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Desarrollo de Los Adolescentes IV Proces
Desarrollo de Los Adolescentes IV Proces
An t ología de le ct u r a s
Un buen desem peño profesional del docent e en la escuela secundaria, acorde con
las caract eríst icas que señalan el perfil de egreso del licenciado en Educación Secundaria,
deberá considerar am pliam ent e el dom inio de los cont enidos señalados en los program as
referent es al est udio del desarrollo de los adolescent es, part icularm ent e los incluidos en
el cuart o sem est re, en la m at eria Desarrollo de los adolescent es I V. Procesos cognit ivos,
orient ada a brindar un conocim ient o de lo que es el desarrollo cognit ivo en general y
cuales son sus com ponent es fundam ent ales, así com o las im plicaciones que est os proce-
sos cognit ivos t ienen para el desarrollo de est rat egias de enseñanza- aprendizaj e dent ro
de las aulas.
Así m ism o deberá procurarse una visión general del desarrollo cognit ivo de los
adolescent es a la luz de las t eorías de Jean Piaget , Lev Vygot sky y algunos represent an-
t es de las t eorías del procesam ient o de la inform ación, incluyendo perspect ivas desde el
punt o de vist a de la t eoría de la int eligencia general, la visión de la t eoría de las int eli-
gencias m últ iples, y los aspect os m ult ifact oriales ( fam ilia, pares y am bient es cult urales)
que favorecen o afect an el desarrollo cognit ivo del individuo, para finalm ent e, en serio
análisis, revisar cual es el papel de la educación secundaria en el desarrollo cognit ivo de
los adolescent es, haciendo hincapié en cuales son las m et as deseables y cuales las que
realm ent e se alcanzan en las escuelas secundarias de nuest ros días.
Espero que las horas dedicadas a la com pilación y t ranscripción del m at erial aquí
present ado rindan sus frut os facilit ando a los m aest ros encargados de conducir el curso
la organización del m ism o, pero sobre t odo, im pact ando a los est udiant es de la licencia-
t ura en educación secundaria en logro de su perfil de egreso, part icularm ent e en lo que
se refiere a la m ej ora de sus com pet encias docent es, m ot or fundam ent al que m e im pulsó
a la realización del present e t rabaj o
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PROGRAM A
DESARROLLO DE LOS ADOLESCENTES I V
PROCESOS COGNI TI VOS
4º SEMESTRE
Bloques t em át icos
Bloque I .
El desarrollo cognit ivo. Nociones básicas.
Tem as:
1. Conocer, pensar y aprender. Las nociones com unes y su influencia en las práct icas
pedagógicas.
2. La int eligencia hum ana: significado y evolución del concept o.
3. Procesos cognit ivos básicos y habilidades del pensam ient o:
a. La solución de problem as.
b. La creat ividad.
c. La m et acognición.
4. La im port ancia del est udio del desarrollo cognit ivo. I m plicaciones para la enseñan-
za y el aprendizaj e.
Bloque I I
El desarrollo cognit ivo de los adolescent es.
Tem as:
1. El est udio del desarrollo cognit ivo: del consenso al plant eam ient o de m últ iples
hipót esis:
a. Los plant eam ient os de Jean Piaget . El desarrollo sucesivo de las est ruct uras
del pensam ient o. La asim ilación y la acom odación.
b. Los plant eam ient os de Vygot sky: el papel de las int eracciones sociales en la
const rucción del conocim ient o.
c. La influencia de las t eorías del procesam ient o de la inform ación.
2. Algunos hallazgos de la invest igación recient e: el caráct er diferenciado del desa-
rrollo cognit ivo y la adquisición de habilidades. Las pot encialidades cognit ivas de
los adolescent es.
3. La int errelación del desarrollo cognit ivo con ot ros aspect os del desarrollo personal
y social.
4. Los fact ores que cont ribuyen al desarrollo del pensam ient o de los adolescent es.
a. La im port ancia de la escuela en el desarrollo de las capacidades cognit ivas.
b. Ot ros fact ores que favorecen o afect an el desarrollo cognit ivo: la fam ilia, los
pares y los am bient es cult urales.
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DESARROLLO DE LOS ADOLESCENTES I V
PROCESOS COGNI TI VOS
4º SEMESTRE
Bloques t em át icos
Bloque I .
El desarrollo cognit ivo. Nociones básicas.
Bibliogr a fía bá sica
Nickerson, Raym ond S., David N. Perkins y Edgard E. Sm it h ( 1998) , “ Aspect os de la
com pet encia int elect ual” , en Enseñar a pensar, Aspect os de la apt it ud int elec-
t ual, Luis Rom ano y Cat alina Ginard ( t rads.) , Barcelona, Paidós/ MEC ( Tem as
de educación) .
Nickerson, Raym ond S., David N. Perkins y Edgard E. Sm it h ( 1998) , “ Algunas perspect i-
vas sobre el pensam ient o” , en Enseñar a pensar, Aspect os de la apt it ud int e-
lect ual, Luis Rom ano y Cat alina Ginard ( t rads.) , Barcelona, Paidós/ MEC ( Tem as
de educación) .
Nickerson, Raym ond S., David N. Perkins y Edgard E. Sm it h ( 1998) , “ La solución de pro-
blem as, la creat ividad y la m et acognición” , en Enseñar a pensar, Aspect os de
la apt it ud int elect ual, Luis Rom ano y Cat alina Ginard ( t rads.) , Barcelona, Pai-
dós/ MEC ( Tem as de educación) .
Torres, Rosa María ( 1998) , “ ¿Las com pet encias cognit ivas básicas?” , en Qué y cóm o
aprender. Necesidades básicas de aprendizaj e y cont enidos curriculares, Méxi-
co, SEP ( Bibliot eca del norm alist a) .
St ernberg, Robert J. y Todd I . Lubart ( 1997) , “ ¿Qué es la creat ividad y quién la necesi-
t a?, en La creat ividad en una cult ura conform ist a. Un desafío a las m asas, Fe-
rrán Meler ( t rad.) , Barcelona, Paidós ( Transiciones) .
Gardner, Howard ( 1996) , “ I nt roducción: los enigm as cent rales del aprendizaj e” , en La
m ent e no escolarizada, México, Cooperación Española/ SEP ( Bibliot eca del nor-
m alist a) .
Bibliogr a fía com ple m e n t a r ia
Gardner, Howard ( 1995) , “ La idea de las int eligencias m últ iples” , en Est ruct uras de la
m ent e. La t eoría de las int eligencias m últ iples. Sergio Fernández Éverest
( t rad.) , 2ª ed., México, FCE ( Bibliot eca de psicología y psicoanálisis) .
Gardner, Howard ( 1995) , “ ¿Qué es la int eligencia?” , en Est ruct uras de la m ent e. La t eo-
ría de las int eligencias m últ iples. Sergio Fernández Éverest ( t rad.) , 2ª ed.,
México, FCE ( Bibliot eca de psicología y psicoanálisis) .
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Bloque I
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Aspe ct os de la com pe t e n cia
in t e le ct u a l ∗
Ra ym on S. N ick e r son ,
D a vid N . Pe r k in s y
Edga r d E. Sm it h
Probablem ent e la m ayoría de la gent e est ará de acuerdo en que exist e ciert a rela-
ción ent re la capacidad para pensar y la int eligencia. Por ese m ot ivo creem os oport uno
exam inar el concept o de int eligencia, aunque sólo sea de un m odo superficial.
«I nt eligencia» es una de esas palabras que ut ilizam os com o si supiésem os lo que
significa, siendo al m ism o t iem po una palabra que nadie ha sido capaz de definir a gust o
de t odos. Ant es de pasar a considerar algunas de las definiciones que se han creado, nos
ayudaría un poco dej ar volar la fant asía.
I m agínese el lect or que se sient a frent e a una Term inal de ordenador y que, ant es
de t ener oport unidad de hacer lo que t enía planeado, la m áquina le dice «soy una m á-
quina int eligent e» Es probable que ust ed no acept e sem ej ant e afirm ación en su significa-
do lit eral, pero, si es de m ent e abiert a en cuant o a la posibilidad de la int eligencia de las
m áquinas, se sent irá inclinado a cont est ar: «¡Dem uést ram elo! » Suponga que la m áquina
le responde ent onces: «¿Qué acept aría com o prueba de m i int eligencia?»
Se t rat a de una pregunt a em inent em ent e correct a, y sin em bargo puede ponerlo
en un t rem endo apriet o al t rat ar de cont est arla de un m odo t ot alm ent e sat isfact orio. El
t em a de si las m áquinas pueden ser int eligent es no va a darnos m ucho que hacer en est e
libro, porque nos llevaría dem asiado lej os de nuest ro obj et ivo principal. Sin em bargo, al
det enernos a pensar en lo que ent endem os con la palabra «int eligencia», valdría la pena
considera que es lo que est aríam os dispuest os a acept ar com o prueba de int eligencia de
una m áquina. A los cient íficos que t rabaj an en el cam po de la int eligencia de las m áqui-
nas les gust a sacar a colación el hecho de que se ha aprendido m ás en cuant o a la aero-
dinám ica del vuelo com o result ado de los esfuerzos hechos a lo largo de los relat ivam en-
t e pocos años en que se han const ruido m áquinas voladores que en el t ranscurso de si-
glos dedicados a ver volar las aves. Una m anera de aprender algo sobre la int eligencia
hum ana consist e en t rat ar de hacer m áquinas capaces de conducirse de un m odo int eli-
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 25-40, 61-62.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 21
gent e.
Pero ¿qué significa conducirse de un m odo int eligent e? ¿Qué acept aríam os com o
prueba de int eligencia de part e de una m áquina? Ofrecem os la siguient e list a de capaci-
dades, no com o una respuest a com plet a a esa pregunt a, sino com o un abanico represen-
t at ivo de los t ipos de capacidades sin las que probablem ent e no podríam os considerar
que una m áquina es int eligent e.
Se hace con frecuencia una diferenciación ent re el razonam ient o deduct ivo y el in-
duct ivo. Est os dos t ipos de razonam ient o invaden t ot alm ent e nuest ra vida cot idiana; am -
bos son esenciales para una conduct a int eligent e y am bos son suscept ibles de diversos
t ipos de deficiencias de razonam ient o.
El razonam ient o deduct ivo incluye una inferencia lógica. Cuando una persona ra-
zona de un m odo deduct ivo, no se va m ás allá de la inform ación que t iene delant e. Uno
saca su propia conclusión de las prem isas exist ent es, pero la inform ación que se enuncia
de un m odo explícit o en la conclusión —si se ha aplicado bien la lógica— est aba cont eni-
da ya en las prem isas, aunque sólo de un m odo im plícit o. O sea que al afirm ar que «al
Sr. Peabody le gust an los m ariscos» no dam os ninguna inform ación que no exist a ya im -
plícit am ent e en las dos afirm aciones: «a t odos los bost onianos les gust an los m ariscos» y
«El Sr. Peabody es bost oniano». Nuest ra prim era afirm ación se sigue lógicam ent e de las
ot ras dos, o, lo que es igual, si las dos son ciert as, la nuest ra t iene que serlo t am bién;
pero no añade inform ación alguna a la que ya exist ía. Est á claro que la inferencia deduc-
t iva no t iene que ser necesariam ent e t an sim ple y t ransparent e com o est e ej em plo; a
veces la inform ación im plícit a en un silogism o puede no ser obvia en absolut o, y hacerla
explícit a puede const it uir un obj et ivo m uy út il.
Nuest ra ut ilización cot idiana de la deducción es m ucho m ayor de lo que parece.
Muchas de las cosas que t odos nosot ros «conocem os» sobre est e m undo no las hem os
aprendido explícit am ent e nunca, sino que se deducen de ot ras cosas que sabem os, o
hem os deducido por nuest ra part e. Sabem os, por ej em plo, que el lago Vict oria cont iene
agua, no necesariam ent e porque lo hayam os aprendido de un m odo explícit o, sino por-
que sabem os que t odos los lagos, por definición, cont ienen agua, y el lago Vict oria es un
lago. Si nuest ros conocim ient os se lim it asen a lo que hem os aprendido de un m odo ex-
plícit o, serían ext rem adam ent e pobres.
Aunque nos da buen result ado, el razonam ient o deduct ivo puede equivocarse, y lo
hace de hecho. Es m uy fácil violar las leyes de la inferencia y deducir conclusiones no vá-
lidas. Más aún, incluso en el caso de que nuest ra lógica deduct iva sea buena, eso no nos
garant iza la consecución de conclusiones acert adas a no ser que las prem isas de donde
sacam os nuest ras conclusiones sean t am bién verdaderas.
El razonam ient o induct ivo im plica ir m ás allá de la inform ación que uno recibe.
Tiene que ver con el descubrim ient o de reglas y principios, con la conquist a del caso ge-
Cada uno de nosot ros lleva en la cabeza un m odelo ( o m odelos) concept ual del
Universo y de las cosas que cont iene, incluyéndolo a uno m ism o. Y debem os en exclusiva
a esos m odelos elaborados en el t ranscurso de m uchos años, la capacidad de int erpret ar
los dat os sensoriales que nos bom bardean cont inuam ent e, y de m ant ener la int egridad
de nuest ra experiencia percept iva y cognit iva. Cuando vem os que una pelot a ent ra ro-
dando por debaj o de un ext rem o de un diván y sale después por el ot ro ext rem o, ¿cóm o
sabem os que la pelot a que sale es la m ism a que ent ró? De hecho, uno no est á en reali-
dad seguro de que es la m ism a, pero nuest ro m odelo concept ual del Universo nos lleva a
hacer esa inferencia. Ese m odelo incorpora, ent re ot ras cosas, ciert as suposiciones en
cuant o a la perm anencia relat iva de los obj et os físicos y a la invariabilidad de sus propie-
dades incluso cuando est án fuera de nuest ra vist a. Est á claro que hay una inferencia de
¿Qué quiere decir que una m áquina o, puest o el caso, una persona ent iende? Es
una pregunt a m ucho m ás fácil de form ular que de cont est ar; m ás aún, t al vez no exist a
una respuest a de acept ación general. Todos sabem os cuándo ent endem os —o creem os
que ent endem os— una cosa, pero algo m uy dist int o es definir ese t érm ino sin recurrir a
sinónim os.
Podríam os acept ar com o una buena prueba de que alguien ent iende una afirm a-
ción, su capacidad de parafrasearla, o sea, de decir lo m ism o con ot ras palabras. Sin
em bargo, hay ocasiones en que descart am os esa prueba; por ej em plo cuando una part e
lit igant e insist e en que ent iende el punt o de vist a de ot ra y ést a en cam bio, insist e en
que no es así. A veces la capacidad de llevar a cabo un proceso se considera com o prue-
ba de que se han ent endido las inst rucciones respect ivas. Pero ese ent endim ient o puede
producirse a diferent es niveles; una cosa es ent ender cóm o llevar a cabo las diferent es
fases de un proceso, y ot ra m uy dist int a ent ender por qué el funciona.
A veces t enem os la experiencia de que de pront o «vem os» una relación, o que en-
t endem os un concept o que ant es éram os incapaces de ent ender. A esa experiencia de
«Aj á» o «Por supuest o que lo veo ahora», solem os llam arla int uición ( I nsight ) . Con fre-
cuencia nos da la im presión de que incluye una reform ulación de nuest ra concepción es-
pacial, una cont em plación de las cosas desde una perspect iva nueva. La int uición es algo
Los com ent arios ant eriores se hicieron con la int ención de caract erizar la int eligen-
cia com o una propiedad de los seres hum anos com o especie, sin im plicar necesariam ent e
que los seres hum anos la t engan en exclusiva. Pero aunque reconozcam os que la int eli-
gencia es una propiedad de nuest ra especie, no hem os dej ado de ver que los individuos
se diferencian considerablem ent e en cuant o a su capacidad de llevar a cabo t areas int e-
lect ualm ent e exigent es. Gran part e del int erés puest o en la int eligencia por part e de los
invest igadores y los educadores ha est ado m ot ivado por el deseo de ent ender m ej or có-
m o y por qué las personas se diferencian t ant o ent re sí en ese aspect o.
Podríam os añadir a esa list a ot ras num erosas definiciones recient es: la facult ad de
aut odirigirse y de aprender en ausencia de una inst rucción direct a o com plet a ( BROWN y
FRENCH, 1979) ; un acercam ient o habit ual aprendido a la solución de problem as ( WHI M-
BEY, 1975) ; habilidad en el análisis y reconst rucción m ent al de relaciones ( BEREI TER y
ENGELMANN, 1966) ; la capacidad de em plear los conocim ient os eficazm ent e: «lo que
puede uno hacer con lo que uno sabe» ( DeAVI LA y DUNCAN, 1985) .
Los debat es suscit ados en t orno a la nat uraleza de la int eligencia se han enfocado
en ocasiones en t em as sum am ent e específicos. Uno de esos debat es, que se inició casi
con la int roducción del concept o de int eligencia y que cont inúa hast a nuest ros días, se
refiere a la cuest ión de si es m ej or considerar la int eligencia com o una capacidad cognit i-
va general o bien com o un conj unt o de capacidades diferent es. Los prim eros aut ores que
se ocuparon de est e t em a, incluyendo a Spencer y a Galt on, consideraron la int eligencia
com o una capacidad general que podía m anifest arse en una gran variedad de cont ext os.
Ot ros aut ores, incluyendo a m uchos invest igadores cont em poráneos, han favorecido la
opinión de que la int eligencia es un conj unt o de capacidades especiales y que las diferen-
t es personas pueden ser int eligent es ( o poco int eligent es) de diferent es m aneras. Y t o-
davía ot ros aut ores —Spearm an ent re los principales— han present ado una concepción
de la int eligencia que incluye una capacidad general así com o un conj unt o de capacida-
des especiales. En la influyent e opinión de SPEARMAN ( 1923) , la capacidad general, que
ident ificaba com o «g», int erviene en m ayor o m enor grado en la ej ecución de la m ayoría
de los t ipos de t areas que se ut ilizan para valorar la int eligencia. Sin em bargo, y adem ás
de ese fact or general, el rendim ient o en la ej ecución de una t area dada est á det erm inado
en part e por un fact or part icular específico de ella. Est a diferenciación ent re la capacidad
Tabla 2.1
Fact ores m encionados por el conj unt o de t est s cognit ivos de 1976 referidos a fact ores del ETS
Flexibilidad de conclusión Capacidad de ret ener en la m ent e una percepción o configuración
visual dada, separándola de cualquier ot ro m at erial percept ivo bien
definido.
Velocidad de conclusión Capacidad de unir un cam po percept ivo aparent em ent e desorgani-
zado para dar lugar a un concept o único.
Conclusión verbal Capacidad de resolver problem as que exij an la ident ificación de pa-
labras present adas visualm ent e cuando algunas de las let ras falt an,
est án desordenadas o m ezcladas ent re ot ras let ras.
Fluidez asociat iva Capacidad de encont rar rápidam ent e palabras que com paren de-
t erm inada área de significado o alguna ot ra propiedad sem ánt ica
com ún.
RESUM EN
Hem os analizado diversos aspect os de la apt it ud int elect ual: qué es o qué se cree
que es la int eligencia, cóm o se la m ide, com o se relaciona con el desarrollo cognit ivo, y si
se la puede aum ent ar m ediant e el ent renam ient o. Al considerar lo que es, o lo que se
cree que es la int eligencia, hicim os la observación de que no han t enido m ucho éxit o los
int ent os por definirla. Se han present ado m uchas definiciones, pero ninguna ha t enido
una am plia acept ación. Se ha alegado que est e concept o, com o ot ros m uchos que em -
pleam os, no se puede definir sat isfact oriam ent e en realidad com o no sea señalando o
describiendo una conduct a prot ot ípica de lo que se debe esperar de aquellos individuos
considerados int eligent es. Un punt o en el que parece haber cada vez m ayor acuerdo es
que la int eligencia, sea lo que sea, es m ult ifacét ico. Tiene m uchos aspect os y, siendo así
el caso, las personas pueden ser int eligent es, o no serlo, de diferent es m aneras.
La hist oria de las pruebas m ent ales nos revela a la vez la dificult ad que han t enido
los invest igadores para converger en una concept ualización de la int eligencia que pudiese
acept ar t odo el m undo y la persist encia de la idea de que la int eligencia es una cosa m ul-
t ifacét ica. Los int ent os hechos para valorar la int eligencia han incluido m ediciones de in-
dicadores de gran núm ero de variables, desde la agudeza sensorial al volum en del voca-
bulario.
A pesar de esas com plej idades, los psicólogos han dedicado m uchísim o t iem po a
desarrollar y a perfeccionar inst rum ent os dest inados a m edir la int eligencia o aspect os
específicos de ella. Es evident e que se podrían em plear esos inst rum ent os para m edir
aum ent os obt enidos en la capacidad de pensar o incluso com o guías orient adoras de la
educación hacia un aum ent o de esa capacidad. Es probable que la act it ud de cada perso-
na sobre est e asunt o dependa m ucho de la propia opinión sobre la relación exist ent e en-
t re la int eligencia y la capacidad de pensar. Si uno cree que la capacidad de pensar es
una sim ple consecuencia de la int eligencia —cuant o m ás int eligent e sea una persona,
m ayor será su capacidad de pensar—, la im plicación salt a a la vist a. El único m odo de
esperar un aum ent o de la capacidad de pensar residirá en un aum ent o de la int eligencia,
lo que conviert e en un asunt o clave la cuest ión de si la int eligencia es m odificable m e-
diant e ent renam ient o.
Por ot ra part e, hay por lo m enos ot ras dos posibilidades que m erecen una seria
consideración: 1) esa int eligencia m edida que conocem os es m ás una consecuencia de la
capacidad de pensar que la causa de ella, 2) la capacidad de pensar y la int eligencia sólo
Mt ro. Mario Pérez Olvera 37
est án relacionadas parcialm ent e; cualquiera de ellas podría ser m odificada con ciert a in-
dependencia de la ot ra.
A nuest ro m odo de ver, la segunda post ura es la m ás discret a de las dos, t eniendo
en cuent a t odos los aspect os. Esa post ura nos lleva a dos t ipos de planes para m ej orar el
pensam ient o. Prim ero, com o parece razonable considerar la capacidad de pensar al m e-
nos com o ciert o reflej o de la int eligencia, podríam os t rat ar de m ej orar la int eligencia, pa-
ra cosechar los beneficios en form a de un pensam ient o m ej or. Más aún, ese cam ino pa-
rece viable desde el m om ent o en que han t enido ciert o éxit o algunos int ent os de m ej orar
la int eligencia, reflej ados en el desem peño conseguido en t est s de int eligencia. Est o no
quiere decir que un ent renam ient o int ensivo para lograr un m ej or desem peño con un de-
t erm inado t ipo de inst rum ent o m ej ore el pensam ient o en general ni t am poco la int eligen-
cia en general; sem ej ant e t áct ica corre t odos los peligros inherent es de «enseñar para el
t est ». Sin em bargo, al m enos algunos de los casos reseñados parecen no m erecer esa
reserva.
En t odo caso, y de acuerdo con la segunda post ura, exist e ot ro cam ino. La correla-
ción im perfect a ent re la capacidad de pensar y la int eligencia im plica algo m ás. Una m a-
nera corrient e de describir ese «algo m ás» es decir cóm o em plean las personas su int eli-
gencia. Del m ism o m odo que un at let a dot ado de una est ruct ura m uscular y ósea det er-
m inada puede aprender a em plearla con m ás o m enos habilidad, es posible t al vez que
una persona que t iene det erm inadas capacidades m ent ales pueda aprender m ét odos pa-
ra em plearlas con eficacia. Por lo general, la m ayoría de los program as diseñados para
aum ent ar las habilidades del pensam ient o adopt an la segunda perspect iva en vez de t ra-
t ar de m ej orar la int eligencia com o t al. De acuerdo con ese enfoque, aunque la int eligen-
cia no se pueda aum ent ar en absolut o con educación, la capacidad de pensar podría m e-
j orar con ese m ét odo.
Ra ym on S. N ick e r son ,
D a vid N . Pe r k in s y
Edga r d E. Sm it h
Com o hem os observado, los concept os de int eligencia y pensam ient o est án a t o-
das luces ínt im am ent e relacionados. Probablem ent e la m ayoría de nosot ros suponem os
que cuant o m ás int eligent e es uno, es de esperar que sea un pensador m ás eficaz; y vi-
ceversa, t endem os a acept ar que una buena capacidad de pensam ient o es prueba evi-
dent e de una gran int eligencia. Pero, en nuest ra opinión, «int eligencia» y «capacidad de
pensam ient o» no son t érm inos sinónim os. Da la im presión de que «capacidad de pensa-
m ient o» es un concept o m enos cont rovert ible que «int eligencia». Más aún, aunque algu-
nos invest igadores han accedido a considerar la int eligencia com o una cosa enseñable,
parece exist ir una m ayor renuencia ent re los psicólogos a acept ar est a idea, o a expre-
sarla en t ales t érm inos, que a referirse a la capacidad de pensam ient o com o algo que se
puede adquirir o m ej orar, al m enos hast a ciert o punt o.
Nos gust aría considerar la capacidad de pensam ient o com o un asunt o, en part e, de
est rat egia idónea. Si lo hacem os así, no hay nada que se cont radiga con la idea de una
persona de m ucha int eligencia que no ha aprendido est rat egias idóneas, debido acaso a
una educación inadecuada. Ot ra persona de int eligencia m ás m odest a, pero que hubiese
t enido oport unidad de aprender est rat egias pot enciadoras, podría, en m uchos cont ext os,
«dej ar at rás pensando» a la prim era. En sum a, vist a desde est a perspect iva, la int eligen-
cia se relaciona fundam ent alm ent e con la «pot encia brut a» del propio equipam ient o
m ent al, y de nuevo, com o en los dem ás cont ext os, la pot encia brut a es una cosa y el
hábil em pleo de ella, algo m uy diferent e.
Al explorar el concept o de int eligencia, no nos hem os cent rado en qué caract eriza
al pensam ient o en general o al pensam ient o hábil en part icular. Gran part e de ese análi-
sis t iene lugar en los capít ulos siguient es, en relación con t em as det erm inados com o la
solución de problem as, la creat ividad o el razonam ient o. Harem os aquí, sin em bargo,
unas cuant as punt ualizaciones generales ant es de enfocarnos en esos t em as específicos.
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 63-83.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 39
1 . La ca pa cida d de pe n sa r com o h a bilida d o con j u n t o de h a bilida de s
Hay quien considera la capacidad de pensam ient o com o una com plej a habilidad o
conj unt o de habilidades. Part iendo de esa opinión, es nat ural considerar el pensam ient o
com o algo que se puede hacer bien o deplorablem ent e, con o sin eficacia, y suponer que
la m anera de hacerlo m ej or es algo que se puede aprender.
El considerar la capacidad de pensam ient o com o una habilidad com plej a nos invit a
t am bién a est ablecer paralelos con ot ras habilidades com plej as. De la diferenciación en-
t re habilidades generales y específicas surge un paralelism o que creem os sum am ent e
sugerent e. Muchas act ividades at lét icas exigen a la vez un condicionam ient o físico int en-
sivo y el desarrollo de un cont rol m ot or m uy fino. Cualquier ej ercicio que desarrolle el
sist em a cardiovascular es probable que ayude a est ar en buena form a para j ugar balon-
cest o, para nadar, para part icipar en com pet iciones de pist a, et c. Sin em bargo, para con-
servarse en m áxim a form a para una act ividad específica, hay que pract icar esa act ividad
concret a; por lo t ant o, correr no es una cosa t an eficaz para prepararse para nadar com o
la nat ación m ism a.
Sospecham os que una diferenciación sim ilar a la exist ent e ent re unas buenas con-
diciones generales y el desarrollo de la capacidad precisa para ej ecut ar act ividades m o-
t rices sut ilm ent e cont roladas, podría est ar indicada en el caso del pensam ient o. No est á
fuera de lugar suponer que la capacidad general de alguien para dedicarse a t areas int e-
lect ualm ent e exigent es podría m ej orar sencillam ent e m ediant e un ej ercicio m ent al vigo-
roso y frecuent e. Sin em bargo, no cabe duda de que a fin de prepararse ópt im am ent e
para det erm inados t ipos de problem as cognit ivos, hay que t ener práct ica en el m anej o
de esos t ipos concret os de problem as. Así com o una m ent e despiert a y enérgica const i-
t uye una vent aj a para resolver problem as geom ét ricos, ayuda sin duda t am bién a t ener
det erm inadas habilidades m at em át icas. Sospecham os, dicho en pocas palabras, que el
desem peño int elect ual puede m ej orarse, en part e, m ediant e el cult ivo de la concent ra-
ción m ent al habit ual y de det erm inadas est rat egias generales del enfoque de las t areas
cognit ivas, y en part e, m ediant e el dom inio de habilidades específicas para det erm inados
t ipos de problem as.
En el at let ism o, la práct ica de una act ividad específica perm it e a m enudo conseguir
dos cosas. Proporciona ant e t odo el condicionam ient o físico adecuado para esa act ividad
y le da a la vez al at let a la capacidad de gast ar la energía con eficacia cuando se ent rega
a ella. Esos dos efect os pueden ser difíciles de dist inguir en cada caso part icular, pero no
puede haber duda de que se producen siem pre am bos. El salt o de t ram polín nos brinda
un ej em plo que ilust ra est e aspect o. Cuando una persona pract ica el rebot e sobre el
t ram polín m oderadam ent e avanzado puede rebot ar durant e un rat o largísim o sin cansan-
cio digno de m ención. No cabe duda de que la práct ica en el t ram polín fort alece los m ús-
2 . La opin ión de Ba r t le t t
La opinión de BARTLETT ( 1958) sobre el t em a del pensam ient o m erece un com en-
t ario, aunque sólo sea por su significado hist órico. Escribió con elocuencia sobre el pen-
sam ient o y la m em oria en una época en la que la m ayoría de los psicólogos evit aban con
verdadero celo la m ención de unos t érm inos t an m ent alist as. Su cont ribución m erece es-
Su proceso se inicia cuando se dispone de una evidencia o una inform ación que al
parecer present a huecos o est á incom plet a. Se procede ent onces a llenar los
huecos, o a com plet ar la part e de la inform ación que est á incom plet a. Est o se
consigue m ediant e una ext ensión o com plem ent ación de la evidencia que sigue
est ando de acuerdo con esa evidencia ( o que se supone que lo est á, pero que
lleva hacia adelant e ut ilizando ot ras fuent es que se pueden ident ificar direct a-
m ent e en el ent orno ext erno. Ent re la inform ación inicial y el est adio t erm inal,
cuando se pret ende que se han llenado los huecos o que se ha conseguido com -
plet arla, exist e siem pre una sucesión de pasos int erconexos. Se pueden describir
esos pasos ya sea ant es o después de haber alcanzado el punt o final. Son ellos,
m ás que ninguna ot ra cosa, los que hacen posible un enfoque experim ent al del
pensam ient o y le confieren a ést e su caráct er necesario. No vam os a suponer que
esa necesidad im plique que, dada la inform ación inicial, los pasos con que se lle-
ga a un fin t engan que ser siem pre los m ism os, no ser iguales en núm ero o est ar
en el m ism o orden; ni t am poco que el punt o final alcanzado t enga que ser el
m ism o en t odos los casos.
Dicho m ás brevem ent e, se puede definir el pensam ient o com o: la ext ensión de
una evidencia de acuerdo con ella m ism a a fin de llenar los huecos que present a,
lo cual se consigue pasando por una sucesión de pasos int erconexos que se pue-
El proceso de «reint erpret ación», t al com o lo concebía Bart let t , t iene m ucho en
com ún con lo que se podría denom inar enfoques «alógicos» del pensam ient o, un aspect o
que ot ros aut ores han analizado baj o t oda una serie de t ít ulos. Se produce una reint er-
pret ación en aquellas sit uaciones en que a pesar de disponer de t oda la inform ación ne-
cesaria, est o no result a obvio para quien resuelve el problem a. Em pleando los t érm inos
de Bart let t , esa evidencia «est á disfrazada». La solución del problem a exige que uno
vuelva a ordenar la evidencia, para exam inar desde el punt o de vist a insólit o.
Bart let t est ableció algunos paralelos ent re el pensam ient o y las habilidades físicas
y creía que, en am bos casos, se adquiría la pericia, en gran m edida, «m ediant e una prác-
t ica bien inform ada». Esperaba plenam ent e que el pensam ient o dem ost raría ser m ás
com plicado que las habilidades físicas y que revelaría unas caract eríst icas únicas, pero
sost enía que los enfoques, pero que los enfoques que habían dado buen result ado en la
invest igación de las habilidades físicas suponía un punt o de part ida razonable para el es-
t udio experim ent al del pensam ient o.
Em pleam os el t érm ino debilidades del pensam ient o a lo largo de est e libro ape-
gándonos m ucho en espírit u al precedent e de Bart let t . Dent ro de ese espírit u le dam os
ese t érm ino una connot ación relat ivam ent e am plia. En especial, no coincide con los pro-
pósit os que aquí t enem os de est ablecer una diferencia t aj ant e ent re habilidades y est ra-
t egias, aunque esa diferencia es út il sin duda para ot ros fines ( NI CKERSON, SALTER,
SHEPARD y HERRNSTEI N, 1984) .
Posiblem ent e ningún pensam ient o ni ninguna idea pueden ser com unicados com o
t ales de una persona a ot ra. Cuando se expresa una idea, ést a const it uye ot ro
hecho para la persona a quien se le expone, no una idea… Lo que recibe direct a-
m ent e esa persona no puede ser una idea. Sólo luchando de cerca con las condi-
ciones del problem a, buscando y hallando su propia salida, se llega a pensar
( pág. 159) .
Y no es t am poco m enos evident e la dependencia del pensam ient o respect o del co-
nocim ient o, podríam os incluso definir un pensam ient o hábil com o la capacidad de aplicar
el conocim ient o de un m odo eficaz. Claro est á que el pensam ient o im plica en sí pensar
en algo, no pensar en nada es una cosa m uy difícil de hacer. Y es de suponer que cuant o
m ás conocim ient o se t enga —y por lo t ant o, m ás alim ent o para el pensam ient o— lo m ás
probable es que la vida m ent al sea m ás rica y m ás im presionant e el desem peño int elec-
t ual. Sin em bargo, reconocer la int erdependencia del pensam ient o y el conocim ient o no
niega la realidad de su dist inción. Es por lo m enos concebible que personas que poseen
el m ism o conocim ient o puedan diferenciarse significat ivam ent e en cuant o a su habilidad
para aplicar lo que saben.
Una t endencia bast ant e dest acada dent ro de la bibliografía recient e sobre la inves-
t igación de la solución de problem as, ilust ra t am bién la int erdependencia de la habilidad
del pensam ient o y el conocim ient o; nos referim os al crecient e énfasis exist ent e sobre el
papel del conocim ient o de esferas específicas en la solución de problem as ( por ej em plo,
GREENO, 1980; HAYES, 1980) . En palabras de Greeno «una de las consecuencias de la
invest igación fundam ent al recient e en la solución de problem as ha sido una seria erosión
de la dist inción exist ent e ent re el desem peño basado en el conocim ient o y la solución de
problem as» ( pág. 10) . «una causa de esa erosión», nos indica, «est á en el hecho de que
los invest igadores han sido cada vez m ás capaces de ident ificar el conocim ient o que se
em plea en la solución de problem as específicos». Greeno adm it e que es posible dist inguir
ent re aquellas sit uaciones en las que la posesión de un conocim ient o específico facilit a la
resolución del problem a y aquellas ot ras en las que se debe recurrir a un conocim ient o
m ás general, pero sugiere t am bién que la especificidad del conocim ient o disponible es
una cuest ión cuant it at iva y no cualit at iva. Una de las im plicaciones práct icas que se si-
guen de ese nuevo hincapié en el papel del conocim ient o en la solución de problem as es
la conveniencia, al enseñar a resolver problem as, de analizar prim ero el conocim ient o
necesario para una clase de problem as y proporcionar a cont inuación la educación que
t ransm it a ese conocim ient o.
Algunos ot ros invest igadores han recalcado cada vez m ás la im port ancia funda-
m ent al de grandes dosis de conocim ient o para la ej ecución de t areas int elect ualm ent e
La evidencia result ant e del exam en riguroso de program as de I A [ int eligencia ar-
t ificial] que efect úan t areas de nivel profesional, y la evidencia psicológica em a-
nada de experim ent os sobre t ransferencia hum ana, nos indican que exist en po-
t ent es m ét odos generales y que pueden ser enseñados de t al m anera que se los
pueda em plear a su vez en esferas nuevas donde sean im port ant es. Volverem os
a afirm ar nuest ra conclusión ant erior de que las t ij eras t ienen sin duda dos hoj as
y de que una educación profesional eficaz reclam a que se at ienda t ant o al cono-
cim ient o de las m at erias específicas com o a las habilidades generales ( pág. 96) .
Con respect o a la cuest ión de si el propósit o prim ario de la educación debe ser im -
part ir conocim ient o o desarrollar las habilidades del pensam ient o, nuest ra post ura es que
la educación debe dirigirse a am bos obj et ivos. Es m ás, creem os que sería m uy difícil al-
canzar uno de esos obj et ivos hast a un grado significat ivo sin hacer algún progreso en el
ot ro. En est e libro nos enfocarem os en las habilidades del pensam ient o, pero, al int ent ar
ident ificar las m aneras que hay de enseñar esas habilidades, ni nos sent im os sorprendi-
dos ni decepcionados cuando se dem uest ra que es convenient e o necesario t ocar t am -
bién el t em a de la adquisición de conocim ient o.
4 . Algun a s dicot om ía s
Num erosos aut ores que han escrit o sobre el pensam ient o han dist inguido dos t ipos
de procesos int elect uales. No t odas las dist inciones present adas son idént icas, pero t ie-
nen m ás en com ún que el sim ple hecho de dividir el pensam ient o en dos t ipos. La dist in-
ción ent re un razonam ient o lógico riguroso y un t ant eo experim ent al explorat orio en bus-
ca de int uiciones ( insight s) , por ej em plo, es bast ant e com ún. La dist inción de POLYA
( 1954 a, b) ent re la psicología de las m at em át icas y la lógica de ellas es un ej em plo que
hace al caso. Señala que el libro de t ext o t ípico le m uest ra al lect or el rigor deduct ivo de
las dem ost raciones m at em át icas, pero se queda sin revelarle la dinám ica de la conduct a
explorat oria que originalm ent e, y a m enudo siguiendo rut as m uy com plej as, llevó al de-
sarrollo de esas dem ost raciones.
Una dem ost ración ínt im am ent e em parent ada con ést a es la que exist e ent re la
5 . ¿Qu é e s lo qu e lim it a e l pe n sa m ie n t o?
¿Qué t ienen, o hacen, los pensadores diest ros que los dist ingue de los pensadores
inhábiles? Est a pregunt a nos resum e en pocas palabras el problem a que encaran la m a-
yoría de los invest igadores que est udian a fondo la nat uraleza y form ación de las habili-
dades del pensam ient o. Una revisión de los int ent os por cont est ar esa pregunt a nos re-
vela enseguida que no exist e un consenso ent re ellos. Los diferent es invest igadores in-
t erpret an de diferent e m anera los recursos del pensador eficaz.
Y no es que el invest igador im agine que la m ent e em plea m ecanism os que ot ro in-
vest igador rechaza t ot alm ent e. Los cont rast es exist ent es se ent ienden m ej or com o fact o-
Com o hem os apunt ado ant es, t iene un sent ido út il considerar el pensam ient o co-
m o algo que im plica la codificación del m at erial pensado y una operación con la repre-
sent ación codificada para lograr algún obj et ivo. Es de not ar, sin em bargo, que los dife-
rent es invest igadores resalt an uno u ot ro elem ent o de est e t río com o fact or lim it ador del
pensam ient o eficaz. Algunos de ellos ident ifican la codificación com o el problem a SI E-
GLER ( 1981) ha sacado en conclusión del est udio de t areas piaget ianas, que los niños
son incapaces a m enudo de darse cuent a de las insuficiencias de su est rat egia de enfo-
que porque no codifican los rasgos relevant es de la sit uación; en un problem a de equili-
brar pesos, por ej em plo, pueden darse cuent a de la m agnit ud de los pesos, pero se les
escapa t ener en cuent a la dist ancia que est án sit uados del ej e de la balanza. Según com o
sea el problem a, pueden codificar t am bién un exceso de inform ación con la consecuencia
de que los dat os im port ant es se pierden en m edio de una serie de m inucias.
En cam bio, la bibliografía sobre la solución de problem as heuríst icos recalca la im -
port ancia de un repert orio de operaciones ( POLYA, 1954 a, b, 1957; SCHOENFELD, 1978,
1979, 1980; WI CKELGREN, 1974) . El pensador eficaz t iene que est ar práct ico en dividir
los problem as en subproblem as, en relacionar un problem a con problem as análogos,
Dónde aparecen los lím it es —en la codificación, en las operaciones o en los obj et i-
vos— es una cuest ión, pero ot ra m uy diferent e es qué son esos lím it es. El est ilo, el saber
cóm o, la carga y las capacidades represent an cuat ro t ipos diferent es de lim it aciones que
pueden surgir. El est ilo se refiere al est ilo cognit ivo. BARON ( 1981) , ent re ot ros, ha pro-
puest o que la habilidad de pensar puede ser en gran part e cuest ión de t ener un est ilo
cognit ivo eficaz. Nos indica que la eficacia del pensam ient o de una persona casi en cual-
quier t em a depende de rasgos del est ilo cognit ivo t ales com o la precisión, la eficacia y la
originalidad. Es ciert o que m uchos pensadores ineficaces dan la im presión de pensar con
insuficient e m inuciosidad y precisión y no t ant o de ser fundam ent alm ent e incapaces de
seguir el necesario proceso de pensam ient o. Algunos program as educacionales podrían
ser calificados grosso m odo com o int ent os de fom ent ar un m odo de pensar en general
Supongam os que una persona em plea det erm inados m ét odos, se guía por det er-
m inados obj et ivos, codifica det erm inados fact ores, m anifiest a det erm inadas est rat egias
para cont rolar la carga cognit iva, y así sucesivam ent e. Sigue en pie la cuest ión de qué
m ecanism o hace que la gent e se conduzca sist em át icam ent e de acuerdo con los princi-
pios, de cualquier t ipo que sean, que em plea. Norm alm ent e, pensam os que la gent e si-
gue reglas: reglas gram at icales, est rat egias heuríst icas o las que sean. Por lo t ant o, la
educación se conviert e, al m enos en part e, en una cuest ión de enseñar las reglas ade-
cuadas.
JOHNSON- LAI RD ( 1981) , al escribir sobre la nat uraleza del razonam ient o hum ano,
nos ofrece un punt o de vist a alt ernat ivo, indicando que la gent e razona m ás at eniéndose
a m odelos que m ediant e reglas de inferencia. Hablando en t érm inos corrient es, cuando
alguien const ruye un m odelo int erno del m undo, lo hace «funcionar» para ver qué ocurre
en det erm inadas circunst ancias. Un pensador perspicaz, en cam bio, t rat ará de const ruir
m odelos alt ernat ivos o de hacer funcionar un m ism o m odelo de m anera alt ernat iva para
explorar qué condiciones se siguen forzosam ent e de las condiciones iniciales. La aparent e
observancia de los principios de inferencia no reflej a la aplicación de los principios en sí,
sino el m odo de m anipular los m odelos. Por lo t ant o, concluye Johnson- Laird, la ense-
ñanza de las reglas de inferencia cont ribuirá probablem ent e m uy poco a m ej orar el razo-
nam ient o cot idiano, cuya pot encia depende del em pleo ingenioso que quien razona hace
de los m odelos de que dispone o de lo que pueden hallar con relat iva facilidad.
Un recient e experim ent o de PERKI NS, ALLEN y HAFNER ( en preparación) , quienes
llevaron a cabo una invest igación del razonam ient o inform al que reunió m uest ras de ra-
zonam ient o sobre t em as sociales de m ás de 300 personas de diferent e grado de educa-
ción, apoya un t ant o el punt o de vist a de Johnson- Laird. Se analizaron sus argum ent os
para det erm inar la nat uraleza del proceso de razonam ient o y definir los t ipos de fallos de
razonam ient o que se produj eron. Los aut ores sacaron en conclusión que, por lo general,
el proceso de razonam ient o no podía ser considerado com o un proceso de m anipulación
de est ruct uras lógicas, ni los fallos observados podían ser considerados com o fallos de
razonam ient o form al. Se consideró en cam bio a los suj et os del experim ent o en función
de los m odelos que aplicaban a las sit uaciones som et idas a análisis. Los fallos m ás fre-
cuent es consist ieron en dej ar de probar o de elaborar el m odelo de diversas m aneras.
Por ej em plo, los suj et os pasaron por alt o cont raej em plos o cadenas causales alt ernat ivas
que podrían haber conducido a consecuencias diferent es.
La m ism a int erpret ación podría aplicarse a m uchos ot ros aspect os del pensam ient o
eficaz apart e de los principios de inferencia. Por ej em plo, el m anej o de la carga cognit iva
depende considerablem ent e no de una aum ent o en la capacidad, sino del m ayor t am año
de las secciones —o m odelos— que perm it en hacer m ás con la m ism a capacidad cognit i-
Hay aut ores que sost ienen que las reglas, m odelos y dem ás fact ores posibles que
cont ribuyen al pensam ient o lim it an el desem peño cuando est án cont rolados de un m odo
dem asiado explícit o y conscient e. Sólo cuando se procede a la aut om at ización de esos
elem ent os puede progresar el pensador de un m odo eficaz. Adem ás, puede no llegar si-
quiera a desarrollarse un desem peño eficaz por haberse aut om at izado elem ent os explíci-
t os. En un principio, la adquisición puede producirse de un m odo im plícit o. El ej em plo
m ás fam iliar de est o lo t enem os en el aprendizaj e inicial del lenguaj e, en el que un niño
adquiere un «conocim ient o operant e» de la sint axis sin conocer sus leyes de un m odo
explícit o. Algunos propugnadores del m ét odo audiolingüíst ico de enseñanza de idiom as
sost ienen que ést e es t am bién m ej or para el aprendizaj e de una segunda lengua. El que
la aprende debe pract icar sencillam ent e esa lengua, asim ilando de paso las reglas de un
m odo im plícit o.
Ot ros aut ores, en cam bio, sost ienen la t esis opuest a. Algunas invest igaciones con-
t em poráneas del aprendizaj e de segundas lenguas nos indican que el aprendizaj e explíci-
t o de sus reglas confiere un dom inio m ás rápido ( SMI TH y BARANYI , 1968; VON ELEK y
OSKARSSON, 1973) . Con respect o a las habilidades del pensam ient o, quedan a m edio
cam ino al dej ar a los est udiant es la t area de abst raer, de un m odo im plícit o o explícit o,
los principios generales de los ej ercicios que t ienen que hacer. Esos aut ores creen que,
con frecuencia, cuando la enseñanza no present a los principios de un m odo explícit o, los
est udiant es son incapaces de abst raerlos de ninguna form a, ni im plícit a ni explícit a.
Según algunos de ellos, podría no ser suficient e el saber cóm o explícit o en form a
Tal vez la cuest ión m ás cont rovert ida en relación con el pensam ient o hábil es ést a:
¿hast a qué punt o se puede hablar de un pensam ient o hábil en general versus un pensa-
m ient o que es hábil en diversos cont ext os específicos? Muy probablem ent e, la fuerza de
los principios del pensam ient o varía en proporción inversa a su generalidad. Cuant o m ás
general es una regla, m enos apoyo proporciona en cualquier aplicación específica. Diver-
sos est udios hechos sobre el desem peño en esferas problem át icas part iculares parecen
dem ost rar que la pericia depende de un conj unt o de esquem as específicos de la esfera
en cuest ión ( LARKI N, 1981; SI MON y CHACE, 1973) . SI EGLER ( 1981) , en sus est udios
sobre la codificación, concluye que sus dificult ades varían m ucho de sit uación a sit uación.
Hem os vist o ant es que m uchos aut ores consideran que la post ura de Piaget —de que
exist e una est ruct ura general de operaciones fundam ent ales— no se sost iene, y propug-
nan en cam bio el desarrollo de habilidades propias de cada esfera de act uación. Dichos
aut ores alegan que el pensam ient o hábil t ropieza siem pre con el lím it e del cont ext o: hay
m uy pocas —o ninguna— habilidades generales del pensam ient o que se puedan apren-
der; sólo exist e la pericia dent ro de esferas part iculares.
Pero hay ot ras opiniones que se equilibran con ést as. BARON ( 1981) y ot ros aut o-
res indican que los rasgos del est ilo cognit ivo parecen candidat os razonables para un im -
port ant e com ponent e del pensam ient o hábil que acort a cam ino. Desde luego, las perso-
nas de act uación académ ica inferior a la norm al parecen adolecer de hábit os de m ala
at ención que lim it an su desem peño de un m odo general.
Es ciert o t am bién que, al m argen del grado de dependencia que los expert os t en-
gan de un repert orio de esquem as para t rat ar los problem as de rut ina, t ienen que pasar-
se m ucho t iem po t rabaj ando en el lím it e de su com pet encia para resolver nuevos t ipos
de problem as que no est án dem asiado bien cubiert os por su repert orio. Es posible que,
en est e caso, unos principios generales que, por descont ado, no son t an pot ent es com o
su conocim ient o y habilidad part iculares que se aplican a problem as fam iliares específi-
cos, const it uyan la diferencia exist ent e ent re una act uación hábil y ot ra inhábil. Y const i-
t uyen de hecho el único recurso del expert o.
Asim ism o, aunque los principios m ás pot ent es pueden t ener un cont ext o algo lim i-
t ado, puede haber unos pocos cont ext os que cubran, cada uno por su part e, suficient e
t erreno para que no quede vacío el concept o de habilidades generales del pensam ient o.
Si exist en unos principios pot ent es específicos, digam os, del razonam ient o probabilist a,
de la solución de problem as m at em át icos, de la escrit ura y de ot ras esferas sim ilares de
desem peño, se podría fom ent ar ent onces, acaso, el pensam ient o hábil inculcando los
principios adecuados en una docena m ás o m enos de esferas clave ( PERKI NS, 1981) .
En resum en, no podem os ignorar la agobiant e evidencia de que el pensam ient o
CRUTCHFI ELD ( 1969) indica que el descuido en enseñar las habilidades del pen-
sam ient o se debe a dos supuest os m al fundam ent ados: 1) que esas habilidades no son
suscept ibles de enseñanza, y 2) que no es necesario enseñarlas. Son innum erables las
pruebas, asegura Crut chfield, de que am bos supuest os est án equivocados: las habilida-
des del pensam ient o de alt o nivel se pueden m ej orar m ediant e ent renam ient o y no hay
ninguna prueba concluyent e para suponer que esas habilidades surj an aut om át icam ent e
com o result ado del desarrollo o la m aduración.
La alt ernat iva al supuest o de que las habilidades del pensam ient o se pueden ense-
ñar est á en el supuest o de que la habilidad del pensam ient o es innat a y no est á suj et a a
m odificación m ediant e ent renam ient o. De acuerdo con est e últ im o plant eo, el propósit o
de la educación deberá consist ir en proporcionar a los est udiant es gran cant idad de in-
form ación, Los que t engan la int eligencia precisa para asim ilarla y em plearla eficazm en-
t e, lo harán; los que carezcan de ella, se quedarán sin lograrlo. O en un enfoque acaso
m ás adapt at ivo, el obj et ivo deberá consist ir en exponer a los est udiant es al t ipo y cant i-
dad de inform ación que sean capaces de asim ilar y em plear, dadas sus dot es int elect ua-
les individuales.
Nuest ra propia posición en est a cuest ión, de si las habilidades del pensam ient o se
pueden enseñar o no, se inclina m arcadam ent e por la prim era post ura, por dos m ot ivos:
el prim ero se basa en una form a de la apuest a de Pascal, y el segundo se relaciona con
la noción del pot encial no act ualizado.
Respect o de la prim era consideración, supongam os por un m om ent o que es im po-
sible elucidar si la afirm ación de que las habilidades del pensam ient o se pueden enseñar
es verdadera o falsa. En ese caso, podríam os equivocarnos en una de dos m aneras: cre-
yendo que es verdadero lo que en realidad es falso o bien creyendo falso lo que realm en-
t e es verdadero. En nuest ra opinión, una de esas dos equivocaciones es sum am ent e pre-
ferible a la ot ra. El supuest o de que las habilidades del pensam ient o se pueden enseñar,
de no ser ciert o, conduciría en el peor de los casos a unos int ent os frust rados de ense-
ñarlas. Con el t iem po, se evidenciaría la inut ilidad de la em presa, y la única pérdida sería
la del esfuerzo dedicado a la m ism a. Pero supongam os que hem os rechazado el supuest o
de que se pueden enseñar cuando en realidad es ciert o: las consecuencias de no haber
int ent ado enseñar una cosa que obviam ent e se lo m erecía serían m uy graves.
Con respect o al asunt o del pot encial no act ualizado, em pezam os con el supuest o
7 . Re su m e n
Ra ym on S. N ick e r son ,
D a vid N . Pe r k in s y
Edga r d E. Sm it h
En est a sección harem os una revisión select iva de la invest igación dedicada a la
solución de problem as y a la enseñanza de las habilidades de resolución de problem as. Y
prest arem os at ención especial a varios aut ores que han considerado de un m odo explíci-
t o cóm o m ej orar en t érm inos generales las habilidades de resolución de problem as.
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 85-135.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 61
t erm inada t area int elect ualm ent e exigent e, t ipificada en los ej em plos siguient es:
1. Sust it uir las diez let ras diferent es de las t res palabras siguient es por los diez dí-
git os decim ales, de m odo que la sum a result e correct a.
Siendo D = 5
DONALD
+ GERALD
-------------
ROBERT
2. I m aginar un t ablero de dam as corrient e de sesent a y cuat ro cuadros del que
han cort ado dos cuadros, uno de cada una de las esquinas diagonalm ent e opuest as. Su-
ponga que t iene t reint a y una fichas de dom inó, cada una de las cuales cubre exact am en-
t e dos cuadros del t ablero. Averigüe si es posible colocar las fichas de t al m anera que
queden t apados los sesent a y dos cuadros exist ent es
3. Considere dos recipient es, A y P. Suponga que el A cont iene 10 lit ros de agua
del océano At lánt ico, m ient ras el P cont iene una cant idad igual de agua del Pacífico. Su-
ponga que quit am os 2 lit ros de agua del At lánt ico del recipient e A y las echam os en el P.
Una vez m ezclado concienzudam ent e el líquido de P, ext raem os 2 lit ros de agua y los
añadim os a la que cont iene el recipient e A. ¿Qué recipient e t iene ahora m ás cant idad de
agua forast era, siendo la del At lánt ico forast era en el P y la del Pacífico en A?
4. La figura 4.1 represent a un sencillo y conocido rom pecabezas infant il: se t rat a
de quince cuadrados, num erados del 1 al 15, dispuest os en 4 filas de 4 con un puest o va-
cío. El problem a consist e en ordenar los cuadros de t al m anera que los núm eros queden
en un orden especificado, por ej em plo, del 1 al 14 en la fila horizont al de arriba, del 5 al 8
en la siguient e, et c. Los cuadros est án arm ados del t al m anera que el único cam bio adm i-
sible que se puede hacer con cada m ovim ient o consist e en int ercam biar el hueco con uno
de los cuadrados que le son adyacent es.
Cabe pregunt arse si est os problem as son represent at ivos de los que t enem os que
afront ar en nuest ra vida cot idiana y si las t écnicas que dan result ado en el prim ero lo da-
rán t am bién en los siguient es. ¿Tiene sent ido suponer que los m ét odos que sirven para
resolver problem as com o los que aparecen arriba van a ser aplicables a problem as t ales
com o diagnost icar por qué un aut om óvil no arranca, hallar el cam ino a seguir hacia un
nuevo dest ino, dist ribuir el t iem po y los recursos económ icos, organizar las propias ideas
para escribir un art ículo o pronunciar una conferencia, hallar un em pleo, escribir un pro-
gram a de ordenador o conservarse sano? Hay aquí espacio disponible para t oda una ga-
m a de opiniones. Lo que nos int eresa, en el cont ext o de est e capít ulo, es que est os pro-
blem as son represent at ivos de los que se em plean para est udiar la solución de proble-
11 9 4 13 1 2 3 4
1 3 12 5 6 7 8
7 5 8 6 9 10 11 12
13 2 10 14 13 14 15
ESTADO I NI CI AL OBJETI VO
Fig. 4.1. Rom pecabezas de los 15 cuadros. Véase NI LSON ( 1971) que ofrece un análisis de ese problem a y
un enfoque de la represent ación de los est ados para hallar la solución.
Est os problem as se diferencian t ant o por su dificult ad com o por el caráct er de las
habilidades requeridas para resolverlos. Tant o los rom pecabezas com o los crucigram as
pueden hacerse a volunt ad sencillos o com plicados; sin em bargo, se diferencian conside-
rablem ent e en cuant o a las dem andas int elect uales que le plant ean al que t iene que re-
solverlos. El rom pecabezas consist e prim ariam ent e en una t area visual que exige capaci-
dad para recordar y com parar pat rones visuales. La buena m em oria visual y la capacidad
para com parar pat rones no le sirven de m ucho, en cam bio, al que resuelve crucigram as;
lo que necesit a es un buen alm acén de concept os verbales vinculados asociat ivam ent e y
una buena ort ografía.
Los problem as que present am os se diferencian t am bién en lo que respect a a lo
evident e que puede sernos el enfoque adecuado de su solución. Pensem os, por ej em plo,
en los dos prim eros problem as. Am bos son lo suficient em ent e difíciles para que el lect or
pueda t ardar unos m inut os en resolverlos. Sin em bargo, la m ayoría de los lect ores sa-
brán inm ediat am ent e cóm o acom et er el prim ero, m ient ras que m uchos no t endrán t al
vez una idea m uy clara de cóm o enfocar el segundo. En el prim er caso, uno em pieza
haciendo una serie de inferencias de est e t ipo: si D es igual a 5, T t iene que ser igual a
0; y com o se lleva uno de las unidades a la colum na de las decenas, R t iene que ser un
núm ero im par; adem ás, salt a a la vist a en la colum na de la ext rem a izquierda que R t ie-
ne que ser superior a 5 ( puest o que D es 5) , por lo que t iene que ser 7 o 9… Suponem os
La palabra «heuríst ica» procede del griego heuriskin, que significa «servir para
descubrir». Aparece esporádicam ent e en la bibliografía de filosofía y lógica refiriéndose a
la ram a de est udio que t rat a los m ét odos del razonam ient o induct ivo POLYA ( 1957) , en
su clásico t rat ado de la solución de problem as, em pleó esa palabra para connot ar el ra-
zonam ient o induct ivo y analógico que conduce a conclusiones verosím iles, en cont raposi-
ción a los desarrollos deduct ivos de pruebas rigurosas.
• Cerciórese de que conoce la incógnit a, los dat os ( es decir, los supuest os) y las
condiciones que relacionan a esos dat os.
El em pleo de t érm inos com o incógnit a y dat os se prest a idóneam ent e para los
problem as m at em át icos ( principal preocupación de Polya) ; pero est e heuríst ico podría
enunciarse de un m oldo m ás general ut ilizando la t erm inología de inform át ica que hem os
em pleado ant eriorm ent e:
• Cerciórese de que com prende la índole del est ado final, del est ado inicial y de las
operaciones perm isibles.
La int ención de est e heuríst ico es concret ar el problem a. Part e de esa concreción
t iene que ver con el pensam ient o visual; una vez t razado un gráfico o un diagram a,
quien resuelve el problem a puede proyect ar en él sus procesos percept uales. Tam bién es
ciert o que una represent ación visual de un problem a puede evidenciar la exist encia de
det erm inadas relaciones ent re las diferent es part es de ot ro m odo pasarían inadvert idas.
Sin em bargo, se t rat a probablem ent e m ás de una concreción que de una visualización.
Muchos est udios de psicología cognit iva dem uest ran que la gent e ent iende m ej or un t ex-
t o cuando ést e se hace m ás concret o aun cuando no m anifiest en haber ut ilizado una
im agen visual. Más aún, el m ism o Polya recalca la im port ancia de una not ación puram en-
Est e heuríst ico dest aca la im port ancia de una represent ación adecuada del pro-
blem a. Cualquier problem a t iene que ser represent ado de algún m odo y t iene m ucha im -
port ancia inhibir o excluir una solución, y cuando llegam os a un punt o m uert o en la solu-
ción de un problem a, vale la pena a m enudo cont em plar ese problem a de un m odo com -
plet am ent e nuevo y original, es decir, t rat ar de verlo desde una perspect iva diferent e.
La m ayor part e de los heuríst icos de Polya referent es a est a cat egoría im plican el
t raer a la m ent e ot ros problem as afines que uno sabe ya cóm o resolver. He aquí algunos
ej em plos.
• Recuerde un problem a conocido de est ruct ura análoga al que t iene delant e y t rat e
de resolverlo.
• Piense en un problem a conocido que t enga el m ism o t ipo de incógnit a y que sea
m ás sencillo.
Un enfoque com ún y m uy eficaz de los problem as de geom et ría del espacio est riba
en resolver un problem a análogo de geom et ría plana t rat ar a cont inuación de generalizar
el m ét odo em pleado pasándolo al caso t ridim ensional. En t érm inos m ás generales, una
heuríst ica út il en los problem as que im plican hiperespacios es considerar un problem a
análogo sit uado en un espacio de dos o t res dim ensiones con el obj et o de poder visuali-
zar la solución, o al m enos el problem a. Con frecuencia, la solución hallada en el proble-
• Si no puede resolver el problem a que t rae ent re m anos, int ent e t ransform arlo en
ot ro cuya solución conozca.
Claro est á que el que ést a est rat egia m erezca ser puest a en práct ica depende del
em parent am ient o exist ent e ent re el problem a cuya solución conoce y el problem a que
t iene que resolver. ( Una form a de est a est rat egia es bien conocida de los est udiant es,
que la em plean al por m ayor en el problem a de exam inarse: cuando no conocen la res-
puest a de una pregunt a del exam en, piensan en una pregunt a cuya respuest a conocen,
fingen que ésa es la pregunt a que han hecho, y la cont est an. ¡A veces esa est rat egia da
result ado! ) .
El riesgo pot encial que se esconde en el em pleo de esa est rat egia es evident e. Al-
gunos aut ores han recalcado el peligro de que quien resuelva un problem a lo «t uerza»
para ut ilizar en él el inst rum ent al de que dispone ( por ej em plo, STEWART, 1976) . Ese
enfoque puede hacer que quien resuelve un problem a se ciña a pensar en él a part ir de
las capacidades y lim it aciones de los inst rum ent os de que dispone, en lugar de hacerlo a
part ir del problem a m ism o. Es m ás, al «t orcer» un problem a se lo puede cam biar cualit a-
t ivam ent e de t al m odo que se t erm ina resolviendo aquel problem a que se es capaz de
resolver, pero no el problem a plant eado originalm ent e. A pesar de esos reparos, no cabe
duda de que el heuríst ico «t ransform e el problem a» puede ser eficaz en m uchos casos.
Un buen ej em plo de est e heuríst ico aparece en Pat t erns of plausible inference de
Polya ( 1954 b) , donde se aplica a problem as que im plican variables ent eras, enunciándo-
lo en la form a siguient e, m ás part icularizada.
• Sust it uya la variable ent era por valores específicos ( por ej em plo, 0, 1 y 2) y ob-
serve si aparece alguna generalización; si así ocurre, t rat e de com probar esa ge-
neralización m ediant e inducción m at em át ica.
Ot ra m anera de aplicar est e heuríst ico consist e en sust it uir las incógnit as por los
valores ext rem os ( por ej em plo, cero o infinit o) y ver así asom a alguna solución.
Podem os ut ilizar nuest ro conocido problem a del A y P para ilust rar est e heuríst ico.
Recordem os que la solución im plicaba un t oque de int uición sobre el hecho de que el lí-
quido que falt aba de un recipient e t enía que haber sido sust it uido por una cant idad igual
• Descom ponga el problem a en part es. Si no puede m anej ar esas part es, descom -
póngalas a su vez en part es m ás pequeñas, y siga de ese m odo hast a conseguir
problem as de t am año m anej able.
Según nos indica POLYA ( 1957) , est e heuríst ico puede t ener una doble ut ilidad:
t ras haber resuelt o un problem a com ponent e, uno puede em plear a veces t ant o el m ét o-
do com o el result ado del problem a m ás sencillo para resolver el m ás difícil. Est e heuríst i-
co parecer ser un precursor del Subgoal Analysis, de Newell y Sim on, que se describe
m ás adelant e.
Tras haber hallado lo que a t odas luces parece ser la solución de un problem a,
exist e una t endencia nat ural a darse por sat isfecho. Pero un solucionador de problem as
concienzudo nunca hará eso, sino que buscará algún m ét odo para confirm ar esa solución
o averiguar si es errónea, cosa que pude ocurrir. Ent re los heuríst icos de verificación de
result ados est án los siguient es:
El hallar una segunda vía de solución de un problem a y com probar que ofrece la
m ism a solución, aum ent a por supuest o la propia confianza en que la solución es correc-
t a. Verificar las im plicaciones de una solución equivale a considerar qué ot ra cosa deberá
ser ciert a si esa solución es correct a. Se t rat a de una prueba unilat eral pero m uy út il de
t odas m aneras. Es decir, si uno se da cuent a de que si la solución es correct a, X t iene
que ser ciert a, la com probación de que X es ciert a no dem uest ra de un m odo concluyent e
que la solución sea correct a, pero, en cam bio, la com probación de que X es falsa de-
m uest ra sin m ás que la conclusión es incorrect a. De t odas m aneras, la com probación de
que X es ciert a puede m uy bien aum ent ar un t ant o la propia confianza en la solución
hallada.
El enfoque de Newell- Sim on. NEWELL y SI MON ( 19872) , por ej em plo, se han pre-
ocupado por un t erreno m ás ext enso que el de Polya; básicam ent e han t rat ado de em -
plear los m ét odos de sim ulación m ediant e ordenador para desarrollar una t eoría general
de la solución hum ana de problem as. Gran part e de su t rabaj o se ha enfocado, sin em -
bargo, en los heuríst icos de la solución de problem as m at em át icos y rom pecabezas, por
lo cual se relaciona fácilm ent e con el enfoque de Polya. Analizarem os a cont inuación al-
gunos de sus heuríst icos dent ro del cont ext o del m odelo de 4 fases de Polya. Hem os t o-
m ado el m at erial correspondient e principalm ent e de WI CKELGREN ( 1974) , que nos ofre-
ce una lúcida relación de la m ayor part e de los heuríst icos de Newell- Sim on.
• Haga inferencias acerca de los est ados inicial y final, y añádalas a su represent a-
ción.
La idea consist e en proyect ar lo m ás posible del conocim ient o previo que se posee
en la t area de represent ar el problem a. En ocasiones, lo que uno puede inferir sobre los
est ados inicial y final de un problem a puede alt erar fundam ent alm ent e el caráct er de és-
t e de t al m odo que su solución result e fácil. Est o parece ocurrir a m enudo con los pro-
blem as llam ados de int uición: la int uición insight equivale con frecuencia a una reorgani-
zación radical de la represent ación que sim plifica el rest o del proceso de solución del
problem a. Un buen ej em plo es el problem a del t ablero de dom inó m encionado ant es; en
est e caso la int uición crít ica depende de darse cuent a de que los dos cuadros que falt an
t ienen que ser del m ism o color.
Para analizar los heuríst icos inm ediat am ent e siguient es, volverem os a necesit ar la
t erm inología de la inform át ica int roducida ant eriorm ent e. Recordem os que en esa t erm i-
nología la solución de un problem a consist e en aplicar al est ado inicial una secuencia de
• Organice las vías en clases que sean equivalent es con respect o a la solución final;
a cont inuación, int ent e hallar sist em át icam ent e una secuencia de cada clase.
WI CKELGREN ( 1974, Págs. 49- 51) ilust ra el em pleo de est e heuríst ico en un pro-
blem a «de seis flechas». El est ado inicial present a una fila de seis flechas, donde las t res
de la izquierda apunt an hacia arriba y las t res de la derecha, hacia abaj o; el est ado final
es una fila de seis flechas, en una secuencia alt ernada de hacia arriba y hacia abaj o. Los
únicos operadores perm it idos consist en en invert ir sim ult áneam ent e ( poniéndolas al re-
vés) cualquier par de flechas adyacent es. Al aplicar el heuríst ico de clase de equivalencia,
Wickelgren em pieza indicándonos que da igual el orden de aplicación de cualquier par de
operadores; por ej em plo, invert ir prim ero las flechas t ercera y cuart a y después la cuart a
y la quint a es equivalent e a aplicar los dos operadores en el orden inverso. Est o quiere
decir que sólo hay que t ener en cuent a las com binaciones desordenadas y no las perm u-
t aciones ordenadas. Wickelgren señala a cont inuación que un avía de solución ópt im a no
cont endrá m ás de una aparición de un operador específico. Por ej em plo, si se invirt iesen
dos veces las flechas t ercera y cuart a, volverían a est ar en su posición original. Esas dos
observaciones quieren decir que t odas las soluciones que se diferencien sólo en el orden
de aplicación de sus operadores o sólo en el núm ero de veces en que se aplique cada
operador pueden ser t rat adas com o m iem bros de la m ism a clase ( de equivalencia) ; com o
no hay que int ent ar hallar m ás que una solución de cada clase, la consecuencia de esas
observaciones se t raduce en una gran reducción del núm ero de soluciones a considerar.
• Defina una función de evaluación para t odos los est ados, incluyendo el est ado fi-
nal; a cont inuación, elij a, en cualquiera de los est ados, una operación que perm it a
llegar a un est ado ult erior con una evaluación que se acerque a la del est ado final.
Una m añana, exact am ent e al salir el sol, un m onj e em pezó a escalar un m ont e.
Un angost o sendero, com o de m edio m et ro de ancho, rem ont aba el m ont e en
espiral hast a llegar a un t em plo que había en la cim a. El m onj e subía a un paso
m ás o m enos vivo y se det enía m uchas veces a lo largo del cam ino para descan-
sar. Llegó al t em plo poco ant es de ponerse el sol. Después de pasar varios días
en aquel t em plo, inició su regreso siguiendo la m ism a senda, part iendo al salir el
sol y cam inando t am bién a diferent e paso y haciendo m uchas pausas a lo largo
del cam ino. Su velocidad de baj ada era, desde luego, m ayor que su velocidad
m edia de ascenso. Dem uest ra que hay un punt o det erm inado a lo largo de ese
sendero que va a ocupar el m onj e en am bas j ornadas precisam ent e a la m ism a
hora del día.
Muchas personas t rat an inicialm ent e de represent arse est e problem a m ediant e
ecuaciones algebraicas que incluyen la dist ancia y la velocidad. Esos int ent os t erm inan
por lo general haciéndose un lío. Una m anera eficaz de resolver est e problem a es repre-
sent arlo visualm ent e. Visualicem os el viaj e hacia arriba del m onj e superpuest o al de re-
greso hacia abaj o. I ndependient em ent e de las velocidades de ascenso y de descenso, en
algún m om ent o y en algún punt o las t rayect orias se cruzan. Por lo t ant o t iene que haber
• Si no puede resolver el problem a que t rae ent re m anos, int ent e t ransform arlo en
ot ro cuya solución conozca.
Algunas personas t ienen dificult ades con el problem a del m onj e y el m ont e porque
le cuest a t rabaj o im aginar dónde est aría el m onj e en diferent es m om ent os de diferent es
días. Supongam os ahora que, en lugar de pedirnos que considerem os el paradero de un
m onj e en dos días diferent es, el problem a pregunt ara si dos m onj es, uno que arrancara
desde el pie del m ont e y subiese hast a la cim a y ot ro que arrancara desde la cim a al
m ism o t iem po y descendiera hast a el pie, se hallarían en un m ism o lugar en algún m o-
m ent o del día. Nos im aginam os, aunque no podem os apoyarlo con prueba alguna, que a
la m ayoría de la gent e est a versión del problem a les parecerá m ás fácil que la prim era.
Pero los dos problem as, en t odos sus aspect os im port ant es, son análogos. En est e caso,
el resolver el segundo problem a puede const it uir un m odo eficaz, aunque indirect o, de
resolver el prim ero.
Ot ro heuríst ico que est e problem a ayuda a ilust rar es el de hacer un diagram a.
Cuando buscam os una m anera de represent ar una sit uación en form a de diagram a, una
idea espont ánea es la de un gráfico que nos represent e la posición ( digam os, la dist ancia
a part ir del pie de la m ont aña) com o función del t iem po. De esa m anera, las j ornadas
cuest a arriba y cuest a abaj o del m ont e podrían represent arse com o se ve en la figura
4.2. Est a represent ación dej a m uy claro que si am bas cam inat as com ienzan a la m ism a
hora del día, ent onces es evident e que hay algún lugar que el m onj e va a ocupar a la
m ism a hora del día. Est e punt o puede est ar sit uado en cualquiera de m uchos sit ios, se-
gún las velocidades relat ivas de los cam inos de subida y de baj ada, pero t iene que haber
uno: no hay m odo de t razar una línea que vaya del ext rem o inferior al ext rem o superior
del grafico y ot ra que siga la dirección opuest a sin que se produzca un cruce de ellas.
Fig. 4.2 Gráficos de las j ornadas del m onj e m ont añero: A) represent a la j ornada cuest a arriba y
B) la j ornada cuest a abaj o
Nuest ro análisis de la solución de problem as ha puest o de relieve las est rat egias
generales o heuríst icos, porque esos heuríst icos parecen ser excelent es ej em plos de lo
que la gent e denom ina a veces «habilidades del pensam ient o». A m odo de revisión,
hem os observado que dos m ét odos de ident ificar ese t ipo de est rat egias consist en en 1)
est udiar a los solucionadores de problem as expert os y 2) program ar ordenadores para
que resuelvan problem as; el enfoque de Polya descansa principalm ent e en el m ét odo 1,
m ient ras el de Newell y Sim on se basa m ás en el m ét odo 2. Afort unadam ent e am bos
cuerpos de t rabaj o parecen converger en proposiciones com pat ibles, y en algunos casos
idént icas, en t orno a heuríst icos út iles. O sea, que am bos enfoques hacen hincapié en la
im port ancia de una represent ación eficaz del problem a y de la ideación de un plan de
at aque, y am bos proponen num erosos heuríst icos para represent arlo y planificarlo.
En vist a de ellos, los heuríst icos de est e t ipo se nos present an com o candidat os
ideales para un curso sobre las habilidades del pensam ient o. Por una part e, esos heurís-
t icos parecen dignos de ser ensañados: t ienen un gran ám bit o de aplicabilidad y por lo
m ism o deben ser út iles con gran frecuencia. Muchos de esos heuríst icos est án relat iva-
m ent e bien especificados desde el m om ent o en que pueden ser program ados para un or-
denador, por lo t ant o deben ser fácilm ent e com unicables a los est udiant es. Por ot ra par-
t e, exist e ciert o consenso en que los heuríst icos que hem os cit ado son aquellos que em -
plean realm ent e los solucionadores de problem as expert os. Y en últ im o t érm ino, obser-
vam os que exist en suficient em ent e pocos heuríst icos, lo que hace fact ible enseñarlos.
A pesar de esos aspect os favorables, parecen exist ir t am bién dificult ades en la en-
señanza de los heuríst icos. Tenem os por un lado el problem a de m anej o de saber cuándo
aplicar un heuríst ico det erm inado: en qué cont ext os debe uno t rat ar de descom poner un
problem a en subproblem as. Est á por ot ro lado el hecho de que, aunque los heuríst icos
son suficient em ent e específicos para ser program ados, pueden no ser suficient em ent e
concret os para su realización en un t erreno no fam iliar: si uno t iene m uy pocos conoci-
m ient os en m at eria de hidráulica, o es poco probable que t enga una buena idea de lo que
const it uye un subproblem a en ese t erreno. Aunque est as dos dificult ades son reales,
creem os que se las puede superar m ediant e t écnicas de enseñanza específicas y que los
heuríst icos de solución de problem as deben est ar sit uados m uy arriba de cualquier list a
de aspect os de la enseñanza que se puedan enseñar.
2 . La cr e a t ivida d
Los problem as se pueden resolver de m aneras m ás o m enos creat ivas pero hay
problem as de solución t ot alm ent e im probable sin un excelent e grado de iniciat iva. La ca-
pacidad de ver las cosas en una form a nueva y nada convencional const it uye sin duda
El concept o de product o creat ivo parece const it uir la noción prim aria de la fam ilia
product o creat ivo / persona creat iva / creat ividad. El t érm ino «product o» em pleado aquí
incluye, aunque no exclusivam ent e, aquellos t ipos de product os considerados norm al-
m ent e com o ocasiones de creat ividad —obras de art e o filosóficas, t eorías cient íficas,
et c.—. O sea, que podría ser t am bién un product o creat ivo una conversación ingeniosa,
un j ardín innovador, un est ilo de vida. Las personas creat ivas son aquellas que, en virt ud
de su creat ividad, dan lugar con frecuencia a product os creat ivos, o sea que «creat ivo»,
al referirse a product os, es un t érm ino prim ario por definición.
Los product os creat ivos son definidos norm alm ent e com o unos product os origina-
les —y adecuados— ( JACKSON y MESSI K, 1973) . Son necesarias am bas condiciones. Un
product o perfect am ent e adapt ado que careciese de originalidad no podría ser considera-
do creat ivo. Y un product o inadecuado para su cont ext o, por original que fuese, no po-
La evidencia m ás not oria nos indica que la creat ividad es un rasgo com plej o en ex-
t rem o que im plica la exist encia de una serie de cualidades en la persona creat iva. Aun-
que algunas de ellas pueden ser prim arias y las dem ás result ant es, nos parece indicado
m encionar cada una de ellas. Sin duda alguna, la creat ividad debe ser una propiedad so-
LA I NTUI CI ÓN
Una llam ada a la int uición suele const it uir el últ im o recurso de quien t iene dificul-
t ades para explicar algo, cosa lam ent able, dado que la observación de que «Es del t odo
int uit ivo», aunque ciert a, es igualm ent e inút il. Con t odo, WESTCOTT ( 1968) ha propuest o
una elucidación y un t est de la int uición que le da a est e concept o ciert o valor explicat i-
vo. West cot t ha sugerido que se puede ent ender com o int uición la capacidad de conse-
guir conclusiones sólidas a part ir de una evidencia m ínim a. Desde luego que est o con-
cuerda con m uchas anécdot as corrient es sobre la int uición creat iva. Así, por ej em plo, en
num erosas ocasiones de la hist oria de la ciencia se han hecho descubrim ient os al parecer
debido a que algún invest igador observó alguna nim iedad y reflexionó sobre ella, m ien-
t ras que la m ayoría de la gent e o no se percat aba de ella o la dej aban a un lado por no
considerarla im port ant e.
West cot t ideó un t est para valorar la int uición en ese sent ido. Adopt ó el t ipo de se-
ries y problem as analógicos propios de la psicom et ría, sólo que con una peculiaridad: en
lugar de recibir t oda la inform ación disponible al final quienes ej ecut an el t est pueden
cont rolar la cant idad de inform ación que ven ant es de ofrecer una solución. Se les indica
que t rat en de conseguir una solución con la m ínim a inform ación posible. Lo siguient es
problem as sim ples de una serie verbal y de una analogía verbal ilust ran la t écnica de
West cot t . Los m at eriales est án diseñados de t al m odo que se pueden averiguar indivi-
dualm ent e los m iem bros de la serie o de la analogía y present ar la respuest a en cuant o
Una recom endación sist em át ica de m uchas fuent es de inform ación sobre el pen-
sam ient o creat ivo reside en diferir la conclusión y considerar m uchas alt ernat ivas ant es
de hacer una elección definit iva. Hem os analizado ya los result ados de algunos est udios
que se cent raban en est a est rat egia en conexión con la fluidez ideacional y sus relaciones
con la creat ividad, y nos lim it arem os aquí a m encionar unos cuant os aspect os que vienen
LA ANALOGÍ A
BRONOWSKI ( 1965) ha puest o de relieve la im port ancia del razonam ient o analógi-
co t ant o en las ciencias com o en las art es. Nos dice que la capacidad de ver sem ej anzas
que se nos escapan a la m ayoría de nosot ros const it uye el sello de la persona verdade-
ram ent e creat iva. «Toda ciencia es la búsqueda de una unidad exist ent e ent re sem ej an-
zas ocult as» ( pág. 13) . «La poesía, la pint ura, las art es, const it uyen en palabras de Cole-
ridge, esa m ism a búsqueda de una unidad exist ent e dent ro de la variedad» ( pág. 16) , y
agrega «He hallado que el act o de creación reside en el descubrim ient o de una sem ej an-
za ocult a. El cient ífico, o el art ist a, t om a dos hechos o experiencias diferent es, halla ent re
ellos una sem ej anza que nadie había vist o ant es y crea una unidad que m uest ra esa se-
m ej anza» ( página 27) .
GORDON ( 1961) y ot ros han recom endado el em pleo de analogías aparent em ent e
rem ot as en la solución creat iva de problem as. Parece ser que la hist oria avala ese conse-
j o. Muchos descubrim ient os cient íficos han incluido analogías, que en ocasiones vincula-
ban asunt os m uy dist anciados ent re sí, com o el caso del conocido descubrim ient o del
El t orbellino de ideas es una t écnica ideada por OSBORN ( 1963) para solucionar
problem as en grupo. Fue diseñada para evit ar la inhibidora act it ud crít ica que con t ant a
frecuencia aparece en las reuniones form ales. La est rat egia básica consist e en generar
una larga list a de opciones y elegir después ent re ellas. Mient ras confeccionan la list a, se
est im ula a los part icipant es a que dej en rienda suelt a a sus ideas y «edifiquen» sobre las
ideas de los dem ás. La crít ica est á prohibida. STEI N ( 1975, capít ulo 13) revisa la invest i-
gación hecha sobre el t orbellino de ideas, e indica que se t rat a de la est rat egia m ás in-
vest igada ent re t odas las referent es al pensam ient o invent ivo. La conclusión de St ein
const it uye un elocuent e com ent ario sobre las dificult ades y escollos con que t ropieza la
invest igación de esas est rat egias: saca en conclusión que los beneficios producidos por el
Las est rat egias de búsqueda larga, est ablecim ient o de analogías y t orbellino de
idas bast an para hacer ver la eficacia de una est rat egia dest inada al pensam ient o inven-
t ivo const it uye una cuest ión com plicada. En ninguno de est os t res casos se dem ost ró la
inut ilidad de la est rat egia respect iva, pero, en su conj unt o, es necesario hacer im port an-
t es punt ualizaciones. Sírvanos est o de advert encia en el sent ido de que hay que acoger
con una act it ud crít ica el gran núm ero de est rat egias sin probar que aparecen en la bi-
bliografía. Muy probablem ent e, pocas de las que son populares sirven para el pensam ien-
t o invent ivo de un m odo t an direct o com o parecen darnos a ent ender. Algunas de ellas
podrían ser incluso cont raproducent es. Hacen falt a m ás invest igación y m ás experiencia
práct ica para acum ular una evidencia que nos perm it a valorar m ej or los punt os fuert es y
débiles de las diferent es est rat egias.
En el análisis precedent e hem os t rat ado de descifrar ese com plej o fenóm eno que
const it uye la creat ividad analizando cuat ro posibles com ponent es o aspect os de ella: las
capacidades, el est ilo cognit ivo, las act it udes y las est rat egias. A t ít ulo de revisión, diga-
m os que la exist encia de capacidades que dot en de creat ividad a una persona no parece
t ener m ucho fundam ent o: la int eresant e definición operat iva de la int uición que hace
3 . La m e t a cogn ición
Tal vez la m anera m ás obvia en que los expert os se diferencian de los novat os es
Ent re ot ros ej em plos de habilidades que han sido ident ificadas por dist int os aut o-
res est án: la planificación, la predicción, la verificación, la com probación de la realidad y
la supervisión y cont rol de los int ent os propios deliberados de llevar a cabo t ares int elec-
t ualm ent e exigent es.
Brown observa que esas habilidades brillan caract eríst icam ent e por su ausencia en
el desem peño de los niños ret ardados en t areas de aprendizaj e en laborat orio, y que a
m enudo esa ausencia sale a relucir cuando no logra t ransferir los efect os de un ent rena-
m ient o ( BROWN, 1974, 1978; CAMPI ONE y BROWN, 1974, 1977, 1978) . Para que el en-
t renam ient o en esas habilidades sea eficaz, t iene que producir una ganancia considera-
ble. En part icular, t eniendo en cuent a que t ales habilidades son m uy generales, t odo in-
t ent o exit oso por m ej orarlas deberá afect ar favorablem ent e el desem peño en t oda una
serie de t areas.
La planificación y el uso de est rat egias eficaces. El desem peño de los expert os en
la resolución de problem as se diferencia no sólo en el hecho de que es m ás probable que
t enga éxit o sino t am bién en su enfoque, BROWN, BRANSFORD y CHI ( 1979) resalt an,
por ej em plo, que los físicos experim ent ados suelen diferenciarse de los físicos novat os en
la m edia en que planifican y evalúan cualit at ivam ent e sus soluciones pot enciales de pro-
blem as ant es de hacer ningún cálculo. Diferent es invest igadores han señalado que los
expert os m uest ran una m ayor t endencia que los novat os a analizar cualit at ivam ent e un
problem a ant es de int ent ar represent árselo en form a cuant it at iva. ( CHI , FELTOVI CH y
GLASER, 1981; LARKI N, McDERMOTT, SI MON y SI MON, 1980; SI MON y SI MON, 1978) ,
los expert os que t rat an problem as físicos const ruyen por lo general una secuencia de re-
present aciones cada vez m ás abst ract a, em pezando por una represent aciones que pre-
sent an las relaciones crit icas en t érm inos cualit at ivos, para proceder después a present ar
las expresiones cuant it at ivas correspondient es a esas relaciones. Los novat os, en su opi-
nión, t ienden m ás fácilm ent e a represent ar un problem a desde el principio en t érm inos
cuant it at ivos.
WRI GHT ( 1979) hace la observación siguient e, basada en discusiones con est u-
diant es de «m ét odos» que no había t enido éxit o en resolver problem as:
La m ayoría de ellos creen que habría aum ent ado su probabilidad de t ener éxit o si
El cont rol y la evaluación del propio conocim ient o y desem peño. Si la facilidad con
que uno adquiere nuevos conocim ient os depende en gran m anera del conocim ient o con
que se com ienza, la valoración exact a de ést e t iene considerable im port ancia. Los buenos
docent es lo saben y dedican m ucha at ención a averiguar lo que ya sabe un est udiant e
para est ar seguros de present ar la nueva inform ación de m anera que «edifique» de veras
sobre lo que ya exist e. De un m odo sim ilar, t ienen cuidado en seleccionar t areas que re-
present en un desafío para el est udiant e, pero sin im ponerle dem andas excesivas para su
capacidad.
La capacidad de valorar las propias apt it udes y lim it aciones con respect o a las de-
m andas cognit ivas de una t area específica, la capacidad de cont rolar y evaluar el propio
desem peño en esa t area y la capacidad de decidir si se sigue adelant e, se m odifica la es-
t rat egia o se abandona, son habilidades m uy de desear en la gent e. Considerem os, por
ej em plo, la t area de confiar det erm inada inform ación específica a la m em oria. Cuando
em prendem os una t area de est e t ipo, lim it am os la cant idad de esfuerzo que dedicam os
al proceso de «grabación». No seguim os est udiando indefinidam ent e el m at erial que hay
que recordar. Presum iblem ent e, la decisión de parar se basa en la propia confianza en
que ese m at erial est á suficient em ent e bien arraigado para garant izar su post erior recu-
peración. Es presum ible t am bién que esa confianza aum ent e j unt o con la cant idad de es-
fuerzo que dedicam os a la t area, si bien en det erm inado punt o la im port ancia del esfuer-
zo com ienza a decrecer: la confianza es lo suficient em ent e grande para que la ganancia
que podría obt enerse con m ás esfuerzos ya no parece valer la pena.
¿Con qué precisión pude evaluar la gent e la probabilidad de que algo que est á es-
t udiando en ese m om ent o va a ser recuperable en un det erm inado m om ent o post erior?
Est a pregunt a t iene un int erés a la vez t eórico y práct ico. Tam bién es im port ant e para
nuest ro propósit o pregunt arse si la capacidad de la gent e para predecir la act uación de
su propia m em oria puede ser m ej orada m ediant e ent renam ient o. No es de sorprender
que haya ciert as pruebas de que est e t ipo de capacidad de evaluación de la m em oria pa-
rece ser m ayor en los niños m ayores que en los de m enos edad. FLAVELL, FRI EDROCHS
y HOYT ( 1970) , por ej em plo, pusieron a niños de dist int as edades —desde niños prees-
Ent re los indicios derivables de procesar oraciones int errelacionadas, est án:
• Una incoherencia explícit a, es decir, dos oraciones que figuran en el t ext o y son in-
coherent es ent re sí.
• Una incoherencia im plícit a, es decir, hay inferencias de una oración del t ext o que
son incoherent es, bien con ot ra oración, bien con inferencias deducibles de ot ra
oración.
• La incapacidad de hallar ningún t ipo de relación ent re un par de oraciones.
La list a precedent e nos brinda una t axonom ía de indicios de fallo de la com pren-
sión. Una vez clasificado un indicio con respect o a est a t axonom ía, se pueden especificar
unos heuríst icos de la m et acom prensión para corregir las cosas. Por ej em plo:
• Cuando hay una palabra desconocida, esperar a ver si aparece explicada en la ora-
ción siguient e; de no ser así, pregunt ar su significado o buscarlo en un diccionario.
• Cuando una oración sim ple es suscept ible de m ás de una int erpret ación, pedirle al
que habla que resuelva la am bigüedad ( si se est á leyendo, ret ener am bas int er-
pret aciones e int ent ar ut ilizar las oraciones siguient es para resolverla) .
• Cuando se det ect a una incoherencia im plícit a, verificar la solidez de las dist int as
inferencias que han conducido a dicha incoherencia.
COLLI NS y ADAMS ( 1979) y COLLI NS y SMI TH ( 1982) nos proporcionan una list a
m ás com plet a de est os heuríst icos concernient es a la lect ura.
Ent re las habilidades de m et acom prensión de un expert o se incluye una t axonom ía
de diagnóst ico de los posibles fallos de la com prensión así com o una gam a de rem edios
para cada t ipo de fracaso. El punt o crít ico es que m ucha gent e carece de algunas de esas
habilidades; por lo t ant o, su com prensión se resient e. Asim ism o, los lect ores novat os
t ienden a pasar por alt o con m ayor frecuencia los indicios de fallos de com prensión deri-
vados del procesam ient o de oraciones int errelacionadas que los que se derivan del pro-
cesam ient o de una oración sim ple.
Est o ha sido confirm ado por dos descubrim ient os de MARKMAN ( 1979) . En prim er
lugar, cuando se pidió a unos niños de t ercero y sext o curso que evaluasen un t ext o, fue-
ron incapaces, por regla general, de det ect ar una incoherencia im plícit a, aun cuando las
inferencias respect ivas fuesen elocuent es. E incluso t am poco cuando se les inform aba
que un t ext o escondía algún error, «un núm ero considerable de los niños ( especialm ent e
los de t ercer curso) eran incapaces de darse cuent a de las incoherencias por m ás que se
dedicaban a buscar el problem a. En cam bio, esos niños cuest ionaron con m ayor frecuen-
Algunos aut ores ( por ej em plo, BROWN y CAMPI ONE, 1978; TULVI NG y PEARLS-
TONE, 1966) han hecho una diferenciación ent re t ener conocim ient os y ser capaz de re-
cuperarlos de la m em oria cuando se necesit a. Est a dist inción t iene im port ant es im plica-
ciones práct icas, porque nos sugiere que la adquisición de conocim ient os es un obj et iv o
educacional inadecuado. No sólo se necesit a adquirir conocim ient os, sino t am bién la ca-
pacidad de t ener acceso a ellos en el m om ent o oport uno y con un det erm inado propósit o.
Flavell ( 1976, cit ado en FLAVELL, 1978) nos sugiere que, norm alm ent e, la gent e
aprende «det erm inadas act ividades cognit ivas especializadas que denom inam os est rat e-
gias de la m em oria» y que pueden ser em pleadas ya sea para facilit ar la m em orización
de la inform ación ( est rat egias de alm acenam ient o) o la recuperación de inform ación de la
m em oria ( est rat egias de recuperación) . Est as est rat egias, cree Flavell, se adquieren
norm alm ent e con post erioridad a los t ipos de procesos m em oríst icos y pasivos «es posi-
ble que los niños t engan que aprender lo que significa hacer un esfuerzo act ivo y persis-
t ent e, inst igado y dirigido por un obj et ivo, ya sea para recordar algo en el m om ent o o
para m em orizar algo para su post erior recuperación» ( pág. 5) .
Apegado a su t axonom ía t ripart it a del conocim ient o m et acognit ivo, Flavell dist in-
gue t res t ipos de m et acognición relacionados con variables que afect an la act uación en
t areas dependient es de la m em oria: 1) la m et acognición personal ( el conocim ient o de las
apt it udes y lim it aciones de la m em oria de las personas, incluido uno m ism o, y la capaci-
dad de cont rolar las experiencias inm ediat as de la propia m em oria) ; 2) la m et acognición
La experiencia pasada con problem as de ese t ipo puede haber const it uido un
fondo de conocim ient o m et acognit ivo, evocado ahora por la presencia de est e ob-
j et ivo. Dicho conocim ient o puede indicar, por ej em plo, que uno es part icularm en-
t e inept o para generar represent aciones espaciales a part ir de inst rucciones ver-
bales ( m et acognición personal) , que el núm ero y nat uraleza de los pasos inclui-
dos en las inst rucciones dificult arán la propia com prensión y m em orización ( m e-
t acognición de la t area) y sería m uy út il repet ir las inst rucciones para verificar la
propia capt ación ant es de iniciar el viaj e en plena noche ( m et acognición de la es-
t rat egia) ( pág. 11) .
BROWN y CAMPI ONE ( 1980) consideran que la recuperabilidad del conocim ient o
alm acenado y su em pleo flexible const it uye el sello m ism o de una act ividad int eligent e.
Est os aut ores nos indican que el acceso lim it ado al conocim ient o —por ej em plo, la
incapacidad de recuperar el conocim ient o obt enido en un cont ext o para aplicarlo a ot ro—
const it uye una caract eríst ica t ípica del desem peño de las personas m ent alm ent e ret arda-
das.
Se ha hecho t am bién una diferenciación ent re el acceso m últ iple y el acceso re-
flexivo ( BROWN y CAMPI ONE, 1980; PYLYSHYN, 1978; ROZI N, 1976) . El conocim ient o de
acceso m últ iple es aquel que se puede em plear en una serie de cont ext os adem ás del
cont ext o en que fue adquirido. El acceso reflexivo al conocim ient o im plica su percepción
a nivel conscient e; ello im plica, en palabras de Pylyshyn, el ser capaz de hablar de ese
conocim ient o así com o de em plearlo. El hecho de que est os dos t ipos de acceso son
realm ent e diferent es se ve con t oda claridad en el caso de las habilidades m ot rices com -
plej as. Así, la producción del lenguaj e exige un acceso m últ iple a habilidades que im pli-
can la m anipulación de diversos com ponent es del aparat o art iculat orio. Aunque la gent e
de habla norm al ej ercit a esas habilidades con eficacia, sólo se da cuent a de un m odo
4 . Re su m e n
Hem os int ent ado resum ir la invest igación de t rascendencia efect uada en las prin-
cipales áreas de la psicología del pensam ient o: la solución de problem as, la creat ividad y
la m et acognición. En nuest ro análisis de la solución de problem as, hicim os hincapié en
los heuríst icos, part icularm ent e en los concernient es a la represent ación del problem a y
al diseño del plan. Esos heuríst icos son procesos relat ivam ent e específicos, y su desarro-
llo y art iculación se han vist o ayudados por los int ent os de program ar ordenadores para
que resuelvan problem as. Nuest ro análisis de la creat ividad sugirió que, con ser t an út i-
les esos procesos específicos, ellos solos parecían insuficient es para t raducirse en una so-
lución de problem as y un pensam ient o originales. Parecían necesit arse t am bién act it udes
que favorecieran la originalidad y la com plej idad, así com o un com prom iso con el pro-
Rosa M a r ía Tor r e s
La enseñanza escolar se ha cent rado t radicionalm ent e en el cont enido de las asig-
nat uras, descuidando la enseñanza ( y la consideración m ism a de la posibilidad de ense-
ñar) de las capacidades y habilidades cognoscit ivas que son indispensables para apren-
der, incluso de las m ism as que se reit eran en planes y program as de est udio, t ales co-
m o: capacidad de razonam ient o, capacidad de aut oaprendizaj e, pensam ient o aut ónom o,
pensam ient o crít ico, solución de problem as, creat ividad, et cét era. Tan corrient e com o la
form ulación de est os obj et ivos es la const at ación de su débil cum plim ient o en el ám bit o
escolar.
En general, planes y program as se lim it an a nom brar est as com pet encias, sin ex-
plicit ar lo que se ent iende por cada una de ellas ni cóm o se pret ende desarrollarlas, de-
j ándose su int erpret ación y m anej o en buena m edida librados al sent ido com ún de los
profesores ( quienes t am poco son form ados en ellas) . Podría afirm arse, de m odo general,
que la form ulación de obj et ivos se ha venido haciendo en est e t erreno sin at ención a los
avances y concept ualizaciones que al respect o han venido generándose en el cam po
cient ífico ( Nickerson, 1987) .
Precisam ent e por t rat arse de un cam po poco t rat ado en el ám bit o educat ivo y cla-
ve dent ro de un nuevo enfoque curricular orient ado por las necesidades básicas de
aprendizaj e, le dedicarem os aquí alguna at ención.
Hace ya m ás de una década, en 1979, un inform e del Club de Rom a urgía a adop-
t ar un nuevo enfoque para la educación, ant e el reconocim ient o de la gran brecha exis-
t ent e ent re el pot encial de aprendizaj e de los seres hum anos y lo que el sist em a educat i-
vo est á consiguiendo. Para ello se reclam aba un cam bio específico, vinculado con la ne-
cesidad de poseer un m ej or conocim ient o sobre la habilidad de pensar y cóm o m ej orarla.
Al respect o, se hacía la dist inción ent re un aprendizaj e de m ant enim ient o —basado en la
adquisición de perspect ivas, m ét odos y reglas fij os, dest inados a hacer frent e a sit uacio-
nes conocidas y const ant es, resolver problem as ya exist ent es, m ant ener un sist em a o un
m odo de vida est ablecido— un aprendizaj e innovador que som et e a exam en las suposi-
∗
En Qué y cómo aprender. Necesidades básicas de aprendizaje y contenidos curriculares, Torres, Rosa María, México,
SEP (Biblioteca del Normalista), pp. 71-90.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 113
ciones para buscar perspect ivas nuevas, perm it e prever los cam bios y saber m anej arlos,
de m odo que las personas puedan const ruir el fut uro y no solam ent e acom odarse a él. El
prim er t ipo de aprendizaj e, el convencional, ya no es suficient e hoy ni lo será en el fut u-
ro; el segundo, por su part e, requiere un desarrollo del aprender a pensar ( Bot kin,
1982) .
Desde ent onces se ha avanzado en el análisis del t em a y se ha desarrollado y apli-
cado propuest as específicas, algunas de las cuales han adopt ado incluso la form a de pro-
gram as y paquet es didáct icos, diseñados en la línea del “ enseñar a pensar” ( De Bono,
1986; Nickerson, 1987; WCEFA, 1990b) . En general, sin em bargo, los sist em as escolares
de la región parecen cont inuar en su m ayoría aj enos a t ales desarrollos y a t ales necesi-
dades.
Desarrollar las habilidades del pensam ient o es hoy —se afirm a— m ás necesario
que nunca, en la m edida que se requiere no sólo saber m uchas cosas, sino habilidad para
aplicar esos conocim ient os con eficacia, m ucha capacidad de adapt ación, aprender rápi-
dam ent e nuevas t écnicas, aplicar conocim ient os ant iguos de form as nuevas, elegir acer-
t adam ent e y valorar las alt ernat ivas exist ent es de m anera concienzuda a fin de t om ar
decisiones correct as, desarrollar el espírit u de indagación y razonam ient o, discrim inar los
m ensaj es y las afirm aciones, sopesar las pruebas, valorar la solidez lógica de las deduc-
ciones, discurrir argum ent os en cont ra de hipót esis alt ernat ivas, et cét era. En resum en:
se requiere m ás que nunca pensar de un m odo crít ico ( Nickerson, 1987) .
El pensam ient o es esencial para la adquisición de conocim ient o y ést e es funda-
m ent al para el pensam ient o. Mej orar el prim ero incide en m ayores posibilidades para el
segundo. Desarrollar y pot enciar las habilidades del pensam ient o debería ser pues m et a
fundam ent al de la educación. Es en est a línea que, cada vez m ás, se plant ea la necesi-
dad de conferir a la enseñanza de las habilidades del pensam ient o el m ism o est at ut o del
que gozan ot ras enseñanzas prim ordiales, t radicionalm ent e reconocidas com o t ales por el
sist em a escolar ( Nickerson, 1987) .
Tres áreas de la psicología del pensam ient o, consideradas “ habilidades del pensa-
m ient o” ( el pensam ient o ent endido com o un conj unt o de habilidades com plej as, que
pueden por t ant o ser aprendidas y m ej oradas) parecen suscept ibles de enseñanza y fun-
dam ent ales para m ej orar la habilidad de pensar: la solución de problem as, la creat ividad
y la m et acognición ( Nickerson, 1987) . Los dos prim eros son usualm ent e m encionados en
planes y program as educat ivos.
La cr e a t ivida d
No hay currículo escolar que no se refiera al obj et ivo de desarrollar la “ creat ivi-
dad” , el “ pensam ient o creat ivo” , et cét era. No obst ant e, la invest igación cient ífica adm it e
no t ener aún conclusiones claras sobre lo que es la creat ividad, advirt iendo en t odo caso
acerca de la posibilidad de una m ej ora m oderada del pensam ient o y la act it ud creat ivos.
La creat ividad ha sido considerada un at ribut o m uy peculiar, com plej o en ext rem o
e incluso un t ant o m ist erioso, sobre el cual falt a aún m ucho por saber. Se define com o
“ ese conj unt o de capacidades y disposiciones que hacen que una persona produzca con
frecuencia product os creat ivos” ( Nickerson, 1987) y se m anifiest a de m aneras dist int as
en dist int os ám bit os ( art e, lit erat ura, ciencia, et cét era) . No la garant izan ni la int eligen-
cia, ni el pensam ient o crít ico, aunque ést os son indispensables.
Cuat ro com ponent es parecen cent rales en la configuración de la creat ividad: las
La m e t a cogn ición
1
La filosofía cumplió, durante muchos años, este papel.
116 Mt ro. Mario Pérez Olvera
respect o de su propio proceso de enseñanza- aprendizaj e. Qué es conocer y cóm o se co-
noce, qué es aprender y cóm o se aprende, qué es enseñar y cóm o se enseña, son cues-
t iones negadas com o t em a y com o problem a, com o posibilidad de aut oconciencia y aut o-
rreflexión. Algunos est udios m uest ran el baj o nivel de reflexión que t ienen los profesores
sobre su propia práct ica pedagógica: uso que dan al t iem po en el m anej o de la clase
( Arancibia, 1988) , m ét odos y procedim ient os de enseñanza em pleados, sus lim it aciones
de conocim ient o sobre la m at eria que im part en, su propio papel e influencia, los est ilos
de aprendizaj e de sus alum nos, et cét era. Ot ros est udios m uest ran, asim ism o, el baj o ni-
vel de reflexión que, sobre sus est ilos cognoscit ivos y est rat egias de aprendizaj e, t ienen
los est udiant es, aun a nivel secundario y universit ario ( Ent w ist le, 1988) .
Una m ayor conciencia sobre los procesos t ant o de enseñanza com o de aprendizaj e
perm it e m ej orar sust ancialm ent e una y ot ro. El m anej o y el cont rol del propio conoci-
m ient o y de la propia m anera de conocer pueden cont ribuir a m ej orar habilidades t ales
com o: ant icipar, reflexionar, enseñar, aplicar lo conocido, hacerse y hacer pregunt as,
com prender, expresarse, com unicar, discrim inar, resolver problem as, discut ir, argum en-
t ar, confront ar los propios punt os de vist a con los de ot ros, desarrollar el poder de dis-
cernim ient o, et cét era.
El conocim ient o m et acognit ivo se refiere al “ conocim ient o sobre el conocim ient o y
el saber, e incluye el conocim ient o de las capacidades y lim it aciones de los procesos del
pensam ient o hum ano” ( Nickerson, 1987) . Es út il para la adquisición, el em pleo y el con-
t rol del conocim ient o y de las dem ás habilidades cognoscit ivas, perm it e hacer conscient e
la “ sensación de saber” , la “ sensación de aprender” , así com o la ident ificación de las pro-
pias posibilidades y lím it es. Ent re las habilidades m et acognit ivas m ás im port ant es est u-
diadas est án: la com probación de la realidad, el cont rol y la evaluación del propio cono-
cim ient o y desem peño al realizar t areas int elect ualm ent e exigent es, el reconocim ient o de
la ut ilidad de una habilidad y la recuperabilidad del conocim ient o.
Los t ipos de conocim ient os y habilidades que act ualm ent e se incluyen dent ro de la
m et acognición no han sido incorporados a la lógica del sist em a educat ivo. La ausencia de
reflexión, conocim ient o y m anej o de est os conocim ient os im pide avanzar en los m ism os
obj et ivos que se planea el sist em a, t ales com o el aprender a aprender ( que im plica, en-
t re ot ros, explicit ar y t om ar conciencia de los m odos part iculares de aprender que t iene
cada persona) o la capacidad para aplicar fuera de las aulas lo que se aprende en ellas
( lo que im plica no sólo aprender un det erm inado conocim ient o, sino aprender a aplicarlo
eficazm ent e en dist int as sit uaciones) . Una m ej or com prensión de los procesos de ense-
ñanza y aprendizaj e perm it iría revisar los m ét odos m em oríst icos que predom inan. Ya
hem os señalado que un problem a cent ral en la enseñanza de las m at em át icas es la pre-
dom inancia de un aprendizaj e m aquinal. Asim ism o, est udios sobre com prensión lect ora
( Nickerson, 1987) m uest ran que los alum nos en prim aria t ienen baj a capacidad para
Apr e n de r a a pr e n de r
Dent ro del aprender a aprender t iene un lugar específico el aprender a est udiar.
No son la m ism a cosa: se suele est udiar sin aprender y se puede aprender sin est udiar.
En la enseñanza de las habilidades para el est udio se encuent ra una clave im port ant e pa-
ra lograr un aprendizaj e y una enseñanza m ás eficaces ( Selm es, 1988) .
Ocupado en el punt o de vist a de la enseñanza, el sist em a educat ivo se ha desen-
t endido de cóm o est udian los alum nos. Ha dado por obvio que enseñar equivale a apren-
der y que est udiar equivale a aprender, que la capacidad y la habilidad para est udiar vie-
nen “ dadas” o se adquieren a t ravés del propio est udio, o que se desarrollan con la edad.
En cualquier caso, el sist em a escolar ha asum ido que dichas capacidades y habilidades
son asunt o del alum no y de su fam ilia ( y de la m adre en part icular) . A los profesores se
les capacit a en una m at eria y en cóm o enseñarla, pero no en cóm o enseñar a sus alum -
nos a est udiarla.
I nvest igaciones hechas con est udiant es de secundaria m uest ran que ést os t ienen
dificult ades generalizadas en el est udio, relacionadas con: pereza, concent ración, depen-
dencia del m aest ro, m ot ivación y desorient ación acerca de cóm o em prender las t areas,
et cét era. Algunas dificult ades específicas incluyen: t om ar apunt es, discrim inar y recordar
inform ación im port ant e, organizar la lect ura, recordar lo leído, relacionar las pruebas con
los argum ent os, ser crít ico con lo escrit o, concent rarse en hechos y descripciones, orga-
nizar el t iem po de est udio y el esfuerzo, cum plir los plazos est ablecidos, superar la pere-
za, t om ar iniciat ivas independient es y rom per con la dependencia de los profesores. Los
propios m ét odos de enseñanza cont ribuyen a reforzar est as dificult ades. Es m ás bien re-
cient e el reconocim ient o de ést as por part e del sist em a escolar y la preocupación por
buscar una respuest a inst it ucional a las m ism as. No obst ant e, donde est o se ha dado, la
“ solución” ha sido ofrecer la enseñanza de habilidades para el est udio com o una opción
general, a cargo de los profesores de cada disciplina, ent endiéndola com o una prepara-
ción para los exám enes ant es que com o una ayuda para m ej orar el aprendizaj e en gene-
ral y a lo largo de t odo el período escolar.
Hoy en día parece est arse t om ando m ayor conciencia del problem a y de la respon-
sabilidad del aparat o escolar en él. Se acept a que la capacidad para est udiar no es com -
plet am ent e innat a y que se puede enseñar a m ej orarla. Paquet es didáct icos —incluyendo
im presos, audio y video— para enseñar algunas habilidades básicas de est udio han em -
pezado a cobrar auge en algunos países desarrollados. No obst ant e, lo que se propone es
una solución m ás sist ém ica, en el sent ido de que: la enseñanza de cada asignat ura inclu-
ya est o com o cont enido expreso y se est ablezca un área específica para t oda la enseñan-
za básica, incluyendo ent re ot ros, la reflexión acerca del aprendizaj e, la lect ura, el t om a-
do de not as, la escrit ura y el repaso ( Selm es, 1988) .
Una part e im port ant e del cont rol y el poder que ej erce el sist em a educat ivo sobr e
est udiant es, padres de fam ilia y la sociedad en general radica en el m onopolio de la
cuest ión educat iva por part e de direct ivos, adm inist radores y docent es. La part icipación
de los padres es posible y t olerada en t ant o no involucre el ám bit o t écnico- pedagógico-
académ ico. Los alum nos “ reciben” educación, sin saber ni pregunt arse por qué se les en-
seña lo que se les enseña y de la m anera que se hace. Cont enidos. Obj et ivos, m ét odos,
sist em as de evaluación y prom oción, const it uyen una caj a negra para el est udiant e, que
vive no sólo con resignación, sino con com odidad su alienación pedagógica. Paradój ica-
m ent e, la educación no enseña sobre educación. Se cree que ést a es buena y út il sólo
para quienes van a hacerse m aest ros ( sin em bargo, se enseñan lit erat ura o psicología a
quienes no necesariam ent e van a ser lit erat os o psicólogos) ( Torres, 1992) .
Enseñar es una de las m ej ores m aneras de aprender pues obliga a organizar y sis-
t em at izar las propias ideas. La apt it ud para enseñar est á al alcance de t odos y puede ser
desarrollada expresam ent e y desde t em prana edad, com o part e de las act ividades esco-
lares en el aula. Por lo dem ás, saber enseñar aparece com o una necesidad de t oda per-
sona no única ni necesariam ent e para ej ercerla en una sit uación form al de enseñanza,
sino en t odo t ipo de relación int erpersonal ( fam ilia, t rabaj o, et cét era) . Por ello, se plat ea
que nociones fundam ent ales de educación y pedagogía deberían incorporarse en el currí-
culo de t oda educación básica ( Osborne, 1990; Torres, 1992) .
Hay quienes argum ent an que “ adquirir conocim ient os” es un obj et ivo educacional
inadecuado y m al form ulado, porque lo que verdaderam ent e im port a no es t enerlos al-
m acenados, sino ser capaz de recuperarlos de la m em oria en el m om ent o oport uno y con
un det erm inado propósit o. El sist em a escolar se ha cent rado en las est rat egias de alm a-
cenam ient o de la inform ación, sin prest ar at ención a la capacidad de los alum nos para
recuperar esa inform ación. A pesar de la cent ralidad que ocupan las est rat egias m em o-
ríst icas en la enseñanza t radicional, el sist em a no se ha preocupado por m ej orar esa ca-
pacidad de alm acenam ient o. Se ha dado por sent ado que m em orizar ( alm acenar) es una
capacidad innat a que, por t ant o, no requiere ent renam ient o, al m ism o t iem po que se ha
dado por sent ado que m em orizar equivale aut om át icam ent e a recordar ( recuperar de la
m em oria) . Nada de est o es así. Tant o la m em oria com o la capacidad de recuperar el co-
nocim ient o de ella pueden ser m ej orados m ediant e procedim ient os sist em át icos.
Siendo la m em oria el recurso didáct ico por excelencia en que se apoya el sist em a
educat ivo, asom bra la escasa com prensión que en el ám bit o escolar se t iene respect o a
ést a, sus procesos y m ecanism os. Puede ent enderse por qué, ent onces, una m ej or com -
Cualquier propuest a respect o a la pert inencia de los cont enidos no puede dej ar pa-
sar por alt o el viej o divorcio que exist e ent re lo que se aprende en la escuela y su aplica-
bilidad en el m undo ext erior, brecha que algunos caract erizan en t érm inos de un verda-
dero “ bloqueo” ( Riviere, 1990; Selm es, 1988) y que t iene que ver con la pert inencia no
sólo de los cont enidos, sino de los m ét odos y las sit uaciones de aprendizaj e. El sist em a
escolar debería reconocer esa brecha com o punt o de part ida y asum ir la aplicabilidad del
conocim ient o no sólo com o un obj et ivo, sino com o un cont enido expreso de est udio y
análisis, de m odo de facilit ar la t ransferencia de la escuela a la vida, del conocim ient o a
la acción. Est o adquiere part icular relevancia para un enfoque basado en las necesidades
básica de aprendizaj e para el cual el obj et ivo últ im o del aprendizaj e no es el conocim ien-
t o, sino la capacidad para usarlo.
Más allá del peso que se asigne a ést e en el currículo y en la educación en general
y del reconocim ient o de la necesidad de incorporar el saber com ún, se asum e la necesi-
dad de poner el conocim ient o cient ífico al alcance y al servicio de t odos los m iem bros de
la sociedad. Hoy en día parece claro que el desigual desarrollo y apropiación de la ciencia
y la t ecnología est án cont ribuyendo a acent uar la ( y a crear nuevas form as de) exclusión
ent re los países y en el int erior de cada país ( Gelpi, 1990) .
La idea de “ ciencia” que ha prim ado en los sist em as educat ivos es la de asignat u-
ras baut izadas com o t ales, desarrolladas en det erm inado horario y baj o la conducción de
profesores específicos ( “ clases de ciencia” , “ profesores de ciencia” , et cét era) . Por ot ra
part e, la ciencia se considerado privat iva de ciert os sect ores sociales, edades, niveles
educat ivos, profesiones y ocupaciones, út il únicam ent e para aquellos que cont inuarán es-
t udios y opt arán por carreras cient íficas o t écnicas. Todo est o exige una profunda revi-
sión. No se t rat a de encaj onar el conocim ient o cient ífico en una o m ás asignat uras, sino
de ent enderlo com o com ponent e fundam ent al de t odo proceso de enseñaza y aprendiza-
j e, com o m ét odo de pensam ient o y acción en t odos los cam pos del saber. Son t odos los
Adopt ar un enfoque curricular orient ado por las necesidades básicas de aprendiza-
Ent ender est e nuevo enfoque curricular com o una opción ent re disciplinas cient ífi-
cas y necesidades básicas de aprendizaj e puede significar dej ar fuera del proceso educa-
t ivo la enseñanza de las ciencias y abrir las com puert as del caos, la im provisación y la
em piria en la form ulación de un nuevo currículo para la educación básica.
El enfoque cient ífico viene organizado en disciplinas. Cada disciplina encara el es-
t udio de ciert o cam po de aspect os de la realidad, m ás que de hechos em píricam ent e
concret os. Los “ hechos” m ism os ( económ icos, sociales, biológicos, et cét era) son defini-
dos disciplinariam ent e. Si bien est o genera el problem a usualm ent e reconocido com o la
necesidad de art iculación/ int eracción int erdisciplinaria o de la agregación de disciplinas
( enfoques m ult idisciplinarios) o bien la alt ernat iva t ransdisciplinaria a part ir de alguna
disciplina que se abre a ot ros enfoques y los va int egrando y a la vez t ransform ándose,
ese problem a —nos gust e o no— nunca ha t erm inado de resolverse. Es un problem a con-
t inuo que necesariam ent e se resuelve de m anera dialéct ica: cada encuent ro con la reali-
dad práct ica desde enfoques disciplinarios m uest ra las lim it aciones de los m ism os; cada
vez que se reflexiona sobre las práct icas em píricas basadas en int uiciones o experiencias
decant adas se adviert en las posibilidades adicionales que abre el enfoque cient ífico.
La relación práct ica/ t eoría ( sist em at ización de conocim ient os em píricos haciendo
abst racción de m uchas condiciones exist ent es para capt ar aspect os esenciales de la rea-
lidad) , dent ro del proceso educat ivo, puede ent enderse com o la aplicación de los varios
conocim ient os disciplinarios a sit uaciones y problem as concret os ( salud, producción, el
m ism o proceso de aprendizaj e, et cét era) . Est o se hace desde las disciplinas, no desde la
realidad m ism a. Caso cont rario se cae en un caos de aspect os y dat os sin lím it e sobre
cada sit uación, y se da pie al em pirism o ( supuest o de que con sólo observar y m anipular
la realidad se adquiere conocim ient o sobre ést a, sin necesidad de form alizar, m odelizar,
desarrollar un m ét odo riguroso, et cét era) . Vincular t eoría y práct ica es la clave para re-
solver un conocim ient o disciplinario que desgaj a la realidad sin reconst ruirla, pues ello
fuerza a la m ult idisciplinariedad o t ransdisciplinariedad, perm it iendo advert ir las lim it a-
ciones y vent aj as de las disciplinas. Renunciar a la disciplinariedad es renunciar a la for-
m ación cient ífico, o bien dej arla com o m onopolio del m aest ro que “ sabe” qué fact ores o
relaciones dest acar de los hechos “ concret os” analizados.
Los va lor e s y a ct it u de s
Desarrollar det erm inados valores y act it udes considerados posit ivos ( e incuest io-
nables y universalm ent e válidos) para el individuo y la colect ividad ha sido uno de los
punt os nodales de t odo currículo. Hay, de hecho, un conj unt o de valores y act it udes que
viene form ando part e del currículo lat inoam ericano, com o expresiones de lo “ deseable” ,
vinculado fundam ent alm ent e a nociones de orden, disciplina, esfuerzo, respet o, obedien-
cia, coherencia, racionalidad, et cét era” . 2
Ent re los valores y act it udes com únm ent e dest acados ( com o obj et ivos a desarro-
llar a t ravés de la educación) encont ram os: honest idad, creat ividad, act it ud crít ica, soli-
daridad, cooperación, t rabaj o en grupo, aprecio por aprender, perseverancia, et cét era.
Desde post uras crít icas de la educación t radicional se han enfat izado la act it ud crít ica, el
pensam ient o aut ónom o, la solidaridad y lo grupal, m ient ras los principales valores cues-
t ionados han sido el individualism o, la pasividad, el conform ism o, et cét era.
El ám bit o de los valores y las act it udes ha t endido a ser vinculado al llam ado “ cu-
rrículo ocult o” . Varios aut ores plant ean, sin em bargo, que no hay razón para cent rar en
ést e la reproducción o t ransform ación de los valores, pues en ello int ervendrían t ant o los
aspect os de relación social com o los aspect os didáct icos. La propia est ruct ura social de la
escuela t iene un papel en la adquisición de valores ( Gim eno Sacrist án, 1985) .
El discurso escolar habla de “ inculcar” valores. Tal inculcación recurre fundam en-
t alm ent e a la verbalización, a la fij ación de un conj unt o de norm as y pat rones ( de con-
duct a, de orden, de relación con los dem ás) que deben cum plirse, recurriendo norm al-
m ent e m ás a la im posición que a la persuasión. Asim ism o el “ desarrollo de act it udes” ha
sido ent endido m ás que nada com o una insist encia sobre norm as ant es que com o el de-
sarrollo de la capacidad de com prensión de los alum nos acerca de aquello que se espera
de ellos, con el fin de que t om en decisiones responsables. Ést a, de hecho, sería la única
m anera de garant izar act it udes est ables ( Delval, 1990) .
En cualquier caso, dest aca la am bigüedad y la m arcada incoherencia con que, en
el ám bit o escolar, se m anej a el sist em a de valores. Lo norm ado en el discurso puede ser
sist em át icam ent e negado en la práct ica ( exalt ación de la verdad, la honest idad, la leal-
2
Nótese que estos son precisamente los “fantasmas racionales” en los cuales se propone profundizar para develar su papel
en la cultura escolar tradicional (Magendzo, 1991b).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 125
t ad, la solidaridad) , alim ent ado por las propias reglas del j uego escolar que fuerzan a
profesores y alum nos a la violación de est as norm as ( el engaño, la t ram pa, la m ent ira,
est án de hecho inst it ucionalizados baj o diversas form as) . Todo est e m undo de cont radic-
ciones e incoherencias ent re los valores form alm ent e inculcados y las act it udes realm en-
t e est im uladas, perm anece ocult o, sin t em at izarse ni problem at izarse.
¿Cóm o se aprenden y desarrollan valores y act it udes? ¿Cóm o se aprende a ser
responsable, crít ico, creat ivo, solidario, respet uoso de los dem ás, perseverant e? Poco se
dice en general al respect o, lim it ándose a enunciar el obj et ivo m as no el procedim ient o
por el que se pret ende llegar a él. Lit erat ura recient e perm it e profundizar en algunas po-
sibilidades concret as com o son la educación en la com prensión o la educación en la dis-
cusión. La discusión, en part icular, parece t ener grandes pot encialidades para el desarro-
llo de varias de est as cualidades, si se hace com o un genuino ej ercicio de expresión y
debat e, en el cont ext o de un respet o colect ivo hacia las ideas de los dem ás, de un papel
docent e no aut orit ario ni correct ivo, de un am bient e que favorezca el pluralism o y la de-
m ocracia. Todo est o, obviam ent e, exige un cont ext o escolar m uy diferent e del que cono-
cem os y, por ende, una t ransform ación sust ant iva del m ism o.
Posiciones que se ubican en la perspect iva de la const rucción de una nueva racio-
nalidad, superadora de la racionalidad inst rum ent al ( Magendzo, 1999b) , plant ean la ne-
cesidad de recuperar la dim ensión valórica de la vida hum ana, de la acción social y de la
acción educat iva en part icular. Se cuest iona el fuert e énfasis sobre los aspect os cognosci-
t ivos y la exclusión de los com ponent es ét icos, la sensit ividad ( valores, sent im ient os,
em ociones, int uiciones, fant asías) y se propugna la necesidad de perspect ivas alt ernat i-
vas que incluyan la deliberación m oral y la presencia de valores en la acción colect iva
( Bast ía, 1991) . En esa línea, se afirm a “ la necesidad de alcanzar una sit uación social en
la cual cada individuo int eresado en crear un nuevo orden social pueda, ut ilizando la ra-
zón en form a act iva, involucrarse en procesos de argum ent ación racional que perm it an el
cuest ionam ient o, int erpret ación, creación y desarrollo de nuevos valores” ( Bast ía, 1991) .
El t em a plant eado nos rem it e a la posibilidad/ necesidad de pensar que no única-
m ent e en el plano de los cont enidos, sino t am bién en el plano de los valores y las act it u-
des es preciso reconocer la diversidad cult ural, social e individual. ¿De dónde provienen
los valores? ¿Quién define lo m oralm ent e válido? ¿Quién y con qué crit erio define que t a-
les valores y act it udes son los deseables para el conj unt o social? ¿Es posible defender la
exist encia de valores universales? et cét era.
Por lo dem ás, parece indispensable em pezar a form ular valores y act it udes con un
nivel m ayor de concreción, superando el nivel de generalidad con que usualm ent e son
form ulados ( j ust icia, respet o, dem ocracia, et cét era) , con el fin de cont ribuir a su cont ras-
t ación con la práct ica y los hechos concret os de la cot idianeidad ( por ej em plo, respet ar la
opinión de los dem ás aunque sea dist int a a la de uno, no t irar basura fuera de los basu-
Cualquier plant eam ient o respect o de lo “ necesario” , hoy y aquí, en m at eria educa-
t iva, no puede dej ar de t ener en cuent a una previsión de fut uro. La educación at ada al
pasado y al servicio de su reproducción, debe dar paso a una educación que se proyect a
hacia el fut uro, ant icipándose a él, preparando a las personas para las t ransform aciones
que les esperan, para que puedan no sólo adapt arse a ellas, sino orient arlas y dom inarlas
( UNESCO, 1990; Vilar, 1988) .
El fut uro que se avizora est á caract erizado por cam bios vert iginosos y radicales en
diversos órdenes, lo que exigirá no sólo adapt abilidad, sino capacidad de predicción, ver-
sat ilidad, habilidades m últ iples. Se avizoran, en part icular, cam bios radicales en las es-
t ruct uras product ivas, lo que dará lugar a nuevas ocupaciones y a la creación de inédit as
est ruct uras de em pleo ( Gelpi, 1990) , afirm ándose que 70% de los em pleos que niños y
j óvenes ocuparán de aquí a diez o veint e años serán em pleos nuevos ( Adiseshiah, 1990) .
Todo ello exige volver a insist ir en el conocim ient o general ant es que en el especializado.
La inform ación será cada vez m ás m asiva y diversificada, lo que exige la capacidad para
seleccionar y discrim inar, así com o para enfrent ar crít icam ent e t odo t ipo de m ensaj es
( no sólo los de los m edios m asivos de com unicación) . De diversos lados se propone, en
est e sent ido, una pedagogía de la com unicación ( pedagogía audiovisual, lect ura crít ica de
m ensaj es, análisis del discurso) incorporada com o cont enido y com o m ét odo a la ense-
ñanza t ant o form al com o no form al.
En la bibliografía producida en los últ im os años en t orno al fut uro del m undo y las
t ransform aciones que ello plant ea a la educación, se repit en nociones t ales com o: cam bio
innovación, creat ividad, select ividad y versat ilidad en el conocim ient o, ant icipación y
adapt abilidad a sit uaciones cam biant es ( e im predecibles) , capacidad de discernim ient o,
act it ud crít ica, int erdisciplinariedad, diversidad, ident ificación y solución de problem as,
aprender a aprender, educación perm anent e, et cét era.
Com o valores y act it udes im port ant es a desarrollarse en la educación del fut uro se
m encionan: el respet o a los dem ás, el sent im ient o de solidaridad y j ust icia, el sent ido de
responsabilidad, la est im a del t rabaj o hum ano y de sus frut os, los valores y act it udes
concernient es a la defensa de la paz, la conservación del am bient e, la dignidad y la iden-
t idad cult ural de los pueblos y “ ot ros valores llam ados a suscit ar ent re los j óvenes una
visión am plia del m undo” ( UNESCO, 1990) . Se dest aca el valor de la creat ividad, la crit i-
cidad, la versat ilidad, la capacidad de discernim ient o, el aut odidact ism o, el aprender no
Robe r t J. St e r n be r y
Todd I . Lu ba r t
Echem os una oj eada a un periódico; a nuest ros am igos y com pañeros les direm os:
encont raréis m uchos problem as diferent es que reclam an soluciones creat ivas y m uchos
casos en los que individuos o las com pañías ej ercen la creat ividad. En una not icia de pe-
riódico podem os leer que dos cocineros invent aban una recet a para preparar la t apioca
cubiert a con salsa de caram elo t ost ado para sat isfacer la prem isa de un bocet o de Sat ur-
day Night Live ( vida noct ám bula de fin de sem ana) que requería 562.5 kilogram os de su-
cedáneos de caviar. En un proyect o para conseguir financiación para una escuela, los es-
t udiant es aprendieron del m ercado a elaborar una línea de product os alim ent icios ecoló-
gicos y la escuela part icipó en los beneficios de las vent as. En un t ribunal un j uez conce-
dió la cust odia t em poral de dos niños a una iglesia com o part e de la solución al período
de espera precept ivo para la adopción. El m inist ro de esa iglesia y los m iem bros de su
congregación com part ieron la responsabilidad del cuidado de los niños. Finalm ent e, una
const ruct ora se vio en la t esit ura de proporcionar un día flexible para la at ención de los
hij os a las m uj eres t rabaj adoras, que const it uían una part e im port ant e de su fuerza de
t rabaj o. Habida cuent a de que el t rabaj o requería reaj ust es program ados del t iem po, el
t rabaj o a dest aj o sin previo aviso y los fines de sem ana en que se t rabaj aba, t odo ello
hacía que la at ención t radicional de los niños no siem pre fuera fact ible. La solución fue
una inst alación const ruida con carago a la com pañía a part ir de casas m óviles que podían
ser inst aladas en cada nueva obra para la at ención de los niños.
¿Qué ent endem os por creat ividad? Describim os un product o com o creat ivo cuando
es: a) original y b) apropiado. Est os dos elem ent os son necesarios para la creat ividad.
Un product o es original cuando est adíst icam ent e es poco com ún, cuando es diferent e de
los product os que ot ras personas t ienden a producir. Un product o original es original, no
predecible, y puede provocar sorpresa en el espect ador porque en la cadena lógica es al-
go m ás que el siguient e eslabón lógico Un product o puede ser original en diferent es gra-
∗
En La creatividad en una cultura conformista. Un desafío a las masas, Ferrán Meler (trad.), Barcelona, Paidós (Transicio-
nes), pp. 27-56.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 131
dos. Algunos product os im plican a una desviación m enor respect o del t rabaj o ant erior,
m ient ras que ot ros im plican un m ayor salt o. Los niveles m ás alt os de creat ividad im pli-
can am plio paso adelant e en relación con el t rabaj o precedent e. La originalidad percibida
de un product o depende t am bién de la experiencia ant erior del público.
Un product o debe desem peñar t am bién ciert a función, debe ser una respuest a
apropiada a ciert a pregunt a, t iene que ser út il. Exist e una gam a de conveniencia que va
desde lo que es m ínim am ent e sat isfact orio a lo que es una solución radicalm ent e buena
de las lim it aciones im puest as por el problem a. Algo que sea original pero que no sat isfa-
ga las lim it aciones del problem a que se t iene ent re m anos no es creat ivo, es lo que di-
ríam os curioso ( y por consiguient e, irrelevant e) .
A la originalidad y la adecuación, que consideram os los rasgos necesarios de un
product o creat ivo, hay que añadir la cualidad y la im port ancia. Se t rat a de rasgos adicio-
nales de la creat ividad, puest o que cuant o m ayor sea la calidad y la im port ancia de un
product o, m ás creat ivo t iende a ser ést e. Sin em bargo, est os aspect os de un product o no
son com ponent es exigibles de una obra o t rabaj o creat ivo.
Un product o de alt a calidad es aquel que se considera que m uest ra un alt o nivel de
habilidad t écnica y que est á bien realizado en uno o dos sent idos. Si una idea original y
convenient e no se conviert e con habilidad en un product o bien acabado, el t rabaj o puede
considerarse com o m enos creat ivo porque el público no apreciará o no percibirá plena-
m ent e la originalidad y su conveniencia.
La im port ancia de un product o puede servir t am bién para resalt ar o dism inuir el
enj uiciam ient o de la creat ividad. A veces una idea puede ser original y út il aunque sea
algo lim it ada. Un ej em plo sería el de encont rar un m odo innovador de inst alar un ret rovi-
sor en un coche en una plant a de fabricación de aut om óviles. En cam bio, a veces una
idea puede t ener un am plio alcance y llevar a las personas a generar incluso m ás ideas.
La concepción de un m odo com plet am ent e nuevo de t ransport e const it uye un ej em plo
que lleva nuest ro punt o de vist a al ext rem o. Así, cuant o m ayor es el concept o y m ás es-
t im ula el product o ot ras ideas y obras, m ás creat ivo es el product o en cuest ión.
Describim os a una persona com o creat iva cuando de m anera regular produce pro-
duct os creat ivos. Divergim os respect o algunos psicólogos que pedirían com o prueba de la
creat ividad no necesariam ent e product os creat ivos sino la indicación del pot encial para
producirlos. A nuest ro ent ender una cosa es t ener el pot encial para ser creat ivo, y ot ra
m uy dist int a serlo. Sugerim os que cualquiera t iene al m enos ciert o pot encial para ser
creat ivo, y las personas difieren am pliam ent e en cuant o al grado en el que realizan ese
pot encia, por razones que se discut irán en est e libro.
Si se ha sent ido lo suficient em ent e int eresado para coger est e libro, puede que
Creem os con t enacidad que la im port ancia de la creat ividad est á m enospreciada
t ant o por part e de la sociedad, en general, com o por part e de las inst it uciones especiales
que exist en dent ro de la sociedad, com o son las escuelas. La prueba y las razones que
sust ent an est a creencia se encuent ran en cualquier part e.
Los ej ecut ivos del m undo de los negocios hablan de la necesidad de la creat ividad
y de la innovación. Pero una vez m ás el cam bio es m ás conspicuo de palabra que en los
act os. Muchas personas que han t rabaj ado en ese m undo, o al m enos lo han consult ado,
est án m ás im presionadas por lo lent o que cam bian las cosas que por la rapidez del pro-
pio cam bio. Las cult uras organizat ivas y los m odos de hacer las cosas parecen t ener una
vida que se prolonga m ás allá de las personas part iculares que habit an la organización,
así com o la cult ura de un país es t ransm it ida m ueren. La creat ividad es algo t an difícil de
encont rar en el m undo de los negocios com o lo es en cualquier ot ra part e, t al vez porque
—en buena m edida los propios ej ecut ivos reconocen su necesidad— en ciert o grado pue-
de que la t em an.
A pesar del hecho de que m uchas personas afirm an valorar las ideas originales,
exist en pruebas cont undent es de que no les gust a m ucho aquello que supuest am ent e va-
loran. Uno de los hallazgos m ás cont undent es en psicología es el «efect o de m era expo-
sición» ( Zaj onc, 1968) ; a las personas en su m ayoría les gust a lo que les es fam iliar.
Cuant a m ás m úsica rap oyen o m ás est udian el art e cubist a m ás cóm odos se sient en con
ello, y m ás les gust a. Así la invest igación indica que aunque se puede valorar la creat ivi-
dad porque t rae consigo el progreso, a m enudo incom oda a la gent e y, en consecuencia,
puede que inicialm ent e reaccionen negat ivam ent e ant e la obra creat iva.
Hace algunos años realizam os un est udio en el que invest igábam os las concesio-
nes de la creat ividad, el saber y la int eligencia en diferent es grupos, incluyendo a exper-
t os en filosofía, física, art e y en el m undo de los negocios, así com o personas corrient es.
No se halló ninguna prueba part icularm ent e cont undent e en relación a los expert os en
econom ía y en el m undo de los negocios. En la m ayoría de los grupos, la correlación en-
t re los com port am ient os que se consideraba que caract erizaban a las personas creat ivas
en un cam po det erm inado y los com port am ient os que creían caract erizar a las personas
prudent es en un cam po det erm inado era nula. Con ot ras palabras, no había ninguna re-
Tal vez los ej em plos m ás flagrant es de una subest im ación de la creat ividad se en-
cuent ran en las escuelas. Ciert am ent e, no sería im probable encont rar un educador en
una escuela t ípica que dij era que no valora la creat ividad. Sin em bargo, nuevam ent e,
exist e una not able separación ent re lo que se dice y lo que se hace. Exam inem os algunos
ej em plos:
Un profesor de física pidió a sus alum nos que describieran cóm o podían m edir la
alt ura de un edificio alt o con un baróm et ro. Un est udiant e propuso llevar el baróm et ro a
la cúspide del edificio, usar una cuerda para baj arlo a la calle y m edir ent onces la longi-
t ud de la cuerda. No es preciso decir que no se dio crédit o a est a respuest a ( LeBoeuf,
1989) .
A veces los educadores se cent ran t ant o en una m et a que la creat ividad es recha-
zada. En el ej em plo ant erior, el profesor quería ver si los alum nos habían aprendido la
m at eria que había dado com o lección. Ot ras veces los educadores sólo quieren m ant ener
la at ención de la clase. Por ej em plo, Mat t Groening, célebre por haber creado Los Sim p-
son, había sido cast igado por dibuj ar y garabat ear en la escuela. Los educadores rom pían
y t iraban los dibuj os que realizaba. Groening nos dice: «Buena part e del m at erial era ab-
surdo e inm aduro, pero ot ra part e era realm ent e creat iva, y est aba at ónit o de que no
hubiera diferencia ent re el buen m at erial y el m alo, o m uy poca» ( Morgenst ern, 1990,
pág. 12) . I dealm ent e cabe decir que los m aest ros de Groening habrían pensado el m odo
en que podían alent arle a canalizar sus t alent os art íst icos en su currículum escolar.
A m enudo se supone que la escuela prim aria es el período de t iem po durant e el
cual m ás se alient a la creat ividad en los niños. Pero, si t ienen hij os, exam inen algún día
sus cart illas escolares, t al com o uno de los aut ores de est e libro hizo durant e un período
de t iem po que acabó abarcando diferent es años. Aunque los dos hij os del aut or iban a
escuelas diferent es m ient ras duró su educación prim aria, aunque esas escuelas gozaban
de la reput ación de ser de las m ej ores escuelas públicas del Est ado, en ningún año hubo,
ni t an sólo una que m encionara la creat ividad. Había m uchos recuadros que represent a-
Una cosa es crit icar a los dem ás por no t om ar la creat ividad en consideración, ot ra
m uy dist int a es t om arla en consideración y, adem ás, encont rar el m odo de m edirla.
No est am os encandilados con las pruebas t ípicas de creat ividad que piden que las
personas realicen labores m uy breves, de cont enido lim it ado, que hagan hincapié en un
pensam ient o divergent e. Por ej em plo, se puede pedir a las personas que piensen en usos
insólit os para un suj et apapeles ( por ej em plo, Guilford, 1950) . La creat ividad de la vida
real se produce en los ám bit os de la vida real. Los ám bit os pueden ser académ icos o
pueden ser cot idianos, pero la clase de creat ividad de la que nos ocupam os no es t rivial
y, para nosot ros, pensar en los usos insólit os de un suj et apapeles es m ás bien algo lim i-
t ado.
Hacem os uso de un enfoque cent rado en un product o, t al com o hicieron Am abile
( 1983) y m uchos ot ros invest igadores —inclusive aquellos que est udian a los grandes
creat ivos—. Product os t angibles se encuent ran en el cent ro de la evaluación en m uchos
cam pos. Por ej em plo, ¿ha oído hablar de «Los Louis» apelat ivo que proviene de Louis
Prag, el padre de las t arj et as de felicit ación? Se t rat a de un galardón que se concede a
las t arj et as de felicit ación m ás im aginat ivas, art íst icas y envidiables del año, en el m arco
de la m uest ra int ernacional de las t arj et as de felicit ación. Los galardones basados en el
product o que prem ian la creat ividad son com unes y se pueden hallar en m uchos y diver-
sos cam pos, inclusive en la enseñanza. A lo largo de nuest ra invest igación hem os puest o
a prueba la creat ividad en cam pos com o la escrit ura, el dibuj o, la publicidad y la ciencia.
No afirm am os que est os ám bit os sean los represent at ivos de t odos los posibles, y cier-
FI GURA 2.1
MAS CREATI VO
«¡Coj a un núm ero! » A cualquier lugar adonde voy hay un «¡Coj a un núm ero! ». De
m odo que, de nuevo, est aba en la fila esperando a que llegara m i t urno. Mi núm ero era
del 2983. ¿Acababan de anunciar el núm ero 145? Aquello m e daba m uchísim o t iem po
para aprender cosas de las dem ás personas que hacían cola. ¿Quién t endría la suficient e
paciencia para esperar? ¿Quién abandonaría y se iría? ¿Perdería los nervios el hom bre
vest ido con sus berm udas a rayas que t enía delant e? Parecía una persona de presión
m ás bien alt a. ¿La j oven m uj er de aspect o cansado que llevaba de una m ano a un niño
MENOS CREATI VO
Los cient íficos que m anipulan las m áquinas que reciben las ondas de sonido pro-
cedent es del espacio ext erior est án perplej os. Reciben ciert o t ipo de com unicación que
son incapaces de com prender. Se com unican con ot ros cient íficos del m undo que expe-
rim ent an las m im as dificult ades.
Tras pasar por un proceso de elim inación y de descart e de algunas t eorías no
práct icas, llegan a la conclusión de que est án siendo abordados por ciert a clase de seres
desconocidos. Una nave espacial es equipada, t ripulada y enviada a buscar la fuent e de
aquella com unicación. Viaj an 2,983 m illones de kilóm et ros, la nave llega a su dest ino —
—una galaxia desconocida—. Los habit ant es de aquella galaxia, sin em bargo, se m ues-
t ran recelosos con sus visit ant es. Los viaj eros del espacio son hechos prisioneros y su
nave espacial dest ruida.
Art e. Dibuj ar una im agen que ilust re «la Tierra desde el punt o de vist a de un insect o»
MAS CREATI VO
Est e dibuj o ut iliza la idea de que los insect os t ienen oj os m ult ifacét icos. A t ravés
de la represent ación de obj et os peligrosos para los insect os —un insect icida, un zapat o
it aliano, un páj aro, un m at am oscas, un fluorescent e incandescent e para los insect os y
un cam ión que viene de frent e—, el dibuj o sugiere que los insect os puede que t engan
una visión m ás bien angust iosa de su m undo.
MAS CREATI VO
Est e espacio com ercial m ost raría a los organism os gubernam ent ales posit ivos en
acción: la Seguridad Social, los hospit ales VA, Correos federales, la DEA, el FBI , el Ser-
vicio Federal de Parques Nat urales ( guardas de parques com o los de Yelowst one) , la
NASA, las Fuerzas Arm adas est adounidenses. Most raría cóm o est os organism os guber-
nam ent ales benefician al país. Tras m ost rar a cada organism o del gobierno, volveríam os
a m ost rar los clips aunque est a vez em pezando a ralent izar la velocidad de proyección
MENOS CREATI VO
El com ercial m ost raría que el I RS act úa a favor de la gent e de m anera personal, y
que el I RS no ha de ir a buscarnos sino que hem os de cooperar con ellos para hacer que
la recaudación de im puest os sea t an agradable com o sea posible para am bas part es.
La idea básica se puede t ransm it ir m ost rando a em pleados del I RS ayudando a las
personas a pagar sus im puest os. Durant e el com ercial pueden t am bién m ost rar nuevos
im presos para la declaración de im puest os que las personas pueden exam inar y ent re-
gar en las oficinas locales del I RS o en la oficina gubernam ent al. Se puede m ost rar a un
em pleado del I RS llenando un nuevo im preso de declaración, pregunt ando a la persona
que en ese m om ent o ayuda que le dé aquella inform ación que no supo poner en el im -
preso.
Ciencia: ¿cóm o podem os averiguar si alienígenas ext rat errest res viven ent re nosot ros?
MÁS CREATI VO
I nt ent aría pasar m uchísim o t iem po con el alienígena pot encial en su sit uación vi-
t al y coserle a pregunt as sobre hist oria, lit erat ura, los acont ecim ient os m undiales, et c.,
así com o pedirle inform ación m ás personal.
Le llevaría a ver películas com o Alien y Herm ano de ot ro planet a, para luego ob-
servar su reacción a esas películas con t odo det alle. En cam bio, llevaría, t am bién, al
alienígena a ver películas clásicas nort eam ericanas com o Siet e novias para siet e herm a-
nos y Lo que el vient o se llevó y com pararía sus reacciones.
Si ello no m e decía nada, insult aría y m e reiría de t odas las form as de vida aliení-
gena, ridiculizando la noción de vida exist ent e en cualquier lugar fuera de la t ierra. Tal
vez eso acabaría at urdiendo e irrit ando al alienígena, suponiendo que t uviera em ociones.
MENOS CREATI VO
En los Est ados Unidos exigiríam os que se nos proporcionara una m uest ra de san-
gre a fin de darle un núm ero de la Seguridad Social o el carnet de conducir. El análisis
ciert am ent e m ost raría una est ruct ura de sangre diferent e para las criat uras que provie-
nen de ot ro planet a aunque se parecieran ext ernam ent e a nosot ros. Pienso que cual-
quier alienígena que viva en la Tierra t endería a m ezclarse con nuest ra sociedad allí
donde viviera, y sería difícil, sin una de esas form as de ident ificación, sobrevivir en los
Est ados Unidos.
H ow a r d Ga r dn e r
La m ayoría de quienes han int ent ado dom inar un idiom a ext ranj ero en la escuela
han recordado con añoranza el aprendizaj e que hicieron de la propia lengua m at erna. Sin
la ayuda de un libro de gram át ica o de un profesor de lengua bien preparado, sin reque-
rir la aut orización de las calificaciones obt enidas en una asignat ura, t odos los niños nor-
m ales fácilm ent e adquieren el lenguaj e que se habla a su alrededor. Lo que es m ás ex-
t raordinario, niños que, aun siendo dem asiado pequeños para sent arse en un pupit re de
escuela, pero que crecen en un m edio políglot a, pueden dom inar varios idiom as; incluso
saben en qué circunst ancias han de recurrir a cada una de las lenguas. Es hum illant e
darse cuent a de que el aprendizaj e del lenguaj e en las prim eras edades de la vida ha
operado refinadam ent e durant e m ilenios, a pesar de que los lingüist as sean incapaces
t odavía de describir de un m odo com plet am ent e sat isfact orio la gram át ica de cualquier
lengua nat ural exist ent e.
Uno puede, claro est á, int ent ar descart ar el lenguaj e com o un caso especial. Des-
pués de t odo, som os criat uras lingüíst icas, y quizá t engam os una disposición especial pa-
ra hablara, al igual que los j ilgueros y los pinzones cant an com o part e de su pat rim onio
com o aves. O se puede insist ir en la inm ensa im port ancia del lenguaj e en t odas las rela-
ciones hum anas; quizá est é ahí la solución a la pregunt a de por qué t odos los niños do-
m inan con éxit o el lenguaj e pocos años después de su nacim ient o.
Sin em bargo, t ras exam inarlo, el lenguaj e result a ser algo no excepcional ent re las
capacidades hum anas. Es sencillam ent e el ej em plo m ás espect acular de uno de los
enigm as del aprendizaj e hum ano: la facilidad con la que los seres hum anos m ás j óvenes
aprenden a llevar a cabo det erm inados com port am ient os que los est udiosos aún no han
llegado a com prender. Durant e los prim eros años de vida, los niños de t odo el m undo
dom inan una asom brosa serie de com pet encias con poca t ut ela form al. Llegan a ser
com pet ent es para cant ar canciones, m ot ar en biciclet a, bailar, est ar al t ant o de docenas
de obj et os en casa, en la carret era, o por el cam po. Adem ás, aunque de un m odo m enos
visible, desarrollan sólidas t eorías acerca de cóm o funcionan en el m undo y sus propias
m ent es. Son capaces de ant icipar qué m anipulaciones harán que una m áquina no funcio-
∗
En La mente no escolarizada. Cómo piensan los niños y cómo deberían enseñar las escuelas, Howard Gardner, México,
Cooperación Española/SEP (Biblioteca del Normalista), pp. 17-22.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 161
ne adecuadam ent e, pueden propulsar y coger pelot as lanzadas en condiciones diversas;
son capaces de engañar a alguien en un j uego, del m ism o m odo que pueden reconocer si
alguien int ent a hacerles una m ala pasada j ugando. Desarrollan un sent ido penet rant e
acerca de lo que es verdad y falsedad, bueno y m alo, bello y feo –sent idos que no siem -
pre concuerdan con los crit erios com unes, pero que dem uest ran ser not ablem ent e práct i-
cos y vigorosos.
Nos enfrent am os con ot ro enigm a. Los niños pequeños que m uy pront o dom inan
los sist em as de sím bolos, com o el lenguaj e y las form as art íst icas, com o la m úsica, los
niños que desarrollan t eorías com plej as del universo o int rincadas t eorías acerca de la
m ent e, suelen experim ent ar las m ayores dificult ades cuando em piezan a ir a la escuela.
No parece que hablar y ent ender el lenguaj e sea problem át ico, pero leer y escribir pue-
den plant ear serios desafíos; el cálculo y los j uegos num éricos son divert idos, pero
aprender las operaciones m at em át icas puede result ar engorroso, y las m et as superiores
de las m at em át icas pueden result ar t em ibles. De t odos m odos el aprendizaj e nat ural,
universal o int uit ivo, que t iene lugar en casa o en los ent ornos inm ediat os durant e los
prim eros años de la vida, parece ser de un orden com plet am ent e diferent e en relación
con el aprendizaj e escolar que ahora es necesario en t odo el m undo alfabet izado.
Hast a ahora, est e enigm a no es ext raño y se ha com ent ado repet idas veces. De
hecho se podría llegar a afirm ar que las escuelas se inst it uyeron precisam ent e para in-
culcar esas habilidades y concepciones que, aunque deseables, no se aprenden de un
m odo fácil y nat ural com o lo son las capacidades ant es m encionadas. Así pues, la m ayo-
ría de los num erosos libros y art ículos recient es acerca de la «crisis educat iva» insist en
en las dificult ades con que se encuent ran los est udiant es para dom inar el program a
abiert o de la escuela.
Una descripción com o ést a acerca de los punt os débiles de la escuela puede resul-
t ar exact a hast a donde llega, pero en m i opinión no va los suficient em ent e lej os. En est e
libro sost engo que incluso si la escuela parece ser un éxit o, incluso si obt iene los result a-
dos para los que ha sido diseñada, norm alm ent e no consigue lograr sus obj et ivos m ás
im port ant es.
Las pruebas de est a alarm ant e afirm ación provienen de un nut rido núm ero de in-
vest igaciones educat ivas por ahora abrum adoras que se han recogido durant e las últ im as
décadas. Est as invest igaciones prueban que incluso los est udiant es que han sido bien en-
t renados y m uest ran t odos signos de éxit o —la const ant e asist encia a buenas escuelas,
alt os niveles y calificaciones en los exám enes, corroborados por sus m aest ros— de un
m odo caract eríst ico no m anifiest an una com prensión adecuada de las m at erias y de los
concept os con los que han est ado t rabaj ando.
H ow a r d Ga r dn e r
UNA PEQUEÑA pasa una hora con el exam inador, quien le hace pregunt as para in-
dagar cuánt o sabe ( ¿Quién descubrió Am érica? ¿Qué hace el est óm ago?) , su vocabulario
( ¿Qué quiere decir disparat e? ¿Qué quiere decir cam panario?) , sus conocim ient os arit m é-
t icos ( si cuest an ochent a cent avos cada uno, ¿cuánt o t ienes que pagar por t res chocola-
t es?) , su capacidad para recordar núm eros ( 5, 1, 7, 4, 2, 3, 8) , su capacidad para com -
prender la sim ilit ud ent re dos elem ent os ( codo y rodilla, m ont aña y lago) . Tam bién pue-
de pedirle que realice ot ras t areas det erm inadas —por ej em plo, salir de un laberint o u
ordenar un conj unt o de fot ografías o cuadros de m anera que relat en una hist oria com ple-
t a—. Tiem po después, el exam inador califica las respuest as y obt iene un solo núm ero —
—el cocient e int elect ual de la niña, o C.I .— Es probable que est e núm ero ( que incluso se
le puede m encionar a la niña) ej ercerá un efect o apreciable en su fut uro, influyendo en la
m anera en que piensen de ella sus profesores y det erm inando la posibilidad de que ob-
t enga ciert os privilegios. La im port ancia dada al núm ero no es del t odo inapropiada: des-
pués de t odo, la calificación en una prueba de int eligencia sí predice la capacidad perso-
nal para m anej ar las cuest iones escolares, aunque poco predice acerca del éxit o en la vi-
da fut ura.
La sem blanza ant erior se repit e m illares de veces a diario en t odo el m undo, y, en
general, se at ribuye bast ant e significado a la calificación singular. Desde luego, se em -
plean diferent es versiones de la prueba para diversas edades y en dist int os am bient es
cult urales. En ocasiones la prueba se realiza con papel y lápiz en vez de la ent revist a con
el exam inador. Pero los lineam ient os generales —el equivalent e a una hora de pregunt as
que produce un núm ero redondo— const it uyen la form a bast ant e com ún de probar la in-
t eligencia en t odo el m undo.
Muchos observadores no se sient en felices con est e est ado de cosas. Consideran
que la int eligencia debe probarse con algo m ás que breves respuest as a pregunt as bre-
ves, respuest as que predicen el éxit o académ ico; y, sin em bargo, a falt a de m ej or m ane-
ra de pensar acerca de la int eligencia y de m ej ores m aneras de evaluar la capacidad in-
dividual, est a sem blanza est á dest inada a repet irse universalm ent e durant e el fut uro
∗
En Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, Sergio Fernández Éverest (trad.) 2º
ed., México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis, pp. 35-43.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 167
previsible.
¿Pero qué sucedería si uno perm it iera que su im aginación vagara librem ent e, si
uno considerara la diversidad m ás am plia de act uaciones que de hecho son valoradas en
t odo el m undo? Por ej em plo, considera el puluwat de doce años de edad en las islas Ca-
rolinas, que ha sido escogido por sus m ayores para que aprenda a ser m aest ro navegan-
t e. Baj o la t ut ela de m aest ros m arinos, aprenderá a com binar el conocim ient o de la na-
vegación, est rellas y geografía para que pueda encont rar su cam ino ent re m illares de is-
las. Considere al j oven iraní de 15 años de edad que ha aprendido t odo el Corán de m e-
m oria y ha dom inado la lengua árabe. Ahora se le envía a una ciudad sant a para que du-
rant e los próxim os años t rabaj e est recham ent e con un ayat ola, quien lo preparará para
ser profesor y dirigent e religioso. O, por últ im o, considere a la adolescent e de 14 años en
París, que aprende a program ar una com put adora y com ienza a com poner obras de m ú-
sica con ayuda de un sint et izador.
Después de reflexionar un m om ent o, se com prende que cada uno de est os indivi-
duos est á logrando un elevado grado de com pet encia en un m edio host il y según cual-
quier definición razonable del t érm ino, debe considerarse que m uest ra com port am ient o
int eligent e. Sin em bargo, t am bién debe ser claro que los act uales m ét odos de evaluar la
int eligencia no se han afinado lo suficient e com o para poder valor los pot enciales o logros
de un individuo en la navegación por m edio de las est rellas, dom inar un idiom a ext ranj e-
ro o com poner con una com put adora. El problem a consist e no t ant o en la t ecnología de
las pruebas sino en la form a com o acost um bram os pensar acerca del int elect o y en nues-
t ras ideas inculcadas sobre la int eligencia. Sólo si am pliam os y reform ulam os nuest ra
idea de lo que cuent a com o int elect o hum ano podrem os diseñar form as m ás apropiadas
de evaluar y educarla.
En t odo el m undo m uchos individuos dedicados a la educación est án llegando a
conclusiones parecidas. Exist e int erés en los nuevos program as ( algunos de ellos gran-
diosos) que pret enden desarrollar la int eligencia hum ana para t oda una cult ura, adiest rar
individuos en habilidades generales com o el “ aprendizaj e ant icipat orio” , ayudar a indivi-
duos a aplicar su pot encial hum ano. Experim ent os fascinadores, que van desde el m ét o-
do de Suzuki 1 para enseñar a t ocar el violín, hast a el m ét odo LOGO2 para enseñar los
fundam ent os de program ación de com put adoras, t rat an de que los niños pequeños al-
cancen sus m et as. Algunos de est os experim ent os han t enido buen result ado, en t ant o
1
Sobre el método de adiestramiento Suzuki para el violín, véanse S. Suzuki, Nurtured by Love (Nueva York: Exposition
Press, 1969); B. Holland, “Among Pros, More Go Suzuki”, The New Cork Times, 11 de julio de 1982, E9; L. Taniuchi,
“The Creation of Prodigies through Special Early Education: Three Case Studies”, ponencia inédita, Harvard project on
Human Potential, Cambridge, Mass., 1980.
2
Sobre el método LOGO aplicable al razonamiento matemático, véanse S. Pappert, Mindstorms (Nueva York: Basic Books,
1980).
168 Mt ro. Mario Pérez Olvera
que ot ras t odavía est án en la fase experim ent al. 3 Sin em bargo, probablem ent e sea j ust o
decir que los éxit os y fracasos han ocurrido sin la est ruct ura adecuada de razonam ient o
acerca de la int eligencia. En verdad, en ningún caso exist e una idea de la int eligencia que
incorpore la diversidad de habilidades que acabo de considerar. Est a obra se propone lle-
gar a est a form ulación.
En los siguient es capít ulos describiré una nueva t eoría de las com pet encias int elec-
t uales, que cuest iona el punt o de vist a clásico de la int eligencia que hem os absorbido ca-
si t odos explícit am ent e ( de t ext os de psicología o de educación) o en form a im plícit a ( vi-
viendo en una cult ura con un punt o de vist a firm e pero quizá circunscrit o a la int eligen-
cia) . Para poder ident ificar con m ayor facilidad las nuevas caract eríst icas de est a t eoría,
en est as páginas int roduct orias consideraré algunos hechos desde el punt o de vist a t radi-
cional: de dónde procede, por qué se ha afianzado, cuáles son algunas de las principales
cuest iones que quedan por resolverse. Sólo ent onces volveré la at ención a las caract erís-
t icas de la t eoría revisionist a que propongo.
Durant e m ás de dos m ilenios, al m enos desde el surgim ient o de la ciudad- Est ado
griega, det erm inado conj unt o de ideas han predom inado en los análisis de la condición
hum ana en nuest ra civilización. Est e conj unt o de ideas hace hincapié en la exist encia e
im port ancia de los poderes m ent ales: las capacidades que se han llam ado en form a in-
dist int a la racionalidad, int eligencia, o el despliegue de la m ent e. La busca sin fin de una
esencia de la hum anidad ha llevado, inevit ablem ent e, a poner at ención en la busca que
hace nuest ra especie del conocim ient o, y se han valorado de m anera especial las capaci-
dades que figuran en el conocim ient o. Se ha escogido al individuo que fue capaz de em -
plear sus poderes m ent ales, t rát ese del rey- filósofo de Plat ón, el profet a hebreo, el escri-
bano let rado en “ Conócet e a t i m ism o” , de Sócrat es; “ Todos los hom bres por nat uraleza
desean saber” , de Arist ót eles, y “ Pienso, luego exist o” , de Descart es, const it uyen epígra-
fes que enm arcan t oda una civilización. 4
La ascendencia de los fact ores int elect uales rara vez fue puest a en duda incluso en
ese m ilenio oscuro ent re los t iem pos clásicos y el Renacim ient o. A principios del m edioe-
vo, San Agust ín, el propio padre de la fe, declaró:
El principal aut or y m ot or del universo es la int eligencia. Por t ant o, la causa final
del universo debe ser lo bueno de la int eligencia y eso es verdadero… De t odas
3
Sobre los programas para lograr el potencial humano, véanse World Bank, World Development Report (Nueva York: Ox-
ford University Press, 1980); H. Singer, “Put the People First: Review of World Development Report, 1980”, The Econo-
mist, 23 de agosto de 1980; J. W. Botkin, M. Elmandjra y M. Malitza, No Limits to Learning: Bridging the Human Gap: A
Report to the Club of Rome (Oxford y Nueva York: Pergamon Press, 1979), y W. J. Skrzyniarz, “A Review of Projects to
Develop Intelligence in Venezuela: Developmental, Philosophical, Policy, and Cultural Perspectives on Intellectual Poten-
tial”. Ponencia inédita, Harvard Project on Human Potential, Cambridge, Mass., noviembre de 1981.
4
Las autoridades acerca del papel de la inteligencia en toda la historia occidental están citadas en J. H. Randall, The Making
of the Modern Mind: A Survey of the Intellectual Background of the Present Age (Nueva York: Columbia University Press,
1926, 1940).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 169
las buscas hum anas, la de la sabiduría es la m ás perfect a, la m ás sublim e, la m ás
út il y la m ás agradable. La m ás perfect a, porque en la m edida que el hom bre se
da a buscar la sabiduría, en esa m edida disfrut a ya de ciert a porción de la verda-
dera felicidad. 5
En la alt a Edad Media, Dant e 6 hizo conocer su opinión de que “ la función adecuada
de la raza hum ana, com o un t odo, es act ualizar cont inuam ent e t oda la capacidad posible
de int elect o, de m anera prim ordial en la especulación, aunque su ext ensión y para sus
fines, secundariam ent e en la acción” . Y ent onces, en el am anecer del Renacim ient o, un
siglo ant es de Descart es, Francis Bacon describió el barco inglés en la Nueva At lánt ida
que llega a una isla ut ópica cuya principal inst it ución es un gran est ablecim ient o dedica-
do a la invest igación cient ífica. El gobernant e de est e reino declara a los viaj eros:
Daré la m ayor j oya que t engo. Pues les daré, por am or a Dios y a los hom bres,
una relación del verdadero est ado de la casa de Salom ón… El fin de nuest ra fun-
dación es el conocim ient o de las causas y los secret os m ovim ient os de las cosas;
y am pliar los lím it es del im perio hum ano, para lograr t odas las cosas posibles7 .
Desde luego, el aprecio por el conocim ient o —y para quienes parecen poseerlo—
no es el único t em a que ronda eso que hem os llegado a llam ar ( en form a un t ant o inex-
act a) el “ m undo occident al” . Tam bién las virt udes del sent im ient o, fe y valor han sido los
m ot ivos principales a t ravés de los siglos y, de hecho, en ocasiones ( no siem pre con j us-
t ificación) han sido cont rast ados con la busca del conocim ient o. Lo inst ruct ivo es que, in-
cluso cuando se enlaza la fe o al am or por sobre t odas las cosas, t ípicam ent e se opone
cada uno a los poderes de la razón. En form a paralela, cuando los dirigent es de una in-
clinación t ot alit aria han t rat ado de rehacer sus sociedades a la luz de una nueva opinión
en general, han “ relegado” a los racionalist as o int elect uales a quienes no podrían nom -
bras sum ariam ent e —ot ra vez pagando una especie de cum plido perverso a los poderes
de la razón—.
Razón, int eligencia, lógica y conocim ient o no son sinónim os; buena part e de est a
obra const it uye un esfuerzo por im port unar las diversas habilidades y capacidades que se
han com binado con dem asiada facilidad baj o la rúbrica de “ lo m ent al” . Pero prim ero de-
bem os int roducir ot ra clase de dist inción: un cont rast e ent e dos act it udes hacia la m ent e
que han com pet ido y alt ernado ent re si a t ravés de los siglos. Adopt ando la dist inción
at rayent e del poet a griego Arquíloco, 8 uno puede cont rast ar a quienes consideran que el
int elect o es de una sola pieza ( llam ém osles los “ erizos” ) , cont ra los que favorecen su
5
San Agustín está citado en la p. 94 de Making of the Modern Mind, de Randalll, a su vez citado en la nota anterior.
6
Francis Bacon está citado en ibid., p. 204.
7
Dante está citado en ibid., p. 105.
8
La distinción de Arquíloco entre “erizo” y “zorras” analizada en I. Berlin. The Hedgehot and the Fox: An Essay on Tol-
stoy’s View of History (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1953; Nueva York: Simon & Schuster, 1966).
170 Mt ro. Mario Pérez Olvera
fragm ent ación en varios com ponent es ( las “ zorras” ) . Los erizos no únicam ent e creen en
una sola capacidad, inviolable, que es la propiedad especial de los seres hum anos: a m e-
nudo, com o corolario, im ponen las condiciones de que cada individuo nace con det erm i-
nado grado de int eligencia, y que de hecho a nosot ros los individuos se nos puede orde-
nar en t érm inos de nuest ro int elect o, regalo de Dios, o C.I . Tan at rincherada est á est a
m anera de pensar —y hablar— que la m ayoría caem os con facilidad en la t ram pa de cla-
sificar a los individuos com o m ás o m enos “ list o” , “ brillant e” , “ ast ut o” , o “ int eligent e” . 9
Una t radición occident al igualm ent e venerable glorifica las num erosas funciones o
dist int as art es de la m ent e. En la época clásica era com ún diferenciar ent re razón, volun-
t ad y sent im ient o. Los pensadores m edievales t enían su t rivio de gram át ica, lógica y re-
t órica, y su cuadrivio de m at em át icas, geom et ría, ast ronom ía y m úsica. Cuando com enzó
a est udiarse la ciencia de la psicología, se propuso un arreglo t odavía m ayor de habilida-
des m ent ales hum anas. ( Franz Joseph Gall, a quien present aré form alm ent e después,
propuso 37 facult ades hum anas o poderes de la m ent e; 10 J. P. Guilford, una figura con-
t em poránea, favorece 120 vect ores de la m ent e.) 11 Algunas de est as zorras t am bién
t ienden al papel innat o y ordenador del pensam ient o, aunque uno puede encont rar m u-
chos ent re ellos que creen en los efect os alt eradores ( y am ort iguadores) del am bient e y
la educación.
Desde hace m uchos siglos ha t enido lugar el debat e ent re los erizos y las zorras,
m ism o que se m ant iene hast a nuest ros días. En el área del est udio cerebral, han exist ido
localizadores, que creen que las diferent es porciones del sist em a nervioso m edian ent re
las diversas capacidades int elect uales, y est os localizadores se han opuest o a los holis-
t as, que consideran que las principales funciones int elect uales son propias de t odo el ce-
rebro. En el área de la prueba de la int eligencia se ha m ant enido int erm inable debat e 12
ent re quienes ( siguiendo a Charles Spearm an) creen en un fact or general del int elect o, 13
y quienes ( siguiendo a L. L. Thurst one) 14 post ulan un conj unt o de habilidades m ent ales
prim arias, sin ninguna preem inencia ent re ellas. En el área del desarrollo infant il ha habi-
9
Para un estudio general sobre la psicología del profesorado, véase J. A. Foodor. The Modularity of Mind (Cambridge,
Mass,: MIT Press, 1983).
10
Sobre Franz Joseph Gall, véase E. G. Boeing, A History of Experimental Psychology (Nueva York: Appleton-Century-
Crofts, 1950
11
Para una explicación sobre los puntos de vista de Guilford, véase J. P. Guilford, “Creativity”, American Psychologist 5
(1950): 444-454; y J. P. Guilford y R. Hoepfner, The Analysis of Intelligence (Nueva York: McGraw Hilll, 1971).
12
Para un estudio sobre el debate en el desarrollo infantil entre quienes favorecen las estructuras generales de la mente y
quienes favorecen un conjunto de habilidades mentales específicas, véase H. Gardner, Developmental Psychology, 2ª edi-
ción (Boston: Little, Brown, 1982).
13
Sobre un factor general de la inteligencia, véase C. Spearman, The Abilities of Man: Their Nature and Measurement
(Nueva York: Mcmillan, 1927), y C. Spearman, “General Intelligence Objectively Determine and Measured”, American
Journal of Psychology 15 (1904): 201-293.
14
Sobre la visión de que existe una familia de habilidades mentales primarias, véase L. L. Thurstone, “Primary Mental
Abilities”, Psychometric Monographs, 1983, núm. 1, y L. L. Thurstone, Multiple-Factor Analysis: A Development and Ex-
pansion of “The Vectors of the Mind” (Chicago: University of Chicago Press, 1947).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 171
habido vigoroso debat e ent re quienes post ulan est ruct uras generales de la m ent e ( com o
Jean Piaget ) y quienes creen en un conj unt o grande y relat ivam ent e inconexo de habili-
dades m ent ales ( la escuela del am bient e- aprendizaj e) . Los ecos en ot ras disciplinas son
bast ant e audibles.
Así, cont ra una creencia com part ida, a t ravés de los siglos, en la prim acía de pode-
res int elect uales, exist e un debat e cont inuo acerca de si es propio dividir el int elect o en
part es. Ent onces, algunas cuest iones que exist en desde hace m ucho t iem po en nuest ra
t radición cult ural no dan señales de resolución. Dudo que t em as com o el libre albedrío o
el conflict o ent re la fe y la razón lleguen a resolverse de m anera sat isfact oria para t odos.
Em pero, en ot ros casos puede haber esperanzas de progreso. A veces ést e ocurre com o
consecuencia de la aclaración lógica, com o, por ej em plo, cuando se expone una falacia.
( Nadie m ant iene en la act ualidad la creencia equivocada de que las caras dist orsionadas
en los ret rat os de El Greco se debieron a un est ado ast igm át ico, luego que se explicó que
est e defect o visual no sería causa para pint ar caras alargadas. Un pint or ast igm át ico per-
cibiría alargadas las caras en un lienzo [ y en el m undo cot idiano] ; pero de hecho, est as
caras serían com plet am ent e norm ales para los oj os no ast igm át icos.) Ciert o progreso se
debe a sorprendent es hallazgos cient íficos ( los descubrim ient os de Copérnico y Kepler
cam biaron en form a radical nuest ro punt o de vist a acerca de la arquit ect ura del univer-
so) . Y a veces el progreso es el result ado de que se ent relace un enorm e cuerpo de in-
form ación para form ar una t ram a convincent e de argum ent o ( com o sucedió cuando, en
la et apa de present ación de su t eoría de la evolución, Charles Darw in revisó enorm es
conj unt os de pruebas acerca del desarrollo y diferenciación de las especies) .
Quizá sea oport uno hacer algunas aclaraciones acerca de la est ruct ura de la com -
pet encia int elect ual hum ana. En est e caso, no exist e ni un adelant o cient ífico aislado, ni
el descubrim ient o de un insigne disparat e lógico, sino la confluencia de un enorm e cuer-
po de pruebas de una diversidad de fuent es. Est a confluencia, que se ha est ado reunien-
do t odavía con m ayor fuerza durant e las últ im as décadas, parece ser reconocida ( al m e-
nos en visión periférica) por quienes se int eresan en la cognición hum ana. Pero rara vez,
si es que ha sucedido en alguna ocasión, est as líneas de convergencia se han enfocado
en form a direct a para exam inar algo sist em át icam ent e en un solo lugar; y en efect o, no
se han com part ido con el público en general. La confront ación y la com paración son el
doble obj et o de est a obra.
En lo que sigue, afirm o que hay evidencias persuasivas sobre la exist encia de va-
rias com pet encias int elect uales hum anas relat ivam ent e aut ónom as, que en lo sucesivo
abrevio com o “ int eligencias hum anas” . Ésas son las “ est ruct uras de la m ent e” de m i t ít u-
lo. Hast a ahora no se ha est ablecido a sat isfacción la nat uraleza y alcance exact os de ca-
da “ est ruct ura” int elect ual, ni t am poco se ha fij ado el núm ero preciso de int eligencias.
Pero m e parece que cada vez es m ás difícil negar la convicción de que exist en al m enos
H ow a r d Ga r dn e r
Ya he preparado el escenario para una int roducción de las int eligencias. Mi revisión
de los est udios ant eriores de la int eligencia y cognición indicó la exist encia de m uchas y
dist int as facult ades int elect uales, o com pet encias, cada una de las cuales puede t ener su
propia hist oria de desarrollo. El repaso de obras recient es en la neurobiología ha señala-
do ot ra vez la presencia de áreas en el cerebro que corresponden, al m enos en form a
aproxim ada, a ciert as form as de la cognición; y est os m ism os est udios im plican una or-
ganización neural que est á acorde con la noción de dist int os m odos del procesam ient o de
la inform ación. Por lo m enos en los cam pos de la psicología y la neurobiología, el espírit u
del t iem po parece est ar preparado para la ident ificación de varias com pet encias int elec-
t uales hum anas.
Pero j am ás la ciencia puede proceder del t odo en form a induct iva. Podríam os llevar
a cabo t oda prueba y experim ent os psicológicos concebibles, o indagar t odo el sist em a
neuroanat óm ico que deseáram os, y t odavía no habríam os ident ificado las int eligencias
hum anas buscadas. Aquí confront am os una cuest ión que no se refiere a la cert idum bre
del conocim ient o, sino a cóm o se logra el conocim ient o. Es necesario proponer una hipó-
t esis, o t eoría, y luego probarla. Sólo a m edida que se conozca la validez de la t eoría —y
sus lim it aciones— se sabrá la verosim ilit ud del plant eam ient o original.
Tam poco j am ás la ciencia da una respuest a com plet am ent e correct a y definit iva.
Exist en progresos y ret rocesos, aj ust es y desaj ust es, pero j am ás se descubre una piedra
de Roset t a, la clave única de un conj unt o de cuest iones que se ent relazan. Est o ha sido
ciert o en los niveles m ás com plej os de la física y la quím ica. Es m ás ciert o —podría decir-
se que es dem asiado ciert o— en las ciencias sociales y de la conduct a.
Por eso es necesario decir, de una vez por t odas, que no exist e, y j am ás puede
exist ir una sola list a irrefut able y acept ada en form a universal de las int eligencias hum a-
nas. Jam ás exist irá una list a m aest ra de 3, 7 o 100 int eligencias que puedan avalar t odos
los invest igadores. Podrem os aproxim arnos m ás a est a m et a si nos at enem os sólo a un
nivel de análisis ( por ej em plo: la neurofisiología) o una m et a ( por ej em plo: la predicción
del éxit o en una universidad t écnica) ; pero si est am os buscando una t eoría decisiva del
rango de la int eligencia hum ana, podem os esperar que j am ás com plet arem os nuest ra in-
∗
En Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, Sergio Fernández Éverest (trad.) 2º
ed., México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis), pp. 95-105.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 177
vest igación.
Ent onces, ¿por qué seguir est e cam ino precario? Porque se necesit a m ej or clasifi-
cación de las com pet encias int elect uales hum anas que la que t enem os; porque exist e
m ucha evidencia recient e product o de la invest igación cient ífica, de observaciones t rans-
cult urales, y est udio educacional que necesit a revisarse y organizarse; y quizá, sobre t o-
do, porque parece que podem os present ar una list a de facult ades int elect uales que será
út il para una am plia diversidad de invest igadores y profesionales que les perm it irá ( y a
nosot ros) com unicarse con m ayor efect ividad acerca de est a ent idad curiosam ent e se-
duct ora llam ada int elect o. En ot ras palabras, la sínt esis que buscam os j am ás puede ser
la respuest a general para t odos, pero prom et e proporcionar algunas cosas para m uchos
int eresados.
Ant es de pasar a las com pet encias int elect uales propiam ent e dichas, debem os
considerar dos t em as. Ant e t odo, cuáles son los prerrequisit os para una int eligencia, es
decir: ¿qué son las cosas generales que se desean y a las que deben conform arse ant es
de que ese conj unt o de habilidades int elect uales pueda considerarse en la list a m aest ra
de com pet encias int elect uales? Luego, ¿cuáles son los crit erios reales con los cuales po-
dem os j uzgar si una com pet encia candidat a, que ha pasado el “ prim er cort e” , debiera ser
invit ada a unirse a nuest ro círculo encant ado de int eligencias? Com o uña y carne de la
list a de crit erios, t am bién es im port ant e indicar los fact ores que indican que vam os por
m al cam ino: que una habilidad que parecía ser una com pet encia int elect ual no se t om ó
en cuent a o que nuest ro enfoque est á pasando por alt o una habilidad que parece ser
m uy im port ant e.
Me parece que una com pet encia int elect ual hum ana debe dom inar un conj unt o de
habilidades para la solución de problem as —perm it iendo al individuo resolver los proble-
m as genuinos o las dificult ades que encuent re y, cuando sea apropiado, crear un produc-
t o efect ivo— y t am bién debe dom inar la pot encia para encont rar o crear problem as est a-
bleciendo con ello las bases para la adquisición de nuevo conocim ient o. Est os prerrequisi-
t os represent an m i esfuerzo por cent rarm e en las pot encias int elect uales que t ienen cier-
t a im port ancia dent ro de un cont ext o cult ural. Al m ism o t iem po, reconozco que el ideal
de lo que se valora variará en grado not able, a veces incluso de m anera radical, a t ravés
de las cult uras hum anas, en que la creación de nuevos product os o plant eam ient o de
nuevas pregunt as t endrá relat ivam ent e poca im port ancia en det erm inados am bient es.
Los prerrequisit os son una m anera de asegurar que una int eligencia hum ana debe
ser genuinam ent e út il e im port ant e, al m enos en det erm inados am bient es cult urales. Es-
t e crit erio sólo debe descalificar det erm inadas capacidades que, en ot ras bases, sat isfarí-
an los crit erios que est oy por plant ear. Por ej em plo: la habilidad de reconocer caras es
1
Sobre el desarrollo de la habilidad para reconocer rostros, véase S. Carey, R. Diamond y B. Woods, “Development of Face
Recognition-A Maturational Componente?” Developmental Psychology 16 (1980): 257-269.
2
Los cinco modelos de comunicación de Larry Gross se estudian en sus “Modes of Communication and the Acquisition of
Symbolic Capacities”, en D. Olson, comp., Media and Symbols (Chicago: University of Chicago Press, 1974).
3
Acerca de las siete formas de conocimiento de Paul Hirst, véase su Knowledge and the Curriculum (Londres: Routledge &
Kegan Paul, 1974).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 179
No insist o en que la list a de int eligencias present ada aquí sea exhaust iva. Me sor-
prendería m ucho si lo fuera. Sin em bargo, al propio t iem po, hay algo t orcido en una list a
que dej a not orias brechas, o en una que no logra generar la vast a m ayoría de papeles y
habilidades que aprecian las cult uras hum anas. Así, un prerrequisit o para una t eoría de
las int eligencias m últ iples, com o un t odo, es que abarque una gam a razonablem ent e
com plet a de las clases de habilidades que valoran las cult uras hum anas. Debem os dar
cuent a de las habilidades de un cham án y un psicoanalist a al igual que de un yogui y un
sant o.
Ahora bast a de prerrequisit os de est a em presa, y pasem os a los crit erios, o “ seña-
les” . Aquí describo las consideraciones que han pesado m ás en est e esfuerzo, las cues-
t iones que son deseables y en las que he llegado a apoyarm e en un esfuerzo por señalar
un conj unt o de int eligencias que parezca general y genuinam ent e út il. El m ero uso de la
palabra señales indica que est a em presa debe ser provisional: no incluyo una int eligencia
candidat a nada m ás porque no sea considerada en t odas y cada una de las cuent as. Más
bien se t rat a de hacer un m uest reo lo m ás am plio posible ent re los diversos crit erios e
incluir en las filas de las int eligencias escogidas a los candidat os a los que les vaya m e-
j or. Siguiendo el m odelo sugerent e del cient ífico en com put adoras Oliver Selfridge, po-
dríam os pensar que est as señales son un grupo de dem onios, cada uno de los cuales aú-
lla cuando una int eligencia resuena con las “ caract eríst icas de dem anda” de ese dem o-
nio. 4 Se incluye una int eligencia cuando suficient es dem onios aúllan; cuando un núm ero
suficient e de ellos refrena su aprobación, la int eligencia se elim ina de la consideración,
aunque sea con pesar.
En últ im a inst ancia, en verdad sería deseable cont ar con un algorit m o para esco-
ger una int eligencia, de m odo que cualquier invest igador capacit ado pudiera det erm inar
si una posible int eligencia sat isface los crit erios apropiados. Sin em bargo, en la act uali-
dad debe reconocerse que la selección ( o rechazo) de una posible int eligencia recuerda
m ás un j uicio art íst ico que una apreciación cient ífica. Pidiendo prest ado un concept o de
las est adíst icas, pudiera pensarse que el procedim ient o es una especie de análisis fact o-
rial “ subj et ivo” . En donde m i procedim ient o adquiere un m at iz cient ífico es en el que pu-
blica las bases para el j uicio, de m anera que ot ros invest igadores puedan revisar la evi-
dencia para llegar a sus propias conclusiones.
Ent onces, en form a desordenada, aquí present o los ocho “ signos” de una int eligen-
cia:
4
Sobre el “modelo del demonio” de Selfridge de la inteligencia, véase O. G. Selfridge. “Pandemonium: A Paradigm for
Learning”, En Symposium on the Mechanization of Thought Process, vol. I (Londres: H. M. Stationery Office, 1959).
180 Mt ro. Mario Pérez Olvera
Posible a isla m ie n t o por da ñ o ce r e br a l
En la m edida que una facult ad específica puede ser dest ruida, o except uada en
form a aislada, com o result ado de daño cerebral, parece probable su relat iva aut onom ía
respect o de ot ras facult ades hum anas. En lo que sigue m e baso en gran m edida en evi-
dencias de la neuropsicología, y en part icular, en el experim ent o sum am ent e revelador
de la nat uraleza —una lesión a un área específica del cerebro—. Las consecuencias de
sem ej ant e daño cerebral bien pueden const it uir la línea de evidencia aislada m ás inst ruc-
t iva acerca de las habilidades o com put aciones dist int ivas que yacen en la m édula de la
int eligencia hum ana.
Cent ral a m i noción de una int eligencia es que exist an una o m ás operaciones o
m ecanism os básicos de procesam ient o de inform ación que pueden m anej ar det erm ina-
das clases específicas de ent rada. Se pudiera llegar al grado de definir la int eligencia
hum ana com o m ecanism o neural o sist em a de cóm put o que en lo genét ico est á progra-
m ado para act ivarse o “ dispararse” con det erm inadas clases de inform ación present ada
int erna o ext ernam ent e. Ej em plos de ello incluirían la sensibilidad a las relaciones de t o-
5
Para un estudio de los idiots savants, véanse los capítulos 5 y 6 en H. Gardner, The Shattered Mind: The Person after
Brain Damage (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1975).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 181
no com o m édula de int eligencia m usical, o la habilidad para im it ar el m ovim ient o de
ot ros com o una m édula de int eligencia corporal.
Dada est a definición, es im port ant e poder ident ificar est as operaciones m edulares,
localizar su sust rat o neural y dem ost rar que en efect o est as “ m édulas” est án separadas.
La sim ulación en una com put adora es una m anera prom et edora de est ablecer que exist e
una operación m edular, que de hecho puede dar lugar a diversos desem peños int elect ua-
les; la ident ificación de las operaciones m edulares t odavía en est e m om ent o es m ás
cuest ión de adivinanza, lo que no le rest a im port ancia. En form a correlat iva, la resist en-
cia a la det ección de las operaciones m edulares es un indicio de que algo est á m al o que
algo falt a: uno puede est ar encont rando una am algam a que requiere la descom posición
en t érm inos de sus propias int eligencias const it uyent es.
Una int eligencia debiera t ener una hist oria ident ificable de desarrollo, a t ravés de
la cual pasarían los individuos norm ales y los dot ados, en el cam ino hacia la ont ogenia.
Sin duda la int eligencia no se desarrolla aislada, except o en personas poco com unes, y
por eso es necesario cent rarse en los papeles o sit uaciones en que la int eligencia ocupa
un sit io cent ral. Adem ás, debe ser posible ident ificar los niveles desiguales de pericia en
el desarrollo de una int eligencia, que van desde los principios universales, por los que
pasa t odo novicio, hast a niveles elevados de com pet encia en grado not able, que sólo
pueden ser visibles en individuos con t alent o fuera de lo com ún o form as especiales de
capacit ación o en am bos casos. Bien puede haber periodos crít icos claros en la hist oria
del desarrollo al igual que hit os ident ificables, vinculados a la capacit ación o a la m adurez
física. La ident ificación de la hist oria del desarrollo de la int eligencia, j unt o con el análisis
de su suscept ibilidad a la m odificación y capacit ación const it uye la m ás alt a t rascenden-
cia para los profesionales de la educación.
Toda las especies m uest ran áreas de int eligencia ( e ignorancia) , y los seres hum a-
nos no son la excepción. Las raíces de nuest ras int eligencias act uales dat an de m illones
de años en la hist oria de la especie. Una int eligencia específica se vuelve m ás verosím il
en la m edida que uno puede localizar sus ant ecedent es de la evolución, incluyendo las
capacidades ( com o el cant o de las aves o la organización social de los prim at es) que
com part en con ot ros organism os; t am bién debem os est ar at ent os a las habilidades de
cóm put o específicas que parezcan operar aisladas en ot ras especies, pero que se hayan
unido ent re sí en los seres hum anos. ( Por ej em plo, los aspect os discret os de la int eligen-
cia m usical bien pueden aparecer en varias especies, pero sólo se unen en los seres
Apoyo de t a r e a s psicológica s e x pe r im e n t a le s
Los result ados de los experim ent os psicológicos aport an una fuent e de inform ación
pert inent e a las int eligencias; los result ados de las pruebas est ándar ( com o las pruebas
del C.I .) proporcionan ot ra pist a. Si bien la t radición de la prueba de la int eligencia no
surgió com o prot agonist a de m i present ación ant erior, es claro que es adecuada para lo
que busco aquí. En la m edida que las t areas que supuest am ent e evalúan una int eligencia
se correlacionan m ucho ent re sí, y un poco m enos con las que se supone que evalúan
ot ras int eligencias, m i form ulación int ensifica su credibilidad. Pero exist e causa para pre-
ocuparse en la m edida que los result ados psicom ét ricos sean host iles hacia m i const ela-
ción de int eligencias propuest a. Sin em bargo, debe not arse que no siem pre las pruebas
de int eligencia dem uest ran lo que se asevera. Así, m uchas t areas en realidad com pren-
den algo m ás que el uso obj et ivo de habilidad, en t ant o que m uchas ot ras pueden ser re-
suelt as em pleando una diversidad de m edios ( por ej em plo, ciert as analogías o m at rices
se pueden com plet ar explot ando capacidades lingüíst icas, lógicas, espaciales o t odas
ellas) . Adem ás, a m enudo el hincapié en m ét odos de lápiz y papel excluye la prueba
apropiada de det erm inadas habilidades, en especial las que com prenden la m anipulación
Gran part e de la represent ación y com unicación hum ana del conocim ient o ocurre a
t ravés de sist em as sim bólicos: sist em as de significado ideados cult uralm ent e que capt an
form as im port ant es de inform ación. El lenguaj e, la pint ura, las m at em át icas, son sólo
t res de los sist em as sim bólicos que se han vuelt o im port ant es en t odo el m undo para la
supervivencia y la product ividad hum anas. Considero que una de las caract eríst icas que
hace út il la capacidad de com put ación pura ( y explot able) por part e de los seres hum a-
nos es su suscept ibilidad a su ordenam ient o por m edio de un sist em a sim bólico cult ural.
Vist os desde una perspect iva opuest a, los sist em as sim bólicos pueden haber evoluciona-
do t an sólo en los casos en que exist e una capacidad m adura de com put ación para con-
t rolarse por m edio de la cult ura. En t ant o que puede suceder que una int eligencia proce-
da sin su propio sist em a sim bólico, o sin algún ot ro cam po diseñado cult uralm ent e, una
caract eríst ica prim aria de la int eligencia hum ana bien puede ser su gravit ación “ nat ural”
hacia su personificación en un sist em a sim bólico.
Ent onces, ést os son los crit erios según los cuales se puede j uzgar una int eligencia
candidat a. Serán llam ados repet idam ent e, conform e sea apropiado, en cada uno de los
capít ulos sust ant ivos siguient es. Aquí es pert inent e com ent ar acerca de det erm inadas
consideraciones que podrían hacer a uno descart ar una int eligencia candidat a que de ot ra
m anera sería pert inent e.
Un grupo de int eligencias candidat as incluye las que dict a el m odo del habla popu-
lar. Por ej em plo, podría parecer que la capacidad para procesar secuencias audit ivas es
fuert e candidat o para una int eligencia; en efect o, m uchos experim ent alist as y psicom e-
t rist as han nom inado est a capacidad. Sin em bargo, los est udios de los efect os del daño
cerebral han dem ost rado fehacient em ent e, en form a repet ida, que los hilos m usicales y
lingüíst icos se procesan de m anera dist int a y se pueden afect ar por diferent es lesiones.
Así, a pesar del at ract ivo superficial de sem ej ant e habilidad, parece preferible no consi-
derarla com o una int eligencia por separado. Ot ras habilidades de las que con frecuencia
se hacen com ent arios en individuos específicos —por ej em plo: el sent ido com ún o int ui-
ción not able— parecieran exhibir signos com o el “ prodigio” . Sin em bargo, en est e caso
parece que la cat egorización est á insuficient em ent e exam inada. Un análisis m ás cuidado-
so revela form as discret as de la int uición, sent ido com ún, o ast ucia en diversos dom inios
int elect uales; la int uición en las cuest iones sociales predice poco acerca de la int uición en
el ám bit o m ecánico o m usical. Com o ant es, un candidat o superficialm ent e at ract ivo no
CON CLUSI ÓN
6
Un estudio sobre los aspectos de la decisión de desplegar una inteligencia puede encontrarse en el libro próximo a publi-
carse, de mi colega Israel Scheffler, intitulado provisionalmente “Of Human potencial”.
7
La distinción del “saber cómo” frente al “saber qué” se trata en G Ryle, The Concept of Mind (Londres: Hutchinson,
1949).
186 Mt ro. Mario Pérez Olvera
uno de los cuales ut iliza varias int eligencias, pero de los que se pude decir apropiada-
m ent e que dest acan la int eligencia part icular que se est á est udiando. Al recurrir a las re-
ferencias para cada capít ulo se puede lograr ciert a noción de la base de dat os m ás am -
plia que est oy ut ilizando, así com o de las fuent es pert inent es para una invest igación m ás
com plet a en cada int eligencia. Pero con dolor m e doy cuent a de que será t area de ot ros
días y volúm enes present ar un caso convincent e en favor de cada posible int eligencia.
Una cuest ión final e im port ant e ant es de que m e concent re en las propias int eli-
gencias. Exist e una t ent ación hum ana universal de dar crédit o a una palabra en la que
nos hem os fij ado, quizá porque nos ha ayudado a com prender m ej or una sit uación. Co-
m o señalé al principio de est a obra, int eligencia es esa palabra; la em pleam os t an a m e-
nudo que hem os llegado a creer que exist e, com o ent idad t angible, genuina y m ensura-
ble m ás que com o una form a convenient e de nom brar algunos fenóm enos que pueden
exist ir ( pero que bien pueden no exist ir) .
Est e riego de m at erializar es grave en una obra de exposición, en especial en la
que t rat a de int roducir concept os cient íficos novedosos. Es m uy probable que los lect ores
sim pat izant es y yo pensem os —y caigam os en el hábit o de decir— que aquí considera-
m os la “ int eligencia lingüíst ica, la “ int eligencia int erpersonal” o la “ int eligencia espacial”
en funciones, así nada m ás. Pero no es así. Est as int eligencias son ficciones —a lo m ás,
ficciones út iles —para hablar de procesos y habilidades que ( com o t odo lo de la vida) son
cont inuos ent re sí; la nat uraleza no t olera bruscas discont inuidades del t ipo que se pro-
ponen aquí. Nuest ras int eligencias se definen y describen por separado t an sólo para
ilum inar cuest iones cient íficas y para at acar problem as práct icos urgent es. Es perm isible
caer en el pecado de m at erializar en t ant o est em os conscient es de que est am os hacién-
dolo. De esa m anera, al volver nuest ra at ención a las int eligencias específicas, debo re-
pet ir que no exist en com o ent idades físicam ent e verificables, sino sólo com o const ruccio-
nes cient íficas de ut ilidad pot encial. Sin em bargo, puest o que el lenguaj e es el que nos
conduce a ( y nos seguirá sum ergiendo en) est e cenagal, quizá sea j ust o com enzar el
análisis de las int eligencias part iculares considerando los poderes singulares de la pala-
bra.
189
Desarrollo cognoscit ivo: las t eorías
de Piaget y de Vygot sky ∗
Ju dit h M e e ce
Profesor: ¿Puede alguien decirm e si hoy el agua hirvió m ás o m enos rápidam ent e
que ant es?
Est udiant e: Más rápidam ent e.
Profesor: ¿por qué?, ¿alguien puede decírm elo?
Est udiant e: Las part ículas est án m ás separadas.
Profesor: Muy bien, Reflexionem os sobre la densidad. ¿El agua de la llave es m ás
o m enos densa que el agua hervida? ¿Qué sucede con el agua cuando
hierve?
Est udiant e: Hay burbuj as.
Est udiant e: Se evapora.
Profesor: ¿Est á el agua convirt iéndose en gas?
Est udiant e: Sí.
Profesor: ¿La hará eso m ás o m enos densa?
Est udiant e: Menos densa.
Profesor: Muy Bien. Pensem os ahora en dos ollas de frij oles. Si t enem os una con
un poco de frij oles y ot ra con m uchos, ¿cuál de las dos t ardará m ás
t iem po en hervir?
Est udiant e: La olla con m uchos frij oles.
Profesor: Muy bien. Hablem os ahora de la t em perat ura. ¿A qué t em perat ura hirvió
el agua de la llave? ¿Y la que ya est aba hervida? ¿Qué vieron? Quizá an-
t es debem os llegar a un consenso sobre la ebullición. ¿Quién puede
darm e una definición?
Est udiant e: Cuando el agua em pieza a hacer burbuj as.
Est udiant e: Cuando se produce vapor.
Profesor: Bien. Si hay vapor, ¿Qué est á sucediendo con el agua en ebullición?,
¿Est á cam biando de est ado?
Est udiant e: Est á convirt iéndose en gas.
Profesor: Muy bien. Díganm e ahora: ¿ocurrió la ebullición a una t em perat ura m ás
∗
En Desarrollo del niño y del adolescente. Compendio para educadores, México, McGraw-Hill interamericana/SEP (Bi-
blioteca para la actualización del maestro), pp. 99-143.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 191
alt a o m ás baj a cuando el agua ya est aba hervida?
Est udiant e: A una t em perat ura m ás alt a.
Profesor: ¿Puede alguien decirm e por qué?
Est udiant e: Es m enos densa.
Profesor: ¿Por qué?
Est udiant e: Tiene m enos m at eria.
Profesor: Muy bien. ¿Puede alguien darnos una regla general sobre la relación en-
t re densidad y ebullición?
Est udiant e: Cuant o m enos densa sea una solución, m ás t iem po t ardará en hervir.
Profesor: Muy bien. Reflexionem os ahora sobre ot ras soluciones. ¿Qué sucede con
el agua salada?
Est udiant e: Es m ás densa.
Profesor: ¿Y el alcohol?
Est udiant e: Es m enos denso.
Profesor: ¿Qué t ardará m ás en hervir, el alcohol o el agua salada?
Est udiant e: El alcohol porque es m enos denso.
Profesor: Bien. Mañana hablarem os un poco m ás sobre el experim ent o. Es hora de
cam biar de grupo.
1
Según el enfoque constructivista del aprendizaje, el niño crea su conocimiento del mundo a partir de sus interacciones con
el ambiente; los profesores facilitan el proceso centrando su atención, haciéndoles preguntas y estimulando su pensamiento.
192 Mt ro. Mario Pérez Olvera
zaj e. Se basa en una idea m uy sim ple: el niño debe const ruir sus conocim ient os del
m undo donde vive. El conocim ient o no es algo que el profesor pueda t ransm it ir direct a-
m ent e a los est udiant es. Es necesario operar sobre la inform ación, m anipularla y t rans-
form arla si querem os que t enga significado para ellos. Sin em bargo, com o se aprecia en
el ej em plo, guía el proceso de const rucción del conocim ient o cent rando la at ención,
haciendo pregunt as y obligándoles a pensar. La función del profesor consist e en ayudar a
los alum nos a repensar sus ideas form ulándoles pregunt as que no se les habrían ocurri-
do. Según la perspect iva const ruct ivist a, el aprendizaj e supone cam bios est ruct urales en
la form a en que el niño concibe el m undo.
El const ruct ivism o es el fundam ent o de m uchas reform as educat ivas act uales.
Tant o el Nat ional Council for Teachers o Mat hem at ics com o la Nat ional Science Teachers
Associat ion exigen dar prioridad en el aula a la solución de problem as, a la experim ent a-
ción práct ica, a la adquisición de concept os, al razonam ient o lógico y a un aut ént ico
aprendizaj e. Por su part e, los part idarios de los m ét odos lingüíst icos globales de la lect u-
ra y de las art es del lenguaj e subrayan la im port ancia del aprendizaj e aut ént ico, en el
cual los est udiant es se sum erj an en un am bient e rico en lenguaj e y lo hagan en form as
significat ivas y fecundas.
En est e capít ulo explicarem os las t eorías que sient an las bases psicológicas del
m ét odo const ruct ivist a en el aprendizaj e. Desde el punt o de vist a t eórico, se basa en la
invest igación que Piaget y Vygot sky realizaron acerca del desarrollo. La t eoría de Piaget
ayuda a los educadores a ent ender cóm o el niño int erpret a el m undo a edades diversas.
La de Vygot sky les servirá para com prender los procesos sociales que influyen en la ad-
quisición de sus habilidades int elect uales. Am bas t ienen im port ant es aplicaciones en la
enseñanza.
TEORÍ A D EL D ESARROLLO
COGN OSCI TI VO D E PI AGET
Piaget influyó profundam ent e en nuest ra form a de concebir el desarrollo del niño.
Ant es que propusiera su t eoría, se pensaba generalm ent e que los niños eran organism os
pasivos plasm ados y m oldeado por el am bient e. Piaget nos enseñó que se com port an
com o “ pequeños cient íficos” que t rat an de int erpret ar el m undo. Tienen su propia lógica
y form as de conocer, las cuales siguen pat rones predecibles del desarrollo conform e van
alcanzando la m adurez e int eract úan con el ent orno. Se form an represent aciones m ent a-
les y así operan e inciden en él, de m odo que se da una int eracción recíproca. 2
Piaget nació en Suiza en 1896. Fue un niño ext rem adam ent e brillant e y lleno de
curiosidad. A los 10 años de edad publicó su prim er t rabaj o cient ífico, donde describió un
2
Piaget no enseñó que los niños buscan activamente el conocimiento a través de sus interacciones con el ambiente, que po-
seen su propia lógica y medios de conocer que evoluciona con el tiempo.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 193
pichón albino del parque local. Y a los 15 años consiguió su prim er em pleo com o curador
de una colección de m oluscos en el Museo de Ginebra. Y seis años después obt uvo el
doct orado en ciencias nat urales. Piaget cont inuó especializándose en m uchas áreas, en-
t re ellas sociología, religión, filosofía. Mient ras est udiaba filosofía, se sint ió fascinado por
la epist em ología, o sea la m anera en que se logra el conocim ient o. Su int erés lo llevó a
est udiar filosofía y psicología en la Sorbona, donde conoció a Teodoro Sim on, quien por
ent onces est aba preparando el prim er t est de int eligencia para niños. Sim on lo convenció
de que le ayudara a elaborar las norm as de edad para los react ivos. Fue en est e t rabaj o
en que Piaget com enzó a explorar los procesos de razonam ient o de los niños. Le int rigó
el hecho de que sus respuest as se basaban en razones m uy diferent es. Por ej em plo, dos
podían decir que un árbol t iene vida, pero explicar su respuest a de m anera dist int a. Uno
decía que est aba vivo porque se m ovía, ot ro que est aba vivo porque produce sem illas.
Mediant e una serie de procedim ient os, que llegaron a ser conocidos com o m ét odo de en-
t revist a clínica ( capít ulo I , pp. 37- 38) , Piaget analizó los procesos de razonam ient o en
que se fundan las respuest as correct as e incorrect as de los niños. La fascinación por los
procesos de adquisición del conocim ient o en el niño inspiraron una carrera de 60 años
consagrada a invest igar el desarrollo infant il. Al final de ella, Piaget había publicado m ás
de 40 libros y 100 art ículos sobre la psicología del niño.
Piaget fue uno de los prim eros t eóricos del const ruct ivism o en Psicología. Pensaba
que los niños const ruyen act ivam ent e el conocim ient o del am bient e usando lo que ya sa-
ben e int erpret ando nuevos hechos y obj et os. La invest igación de Piaget se cent ró fun-
dam ent alm ent e en la form a en que adquieren el conocim ient o al ir desarrollándose. En
ot ras palabras, no le int eresaba t ant o lo que conoce el niño, sino cóm o piensa en los pro-
blem as, y en las soluciones. Est aba convencido de que el desarrollo cognoscit ivo supone
cam bios en la capacidad del niño para razonar sobre su m undo.
Piaget fue un t eórico de fases que dividió el desarrollo cognoscit ivo en cuat r o
grandes et apas: et apa sensoriom ot ora, et apa preoperacional, et apa de las operaciones
concret as y et apa de las operaciones form ales. 3 Sus principales caract eríst icas se resu-
m en en la t abla 3.1. En cada et apa se supone que el pensam ient o del niño es cualit at i-
vam ent e dist int o al de las rest ant es. Según Piaget , el desarrollo cognoscit ivo no sólo
consist e en cam bios cualit at ivos de los hechos y de las habilidades, sino en t ransform a-
ciones radicales de cóm o se organiza el conocim ient o. Una vez que el niño ent ra en una
nueva et apa, no ret rocede a una form a ant erior de razonam ient o ni de funcionam ient o.
Piaget propuso que el desarrollo cognoscit ivo sigue una secuencia invariable. Es
3
Piaget dividió el desarrollo cognoscitivo en cuatro etapas, cada una de las cuales representa la transición a una forma más
compleja y abstracta de conocer.
194 Mt ro. Mario Pérez Olvera
decir, t odos los niños pasan por las cuat ro et apas en el m ism o orden. No es posible om i-
t ir ninguna de ellas. Las et apas se relacionan generalm ent e con ciert os niveles de edad,
pero el t iem po que dura una et apa m uest ra gran variación individual y cult ural. En una
sección post erior exam inarem os las caract eríst icas cognoscit ivas de cada una.
Piaget pensaba que t odos, incluso los niños, com ienzan a organizar el conocim ien-
t o del m undo en lo que llam ó esquem as. Los esquem as son conj unt os de acciones físicas,
de operaciones m ent ales, de concept os o t eorías con los cuales organizam os y adquiri-
m os inform ación sobre el m undo. El niño de cort a edad conoce su m undo a t ravés de las
acciones físicas que realiza, m ient ras que los de m ayor edad pueden realizar operaciones
m ent ales y usar sist em as de sím bolos ( el lenguaj e, por ej em plo) . A m edida que el niño
va pasando por las et apas, m ej ora su capacidad de em plear esquem as com plej os y abs-
t ract os que le perm it en organizar su conocim ient o. El desarrollo cognoscit ivo no consist e
t an sólo en const ruir nuevos esquem as, sino en reorganizar y diferenciar los ya exist en-
t es.
Pr in cipios de l de sa r r ollo
Dos principios básicos, que Piaget llam a funciones invariables, rigen el desarrollo
int elect ual del niño. El prim ero es la or ga n iza ción que, de acuerdo con Piaget , es una
predisposición innat a en t odas las especies. Conform e el niño va m adurando, int egra los
pat rones físicos sim ples o esquem as m ent ales a sist em as m ás com plej os. El segundo
principio es la a da pt a ción. Para Piaget , t odos los organism os nacen con la capacidad de
Piaget ut ilizó los t érm inos asim ilación y acom odación para describir cóm o se adap-
t a el niño al ent orno. Mediant e el proceso de la a sim ila ción m oldea la inform ación nue-
va para que encaj e en sus esquem as act uales. Por ej em plo, un niño de cort a edad que
nunca ha vist o un burro lo llam ará caballit o con grandes orej as. La asim ilación no es un
proceso pasivo; a m enudo requiere m odificar o t ransform ar la inform ación nueva para
incorporarla a la ya exist ent e. Cuando es com pat ible con lo que ya se conoce, se alcanza
un est ado de equilibrio. Todas las part es de la inform ación encaj an perfect am ent e ent re
sí. Cuando no es así habrá que cam biar la form a de pensar o hacer algo para adapt arla.
EL proceso de m odificar los esquem as act uales se llam a a com oda ción 4 . En nuest ro
ej em plo, el niño form ará ot ros esquem as cuando sepa que el anim al no era un caballit o,
sino un burro. La acom odación t iende a darse cuando la inform ación discrepa un poco
con los esquem as. Si discrepa dem asiado, t al vez no sea posible porque el niño no cuen-
t a con una est ruct ura m ent al que le perm it a int erpret ar est a inform ación. De acuerdo con
Piaget , los procesos de asim ilación y de acom odación est án est recham ent e correlaciona-
dos y explican los cam bios del conocim ient o a lo largo de la vida.
¿Se le ocurre un caso de asim ilación y acom odación t om ado de sus experiencias de
aprendizaj e? Al leer est e libro, est ará ut ilizando lo que ya sabe del desarrollo del niño pa-
ra ent ender la inform ación nueva. Pero quizá habrá de m odificar algunas de sus ideas a
m edida que vaya adquiriendo m ás inform ación. Por ej em plo, quizá haya aprendido en al-
guna ot ra part e que los lact ant es no pueden realizar el pensam ient o sim bólico. Com o ve-
rá m ás delant e, la t eoría de Piaget nos dice que durant e el segundo año de vida em pieza
a em erger una form a de pensam ient o sim bólico. Por t ant o, para lograr una com prensión
m ás profunda de la infancia, habrá que m odificar su conocim ient o act ual del desarrollo
del lact ant e para incorporar ( acom odar) la inform ación nueva.
M e ca n ism os de l de sa r r ollo
Si el desarrollo cognoscit ivo represent a cam bios en la est ruct ura cognoscit iva o
esquem as del niño, ¿a qué se deben esos cam bios? Piaget es un t eórico int eract ivo para
quien el desarrollo es una com plej a int eracción de los fact ores innat os y am bient ales.
Según él, en el desarrollo cognoscit ivo int ervienen los cuat ro fact ores siguient es:
¾ Maduración de las est ruct uras físicas heredadas.
¾ Experiencias físicas con el am bient e
4
La asimilación es el proceso que consiste en moldear activamente la nueva información para encajarla en los esquemas
existentes; la acomodación es el proceso que consiste en modificar los esquemas existentes para encajar la nueva informa-
ción discrepante.
196 Mt ro. Mario Pérez Olvera
¾ Transm isión social de inform ación y de conocim ient os
¾ Equilibrio
El e qu ilibr io 5 es un concept o original en la t eoría de Piaget y designa la t endencia
innat a del ser hum ano a m ant ener en equilibrio sus est ruct uras cognoscit ivas. Piaget
sost uvo que los est ados de desequilibrio son t an int rínsicam ent e insat isfact orios que nos
sent im os im pulsados a m odificar nuest ras est ruct uras cognoscit ivas con t al de rest aurar
el equilibrio. Así pues, en su t eoría ést a es una form a de conservar la organización y la
est abilidad del ent orno. Adem ás, a t ravés del proceso de equilibrio alcanzam os un nivel
superior de funcionam ient o m ent al.
ETAPAS D EL D ESARROLLO
Et a pa se n sor iom ot or a ( de l n a cim ie n t o a los 2 a ñ os)
Durant e el pe r iodo se n sor iom ot or , el niño aprende los esquem as de dos com pe-
t encias básicas: 1) la conduct a orient ada a m et as y 2) la perm anencia de los obj et os.
Piaget los consideraba las est ruct uras básicas del pensam ient o sim bólico y de la int eli-
gencia hum ana.
Una caract eríst ica dist int iva del periodo sensoriom ot or es la evident e t ransición del
lact ant e de la conduct a reflej a a las acciones orient adas a una m et a. 6 Al m om ent o de na-
cer, su com port am ient o est á cont rolado fundam ent alm ent e por reflej os. El niño nace con
la capacidad de succionar, de asir, de llorar y de m over el cuerpo, lo cual le perm it e asi-
m ilar las experiencias físicas. Por ej em plo, aprende a diferenciar los obj et os duros y
blandos succionándolos. En los prim eros m eses de vida incorpora nuevas conduct as a es-
t os esquem as reflej os. Así, la succión del pulgar no pert enece a est e t ipo de acciones. Es
un hecho fort uit o que, una vez descubiert o, repit e una y ot ra vez porque le procura una
sensación placent era. Lo inicia con un obj et o concret o en m ent e. A est a clase de acciones
int encionales proposit ivas Piaget las llam a r e a ccion e s cir cu la r e s.
Al final del prim er año, com ienza a prever los event os y para alcanzar esas m et as
com bina las conduct as ya aprendidas. En est a fase, ya no repit e hechos accident ales, si-
no que inicia y selecciona una secuencia de acciones para conseguir det erm inada m et a.
Piaget observó por prim era vez est a secuencia cuando colocó baj o una alm ohada el j u-
guet e favorit o de su hij o de 10 m eses. El niño hizo una pausa, de un golpe la arroj ó a un
lado. Com binó varias acciones para conseguir lo que quería. La secuencia conduct ual co-
5
El equilibrio es la tendencia innata de conservar estables las estructuras cognoscitivas aplicando para ello los procesos de
asimilación y acomodación.
6
Según Piaget, durante el periodo sensoriomotor los niños adquieren las habilidades de la conducta relacionadas con metas
y la permanencia de los objetos.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 197
m enzó a part ir de un obj et ivo det erm inado.
Al final de la et apa sensoriom ot ora, el niño com ienza a probar ot ras form as de ob-
t ener sus m et as cuando no logra resolver un problem a con los esquem as act uales ( ob-
servar, alcanza y asir) . Por ej em plo, si el j uguet e est á fuera de su alcance debaj o del so-
fá, posiblem ent e int ent e acercarlo con un obj et o largo o gat ee hast a la part e post erior
del m ueble. En vez de cont inuar aplicando los esquem as act uales, el niño ya puede cons-
t ruir m ent alm ent e nuevas soluciones de los problem as act uales. Según Piaget , la inven-
ción de nuevos m ét odos para resolverlos caract eriza el inicio de la conduct a verdadera-
m ent e int eligent e. Aunque los niños cont inúan resolviendo problem as por ensayo y error
durant e m uchos m ás años, part e de la experim ent ación se realiza int ernam ent e m edian-
t e la represent ación m ent al de la secuencia de acciones y de las m et as.
7
La permanencia de los objetos consiste en saber que los objetos siguen existiendo aunque estén fuera de la vista.
198 Mt ro. Mario Pérez Olvera
represent ación m ent al de los obj et os puede aparecer desde los 4 m eses de vida. Ot ros
señalan que quizá el niño com prenda el principio de la perm anencia, pero le falt an las
habilidades de m em oria para recordar la ubicación de los obj et os o las habilidades m ot o-
ras para efect uar las acciones que le perm it an encont rar el obj et o. Sin em bargo, la m a-
yoría de los t eóricos coinciden en que la capacidad de const ruir im ágenes m ent ales de los
obj et os en el prim er año del desarrollo const it uye un logro t rascendent al. A part ir de est e
m om ent o, las represent aciones m ent ales influyen m ás en el desarrollo int elect ual que las
act ividades sensoriom ot oras.
La capacidad de pensar en obj et os, hechos o personas ausent es m arca el com ien-
zo de la et apa preoperacional. Ent re los 2 y los 7 años, el niño dem uest ra una m ayor
habilidad para em plear sím bolos —gest os, palabras, núm eros e im ágenes— con los cua-
les represent ar las cosas reales del ent orno. Ahora puede pensar y com port arse en for-
m as que ant es no eran posibles. Puede servirse de las palabras para com unicarse, ut ili-
zar núm eros para cont ar obj et os, part icipar en j uegos de fingim ient o y expresar sus
ideas sobre el m undo por m edio de dibuj os. El pensam ient o preoperacional t iene varias
lim it aciones a pesar de la capacidad de represent ar con sím bolos las cosas y los acont e-
cim ient os. Piaget designó est e periodo con el nom bre de et apa preoperacional, porque
los preescolares carecen de la capacidad de efect uar algunas de las operaciones lógicas
que observó en niños de m ayor edad. Ant es de com ent ar las lim it aciones del pensam ien-
t o preoperacional vam os a exam inar algunos de los progresos cognoscit ivos m ás im por-
t ant es de est a et apa.
Pe n sa m ie n t o r e pr e se n t a cion a l
Durant e la et apa preoperacional, el niño puede em plear sím bolos com o m edio para
reflexionar sobre el am bient e. La capacidad de usar una palabra ( gallet as, leche, por
ej em plo) para referirse a un obj et o real que no est á present e se denom ina fu n cion a -
m ie n t o se m iót ico o pe n sa m ie n t o r e pr e se n t a cion a l. 8 Piaget propuso que una de las
prim eras form as de él era la im it ación diferida, la cual aparece por prim era vez hacia el
final del periodo sensoriom ot or. La im it a ción dife r ida 9 es la capacidad de repet ir una
secuencia sim ple de acciones o de sonidos, horas o días después que se produj eron ini-
cialm ent e. Piaget ( 1962) observó el siguient e ej em plo de im it ación diferida en su hij a.
Jacqueline ( 1 año, 4 m eses de edad) recibe la visit a de un niño de 1.5 años a
8
El pensamiento semiótico o representacional es la capacidad de utilizar las palabras para simbolizar un objeto que no está
presente o fenómenos no experimentados directamente.
9
Se da el nombre de imitación diferida a la capacidad de repetir una secuencia de acciones o de sonidos horas o días des-
pués de ser emitidos.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 199
quien veía de cuando en cuando y quien, durant e la t arde, est alló en un t errible berrin-
che. Él grit ó m ient ras int ent aba salir del corral de j uego, lo em puj ó hacia at rás y se puso
a pat alear. Jacqueline se quedó m irándolo, desconcert ada, pues nunca ant es había con-
t em plado una escena así. Al día siguient e ella se puso a grit ar en el corral de j uego, t rat ó
de m overlo y em pezó a pat ear un poco ( p. 62) .
Durant e la et apa preoperacional se observan ot ros ej em plos del pensam ient o re-
present acional. A m enudo se considera que los años preescolares son la “ edad de oro”
del j uego sim bólico ( Singer y Singer, 1976) . El j uego com ienza con secuencias sim ples
de conduct a usando obj et os reales; por ej em plo, fingir beber de una copa o com er con
un obj et o parecido a la cuchara. A los cuat ro años de edad, el niño puede invent ar su
propia ut ilería, crear un guión y represent ar varios papeles sociales. Veam os cóm o los
personaj es de 4 años de edad est án aprendiendo a negociar relaciones sociales en el si-
guient e ej em plo de j uego sim bólico t om ado de Bad Guys Don’t Have Birt hday ( 1988) de
Vivian Gussin Paley:
Barneny: Sigan haciendo oro. Ust edes son los guardias de la huelga. No lo olviden, yo
soy el guardia que cont rola las arm as.
Frederick: Pero nosot ros cont rolam os las arm as cuando duerm es.
Barney: No, ust edes hacen el oro y yo cont rolo las arm as. De t odos m odos, no voy a
dorm ir porque se acercan los t ipos m alvados. ¡At ención, t odos los guardias!
St uart , ven acá. ¿Quieres ser guardia? ¡Tipos m alvados! Ven el barco porque
ya se encuent ra en el sol.
Mollie: Nada de t ipos m alos, Barney, el niño est á durm iendo.
Barney: Allí hay t ipos m alos, Mollie. Nosot ros t enem os cañones.
Mollie: No puedes disparar cuando el niño est á durm iendo
Barney: ¿Quién es el niño? Nosot ros no dij im os de un niño.
Mollie: Es Crist óbal. Ven, nene Est rellit a. Acuést at e aquí.
Crist óbal: Voy a dispararles un rat o a los t ipos m alos, ¿verdad Mollie? ( p. 19)
En t érm inos generales, el j uego sim bólico se inspira en hechos reales de la vida del
niño ( por ej em plo, el pat io de j uego, ir a la t ienda, ir de viaj e) , pero t am bién los que t ie-
nen personaj es de la fant asía y superhéroes son m uy at ract ivos para él. Muchos expert os
piensan que est e t ipo de j uego favorece el desarrollo del lenguaj e, así com o las habilida-
des cognoscit ivas y sociales. Favorece adem ás la creat ividad y la im aginación.
Según Piaget , el desarrollo del pensam ient o represent acional perm it e al niño ad-
quirir el lenguaj e. 10 Los años preescolares son un periodo de desarrollo acelerado del len-
guaj e: la m ayoría de los niños pronuncian sus prim eras palabras hacia el segundo año y
van aum ent ando su vocabulario hast a alcanzar cerca de 2000 palabras a los 4 años. En
10
En la teoría de Piaget, el desarrollo del pensamiento representacional permite a los niños adquirir el lenguaje.
200 Mt ro. Mario Pérez Olvera
el capít ulo 5 est udiarem os a fondo el desarrollo lingüíst ico; por el m om ent o, conviene en-
t ender su conexión con el pensam ient o represent acional. Cuando el niño com ienza a
hablar, ut iliza palabras referent es a act ividades y a event os, lo m ism o que a sus deseos
act uales. Durant e el periodo preoperacional em pieza a em plearlas en form a verdadera-
m ent e represent acional. En vez de cent rarse exclusivam ent e en las act ividades del m o-
m ent o o en sus deseos inm ediat os, com ienza a usarlas para represent ar obj et os ausen-
t es y acont ecim ient os pasados ( Ginsburg y Opper, 1988) .Dicho de ot ra m anera, las usa
para referirse a event os que no experim ent a de m odo direct o. Piaget creía que el pen-
sam ient o represent acional facilit a el desarrollo lingüíst ico rápido en el periodo preopera-
cional. Es decir, el pensam ient o ant ecedería al desarrollo lingüíst ico.
Durant e la et apa preoperacional, el niño com ienza a represent arse el m undo a t ra-
vés de pint uras e im ágenes m ent ales, lo cual ha hecho que algunos expert os califiquen
de “ lenguaj e silencioso” el art e infant il. Los cuadros nos revelan m ucho sobre su pensa-
m ient o y sus sent im ient os. Por ej em plo, cuando a los niños de 2 y 3 años de edad se les
pregunt a qué est án dibuj ando o pint ando, lo m ás probable es que respondan: “ Nada m ás
est oy dibuj ando” . Sin em bargo, ent re los 3 y 4 años com ienzan a com binar t razos para
dibuj ar cuadros, cruces, círculos y ot ras figuras geom ét ricas. I nician la et apa represent a-
cional del dibuj o hacia los 4 o 5 años. Dibuj an casas, anim ales, personan, personaj es de
caricat uras y ot ros obj et os. Las figuras pueden represent ar obj et os reales del ent orno o
personas de la fant asía que han vist o o de los cuales han oído hablar. En la figura 3.1 se
m uest ra est e avance evolut ivo en los dibuj os infant iles. A m edida que va creciendo, el
niño enriquece sus dibuj os con det alles, incorporando incluso palabras que desarrollan el
guión. Cuando los inscriben en el j ardín de niños, algunos ya saben escribir su nom bre.
Ahora las palabras im presas, lo m ism o que las pint uras, pueden represent ar un obj et o
real del am bient e.
Con ce pt os n u m é r icos
Junt o con la m ayor habilidad de usar com o sím bolos las palabras e im ágenes, los
niños em piezan a ut ilizar los núm eros com o herram ient a del pensam ient o durant e los
años preescolares. Piaget sost uvo que los niños no adquieren un concept o verdadero del
núm ero ant es de la et apa de las operaciones concret as, cuando com ienzan a ent ender
las relaciones seriales y j erárquicas. Sin em bargo, la invest igación recient e ha dem ost ra-
do que algunos principios num éricos básicos aparecen durant e la et apa preoperacional.
Los t rabaj os de Rochel Gelm an y sus colegas ( Gelm an y Gallist el, 1978; Gelm an y Merck,
1983) señalan que algunos niños de 4 años logran ent ender los siguient es principios bá-
sicos del cont eo: a) puede cont arse cualquier arreglo de elem ent os: b) cada elem ent o
deberá cont arse una sola vez; c) los núm eros se asignan en el m ism o orden; d) es irre-
levant e el orden en que se cuent en los obj et os; e) el últ im o núm ero pronunciado es el de
Progresión evolut iva de los dibuj os infant iles: a) Et apa de colocación: garaba-
t ea ( 32 m eses de edad) ; b) form as básicas: círculo ( 42 m eses) ; c: ) et apa de
diseño: diseños com binados: de 40 7 47 m eses) ; pict ográfica: figuras hum a-
nas de 48 a 60 m eses) . Fuent e Kellogg ( 1979) .
Los preescolares com ienzan a com prender algunos concept os básicos de los núm e-
ros, pero conviene recordar que com et erán m uchísim os errores de cont eo. Om it en algu-
nos núm eros ( por ej em plo, 1, 2, 3, 5) , no incluyen elem ent os m ient ras cuent an, et c.
Adem ás, a la m ayoría de ellos y a los niños de prim aria le es difícil cont ar grandes grupos
de obj et os desorganizados ( Baroody, 1987) .
Te or ía s in t u it iva s
Los niños de cort a edad se caract erizan por su curiosidad y espírit u inquisit ivo. En
los años preescolares com ienzan a hacerse t e or ía s in t u it iva s sobre los fenóm enos na-
t urales. Piaget ( 1951) ent revist ó a niños pequeños para averiguar de qué m anera expli-
caban algunos hechos com o el origen de los árboles, el m ovim ient o de las nubes, la apa-
rición del Sol y de la Luna, el concept o de la vida. Descubrió que sus concept os del m un-
do se caract erizan por el a n im ism o. 11 Es decir, no dist inguen ent re seres anim ados ( vi-
vos) y obj et os inanim ados ( m ecánicos) ; at ribuyen est ados int encionales y rasgos hum a-
nos a los obj et os inanim ados. Por ej em plo, un niño de 3 años puede decir que el sol est á
calient e, porque quiere que la gent e no t enga frío o que los árboles pierden las hoj as
porque quieren cam biar su aspect o ext erior. Creen que las rocas, los árboles, el fuego,
11
En la etapa preoperacional el niño tiene un concepto animista del mundo; no distingue entre objetos animados e inanima-
dos.
202 Mt ro. Mario Pérez Olvera
los ríos, los aut om óviles y biciclet as poseen caract eríst icas vivas porque se m ueven. El
siguient e ej em plo ilust ra est e pensam ient o anim ist a:
Zim m ( 7 años, 9 m eses; sus respuest as se im prim ieron en cursiva) ¿Tiene vida
el gat o? Sí. ¿Y un caracol? Sí. ¿Y una m esa? No. ¿Por qué no? No puede m over-
se. ¿Tiene vida una biciclet a? Sí. ¿Por qué? Puede cam inar ¿Tiene vida una nu-
be? Sí. ¿Por qué? A veces se m ueve. ¿Tiene vida el agua? Si, se m ueve. ¿Tiene
vida cuando no se m ueve? Sí. ¿Tiene vida una biciclet a cuando no est á m ovién-
dose? Si, t iene vida aunque no se m ueva. ¿Tiene vida una lám para? Sí, brilla.
¿Tiene vida la Luna? Sí, a veces se ocult a det rás de las m ont añas. ( Piaget , 1951,
p. 199) .
Al const ruir sus creencias, los niños recurren a su experiencia y observaciones per-
sonales. Con frecuencia el calificat ivo in t u it ivo se aplica a la et apa preoperacional, por-
que su razonam ient o se basa en experiencias inm ediat as.
Las t eorías int uit ivas del m undo físico y biológico pueden t ener una influencia du-
radera en el aprendizaj e. Cuando se les present a inform ación no obj et iva en la escuela, a
m enudo la asim ilan a las t eorías del sent ido com ún que se han hecho sobre el m undo.
Por ej em plo, J. Eat on, C Anderson y E. Sm it h ( 1984) descubrieron que, 6 sem anas des-
pués de las lecciones sobre luz y visión, la m ayoría de los alum nos de quint o grado m an-
t ienen sus concepciones elem ent ales: vem os las cosas porque la luz las ilum ina y las
hace brillar. A j uicio de est os invest igadores, los profesores hacían lo posible por expo-
nerles explicaciones cient íficas, pero se cent raban en las t eorías int uit ivas de la luz. La fi-
gura 3.2 cont iene ot ros ej em plos de est e t ipo de t eorías en la ciencia. Son esquem as que
explican los hechos nat urales y que pueden persist ir, a m enos que se aborden de m odo
direct o.
Del m ism o m odo que los niños em piezan a form ular t eorías sobre el m undo ext er-
no en el periodo preoperacional, t am bién com ienzan a hacerlo respect o al m undo int erno
Hast a ahora hem os explicado algunos im port ant es progresos del pensam ient o del
niño durant e el periodo preoperacional. Veam os ahora algunas de las lim it aciones. Las
t res m ás im port ant es son egocent rism o, cent ralización y rigidez del pensam ient o.
El e goce n t r ism o es la t endencia a “ percibir, ent ender e int erpret ar el m undo a
part ir del yo” ( Millar, 1993, p. 53) . Est a t endencia se m anifiest a sobre t odo en las con-
versaciones de los preescolares. Com o son incapaces de adopt ar la perspect iva de ot ros,
hacen poco esfuerzo por m odificar su habla a favor del oyent e. Los niños de t res años
parecen realizar los llam ados m on ólogos cole ct ivos, en los cuales los com ent arios de
los int erlocut ores no guardan relación alguna ent re sí. Ent re los 4 y 5 años de edad, el
niño com ienza a m ost rar capacidad para aj ust ar su com unicación a la perspect iva de los
oyent es.
Piaget e I nhelder ( 1956) ut ilizaron el fam oso experim ent o de la m ont aña para es-
t udiar el egocent rism o en niños de cort a edad. Colocaron sobre una m esa el m odelo de
un panoram a que cont enía t res m ont añas, con cuat ro sillas dispuest as alrededor. En el
experim ent o, un niño se sent aba en una m esa; se le pedía escoger ent re un grupo de di-
FI GURA 3.3
Tarea de la adopción
¿Cuál de las dos niñas puede ver el gat o? de perspect ivas
El ej em plo ant erior ilust ra ot ra lim it ación del pensam ient o preoperacional. El pen-
sam ient o de los niños pequeños t iende a ser m uy rígido ( Millar, 1993) . En el ej em plo an-
t erior, el niño se fij a exclusivam ent e en los est ados de “ ant es” y “ después” , no en el pro-
ceso de t ransform ación. Con el t iem po, el pensam ient o de los niños se t orna m enos rígi-
Durant e los años de prim aria, el niño em pieza a ut ilizar las operaciones m ent ales y
la lógica para reflexionar sobre los hechos y los obj et os de su am bient e. Por ej em plo, si
le pedim os ordenar cinco palos por su t am año, los com parará m ent alm ent e y luego ex-
t raerá conclusiones lógicas sobre el orden correct o sin efect uar físicam ent e las acciones
correspondient es. Est a capacidad de aplicar la lógica y las operaciones m ent ales le per-
m it e abordar los problem as en form a m ás sist em át ica que un niño que se encuent re en
la et apa preoperacional.
De acuerdo con Piaget , el niño ha logrado varios avances en la e t a pa de la s ope -
r a cion e s con cr e t a s. 12 Prim ero, su pensam ient o m uest ra m enor rigidez y m ayor flexibi-
lidad. El niño ent iende que las operaciones pueden invert irse o negarse m ent alm ent e. Es
decir, puede devolver a su est ado original un est ím ulo com o el agua vaciada en una j arra
de pico, con sólo invert ir la acción. Así pues, el pensam ient o parece m enos cent ralizado y
egocént rico. El niño de prim aria puede fij arse sim ult áneam ent e en varias caract eríst icas
del est ím ulo. En vez de concent rarse exclusivam ent e en los est ados est át icos, ahora est á
en condiciones de hacer inferencias respect o a la nat uraleza de las t ransform aciones. Fi-
nalm ent e, en est a et apa ya no basa sus j uicios en la apariencia de las cosas.
A cont inuación exam inarem os m ás a fondo los t res t ipos de operaciones m ent ales
o esquem as con que el niño organiza e int erpret a el m undo durant e est a et apa: seria-
ción, clasificación y conservación.
12
Gracias a la capacidad de pensar en forma lógica y de realizar las operaciones mentales, en la etapa de las operaciones
formales el niño aborda los problemas más sistemáticamente que en la fase anterior.
206 Mt ro. Mario Pérez Olvera
Se r ia ción
Adem ás de la seriación, Piaget pensaba que las habilidades de clasificación son in-
dispensables para la aparición de las operaciones concret as. La cla sifica ción 1 3 es ot ra
m anera en que el niño int roduce orden en el am bient e al agrupar las cosas y las ideas a
part ir de elem ent os com unes. La clasificación es una habilidad que em pieza a surgir en la
niñez t em prana. Los niños que com ienzan a cam inar y los preescolares agrupan gene-
13
Piaget pensaba que las habilidades de clasificación son indispensables para aprender las operaciones concretas.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 207
ralm ent e los obj et os at endiendo a una sola dim ensión, com o el t am año o el color. Pero
no es sino hast a el periodo de las operaciones concret as cuando clasifican los obj et os se-
gún varias dim ensiones o cuando com prenden las relaciones ent re clases de obj et os. Pia-
get describió dos t ipos de sist em as t axonóm icos que surgen durant e los años int erm edios
de la niñez: la clasificación m at ricial y la clasificación j erárquica.
¿Puedes poner en or den est os palos del m ás En la et apa de las operaciones concret as, el ni-
cort o al m ás largo? ño puede or denar una serie de palos por su t a-
m año.
FI GURA 3.4 Tarea de seriación.
La cla sifica ción m a t r icia l 1 4 consist e en clasificar los obj et os a part ir de dos o
m ás at ribut os, com o se aprecia en la figura 3.5. Ya sabem os que los preescolares pueden
agrupar obj et os at endiendo a dim ensiones individuales. Pero, ¿qué ocurriría si le diéra-
m os a un grupo de ellos obj et os de dist int as form as y colores para que los ordenaran?
Piaget descubrió que en est a edad ordenan correct am ent e los obj et os según una dim en-
sión, ya sea la form a o el t am año. Un preescolar un poco m ás avanzado podría subdividir
después cada grupo de color conform e a la segunda dim ensión. Su com port am ient o indi-
ca que se encuent ra en una fase de t ransición. Percibe m ás de una dim ensión pero no
puede coordinar esa inform ación. A los 8 o 9 años de edad, dem ost rará la capacidad de
clasificar obj et os ut ilizando sim ult áneam ent e dos dim ensiones.
FI GURA 3.5
¿Qué color y qué form a t iene el obj et o falt ant e? Tarea de clasificación m at ricial
Piaget creía que la cent ralización im pone m ayores rest ricciones a las habilidades
t axonóm icas de los niños pequeños que a las de los de m ayor edad. Los prim eros t ienden
a agrupar las cosas basándose en sus sem ej ant es; norm alm ent e prescinden de las dife-
14
La clasificación matricial consiste en ordenar objetos atendiendo a dos o más atributos; la clasificación jerárquica consiste
en comprender cómo las partes se relacionan con el todo.
208 Mt ro. Mario Pérez Olvera
rencias. Los segundos pueden considerar al m ism o t iem po en qué se parecen y se dife-
rencian los obj et os. La capacidad de clasificarlos at endiendo a dos dim ensiones requiere
adem ás la r e ve r sibilida d del pensam ient o. Est a capacidad de invert ir m ent alm ent e una
operación le perm it e al niño clasificar prim ero un obj et o con una dim ensión ( el color) y
luego reclasificarlo con ot ra ( form a o t am año) . Los niños m ayores de prim aria logran re-
solver est e problem a, porque su pensam ient o est á adquiriendo m ayor flexibilidad.
En los años subsecuent es de la prim aria, el niño com ienza a ut ilizar los sist em as
de cla sifica ción j e r á r qu ica para poner orden en su am bient e. Los usa para organizar la
inform ación referent e a m at erias com o geología, biología, ast ronom ía, hist oria, física y
m úsica. Por ej em plo, en el sext o grado deben saber que la m at eria se com pone de m olé-
culas y que cada m olécula est á const it uida por át om os, los cuales cont ienen varias uni-
dades de prot ones, elect rones y neut rones. Tam bién deben saber razonar sobre las rela-
ciones j erárquicas, pues sólo así podrán ent ender los concept os num éricos. Así, el núm e-
ro 5 es part e de un conj unt o que cont iene adem ás los núm eros que lo preceden ( 1, 2, 3
y 4) . El núm ero 1 puede dividirse en part es diferent es ( m it ades, cuart os, décim as, et c.) y
el núm ero 100 est á int egrado por 10 decenas. El niño com ienza a ent ender las relaciones
j erárquicas en la et apa de las operaciones concret as.
La prueba indicada para evaluar la com prensión de las j erarquías en el niño es la
t area de inclusión en una clase. Al niño se le m uest ran dos flores dist int as, digam os t res
rosas y siet e t ulipanes, y luego se le pregunt a: “ ¿Hay m ás t ulipanes o flores?” La m ayo-
ría de los niños de 5 y 6 años dirán que hay m ás t ulipanes. Com paran las subclases ( ro-
sas y t ulipanes) y no com prenden que form an una clase m ás grande ( flores) . Para res-
ponder correct am ent e deberían pensar en los subconj unt os en relación con el t odo. Hacia
los 8 o 9 años de edad, com ienzan a basar sus respuest as en la regla lógica de la in -
clu sión e n u n a cla se . Ahora ya ent ienden que una colección de obj et os debe ser m ayor
que cualquiera de sus subpart es y aplican est a operación lógica para organizar la infor-
m ación en los problem as relacionados con la inclusión en una clase. Les será difícil com -
prender las relaciones ent re part e y t odo ant es que dom inen la habilidad ant erior.
Con se r va ción
15
La conservación consiste en entender que un objeto permanece idéntico a pesar de los cambios superficiales de forma o
de aspecto físico.
210 Mt ro. Mario Pérez Olvera
FI GURA 3.6
Principio de conservación de Piaget
FUENTE: Vander Zanden ( 1993)
Una vez lograda la capacidad de resolver problem as com o los de seriación, clasifi-
cación y conservación, el niño de 11 a 12 años com ienza a form arse un sist em a coheren-
t e de lógica form al. Al finalizar el periodo de las operaciones concret as, ya cuent a con las
herram ient as cognoscit ivas que le perm it en solucionar m uchos t ipos de problem as de ló-
gica, com prender las relaciones concept uales ent re operaciones m at em át icas ( por ej em -
plo, 15 + 8 = 10 + 13) , ordenar y clasificar los conj unt os de conocim ient os. Durant e la
adolescencia las operaciones m ent ales que surgieron en las et apas previas se organizan
en un sist em a m ás com plej o de lógica y de ideas abst ract as. 16
El cam bio m ás im port ant e en la et apa de las operaciones form ales es que el pen-
sam ient o hace la t ransición de lo real a lo posible ( Flavell, 1985) . Los niños de prim aria
razonan lógicam ent e, pero sólo en lo t ocant e a personas, lugares y cosas t angibles y
concret as. En cam bio, los adolescent es piensan en cosas con que nunca han t enido con-
t act o ( por ej em plo, cuando la ust ed una hist oria, t rat e de im aginar qué significa ser es-
clavo en la década de 1850) ; pueden generar ideas acerca de event os que nunca ocurrie-
ron ( por ej em plo, ¿cóm o sería Europa si Alem ania hubiera ganado la Segunda Guerra
Mundial) ; y puede hacer predicciones sobre hechos hipot ét icos o fut uros ( por ej em plo, si
el gobierno de un país aprobara una ley que deroga la pena de m uert e, ¿qué sucedería
con los índices de crim inalidad?) . Los adolescent es de m ayor edad pueden discut ir com -
plej os problem as sociopolít icos que incluyan ideas abst ract as com o derechos hum anos,
igualdad y j ust icia. Tam bién pueden razonar sobre las relaciones y analogías proporcio-
nales, resolver las ecuaciones algebraicas, realizar pruebas geom ét ricas y analizar la va-
lidez int rínseca de un argum ent o.
La capacidad de pensar en form a abst ract a y reflexiva se logra durant e la e t a pa
de la s ope r a cion e s for m a le s. 17 En las siguient es secciones est udiarem os cuat ro carac-
t eríst icas fundam ent ales de est e t ipo de pensam ient o: la lógica proposicional, el razona-
m ient o cient ífico, el razonam ient o com binat orio y el razonam ient o sobre probabilidades y
proporciones.
Lógica pr oposicion a l
Las operaciones m ent ales del adult o corresponden a ciert o t ipo de operación lógica
denom ina lógica pr oposiciona l, la cual según Piaget era indispensable para el pensa-
m ient o de est a et apa. La lógica proposicional es la capacidad de ext raer una inferencia
lógica a part ir de la relación ent re dos afirm aciones prem isas. En el lenguaj e cot idiano
16
Cuando los niños inician la etapa de las operaciones formales, su pensamiento comienza a distinguir entre lo real (concre-
to) y lo posible (abstracto).
17
Se da el nombre de operaciones formales a la capacidad de pensar en forma abstracta y de razonar.
212 Mt ro. Mario Pérez Olvera
puede expresarse en una serie de proposiciones hipot ét icas. Considere el siguient e ej em -
plo:
Si los lact ant es son m ayores que los adult os;
Y si los lact ant es son m ayores que los niños;
Ent onces los adult os son m ayores que los niños.
La conclusión es correct a de hecho pero inválida, porque no se deduce de la infor-
m ación que la precede. David Moshm an y Bridge Franks ( 1986) com probaron que los ni-
ños de prim aria t ienden a evaluar la conclusión ant erior basándose en la verdad obj et iva
m ás que en la validez del argum ent o. Sin em bargo, cuando realizan las operaciones for-
m ales com ienzan a considerar la validez int rínseca del argum ent o.
En est a et apa, la validez del argum ent o se relaciona m ás con la form a en que se
relacionan las proposiciones que con la veracidad del cont enido. 18 De acuerdo con Piaget ,
el razonam ient o consist e en reflexionar sobre las relaciones lógicas ent re ellas. Los ado-
lescent es parecen com prender que los argum ent os lógicos t ienen “ una vida propia de-
sencarnada e im pasible, por lo m enos en t eoría” ( Flavell, 1985, p. 101) .
Muchos t ipos de sit uaciones en los que se resuelven problem as requieren ut ilizar la
lógica proposicional. Así, para resolver problem as algebraicos se necesit a la habilidad de
reflexionar sobre proposiciones ( por ej em plo, x + 2y = 11; si y = 1, ent onces x =
_______?) . La lógica proposicional t am bién es indispensable para razonar acerca de pro-
blem as cient íficos, com o det erm inar la m anera de clasificar un anim al o plant a ( por
ej em plo, si t odos los m am íferos am am ant aran a su cría y si est e anim al am am ant ara a
su cría, ent onces será m am ífero) .
Los buenos escrit ores, abogados, polít icos y profesores se valen de la lógica pro-
posicional cuando quieren defender un punt o. Hay que t ener m ucho cuidado con los ado-
lescent es que dom inan est a habilidad. No sólo discut en m ás, sino que saben defender
m ej or sus ideas. Pueden descubrir las falacias de nuest ro razonam ient o y at acarnos con
un cont raargum ent o apropiado.
18
A la lógica proposicional le interesa más la relación entre dos proposiciones o premisas que su exactitud o veracidad.
19
El pensamiento hipotético-deductivo es la capacidad de generar y probar hipótesis de un modo lógico y sistemático.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 213
vara en la cual penden cuerdas de dist int a longit ud. En cada una pueden colgarse pesos
de diferent e t am año. Al niño se le indica cóm o funciona el péndulo y luego se le pregunt a
cuál de los cuat ro fact ores —longit ud de la cuerda, peso del obj et o, fuerza de im pulso o
alt ura de la caída— causa la rapidez con que el péndulo oscila. Ant es de cont est ar, se le
perm it e m anipular el aparat o para encont rar la solución.
¿Cuál cree que sea la respuest a correct a? ¿Cóm o acom et ería est e problem a? El
prim er paso consist e en form ular una hipót esis o en hacer una predicción. En la et apa de
las operaciones concret as, el niño puede aplicar est a est rat egia de solución de proble-
m as. El siguient e paso consist e en probar las hipót esis y, generalm ent e, es el que dist in-
gue la et apa de las operaciones concret as y la de las operaciones form ales. La clave est á
en cam biar uno de los fact ores o variables del problem a, m ant eniendo const ant es los
dem ás. El niño que se halla en la et apa de las operaciones concret as com ienza bien pero
no logra probar t odas las com binaciones posibles. A veces cam bia m ás de una variable a
la vez ( por ej em plo, la cuerda y el peso) . Pero com o no aborda el problem a en form a sis-
t em át ica, a m enudo ext rae conclusiones erróneas cuando necesit a t ener en cuent a m u-
chas variables. Por su part e, el niño que se encuent ra en la et apa de las operaciones
form ales suele considerar t odas las com binaciones posibles. En est e ej em plo hay 16
com binaciones que es preciso at ender para sacar la conclusión correct a. La respuest a co-
rrect a es la longit ud de la cuerda. Una cuerda cort a hace que el péndulo se m ueva m ás
rápidam ent e, prescindiendo del rest o de los fact ores.
¿Qué hace que el péndulo oscile con m ayor rapidez? Los cuat ro fact ores en cuest ión son la FI GURA 3.7
longit ud de la cuerda, el peso del péndulo, la alt ura desde al cual se sost iene y al fuerza Tarea del Péndulo
con que se im pulsa.
Ot ra caract eríst ica de las operaciones form ales es la capacidad de pensar en cau-
sas m últ iples. Supongam os que ust ed le repart e a un grupo de est udiant es de prim aria y
de secundaria cuat ro fichas de plást ico de dist int os colores y les indica que las com binen
en la m ayor cant idad posible de form as. Lo m ás probable es que com binen sólo dos a la
vez. Pocos lo harán sist em át icam ent e. En cam bio, los adolescent es pueden invent ar una
Figura 3.8
Dos de los líquidos claros en los cuat ro vasos se com binan con el líquido g para producir una solución e Tarea de
color am ar illo. ¿Cóm o resolverías est e problem a? quím ica
Los niños de prim aria generalm ent e t ienen un conocim ient o lim it ado de la probabi-
lidad. La t eoría de Piaget cont ribuye a explicar porqué. La figura 3.9 m uest ra una dist ri-
buidora de chicles de globo, con 30 globos roj os y 50 am arillos. Si un niño int roduce una
m oneda en la m áquina, ¿de que color es probable que salga el chicle en form a de bola?
Si el niño se encuent ra en la et apa de las operaciones concret as dirá “ am arillo” , porque
hay m ás bolas am arillas que roj as. El que se halle en la et apa de las operaciones form a-
FI GURA 3.9
Si int roduces una m oneda, ¿de qué color será
Tarea de razones
probablem ent e la bola de chicle que salga?
Algunos t eóricos afirm an que la invest igación de Piaget t al vez sobrest im ó la capa-
cidad del adolescent e para razonar sobre las proporciones. Hay evidencia de que posi-
blem ent e ni siquiera los adult os aplican la est rat egia del razonam ient o proporcional
cuando resuelven problem as práct icos. Por ej em plo, en un superm ercado N. Capon y D.
Kuhn ( 1979) pidieron a 50 m uj eres j uzgar cuál de los dos t am años de un product o con-
venía com prar. Un frasco de aj o en polvo cont enía 1.25 onzas y cuest a 41 cent avos de
dólar, m ient ras que el segundo cont enía 2.37 y cost aba 77 cent avos. A las m uj eres se les
dieron lápiz y papel y se les indicó que fundam ent aran sus respuest as. La form a m ás di-
rect a de resolver el problem a consist e en calcular el precio del aj o en polvo por onza de
los frascos y en com parar después los result ados. Est a est rat egia requiere razonar sobre
las proporciones lo cual, según la t eoría de Piaget , es una caract eríst ica de las operacio-
nes form ales. El est udio de Capon y Kuhn reveló que m enos de 30 por cient o de las m u-
j eres aplicaron la est rat egia del razonam ient o proporcional al com prar los product os. La
m ayoría usó una rest a y j ust ificó su respuest a diciendo “ con el frasco m ás grande se ob-
t ienen 32 onzas m ás por 36 cent avos adicionales” . Ot ras se basaban en la experiencia
pasada y j ust ificaban su respuest a diciendo “ con el frasco m ás grande siem pre es m ej or
o m ás barat o” . En el est udio se llegó a la conclusión de que m uchos adult os quizá no se-
pan ut ilizar las operaciones form ales cuando resuelven problem as reales.
LA TEORÍ A D E PI AGET
EN EL M OM EN TO ACTUAL
La t eoría del desarrollo cognoscit ivo de Piaget es una de las m ás cit adas y cont ro-
vert idas. Piaget cont ribuyó a m odificar el rum bo de la invest igación dedicada al desarrollo
del niño. Una vez que los invest igadores com enzaron a est udiar el desarrollo a t ravés de
est a perspect iva, ya no pudieron volver a ver al niño com o un organism o pasivo condi-
cionado y m oldeado por el am bient e ( Miller, 1993) . Aunque esos t rabaj os siguieron influ-
yendo en la form a de pensar del niño, en años recient es su t eoría ha provocado fuert es
cont roversias y crít icas. Ent re ot ras cosas se crit ica lo siguient e: a) los m ét odos de inves-
t igación; b) la nat uraleza gradual del pensam ient o del niño; c) la idoneidad de los m ode-
los de equilibrio para explicar los cam bios evolut ivos; d) la universalidad de las et apas
piaget ianas ( Flavell, 1985; Miller, 1993) .
Muchos t eóricos cont em poráneos piensan que Piaget subest im o las capacidades de
los niños de cort a edad. 20 Según señalam os en páginas ant eriores, las t areas que ut ilizó
eran m uy com plicadas y exigían gran habilidad cognoscit iva; incluso m uchas de ellas re-
querían habilidades verbales com plej as. Los crít icos señalan que quizá el niño posea la
habilidad de resolver problem as en niveles cognoscit ivos superiores, sólo que le falt an las
habilidades verbales para dem ost rar su com pet encia. Así, cuando se em plean m edidas
no verbales para probar la presencia o la ausencia de los concept os básicos, los result a-
dos difieren de los de Piaget . Por ej em plo, en la sección dedicada a la infancia com ent a-
m os las invest igaciones recient es según las cuales la perm anencia de los obj et os t al vez
aparezca ant es de lo propuest o por Piaget . Tam bién incluim os est udios en que los niños
20
Las teorías de Piaget no escaparon a la crítica: algunos rechazan su teoría de las etapas invariables, otros señalan que no
haya tenido en cuenta el contexto cultural donde se desarrollan las habilidades del pensamiento y otros piensan que su idea
de equilibrio en el cambio evolutivo es inadecuada.,
Mt ro. Mario Pérez Olvera 217
de 3 y 4 años de edad pueden realizar t areas sim ples de perspect iva visual ( véase la
sección del egocent rism o) . En ot ro experim ent o, Gelm an ( 1972) descubrió que los niños
de 3 años podían ent ender las t areas de conservación de los núm eros cuando usaban un
lenguaj e m ás fam iliar y un pequeño núm ero de obj et os. Una descripción de est e experi-
m ent o se incluye en el recuadro de invest igación 3.1. Est e est udio viene a corroborar los
post ulados de los t eóricos cont em poráneos de que Piaget subest im ó las habilidades cog-
noscit ivas del niño en la infancia y en la niñez ( Gelm an y Baillargeon, 1993) .
Rachel Gelm an ( 1972) diseñó un experim ent o sim ple con el cual est udiar la habilidad
de los niños para conservar los núm eros. En él se m ost raron dos planchas a niños de
3 años. Una cont enía t res rat ones de j uguet e y la ot ra dos rat ones. Les indicó a los
niños escoger la plancha “ ganadora” y la “ perdedora” . Una y ot ra vez ident ificaron
com o ganadora la de t res rat ones. Después que dem ost raron que podían ident ificar
correct am ent e las planchas ganadoras y perdedoras, el experim ent ador cam bia “ m á-
gicam ent e" La ganadora elim inando el rat ón de en m edio o em puj ándolo para acer-
carlos m ás ent re sí. Cuando los niños volvían a ver las planchas, se m ost raban sor-
prendidos. Algunos pregunt aban dónde est aba el rat ón falt ant e. Más im port ant e aún:
definían la plancha ganadora por el núm ero de rat ones que cont enía y no lo largo de
la hilera. Cuando se em puj aba a los t res rat ones para apret arlos, seguían clasificán-
dola com o ganadora. El est udio de Gelm an com probó que los niños conservan el nú-
m ero ant es de lo que afirm aba Piaget .
A Piaget se le ha crit icado principalm ent e por sus ideas concernient es a la nat ura-
leza cualit at iva del desarrollo cognoscit ivo. Algunos t eóricos ponen en t ela de j uicio que
los cam bios en los sist em as cognoscit ivos del niño sean t an “ fundam ent ales, decisivos,
cualit at ivos y graduales com o propuso él” ( Flavell, 1985, p. 82) . Tam bién han señalado
que el m odelo de equilibrio no logra explicar sat isfact oriam ent e los progresos en el desa-
rrollo cognoscit ivo. Tam poco se m encionan de m anera explícit a las act ividades cognosci-
t ivas que t ienen lugar durant e el proceso de asim ilación, de acom odación y de equilibrio
( Flavell, 1985; Miller, 1993; Siegler, 1991) .
Num erosas invest igaciones act uales indican que los cam bios por et apas en el pen-
sam ient o del niño se deben a alt eraciones m ás graduales y cuant it at ivas en las capacida-
des de su at ención y de su m em oria ( Miller, 1993) . I ndican asim ism o que los niños de
cort a edad t al vez no puedan realizar algunas de las t areas de Piaget , porque ent re ot ras
cosas no se concent ran en las dim ensiones relevant es, no codifican la inform ación apro-
piada, no relacionan la inform ación con los conocim ient os act uales, no recuperan en la
I n t e r va lo de e da d
Et a pa Ca r a ct e r íst ica s
( a pr ox .)
Est ruct uras sensorio m ot oras Del nacim ient o a 1 ½ años Las represent aciones m ent ales
de cont rol est án ligadas a los m ovim ien-
t os físicos.
Est ruct uras dim ensionales de De 5 a 11 años El niño puede ext raer las di-
cont rol m ensiones de int erés en el
m undo físico y social. Puede
com parar dos dim ensiones
( por ej em plo, alt ura y ancho)
de m odo cuant it at ivo.
Est ruct uras abst ract as de con- De 11 a 18 ½ años El niño adquiere sist em as abs-
t ract os de pensam ient o que le
Ot ra cuest ión de int erés para los t eóricos cont em poráneos es la universalidad de
las et apas de Piaget . Com o dij im os ant es, se est im a que sólo una pequeña m inoría de
adolescent es alcanzan la et apa de las operaciones form ales. Al parecer, su adquisición
depende de las expect at ivas y de las experiencias cult urales. Algunos t eóricos sost ienen
que las invest igaciones de Piaget no t uvieron suficient em ent e en cuent a el papel de la
cult ura en el desarrollo de las habilidades del pensam ient o. Com pare el experim ent o del
superm ercado de Capon y Kuhn con el del recuadro de invest igación 3.2. En est e últ im o,
los niños de 10 1 12 años realizaban sin dificult ad grandes cálculos num éricos cuando
vendían en la calle, pero no podían efect uarlos cuando se les pedía leer cifras im presas
de varios dígit os. Los result ados de los est udios int ercult urales subrayan la im port ancia
de at ender al cont ext o cult ural donde se desarrollan las habilidades del pensam ient o ( Ro-
goff, 1990) .
Si la t eoría de Piaget despiert a t ant as cont roversias, ¿por qué deben est udiarla los
educadores? A pesar de las crít icas aquí recogidas, los t eóricos piensan que Piaget capt ó
m uchas de las grandes t endencias del pensam ient o del niño ( Flavell, 1985) . En general,
los preescolares no pueden concent rarse en m ás de una dim ensión del obj et o de la est i-
m ulación, ni reflexionar sobre las relaciones ni t am poco adopt ar la perspect iva de ot ra
persona. Los niños m ayores de prim aria pueden pensar lógicam ent e en las relaciones,
efect uar operaciones m ent ales y reflexionar sobre sus procesos de pensam ient o; pero no
pueden resolver m ent alm ent e problem as hipot ét icos ni abordarlos de una m anera sist e-
m át ica, sobre t odo cuando se requieren varios pasos. Los adolescent es est án m ej or
equipados para ut ilizar sist em as com plej os de sím bolos, para analizar la lógica int rínseca
de un argum ent o y para ext raer inferencias de m uchos dat os, aunque haya inform ación
cont radict oria. En una palabra, Piaget nos enseño que los niños no ven ni int erpret an el
m undo com o los adult os. 21
RECUADRO DE I NVESTI GACI ÓN 3.2. APRENDI ZAJE DE LA ARI TMÉTI CA DENTRO DEL CONTEXTO.
Un grupo de invest igadores brit ánicos y brasileños est udiaron las habilidades arit m ét icas de ni-
ños de 9 a 15 años que vendían en las calles de Brasil. En m uchas ciudades de ese país es co-
m ún que los hij os y las hij as de los vendedores callej eros les ayuden a sus padres en el m erca-
do. Los adolescent es crean su propio negocio para vender cacahuat es asados, palom it as de
m aíz, leche de coco o m azorcas de m aíz. Los invest igadores descubrieron que los niños y los
adolescent es aprenden com plej as operaciones arit m ét icas m ient ras com pran y venden, pero no
21
Piaget nos enseñó que el niño no ve el mundo ni lo interpreta como los adultos.
220 Mt ro. Mario Pérez Olvera
pueden efect uarlas cuando se les present an fuera de cont ext o. Por ej em plo, una ent revist a t í-
pica con un vendedor callej ero de 12 años realizada en el m ercado podría desarrollarse en los
siguient es t érm inos ( Carraher, Carraher y Schleinm an, 1985) :
Client e: ¿Cuánt o cuest a un coco?
Niño: 35 cruzeiros.
Client e: Quiero 10 ¿Cuánt o es?
Niño: ( pausa) Tres serán 103, m as cuat ro m e da 210.
( pausa) Necesit a cuat ro m ás. Es decir… ( pausa) 315. Creo que 350.
Después que los ent revist adores plant earon varias cuest iones de est e t ipo, les dieron a los ni-
ños papel y lápiz pidiéndoles resolver problem as idént icos. Por ej em plo, les pregunt aron: 35 X
10 = _______? La operación m at em át ica que realizaban en la calle les fue present ada en un
problem a verbal: un plát ano cuest a 12 cruzeiros. María com pró 10 plát anos. ¿Cuánt o pagó en
t ot al?
Los result ados de est e experim ent o revelaron lo siguient e: cuando los problem as m at em át icos
se daban dent ro de cont ext os de la vida real ( com prar y vender, por ej em plo) , eran resuelt os
en un porcent aj e m ucho m ás alt o que cuando se present aban fuera de cont ext o. El 98 por
cient o de las veces los niños cont est aban correct am ent e la pregunt a específica de la sit uación.
Cuando la m ism a operación aparecía en un problem a verbal, la resolvían correct am ent e 73 por
cient o de las veces. Por el cont rario, lo hacían 37 por cient o de las veces cuando la operación
m at em át ica aparecía fuera de cont ext o.
Los result ados dem uest ran que el cont ext o puede influir m ucho en el hecho de que los niños
ut ilicen o no sus conocim ient os m at em át icos. Los de est e est udio no podían aplicar las est rat e-
gias arit m ét icas que usaban cuando vendían en la calle para resolver problem as en sit uaciones
de t ipo académ ico. Est o plant ea pregunt as sobre la enseñanza de las m at em át icas com o una
serie de convenciones que est án desvinculadas de las act ividades diarias del niño en que re-
suelve problem as.
Gran part e de la invest igación de piaget se cent ró en cóm o adquiere el niño con-
cept os lógicos, cient íficos y m at em át icos. Aunque reflexionó sobre las consecuencias pe-
dagógicas generales de su obra, se abst uvo de hacer recom endaciones concret as. No
obst ant e, sus t rabaj os acerca del desarrollo int elect ual del niño inspiraron t rascendent a-
les reform as al plan de est udios en las décadas de 1960 y de 1970. Su t eoría sigue sien-
do el fundam ent o de los m ét odos didáct icos const ruct ivist as, de aprendizaj e por descu-
brim ient o, de invest igación y de orient ación a los problem as en la escuela m oderna. En
est a sección vam os a com ent ar cuat ro im port ant es cont ribuciones que hizo a la educa-
ción.
Una de las cont ribuciones m ás im port ant es de la obra de Píat e se refiere a los pro-
La segunda aport ación m ás im port ant e de Piaget es la idea de que el conocim ient o
se const ruye a part ir de las act ividades físicas y m ent ales del niño. Piaget ( 1964) nos en-
señó que el conocim ient o no es algo que podam os sim plem ent e darle al niño.
Piaget est aba convencido de que los niños no pueden ent ender los concept os y
principios con sólo leerlos u oír hablar de ellos. Necesit an la oport unidad de explorar, de
experim ent ar, de buscar las respuest as a sus pregunt as. Más aún, est a act ividad física
debe acom pañarse de la act ividad m ent al. “ Hacer” no debe int erpret arse com o aprender
ni com o ent ender. El conocim ient o obt enido de la experiencia física debe ser ut ilizado,
t ransform ado y com parado con las est ruct uras exist ent es del conocim ient o.
Ot ra im port ant e cont ribución de Piaget se refiere a la necesidad de adecuar las ac-
t ividades de aprendizaj e al nivel del desarrollo concept ual del niño. 23 Las que son dem a-
siado sim ples pueden causar aburrim ient o o llevar al aprendizaj e m ecánico; las que son
dem asiado difíciles no pueden ser incorporadas a las est ruct uras del conocim ient o. En el
m odelo piaget iano, el aprendizaj e se facilit a al m áxim o cuando las act ividades est án rela-
cionadas con lo que el niño ya conoce, pero al m ism o t iem po, superan su nivel act ual de
com prensión para provocar un conflict o cognoscit ivo. El niño se sient e m ot ivado para re-
est ruct urar su conocim ient o, cuando ent ra en cont act o con inform ación o experiencias li-
geram ent e incongruent es con lo que ya conoce. El aprendizaj e se realiza a t ravés del
22
Piaget pensaba que “aprender a aprender” debe ser el eje central de la instrucción y que los niños construyen su conoci-
miento a partir de la interacción con el ambiente.
23
Según Piaget, se estimula el aprendizaje cuando las actividades están relacionadas con lo que ya se conoce, pero un poco
por encima del nivel actual del conocimiento.
222 Mt ro. Mario Pérez Olvera
proceso del conflict o cognoscit ivo, de la reflexión y de la reorganización concept ual.
La cuart a aport ación que hizo Piaget a la educación se refiere a la función que la
int eracción social t iene en el desarrollo cognoscit ivo del niño. Piaget ( 1976) señaló: “ Nin-
guna act ividad int elect ual puede llevarse a cabo m ediant e acciones experim ent ales e in-
vest igaciones espont áneas sin la colaboración volunt aria ent re individuos, est o es, ent re
los est udiant es” ( pp. 107- 108) . La int eracción social cont ribuye m ucho a at enuar el ego-
cent rism o de los niños de cort a edad. En los niños de m ayor edad, especialm ent e ent re
los adolescent es, la int eracción que realizan con com pañeros y adult os es una fuent e na-
t ural de conflict o cognoscit ivo. A t ravés de ella aclaran sus ideas, conocen ot ras opinio-
nes y concilian sus ideas con las aj enas. A m enudo los procesos de equilibrio descrit os en
páginas ant eriores ent ran en acción cuando los niños no coinciden ent re ellos.
La fu n ción de l a pr e n diza j e
Las ideas de Piaget sobre el desarrollo han influido en la t eoría pedagógica, pero
hay un aspect o que sigue suscit ando cont roversias. Piaget ( 1964) sost uvo que “ el apren-
dizaj e est á subordinado al desarrollo y no a la inversa” ( p. 17) . 24 Su t eoría rom pe radi-
calm ent e con la creencia de que el aprendizaj e puede est im ular el desarrollo. Por ej em -
plo, los conduct ist as com o Thorndike y Skinner afirm an que la adquisición de inform ación
y de habilidades puede producir niveles m ás alt os de funcionam ient o cognoscit ivo. Com o
verem os luego, Vygot sky ( 1978) propuso que “ el aprendizaj e debidam ent e organizado
favorece el desarrollo m ent al y pone en m archa varios procesos evolut ivos que serían
im posibles sin él” ( p. 90) . Para Piaget , la et apa del desarrollo lim it a lo que los niños pue-
den aprender y la m anera en que lo harán. No es posible acelerar el desarrollo por m edio
de experiencias de aprendizaj e. La siguient e cit a ( Duckwort h, 1964) aclara est e punt o de
m odo t aj ant e.
Por desgracia, a m enudo se da la siguient e int erpret ación a las ideas de Piaget so-
bre la relación ent re desarrollo y aprendizaj e: la enseñanza de ciert as habilidades y m a-
t erias debe posponerse hast a que el niño est é “ m ent alm ent e list o” . Conviene t ener pre-
sent e que Piaget reconocía en las int eracciones sociales un fact or que est im ula el desa-
24
A diferencia de sus contemporáneos, Piaget pensaba que el desarrollo controla el aprendizaje más que a la inversa.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 223
rrollo. Lo que en realidad quería decir es que la est im ulación et erna del pensam ient o sólo
dará result ado si hace que el niño inicie los procesos de asim ilación y acom odación. Son
sus esfuerzos personales por resolver el conflict o lo que lo im pulsan a un nuevo nivel de
act ividad cognoscit iva. Puede m em orizar que 2 + 8= 10, ¿pero en verdad com prende
que 2 y 8 se com binan para producir un t odo m ayor donde los t odos ant eriores se con-
viert en en part es?
Según Piaget , un m ét odo m ás eficaz sería asegurarse de que los est udiant es t en-
gan num erosas oport unidades de agrupar y cont ar obj et os ant es de plant earles proble-
m as en form a sim bólica o abst ract a. El profesor debe invest igar el nivel act ual de com -
prensión de sus alum nos y est ablecer las experiencias que necesit an para avanzar al si-
guient e nivel. Est a int erpret ación de las ideas piaget ianas significa que los profesores no
deben lim it arse sim plem ent e a esperar que el niño est é “ m ent alm ent e list o” para apren-
der.
La t eoría del desarrollo int elect ual de Piaget produj o fuert e im pact o en la inst ruc-
ción preescolar ( DeVries, 1990) . La Nat ional Associat ion for t he Educat ion of Young Chil-
dren ( NAEYC) preparó y publicó norm as de enseñanza que est án basadas en su t eoría.
En la t abla 3.3 se dan ej em plos de ellas. Se supone que el niño adquiere el conocim ient o
a t ravés de las acciones. En el caso de los niños pequeños, el j uego represent a un m edio
im port ant ísim o que les ayuda a aprender, a adquirir el lenguaj e y a crear. Aunque las
norm as de la asociación rest an im port ancia a la inst rucción dirigida por el m aest ro en los
prim eros años de la infancia, no debe suponerse que su función en el aula es lim it ada.
Debe crear act ividades de aprendizaj e que est im ulen el int erés y el pensam ient o; des-
pués debe canalizar el aprendizaj e pregunt ando y det erm inando la com prensión. Piaget
m anifest ó que “ a los niños no ha de dárseles libert ad absolut a para que t rabaj en o j ue-
guen por su cuent a” ( DeVries, 1990, p. 36) .
La t eoría piaget iana del desarrollo int elect ual ha ej ercido profunda influencia en la
enseñanza de las m at em át icas y de la ciencia. En los Est ados Unidos, en part e los es-
fuerzos act uales de la reform a educat iva en esas m at erias se basan en ella: las nuevas
orient aciones del program a est ablecen que el conocim ient o no se t ransm it e sim plem ent e.
Es necesario brindar a los est udiant es la oport unidad de probar, de pregunt ar y de crear
su significado propio a t ravés de las act ividades físicas y m ent ales. Tam bién se hace hin-
capié en la im port ant e función que cum plen las int eracciones con los com pañeros en el
desarrollo cognoscit ivo. Más aún, la reform a subraya que el profesor debe escoger las ac-
t ividades adecuadas de aprendizaj e, guiarlo y est im ular los procesos de razonam ient o de
sus alum nos. En el recuadro de invest igación 3.3 se describe el enfoque const ruct ivist a
de la enseñanza y del aprendizaj e de las m at em át icas que incorpora los principios del
TABLA 3.3 NORMAS DE LA NATI ONAL ASSOCI ATI ON FOR THE EDUCATI ON OF YOUNG CHI L-
DREN PARA NI ÑOS DE 4 Y 5 AÑOS DE EDAD.
El profesor prepara el am bient e para que los El profesor ut iliza lecciones m uy est ruct uras
niños aprendan explorando act ivam ent e y dirigidas por él.
e int eract uando con adult os, con ot ros El profesor dirige t odas las act ividades, di-
niños y con m at eriales. ciendo adem ás qué harán los niños y
Los niños escogen sus propias act ividades cuándo. Las realiza por él ( por ej em plo,
ent re varias áreas de aprendizaj e: j uego recort a figuras, m anipula m at eriales,
t eat ral, bloques, ciencia, j uegos y pro- et c.) .
blem as m at em át icos, art e y m úsica. Una part e considerable del t iem po de apren-
Los niños deben est ar física y m ent alm ent e dizaj e la pasa el niño escuchando pasi-
act ivos. El profesor reconoce que apren- vam ent e, sent ado y esperando.
den resolviendo problem as y experim en- La m ayor part e del t iem po se em plea la ins-
t ando m ediant e la t écnica de aut odirec- t rucción en grandes grupos dirigida por el
ción. m aest ro.
La m ayor part e del t iem po, los niños t raba- En el currículo predom inan los cuadernos de
j an individualm ent e o en grupos peque- t rabaj o, las hoj as m im eografiadas, las
ños inform ales. t arj et as didáct icas y ot ros m at eriales abs-
A los niños se les dan act ividades de apren- t ract os y est ruct urados.
dizaj e concret o con m at eriales y cont eni- El profesor dom ina el proceso didáct ico
do relacionados con la vida. hablando, ordenando y m ost rando cóm o
El profesor recorre los grupos y los individuos hacer las cosas.
para facilit ar la part icipación act iva de los Los niños deben responder dando la respues-
niños con los m at eriales y con las act ivi- t a correct a. Se concede m ucha im port an-
dades. cia a la m em orización m ecánica.
El profesor acept a que a m enudo hay ot ras
respuest as correct as. Se cent ra en cóm o
los niños fundam ent an y explican sus
respuest as.
FUENTE: Bredekam p ( 1987)
Piaget crit icó m ucho la enseñanza de las m at em át icas. Creía que se enseñaba
con un sim ple conj unt o de reglas y fórm ulas. Cuando se enseña así, el niño no llega a
conocer bien ni los concept os ni las reglas. De ahí que no pueda explicar las solucio-
nes de los problem as. Por ej em plo, cuando a los niños de cuart o grado se les pide que
expliquen por qué realizan los pasos de un problem a con una división ext ensa, casi t o-
dos responde: “ No sé, m i m aest ro m e indicó hacerlo de est e m odo” .
Ferry Word, Paul Cobb y Erna Yackel ( 1992) diseñaron una serie de act ividades
m at em át icas para niños de segundo grado, inspirándose en los principios const ruct i-
vist as del proceso de enseñanza- aprendizaj e. Las act ividades se em plearon después
en diez grupos de segundo grado durant e t odo el año lect ivo. Podían resolverse en va-
rias form as. Los niños t rabaj aban con problem as por pares para que pudieran com par-
t ir ideas, j ust ificar las respuest as y solucionar los punt os de vist a cont radict orios. El
profesor observaba y escuchaba m ient ras t rabaj aban colaborat ivam ent e. Cuando lo
j uzgaba convenient e, int ervenía para ofrecerles sugerencias, para cuest ionar las ideas
y conocer su pensam ient o. Al t rabaj o en grupos pequeños sucedía una discusión con
t oda la clase. Dent ro de est e cont ext o los niños explicaban y com part ían la solución de
Or íge n e s socia le s de l pe n sa m ie n t o
A Vygot sky se le considera uno de los prim eros crít icos de la t eoría piaget iana del
desarrollo cognoscit ivo. En su perspect iva, el conocim ient o no se const ruye de m odo in-
dividual com o propuso Piaget , sino que se coconst ruye ent re las personas a m edida que
int eract úan. 25 Las int eracciones sociales con com pañeros y adult os m ás conocedores
const it uyen el m edio principal del desarrollo int elect ual. Según Vygot sky, el conocim ient o
no se sit úa ni en el am bient e ni en el niño. Más bien, se localiza dent ro de un cont ext o
cult ural o social det erm inado. En ot ras palabras, creía que los procesos m ent ales del in-
dividuo com o recordar, resolver problem as o planear t ienen un origen social ( Weist ch y
Tulvist e, 1992) .
De acuerdo con Vygot sky, el niño nace con habilidades m ent ales elem ent ales, en-
t re ellas la percepción, la at ención y la m em oria. Gracias a la int eracción con com pañeros
y adult os m ás conocedores, est as habilidades “ innat as” se t ransform an en funciones
25
Vygotsky no creía que el conocimiento se construye de modo individual como propusiera Piaget, sino que se coconstruye
entre las personas mientas interactúan.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 227
m ent ales superiores. 26 Más concret am ent e, Vygot sky pensaba que el desarrollo cognosci-
t ivo consist e en int ernalizar funciones que ocurren ant es en lo que él llam ó plano social.
La in t e r n a liza ción designa el proceso de const ruir represent aciones int ernas de accio-
nes físicas ext ernas o de operaciones m ent ales. Jam es Wert sch ( 1985) describe en los
siguient es t érm inos las ideas de Vygot sky sobre los orígenes sociales de la cognición:
Respect o a las ideas de los orígenes sociales de la cognición propuest as por Vy-
got sky, hay que señalar en est e m om ent o que em plea el concept o de int ernaliza-
ción. No afirm a sim plem ent e que la int eracción social origine la adquisición de las
habilidades de solución de problem as, de m em oria y ot ras; m ás bien, afirm a que
el niño t om a esos m ism os m edios ( especialm ent e el habla) y los int ernaliza. Así
pues, Vygot sky se pronuncia con t oda claridad por la int ernalización y los oríge-
nes sociales de la cognición ( p. 146; el cursivo es nuest ro) .
H e r r a m ie n t a s de l pe n sa m ie n t o
26
La internalización indica el proceso de formar una representación mental de las acciones físicas externas o de las opera-
ciones mentales.
27
Las herramientas técnicas sirven para cambiar los objetos o dominar el ambiente; las herramientas psicológicas sirven pa-
ra organizar o controlar el pensamiento o la conducta.
228 Mt ro. Mario Pérez Olvera
y los dibuj os. Algunos ej em plos de herram ient as t écnicas son papel y lápiz, t ransport ado-
res geom ét ricos, m áquinas, reglas y m art illos. Según Vygot sky, t oda cult ura posee sus
propias herram ient as t écnicas y psicológicas que t ransm it e a los niños por m edio de las
int eracciones sociales. Y a su vez las herram ient as cult urales m oldean la m ent e.
¿Cuáles son algunas de las form as en que la sociedad m oldea el pensam ient o del
niño? A principios de la década de 1900, por ej em plo, las m adres enseñaban a sus hij as
a hacer m ant equilla y a hilar cuando llegaban a la pubert ad. Pocas j óvenes aprenden hoy
esas dest rezas. Ant es del advenim ient o de las calculadoras barat as, los est udiant es debí-
an m em orizar hechos arit m ét icos, com o las raíces cuadradas. En la m ayoría de las es-
cuelas m odernas se les perm it e usar calculadoras en las clases de m at em át icas y de
ciencias. Ot ra herram ient a t ecnológica, la com put adora, cada vez t ienen m ás acept ación
en el aula y en el hogar. Educadores y m aest ros em piezan a pregunt arse cóm o afect ará
la com put adora al desarrollo cognoscit ivo y social de los niños durant e la era t ecnológica.
Por desgracia, es un t em a que se ha invest igado poco ( Lepper y Gurt ner, 1989) .
Le n gu a j e y de sa r r ollo
Parra Vygot sky, el lenguaj e es la herram ient a psicológica que m ás influye en el de-
sarrollo cognoscit ivo. Al respect o dice ( 1962) : “ El desarrollo int elect ual del niño se basa
en el dom inio del m edio social del pensam ient o, es decir, el lenguaj e” ( p. 24) . Dist ingue
t res et apas en el uso del lenguaj e: la et apa social, la egocént rica y la del habla int erna. 28
En la prim era et apa, la del h a bla socia l, el niño se sirve del lenguaj e fundam en-
t alm ent e para com unicarse. El pensam ient o y el lenguaj e cum plen funciones indepen-
dient es. El niño inicia la siguient e et apa, el h a bla e gocé n t r ica , cuando com ienza a usar
el habla para regular su conduct a y su pensam ient o. Habla en voz alt a consigo m ism o
cuando realiza algunas t areas. Com o no int ent a com unicarse con ot ros, est as aut overba-
lizaciones se consideran una habla privada no una habla social. En est a fase del desarro-
llo, el habla com ienza a desem peñar una función int elect ual y com unicat iva. En una es-
cuela m isionera de los Mont es Apalaches, L. Berk y R Garvin ( 1984) observaron los si-
guient es ej em plos de habla privada ent re niños de baj os ingresos de 5 a 10 años de
edad.
[ Est udiant e] O., se sient a en una m esa de dibuj o y se dice a sí m ism o: “ Quiero
dibuj ar algo. Veam os. Necesit o una hoj a grande de papel. Quiero dibuj ar un ga-
t o” . [ Est udiant e] C., m ient ras t rabaj a en su cuaderno de arit m ét ica dice en voz
alt a a nadie en part icular: “ seis” . Luego cont ando con los dedos prosigue: “ Siet e,
ocho, nueve, diez. Es diez, es diez. La respuest a es diez” ( p. 277) .
Los niños int ernalizan el habla egocént rica en la últ im a et apa del desarrollo del
28
Vygotsky identificó tres etapas en el uso del lenguaje por parte del niño: etapa social, egocéntrica y del habla interna.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 229
habla, la del h a bla in t e r na . La em plean para dirigir su pensam ient o y su conduct a. En
est a fase, pueden reflexionar sobre la solución de problem as y la secuencia de las accio-
nes m anipulando el lenguaj e “ en su cabeza” .
Zon a de l de sa r r ollo pr ox im a l
Una de las aport aciones m ás im port ant es de la t eoría de Vygot sky a la psicología y
a la educación es el concept o de zona del desarrollo proxim al. A Vygot sky ( 1978) le int e-
resaba el pot encial del niño para el crecim ient o int elect ual m ás que su nivel real de desa-
rrollo. La zon a de de sa r r ollo pr ox im a l incluye las funciones que est án en proceso de
desarrollo pero que t odavía no se desarrollan plenam ent e. 29
En la práct ica la zona del desarrollo proxim al represent a la brecha ent re lo que el
niño puede hacer por si m ism o y lo que puede hacer con ayuda, com o se aprecia en la
figura 3.10. Por ej em plo, a un niño de 6 años podría serle difícil arm ar por su cuent a un
avión a escala, pero podría hacerlo con la ayuda y la supervisión de un herm ano m ayor
de m ás experiencia.
En el ej em plo present ado al inicio del capít ulo sobre el agua de la llave en ebulli-
ción, los est udiant es est án adquiriendo un conocim ient o m ás com plej o del experim ent o
de ciencias baj o la guía de su profesor. Nót ese que no les indica lo que deben aprender.
Se lim it a a orient ar su pensam ient o por m edio de pregunt as ( ¿Qué sucede cuando el
agua hierve?) y les sugiere las respuest as ( Piensen en la densidad) . Al t erm inar la discu-
sión, podrán servirse de lo que aprendieron en el experim ent o para form ular hipót esis
sobre ot ros líquidos. Así pues, reflexionarán sobre el experim ent o en un nivel que no era
evident e cuando lo efect uaban solos.
Vygot sky supuso que las int eracciones con los adult os y con los com pañeros en la
zona del desarrollo proxim al le ayuda al niño a alcanzar un nivel superior de funciona-
m ient o. Cuando analicem os la t eoría educacional de Vygot sky verem os cóm o los adult os
pueden “ const ruirle andam ios” al niño.
29
La zona de desarrollo proximal de Vygotsky es la brecha entre las actividades cognoscitivas que el niño puede realizar
por su cuenta y lo que puede hacer con la ayuda de otros.
230 Mt ro. Mario Pérez Olvera
FI GURA 3.10
Zona del desarrollo
proxim al ( ZDP)
FUENTE: Ham ilt on y Chat ala
( 1994)
30
Vygotsky pensaba que el aprendizaje precede al desarrollo y que es producto de las interacciones sociales moldeadas por
las herramientas culturales del individuo.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 231
res es la base del desarrollo cognoscit ivo. Para él, el aprendizaj e ant ecede al desarrollo.
Adem ás, la zona de desarrollo proxim al de Vygot sky ofrece una perspect iva m uy
dist int a de la m adurez a la de la t eoría de Piaget . En est a últ im a, la m adurez para el
aprendizaj e se define por el nivel de com pet encia y de conocim ient o del niño. Si un pro-
fesor int ent a enseñarle un concept o u operación ant es que est é m ent alm ent e list o, se
producirá lo que Piaget llam a “ aprendizaj e vacío” . Por el cont rario, Vygot sky ( 1978) afir-
m o que la inst rucción debe cent rarse en el nivel pot encial de desarrollo, o sea en la com -
pet encia que el niño dem uest ra con la ayuda y la supervisión de ot ros. Al respect o dice
“ El único ‘buen aprendizaj e’ es aquel que se ant icipa al desarrollo del alum no” .
Finalm ent e, Vygot sky y Piaget t enían opiniones t ot alm ent e dist int as sobre el papel
que el lenguaj e desem peña en el desarrollo. En la t eoría de Piaget , el habla egocént rica
de los niños pequeños m anifiest a su incapacidad de adopt ar la perspect iva de ot ros. No
cum ple una función út il en su desarrollo. Los procesos del pensam ient o surgen de las ac-
ciones con que m anipula los obj et os, no de su habla. Por su part e, Vygot sky pensaba que
el habla egocént rica represent a un fenóm eno evolut ivo de gran t rascendencia. El habla
egocént rica ayuda a los niños a organizar y regular su pensam ient o. Cuando los niños
hablan consigo m ism os, est án t rat ando de resolver problem as y de pensar por su cuent a.
El habla egocént rica, o habla privada, sería el m edio con que realizan la im port ant e t ran-
sición de ser cont rolados por ot ros ( regulación por ot ros) a ser cont rolados por sus pro-
pios procesos del pensam ient o ( aut orregulado) . El habla egocént rica cum ple una función
a la vez int elect ual y aut orreguladora en el niño de cort a edad.
Pa pe l de l h a bla pr iva da
En la t eoría de Vygot sky el h a bla pr iva da cum ple una im port ant ísim a función au-
t orreguladora. Es el m edio que perm it e a los niños orient ar su pensam ient o y su conduc-
t a. Realizan el habla ext erna aut orreguladora ant es de recurrir al habla int erna. Al efec-
t uar la t ransición en los prim eros grados, necesit an aprender las act ividades que les
Muy bien. ¿Qué es lo que t engo que hacer? Quiero que copies el dibuj o con varias
31
En la teoría de Vygotsky, el habla egocéntrica es el medio con que los niños realizan la transición de ser regulados por
otros a regularse ellos mismos mediante su pensamiento.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 233
líneas. Debes hacerlo con cuidado y lent it ud. Bien Traza la línea hacia abaj o,
hacia abaj o, bien; después a la derecha, eso es; ahora un poco m ás hacia abaj o
y hacia la izquierda. Bien. Hast a ahora lo he hecho bien. Recuerda, baj a lent a-
m ent e. Ahora ot ra vez arriba. No, debí baj ar. Eso es. Sólo borra la línea con cui-
dado… Bien, aunque com et a un error, debo proceder lent a y cuidadosam ent e.
Ahora debe baj ar. Term inado. ¡Lo logré! ( p. 117) .
El ent renam ient o en la aut oinst rucción sirve para m ej orar las habilidades de aut o-
dirección y aut ocont rol en los niños im pulsivos y agresivos ( Manning, 1988; Cam p, Blom ,
Hebert y Van Doornick, 1977; Neilans e I srael, 1981) . Est os m ét odos result an adem ás
prom et edores para m ej orar las habilidades de escrit ura de los niños, su com prensión de
la lect ura y su rendim ient o en m at em át icas ( Harris y Gram , 1985; Meichenbaum y Asar-
no, 1978; Schunk y Cox, 1986) . En resum en, m uchas invest igaciones indican que el
habla privada es una herram ient a út il del aprendizaj e. Por ser adem ás im port ant e en la
adquisición de los procesos aut orreguladores, los profesores necesit an m odelar las est ra-
t egias de aut oinst rucción y alent ar el uso de la verbalización relacionada con t areas,
cuando sus alum nos t ienen problem as en la escuela.
La t eoría de Vygot sky recalcó que los adult os guían y apoyan el desarrollo int elec-
t ual del niño. A t ravés de la supervisión social que le ofrecen, puede funcionar en un ni-
vel superior del desarrollo, es decir, en la zona del desarrollo proxim al. Algunos invest i-
gadores han est udiado los procesos con que el adult o guía la int ervención en la zona.
Analizarem os dos concept os dist int os pero est recham ent e conexos de est e proceso so-
cial: la part icipación guiada y el andam iaj e ( asist encia) .
Barbara Rogoff ( 1990) ut ilizó la expresión pa r t icipa ción gu ia da para describir la
int eracción del niño y de sus com pañeros sociales en las act ividades colect ivas. La part i-
cipación guiada const a de t res fases: selección y organización de las act ividades para
adecuarlas a las habilidades e int ereses del niño; soport e dado a m edida que el niño co-
m ience a realizar la act ividad en form a independient e. La m et a de la part icipación guiada
es t ransferir la responsabilidad de la t area de un socio expert o al niño.
Rogoff y sus colegas ( 1984) observaron m uchos ej em plos de part icipación guiada
en una invest igación de m adres que ayudaban a niños de 6 a 9 años a efect uar dos t a-
reas de clasificación en el laborat orio. Las t areas se sem ej aban a una act ividad dom ést ica
( por ej em plo, ordenar unas fot ografías de obj et os en cat egorías abst ract as) . Las m adres
aplicaron varias t écnicas para dirigir la part icipación de su hij o en ellas. Por ej em plo, al-
gunas relacionaron la t area de ordenar los com est ibles con la de guardarlos en la casa.
Ot ras ut ilizaron gest os sut iles ( señalar, observar, et c.) y señales verbales para ello.
32
Tanto la participación guiada como la asistencia (soporte) suponen que los adultos ayudan al niño a efectuar alguna tarea
que no podrían hacer sin asistencia y que luego le retiran gradualmente la ayuda a medida que vaya dominándola.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 235
apropiada que la que el niño realizó al inicio.
3. Sim plificación de la t area. El adult o divide la t area en una serie de subrut i-
nas que el niño puede efect uar exit osam ent e por su cuent a.
4. Mant enim ient o de la part icipación. El adult o est im ula al est udiant e y lo m an-
t iene orient ado a la m et a de la act ividad.
5. Sum inist ro de ret roalim ent ación. El adult o ofrece ret roalim ent ación que
ident ifica las discrepancias ent re lo que el est udiant e est á haciendo y lo que
se necesit a para t erm inar bien la t area.
6. Cont rol de la frust ración. El adult o ayuda a cont rolar la frust ración y el ries-
go en la obt ención de la solución de problem as.
En resum en, los concept os de part icipación guiada y de andam iaj e ( soport e) se
inspiraron en la t eoría del desarrollo de Vygot sky. Am bos procesos son eficaces herra-
m ient as de enseñanza en el hogar y en la escuela. En la escuela, pueden consist ir en
dem ost rar las habilidades; dirigir a los alum nos por los pasos de un problem a com plica-
do; dividir una t area int rincada en subt areas; efect uar part e del problem a en grupo;
form ular pregunt as para ayudarles a los est udiant es a diagnost icar los errores; sum inis-
t rar ret roalim ent ación exhaust iva ( Rosenshine y Meist er, 1992) . Pero no olvide que los
profesores deben t ransferirle paulat inam ent e el cont rol de la act ividad al niño. De ese
m odo le perm it en realizar un aprendizaj e independient e y aut orregulado.
En se ñ a n za r e cípr oca
Tant o Piaget com o Vygot sky dest acaron la im port ancia que t ienen los com pañeros
en el desarrollo cognoscit ivo. Conform e a la t eoría de Piaget , los niños pueden influir m u-
t uam ent e en su desarrollo cognoscit ivo cuando dicen o hacen algo que choca con lo que
piensan los ot ros. Est e conflict o los lleva a reest ruct urar su pensam ient o ( acom odación)
a fin de rest aurar la est abilidad ( equilibrio) . Por el cont rario, los invest igadores que est u-
dian las int eracciones de los com pañeros desde la perspect iva vygot skiana sost ienen que
los niños influyen m ut uam ent e en su desarrollo a t ravés del proceso de colaboración
( Tudge y Rogoff, 1989) . El siguient e ej em plo ilust ra cóm o un est udiant e puede dirigir el
pensam ient o de ot ro, m ient ras t rabaj an en un problem a de palanca m ecánica durant e
una clase de ciencia de quint o grado.
Hank: List o ¿Quieres det ener la palanca?
Lest er: Claro.
Hank: Bueno. Esperem os un segundo. Vam os a cerciorarnos de que t odo est á bien.
Ahora esa regla de resort e va en el 4 y el bloque va en el 5. [ Lest er com ienza
a aj ust ar la regla.]
Hank: Te diré cuando est é nivelado. Tú sólo j ala. Debes hacerlo con m ucha fuerza.
Bien. Un poco m ás, j ala un poco m ás. Bien, bast a. Lo hicist e. Excelent e ( Jones
y Cart er, 1994, pp. 613- 614) .
Desde el punt o de vist a de Vygot sky, la solución colaborat iva de problem as ent re
com pañeros ofrece algunas de las m ism as experiencias del niño que la int eracción con el
adult o. Cuando los niños t rabaj an en form a conj unt a los problem as, llegan siem pre a una
RESUM EN
1. Las t eorías del desarrollo cognoscit ivo de Piaget y de Vygot sky sent aron las bases psi-
Mt ro. Mario Pérez Olvera 239
cológicas de los enfoques const ruct ivist as en el proceso de enseñanza- aprendizaj e.
Según los const ruct ivist as, el niño debe form arse su propio conocim ient o del m undo
donde vive. Los adult os orient an est e proceso al ofrecerlo est ruct ura y apoyo.
2. Las t eorías de Piaget y de Vygot sky se cent ran en los cam bios cualit at ivos del pensa-
m ient o del niño. Piaget sost uvo que el desarrollo cognoscit ivo consist ía en grandes
t ransform aciones de la form a en que se organiza el conocim ient o. Vygot sky creía que
represent aba los cam bios de las herram ient as cult urales con las que el niño int erpret a
el m undo.
3. Piaget propuso dos principios fundam ent ales que rigen el desarrollo int elect ual: la or-
ganización y la adapt ación. Conform e va m adurando el niño, sus esquem as del cono-
cim ient o se int egran y se reorganizan creando sist em as m ás com plej os y adapt ables
al am bient e. La adapt ación de los esquem as se da a t ravés de la asim ilación y de la
acom odación. En el prim er proceso, el niño m oldea la inform ación para que encaj e en
sus est ruct uras act uales del conocim ient o. En el segundo proceso, m odifica sus es-
quem as para rest aurar un est ado de equilibrio. La asim ilación y la acom odación expli-
can los cam bios en la cognición en t odas las edades.
4. Piaget sost uvo que el desarrollo sigue una secuencia invariable. Los prim eros años de
la niñez se caract erizan por dos et apas. En la et apa sensoriom ot or ( de los 2 a los 7
años) , em pieza a em plear palabras, núm eros, gest os e im ágenes para represent ar los
obj et os de su ent orno. Tam bién com ienzan a form ular t eorías int uit ivas para explicar
los fenóm enos del am bient e que pueden ej ercer una larga influencia en el aprendiza-
j e. Las principales lim it aciones del pensam ient o preoperacional son el egocent rism o,
la cent ralización y la rigidez del pensam ient o.
5. Los años de prim aria y de secundaria se caract erizan por dos et apas m ás. Durant e la
de las operaciones concret as ( 7 a 11 años) , el niño com ienza a ut ilizar las operaciones
m ent ales para reflexionar sobre los fenóm enos y obj et os de su ent orno. En est e pe-
riodo aparecen las siguient es operaciones m ent ales: clasificación, seriación y conser-
vación. Sólo se aplican a los est ím ulos concret os que est án present en en el am bient e.
En la últ im a et apa del desarrollo cognit ivo, la de las operaciones form ales ( de los 10
años a la adult ez) , los adolescent es y los adult os pueden pensar en obj et os abst rac-
t os, en event os y en concept os. Adquieren la capacidad de usar la lógica proposicio-
nal, la inducción, la deducción y el razonam ient o com binat orio. En est e período po-
dem os reflexionar sobre nuest ros propios procesos de pensam ient o.
6. La t eoría de Piaget ha suscit ado m uchas cont roversias y crít icas. Se han puest o en t e-
la de j uicio sus m ét odos de invest igación, la form a en que el m odelo de equilibrio ex-
plica los cam bios evolut ivos y la universalidad de las et apas. Pese a ello, la obra de
Piaget ofrece una excelent e descripción del pensam ient o del niño en varias edades.
7. Las t eorías neopiaget ianas t rat an de hacer m ás específica la de Piaget , a la vez que
ACTI VI D AD ES
1. Piaget se sirvió de m uchas t areas para est udiar la lógica de los niños, m ient ras reali-
zan operaciones com o la seriación, la clasificación y la conservación. Est a act ividad se
propone analizar cóm o las realizan los niños de prim aria de varias edades. En seguida
se describen t res t areas sim ples. Por m edio de ellas adm inist re una prueba a dos pr e-
escolares y a dos alum nos de t ercer grado; com pare después los result ados. No olvide
pedirles que expliquen su respuest a para averiguar su lógica y su razonam ient o. Una
vez recabados los dat os, cont est e las siguient es pregunt as: a) ¿cuáles t areas pudie-
ron resolver correct am ent e los preescolares y los alum nos de t ercer grado?, b) ¿cóm o
reflej an las respuest as de los preescolares las lim it aciones del pensam ient o preopera-
cional?, c) ¿qué t ipos de operaciones cognoscit ivas em plearon los alum nos de t ercer
grado pare resolver los problem as?, d) ¿de qué m anera sus observaciones le ayuda-
ron a ent ender la t eoría del desarrollo cognoscit ivo de Piaget ?
Tarea 1: seriación.
Use de 5 a 10 palos o t iras de papel de 1 a 10 pulgadas de largo. Com ience pidiendo a
los alum nos colocar 3 palos, luego 5 y agregue 2 m ás hast a que logren realizar la t a-
rea. Asegúrese de m ezclar los palos cada vez y de regist rar las respuest as.
2. Observe dos o t res grupos pequeños de niños t rabaj ando en una t area com ún. Anot e
la form a en que se ayudan ent re sí a realizarla. Una vez t erm inadas sus observacio-
nes, form ule las siguient es pregunt as.
a. ¿Descubrió evidencia de que se dirigían, vigilaban o ayudaban unos a ot ros?
b. ¿Cóm o negociaron los roles? ¿Asum ió uno de ellos la responsabilidad de encabezar
la act ividad?
c. ¿Descubrió evidencia de asist encia por part e de los niños o del profesor?
d. ¿Le ayudó esa act ividad a ent ender el concept o de la zona del desarrollo próxim o
propuest o por Vygot sky?
3. Consiga perm iso para observar una aula de prim aria o de secundaria ( no im port a la
m at eria) en una escuela de su localidad. Observe t res o cuat ro clases en el aula e
ident ifique las pregunt as o problem as que plant ean dificult ades a los alum nos. Descri-
ba los problem as en sus apunt es. Una vez obt enidas las observaciones aplique la t eo-
ría del desarrollo cognoscit ivo de Piaget para analizar los problem as que los alum nos
t uvieron en sus lecciones. Use las siguient es pregunt as para analizar sus apunt es.
a. ¿Cóm o se relacionan los problem as con las lim it aciones del pensam ient o concret o
o form al de los alum nos?
b. ¿De qué t ipo de apoyo didáct ico o asist encia ( soport e) se disponía para ayudar a
los est udiant es cuando t enían dificult ades?
c. ¿Cóm o cont ribuyó est a observación a com prender las operaciones concret as o
form ales?
4. Para evaluar el pensam ient o de las operaciones form ales de los est udiant es, adm inis-
t re una prueba individual a dos alum nos de escuela int erm edia y a dos est udiant es de
enseñanza m edia usando las t areas de Piaget ant es descrit as. Asegúrese de usar gru-
pos de am bos sexos en cada nivel. Pida a los est udiant es pensar en voz alt a m ient ras
resuelven los problem as y anot e sus respuest as. Si aplica est a prueba en una escuela,
BI BLI OGRAFÍ A
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Br e de k a m p, S. ( 1 9 8 7 ) , Developm ent ally appropriat e pract ice in early childhood pro-
Ju dit h M e e ce
El señor Johnson es profesor en una escuela part icular de enseñanza m edia para m uj e-
res. Lleva seis años ej erciendo la docencia y prefiere enseñar a est udiant es de poca ca-
pacidad. En la siguient e ent revist a explica su m ét odo de im part ir las m at em át icas.
SJ: Me considero un profesor de enseñanza m edia que enseña m at em át icas y no un
profesor de m at em át icas que enseña en ese nivel. Com o m is alum nas no son
m uy hábiles en est a m at eria, pongo t odo m i em peño para lograr que dividan los
problem as en pasos m ás pequeños y descubran relaciones ent re varias clases de
ellos. Quiero que com prendan la est ruct ura de las lecciones y los problem as.
Tam bién quiero que apliquen sus habilidades para obt ener ayuda, por m edio de
diversas act ividades, com o son: usar el libro de t ext o, com pañeras para conse-
guir ayuda y aprender a form ular buenas pregunt as. En ot ras palabras, int ent o
que m is alum nas se concent ren en su aprendizaj e personal y en sus procesos del
pensam ient o.
P: ¿Cuánt a variabilidad observa en las habilidades m at em át icas de sus alum nas?
SJ: En la clase, m is alum nas m uest ran desde una gran habilidad hast a una habilidad
prom edio, pero es posible enseñarles a t odas. Siem pre encuent ro la m anera de
est im ular a unas y a ot ras para que part icipen en la clase.
P: ¿Es difícil enseñar en esa form a?
SJ: Tuve que experim ent ar m ucho ant es de lograrlo. Al inicio dedicaba casi t oda la
lección a hablar a las alum nas. Con el t iem po aprendí a conseguir que part icipa-
ran act ivam ent e en la clase; así el aprendizaj e era m ás fácil y agradable para t o-
das.
P: ¿A qué at ribuye la variación de las habilidades de sus alum nas?
SJ: Una de m is alum nas t iene poca habilidad para las m at em át icas, problem a que se
com plica por una deficiencia de aprendizaj e. A est a conclusión llegué después de
hablar con sus padres y exam inar su expedient e. Las est ruct uras físicas, com o los
dos lados del signo de igualdad, le result an m uy difíciles porque no puede con-
∗
En Desarrollo del niño y del adolescente. Compendio para educadores, México, McGraw-Hill interamericana/SEP (Bi-
blioteca para la actualización del maestro), pp. 145-198.
Mtro. Mario Pérez Olvera 249
cent rarse en esa separación. Est a alum na cuent a con el apoyo de sus padres y de
la escuela, pues realiza t rabaj o adicional fuera del aula; pero las m at em át icas le
parecen m uy frust rant es y difíciles desde los últ im os años de la prim aria. Las m e-
j ores est udiant es de m is grupos suelen t ener una seguridad global en sí m ism as,
que las dist ingue del rest o de las est udiant es. Est án m ás dispuest as a probar sus
ideas. Me parece que, a lo largo de su vida, han recibido m ás est ím ulo para ello;
en consecuencia, desean seguir haciéndolo. En ellas percibo una com binación de
capacidad nat ural y de est ím ulo am bient al.
1
Los teóricos cognoscitivos describen el procesamiento humano de la información a partir de los modelos de computadora:
entrada, procesamiento y salida de símbolos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 251
efectuar algunas operaciones cognoscitivas en la información nueva si quiere retenerla
durante un periodo mayor. Por ejemplo, generalmente recordaremos un número telefóni-
co durante más de 30 segundos si lo repetimos varias veces, y durante más tiempo aún,
si nos formamos una imagen mental de él o si lo relacionamos con otra información con
el año de un acontecimiento importante o de un cumpleaños.
La información que de alguna manera ha sido transformada u organizada pasa a la
m e m or ia a la r go pla zo. 2 Ese componente del sistema cognoscitivo posee una gran ca-
pacidad y, supuestamente, guarda la información en forma indefinida. Durante la recupe-
ración, la información almacenada en la memoria a largo plazo y en los registros senso-
riales pude combinarse en la memoria de trabajo para realizar varias actividades cognos-
citivas y de solución de problemas. Por ejemplo, un adolescente quizá recuerde varios
problemas automotrices mientras trata de diagnosticar un ruido extraño en el motor.
Otro modelo es la teoría del n ive l de pr oce sa m ie n t o. En vez de centrarse en va-
rios tipos de almacenamiento de memoria (registros sensoriales, memoria a corto plazo y
memoria a largo plazo), propone que las diferencias en el nivel de procesamiento deter-
minan el tiempo y la eficacia del recuerdo (Crack y Lockart, 1972). Cuando el procesa-
miento es superficial, se invierte poca energía y, por tanto, el recuerdo será muy breve.
Echarle un vistazo a la información o repetirla es un ejemplo de procesamiento superfi-
cial. En cambio, cuando se dedica mucho esfuerzo mental a organizar o modificar la in-
formación en una forma que la haga más significativa, se le procesa hasta un nivel más
profundo y generalmente se retiene más tiempo.3 Un ejemplo de ello es organizarla en
categorías o dividiéndola en segmentos manejables, como hacemos con los números te-
lefónicos. Según el modelo de nivel de procesamiento, lo que se almacena en la memoria
depende de la actividad mental que se le dedique y las clases de operaciones que se le
apliquen.
La t area de ret ención de dígit os se emplea comúnmente para estimar las capaci-
dades de procesamiento de información en el niño. Un adulto lee aleatoriamente un con-
junto de números (digamos, 7-2-10-8-1-3-9) a un niño, con una velocidad de uno por
segundo. Luego se le pide al niño repetir la secuencia en el mismo orden. Según la edad
del niño, el adulto comenzará con una secuencia de 3 dígitos e irá agregando uno hasta
alcanzar el límite máximo. En la figura 4.1 se muestra gráficamente cómo con la edad
mejora la capacidad del niño. El niño normal de 5 años puede repetir 4 dígitos, mientras
2
Los componentes básicos del sistema de procesamiento de la información incluyen una serie de registros sensoriales, una
memoria a corto plazo o de trabajo y una memoria a largo plazo.
3
La teoría de la cognición basada en los niveles de procesamiento propone que lo que se guarda en la memoria depende del
esfuerzo mental invertido y del tipo de operaciones que se apliquen.
252 Mtro. Mario Pérez Olvera
que el de 12 años puede repetir de 6 a 7.
¿A qué se debe el mejoramiento? ¿Acaso el tamaño físico de sus estructuras de
almacenamiento crecen tanto que logran incluir más información Usando la analogía de
la computadora, la hipótesis significa que el desarrollo cognoscitivo constituye un perfec-
cionamiento del “hardware” (equipo) del niño, es decir, adquiere una unidad central más
grande y rápida. Una segunda hipótesis establece que los niños de mayor edad han
aprendido procesos más eficaces para procesar la información y almacenarla. En la ter-
minología de la computación, han adquirido un “software” (programa) más complejo para
activar el sistema de procesamiento. Aunque los teóricos no pueden aducir una explica-
ción biológica, la mayoría de los investigadores de los últimos 20 años se ha centrado en
los cambios evolutivos en las estrategias y el conocimiento que los niños aplican a la in-
formación. En las siguientes secciones vamos a explicar los cambios evolutivos de la
atención, de la memoria, del conocimiento de los contenidos, de la metacognición y de
las estrategias de aprendizaje.
FIGURA 4.1
Mej oram ient o del t ram o
de m em oria para
núm eros y let ras que se
logra con la edad
FUENTE: Dempster (1981)
D e sa r r ollo de la a t e n ción
Con frecuencia, la capacidad del niño para prestar atención a una actividad de
aprendizaje se utiliza como indicador de la madurez cognoscitiva. Así, algunas pruebas
de madurez escolar contienen reactivos que evalúan ese aspecto. Los educadores pien-
san a veces que muchos de los problemas de aprendizaje y de conducta se deben a la
falta de atención, como se refleja en los siguientes comentarios: “Ella se distrae fácil-
mente”, “Él no pone atención”, “Ella tiene un corto tramo de atención”. En ocasiones
sospechan que un alumno sufre un serio problema que requiere medidas enmendadoras
o tratamiento. Se estima que entre 3 y 4 por ciento de los niños estadounidenses en
edad escolar tienen algún trastorno serio de la atención (capítulo 7). Muestran escasa
concentración, muy poca atención sostenida y más problemas en la inhibición de impul-
sos que otros niños de la misma edad y sexo. En conclusión, es necesario saber cómo se
¿Qu é e s u n a bu e na a t e n ción ?
FIGURA 4.2
At ención a Plaza Sésam o
FUENTE: Anderson y Levin (1976).
4
La investigación actual ya no define la atención como una capacidad mental general, sino como un conjunto de conductas
y procesos con los cuales extraemos información a partir de eventos en proceso.
254 Mtro. Mario Pérez Olvera
ya están consolidados en la niñez temprana. A partir de este momento, los cambios evo-
lutivos consisten principalmente en la manera de perfeccionar y aprovechar mejor los
procesos perceptuales y atencionales. He aquí algunos de los cambios más importantes:
la capacidad de efectuar discriminaciones finas entre los objetos de la estimulación, la
adquisición de la automaticidad y de la atención selectiva, la capacidad de controlar los
procesos atencionales. De acuerdo con esta definición, la mayoría de los alumnos pueden
dirigir su atención en forma planeada, estratégica y eficiente durante la adolescencia.
FIGURA 4.3
Cam bios evolut ivos en
las est rat egias de
exploración.
FUENTE: Vurpillot (1968).
5
Se da el nombre de atención selectiva al proceso de concentrarse en la información relevante para la tarea y de ignorar la
información irrelevante.
256 Mtro. Mario Pérez Olvera
material relevante, mientras que los niños más pequeños no eliminan la información irre-
levante o distractora. En comparación con los primeros, éstos invierten más esfuerzo
mental en la información irrelevante en vez de concentrarse en las características centra-
les de la lección.
FIGURA 4.4
Recuerdo de inform ación
Cent ral e incident al,
t area de at ención
select iva.
FUENTE: Millar y Weiss (1981)
Con la aparición de la atención selectiva, los niños mayores obtienen más control
voluntario sobre los procesos atencionales. A semejanza del adulto, se obligan conscien-
temente a fijarse en ciertos estímulos y a prescindir de los distractores. Están mejor ca-
pacitados que los de corta edad para ampliar y limitar su atención según las exigencias
de la tarea (Flavell, 1985). Esta flexibilidad facilita el aprendizaje, ya que las actividades
de aprendizaje requerirán diversas estrategias de atención.
Pr oce sos de la m e m or ia
Gu ion e s de m e m or ia
6
Los guiones de memoria son patrones conocidos de conducta o secuencias conocidas de sucesos que los niños guardan en
una sola red.
7
Las estrategias de codificación en la memoria son repaso, organización y elaboración.
258 Mtro. Mario Pérez Olvera
cama gato col
Algunos se limitan a repetir los objetos una y otra vez. A esta estrategia de memo-
ria se llama repaso. Otros tratarán de agruparlos en categorías significativas como ali-
mentos, animales y muebles. Otros más intentarán construir una imagen mental de los
objetos. Esa estrategia es un ejemplo de elaboración. Según los niveles propuestos por el
modelo de procesamiento de la información, el repaso es un ejemplo de procesamiento
superficial, mientras que la organización y la elaboración son un ejemplo de procesa-
miento profundo.
Las e st r a t e gia s de r e pa so, primer tipo de estrategia de memoria que aparece,
se emplean generalmente cuando se requiere una retención literal de la información (Sie-
gler, 1991). La investigación indica que los niños menores de 6 o 7 años las aplican con
menor frecuencia que los de mayor edad. En un estudio clásico, John Flavell y sus
colegas (Flavell, Beach y Chinsky, 1966) demostraron que 10 por ciento de los preescola-
res, 60 por ciento de los alumnos de segundo de primaria y 85 por ciento de los de quin-
to utilizaban el repaso verbal al realizar una tarea de retención. Un estudio posterior re-
veló que los niños que repasan8 espontáneamente la información recordaban más ele-
mentos tras un retraso planeado que los que no la repasaban (Kenney, Cannizzo y Fla-
vell, 1967). Reveló, asimismo, que a estos últimos se les podía enseñar a hacerlo con un
mínimo de instrucción y que con esta estrategia su nivel de retención igualaba al de los
primeros.
Los cambios evolutivos en el uso de las e st r a t e gia s or ga n iza cion a le s 9 nos re-
cuerdan a los que la investigación descubrió en el caso de las estrategias de repaso. Re-
quieren agrupar los elementos o la información en una forma más fácil de recordar (Sie-
gler, 1991). En la escuela, adoptan varias formas: estructurar las ideas en un esquema,
buscar relaciones entre ellas, identificar las ideas principales en un segmento del texto y
agrupar los elementos en categorías. En términos generales, estas estrategias mejoran la
memoria y la comprensión, porque el niño transforma activamente el material de apren-
dizaje en alguna forma significativa para él. Los niños menores de 6 años las aplican me-
nos frecuentemente que los de 9 y 10 años. Estas estrategias suelen aparecer más tarde
en el desarrollo, ya que son más complejas que las de repaso (Siegler, 1991).
Las e st r a t e gia s de e la bor a ción 1 0 consisten en agregar algo a la información pa-
ra hacerla más significativa y fácil de guardar. Por ejemplo, un profesor de cuarto grado
puede utilizar la imagen de una hamburguesa para ayudar a sus alumnos a recordar los
8
El repaso consiste en repetir la información una y otra vez, es la primera estrategia de memoria que aparece en los niños
pequeños.
9
Las estrategias organizacionales consisten en agrupar elementos o información en formas más fáciles de recordar, como
las categorías o los esquemas.
10
Las estrategias de elaboración consisten en agregar o profundizar la información a recordar, con el propósito de hacerla
más significativa.
Mtro. Mario Pérez Olvera 259
componentes de un buen párrafo. La figura 4.5 muestra esta imagen mental. Veamos
otros ejemplos: relacionar la información con conocimientos previos, traducir la informa-
ción a nuestras propias palabras, ofrecer ejemplos concretos de conceptos abstractos y
resumir las ideas principales de una historia o capítulo. El uso espontáneo de las estrate-
gias de elaboración aparece mucho después que las de repaso y las organizacionales. La
investigación indica que las estrategias de elaboración las utilizan principalmente los ni-
ños de los últimos grados de primaria y los adolescentes.
FIGURA 4.5
Ham burguesa que ayuda
a recordar la est ruct ura
d el párrafo.
Est r a t e gi a s de r e cu pe r a ción
Las investigaciones que hemos señalado hasta ahora se centran en las estrategias
que aplican niños y adolescentes para introducir información en la memoria a corto y a
largo plazo. ¿Cómo se recupera esa información? Los investigadores distinguen entre es-
trategias de reconocimiento y de recuerdo. Las e st r a t e gia s de r e con ocim ie n t o consis-
ten en identificar un estimulo como algo que ya antes hemos visto, oído o experimentado
en alguna otra forma. El estímulo es el que produce el recuerdo de esta “memoria”. En
cierto modo, las pruebas de opción múltiple evalúan este tipo de memoria. Quizá no po-
damos recordar espontáneamente la respuesta a una pregunta, pero es probable que la
reconozcamos cuando la veamos. El hecho de ver la respuesta produce la recuperación
de la información correspondiente. Las e st r a t e gia s de r e cu e r do con sist e n en recupe-
rar la información sin pistas ni sugerencias que faciliten el proceso. Es una modalidad
que suele valorarse en una prueba de ensayo. Por lo regular, las tareas de memoria que
se centran en el recuerdo espontáneo de la información exigen mayor esfuerzo mental y
más recursos cognoscitivos que las de reconocimiento.
A diferencia de las estrategias de codificación que transfieren datos de los registros
sensoriales a varios depósitos de memoria, las e st r a t e gia s de r e cu pe r a ción 1 1 designan
las operaciones cognoscitivas que el sujeto emplea para obtenerlos de la memoria (Fla-
vell, 1985). Igual que las estrategias que el niño utiliza para codificar la información (re-
11
Las estrategias de recuperación designan las operaciones mentales con las cuales se reobra la información almacenada en
la memoria.
260 Mtro. Mario Pérez Olvera
paso, organización y elaboración), las estrategias de recuperación presentan diferente
complejidad. Una de las formas más simples consiste en no renunciar a los intentos de
recordar la información simplemente porque no llega de inmediato a la mente (Flavell,
1985). La investigación indica que los niños de mayor edad tienden a efectuar búsquedas
más exhaustivas en su memoria, mientras que los más jóvenes desisten a veces después
de recuperar unos cuantos elementos (Flavell, 1985). Además, los niños mayores suelen
ser más sistemáticos y ordenados en la búsqueda. Por ejemplo, A. Keniston y J. Flavell
(1979) pidieron a un grupo de niños de primero y tercero de primaria y de primero de
secundaria y a un grupo de universitarios apuntar en una tarjeta pequeña las letras del
alfabeto que nombrara el experimentador. Una vez escritas aleatoriamente 20 letras, se
les retiraron las tarjetas y se les ordenó anotarlas en una hoja grande de papel. La estra-
tegia mnemotécnica más eficaz es recorrer mentalmente el alfabeto y anotar las letras
que reconozcamos. Esta estrategia tan elemental convierte una difícil tarea de recuerdo
espontáneo en una tarea fácil de reconocimiento. Los investigadores descubrieron que
los niños mayores tendían más a utilizar espontáneamente esta estrategia de recupera-
ción. Los más pequeños podían aplicarla cuando se les indicaba hacerlo, pero no lo pen-
saban por sí mismo.
Re su m e n de l de sa r r ollo de la m e m or ia
Los niños mayores tienen un conocimiento más completo de su mundo que los pe-
queños. ¿Qué función cumplen los conocimientos anteriores en el desarrollo del sistema
de procesamiento de la información? En términos generales12, cuanto más sepa un niño
de un tema, más fácil le será interpretar y almacenar en forma significativa y memorable
la información conexa (Flavell, y Wellman, 1977).
En un experimento clásico, Michelena Chi (1978) demostró los efectos que el co-
12
Cuantos más conocimientos previos tengamos sobre algún tema, más fácil será reconocer y guardar en forma significativa
la información conexa.
Mtro. Mario Pérez Olvera 261
nocimiento tiene en los procesos de memoria, analizando el recuerdo de las piezas de
ajedrez en adultos y en niños. Este experimento ofrece un aspecto original. Chi reclutó
seis niños de tercero de primaria a segundo de secundaria que habían participado en tor-
neos de ajedrez, y seis adultos que sabían jugar ajedrez pero que no eran buenos. Des-
pués les mostró a ambos grupos una pintura del tablero con las piezas dispuestas en el
lugar que podrían ocupar en una partida. Al mismo tiempo, administró una prueba es-
tándar de retención de dígitos. Cuando les pidió reconstruir de memoria las piezas de
ajedrez, los niños expertos recordaron más que los adultos principiantes. No obstante,
conforme a lo previsto, los adultos superaron a los niños en la prueba de retención de dí-
gitos. Los hallazgos de Chi ejemplifican la influencia que el conocimiento previo tiene en
la memoria. Si el niño es excelente conocedor en un área determinada, sus capacidades
retentivas serán iguales a las de adultos menos conocedores y hasta la superarán.
El experimento de Chi fue uno de muchos estudios de experto frente a novato. Los
investigadores han comparado los procesos del pensamiento y de solución de problemas
de unos y otros en tenis, fútbol sóccer y física. Cualquiera que sea el área o la edad de
los participantes, los más conocedores son más hábiles que los novatos cuando agrupan
y organizan información en patrones significativos13. Por ejemplo, la investigación dedi-
cada a los niños (Chi, 1978) y a los adultos (Chase y Simon, 1973) ha demostrado que
los ajedrecistas organizan las piezas en patrones conocidos, mientras que los principian-
tes tienden a recordar la posición de las piezas. Además, los expertos tienden más a re-
lacionar los hechos y la información con conceptos de nivel superior (Chi, Feltovich y Gla-
ser, 1981). Estos estudios señalan que los adelantos en los procesos de pensamiento del
niño obedecen a cambios cuantitativos del conocimiento, lo mismo que a cambios cuali-
tativos en la forma de estructurarlo y de organizarlo.
Conforme a la evidencia disponible, incluso los niños pequeños pueden poseer es-
tructuras muy bien integradas de conocimientos para los temas que les interesan mucho.
Chi y Koeske (1983) analizaron la forma en que un niño de 4 años organizaba su cono-
cimiento sobre los dinosaurios. A diferencia de la mayoría de los niños que se sienten
fascinados por ellos, sabía el nombre de más de 40 dinosaurios. Pero parecía conocer
más acerca de algunos. Los investigadores le formularon una serie de preguntas en seis
ocasiones diferentes; de ese modo lograron “mapear” su conocimiento de los dinosau-
rios. La figura 4.6 contiene una representación gráfica de los resultados.
Como se observa en ella, al parecer el niño sabía más de los dinosaurios blindados
que de los devoradores gigantes de plantas. Nótese la diferencia del número de caracte-
rísticas y nexos entre las parejas de dinosaurios a la izquierda y a la derecha de la figura.
Las líneas indican cuáles parejas estaban relacionadas en la memoria del niño. Por ejem-
13
El funcionamiento cognoscitivo se explica por los cambios cuantitativos del conocimiento del niño y por los cambios cua-
litativos en la manera en que el conocimiento está estructurado y organizado.
262 Mtro. Mario Pérez Olvera
plo, en seis tareas de memoria, mencionaba al estegosaurio y al triceratops en orden
consecutivo. Esto sugería la conclusión de que tenía un mejor recuerdo de los dinosaurios
blindados, porque estaban más estrechamente relacionados en su red de conocimientos.
El recordar uno de los dinosaurios facilitaba el de otros conexos con él.
En resumen, el conocimiento previo influye de diversas maneras en los procesos
de retención. A medida que el niño va adquiriendo conocimientos, le resulta más fácil
identificar la información relevante y organizarla en formas significativas. El perfecciona-
miento de los procesos retentivos también refleja cambios en el número y en la solidez
de las conexiones entre las ideas y conceptos guardados en la memoria. Una base de co-
nocimientos más integrados o estructurados agiliza el procesamiento de la información,
un uso más eficiente de las estrategias del procesamiento profundo y de los recursos
cognoscitivos (Bjorklund, Muir-Broaddus y Scheider, 1990).
FIGURA 4.6
Mapa concept ual de dinosaurios en el niño.
FUENTE: Chi y Koeske (1983).
M e t a cogn ición
14
La metacognición designa el conocimiento y la comprensión que tiene el niño de sus capacidades mentales y de los pro-
cesos del pensamiento.
Mtro. Mario Pérez Olvera 265
(conocimiento de las personas), que algunas actividades exigen mayor esfuerzo cognos-
citivo (conocimiento de la tarea) y que ciertas estrategias contribuyen a retener la infor-
mación (conocimiento de las estrategias). Por lo regular, este “aprender a aprender” co-
mienza durante la etapa preescolar, pero lo hace lentamente porque requiere la capaci-
dad de considerar los procesos cognoscitivos personales como objeto del pensamiento y
de la reflexión (Flavell y Wellman, 1977). También se piensa que los logros en la meta-
cognición relacionados con la edad se deben tal vez a la enorme cantidad de información
que los niños mayores y los adolescentes deben recordar en la escuela (Siegler, 1991).
El a pr e n diza j e a u t or r e gu la do
15
El aprendizaje autorregulado incluye habilidades como planeación, establecimiento de metas, organización, automonito-
reo y autoevaluación.
266 Mtro. Mario Pérez Olvera
maria tienden a subestimar su nivel de dominio en las tareas de aprendizaje y el tiempo
que deben estudiar para alcanzar el dominio (Pressley y Ghatala, 1990). Además, hay
menos probabilidades de que vigilen la comprensión mientras leen. Un niño de menor
edad seguirá leyendo, si puede decodificar y entender las palabras individuales (Baker y
Brown, 1984). A los de mayor edad les es más fácil descubrir incongruencias y confusión
cuando leer. Por ejemplo, releen los pasajes confusos, consultan una palabra en el dic-
cionario, buscan el significado dentro del contexto o van más lentos hasta que consiguen
comprender. Estas habilidades de monitoreo de la comprensión siguen desarrollándose
hasta bien avanzada la adolescencia.
D I FEREN CI AS I N D I VI D UALES
EN EL D ESARROLLO COGN OSCI TI VO
Hasta ahora la exposición del desarrollo cognoscitivo se ha centrado en las diferen-
cias de varios niveles de edad. Conviene puntualizar que se da una gran variación en las
16
La enseñanza explícita de estrategias —señalar qué, cuándo, por qué y cómo aplicar una estrategia cognoscitiva en parti-
cular— aumenta la probabilidad de que los niños usen una de ellas en diversas situaciones, una vez finalizado el entrena-
miento.
268 Mtro. Mario Pérez Olvera
habilidades cognoscitivas dentro de los niveles. Por ejemplo, en un grupo de tercero de
primaria habrá algunos niños cuya lectura corresponde al cuarto o quinto grado y otros
que apenas empiezan a leer sin ayuda. ¿A qué se deben tales diferencias dentro de un
grupo de edad? ¿Algunos niños simplemente poseen mayor habilidad innata para apren-
der? ¿Se relacionan las diferencias con las experiencias tempranas de aprendizaje? ¿De
qué manera las diferencias en el ambiente escolar del niño inciden en su desarrollo cog-
noscitivo?
En esta sección, veremos cómo los investigadores evalúan y explican las diferen-
cias individuales en el desarrollo cognoscitivo. En esta exposición es importante determi-
nar cuánto contribuyen la herencia y el ambiente a las diferencias individuales de la inte-
ligencia. Se trata de una cuestión que se debate acaloradamente desde hace muchos
años y continuará siendo objeto de gran controversia. En 1994, la publicación de The Bell
Curve, de Richard Herrnstein y Charles Murray, provocó grandes discusiones porque los
autores sostenían que algunos problemas sociales se debían a una inteligencia innata,
problemas como la alta deserción escolar, embarazo de las adolescentes, mortalidad in-
fantil, desempleo, criminalidad, pobreza y hasta los “hogares rotos”. Dada la enorme
cantidad de investigaciones dedicadas a la herencia y a la inteligencia limitaremos a los
siguientes puntos la explicación de las diferencias individuales en el desarrollo de la cog-
nición.
¾ ¿Cómo se miden las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo?
¾ ¿Cómo se define la inteligencia?
¾ ¿Cómo influye el ambiente en el desarrollo intelectual?
¾ ¿Qué pueden hacer los padres para mejorar el desarrollo intelectual de sus hijos?
¾ ¿Cómo influye la escuela en el desarrollo intelectual del niño?
Los métodos más comunes con que se valoran las diferencias individuales en el
desarrollo cognoscitivo son las pruebas estandarizadas de la inteligencia y del logro aca-
démico. Con ellas se obtienen puntuaciones que ofrecen un índice del desempeño intelec-
tual del sujeto en relación con otras personas de la misma edad cronológica.17 Se da el
nombre de m é t odo psicom é t r ico al uso de estos instrumentos para estudiar las dife-
rencias individuales de la calidad del pensamiento infantil. Los teóricos del procesamiento
de información se centran en las diferencias individuales de los procesos atencionales, en
las estrategias de codificación y de recuperación, en el conocimiento metacognoscitivo.
En cambio, los psicometristas se centran en qué y en cuánto conoce el niño. Afirman que
las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo pueden medirse y cuantificarse
17
El método de mayor uso con que se evalúan las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo consiste en adminis-
trar las pruebas estandarizadas de inteligencia y de rendimiento académico.
Mtro. Mario Pérez Olvera 269
mediante pruebas estandarizadas.
En 1904, el psicólogo francés Alfred Binet publicó la primera prueba de inteligen-
cia. Sostenía que la capacidad intelectual de un individuo podía deducirse de su desem-
peño en una serie de tareas cognoscitivas Binet y su discípulo Theodore Simon recogie-
ron varias de ellas que medían cosas como las siguientes: recuerdo de números, aten-
ción, comprensión de lectura, razonamiento matemático, habilidades matemáticas e in-
formación general (conocimiento de números, de días de la semana, de monedas, etc.).
Las tareas estaban graduadas por nivel de dificultad y se relacionaban con la edad crono-
lógica.
Binet y Simon diseñaron su instrumento con la finalidad práctica de identificar a
los niños que necesitaban ayuda especial en la escuela (Gould, 1981). Fueron creadores
del concepto de e da d m e n t a l ( M e nt a l Age , M A) . Esta puntuación representa el núme-
ro de aciertos que un niño obtiene en los reactivos y que luego se compara con el núme-
ro promedio de aciertos de otros niños de su misma edad. Un niño de 10 años que logra
la misma cantidad de aciertos que otro de 12 años tiene una edad mental de 12. Más
tarde el psicólogo alemán William Stern inventó el cocie n t e in t e le ct u a l, universalmente
conocido como I Q ( I n t e llige n ce Qu o t ie n t ) , puntuación que se calcula dividiendo la
puntuación de la edad mental del niño entre su e da d cr on oló gica ( Ch r on ologica l Age ,
CA ) y multiplicando por 100 (por ejemplo, IQ = MA/CA X 100). Si un niño recibe una
puntuación de 100, su desempeño es su promedio para esa edad. Las puntuaciones por
arriba de 100 indican que está por arriba del prom edio para su edad y las puntuaciones
por debajo indican que está por debaj o del prom edio.
A pesar de que las pruebas del IQ aparecieron hace casi cien años, no existe una
definición de inteligencia aceptada por todos. Como la escala de Binet y Simon produce
una sola puntuación, se supone que representa una concepción unitaria de la inteligen-
cia. En otras palabras, la inteligencia sería una habilidad cognoscitiva general. Veremos
luego que muchas pruebas se basan en ella. Sin embargo, esta perspectiva empieza a
perder terreno frente a una concepción multidimensional, en la cual la inteligencia se de-
fine en función de varias habilidades mentales o competencias intelectuales.
Antes de examinar las diversas concepciones conviene distinguir entre las pruebas
de inteligencia y las de logro. Las primeras miden la capacidad del niño para aprender o
aplicar información en formas nuevas. Evalúan además el aprendizaje que se obtiene con
una amplia gama de experiencias. Suele administrarlas individualmente un examinador
calificado. Dos de las más comunes se describirán en la siguiente sección. En cambio, las
pruebas de logro están diseñadas para medir lo que el niño ha aprendido de la enseñan-
za en el hogar o en la escuela. Los reactivos se centran en el dominio de la información
Los enfoques tradicionales de las pruebas de inteligencia la definen como una habi-
lidad o capacidad individual. Lewis Terman de Stanford University, que introdujo en los
Estados Unidos los métodos evaluativos de Binet y Simon, la definió como la capacidad
de pensar en términos abstractos. Tradujo y revisó la prueba de Binet luego la estandari-
zó con una muestra numerosa de niños y de adultos. La revisión, conocida como Escala
de I nt eligencia de St anford- Binet , se publicó en 1916 y se convirtió en el estándar de las
pruebas del IQ (Gould, 1981). Terman y sus seguidores afirmaron que un fa ct or in t e -
le ct u a l ge n e r a l, llamado g, es la base de las actividades cognoscitivas. Se prevé que, si
un individuo recibe altas calificaciones en este instrumento, las recibirá también en todas
las tareas intelectuales.
La Escala de I nt eligencia de St an ford- Binet (Thorndike, Hagen y Sattler, 1986), ac-
tualmente en su cuarta edición, es la prueba que más se aplica a personas de 2 a 18
años de edad. Esta edición mide el razonamiento visual, el razonamiento cuantitativo, la
memoria a corto plazo y el razonamiento visual abstracto. Ahora no produce una sola
puntuación sino cuatro, así como una puntuación compuesta global. En la figura 4.7 se
describe las subpruebas en la versión revisada.
Otra prueba de gran uso es la Escala de I nt eligencia de Wechler para Niños 3ª edi-
ción ( W e ch le r I n t e llige n ce Sca le for Ch ildr e n . Thir d Edit ion , W I SC- I I I ) (Wechler,
1991) destinada a personas de 8 y 18 años. En el diseño de la escala influyó la de Stan-
ford-Binet, pero da menos importancia a las habilidades verbales del niño. La WISC-III
contiene 10 subpruebas divididas en dos escalas independientes. Las escalas verbales
evalúan vocabulario, la retención de dígitos, la comprensión general, los hechos básicos,
el conocimiento y el razonamiento aritmético. Por su parte, las escalas del desempeño
miden la orientación espacial, las habilidades perceptuales, las habilidades de solución de
problemas que se consideran menos dependientes de las habilidades verbales, de la ins-
trucción formal y de otros factores culturales. Así pues, la escala de Wechler produce una
18
Se piensa que las pruebas de inteligencia miden el potencial del niño para aprender o aplicar información en formas nue-
vas; en cambio, las pruebas de rendimiento tienen por objeto medir lo que ya obtuvieron con la enseñanza en el hogar o en
la escuela.
Mtro. Mario Pérez Olvera 271
calificación aparte del IQ verbal y del desempeño, lo mismo que un IQ global que se basa
en la combinación de las puntuaciones.
Aunque la WISC-III genera dos puntuaciones individuales del IQ Wechler definió la
inteligencia como un constructor unitario. Es “el agregado o la capacidad global del indi-
viduo para orientarse a una meta, para pensar racionalmente y para enfrentar eficaz-
mente su ambiente” (Wechler, 1958, p. 7). La WISC-III sirve para el diagnóstico, porque
distingue entre las habilidades verbales y de desempeño. Si un niño obtiene buenas pun-
tuaciones en la escala del desempeño y bajas en la escala verbal, posiblemente tiene
habilidades deficientes de lenguaje. En cambio, si obtiene buenas calificaciones en la es-
cala verbal y bajas en la de desempeño, posiblemente tenga problemas perceptuales o
de orientación espacial.
El Test de I nt eligencia de Sranford- Binet y la Escala de I nt eligencia de Wechler pa-
ra Niños, 3ª edición ( WI SC- I I I ) son las pruebas de inteligencia más confiables, mejor va-
lidadas y de mayor uso en la actualidad.19 Las administra individualmente un examinador
calificado. Se considera que las puntuaciones son una estimación de la inteligencia gene-
ral o g. Otras pruebas que producen una sola puntuación de tipo IQ son las siguientes:
Prueba de I nt eligencia de Lorge- Thorndike, Mat rices Progresivas de Raven, Escala de
Habilidades Ment ales de Ot is Lennon y Prueba Revisado de Vocabulario con I m ágenes de
Peabo dy. Hay también pruebas de inteligencia para lactantes y niños de corta edad. La
más conocida de ellas es la Escala de Desarrollo I nfant il de Bayley (Bayley, 1969). En és-
ta se evalúa el desarrollo motor y mental de niños de 2 a 30 meses de edad. Produce
una calificación denominada Índice de Desarrollo Mental de Bayley ( M e n t a l D e ve lop-
m e n t I n de x , I D M ) .
Ra zon a m ie n t o ve r ba l
Voca bu la r io ( 1 4 ilu st r a cion e s, 3 2 pa la br a s)
El niño debe identificar las ilustraciones y dar una definición oral de las palabras escritas.
Com pr e n sión ( 4 2 pr e gu n t a s)
El niño debe identificar las partes del cuerpo (por ejemplo, las piernas, la nariz, etc.) y
comprobar las preguntas de comprensión social (por ejemplo, ¿qué hace una enferme-
ra?).
Absu r dos ( 3 2 r e a ct ivos)
El niño debe descubrir la incongruencia en las ilustraciones (por ejemplo, escribir con
una cuchara, una persona que maneja una bicicleta a la que le falta una rueda).
Re la cion e s ve r ba le s ( 1 8 r e a ct ivos)
El niño debe determinar en qué se parecen tres objetos y en qué se distinguen del cuar-
to.
19
Las teorías unifactoriales de la inteligencia postulan un factor intelectual general, llamado g, del que nacen todas las for-
mas de la actividad intelectual.
272 Mtro. Mario Pérez Olvera
Ra zon a m ie n t o a bst r a ct o/ visua l
An á lisis de pa t r on e s ( 4 2 r e a ct ivos)
El niño debe completar una forma y reproducir los diseños estimuladores que se le
muestran en las tarjetas usando dos, tres, cuatro, seis y nueve bloques.
Copia do ( 2 8 r e a ct ivos)
La tarea consiste en reproducir diseños con bloques o copiar los diseños geométricos
complejos y simples (líneas, cuadrados, círculos) que aparecen en las tarjetas.
M a t r ice s ( 2 6 r e a ct ivos)
El niño debe seleccionar el objeto, el diseño o la letra que mejor complete la matriz.
D obla m ie n t o y cor t e de pa pe l ( 1 8 r e a ct ivos)
El niño debe escoger la ilustración que muestre cómo un papel doblado y cortado puede
parecer desenrollado.
Ra zon a m ie n t o cu a n t it a t ivo
Pr oble m a s cu a n t it a t ivos ( 4 0 pr e gu n t a s)
El niño debe resolver problemas cuantitativos.
Se r ie s de n ú m e r os ( 2 6 r e a ct ivos)
El niño debe predecir los dos siguientes números de una serie.
Cr e a ción de e cu a cion e s ( 1 8 r e a ct ivos)
El niño debe incluir números y signos matemáticos en una ecuación.
M e m or ia a cor t o pla zo
M e m or ia de cu e n t a s ( 4 2 r e a ct ivos)
El niño debe reproducir patrones de cuentas encontrándolas en una fotografía o ensar-
tándolas en un palo.
M e m or ia de or a cion e s ( 4 2 r e a ct ivos)
El niño debe repetir oraciones cada vez más largas
M e m or ia de dígit os ( 2 6 r e a ct iv os)
El niño debe repetir una serie de 14 dígitos en una secuencia progresiva y una serie de
12 en una secuencia regresiva.
M e m o r ia de obj e t os ( 1 4 r e a ct ivos)
El niño debe recordar ilustraciones de objetos en la misma secuencia en que se los mos-
traron.
FIGURA 4.7
Descripciones de una subprueba en la Escala de Inteligencia de Stanford-Binet, 4ª edición. Fuen-
te: Sattler (1988)
20
Las teorías multifactoriales de la inteligencia postulan la existencia de habilidades multidimensionales e independientes
que pueden medirse.
274 Mtro. Mario Pérez Olvera
¾ Identificar y definir la naturaleza del problema
¾ Escoger los procesos necesarios para resolver el problema
¾ Secuenciar los procesos en una estrategia óptima
¾ Decidir cómo representar la información relativa al problema
¾ Asignar recursos mentales y físicos al problema
¾ Vigilar y evaluar el procedimiento de solución
¾ Responder adecuadamente a la retroalimentación externa
¾ Codificar eficazmente los elementos de la estimulación
¾ Deducir relaciones entre los elementos de la estimulación
¾ Establecer relaciones entre relaciones
¾ Aplicar las relaciones pasadas a situaciones nuevas
¾ Comparar los elementos de la estimulación
¾ Responder eficazmente a nuevas clases de tareas y de situaciones
¾ Automatizar eficazmente el procesamiento de la información
¾ Adaptarse bien al ambiente donde se vive
¾ Seleccionar los ambientes que vayan necesitándose para conciliar mejor los inte-
reses personales y el entorno
¾ Moldear los ambientes para aumentar el uso eficiente de las habilidades e intereses
personales
FIGURA 4.8
Principales características de la conducta inteligente. Fuente: Sternberg (1984)
21
Todavía no se resuelve la cuestión de si la inteligencia es una o varias capacidades generales; pero conviene recordar que
los alumnos manifiestan su inteligencia en formas muy diversas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 275
TABLA 4 .1 LAS SI ETE I N TELI GEN CI AS D E GARD N ER
Como se habrá dado cuenta, no hay una definición de la inteligencia que sea acep-
tada unánimemente. La mayoría de las pruebas actuales arrojan más de una puntuación;
de ahí la posibilidad de comparar el funcionamiento intelectual del nuño en varios domi-
nios. Esos perfiles sirven para evaluar sus fuerzas y sus debilidades intelectuales. En ge-
neral, las pruebas que se emplean en la escuela se centran en las habilidades lingüísti-
cas, matemáticas y analíticas. Reflejan el tipo de habilidades que gozan de mucho apre-
cio en el mundo occidental. Los modelos multifacéticos de la inteligencia ofrecen nuevas
formas de concebir las habilidades intelectuales del niño. Se espera que les ayuden a los
educadores a ver de una u otra manera la conducta inteligente en t odos los niños. Lo im-
portante es recordar que cada estudiante la manifiesta de manera distinta.
FIGURA 4.9
La curva normal y
algunas puntuaciones
22
En general, las pruebas actuales de inteligencia usan una puntuación de IQ con desviación estándar: una mitad de los ni-
ños reciben puntuaciones por arriba de 100 y la otra mitad por debajo de 100.
Mtro. Mario Pérez Olvera 277
Fa ct or e s qu e a m e n a za n la va lide z de la s pu n t u a cion e s de l I Q
La validez de una prueba es la exactitud con que mide aquello para lo cual fue di-
señada. Por ejemplo, ¿ofrece la Escala de I nt eligencia de St anford- Binet una medida pre-
cisa de la aptitud del niño para aprender?, ¿es igualmente válida para todos los niños?,
¿qué sucede si un niño proviene de una comunidad cultural o lingüística donde no se
habla inglés o no se aprecie el esfuerzo académico? Algunos comentan que las pruebas
mentales favorecen inevitablemente la cultura predominante, lo cual a su vez lleva a
asignar demasiados niños de las minorías a grupos de educación especial. Tras un caso
judicial muy publicado de 1979, Larry P. cont ra Pike, el Departamento de Educación de
California emitió una norma que prohibía las pruebas de IQ para evaluar a los niños de
las minorías que eran inscritos en programas de educación especial.
Los críticos más duros señalan que las pruebas de IQ están prejuiciadas contra
quienes no provengan de familias blancas, angloamericanas, de clase media y que
hablen inglés.23 Para conseguir buenos resultados en ellos, afirman, es necesario que el
niño esté familiarizado con la cultura de la clase media y que domine el inglés oficial.
Como veremos luego, los afroamericanos, los latinos y los niños pobres rara vez logran
tan altas puntuaciones en las pruebas estandarizadas como los niños blancos de clase
media. Stephen Ceci (1990) asegura que muchos niños con un rendimiento bajo en las
pruebas tradicionales pueden mostrar habilidades cognoscitivas más complejas en domi-
nios más familiares. Se han elaborado pruebas como la Bat ería de Evaluación de Kauf-
m an (Kaufman y Kaufman, 1983) que reducen al mínimo el prejuicio cultural. En ellas
son mucho menores las diferencias de desempeño entre los niños de raza blanca y los de
grupos minoritarios. Por tanto, los educadores deben ser muy cautos cuando emplean los
instrumentos tradicionales del IQ para valorar a niños provenientes de distintos medios
socioeconómicos, culturales y lingüísticos.
¿Qu é pr e dice n la s pr u e ba s de I Q?
Se piensa que una prueba de IQ predice todo, desde la salud mental hasta el des-
empeño en el trabajo (CECI, 1991). Algunos psicólogos han llegado a afirmar que ayuda
a ganar las guerras (Gould, 1981). Sin embargo, a juicio de varios investigadores, las
puntuaciones no pasan de ser un predictor relativamente confiable del éxito en la escue-
la, por lo menos en la cultura norteamericana (CECI, 1991).
Como recordará el lector, Binet diseño su prueba para identificar a los niños que
necesitaban ayuda especial en la escuela. Aclaró que las puntuaciones obtenidas con él
no deberían verse como una estimación de la capacidad intelectual intrínseca del niño
23
Los críticos de las pruebas de inteligencia afirman que no son aculturales, o sea, que éstas inevitablemente favorecen a los
integrantes de la cultura dominante.
278 Mtro. Mario Pérez Olvera
(Gould, 1981). Por desgracia, sus ideas las ignoraron los primeros psicólogos norteame-
ricanos para quienes la inteligencia se hereda. Terman, por ejemplo, consideraba su
prueba una medida del funcionamiento intelectual innato que no dependía de las expe-
riencias ambientales. Si sus ideas eran correctas, la instrucción no influiría en las puntua-
ciones del IQ. Los hechos no confirman esa suposición.
Una y otra vez los estudios de investigación han revelado que las puntuaciones del
IQ se correlacionan con varias medidas del aprovechamiento escolar (CECI, 1990, 1991).
Los niños con puntuaciones más altas consiguen mejores resultados en las pruebas es-
tandarizadas del logro académico, obtienen calificaciones más altas y terminan más años
de escuela. Las correlaciones entre el IQ y otras medidas del logro académico fluctúan
entre .40 y .60, que no es una correlación perfecta pero que no deja de ser significativa.
Por tratarse de datos correlacionales, no deben interpretarse en el sentido de que la inte-
ligencia hace que un alumno tenga un desempeño bueno o deficiente en la escuela. En
realidad, se sabe que la instrucción contribuye de modo considerable al desarrollo de la
inteligencia, por lo menos tal como se define y evalúa hoy (CECI, 1990). Más adelante
volveremos a referirnos a esta evidencia.
En resumen, las puntuaciones del IQ son un indicador del éxito que el niño tendrá
en la escuela. En condiciones óptimas de prueba, una prueba de inteligencia sirve para
diagnosticar problemas de aprendizaje o áreas donde el alumno requiere ayuda especial
del maestro.24 La prueba no mide la capacidad ni la creatividad innatas y tampoco el ra-
zonamiento complejo (CECI, 1991). Más aún, las puntuaciones no predicen con mucha
confiabilidad el éxito profesional, el éxito social, la salud mental ni la personalidad. Tan
sólo ofrecen información sobre aquello que se proponían medir, es decir, la capacidad del
niño para trabajar en la escuela.
24
Las puntuaciones de las pruebas de inteligencia han de considerarse más bien como un indicador del desempeño de los
niños en la escuela y no como una medida de su capacidad o creatividad innatas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 279
¿Qué nos indican las puntuaciones del IQ en relación con la inteligencia del adulto?
La tabla 4.2 incluye las correlaciones de las puntuaciones de un mismo individuo a distin-
tas edades. Las más altas indican mayor estabilidad de las puntuaciones del niño medi-
das con pruebas tradiciones.25 A medida que el niño crece, aumenta también la estabili-
dad de las puntuaciones, como se observa en las correlaciones más elevadas. Se piensa
que las puntuaciones comienzan a estabilizarse durante los años intermedios de la niñez.
A partir de los 7 años, predicen con bastante confiabilidad el IQ del adulto. Por ejemplo,
su correlación entre los 10 y 14 años es de .86 aproximadamente. El aumento de la es-
tabilidad suele deberse a una mayor semejanza de los reactivos de las pruebas conforme
pasan los años.
7 .46
10 .37 .77
14 .28 .75 .86
18 .31 71 .73 .76
FUENTE: Jensen (1973)
Conviene recordar que la puntuación del IQ está siempre ligada a la edad cronoló-
gica. Un niño con un IQ de 110 a los 7 años tendrá muy probablemente un cociente de
cerca de 110 a los 10 años. La estabilidad de las puntuaciones indican una constancia re-
lativa de su rango en un grupo de edad. Conforme madura el niño, acierta en más reacti-
vos de una prueba de inteligencia (es decir, se vuelve más inteligente), pero la puntua-
ción permanece relativamente constante, salvo que su desarrollo intelectual se atrase o
acelere de alguna manera en relación con su grupo de edad. La evidencia muestra que
algunas puntuaciones pueden fluctuar hasta entre 20 y 30 puntos de los 2 a los 17 años
de edad (McCall, Applebaum y Hagarty, 1973). Más aún, estos patrones de cambio pre-
sentan diferencias individuales. Algunos niños muestran aumentos constantes y otros só-
lo en ciertas edades; luego los cambios disminuyen con el desarrollo.
¿Están fijos los IQ al momento de nacer? De acuerdo con la evidencia disponible,
la respuesta a esta pregunta no es simple. Por una parte, la investigación indica que las
puntuaciones son bastante estables a partir de los años intermedios de la niñez (Kopp y
McCall, 1982). Por otra parte, parece haber una variación considerable en su fluctuación
25
A partir de los 7 años de edad, las puntuaciones del IQ en la niñez son un predictor relativamente acertado del que se ten-
drá en la adultez.
280 Mtro. Mario Pérez Olvera
entre la niñez y la adultez. En el momento actual, los investigadores creen que las dife-
rencias individuales en estos patrones del cambio se relacionan con los aspectos del am-
biente familiar o escolar del niño. En la siguiente sección examinaremos más a fondo al-
gunas de estas influencias.
Los estudios de gemelos biológicos son una fuente valiosa de información sobre
cómo influyen en la inteligencia los factores genéticos y ambientales. En el capítulo 2, di-
jimos que los gemelos monocigotos tienen el mismo genotipo y que, en cambio, los ge-
melos dicigotos nacen de dos óvulos independientes fertilizados al mismo tiempo por dis-
tintos espermatozoides. Los investigadores comparan dos pares de gemelos para estimar
la heredibilida d de la inteligencia. La h e r e bilida d es “la proporción de variancia observa-
da de una conducta que podemos atribuir a las diferencias entre individuos de una pobla-
ción (Plomin, 1989). La palabra clave de esta definición es población. El índice de heredi-
bilidad es un estadístico que se aplica a una población y no a un rasgo ni a un individuo
(por ejemplo, Susana heredó las habilidades matemáticas de su madre).
¿Qué nos indican los estudios con gemelos sobre la heredibilidad de la inteligencia?
Conforme a los datos recientes, 50 por ciento de la variación de la inteligencia en una
población puede atribuirse a las diferencias genéticas de los individuos (Plomin, 1990).
La tabla 4.3 incluye los resultados de dos investigaciones. Al recorrerla hacia abajo difie-
re la semejanza genética de las personas. La correlación entre las puntuaciones del IQ en
los gemelos monocigotos es aproximadamente de .86, mientras que la de los dicigotos es
de .60 más o menos. Nótese que la correlación entre las puntuaciones de los gemelos di-
cigotos criados por separado (.72) es mayor que las de los que fueron criados juntos
(.60). Cuando se les cría aparte, suelen ser adoptados poco después del nacimiento. Co-
mo se les cría en ambientes distintos, este hallazgo ofrece un fuerte respaldo a la hipóte-
sis genética. Como los gemelos no compartieron el mismo ambiente, cualquier semejan-
za en su inteligencia se deberá a genotipos similares.
Aunque los resultados anteriores son convincentes, hay que interpretarlos con cau-
tela. Algunos críticos observan que estos estudios no dan estimaciones seguras de las in-
fluencias genéticas. Se supone que los gemelos monocigotos criados por separado viven
en ambientes muy diferentes, cuando en realidad pueden ser muy parecidos. Los crite-
rios de adopción establecen ciertas condiciones de vivienda y normas de cuidado. A la
mayoría de los niños adoptados se les cría en familias de clase media alta y asisten a es-
cuelas durante sus años de formación. En el Proyecto de Adopción de Colorado, los in-
vestigadores descubrieron que las características del ambiente familiar, por ejemplo, la
conducta de crianza, la organización y la disponibilidad de juguetes apropiados, influían
en las puntuaciones del IQ de los niños a los 7 años de edad (Coon, Fulker, DeFries y
Plomin, 1990). Pero la puntuación que los padres obtenían en el IQ afectaba al tipo de
ambiente que le creaban al niño. Los de más inteligencia le creaban un ambiente más
organizado y estimulante, lo cual a su vez repercutía en las diferencias individuales de
las puntuaciones individuales a los 7 años de edad.
Además, recordemos una vez más que las estimaciones de la heredibilidad calcu-
ladas en una población no pueden generalizarse a otras. Hace más de 20 años. Arthur
Jensen (1973) provocó una acalorada controversia cuando, según su interpretación de
los estudios con gemelos, la inteligencia se hereda en 80 por ciento. Señaló asimismo
que las diferencias genéticas explican las diferencias raciales en las puntuaciones del IQ.
Las mismas afirmaciones reaparecieron recientemente en el libro The Bell Curv e, de
Herrnstein y Murray (1994). Esta explicación de las diferencias raciales está sujeta a crí-
ticas por varias razones, entre ellas el prejuicio cultural de las pruebas y por las concep-
ciones unitarias de la inteligencia en contraste con las fijas. Por ahora nos interesa más
el mal uso de las estimaciones de la heredibilidad. Las conclusiones relacionadas con el
origen genético de las diferencias raciales en las puntuaciones del IQ se extraen de estu-
dios con gemelos de raza blanca. Un índ ice de heredibilidad se lim it a a la población de
do nde se ext rae y los am bient es encont rados en ella. En otras palabras dependerá de la
variabilidad de los genotipos y de los ambientes donde se encuentren.
Hoy los teóricos piensan que los factores genéticos establecen los límites superior
Fa ct or e s a m bie n t a le s
Ya hemos visto cómo las puntuaciones del IQ comienzan a estabilizarse hacia el fi-
nal de la niñez. Por tal razón, numerosos trabajos se han centrado en la influencia de las
experiencias de aprendizaje durante la niñez temprana, cuando los padres influyen pro-
fundamente en el desarrollo intelectual de sus hijos.27 En muchos de ellos se uso la esca-
la Observación en el Hogar para m edir el Am bient e ( H om e Obse r va t ion for M e a su r e -
m e n t of t h e En vir on m e n t , H om e ) ideadas por Betty Caldwell y Robert Bradley (1978)
que caracteriza la calidad del ambiente del aprendizaje temprano del niño. Las categorías
26
Según los estudios de heredibilidad, la inteligencia tiene un componente genético que fija los límites superior e inferior
(intervalo de reacción) del desarrollo intelectual.
27
En el desarrollo intelectual del niño influye profundamente el ambiente familiar durante la infancia y la niñez temprana.
Mtro. Mario Pérez Olvera 283
de la escala evalúan aspectos como la sensibilidad de la madre, el estilo de disciplina y
participación con el niño; la organización del ambiente; la disponibilidad de materiales
apropiados de aprendizaje y la oportunidad de estimulación diaria.
Las investigaciones indican que las categorías se relacionan positivamente con las
puntuaciones del IQ en niños entre los 6 meses y 5 años de edad (Bradley y Caldwell,
1984). Dos subescalas en particular muestran relaciones estrechas y congruentes con
ellas. Los niños cuyas madres son más sensibles y ofrecen periódicamente actividades
estimulantes de aprendizaje logran un mejor desempeño en las medidas del IQ. La figura
4.10 contiene las puntuaciones medias de 1 a 3 años de los niños cuyo ambiente familiar
recibió evaluaciones altas y bajas. Nótese que las experiencias tempranas no sólo se re-
lacionan con el nivel IQ sino también con los cambios de éste a través del tiempo. Los
resultados han sido reproducidos en seis estudios longitudinales, en que la escala HOME
se usó para analizar una muestra combinada de 931 niños y de sus familias (Bradley y
otros, 1989). Además, un estudio reciente indicó que las características del ambiente fa-
miliar durante la infancia se correlacionaban con el desempeño académico a los 11 años,
si a lo largo de la niñez se mantienen los patrones de apoyo de los primeros años.
FIGURA 4.10
Punt uaciones prom edio
del I Q de niños: dos
niveles de los am bient es
HOME
FUENTE: Bradley (1989)
En muchas investigaciones se han examinado los efectos que el hogar y las in-
fluencias familiares tienen en el desarrollo cognoscitivo.28 Los resultados son bastante
uniformes e indican lo siguiente: los padres tienen una influencia positiva en el desarrollo
intelectual temprano de sus hijos cuando les ofrecen materiales apropiados de juego y de
aprendizaje; cuando estimulan la exploración y la curiosidad; cuando crean un ambiente
cálido, sensible y positivo (Belsky, 1981).
Conviene precisar que los padres pueden estimular el desarrollo cognoscitivo de
sus hijos sólo hasta cierto punto. Durante los últimos 20 años, los investigadores han ob-
28
La investigación indica que los padres tienen una influencia positiva en el desarrollo temprano de sus hijos, si les crean un
ambiente familiar que sea estimulante y positivo.
284 Mtro. Mario Pérez Olvera
servado una tendencia decreciente en las presiones académicas que se imponen a los ni-
ños en edades cada vez más tempranas (Rescorla, Hyson y Hirsch-Pasek, 1991). Hay ju-
guetes, piezas para armar, móviles y hasta computadoras especiales que estimulan el
desarrollo intelectual temprano. Los padres asisten a talleres para que puedan enseñar a
su hijo a leer, a sumar e incluso a hablar francés. Incluso se publicó un exitoso libro con
el título How to Multiply your Baby’s Intelligence (cómo multiplicar la inteligencia de su
hijo) (Dorman, 1984). Sin embargo, hoy todavía no se cuenta con evidencia concluyente
de que los padres pueden crear hijos prodigios en lectura, en matemáticas, en música o
en cualquier otro tema mediante la estimulación temprana. De hecho, el exceso de esti-
mulación puede resultar nocivo. Cuando los lactantes experimentan sensaciones que no
están preparados fisiológicamente para manejar, puede impedirse su desarrollo porque
desisten. Los padres y los educadores deben recordar lo siguiente: el niño pequeño pue-
de volverse “más inteligente” si se le estimula apropiadamente dentro de un ambiente
propicio; pero no alcanzará aquello que su cerebro no puede asimilar en su situación ac-
tual.
Con du ct a de cr ia n za y de sa r r ollo in t e le ct u a l po st e r io r
La investigación que analiza la influencia del ambiente familiar en el desarrollo
cognoscitivo del niño se centra fundamentalmente en los factores del establecimiento de
la competencia intelectual (Bjorklund, 1995). ¿Cómo pueden los padres contribuir a con-
servar los beneficios de las experiencias tempranas del aprendizaje? ¿Qué nos indica la
investigación en torno a los efectos que el ambiente familiar y las prácticas educativas de
los padres tienen en el desarrollo intelectual posterior de sus hijos?
En uno de los primeros trabajos, Robert McCall y sus colegas (1973) analizaron los
cambios de los IQ de un grupo de niños durante un periodo de 15 años. Se comprobó
que los patrones de cambio del IQ entre los 2 y los 17 años se atribuyeron a varias cla-
ses de crianza. En términos generales, los niños que mostraron los niveles globales más
altos y el mayor aumento de puntuaciones entre los 3 y los 12 años tenían padres que
fueron calificados de “aceleradores”. Trataban de agilizar y de estimular el desarrollo físi-
co y mental de sus hijos, pero lo hacían “dentro de un contexto de estructura y disciplina
moderadas” (p. 67). Estos efectos no podrían explicarse por las diferencias en los niveles
educativos de sus padres. Sin embargo, a partir de la adolescencia vieron disminuir las
puntuaciones de los niños. Este estudio parece corroborar la idea de que los padres posi-
blemente influyen menos en el desarrollo intelectual de sus hijos a medida que éstos cre-
cen y adquieren intereses fuera del ámbito escolar.
Con todo, los estudios de los adolescentes indican que la conducta de crianza pue-
de afectar al funcionamiento cognoscitivo aun mucho después de la niñez. En ellos se
analizó principalmente la influencia que varios estilos de crianza tienen en el desarrollo
¾ En los Estados Unidos el estudiante medio de secundaria y preparatoria dedica 4 horas por
sem ana a tareas escolares fuera del plantel, mientras que los estudiantes de otros países
industrializados dedican promedio 4 horas al día.
¾ Sólo la mitad de los estudiantes encuestados dijeron que terminaban las tareas que les
asignaban.
¾ Más de la mitad de los estudiantes entrevistados señalaron que podían llegar a casa con
calificaciones C o más bajas, sin que sus padres se enojaran
¾ Casi una tercera parte de los estudiantes dicen que sus padres no saben cómo están rin-
diendo en la escuela.
¾ Menos de 40 por ciento de los padres asisten a los programas escolares de sus hijos ado-
lescentes; sólo la quinta parte de ellos lo hacen periódicamente.
FI GURA 4 .1 1
Importancia que tienen para los estudiantes adolescentes los programas de participación de los
padres. FUENTE: Steinberg (1996)
Segundo, conviene recordar que las medidas del ambiente familiar no están total-
mente libres de influencias genéticas. Como comentamos antes, los padres con alto IQ
ofrecen un ambiente mejor organizado o materiales de aprendizaje más estimulantes.
Por su parte, las características genéticas del niño, como la alerta o el temperamento
pueden producir reacciones distintas en el ambiente. Así, algunos niños son más sensi-
bles a la estimulación ambiental, reforzando así los esfuerzos de los padres por darles la
estimulación. No olvidemos que los niños influyen en el ambiente y a la inversa. La in-
vestigación dedicarla a las relaciones entre progenitor e hijo subrayan algo que ya se dijo
en páginas anteriores: es casi imposible distinguir los factores genéticos y los ambienta-
les.
Más aún, los investigadores comenzaron recientemente a examinar la validez de
los resultados anteriores en varios grupos étnicos y socioeconómicos. En términos gene-
rales, los patrones que acabamos de explicar se observan en los grupos socioeconómi-
cos, pero se dan importantes diferencias raciales. En los estudios con adolescentes, las
medidas de la crianza con autoridad flexible tienen mayor influencia en los angloameri-
canos y en los mexicanoamericanos que en los asiáticos y en los afroamericanos (Stein-
berg, Dornbusch y Brown, 1992). Como explicaron Robert Bradley y sus colegas (1989):
Los e fe ct os de la in t e r ve n ción t e m pr a n a
29
Los programas de educación preescolar de alta calidad todavía no producen resultados positivos a largo plazo en las prue-
bas de inteligencia, pero sí lo han conseguido en el rendimiento escolar.
288 Mtro. Mario Pérez Olvera
noscitivo que otros grupos similares de niños que no habían asistido a él. Pero perdieron
la ventaja al ir creciendo. Entre los 10 y 17 años de edad se registraban pocas diferen-
cias importantes en las puntuaciones del IQ de los que no habían participado. Además,
las evaluaciones del proyecto de seguimiento no revelaron cambios duraderos en las
puntuaciones de los participantes. Así pues, los estudios iniciales concluyeron que no
había cambios duraderos de las puntuaciones atribuibles a la asistencia a un programa
educativo de compensación.
A pesar de estos resultados iniciales, ni los investigadores ni los educadores nor-
teamericanos estaban dispuestos a renunciar a los beneficios que la intervención tem-
prana ofrece a los niños con desventajas económicas. Una reseña de 14 estudios longitu-
dinales de niños que habían participado en los programas Head Start durante la década
de los sesenta indicó efectos retrasados pero positivos de la intervención (Lazar y otros,
1982). En comparación con grupos semejantes de niños que no participaron en el pro-
grama, los graduados del proyecto lograron calificaciones más altas en pruebas de lectu-
ra y de matemáticas en la primaria, además de que tendían menos a reprobar o a recibir
los servicios de la educación especial. Los adolescentes que participaron tenían menos
probabilidades de abandonar la enseñanza media y más probabilidad de asistir a la uni-
versidad que los adolescentes que no participaron. A causa de esta evidencia, hoy los in-
vestigadores creen que los programas preescolares de alta calidad sí contribuyen a com-
pensar los efectos que la pobreza tiene en el desarrollo intelectual.
En general, los programas de Head Start se extienden a niños de 3 a 4 años de
edad y algunos se han centrado en lactantes (Garber, 1988; Ramey y Campbell, 1984).
Uno de los más exitosos fue el Carolina Abecedarian Proyect, en el que los participantes
iniciaban antes de los 3 meses y continuaban hasta los 8 años (Ramey y Campbell,
1991). Se juzgaba que los niños corrían serio riesgo de fracaso escolar por los siguientes
motivos: ingreso familiar, IQ y escolaridad de la madre, antecedentes de bajo rendimien-
to académico entre hermanos mayores y otros problemas familiares. Se les asignó a un
grupo de tratamiento o de control. La intervención, que abarcó cuatro grupos de niños
entre 1972 y 1977, ocurrió en dos fases. En los primeros 5 años, los niños del grupo de
tratamiento asistían a un programa de atención diurna de tiempo completo que estimu-
laba el desarrollo de las habilidades motoras, cognoscitivas, lingüísticas y sociales. Cuan-
do los niños ingresaban a la primaria, se integraba el componente de la educción de sus
padres para mejorar la participación de ellos en la formación académica de sus hijos.
Las evaluaciones del Carolina Abecedarian Proyect se efectuaban en forma periódi-
ca. La figura 4.12 muestra que los participantes comenzaron a superar a los niños del
grupo de control en pruebas estandarizadas de habilidades mentales después del primer
año. Todos los niños mostraron una reducción de ellas entre la infancia y los 8 años, pero
la del grupo de control fue mucho más significativa. Los miembros del grupo de control
FIGURA 4.12
Punt uaciones del I Q de
niños en el Carolina
Abecedarian Proj ect
FUENTE: Ramey y Campbell
(1991)
30
Generalmente logran mejores puntuaciones en las pruebas de inteligencia los niños que ingresan a la escuela en edad más
temprana, que permanecen en ella más tiempo y que asisten a planteles de mayor edad.
Mtro. Mario Pérez Olvera 291
nales, no es posible sacar conclusiones firmes sobre las relaciones causales. Hemos afir-
mado que la cantidad y la calidad de la escuela aumentan el IQ. Por supuesto, también
es posible que a las personas genéticamente inteligentes se les aliente a comenzar antes
la instrucción, a permanecer más tiempo en la escuela y a asistir a escuelas de mayor
prestigio. Pese a ello, Ceci (1990) sostiene que la instrucción tiende a influir el desempe-
ño del niño en las pruebas de inteligencia, porque la escuela imparte información y varias
habilidades perceptuales, de memoria y de solución de problemas que les ayuda. En
otras palabras, en la escuela se aprenden algunos aspectos de la inteligencia.
31
El problema de las variaciones étnicas y sexuales en las habilidades intelectuales se deban principalmente a las experien-
cias de socialización y a las condiciones culturales.
292 Mtro. Mario Pérez Olvera
de las puntuaciones obtenidas en las pruebas del IQ y del aprovechamiento. En prome-
dio, los niños afroamericanos reciben calificaciones de 15 a 20 puntos por debajo de los
niños de raza blanca (Hall y Kaye, 1980). Las diferencias se observan a los 3 años de
edad y permanecen constantes hasta la adultez (Brody, 1992). En un ambiente pobre,
las diferencias raciales aumentan con la edad, a medida que los niños afroamericanos se
van rezagando respecto a sus compañeros blancos (Jensen, 1973). A este fenómeno se
llama e fe ct o de dé ficit a cu m u la t ivo, pero no se observa en todos los estudios (Brody,
1992).
De acuerdo con las investigaciones más recientes, la brecha del desempeño entre
las dos razas ha ido reduciéndose. Según un estudio (Jones, 1984), el desempeño en la
lectura y en las matemáticas medidos por la National Assessment of Educational Progress
mostró una disminución en las diferencias entre 1971 y 1980 en las edades que se eva-
luaron (9, 13 y 17 años). La reducción se debe a los aumentos del nivel promedio del
desempeño de los estudiantes afroamericanos. Las subpruebas verbales y cuantitativas
del Test de Aptitudes Académicas (TAA), que se administra a alumnos del último año de
enseñanza media, muestra también una reducción de la brecha en los últimos 25 años.
En este caso la reducción se debe a que ha disminuido el desempeño de los estudiantes
blancos y ha mejorado el de los afroamericanos.
Aparte de las diferencias raciales, se observan grandes divergencias entre los gru-
pos étnicos en las pruebas de las habilidades cognoscitivas. La tabla 4.5 incluye las ten-
dencias en las puntuaciones de dominio de la lectura, de las matemáticas y de la ciencia
en alumnos blancos, afroamericanos e hispanos de 9, 13 y 17 años durante un periodo
comprendido entre 1970 y 1990. De 1973 a 1980, los dos últimos grupos han logrado
grandes avances en matemáticas y han cambiado poco las puntuaciones de los estudian-
tes de raza blanca. Las diferencias étnicas en la habilidad lectora se redujeron entre 1970
y 1990, pero permanecen en las relacionadas con la ciencia.
Le ct u r a
Blancos 210 260 289
Afroamericanos 184 238 261
Hispanos 192 239 271
Escr it u r a
Blancos 217 274 287
Afroamericanos 175 258 263
Hispanos 189 265 274
M a t e m á t ica s
Blancos 235 279 312
Cie n cia s
Blancos 239 267 304
Afroamericanos 200 224 256
Hispanos 205 238 270
NOTA: Fluctúan entre 0 400 las puntuaciones en las subpruebas de National Assessment of Educational Progress. En ellas,
una puntuación de 250 indica que el estudiante puede efectuar las operaciones básicas en esa materia. Por ejemplo una
calificación de 250 en lectura significa que puede buscar información específica, relacionar ideas y hacer generalizaciones.
En escritura, esa misma puntuación indica que puede escribir respuestas claras y específicas en las tareas. En el caso de
la matemática, puede realizar las operaciones matemáticas básicas, mientras que los que obtienen una calificación de 300
pueden resolver problemas de complejidad moderada. En ciencias, una calificación de 250 significa que el estudiante po-
see un conocimiento general de las ciencias de la vida y de física; en cambio una calificación de 300 indica que puede
evaluar la corrección de un procedimiento científico.
FUENTE: National Center for Education Statistics (1984)
32
La investigación sobre las diferencias raciales y étnicas en las habilidades cognoscitivas no analiza las diferencias en los
grupos en que a menudo se registran grandes discrepancias.
294 Mtro. Mario Pérez Olvera
el capítulo 1, gran número de niños afroamericanos e hispanos provienen de familias de
bajos ingresos.33 Sufren varias limitaciones que pueden repercutir negativamente en su
desarrollo cognoscitivo: desnutrición, atención médica deficiente, apiñamiento, baja es-
colaridad de sus padres y estrés crónico. Además reciben una educación menos esmera-
da porque asisten a escuelas situadas en comunidades pobres. Cuando se controlan las
diferencias del entrono socioeconómico, se acortan las brechas de desempeño en las
pruebas del IQ y de aprovechamiento, pero no desaparecen por completo.
Como la mayor parte de las escuelas reflejan una cultura blanca de clase media,
los niños de grupos étnicos minoritarios sufren varios problemas cuando ingresan a la es-
cuela. Los que no hablan inglés son los más afectados, porque deben dominar un idioma
nuevo para poder participar plenamente en las actividades de aprendizaje. En el tercer
grado, los que ya lo hablan en casa se hallan aproximadamente medio año detrás de los
que sólo hablan inglés en casa. En 1992, el U. S. Department of Education comunicó que
había 2.3 millones de niños en edad escolar que tenían “escaso dominio del inglés”; se
prevé que esa cifra se duplique en el año 2020 (Nitriello, McDill y Pallas, 1990). Se esti-
ma que apenas una tercera parte de niños en edad escolar pertenecientes a grupos lin-
güísticos minoritarios reciben la ayuda que necesitan en este aspecto para tener éxito en
la escuela (LaFontaine, 1987).
Aun cuando los niños hablen inglés, a veces emplean patrones lingüísticos de un
grupo étnico, social o regional llamados dialectos sociales, que los profesores consideran
inaceptables. Así, los negativos dobles se emplean comúnmente en el dialecto de los ne-
gros. Como algunos dialectos se consideran lingüísticamente inferiores al habla general,
un dialecto puede influir en el juicio de un profesor sobre las habilidades de los alumnos,
sobre su capacidad de aprendizaje y la manera en que deben ser agrupados para la en-
señanza (Harrison, 1985). Los profesores que esperan problemas basándose en el juicio
acerca del dialecto de sus alumnos tienden más a tratarlos en forma diferente en la cla-
se; esto, a su vez, influye en el sentido de competencia, en la autoestima y en la motiva-
ción para aprender.
La forma en que los profesores formulan las preguntas en la escuela causa pro-
blemas a los alumnos que no pertenecen a la cultura dominante. Según Shirley Brice
Heat (1983), en algunas comunidades afroamericanas los padres no hacen preguntas
que tienen una respuesta obvia, a menos que vayan a castigar a su hijo. Además, a los
niños se les enseña a no hacer ni contestar preguntas personales. Sin embargo, en la es-
cuela el maestro formula preguntas de “respuesta conocida” (“¿De qué color es tu cami-
sa?”) o personales (“¿Dónde trabaja tu mama?”). Cuando un alumno afroamericano tar-
da mucho en contestar, el maestro deduce que tiene un problema de oído o de compren-
33
El desarrollo cognoscitivo de los niños pobres se ve afectado por la baja escolaridad de los padres, la desnutrición, el cui-
dado deficiente de la salud y las condiciones de apiñamiento.
Mtro. Mario Pérez Olvera 295
sión.
Casi pienso que algunos de ellos tienen un problema de oído; es como si no oye-
ran mi pregunta. Cuando les pregunto, me encuentro con una mirada perdida en
el vacío (pp. 107-108).
34
Si los profesores de las mayorías interpretan las diferencias culturales como inaceptables o “raras”, pueden ocasionar pro-
blemas de ajuste y de aprovechamiento a los estudiantes de grupos étnicos minoritarios.
296 Mtro. Mario Pérez Olvera
♦ Los sistemas de niveles de aprovechamiento escogen los cursos que los estudian-
tes pueden tomar en la enseñanza media, lo cual a su vez influye en su elegibili-
dad para ingresar a la universidad.
Ante los datos anteriores, no debe sorprendernos que el agrupamiento por habili-
dades y los niveles de aprovechamiento tiendan a acentuar y no a atenuar las diferencias
preexistentes de habilidades entre los grupos raciales o étnicos.35 Lamentablemente, al
parecer los estudiantes dentro o fuera de la cultura dominante, que necesitan mayor
ayuda y estímulo en la escuela, son asignados a grupos donde la enseñanza suele ser
más deficiente y menos motivadora.
En resumen, la mayor parte de los teóricos piensan que el rendimiento deficiente
de los estudiantes de las minorías étnicas en las escuelas norteamericanas se debe a una
combinación de factores sociales y económicos. Un excesivo número de ellos provienen
35
Los niños provenientes de las culturas no predominantes a menudo son colocados en grupos de habilidades más bajas, lo
cual limita sus oportunidades educativas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 297
de familias de bajos ingresos y asisten a escuelas en comunidades pobres. En las escue-
las sufren problemas académicos y de adaptación porque predomina en ellas la cultura
de la raza blanca y de la clase media. Sus problemas se agravan con la implantación de
los sistemas de agrupamiento por habilidades y niveles de aprovechamiento, los cuales
pueden limitar mucho las oportunidades de aprendizaje y las aspiraciones profesionales.
Si se quiere crear un ambiente positivo para los estudiantes de todas las razas y orígenes
étnicos, habrá que introducir cambios en el programa de estudios, en la organización y
en la cultura de las escuelas, en las actitudes y creencias del personal docente, en la
forma en que actualmente se imparte la enseñanza y se realiza la evaluación. Al final del
capítulo expondremos algunas estrategias para alcanzar esos objetivos.
H a bilida de s ve r ba le s
Se cree que este tipo de destrezas reflejan las habilidades propia se los sexos en el
rendimiento en matemáticas y en ciencias (Linn y Hyde, 1989). He aquí algunos ejem-
plos de tareas relacionadas con la solución de problemas: descubrir los objetos ocultos
en un diseño complejo, la capacidad de rotar objetos bidimensionales o tridimensionales
y la de razonar sobre la información presentada espacialmente. Sin embargo, las investi-
gaciones no ofrecen resultados uniformes en lo tocante a las diferencias sexuales. En una
reseña de 1985, Marcia Linn y Anne Petersen (1985) revisaron 127 efectos del sexo en
las habilidades espaciales. Su análisis reveló que las diferencias de desempeño favora-
bles a los varones eran más cuantificables en tareas concernientes a la rotación mental
de objetos bidimensionales o tridimensionales. (En la figura 4.13 se incluye una de estas
actividades). En algunos estudios se han detectado estas diferencias antes de la adoles-
cencia. Sin embargo, los datos indican asimismo que desde 1974 la discrepancia se ha
reducido de una tercera a una décima parte de la desviación estándar. En opinión de los
investigadores, un efecto sexual de esta magnitud puede eliminarse por medio de la in-
tervención instruccional (Linn y Hyde, 1989). Además hay poca evidencia en favor de la
suposición de que las habilidades de los estudiantes para efectuar las tareas de rotación
mental se relacionen con su rendimiento en matemáticas y en ciencias.
FIGURA 4.13
Ej em plo de una t area
Reactivo de rotación mental. A los sujetos se les pide identificar las dos res- de rot ación m ent al
FUENTE: Linn y Petersen (1985)
puestas que muestran el patrón en una orientación diferente.
H a bilida de s m a t e m á t ica s
Las diferencias medidas entre los géneros respecto a las habilidades matemáticas
dependen de la edad del alumno y del tipo de prueba (Hyde, Fennema y Lamon, 1990).
En la escuela primaria y secundaria, las mujeres generalmente superan a los varones en
Las diferencias sexuales en las habilidades para las ciencias no son uniformes en-
tre los grupos de edad ni entre las asignaturas. En las pruebas generales de rendimiento
en ciencias se observan pocas diferencias relacionadas con el sexo en la primaria. Las di-
ferencias comienzan a manifestarse en la escuela secundaria y aumentan a medida que
Es difícil sacar conclusiones sólidas respecto a las diferencias sexuales en las habi-
lidades cognoscitivas. Las diferencias mensurables dependen de la edad de los sujetos,
de la asignatura y del tipo de medida que se utilice. En más áreas han ido disminuyendo
las diferencias.36 A juicio de algunos expertos, más o menos en los próximos cinco años
posiblemente queden eliminadas por completo las brechas sexuales en las destrezas es-
paciales y matemáticas. La excepción a este patrón la constituyen las ciencias, en las
cuales las diferencias medidas con pruebas estandarizadas siguen siendo notables a par-
tir de los últimos años de primaria.
Aunque esta sección se centra en las diferencias entre ambos sexos, conviene re-
cordar que las habilidades de los estudiantes se interrelacionan. Algunas alumnas supe-
ran a la mayoría de los varones en tareas matemáticas y algunos alumnos superan a la
mayoría de ellas en las tareas verbales. Para los investigadores modernos, las habilida-
des mentales de ambos sexos muestran más semejanzas que discrepancias. Como lo ex-
presó un investigador del área: “Podemos predecir muy poco acerca de las habilidades
mentales del individuo a partir de su sexo” (Kimura, 1989).
36
En la generalidad de las asignaturas, han venido disminuyendo las diferencias sexuales; algunos expertos predicen que
desaparecerán por completo en la próxima década.
Mtro. Mario Pérez Olvera 301
relación con los efectos que la testosterona tiene en el razonamiento matemático (Kimu-
ra, 1992). Además, la investigación reciente revela que las fluctuaciones mensuales del
estrógeno pueden afectar la capacidad de la mujer para realizar actividades cognosciti-
vas. (Kimura, 1989).
Otra teoría popular postula que el cerebro de la mujer está menos lateralizado que
el del hombre. Lateralizado significa que los dos hemisferios cerebrales llevan a cabo una
serie especial de funciones (capítulo 2). En la generalidad de los derechos, la fluidez y el
razonamiento verbales están controlados por el hemisferio izquierdo; el derecho controla
la comprensión de las relaciones espaciales y la interpretación de la información emocio-
nal. Las nuevas tecnologías permiten a los investigadores explorar el cerebro mientras
hombres y mujeres realizan distintas tareas cognoscitivas. Monitorean además los cam-
bios del flujo sanguíneo hacia varias áreas del cerebro; de ese modo han descubierto que
las mujeres tienden a utilizar ambos hemisferios mientras realizan tareas de ortografía y
de rotación mental. Por su parte, los hombres emplean de preferencia el hemisferio iz-
quierdo en las actividades ortográficas y el derecho en las tareas espaciales. Se piensa
que esta lateralización del funcionamiento del cerebro permite a los varones efectuar me-
jor las tareas visuales-espaciales especializadas.
Seguramente se prolongará aún más tiempo la búsqueda de las causas biológicas
que expliquen las diferencias sexuales en el funcionamiento cognoscitivo.37 Por ahora to-
davía no se conoce bien la influencia que los niveles hormonales y la lateralización del
cerebro tienen en el funcionamiento cognoscitivo. Aunque haya causas innatas que expli-
quen las diferencias sexuales, la influencia de las experiencias ambientales y de aprendi-
zaje en el momento de nacer pueden alterar la bioquímica y fisiología del cerebro. Acaso
la evidencia más sólida contra la teoría biológica es que, mediante la intervención ins-
truccional, pueden eliminarse las diferencias de desempeño relacionadas con el sexo en
algunas tareas de percepción espacial (Conner, Shackman y Serbin, 1978). Más impor-
tante aún: si los factores biológicos fueran la influencia más importante en la habilidad,
cabría suponer que las diferencias sexuales de las habilidades cognoscitivas aparecieran
en una etapa temprana del desarrollo. Pero no es así. Tras una década de estudiar la po-
sible influencia biológica en las habilidades espaciales, Linn y Petersen (1985) llegaron a
la siguiente conclusión: “no hay evidencia indiscutible a favor de las explicaciones genéti-
cas de las diferencias sexuales en los factores cognoscitivos y psicosociales” (p. 53).
37
La explicación biológica de las diferencias sexuales en el funcionamiento cognoscitivo no explica por qué las diferencias
no son evidentes durante el desarrollo temprano.
302 Mtro. Mario Pérez Olvera
socialización de ambos sexos en contextos diversos.38 En el capítulo 6 expondremos la
investigación dedicada a la socia liza ción e n los pa pe le s se x u a le s, proceso en que el
niño adquiere conocimientos, habilidades y rasgos adecuados a su sexo. En el hogar, la
socialización comienza a edad temprana y adopta formas diferentes. Desde muy peque-
ños, hombres y mujeres tienen la oportunidad de aprender las habilidades y rasgos de su
sexo. Tradicionalmente, los padres les compran camiones, martillos y bloques a sus
hijos, y animales rellenos, muñecas y juguetes de cocina a sus hijas. Los padres nortea-
mericanos reaccionan más positivamente cuando sus hijos juegan con juguetes estereo-
tipados según el sexo o realizan acciones de su sexo. Por ejemplo, adoptan una actitud
más positiva cuando los hijos, no las hijas, juegan con carros y camiones. Y reaccionan
más negativamente ante las hijas que ante los hijos cuando exigen más su atención o
cuando les quitan los juguetes a otros niños (Fagot y Kavanaugh, 1991). En su conjunto,
los estudios de la socialización temprana en los papeles sexuales indican que a los varo-
nes se les alienta a efectuar actividades que les ayuden a desarrollar las habilidades es-
peciales, el razonamiento matemático y la solución de problemas; en cambio, a las muje-
res se les alienta a cultivar sus destrezas verbales e interpersonales (Lyntton y Rommey,
1991). En el capítulo 6 volveremos a ocuparnos de la socialización en los papeles sexua-
les; entre otras cosas, trataremos de las condiciones familiares que impulsan al niño a
adquirir actitudes sexuales menos estereotipadas.
Por lo demás, los padres norteamericanos comunican a sus hijos e hijas diferentes
expectativas de logro. Por ejemplo, los padres angloamericanos esperan que sus hijos
obtengan un postgrado (Adelman, 1991). Las investigaciones con estudiantes de secun-
daria y preparatoria revelan que tienden más a alentar a sus hijos que a sus hijas a ins-
cribirse en cursos avanzados de enseñanza media de matemáticas, química y física (Ec-
cles, Jacobs y Harold, 1991). Ya desde el primer grado se observan las diferencias sexua-
les en las expectativas de los padres respecto al rendimiento de sus hijos en las matemá-
ticas y en la lectura (Lummis y Stevenson, 1990).
Es evidente que la socialización del sexo comienza en el hogar. ¿Qué función cum-
ple la escuela en este proceso? Por desgracia, gran parte de la evidencia indica que se
limita a reforzar o consolidar las diferencias sexuales en las habilidades e intereses del
alumno (Meece, 1987).39 En 1992, la American Association of University Women publicó
un informe, How School Short change Girls (cómo engaña la escuela a las mujeres), que
señalaba varias formas en que la escuela contribuye a reproducir las desigualdades
sexuales de la sociedad (WCCRW, 1992).
38
La socialización en los papeles sexuales es el proceso con el cual el niño adquiere conocimientos, habilidades y rasgos
que se consideran apropiados para su sexo.
39
La evaluación indica que la escuela refuerza o consolida las diferencias sexuales en las habilidades y en los intereses de
los alumnos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 303
♦ Las mujeres constituyen la mayoría del profesorado, pero están subrepresentadas
en los puestos administrativos. Además, un mayor número de varones imparte las
clases avanzadas de matemáticas y de ciencias en secundarias y preparatorias.
Estos patrones de personal les enseñan a los alumnos quiénes pueden ser líderes y
quiénes son buenos en matemáticas o en ciencias.
♦ Las imágenes y los intereses del varón siguen estando sobrerrepresentados en los
programas de estudio, sobre todo en matemáticas y en ciencias. También se mani-
fiesta un prejuicio masculino en los programas de computadora y en los materiales
de los exámenes.
♦ En el aula, a los varones se les presta más atención que a las mujeres, reforzando
así la percepción del dominio del hombre y su importancia. Las mujeres con gran-
des habilidades son las que reciben menos atención en todos los grupos.
♦ Cuando hacen preguntas complejas, abstractas y abiertas, los profesores las diri-
gen frecuentemente a los alumnos. También esperan más tiempo la respuesta de
ellos que de las alumnas y les dan retroalimentación más completa. Estas diferen-
cias se observan principalmente en las clases de matemáticas y de ciencias.
♦ Aproximadamente 90 por ciento de las críticas que reciben las mujeres por su tra-
bajo escolar se refieren a la calidad intelectual, en comparación con el 50 por cien-
to de las críticas dirigidas a sus compañeros. Cuando se critica a los hombres, a
menudo se les dice que su desempeño insatisfactorio se debe a falta de esfuerzo.
En cambio, este tipo de comentarios se hace menos veces a las mujeres.
♦ Cuando las clases se dividen en grupos de habilidades, los varones con altas califi-
caciones en matemáticas tienen mayores probabilidades que las mujeres de que
los asignen a los grupos de gran habilidad.
♦ Cuando ambos sexos trabajan en proyectos comunes, a las mujeres les toca gene-
ralmente observar y escuchar mientras los hombrees realizan la actividad.
♦ Las mujeres responden más positivamente a un ambiente cooperativo que a un
ambiente competitivo, pero en pocas aulas se da prioridad a la cooperación y las
actividades de colaboración.
♦ Han ido aumentando las denuncias de acoso sexual. En la generalidad de los ca-
sos, los hombres acosan a las mujeres y esto puede afectar la participación de
ellas en la clase, la asistencia a la escuela y los hábitos de estudio.
¿Qu é pu e de h a ce r la e scu e la ?
En el año 2020, dos terceras partes de la fuerza laboral de los Estados Unidos es-
tará constituida por mujeres y minorías étnicas (National Science Foundation, 1990)40.
Claro que las escuelas deben procurar crear ambientes de aprendizaje que ofrezcan igua-
les recursos, estímulo y oportunidades a ambos sexos sin que importe su origen étnico ni
su condición social. Es necesario cambiar los mensajes sutiles y no tan sutiles que las
mujeres y los grupos minoritarios reciben en la escuela sobre sus habilidades y carrera
profesional.
La mayoría de los programas para la formación magisterial ofrecen hoy cursos de
educación multicultural. En opinión de James Banks (1994), estos programas tienen dos
metas importantes: aumentar la igualdad y la oportunidad educativas para todos los es-
tudiantes, sin importar su cultura, su raza, su origen étnico, su sexo, su religión, su clase
social o excepcionalidad, y favorecer las actitudes y valores intergrupales, para que todos
los estudiantes puedan funcionar más eficazmente en una sociedad pluralista y en una
comunidad internacional. Para alcanzar esos objetivos, es necesario que la educación
multicultural vaya más allá del simple estudio de las culturas nativas de los Estados Uni-
dos en el Día de Acción de Gracias o de las celebraciones del Mes de la Historia de los
Negros, del Cinco de Mayo o de la Semana de Historia de la Mujer. La creación de escue-
las culturalmente compatibles exige cambios radicales en los programas de estudio, en la
organización de las escuelas, en las actitudes y convicciones del personal docente, en la
cultura escolar y en la forma en que se enseña y se evalúa actualmente al alumnado. La
figura 4.14 contiene ocho características de las escuelas multiculturales propuestas por
Banks (119).
Es evidente que la implantación de estos programas requiere un compromiso a
largo plazo con la reforma y el mejoramiento de la escuela, ¿Dan buenos resultados los
programas multiculturales? Basándose en un análisis de dos décadas de investigación,
Roland Tharp (1989) llegó a la siguiente conclusión: “Cuando la escuela cambie, también
cambiarán las experiencias de los niños y su rendimiento” (p. 349).
40
En el año 2020, dos terceras partes de la fuerza laboral de los Estados Unidos estará constituida por mujeres y minorías
étnicas, hecho que obliga a la escuela a ofrecer una educación igualitaria a todos los niños.
Mtro. Mario Pérez Olvera 305
1. El profesorado y los administradores de la escuela tienen buenas expectativas y actitudes
positivas hacia todos los estudiantes. También les dan un trato respetuoso y amistoso.
2. El programa de estudios oficial refleja las experiencias, las culturas y las perspectivas de
varios grupos étnicos y culturales, así como ambos sexos.
3. Los estilos de enseñanza corresponden a los estilos culturales, motivacionales y de apren-
dizaje del alumnado.
4. El profesorado y los administradores de la escuela respetan la lengua materna de los
alumnos y sus dialectos.
5. Los materiales didácticos que se emplean en la escuela muestran sucesos, situaciones y
conceptos desde la perspectiva de diversos grupos culturales, raciales y étnicos.
6. Los métodos de evaluación y de exámenes que se aplican en la escuela reflejan varios va-
lores culturales y hacen que los estudiantes negros estén representados proporcionalmen-
te en los grupos formados por los talentosos y los sobredotados.
7. La cultura escolar refleja la diversidad étnica y cultural.
8. Los orientadores tienen grandes expectativas con los estudiantes provenientes de varios
grupos raciales, étnicos y lingüísticos, además de que les ayudan a fijar metas realistas y
a cumplirlas.
ACTI VI D AD ES
1. A menudo se emplea una prueba de atención de dígitos para evaluar los procesos
de memoria de los niños. Con la lista anexa de dígitos, administre una prueba a
cuatro individuos de distinta edad (4, 7, 12 y 20 años). Presente cada dígito a in-
tervalos aproximados de 1 segundo. Comience con la línea 1 y luego suba hasta
que el sujeto recuerde menos de la miad de la lista. En las listas registre el núme-
ro de dígitos que la persona puede recordar correctamente. Si entrevista a niños
en la escuela, necesitará el premiso del profesor. Al analizar los datos, incluya las
siguientes preguntas: a) ¿hubo diferencias de edad en el tramo de la memoria?,
¿cómo eran las diferencias observadas?; b) ¿a que se deben?, ¿qué otro factor po-
dría explicarlas?; c) ¿de qué manera este ejercicio le ayuda a entender los cambios
evolutivos de la memoria?
310 Mtro. Mario Pérez Olvera
Pr u e ba de r e t e n ción
de dígi t os N ú m e r o cor r e ct o
1. 3
2. 5 – 9
3. 1 – 6 - 8
4. 2 - 4 – 7 – 0
5. 3 – 9 – 4 – 1 – 8
6. 9 – 4 – 3 – 7 – 8 – 5
7. 1 – 2 – 6 – 3 – 7 – 9 – 0
8. 7 – 5 – 1 – 8 – 6 – 2 – 4 –
2. Las habilidades de estudio aumentan con la edad. En esta actividad, entreviste a
un alumno de los últimos años de primaria, a uno de escuela secundaria y a un es-
tudiante de secundaria o preparatoria respecto a las habilidades de estudio. Hága-
les las siguientes preguntas:
a. Háblame del último examen que realizaste en este grupo.
b. ¿Qué resultado obtuviste?
c. ¿Hiciste algo especial cuando te preparaste para el examen?
d. Si no entendían un problema o pregunta, ¿qué hiciste?
e. ¿Hiciste algo especial antes de entregar el examen?
Una vez recabados los datos de la entrevista, compare las respuestas de sus alumnos.
¿Hubo diferencias de edad en los tipos de estrategias con las cuales se preparan para
el examen, para no quedarse estancados o para revisar sus respuestas? ¿Cómo fue-
ron las diferencias? ¿A qué podría deberse? ¿De qué manera este ejercicio sirve para
entender los cambios evolutivos en las estrategias de aprendizaje?
3. Observe dos lecciones (de cualquier materia) en dos aulas de diversos grados (por
ejemplo, una de quinto de primaria y otra de primero de secundaria). Mientras las
observe, anote lo siguiente:
a. Describa la enseñanza del profesor en relación con una estrategia con que los
alumnos pueden llevar a cabo la tarea. He aquí algunos ejemplos: leer detenida-
mente las instrucciones, reflexionar sobre una tarea anterior, aplicar una habilidad
matemática o de lectura, usar ayudas o recursos en el aula, pedir ayuda a un ami-
go, verificar las respuestas, trazar un plan, organizar las ideas, tomar apuntes, et-
cétera.
b. Describa los motivos por los cuales el profesor se sirve de la estrategia (por ejem-
plo, lo que pretende lograr).
c. Describa lo que dijo o hizo el profesor para recordarles a los alumnos que utilicen
la estrategia. Una vez obtenidos los datos de observación, conteste las siguientes
preguntas: ¿Qué tipo de enseñanza de estrategias ofrece cada profesor? ¿Cómo
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D a n ie l P. Ke a t in g
¿Cóm o difiere el pensam ient o de los adolescent es, de de los niños o de los adul-
t os? Las respuest as a est a pregunt a son básicas para nuest ra com prensión de los adoles-
cent es y para guiar las decisiones polít icas que los afect en. La pregunt a es engañosa-
m ent e sencilla. Presupone un acuerdo sobre lo que querem os decir al hablar de pensa-
m ient o. Hace apenas un decenio, la invest igación sobre el pensam ient o adolescent e fá-
cilm ent e habría podido organizarse en t orno de unas cuant as cuest iones cent rales. Desde
ent onces, t est im onios acum ulados de t oda una variedad de perspect ivas han ext endido
not ablem ent e las pregunt as que se deben t om ar en cuent a, y consideran el consenso
com o una m et a m ás dist ant e.
La falt a de consenso no es caract eríst ica de est e ám bit o, ni se le debe t ener com o
t ot alm ent e problem át ica. En m uchas áreas que t rat an direct a o indirect am ent e la act ivi-
dad cognit iva hum ana, han surgido dudas sobre la nat uraleza y el valor de la “ cert idum -
bre” : desde el cuest ionam ient o filosófico en el pensam ient o ( 86) 1 , hast a las m at em át icas
( la “ reina de las ciencias” ) ( 68) , y aun hast a el ám bit o del desarrollo cognit ivo ( 63) . Si en
el pasado la coherencia se basó en falsas percepciones, ent onces su pérdida const it uye
en realidad una ganancia, pues nos invit a a plant ear im port ant es pregunt as ant es igno-
radas. Asim ism o, las decisiones polít icas basadas en un consenso erróneo podrían llevar
a consecuencias indeseables.
Est á fuera de los lím it es de est e capít ulo la int ención de resolver —o siquiera con-
front ar— cuest iones t eóricas fundam ent ales acerca de la cognición hum ana. En cam bio,
m i enfoque es m ás práct ico. Muchos invest igadores de la cognición desvían su m irada de
las cuest iones puram ent e t eóricas, plant eadas básicam ent e en el laborat orio, hacia cues-
t iones m ás aplicadas en las que el cont ext o y el cont enido desem peñan un papel cent ral
( 84) . Gran part e de la nueva y apasionant e invest igación surge de plant ear pregunt as
sobre cuest iones com o la enseñanza del pensam ient o y las posibilidades de éxit o de pro-
gram as de int ervención cognit ivam ent e orient ados. Y, en cont rast e al rechazo del acuer-
do respect o a explicaciones básicas, ha em pezado a t om ar form a un consenso razonable
acerca de las m et as deseables en el desarrollo cognit ivo del adolescent e, t ant o en el m e-
∗
“Adolescent Thinking”, en S. Shirley Feldman y Glen R. Elliot (eds.), At the threshold. The Developing Adolescent,
Cambridge, EUA, Harvard University Press, pp. 54-89. [Traducción de la SEP con fines académicos, no de lucro, para los
alumnos de las escuelas normales.]
1
Las referencias correspondientes a los números entre paréntesis se encuentran al final del artículo.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 321
dio académ ico com o en el inform al.
En con t r a r u n m a r co de t r a ba j o
Dos perspect ivas vast as y com plem ent arias sirven de m arco a est e análisis: la
ciencia cognit iva y la psicología del desarrollo aplicadas. El obj et ivo de la prim era es re-
orient ar los nuevos y avanzados m ét odos de la ciencia cognit iva hacia el análisis de la
act ividad cognit iva en el m undo real. La m et a de la segunda se relaciona con la ant erior
ya que int ent a com prender t ant o las fuent es com o la relación del desarrollo de la act ivi-
dad cognit iva con ot ras áreas, t ales com o el desarrollo social y el em ocional ( 84) .
Adem ás, est as perspect ivas aplicadas enfocan lo que necesit am os conocer para fa-
cilit ar el desarrollo cognit ivo del adolescent e. Por m edio de la educación form al, de agen-
t es socializadores inform ales ( com o la t elevisión) y de fact ores sociales, cult urales y eco-
nóm icos generales, la sociedad afect a profundam ent e el pensam ient o del adolescent e.
Planear polít icas que conduzcan a los result ados deseados es algo que requiere un exa-
m en crít ico de la nat uraleza del pensam ient o del adolescent e y, al m ism o t iem po, de los
fact ores sociales que lo forj an.
Muchos observadores han lam ent ado el baj o nivel de pensam ient o crít ico ent re los
adolescent es en t oda una gam a de cam pos académ icos, y han expresado su preocupa-
ción respect o a la capacidad de las práct icas educat ivas act uales para enfrent arse al pro-
blem a ( 30, 34, 57, 87, 88, 101) . En la m edida en que ese pensam ient o es decisivo para
una part icipación act iva en una sociedad que se basa cada vez m ás en la inform ación —y
no parece haber razones para dudar que así es—, hay que enfrent arse a cuest iones fun-
dam ent ales acerca de la organización de la escuela. Los hallazgos logrados en gran part e
de la act ual obra en ciencia cognit iva aplicada, sobre t odo en la enseñanza del pensa-
m ient o, hablan direct am ent e de est a preocupación.
Pero no debe exagerarse la conexión ent re la escolaridad form al y el pensam ient o
adolescent e. Exist en m uchas influencias, adem ás de la escuela. Por ej em plo, el adoles-
cent e m edio en los Est ados Unidos ve m ás de 20,000 anuncios de t elevisión al año, y los
anunciant es, en un int ent o por crear m et as o deseos que sus product os sat isfagan a m e-
nudo invent an cosas que pret enden superar o pasar por encim a de los procesos de t om a
de decisiones racionales del adolescent e ( 78) . Sabem os m uy poco acerca de los efect os
cognit ivos de los m edios m asivos de inform ación, cuya t ecnología sigue desarrollándose
exponencialm ent e ( t elevisión por cable, MTV, VCR, video int eract ivo, y m ás aún) . Sin
em bargo, result a razonable suponer que el im pact o de est os m edios aum ent ará, y con
form as difíciles de predecir. Por ej em plo, Olson ha sost enido con t oda convicción que la
alfabet ización ej erce un efect o im port ant e sobre las est ruct uras y procesos cognit ivos
hum anos ( 91) . Parece seguro suponer que las t ecnologías de inform ación, que t ienen ya
uso casi universal, desem peñarán un papel sim ilar.
Teniendo en cuent a est e m arco, podem os pasar a las cuest iones que organizan el
análisis del pensam ient o adolescent e. Obsérvese que est e capít ulo ha sido dividido en
secciones con fines explicat ivos; sin em bargo, est a est ruct ura no pret ende sugerir que
las cuest iones plant eadas baj o los diferent es rubros sean independient es ent re sí. Por el
cont rario, uno de los t em as clave de la revisión de la act ual invest igación es que est os
A lo largo de la hist oria, los m ét odos derivados de la psicología psicom ét rica o dife-
rencial fueron los prim eros enfoques al est udio de la cognición adolescent e, y siguen
siendo los de m ayor influencia en el im pact o práct ico sobre las vidas de los adolescent es.
Aquí enfocarem os las diferencias individuales ( y a veces de grupo) en la capacidad de
desem peñarse bien en t areas cognit ivam ent e com plej as. El m ét odo principal consist e en
adm inist rar inst rum ent os est andarizados, en los que el desem peño se analiza en relación
con norm as generales de población. La m ayor part e de los dat os disponibles acerca de
los logros de los adolescent es se derivan de dichos m ét odos ( 100) . Adem ás, el público en
general, incluyendo a los adolescent es, com prende que un buen result ado en los indica-
dores psicom ét ricos, com o las Pruebas de Apt it ud Escolar ( SAT) , es un fact or im port ant e
en el éxit o educat ivo y profesional. Est os inst rum ent os y ot ros sim ilares son ut ilizados
am pliam ent e para elección y selección.
Paradój icam ent e, la influencia práct ica de los enfoques psicom ét ricos ha aum ent a-
do sobre t odo cuando sus fundam ent os t eóricos quedan baj o un escrut inio cada vez m a-
yor y m enos favorable ( 39, 62, 113) . Un t em a com ún es la dificult ad de hacer inferencias
acerca de la eficiencia cognit iva, basándose en los product os de la act ividad cognit iva, y
no en el análisis de los procesos y las est ruct uras subyacent es.
Exist e preocupación general respect o a depender en exceso de t ales indicadores de
product os cognit ivos en la selección y el avance educat ivos, y en el desarrollo y enseñan-
za del curriculum . Puest o que t ales indicadores const it uyen a m enudo los dat os de la se-
lección educat iva, los t ipos de habilidades cognit ivas que subrayan —o que pasan por al-
t o— pueden t ener efect os dram át icos sobre qué y cóm o enseñam os a los adolescent es.
En cont rast e con los enfoques psicom ét ricos, los m odelos piaget ianos se basan en
un conj unt o de explicaciones subyacent es y, por lo general, han em pleado m ét odos t o-
t alm ent e dist int os. Los post ulados de la t eoría piaget iana han sido bien descrit os en ot ra
part e ( 10, 14, 40, 51, 56, 58, 59, 97) . Piaget se enfocó en el desarrollo y la organización
de las operaciones lógico- m at em át icas a t ravés de cuat ro principales et apas o periodos:
el funcionam ient o sensoriom ot or de la infancia; el pensam ient o preoperat orio, en gran
part e egocént rico, de la niñez t em prana; la lógica operat oria concret a de la niñez m edia-
na y t ardía; y la lógica operat oria form al que caract eriza a la adolescencia y a la edad
adult a. Las operaciones cognit ivas efect uadas en cualquier et apa est án organizadas en
una est ruct ura; de est e m odo, los cam bios de et apa im plican cam bios de la est ruct ura
subyacent e producidos m ediant e la int eracción const ruct iva del individuo con el m undo
físico y social. En la et apa del razonam ient o form al, la est ruct ura ha sido descrit a com o el
funcionam ient o coordinado de las 16 operaciones binarias de lógica proposicional ( 56) .
Se supone que est e progreso es universal e invariable.
I nhelder y Piaget desarrollaron ciert o núm ero de t areas por m edio de las cuales
puede observarse indirect am ent e la t ransición de las operaciones concret as de la niñez a
las operaciones form ales de la adolescencia y de la edad adult a ( 51) . Analizaron varios
im port ant es t ipos de t areas t om adas de los dom inios de las m at em át icas y de las cien-
cias físicas. A pesar de algunos dat os iniciales de apoyo, la m ayor part e de los t est im o-
nios recient es han t endido a plant ear dudas sobre la validez de la t eoría original de las
operaciones form ales ( 17, 40, 56, 59, 77) , pues ha result ado problem át ico ident ificar la
lógica subyacent e com o verdadera fuent e de cam bios de act uación relacionados con la
edad; en part icular, es difícil excluir ot ras lim it aciones pot enciales puest as a las habilida-
La perspect iva del procesam ient o de la inform ación ha sido a la vez la fuent e y la
beneficiaria de las crít icas hechas a los enfoques psicom ét rico y piaget iano. A la luz de
algunas dificult ades con que se ha t ropezado en am bas perspect ivas, m uchos invest iga-
dores del desarrollo cognit ivo se cent raron en alguna versión del análisis del procesa-
m ient o cognit ivo ( 19, 36, 114) . En general, el obj et ivo de enfocar el procesam ient o de la
inform ación consist e en describir con precisión las act ividades cognit ivas que desarrollan
las personas durant e el desem peño de varias t areas, en condiciones de laborat orio o en
el m undo real.
Exist en m uchas concepciones del procesam ient o hum ano de la inform ación. En su
m ayoría han enfocado la at ención a un aspect o específico de est e sist em a; son relat iva-
m ent e escasos los int ent os realizados por definir el sist em a en conj unt o. Hay al m enos
dos razones para descom poner el sist em a de procesam ient o de la inform ación en ciert o
núm ero de com ponent es. En prim er lugar, podríam os querer validar, de alguna m anera,
la realidad de cada uno de est os hipot ét icos com ponent es. De ser así, sería necesario
aislar la operación de un com ponent e m ient ras se com paran las funciones de los ot ros
( fuese experim ent al o est adíst icam ent e) . En segundo lugar, podríam os t rat ar de generar
una list a plausible de lo que cont ribuye al desem peño en alguna com plej a act ividad cog-
nit iva: por ej em plo, el pensam ient o de orden superior. La prim era m et a ha result ado elu-
Los t res enfoques que acabam os de describir se concent ran en las est ruct uras in-
t ernas de la act ividad cognit iva y los cam bios que en ellas ocurre. Vale la pena observar
ot ra perspect iva considerablem ent e dist int a, aun cuando hast a hoy sea m ínim a su con-
t ribución direct a a la invest igación de la cognición adolescent e: el enfoque cont ext ualist a
o de socialización cognit iva descrit o por Vygot sky ( 117) . Según est a idea, la int eracción
social, sobre t odo el discurso, desem peña el papel principal al forj ar las est ruct uras y
procesos cognit ivos básico. Una im port ant e dist inción t eórica separa est e enfoque de los
ot ros t res: aquí ( 63) , la idea principal es que m uchas diferencias de desem peño cognit iv o
pueden est ar relacionadas con rasgos ident ificables del am bient e cognit ivo.
Hast a la fecha, la perspect iva cont ext ualist a se ha cent rado principalm ent e en vas-
t as diferencias am bient ales, com o la cult ura y la clase social ( 28) , y ha sido crit icada por
cam biar el det erm inism o psicológico por lo social ( 113) . Sin em bargo, aún hay que hacer
frent e a las cuest iones de m ayor int erés; ést as no enfocan am plias influencias dem ográ-
ficas, sino, en cam bio, las int eracciones sociales en que se involucran las personas —pa-
dre e hij o, m aest ro y alum nos, et cét era— y sus efect os sobre el desarrollo cognit ivo ( 12,
63) . Por ej em plo, varios com ent adores observan el papel del discurso de un pequeño
grupo en la form ación del pensam ient o de orden superior de la adolescencia ( 87, 101) . Si
es verdad que la nat uraleza de las act ividades sociales que experim ent an los adolescen-
t es desem peña un papel fundam ent al en la form ación de su pensam ient o, ent onces re-
sult arán indispensables las práct icas educat ivas o sociales que apoyen o que inhiban a
ést e.
Gran part e de la invest igación sobre el pensam ient o adolescent e se puede organi-
zar en cat egorías generales. Es posible est ablecer convenient em ent e t res niveles dist in-
t os para describir las form as en que el pensam ient o de los adolescent es difiere del de los
niños o de los adult os: la capacidad o eficiencia básica del procesam ient o; la base de co-
nocim ient os, y la aut orregulación cognit iva. Com o verem os, cada una de ellas t iene va-
rias subdivisiones út iles.
Com o ya lo señalé ant es, t am bién necesit am os invest igar las m aneras en que se
int errelacionan varios rasgos del sist em a cognit ivo. Tal invest igación bien puede darnos
Los cam bios causados por la edad sobre la rapidez, la eficiencia o la incapacidad
del procesam ient o cognit ivo básico pueden cont ribuir, considerablem ent e, a las diferen-
cias que se observan en desem peños m ucho m ás com plej os ( 18, 60) . En la m edida en
que unos procesos repet it ivos —com o los que ej ecut a la m em oria en acción— son m ás
eficient es o t ienen m ayor capacidad con la cual operar, dej an m ás recursos cognit ivos
para ot ras dem andas.
Exist en varios t ipos de evidencias. En ciert o núm ero de est udios se han exam inado
las diferencias individuales y de desarrollo en el desem peño de t areas experim ent ales
planeadas para aislar rasgos del procesam ient o cognit ivo ( 62) . Tam bién podríam os espe-
rar que t ales cam bios básicos de procesam ient o est én asociados a rasgos de m aduración
del cerebro; m uchos invest igadores han explorado est a posibilidad ( 32, 115) .
Las bases cognit ivas. Los descubrim ient os en general coinciden, revelando diferen-
cias de edad en t oda una gam a de t areas experim ent ales cognit ivas, con cam bios sus-
t anciales que ocurren desde la niñez t ardía hast a la t em prana adolescencia, y pequeñas
diferencias en adelant e ( al m enos, hast a la adult ez t ardía) . Menos claro es cóm o int er-
pret ar est as diferencias, por varias razones int errelacionadas. En prim er lugar, ¿logran
t ales enfoques aislar variaciones en procesos fundam ent ales y cont rolar art efact os po-
t enciales, com o conocim ient o o est rat egias? Chi, por ej em plo, dem ost ró que niños que
eran expert os en aj edrez m ost raban m ej or m em oria para las posiciones del aj edrez que
adult os novat os ( 25) . Manis, Keat ing y Morrinson encont raron que al cent rar su at ención
en una sit uación de t area doble, niños de 12 años eran significat ivam ent e m ej ores que
los de ocho años, y ligeram ent e m enos buenos que m uchachos de 20 años, probable-
m ent e porque los suj et os de m ayor edad disponen de m ás recursos ( es decir, por cam -
bios fundam ent ales de eficiencia o capacidad) , o porque son m ás hábiles al dirigir los re-
cursos disponibles ( indicando un cam bio de est rat egia) ( 80) , o alguna com binación de
est os fact ores.
Una segunda precolación consist e en det erm inar la im port ancia práct ica de t ales
El avance m ás not able en la invest igación del pensam ient o adolescent e en años
recient es ha sido un renovado int erés en el papel del conocim ient o y su relación con los
procesos cognit ivos, y ha surgido en dos cont ext os. Prim ero, un int erés en la adquisición
de pericia en dom inios específicos ha revelado consist ent em ent e que la capacidad de ra-
zonar eficazm ent e depende, en grado crucial, en la fam iliaridad con el cont enido acerca
de lo que se est á razonando ( 26, 42, 101) . Segundo, han fallado los int ent os por encon-
t rar pruebas de cont enido form al lógico independient es alt am ent e generalizable ent re
adolescent es ( y adult os) a t ravés de t oda una variedad de m edios, incluyendo est udios
de int ervención ( 56, 59, 77, 90) .
A pesar de t odo, la invest igación act ual da t est im onios alent adores de que puede
alcanzarse un pensam ient o de orden superior ent re los adolescent es. Cabe advert ir que
unos result ados cognit ivos deseables no serán fáciles de obt ener ni se alcanzarán aut o-
m át icam ent e.
Las est ruct uras del conocim ient o. Result a út il em pezar con un program a general
de algunos de los principales cam bios efect uados al paso de la edad en el desem peño de
los adolescent es, en t oda una secuencia de t areas cognit ivas com plej as. Pueden obser-
varse dat os confiables en las diferencias de edad y el desem peño cognit ivo, con valor pa-
ra fines de planeación. En el análisis consideraré varias versiones de la m ej or m anera de
com prender t ales diferencias.
En t oda una vast a gam a de cont enidos, desde t em as de lógica y m at em át icas
( 20) , el razonam ient o m oral ( 27, 102) , la com prensión int erpersonal ( 61, 107, 109,
116) , a cuest iones sociales y polít icas, hast a la nat uraleza del conocim ient o m ism o ( 23,
66) , hay una consist encia not able en los m odos en que los adolescent es, en com paración
con los niños, responden a los problem as que se les plant ean.
En general los cam bios observados han recibido una serie de et iquet as a veces
desconcert ant es. Un riesgo al escoger una et iquet a es que a m enudo es int erpret ada ( o
se int ent a dar) com o una explicación del cam bio. Pero en realidad hay varias explicacio-
nes plausibles para los m ism os cam bios descubiert os. Aunque los dat os se deriven de di-
ferencias ent re edades exist e ot ra t endencia a asum ir que t al pensam ient o es caract erís-
t ico de la m ayoría de los adolescent es en casi t odas las sit uaciones, suposición que no ha
sido bien sust ent ada por t rabaj o de invest igación ( 77) .
Teniendo en cuent a t ales advert encias, podem os decir que a part ir de la adoles-
cencia t em prana el pensam ient o t iende a involucrar represent aciones abst ract as, y no
sim plem ent e represent aciones concret as; a volverse m ult idim ensional y no lim it ado a un
Baj o est e rubro resum im os dos rasgos claves de la act ividad cognit iva. Al prim er o
se le llam a, en general, m et acognición: la capacidad de supervisar la propia act ividad
cognit iva en busca de congruencia, de lagunas en la inform ación a llenar, de la precisión
de ciert a aplicación procedim ent al, et cét era. Los int ent os de enseñar la act ividad m et a-
cognit iva han t ropezado con alguna de las m ism as dificult ades que ( y a veces se t rasla-
pan concept ualm ent e con) los program as de inst rucción direct a de procesos m ent ales.
Específicam ent e, las personas a m enudo t ienen dificult ades para t ransferir t ales habilida-
des a cualquier área de cont enido fuera de aquella en que las aprendieron por vez prim e-
ra ( 13, 21) . Y sin em bargo, cuando se desarrollan t ales act ividades de supervisión en el
cont ext o de capacidades part iculares com o leer, escribir o resolver problem as m at em át i-
cos, ciert os t est im onios iniciales parecen sugerir que la inst rucción puede ser efect iva
( 93) .
Hast a podríam os suponer que un enfoque exclusivo en las act ividades m et acogni-
t ivas podría ser cont raproducent e al com ienzo del proceso de aprendizaj e al llam ar la
at ención conscient e hacia unas act ividades a las que m ej or sería perm it ir que procedie-
ran hacia la aut om at ización. En est e sent ido, la m et acognición t al vez sea un luj o de los
expert os. Una vez que se ha dom inado una habilidad o un ám bit o difícil, puede prest arse
at ención a ver si el sist em a est á operando o no sin t ropiezos. Los papeles de las habili-
dades de pensam ient o generalizado y de aut osupervisión cognit iva en el desarrollo del
razonam ient o adolescent e requieren así de considerable invest igación adicional ( 114) .
Una segunda clase de at osupervisión result a m ás problem át ica para las t eorías del
desarrollo cognit ivo, de cualquier índole. Si concebim os el pensam ient o com o dirigido
hacia una m et a y con un propósit o ( 117) , ent onces debem os reconocer que las m et as del
que se som et e a la prueba pueden no ser las de quien aplica la prueba, y las m et as del
alum no pueden no ser las m ism as que las del m aest ro. Est a int rusión de las propias m e-
t as, m ot ivacionales y com prom isos de la persona abre las puert as a num erosos m odelos
—t ípicam ent e de sist em a cerrado— de pensar, aprender y enseñar. Muchas lim it aciones
al razonam ient o y al pensam ient o de orden superior acaso no sean est recham ent e cogni-
t ivas sino se deriven, en cam bio, de m ot ivaciones y disposiciones ( 106) . Si el hábit o del
pensam ient o racional es t ant o una disposición com o una habilidad, ent onces las circuns-
Ya se ha observado un núm ero de fact ores que afect an el desarrollo cognit ivo del
adolescent e. Aquí, la m et a es com pilar los m ás significat ivos para su aplicación a la prác-
t ica. Algunos fact ores no son m uy generales en su influencia sobre la m ayoría de los ado-
lescent es; ot ros son m ás específicos de grupos part iculares; y algunos act úan al nivel in-
dividual. Com o lo han sost enidos Bronfernbrenner y Crout er, la invest igación ha enfocado
m ás int ensam ent e los procesos y est ruct uras del desarrollo que las lim it aciones ext ernas
que afect an forj an el desarrollo ( 12) . La invest igación fut ura del pensam ient o adolescen-
t e se enriquecerá si se prest a m ayor at ención al est udio de la act ividad cognit iva cuando
act úa con un cont enido m ás significat ivo y en cont ext os m ás nat urales.
La escolaridad
El int ent o social m ás conscient em ent e organizado por influir sobre el pensam ient o
adolescent e es el que se hace, desde luego, por m edio de la educación form al. Gran par-
t e de la invest igación sobre los result ados de la educación escolarizada se ha enfocado,
com o es nat ural, a las m edidas est andarizadas de los logros. Según t ales m edidas el rit -
m o al que se increm ent a el logro t iende a hacerse m ás lent o en la adolescencia; los
avances anuales giran en t orno a uno 0.15 de desviaciones est ándar por año, en com pa-
ración con aum ent os de cerca de dos desviaciones est ándar al com ienzo de la escuela
form al ( 1) . Est o puede relacionarse con la nat uraleza de las habilidades que se ponen a
prueba ( 38) , en que el rápido avance de las habilidades básicas de los niños t al vez sea
m ás fácilm ent e cuant ificado que las habilidades m ent ales de orden superior. O bien po-
dem os t ener m enos éxit o al enseñar pensam ient os de orden superior que habilidades bá-
sicas.
Una segunda preocupación de m uchos com ent arist as y com isiones Nacionales de
Am érica del Nort e consist e en que el nivel del logro cognit ivo es inadecuado, por varios
m ot ivos: el decrem ent o observado en el desem peño en las dos últ im as décadas; el de-
sem peño que es considerablem ent e inferior al de los alum nos de ot ras part es del m undo
desarrollado; y un desem peño que, en sent ido absolut o, es dem asiado baj o para el m an-
t enim ient o de una sociedad de alt a t ecnología basada en la inform ación. Est a preocupa-
ción ha hecho surgir m uchas iniciat ivas nuevas sobre la enseñanza del pensam ient o ( 88,
101) .
Pero es posible ident ificar algunos elem ent os clave que influyen sobre el éxit o ( 34,
Dado que el desem peño cognit ivo t iene un papel t an im port ant e en la reconocida
La diferencia ent re los logros educat ivos, ya sean indicadas por años de escuela
com plet ados o por calificaciones de las pruebas de apt it ud o de ej ecución, est án clara-
m ent e relacionadas con la pert enencia a un grupo ét nico y racial, y con la clase social de
la fam ilia en que crece la persona. En 1980, en Est ados Unidos se puso a prueba una
m uest ra nacional, aleat oria, de adolescent es t ardíos y j óvenes adult os, para la est andari-
zación de la Prueba de Calificación para las Fuerzas Arm adas ( 100) . La prueba t enía
m uest ras de cont enido de las áreas académ icas y vocacional. En el result ado general, los
blancos t uvieron calificaciones considerablem ent e m ej ores que los afroam ericanos y los
hispanos. Y dent ro de t odos los grupos, el nivel educat ivo de la m adre —ut ilizado com o
índice clave de la clase social— perm it ió predecir con gran aciert o el result ado. Cuando
se acum ularon por clases sociales, las calificaciones ent re los blancos fueron del 29% en
el grupo m ás baj o al 79% en el grupo m ás alt o. Para los afroam ericanos y los hispanos,
j unt os, el rango fue del 14 al 52% . Est as cifras se pueden com parar con variaciones geo-
gráficas, que fueron del porcent aj e de 60% en Nueva I nglat erra al 42% en los est ados
del cent ro y del sudest e ( Kent ucky, Tennessee, Alabam a y Mississippi) . Com o podría es-
perarse, el nivel de logro educat ivo est uvo direct am ent e relacionado con las calificaciones
de las pruebas. Por ej em plo, en la lect ura, la est im ación del nivel de grados de logros ob-
t enidos reflej ó con fidelidad el aut ént ico logro educat ivo. Ent re quienes t enían una edu-
cación m enor al oct avo grado escolar, el nivel m edio de lect ura fue un grado equivalent e
a 5.4; para los graduados en bachillerat o fue de 9.2; y para los graduados de universi-
Una part e de la invest igación m ás int eresant e del pensam ient o adolescent e se ha
dirigido a los problem as que surgen en el m undo real ( enfoque que facilit a organizar est e
t rabaj o para obt ener lineam ient os a ut ilizar en la práct ica y la invest igación fut ura) . Para
cada uno de los t em as analizados en est a sección, describiré lo que hoy sabem os, cóm o
ese conocim ient o puede em plearse con obj et o de dar una dirección a la polít ica social y
educat iva, y cuáles son las pregunt as im port ant es a que deberá enfrent arse la invest iga-
ción fut ura para forj ar m ás eficazm ent e est e proceso.
La educación form al no es m ás que uno de los agent es cult urales que socializan el
pensam ient o del adolescent e, y acaso no sea siquiera el m ás poderoso. Una de las lagu-
nas m ás grandes de la invest igación se encuent ra en una veint ena de fact ores que socia-
lizan la act ividad cognit iva de los j óvenes. Tal vez est a laguna reflej e una t endencia psi-
cológico- det erm inist a; cualquiera que sea la razón, m uchas cuest iones de aprem iant e
im port ancia práct ica han generado poca invest igación. Result ará út il considerar las in-
fluencias generales de socialización separándolas de las asociadas con las diferencias en-
t re los grupos.
¿Qué lecciones aprenden los adolescent es de las práct icas sociales cot idianas? A
veces es m ás fácil plant ear est a pregunt a en áreas en que ha ocurrido un rápido cam bio
Revisando algunas de las descripciones de la com pet encia cognit iva de los adoles-
cent es que he cit ado, una sagaz com ent arist a observó que no le sonaban m uy parecidos
a los j óvenes que ella conoce. La discrepancia ent re la eficiencia que a veces m uest ran
los adolescent es y su verdadero desem peño en m uchas sit uaciones cot idianas es im por-
t ant e a la vez para la t eoría y la práct ica. Los m odelos de la act ividad cognit iva edificados
exclusivam ent e sobre pruebas o desem peño en t aras creadas en sit uaciones cont roladas
acaso correspondan t an sólo a dichas sit uaciones. La validación cont ext ual de los m ode-
los cognit ivos se busca m enos de lo que se debiera.
La inform ación de que disponem os sugiere que la m ayoría de los elem ent o de la
t om a de decisiones com pet ent e en m uchos ent ornos aplicados sólo se logran o pueden
lograrse desde la adolescencia t em prana a la adolescencia m edia. ¿Qué fact ores ayudan
y obst aculizan la t ransform ación de est e pot encial en un desem peño real? Necesit am os
una invest igación adicional sust ant iva para responder con confianza, pero sí se pueden
ident ificar algunos rasgos probables. La oport unidad de ej ercer una t om a de decisiones
realist a parece fundam ent al. Puest o que la t om a de decisiones en el m undo real ocurre
en circunst ancias est resant es ( debido a falt a de t iem po, part icipación em ocional, et cét e-
ra) , y que en general el est rés t iende a reducir los recursos cognit ivos disponibles, es
probable que t ales sit uaciones act iven unas habilidades ya rut inarias. Est udios nat uralis-
t as de decisiones t om adas por consum idores ( efect uados por vet eranos vendedores de
product os para adolescent es) pueden ser de considerable int erés; en aquellas ocasiones
en que no predom ina el im pulso de com prar, podem os observar una act ividad cognit iva
bast ant e sut il. Por cont rast e, m uchos adolescent es probablem ent e se enfrent an a deci-
siones de m ayor im port ancia, com o cuando se t rat a de sexo, de drogas o de conducir
con t em eridad, con una consideración m ucho m enos pract icada. Todavía est á por eva-
luarse la eficacia de t oda una variedad de int ervenciones dest inadas a m ej orar una t om a
de decisiones com pet ent e, com o el papel que se desem peña en la sociedad y la solución
de problem as sociales en grupo ( 82) .
En t oda una gam a de ám bit os académ icos se ha docum ent ado bien la presencia de
t eorías ingenuas que incorporaban considerables errores de concepción. ¿Est án operando
sim ilares fenóm enos en ot ros dom inios, com o la int eligencia social y práct ica? De ser así,
¿qué im plicaciones t endrán para una eficaz t om a de decisiones? Por analogía con la in-
Al enfocar los cam bios del pensam ient o de los adolescent es correm os el riesgo de
ver est a act ividad aislada de ot ros desarrollos. Por cada act o cognit ivo exist e un act or
cognit ivo, y esa persona t iene m uchas facet as. Aunque gran part e de la invest igación re-
cient e sobre el pensam ient o de los adolescent es se ha cent rado en logros específicos de
ciert os dom inios, t am bién se le ha prest ado at ención al m odo en que la act ividad cognit i-
va est á ent relazada con ot ros desarrollos psicológicos en una red sum am ent e com plej a.
Est a es una invest igación difícil pero pot encialm ent e út il [ …] .
El desarrollo cognit ivo se encuent ra profundam ent e int egrado en la visión que el
adolescent e t iene de sí m ism o, de sus relaciones con los dem ás, y de las relaciones de la
sociedad y el m undo. Cuest iones básicas de psicodinám ica y de la fam ilia, sobre la sepa-
ración y la individualización se reflej an, asim ism o, en cada vez m ayor am plit ud de visión
11. Bransford, J.D., R. Arbit m an- Sm it h, B.S. St ein y N.J. Vye ( 1985) , “ I m proving t hink-
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22. Chance, P. ( 1986) , Thinking in t he classroom : A survey of program s, Nueva York,
El paso de la niñez a la edad adult a supone un cam bio fundam ent al en la m anera
de pensar. Las nuevas capacidades cognit ivas que van adquiriendo los adolescent es en
est a et apa les perm it en t ener una nueva visión, m ás am plia, m ás abst ract a y m ás cons-
cient e sobre el m undo y sobre ellos m ism os. Est o les abre nuevos int ereses ( sociales,
ideológicos, polít icos) y a la vez les perm it e reflexionar de form a m ucho m ás profunda
sobre sí m ism os. Durant e la adolescencia, los j óvenes van siendo t am bién capaces de re-
solver m ucho m ás eficazm ent e que durant e la infancia una serie de problem as ( ya sean
de orden práct ico o t eórico) lo que les perm it e afront ar, de form a sat isfact oria, ret os que
años ant es eran incapaces de abordar. Nat uralm ent e, la escuela t iene una labor im por-
t ant ísim a a la hora de pot enciar est e desarrollo cognit ivo, de int egrarlo de form a arm o-
niosa con los ot ros cam bios que ocurren en est a época y de afianzar la preparación bási-
ca necesaria para que los adolescent es puedan proseguir su educación o afront ar el
m undo del t rabaj o.
I nt ent em os hacer un ret rat o del pensam ient o adolescent e. Respect o a et apas an-
t eriores, aparecen cinco caract eríst icas diferenciales ( Keat ing, 1980) . La prim era de ellas
es la capacidad que t ienen los adolescent es para pensar sobre el m undo de lo posible en
lugar de lim it arse al m undo de lo real ( de aquello que puede ser direct am ent e observa-
ble) . Los adolescent es pueden pensar en alt ernat ivas no present es en su ent orno percep-
t ible y est o, nat uralm ent e, les abre de form a casi ilim it ada su pensam ient o. En segundo
lugar, pueden pensar sobre los hechos con ant elación; t ienen capacidad de planificar de
ant em ano lo que pueden hacer, cont rast ándolo con lo que deberían hacer, pudiendo ana-
lizar, en cada caso, las consecuencias de sus decisiones. Pueden t am bién ( es la t ercera
caract eríst ica) generar hipót esis y cont rast arlas y act uar acorde con los result ados ( re-
afirm ándose en sus convicciones) , o bien cam biando de opinión. En cuart o lugar, durant e
la adolescencia, se afianza la capacidad para pensar sobre el pensam ient o ( “ pensam ient o
m et acognit ivo” ) . Los adolescent es se caract erizan no sólo por ser capaces de pensar so-
bre sus propios procesos de pensam ient o analizando su eficacia y validez, sino que pue-
∗
“El pensamiento adolescente”, en Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, Eduardo Martí y Javier Onrubia
(coords.), vol. VIII, Barcelona, 1997, ICE/Horsori (Cuadernos de formación del profesorado), pp. 47-64.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 365
den t am bién reflexionar sobre los punt os de vist a de los dem ás en relación al propio. Fi-
nalm ent e, la quint a y últ im a caract eríst ica consist e en la capacidad de los adolescent es
para replant earse aspect os ideológicos de la vida social; en est e sent ido, son capaces de
det ect ar y j uzgar las incoherencias ent re los ideales que propugna la sociedad y las con-
duct as part iculares de las personas pudiendo llegar a ser ext rem adam ent e crít icos en sus
j uicios. Les es posible acceder a niveles elevados de razonam ient o m oral. ( Est as caract e-
ríst icas, com o podem os const at ar, se corresponden con las est ablecidas en la Tabla 1 del
prim er capít ulo de est e volum en.)
Est e ret rat o es corroborado y precisado por un gran núm ero de est udios que com -
paran la form a de pensar del adolescent e con la del niño y apunt an a una serie de t en-
dencias evolut ivas que m arcan la t ransición ent re am bas et apas. A grandes rasgos, las
diferencias que los psicólogos han podido const at ar que el pensam ient o de los niños y el
de los adolescent es corresponden a las que suele conocer de form a int uit iva la gent e: los
adolescent es razonan m ej or, saben m ás, recuerdan m ás y m ej or, y ya pueden pensar
sobre lo que piensan y sobre cóm o piensan. En t érm inos psicológicos, ést as son las t en-
dencias evolut ivas principales: a) t ransición hacia un pensam ient o form al, b) m ayor ca-
pacidad de procesam ient o de la inform ación, c) adquisición de conocim ient os específicos
y d) adquisición de capacidades m et acognit ivas. Veam os est as t endencias una a una con
m ayor det alle.
Los dist int os aspect os del pensam ient o adolescent e vienen det erm inados por una
causa com ún: el desarrollo de un nuevo t ipo de razonam ient o deduct ivo fundam ent ado
en la lógica, englobado baj o el t érm ino piaget iano de «razonam ient o form al». Para ser
«form al», según Piaget , hay que separar el proceso de deducción de la realidad y llevarlo
al m undo de l o posible, al m undo de las hipót esis. I nhelder y Piaget publicaron, en 1955,
el libro clásico: De la lógica del niño a la lógica del adolescent e, el prim er t rat ado com ple-
t o de desarrollo cognit ivo que va m ás allá de la infancia. El libro describe con gran preci-
sión las habilidades de razonam ient o de niños de dist int as edades m ediant e sus respues-
t as a una gran variedad de pruebas.
Cuadro 1. Tarea del Péndulo de Piaget ( I nhelder y Piaget , 1985)
Se proporciona a los suj et os ( niños de 6 hast a 16 años) un péndulo de form a que ést os puedan
variar la longit ud del hilo, el peso del obj et o suspendido, la alt ura desde la que se hace oscilar el
peso y la fuerza de em puj e. La t area del niño consist e en det erm inar el fact or o fact ores que in-
fluyen en la velocidad del péndulo ( en realidad, sólo la longit ud del hilo produce un cam bio en la
velocidad) .
Mediant e las respuest as a las t areas se puede observar la diferencia ent re el preadolescent e y el
adolescent e en cuant o a la aplicación correct a del m ét odo cient ífico, y m ás concret am ent e, el
cont rol de variables para el diseño de experim ent os válidos.
En un experim ent o ingenioso, Osherson y Markm an cont rast an de form a cont undent e los
dist int os niveles del uso de la lógica com o herram ient a para pensar. En dicho experim ent o, el en-
t revist ador y un suj et o se sit úan sent ados frent e a frent e ant e una m esa cubiert a de fichas de
parchís de diversos colores. El ent revist ador explica que en la prim era prueba va a coger una de
las fichas m ost rándola con la m ano y va a decir dos cosas sobre ellas y que el suj et o t endrá que
Los t res punt os fundam ent ales del pensam ient o form al son, pues, los siguient es:
i) t rabaj ar con el concept o de lo real com o un subconj unt o de lo posible,
ii) ut ilizar el m ét odo hipot ét ico deduct ivo,
iii) est ablecer relaciones lógicas ent re dist int as proposiciones.
( Ver Cuadro 3 para una descripción det allada de dichas caract eríst icas.
I NFANCI A ADOLESCENCI A
Lo real y lo posible Los niños est án lim it ados a Los adolescent es pueden pen-
pensar sobre lo que es. sar en hechos que no han ocu-
Abordan un problem a fij ándo- rrido nunca.
se en la realidad percept ible e Pueden part ir de la posibilidad
incluso inferible que est á de- y a t ravés de ella, llegar a la
lant e suyo, pero sin abandonar realidad com o una m ás de las
los lím it es de la realidad per- posibilidades.
cept ible. Pueden abordar los problem as
Los niños part en de la reali- analizando sist em át icam ent e
dad, y sólo en raras excepcio- t odas las posibles soluciones.
nes ut ilizan la posibilidad com o Consideran la realidad com o
herram ient a para solucionar una part e específica del m undo
un problem a. de las posibilidades.
La posibilidad se subordina a la La realidad se subordina a la
realidad. posibilidad
El m ét odo hipot ét ico- deduct ivo Ant e una t area experim ent al Puede aplicar el m ét odo cient í-
de verificar hipót esis, los niños fico: form ulan hipót esis, dise-
no cont em plan ot ras alt ernat i- ñan experim ent os válidos para
vas que las suyas. Muest ran, cont rast arlas, y refut an lógi-
por t ant o, un sesgo hacia la cam ent e sus propias hipót esis
confirm ación que les lleva in- a part ir de los result ados.
La segunda t endencia evolut iva del pensam ient o adolescent e se refiere al aum ent o
de la capacidad para procesar inform ación. El enfoque del procesam ient o de la inform a-
ción sost iene que los hum anos, al igual que los ordenadores, present an unas capacidades
de procesar inform ación lim it adas. Las lim it aciones se m anifiest an com o capacidad insu-
ficient e de at ención y m em oria, y est rat egias deficient es para adquirir y m anipular infor-
m ación. Dichas lim it aciones son t ant o m ayores cuant o m ás j óvenes son los individuos ya
que la capacidad de procesam ient o aum ent a con la edad. La exigencia de prest ar at en-
ción a m últ iples est ím ulos e int errelacionar m ás piezas de inform ación de las que su m e-
m oria puede m anipular de form a sim ult ánea hace que los suj et os m ás j óvenes no pue-
dan ni adquirir concept os ni resolver problem as de una det erm inada com plej idad ( Cuadro
4) .
Cuadro 4. La Mem oria y el Desarrollo Cognit ivo
Las lim it aciones pueden ser de dos t ipos: lim it aciones est ruct urales y lim it aciones
funcionales. Las prim eras se definen en función de la cant idad de energía at encional de
Chi ( 1978) com para la m em oria para recordar dígit os de un grupo de niños de 8- 10 años ( exper-
t os en aj edrez) con la de un grupo de adult os ( novat os en aj edrez) y concluye, sin sorpresas, que
la de est os últ im os es m ej or. Tom ando est os result ados com o cont rol, Chi pasa una segunda
prueba a los m ism os suj et os. Est a vez se les present a un t ablero de aj edrez con las fichas en una
det erm inada posición de j uego y se les pide que la reproduzcan. Los result ados m uest ran que en
est a ocasión los niños superan con creces a los adult os en cuant o a la capacidad de recordar. Di-
chos result ados perm it en concluir que el conocim ient o y la pericia en aj edrez hacen posible que
los niños superen cognit ivam ent e ( en m em oria) a los adult os en est e cam po.
Est udios com o los ant eriores enfat izan el papel del aum ent o del conocim ient o y la
Si pregunt am os a los alum nos cóm o han resuelt o un problem a det erm inado, los
m ás j óvenes no suelen saber qué decir o apunt an razones poco convincent es ( dicen que
lo han hecho porque sí, porque así es com o se hace, porque lo ha vist o hacer así, et c.) .
Los m ayores, sin em bargo, podrán referirse a las act ividades m ent ales y a la lógica sub-
yacent e a sus procesos de resolución. Est a capacidad es lo que se denom ina m et acono-
cim ient o. El m et aconocim ient o ( el conocim ient o sobre el conocim ient o) se define com o
«aquel conocim ient o o act ividad cognit iva que t iene com o obj et o, o regula, cualquier as-
pect o de cualquier em presa cognit iva» ( Flavell, 1993, pág. 157) . En los últ im os t iem pos,
est e concept o ha despert ado gran int erés t ant o en la psicología com o en la educación
( ver las revisiones de Bown, et . al., 1983 o de Mart í, 1985) .
Ent endiendo el m et aconocim ient o com o el conocim ient o sobre la propia cognición,
dist int os t rabaj os em píricos m uest ran que ést e em pieza a desarrollarse durant e la infan-
cia; pero est os t rabaj os señalan igualm ent e que su desarrollo cont inúa com o m ínim o du-
rant e la adolescencia, siendo obvio que la com prensión m et acognit iva es un aspect o fun-
dam ent al de los procesos cognit ivos avanzados. El conocim ient o reflexivo y el cont rol de-
liberado son procesos psicológicos superiores que em piezan a desarrollarse durant e los
años previos a la adolescencia ( Vygot sky, 1978) .
Los t rabaj os sobre el desarrollo m et acognit ivo señalan que lo im port ant e para t e-
ner éxit o ant e una det erm inada t area no est riba t an sólo en poseer la est rat egia adecua-
da; es necesario t am bién com prender cóm o, cuándo y por qué se debe usar una est rat e-
gia y no ot ra ( lo que se suele denom inar «com pet encia m et a- est rat égica». Est a capaci-
dad incluye el saber por qué una det erm inada est rat egia no funciona para resolver una
det erm inada t area o problem a. Tam bién se refiere a la propia com prensión de la t area o
el problem a.
Ot ro de los aspect os int eresant es sobre m et aconocim ient o y que nos ayuda a en-
t ender los progresos que pueden hacer los alum nos durant e la adolescencia es la im por-
t ancia del conocim ient o acerca de la nat uraleza y los lím it es del propio conocim ient o.
Trabaj os em píricos, aunque usando t erm inologías dist int as, est ablecen una secuencia
evolut iva de t res concepciones cognit ivas ( obj et ivist a, subj et ivist a y racionalist a) que va
desde la preadolescencia a la adult ez y que est á caract erizada por diferencias individua-
les subst anciales en el proceso de t ransición de un nivel a ot ro. El suj et o obj et ivist a con-
Cuadro 6. Déficit en la com pet encia m et acognit iva aplicada al cont ext o escolar de la lect ura. ( ci-
t ado en Flavell, 1993 p. 164)
Todas las t endencias evolut ivas ant eriores t ienen una clara repercusión para el
aprendiz escolar. En ciert o m odo, apunt an hacia una serie de habilidades cuyo desarrollo
debería ser prom ovido por la enseñanza obligat oria. Lim ón y Carret ero ( 1995, pág. 40)
dest acan cuat ro t ipos de habilidades que deben m arcar el papel de la escuela en el desa-
rrollo cognit ivo: ( 1) las habilidades de razonam ient o, dent ro de las cuales se encuent ran
Al abrir un libro de t ext o prim ero de E.S.O. encont ram os t em as que, en su m ayo-
ría, ya han sido present ados en program as de cursos ant eriores. Sin em bargo, en est a
nueva et apa se t rat an en m ayor profundidad, con rigor cient ífico y con explicaciones cau-
sales exhaust ivas. Adem ás, los alum nos se dan cuent a de que cada m at eria es explicada
por un profesor especialist a, en cont raposición a los cursos inferiores en los que un m is-
m o profesor im part e la m ayoría de las m at erias del curso.
Un ej em plo, el t em a de la fuerza de rozam ient o, nos puede servir para m ost rar es-
t e cam bio de perspect iva curricular ( Cuadro 7) .
Cuadro 7. Ej em plos de act ividades sobre el Rozam ient o, en el nivel de Enseñanza Prim aria ( 5º
Curso) y en el nivel de E.S.O. ( 2º ciclo) .
Act ividad propuest a a los alum nos de 5º curso de Enseñanza Prim aria:
Una caj a se desliza por una m adre inclinada ¿Qué harías para que el deslizam ient o fuera m ás rá-
pido o m ás lent o? Dispones de un bot e de cera, una past illa de j abón, de agua, de t ierra, y de co-
la ( Casaj uana, Cruells, Escalas, 1994; t raducido del original en cat alán) .
Los dos ej em plos del cuadro 7 m uest ran las diferencias en el t rat am ient o de un
concept o: el efect o del rozam ient o en el m ovim ient o del cuerpo por un plano inclinado.
La prim era act ividad incluye una est im ación experim ent al del m ovim ient o a part ir de dis-
t int as superficies con dist int o coeficient e de rozam ient o, m ient ras que la segunda im plica
el cálculo riguroso de la aceleración del cuerpo que desciende. Est a últ im a requiere una
serie de conocim ient os previos específicos t ant o sobre m ecánica ( segunda ley de New-
t on) com o de m at em át icas ( cálculo vect orial) .
El hecho de que el m at erial inst ruct ivo t enga caract eríst icas dist int as no es frut o de
la casualidad. En realidad, est e cam bio se adapt a a las nuevas capacidades que van de-
sarrollando los alum nos durant e la adolescencia y, a la vez, pret ende ayudar a los alum -
nos a afianzar sus nuevos recursos. Los cont enidos específicos del currículum escolar en
la E.S.O. exigen que el adolescent e act úe com o cient ífico m ediant e un doble proceso.
Debe reest ruct urar, por un lado, el cont enido del conocim ient o cient ífico que ya posee y,
por ot ro, debe desarrollar un proceso de pensam ient o cient ífico adecuado y riguroso. Por
est o es út il dist inguir ent re “ pensam ient o cient ífico” y “ conocim ient o cient ífico” ent en-
diendo el prim ero com o las diferent es habilidades cognit ivas im plicadas en el proceso de
adquisición de conocim ient os y el segundo com o los cam bios concept uales que se produ-
cen en dichos conocim ient os cient íficos. Los alum nos en nuest ras aula se encuent ran,
pues, con dos problem as básicos: el ser capaces de razonar cient íficam ent e y el poder
cam biar las ideas preconcebidas que han desarrollado en áreas de conocim ient o específi-
co por ideas cient íficas ( ver una revisión de est os dos aspect os en García Milà, 1996) .
Cont am os con un gran núm ero de t rabaj os que analizan el desarrollo del razona-
m ient o cient ífico com parando las com pet encias de los niños preadolescent es, adolescen-
Cuadro 8. Resum en de las dificult ades de los alum nos al razonar cient íficam ent e ( adapt ado de
García- Milà, 1996) .
¾ Procesos de experim ent ación
Cuando se han de generar dat os que refut en las hipót esis previas los suj et os m uest ran el
sesgo de confirm ación present ando graves dificult ades en buscar cont raej em plos que refut en sus
hipót esis previas.
¾ Diseño inadecuado de los experim ent os
• cont rol de variables
Por ej em plo, para det erm inar si el t am año del m ot or produce un efect o en la velocidad
del coche, los suj et os diseñan dos coches con m ot ores de am año dist int o, olvidándose
de m ant ener las ot ras variables idént icas para poder est ablecer una relación causa-
efect o, o en el m ej or de los casos cont rolan las variables que creen causales, pero igno-
ran t ot alm ent e aquellas variables que consideran no causales, pero cuyo efect o no han
com probado con ant erioridad com o, por ej em plo, el color del coche.
• ignorar el obj et ivo de la experim ent ación
Los suj et os no pueden organizar su act ividad debido a que olvidan el obj et ivo general de
ést a. Por ej em plo, al ident ificar las leyes que rigen un sist em a de circuit os eléct ricos, los
suj et os pasan a diseñar experim ent os para obt ener un volt aj e det erm inado en lugar de
ent ender com o funcionan.
¾ Procesos de j ust ificación de las conclusiones
• ignorar la evidencia que refut a sus hipót esis previas, siendo inconscient es de la relevan-
cia que ést a t iene en la com probación o refut ación de las hipót esis.
• las conclusiones se basan en los últ im os dat os generados, correspondiendo a int erpret a-
ciones punt uales, especialm ent e cuando est os dat os confirm an las propias hipót esis.
Tant o niños com o adult os parecen quedar sat isfechos haciendo inferencias consist ent es
con el últ im o dat o generado ignorando evidencia previa discordant e.
• sesgo en evaluar los dat os em píricos generados: idént ica evidencia es int erpret ada de
una form a o de ot ra en función de la t eoría previa que se aport a a la experim ent ación.
Cuando se les pide a los suj et os que evalúen la evidencia y ést a no concuerda con la
hipót esis, la ignoran o, en el m ej or de los casos, la dist orsionan.
El conj unt o de est udios que acabam os de cit ar pone de m anifiest o que el principal
problem a de los alum nos de enseñanza secundaria al razonar cient íficam ent e es la difi-
cult ad que t ienen en darse cuent a de la relación ent re el saber ut ilizar una est rat egia y la
aplicación de su significado. Ot ro de los problem as cent rales es la dificult ad que t ienen en
saber cont rolar su propio conocim ient o y ent ender que las t eorías que lo com ponen pue-
den y deben ser obj et o de análisis ( conocim ient o m et acognit ivo) . Est as dificult ades de-
ben ser t om adas en consideración por los profesores cuando int ent an que sus alum nos
aprendan a part ir de experiencias práct icas o, sim plem ent e, a part ir de un razonam ient o
em pírico.
Hem os vist o ant eriorm ent e que una de las t endencias evolut ivas que m arca la
adolescencia es la acum ulación de conocim ient os específicos, resum ida en la frase: «no
es que el adult o piense m ej or, sino que sabe m ás y ello repercut e en su capacidad de
aprender» Por t ant o, una de las lim it aciones del adolescent e com o alum no podría ser no
t ant o que no fuera capaz de razonar cient íficam ent e sino que le haría falt a conocim ient o
específico sobre fenóm enos físicos, quím icos, m at em át icos, hist óricos, et c.
La adquisición de est os conocim ient os const it uiría, a su vez, una buena base para
fut uros aprendizaj es. Recordem os que los dos fact ores fundam ent ales en el proceso de
aprendizaj e son la cant idad de conocim ient os y la form a en que est án est ruct urados.
Num erosos est udios que com paran los conocim ient os que t ienen expert os y novat os en
un ám bit o det erm inado se han cent rado en la adolescencia, pues, se considera que est e
periodo viene m arcado por un cam bio fundam ent al en la adquisición de nuevos conoci-
m ient os cient íficos. Lo que conocerem os sobre est e cam bio concierne t res t em as: ( a)
ideas de los alum nos sobre cont enidos específicos; ( b) est ruct uración y organización de
dichas ideas; ( c) procesos de resolución de problem as.
El est udio de las ideas de los alum no sobre dist int os fenóm enos del ent orno físico
y social se ha desarrollado de form a espect acular durant e las dos últ im as décadas y ha
originado una im port ant e reflexión psicopedagógica en t orno al t em a de las concepciones
alt ernat ivas de los alum nos1 . Desde est a perspect iva, se han podido describir con t odo
1
Los términos que se refieren a esta temática son variados. Se habla a veces de «ideas o concepciones previas» insistiendo
en este caso en el saber que tiene el alumno antes de abordar de forma sistemática un contenido curricular. Otras veces se
habla de «ideas o concepciones espontáneas» para indicar que los conocimientos que posee el alumno no son el resultado de
376 Mt ro. Mario Pérez Olvera
det alle el conj unt o de ideas previas con las que los alum nos ent ran en las aulas, ideas
originales de form a espont ánea en su int eracción cot idiana con el m undo; son ideas in-
coherent es cient íficam ent e, pero predict ivas de los fenóm enos cot idianos, t rem endam en-
t e resist ent es a la inst rucción y que en m uchos casos coinciden con afirm aciones cient ífi-
cas hechas por cient íficos que fueron refut adas en su día ( ver Pozo, 1987 para una exce-
lent e revisión y Pozo, 1996 para t rat ar los aspect os del aprendizaj e) . En el cuadro 9 se
present a un ej em plo t ípico de concepción alt ernat iva en física.
En el ej em plo siguient e se observa la aplicación de la t eoría del ím pet us por los alum nos cuando
han de explicar la t rayect oria de una bola m et álica que se desplaza hast a alcanzar un desnivel,
t al com o m uest ra el diagram a de la Figura. En la t area se pide dibuj ar el cam ino que seguiría la
bola hast a llegar al suelo.
La respuest a A es la correct a, ya que la t rayect oria parabólica result a de la com binación de la
com ponent e horizont al de la velocidad, la cual es const ant e ( no hay aceleración en la dirección
horizont al) y la com ponent e vert ical de la velocidad la cual es uniform em ent e acelerada ( ya que
act úa la fuerza de gravedad) . Sin em bargo una alt a proporción de suj et os dan com o respuest a
las t rayect orias que im plican la aplicación de la t eoría del ím pet us: la bola se desplaza horizon-
t alm ent e durant e unos segundos, para caer después ya sea vert icalm ent e ( Respuest a B) o en di-
agonal ( Respuest a C) .
El ej em plo ant erior es idóneo para ilust rar el paralelism o ent re la génesis del conocim ient o cient í-
fico en la hist oria y la sucesión de ideas de los alum nos. El concept o de ím pet us circular que
m ant iene el m ovim ient o circular cuando la fuerza ha dej ado de ej ercerse fue acept ado durant e
m ás de t res siglos, desde que Buridán lo est ableció en el siglo XI V, hast a que en el siglo XVI I ,
con Descart es, Galileo y Newt on su t eoría fue sust it uida por los principios fundam ent ales de la
m ecánica.
El segundo bloque en el que se han clasificado los est udios sobre la adquisición de
conocim ient o cient ífico est á dirigido a conocer la est ruct uración y organización de dichas
ideas alt ernat ivas. Para ello, se est udia cóm o expert os y novat os organizan su conoci-
una estrategia instruccional sino que son elaboraciones espontáneas que surgen de su interacción con el entorno. Es común
también el término de «ideas o concepciones implícitas»; se requiere, en este caso, señalar el carácter implícito y poco cons-
ciente de este tipo de conocimientos. Algunos autores también hablan de «teorías» en vez de concepciones o ideas, indican-
do de esta forma que las ideas sobre un determinado fenómeno no son ideas aisladas sino que están relacionadas de forma
coherente como si constituyesen una teoría (naturalmente de carácter implícito). En el texto, hemos optado por el término de
«ideas o concepciones alternativas» para marcar el hecho de que todos estos conocimientos que ha elaborado el adolescente
constituyen formas diferentes de entender la realidad, y en este sentido, son ideas alternativas a las que propone la ciencia.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 377
m ient o y t am bién com o un m ism o alum no lo hace en dist int os m om ent os de aprendizaj e.
Est e últ im o caso es part icularm ent e pert inent e para la práct ica educat iva, pues, se puede
det erm inar cóm o los alum nos van reest ruct urando el conocim ient o a lo largo de las dis-
t int as fases de aprendizaj e. Un concept o m uy ilust rat ivo es un est udio longit udinal que
est udia a los m ism os alum nos durant e 12 años de escolaridad con el obj et ivo de obser-
var cóm o cam bia el significado de los concept os que se van elaborando sobre diversos
cont enidos curriculares ( Novak y Musonda, 1991) . El cuadro 10 m uest ra la descripción de
est os cam bios en t érm inos de “ m apas concept uales” .
Cuadro 10. Mapas Concept uales de un m ism o alum no con un int ervalo de 10 años.
Veam os un ej em plo ( Novak, 1990, pág. 135) de dos m apas concept uales realizados por un m ism o
alum no del est udio ( Phil) , a los 8 años y a los 18 años, respect ivam ent e.
Gé r a r d Lu t t e
Las invest igaciones sobre el desarrollo cognoscit ivo son m uy num erosas y, en
buena part e, dom inadas por la obra del epist em ólogo suizo Jean Piaget y de su escuela
de Ginebra, que han t enido sobre la psicología del desarrollo hum ano una influencia con-
siderable que podem os com parar con la de Freud. La t eoría de Piaget ha suscit ado y sus-
cit a t odavía m uchos debat es y provoca num erosas invest igaciones.
Ant es de exam inar la t eoría sobre el desarrollo int elect ual durant e la adolescencia,
indicarem os los principales cam bios que se producen en est e período y que parecen pro-
bar que los adolescent es son superiores, por t érm ino m edio, a los niños en su conoci-
m ient o del m undo físico y social de su persona. Son m ás capaces que los niños de gene-
ralizar y de describir una realidad con t érm inos m ás am plios. Mient ras que los niños, por
ej em plo, describen la guerra cit ando los daños ocasionados por una bom ba o la falt a de
pan, los adolescent es ut ilizan concept os m ás am plios, m ás inclusivos; int egran, por
ej em plo, el concept o de falt a de pan en la penuria de lo m at erial. Ut ilizan m ás las abs-
t racciones y se apart an de lo concret o para cont em plar lo posible y lo im posible ( Keat ing,
1979) . Durant e la adolescencia se produce «una inversión de sent ido ent re los real y lo
posible» ( I nhelder y Piaget , 1955) . Mient ras que ant es lo posible se m anifest aba sólo ba-
j o la form a de una prolongación de lo real, ahora lo real est á subordinado a lo posible.
Est o se m anifiest a en el int erés que los adolescent es dem uest ran por las t eorías sociales,
religiosas, polít icas y filosóficas. Se produce una am pliación espect acular de los horizon-
t es del pensam ient o y los adolescent es se int eresan en m uchos t em as que dej an indife-
rent es a los niños. Pueden apasionarse por problem as m et afísicos com o los de la esencia
y de la apariencia, de la realidad y de la ilusión, de lo m ent al y de lo m at erial, de la per-
m anencia y del cam bio, de la ident idad y de la diferencia, de la libert ad y de la necesi-
dad, de la form a y del cont enido, de la cualidad y de la cant idad, de la ciencia y del m is-
t erio ( Brought on, 1991) .
Los adolescent es pueden expresar sus valores, sus ideales, en t érm inos abst ract os
com o libert ad, igualdad, j ust icia, lealt ad. Son m ás capaces de aprendizaj es que im pli-
∗
En Liberar la adolescencia. La psicología de los jóvenes de hoy, Barcelona, Herder (Biblioteca de psicología, 168), pp.
99-116.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 381
quen sím bolos y no cosas concret as, de com prender la dem ost ración m at em át ica, el ál-
gebra, de acceder a la noción de ley, de adquirir el sent ido cient ífico e hist órico, de re-
sum ir en unas pocas líneas lo esencial de un t ext o ( Brown, 1983) .
Su capacidad de subordinar lo real a lo posible les perm it e elaborar y verificar
hipót esis, resolver problem as, planificar act ividades. Puede t am bién aprehender el pen-
sam ient o, conocer las act ividades del conocim ient o y los m ecanism os que puede hacerlo
m ás eficaz ( Keat ing, 1979 a) . Son t am bién capaces de m em orizar, de reflexionar sobre
sus apt it udes m nem ónicas y evaluar sus pot encialidades y sus lím it es ( Neim ark, 1975) .
Los adolescent es pueden t am bién int eresarse por ideas que no les im pliquen per-
sonalm ent e, ident ificarse con hechos o personas fuera de su ent orno inm ediat o, darse
cuent a de cóm o razonan los ot ros, com prender m ej or a los ot ros, ut ilizar la int rospec-
ción, analizar sus sent im ient os y sus est ados aním icos, prest ar at ención al m undo int e-
rior.
Según Lj ung ( 1965) durant e la adolescencia se produciría una aceleración del de-
sarrollo cognoscit ivo parecida a la del crecim ient o físico. De t odos m odos, parece indiscu-
t ible que los adolescent es, por t érm ino m edio, conocen m ej or la realidad y se adapt an
m ej or a ella.
3 . Ex a m e n cr ít ico de la t e or ía de Pia ge t
Para efect uar sus invest igaciones sobre el desarrollo cognoscit ivo durant e la ado-
lescencia, I nhelder y Piaget pidieron la colaboración de est udiant es de 11 a 15 años «t o-
m ados de las m ej ores escuelas de Ginebra» ( Piaget , 1972) a los que propusieron pro-
blem as cient íficos. Encont raron que, ent re los 12 y los 14 años, t odos los est udiant es al-
canzaban el est adio form al del pensam ient o. Pero invest igaciones post eriores efect uadas
en ot ros m edios m enos favorecidos probaron que sólo una m inoría de adult os y de ado-
lescent es llegaban a est e est adio: del 50 al 60% para el prim er subest adio y sólo del 20
al 25% para el segundo.
Podem os ahora volver al problem a que nos ocupaba cuando nos pregunt am os si
t odos los adolescent es consiguen const ruir el pensam ient o form al. Piaget ya había int en-
t ado responder a est a pregunt a después de que las invest igaciones efect uadas por ot ros
habían obt enido result ados diferent es a los suyos. Él form uló t res explicaciones hipot ét i-
cas: 1) t odos los individuos llegan a est e est adio pero con velocidades diferent es en fun-
ción de las est im ulaciones int elect uales que han recibido y de las posibilidades que han
t enido de ej ercer una act ividad espont ánea; 2) El pensam ient o form al no sería un est adio
universal sino una especialización de un grupo social det erm inado; 3) t odos los indivi-
duos serían capaces, ent re los 15 y los 20 años, de efect uar operaciones form ales en el
m arco de su respect iva especialización.
Piaget se inclina por la t ercera hipót esis, pero hast a el m om ent o su opinión no ha
sido confirm ada por invest igaciones, aunque se haya encont rado que las est ruct uras
form ales pueden describir el desarrollo cognoscit ivo no sólo en el sect or m at em át ico y
cient ífico, sino t am bién en los cam pos m ecánico, lit erario, en el razonam ient o sobre la
Aut ores cada vez m ás num erosos afirm an que el pensam ient o form al no const it u-
ye, com o afirm a Piaget , el est adio últ im o del desarrollo cognoscit ivo. Algunos basan sus
afirm aciones sobre consideraciones filosóficas, ot ros sobre invest igaciones em píricas. Los
unos, m ás que de diversidad en los procesos del conocim ient o, hablan de un uso m ás
m aduro del pensam ient o form al, los ot ros al cont rario afirm an que hay cam bios cualit at i-
vos que se producen después del est adio del pensam ient o hipot ét ico- deduct ivo, ya sea
en el sect or cient ífico, obj et o de las invest igaciones de Piaget , ya sea en ot ros sect ores.
I nhelder y Piaget ( 1995) ya habían m ost rado la exist encia de m odos m ás o m enos
m aduros de ut ilizar el pensam ient o form al. Según ellos, los adolescent es que apenas han
dom inado el pensam ient o form al pasan por una fase de egocent rism o en el que at ribu-
yen a su pensam ient o un caráct er om nipot ent e que les perm it irá cubrirse de gloria t rans-
form ando el m undo con su pensam ient o. La descent ración o fin del egocent rism o se pro-
ducirá en el t rabaj o y en los grupos de pares en donde las discusiones perm it irían a los
adolescent es descubrir la debilidad de sus t eorías.
Labouvie- Vief ( 1980) profundiza en est a idea at ribuyendo a los adolescent es una
lógica pura y a los adult os una lógica pragm át ica. La capacidad de ut ilizar las abst raccio-
nes, fuera de su cont ext o, sería part icularm ent e apropiada durant e la adolescencia, por-
que perm it iría ej ercer una capacidad adquirida desde poco t iem po ant es. El adult o, al
cont rario, m et ido en una vida fam iliar y profesional, no t iene t iem po de divert irse con
una m ult it ud de posibilidades porque ha de dar una solución concret a a los problem as de
la vida real. Para los adolescent es, la lógica sería un fin en sí; para los adult os, solam en-
t e un m edio; los prim eros serían m ás individualist as, los segundos m ás preocupados de
la colect ividad, m ás sensat o. La m ayor flexibilidad de los adolescent es y la m ayor est abi-
lidad de los adult os serían vent aj osas para el conj unt o de la población: la prim era perm i-
t iría invent ar procesos para la sociedad, la segunda seleccionar ent re las proposiciones
de los j óvenes las que son verdaderam ent e út iles.
Edelst ein y Noam ( 1982) piensan que la experiencia de las cont radicciones, com o
la presencia sim ult ánea del am or y del odio en una relación, incit a a suponer el est adio
form al con una est ruct ura de conj unt o de un orden superior const it uida por el yo, «t ot a-
lidad reflexiva de la conciencia capaz de elaborar j uicios funcionalm ent e adapt ados a la
realidad».
Klaus Riegel ha sido el prim ero en afirm ar que el est adio form al no era la fase úl-
t im a del desarrollo cognoscit ivo sino el pensam ient o dialéct ico. Hace not ar que el propio
Piaget ha puest o de m anifiest o el caráct er dialéct ico del pensam ient o, descubriendo en
t érm ino de asim ilación y de acom odación las prim eras fases del desarrollo. Sin em bargo
el psicólogo suizo cree que el pensam ient o form al est á dom inado por el principio de no
cont radicción. Riegel ( 1975d) crit ica el concept o de equilibración ut ilizado por Piaget para
describir la t endencia evolut iva del pensam ient o y su est adio Term inal. De est e m odo,
est udia cóm o son resuelt os los problem as, no cóm o son plant eados, desint eresándose al
m enos de la m it ad de las act ividades cognoscit ivas. Por ello Arlin ( 1975) propone añadir
un quint o est adio a los de Piaget , el est adio en el que los problem as son plant eados.
6.3 Conclusión
Sobre est e t em a se han realizado m uchos ot ros est udios ( Com m ons, 1982; St ern-
berg y Downing, 1982) pero t odavía no perm it en hacerse una idea precisa sobre el desa-
rrollo cognoscit ivo durant e y después de la adolescencia. Es probable que, en circunst an-
cias norm ales, los t res prim eros est adios de la evolución cognoscit iva descrit os por Piaget
sean universales y que ot ras form as de pensam ient o, m ucho m enos est udiadas que la
lógica, se desarrollen al m ism o t iem po según unos esquem as que t odavía no conocem os.
Lo que sucede después de la adolescencia est á m ucho m enos claro. Probablem ent e se
producen una m ult iplicidad de desarrollos cognoscit ivos diferent es, especializados según
el t ipo de est udio y de t rabaj o, los int ereses, las ocupaciones de t iem po libre, las perso-
nas a las que se t rat a. En algunos casos el desarrollo cognoscit ivo desem boca en el est a-
La m ayor part e de las invest igaciones sobre el desarrollo cognoscit ivo t ienen por
obj et o el m undo físico y las m at em át icas y se sabe t odavía m uy poco sobre el desarrollo
de los conocim ient os de las personas, de sus ideas, de sus act it udes, de sus sent im ien-
t os, de sus m ot ivos, de sus em ociones, de sus valores, de sus angust ias, de su persona-
lidad. ¿Cóm o se desarrollan nuest ros conocim ient os de diferent es aspect os de las rela-
ciones int erpersonales com o el am or, la am ist ad, el odio, el poder? ¿Cóm o evoluciona el
conocim ient o de las inst it uciones sociales? Est e cat álogo lim it ado de los obj et os de los
conocim ient os sociales e int erpersonales m uest ra ya su com plej idad y su im port ancia co-
t idiana. Ya hem os subrayado el hecho de que t odo conocim ient o es por nat uraleza social,
porque se produce en unas relaciones int erpersonales a t ravés de la m ediación de las ca-
t egorías m ent ales y del lenguaj e del grupo social al que se pert enece. Y est o es t an ver-
dadero para el conocim ient o del m undo social com o para el del m undo físico: «La lógica
m at em át ica es una const rucción t an sociocult ural com o la am ist ad o la j ust icia» ( Dam on,
1979) . Sin em bargo, hay diferencias im port ant es ent re est os dos t ipos de conocim ient o,
en el sent ido de que los conocim ient os int erpersonales se form an m ediant e las relaciones
con ot ras personas, durant e las cuales el suj et o com part e las perspect ivas y coordina sus
acciones y sus reacciones con ot ros. Aut ores com o Piaget ( 1932) , Kolberg ( 1976) , Da-
m on ( 1979) son de la opinión de que la diversidad de las relaciones int erpersonales crea
diferencias en el m odo de conocer. Dist inguen las relaciones de igualdad que se desarro-
llan ent re am igos y cuya finalidad es m ant ener la cam aradería, y las relaciones de poder-
sum isión cuya finalidad es perpet uar la subordinación y la obediencia. Las relaciones de
reciprocidad y de paridad favorecen la form ación de niveles m ás alt os del conocim ient o.
Durant e la adolescencia las relaciones ent re la búsqueda de la aut onom ía y los niveles
m ás avanzados del conocim ient o son pues circulares, ya que una est rat egia m ás evolu-
cionada de conocim ient o est im ula la búsqueda de la paridad con los ot ros, la que a su
vez perm it e progresar en el desarrollo de los procedim ient os cognoscit ivos.
Nuest ros conocim ient os sobre lo que sucede durant e la adolescencia en est e cam -
po son t odavía m uy lim it ados, aunque sepam os que el int erés por com prender a los ot ros
aum ent a considerablem ent e en est e periodo. Flavell ( 1977) ha indicado algunas t enden-
cias del desarrollo: el conocim ient o va de la periferia al cent ro; los niños prest an at en-
ción a aspect o ext erior, m ient ras que el adolescent e es capaz de darse cuent a de los as-
395
Enseñanza y aprendizaj e ∗
An dy H a r gr e a ve s
Lor n a Ea r l
Jim Rya n
Si se han de t ransform ar las escuelas para sat isfacer las necesidades de los ado-
lescent es, la reform a del currículo y de la evaluación no son m ás que una pieza del rom -
pecabezas. En últ im o t érm ino, el único currículum y evaluación que cuent an son los ex-
perim ent ados por el est udiant e, es decir, los que se ut ilizan efect ivam ent e. ¿Cóm o t rans-
form an los profesores y est udiant es los recursos, horarios e ideas en la enseñanza y el
aprendizaj e? Tal y com o hem os m encionado, y de acuerdo con ot ros m uchos aut ores, los
m odelos de cam bio sobre el agrupam ient o, la organización escolar o los result ados del
currículum es probable que no t engan ningún im pact o posit ivo relevant e sobre las aulas
o los est udiant es, a m enos que incluyan t am bién cam bios en la form a que t ienen de en-
señar los profesores ( Leit hwood et al., 1988; Slavin, 1987c; Epst ein, 1990) .
La enseñanza, com o cualquier ot ra em presa hum ana, no es est át ica. El proceso de
configurar a la que será la siguient e generación se encuent ra en evolución, al igual que el
conj unt o de la sociedad. La nat uraleza y el papel de la enseñanza se hallan inexorable-
m ent e unidos a las expect at ivas que t enem os para nuest ros est udiant es, a nuest ra form a
de ent ender el proceso de aprendizaj e hum ano y a nuest ras convicciones acerca de cóm o
los adult os, y en especial los profesores, pueden orient ar a la gent e j oven en su aprendi-
zaj e. Ya hem os analizado m uchas de las crecient es dem andas im puest as a nuest ra so-
ciedad y a sus j óvenes. Según han explicado, con insist encia, una serie de aut ores, las
escuelas del fut uro guardarán m uy poca sem ej anza con las del pasado ( Schlecht y, 1990;
Fullan, 1993) y los profesores t endrán que enseñar de un m odo m uy diferent e ( McLaugh-
lin y Talbert , 1993) . Est o quizá sea difícil de acept ar cuando son t an pocos los cam bios
que han experim ent ado nuest ras est ruct uras escolares básicas en el últ im o siglo. A pesar
de t odo, las fuerzas del cam bio que se ciernen sobre nuest ras escuelas parecen est ar al-
canzando unas dim ensiones crít icas y las escuelas, com o los países y las grandes em pre-
sas, em piezan a cont em plar finalm ent e la posibilidad de una reest ruct uración fundam en-
t al. Al m enos en part e del ím pet u a favor de la reform a escolar procede del reconoci-
m ient o de que el m odelo m oderno de especialización y est andarización ha sido rechazado
∗
Hargreaves, Andy, Lorna Earl y Jim Ryan, en Una educación para el cambio. Reinventar la educación de los adolescen-
tes, México, Octaedro/SEP (Biblioteca del normalista), pp. 223-251.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 397
en ot ras organizaciones y lugares de t rabaj o, y t am bién est á siendo cuest ionado en la
educación. Ya no es suficient e que las escuelas proporcionen habilidades básicas a los es-
t udiant es. Adem ás de las habilidades fundam ent ales que garant icen la alfabet ización y
unos conocim ient os básicos de álgebra, los est udiant es, en general, y no sólo unos po-
cos, necesit arán aprender habilidades de m ás alt o nivel, por ej em plo, cóm o desarrollar
un pensam ient o crít ico y com plej o, nuevas fórm ulas para la resolución de problem as, so-
pesar alt ernat ivas, recabar la inform ación necesaria para em it ir j uicios de valor, desarro-
llar ident idades flexibles, aprender a t rabaj ar de m odo independient e y en com ún y dis-
cernir acciones apropiadas en sit uaciones am biguas ( Earl y Cousins, 1995; Pet erson y
Knapp, 1993) . El desafío para las escuelas consist e en capit alizar los nuevos m ét odos de
enseñanza y los am bient es de aprendizaj e que se sust ent an sobre lo que ahora conoce-
m os sobre el aprendizaj e y el desarrollo hum ano, para preparar a nuest ros est udiant es
adolescent es a afront ar las crecient es dem andas de la sociedad fut ura.
Durant e est os años de t ransición los est udiant es necesit an experim ent ar y t ener
acceso a un m ayor núm ero posible de las est rat egias em ergent es en la enseñanza y el
aprendizaj e. Hem os vist o que los adolescent es son m uy act ivos física, em ocional e int e-
lect ualm ent e, a m edida que ponen a prueba sus cuerpos y habilidades durant e el creci-
m ient o. Son m uy conscient es de la im port ancia de las relaciones hum anas y, en conse-
cuencia, se m uest ran m uy preocupados por la lucha a favor de la igualdad social. Son in-
seguros y vacilant es en cuant o a su poder y capacidad para adapt arse y abrirse cam ino
en el m undo. Los invest igadores, sin em bargo, han m ost rado de form a repet ida que la
enseñanza que reciben habit ualm ent e los adolescent es reclam a una absorción pasiva, en
lugar de una im plicación act iva, han sit uado el int elect o y los elem ent os cognit ivos por
encim a de las em ociones y la at ención, subordina la vida real y la pert inencia a la t rans-
m isión de los cont enidos académ icos y del libro de t ext o, y sacrifica la independencia de
los est udiant es a favor del cont rol.
A m edida que conocem os m ás acerca de cóm o aprende la gent e y qué hace que la
enseñanza sea efect iva, t am bién encont ram os m odos m ej ores de abordar las necesida-
des de los adolescent es, que se encuent ran con un m undo sum ido en la confusión y la
crisis. Est e capít ulo describe algunos de los concept os em ergent es y m ás influyent es so-
bre los procesos de aprendizaj e en los adolescent es, explora sus im plicaciones en la en-
señanza y la práct ica en el aula, y t am bién considera hast a qué punt o pueden cont ribuir
est as est rat egias a prepararlos para una realidad social cam biant e en un m undo post m o-
derno de nat uraleza com plej a e inciert a. No pret endem os hacer que los profesores se
sient an culpables por definir un conj unt o “ perfect o” de est rat egias de enseñanza, que
luego result an ser inviables en sus clases. Las est rat egias creat ivas de enseñanza no
arraigarán bien allí donde las pruebas est andarizadas exigen que los profesores enseñen
de un m odo det erm inado, que t rabaj en aislados en sus clases, o donde los horarios obli-
La especie hum ana es la única que puede reflexionar sobre su propia exist encia. El
m ist erio de la m ent e hum ana y su funcionam ient o nos ha fascinado desde siem pre. A pe-
sar de que ese int erés se ha m ant enido durant e siglos, result an paradój icas nuest ra ig-
norancia sobre el aprendizaj e hum ano y la dificult ad que im plica t raducir el nuevo cono-
cim ient o a la práct ica.
A lo largo de t odo el siglo XX, las concepciones dom inant es sobre el m ecanism o de
aprendizaj e han sido de caráct er increm ent al y conduct ist a. Las escuelas han funcionado
com o si el aprendizaj e pudiera dividirse en habilidades y hechos específicos y discret os,
que pueden adquirirse de form a fragm ent ada y ordenada ( Cole, 1990) . La práct ica esco-
lar t radicional se ha basado en la asim ilación, habit ualm ent e de m odo m ecánico, la repe-
t ición y la corrección de procedim ient os y dat os, y t am bién se ha apoyado en las reglas y
en los cont enidos de las disciplinas, con obj et o de fort alecer las conexiones y hábit os
m ent ales correct os ( Pet erson y Knapp, 1993) .
Durant e los últ im os t reint a años, sin em bargo, una sut il revolución que ha t enido
lugar en las ciencias sociales ha desafiado el m odelo de aprendizaj e m ant enido por nues-
t ras escuelas. Los psicólogos cognit ivos han propuest o una visión const ruct ivist a del
aprendizaj e, al que ya no se concibe lineal, sino int eract ivo. Afirm an que exist e un m un-
do real que experim ent am os pero que el significado que le dam os viene im puest o por
nosot ros, en lugar de ser algo que exist e en el m undo, independient e de nosot ros. Exis-
t en m uchas form as de est ruct urar el m undo, y para cualquier acont ecim ient o o concept o
hay m uchos significados o perspect ivas ( Fuddy y Jonassen, 1992) . At eniéndose al princi-
pio de que las cosas deberían t ener sent ido, los const ruct ivit as han sugerido que el
…los suj et os hum anos no realizan t areas com o quien llena pizarras vacías: t ienen
expect at ivas y esquem as bien est ruct urados, dent ro de los cuales abordan diver-
sos m at eriales…, el organism o, con sus est ruct uras ya predispuest as al est ím ulo,
m anipula y reordena la inform ación nueva que encuent ra ( pág. 126) .
Uno de los descubrim ient os m ás significat ivos en est a exploración del aprendizaj e
com o un proceso de elaboración es la increíble ignorancia y la com prensión superficial
que sobre las ideas, el conocim ient o y los concept os dem uest ran los est udiant es, y no
sólo en una disciplina, país o nivel de enseñanza, sino en t odas part es donde se han lle-
vado a cabo est os est udios ( Whit e, 1992) . Los est udiant es son capaces de reproducir in-
form ación que han m em orizado, pero son ya m enos com pet ent es cuando se t rat a de ac-
t uar baj o condiciones nuevas que exij an su aplicación. En La m ent e no escolarizada,
Gardner ( 1991) argum ent a que aprender para com prender supone m ucho m ás que pro-
ducir una respuest a “ correct a” . Cuando un individuo aprende algo de un m odo que haya
supuest o una com prensión profunda, esa persona puede asim ilar el conocim ient o, los
concept os, las est rat egias y los dat os, y aplicarlos a sit uaciones nuevas y apropiadas
( Gardner 1994) . Las escuelas est án llenas de est udiant es capaces de com binar núm eros
en una fórm ula, pero incapaces de ut ilizar esa m ism a fórm ula para solucionar un proble-
m a que no se les haya present ado ant es, y en las universidades abundan los j óvenes que
est udian física, pero que est án convencidos de que allí donde no hay aire, no exist e la
gravedad; t odos est os est udiant es son capaces de expresar un fenóm eno com plej o que
han est udiado en la escuela, sin em bargo sólo ofrecen respuest as sim plist as cuando su-
cede algo com plej o en el m undo real. Gardner ( 1991) describe lo que él llam a la m ent e
“ no escolarizada” o del “ niño de cinco años” , que se ha desarrollado sin ninguna educa-
ción form al. Es una m ent e m aravillosa que elabora t eorías acerca de t odo aquello con lo
que se encuent ra, t eorías sobre la m at eria, la vida, su propio ser, los dem ás, et cét era.
Por desgracia, m uchas de las ideas grabadas en nuest ra m ent e a part ir de esas prim eras
experiencias son erróneas, Tal y com o Gardner ( 1994) expresa de m anera evocadora:
En el caso de que los est udiant es puedan elaborar su propia com prensión del m a-
t erial y de las ideas nuevas, su conocim ient o previo será esencial para det erm inar cóm o
lo hacen y las est rat egias que ut ilizan. El im pact o de conocim ient o previo no es una cues-
t ión de preparación o de fases de desarrollo de la com prensión. Es m ás un t em a que t ie-
ne que ver con la int erconexión, el acceso y la profundización ( Leinhardt , 1992) . El cono-
cim ient o y las creencias sost enidas por un est udiant e configuran una com plej a red de
ideas, dat os, principios y acciones que const it uyen algo m ás que sim ples bloques de in-
form ación. Pueden facilit ar, inhibir o t ransform ar el aprendizaj e en form as product ivas o
disfuncionales. Cuando son precisas, las convicciones preexist ent es de los est udiant es
sobre un t em a facilit an el aprendizaj e y proporcionan un punt o de part ida nat ural para la
enseñanza. Las concepciones falsas de los est udiant es, sin em bargo, pueden dist orsionar
el nuevo aprendizaj e de form a espect acular ( Brophy, 1992) .
Si el m odelo const ruct ivist a es una represent ación fidedigna del proceso de apren-
dizaj e en los chicos, no result a sorprendent e que t engan a m enudo dificult ades en la es-
cuela. De hecho, la falt a de conexión ent re los conocim ient os adquiridos por los adoles-
cent es a part ir de sus experiencias, y aquello que los currícula suponen que saben se en-
cuent ra en la raíz m ism a de gran part e de los logros deficient es de nuest ros est udiant es.
Ést a es una de las vert ient es del problem a que plant ea el sent ido de pert inencia. Los es-
t udiant es no sólo creen que su escolarización es irrelevant e para sus vidas, sino que
t am bién desarrollan concept os dist orsionados y confusos sobre el m at erial del currícu-
El pe n sa m ie n t o de or de n su pe r ior
…los t ipos de procesos m ent ales asociados con el pensam ient o no est án rest rin-
gidos a la fase avanzada o de “ orden superior” del desarrollo m ent al. Al cont ra-
rio, el pensam ient o y el razonam ient o se hallan ínt im am ent e im plicados en el
proceso de aprendizaj e product ivo, incluso en los niveles elem ent ales de lect ura,
m at em át icas y ot ras asignat uras escolares… Aprender las t res disciplinas básicas
supone im port ant es com ponent es de inferencia, j uicio y const rucción m ent al ac-
t iva. Nuest ra educación ya no puede seguir dej ándose guiar por un punt o de vis-
t a t radicional, según el cual la base debe ser t rat ada y enseñada com o una habi-
lidad básica rut inaria, m ient ras que el pensam ient o es un proceso que aparece
m ás t arde.
Una de las t eorías m ás radicales surgidas del enfoque const ruct ivist a en la ense-
ñanza y el aprendizaj e es la nat uraleza social de est os ám bit os. La psicología, t al y com o
se ha desarrollado en las cult uras occident ales, funciona baj o la suposición de que su ob-
j et o de est udio es el individuo, que opera en un vacío sociocult ural. Com o quiera que en
psicología est os enfoques, fundam ent ados en el individualism o, han t erm inado por im po-
nerse, pocas son las t eorías que han explicado de qué m anera se encuent ran los proce-
sos m ent ales inherent em ent e vinculados al ent orno cult ural, hist órico e inst it ucional
( Wert sch, 1991) . La invest igación m ás recient e en el ám bit o se ha inspirado en los
hallazgos del not able cient ífico social ruso Vygot sky, quien defendió la t eoría de que el
aprendizaj e hum ano se produce en las dist int as sit uaciones sociales que j alonan la vida
de la gent e. Desde su punt o de vist a, el aprendizaj e no es un proceso solit ario, ni viene
prescrit o por condiciones genét icas o de desarrollo. Es el result ado de la act ividad que se
genera en las condiciones ext ernas de la vida. Los j óvenes aprenden porque const it uyen
y conform an la cult ura colect iva que les rodea y funden su com prensión personal en est a
H a ce r qu e la e n se ñ a n za y e l a pr e n diza j e
se a n com o la vida r e a l
A est as alt uras ya debería haber quedado claro que los est udiant es son los arqui-
t ect os, ingenieros y const ruct ores de su propia com prensión. Pero la enseñanza y la es-
colarización no han sido organizadas fundam ent alm ent e para reconocer y dest acar la
form a que la gent e j oven t iene para aprender. La const rucción de su propia com prensión
por part e de los chicos y las chicas ha sido erigida sobre unos cim ient os débiles, asent a-
dos sobre la roca inapelable de nuest ro sist em a escolar act ual. Los j óvenes y, de hecho,
t oda la gent e, aprende de form a adecuada cuando prest a at ención a su aprendizaj e, con-
t rola su propia com prensión, pone de m anifiest o sus cualidades y t rat a de solvent ar sus
carencias ( Whit e, 1992; Perkins y Blyt he, 1994) . Las escuelas t ienen que buscar m ét odos
adecuados que les perm it an t ener un papel act ivo en est e t ipo de aprendizaj e.
El aprendizaj e puede result ar part icularm ent e efect ivo, no sólo cuando se relaciona
con la vida real que se ext iende m ás allá de la escuela, sino t am bién cuando se asem ej a
a la propia “ vida real” o form a part e int egral de ést a. En el capít ulo 6 nos referim os al
concept o de verosim ilit ud de Woods ( 1993) . Lo que est e aut or llam a “ acont ecim ient os
Podem os considerar el aprendizaj e que t iene lugar com o aut ént ico aprendizaj e.
Se const ruye conform e a las propias necesidades y pert inencias ( de los est udian-
t es) , y sobre sus est ruct uras cognit ivas y afect ivas ya exist ent es. Se pone espe-
cial énfasis en la realidad, en problem as reales, en t em as im port ant es y de int e-
rés, en la reconst rucción de sit uaciones que son las m im as que se proponen re-
present ar; busca la colaboración de verdaderos profesionales, prefiere la ut iliza-
ción de pruebas y m at eriales de prim era m ano y procura que los est udiant es
hagan las cosas pos sí m ism os y t engan un obj et ivo realist a.
Los acont ecim ient os crít icos en la enseñanza y el aprendizaj e pueden convert irse
en m agníficas “ experiencias sobresalient es” , y ser percibidos por los est udiant es com o
verdaderos procesos y logros ( Woods, 1994) , pues de hecho, const it uyen aut ént icos lo-
gros para ellos. Crearlos exige liberarse de las exigencias de cubrir el cont enido y poseer
la flexibilidad suficient e para program as y est ruct urar la escuela de m odo m ás am plio.
Pero, por encim a de t odo, est os apoyos est ruct urales esenciales, est os “ acont ecim ient os
crít icos” posit ivos t am bién exigen un “ agent e crít ico” , “ un profesor, o profesores, con los
conocim ient os, vocación, fe, habilidades y relaciones necesarios para concept ualizar y
planificar el proyect o, orquest arlo, prom overlo y llevarlo a la práct ica, a m enudo supe-
rando considerables dificult ades” . Según Woods, t ales profesores m ant ienen un fuert e
com prom iso con su labor. Sient en que “ la enseñanza es el cent ro de sus vidas, que sus
ident idades se ven int ensificadas con su t rabaj o, que les hace sent irse “ realizados” y les
perm it e ser “ ellos m ism os” ” .
La verosim ilit ud, o conseguir que la enseñanza y el aprendizaj e se asem ej en m ás a
la vida real, no t iene por qué ser siem pre t an int ensa y espect acular. Muchos profesores
de escrit ura han reconocido desde hace t iem po que la escrit ura debería t ener un propósi-
t o y unos dest inat arios que les ot orgaran m ás significado y valor que el de una sim ple t a-
rea escolar “ incorpórea” ( Barnes, 1976) . Escribir cart as a los periódicos, com unicarse con
personaj es fam osos, invent ar hist orias que luego sean leídas a los niños y niñas m ás pe-
queñas y m ant ener correspondencia por correo elect rónico con j óvenes de ot ras ciudades
y países no hacen sino añadir finalidades y “ realidad” a la t area de escribir. Ot ros ej em -
El aut ocont rol del propio conocim ient o y pensam ient o, y la aut ovaloración se en-
cuent ran en el núcleo m ism o de un aprendizaj e efect ivo. Por ej em plo, para leer, los es-
t udiant es ut ilizan su conocim ient o personal para crear un significado a part ir de los t ex-
t os con los que se enfrent an. Tam bién ut ilizan est rat egias de aut ocont rol y aut ocorrec-
ción para guiar est e proceso ( Cole, 1990) . Sólo cuando se dan cuent a de que no com -
prenden algo y cuent an con los recursos para ident ificarlo, pueden pasar de la palabra
leída a la com prensión de las ideas que t ransm it e el t ext o. Est o t am bién es ciert o por lo
que se refiere a los adult os. ¿Con qué frecuencia ha leído un párrafo, ha com prendido in-
dividualm ent e cada palabra, para darse cuent a al final de que no ha sido capaz de capt ar
la idea general que t ransm it ía? Est o es aut ocont rol. Presum iblem ent e, se vuelve a leer el
t ext o, se busca m ás inform ación, se pregunt a a alguien, se t rat a de vincular el pasaj e
con el t ext o m ás am plio o se ut iliza cualquier ot ro enfoque que pueda ayudar a m ej orar
la com prensión ( Earl y Cousins, 1995) . Aprender es una búsqueda de significado. Es im -
posible aprender sin reconocer e invest igar aquello que se hace y aquello que no se com -
prende, qué t iene y qué no t iene sent ido. Ést a es la razón de que hayam os dest acado la
evaluación com o part e esencial del aprendizaj e. La evaluación efect iva proporciona a los
est udiant es las est rat egias precisas para plant ear pregunt as reflexivas e ir en busca de
aquello que necesit a para am pliar su aprendizaj e.
I m plicar act ivam ent e a los est udiant es en el aprendizaj e t am bién t rae a colación
cuest iones relat ivas a la m ot ivación y la at ribución. ¿Cuáles son las condiciones que ayu-
dan a los est udiant es a convert irse en sus m ej ores m onit ores y a asum ir un papel res-
ponsable y act ivo en lo que aprenden y en cóm o lo aprenden? ¿Qué hace que algunos es-
t udiant es asum an ret os, m ient ras ot ros sólo hipot ecan una m ínim a part e de sí m ism os?
Desarrollar la m ot ivación del est udiant e es un proceso com plej o y dinám ico que depende
de m uchas condiciones.
Los est udiant es t ienen opiniones dist int as cuando se t rat a de explicar el m ot ivo
Puest o que los profesores, al igual que sus est udiant es, capt an el sent ido de la
nueva inform ación int egrándola en lo que ya saben, hem os preferido no lanzarnos a una
serie de recom endaciones acerca de los valiosos cam bios que podrían acom et er los pro-
fesores en sus m ét odos de enseñanza. En lugar de eso, revisarem os cóm o se plasm an en
la realidad algunos de los elem ent os necesarios para que los profesores cam bien su prác-
t ica, ant es de ident ificar algunas práct icas prom et edoras que los profesores pueden con-
siderar, a m edida que em piecen a t ransform ar o expandir su enfoque con respect o a la
enseñanza.
Los profesores son quienes en definit iva reform an la escuela. Los int ent os por
cam biar las escuelas t endrán poco o ningún im pact o sobre los est udiant es, a m enos que
afect en a la m anera de enseñar de los profesores y a la form a de aprender de los j óve-
Al poner los profesores en práct ica las reform as sugeridas, ést as se ven profun-
dam ent e influidas por las t eorías y creencias que m ant ienen act ualm ent e…, así
que int erpret an las recom endaciones de reform a, a la luz de sus suposiciones y
m arcos m ent ales. Si no est án ent erados de las suposiciones y com prensiones
subyacent es del aut or, los profesores pueden int ent ar incorporar la “ nueva in-
form ación” sin analizar su com prensión previa. Aquellos educadores a los que
únicam ent e se exige que pongan en práct ica aspect os superficiales de las refor-
m as const ruct ivit as, sin darles t iem po ni oport unidad para considerar e int erpre-
t ar por sí m ism os las suposiciones e ideas sobre el aprendizaj e que subyace en
las m ism as, pueden pasar por alt o el principal significado de la reform a, y at e-
nerse a la descripción de los procedim ient os sugeridos ( págs. 137- 138) .
Un ej em plo elocuent e de la cant idad considerable de t iem po, y alt o nivel de com -
prom iso y desarrollo del personal docent e necesarios para cam biar las práct icas de los
profesores m ediant e los principios del aprendizaj e act ivo y de la com prensión const ruct i-
vist a, surgió a part ir de las iniciat ivas plant eadas recient em ent e para t ransform ar la en-
señanza de las m at em át icas im part ida a los est udiant es, pasando de la m em orización a
una com prensión profunda de su funcionam ient o. Pront o se puso de m anifiest o que t al
proceso exigiría un not able esfuerzo de aprendizaj e por part e de los profesores de la es-
cuela elem ent al. El sim ple hecho de producir nuevos libros de t ext o y aport ar nuevos re-
cursos ( aunque no hubieran sido probados por los profesores) no sería suficient e. La m a-
yoría de profesores de los prim eros cursos sabían m uy poco de m at em át icas, y lo que
sabían era de caráct er rut inario y algorít m ico, y no poseían una com prensión profunda
sobre el t em a. De m odo que no cabía esperar que fueran capaces de ayudar a los niños y
las niñas a desarrollar una com prensión m ás profunda y com plej a de las m at em át icas, a
m enos que ellos m ism os las adquirieran ( Cohen y Barnes, 1992) .
Est e ej em plo nos perm it e echar un fugaz vist azo a los cam bios y dilem as con los
que se encuent ran los profesores en sus esfuerzos de reform a. Si t ienen que “ enseñar
El aprendizaj e cooperat ivo, en el que los est udiant es t rabaj an en pequeños grupos
para invest igar y com part ir sus descubrim ient os, es un enfoque nat ural en la enseñanza
de los adolescent es. Señala la preocupación de ést os por el m undo social que les rodea y
su dependencia del grupo de com pañeros. Crea un cont ext o para el aprendizaj e en el
La e n se ñ a n za de u n cu r r ícu lu m pa r a pe n sa r
Si acept am os que el pensam ient o de orden superior es esencial para t odos los es-
t udiant es y que se puede enseñar y aprender, las aulas de los adolescent es son los luga-
res m ás apropiados para reivindicar y generar ent usiasm o por aprender form as nuevas y
m ás com plej as de pensam ient o. La curiosidad nat ural y el rápido crecim ient o int elect ual
de los est udiant es en est as edades proporcionan un t ram polín idóneo para int ent ar al-
canzar ( y conseguir) nuevas m et as en el pensam ient o.
Exist e una serie de libros, m at eriales y recursos para enseñar a pensar m ediant e la
ut ilización de una am plia variedad de enfoques. Aunque se ha debat ido si enseñar a pen-
sar com o elem ent o com plem ent ario de las clases norm ales es m ás im port ant e que infun-
dir t al enseñanza en t odo un currículum ( Whit e, 1992) , los diversos enfoques se funda-
m ent an en la creencia de que el pensam ient o se puede m ej orar con ent renam ient o y una
enseñanza explícit a y práct ica. Cost a ( 1991) describe un proceso de enseñanza “ para”
Puest o que los est udiant es t ienen que convert irse en pensadores crít icos, capaces
de solucionar problem as y de ut ilizar sus t alent os y conocim ient os en sit uaciones inespe-
radas, se ven obligados a desarrollar habilidades de aut ovaloración y reaj ust e. No pue-
den esperar a que sea el profesor el que decida cuál es la respuest a correct a, sino que
deben adquirir una m ayor seguridad en sí m ism os y acost um brarse a em it ir sus propios
j uicios ( Earl y Cousins, 1995) . Hem os m ost rado cóm o desarrollar la independencia es
part icularm ent e im port ant e en la preadolescencia, cuando los est udiant es abandonan la
seguridad de la escuela elem ent al para ingresar en el ám bit o m ás im personal de la es-
cuela secundaria. Pero no es ést e el m om ent o adecuado para arroj ar los corderos a los
lobos, sino para est im ular la asunción de riesgos, afinar las habilidades, ext ender los
horizont es y celebrar el éxit o. Según describen Purkey y Novak ( 1984) , es el m om ent o
de em prender una educación que podríam os denom inar “ de invit ación” en la que el pro-
fesor crea las condiciones ideales de aprendizaj e adopt ando una “ act it ud invit adora” y
fom ent ando una sensación de confianza, im plicándose con los est udiant es para at raerlos
hacia el proceso de aprendizaj e.
El aprendizaj e m ediant e la experiencia es una m anera eficaz y est im ulant e de
hacer part icipar a los est udiant es en el m undo sit uado m ás allá de la escuela. Los pro-
gram as de educación cooperat iva, las dem ost raciones de cóm o se realizan algunos t raba-
j os, los cent ros de educación inform al, el volunt ariado y los program as ext racurriculares
proporcionan a los est udiant es la oport unidad de enfrent arse con los desafíos que le pre-
sent a la vida real en m uchos ám bit os dist int os, sin t ener que verse en la necesidad de
elegir dem asiado pront o una dirección a seguir en el fut uro. Pueden avent urarse por el
m undo laborar y los am plios espacios abiert os que se ext ienden m ás allá de la j ungla de
Dada la ingent e cant idad de conocim ient os disponibles y las diferencias inherent es
ent re individuos, es evident e que nadie puede aprenderlo t odo y que sería absurdo int en-
t ar enseñar a t odo el m undo exact am ent e lo m ism o, o enseñar a t odo el m undo de la
m ism a form a. En lugar de eso, los profesores t ienen que aprovechar la energía en brut o
de los adolescent es e inducirles a part icipar en una am plia gam a de act ividades que
aprovechen el conocim ient o exist ent e, am plíen sus horizont es y ut ilicen sus t alent os e in-
t ereses.
En la m ent e no escolarizada, de Gardner ( 1991) , se describen dos inst it uciones
que ayudan a los est udiant es a am pliar su com prensión del m undo y de la gent e: el t ra-
baj o de aprendiz y los m useos para niños y niñas. At ribuye el poder pot encial de est as
inst it uciones a la sabiduría educat iva arraigada en ellas no a su exist encia fuera de la es-
cuela, y sugiere una serie de m ét odos para que esos valores sean fom ent ados t am bién
dent ro de las escuelas. En las t areas de aprendiz, el est udiant e “ acom paña” a alguien,
generalm ent e a un expert o y un m ent or, a quien observa y asist e m ient ras ést e pone en
práct ica sus conocim ient os. En un m useo para niños y niñas, los est udiant es pregunt an,
exploran, experim ent an, se aproxim an a las cosas de un m odo propio y reflexionan sobre
lo que est á pasando ( Gardner, 1994) . Dent ro de las escuelas la t eoría de Gardner sobre
las int eligencias m últ iples se ha t raducido en una serie de act ividades y m at eriales a rea-
lizar en el aula ( Lazear, 1991; Gardner, 1993; Arm st rong, 1994) , diseñados para su pos-
t erior ut ilización por part e del profesor.
El sist em a 4 MAT, desarrollado por McCart hy ( 1980) es ot ro enfoque de la planifi-
cación de la enseñanza y el aprendizaj e, ideado para garant izar que los est udiant es con
Es im posible im aginar el fut uro sin una t ecnología t odavía m ás avanzada, fácil de
m anej ar y t ransport ar. Para m uchos niños y niñas de cinco años el funcionam ient o de los
ordenadores, hornos m icroondas y vídeos result a m ás fam iliar y present a m enos proble-
m as que para la m ayoría de los adult os. Muchos preadolescent es se pasan horas “ nave-
gando por la red” y han est ablecido cont act os y desarrollado int ereses m ucho m ás allá de
los lím it es de su propia com unidad ( Cum m ins y Sayer, 1995) . Las com unidades de
aprendizaj e ya no t endrán por qué quedar confinadas al aula, t am bién podrán const it uir-
se a t ravés del espacio virt ual de la t ecnología ( Hargreaves, en prensa) . La t ecnología es
un com ponent e acept ado en el m undo de los est udiant es, porque capt a su im aginación y
les asust a m ucho m enos que a sus profesores.
Los profesores hacen uso crecient e de la t ecnología en el aula. Con la t ecnología es
m ucho m ás fácil crear am bient es product ivos de aprendizaj e en los que se puedan abor-
dar sim ult áneam ent e las int eligencias y los est ilos de aprendizaj e m últ iples. La t ecnología
de los ordenadores, en part icular, puede suponer un acceso rápido a m ás inform ación.
Sirve para m ej orar la com posición, edición, ilust ración y present ación profesional de los
t ext os ( y no sólo de aquellos que t ienen dificult ades con las habilidades m ot oras) . Y per-
m it e la recopilación de dat os, su análisis y t ransm isión con m ayor facilidad.
Es im port ant e t ener en cuent a, sin em bargo, que no t oda la t ecnología m ej ora la
educación. Si sólo se t rat a de añadir im ágenes y sonidos a las palabras y los núm eros. El
uso de la t ecnología sigue basado en un m odelo de aprendizaj e que ve la m ent e com o un
recipient e que debe llenarse. El valor añadido se consigue cuando los est udiant es son
m ás “ preact ivos” en el plant eam ient o de pregunt as y en la adquisición de inform ación
Todos querem os que los niños experim ent en una int eracción hum ana cálida, la
em oción del descubrim ient o y la solidez de unos fundam ent os en aquellos aspec-
t os que consideram os esenciales: la lect ura, las relaciones con los dem ás, la for-
m ación en los valores cívicos… La inspiración necesaria sólo puede encont rarse
en la figura de un profesor en clase, no en un orador, un t elevisor o una pant alla
de ordenador ( pág. 116) .
Es im port ant e no acept ar con euforia y de form a incondicional t oda nueva t ecnolo-
gía, ni ser un ludist a que desprecia t odos sus posibles y valiosas vent aj es. Lo que debe-
ríam os exigirnos a nosot ros m ism os y a nuest ros com pañeros es una relación const ruct i-
va y crít icam ent e select iva, no sólo con respect o a la nueva t ecnología, sino a t odos los
nuevos m ét odos de enseñanza.
Tam bién debem os considerar el t em a de la equidad con relación al uso de la t ec-
nología. En una época de escasez de recursos, ¿cóm o lograr que t odos los est udiant es
t engan acceso al m aravilloso m undo de la t ecnología? Si no encont ram os una solución, la
dist ancia ent re los est udiant es privilegiados y los que est án en clara desvent aj a será in-
salvable. Quizá llegue el día en que el acceso no sea un problem a y el uso del ordenador
sea t an habit ual com o lo es act ualm ent e el t eléfono. Pero, por el m om ent o, los profeso-
res se enfrent an al grave desafío que represent a un acceso m uy desigual.
A pesar de est os problem as, la t ecnología, quizá m ás que ninguna ot ra innovación,
es un poderoso recurso para acom et er una profunda reest ruct uración de las escuelas.
Debería ser ut ilizada no sólo para realizar m ej or el t rabaj o habit ual, sino para crear expe-
riencias de aprendizaj e com plet am ent e nuevas. Apenas si hem os em pezado a explorar
las posibilidades que est e t erreno nos brinda.
Nuest ra breve revisión de algunos de los m ét odos m ás prom et edores pret endía
anim ar a los profesores a explorar las posibilidades que pueden ofrecernos ést as y ot ras
innovaciones de la enseñanza. No obst ant e, y aunque hem os dest acado algunos m odelos
Las est rat egias de aprendizaj e const it uyen un foco suscept ible de cam bio t ent ador.
En algunos aspect os, result a apropiado ya que, a t ravés de esas est rat egias, los est u-
diant es pueden experim ent ar el currículum . Pero los j efes de depart am ent o, los direct o-
res y los adm inist radores del sist em a escolar t ienden a veces a concent rar t odos sus es-
fuerzos de cam bio en las est rat egias de enseñanza, en el ám bit o del profesor individual,
con exclusión de ot ros ám bit os de reform a. Aunque se t rat a de una t area delicada y difí-
cil, m ej orar las est rat egias de los profesores en el aula const it uye una propuest a at ract i-
va para los reform adores. Las norm as que cuest ionan son m enos sagradas que las que
se ven am enazadas por los cam bios en el currículum o en las asignat uras escolares. Y,
sin em bargo, son las asignat uras y la organización de ést as las que apoyan, en m uchos
aspect os, el m ant enim ient o de unos m odelos t radicionales de enseñanza, y las que hacen
que ést a sea t an difícil de cam biar. Las definiciones sobre el funcionam ient o del aprendi-
zaj e en m uchas asignat uras respaldan los m odelos t radicionales de la enseñanza. Y la
fragm ent ación del horario, result ant e casi siem pre de un currículum basado en las asig-
nat uras, rest ringe igualm ent e las posibilidades de llevar a cabo un t rabaj o t em át ico con-
t inuo o un proyect o que perm it iría una m ayor flexibilidad en los m ét odos de enseñanza.
Los cam bios en cuant o a est ilo y est rat egia de enseñanza no pueden em prenderse con
efect ividad a m enos que se int roduzcan cam bios paralelos en ot ros aspect os de la escola-
rización secundaria.
Los cam bios en la enseñanza, com o la puest a en práct ica del aprendizaj e coopera-
t ivo, se inician a m enudo a t ravés de program as int ensivos de form ación relat ivos a las
habilidades y act it udes del profesorado. Los program as de form ación en práct icas, el uso
de coordinadores de dist rit o escolar y el desarrollo de est rat egias de enseñanza por part e
de los com pañeros para poner en práct ica nuevos m ét odos son algunos de los enfoques
adopt ados en est e t ipo de form ación dirigido al profesorado. Esos enfoques, sin em bargo,
presuponen que los profesores persist en en m ant ener los m odelos t radicionales de ense-
ñanza porque carecen de los conocim ient os necesarios sobre las alt ernat ivas, no saben
cóm o ut ilizarlas o no est án dispuest os a probarlas ( Hargreaves y Dawe, 1990) . Hem os
vist o, sin em bargo, que el m ant enim ient o de los m odelos t radicionales de enseñanza no
influyen t an sólo las preferencias de un profesor en part icular, sino t am bién ot ros aspec-
t os “ sagrados” de la escolarización secundaria, y en part icular su organización alrededor
de asignat uras académ icas y el uso cont inuado de m odelos t radicionales de evaluación.
Cuando se descubre el valor de las nuevas est rat egias de enseñanza, com o el
aprendizaj e cooperat ivo, el personal de la Adm inist ración educat iva y ot ros agent es del
cam bio se inclinan a defenderlas y ponerlas en práct ica con dem asiado ent usiasm o, rapi-
dez y dogm at ism o. Los ej em plos que nos ofrece la invest igación sugieren que los enfo-
ques m ás efect ivos en la enseñanza son aquellos para los cuales los profesores han
echado m ano de un am plio repert orio de est rat egias que aplican flexible y select ivam ent e
a diferent es sit uaciones de aprendizaj e ( Véase, por ej em plo, Galt on, Sim on y Croll,
1980; Mort im ore et al., 1988) . Cam biar la m ent alidad de los profesores y sus m odelos de
enseñanza no es com o pract icar lobot om ías front ales. Después de m uchos años de expe-
riencia, la m ayoría de los profesores no van a dar un giro de 180º sólo por acudir a unas
cuant as sesiones de form ación perm anent e o por haber sido inst ruidos en las nuevas
t écnicas de enseñanza. No cabe esperar que cam bien de t al m odo. La ut ilización de un
repert orio am plio y flexible es m ás efect ivo que depender de una sola est rat egia. Es po-
sible incluso que una insist encia excesiva en que los profesores reacios adopt en sin con-
diciones las nuevas est rat egias de enseñaza los haga m enos y no m ás eficaces ( Hargrea-
ves, 1994) .
Adem ás, los est udios realizados sobre aquellos profesores que se encuent ran en
m it ad de su t rayect oria profesional sugiere que, t ras haber pasado ya por varias innova-
ciones im port ant es a lo largo de su vida profesional, m uchos de ent re los m ás experi-
m ent ados se m uest ran lógicam ent e reacios a abdicar una vez m ás y cam biar por com ple-
t o su enfoque de la enseñanza ( Huberm an, 1993) . Pero lo que esos m ism os profesores si
est án dispuest os a hacer, si se les concede el t iem po y la flexibilidad suficient es, es a
“ probar” nuevos m ét odos y a am pliar un poco su repert orio.
Si at endem os a aquellas est rat egias que probablem ent e result en m ás efect ivas, y
La ve locida d m a t a
Una not a final de advert encia, el nuevo m odelo de enseñanza no debería ser pues-
t o en práct ica con dem asiada rapidez. Com o ya hem os argum ent ado, los profesores no
son sim ples m uest rarios de habilidades y t écnicas. Su form a de enseñar no se debe t an
sólo a las habilidades que han aprendido, sino t am bién a las est ruct uras en las que t ra-
baj an y a su evolución personal. Cam biar a los profesores supone cam biar a la gent e y
ése es un t rabaj o lent o ( Goodson, 1992; Fullan y Hargreaves, 1991) . Est o significa que
las nuevas est rat egias de enseñanza deberían ponerse en práct ica a un rit m o det erm ina-
do y con la flexibilidad suficient e com o para que los profesores puedan adopt arlas y
adapt arse a ellas con com odidad.
Sería inj ust o, poco realist a e inút il esperar que los profesores cam bien espect acu-
larm ent e su form a de enseñar, y que lo hagan, adem ás, en un cort o espacio de t iem po.
Pero lo que sí es j ust o, realist a y, probablem ent e, dem ost rará ser m ás efect ivo, es espe-
rar que se com prom et an a procurar una cont inua m ej ora en su com unidad de com pañe-
ros, y que sean capaces de experim ent ar con las nuevas est rat egias de enseñanza com o
part e de ese com prom iso. Al t rat ar de m ej orar las est rat egias de enseñanza, a m enudo
nos inclinam os de m anera ent usiast a hacia la conversión, cuando hacerlo hacia la ext en-
sión sería un obj et ivo m ucho m ás práct ico y product ivo.
CON CLUSI ÓN
En est e capít ulo hem os resalt ado que, una vez liberada de t odo lo que la cubre, la
escolarización t rat a sobre el aprendizaj e y la enseñanza. Pero no sirve cualquier t ipo de
enseñanza y aprendizaj e. Si querem os preparar a los adolescent es para el próxim o siglo,
su aprendizaj e t iene que ir m ucho m ás allá de un aprendizaj e superficial y una m em ori-
zación de algorit m os, y basarse en un profundo y duradero “ aprendizaj e para la com -
prensión” . Est e t ipo de aprendizaj e profundo encuent ra su prem isa en diferent es visiones
del conocim ient o, la int eligencia, los result ados del aprendizaj e, la part icipación de los
est udiant es y, m ás en part icular, los m odos de enseñar.
Los profesores se enfrent an a grandes cam bios en sus práct icas profesionales, que
los convert irán en orient adores, preparadores, m ent ores y “ cat alizadores” , m ient ras que
los est udiant es capt aran las nuevas ideas y se esforzarán por encont rarles sent ido y
crearse una im agen coherent e de t odo lo que les rodea. Al m ism o t iem po, realizan cont i-
La u r e n B. Re sn ick
y Le opold E. Klopfe r
A m edida que avanzan los años novent a, los educadores reflexivos de t odas part es
del m undo est án prest ando at ención a la im port ancia de desarrollar las habilidades de
pensam ient o de los alum nos a t ravés de sus experiencias escolares. Est am os presen-
ciando el crecim ient o de un not able consenso acerca de que el logro de la alfabet ización
básica, aunque obviam ent e necesario, no es obj et ivo y suficient e, y que los alum nos t ie-
nen derecho a esperar m ás de la educación prim aria y secundaria. Los graduados no sólo
deben t ener la inform ación sino que t am bién deben ser pensadores com pet ent es.
El obj et ivo de que los alum nos se conviert an en pensadores com pet ent es ha sido
durant e m ucho t iem po un ideal educat ivo. Y durant e t odo ese t iem po est e ideal le ha si-
do esquivo a dem asiados alum nos en dem asiadas escuelas. Pero las invest igaciones re-
cient es proporcionan una nueva perspect iva sobre cóm o aprende a pensar la gent e. La
persecución de est as nuevas ideas puede proporcionar la base para fut uras práct icas
educat ivas que pueden ayudar a los alum nos a volverse expert os en el pensam ient o.
Una de las ideas m ás significat ivas que surge de las recient es invest igaciones so-
bre el pensam ient o es que los procesos psíquicos que habit ualm ent e hem os asociado con
el pensam ient o no est án lim it ados a alguna et apa avanzada o de “ nivel superior” del de-
sarrollo psíquico. Por el cont rario, las “ habilidades de pensam ient o” est án ínt im am ent e
vinculadas con el aprendizaj e exit oso incluso de los niveles m ás elem ent ales de lect ura,
m at em át ica y ot ras m at erias. La invest igación cognit iva sobre el aprendizaj e de habilida-
des básicas com o la lect ura y la arit m ét ica revela que el cult ivo de los aspect os claves de
est os procesos de pensam ient o puede y debe ser part e int rínseca de la buena enseñanza
desde el com ienzo de la escuela. El pensam ient o debe ocupar t odo el currículum escolar,
para t odos los alum nos, desde los prim eros grados.
Est e Volum en Anual se ocupa del Currículum para Desarrollar el Pensam ient o. Est e
currículum no es un curso que se pueda agregar a un program a cargado de cosas “ cuan-
do haya t iem po” . No es un program a que com ience después de que se hayan dom inado
las cosas “ básicas” . Y no es un program a reservado para una m inoría de alum nos, com o,
∗
En Currículo y cognición, Resnick, Lauren B. y Leopoldo E. Klopfer. Miguel Wald (trad.), Buenos Aires, 1996, Aique
(Psicología cognitiva y educación), pp. 15-30.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 421
por ej em plo, los m ás dot ados. El currículum para Desarrollar el Pensam ient o pret ende
que se com prenda que t odo aprendizaj e verdadero im plica pensam ient o, que la capaci-
dad de pensar puede nut rirse y cult ivarse en t odos y cada uno de nosot ros y que t odo el
program a educat ivo debe ser reconcebido y revit alizado para que el pensam ient o invada
las vidas de los alum nos desde el j ardín de infant es en adelant e, en las clases de m at e-
m át ica y en las de hist oria, en la lect ura y en la ciencia, en la com posición y en el art e,
en la educación vocacional y en la educación especial
Todos los capít ulos de est e libro est án inspirados en las invest igaciones m ás re-
cient es de la psicología cognit iva y los cam pos con ella relacionados. La psicología cogni-
t iva act ual puede no result ar fam iliar para los educadores con m ás de uno o dos decenios
de experiencia en psicología educat iva.
Durant e m uchos años, la práct ica educat iva dom inant e est uvo inspirada por una
psicología del aprendizaj e que sólo convivía de m anera incóm oda con la psique o el pen-
sam ient o. Derivada de principios asociacionist as o conduct ist as, t om aba al aprendizaj e
com o una acum ulación de conocim ient os y habilidades. Est os conocim ient os podrían di-
vidirse en cient os de com ponent es ( “ asociaciones” , en la j erga t écnica) que debían colo-
carse en las cabezas de los alum nos a t ravés de la práct ica y de recom pensas adecuadas.
Las t eorías de la organización del aula, el diseño de libros de t ext o y la organización de la
práct ica fluían, t odas, a part ir de est e supuest o básico. Los sucesivos refinam ient os de la
psicología educacional asociacionist a y conduct ist a, reconociendo niveles de com plej idad
y dificult ad en el conocim ient o y las habilidades que se debían aprender, propusieron j e-
rarquías de obj et ivos o form as de aprendizaj e, com o las am pliam ent e conocidas j erar-
quías de Benj am ín Bloom y Robert Gagné ( Bloom , 1954, 1964; Gagné, 1974) . La resolu-
ción de problem as y ot ras act ividades reconocibles com o pensam ient o t om aron su lugar
al t ope de est as j erarquías, que ayudaron a m ant ener viva la idea de que la educación
consist ía en algo m ás que la adquisición de cuerpos de hechos y asociaciones. Pero est as
t eorías aislaban al pensam ient o y la resolución de problem as de las act ividades principa-
les, lo “ básico” o “ fundam ent al” , del aprendizaj e.
El pensam ient o y el razonam ient o no se convert ían así en el corazón de la educa-
ción sino en corolarios deseables, que m uchos alum nos j am ás alcanzaban.
Hubo, por supuest o, quienes se opusieron a la visión dom inant e. Por ej em plo, Jean
Piaget y sus discípulos han sost enido durant e m ás de 50 años que el conocim ient o adqui-
rido m ediant e la m em orización no es verdadero conocim ient o que pueda ut ilizarse ( por
ej em plo, Piaget , 1948/ 1974) . Piaget nos ofreció un ret rat o del niño “ nat ural” com o cient í-
fico t rat ando de darle sent ido al m undo y del aprendizaj e verdadero com o const rucción
de ideas, no com o m em orización de la inform ación en las form as dadas por los docent es
1
Wertheimer, M. (1945/1959). Productive Thinking. Nueva York: Harper y Row. Versión española, El pensamiento pro-
ductivo. Barcelona: Paidós, 1991.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 423
t odas las cuest iones t radicionales de la enseñanza: cóm o present ar y secuenciar la in-
form ación, cóm o organizar la práct ica y la realim ent ación, cóm o m ot ivar a los alum nos,
cóm o int egrar las act ividades de laborat orio con ot ras form as de aprendizaj e, cóm o eva-
luar el aprendizaj e. Pero cada una de est as cuest iones se encara de m anera diferent e
que en la t eoría educat iva t radicional, ya que se da por sent ado que el obj et ivo de t odas
est as act ividades educat ivas es est im ular y nut rir las propias elaboraciones de conoci-
m ient os psíquicas de los alum nos y ayudarlos a crecer en su capacidad para cont rolar y
guiar su propio aprendizaj e y pensam ient o. El pensam ient o y el aprendizaj e se funden en
la perspect iva cognit iva act ual, así que la t eoría educat iva cognit iva t iene que ver, desde
su propia esencia, con el Currículum para Desarrollar el Pensam ient o.
Algu n a s cu e st ion e s ce n t r a le s
Est e libro se ocupa de varios aspect os de la t eoría de la enseñanza cognit iva para
el Currículum para Desarrollar el Pensam ient o. Más que t rat ar al pensam ient o com o par-
t e separada del currículum , analiza cóm o los t em as t radicionales de las escuelas prim aria
y secundaria pueden enseñarse en form as que im pliquen elaboración m ent al y aut orre-
gulación. El pensam ient o llena al currículum que est os aut ores proponen y analizan. An-
t es de int roducir cada capít ulo, analizarem os aquí algunos t em as com unes de la t eoría
cognit iva educacional que se repit e en t odo el libro.
Las invest igaciones cognit ivas recient es nos enseñan a respet ar al conocim ient o y
la pericia. Muchos est udios van dem ost rando que los expert os en un t em a razonan m ás
poderosam ent e sobre ese t em a y aprenden nuevas cosas relacionadas con él con m ayor
facilidad que la que t ienen para desenvolverse en ot ros t em as. Est o sucede con la cien-
cia, la m at em át ica, las ciencias polít icas, las habilidades t écnicas… y en t odos los cam -
pos. Aprendem os con m ayor facilidad cuando ya sabem os lo suficient e com o para t ener
principios de organización que podem os usar para int erpret ar y elaborar la nueva infor-
m ación.
La pericia t iende a aum ent ar con la edad porque con el t iem po adquirim os m ás co-
nocim ient os. Est os conocim ient os, y no sólo la m ayor m adurez, ayudan a los adult os a
aprender m ás cosas con m ás facilidad. Cuando los niños adquieren niveles inusuales de
conocim ient o, sin em bargo, con frecuencia se desem peñan t an bien com o los adult os, o
m ej or que ellos, en t areas que dependen de ese conocim ient o. Por ej em plo, en un est u-
dio realizado por Michelena Chi, niños de 10 años de edad que j ugaron un t orneo de aj e-
drez superaron a los adult os en su capacidad para recordar posiciones en el t ablero des-
pués de m irarlo durant e m uy poco t iem po. No se t rat aba de niños excepcionalm ent e in-
t eligent es. Cuando se les pidió que recordaran posiciones azarosas de los t rebej os ( en
Enseñar usando los concept os generat ivam ent e es enseñar cont enidos y habilida-
des de pensam ient o al m ism o t iem po. Ést e es el verdadero significado del Currículum pa-
ra Desarrollar el Pensam ient o, en el que los concept os operan cont inuam ent e en cont ex-
t os de razonam ient o y resolución de problem as. Varios capít ulos de est e libro ( especial-
m ent e los de Palicsar y Brown, Schoenfeld, Hull y Minst rell) ilust ran cóm o los t em as es-
colares com unes pueden convert irse en los sit ios fundam ent ales en donde desarrollar la
resolución de problem as y el razonam ient o. En est a perspect iva del Currículum para
Desarrollar el Pensam ient o, el pensam ient o llena t odo el currículum . Est á en t odas par-
t es. Las habilidades de pensam ient o y los cont enidos t em át icos se unen t em pranam ent e
El Currículum para Desarrollar el Pensam ient o no sólo debe ocuparse de las habili-
dades de enseñanza y del conocim ient o sino t am bién del desarrollo de la m ot ivación para
su uso. Muchas invest igaciones recient es sugieren que los buenos pensadores y resolve-
dores de problem as difieren de los m alos no t ant o en las habilidades que poseen com o
en su t endencia a usarlas. Las invest igaciones t em pranas sobre m et acognición se cent ra-
ban en habilidades sim ples com o el ensayo y ot ras est rat egias para la m em orización. Va-
rios invest igadores descubrieron que los niños ret ardados diferían de los norm ales en que
no ut ilizaban est as habilidades cuando se les daban t areas de m em orización. Pero, para
su sorpresa inicial, est os invest igadores descubrieron que con frecuencia no se necesit a-
ba m ás que sugerirles a los alum nos ret ardados que el ensayo u ot ra est rat egia los ayu-
darían, para que los ut ilizaran con éxit o ( por ej em plo, Belm ont , But t erfield y Ferret t i,
1982) . Est o t enía que significar que los alum nos poseían las habilidades de m em orización
pero no las usaban.
Las invest igaciones post eriores, aplicadas a habilidades m ás com plej as t ales com o
la com prensión de la lect ura, confirm aron la idea inicial de que la adquisición de habilida-
des y est rat egias no convert iría a una persona en un lect or, escrit or, resolvedor de pro-
blem as o pensador com pet ent e, sin im port ar cuánt o dom inio adquiera de ellas. Tam bién
había que desarrollar el hábit o o la disposición a usar las habilidades y est rat egias y el
conocim ient o de cuándo eran aplicables. Varios de los capít ulos de est e Volum en Anual
2
Collins, A., J. S. Brown, S. E. Newman: “Cognitive Apprenticeship: Teaching the Craft of Reading, Writing, and mathe-
matics”. En: B. Resnick, Knowing, Learning and Instruction: Essays in Honor of Robert Glaser, Hillsdale, N. J.: Erlbaum.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 429
com posición para un público int eresado y no sólo para el docent e que califica, leer un
t ext o que exij a ciert o t rabaj o de com prensión, explorar un fenóm eno físico que no est é
adecuadam ent e explicado por un concept o act ual o resolver un problem a de m at em át ica
que se resist a a los int ent os de solución iniciales.
En segundo lugar, el apprent iceship cognit ivo im plica práct ica cont ext ualizada de
t areas, no ej ercicios sobre las habilidades com ponent es que han sido ext raídos de los
cont ext os en los que se los ha de ut ilizar. En los apprent iceships t radicionales, los apren-
dices producen obj et os m enos com plej os de los que producirán cuando sean m ás exper-
t os, pero pasan m uy poco t iem po pract icando habilidades discret as. En la escuela, los
aprendices cognit ivos podrían t rabaj ar m ás en la escrit ura de com posiciones m ás breves
o en la lect ura de t ext os m ás breves de lo que harán m ás adelant e, pero no pasarían
m ucho t iem po en ej ercicios de uso de la lengua o en la búsqueda de sinónim os o ant ó-
nim os. De m anera sim ilar, no harían ej ercicios de separación de hechos y opiniones sino
que encararían t areas de análisis de argum ent os sobre t em as part iculares o de part icipa-
ción en debat es; am bas act ividades podrían involucrarlos en una versión cont ext ualizada
de la elaboración de inform ación confiable en una com unicación.
En t ercer lugar, los aprendices cognit ivos necesit an m uchas oport unidades de ob-
servar a ot ros haciendo el t ipo de t rabaj o que se espera que aprendan a hacer. Est a ob-
servación les proporciona norm as de desem peño eficient e con las que pueden evaluar
sus propios esfuerzos. Cuando el t rabaj o que se ha de realizar es m ás cognit ivo que m a-
nual, se debe prest ar especial at ención a hacer m anifiest as las act ividades psíquicas. En
est e libro, el capít ulo de Schoenfeld describe cóm o las act ividades usualm ent e ocult as de
la resolución de problem as pueden hacerse visible en una clase de m at em át ica. Hull des-
cribe procesos sim ilares para hacer evident es las act ividades m ent ales para la escrit ura.
Los dem ás aut ores t am bién ofrecen ej em plos de cóm o puede hacerse m anifiest o el t ra-
baj o real de pensam ient o para el aprendiz cognit ivo.
D a vid Pe r k in s
¿Qué hace ust ed cuando no ent iende algo y desea com prenderlo m ej or? Digam os,
¿qué haría ust ed si quisiera ent ender la Declaración de Get t ysburg de Abraham
Lincoln, una división larga o una arm adura, sólo pensando en ello y sin recurrir a
ot ras fuent es? ¿Qué clase de pregunt as se form ularía?
Prim ero m e pregunt aría: ¿qué es est o? Luego, ¿por qué lo necesit am os? Por
ej em plo, cuando no puedo ent ender una palabra, leo el t ít ulo y m e pregunt o qué
quiere decir. Después leo dos veces el párrafo ant erior y el que le sigue. Ent on-
ces vuelvo a leer la oración y reem plazo la palabra por ot ra que podría ir bien en
ese lugar.
Algunos prefirieron no m encionar est rat egias sino hacer pregunt as específicas.
1. ¿Cóm o arm am os un Lego? 2. ¿Cóm o pensam os? 3. ¿Cóm o nos m ovem os? 4.
¿De dónde sacam os el alfabet o? 5. ¿Cóm o aprecian el sabor las papilas gust at i-
vas? 6. ¿Cóm o oím os? 7. ¿Cóm o leem os? 8. ¿Cóm o hago est a prueba? 9. ¿En
qué consist e est a prueba? 10. ¿Es m uy difícil?
Al parecer, no m uy difícil para est os niños t an singulares. Est as dos respuest as son
especialm ent e ricas, pero t am bién las hubo m ás parcas.
Prim ero, si el m aest ro m e pregunt a si ent iendo, no le voy a responder que sí. Só-
lo lo haría si supiera la respuest a; si no, le pediría que m e lo explicara con m ás
claridad.
∗
En La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, México, Gedisa/SEP (Biblioteca
para la actualización del maestro), pp. 102-132.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 431
No t engo la m enor idea de lo que m e sucede en la cabeza cuando no ent iendo al-
go.
Ricas o parcas, las respuest as prueban que los niños, est im ulados por una sim ple
pregunt a, son capaces de reflexionar sobre el propio pensam ient o y el propio aprendiza-
j e. Adem ás, m uchos de ellos t enían ideas m uy elaboradas y específicas sobre am bos pro-
cesos. Sus respuest as ilust ran la “ m et acognición” ; est o es, la reflexión sobre el pensar ( y
sobre el aprendizaj e) . La vivacidad de sus respuest as y la ut ilidad práct ica de m uchas de
sus est rat egias hablan de la im port ancia de lo que podríam os denom inar el m et acurrícu-
lum .
La ide a de l M e t a cu r r ícu lu m
La idea esencial del m et acurrículum es m uy sim ple. Dice que lo que ent endem os
com únm ent e por cont enido de una asignat ura, no incluye el conocim ient o de orden supe-
rior.
Pero ¿qué significa un conocim ient o de orden superior? Para em pezar, vam os a
proceder por m edio de ej em plos.
¾ Las ideas de los alum nos de cuart o y quint o grado ( t ranscript as en la sección ant e-
rior) sobre las pregunt as que deben form ularse para com prender algo const it uyen
un conocim ient o de orden superior: el conocim ient o acerca de cóm o obt ener cono-
cim ient o y com prensión.
¾ Las est rat egias generales para resolver problem as com o, por ej em plo, “ dividir un
problem a en subproblem as” , const it uyen un conocim ient o de orden superior: el
conocim ient o acerca de cóm o pensar correct am ent e.
¾ La fam iliaridad con ideas t ales com o hipót esis y prueba —y con lo que se hace con
esas ideas, com o form ular una hipót esis y buscar pruebas para det erm inar su ver-
dad o falsedad— const it uye un conocim ient o de orden superior sobre el pensa-
m ient o
¾ El conocim ient o acerca de lo que significa la prueba dent ro de cada asignat ura
—pruebas form ales en m at em át icas, experim ent os en ciencias, argum ent os a par-
t ir del t ext o y del cont ext o hist órico en lit erat ura— const it uye un conocim ient o de
orden superior sobre el m odo en que funcionan las asignat uras.
Com o lo indican est os ej em plos, lo que hace que el conocim ient o sea de orden su-
perior es su “ ám bit o de referencia” . El conocim ient o de orden superior se refiere a cóm o
se organizan los conocim ient os en la asignat ura ordinaria y a cóm o pensam os y apren-
dem os.
Las personas se quej an a m enudo de que el conocim ient o de orden superior sólo
consist e en generalidades desvinculadas de las asignat uras. Sin em bargo, gran part e de
Sin duda, la idea de una perspect iva superior es m uy int eresant e. Pero ¿hace fal-
t a? ¿Es, en verdad, necesaria para const ruir la escuela int eligent e?
Lo es, si deseam os alcanzar las t res m et as post uladas en el capít ulo I . Ya hem os
señalado allí que la práct ica pedagógica convencional no cum ple ninguno de los obj et ivos
propuest os. No vem os que los alum nos ret engan, com prendan o usen act ivam ent e el co-
nocim ient o com o nos gust aría que lo hicieran.
Pero, ¿cóm o aborda est as deficiencias el m et acurrículum ? Ocupándose direct am en-
t e de las t res m et as. En part icular, el m et acurrículum incluye la habilidad para m em ori-
zar, de m odo que se ocupa direct am ent e de la ret ención del conocim ient o. At iende a la
organización concept ual de las asignat uras y del pensam ient o de m odo que se ocupa di-
rect am ent e de la com prensión. Y al incluir adem ás la t ransferencia del aprendizaj e, se
Trat arem os de caract erizar la verdadera nat uraleza del m et acurrículum . En prim er
t érm ino, no const it uye un currículum apart e, con su propio periodo lect ivo. El m et acurrí-
culum no es un agregado sino que se funde con la enseñanza habit ual de las asignat uras,
am pliándolas y enriqueciéndolas. Sin pret ender ser exhaust ivos, enum erarem os algunos
com ponent es fundam ent ales del m et acurrículum , ofreciendo una breve reseña de los
m ism os, que profundizarem os en las próxim as secciones.
¾ Niveles de com prensión. Com o señalam os en el capít ulo 4, son clases de conoci-
m ient o que se hallan “ por encim a” del conocim ient o del cont enido por ser m ás
abst ract as, m ás genéricas y porque ofrecen m ás vent aj as ( por ej em plo, las est ra-
t egias para resolver problem as) .
¾ Lenguaj es del pensam ient o. Lenguaj es verbales, escrit os y gráficos que sust ent an
el pensam ient o no sólo en cada asignat ura en part icular, sino en t odas las asigna-
t uras.
¾ I m ágenes m ent ales int egradoras. I m ágenes m ent ales que ensam blan una discipli-
na ( o part e de ella) en un t odo m ás coherent e y significat ivo.
¾ Enseñar a t ransferir. Cóm o enseñar de m odo que los alum nos apliquen lo que han
aprendido a una disciplina específica, a ot ras disciplina o a sit uaciones fuera del
ám bit o escolar.
El concept o nos es fam iliar pues ya lo hem os analizado en el capít ulo ant erior. Lo
usam os aquí en el m ism o sent ido: se debe at ender no sólo a los hechos y rut inas sino a
los t res niveles de com prensión: el nivel relat ivo a la solución de problem as, el nivel epis-
t ém ico y el nivel de invest igación. Recordem os que el prim ero se ocupa de la solución de
los problem as t ípicos de una disciplina, el segundo se refiere a la nat uraleza de la prueba
y de la argum ent ación en esa disciplina, y el t ercero, a la clase de pregunt as e invest iga-
ciones que corresponden a dicha disciplina.
Est e es el sit io apropiado para señalar la im port ancia y la ut ilidad que t iene t odo
conocim ient o de orden superior. Las invest igaciones sobre la solución de problem as m a-
t em át icos dirigidas por Alan Schoenfeld han m ost rado que la enseñanza del buen m anej o
de los problem as y el uso de est rat egias para resolverlos aport a beneficios sust anciales.
Por ej em plo, los alum nos que aprenden a supervisar su progreso respect o de los proble-
m as, plant eándose pregunt as com o las siguient es: “ ¿he adelant ado realm ent e con est e
enfoque?” ; “ ¿es posible encont rar ot ro, en caso de no ser así?” ; “ ¿cóm o puedo verificar
Los le n gu a j e s de l pe n sa m ie n t o
Com o ya señalam os, la enseñanza de las habilidades del pensam ient o es part e in-
herent e del m et acurrículum y const it uye una em presa que ha generado una act ividad y
una polém ica considerable en el cam po de la pedagogía durant e las últ im as dos décadas.
Algunas de est as habilidades pert enecen a los niveles de com prensión que acabam os de
analizar. Ot ras parecen relacionarse m enos con las asignat uras. Por ej em plo, las habili-
dades que incum ben a la t om a de decisiones, a la solución de problem as práct icos en la
vida cot idiana o a la com unicación. Com o los niveles de com prensión de ninguna m anera
pueden t rat arse en conj unt o, analizarem os cada uno de ellos por separado.
Uno de los problem as con el m ovim ient o en pro de las habilidades del pensar, t ie-
ne que ver con la lim it ación del t érm ino “ habilidades” . En realidad, a nadie que se dedi-
que a la enseñanza del pensam ient o le sat isface la palabra. “ Cult ivar los lenguaj es del
pensam ient o” nos parece una m anera m ás am plia y flexible de com prender la t area.
El le n gu a j e de la s e st r a t e gia s
Adem ás del lenguaj e cot idiano ( “ creer” , “ predecir” , et cét era) exist e un lenguaj e de
las est rat egias del pensam ient o. Las t ent at ivas de perfeccionar ciert as clases específicas
de pensam ient o —solución de problem as, t om a de decisiones, razonam ient o causal, et -
cét era— incluyen concept os y est rat egias que perm it en a los alum nos m anipular m ej or la
clase de pensam ient o de que se t rat a.
Un buen razonam ient o causal im plica el uso de un conj unt o de t érm inos y concep-
t os significat ivos: causa, efect o, causa suficient e versus causa cont ribuyent e, causas
m últ iples, et cét era. Exist en paut as a las que adherir y advert encias respect o de lo que
hay que evit ar: por ej em plo, la correlación no const it uye una prueba suficient e de causa-
ción. El alza de la t asa de delincuencia a part ir del advenim ient o de la t elevisión ( la co-
rrelación ent re am bos acont ecim ient os) no prueba que la t elevisión dé origen a la delin-
cuencia. Quizá am bos fenóm enos sean causados por un t ercero. O quizá se t rat e de una
m era coincidencia. En t odo caso, es necesario conocer la t ram pa para no caer en ella:
m uchos est udiant es ( ¡y no sólo est udiant es! ) consideran que la correlación es una prue-
ba cont undent e de causación, pero no es así.
El razonam ient o causal es un “ buen lenguaj e” y vale la pena cult ivarlo en los est u-
diant es, ya que t iene num erosas aplicaciones en el currículum : invest igar las causas de
la guerra, las drogas, la delincuencia o —para hablar de cosas m enos som brías— por qué
funciona un cohet e, por qué at em pera el am bient e un aparat o de aire acondicionado o
por qué un poem a habla a sus lect ores con elocuencia, infundiéndoles energía. Los con-
cept os, palabras y est rat egias del lenguaj e causal incluyen ideas cot idianas ( com o las de
causa y efect o) pero t am bién algunas que son m ás t écnicas ( com o causa cont ribuyent e y
correlación) . Hast a ciert o punt o, est as no form an part e de nuest ro pat rim onio lingüíst ico
com ún, pero es convenient e recordarlas si deseam os razonar bien sobre las causas y los
efect os.
Exist en pruebas considerables de que algunos concept os y est rat egias del pensa-
m ient o se pueden enseñar de m anera direct a y con result ados sat isfact orios. Hace algu-
nos años, un grupo de invest igadores, ent re los cuales m e encont raba, escribim os y so-
m et im os a prueba un curso llam ado “ La int eligencia del proyect o” , que ahora se ha dis-
t ribuido en los Est ados Unidos con el nom bre de Odissey [ Odisea] . El curso se desarrolló
en la Universidad de Harvard, y en la firm a consult ora Bolt , Beranek y Newm an, de Cam -
Volca r e l pe n sa m ie n t o e n e l pa pe l
La expresión “ lenguaj es del pensam ient o” alude, inevit ablem ent e, a los lenguaj es
verbales. Pero est o es un t ant o engañoso, ya que algunos program as y experim ent os in-
t eresant es ut ilizan, en realidad, sím bolos visuales. Joseph Novak y sus colaboradores de
la Universidad de Cornell han dirigido algunos est udios sobre el em pleo, por part e de los
alum nos, de “ la represent ación gráfica de los concept os” , una form a de diagram ar las re-
laciones concept uales com plej as. Los “ encadenam ient os” y los “ m apas m ent ales” son
ot ras t écnicas sim ilares. La idea general es confeccionar una red de líneas que conect en
las palabras por m edio de oraciones breves. Para diagram ar, por ej em plo, la ecología de
un est anque, se conect a “ renacuaj os” con “ ranas” m ediant e un rót ulo que dice: “ se
t ransform a en” . Tam bién se puede conect ar “ ranas” con “ m oscas” m ediant e un rót ulo
La con e x ión cu lt u r a l
La idea de los lenguaj es del pensam ient o t iene ot ra vent aj a sobre el concept o de
“ habilidades” : su sesgo cult ural. La prim era sugiere que la educación es t ant o un proceso
de t ranscult uración com o de aprendizaj e de conocim ient os part iculares. No se puede ac-
ceder a un aprendizaj e reflexivo si al m ism o t iem po no se crea una cult ura del aprendiza-
j e reflexivo en el aula. Ello depende de la m anera en que los m aest ros les hablan a los
alum nos, los alum nos les hablan a los m aest ros y los alum nos hablan ent re sí. Y hablar
significa, en est e cont ext o, no sólo em plear un vocabulario, sino t ener en cuent a el est ilo
y la finalidad de ese vocabulario.
Es posible que al est udiant e de la clase t rabaj adora, que se ha esforzado deno-
dadam ent e por alcanzar una posición m ás encum brada, el j uego int elect ual le
parezca absurdo e incluso am enazador. Es m ucho lo que puede perder. ¿Cóm o
va a considerar ent onces propuest as alt ernat ivas? ¿Por qué va a dilapidar el
t iem po en fant asías y proyect os ext ravagant es e incluso peligrosos? El debe t o-
m ar el cam ino direct o y seguro.
Lighfoot señala, asim ism o, que una enseñanza int eligent e siem pre cuent a con m e-
dios para at raer a los est udiant es, sea a t ravés de los debat es públicos, del rit m o vivaz
de la inst rucción, et cét era. “ El j uego” del que habla es ni m ás ni m enos que el aprendiza-
j e reflexivo.
En sínt esis, el área general de los lenguaj es del pensam ient o ofrece al m et acurrí-
culum un corpus m ás im port ant e de cont enidos, que incluye: 1) la reinst auración en las
aulas de los t érm inos del vocabulario com ún que aluden al pensar ( creencias, prueba,
hipót esis) ; 2) el cult ivo de concept os y est rat egias aplicables a la t om a de decisiones, a
la resolución de problem as y a las clases de pensam ient o relacionadas con ést as; 3) la
incorporación de nuevas m aneras de volcar el pensam ient o en el papel ( represent ación
gráfica de los concept os) y el em pleo de las form as t radicionales del t ext o, a fin de aliviar
la carga cognit iva y proporcionar m ás oport unidades para aprehender los pensam ient os y
reflexionar sobre ellos; 4) fom ent ar, genéricam ent e, una cult ura del aula reflexiva.
¿Todo est o es com plicado para los m aest ros? ¿Acaso m uy difícil para los est udian-
t es en riesgo y para los lent os? Por supuest o, si hubiera que lograrlo en un sem est re. Pe-
ro no es el caso. I m aginem os una enseñanza que usara act ivam ent e el lenguaj e del pen-
sam ient o a lo largo del t iem po e int roduj era, ocasionalm ent e, una perspect iva m ás pro-
funda sobre ciert as clases fundam ent ales de pensam ient o t ales com o el razonam ient o
causal o la t om a de decisiones; que luego fam iliarizara a los est udiant es con la represen-
t ación gráfica de los concept os y ot ras herram ient as para volcar el pensam ient o en el
papel; y que se ocupara siem pre de m ant ener vivas las ideas esenciales y de llevarlas un
poco m ás lej os cada vez. El t iem po es uno de los grandes recursos que posee la educa-
ción pública. A pesar de los currículos abarrot ados ( o a causa de ello, ya que buena part e
de ese m at erial no m erece que se le prest e at ención) hay t iem po suficient e para cons-
t ruir una ram pa cuyo suave declive nos conduzca a un aula verdaderam ent e reflexiva.
Pa sion e s in t e le ct u a le s
Hem os dicho ant es que la cult ura era una cuest ión de lenguaj e y de com unicación.
El agregado de la est ét ica im plica que los alum nos no sólo est án cognit ivam ent e
int eresados sino t am bién caut ivados por los fenóm enos, principios y discrepan-
cias que encuent ran en el ent orno. Para que el cerebro com prenda, el corazón
t iene que escuchar prim ero.
Pero generalm ent e las escuelas no dan razones para que el corazón escuche. En I n
t he Nam e of Excellence, un exam en sobre la reform a escolar, Robert Toch se refiere con
inquiet ud a la negligencia general respect o del lado hum ano de las escuelas. Ut iliza las
palabras de adolescent es para acusar a un sist em a que los apart a de la educación e in-
cluso los enem ist a con ella: “ ¿La escuela? Sólo es un pret ext o para huir de los problem as
hogareños. Los chicos no vienen a aprender: sim plem ent e vienen” , dij o un est udiant e de
California, de nivel secundario inferior. Ot ro, pert enecient e al nivel secundario superior,
lo expresó así: “ Sólo est oy haciendo t iem po” . En cuant o a los int ent os por reform ar la
escuela, Toch nos adviert e:
Hast a la fecha, el desint erés am pliam ent e difundido ent re los est udiant es y la ac-
t it ud de las escuelas, que agrava en gran m edida ese desint erés, han recibido es-
casa at ención dent ro del m ovim ient o en pro de la excelencia en la educación. En
su im paciencia por m ej orar la calidad de la enseñanza, el m ovim ient o ha descui-
dado el elem ent o hum ano de la crisis en la educación pública.
Ciert am ent e, t odo pensam ient o de calidad es vigoroso y apasionado. Los filósofos,
m ás que los psicólogos, han subrayado el punt o. John Dewey, que dio form a a la t eoría
de la educación durant e la prim era m it ad del siglo y fue uno de los fundadores del m ovi-
m ient o progresivo en pedagogía, señaló la im port ancia de cult ivar t ant o los hábit os com o
la disposición al pensam ient o reflexivo. E hizo referencia a t res act ividades específicas
que a su j uicio eran fundam ent ales: la apert ura de la m ent e, la sinceridad y la responsa-
bilidad.
I srael Scheffler, reconocido filósofo de la educación en la Universidad de Harvard,
escribió sobre “ las em ociones cognit ivas” , un prem edit ado oxím oron. Aunque las em ocio-
nes suelen considerarse las enem igas nat urales del pensam ient o, Scheffler afirm a que
algunas de ellas —com o el am or a la verdad, la necesidad de ser ecuánim e, el placer por
la invest igación, et cét era— son prim ordiales para el buen pensar. En realidad, est as m is-
m as frases revelan un uso apasionado del lenguaj e del pensam ient o. Los m aest ros que
expresan sus ideas en un lenguaj e apasionado y que m anifiest an, a t ravés de su conduc-
I m á ge n e s m e n t a le s in t e gr a dor a s
Apr e n de r a a pr e n de r
Una de las conclusiones m ás elem ent ales a las que ha arribado la psicología del
aprendizaj e es la siguient e: los seres hum anos —e incluso algunos anim ales— no sola-
m ent e aprenden sino que aprenden a aprender; es decir, a crear concept os y com port a-
m ient os que sirven al aprendizaj e en sí m ism o. El proceso com ienza a edad m uy t em pra-
na. Los niños que est án em pezando a hablar bast ant e bien, ya t ienen nociones sobre el
En se ñ a r a t r a n sfe r ir
Una prem isa pedagógica elem ent al dice que no se aprenden fracciones arit m ét icas
para aprobar un exam en ni se diagram an oraciones por el m ero gust o de hacerlo. Al m e-
nos desde un punt o de vist a ideal, las asignat uras se vinculan ent re sí y t am bién se vin-
culan con la vida fuera de las aulas.
Est o se relaciona con uno de los t em as m ás im port ant es y polém icos de la psicolo-
gía del aprendizaj e: el problem a de la t ransferencia. “ Transferir” significa aprender algo
en una sit uación det erm inada y luego aplicarlo a ot ra m uy diferent e; digam os, aplicar la
m at em át ica que se aprende en la escuela en la clase de física o en el superm ercado. Pero
el problem a, para los educadores, es que a m enudo la t ransferencia no se produce. Los
profesores de ciencias, por ej em plo, se quej an porque t ienen que volver a enseñar m a-
t em át ica a sus alum nos, aunque ést os aparent em ent e se m anej an bien en las clases de
esa asignat ura. ¿Por qué ent onces sus conocim ient os m at em át icos no han podido pasar
al área de la física?
Para cont ar gráficam ent e la hist oria de la t ransferencia t al com o ha sucedido a lo
La t e or ía de la pa st or a con fia da
La t e or ía de la ove j a pe r dida
La hist oria de t ant os descubrim ient os negat ivos sobre la t ransferencia ha im pulsa-
do la t eoría de lo que podem os llam ar “ la ovej a perdida” . La t eoría sim plem ent e dice que
la t ransferencia es una causa perdida. Las personas, en general, no saben t ransferir los
conocim ient os y habilidades adquiridos en un cont ext o a ot ro diferent e. Algunos psicólo-
gos alegan que acaso el conocim ient o y la habilidad est án, por su m ism a nat uraleza, de-
m asiado suj et os a un cont ext o com o para perm it ir una t ransferencia út il considerable.
Adem ás, cuando el conocim ient o adquirido en el cont ext o A se aplica genuina y prove-
chosam ent e al cont ext o B, las personas no suelen ver la conexión.
Aunque est a post ura ha sido defendida con vehem encia en algunos sect ores, a m i
j uicio es errónea, ya que es product o de una concepción m uy sim plist a que no especifica
cuándo es dable esperar la t ransferencia y cuándo es im probable que ocurra. En realidad,
una buena razón para oponerse al pesim ism o reinant e son los experim ent os que m ues-
t ran la fact ibilidad de la t ransferencia, pese al aluvión de hallazgos negat ivos.
Los invest igadores Clem ent s y Gullo exam inaron la t ransferencia de las habilidades
La t e or ía de l bu e n pa st or
Todo est o aum ent a la cot ización de la t ercera t eoría de la t ransferencia, que ade-
m ás es nuest ra favorit a: la t eoría del buen past or. La t eoría del buen past or reconoce lo
que la t eoría de la past ora confiada no reconoce: la t ransferencia no se produce t an es-
pont áneam ent e com o desearíam os. Al m ism o t iem po, niega la t eoría de la ovej a perdida:
pese al pesim ism o, la t ransferencia es absolut am ent e posible. El problem a es que no po-
dem os esperar a que se produzca sino que debem os “ guiarla” ( com o el past or a su reba-
ño) , est ableciendo condiciones de aprendizaj e que la propicien.
En una ingeniosa serie de experim ent os, Ann Brown, de la Universidad de Califor-
nia en Berkeley, invest igó si los niños eran capaces o no de t ransferir concept os abst rac-
t os de un cont ext o de aplicación a ot ro. En uno de los est udios, Brown y sus colaborado-
res dem ost raron que los niños de t res años percibían el paralelism o de los problem as y
los solucionaban por analogía, siem pre que se les pidiera que buscasen las sim ilit udes.
Por ej em plo, veían la relación ent re una persona que ayuda a un niño a salir de un pozo
alcanzándole una azada, y una persona que ayuda a una niña en un bot e a la deriva, al-
canzándole una caña de pescar. En ot ro de los est udios, Brown y sus colaboradores m os-
t raron que los niños y los adolescent es aprendieron a buscar esas conexiones por sí
m ism os, de m odo que no había necesidad de incit arlos t odo el t iem po.
A part ir de ést os y ot ros est udios. Ann Brown concluyó que es m ás probable que
se produzca la t ransferencia en los siguient es casos: 1) cuando el conocim ient o a ser
t ransferido se halla en una relación de causa- efect o; 2) cuando durant e el aprendizaj e se
pone el acent o en la flexibilidad y en la posibilidad de las m últ iples aplicaciones del cono-
cim ient o; 3) cuando se hace la t ent at iva de ext raer un principio det erm inado de su con-
t ext o inicial de aprendizaj e. Las dos últ im as condiciones corresponden a las que Salom on
y Perkins est ablecen com o necesarias para la t ransferencia de orden superior.
Gu ia r la t r a n sfe r e n cia
Un e j e m plo sobr e la e n se ñ a n za de l
m e t a cu r r ícu lu m
Espero que las páginas precedent es hayan servido com o una especie de ilust ración
de lo que debe ser el m et acurrículum . Pero ofrecer una ilust ración no es lo m ism o que
ofrecer una pint ura vívida de lo que realm ent e podría ser. Lo m ism o que al final del capí-
t ulo ant erior —para una pedagogía de la com prensión— sólo podem os apelar a nuest ra
im aginación. Pero quizá no necesit em os dem asiado, ya que en la act ualidad hay m uchos
docent es que est án enseñando part es del m et acurrículum ; es decir, enseñan lenguaj es
del pensam ient o, enseñan a t ransferir, em plean im ágenes m ent ales int egradoras y cult i-
van el espírit u crít ico.
Supongam os que nuest ros alum nos est án est udiando la Const it ución de los Est a-
dos Unidos, un t em a sagrado en el cont enido del currículum . En un curso t radicional,
probablem ent e leerían part es de la Const it ución, se inform arían sobre la función y la im -
port ancia de ciert os com ponent es —com o la Declaración de Derechos— y responderían a
pregunt as cent radas en los hechos, que les perm it irían desplegar sus conocim ient os so-
bre lo que dice la Const it ución. El m et acurrículum no sólo exigiría algo m ás sino algo m ás
D a vid Pe r k in s
Est e es el relat o de los t res cuadernos de Alfredo. El prim ero lo com enzó a los
quince años, cuando él y sus com pañeros est udiaban en la Liga de las Naciones y Las
Naciones Unidas en la clase de hist oria. Al profesor le int eresaba est im ular el pensam ien-
t o de los alum nos y Alfredo, que era reflexivo por nat uraleza, anot aba en el cuaderno t o-
da la inform ación sobre am bas organizaciones, agregando sus propias ideas sobre lo que
había pasado, por qué había pasado y cuál era su significado.
Pero sucede algo ext raño con el cuaderno de Alfredo. Lo que allí se regist ra no
cuent a com o part e de lo aprendido. A sólo dos sem anas del exam en final, Alfredo se
asegura de que t odo lo que ha escrit o en el cuaderno t am bién est é en su cabeza, ya que
la evaluación será a libro cerrado ( incluyendo redacción) . Lo escrit o en el cuaderno, aun-
que signifique un esfuerzo por organizar la inform ación y una buena dosis de pensam ien-
t o, sim plem ent e no cuent a. El esfuerzo cognit ivo le report ará, indudablem ent e, algunos
beneficios secundarios, com o recordar el cont enido de la m at eria. Pero el cuaderno en sí
m ism o no t iene ningún valor para el exam en.
Alfredo lleva un segundo cuaderno sobre la serie épica de Mazm orras y Dragones,
un j uego en el que t am bién part icipan sus am igos. La índole de est e cuaderno es m uy di-
ferent e de la del prim ero. Por ej em plo, el diagram a de las m azm orras, las not as acerca
de los principales peligros, et cét era, form an part e de lo que Alfredo ha aprendido. Cuan-
do no recuerda algo, lo busca en el cuaderno. Pero ést e no es el único recurso; t am bién
lo son los am igos, con los cuales int ercam bia inform ación y opiniones. A diferencia de lo
que sucede en el aula, en Mazm orras y Dragones los j óvenes cooperan, com pit en ent re sí
y cada uno confía en el pensam ient o y en los conocim ient os de los dem ás.
El t ercer cuaderno de Alfredo com ienza quince años m ás t arde, cuando ya es un
j oven ingeniero int egrant e de un equipo t écnico encargado de diseñar un nuevo puent e
sobre el río Hudson. El equipo no sólo est á com puest o por personas int eresadas en lo
que hacen, sino por un conj unt o de apoyos físicos que sust ent an la cognición. El cuader-
no de Alfredo, que rebosa de ideas y especificaciones, se com plem ent a con un sist em a
de diseño por com put ación, libros especializados en el t em a que incluyen un buen núm e-
∗
En La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, México, Gedisa/SEP (Biblioteca
para la actualización del maestro), pp. 133-155.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 459
ro de reglam ent os, publicaciones periódicas sobre los últ im os avances de la ingeniería,
m em orandos que int ercam bian los m iem bros del equipo, una m aquet a del puent e, calcu-
ladoras m anuales, et cét era.
Com parada con el j uego de Mazm orras y Dragones, o con la profesión de ingenie-
ro, el aula t radicional com ienza a parecer un lugar ext raño. En m uchos sent idos, la es-
cuela se dirige decididam ent e a lo que podríam os denom inar “ el sist em a de la persona
sola” . La persona sola es la que adquiere conocim ient os y habilidades, resuelve proble-
m as m at em át icos, escribe com posiciones y en lugar de recurrir a fuent es de fácil acceso,
guarda t odo el conocim ient o y la habilidad en la cabeza.
Es dable alegar que al m enos se est im ula a los niños a que elaboren sus ideas por
m edio del lápiz y el papel, de m odo que hast a ciert o punt o las escuelas reconocen la im -
port ancia de los apoyos físicos en la cognición. Bueno, a veces no la reconocen. Si se lo
piensa con det enim ient o, el lápiz y el papel t olerados en los exám enes cum plen ot ros
propósit os. En realidad, lo que se est á est im ulando no es el hecho de volcar el pensa-
m ient o en el papel sino el de m ost rar el pensam ient o en el papel. El lápiz y el papel no
son vehículos pot ent es que dan apoyo a la cognición sino sim ples adm inículos que com u-
nican al m aest ro lo que el alum no t iene en la cabeza.
Tam bién cabe alegar que hay exám enes a libro abiert o. Sí. Los exám enes a libr o
abiert o señalan la dirección correct a, pues reconocen que en el m undo fuera de las aulas
las personas obt ienen inform ación de t oda clase de fuent es. Pero no por ello dej an de ser
una honrosa excepción a la t endencia m ayorit aria.
Lo que se opone a la persona sola es, m et afóricam ent e hablando, “ la persona m ás
el ent orno” . La m odalidad de operar solo —sin colaboración, sin recursos físicos ext ernos
y sin inform ación provenient e de afuera— no es la habit ual. Norm alm ent e, sea en sus
hogares, en los lugares de t rabaj o o de recreación, la gent e funciona según dist int as ver-
siones de la “ persona m ás el ent orno” , haciendo uso int ensivo de la inform ación y de los
recursos físicos, y t am bién de la acción y la dependencia recíprocas con los ot ros.
Est o no sucede por casualidad. Los seres hum anos funcionan com o persona m ás el
ent orno porque eso les perm it e desarrollar m ej or sus apt it udes e int ereses.
Adem ás de las escuelas, la t eoría y la experim ent ación psicológicas son, lam ent a-
blem ent e, ot ro bast ión de la perspect iva basada en la persona sola. La pregunt a clásica
de la psicología es: “ ¿Qué sucede en la m ent e?” o, desde la perspect iva de la psicología
conduct ist a de B. F. Skinner ( que no cree en la m ent e) : “ ¿Cóm o reacciona el organism o
del individuo a los est ím ulos?” . Al igual que en las aulas, est os experim ent os se realizan
con un m ínim o de apoyo físico y social para el suj et o. Los invest igadores se pregunt an
qué puede hacer un suj et o con un equipam ient o m ínim o y, ciert am ent e, sin la ayuda de
Salvo en las escuelas y en los laborat orios psicológicos la perspect iva cent rada en
la persona m ás el ent orno es la regla y no la excepción. Operam os en est recha alianza
con nuest ro ent orno físico, social y sim bólico. ¿Qué significaría im pulsar la práct ica peda-
gógica en est a dirección? Sin pret ender agot ar el t em a, present am os aquí algunas ideas
ext raídas de una serie de experiencias pedagógicas innovadoras.
Los m edios t radicionales para repart ir la cognición en las aulas —t ext os, lect uras,
afiches, et cét era— t ienen que ver con el sum inist ro de inform ación. El product o —lo que
dicen y escriben los alum nos— es m enos variado desde el punt o de vist a form al: proble-
m as, cuest ionarios y redacciones. Est os product os generalm ent e no son vist os com o el
proceso de volcar en el papel lo que se ha pensado sobre un t em a, sino com o un m odo
de poner a prueba y ej ercit ar el pensam ient o que el alum no t iene en la cabeza.
Pero hay m uchas m aneras de revert ir la sit uación. Una de las m ás com unes con-
sist e en llevar un diario, en el cual el alum no escribe sobre los dist int os t em as de las
asignat uras, a la vez que regist ra sus progresos en la com prensión de esos t em as. Los
diarios son út iles t ant o para la com prensión de la asignat ura com o para el desarrollo m e-
t acognit ivo del est udiant e.
John Barell, una figura de prest igio dent ro de la pedagogía cont em poránea que se
ha esforzado por cult ivar el pensam ient o en las aulas, m enciona las reflexiones not ables
que aparecen en los diarios de los alum nos acerca de lo que aprenden y de lo que no
aprenden. Barell ha creado un t ipo de diarios que no sólo ayuda a resolver problem as si-
no a encont rarlos y a enunciarlos correct am ent e. En el ej em plo que cit am os a cont inua-
ción, una alum na de la escuela secundaria reflexiona sobre un problem a que la inquiet a y
que no es m uy diferent e del que nos ocupa.
Supongo que podría decir que soy una persona int eligent e. Por lo general, obt en-
go buenas calificaciones. Sin em bargo, sé que no est oy preparada para lograr lo
que deseo y eso m e preocupa. Me sient o com o una cint a grabadora que repit e y
repit e lo que oye. Y eso m e asust a… Cum plo con m i t area pero falt a m ot ivación.
Aprobé con buenas not as el exam en sobre I owa y los exám enes est at ales, pero
siem pre usan el m ism o m ét odo de selección m últ iple. Pienso que cuando dej e la
escuela y nadie m e alcance el cuest ionario con la inform ación y las pregunt as m e
sent iré perdida.
La esuela no es nada realist a en ese aspect o. Los est udiant es que hacen las co-
sas bien con frecuencia sólo repit en lo que dice el profesor…
Hay ot ras m aneras de llevar diarios que habilit an a los alum nos a rast rear sus
pensam ient os sobre un t em a específico a m edida que lo elaboran.
Una innovación que ha despert ado considerable int erés en el ám bit o pedagógico
son las carpet as. Los est udiant es guardan en las carpet as product os que consideran im -
port ant es no sólo en lengua sino en ciencias, m at em át icas y ot ras asignat uras; ensayos,
not as, diagram as, et cét era. Se t rat a de una act ividad select iva, pues sólo se incluyen los
m at eriales que, según el alum no, reflej an m ás cabalm ent e los conocim ient os aprehendi-
dos al t iem po que los expresan m ej or. Para los m aest ros, la carpet a const it uye un obj et o
Todo educador que sea conscient e del panoram a pedagógico cont em poráneo sabe
lo que significa el aprendizaj e cooperat ivo. Com o señalam os en el capít ulo 3, las invest i-
gaciones indican que las t écnicas usadas en est e t ipo de aprendizaj e increm ent an el ren-
dim ient o de los alum nos. En su reseña de las invest igaciones sobre el aprendizaj e coope-
rat ivo, las psicólogas de la educación Annn Brow n y Annem arie Palincsar afirm an que
esos efect os benéficos no deben at ribuirse solam ent e a la m era form ación de grupos de
est udio sino a lo que sucede en esos grupos; est o es, a la m anera de usar los m at eriales
didáct icos, a la clase de relaciones que se est ablecen y se fom ent an ent re los alum nos
et cét era.
La int eligencia socialm ent e repart ida depende, de m anera inevit able, de la dist ri-
bución física de la int eligencia. A m enudo se recom ienda que los grupos de cooperación
PRI MER ALUMNO: Veam os. Si Aarón cort a un apart e del césped y Boris la
( EL QUE RESUELVE EL ot ra, los dos j unt os lo harán m ás rápidam ent e.
PROBLEMA)
OYENTE: Supongo que sí
PRI MER ALUMNO: La clave es averiguar cuánt o t iem po ahorran, o cuant o
t iem po les lleva. Déj am e pensar… Debe ser algo así com o
sacar el prom edio.
El e fe ct o “opor t u n ist a ”
Muchos de los ej em plos precedent es nos result an fam iliares. Si hay algo nuevo, no
son las ideas específicas sino el m odo de verlas. Ellas son part e de la m isión de redist ri-
buir m ás am pliam ent e la cognición en las escuelas y const it uyen un enfoque de la educa-
ción cent rado en la persona m ás el ent orno, que propone diversas m aneras de reorgani-
zar el proceso de aprendizaj e.
Sin em bargo, para que las cosas no parezcan t an ut ópicas, exist e un fact or fun-
dam ent al que am enaza t oda em presa y que denom ino el efect o “ oport unist a” .
El efect o oport unist a es la creencia de m uchos reform adores en el im pact o que
t ienen las nuevas t ecnologías y ot ras innovaciones, t ales com o el aprendizaj e cooperat ivo
y la t ut oría ent re pares. Dicha creencia puede enunciarse en una sim ple oración: Cuando
les dam os oport unidades que est án al alcance de su m ano, los alum nos las aprovechan.
Por ej em plo, el efect o oport unist a supone que si ponem os a disposición de los j ó-
venes escrit ores un procesador de palabras, ést os aprovecharán la oport unidad para
hacer una revisión est ruct ural de sus relat os y ensayos, lo cual es m uy engorroso si se lo
hace con lápiz y papel. Tam bién supone que si los fam iliarizam os con los lenguaj es de
Com o lo sugieren est os ej em plos, las pregunt as del “ socio redact or” no est án des-
t inadas a cuest ionar los punt os sut iles de la escrit ura sino los básicos, que son los que
com únm ent e descuidan los est udiant es. Est e t ipo de ent ornos van m ás allá del clásico
Qu ié n e s e l j e fe y e n qu é m om e n t o lo e s
Si la int eligencia se puede repart ir de dist int as m aneras, es posible form ular una
pregunt a inquiet ant e: ¿quién es el j efe y en qué m om ent o lo es?
Para decirlo de un m odo m ás form al, las personas, las sociedades e incluso ciert os
sist em as m ecánicos poseen lo que podríam os denom inar una “ función ej ecut iva” . Exist en
m ecanism os que guían la act ividad global, confront ando los m om ent os de decisión y re-
solviendo cuándo es convenient e llevar a cabo las diferent es t areas. De m anera que si la
cognición es repart ida, es válido pregunt arse: ¿cóm o se repart e, específicam ent e, la fun-
ción ej ecut iva?
No es difícil reconocer algunos argum ent os. Generalm ent e t endem os a pensar que
las personas deciden por sí m ism as. Aunque se puedan repart ir ot ras funciones cognit i-
vas, t om ar una decisión es una act ividad que le com pet e únicam ent e al individuo. Pero
est o es sólo una posibilidad. Por ej em plo, durant e la enseñanza convencional el docent e
decide lo que hay que hacer y en qué m om ent o hay que hacerlo. Los alum nos cum plen el
program a de est udios del m aest ro y su función ej ecut iva se lim it a a t om ar decisiones
m enores dent ro de ese program a. Un m anual o un libro de ej ercicios incluye un conj unt o
t ácit o —y a veces explícit o— de sugerencias de orden ej ecut ivo: léase el capít ulo desde
el com ienzo; responda a las pregunt as al final del capít ulo; llene los blancos, et cét era.
En sínt esis, los alum nos ( y ot ras personas) ceden habit ualm ent e el cont rol ej ecut i-
vo a una part e del ent orno, sea el m aest ro, el m anual o el libro de ej ercicios, y lo hacen
de m iles de m aneras. Ahora bien, t odo est o puede int erpret arse com o los prolegóm enos
de una declaración revolucionaria que est uviera a punt o de hacer, digam os, sobre la libe-
ración de los est udiant es respect o de la aut ocracia del ent orno. Nada m ás lej os de m i
propósit o.
Ceder la función ej ecut iva al ent orno es, por el cont rario, una de las est rat egias
cognit ivas m ás eficaces que poseem os. En la vida cot idiana se lo hace cont inuam ent e.
1. ¿Exist e una función ej ecut iva adecuada en alguna part e del sist em a de la persona
m ás el ent orno en cuest ión?
2. ¿Cuándo los alum nos ceden la función ej ecut iva, la recuperan?
La prim era pregunt a es im port ant e j ust am ent e porque la repuest a es negat iva en
la gran m ayoría de los casos. De hecho, se vincula con el problem a del efect o oport unis-
t a. ¿Por qué los est udiant es no aprovechan las oport unidades brindadas por las diversas
t ecnologías? Porque, con hart a frecuencia, las t ecnologías se present an com o una espe-
cie de arenero cognit ivo, y lo que proponen es const ruir lo que se pueda dent ro de él. Pe-
ro ni en el alum no ni en la t ecnología exist e una función ej ecut iva que orient e a ést e para
reconocer y aprovechar las oport unidades.
¿Y por qué los est udiant es t ienen en un principio dificult ades para t rabaj ar produc-
t ivam ent e en grupos cooperat ivos? Considerem os sus experiencias previas. I nicialm ent e,
hicieron lo que ellos m ism os o el m aest ro querían. Pero el aprendizaj e cooperat ivo plan-
t ea nuevos problem as respect o de la dist ribución de la función ej ecut iva en el grupo. Los
est udiant es necesit an, con una guía adecuada, encont rar poco a poco su cam ino dent ro
de paut as de consenso, resolver los desacuerdos y ot ras cosas sim ilares, si desean fun-
cionar bien.
La segunda pregunt a —¿los alum nos recuperan la función ej ecut iva?— es im por-
t ant e porque buena part e de la práct ica pedagógica confiere “ t ransit oriam ent e” la función
ej ecut iva a m aest ros y m at eriales didáct icos. Pero los est udiant es nunca la recobran.
La selección de los problem as es un ej em plo que ilust ra m uy bien el caso. Los do-
cent es y los m anuales m onopolizan, práct icam ent e, la elección de los problem as, deci-
diendo por los alum nos cuáles m erecen at ención e incluso en qué orden deben ser t rat a-
Un e j e m plo de la e n se ñ a n za ce n t r a da e n la
pe r son a m á s e l e n t or n o
A part ir de los t res cuadernos de Alfredo, recorrim os un cam ino que nos ha perm i-
t ido alcanzar una visión m ás am plia de lo que debe ser la práct ica pedagógica. La m ayor
part e de lo que ocurre en las aulas así com o la m ayor part e de la invest igación psicológi-
ca se inclinan, decididam ent e, por una perspect iva de la cognición cent rada en la persona
sola, sin t ener en cuent a que las personas ut ilizan norm alm ent e los recursos del ent orno
( incluyendo a ot ra gent e) para sust ent ar, com part ir y conducir el proceso cognit ivo.
Una escuela int eligent e debe ser dist int a. Necesit am os un enfoque de la enseñanza
y del aprendizaj e cent rado en la persona m ás el ent orno. Necesit am os t rat ar a ést a com o
un sist em a único, en el cual se considere pensam ient o a t odo lo que se hace parcialm en-
t e en ese ent orno, y aprendizaj e, a las huellas dej adas en ciert as part es del m ism o ( por
ej em plo, un cuaderno) . La escuela int eligent e debe desafiar la hegem onía del enfoque
cent rado en la persona sola.
Est e desafío im plica prest ar at ención a ciert as cosas. En prim er t érm ino, a la bús-
queda de oport unidades ( y m uchas innovaciones en vigencia realm ent e las buscan) para
repart ir m ás am pliam ent e el funcionam ient o cognit ivo con la ayuda de art efact os físicos
( ordenadores) , de configuraciones sociales ( grupos cooperat ivos) y de sist em as sim bóli-
cos ( los diversos lenguaj es del pensam ient o) . En segundo t érm ino, a la creencia equivo-
cada en el efect o oport unist a; est o es, a la idea de que bast a inst alar nuevas form as de
repart ir la cognición para que las cosas sucedan. En realidad, el aprovecham ient o de las
oport unidades requiere de una m ediación. En t ercer t érm ino, a un repart o sum am ent e
cuidadoso de la función ej ecut iva —quién decide lo que hay que hacer— a fin de garant i-
zar que en alguna part e del sist em a haya siem pre una buena función ej ecut iva que, t ar-
de o t em prano, t erm inará en los alum nos.
Pero, ¿cóm o sería realm ent e t odo est o? I m aginem os una clase que t enga que re-
solver el siguient e acert ij o: ¿de qué m anera organizaría ust ed una carrera ent re una
horm iga y un perro que fuera j ust a para am bos? Ciert am ent e, el acert ij o es sólo una par-
t e del proyect o que han em prendido los alum nos. Un art ificio, digam os, que sirve de m o-
t ivación. Los alum nos est án invest igando la locom oción anim al en general. Dent ro del
t em a, algunos punt os se relacionan con la biología, la m at em át ica y la física. Por ej em -
plo:
Te ne r cuida do con:
• El ( inciert o) efect o oport unist a. El beneficio de las nuevas configuraciones físicas, sociales
y sim bólicas no es aut om át ico. Se necesit a ayuda para reconocer las oport unidades y para
m anej ar la carga cognit iva. Cuidadosa est ruct uración de las m ot ivaciones.
• La función ej ecut iva en las t ares de dirección. La exist encia de una buena función ej ecut i-
va en alguna part e del sist em a, no necesariam ent e en el alum no. Est e recobra, finalm en-
t e, la función ej ecut iva.
¿Cóm o se adapt an est as form as de locom oción al est ilo de vida del organism o
que en cada caso se sirve de ella? ¿Cuáles son los cost os y beneficios? ( El vuelo
dem anda m ás energía pero perm it e escapar m ás rápidam ent e de los predadores
t errest res, al t iem po que proporciona una visión panorám ica) .
¿A qué velocidad se desplazan los anim ales y cóm o se det erm ina esa velocidad?
¿En t érm inos absolut os? ¿En t érm inos relat ivos al t am año de los anim ales o a la
velocidad de los predadores? ( La pregunt a im plica el m anej o de conocim ient os
m at em át icos)
La sim ple form ulación de est as pregunt as no requiere, por ciert o, de una perspec-
t iva cent rada en la persona m ás el ent orno. Pero la perspect iva se im pone nat uralm ent e
cuando los alum nos se avocan al proyect o. Trabaj an en pequeños grupos ( cognición so-
cialm ent e repart ida) . Plant ean cuest iones de t oda índole relacionadas con el t em a de la
locom oción anim al, las exam inan y la vuelcan en el papel ( cognición físicam ent e repart i-
da) . Em plean t écnicas de m anipulación sim bólica proporcionadas por el docent e para
sust ent ar el pensam ient o explorat orio, t ales com o list as, m apas concept uales, diagram as
de m ovim ient o, et cét era ( cognición sim bólicam ent e repart ida) .
Escépt ico en lo que respect a al efect o oport unist a, el m aest ro no espera que esos
recursos físicos, sociales y sim bólicos habilit en aut om át icam ent e a los alum nos a progre-
Je r e Br oph y
Pr e á m bulo
El present e docum ent o es una sínt esis de los principios que subyacen en una en-
señanza eficaz, los cuales se desprenden de invest igaciones realizadas en el salón de cla-
ses. Aquí se t rat an aspect os generales sobre el currículo, la enseñanza y la evaluación,
así com o elem ent os relacionados con la organización del t rabaj o en el aula y las práct icas
que increm ent an la eficacia de la enseñanza. Si bien el docum ent o se cent ra en los resul-
t ados del aprendizaj e, se reconoce t am bién la im port ancia de que haya un clim a est im u-
lant e en el aula y de que los est udiant es m uest ren una act it ud posit iva respect o a la en-
señanza, los m aest ros y los com pañeros.
Gran part e de las invest igaciones que sust ent an est os principios proviene de est u-
dios sobre la relación ent re los procesos del aula ( analizados con base en sist em as de
observación) y los logros de los alum nos ( sobre t odo a part ir de los result ados de prue-
bas est ándar de aprovecham ient o) . No obst ant e, algunos principios se originan en la ló-
gica de la est ruct uración de la enseñanza, ( por ej em plo, la necesidad de organizar ést a
en t orno a las m et as del currículo, el cont enido, los m ét odos y la evaluación) . Por ot ro
lado, se prest ó at ención a las t eorías m ás recient es sobre la enseñanza y el aprendizaj e
( por ej em plo, la sociocult ural, el const ruct ivism o social) y a los plant eam ient os generales
que fueron puest os en circulación por dist int as organizaciones en relación con los t em as
escolares de m ayor int erés. Se dio prioridad a los principios que han probado ser aplica-
bles en condiciones norm ales en el salón de clases y que cont ribuyen a alcanzar los lo-
gros deseados en los alum nos.
Est os principios se basan en algunos supuest os cent rales relacionados con el m ej o-
ram ient o del currículo y la enseñanza. Prim ero, los planes de est udio asum en diferent es
form as de aprendizaj e que requieren diferent es t ipos de enseñanza, de m anera que no
hay un solo m ét odo ( por ej em plo, la enseñanza direct a, la const rucción social del signifi-
cado) aplicable a t odas las circunst ancias. Un program a educat ivo sólido incluye una
com binación de m ét odos y de act ividades de aprendizaj e.
Segundo, en t oda asignat ura escolar o área del saber las necesidades de aprendi-
zaj e de los alum nos varían a m edida que aprenden m ás. En consecuencia, esa com bina-
∗
Brophy, Jere (2000), En La enseñanza, México, SEP (Biblioteca para la actualización del maestro, serie cuadernos).
1
Este concepto fue acuñado por Lev Vygotsky (1986-1934), psicólogo nacido en Bielorrusia, cuyas ideas sobre el aprendi-
zaje han sido retomadas en los últimos años. La zona de desarrollo próximo se refiere a la brecha que hay entre lo que el ni-
ño puede hacer y lo que hace con ayuda de otros. (Cfr. Judith Meece, Desarrollo del niño y del adolescente, Biblioteca para
la Actualización del Maestro, SEP, 2000, p. 131.) (Nota del editor).
482 Mt ro. Mario Pérez Olvera
1.UN AMBI ENTE PROPI CI O PARA
EL APRENDI ZAJE EN EL AULA
El alum no aprende m ej or en una com unidad de aprendizaj e
at ent a y bien int egrada
Los am bient es de enseñanza eficaz siguen una ét ica de cuidado y at ención que in-
volucra la relación m aest ro- alum no y alum no- alum no, y t rascienden las diferencias de
género, raza, grupo ét nico, cult ura, st at us socioeconóm ico, discapacidad o cualquier ot ra
diferencia individual que hubiere. En dichos cont ext os se espera que los alum nos ut ilicen
los dist int os m at eriales educat ivos con responsabilidad, part icipen at ent am ent e en las ac-
t ividades de clase, y cont ribuyan al bienest ar personal, social y académ ico de t odos los
m iem bros del grupo.
En e l sa lón de cla se s
Con la finalidad de generar un clim a que perm it a const ruir una verdadera com uni-
dad de aprendizaj e en la clase, los m aest ros deben desplegar los at ribut os personales
que los conviert en en verdaderos m odelos y ej es de socialización: m ost rar un ánim o ale-
gre, una act it ud am ist osa, m adurez em ocional, sinceridad e int erés por sus alum nos co-
m o persona y com o est udiant es. El m aest ro debe m ost rar preocupación y afect o por los
alum nos, est ar at ent o a sus necesidades y a sus est ados de ánim o, y t rabaj ar con ellos
para que, a su vez, m uest ren est as m ism as caract eríst icas en su relación con sus com -
pañeros.
Al crear dinám icas en el aula y al desarrollar los cont enidos de las lecciones, el
m aest ro ent ra en cont act o con los conocim ient os y experiencias previas del alum no, in-
cluyendo su cult ura fam iliar. Así, al ext ender la com unidad de aprendizaj e de la escuela
al hogar, el profesor est ablece y sost iene relaciones cooperat ivas con los padres de fam i-
lia y est im ula su part icipación act iva en el aprendizaj e de sus hij os.
El m aest ro prom ueve una act it ud de aprendizaj e al proponer act ividades y dest a-
car lo que el alum no aprenderá de ellas, al t rat ar los errores com o part e nat ural del pro-
ceso de aprendizaj e, y alent ar a los est udiant es a t rabaj ar colaborat ivam ent e, ayudándo-
se ent re sí. Tam bién les enseña a hacer pregunt as sin inhibiciones, a hacer cont ribucio-
nes sin t em or de ser ridiculizados, así com o a colaborar en parej as o en pequeños grupos
en m uchas de sus act ividades de aprendizaj e.
Uno de los fact ores det erm inant es para el aprendizaj e, en cualquier área del cono-
cim ient o, es el grado en el que los alum nos est én expuest os al t em a dent ro de la escue-
la. La duración del día y del año escolares acot an las oport unidades de aprendizaj e. Den-
t ro de esos lím it es, las oport unidades de aprendizaj e reales del alum no dependen de la
cant idad de t iem po disponible que se dedique a las lecciones y a las act ividades. Los pro-
fesores efect ivos dedican la m ayor part e del t iem po a act ividades diseñadas para alcan-
zar los obj et ivos educat ivos.
Las invest igaciones indican que los m aest ros que ent ienden la organización de la
clase com o un proceso para crear un am bient e favorable para el aprendizaj e, t ienen m ás
éxit o que aquellos que hacen énfasis en m ant ener la disciplina del grupo: en im poner
disciplina. El profesor efect ivo no necesit a dedicar dem asiado t iem po para at ender pro-
blem as de conduct a, porque usa t écnicas de organización que prom ueve act it udes de co-
operación en los alum nos y m ant iene su at ención en las act ividades. Al t rabaj ar en un
clim a est im ulant e, im plícit o en el principio de com unidad de aprendizaj e, el profesor art i-
cula expect at ivas claras en relación con el com port am ient o general en el aula con la par-
t icipación en las lecciones y act ividades de aprendizaj e en part icular. Asim ism o, enseña
procedim ient os que favorecen la part icipación com prom et ida de los alum nos durant e las
act ividades y facilit an el paso de una act ividad a ot ra, las cuales se dan de m anera cont i-
nua, sin necesidad de hacer perm anent es indicaciones.
En e l sa lón de cla se s
Exist en m uchas cosas que vale la pena enseñar pero el t iem po para ello es insufi-
cient e, por lo t ant o, el t iem po de clase debe aprovecharse lo m ej or posible. El m aest ro
efect ivo dedica la m ayor part e del t iem po a las lecciones y act ividades de aprendizaj e, y
no a pasat iem pos no académ icos porque agregan poco o nada a los propósit os curricula-
res. Sus alum nos ocupan m uchas m ás horas al año en act ividades curriculares, en com -
paración con los alum nos de m aest ros m enos cent rados en los obj et ivos educat ivos.
Los m aest ros efect ivos t ransm it en la idea de que la escuela vale la pena, así com o
de la im port ancia de aprovechar al m áxim o el t iem po disponible. I nician y t erm inan las
lecciones a t iem po, hacen t ransiciones breves y enseñan a sus alum nos a em prender ac-
484 Mt ro. Mario Pérez Olvera
t ividades expedit am ent e y m ant enerse concent rados en sus t areas. Una buena planea-
ción y preparación le perm it e avanzar con fluidez en sus lecciones, sin det enerse a con-
sult ar m anuales o a localizar det erm inado aspect o requerido en una exposición o dem os-
t ración. Proponen act ividades y t areas que, por su variedad y grado de desafío, est im u-
lan a los alum nos, evit ando el fast idio y la dist racción.
Un m aest ro exit oso expone con claridad y consist encia lo que espera de los alum -
nos. Al com ienzo del año da inst rucciones sobre los procedim ient os que se pondrán en
práct ica, y subsecuent em ent e hace indicaciones o recuerda a sus alum nos cuándo son
necesarios. Lleva un seguim ient o cont inuo de la clase, lo cual le perm it e responder a
problem as que surgen en el m om ent o, para evit ar que se vuelvan crít icos. Si es posible,
int erviene de t al m anera que no se alt ere el desarrollo de la sesión y sin dist raer a sus
alum nos que est én t rabaj ando en form a adecuada. Enseña a sus alum nos est rat egias y
procedim ient os para llevar a cabo act ividades rut inarias, t ales com o part icipar en leccio-
nes que involucren a t odo el grupo, int ervenir en discusiones const ruct ivas con los com -
pañeros, hacer t ransiciones fluidas ent re una y ot ra act ividad, cooperar en parej a o en
pequeños grupos, m anej ar y guardar el equipo y los enseres personales, cont rolar su
proceso de aprendizaj e y com plet ar sus t areas a t iem po, y saber cuándo y cóm o solicit ar
ayuda. La prioridad del m aest ro no est á en im poner el cont rol de la sit uación, sino en
crear en sus alum nos la capacidad de cont rolar su propio proceso de aprendizaj e, de t al
m anera que se vayan m odificando sus m et as, sus expect at ivas, y que las indicaciones,
recordat orios y dem ás recursos de cont rol desaparezcan conform e el año escolar avanza.
Est os m aest ros no sólo sacan el m ayor provecho del t iem po dedicado a cada t area,
sino que adem ás dedican gran part e de ést e a enseñar act ivam ent e, organizando los
cont enidos y ayudando a los alum nos para que los int erpret en y respondan a ellos. 2 En
3
su clase se dedica m ás t iem po al diálogo int eract ivo que al solit ario t rabaj o de pupit re.
La m ayor part e de su enseñanza se desarrolla m ient ras se produce el diálogo int eract ivo
con el alum no, m ás que en prolongadas exposiciones. 4
2
Referencias: Brophy (1983); DENMA (1980); Doyle (1986).
3
Nota: aprovechar al máximo las oportunidades para aprender no significa ampliar la cobertura del currículo (por ejemplo,
ampliar el número de temas a estudiar en detrimento de la profundidad de tratamiento de las ideas organizadoras). El dilema
amplitud/profundidad debe resolverse en la planeación curricular. Lo importante en el principio de oportunidad para apren-
der consiste en que, sea cual fuere la solución al dilema amplitud/profundidad y cualquiera que sea el currículo, el alumno
tenga un avance óptimo respecto de los resultados deseados si el tiempo máximo de clase disponible se dedica a actividades
relacionadas con el currículo.
4
Nota: En ocasiones se define la oportunidad para aprender como el grado en el que se traslapa lo que se enseña y lo que se
evalúa. La definición resulta útil si tanto los contenidos curriculares como los de evaluación reflejan los principales objeti-
vos de los programa. Si no es el caso, entonces se requiere realizar algunos cambios en los contenidos curriculares o en los
de evaluación, o en ambos (véase el siguiente principio).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 485
3. DI RECCI ONALI DAD DEL CURRÍ CULO
Todos los com ponent es del currículo deben ser consist ent es uno con ot ros,
para int egrarse en un problem a que sea coherent e con los propósit os
y obj et ivos de la enseñanza
Las invest igaciones m uest ras que las aut oridades educat ivas, los edit ores de t ex-
t os y los m aest ros se concent ran t ant o en la cobert ura de cont enidos, que pierden de
vist a los propósit os y obj et ivos m ás am plios que subyacen en la planeación curricular.
Los m aest ros t ípicam ent e diseñan su plan con base en los cont enidos por cubrir y los pa-
sos a seguir en las act ividades que realizarán sus alum nos sin prest ar dem asiada at en-
ción a los result ados que se desea obt ener en la enseñanza. Los edit ores de t ext os cont i-
núan expandiendo la cobert ura de cont enidos, en respuest a a la presión que grupos con
int ereses part iculares ej ercen sobre ellos. Com o result ado, se t rat an dem asiados t em as
con poca profundidad; con frecuencia la exposición de cont enidos cognoscit ivos, en lugar
de est ar int egrados y, en general, ni los t ext os del alum no ni las pregunt as y act ividades
sugeridas en los m anuales del profesor est án est ruct urados en t orno a las ideas organi-
zadoras, 5 que se relacionan con los obj et ivos.
A los alum nos que est udian en est e t ipo de libros de t ext o se les pide que m em ori-
cen una m ult it ud de event os desvinculados ent re sí o que pract iquen habilidades m eno-
res, las cuales no t ienen relación ent re sí, en lugar de aprender redes coherent es de con-
t enidos int erconect ados y est ruct urados alrededor de las ideas organizadoras. A m enudo,
est os problem as se exacerban cuando desde afuera se im ponen program as de evalua-
ción, que valoran el conocim ient o fragm ent ado o el desem peño de habilidades m enores,
aisladas. Tales deficiencias se pueden m inim izar si se desarrolla el currículo con base en
el logro de los obj et ivos, en donde la planeación curricular se guía por los propósit os y
obj et ivos educat ivos m ás am plios, y no por las exigencias im puest as por una diversidad
de cont enidos fragm ent ados o por las pregunt as de los exám enes.
En e l sa lón de cla se s
5
Se refiere al concepto “ideas poderosas” (Powerful ideas), es decir, aquellas que permiten la construcción de una red con-
ceptual. (Nota del editor).
486 Mt ro. Mario Pérez Olvera
sus ciudadanos. Lo m ás im port ant e del currículo son los obj et ivos plant eados, de m anera
que t odo lo que se considere necesario para cum plirlos debe orient ar cada paso de su
planeación y puest a en práct ica. Hay alt as probabilidades de lograr los obj et ivos si t odos
los com ponent es del currículo ( redes de cont enidos, m ét odos de enseñanza, act ividades
de aprendizaj e e inst rum ent os de evaluación) se seleccionan con la idea de que coadyu-
van al cum plim ient o de los obj et ivos y propósit os m ás am plios.
Lo ant erior im pone una planeación curricular que incluya el desarrollo de las capa-
cidades que el alum no pueda usar t ant o dent ro com o fuera de la escuela, ahora y en lo
fut uro. Al respect o, es im port ant e enfat izar obj et ivos relacionados con la com prensión, la
valoración, y la aplicación en la vida. Com prender significa aprender t ant o los elem ent os
individuales de una red de cont enidos ent relazados, com o la relación ent re ellos, de m a-
nera que el alum no los form ule en sus propios t érm inos y los relacione con su conoci-
m ient o previo. Valorar significa que el alum no aprecie lo que aprende porque ent iende
que hay buenas razones para hacerlo. Aplicar significa que el alum no no ret iene el cono-
cim ient o y es capaz de ut ilizarlo en ot ros cont ext os donde hiciere falt a.
Si se desarrollan los cont enidos con est os propósit os en m ent e, el alum no los re-
t endrá com o aprendizaj e significat ivo que guarda una coherencia int erna, est á sólida-
m ent e vinculado a ot ros aprendizaj es significat ivos y result a accesible para su aplicación.
Es m uy probable que est o ocurra cuando el cont enido se est ruct ura en t orno a ideas or-
ganizadoras y cuando su desarrollo, durant e lecciones y act ividades de aprendizaj e, se
cent ra en dicha idea y sus relaciones. 6
6
Referencia: Beck y McKeown (1988); Clark y Peteerson (1986); Wang, Haertel y Walberg (1993).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 487
4. ESTABLECI MI ENTO DE ORI ENTACI ONES
PARA EL APRENDI ZAJE
El m aest ro puede preparar al alum no para el aprendizaj e, proporcionándole
una est ruct ura inicial que clarifique los logros a alcanzar y le señale
qué est rat egias de aprendizaj e son las adecuadas
Las invest igaciones señalan la ut ilidad de dar guías para el aprendizaj e al inicio de
cada lección y act ividad, m ediant e una present ación previa del t em a, que dé a los alum -
nos una visión de conj unt o, un m arco ant icipado en dónde ubicar los nuevos aprendiza-
j es. Dicha int roducción facilit a el aprendizaj e del alum no al esclarecer la nat uraleza y
propósit o de la act ividad, al relacionarla con su conocim ient o previo y al indicarle el t ipo
de respuest as que dem anda. Lo ant erior le perm it e m ant ener su at ención en las m et as y
orient ar sus est rat egias hacia ellas m ient ras organiza la inform ación y resuelve las t areas
sugeridas. Cuando una lección est á adecuadam ent e present ada, suscit a ent usiasm o en el
alum no por el t em a, pues lo ayuda a valorar su im port ancia y su posible aplicación.
En e l sa lón de cla se s
7
Referencia: Ausubel (1968); Brophy (1998); Meichenbaum y Biemiller (1998).
488 Mt ro. Mario Pérez Olvera
5. CONTENI DOS COHERENTES
Con la finalidad de facilit ar el aprendizaj e significat ivo y la ret ención,
el cont enido debe explicarse claram ent e, desarrollándolo con énfasis
en su est ruct ura y sus relaciones
La invest igación m uest ra que las redes de conocim ient os ent relazados que se es-
t ruct uran en t orno a ideas organizadoras pueden ser aprendidas y ret enidas de t al form a
que, perm it an su aplicación. En cam bio, la inform ación fragm ent aria t iende a aprenderse
m ediant e procesos burdos, t ales com o la repet ición m em oríst ica que, o se olvida fácil-
m ent e, o bien se ret iene en form as que lim it an su ut ilización. De m anera sim ilar, es po-
sible aprender habilidades y ut ilizarlas con eficacia si se orient an a sit uaciones y propósi-
t os específicos, aclarando el cóm o y el cuándo de su aplicación; asim ism o, es probable
que los alum nos no logren int egrar y ut ilizar las habilidades aprendidas de m em oria y
aplicadas en form a aislada del rest o del currículo.
En e l sa lón de cla se s
En los libros de t ext o o en algunas guías para el m aest ro, m ient ras m ás coherent e
sea la inform ación, m ás fácil result a aprenderla. Hay coherencia cuando la secuencia de
ideas y event os t iene sent ido y la relación ent re ello es clara. Es m ás fácil lograr cohe-
rencia de cont enidos si se seleccionan baj o un crit erio det erm inado y organizado por las
ideas acerca de lo que los alum nos deberían aprender est udiando ese t em a en part icular.
En sus present aciones, explicaciones o dem ost raciones, el m aest ro efect ivo pro-
yect a ent usiasm o por el t em a y lo organiza con m áxim a claridad y coherencia. Present a
nueva inform ación con base en lo que los alum nos ya conocen del t em a, y avanza gra-
dualm ent e para que puedan seguirlo; hace pausas y ut iliza recursos orales que facilit en
la com prensión; evit a el lenguaj e am bivalent e o vago y las digresiones; solicit a respues-
t as por part e de los alum nos, est im ulando su aprendizaj e act ivo, y se cerciora de que ca-
da punt o quede claro ant es de pasar al siguient e; t erm ina con la revisión de los punt os
principales, resalt ando los concept os sust anciales; a cont inuación hace pregunt as o asig-
na t areas que obligan al alum no a form ular el t em a en sus propias palabras y a am pliarlo
hacia nuevos cont ext os. Si es necesario, el m aest ro t am bién guía al alum no a t ravés de
la est ruct ura y los cont enidos, m ediant e organizadores gráficos que represent an relacio-
nes, guías de est udio que resalt an ideas clave, o bien organizadores de t areas, que ayu-
dan al alum no a seguir los pasos necesarios y las est rat egias que exige dicha t area.
De form a conj unt a, los principios que subyacen en la int egración del currículo y en
Mt ro. Mario Pérez Olvera 489
la coherencia de cont enidos im plican que, con obj et o de que el alum no const ruya cono-
cim ient o significat ivo y lo ut ilice fuera del cont ext o escolar, el m aest ro debe: 1) dej ar de
lado la idea de am pliar la cobert ura, a favor de una m ayor profundidad en el t rat am ient o
de los cont enidos relevant es; 2) present ar los cont enidos im port ant es a m anera de redes
de inform ación int erconect adas y est ruct uradas en t orno a ideas organizadoras; 3) desa-
rrollar los cont enidos cent rándose en la explicación de est as idas im port ant es y las rela-
ciones ent re ellas, y 4) hacer seguim ient o con aut ént icas act ividades de aprendizaj e y
m edidas de evaluación que le perm it an al alum no desarrollar y desplegar conocim ient o
que dé cuent a de sus aprendizaj es en relación con los obj et ivos perseguidos. 8
8
Referencia: Beck y McKeown (1988); Good y Brophy (2000); Rosenshine (1968).
490 Mt ro. Mario Pérez Olvera
6. DI SCURSO REFLEXI VO
Las pregunt as se planean para inducir la discusión
est ruct urada alrededor de las ideas organizadoras
Adem ás de present ar inform ación y servir de m odelo para m ost rar a sus alum nos
cóm o aplicar habilidades, el m aest ro efect ivo diseña una gran variedad de sit uaciones en
donde se desarrollen diferent es t ipos de discursos, siem pre basados en los cont enidos a
est udiar. El m aest ro form ula pregunt as para est im ular en sus alum nos la reflexión sobre
el cont enido en cuest ión, para que reconozca las relaciones ent re las ideas clave y las
im plicaciones de dichas relaciones, para que piensen crít icam ent e sobre ello y para que
usen esos conocim ient os en la solución de problem as, la t om a de decisiones o en ot ras
aplicaciones m ás elaboradas. Las discusiones o debat es no se circunscriben a las exposi-
ciones rápidas que llevan a respuest as cort as para pregunt as dispersas. Consist e, m ás
bien, en present ar ideas clave de una m anera reflexiva y sost enida. Al involucrarse en
est e t ipo de discurso, los alum nos const ruyen y com unican lo que han ent endido. A lo
largo del proceso abandonan las ideas fút iles y los concept os m alent endidos a favor de
ideas m ás elaboradas y válidas, relacionadas con los obj et ivos de la enseñanza.
En e l sa lón de cla se s
Al inicio de cada unidad, cuando se int roducen y desarrollan los nuevos cont enidos,
se dedica m ás t iem po a sesiones int eract ivas que involucran un diálogo m aest ro/ alum no,
que al t rabaj o independient e con base en t areas. El m aest ro planea secuencias de pre-
gunt as que ayudan a desarrollar el cont enido de una m anera sist em át ica y a com pren-
derlo, a t ravés de relacionarlo con sus conocim ient os previos y discut irlo con sus com pa-
ñeros.
La form a y el nivel cognoscit ivo de dichas pregunt as deben adecuarse a los obj et i-
vos didáct icos. Las pregunt as cerradas y acerca de hechos son apropiadas para evaluar
el conocim ient o previo del alum no o para repasar los nuevos conocim ient os, pero para
alcanzar los obj et ivos didáct icos m ás esenciales se requieren pregunt as abiert as que invi-
t en al alum no a aplicar, analizar, sint et izar y evaluar lo aprendido. Algunas pregunt as
adm it en varias respuest as correct as, ot ras suscit an discusión ( por ej em plo, las que cot e-
j an diversas soluciones a un m ism o problem a) .
Dado que las pregunt as int ent an involucrar al alum no en procesos cognit ivos y en
la const rucción de conocim ient os, deben ser norm alm ent e dirigidas a t oda la clase. Ello
est im ula a t odos los alum nos —y no sólo al que se le plant ea la pregunt a— a escuchar y
Mt ro. Mario Pérez Olvera 491
responder con cuidado cada cuest ión. Tras pregunt ar, el m aest ro hace una pausa para
que los alum nos procesen ideas y com iencen a form ular respuest as t ent at ivas, en espe-
cial si la pregunt a es com plicada o exige un pensam ient o com plej o o m ás elaborado.
El diálogo reflexivo hace hincapié en la explicación de un núm ero reducido de t e-
m as, en los que se invit a al alum no a proponer explicaciones, hacer predicciones, discut ir
diversas alt ernat ivas de solución a problem as, o bien, a considerar las im plicaciones o
posibles aplicaciones del t em a. El m aest ro pide a los alum nos que esclarezcan o j ust ifi-
quen sus aseveraciones, en lugar de acept arlas indiscrim inadam ent e. Adem ás de brindar
ret roalim ent ación, el m aest ro est im ula al alum no con el fin de que explique su respuest a
o com ent e las de sus com pañeros. Con m ucha frecuencia, un discurso que com ienza a
m anera de pregunt as- respuest as se t ransform a en un int ercam bio de ideas, en el que los
alum nos se responden unos a ot ros y t am bién al m aest ro. 9
9
Referencia: Good y Brophy (2000); Newmann (1990); Rowe (1986).
492 Mt ro. Mario Pérez Olvera
7. ACTI VI DADES DE PRÁCTI CA Y DE APLI CACI ÓN
Los alum nos necesit an suficient es oport unidades para pract icar y aplicar
lo que est án aprendiendo y para obt ener ret roalim ent ación
Hay t res m aneras im port ant es en que los m aest ros ayudan a los alum nos a apren-
der. Prim ero, present an inform ación, explican concept os y prom ueven habilidades. Se-
gundo, hacen pregunt as y generan discusión ent re com pañeros y ot ras form as de discur-
so en t orno a los cont enidos. Tercero, asignan t areas para que los alum nos pract iquen o
apliquen lo que acaban de aprender. Las invest igaciones indican que las habilidades que
se pract ican hast a lograr niveles de fluidez y aut om at icidad t ienden a ser ret enidas por
t iem po indefinido, m ient ras que las que se asim ilan sólo parcialm ent e, t ienden a olvidar-
se. La m ayoría de las habilidades que se adquieren en la escuela se aprenden m ej or
cuando se pract ican a lo largo del t iem po, y la práct ica incluye diversas t areas. Así, es
im port ant e que a la enseñanza inicial le sigan act ividades en las que el alum no t enga la
oport unidad de aplicar sus conocim ient os en una variedad de cont ext os.
En e l sa lón de cla se s
En el salón de clases, la práct ica es uno de los aspect os fundam ent ales, pero m e-
nos apreciados, del aprendizaj e. Para asim ilar com port am ient os sencillos, com o pronun-
ciar palabras, poca o ninguna práct ica hace falt a, pero sí es m uy im port ant e conform e el
aprendizaj e se vuelve m ás com plej o. La práct ica eficaz lleva al alum no a pulir dest rezas
que ya m anej aba a nivel básico, para desarrollarlas fluida, eficient e y aut om át icam ent e,
y no m ediant e ensayo y error.
Deben reducirse en lo posible los ej ercicios para com plet ar, así com o aquellos pro-
blem as m at em át icos de cóm put o y habilidades relacionadas, que conducen al alum no a
la m em orización y la práct ica aislada de habilidades de m enor im port ancia. En su lugar,
la práct ica debe relacionarse con cont ext os de aplicación que pongan de relieve la com -
prensión del concept o y la aplicación aut orregulada de habilidades. Así las cosas, la m a-
yoría de las práct icas de lect ura im plica la int erpret ación de t ext os ext ensos; asim ism o,
casi t odas las de escrit ura deben orient arse hacia la escrit ura aut ént ica de t ext os y, con
excepción de algunas, las de m at em át icas im plican la solución de problem as.
Los aprendizaj es escolares se pueden am pliar por m edio de t areas para casa, cuya
ext ensión y grado de dificult ad sean razonables y dependan de la capacidad del alum no
para t rabaj ar en form a independient e. Con el fin de cerciorarse de que los alum nos sa-
brán qué hacer, el m aest ro puede iniciar los ej ercicios en clase para que sean concluidos
Mt ro. Mario Pérez Olvera 493
en casa. Tam bién debe ej ercer algún t ipo de cont rol para verificar que los alum nos reali-
zaron los ej ercicios, com o por ej em plo, revisarlos al día siguient e.
Para que la práct ica t enga m ayor ut ilidad, no sólo debe incluir oport unidades de
aplicar las habilidades aprendidas, sino t am bién para recibir ret roalim ent ación. Ést a debe
ser inform at iva m ás que evaluat ivo, y debe cont ribuir a que el alum no verifique sus
avances respect o a los obj et ivos principales, corrigiendo errores y concept os equivoca-
dos. En ocasiones, cuando el m aest ro no puede verificar los avances de la clase y brin-
darle ret roalim ent ación, debe proponer t areas que perm it an al alum no obt enerla, ya sea
consult ando las guías de est udio o las hoj as de respuest as, o bien, consult ando a com pa-
ñeros asignados com o t ut ores o consult ores. 10
10
Referencia: Brophy y allegan (1991); Cooper (1994); Dempster (1991); Knapp (1995).
494 Mt ro. Mario Pérez Olvera
8. CONSTRUCCI ÓN DE UN SOPORTE PARA LOGRAR
EL TRABAJO COMPROMETI DO DE LOS ALUMNOS11
El m aest ro proporciona t oda la at ención que el alum no requiera
para favorecer la part icipación de los est udiant es en act ividades
product ivas de aprendizaj e
Las invest igaciones respect o a las habilidades de aprendizaj e sugieren que las ac-
t ividades o ej ercicios deben ser suficient em ent e variados e int eresant es para m ot ivar al
alum no, suficient em ent e nuevas y que represent en un ret o com o para que se const it u-
yan en experiencias de aprendizaj e significat ivo m ás que m era repet ición. Al m ism o
t iem po, deben ser razonablem ent e accesibles para que el alum no pueda resolverlos en
form a exit osa, dedicándoles el t iem po y esfuerzo necesarios. La eficacia de los ej ercicios
se ve fort alecida cuando, de inicio, el m aest ro explica las act ividades que se desarrolla-
rán y resuelve algunos ej em plos ant es de solicit ar que los alum nos t rabaj en en form a in-
dependient e. Después verifica el avance de la clase, proporcionando ayuda a los alum nos
que la requieran. El principio de enseñar en función de la zona de desarrollo próxim o im -
plica que los alum nos requerirán explicaciones, dem ost raciones ej em plares, asesoría y
ot ras form as de apoyo por part e de su m aest ro, pero t am bién im plica que est a est ruct u-
ración y elaboración de andam iaj e por el profesor dism inuirá en la m edida en que la des-
t reza del alum no aum ent e. A la larga, los alum nos deberán ser capaces de aplicar aut ó-
nom am ent e lo que han aprendido, y cont rolar su part icipación en las t areas.
En e l sa lón de cla se s
Adem ás de bien seleccionadas, las act ividades deben est ar bien present adas, ade-
cuadam ent e m onit oreadas y t ener seguim ient o si se quiere que produzcan el m áxim o re-
sult ado. Ello im plica preparar con ant icipación al alum no para cualquier act ividad, duran-
t e la cual se le da orient ación y ret roalim ent ación, y guiando al grupo en una reflexión fi-
nal, una vez concluida la act ividad. Al proponer una act ividad, el m aest ro debe hacer hin-
capié en los obj et ivos para que el alum no logre involucrarse en ella con claridad respect o
de los logros a alcanzar. Después de est o, puede est im ularlo con el fin de que considere
algunos de sus conocim ient os previos, puede m ost rar est rat egias para abordar la t area o
const ruir un andam iaj e que provea inform ación acerca de los requerim ient os de la t area.
11
El concepto andamiaje (scaffolding) fue introducido a las teorías sobre el aprendizaje por Jerome Bruner, y se refiere al
proceso por el cual los adultos apoyan al niño que aprende a dominar una tarea o problema. Al darle soporte, realizan o diri-
gen los elementos de la tarea que superan las habilidades del niño. (Cfr. J. Meece, p. 135.) (Nota del editor).
Mt ro. Mario Pérez Olvera 495
Si se t rat a de lect ura, por ej em plo, el m aest ro puede resum ir las ideas principales, recor-
darles algunas est rat egias para increm ent ar y verificar su com prensión de lect ura ( para-
frasear, resum ir, t om ar not as, hacerse a sí m ism os pregunt as de com prensión) , dist ribuir
guías de est udio que resalt en las ideas cent rales y los elem ent os est ruct urales, o propor-
cionar organizadores de t areas que ayuden a los est udiant es a m ant ener la rut a a seguir
y las est rat egias que se pueden ut ilizar.
Una vez que los alum nos com iencen a t rabaj ar, el m aest ro debe verificar los avan-
ces y brindar apoyo, si es necesario. Suponiendo que los chicos t engan idea de lo que
deben hacer y cóm o llevarlo a cabo, las invest igaciones han de ser breves y reducirse al
m ínim o, com o apoyo indirect o. Si la ayuda del profesor fuere dem asiado direct a o am -
plia, t erm inaría por realizar el t rabaj o del alum no, en lugar de enseñarle a que lo realice
él m ism o.
El m aest ro t am bién debe evaluar el desem peño del alum no en cuant o a la com -
prensión y pulcrit ud del ej ercicio. Cuando el desem peño sea pobre, debe proveer nuevas
act ividades de enseñanza y aplicar t areas de seguim ient o diseñadas para asegurarse de
que el cont enido ha sido com prendido y que las habilidades fueron ya adquiridas.
La m ayoría de los ej ercicios t iene un efect o lim it ado, a m enos que ést os sean se-
guidos de act ividades de reflexión y verificación, en las cuales el m aest ro repasa la t area
con los alum nos, brinda ret roalim ent ación general sobre el desem peño, y consolida ideas
im port ant es relacionadas con los obj et ivos generales. Las act ividades de reflexión deben
brindar al alum no la oport unidad de hacer pregunt as, com part ir experiencias, com parar
opiniones o, incluso, profundizar el conocim ient o recién adquirido y relacionarlo con su
vida fuera de la escuela. 12
12
Referencias: Brophy y allegan (1991); Rosenshine y Meister (1992); Shuell (1996); Tharp y Gallimore (1988)
496 Mt ro. Mario Pérez Olvera
9. ENSEÑAR ESTRATEGI AS
El profesor diseña y enseña a sus est udiant es est rat egias
de aprendizaj e y aut orregulación
El aprendizaj e en general y las apt it udes para el est udio así com o las habilidades
propias de un det erm inado cam po de conocim ient o ( t ales com o const ruir significado a
part ir de t ext os, resolver problem as m at em át icos y razonar cient íficam ent e) se desarro-
llan m ucho m ej or y se vuelven m ás suscept ibles de ser aplicadas si se enseñan com o es-
t rat egias que se ut ilicen deliberadam ent e, y se ponen en práct ica a part ir de una con-
ciencia m et acognoscit iva 13 y una aut orregulación. Ello requiere de una enseñanza com -
prehensiva que incluya conocim ient o proposit ivo ( el qué hacer) , conocim ient o de proce-
dim ient o ( el cóm o hacer) y conocim ient o condicional ( cuándo y por que hacerlo) . Ense-
ñar est rat egias result a part icularm ent e im port ant e para alum nos m enos apt os que, de
ot ro m odo, no lograrían com prender el valor de la aut orregulación conscient e, la aut oco-
rrección y la reflexión sobre el propio aprendizaj e.
En e l sa lón de cla se s
Muchos est udiant es no logran desarrollar est rat egias de aprendizaj e eficaces y de
resolución de problem as por su cuent a, pero son capaces de hacerlo gracias a la dem os-
t ración y la enseñanza direct a por part e del profesor. Alum nos que leen poco, por ej em -
plo, pueden aprender est rat egias de com prensión de lect ura, t ales com o m ant ener la
at ención en el propósit o de un ej ercicio a lo largo de una lect ura, act ivar el conocim ient o
previo que result a út il, ident ificar punt os im port ant es en una lect ura rápida, verificar su
com prensión generando pregunt as sobre el cont enido e int ent ando responderlas, o bien,
haciendo inferencias y com probándolas m ediant e int erpret aciones, predicciones y conclu-
siones. La enseñanza no solam ent e debe incluir la dem ost ración de habilidades y oport u-
nidades para aplicarlas, sino t am bién explicaciones acerca del propósit o que se persigue
( lo que aport a al alum no) , y los cont ext os en que deberá ser usada.
La enseñanza de est rat egias se vuelve m ás eficaz cuando incluye una dem ost ra-
ción cognoscit iva, est o es, cuando el m aest ro piensa en voz alt a m ient ras est á dem os-
t rando el uso de la est rat egia. La dem ost ración cognoscit iva hace m ás explícit os los pro-
cesos de pensam ient o —de ot ro m odo ocult os— que orient an el uso de la est rat egia en
13
La metacognición se refiere al conocimiento y comprensión que las personas tienen sobre sus capacidades mentales y de
los procesos de pensamiento. (Cfr. J. Meece, pp. 110 y 135.) (Nota del editor.)
Mt ro. Mario Pérez Olvera 497
una variedad de cont ext os. Proporciona al alum no un lenguaj e en prim era persona ( para
uno m ism o) que ést e puede adapt ar al poner en práct ica dichas est rat egias. Ello elim ina
la necesidad de t raducir, que se crea cuando la enseñanza present a sus explicaciones en
el lenguaj e im personal de la t ercera persona, o incluso cuando lo hace en la segunda
persona, a m anera de acom pañam ient o.
Adem ás de las est rat egias usadas en det erm inados dom inios o t ipos de ej ercicios,
los profesores pueden hacer dem ost raciones e inst ruir a sus alum nos en el uso de est ra-
t egias generales de est udio, t ales com o el ensayo ( repet ición de cont enido para su ret en-
ción) elaboración ( verbalización del conocim ient o en los propios t érm inos, relacionándolo
con conocim ient os previos) , organización ( esquem at ización del conocim ient o, haciendo
resalt ar su est ruct ura para poder recordarla) , verificación del aprendizaj e ( ident ificación
de las est rat egias que se usaron para const ruir conocim ient o y de los logros alcanzados
con ellas, para su correspondient e adapt ación) , y acom pañam ient o del aspect o afect ivo
( m ant ener la concent ración en el obj et ivo de la t area, y reducción al m ínim o de la ansie-
dad en el desem peño y de t em or al fracaso) .
Al proporcionar ret roalim ent ación m ient ras los alum nos t rabaj an y m ás adelant e al
realizar act ividades de reflexión, el m aest ro puede hacer pregunt as o com ent arios que
ayuden a los alum nos a verificar y reflexionar sobre su aprendizaj e. La verificación y la
reflexión no sólo deben concent rarse en los cont enidos sino t am bién en las est rat egias
ut ilizadas para procesar los cont enidos y resolver problem as. Ello ayudará a que los
alum nos afinen sus est rat egias y a que regulen su aprendizaj e m ás sist em át icam ent e. 14
14
Referencias: Meichenbaum y Biemiller (1998); Pressley y Beard El-Dinary (1993); Weinstein y Mayer (1986).
498 Mt ro. Mario Pérez Olvera
10. APRENDI ZAJE COLABORATI VO
Trabaj ar en parej as o en pequeños grupos a m enudo beneficia a los alum nos, pues les
perm it e com prender m ej or y ayudarse m ut uam ent e para desarrollar sus habilidades
Las invest igaciones indican que son m uchas las vent aj as de t rabaj ar en parej a o
en pequeños grupos para llevar a cabo act ividades o t areas. El aprendizaj e colaborat ivo
produce beneficios afect ivos y sociales, t ales com o prom over un m ayor int erés en la m a-
t eria y su valoración, así com o el aum ent o de act it udes posit ivas e int eracciones sociales
ent re los alum nos, no obst ant e las diferencias de género, raza, et nia, nivel académ ico y
ot ras.
El aprendizaj e colaborat ivo t am bién crea condiciones para logros cognit ivos y m e-
t acognit ivos al involucrar al alum no en diálogos que lo obligan a hacer explícit a su form a
de procesar la inform ación relacionada con la t area y sus est rat egias para resolver pro-
blem as ( lo que, a su vez, facilit a su reflexión y discusión) . Los alum nos t ienden a dar
m ayores m uest ras de progreso cuando part icipan en el aprendizaj e colaborat ivo com o
com plem ent o a sus t areas personales.
En e l sa lón de cla se s
15
Referencia: Bennett y Dunne (1992); Jonson y Jonson (1994); Slavin (1990).
500 Mt ro. Mario Pérez Olvera
11. LA EVALUACI ÓN ORI ENTADA
AL CUMPLI MI ENTO DE METAS
El m aest ro ut iliza una serie de m ét odos form ales y no form ales de evaluación para en-
cauzar los avances hacia el cum plim ient o de m et as de aprendizaj e.
En e l sa lón de cla se s
El m aest ro efect ivo usa la evaluación com o un m edio para m edir el aprendizaj e del
alum no y para hacer m ej oras al currículum , no sólo para poner calificaciones. Una buena
evaluación incorpora dat os de m uchas fuent es, no solam ent e de pruebas escrit as, y
abarca el am plio rango de obj et ivos y m et as deseadas ( no sólo conocim ient os sino t am -
bién habilidades que requieren procesos com plej os de pensam ient o así com o valores y
disposiciones en relación con los cont enidos) . Las pruebas est andarizadas y con referen-
cia a la norm a pueden com prender part e del program a de evaluación ( su ut ilidad radica
en que m iden los result ados esperados por el currículo, y const at an el desem peño del
alum no en cada uno de los aspect os; no sólo com o calificación global) . Em pero, las prue-
bas norm alizadas ( est andarizadas) deben ser com plem ent adas con exám enes depart a-
m ent ales ( cuando se consideren de ut ilidad) y con pruebas elaboradas por el propio
m aest ro, cent radas en las m et as de aprendizaj e relacionadas con el currículo que se im -
part ió, y no en fuent es ext ernas de exam inación.
Adem ás, t am bién deberían usarse para fines de evaluación las act ividades de
aprendizaj e y las fuent es de dat os que no son pruebas en sí. Todos los días las lecciones
y las act ividades brindan oport unidad para verificar el progreso de la clase com o un t odo
16
Referencias: Dempster (1991); Stiggins (1997); Wiggins (1993).
502 Mt ro. Mario Pérez Olvera
12. EXPECTATI VAS DE LOGROS
El m aest ro est ablece y desarrolla las t areas de enseñanza a part ir de las expect at ivas
que t iene sobre los logros de aprendizaj e.
Las invest igaciones indican que las escuelas efect ivas dan relevancia al liderazgo
sólido, capaz de generar consenso en t orno a m et as priorit arias y com prom iso con la ex-
celencia académ ica, así com o de propiciar una act it ud posit iva hacia los alum nos y t ener
expect at ivas opt im ist as respect o de sus habilidades para alcanzar el dom inio del currícu-
lo. Las invest igaciones sobre la influencia que ej erce el m aest ro indican que los profeso-
res que logran grandes result ados acept an su responsabilidad en ello. Est án convencidos
de que sus alum nos son capaces de aprender y que ellos ( los m aest ros) son capaces y
t ienen la responsabilidad de enseñarles adecuadam ent e. Si los alum nos no aprenden a la
prim era, repit en la explicación, y si los m at eriales curriculares no cum plen su función,
encuent ran o crean ot ros que sí lo hagan.
En e l sa lón de cla se s
Las expect at ivas de los m aest ros en t orno a lo que sus alum nos pueden lograr
( con ayuda) t ienden a darle form a a dos cosas: lo que ellos int ent an producir en sus
alum nos, y lo que los alum nos se creen capaces de dar. Así pues, los m aest ros deben
cult ivar expect at ivas lo m ás posit ivas posible, dent ro de lím it es realist as. Sus expect at i-
vas de lo que pude ser aprendido deben ser genuinas y, por t ant o, t om adas en cunet a
seriam ent e en el proceso de enseñanza.
Result a út il que el m aest ro est ablezca m et as para la clase y para los alum nos en
t érm ino de “ piso” ( el m ínim o crit erio acept able) , y no de “ t echo” . Así, puede dej ar que
las t asas de progreso —m ás que los alcances previam ent e adopt ados con arbit rariedad—
det erm inen qué t an lej os llegará la clase en el t iem po disponible. A la vez, puede conser-
var sus expect at ivas respect o a det erm inados alum nos, acom pañando de cerca su pro-
greso y resalt ando sus logros act uales, m ás que su t rayect oria pasada.
El m aest ro debe al m enos t ener la expect at iva de que t odos sus alum nos avancen
lo suficient e com o para desem peñarse sat isfact oriam ent e en el siguient e nivel. Ello im pli-
ca considerar que cualquier alum no es capaz de part icipar en las lecciones y en las act i-
vidades y puede ent regar t rabaj os com plet os y bien hechos. Tam bién im plica que, ade-
m ás de los ot ros com ponent es de una buena enseñanza —vist os en los incisos preceden-
t es—, los alum nos con dificult ades recibirán t odo el t iem po ext ra, la inst rucción y el es-
t ím ulo necesarios para que logren cubrir las expect at ivas.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 503
Al individualizar la enseñanza y dar ret roalim ent ación, el m aest ro debe hacer hin-
capié en que el progreso cont inuo del alum no t iene por referencia su conocim ient o pre-
vio, y de ninguna m anera el de sus com pañeros o el que est ablezcan las norm as. En lu-
gar de evaluar exclusivam ent e niveles relat ivos de éxit o, el m aest ro puede diagnost icar
dificult ades y brindar la correspondient e ret roalim ent ación. Si los alum nos no han com -
prendido una explicación o dem ost ración, el m aest ro puede volver a enseñar el punt o ( si
es necesario, ret om ándolo de una m anera diferent e, en lugar de repet irlo sim plem ent e) .
En general, la eficiencia de un profesor aum ent a cuando piensa que puede am pliar
el alcance de sus alum nos, est im ulándolos y alent ándolos a lograr lo m ás posible, que
cuando int ent a “ prot egerlos” de la sensación de fracaso o bochorno. 17
17
Referencias: Brophy (1998); Creemers y Scheerens (1989); Good y Brophy (2000); Teddlie y Stringfield (1993).
504 Mt ro. Mario Pérez Olvera
CON CLUSI ÓN
En la act ualidad, la m ayor part e de la invest igación sobre la enseñanza se ha reali-
zado en los Est ados Unidos de Am érica, Canadá y Europa Occident al y Aust ralia, de m o-
do que aún queda por ver hast a qué grado se aprecian dichos result ados en ot ros países.
Con t odo, pensam os que los principios que el t ext o defiende son de caráct er universal,
por dos razones: prim ero, las invest igaciones realizadas en t odo el m undo sugieren que
el proceso escolar t iene m ás sim ilit udes que diferencias en los diversos países y cult uras.
El día se divide en periodos durant e los que se enseña cada una de las m at erias del cu-
rrículo, lo que incluye exposiciones en las que el m aest ro explica los cont enidos e int erac-
t úa con los alum nos, seguido de práct icas y act ividades de t rabaj o individual, parej as o
equipo. Segundo, dichos principios se refieren a aspect os genéricos de la enseñanza, que
van m ás allá de los niveles y las m at erias escolares, y no a cont enidos curriculares part i-
culares. En sum a, los principios m encionados son de aplicación universal porque se cen-
t ran en aspect os básicos y universales de la enseñanza form al. Requieren, eso sí, ser
adapt ados al cont ext o local, asum iendo algunas caract eríst icas del sist em a educat ivo na-
cional y la cult ura de los alum nos.
Los principios genéricos, subrayados en est e libro, necesit an ser com plem ent ados
con ot ros específicos que se apliquen a la enseñanza de m at erias part iculares im part idas
a t ipos part iculares de alum nos. Los lect ores int eresados en la planeación educat iva para
grados escolares específicos pueden consult ar la lit erat ura educat iva orient ada a dichas
áreas, para enm endar o agregar cosas a los principios aquí expuest os.
Por últ im o, aunque se ha hecho hincapié en 12 principios —que hem os discut ido
individualm ent e— cada uno debe ser aplicado j unt o con los dem ás. Es decir, dichos prin-
cipios deben de ser ent endidos com o part es coherent es de un enfoque educat ivo que se
apoyan m ut uam ent e, en el que la planeación y las expect at ivas del m aest ro, el clim a del
salón de clase y el m anej o del m ism o, los cont enidos curriculares y los m at eriales para la
enseñanza, las act ividades de aprendizaj e y los m ét odos de evaluación se conj ugan para
coadyuvar a que el alum no alcance los result ados deseados.
Gu ille r m o A. Obiols y
Silvia D i Se gn i de Obiols
∗
En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
166-171.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 509
paciosam ent e, ot ros siguen conversando afuera con com pañeros de ot ros cursos, alguien
que ent ró pide perm iso para volver a salir porque olvidó decir o hacer algo, et c.
Sent arse lleva su t iem po, por lo que el profesor que se encuent re al frent e de la
clase si no t iene act it udes “ aut orit arias” , esperará que se acom oden conversando con al-
guno o sim plem ent e m irando cóm o se va organizando el grupo.
Poner en m archa la clase im plica conseguir at ención, at ención que aparece con ca-
ract eríst icas part iculares, del t ipo “ t elevisivo” , ya que se logra por espacios de 10 ó 15
m inut os y luego se pierde, para volverse a lograr al cabo de unos m inut os de int ervalo
( ¿la t anda publicit aria?) . La at ención t iene ot ra caract eríst ica, suele ser dispersa, es decir
que no adquiere casi nunca cualidades de concent ración en un punt o. La dispersión
apunt a a t erm inar un m apa m ient ras se escucha lo que se habla en clase o lo que co-
m ent a el com pañero y, si se pude, t am bién la m úsica del walk- m an.
Los grupos de adolescent es piden y esperan que las clases sean part icipat ivas, que
se les dé alguna t area y no el desarrollo de un t em a a cargo exclusivo del profesor. Si di-
cha t area se realiza en pequeños grupos dent ro del aula, la part icipación de la m ayoría
es act iva. Si la act ividad consist e en un debat e que incluya al grupo am plio est o se vuel-
ve m uy difícil de lograr. Muchos part icipan, lo hace al m ism o t iem po, no se escuchan en-
t re sí, discut en de una punt a a la ot ra del aula de m anera cruzada, y, el rest o, o bien
prefieren conversar del t em a o de cualquier ot ra cosa con quien t ienen cerca o se lim it an
a esperar en silencio que t erm ine la hora.
Si la polém ica lleva a la at om ización del curso en pequeños grupos de discusión, el
result ado de t al int ercam bio lo llegan a conocer sólo los part icipant es porque result a fácil
lograr que expresen una sínt esis de las ideas allí expuest as. En general la m ayoría m ues-
t ra dificult ad en la expresión de las ideas en form a oral o escrit a. Los adolescent es t ienen
conciencia de t al dificult ad pero pareciera que la m oda “ décont ract ée” se ext iende a la
redacción, a la caligrafía y a la ort ografía, porque en est as habilidades aparecen con sol-
t ura errores que no se consideran im port ant es, ya que los adolescent es valoran sobre
t odo el aspect o creat ivo de su t rabaj o y esperan que no se le dé im port ancia a aquello
que ent ienden es puram ent e form al. Una caract eríst ica m uy peculiar es que los alum nos
m ant ienen hacia sus profesores el uso del “ ust ed” , a m enos que ést os sean m uy j óvenes
o propongan ot ro t rat o, pero t al m odo les result a claram ent e incóm odo y se pierde con
facilidad, por ej em plo cuando relat an algo: “ Vio, profesora, cuando uno va a un lugar, y
llegás y t e dicen…”
El aprendizaj e de concept os abst ract os es m al recibido. Más allá de que sea abso-
lut am ent e ciert o que la escuela ha exagerado la enseñanza alej ada del m undo circundan-
t e, est a act it ud parece t ener m ás que ver con el concept o de “ verso” aplicado en general
a t odo t ipo de t eorizaciones. Sólo cuando el docent e liga t ales conocim ient os a la realidad
inm ediat a es que los reciben no sólo con placer sino que consideran que así pueden ut ili-
Gu ille r m o A. Obiols y
Silvia D i Se gn i de Obiols
El lugar del docent e secundario fue descrit o clásicam ent e com o el de un sust it ut o
válido y necesario de los padres en una época de rebelión. La rebelión afect iva dent ro del
hogar podía librar bat alla en un cam po dist int o y aparecer com o la independencia int elec-
t ual de la escuela. Discut ir, desarrollar el propio pensam ient o, era la t area que un docen-
t e necesit aba realizar y que un buen docent e t enía no sólo que perm it ir sino que est im u-
lar. Est im ular en el sent ido de perm it ir que aflorara, ya que sus alum nos educados en
una disciplina rigurosa no se at reverían a m anifest arse si no había espacio para ello. Por
lo dem ás, parecían est ar deseosos de hacerlo en cuant o pudieran.
Com o ej em plo de est e t ipo de vínculos, veam os cóm o describía Freud a sus docen-
t es secundarios:
“ Los cort ej ábam os [ a los profesores] o nos apart ábam os de ellos, les im aginába-
m os sim pat ías o ant ipat ías probablem ent e inexist ent es, est udiábam os sus caract eres y
sobre la base de est os form ábam os o deform ábam os los nuest ros. Provocaron nuest ras
m ás int ensas revuelt as y nos com pelieron a la m ás t ot al sum isión; espiábam os sus pe-
queñas debilidades y est ábam os orgullosos de sus excelencias, de su saber y su sent ido
de la j ust icia. En el fondo los am ábam os m ucho cuando nos proporcionaban algún fun-
dam ent o para ello; no sé si t odos nuest ros m aest ros lo han not ado. Pero no se puede
desconocer que adopt ábam os hacia ellos una act it ud part icularísim a, acaso de conse-
cuencias incóm odas para los afect ados. De ant em ano nos inclinábam os por igual al am or
y al odio, a la crít ica y a la veneración” .
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En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
171-172.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 513
D ificu lt a de s e n la com u n ica ción ∗
Gu ille r m o A. Obiols y
Silvia D i Se gn i de Obiols
Ent re las dificult ades que se present an al docent e en el aula, t al com o las vivim os
en la act ualidad, hay dos com ponent es que t ienen que ver m ás con las t eorías de la co-
m unicación que con el aprendizaj e en sí m ism o. El prim ero de ellos es el señalado m ás
arriba com o r u ido. El m urm ullo perm anent e no dej a que el m ensaj e llegue al recept or de
m anera adecuada, reconst ruye el discurso del docent e y t am poco dej a la m ayor part e de
las veces oír las opiniones de los alum nos. Cuando se les pregunt a a los m ism os alum nos
el porqué de t al ruido, ést os pueden cont est ar que es product o de la falt a de int erés en lo
que se est á considerando y que solam ent e cuando la clase logra llam arles la at ención so-
breviene silencio o capacidad de escucha. La responsabilidad del docent e es la de ser
m ás “ llam at ivo” o seduct or para cum plir su com et ido, que com pit a eficient em ent e con los
m edios m asivos y su t ecnología, lo cual parece ser una bat alla perdida de ant em ano.
Desde los docent es que sufren las consecuencias, el ruido debería ser cont enido discipli-
nariam ent e, es decir desde afuera de la relación docent e- alum no. De hecho es difícil que
ningún reglam ent o escolar avale el ruido o m urm ullo const ant e dent ro de la clase, pero
com o el m ism o no se const it uye en una circunst ancia aguda sino crónica, el result ado es
que no puede ser m origerado except o por quienes adopt an una post ura m uy rígida en el
rol docent e. En la m edida en que se busque la part icipación de los alum nos sobrevendrá
el ruido y t al part icipación t endrá poco valor. El problem a exige m ant enerse en el est re-
cho desfiladero que exist e ent re los lím it es im puest os a la com unicación hum ana por la
exist encia de int erferencias en la m ism a y las t eorías pedagógicas que no adm it en lím it es
a la expresión de los adolescent es, t eorías que ellos no han leído pero de las cuales son
expresivos defensores.
Un segundo punt o im port ant e relat ivo a la dificult ad de la com unicación lo seña el
concept o de cam po de experiencia. Para que haya com unicación debe haber un área
com part ida ent re el cam po de experiencia que rodea a la fuent e del m ensaj e y su decodi-
ficador y el cam po de experiencia que rodea al dest inat ario y su decodificador. Se en-
t iende por cam po de experiencia el conj unt o de conocim ient os de nat uraleza cult ural
aprehendidos a lo largo de la vida cot idiana que perm it en a cada individuo det erm inar su
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En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
197-200.
Mt ro. Mario Pérez Olvera 515
conduct a en cada ocasión según sus propios conocim ient os. Es obvio que ent re un do-
cent e adult o y un alum no adolescent e habrá m uchas diferencias en los cam pos de expe-
riencia, pero el m odelo solam ent e exige que exist a un área pequeña com part ida com o la
debe haber ent re el m ensaj e enviado por un m edio m asivo y su audiencia para que el
m ism o sea recibido. Lo que quizá ocurra en las condiciones de post m odernidad es que a
veces por razones de edad, ot ras por form aciones que han sido m uy diferent es a lo largo
de pocos años, ot ras por dispersión de conocim ient os que reciben diferent es individuos,
lo ciert o es que el área de superposición parece haber dism inuido dem asiado dent ro de la
escuela con la consecuent e dificult ad para que se produzca la com unicación. Se podrá in-
t ent ar adent rarse en el m undo adolescent e com o m odo de am pliar el área com ún y est o
será esfuerzo del docent e pero el result ado es de t odas m aneras parcial y esquivo en la
m edida que t al inform ación es luego elaborada desde vivencias m uy diferent es. Quizá la
t area sería m ás sencilla si desde los adolescent es hubiera t am bién algún int erés en achi-
car dist ancias, pero cuando la sociedad que los rodea ensalza sus cam pos de experiencia
difícilm ent e hagan esfuerzo por com prender ot ros no valorados. Una experiencia com ún
que se puede considerar aquí com o ej em plo, es que a m enudo algún alum no no ent iende
un t érm ino ut ilizado, no t écnico sino del lenguaj e vulgar. Sin em bargo no pregunt a por
su significado y sólo al conversar con él o int errogarlo se llega a det ect ar t al falt a en la
com unicación que puede llevarlo a errores im port ant es de aprendizaj e. La falt a de pre-
gunt a no se debe a vergüenza o t im idez sino a falt a de m ot ivación para incorporar códi-
gos dist int os al propio, except o que los m ism os t engan alguna aplicación práct ica.
Una segunda consideración narrat iva, la hist oria im aginaria de una profesora de
francés nos servirá para plant ear ot ros aspect os de la crisis de la escuela secundaria.