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Josep Vidal Otero

El fenómeno paranoide en las neurosis y


en las psicosis

La localización, por parte del sujeto, de cia clínica, ninguno de ellos deja de seña-
ciertos sentimientos e intenciones en un lar, siquiera sea de pasada, que dicha feno-
otro diferente de él, es conocida en clínica menología –desde la simple suspicacia al
bajo denominaciones como paranoia y delirio– es detectable también en afeccio-
otras cercanas (paranoide, paranoidismo, nes no psicóticas: en ciertas personalidades
paranoidía). Se hace referencia con ello a psicopáticas (7) o «caracterosis» (8), así
un conocimiento o saber (nóus) «colateral» como también en crisis histéricas con com-
(pára) (1) que el sujeto tiene de tales senti- ponente alucinatorio-delirante, asimilables
mientos o intenciones, y que, colocados en a la antigua «locura histérica». El DSM y
la otra persona, vive como dirigidos hacia los autores de su órbita (9, 10, 11) recono-
él. Sea en forma de alusiones malintencio- cen tales síntomas en diversos transtornos
nadas, maledicencias, control del pensa- de la personalidad, como el paranoide y el
miento o del propio cuerpo, robo o imposi- esquizotípico, así como en otros transtor-
ción de ideas, perjuicios diversos incluida nos, tales como el llamado psicótico breve,
la muerte, tramas y complots, infidelida- que por su descripción parece asimilable a
des, abusos sexuales… cualquier movi- un cuadro histérico (12). Por nuestra parte,
miento o palabra del otro pueden ser inter- no podemos olvidar la tendencia interpreta-
pretados en estos u otros sentidos, por lo tiva existente en los neuróticos obsesivos.
general negativos. Incluso la erotomanía, La presencia en tan diversos cuadros
en la que el otro albergaría un sentimiento psicopatológicos de la fenomenología para-
amoroso hacia el sujeto, tal afecto, en tanto noide, que por llamativa aparece en prime-
que pasional, resulta destructivo para él. ra línea a la hora del diagnóstico y del tra-
a) Habitualmente, se asocia la fenome- tamiento, puede llevar por ello a confusión
nología paranoide al diagnóstico de psico- estos juicios clínicos. De ahí el interés del
sis, en forma de ideas poco sistematizadas trabajo teórico dirigido a dilucidar las
para el caso de la esquizofrenia, o de deli- características de dicha fenomenología en
rios organizados de corta o larga duración relación con tal o cual cuadro. Su asocia-
según se trate de los delirios agudos o de la ción con según qué otros síntomas orienta
paranoia propiamente dicha, respectiva- considerablemente, siempre que no preva-
mente. En ello coinciden los diversos auto- lezca la dogmática estadístico-descriptiva
res, si bien con diversos matices, desde los tan al uso hoy en día. La perspectiva cro-
más clásicos a los contemporáneos que a nológica, al estilo de un H. Ey (13), intere-
partir del DSM (2) siguen una línea pura- sa porque combina el criterio de asociación
mente descriptiva (3, 4), pasando por clíni- de síntomas con el de la historia «natural»
cos modernos cercanos a nosotros como Ey de la enfermedad. Pero el punto de vista de
(5) o el mismo Castilla del Pino (6). la causalidad, y en concreto el de la causa-
Ahora bien, para no traicionar la eviden- lidad psíquica, es algo que siempre habría

Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2000, vol. XX, n.º 73, pp. 43-60.
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que tener presente en cualquier investiga- exterior, pues ahora vemos más bien que lo
ción psiquiátrica, y éste es el criterio que interiormente reprimido retorna desde el
seguiremos en nuestra exposición. exterior». El «Diccionario de Psicoanáli-
La clínica clásica y moderna, hasta el sis» (17) señala esta acotación traduciendo
DSM, se ha preocupado por el estudio de mejor «reprimido» por «suprimido (aufge-
dicha causalidad, en relación con una noso- hoben)».
logía acorde con ello: la clasificación en Así pues, Freud cuestiona el que en la
neurosis, psicosis, psicopatías y procesos paranoia se dé el mismo mecanismo de
debidos a enfermedades médicas y neuro- represión –y la proyección a ésta asociada
lógicas, utilizada largo tiempo con diferen- para constituir el delirio– que en las neuro-
tes matices, y también hoy día, denota no sis. Como sabemos, J. Lacan se apoyará en
sólo una necesidad taxonómica, sino tam- esta observación –y en otras observaciones
bién esa preocupación por la causalidad. freudianas, así como en su propia elabora-
En cambio, el DSM, a lo largo de sus dife- ción– para conceptuar el mecanismo espe-
rentes revisiones en quizá demasiado pocos cífico de las psicosis, la forclusión.
años, se dedica a agrupar diversos síntomas Además, será también Lacan quien cuestio-
en razón de diferentes criterios, de los que ne el carácter homosexual de lo «reprimi-
la causalidad se encuentra ausente, así do» (y «proyectado») en la paranoia, cam-
como la preocupación por la estructuración biándolo por lo que desde sus primeras teo-
en categorías nosológicas. Los autores afi- rizaciones de base psicoanalítica a propósi-
nes (14, 15), aunque exponen las diversas to de las psicosis (18, 19), acabará llaman-
teorizaciones etiológicas tanto físicas como do el «empuje a la mujer» reconocible en el
psíquicas y genéticas, no hacen una elabo- psicótico. Freud, sin embargo, no cuestio-
ración propia. nará el carácter homosexual de la fantasía
b) Entre las teorías referentes a la cau- optativa que detecta en la paranoia.
salidad psíquica, la más citada en la litera- Es más, Freud, como sabemos, hará de
tura psiquiátrica, y en ocasiones asumida, las diferentes maneras de contradecir la
es la teoría freudiana de la paranoia como expresión verbal de esa fantasía (es decir,
defensa. «yo, un hombre, amo a un hombre»), expli-
Defensa ¿contra qué? Contra una fanta- cación del delirio persecutorio, así como
sía homosexual reprimida en el interior del también de otros tipos delirantes, la celoti-
sujeto, y que, proyectada al exterior, sería pia y la erotomanía, tal como lo describe en
atribuida delirantemente a otro, aunque el caso Schreber (20).
éste ya no como quien desea el amor del Así, la contradicción al verbo de dicha
sujeto, sino, fundamentalmente, como per- frase sería: «Yo no le amo. Le odio», que,
seguidor. Así lo concluiría Freud, en su por proyección, aparecería como: «Él me
estudio sobre el caso Schreber (16), y así se odia» («me persigue»). Éste sería el delirio
suele repetir en toda la abundante biblio- de persecución. La contradicción al com-
grafía que lo cita. No obstante, ya el mismo plemento sería: «Yo no le amo a él, la amo
Freud, hacia el final del mismo texto, criti- a ella», frase que, por proyección, aparece-
ca esta interpretación cuando dice: «No era ría como: «Ella me ama» (erotomanía). La
por tanto exacto decir que la sensación contradicción al sujeto aparecería de dos
interiormente reprimida es proyectada al formas: «Yo no amo a ese hombre, es ella
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quien le ama», siendo «ella» la mujer real clínica concreta, no podemos dejar de pre-
del sujeto. Según Freud, esto explicaría la guntarnos, ante discursos paranoides en
celopatía de los alcohólicos. La segunda principio similares, si el mecanismo psíqui-
forma sería, para las mujeres: «Yo, mujer, co causal es el mismo, y si son atribuibles a
no amo a esa mujer; es él quien la ama», un mismo cuadro clínico. Nos referimos a
siendo «él» el hombre de la sujeto en la vi- discursos paranoides en la acepción más
da real. Ello explicaría los celos delirantes generalizada de lo paranoide: ubicación en
en la mujer. Finalmente, la repulsa a la tota- un otro de sentimientos e intenciones per-
lidad de la frase explicaría la megalomanía: judiciales para el sujeto. Respecto del
«Yo no amo a nadie. Sólo a mí mismo». mecanismo causal, la pregunta se referiría
Pero dejemos aparte por el momento la a si tal ubicación es consecuencia de una
cuestión de la supuesta homosexualidad, proyección de sentimientos e intenciones
así como la de la represión, dentro de la reprimidas por el sujeto, o de otro tipo de
causalidad en la paranoia, para centrarnos «proyección». En cuanto al cuadro clínico,
en el mecanismo de la proyección. se trataría fundamentalmente de saber si
c) ¿En qué consiste ésta? Según el estamos ante una neurosis o ante una psi-
«Diccionario de Psicoanálisis» se trata de cosis, para no vernos en el sospechosamen-
un término utilizado para designar la ope- te cada vez más frecuente recurso de echar
ración mediante la cual un hecho neuroló- mano de ese cajón de sastre que acabarán
gico o psicológico es localizado en el exte- por constituir los llamados «transtornos de
rior del sujeto. Se daría proyección en el las personalidad».
test de Rorschach o en el T.A.T., así como d) Veamos brevemente tres casos de
en la identificación. En sentido psicoanalí- nuestra experiencia:
tico, habría proyección cuando el sujeto Amelia, paciente que ha recibido diver-
expulsa de sí y localiza en otro cualidades, sos diagnósticos (desde transtorno de la
sentimientos, deseos… que no reconoce o personalidad a transtorno bipolar, pasando
que rechaza en sí mismo. Defensa arcaica, por esquizofrenia) sospecha que su marido
inicialmente descrita por Freud en la para- tiene relaciones con otras mujeres. Esto le
noia –en su artículo «Nuevas observacio- causa un gran malestar. A lo largo de las se-
nes sobre las neuropsicosis de defensa», y, siones de escucha terapéutica, comienza a
sobre todo, en el caso Schreber–, también hacer asociaciones. Sus celos le recuerdan
se daría en las fobias, donde la proyección ciertas palabras de una tía a la que estaba
se haría sobre un objeto concreto (21). muy vinculada: «las más celosas son las
Otros autores (22) señalan también la más putas». Ella se sentía así, «puta», cuan-
proyección en relación con el rechazo de do, en sus crisis con sintomatología manía-
procesos internos hacia el exterior, así ca –y también fuera de ellas, de forma más
como su carácter de modo de defensa esen- mitigada– desea a otros hombres diferentes
cial en la paranoia. de su marido. Se siente «perdida», en todas
Sin embargo, ya hemos visto cómo el las acepciones del término. Se avergüenza,
mismo Freud criticaba el modo de actua- ahora que puede hablar, de ese deseo, así
ción de la proyección en la psicosis para- como de su deseo hacia su médico, incluso
noica. de haber tenido relaciones con otros hom-
No hay para menos. En la experiencia bres antes de conocer a su marido. Hay
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también, aunque menos, sueños y fantasías ción hubiera sobrevivido a otros niños más
eróticas con alguna mujer, que, asociativa- fuertes fallecidos de esa enfermedad. A los
mente, le conducen a un tierno amor a su cinco, nueve y catorce años hubo de asistir
madre, antes rechazado. Pero antes de ello, a los entierros de su hermana menor, madre
hay un momento a partir del cual reconoce y hermano menor, respectivamente, entie-
por sí misma, y así lo puede expresar, esa rros de los que recuerda comentarios –a ve-
sospecha de infidelidad de su marido en re- ces los llama «voces»– de los asistentes, re-
lación con sus propias infidelidades imagi- ferentes a su debilidad física. Supone, ade-
nadas, con lo que su malestar se apacigua. más, que la agonía y muerte de estos y
Rosa padece intensamente la firme sos- otros familiares cercanos fue semejante a la
pecha de que su marido la engaña con una de quien fallece por meningitis, aunque
de sus cuñadas. Palabras o actos de él o de murieron por otras causas.
ella los interpreta siempre en el sentido de En principio, lo que aparece en los tres
esa sospecha. Su relación matrimonial está casos es simplemente que el sujeto ubica en
deteriorándose por esa causa. A lo largo de otro u otros unas intenciones o sentimien-
las entrevistas, va hablando cada vez con tos (celos, muerte) perjudiciales para él. A
más detalle y espontaneidad de los atracti- qué cuadro clínico puede corresponder ese
vos de su cuñada, su atrevida manera de síntoma, no es fácil de determinar en ese
vestir, sus insinuantes maneras… recono- primer momento. Es luego cuando pode-
ciendo que puede ser irresistible no sólo mos comenzar a pensar en Joan como posi-
para su marido sino para otros hombres. Ha ble psicótico, siguiendo el método de aso-
habido otras mujeres cuya relación con su ciación de síntomas, pero quizá arriesgára-
marido ha sospechado, y de todas ellas des- mos mucho si hiciéramos lo mismo con
taca sus evidentes atractivos. Se compara Amelia y Rosa.
con ellas, saliendo su propia femineidad Pero podemos ensayar otro método tam-
bastante mal parada de tal comparación. bién, aquél que atañe al preciso síntoma pa-
Joan asegura que la segunda mujer de su ranoide, a la ubicación del sujeto aquí, y,
padre –a quien llama su «madrastra»– in- dentro de dicho síntoma, intentar discernir
tenta envenenarle poniéndole alguna subs- diferencias entre uno y otro caso, para lo que
tancia en la comida. Es tras varias consultas al mecanismo de la proyección se refiere.
cuando nos confía que otras personas, veci- Pero, antes, haremos una referencia in
nas o conocidas, intentan también perjudi- extenso a un concreto pasaje de Lacan, más
carle, incluso quitarle la vida. Lo sabe por exactamente el capítulo IV de su Seminario
diversas señales y mensajes, y, de forma di- III, en donde trata este tema, relacionándo-
recta, a través de ciertas «voces» que oye, lo además con fenómenos tales como la
«voces» que le conminan a morir, ironizan alucinación y el delirio (23).
sobre el poco tiempo de vida que le queda,
o se sorprenden ante el hecho de que conti-
núe vivo. Desde muy niño, este hombre se 1. Con Freud
ha visto marcado por la muerte. A los dos
años estuvo a punto de morir por meningi- El título del citado capítulo es curioso:
tis, y recuerda comentarios de vecinos sor- «Vengo del fiambrero». Podría tratarse de
prendidos de que pese a su débil constitu- una frase cotidiana, dicha por alguien que
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viene del mercado y se lo comunica a una represión del instinto sexual o agresivo,
persona conocida que encuentra por la que finalmente no se manifiesta, pero algo
calle. Una frase que, en su conversación, de él persiste en forma de ese síntoma, bien
remitiría a ambos a otras frases, significa- sea síntoma corporal, como la conversión
dos, recuerdos u ocurrencias sobre ése u histérica, bien sea en el lenguaje en forma
otros temas… Pero, como veremos, se trata de lapsus, olvidos, repeticiones, etc.
de una frase dicha por una psicótica, y para A propósito del síntoma, Freud nos
nada remite a otros discursos, sino que recuerda (aunque es en el siguiente artícu-
recae sobre la sujeto con todo su peso, y en lo, «La pérdida de la realidad en las neuro-
lo más vivo de su propio ser: su cuerpo. sis y en las psicosis»), uno de sus primeros
Al inicio del capítulo, Lacan hace una casos, el de Elisabet von R., una joven que
breve referencia a dos trabajos de Freud, padecía un inexplicable dolor en las pier-
cortos pero muy precisos, «Neurosis y psi- nas, que le llegaba a impedir el caminar.
cosis», y «La pérdida de la realidad en las Durante el tratamiento con Freud, ella fue
neurosis y en las psicosis», ambos publica- desgranando recuerdos en los que este
dos en 1924. Vamos a desarrollarlos, al dolor aparecía en diversas ocasiones en que
menos en sus puntos más interesantes. ella se dejaba llevar, en su imaginación, por
En estos dos artículos, Freud intenta una tierna inclinación hacia el marido de su
diferenciar la neurosis y la psicosis basán- hermana; el dolor se instauró de forma per-
dose por una parte en la dinámica de sus sistente a partir del fallecimiento de dicha
síntomas, y por otra, en intentar averiguar hermana, cuando, encontrándose la pacien-
el mecanismo psíquico responsable de esa te ante el lecho mortuorio, le sobrevino el
dinámica. pensamiento de que, muerta la hermana,
a) En «Neurosis y psicosis» (24) ahora estaba su cuñado libre y podría
Freud dirá que la primera resulta de un con- hacerla su mujer, pensamiento que desde
flicto entre el Yo y el Ello, y la segunda de luego rechazaba por motivos morales. Para
un conflicto entre el Yo y el mundo exterior Freud, el dolor y la dificultad para caminar
del sujeto, de la manera siguiente. simbolizarían esa transacción entre el
En la neurosis, la realidad impone al deseo amoroso reprimido y la realidad de
sujeto una privación, le impide llevar a ese hombre amado pero prohibido por la
cabo, como dice Freud, uno de aquellos firme censura de la moral; en efecto, la
deseos infantiles, jamás dominados, que paciente no sólo se negaba a sí misma el
tan hondamente arraigan en nuestra organi- reconocimiento de su afecto por ese hom-
zación. Pero el motor instintivo de ese bre, sino que, por efecto directo de su sín-
deseo, la pulsión que lo mueve, es decir la toma, le resultaba imposible «dar un paso»
sexualidad o la muerte, persisten en el Ello hacia su amado en esas condiciones, siendo
del sujeto, provocando un malestar, una la frase «dar un paso» ampliamente utiliza-
angustia. El Yo necesita entonces arbitrar da por ella para expresar sus avances en el
una solución entre esos impulsos del Ello y logro de diversos otros deseos.
la imposibilidad impuesta por la realidad, El síntoma, pues, es ya para Freud algo
una solución de compromiso, una transac- perteneciente al mundo simbólico, no sólo
ción. Dicha solución es lo que conocemos porque simboliza esa transacción entre
como síntoma. Es decir, ha habido una deseo y realidad a que nos hemos referido,
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sino porque se inserta directamente en algo sujeto. Como sabemos, el delirio está pues-
tan propiamente simbólico como es el to precisamente en el lugar de un símbolo o
Lenguaje, en este caso a través de la frase significante fundamental del que el psicóti-
«no poder dar un paso». Cuando se trata de co carece. Esto se ve claramente en la clí-
síntomas plenamente lingüísticos, como los nica: el neurótico sí que puede dar cuenta
lapsus, la relación del síntoma con lo sim- de su síntoma, mediante su decir a lo largo
bólico es aún más clara. Es decir, el sínto- de un análisis, un decir que, interpretado,
ma neurótico entra a formar parte del abre nuevas significaciones, recuerdos,
mundo interior del sujeto como un símbolo fantasías. En cambio, pedir a un psicótico
que tiene una significación concreta, signi- que dé cuenta de una parte de su delirio, o
ficación que atañe tanto al deseo reprimido interpretárselo, lo único que habitualmente
(en el caso de Elisabet, el amor a su cuña- puede abrir no es más que angustia.
do) como a la realidad de la que el sujeto se En definitiva, nos dice Freud, tanto la
ve privado (el cuñado como objeto prohibi- psicosis como la neurosis presentan una
do). etiología común: un encuentro del sujeto,
¿Qué ocurre en la psicosis? Como en la en algún momento de su vida, con una pri-
neurosis, en ella el sujeto se encontraría vación en la realidad. El neurótico respeta-
también con una privación en la realidad. rá el mundo exterior, pero elaborará un sín-
Ahora bien, aquí lo que se produce no es un toma sacrificando así un deseo proveniente
síntoma propiamente dicho, sino una serie del Ello. El psicótico mantiene el deseo,
de fenómenos mediante los cuales el sujeto que invadirá el mundo exterior, conformán-
se va a procurar un nuevo mundo, tanto dolo a sus intereses en forma de delirio.
interior como exterior: el delirio y otros Todo esto, en cuanto a la formación de
cercanos a éste, como la alucinación, la los síntomas. Respecto al mecanismo sub-
paranoia, la retirada del mundo exterior. Lo yacente a éstos, Freud mantendrá el meca-
que importa aquí es que en ninguno de nismo de la represión como explicación,
estos fenómenos está presente una simboli- tanto para la psicosis como para la neuro-
zación. Es decir, puede ser que nosotros sis. Pero, al final del artículo, no deja de
interpretemos que pueda haber una relación hacerse la pregunta de si, por lo que res-
simbólica entre esos fenómenos y la reali- pecta al apartamiento del psicótico del
dad que conocemos del sujeto: por ejem- mundo exterior, no habrá un mecanismo
plo, podemos ver en los personajes de su diferente de la represión para explicarlo.
delirio una representación de lo que sabe- b) En el segundo de los artículos de
mos de la familia del sujeto. Pero siempre Freud, «La pérdida de la realidad en las
será una relación que establezcamos noso- neurosis y en las psicosis» (25), el autor
tros, no algo de lo que pueda dar cuenta el plantea un problema que le había quedado
sujeto mediante su decir, como sí puede un tanto pendiente en el anterior. Se trata de
hacer el neurótico. Como dice Freud, en la las relaciones con esa realidad en cuyo
psicosis no sólo queda excluída la acogida encuentro desencadena el sujeto una psico-
de nuevas percepciones, sino también sus- sis o una neurosis. Está claro que la psico-
traída al mundo interior del sujeto su signi- sis comporta una profunda transformación
ficación. Es decir, el síntoma o fenómeno de esa realidad, transformación que cono-
psicótico carece de simbolización para el cemos como delirio. Pero en la neurosis,
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quiere aclarar Freud, también se opera una dría dada cuando la realidad tratase de
transformación de las relaciones del sujeto imponerse a la vida anímica. El síntoma, en
con esa realidad. el caso de la neurosis, pacificaría la angus-
¿Qué ocurría en el caso de Elisabet, la tia al reconocer, aunque disfrazado, a ese
paciente de Freud? Ella desarrolló su sínto- instinto reprimido. El delirio, en el caso de
ma, su dolor incapacitante en las extremi- la psicosis, haría esa misma labor al trans-
dades inferiores, como compromiso entre formar la realidad que trata de imponerse
su deseo y la censura moral, síntoma que le en otra diferente. En este punto, Freud
impedía un acercamiento a su amado, y, lanza su conocido aserto de que la neurosis
también, al resto del mundo exterior, pues no niega la realidad, sino que se limita a no
durante bastante tiempo se refugió en su querer saber nada de ella, y la psicosis
dolor y en su círculo familiar, además de niega esa realidad e intenta substituirla.
rechazar la idea de su amor por su cuñado, Siendo una conducta sana aquella que reu-
lo que mantuvo hasta bastante después de niera determinados caracteres de ambas
llegar a Freud. O sea, la paciente no quería reacciones, es decir que, como la neurosis,
saber de esa realidad, la del mundo exterior no negara la realidad, pero que, como en
al que pertenecía el hombre amado, ni tam- las psicosis, se esforzara en transformarla.
poco quería saber de su propia realidad psí- Naturalmente, el desarrollo de una neu-
quica, sus sentimientos amorosos. Su dolor rosis o de una psicosis no es algo tan esque-
psíquico se había transformado en un dolor mático. Freud, lo que trata es de entender
físico, y todo aquello que estaba en relación ciertos procesos, y lo que hace es acercarse
con ese sufrimiento psíquico lo mantenía a realidades clínicas que observa o de las
en cierto modo apartado, en favor de lo que que tiene noticia, con los instrumentos y los
aparecía en primer término, su dolor en las conceptos que el Psicoanálisis iba elabo-
piernas, su incapacidad para las actividades rando. Él mismo dice, en este artículo, que
cotidianas, su propia imagen como persona la discusión de los diversos mecanismos
enferma. que han de llevar a cabo en la psicosis el
¿Qué le hubiera ocurrido a Elisabet, si apartamiento de la realidad y la construc-
hubiese desarrollado una psicosis? Es una ción de otra distinta constituiría una labor,
pregunta que Freud contesta diciendo que en aquel momento intacta, de la Psiquiatría
la paciente, en ese caso, habría negado el especial. Con esta declaración de que los
hecho real de la muerte de su hermana, es conceptos que poseía eran aún insuficientes
decir, claramente estaría delirando. Nos para explicar las psicosis, Freud nos deja
encontraríamos, no con un apartamiento de caer, como ya había hecho en el artículo
la realidad, sino con una transformación de anterior, su sospecha de que a las psicosis
ésta en otra, por medio del delirio. no se les podía aplicar los mismos conoci-
Ambas maneras de enfrentar la realidad mientos que ya poseía para explicar el
patógena serían, siguiendo el texto de mecanismo de las neurosis. Que en las psi-
Freud, dos formas diferentes de enfrentar cosis parecía funcionar algo diferente de la
una misma cosa, es decir, la angustia. En la represión –el mecanismo que ya tenía bien
neurosis, la angustia se suscitaría cada vez estudiado para las neurosis– a la hora de
que el instinto reprimido tratase de hacerse explicar las alucinaciones y los delirios
consciente. En la psicosis, la angustia ven- como modos particulares de relacionarse el
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sujeto psicótico con la realidad. Como sujeto con la realidad. El carácter clínico
sabemos, será Lacan quien se ocupe de del psicótico, dice, se distingue por esa
delimitar ese mecanismo que Freud intuía relación profundamente pervertida con la
como especial para las psicosis. realidad que se denomina delirio. En cam-
Quedémonos, por lo que respecta a estos bio, en la neurosis hablaríamos de una
dos artículos de Freud, con la idea de que, especie de huida de la realidad. Atención,
para las neurosis, algo perteneciente al Lacan nos recuerda que cuando Freud
interior del sujeto –es decir, sus instintos o habla de realidad, se refiere a la realidad
pulsiones, eróticos o agresivos– trata de psíquica. Desde nuestro punto de vista, en
imponerse con tal fuerza a las circunstan- los artículos comentados Freud se refiere
cias reales del mundo exterior, que el Yo tanto a la realidad exterior como a la reali-
del sujeto ha de arbitrar la solución de com- dad psíquica, pero esta alternancia no cam-
promiso del síntoma, reprimiendo el instin- bia mucho lo que tanto él como Lacan
to. El sujeto neurótico lo vive así, como quieren decir, o sea, que aquello de la rea-
algo que desde su interior pugna por mani- lidad en lo que el sujeto está particular-
festarse angustiosamente. Para las psicosis, mente implicado, si bien parece olvidado,
lo que el sujeto vive es que el mundo exte- empero continúa haciéndose oír de esa
rior trata de imponérsele, y entonces elabo- manera simbólica que es el síntoma. Pero
ra su delirio, para modificar esa también Freud, dice Lacan, no enfatiza este hecho
angustiosa imposición. En cuanto a las de manera adecuada. Lo que va a pretender
relaciones del sujeto con la realidad –y por Lacan es precisar el término simbólico, al
realidad hemos de entender tanto la reali- que Freud se refería, y que trabajó con los
dad externa, el mundo exterior, como la medios y conceptos de que en ese momen-
propia realidad psíquica, subjetiva– en la to disponía, todo hay que decirlo. Hay que
neurosis el sujeto no quiere saber de esa tener en cuenta que Lacan se movía en
realidad, pero de alguna manera la incorpo- estos momentos en plena época dorada del
ra, a través del síntoma, mediante la repre- estructuralismo, en relación con nombres
sión del instinto; en la psicosis, el sujeto como Jakobson o Lévi-Strauss, de manera
rechaza esa realidad, pero de ninguna que disponía de un material infinitamente
manera la incorpora en un segundo tiempo; superior al de Freud, a quien, por otra parte,
no hay en la psicosis nada a incorporar de hemos de considerar, junto a otros como
la realidad, pues en ésta se ha producido un Saussure o Marx, como uno de los antece-
agujero, y ese agujero lo rellena con el deli- dentes de lo que luego sería el estructura-
rio. Esto es lo que viene a decir Freud, ade- lismo.
más de la sospecha de un mecanismo dife- Lacan se propone, pues, profundizar en
rente de la represión, para las psicosis. lo que Freud ya afirmaba como lo simbóli-
co. Nos dirá que eso es precisamente lo que
para Freud está en juego en la neurosis, en
2. Con Lacan la que el síntoma vendrá a cubrir un desga-
rro, una rotura en la estructura del sujeto.
a) En la primera parte del capítulo, ¿Cómo articular algo para las psicosis,
Lacan se fija en esta distinción que hace desde este punto de vista? En las psicosis,
Freud en lo referente a las relaciones del dice Lacan siguiendo a Freud, la rotura, el
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agujero, donde se produce es en la estruc- el que la enferma se reconocía fácilmente,


tura del mundo exterior, y el fantasma psi- por cuanto era una frase por ella utilizada
cótico, a través del delirio, vendrá a colmar en otras y anteriores ocasiones, para expre-
ese agujero. Desde luego, habría que aña- sar sus dificultades, o sus avances, en la
dir, ese agujero que hay para el psicótico en consecución de diversos deseos. Esa frase
la estructura del mundo exterior, es de pertenecía al acervo lingüístico utilizado
alguna forma homologable al agujero que por la paciente de Freud, pero ello en tanto
se produce en su propia estructura subjeti- que pertenecía al acervo lingüístico común,
va: por eso el psicótico vive que el mundo en el que «dar un paso» es metáfora habi-
exterior le invade. tual para significar un avance tanto en la
Ocurre algo, pues, que rompe la estruc- puesta en práctica de un deseo particular
tura del mundo tal como ha sido hecha como de un movimiento histórico colecti-
desde el sujeto, y en consecuencia, tanto el vo. Esa frase era del sujeto, pero también
mundo como el sujeto se tambalean. Esto de aquello Otro del sujeto, el Lenguaje, que
no les pasa sólo a los psicóticos. Le pasa a a través de ese sujeto se expresa.
cualquiera. Pero, habitualmente, se suele ¿Qué hace la paciente? Recoge uno de
poder reordenar, con parte de los referentes los elementos lingüísticos, simbólicos,
anteriores, modificados o no, añadiendo «poder» o «no poder» «dar un paso», per-
otros nuevos, etc. Esos referentes, o signi- tenecientes a su ordenamiento anterior del
ficantes, que reordenan el mundo para el mundo, para reordenarlo después de su
sujeto, lo reordenan en ese registro simbó- débâcle a su particular manera, mediante
lico al que tanto Freud como Lacan se su síntoma. Este síntoma lo que hace es
refieren. Una manera de hacer ese reorde- recoger, religar algo, un impulso erótico
namiento es precisamente el síntoma neu- reprimido hasta entonces, momento en el
rótico, como hemos visto. El síntoma neu- que el mecanismo habitual de la represión
rótico está confeccionado en parte con esos falla.
significantes, modificados, pertenecientes Hay que añadir aquí otro detalle: la
al ordenamiento previo a la brusca irrup- paciente atribuye su propio impulso a otro,
ción de la pulsión. En la paciente de Freud, aquél a quien va dirigido, su cuñado, en
cuando ella se ve sorprendida, enmedio del forma de ese pensamiento en el que es él
grave espectáculo de su hermana muerta, quien puede hacerla su mujer. Hemos lla-
por el festivo pensamiento de que su amado mado proyección a esta imputación o atri-
cuñado estaba por fin libre para hacerla su bución a un otro, de aquello que el sujeto
mujer, ¿qué hace para librarse de la angus- siente. Vemos entonces que represión y
tia que ello le suscita? Constituye el sínto- proyección van unidas, en la neurosis,
ma del dolor y la casi parálisis de las pier- junto a la posibilidad de una reconstrucción
nas. Pero en este síntoma, que ya antes del mundo subjetivo mediante un acervo
había sufrido con menor gravedad en otras simbólico que el sujeto puede llegar a reco-
ocasiones, localizamos algo importante: la nocer como algo propio.
frase «no poder dar un paso», expresión de ¿Se puede decir algo semejante de la
su imposibilidad de acercarse a su amado, psicosis? ¿Estamos hablando de proyec-
viéndose así libre de angustia. Pero esa ción cuando decimos que el psicótico relle-
frase pertenecía a un acervo lingüístico en na con su fantasma ese agujero que se le
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COLABORACIONES

abre en la estructura del mundo? El delirio famoso recuerdo de su paciente, en el que


con el que el psicótico explica su vivencia éste cuenta una alucinación sufrida a los
de ese mundo y de las relaciones con el cinco años de edad, cuando, estando cor-
otro ¿está formado a base de significantes tando la corteza de un árbol con una nava-
en los que pueda reconocerse? ¿Se trata de jita, de repente ve que su dedo meñique
algo reprimido aquellos contenidos que está cortado y sujeto sólo por la piel, des-
surgen en la ideación delirante o en la alu- plomándose él a continuación sobre un
cinación auditiva? banco sin poder articular palabra, hasta que
Lacan nos empieza a dar pistas, que van vuelve a mirar su dedo y ve que éste está en
en la dirección de cuestionar el que la psi- su sitio y sin herida alguna. Aquí también
cosis pueda ser concebida a partir de los habla Freud de rechazo, no de represión, de
mismos mecanismos que la neurosis, a par- la castración que ese dedo cortado eviden-
tir de la misma dinámica de producción de cia. De represión podríamos hablar, por
síntomas, es decir a partir de la represión y ejemplo, en el caso de alguien que desarro-
de la proyección. Al menos, si hay proyec- llara el síntoma de una ideación obsesiva
ción en la psicosis, debe de tratarse de un en torno a la posibilidad de cortarse un
tipo particular de proyección, diferente de dedo, y con ese motivo evitara sistemática-
la proyección neurótica. mente coger un cuchillo o tenerlo en casa.
Las pistas que nos deja caer Lacan son Pero esto ya supone que el sujeto ha inte-
un par de citas de Freud, que a él le sirven riorizado la castración, la ha reprimido, y la
–al igual que otras alusiones a la psicosis puede poner luego en forma simbólica en
detectables aquí o allá a lo largo de toda la ese síntoma obsesivo. En cambio, en la alu-
obra freudiana– como pilares para funda- cinación del hombre de los lobos, la castra-
mentar su propio desarrollo conceptual ción aparece tal cual –o sólo ligeramente
sobre la psicosis y su mecanismo específi- desplazada al dedo– como algo que viene
co, la forclusión. Estas citas las toma aquí del exterior. Es decir, no ha tenido lugar esa
Lacan del caso del Hombre de los Lobos y interiorización, no se ha producido la sim-
el del propio presidente Schreber. bolización, y, como dice Lacan aquí con
Del primero (26) nos recuerda la expli- uno de sus conocidos asertos, lo rechazado
cación freudiana en relación con la posi- en lo simbólico aparece en lo real, en este
ción psíquica de dicho paciente en lo refe- caso en forma de ese dedo meñique corta-
rente a su vivencia de la castración. Freud do.
se refiere al hombre de los lobos diciendo La otra cita que hace Lacan de Freud es
que en él coexistían una corriente que del caso Schreber, y la refiere al delirio de
admitía la castración, aunque reprimiéndo- persecución. El delirio de persecución es
la, y otra que la rechazaba. Y dice Freud a algo que viene también de fuera. Y Lacan
propósito de este rechazo: «Al decir que la lo distingue de ese delirio de celos, de tipo
rechazó queremos decir que no quiso saber proyectivo, dice, en que un cónyuge impu-
nada de ella en el sentido de la represión». ta al otro infidelidades de las que sólo él se
Freud habla de algo, un rechazo, es decir siente imaginariamente culpable. Aquí sí
una corriente o mecanismo psíquico dife- que se puede hablar de que algo del sujeto
renciable del mecanismo de la represión. es proyectado «hacia el exterior», impután-
En este mismo pasaje, Freud refiere el doselo a otro. En cambio, nos señala Lacan
El fenómeno paranoide 53 (53)
COLABORACIONES

para el delirio de persecución, citando las pequeña concesión, y confiesa tras algún
palabras de Freud: «Es incorrecto decir que titubeo que ella tampoco es que fuera total-
la sensación interiormente reprimida es mente inocente, pues también había dicho
proyectada de nuevo hacia el exterior. algo al pasar junto al que la insultó. En con-
Deberíamos decir más bien que lo rechaza- creto, ella había dicho la siguiente frase:
do retorna del exterior». «Vengo del fiambrero».
Después de estas citas freudianas, Lacan Parece que Lacan remite a la paciente a
no puede más que proponer que sería mejor una posible asociación de esa frase con el
abandonar el término de proyección para la animal del que se hacen los fiambres, o sea
psicosis. En ésta, dice, «está en juego algo el cerdo, el cochino. La mujer se muestra
que nada tiene que ver con esa proyección de acuerdo. Seguramente era lo que ella
psicológica por la cual, por ejemplo, recibi- quería que el caballero en cuestión com-
mos siempre todo lo que hacen aquellos prendiese, puesto que él era un malvado
hacia los cuales tenemos sentimientos algo hombre casado, amante de una de sus veci-
mezclados, con al menos alguna perpleji- nas, a la que visitaba regularmente.
dad en lo tocante a sus intenciones». Y Todo muy comprensible, dice Lacan.
sigue: «La proyección en la psicosis es Pero aprovecha para advertirnos contra la
muy diferente a todo esto, es el mecanismo comprensión. Esto, comprender, es precisa-
que hace retornar del exterior lo que está mente lo que no hay que hacer. Al fin y al
preso en la Verwerfung (la forclusión), o cabo, comprender es colaborar con la resis-
sea todo lo que ha sido dejado fuera de la tencia del paciente. Comprender nos impi-
simbolización general que estructura al de detenernos en aquello que tan fácilmen-
sujeto». te comprendemos. En este caso concreto,
b) En la segunda parte del capítulo que comprender nos haría pasar por alto el
estudiamos, Lacan nos va a referir todo hecho de que, si ella quería llamar «cochi-
esto a un caso de su clínica. no» a ese hombre, no queda claro porqué,
Se trata de algo dicho por una mujer, para ello, necesitaba el camino indirecto de
psicótica, que con su madre forma pareja la alusión, sin decírselo directamente. Esto
en lo que se llama un delirio a dos. Lacan es, ¿por qué le dijo «Vengo del fiambrero»
nos habla de esa mujer con evidente afecto, y no le dijo «cochino»?
destacando que no presenta ninguna de Prosigue Lacan con su narración y nos
esas características que se suponen a los dice que en un determinado momento la
paranoicos, tales como orgullo o suscepti- paciente se atreve a comunicarle la grosería
bilidad. Al contrario, era una mujer encan- que el tipo del pasillo le soltó.
tadora, y, con ese mismo encanto, y una vez Este hombre le dijo: «Marrana».
superadas algunas resistencias prelimina- ¿Podríamos entender esto siguiendo la
res, ella le confía algo a Lacan. Le dice que conocida expresión lacaniana de que el
alguien, un maleducado con el que se sujeto recibe del otro su propio mensaje en
encontró por el pasillo de la escalera al salir forma invertida? Según ello, podríamos
de su casa, le dijo una grosería al pasar. En comprender que, si la paciente quiso llamar
principio, ni se atreve a repetir la grosería «cochino» al otro, aunque fuera mediante
en cuestión, tan injuriada se sentía. Pero, en la críptica frase «Vengo del fiambrero», y
cambio, sí que es capaz de hacer una que se lo quiso llamar como efecto de la
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represión de sus propios deseos sexuales, como la mujer de quien le ha dicho «Tú
entonces imaginara escuchar en el otro la eres mi mujer», y el que se lo ha dicho reci-
respuesta adecuada: «¡Marrana!». Tampo- birá de esa manera la constatación de la
co es que ella diga algo como, por ejemplo: aceptación de ese mensaje que le ha dirigi-
«Me dio la impresión de que me decía do a ella. Pero, en realidad, ese mensaje no
marrana», o que la miró al pasar de forma es el mensaje propio. El propio mensaje es
libidinosa, como si fuera a hacer con ella el que no es dicho, pero que está implícito
todas esas marranerías que hacían él y la en el mensaje expreso, el que es dirigido al
vecina. Todo esto entraría muy bien en el otro, y que el otro acepta o no. Ese mensa-
mecanismo de proyección neurótica, adju- je implícito en el mensaje expreso «Tú eres
dicando al otro los propios deseos sexuales mi mujer» es, obviamente, «Yo soy tu hom-
censurados en uno mismo. Pero no. Lo que bre». Éste es el mensaje del sujeto, el pro-
hay aquí es que ella se lo encuentra, dice pio, y es recibido por éste en forma inverti-
«Vengo del fiambrero» y oye en él, aluci- da, es decir, desde el otro de la relación, en
nando: «Marrana». la aceptación que este otro, u otra, hace,
Lacan reflexiona sobre el modo de vida comportándose como su mujer.
de esta mujer y de su madre, en su casa, Esto es lo que se sitúa en la línea
ambas muy encerradas en su pequeño a_________a’ del esquema n.º 1.
mundo, casi aisladas en su estrecha rela-
ción a dos, fuera de cualquier contacto con (Esquema n.º 1) a
el elemento masculino. En esta situación,
¿podría la paciente dirigir a un hombre, real
o fantaseado, un mensaje propio como
posible mujer de él, aunque fuera un men- a’
saje deformado por la censura? Cierta-
mente no, viene a decir Lacan. Y, así, no En donde a es el hablante que dirige el
hay posibilidad de recibir de ese otro, hom- mensaje explícito al otro, a’.
bre, ese mismo mensaje invertido: por Ahora bien, si estos dos personajes jue-
ejemplo, bajo la forma de un pretendiente gan tan bien sus respectivos papeles de
solícito. hombre y mujer, es porque ambos tienen un
Es decir, en esta situación, no hay posi- compromiso, no ya entre sus respectivas
bilidad de recibir de otro el propio mensaje personas, sino un compromiso con la frase
en forma invertida. ¿Qué ocurre, entonces, que instituye su especial relación, «Tú eres
con el mensaje? mi mujer», y el mensaje implícito. Es decir,
Detengámonos un momento aquí, antes ambos a_________a’ reconocen que entre
de seguir, para reconsiderar qué quiere ellos circula o media un Lenguaje con su
decir Lacan cuando habla de que el sujeto significación, se reconocen en ese Lengua-
recibe del otro su propio mensaje en forma je que los instaura en un lugar el uno res-
invertida. Él mismo nos lo explica con el pecto del otro en su especial relación. Ese
ejemplo de aquél que se dirige a alguien es su compromiso, el reconocimiento del
diciéndole «Tú eres mi mujer». Si ese lugar de la palabra más allá de sus perso-
alguien, si ese otro –u otra– acepta eso, nas. Este reconocimiento implica, pues,
entonces entra en el juego, y se comportará algo otro de sus personas y de su relación,
El fenómeno paranoide 55 (55)
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algo que les es Otro a ambos. Hay que res discursos. Elisabet, la paciente de
hacer notar que tal reconocimiento del Freud, decía no poder dar un paso para
lugar de la palabra atañe tanto a la palabra expresar algo que sólo a ella competía en
verdadera como a la mentirosa, pues, como su relación con su amado, pero en realidad
dice Lacan, esta última supone de igual utilizaba una expresión bien común y reco-
modo el reconocimiento de un Otro absolu- nocida por todos.
to, al que se apunta más allá de todo lo que El lapsus es otra muestra de este «ser
se pueda conocer. hablados» desde Otro lugar: esa palabra
Ese Otro es A en el esquema n.º 2. que se dice en lugar de otra ¿de dónde
viene? No es la persona que habla quien la
(Esquema n.º 2) a quiere decir; al menos, no es esa su inten-
ción consciente. Algo habla en su lugar.
Como sabemos, habla el inconsciente, el
sujeto del inconsciente, y así es como aque-
a’ A llo que está reprimido se puede expresar
mediante el lapsus. El inconsciente utiliza
Este Otro en donde los hablantes reco- un trozo de Lenguaje para expresarse
nocen su palabra, en donde se sitúa el mediante el discurso mismo de la persona
Lenguaje, habrá que considerarlo como hablante. Ésta es, pues, verdaderamente
preexistente a los hablantes, a los humanos, hablada, y hablada por eso que le es Otro.
aunque humanos fueron quienes crearon el Por lo tanto, el verdadero sujeto no es exac-
Lenguaje. Pues el hecho es que el pequeño tamente la persona que habla a otra y que
humano que viene al mundo, se encuentra de repente comete el lapsus; el verdadero
con el Lenguaje como algo que ya existe, y sujeto lo localizamos en el inconsciente.
que existe para él y para todos, al menos Lo situaremos como S en el esquema
potencialmente. Así que si habla, como n.º 3.
suele suceder, hablará con ese Lenguaje
que le preexiste, que está en otro lugar res- (Esquema n.º 3)
pecto de él y respecto de los otros, algo que
es Otro para todos. Vistas así las cosas, bien S a
se puede decir que, en realidad, cuando
hablamos y utilizamos esos contenidos lin-
güísticos que están en ese Otro lugar, lo
que ocurre más bien es que eso Otro se a’ A
expresa a nuestro través, somos hablados
por ese Otro en la medida en que nos reco- Retomemos ahora a la paciente de
nocemos en él mediante el hecho de la Lacan, en el lugar donde la hemos dejado:
palabra. Hablamos, y hablamos al otro de diciendo Vengo del fiambrero y oyendo
la relación, a los otros, con frases supuesta- Marrana.
mente originales y adecuadas a la ocasión, Se refería Lacan, como hemos visto, a la
pero la realidad es que las extraemos de ese imposibilidad, para esta mujer, de recibir
Otro lugar, acervo común para todos, que de otro su propio mensaje en forma inverti-
se manifiesta a través de nuestros particula- da, y argumentaba esto desde la realidad de
(56) 56 J. Vidal Otero
COLABORACIONES

ese pequeño y cerrado mundo que ella injuria dicha como cochino, marrano o
compartía con su madre, en donde lo mas- cerdo, en tanto símbolos de quien lleva a
culino no tenía cabida, no porque hubiera cabo actividades sexuales a un tiempo
una represión del deseo sexual, sino porque deseadas y censuradas. La injuria que aquí
lo masculino como objeto de tal deseo, sen- aparece es de otro estilo, y es una verdade-
cillamente estaba excluido. Y aún más, lo ra injuria porque viene realmente del exte-
masculino como una apertura al mundo. El rior, en forma de la alucinación «Marra-
mundo, para ellas, era esencialmente feme- na», y porque alude al sujeto en lo más real
nino. Lo cual, paradójicamente, excluía de su ser, descubriendo su sufrimiento.
también a las otras mujeres, en tanto éstas Veamos qué ocurre con esa exclusión o
venían a ser mujeres de hombres, cual era caída del Otro simbólico. Tal caída lo arras-
el caso de la vecina amante casado que tra hacia a’, con el cual se confunde, como
supuestamente insulta a la paciente. Todo vemos en el esquema:
en definitiva, hombres y mujeres, resultaba
extrañado de la pareja madre-hija de esta (Esquema n.º 4)
historia. Como dice Lacan, las relaciones
de la sujeto con el exterior se caracteriza- S a
ban más bien por la perplejidad. Pero la
perplejidad, podemos decir nosotros, no es
precisamente lo que caracteriza una auto- a’A
exclusión de las relaciones de un sujeto con
los otros, hombres o mujeres, cuando en la Confundido con el Otro, queda a’ sin su-
base de esa autoexclusión está la represión jeción simbólica. Así que tampoco la hay
del deseo sexual. En este caso, lo que para a, y ambos, a y a’, dejan de ser un otro
habría sería agresividad, celos y todo el para el otro mutuamente. Ambos se confun-
muestrario de síntomas neuróticos, expre- den. En este caso, ¿a través de qué otro, per-
sión de un tratamiento simbólico de ese sona o yo, habla el Sujeto, el sujeto del in-
mundo exterior del que por la represión un consciente? ¿Qué ocurre, como decíamos
sujeto se excluye, o, mejor, se retira. Pero antes, con el verdadero mensaje, el mensaje
en el caso que nos ocupa, la exclusión lo del sujeto? S habla entonces, da igual a tra-
que comporta es perplejidad, y esto lo que vés de qué, a o a’. De la persona del hablan-
nos indica es una gran dificultad, o una te o de cualquier otra. Y S habla su mensaje
incapacidad, de dar algún tratamiento sim- de cualquier manera a través de cualquiera
bólico a lo exterior excluido. de estas marionetas hablantes. Así:
De lo que la perplejidad nos habla con
su silencio, es de una exclusión, una caída, (Esquema n.º 5)
del Otro simbólico. En el caso de la pacien-
te de Lacan, el Otro excluido viene repre- S a
sentado por la masculinidad. Pero no
hemos de ver aquí lo sexual en primer tér-
mino. Lo que hay es esa exclusión del Otro a’
simbólico.
Así que lo que aquí se expresa no es una De manera que la frase «Vengo del fiam-
El fenómeno paranoide 57 (57)
COLABORACIONES

brero» viene a ser lo mismo que «Marra- circuito se cierra sobre esos otros que son
na». La paciente de Lacan, su persona, en la marioneta que está frente a quien habla,
el momento de decir su frase y escuchar la y en la que resuena su mensaje. Esta reso-
alucinación injuriosa, «es» la misma perso- nancia es lo que hace que el sujeto reciba el
na que quien le aparece por el pasillo: Para mensaje por alusión. Efectivamente, el psi-
ser más exactos, está confundida imagina- cótico se siente constantemente aludido, tal
riamente con él. Y escucha, en él, su propio como observamos con tanta frecuencia en
mensaje. No invertido, sino directo, tal la práctica clínica, y esta alusión constituye
cual. esa otra manera de hablar del sujeto, cuan-
Y, ¿qué mensaje es éste que se dice con do el Otro falta. Lo que concierne al sujeto
dos expresiones distintas? cuando el Otro está excluido es dicho como
Se trata de la particular significación alusión, y también como alucinación, por el
que, tanto «Vengo del fiambrero» como otro, por los otros, por unos otros un tanto
«Marrana», tienen para esta mujer, en fantasmagóricos, o, como se expresará el
tanto psicótica. ¿Quién viene del fiambre- presidente Schreber para designar los seres
ro? pregunta Lacan. Un cochino cortado en humanos que encuentra, por «flüchtig hin-
pedazos. Este es, en este caso, el mensaje gemachte Männer», u «hombres construi-
del sujeto sobre sí mismo, aunque sea dicho dos a la ligera».
con dos frases diferentes. Ella no sabe que Este hecho de la alusión implica, final-
lo dice, pero de todas formas lo dice. Si mente, otro hecho importante, éste concer-
pudiera, lo diría así: «Yo, la marrana, niente a la temporalidad. La frase que dice
vengo del fiambrero, ya estoy disyunta, la paciente de Lacan presupone la que
cuerpo fragmentado, membra disjecta, deli- escucha en el hombre del pasillo. «Vengo
rante, y mi mundo se cae en pedazos, al del fiambrero» implica, o presupone,
igual que yo». Esta es la vivencia, el men- «Marrana». Por así decirlo, ella no tiene
saje último del psicótico sobre sí mismo, tal que esperar a que el otro se lo diga. Cuando
como la práctica clínica nos muestra cuan- hablábamos de la frase «Tú eres mi mujer»,
do alguno de ellos puede llegar a expresar- con la que alguien instituye a alguien como
lo con palabras. tal mujer, el primero ha de esperar la res-
De ese sujeto que radicalmente somos, puesta del segundo. Es decir: la alocución,
sólo hay dos maneras de hablar, tal como lo que se dice al otro, el «Tú eres mi
hemos expresado en los esquemas lacania- mujer», precede a la respuesta del otro, la
nos transcritos. O bien mediante el circuito respuesta del tipo que sea, bien aceptando,
de dirigirse al Otro, recibiendo el mensaje bien desechando esa ubicación en que se le
propio en forma invertida desde el otro de coloca. Que alguien consagre a otro en ese
la relación. O bien, cuando ese Otro no lugar simbólico de «mi mujer», que el otro
está, tal cual pasa en el psicótico, haciendo acepte (o no) ese lugar simbólico, es decir,
que ese sujeto hable directamente a través ese lugar en la estructura social, en el
de lo que queda: a_______a’. Claro que, en Lenguaje, en definitiva en eso que es Otro
este caso, el mensaje queda retenido entre con mayúscula para ambos, supone la exis-
ambos hablantes, entre ambos yo, confun- tencia para ambos de eso Otro. Quien invi-
didos el uno con el otro. El mensaje va de ta a alguien a ser su mujer, habrá de esperar
uno a otro como pelota de ping-pong, el a que ella responda según lo que se entien-
(58) 58 J. Vidal Otero
COLABORACIONES

da en ese Otro –con todos los matices que nada le dice, es desde ella que se produce el
se quiera– por ser la mujer de alguien. fenómeno, y en este sentido hay «proyec-
Pero, en el caso del psicótico, no hay lugar ción», pero es evidente que no podemos
simbólico en donde constatar nada. considerar ésta igual que la proyección
Alocución y respuesta vienen dadas, por neurótica.
así decirlo, desde el mensaje del sujeto Hay que tener en cuenta también otra
sobre sí mismo. La respuesta está automá- distinción. En la paciente de Freud fue
ticamente implicada en la alocución, y se posible llegar, a través de la palabra y
presupone. «Marrana» es un supuesto pre- mediante la libre asociación, desde el sínto-
vio, un presupuesto, de «Vengo del fiam- ma explícito a lo implícito no expresado
brero», y, es más, esto último no podría ser –el deseo reprimido– o sea, desde un len-
dicho de no presuponerse la significación guaje expreso a otro no dicho. La paciente
de «Marrana». de Lacan, en cambio, no llega a referirse
más que al «Vengo del fiambrero» coetá-
neo al «Marrana», y a nada más en el orden
3. Discusión de la asociación lingüística. Al menos, a
nada más inconscientemente oculto.
a) Esa vinculación que, siguiendo a Esto es algo de experiencia clínica, a
Freud y Lacan, aparece claramente estable- poco que se haga un mínimo de escucha del
cida entre proyección y represión para la discurso de los pacientes, sin que sea
neurosis ¿significa que no haya tal proyec- siquiera necesario el que esta escucha sea
ción en las psicosis? Cuando Elisabet, la psicoanalítica. El neurótico fácilmente
paciente de Freud, imagina que su cuñado tiene lapsus, olvidos significativos, equivo-
puede hacerla su mujer, está proyectando caciones, que con frecuencia él mismo
en él el deseo que no puede reconocer en sí remite a otras significaciones, le despiertan
misma. Además, hace el síntoma de su recuerdos encubiertos, incluso sin necesi-
parálisis. Tanto la proyección como el sín- dad de señalárselo. En cambio, los psicóti-
toma nos remiten a ese deseo profunda- cos no remiten su discurso delirante más
mente reprimido, que sólo mediante ellos que a una continuación de dicho discurso
puede expresarse, aunque desplazado (aunque por supuesto pueden historizarlo,
desde la paciente (a) a un otro (a’), o bien y esta historización contribuye a una paci-
localizado en una parte del cuerpo. ficación de su angustia). Esta diferencia,
Evidentemente, la paciente de Lacan que tenemos a nuestro alcance en la clínica
también localiza algo en otro a’, el hombre psiquiátrica diaria, es algo que por ello
que se le cruza por la escalera. Pero ya mismo no podemos pasar por alto, no sólo
hemos visto que ese algo, el Marrana que por su aplicación terapéutica, sino por su
escucha, no tiene relación con un deseo importancia a la hora del diagnóstico dife-
reprimido, no es del orden de un mensaje rencial entre neurosis y psicosis que aquí
dirigido a ese otro, sino que le «viene» nos proponemos.
desde éste en forma de alucinación, como En definitiva, síntoma y proyección
mensaje propio, «el» mensaje sobre sí como expresión metafórica del deseo ocul-
mismo, su propio ser, lo que es: en tanto to en la neurosis. El delirio como metoni-
esquizofrénica, cuerpo disyunto. El otro mia en busca de una concreción metafórica
El fenómeno paranoide 59 (59)
COLABORACIONES

que no llega, en el caso de la psicosis. mismo: yo, salvado por milagro de la


Conservación, en el primer caso, de ese A, muerte cuando casi acababa de venir a la
lugar del lenguaje que hace posible la aso- vida, rodeado y amenazado por la muerte a
ciación lingüística. Caída de A –y confu- lo largo de esta vida como mis más próxi-
sión con a’, y de éste con a– en el segundo, mos familiares, soy dicho por esas voces
imposibilitando tal progresión lingüística. como objeto de muerte inminente. Claro,
b) Esta progresión, desde el paranoidis- que eso no lo dice él, lo decimos nosotros a
mo como síntoma verbalmente expreso, partir de su discurso. Un discurso que,
hasta otra codificación lingüística (el deseo desde la expresión verbal de su paranoidis-
reprimido) fue posible en dos de los casos mo, no lleva a otro discurso oculto, sino a
que hemos presentado más arriba, no así en un abundamiento en detalles delirantes
el otro. Veámoslo. Amelia, a partir de la sobre lo mismo.
sospecha del engaño de su marido, va aso- c) La represión se manifiesta en los
ciando, primero con su deseo por otros casos de neurosis como proyección de lo
hombres, que es el que finalmente recono- reprimido en un otro. Para el caso de las
ce por sí misma como proyectado en su psicosis, lo forcluido «viene» al sujeto
marido en forma de supuesta infidelidad de desde el otro, y la proyección es sólo sim-
éste. Vemos aquí la forma de proyección a ple ubicación en ese otro –confundido con
la que nos hemos referido repetidamente la persona del psicótico– de aquello que la
como típica. Posteriormente, ella irá aso- forclusión impidió, excluyó de la simboli-
ciando con su deseo por ciertas mujeres, zación.
hasta llegar a su amor por su madre, por la He aquí, nos parece, un camino de acer-
que antes sólo sentía vergüenza y pena. Los camiento, dentro de nuestra práctica psi-
contenidos reprimidos consiguen ser expre- quiátrica, a un diagnóstico diferencial de
sados, y el síntoma «paranoide» aparece síntomas que en principio parecen seme-
como metáfora de ellos. Un contenido lin- jantes, y son difíciles de atribuir a una u
güístico expreso nos ha llevado finalmente otra estructura clínica. Claro que un acerca-
a esos otros, reprimidos. El Otro del miento así no participa del practicismo
Lenguaje, A, se ha mantenido para Amelia inmediato que se nos demanda en los tiem-
como referente en que su palabra se reco- pos actuales. Además, necesita tiempo.
noce. Por ello ha podido hacer este recorri- Pero el tiempo –para la escucha del sujeto,
do. Rosa, aunque no reconoce explícita- sea éste neurótico o psicótico– habría de
mente su proyección, también puede hacer ser considerado herramienta fundamental
ese recorrido desde sus sospechas expresas de nuestra práctica. Un tiempo durante el
hasta la expresión de su atracción por las cual, como ventaja añadida, se puede ir
mujeres con las que suponía la engañaba su aquilatando un diagnóstico inicial hecho a
marido. base de sólo la observación de los síntomas
Pero, en el caso de Joan, ese Otro del evidentes, así como el tratamiento. Y sobre
Lenguaje no existe, está confundido, repar- todo, un tiempo que nos acerca a la verdad
tido y mezclado entre todos esos pequeños del sujeto.
otros, a’, su madrastra y los demás, cuyos
mensajes amenazadores recibe, mensajes
que no son sino el suyo propio sobre sí
(60) 60 J. Vidal Otero
COLABORACIONES

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** Josep Vidal Otero, psiquiatra, Centre de Salut Mental, c/ Peset Aleixandre, s/n, Manises (Valen-
cia).
** Correspondencia: Josep Vidal Otero, c/ Migjorn, 41, 46110 Godella (Valencia)
** Fecha de recepción: 26-III-1999.

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