es donde los psicoanalistas sean, entendiendo el ser como una definición clara
que no pasa por el campo de una Ciencia aislada y aislante, sino por el de una Ciencia
comprometida con las múltiples realidades que pretende estudiar y transformar.
Percia, M. (1989). Introducción al pensamiento grupalista en la Argentina y algunos de sus
problemas actuales:

1. Condiciones subjetivas de los años sesenta y setenta: compromiso y responsabilidad


Introducción: El pensamiento grupal en Argentina no tiene una sola puerta de entrada.
Se diferencian dos corrientes en el grupalismo, una de ellas es la “tendencia a la
aplicación” y la otra es la “tendencia de ruptura o desvío”.
Tendencia de aplicación: Un posible punto de comienzo fue en la década del 50. Los primeros
grupalistas eran psicoanalistas y pertenecían a la Asociación Psicoanalítica Argentina. Ellos
desplazaron sobre la situación plural sus referencias y métodos del psicoanálisis, suponiendo
que se trataba solo de cambiar de territorio. Los llevó a pensar el trabajo en grupos como un
“psicoanálisis aplicado”. Esto tiene dos sentidos: la idea de poner el saber psicoanalítico sobre
otra cosa y mostrar que se trataba de un buen psicoanálisis. Esta tendencia contribuyó a uno
de los equívocos más importantes del grupalismo: la propuesta de un psicoanálisis de grupo, el
observar situaciones equivalentes a las que se ven en la situación analítica, tendencias a
organizar la manera de pensar lo grupal, etc.
Tendencia de ruptura o desvío: Es ruptura del encierro unificante dentro de la institución
psicoanalítica oficial y de la esclerosis del pensamiento de la época. Intento de inaugurar lo
grupal pero no subordinado a una legalidad o serie de principios explicativos únicos. Desvío del
modelo de aplicación, salida de la dirección autorizada y entrada a otra encrucijada de
sentidos.
a) Subjetividad e intelectualidad crítica en los sesenta-setenta - Se reconoce en los 60
una notable vocación por la política y por el trabajo en los espacios públicos.
Prevalecía la idea de que el cambio social era posible, que iba a ser profundo y que
estaba inscripto en el sentido de la historia. Los actores de la psicología creían que
tenían un papel importante en la construcción de una sociedad más justa. El espacio
cultural y universitario de los sesenta se puede caracterizar por la pasión, la
convicción, la insistencia y por la fuerza de la intención formativa. Golpeado por la
dictadura de Onganía en 1966, se reestructuró bajo una forma de resistencia
intelectual que inauguró una particular red de pensamiento alternativo a las
instituciones oficiales. Los docentes expulsados de la enseñanza oficial recompusieron
sus prácticas en una especie de red contra institucional que se conoció con el nombre
de grupos de estudio. A principio de los setenta, se fractura la Asociación Psicoanalítica
Argentina, permitió abrir el camino para autorizar a los psicoanalistas a pensar e
inventar otras prácticas posibles en el campo de la salud.
b) La vocación pública: el trabajo institucional - Una característica es que el discurso de
los intelectuales de la psicología debía ser significativo para la sociedad y
especialmente para los sectores populares, era una auténtica posición respecto del
derecho social. Estas prácticas (en la que sitúo a esta tendencia grupalista) se
configuran en una relación de contigüidad con los ideales políticos y sociales de la
época. El trabajo del espacio público gestó otro estilo, tanto por el cruce de saberes
como articulaciones prácticas. El moverse en situaciones no tradicionales arrojó como
resultado la detección de cuestiones como el trabajo institucional, el equipo de salud o
la diversidad de las prácticas terapéuticas. Los analistas entran en relación con las
instituciones porque ahí era donde llegaban los pedidos de asistencia de la población.
Otro punto de entrada a las instituciones fueron los equipos de salud. Dominaba una
convicción: el valor de los espacios de trabajo colectivo. Otro punto refiere a la
diversificación de las prácticas. La entrada en otro lugar implicó transformaciones. El
instalarse en el espacio público obligó a dar respuestas en situaciones inéditas: familia,
pareja, grupos de padres, grupos terapéuticos, etc. El trabajo en instituciones llevó a
inventar otras figuras y dispositivos para la acción. Si ningún modelo previo daba
cuenta de la nueva situación de trabajo, lo único que podía posibilitar un lugar para los
profesionales era la innovación, la diversificación de las experiencias y el desarrollo de
nuevos instrumentos.
c) Critica de la institucionalización del psicoanálisis - Muchos autores de la tendencia de
ruptura generaron trabajos que cuestionan los límites que imponía el pensamiento
dogmático, donde se advierte un desafío y un intento inaugurador. En dichas
producciones se mezclan dos temas: las relaciones de poder en la situación clínica,
formativa e institucional y las relaciones entre psicoanálisis y otras teorías. La
inauguración de una práctica es una de las formas de rebeldía y resentimiento ante la
religiosidad de la cultura de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Lo grupal se
inauguró sobre un vacío y en contra del dogmatismo que llenaba con certezas inútiles.
2. Transformaciones de la subjetividad en los 80 y encrucijada de lo grupal - En esta
última década predomina entre los protagonistas del campo “psi” un particular
proyecto intelectual marcado por una actitud estrictamente profesionalita. Esto
responde, al menos, a dos razones: por un lado, es posible que se trate de una
reacción contraria a la franja del pensamiento de los sesenta-setenta que, al insistir en
la función social del intelectual, en algunos casos, disolviera la especificidad de su
práctica profesional; por otro lado, creo que expresa cierta indiferencia hacia
problemas que no son vistos como propios de la actividad. Circunstancia que pone de
manifiesto la perdida de una intención transformadora y el desencanto con una
perspectiva del intelectual como crítico de la sociedad.

Ensayar la crítica es interrogar la manera de pensar. El pensamiento hoy, valora la paradoja y la


vacilación antes que la afirmación de una idea. Invade a la conciencia una sensación de que se
han quebrado las nociones vinculantes entre el hombre y las condiciones de la historia social:
entre el sujeto y el acontecimiento. Hoy es mejor identificarse con lo hipotético que con lo
inequívoco. Declararse en contra de todo esto no es lo que importa, sino que importa la duda
sobre nosotros mismos. Es una propuesta de acción que imagina que siempre es posible
pensar y obrar de otro modo. Si el pensamiento grupal quiere contribuir a la propuesta de un
espacio alternativo para el posicionamiento subjetivo, el análisis de las instituciones y las
relaciones de poder, tiene que darse tiempo en el presente para examinar numerosas
cuestiones, donde elijo tres: la legitimidad de su saber, su crítica y la distinción entre lo grupal
y los grupos. El rechazo de los grupos sin más, es tan inútil como el festejo irreflexivo de lo
grupal. Ambas son posiciones que no practicaban la crítica. Pero dar cuenta de un saber no es
atenerse a las fórmulas preestablecidas que disciplinan un pensamiento. Por el contrario, es
imaginar fundamentos para acciones grupales que participen en opciones que se necesitan
inventar. Lo grupal comienza por ser declaradamente utópico: elige situarse más allá del
horizonte de posibilidades al que remiten los grupos conocidos hasta el momento.

Según Lechner: ya vimos la valoración de la heterogeneidad por parte de la cultura post


moderna: ella permite enfrentar la complejidad social sin pretender reducirla de inmediato.
Hoy no se trata de fomentar una multiplicidad de sentidos. Desde este punto de vista, la
incertidumbre es un rasgo distintivo de la posmodernidad. No obstante, esa nueva disposición
por asumir la ausencia de certezas, ello tiene un límite. Más allá de cierto punto, el desencanto
deja de ser una benéfica perdida de ilusiones y se transforma en una peligrosa perdida de
sentido.

Hago una aclaración entre singularidad y la subjetividad: ocuparse de la singularidad es distinto


a fijarse en la individualidad. La singularidad se practica. Y Si la subjetividad es un
posicionamiento o una ejercitación de uno mismo en el pensamiento: la singularidad es la
huella que queda dibujada en el sendero de lo subjetivo. Interrogarse sobre esta dimensión en
los grupos, no busca la detección simplificadora de lo personal, persigue el tanteo de su
afectación. Cuando lo grupal conmociona al individuo ensimismado y lo arranca de su
aislamiento y lo sitúa fuera de lugar, ofrece la oportunidad para que esa relación de intimidad
que une al sujeto con su deseo quede figurada y no solo desfigurada por lo que alguien piensa
sobre sí mismo. El grupo es una producción de un espacio común en el que se realiza una
implicación diferente. Hay convergencia, pero la manera en que cada cual es afectado por eso
es singular. El deseo puede coincidir sobre una misma figura, pero no se ajusta una forma
general de articulación.

La voluntad de síntesis se manifiesta como un acto de violencia sobre el conjunto. Un error


frecuente en la imposición de la unidad: la unificación de afectaciones diversas. En los escritos
de Pichón se encuentra mucho de esto: heterogeneidad y homogeneidad, rol adscripto y rol
asumido, vocación del sujeto y necesidad del grupo, grupo interno y externo, emergente y
portavoz. El desafío que tenemos es pensar una situación grupal que no aplane las diferencias,
niegue la singularidad o reduzca la diversidad. Insistir en las diferencias nos lleva a inventar
otra perspectiva: en lugar de preguntarnos a partir de una unidad supuestamente dada, nos
preguntamos cuanta diversidad soportamos, cuanto caos y cuanta heterogeneidad.

Nos equivocamos si creemos que lo grupal está dado por un principio de esencialidad, pero
también erramos en el caso de no poder fijar las condiciones que posibilitan su trabajo. Todo
grupo está situado, determinado como posición por la coordinación, las consignas y las reglas
que encuadran su trabajo, el espacio institucional en el que se desenvuelve y la coyuntura
social en la que se inscribe. Por ello el análisis de la relación de un grupo con el dispositivo de
su conformación es imprescindible. El dispositivo fija una posición y asigna determinadas
condiciones de producción.

Es un ordenamiento necesario, donde la calidad de lo necesario debe entenderse como punto


de partida y no como trayecto forzoso e inevitable. Situar debe sortear el riesgo de sitiar. Sin
un dispositivo, no se funda un grupo, pero este mismo esquema puede cercar sus
producciones cerrándole todas las salidas que conducen a lo impensado. Para que un grupo
pueda instituir sus acciones como propias, es necesario un trabajo crítico sobre su dispositivo
de producción. Se quiere decir, una crítica que revele como problema el poder productor de
los dispositivos grupales. El encuadre no configura solo el nivel de delimitación de las variables
que entran en juego en la situación grupal, sino que produce variaciones.

La “multiplicidad dramática” es una de las propuestas que mejor orientan al trabajo grupal en
los últimos años. Es un procedimiento que solicita la captación de lo uno en lo diferente. Es
una técnica que puede describirse así: un protagonista presta una escena, es decir, relata algo
que lo involucra y lo ofrece para que sea dramatizado. Luego, cada integrante improvisa otra
escena que asocia a la primera por resonancia o consonancia con algo que lo impactó. La
técnica, demás, despliega la concepción del trabajo en grupo.
El sujeto no se conoce a través de la información que el otro le da, sino en la producción de sí
que hace por medio de las palabras que el otro pronuncia por resonancia con su discurso
inicial. La captación de lo semejante es solo un momento en el trazo de otra cosa: la vacilación.

La multiplicidad, actualizada, reinscribe relaciones que al sujeto se le escapan, entonces,


aturdido, duda. La multiplicidad provoca la soledad y el silencio, soledad que no es igual que
aislamiento, sino presencia simultánea con otros que están solos. Silencio que no se define por
callar sino por escuchar la llamada de su deseo.

La teoría de la comunicación, en el campo grupal, se traduce como el cuestionamiento de la


teoría de la interacción, aun cuando estuviese mediatizada por las hipótesis psicoanalíticas de
la identificación, la transferencia y la fantasía. La perspectiva que propongo, es que la
comunicación es la acción de un desvío, la oportunidad o excusa para realizar un salto, una
rotación hacia otra conexión del sujeto con su propio discurso. Para este criterio el otro es
necesario. Si decimos, por ejemplo, que comunicarse es extraviar la propia palabra y
recuperarla en la del otro, no lo hacemos por acentuar la distorsión comunicativa, sino por
fundamentar la producción de imágenes a partir de los fragmentos comunicativos dispersos y
actualizados en el campo grupal.

Zito Lema, V. (1993). Conversaciones con Enrique Pichon Riviére. Buenos Aires: Ediciones
Cinco:

Psiquiatra y psicoanalista (1907-1977). Fue uno de los introductores del psicoanálisis en la


Argentina, y uno de los fundadores de la APA, de la que luego tomó distancia para dedicarse a
la construcción de una teoría social que interpreta al individuo como la resultante de su
relación con objetos externos e internos. En este marco fundó la Escuela de Psicología Social.
1. Biografía: Enrique Pichon Riviére nació en Suiza en 1907, y de muy pequeño vino a la
Argentina. Su infancia transcurrió en el Chaco y en Corrientes, donde aprendió "el guaraní
antes que el castellano", como él decía. Estudió medicina, psiquiatría y antropología, aunque
abandonó estos últimos estudios para desarrollar su carrera como psiquiatra y psicoanalista,
convirtiéndose en uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina. A comienzos de
los '40 se convierte en uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Luego
toma distancia de ella, para centrar su interés en la sociedad y la actividad grupal en el seno
social, fundando la Escuela de Psicología Social. Responsable de una renovación general de la
psiquiatría, Pichon Riviére introdujo la psicoterapia grupal en el país (servicio que incorporó al
Hospital Psiquiátrico cuando fue su director) y los test en la práctica de esa disciplina,
impulsando también la psiquiatría infantil y adolescente. Incursionó en política, economía,
deporte, ensayar hipótesis sobre mitos y costumbres de Buenos Aires, y se interesó
especialmente por la creación artística estableciendo un territorio común entre la crítica
literaria y la interpretación psicoanalítica de la obra como expresión de las patologías del
autor. Líder y maestro, desde la cátedra y las conferencias dirigidas al público más amplio y
diverso, se convirtió en referente obligado para más de una generación de psicoterapeutas, y
formó decenas de investigadores en el campo de una teoría social que interpreta al individuo
como la resultante de la relación entre él y los objetos internos y externos. 2. Autobiografía:
Señala Pichon Rivière que su vocación por las Ciencias del Hombre surgió de la tentativa de
resolver el conflicto entre dos culturas: la europea, su cultura de origen, y la guaraní, de la que
fue testigo desde los 4 años, cuando su familia emigra al Chaco, hasta los 18 años. "Se dio así
en mí la incorporación, por cierto que no del todo discriminada, de dos modelos culturales casi
opuestos. Mi interés por la observación de la realidad fue inicialmente de características
precientíficas y, más exactamente, míticas y mágicas, adquiriendo una metodología científica a
través de la tarea psiquiátrica". En la cultura guaraní, la concepción del mundo es mágica y
está regida por la culpa, y la "internalización de estas estructuras primitivas orientó mi interés
hacia la desocultación de lo implícito, en la certeza de que tras todo pensamiento que sigue las
leyes de la lógica formal, subyace un contenido que, a través de distintos procesos de
simbolización, incluye siempre una relación con la muerte en una situación triangular".
"Ubicado en un contexto donde las relaciones causales eran encubiertas por la idea de la
arbitrariedad del destino, mi vocación analítica surge como necesidad de esclarecimiento de
los misterios familiares y de indagación de los motivos que regían la conducta de los grupos
inmediato y mediato. Los misterios no esclarecidos en el plano de lo inmediato (lo que Freud
llama "la novela familiar") y la explicación mágica de las relaciones entre el hombre y la
naturaleza determinaron en mí la curiosidad, punto de partida de mi vocación por las Ciencias
del Hombre". "Algo de lo mágico y lo mítico desaparecía entonces frente a la desocultación de
ese orden subyacente pero explorable: el de la interrelación dialéctica entre el hombre y su
medio". El contacto de Pichón Rivière con el psicoanálisis es anterior a su ingreso a la Facultad
de Medicina. En ella, Pichon Rivière toma contacto directo con la muerte, aún cuando su
vocación es la lucha contra ella. "Allí se reforzó mi decisión de trabajar en el campo de la
locura, que aún siendo una forma de muerte, puede resultar reversible" (9). Incursionando en
la psiquiatría clínica, Pichón Rivière comprende a la conducta como una totalidad en evolución
dialéctica donde se puede discernir un aspecto manifiesto y otro subyacente, lo que terminó
orientándose definitivamente hacia el psicoanálisis. De su contacto con los pacientes, concluye
que "tras toda conducta "desviada" subyace una situación de conflicto, siendo la enfermedad
la expresión de un fallido intento de adaptación al medio. En síntesis, que la enfermedad era
un proceso comprensible". La formación psicoanalítica de Pichón Rivière concluye con su
análisis didáctico, realizado con el Dr. Garma, y por la lectura de la "Gradiva" de Freud, donde
"tuve la vivencia de haber encontrado el camino que me permitiría lograr una síntesis, bajo el
común denominador de los sueños y el pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría".
Tratando pacientes psicóticos, se le hizo evidente la existencia de objetos internos, y de
fantasías inconscientes como crónica interna de la realidad. El examen de este mundo interno
llevó a Pichon Rivière a ampliar la idea de "relación de objeto" formulando la noción de
vínculo, que sustituyó además, al concepto de instinto. Esta ruptura parcial con algunas ideas
del psicoanálisis desembocó en la construcción de una Psicología Social. Al respecto, señala
Pichon Rivière: "la trayectoria de mi tarea, que puede describirse como la indagación de la
estructura y sentido de la conducta, en la que surgió el descubrimiento de su índole social, se
configura como una praxis que se expresa en un esquema conceptual, referencial y operativo",
siendo la síntesis actual de esa indagación, la propuesta de una epistemología convergente.
Pichon Rivière logra, según él mismo, una formulación más totalizadora de su esquema
conceptual en sus escritos "Empleo del Tofranil en el tratamiento del grupo familiar" (1962),
"Grupo operativo y teoría de la enfermedad única" (1965), e "Introducción a una nueva
problemática para la psiquiatría" (1967). De padres franceses y nacido en Ginebra el 25 de
junio de 1907, Enrique Pichon Rivière llegó a los 3 años a Buenos Aires, para seguir viaje al
Chaco Argentino, luego a Corrientes, donde su padre trató de trabajar el algodón con ningún
éxito. En este entorno selvático pasó los primeros años de su vida, entre los últimos malones
de los Guaraníes y la imagen de su padre colgando sus mejores trajes europeos en un alambre
al sol de la tarde. Primero aprendió a hablar francés, después guaraní y por último el
castellano. Por casualidad, en la escuela secundaria de Goya tiene su primer encuentro con la
obra de Freud. Concluidos sus estudios en Goya, provincia de Corrientes, es uno de los
fundadores del Partido Socialista de Goya, y luego marcha a Rosario (1924) para estudiar
medicina. Su primer trabajo en esa ciudad fue como instructor de modales en un quilombo
(prostíbulo), de prostitutas polacas. De retorno en Goya por cuestiones de salud (la bohemia lo
lleva a la neumonía), ahora prueba suerte en Buenos Aires, donde conoce y hace amistad con
personalidades como Roberto Art, Conrado Nale Roxlo, y otros. Interesado por la poesía lee
con avidez a los poetas malditos franceses, Rimbaud y en especial por Isidoro Ducasse, Conde
de Lautréamont sobre el cual desarrolló una profunda investigación e indagación de lo
siniestro. Entre 1930 y 1931 trabajó como periodista en el diario Crítica, realizando notas de
arte y deporte. En sus estudios de medicina ya desde temprano comprendió que "...toda la
enseñanza era sobre cadáveres. Había allí una contradicción fundamental, un elegir -tal vez
inconsciente- la muerte. Nos preparaban para los muertos, no para los vivos." Inicia su práctica
como psiquiatra en El Asilo de Torres, para oligofrénicos, cerca de Luján, provincia de Buenos
Aires. Se muda a Buenos Aires donde trabaja en otro sanatorio para enfermos mentales y
también trabaja como periodista en el diario Crítica (1936). Una vez recibido entra a trabajar
en el Hospicio de la Merced (hoy, Neuropsiquiátrico José Tomás Borda) donde trabaja durante
15 años. En el Hospicio de la Merced uno de sus primeros trabajos es el de organizar grupos de
enfermeros e instruirlos en el trato del paciente ; pues en esos momentos uno de los
principales problemas era el maltrato que por desconocimiento impartían los enfermeros a los
pacientes. En estas circunstancias desarrolla la técnica del "Grupo Operativo", "...en esos
grupos discutía con los enfermeros los diferentes casos que había, se trataba así de darles un
panorama general de la psiquiatría. El aprendizaje de los enfermeros fue sorprendente. Ellos
tenían acumulada gran experiencia, dado que casi todos habían trabajado años en el Hospicio.
Su dificultad era que no podían conceptualizar; entonces, esa experiencia no les servía para
nada...". Las condiciones mejoraron grandemente. Debido a un prolongado paro de
enfermeros, debió capacitar a los enfermos que mejor se encontraban para ocupar este rol;
"...Por último estos internos mejoran ostensiblemente su salud mental. Tenían una nueva
adaptación dinámica a la sociedad, especialmente porque se sentían útiles..." Las posturas
reaccionarias de otros profesionales y la intención de destruir su trabajo lo llevaron a
renunciar, no sin llevarse las vivencias que luego darían coherencia a sus proyectos. De esta
praxis surgen estas reflexiones: "...Existe en nuestra sociedad, un aparato de dominación
destinado, en última instancia, a perpetuar las relaciones de producción; vale decir relaciones
de explotación. Este aparato de dominación tiene sus cuadros en psiquiatras, psicólogos, y
otros trabajadores del campo de la salud, que vehiculizan, precisamente, una posición
jerárquica, dilemática y no dilemática de la conducta. Son líderes de la resistencia a l cambio,
condicionantes de la cronicidad del paciente, al que tratan como un sujeto equivocado desde
un punto de vista racional. Estos agentes correctores, cuya ideología y personalidad
autocrática les impide incluir, una problemática dialéctica en el vínculo terapéutico, establecen
con sus pacientes relaciones jerárquicas en las que se reproduce el par dominador - dominado.
Se incapacitan, así , para comprometerse, también ellos como agentes -sujeto de la tarea
correctora...". Junto a Garma, Carcano y Rascovsky fundan en 1940 la Asociación Psicoanalítica
Argentina (A.P.A.) Progresivamente va interesándose por la actividad de los grupos en la
sociedad hasta dejar la concepción del psicoanálisis ortodoxo por el desarrollo de un nuevo
enfoque epistemológico que lo llevará a la Psicología Social. Migración de la que da cuenta en
su libro "Del psicoanálisis a la psicología social" en el que concibe a la Psicología Social como
una democratización del Psicoanálisis. Esta tendencia de la Psicología Social tiene como objeto
"el estudio del desarrollo y transformación de una realidad dialéctica entre formación o
estructura social y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre sus relaciones de
necesidad"(E.P.R.). Establece al grupo como campo "en el que se dará la indagación del
interjuego entre lo psicosocial (grupo interno) y lo sociodinámico (grupo externo), a través de
la observación de los mecanismos de asunción y adjudicación de roles" (E.P.R.). Establece que
la praxis es para el operador social la que mantendrá las coincidencias entre las
representaciones y la realidad. De la praxis surge el concepto de Operatividad que representa
lo que para otros Sistemas Conceptuales sería el criterio de Verdad. "...si enfrentamos una
situación social concreta, no nos interesa solo que la interpretación sea exacta, sino
fundamentalmente , nos interesa la adecuación en términos de operación. Es decir, de la
posibilidad de promover una modificación creativa o adaptativa según un criterio de
adaptación activa a la realidad."( E.P.R.). Dentro de su producción conceptual cuestiona el
tradicional enfoque en psiquiatría basada en el par contradictorio salud - enfermedad, por el
de adaptación pasiva - adaptación pasiva, desplazando el centro de la problemática a la
capacidad transformadora de una realidad dada que posee el ser humano ante las exigencias
del medio. Y nos dice: "...El sujeto es "sano" en la medida que aprehende la realidad en una
perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad transformándose, a la
vez, él mismo." "...El sujeto está activamente adaptado en la medida que mantiene un
interjuego dialéctico con el medio y no una relación rígida, pasiva, estereotipada." Rivière
toma como aportes para desarrollar E.C.R.O. de la Psicología Social, conceptualizaciones de
Freud, Melanie Klein, y G. H. Mead desde la perspectiva intrapsíquica y a Kurt Lewin desde
metodología para investigar en grupos a través de la investigación activa. Además de los ya
citados también forman parte importante del E.C.R.O. pichoniano los siguientes conceptos:
mundo interno, cono invertido, vectores del cono, grupo operativo, etc.

PSICOANALISIS: Teoría a la que Pichon Rivière adhirió durante muchos años y cuya ortodoxia
criticó en algunos aspectos, señalando que: a) el antropocentrismo de Freud le impidió a éste
desarrollar un enfoque dialéctico, y) su planteo instintivista y su desconocimiento de la
dimensión ecológica le impidieron, asimismo, formularse algo que ya había vislumbrado, a
saber, que toda psicología es, en sentido estricto, social. 1. Concepto pichoniano: Pichón
Rivière cuenta su historia con el psicoanálisis, indicando que en base a los datos que obtuvo
sobre la estructura y características de la conducta tratando a sus pacientes, y orientado por el
estudio de las obras de Freud, comenzó su formación psicoanalítica que culminó, años más
tarde, en su análisis didáctico con el Dr. Garma. Señala asimismo que por entonces, "por la
lectura del trabajo de Freud sobre "La Gradiva" de Jensen tuve la vivencia de haber encontrado
el camino que permitiría lograr una síntesis, bajo el común denominador de los sueños y el
pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría". A partir del tratamiento de psicóticos,
Pichón Rivière formula su teoría del vínculo en sustitución de la teoría freudiana instintivista, lo
que conducía necesariamente a definir a la psicología, en un sentido estricto, como psicología
social. Pichon Rivière reconoce a Freud el haber intuido esta última formulación, que el
creador del psicoanálisis plantea en "Psicología de las masas y análisis del Yo". Sin embargo, un
análisis más detallado del mencionado artículo reveló a Pichon Rivière que, si bien Freud
alcanzó por momentos una visión integral del problema de la interrelación hombre-sociedad,
no pudo desprenderse sin embargo, de una visión antropocéntrica que le impidió desarrollar
un enfoque dialéctico. Además, "pese a percibir la falacia de la oposición dilemática entre
psicología individual y psicología colectiva, su apego a la "mitología" del psicoanálisis, la teoría
instintivista y el desconocimiento de la dimensión ecológica le impidieron formularse lo
vislumbrado, esto es, que 'toda psicología, en un sentido estricto, es social'" (42-43). Podemos
sintetizar el análisis de Pichon Rivière sobre la "Psicología de las masas y análisis del Yo" en los
siguientes términos.
Freud comienza refiriéndose a las relaciones del individuo con sus padres, hermanos, médico,
etc., que bien pueden considerarse fenómenos sociales. Estos entrarían en oposición con
aquellos denominados por Freud narcisistas. En este punto, Pichón Rivière refiere que, de
acuerdo a los planteos de M. Klein, se trata de relaciones externas que han sido internalizadas
(los 'vínculos internos' de Pichón Rivière) y que reproducen en el yo las relaciones grupales o
'ecológicas'. Tales estructuras vinculares se configuran en base a experiencias precoces,
irreductibles a un mero instinto. Este conjunto de relaciones internalizadas "en permanente
interacción y sufriendo la actividad de mecanismos o técnicas defensivas constituye el 'grupo
interno', con sus relaciones, contenido de la fantasía inconsciente". Todo esto fue
efectivamente vislumbrado por Freud, pero, sin embargo, no pudo desarrollarlo debido a que,
como fue señalado, su posición antropocéntrica e instintivista le impidió desplazar su atención
de un ser individual a merced de sus instintos, hacia un ser social cuyo psiquismo se organiza
ante todo vincularmente. Ya fuera de la ortodoxia freudiana, del esquema conceptual de
Pichón Rivière forman parte también los planteos de Melanie Klein acerca de las posiciones
esquizoparanoide y depresiva, entendidas como configuraciones de objetos, ansiedades
básicas y defensas.
Módulo 7: Institucionalismo
Manero. R – El análisis de las implicaciones:

Desde los clásicos griegos, la producción de conocimiento siempre va acompañada por


reflexiones acerca de la lógica de su desarrollo. Así, la filosofía se constituyó, desde un
principio, en una reflexión permanente sobre la realidad y el conocimiento de dicha realidad.

El conocimiento no es únicamente descripción mas o menos controlada de un objeto de la


realidad, no es únicamente la descripción de las relaciones de dicho objeto con otros similares,
homogéneos o heterogéneos. El conocimiento aparece como producción o resultado de
acciones reciprocas entre el sujeto y el objeto. El conocimiento contiene en si mismo las
formas singulares por las que se establece: supone, evidentemente, la elucidación del acto
mismo de conocer. Al conocer el objeto, el conocimiento debe elucidar al mismo tiempo la
acción misma de conocimiento.

¿Sirve de algo preguntarse sobre las implicaciones?: Mas allá de los aportes de las teorías
mencionadas, debemos entender estos métodos como producciones que no hacen
únicamente al problema del conocimiento de los objetos en sí, sino que al mismo tiempo
producen sistemas de relaciones, practicas repetitivas que constituyen una institución. Al
mismo tiempo que elucidan parcialmente la realidad, estos verdaderos Corpus teóricos
aportan nuevos significados y contenidos al proceso de alienaron de la institución científica.
Como corolario, tendríamos que toda investigación científica consiste en un acto de
parcialización, de recorte y resignificaciones de la realidad, recorte y re significación que son la
condición misma de su existencia. Al mismo tiempo que nos permite conocer las "conexiones
parciales" entre elementos de la realidad, olvidando sus fundamentos, su propia racionalidad,
la investigación científica es un acto de ocultamiento y de mistificación de la institución
científica, es decir, mitificación de la Razón como fundamento ultimo y fin en sí mismo.

Algunas fuentes científicas del análisis de las implicaciones:

Fuentes psicológicas: Los descubrimientos freudianos sobre el psiquismo impactaron


fuertemente la relación sujeto - objeto como sistema de, conocimiento. el fenómeno de la
contratransferencia ha jugado un papel funda- mental en los desarrollos teóricos y técnicos en
el psicoanálisis. A partir de los descubrimientos de Winnicott cobre los objetos transicionales,
un grupo de especia- listas de la clínica psiquiátrica de La Verriere se dio cuenta de que la
contratransferencia que experimenta el psiquiatra-psicoanalista en el contexto hospitalario era
incomprensible si no se incluyen elementos de sexo, raza, clase social, etc. Es decir, que la
contratransferencia experimentada no se reducía al ámbito estrictamente psicológico, sino
que había que entenderla en tanto contratransferencia institucional. A la par de los
descubrimientos de la psicoterapia institucional, la etnopsiquitaría complementarista de
Devereux, en sus terrenos "exoticos", ofrecía la más clara sistematización del fenómeno
contratransferencia, pero ya no en el campo propiamente terapéutico, sino en el de la
investigación social.

Fuentes sociológicas y antropológicas: En sus dimensiones colectivas, quizás hayan sido


antropólogos y sociólogos quienes hayan reflexionado más profundamente sobre el problema
de sus propias condiciones e implicaciones en la producción de conocimiento. En antropología,
desde hace bastante tiempo es moneda corriente el debate sobre las implicaciones políticas de
la investigación etnológica. Pero para la antropología, el análisis diaristico muestra otra faceta:
las políticas inconfesables que se niegas analizar se encuentran soportadas en la propia
intimidad del investigador. Es como si existiera una articulación profunda entre la subjetividad
" del investigador y las formas que adquiere la dominación cultural. En la sociología este tipo
de reflexiones está presente de dos maneras. Existe la obra de algunos sociólogos que incluyen
el análisis de sus implicaciones como parte de su texto científico.

Las fuentes epistemológicas: Evidentemente, la epistemología resulta ser el terreno natural de


la interrogación filosófica que guía el análisis de las implicaciones.

El análisis de las implicaciones en el análisis institucional: El análisis institucional, en su


proyecto de análisis generalizado de las instituciones, ha desarrollado, a través de su concepto
de análisis de las implicaciones, un intento de análisis institucional de la relación que liga al
investigador con la institución científica, es decir, directa y llanamente un análisis institucional
de la institución científica. Hasta donde tengo conocimiento, esta tendencia o tradición de
conocimiento es la que más directamente se ha interesado en el análisis micro sociológico de
la producción de conocimiento, y sus aportes han sido interesantes para varias disciplinas
científicas. Antes que el concepto de implicación, la noción de contratransferencia institucional
hizo su aparición como uno de los elementos básicos a tomar en cuenta en el dispositivo socio
analítico. La primera vez que este se expone en una publicación, el análisis de las implicaciones
toma un lugar importante en la literatura como un - elemento del dispositivo. El concepto de
implicación aparece por primera vez en el libro de Lourau. En la medida en la que el análisis
institucional se manifestó de inicio en los terrenos de la formación psicosociológicos, no es de
extrañar que la noción de contratransferencia surgiera como síntesis de la transposición de la
clínica dual a la clínica colectiva.

En síntesis, la implicación denotaba un proceso y un campo, que no está dado Únicamente por
la posición del intelectual en la división del trabajo, o por sus relaciones subjetivas, con el
objeto de estudio, sino por el rechazo activo y más o menos permanente al análisis de su
relación con la institución científica, y más ampliamente, con la institución del saber.

¿Se puede analizar las implicaciones?: El análisis de las implicaciones se enfrenta


directamente a dos obstáculos emanados de las formas instituidas del saber: en primer lugar,
la fragmentaron del conocimiento y de la escritura. el cono- cimiento es conocimiento de
realidades singulares, de procesos dinámicos, realidades procesuales que se dan como objetos
complejos y opacos. Un riesgo que se corre es el de instrumentalizar el análisis de las
implicaciones, que significaría al mismo tiempo restarle su negatividad respecto de la misma
institución científica. Pero, por el otro lado, si no logramos plantear dicho análisis in situ,
corremos el riesgo de estar gastando tinta, sin ninguna transformación red en los dispositivos
de investigación.

Fernández- CAP 2. Los imaginarios sociales y la producción de sentido

LOS IMAGINARIOS SOCIALES. La noción de imaginario social es utilizada en diferentes


contextos. La teorización de este campo fue iniciada por CASTORIADIS. Esta noción alude al
conjunto de significaciones por las cuales un colectivo se instituye como tal, al mismo tiempo
que construye los modos de sus relaciones sociales-materiales, instituye también sus universos
de sentidos. Lo imaginario es siempre simbólico y refiere a la capacidad de inventar
significaciones. Tendrá dos vertientes:

1. Histórica social (los imaginarios sociales instituyentes): distingue entre el efectivo


(instituido) y el radical (instituyente). Al primero pertenecen aquellos conjuntos de
significaciones que consolidan lo establecido, operan como organizadores de sentido de los
actos humanos. Es lo que mantiene unida a una sociedad. El radical es su potencialidad
instituyente, de transformación. Sitúa la dimensión de la producción de significaciones
colectivas como una temática inseparable del problema del poder. 2. Psíquica. (la imaginación
radical): la psique se establece cierta sinonimia entre la noción de ideología y la de
representaciones sociales. De éstas se dice que serán una “expresión nueva y más apropiada
para la ideología”.

La trama de significaciones orienta y dirige la vida de los individuos. Estas significaciones son
imaginarias porque están dadas por creación, es decir, no corresponden a elementos
estrictamente reales, y son sociales porque sólo existen siendo objeto de participación de un
ente colectivo.

Las significaciones imaginarias operan en lo implícito y establecen el modo de ser de las cosas,
los valores, los individuos. Son aquello por medio de lo cual y a partir de lo cual los individuos
son producidos como individuos sociales, y en tal sentido pueden representar, accionar y
pensar de manera compatible y coherente aún en el conflicto.

¿Qué inventa una sociedad cuando se instituye como tal? Según CASTORIADIS, inventa
significaciones. Estas producciones de sentido, de sentido organizador, son condición de
representabilidad. También afirmará que aquello que mantiene unida a una sociedad e su
institución.

Lo instituido y su auto alteración: las significaciones imaginarias centrales.

CASTORIADIS distingue dos tipos de significaciones imaginarias sociales: pueden ser centrales,
(creadoras de ideas organizadoras), y segundas o derivadas. La emergencia de una significación
central reorganiza, resuelve una multitud de significaciones sociales ya disponibles. Acarrea
efectos sobre la totalidad de las significaciones sociales del sistema y no pueden darse sin las
transformaciones de las actividades y de los valores. Por ejemplo, la significación de Dios es
central. Las significaciones centrales son las que dan existencia en una sociedad determinada a
la coparticipación de objetos, actos, individuos. Instituyen un modo de ser de las cosas,
condicionan y orientan el hacer y el representar sociales.

La institución de una sociedad es institución de significaciones imaginarias sociales, y la


sociedad es intrínsecamente historia-temporalidad. Una sociedad es siempre auto alteración
perpetua. Los universos de significaciones sociales no son homogéneos, operan también en
latencia, constituyen individuos sociales, cuya socialización tiende a uniformizar las
manifestaciones de su imaginario radical, pero no puede destruirlas. Además, a partir de los
aportes de FOUCAULT sabemos que lo imaginario social es inseparable del tema del poder.

En un imaginario grupal las figuras y formas que ese número de personas inventa da cuenta de
sus razones de ser como colectivo; aquí adquieren toda su potencia las improntas de los
atravesamientos institucionales y socio-históricos. En la producción de significaciones de un
pequeño grupo se hallan presentes líneas de significación propias de ese grupo, atravesadas
por estas dimensiones. Generalmente operan en latencia. Un grupo se instituye como tal
cuando ha inventado sus significaciones imaginarias.

En este ámbito cobra interés la dimensión ilusional de los colectivos humanos. El término
ilusión ha sostenido dos líneas de significación: ficción o engaño de los sentidos, y sueño,
esperanza. Ambas lineas se despliegan en tensión.
Los sentidos encarnados: un real más real que lo real. CASTORIADIS afirma que lo
socialhistórico ha sido desconocido por el “pensamiento heredado” denomina de tal forma la
tradición platónico-aristotélica. Sin embargo no se propuso crear una teoría alternativa, sino
que se abocó a una elucidación.

El uso de la expresión “social-histórico” implica considerar la unidad de la doble multiplicidad


de dimensiones, en la simultaneidad (sincrónica) y en la sucesión (diacrónica). Lo social-
histórico es lo colectivo anónimo. De alguna manera están presentes los que ya no son, los que
queda fuera, e incluso los que están por nacer. Es por una lado una estructura dada y por otro,
es lo que estructura, lo que instituye. Es la unión y la tensión de la sociedad instituyente y la
sociedad instituida, de la historia hecha y la historia que se hace.

Una sociedad no será jamás transparente porque los individuos nunca serán transparentes
para sí mismos. Será la dimensión ICC uno de los elementos que impedirá estructuralmente la
transparencia. Lo social tampoco puede ser pensado como una reciprocidad de relaciones
intersubjetivas; considera que lo social implica siempre algo más. Supone interioridad y
exterioridad. Lo social es lo que somos todos, y lo que no es nadie. No se trata de relaciones de
influencia sino de relaciones de inherencia. Con respecto al lenguaje también hará otra
distinción significativa. Con respecto al problema del sentido, se diferencia de las posturas
estructuralistas cuando afirma que es imposible sostener que el sentido resulta de la
combinación de signos. Considera que la combinación de signos resulta del sentido, ya que el
mundo está hecho de gente que interpreta el discurso de los demás. Para que los signos exitas,
primero es necesario que las personas hayan hablado. Según él, una de las consecuencias más
fuertes de pensar al sentido como combinatoria de signos es que se elimina la cuestión
histórica por excelencia: la génesis del sentido. O sea, la producción de nuevos significados y
significantes.

Se da cuenta de la operación repetida del simbolismo, es decir, el deslizamiento de sentido por


el cual bajo un significante sobreviene otro significado. Con el ejemplo de la esclavitud como
zoon vocale, podemos dar cuenta que no necesita su explicación por los conceptos o las
representaciones, y actúa en la práctica como sentido organizador de los comportamientos y
relaciones sociales. Es por tanto “más real que lo real”.

Pensar en significaciones imaginarias que operen como sentido organizador es hablar de


significaciones que no están ahí para representar otra cosa, sino que son condición de
representabilidad de todo lo que en una sociedad puede darse. No existen a modo de
representación, son de otra naturaleza. No puede pensarse la historia según CASTORIADIS por
fuera de la imaginación creadora, que él denominó imaginación radical. Esta se manifiesta en
el hacer histórico como en la construcción de sus universos de significación.

Un antiguo contrincante: el pensamiento de lo Mismo. Dentro de las conceptualizaciones del


fisicalismo y del logicismo no se puede encontrar lo idéntico de una sociedad de las
transformaciones históricas que posibilitaron la emergencia de lo nuevo.

Dentro del fisicalismo, podemos mencionar el funcionalismo, que supone necesidades


humanas fijas y explica la organización social como el conjunto de funciones que tienden a
satisfacerlas. Hay un núcleo inalterable de necesidades abstractas. Se reduce así la sociedad a
la biología del hombre. Desde allí presupone las necesidades humanas. En cuanto al fisicalismo
en sí, se vuelve una especie de causalismo. Se produce una afirmación de doble identidad:
identidad en la repetición de las mismas causas que producen los mismos efectos. Ambos
perteneciendo a “lo Mismo”.
Por otra parte, el logicismo se encuentra muchas veces con el estructuralismo. Cree que el
estructuralismo dejará escapar lo esencial en la elucidación del campo histórico social, que
justamente para CASTORIADIS es el origen de las diferencias sociales y la emergencia de lo
nuevo.

Para CASOTIRADIS el razonamiento de “lo Mismo” será una de las bases del pensamiento
identitario, que encierra al ser en la determinación. Tal reducción abrirá la posibilidad de la
construcción de saberes absolutos, la puerta de la dogmatización.

Lourau. R. 1986-1970: El análisis institucional – Intro y cap. 7:

Introducción:

A menudo se confunde particularidad y singularidad, y se opone artificialmente lo general (lo


universal) a lo particular, olvidando que esta oposición es puramente abstracta, que nunca
existe en la práctica sino solamente en la ideología y en la filosofía idealista. Toda forma social
posee por consiguiente una unidad, un carácter específico producido por su finalidad oficial (la
producción de la gestión, la educación, el control, la ayuda, la protección, etc.). La unidad de
una organización consiste, por un lado, en un ordenamiento especifico de las funciones
sociales en torno de una función oficialmente privilegiada y, por el otro, en la exclusión oficial
de algunas otras funciones, que entonces pasan a ser latentes, accidentales o informales. La
constitución “negativa” de las formas sociales denominadas instituciones u organizaciones en
la sociología que induce a la sociología a buscar un instrumento de análisis que permita
dilucidar “la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo”. Se habla de análisis
institucional porque las organizaciones sociales de todo tipo, que el sociólogo estudia, no son
reducibles a sistemas positivos que bastaría desmontar, sino totalidades parciales, y como
tales doblemente trabajadas por la negatividad.

El psicoanálisis significa precisamente el descubrimiento del no saber cómo regla universal de


la acción y por consiguiente como base de toda empresa de conocimiento. El no saber sobre el
deseo y el no saber sobre aquello que funda la sociedad pueden tener un origen común: esta
es una hipótesis pos-freudiana, en la medida en que Freud y la mayor parte de sus seguidores
no evitan ver el psicoanálisis a un “sabio” del no – saber.

El análisis institucional no pretende producir un súper-saber clandestino y misterioso, más


completo y más “verdadero” que los otros saberes fragmentarios. Aspira, simplemente a
producir una nueva relación con el saber, una conciencia del no – saber que determine nuestra
acción.

Cap. 7 Hacia la intervención socio analítica:

1. La situación analítica: No separaremos el análisis de la intervención, para señalar bien


que el sistema de referencia del análisis institucional está determinado estrictamente
por la presencia física de los analistas en cuanto actores sociales en una situación
social, y por la presencia material de todo el contexto institucional.

¿Qué es lo que permite construir una situación analítica?

A. una hipótesis
B. Los instrumentos de análisis
A. Mediante análisis en situación que no se confunden con los “juegos de la verdad” de la
psicosociología no con “la higiene social” de la sociología de las organizaciones, es
posible descifrar las relaciones que los grupos y los individuos mantienen con las
instituciones. Pone de relieve que el vínculo social es, ante todo, un
acondicionamiento del no saber de los actores respecto de la organización social.
B. Residen en un conjunto de conceptos articulados como sistema de referencia del
análisis institucional.
1. Segmentaridad: En todos los casos, la unidad positiva del agrupamiento, lo que le da
su carácter de formación social (es decir: le confiere una forma, determinaciones
morfológicas observables), funciona de manera de la ideología. Los individuos no
deciden en abstracto vivir o trabajar juntos, pero sus sistemas de pertenencia y sus
referencias a numerosos agrupamientos actúan de tal modo, que pueden construirse
nuevos agrupamientos. Este carácter singular de los agrupamientos detectado por la
intervención socio analítica, toma el nombre de segmentaridad.
2. Transversalidad: Se puede definir la transversalidad como el fundamento de la acción
instituyente de los agrupamientos, en la medida en que toda acción colectiva exige un
enfoque dialectico de la autonomía del agrupamiento y de los limites objetivos de esa
autonomía. La transversalidad reside en el saber y en el no saber del indispensable
para pasar del grupo-objeto al grupo-sujeto.
3. Distancia institucional:
4. Distancia practica: Max Weber vincula dos hechos fundamentales para la comprensión
del análisis institucional, por un lado, el alejamiento creciente con respecto a la base
racional de las normas institucionales, por otro, el alejamiento creciente con respecto
a las bases racionales de las técnicas. En tales condiciones, se comprende la
importancia que tiene el concepto de distancia practica para el socio análisis, o sea,
para el análisis institucional aplicado en lugares y momentos de la practica social que
no son la educación ni la terapia.
5. Implicación institucional: Se llamará implicación institucional a el conjunto de las
relaciones, conscientes o no, que existen entre el actor y el sistema institucional. La
segmentaridad y la transversalidad actúan en el sentido de especificidad y modificar
las implicaciones de cada uno de ellos, mientras que la ideología procura uniformarlos.
6. Implicación practica: La implicación practica indica las relaciones reales que este
mantiene con lo que antes se dominó la base material de las instituciones.
7. La implicación sintagmática: Es la implicación inmediata que caracteriza la práctica de
los grupos, “la articulación de los datos disponibles para la acción”.
8. La implicación paradigmática: Es la implicación mediatizada por el saber y por el no
saber acerca de lo que es posible y lo que no es posible hacer y pensar.
9. La implicación simbólica: es la implicación que más se expresa y menos se piensa. Es el
lugar donde todos los materiales gracias a los cuales la sociedad se articula dicen,
además de su función, otra cosa: la sociabilidad misma, el vínculo social, el hecho de
vivir juntos, entenderse y enfrentarse.
10. La transferencia institucional: una especie de colectivización y exposición de la
transferencia como una nueva concepción del análisis en cuanto intervención
institucional, y del analista en cuanto actor social que se implanta en una situación
social.
2. La contratransferencia institucional del analista: El analisis es una unstitucion: esto
significa que el recurso a los analistas como intervinientes externos, efímeros o
periódicos y oagos es legitimado por el reconocimiento de cierto censo y de cierta
reglamentación respecto de este intruso, de este provocador institucional que es el
analista.
3. El analizador: Se denomina analizador a lo que permite revelar la estructura de la
institución, provocarla, obligarla a hablar. Provocación institucional por el hecho de
remitir a sistemas de referencia psicosociológicos (provocación emocional) o
psicoanalíticos. Los individuos analizadores casi nunca surgen como meras
encarnaciones de la negatividad de la institución, sino que se manifiestan poco a poco
en una relación de posición y/o de complementariedad, como “lideres” competitivos o
rivales. Se pueden distinguir tres tipos de desviantes, cuya importancia varía según el
volumen, la forma y las funciones de la organización. El tipo más habitual es el
desviante ideológico, que emite dudas sobre las finalidades y la estrategia general de
la organización, intentando agrupar a otros heresiarcas ideológicos. Constituye el
segundo tipo de desviante libidinal, que ocupa demasiado lugar en la estructura
libidinal del grupo y, con su sola presencia, arroja dudas sobre la seriedad de la
ideología o de la organización. El tercer tipo es precisamente de complementariedad,
como “lideres” competitivos o rivales. Estos tres tipos de desviantes de la situación
institucional entran en una dialéctica que corresponde a los tres momentos del
concepto de institución. El al analizador es siempre material. La institucionalización de
las relaciones entre mi cuerpo y el sistema de los objetos es lo que revela con mayor
crueldad la instancia económica en el sistema institucional. Por eso el concepto de
analizador deberá construir el objeto de las futuras investigaciones institucionales.

Momento de universalidad Desviación ideológica

Momento de particularidad Desviación libidinal

Momento de singularidad Desviación organizacional

González- análisis institucional y socio análisis:

El proyecto epistemológico - A mediados de los años setenta, Lourau presentó su propuesta de


AI como básicamente "contrasociológica". En el libro denominado Les analyseurs de l'eglise
(1972), encontramos con gran nitidez tres de los supuestos que pretende practicar esta
"contrasociología institucionalista".

1. Superar los encasillamientos entre sectores y dominios de la sociología. 2. Intentar un


rebasamiento de la sociología, como disciplina rigurosa y artificialmente separada de otras
ciencias sociales. 3. Rebasar la actividad de investigación en ciencias sociales, como práctica
separada de las prácticas sociales de los actores y observadores.

Se trata de un triple intento de superación que implica diversos grados de dificultad, entre
otros, la precisión en el diagnóstico para situar adecuadamente dichas dificultades. Ahora bien,
si como el AI lo postula, tanto los individuos como los grupos son concebidos como
"entrecruzamientos de referencias y pertenencias" o como "revoltijos de instituciones", es
lógico que postule que la sociología se proponga "como objeto la práctica social como
totalidad y no la refracción de la totalidad en cuadros preestablecidos de la ciencia instituida"
(Lourau, 1972:62). Los problemas empiezan cuando se intenta definir qué se entiende por
"totalidad", ya que precisamente la heterogeneidad parece constituirla completamente, y más
aún porque no parece reducirse solamente al campo sociológico. De ahí que al avanzar hacia el
segundo intento de "superación", las cosas se compliquen cada vez más.

Pero lo más importante es que cuando Lourau piensa en la noción de "totalidad" adscrita al
territorio de las ciencias sociales, descarta, por lo pronto, una síntesis que termine por
confundir todas las disciplinas en una especie de magma indiferenciado.

Lo que se puede esperar es una serie de rectificaciones de fronteras entre la sociología y sus
vecinos inmediatos: parapsicología, psicología clínica y experimental, teoría y filosofía del
Estado. [Y añade] que la dificultad se manifiesta en los dos polos opuestos [...] de un lado con
el psicoanálisis [...] del otro con la economía [...] Con el psicoanálisis la indeterminación del
imaginario3 está privilegada en detrimento de las determinaciones socioeconómicas, para la
economía sólo importan las grandes leyes deductivas a priori, de la producción, la acumulación
y el intercambio.

En un primer momento, la sociología estaría definida en función de dos carencias. De ahí que
Lourau considere necesario dar un segundo paso, en el cual una contrasociología que la
asediaría desde adentro le señalara cuál debería ser su "verdadero objeto". Sin embargo,
resulta que ese objeto "propio" estaría compuesto por los "fragmentos de saber global
recortado por las ciencias sociales".

Resumamos hasta aquí (1978). Lourau ha fluctuado —en sentido "negativo" y "positivo"— en
encontrar el objeto de esta contrasociología. Primero, afirmó que ésta debe hacerse cargo de
la "práctica social como totalidad"; luego, cuestionó toda "tentativa de síntesis", y continuó
con una supuesta "rectificación de fronteras", constituida "desde los fragmentos del saber
social global, recortado por los sistemas de las ciencias sociales". Y terminó dando como objeto
la "desmembración" del campo de dichas ciencias. Tanta deriva de ese campo "móvil" resulta
sintomática.

Pasemos ahora al tercer intento de superación, que postula la posibilidad de abolir "la
separación que rige las relaciones entre ciencia y prácticas de los actores y observadores".
Lourau prepara el terreno proponiendo dos tipos de "efectos", que bautiza con los nombres de
Weber y Lukács. Al primero lo describe así: A medida que la sociedad está más evolucionada y
racionalizada [...] más llega a ser opaca y desconocida para los individuos que la componen
[1972:10].

El segundo, referido a la ciencia, reza así: En la medida en que la ciencia progresa olvida
progresivamente las bases materiales y sociales, de la cual ella salió [...] Las condiciones
sociales de su producción, de su desarrollo, y de sus aplicaciones [ibid.:13].

Esta doble opacidad sería cuestionada por un postulado que pretende devolverle a los actores
sociales la capacidad básica de poder ser de alguna manera sociólogos de sí mismos, ya que se
afirma que "si la sociología es el asunto de todos, hay que abolir todas las oposiciones
epistemológicas sobre la necesidad de una ruptura" (Lourau, 1972:67) —entiéndase
"epistemológica"— y, sobre todo, evitar a toda costa la autonomización de la teoría sobre la
práctica. Obviamente esta polémica se sitúa en el contexto del auge de Bachelard y Althusser.

El análisis de la implicación y sus diferentes planos, en efecto, es un asunto que atraviesa a


todas las disciplinas sociales. Esto amplía el campo del análisis permite que esta
"contrasociología" no quede encajonada en el territorio de las intervenciones socioanalíticas.
Pero —justo es decirlo— no es Lourau el que inventa esa cuestión ni necesariamente el AI
tiene la última palabra. [Se da] la interferencia de la implicación [en la relación] sujeto-objeto,
en donde las dos nociones de ruptura y sutura son simultáneamente necesarias [...] Ahí en
donde, de hecho, no existe sino un conjunto o, por decirlo como los físicos, un sistema
observador observado [Lourau)

En cambio, el estatuto teórico del AI queda muy problematizado porque la cuestión de la


institucionalización ha sido colocada en ese "campo móvil", por el que recorre una serie de
disciplinas y tiende a no quedarse con ninguna, en un complicado mestizaje. De otro modo, no
se entendería la siguiente afirmación de 1972: No se pretende haber resuelto la cuestión de la
institución, lo cual supondría no solamente una síntesis teórica, sin duda utópica en sí misma,
entre la economía política, la sociología y el psicoanálisis. [Nos consolamos] con proponer lo
que está, sin duda, en el corazón de todo eso que resta impensado en las ciencias que vienen
de ser citadas [Lourau)

El análisis institucional parte del principio que el centro está siempre presente en la periferia
[...] esto quiere decir que [...] las instituciones, lejos de ser formas neutras, "herramientas"
funcionales, no existen sino en la medida en que ellas están basadas en la fuerza del Estado
[...] El Estado no existe más que en tanto está presente en todas las formas sociales [Lourau,
1977:48]. En resumen, resulta más que sorprendente cómo la gran institución, con esa
densidad aparentemente descrita, se. diluya en los momentos "calientes", y deje ver
abiertamente lo arbitrario de sus formas y no, como es su especialidad, a través de un espejo
oscuro. Veamos ahora lo que Lourau piensa sobre la institución.

La noción de institución en el AI remite a una serie de tríadas que no implican lo mismo. Así,
tenemos la que nos habla de lo instituido, lo instituyente y la institucionalización; o la que la
establece como universalidad, particularidad y singularidad; o definida no como una instancia
de las formaciones sociales: sino [como] el producto del cruce de los niveles o de las instancias,
y este producto sobredeterminado por el conjunto del sistema a través de la mediación del
Estado [Lapassade) Veamos sumariamente de qué se tratan estas nociones. Por lo pronto, las
instituciones no son supraestructuras en el sentido marxista, sino el producto del cruce de las
instancias — recuérdese que así era una de las definiciones de Estado. Cruce que
presumiblemente no sería el mismo en cada caso, so riesgo de volverlas equivalentes antes de
conocer su especificidad. Tampoco se les puede reducir al puro instituido, sino que son el
producto de la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente, que es lo que da lugar al proceso
de institucionalización. Se comprenderá que no se pueden establecer fáciles analogías
conceptuales entre estos dos tipos de tríadas conceptuales, ya que ni siquiera se sitúan en el
mismo plano. La institucionalización en el AI tiende a fluctuar entre algo que ya se fijó —
principio de equivalencia— y un proceso que nunca puede suprimir lo instituyente que lo
habita y constituye como negatividad radical.

[La institucionalización es vista] como fase activa de estabilización que niega a la vez la
actividad de lo instituyente como negación de lo instituido y el inmovilismo de lo instituido [...]
Políticamente la institucionalización es el contenido del reformismo.

La "transversalidad", noción tomada de Félix Guattari —uno de los creadores de la terapia


institucional—, es descrita por este autor del siguiente modo: La transversalidad [...] tiende a
realizarse cuando una comunicación máxima se efectúa entre los diferentes niveles y
fundamentalmente entre los diferentes sentidos: es el objeto de investigación de un grupo
sujeto [1966:100].
"Grupo sujeto" es aquel que, a diferencia del "grupo objeto", logra conectar al máximo los
diferentes niveles de lo institucional transversalizado. La transversalidad, en ese caso, será el
producto de una dilucidación, aunque al mismo tiempo es concebida como una "dimensión
fundamental". Esta ambigüedad se constata al juntar lo afirmado por Lourau y Lapassade con
lo de Guattari.

Ha llegado el momento de abordar la última cuestión, la del dispositivo de intervención


institucional llamado socioanálisis. A partir de los prolegómenos que he desarrollado de
manera muy resumida, se habrá apreciado que estamos ante una concepción
fundamentalmente sociológica que si bien haría énfasis en la dimensión grupal —dado el tipo
de dispositivo que pone en juego—, la tendencia será pasar rápidamente a la escena
institucional que supuestamente saltaría al primer plano con la sola puesta en juego del
dispositivo. Saltará a la vista que el Al distingue entre el campo de intervención y el del análisis,
siendo éste mucho más amplio, y no limitado a la intervención directa.

Pero, ¿qué entiende Lourau por simbólico?: Es la socialización total, el acceso al lenguaje de
todo aquello que quedaba como no dicho, indecible o privado de sentido [1972:240 y s.].
Especie de "palabra plena" institucional con la que, al parecer, se pretende mirar en la escala
micro parusías laicas que veíamos en el plano macro en relación con los analizadores históricos
(exceso de optimismo, quizás). Con la diferencia de que ésta se consigue a partir de análisis, y
la otra llega y se aleja sin saberse ni cómo ni cuándo.

No obstante, en el socioanálisis no se trata—según lo expresa Lourau— de analizar a los


individuos y su inconsciente, sino a lo que denomina como sus implicaciones sintagmáticas
grupales para relacionarlas con las paradigmáticas sociohistóricas. Veamos un breve ejemplo
de una interpretación hecha por Lourau en una institución psicoanalítica de grupos, que le
pidió ser analizada. Los "límites de la interpretación" en socioanálisis —a los que alude
Lourau—, entre otras cosas, implican no tocar lo individual como tal, sino intentar incluirlo en
una escena institucional —o interinstitucional— de múltiples bandas, como las de ejemplo
dado. No se trata tampoco —como en el modelo de Fernando Ulloa— de reducir el nivel "psi"
a puros mecanismos "abstractos", sin más carne que las que le ofrecen los contenidos de la
escena institucional.
Módulo 8: Pos – estructuralismo
UN DIÁLOGO SOBRE EL PODER- Gilles Deleuze / Michel Foucault:

FOUCAULT. Un maoísta me decía: "Comprendo perfectamente por qué está Sartre con
nosotros, por qué hace política y en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo
comprendo bastante, ya que siempre haz planteado el problema del encierro. Pero a Deleuze,
realmente, no lo comprendo". Esta afirmación me asombró sobremanera, ya que para mí la
cosa está muy clara.

DELEUZE. Tal vez es que estamos viviendo de una nueva manera las relaciones teoría-práctica.
La práctica se concebía como una aplicación de la teoría, como una consecuencia, o bien, al
contrario, como inspiradora de la teoría. De cualquier modo, sus relaciones se concebían bajo
la forma de un proceso de totalización, tanto en un sentido como en el otro. Es posible que,
para nosotros, la cuestión se plantee de otra manera. Las relaciones teoría-práctica son mucho
más parciales y fragmentarias. Por una parte, una teoría siempre es local, relativa a un
pequeño campo, aunque puede ser aplicada a otro, más o menos lejano. La relación de
aplicación nunca es de semejanza. Por otra parte, desde que la teoría profundiza en su propio
campo se enfrenta con obstáculos, muros, tropiezos que hacen necesario que sea relevada por
otro tipo de discurso (es este otro tipo de discurso el que, eventualmente, hace pasar a un
campo diferente). La práctica es un conjunto de relevos de un punto teórico a otro, y la teoría,
un relevo de una práctica a otra. Ninguna teoría puede desarrollarse sin encontrar una especie
de muro y se precisa de la práctica para perforar el muro. Por ejemplo, tú comenzaste
analizando teóricamente un lugar de encierro como el asilo psiquiátrico del siglo XIX en la
sociedad capitalista. Luego, desembocaste en la necesidad de que la gente precisamente
encerrada se pusiese a hablar por su cuenta, que efectuase un relevo (o bien, al contrario, tú
ya eras un relevo a su respecto), y esa gente se halla en las prisiones, está en las prisiones.
Cuando organizaste el grupo información prisiones, lo hiciste sobre esta base: instaurar las
condiciones en las que los mismos prisioneros pudieran hablar. Sería completamente falso,
como parece que decía el maoísta, afirmar que pasabas a la práctica aplicando sus teorías. Allí
no había ni aplicación ni proyecto de reforma, ni encuesta en el sentido tradicional.

Allí había algo distinto: un sistema de relevos en un conjunto, en una multiplicidad de piezas y
de pedazos a la vez teóricos y prácticos. Para nosotros, el intelectual teórico ha dejado de ser
un sujeto, una conciencia representante o representativa. Los que actúan y luchan han dejado
de ser representativos, aunque sea por un partido, un sindicato que se arrogarían a su vez el
derecho de ser su conciencia. ¿Quién habla y quién actúa? Siempre es una multiplicidad
incluso en la persona que habla o actúa. Todos nosotros somos grupúsculos. Ya no hay
representación, sólo hay acción, acción de la teoría, acción de la práctica en relaciones de
relevos o redes. FOUCAULT. Me parece que la politización de un intelectual se realizaba
tradicionalmente a partir de dos cosas: su posición de intelectual en la sociedad burguesa, en
el sistema de la producción capitalista, en la ideología que produce o impone (estar explotado,
reducido a la miseria, rechazado, "maldito", acusado de subversión, de inmoralidad, etc.) su
propio discurso en tanto que revelaba una cierta verdad, en tanto descubría relaciones
políticas allí donde no se percibían.

Estas dos formas de politización no eran ajenas una a otra, pero tampoco coinciden
forzosamente. Se daba el tipo del "maldito" y el tipo del "socialista". Estas dos politizaciones se
confundieron con facilidad en ciertos momentos de reacción violenta por parte del poder,
después del 48, después de la Comuna, después de 1940: el intelectual era rechazado,
perseguido, en el mismo momento en que las "cosas" aparecían en su verdad, cuando no era
preciso decir que el rey estaba desnudo.

El intelectual decía la verdad a los que todavía no la veían y en nombre de los que no podían
decirla: conciencia y elocuencia. Ahora bien, los intelectuales han descubierto, después de las
recientes luchas, que las masas no los necesitan para saber: ellas saben perfectamente,
claramente, muchos mejor que ellos; y además lo dicen muy bien. Sin embargo, existe un
sistema de poder que intercepta, prohibe, invalida ese discurso y ese saber. Poder que no está
tan sólo en las instancias superior de la censura, sino que penetra de un modo profundo, muy
sutilmente, en toda la red de la sociedad.

Ellos mismos, los intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la propia idea de que
son los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de ese sistema. El papel de
intelectual ya no consiste en colocarse "un poco adelante o al lado" para decir la verdad muda
de todos; más bien consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su
objeto e instrumento: en el orden del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del
"discurso". Por ello, la teoría no expresará, no traducirá, no aplicará una práctica, es una
práctica. Pero local, regional, como tú dices: no totalizadora. Lucha contra el poder, lucha para
hacerlo desaparecer y herirlo allí donde es más invisible y más insidioso, o lucha por una "toma
de conciencia" (hace mucho tiempo que la conciencia como saber fue adquirida por las masas
y que la conciencia como sujeto fue tomada, ocupada, por la burguesía), sino por la zapa y la
toma del poder, al lado, con todos los que luchan por ella, y no en retirada para esclarecerlos.
Una "teoría" es el sistema regional de esta lucha.

DELEUZE. Eso es una teoría, exactamente como una caja de herramientas. No tiene nada que
ver con el significante… Es preciso que eso sirva, que funcione. Y no para sí misma. Si no hay
gente para servirse de ella, empezando por el mismo teórico que entonces deja de ser teórico,
es que no vale nada, o que no ha llegado su momento. No se vuelve a una teoría, se hacen
otras, hay otras por hacer. Es curioso que haya sido un autor que pasa por un intelectual puro,
Proust, quien lo haya dicho tan claramente: tratad mi libro como unos lentes dirigidos hacia
fuera y si no os van bien tomad otros, encontrad vosotros mismos vuestro aparato que
forzosamente es un aparato de combate. La teoría no se totaliza, se multiplica y multiplica. Es
el poder el que por naturaleza efectúa totalizaciones y tú, tú lo dices exactamente: la teoría
está por naturaleza en contra del poder. Desde que una teoría penetra en tal o cual punto,
choca con la imposibilidad de tener la menor consecuencia práctica, sin que se produzca una
explosión, con la necesidad de otro punto.

Es por esta razón por la que la noción de reforma es tan estúpida e hipócrita. O bien la reforma
es elaborada por gente que se pretende representativa y hace profesión de hablar por los
otros, en nombre de los otros, con lo cual se produce una instalación de poder, una
distribución de poder a la que se añade una representación acrecentada. O bien es una
reforma reclamada, exigida por aquellos a los que concierne, con lo cual deja de ser una
reforma, es una acción revolucionaria que, desde el fondo de su carácter parcial, se ve
determinada a poner en cuestión la totalidad del poder y de su jerarquía. Ello es evidente en
las prisiones: la más minúscula, la más modesta reivindicación de los prisioneros basta para
deshinchar la seudorreforma Pleven. Si los niños llegasen a hacer oír sus protestas en una
escuela de párvulos, o incluso simplemente sus preguntas, eso bastaría para provocar una
explosión en el conjunto del sistema de la enseñanza.
En verdad, este sistema en el que vivimos no puede soportar nada: de ahí su fragilidad radical
en cada punto, al mismo tiempo que su fuerza de represión global. En mi opinión, tú has sido
el primero en enseñarles algo fundamental, tanto en tus libros como en el campo práctico: la
indignidad del hablar por los otros. Quiero decir: nos burlábamos de la representación,
decíamos que estaba acabada, pero no se sacaba la consecuencia de esta conversión "teórica",
a saber, que la teoría exigía que la gente involucrada hablase por fin prácticamente por su
cuenta.

FOUCAULT. Y cuando los prisioneros se han puesto a hablar, ya tenían una teoría de la prisión,
de la penalidad, de la justicia. Esta especie de discurso contra el poder, este contra-discurso
mantenido por los prisioneros o por los llamados delincuentes, eso es lo que cuenta y no una
teoría sobre la delincuencia. Este problema de la prisión es un problema local y marginal, ya
que no pasan más de 100.000 personas por año por las prisiones: en la actualidad en Francia
tal vez hay 300 o 400.000 personas que han pasado por la prisión. Ahora bien, este problema
marginal conmueve a la gente. Me sorprendió ver cómo podía interesarse por el problema de
las prisiones tanta gente que no estaba predestinada a entender este discurso de los detenidos
y cómo finalmente lo entendían. ¿Cómo explicarlo? ¿No ocurrirá que, de un modo general, el
sistema penal es la forma en la que el poder en tanto que poder se muestra del modo más
manifiesto? Meter a alguien en la prisión, mantenerlo en la prisión, privarle de alimento, de
calor, impedirle salir, hacer el amor…etc., ahí tenemos la manifestación de poder más delirante
que uno pueda imaginar. El otro día hablaba con una mujer que había estado en la prisión y
me decía: "y a mis cuarenta años me castigaron un día poniéndome a pan seco". Lo que
sorprende en esta historia no es sólo la puerilidad del ejercicio del poder, sino también el
cinismo con el que se ejerce ese poder, de la forma más arcaica, más pueril, más infantil.
Reducir a alguien a pan y agua es lo que nos enseñaron cuando éramos unos niños. La prisión
es el único lugar donde el poder puede manifestarse en su desnudez, en sus dimensiones más
excesivas, y justificarse como poder moral.

"Tengo razón en castigar, puesto que tú sabes que está mal robar, matar…" Esto es lo
fascinante de las prisiones; por una vez el poder no se oculta, no se enmascara, se muestra
como feroz tiranía en los más ínfimos detalles, cínicamente, y al mismo tiempo es puro, está
enteramente "justificado", puesto que puede formularse enteramente en el interior de una
moral que enmarca su ejercicio: su bruta tiranía aparece entonces como dominación serena
del Bien sobre el Mal, del orden sobre el desorden.

DELEUZE. Por esto, lo contrario también es cierto. No sólo los prisioneros son tratados como
niños, sino que los niños son tratados como prisioneros. Los niños sufren una infantilización
que no es la suya. En este sentido es cierto que las escuelas son un poco prisiones, y las
fábricas mucho más. Basta ver una entrada en la Renault. O por otra parte: tres bonos para
hacer pipí durante la jornada. Tú has encontrado un texto de Jeremías Bentham del siglo XVIII
que, precisamente, propone una reforma de las prisiones; en nombre de esa gran reforma
establece un sistema circular en el que la prisión renovada sirve de modelo y en el que se pasa
insensiblemente de la escuela a la manufactura, de la manufactura a la prisión y a la inversa.
Esta es la esencia del reformismo, de la representación reformada. Por el contrario, cuando la
gente se pone a hablar y a actuar en su propio nombre no opone otra representatividad a la
falsa representatividad del poder. Por ejemplo, recuerdo que decías que no hay justicia
popular contra la justicia, pues eso pasa a otro nivel.

FOUCAULT. Pienso que, por debajo del odio que el pueblo tiene a la justicia, a los jueces,
tribunales y prisiones, no hay que ver tan sólo la idea de otra justicia mejor y más justa, sino,
en primer lugar y ante todo, la percepción de un punto singular en el que el poder se ejerce a
expensas del pueblo. La lucha antijudicial es una lucha contra el poder y yo no creo que sea
una lucha contra las injusticias, contra las injusticias de la justicia, y una mejora en el
funcionamiento de la institución judicial. A pesar de todo, es sorprendente que cada vez que
ha habido motines, rebeliones, sediciones, el aparato judicial ha sido el blanco, al mismo
tiempo y del mismo modo que el aparato fiscal, el ejército y las otras formas del poder. Mi
hipótesis, pero no es más que una hipótesis, es que los tribunales populares, por ejemplo, en
el momento de la Revolución, fueron, para la pequeña burguesía aliada a las masas, un modo
de recuperar, de recobrar el movimiento de lucha contra la justicia. Y para recuperarlo,
propusieron este sistema del tribunal que se refiere a una justicia que podría ser justa, a un
juez que podría dictar una sentencia justa. La misma forma del tribunal pertenece a una
ideología de la justicia que es la de la burguesía.

DELEUZE. Si se considera la situación actual, el poder forzosamente tiene una visión total o
global. Quiero decir que las actuales formas de represión, que son múltiples, se totalizan
fácilmente desde el punto de vista del poder: la represión racista contra los inmigrados, la
represión en las fábricas, la represión en la enseñanza, la represión contra los jóvenes en
general. No hay que buscar la unidad de todas esas formas tan sólo en una reacción frente al
Mayo del 68, sino mucho más en una preparación y organización concertadas de nuestro
futuro próximo. El capitalismo francés necesita con imperiosidad unas "reservas" de
desempleo, y abandona la máscara liberal y paternal del pleno empleo. Este es el punto de
vista desde el que hallan su unidad: la limitación de la inmigración, una vez dicho que se
confiaban a los inmigrados los trabajos más duros e ingratosla represión en las fábricas, puesto
que se trata de volver a proporcionar al francés el "gusto" por un trabajo cada vez más duro-,
la lucha contra los jóvenes y la represión en la enseñanza, puesto que la represión policíaca es
tanto más viva cuanto menos necesidad de jóvenes hay en el mercado de trabajo. Toda clase
de categorías profesionales van a ser invitadas a ejercer funciones policíacas cada vez más
precisas: profesores, psiquiatras, educadores de toda clase, etc.

Ahí nos encontramos con algo que ya anunciaste hace tiempo y que se pensaba que no iba a
poder producirse: el fortalecimiento de todas las estructuras de encierro. Entonces, frente a
esta política global del poder, se dan repuestas locales, contrafuegos, defensas activas y a
veces preventivas. Nosotros no hemos de totalizar lo que se totaliza por parte del poder y que
nosotros sólo podríamos totalizar restaurando formas representativas de centralismo y
jerarquía. En cambio, lo que tenemos que hacer es llegar a instaurar vínculos laterales, todo un
sistema de redes, de bases populares. Y esto es lo difícil. En todo caso, para nosotros la
realidad no pasa totalmente por la política en el sentido tradicional de competición y
distribución del poder, de instancias llamadas representativas al modo de PC o de la CGT. La
realidad es lo que hoy día pasa efectivamente en una fábrica, en una escuela, en un cuartel, en
una prisión, en una comisaría. De tal modo que la acción implica un tipo de información de una
naturaleza completamente diferente de las informaciones de los periódicos (así por ejemplo,
el tipo de información de la Agence de Presse Liberation).

FOUCAULT. Esta dificultad, nuestro embarazo para encontrar las formas de lucha adecuadas,
¿no proviene de que aún ignoramos lo que es el poder? Después de todo, ha sido preciso
esperar al siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero quizá todavía no sabemos qué es
el poder. Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan enigmático, a la vez
visible e invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama el poder. La teoría
del Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin duda el campo de
ejercicio y funcionamiento del poder. Actualmente, sabemos aproximadamente quién explota,
hacia dónde va el beneficio, por qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el
poder… Sabemos perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan el poder. Sin
embargo, la noción de "clase dirigente" no está ni muy clara ni muy elaborada. "Dominar",
"dirigir", "gobernar", "grupo de poder", "aparato de Estado", etc., aquí hay todo un conjunto
de nociones que piden ser analizadas. Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se ejerce el
poder, mediante qué relevos y hasta qué instancias, a menudo ínfimas, de jerarquía, control,
vigilancia, prohibiciones, coacciones.

En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con propiedad, es su
titular y, sin embargo, se ejerce en determinada dirección, con unos a un lado y los otros en el
otro; no sabemos quién lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene. Si la lectura de
tus libros (desde el Nietzsche hasta lo que presiento de Capitalismo y esquizofrenia) ha sido
para mí tan esencial, se debe a que me parece que van muy lejos en la posición de este
problema: bajo ese viejo tema del sentido, significado, significante, etc., por último, la cuestión
del poder, de la desigualdad de los poderes, de sus luchas. Cada lucha se desarrolla alrededor
de un lar particular de poder (uno de esos innumerables pequeños lares que pueden ser un
jefecillo, un guardia de H.L.M., un director de prisiones, un juez, un responsable sindical, un
redactor jefe de un periódico). Y designar los lares, los núcleos, denunciarlos, hablar de ellos
públicamente, es una lucha, no es porque nadie tuviera aún conciencia de ello, sino porque
tomar la palabra sobre este tema, forzar la red de información institucional, nombrar, decir
quién ha hecho qué, designar el blanco es una primera inversión del poder, es un primer paso
para otras luchas contra el poder.

Si discursos como, por ejemplo, los de los detenidos o los de los médicos de las prisiones son
luchas, se debe a que al menos por un instante, confiscan el poder de hablar de la prisión,
actualmente ocupado por la administración a solas y sus cómplices reformadores. El discurso
de la lucha no se opone al inconsciente: se opone al secreto. Eso tiene el aspecto de ser menos
importante. ¿Y si lo fuese mucho más? Existe toda una serie de equívocos a propósito de lo
"oculto", de lo "reprimido", de lo "no dicho", que permiten "psicoanalizar" a bajo precio lo que
deber ser objeto de lucha. El secreto tal vez sea más difícil de conocer que el inconsciente. Los
dos temas que todavía ayer podíamos encontrar frecuentemente: "la escritura es lo
reprimido" y "la escritura es con pleno derecho subversiva", me parece que revelan un cierto
número de operaciones que es preciso denunciar severamente.

Gibson - Graham, J.K. (2002). Intervenciones pos estructurales:

El posestructuralismo es una aproximación teórica al conocimiento y la sociedad que acoge la


incertidumbre de los significados, el poder constitutivo del discurso y la efectividad política de
la teoría y la investigación. Comenzó en la década de 1960 como un movimiento dentro de la
filosofía francesa, y después migró hacia el mundo angloparlante donde tuvo también un
impacto transformativo en la filosofía, al igual que en los estudios literarios y culturales. En
épocas más recientes, ha ganado espacio dentro de la geografía humana y otras ciencias
sociales. El posmodernismo hace referencia de forma diversa a una época histórica (Harvey,
1989) caracterizada por unas prácticas socioeconómicas particulares y unas condiciones
ideológicas; a un estilo estético en las películas, la arquitectura y otras formas culturales; o a
una aproximación teórica al conocimiento y la sociedad (Gibson y Watson, 1995: I). Esta última
es lo que estamos llamando posestructuralismo –una aproximación al conocimiento y al
mundo, sustentada filosóficamente y distintiva teóricamente (Amariglio, 1999)–. Lo que
resulta posmoderno del posestructuralismo es su rechazo de ciertas concepciones
modernistas, claramente identificables, sobre el conocimiento, el conocedor y lo conocido.
Mientras que se entiende que el conocimiento dentro de un marco modernista es singular,
acumulativo y neutral, desde una perspectiva posestructural es múltiple, contradictorio y
poderoso. Lo que deseamos explorar en este ensayo son sus implicaciones para la geografía
económica. Emerge dentro y en contra de la tradición modernista del estructuralismo. Quizá
su antecedente más cercano sea el estructuralismo lingüístico de Ferdinand de Saussure.
Aunque el estructuralismo se considera como algo que desestabiliza la presuposición
modernista en la que el lenguaje es un espejo de la realidad, también es un proyecto
esencialmente modernista. Para los pensadores estructuralistas, subyacentes a los flujos y
contingencias del mundo social se encontraban las formaciones unificadas que configuraban la
vida social. Las teorías lingüísticas de Saussure, culturales de Claude Lévi-Strauss, económicas
de Karl Marx y psicoanalíticas de Sigmund Freud, cada una a su manera, aducen el origen y la
organización de fenómenos sociales complejos a estructuras más profundas. Desvelar o
descubrir esas estructuras era la tarea de la ciencia estructural. Aquellos filósofos que llegaron
a ser conocidos como postestructuralistas enfrentaron el proyecto estructuralista, tomando
una actitud escéptica hacia la determinación por estructuras subyacentes y los intentos de
encontrar la verdad última del lenguaje,la cultura, la sociedad y la psiquis. Pero quizá su
movimiento más notorio fue cuestionar la relación inmóvil entre significante y significado, que
caracterizaba a la lingüística saussuriana. Desde una perspectiva posestructuralista, el lenguaje
no existe como un sistema de diferencias dentro de un conjunto único de signos. En cambio,
las relaciones significante-significado se crean y revisan continuamente, ya que las palabras se
recontextualizan en una producción eterna de textos. La creación de significado es un proceso
inacabado, un sitio de constante forcejeo –político– donde se generan significados alternos y
cuya firmeza es apenas temporal. A pesar de su antagonismo hacia lo fundamental, los
pensadores estructuralistas no ven al significado y al conocimiento como algo desligado de
otros aspectos de la vida social. Se entiende pues que el significado se produce bajo
condiciones sociales e intelectuales específicas y que el conocimiento no es un reflejo
verdadero sino una fuerza productiva y constitutiva. Aunque los conocimientos no pueden ser
diferenciados de acuerdo con un mayor o menor grado de precisión –su éxito o fracaso para
reflejar el mundo–, sí pueden distinguirse por sus efectos –los diferentes sujetos a los que
otorgan poder, las instituciones y prácticas que permiten, al igual que aquellos que excluyen o
suprimen–. De esta forma, el tipo de conocimiento producido es un problema de consecuencia
y no de indiferencia. El postestructuralismo ofrece una variedad de estrategias que cuestionan
las ideas recibidas y las prácticas dominantes, haciendo visible su poder y creando espacios
para que emerjan formas alternas de la práctica y el poder. Las que exploramos aquí son la
deconstrucción, la genealogía y el análisis discursivo. Deconstrucción: La deconstrucción es un
tipo de lectura que se origina en la obra del filósofo francés Jacques Derrida (1967).
Trabajando en contra de lo que él denomina la “metafísica de la presencia”, o el
“logocentrismo”, Derrida cuestiona ciertos axiomas fundamentales del pensamiento
occidental. Algunos de los presupuestos cuestionados son: la ley de la identidad y la presencia
del ser (si un edificio es fábrica es una fábrica) y ™ La ley de la no-contradicción que establece
la identidad en relación con su “otro” (si una cosa es una fábrica, no puede ser también una
no-fábrica); y la ley de exclusión del medio (fábrica y no fábrica contienen todas las
posibilidades de una situación dada). En conjunto, estas leyes nos dan objetos/identidades
estables, circunscritos y que se constituyen mediante una negación. El estructuralismo
feminista, entre otros, ha observado cómo los intentos para (re)valorar el término ausente o
subordinado dentro de una estructura binaria son minados fácilmente. Esto revela la presencia
de lo que Saussure identificó como un significante maestro que opera para estabilizar las
relaciones de diferencia. El feminismo posestructuralista ha cambiado el término
logocentrismo por falogocentrismo, recalcando la forma en que la figura masculina –el falo–
fija el significado, dando presencia y positividad a un lado de la estructura binaria y
produciendo una cadena alineada de términos dominantes dentro del pensamiento europeo
de la ilustración. Como parte de un proyecto político para crear espacios de heterogeneidad
radical, la estrategia deconstructiva de Derrida se interesa en pensar las diferencias por fuera
de las estructuras binarias y jerárquicas. Otra estrategia deconstructiva aún más potente es la
de desdibujar los límites entre los términos, socavando la solidez y fijeza de la
identidad/presencia, mostrando cómo el otro excluido se encuentra incrustado de tal forma
dentro de la identidad primaria que su diferencia resulta insostenible. Así, el hogar podemos
representarlo también como un sitio de producción –de varios bienes y servicios domésticos–
y la fábrica como un lugar de reproducción. La deconstrucción ilumina los momentos de
contradicción e indecisión de lo que parece ser una estructura o texto nítidamente concebidos
(Ruccio, 1999). Enseña la postergación indefinida del significado dentro de un sistema de
diferenciación y coloca en primer plano la incapacidad que tiene el signo de personificar
totalmente un significado esencial. El significado es creado y recreado dentro de textos y
contextos específicos. Ya que no existe un término maestro para fijar los conceptos a
significantes específicos, el significado siempre está en proceso e incompleto. Michel Foucault
se dirige a examinar la manera como ciertos conocimientos y significados son normalizados y
aceptados como Verdad. El trabajo de Foucault enfatiza sobre las formas en las que la
construcción de significado es una representación del poder que no sólo se encuentra trazada
en el lenguaje sino también grabada sobre el cuerpo y re-constituida continuamente en la vida
social. Al usar el término discurso, Foucault se refiere a una práctica gobernada por reglas, que
incluye significados enmarcados dentro de un sistema de conocimiento y en instituciones y
prácticas sociales que producen y mantienen estos significados. Foucault desafía la
universalidad y verdad del significado al desarrollar un método distintivo para el análisis del
discurso que involucra: 1) un análisis crítico de las violencias generadas por cualquier teoría o
sistema de significados (lo que excluye, prohíbe o niega); y 2) un análisis genealógico de los
procesos, continuidades y discontinuidades mediante las que llega a formarse un discurso
(1981). Su trabajo dirige nuestra atención hacia las formas en que los conocimientos ejercen y
producen poder –por medio de aparatos de regulación; por ejemplo, instituciones como
escuelas, prisiones, casa de trabajo y fábricas en donde prevalecen las técnicas de disciplina y
vigilancia corporal–, y mediante el desarrollo y aplicación de tecnologías para administrar el
ser –por ejemplo, presupuestos, dietas, mapas, columnas de ayuda sexual, propagandas de
productos de higiene personal– que ayudan a organizar la vida diaria. Un análisis crítico del
discurso de la industrialización podría ilustrar la manera como los cuerpos y la producción
material que se lleva a cabo en los hogares son devaluados dentro de los sistemas de saber
disciplinarios de la economía y la geografía económica. Tal genealogía podría comenzar, por
ejemplo, con una noción fisiocrática de la economía, en la que un excedente agrícola hace
posibles las actividades no agrícolas –estableciendo de esta forma la dependencia y estatus
secundario de la industria–. Podría virar, entonces, hacia la centralidad y estatus originario de
la industria en el discurso de la industrialización, con su visión de la economía y el crecimiento
económico –incluyendo la demanda de productos y servicios agrícolas– siendo impulsados por
los incrementos en la producción manufacturera; y, finalmente, a la literatura sobre la
economía posindustrial, en la que instituciones y transacciones financieras de alto nivel
establecen una vez más la subordinación de la industria, esta vez a la especulación financiera y
los azares del sector financiero internacional.Lo que emerge de este proyecto que traza los
saberes cambiantes de industria es una concepción relativamente estable de la economía
como una totalidad integrada, centrada sobre un espacio 118 determinante que constriñe,
impulsa o dicta hacia otros sitios/actividades. Por medio del proceso de genealogía, esta
noción se ve desnaturalizada, haciéndola visible como una construcción discursiva. La
influencia de Foucault sobre el postestructuralismo ha concentrado la atención sobre cómo las
diferentes formas de poder están entrecruzadas con la producción de conocimiento para crear
ciertas concepciones valorizadas del asunto en cualquier periodo histórico. Aunque gran parte
del trabajo de Foucault parece enfatizar sobre la construcción y consolidación de discursos
dominantes que someten al individuo a fuerzas poderosas fuera de su control, su intervención
abre también un espacio para examinar la proliferación y multiplicidad de discursos que
pueden crear sujetos capaces de resistir y reconstituir el poder de diversas formas. Aquí, el
trabajo de Judith Butler y otros teóricos queer sobre la performatividad del discurso transmite
algo de lo incompleto y abierto de los procesos de subjetivación. Butler dice, “la
performatividad es la práctica reiterativa y citacional por medio de la que el discurso produce
los efectos a los que da nombre” (1993: 2). En Gender Trouble, Butler explora la
performatividad de forma específica con respecto al género. El género no es una característica
estable del sujeto que emana de una estructura binaria determinada por la biología o que está
inscrita en lo cultural. En cambio, la identidad de género se practica por medio de la
representación –performance– repetitiva de ciertos actos. El género debe ser representado
continuamente con el fin de asegurar su fijeza aparente. Esta noción de la representación
iterativa como algo constitutivo de lo que se toma por una realidad estable ofrece ideas
interesantes acerca de las políticas del conocimiento. Butler enfatiza sobre las diferencias
inevitables entre los performances, los deslices entre las iteraciones, lo que sugiere que las
identidades de género –o cualesquiera otras–, siempre son inacabadas y están abiertas a la
subversión. El concepto de performatividad abre un camino a través de la, a veces,
desconcertante falta de piso del proyecto posestructuralista y apunta hacia las intervenciones
comprometidas que retan los sistemas de saber/poder hegemónicos trazados claramente por
Foucault. Lo que llama la atención de Butler son las aperturas por fuera del orden
heteronormativo establecido, a través de las que se ven emerger los sujetos queer. Butler está
comprometida con el proceso de desestabilizar las categorías binarias de género que sirven de
soporte a la heterosexualidad obligatoria. Al enfatizar sobre las incertidumbres y
discontinuidades inherentes a los performances de género, saca a la luz las posibilidades que
existen para alterar e inventar dentro del proceso cultural de la creación del género. De esta
forma, abre un espacio para la capacidad de actuar (agency) y lo impredecible en un modo de
subjetivación que comúnmente se asume como un dato biológico o cultural. Para Butler y
otros teóricos que hemos discutido aquí, las intervenciones estructurales no son una retirada
hacia la teoría y una desconexión del mundo, la política, la ética o el cambio social. Al
contrario, el posestructuralismo asigna un nuevo papel a la teoría, considerándola como una
intervención política. El conocimiento posestructural da forma a la realidad en vez de reflejarla
pasivamente. La producción de nuevos saberes es una actividad que cambia el mundo,
reubicando otros saberes y validando nuevos sujetos, prácticas, políticas e instituciones.
RECONOCER LA PERFORMATIVIDAD DEL DISCURSO ES RECONOCER SU PODER, su habilidad
para producir “los efectos a los que da nombre” (Butler, 1993: 2). Sin embargo, el proceso de
repetición mediante el cual el discurso produce sus efectos se caracteriza por sus titubeos e
interrupciones. Los estudios geográficos recientes sobre los sujetos económicos resaltan esta
dimensión performativa del discurso. A diferencia del sujeto modernista racional y coherente,
el sujeto económico posestructuralista está sujeto de forma incompleta. Su identidad siempre
está en construcción y se compone parcialmente mediante las prácticas diarias y discontinuas
que dejan espacios abiertos para la (re)invención y la perversión. HASTA ESTE PUNTO, CON SU
ÉNFASIS SOBRE EL PODER CONSTRUCTIVO Y perturbador del discurso, la discusión sugiere que
el posestructuralismo alberga el potencial para ofrecer un nuevo modelo de investigación en
geografía. Si al conocimiento no se le asigna la tarea de proveer un reflejo preciso de la
realidad.

Guattari, F. (2015). Hacia una ecosofía. Y ¿Qué es la ecosofía? En ¿Qué es la ecosofía?

La ecosofía es una corriente que, dentro de la ecología y a fines del siglo XX, rebasa la posición
antropocéntrica del movimiento ecológico, involucrando su dimensión espiritual y global. Ve
también la necesidad de tomar medidas no sólo para la protección del medio ambiente, sino
de impulsar un cambio profundo de la visión del mundo, que retorne a los principios
universales. La ecosofía puede cumplir la función de puente. Dentro de la ecosofía existen
muchos puntos de acceso, pero lo decisivo es que en ella no existe ninguna ideología especial
o limitada. La ecosofía es un modelo en el cual, distintos grupos con ideologías diferentes,
pueden trabajar conjuntamente por el bien del medio ambiente, y podría llegar a ser la base
de una nueva filosofía en el siglo XXI. Es interesante que la ecosofía haya reconocido que la
crisis postmoderna es una crisis de los valores y de las ideologías fracasadas del siglo XX, es
decir, de la visión positiva materialista. La ecosofía se encuentra a la búsqueda de una visión
del mundo más amplia, más profunda y más global. Para la realización de este trabajo, he
tomado como referencia un libro que contiene una recolección de párrafos de los
representantes más importantes de la ecosofía o de la ecología profunda, como Arne Naess,
Fritjof Capra, Gregory Bateson, Joanna Macy. Ambos términos, ecosofía y ecología profunda
serán utilizados como sinónimos. LOS CUATRO CAMPOS DE LA ECOSOFÍA - El mandala de la
ecosofía: Los editores anteponen un mandala que representa cuatro columnas, o campos de la
ecosofía, como visión del mundo. Esos cuatro campos son: I) El campo científico: Lo cognitivo,
es decir, los conocimientos de la ciencia que nos dirigen hacia una nueva visión del mundo: la
teoría general de los sistemas, la visión del mundo holonística, la teoría de Gea, el principio de
la organización propia. Esos conocimientos deben llevar a una comprensión más profunda de
las leyes de la vida. II) El campo emocional: Este campo se ocupa del desarrollo de un nuevo
acceso hacia el mundo, para poder afrontar emocionalmente la crisis global, sin tener que
reprimirla. Se trata de encontrar la forma de poder transformar la tensión que resulta de la
conciencia y del sentir de la crisis global, en energías y sentimientos fecundos, que nos dirijan
hacia un cambio de estilo de vida y hacia una acción global. La compasión debe ser utilizada
como fuente positiva de energía. III) El campo práctico: Se encuentran por desarrollar
alternativas que posibiliten a la sociedad y al individuo vivir en mejor resonancia con la
naturaleza. Se trata de desarrollar un estilo de vida y un sistema de valores duraderos y
capaces para el futuro, y no a costa de las generaciones venideras. Es importante también la
conexión de todas las iniciativas y organizaciones que se esfuerzan por desarrollos capaces
para el futuro, para promover a través de ello el nacimiento de efectos sinérgicos. IV) El campo
espiritual: Tiene como finalidad el desarrollar de nuevo un acceso vivo hacia la naturaleza, el
abrirse a una mística natural y descubrir lo común de lo sagrado. Considerarse a sí mismo
como parte de la red de vida, y en razón de ello, desarrollar una responsabilidad más amplia
que sea más global, menos antropocéntrica y oportunista. La frase el desarrollo del Ser
ecológico que aparece en el centro del mandala, indica el objetivo. La idea del Ser ecológico es
una de las claves de la ecosofía. A continuación profundizaremos un poco más en los campos
tratados. EL CAMPO CIENTÍFICO - a) El concepto del “Ser ecológico”: El concepto del Ser
ecológico amplía el concepto antropocéntrico del Ser a una dimensión ecológica. Gregory
Bateson, cibernético y uno de los precursores de la nueva teoría de sistemas, y con ello de la
ecosofía, explica que las fronteras entre Hombre y Naturaleza son de origen artificial. Como
aclaración a la figura expuesta damos las siguientes citas de Bateson: Define el Ser de un
individuo no sólo por su cuerpo físico, sino a través de las informaciones que un individuo
recibe de su entorno. El Ser es ampliado a través de ello y se conforma de Hombre y entorno.
Según la conciencia, cambian las fronteras del individuo. Del modelo mostrado, se deriva un
nuevo concepto del espíritu: Así obtenemos una imagen del espíritu, según la cual éste tiene la
misma función que un sistema cibernético, es decir, que actúa como unidad total relevante,
que asimila la información atravesando las fases de intento y error. Y nosotros sabemos que
dentro del espíritu, en el sentido más amplio, se encuentra una jerarquía de subsistemas, cada
uno de los cuales podríamos definir individualmente como espíritu… Algo que yo describo
como "espíritu", lo enmarco dentro del gran sistema ecológico, el ecosistema. O cuando
desplazo los límites del sistema a otro nivel, el espíritu de toda la estructura evolutiva se
encuentra inmanente. La ciencia del siglo XXI tiene que dar todavía un gran paso para concebir
la idea del espíritu no como un fenómeno humano, sino como algo que se extiende a toda la
naturaleza. Bateson aboga por la superación del pensamiento egocéntrico y por la
identificación con el medio ambiente en el que vivimos. El relacionar el nivel intelectual con el
nivel del pensar y actuar cotidianos, no es fácil, como Beteson observa. Requiere de un camino
en el pensar, que debe identificarse con el entorno o bien integrar el medio ambiente en la
propia conciencia. Esa conciencia es denominada en la ecosofía como el Ser ecológico. b) La
idea del Holón: Esta idea introducida por Arthur Koestler es una de las más importantes en las
discusiones científicas más recientes y es utilizada muchas veces en relación con la ecosofía.
Joanna Macy, psicóloga americana y pionera de la ecología profunda, escribe: Todos los
sistemas vivos, ya sean éstos orgánicos, como en el caso de una célula, o super orgánicos como
en el caso de una sociedad, un sistema ecológico, son holones. Esto quiere decir que poseen
un tipo de Ser dual. Son en sí mismos un todo y al mismo tiempo parte de otro todo superior.
El escritor Arthur Koestler acuñó esta idea, tomando como base la palabra griega para "todo",
junto con el sufijo "on", el que significa "parte". Fenómenos vivos aparecen por ello como
sistemas dentro de otros sistemas, como campos dentro de otros campos, como un juego de
muñecas rusas. Esta idea muestra que todos los niveles se encuentran conectados entre sí y
actúan en conjunto. Una totalidad de holones que actúan en conjunto se llama holarquía,
término muy parecido al de jerarquía, el sentido de un orden más grande. En todo caso este
término indica que los subsistemas particulares actúan como unidades independientes, y a
pesar de ello están ligados al orden de la "holarquía". Por consiguiente, cada holón cumple en
forma independiente con el orden de la holarquía. c) La teoría de Gea: Lovelock, juntamente
con la bióloga molecular Lynn Margulis, investigó los procesos que se desarrollan sobre
nuestro planeta, y mostró que estos procesos corresponden más a un organismo vivo capaz de
regularse a sí mismo, que al producto de la casualidad sobre un planeta muerto. La idea
central es "Autopoiesis" (regulación propia). Esta idea fue desarrollada por Humberto
Maturana y Francisco Varela para la explicación de modelos de organización de sistemas vivos,
y ésta representa hoy en día para muchos científicos el criterio central de la vida. Dice que un
sistema frente al medio ambiente puede regularse a sí mismo; así por ejemplo, puede
mantener su temperatura a un mismo nivel, a pesar de los enormes cambios que pueda sufrir
la temperatura del entorno. La tierra también se encuentra en condiciones de mantener la
temperatura a un determinado nivel, el porcentaje de sal en las aguas de los mares, la
composición de la atmósfera. Estos son sólo algunos indicios que pueden ser mencionados a
favor de la teoría de Gea. La tierra, durante su evolución, ha vivido ya muchas veces
situaciones dramáticas, logrando siempre alcanzar de nuevo un equilibrio dinámico.
Evidentemente, a largo plazo, este cambio no es problemático para Gea, pero sí lo es para la
humanidad, que está haciendo desaparecer las condiciones para su propia vida y para la de
otros seres vivientes. La teoría de Gea pone en movimiento un gran proceso de cambio en el
pensar, porque concibe la tierra y todos los seres vivientes que en ella se encuentran como un
gran sistema vivo u organismo, y no como sistemas que compiten entre sí, como sustenta la
vieja ciencia darwinista y positivista. Fridjof Capra, un pionero del "nuevo pensar", acuñó, a
este respecto, la idea de "red de vida". En su libro Red de vida- un nuevo entendimiento del
mundo viviente, ofrece una síntesis del desarrollo que conduce a la ciencia moderna. Muchas
de estas investigaciones son la confirmación de una visión global y muestran el nacimiento de
una "nueva ciencia". La ciencia del siglo XXI puede ser ya vislumbrada y es un campo de
estudios enriquecedor, ya que nos posibilita la construcción de un puente entre las verdaderas
enseñanzas esotéricas y los conocimientos actuales; pero quizás lo más importante sea que
puede formar los fundamentos para un actuar conjunto y capaz para el futuro, con los
pioneros de la ciencia. Félix Guattari creó el término “ecosofía” para desarrollar prácticas
específicas para modificar y reinventar las formas de ser. Reconstruir literalmente el conjunto
de las modalidades del ser-en-grupo no solamente en acciones de comunicación sino a través
de intervenciones en el propio ser, mutaciones existenciales, como objeto de la esencia de la
subjetividad. Este concepto es establecido como respuesta a las formaciones políticas y
ejecutivas que se muestran poco eficaces de comprender la problemática en el conjunto de
sus intervenciones. Aunque haya una conciencia parcial de los peligros más evidentes que
amenazan al medioambiente, en general las políticas abordan el campo de la contaminación
industrial, pero desde una perspectiva tecnocrática. La crisis ecológica debe ser encarada a
escala planetaria y la verdadera respuesta sólo podrá ser encontrada mientras se realice una
auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de
bienes materiales e inmateriales. Una transformación intelectual, donde se organicen nuevas
prácticas micropolíticas y microsociales, nuevas solidaridades, nuevo bienestar, nuevas
prácticas estéticas y analíticas de las formaciones del inconsciente. Guattari articula una teoría
ético-política entre los registros ecológicos, de las relaciones sociales y de la subjetividad
humana. “El principio común a las tres ecologías consiste, pues, en que los Territorios
existenciales a los que nos confrontan no se presentan como en sí, cerrados sobre sí mismos,
sino como un para-sí precario, acabado, finalizado, singular, singularizado, capaz de bifurcarse,
en reiteraciones estratificadas y mortíferas o en apertura procesual a partir de praxis que
permiten hacerlo «habitable» por un proyecto humano. Esta apertura práxica constituye la
esencia de ese arte de «la eco» que subsume todas las maneras de domesticar los Territorios
existenciales, tanto si conciernen a íntimas maneras de ser, el cuerpo, el entorno o a grandes
conjuntos contextuales relativos a la etnia, la nación o incluso los derechos generales de la
humanidad.” (GUATTARI, 1996) Tenía la convicción de que no se trataba de hacer reglas
universales como guía para estas prácticas, sino justamente lo contrario. La cuestión de la
enunciación subjetiva sería planteada cada vez más a medida que se desarrollasen las
máquinas productoras de signos, de imágenes, de sintaxis, de inteligencia artificial,
significando una recomposición de las prácticas sociales e individuales. Habla de una ecología
mental que se verá obligada a reinventar la relación del sujeto con el cuerpo, el fantasma, la
finitud del tiempo y los misterios de la vida y de la muerte, donde el hombre deberá buscar
soluciones para la uniformidad y la manipulación. Cuando teoriza sobre la ecología social,
establece que hay que modificar o reinventar la forma de ser en el seno de la pareja, de la
familia, del contexto urbano, del trabajo, etcétera. Con respecto a la ecología medioambiental,
cree que en ella todo es posible, tanto las peores catástrofes como las evoluciones
imperceptibles, donde los equilibrios naturales dependerán de las acciones humanas.
Recalifica la ecología medioambiental como ecología maquínica, “puesto que, tanto en el
cosmos como en las praxis humanas, nunca se trata de otra cosa que, de máquinas, y yo
incluso osaría decir de máquinas de guerra.” (GUATARRI, 1996).
Módulo 9: Psicología social como campo de conocimientos:
Fernández, A. (2007). Haciendo met-odhos:

1.Pensar problemas: criterios de indagación:

¿Cuál es la relación entre lo psíquico y lo social?, aquí se tratará de elucidar los tránsitos de los
universos de significaciones imaginarias sociales a las singularidades de sentido, en la
producción de subjetividad.

Se trata de abrir interrogantes en un campo de problemas de la subjetividad por lo que no se


ha trabajado en el marco de un dominio de objeto unidisciplinario. Interrogar por el cómo y no
por el quién no constituye un mero detalle, allí reside uno de los ejes más fuertes del problema
y una de las mayores complejidades teóricas, que habilita a pensar desde una noción de
subjetividad que implique la indagación de sus procesos de producción más que de sustancias,
esencias o invariancias universales.

¿Cómo de un campo de disponibilidades de significancia- institucional-social-histórico- se


produce, en nuestro caso, en una actividad grupal, en un momento y no en otro, en alguien y
no en cualquiera, en algunos y no en todos una singularidad de sentido?. Pensar las cuestiones
a indagar como campos de problemas atravesados por múltiples inscripciones: deseantes,
históricas, institucionales, políticas, económicas, etc, implica un doble movimiento conceptual
que abarca el trabajo sobre las especificidades de las diferentes dimensiones involucradas y al
mismo tiempo su articulación con las múltiples inscripciones que las atraviesan. Este modo de
pensar intenta superar los reduccionismos necesarios a las lógicas de objeto discreto que se
delimitaron en los momentos fundacionales de las ciencias humanas que territorializaron tales
saberes en disciplinas académico-profesionales para abrir los modos de indagación hacia
criterios multireferenciales que den otra inscripción a la imbricación de lo individual y lo
colectivo en los procesos de producción de subjetividad. Retomando cuestiones planteadas en
las páginas precedentes, se trata de pensar en un campo de problemas, este criterio de
indagación supone desdisciplinar las territorializaciones disciplinarias, para poder demarcar las
cuestiones de otro modo. Es la forma en que aquí se busca pensar por fuera de las antinomias
clásicas: individuo/sociedad, sujeto/objeto, estructura/acontecimiento, etc.

Desdisciplinar implica complejos procedimientos elucidatorios: desnaturalizar los dominios de


objetos instituidos sin por ello invalidar los conocimientos que ellos han producido y producen.
Supone, a su vez, deconstruir las lógicas desde donde han operado sus principios de
ordenamiento, así como también generalizar, o al menos realizar algunos rastros genealógicos
que permitan interrogar los a priori desde los que un campo de saberes y prácticas ha
construido sus conceptualizaciones.

Desnaturalizar sus territorios, deconstruir sus lógicas y generalizar sus conceptos son los
procedimientos de indagación para crear condiciones de posibilidad que permitan construir
programas que tiendan a conexiones que desborden los dominios de objeto unidisciplinarios.
Pensar desde un campo de problemas se diferencia en este sentido de la idea de objeto de
conocimiento. Pensar problemáticamente es trabajar ya no desde sistemas teóricos que
operen como ejes centrales sino pensar puntos relevantes, que operen permanentemente
descentramientos y conexiones inesperadas; el problema no es una pregunta a resolver sino
que los problemas persisten e insisten como singularidades que se despliegan en el campo. Se
trata de pensar- entendiendo el pensamiento como un modo de experiencia, sabiendo que en
el camino no quiebre de sentido comunes disciplinarios necesariamente se transitarán zonas
borrosas tal vez imposibles de evitar si se intenta eludir las comodidades de lo ya sabido.
Atravesando las fronteras de los sentidos comunes de las territorializaciones disciplinarias,
intentando no recaer en los binarismos que han sido base de sustancializaciones y
esencialismos diversos. Es necesario subrayar entonces que el pensamiento como modo de
experiencia supone pensar en el límite de lo que se sabe.

Se trata del desafío de hacer de una serie de preguntas un problema o, mejor dicho una
problemática en el sentido de un agrupamiento de problemas que se relacionan al interior de
un campo abierto. No se trataría tanto de una serie lineal de problemas que, al estilo de las
muñequitas rusas, estarían unos dentro de otros, sino de problemas que en sus derivas e
insistencias presentan puntos y momentos de conexión y desconexión que enlazan y
desenlazan.

Demarcar o delimitar un campo de problemas a partir de las múltiples cuestiones que en él


confluyen. Programa - deleuze, plantea que constituye por los puntos de orientación que
conducen una experimentación que desborda nuestra capacidad de previsión y por tanto se
modifican a medida que se implementan. Indagación - término foucaultiano aludiendo a una
modalidad o forma específica de construcción de un saber y a la gestión o ejercicio de
adquirirlo y transmitirlo. Interesa caminar en la heterogeneidad eludiendo el camino de la
constitución o comprobación de sistemas. Deveraux, proponía hacer de la ansiedad método,
se intentará aquí hacer de la incomodidad concepto.

Abrir interrogación, dar curso y no obturar la incomodidad, de modo que lo invisible opere
visibilidad, lo impensado se vuelva enunciable. Se trata entonces de establecer una demora
que instale las condiciones de posibilidad de un pensar en un campo de problemas, que
habilita un pensar como experiencia de elucidación e indagación, desde un criterio de
problematización recursiva.

Tomar autores como herramientas o instrumentos para pensar. Esta propuesta de indagación
conceptual trabajará con un criterio de construcción de caja de herramientas. Esta idea
foucaultiana supone en principio dos cuestiones básicas: La elaboración conceptual no tomará
las teorías y/o los autores de los que se nutra como sistemas que operan como fundamentos
de verdad o relatos totalizadores. Se trata de construir instrumentos para pensar problemas.
Su composición no puede realizarse más que gradualmente a partir de la elucidación de
situaciones específicas. Pensar problemáticamente implica construir estrategias de
pensamiento que eviten adhesiones u oposiciones a los autores con los que se trabaja, en tal
sentido supone interrogar dos problemas que sus teorizaciones han hecho posibles.
Problematizar es abrir a la elucidación, elucidar en términos castoriadianos, como ya se dijo
supone, pensar lo que se hace y saber lo que se piensa.

De aquí desde un principio se ha planteado la tarea de pensar como elucidación,


entendiéndose como una labor propositiva, una exploración acerca de, inacabada, sujeta a
revisiones y ajustes provisorios, aunque no por eso menos rigurosos, se tratará de pensar
sobre lo hecho mientras se buscará conocer con mayor precisión eso que, como hecho deberá
ser deshecho, para entender su irradiada composición, un trabajo elucidativo se nutre de
diferentes procedimientos de indagación, retomando lo señalado en páginas anteriores, los
más frecuentes en el estilo de trabajo que se ha conformado son:

Las desnaturalizaciones de sentido comunes disciplinarios. Las deconstrucciones de las lógicas


de la diferencia con que opera un campo de saberes y prácticas. El rastreo genealógico de la
construcción de las nociones de los cuerpos teóricos con que se trabaja. A priori epistémicos,
urgencias sociohistóricas tensiones institucionales, confluyen constituyendo las condiciones de
posibilidad de un saber y de las prácticas que habilita, se delimitan a sus áreas de visibilidad e
invisibilidad, sus principios de ordenamiento y sus formas de enunciabilidad. Por todo lo dicho
es necesario aquí el trabajo de pensamiento desde un criterio de caja de herramientas, actúan
produciendo los diagramas de un pensamiento en construcción.

En síntesis, la caja de herramientas permite demostrar las teorías evitando su cristalización en


cuerpos de doctrinas. Abrir visibilidad y consiguiente enunciabilidad, permitiendo nuevas
teorizaciones.

La caja de herramientas, en nuestro caso incluye el diseño de dispositivos de intervención


grupales, institucionales, comunitarios, estos artificios entendidos como máquinas de
visibilidad crean condiciones de posibilidad para la indagación de situación específicas. Pensar-
hacer en situación para impedir la dogmatización teórica y la esterilización de las prácticas. El
resorte para ello es justamente la caja de herramientas que habilita a pensar en la situación.
Así, la caja de herramientas, dispositivos en acción, elucidación de experiencias y
reformulación conceptual permanente constituyen el circuito de problematización recursiva
que se ha considerado pertinente para el trabajo emprendido. No se trata aquí de una
metodología que se define a priori, sino que a partir de los problemas que necesita pensar se
despliegan criterios y recaudos metodológicos en situación que van gestando orgánicamente
su propio estilo de indagación. Así se abordarán los procedimientos por los cuales de un
magma de significaciones imaginarias sociales se produce un sentido; las modalidades
rizomáticas con que operan las lógicas colectivas de la multiplicidad, las modalidades
identitarias con que operan las lógicas de la representación, las afectaciones diferenciales que
se producen en ellas y los juegos micropolíticos que despliegan, arriba finalmente a la
elucidación de un taller que pone en visibilidad algunas modalidades con las que operan los
cuerpos en las instancias colectivas y las consiguientes dificultades de conceptualización que
presentan.

Maceiras J. y Bachino, N. (2008). Territorio, ámbito y campo. En G. Etcheverry y A. Protesoni.


(Eds.) Derivas de la Psicología Social Universitaria:

Los tres están vinculados a posturas epistémicas. Tienen que ver con la posibilidad de conocer
y comprender lo que hay ahí, en la delimitación de un recorte de realidad puesto a
consideración. Tiene que ver con la naturaleza de la relación entre quien pretende conocer y
comprender y aquello que tiene por destino ser comprendido o conocido.

Territorio: es tributaria a una concepción epistemológica positivista propia de la modernidad,


la que erige a las disciplinas como organizadoras del conocimiento, y en términos globales de
una cosmovisión del mundo regida por la primacía de la razón y el progreso permanente o
linean. Por lo tanto, todo acto de conocimiento que contemple a un objeto y un sujeto
cognoscente se concibe en “compartimentos”. La modernidad pone en énfasis la razón como
valor último, desplazando a la emoción del sujeto, la cual se percibe como interferencia u
obstáculo, ya que le quita estatuto científico a ese conocimiento. El sujeto que intenta conocer
se ubica separado del recorte de realidad que define como su “objeto de estudio”. Objeto
formal y abstracto que es medible, reproducible, cuantificable, autónomo, no contradictorio,
univoco y que se halla desligado de un sujeto cognoscente, que a su vez tiene las
características de ser a-histórico, aséptico, trascendente y que en su interpretación de la
realidad buscará verdades última regidas por la obtención de una pretendida objetividad. Se
busca generar visibilidad y comprensión, a la vez que construir estrategias de intervención
desde un territorio disciplinario y disciplinante. Teoría y técnica despliegan, en ese sentido, su
mayor violencia simbólica, ya que diagraman y construyen el objeto de estudio que tiene ante
sí. La violencia simbólica consiste en poner formas conocidas como convenientes y legítimas,
produciendo efectos territoriales que no se presentan como tales al percibirse como
universales. El técnico investigador, interpreta y aplica buscando formas de reencontrarse con
un conjunto de certezas que empalmen con el universo teórico disciplinario del cual partió. Lo
que impera es la lógica de la trascendencia, donde a partir del código propio del territorio
teórico disciplinario, se va a otorgar un sentido a lo que se entiende que acontece en aquel
lugar definido como recorte de realidad u objeto. Se interviene sobre un recorte de realidad
desde un referente teórico y que en el encuentro con el referente empírico, produce un efecto
de retorno sobre la teoría en dónde está se ratifica y rectifica.

Ámbito: la noción que se plantea Bleger es una categoría que, aunque por momento remite al
disciplinamiento propio del territorio, por otros, tiene la capacidad de abrir el abanico a
nuevas prácticas psicológicas que muestran atisbos rupturistas. Estos involucran una
ampliación de los lugares de intervención del psicólogo, al tiempo que promueven el
desarrollo de nuevos modelos conceptuales. Desde una perspectiva actual, lo entendemos
como una categoría bisagra, entre la noción ya referida de territorio y campo. Bleger toma el
concepto de Pichón-Riviere el cual dice que las ciencias del hombre conciernen a un solo
objeto único “el hombre-en-situación”, susceptible de un abordaje pluridimensional. Se trata
de una interciencia, con una metodología interdisciplinaria, la cual permite un enriquecimiento
de la comprensión del objeto de conocimiento y una mutua realimentación de las técnicas de
aproximación al mismo”. También es influenciado por las concepción de Atención primaria en
Salud, donde el hombre es entendido como un ser bio-psico-social y por lo tanto
compartimentado por distintas disciplinas en una lógica propia del territorio. Bleger apunta a
comprender al sujeto en el transcurrir de su vida cotidiana, afirmando que es ahí donde es
necesario intervenir para prevenir la aparición de enfermedad o promover conductas más
saludables. Manifiesta que es necesario desarrollar nuevos instrumentos conceptuales y una
concepción del trabajo en equipos interdisciplinarios. Asocia la práctica con la investigación,
donde la primera ya no es solamente aplicación de técnica, la práctica es el centro de la
investigación, criticando al modelo médico tradicional alejado de la investigación. Ámbito a
veces aparece referido a lugar de trabajo entendido empíricamente y es cuando lo vemos más
cerca de la noción de territorio, propio del paradigma positivista, ya que está posicionado
desde una lógica del objeto discreto, sin embargo establece la siguiente distinción: la
psicología social no se encuentra definida por el número de personas ni por el lugar donde se
trabaja, sino por el enfoque que se utiliza; esto lo aleja de la restricción positivista explicada en
territorio.

Campo: esta noción nos sugiere que no estamos ante un objeto discreto. Nos ubica en una
concepción epistemológica de la complejidad, que implica una nueva manera de pensar y
pensarnos a nosotros mismos. Campo nos aleja del objeto discreto, nos invita a posicionarnos
desde una epistemología que contemple lo transdisciplinario, que permita generar mayor
visibilidad. Poniendo en consideración el dualismo sujeto-objeto, ya no es sujeto cognoscente
y objeto a ser conocido, sino que todo lo contrario, el signo que los separa debería ser ( : ) y no
( - ), para así plantear el “sujeto:objeto”, donde la relación que se establece es de
indeterminación, la relación no está marcada y no sabemos cual es. Las fronteras que separan
ahora son difusas. La figura se ubica en el lugar del objeto cognoscente no sería la del técnico,
asentado en formaciones y dominación y ejercicio de violencia simbólica, sino la del
investigador, ya que como vimos, no hay nada que aplicar, donde el sujeto cognoscente está
desterritorializado pero que deviene en constructor de un campo de conocimientos, mientras
que el objeto deviene en campo de problemáticas a formular.

En el campo no hay un lugar para lo teórico por un lado y lo práctico por otro, sino que hay
relaciones de indeterminación entre teoría y práctica (teoría:práctica). La tarea positiva apunta
al desdisciplinamineto de los cuerpos disciplinarios, cuestión que implica incurrir en
procedimientos complejos, los cuales podríamos descomponer en tres grandes líneas:

1. Desnaturalizar los dominios del objeto instituido sin por ello invalidar los
conocimientos que ellos han producido y producen.
2. De construir las lógicas desde donde han operado sus principios de ordenamiento
3. Genealogizar o al menos realizar algunos rastreos genealógicos que permiten
interrogar los a priori desde los que un campo de saber y prácticas han construido sus
conceptualizaciones.

También podría gustarte