Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Desde sus inicios, la Iglesia cristiana ha tenido que pelear contra múltiples
aberraciones teológicas y falsos maestros.
En este artículo queremos echar un vistazo a diez de las herejías más peligrosas que
han ido surgiendo a lo largo de la historia, algunas de las cuales siguen con nosotros
hasta el día de hoy.
Los docetas, siendo influenciados por la filosofía gnóstica, negaron que Cristo tuviese
un cuerpo literal. Partían de la premisa de que todo lo corporal es necesariamente
malo. Por lo tanto, Cristo no pudo haber asumido un cuerpo humano común y
corriente. En este sentido, Cristo solamente parecía ser humano. No obstante, si Cristo
no asumió una verdadera naturaleza humana, no podría ser nuestro sustituto.
Los ebionitas enseñaron una forma de adopcionismo declarando que Jesús no era
nada más que un simple hombre escogido por Dios gracias a su fidelidad a la Ley.
Como regla general, los ebionitas destacaron que fue en el bautismo de Jesús cuando
se convirtió en el Mesías y fue elevado a la filiación divina (siendo adoptado por Dios).
Los apolinaristas eran más cercanos a la ortodoxia que los primeros tres grupos que
hemos nombrado; pero aun así, se equivocaron grandemente al aseverar que
Jesucristo no tenía un espíritu humano. En lugar de un espíritu humano estaba el Logos
divino dirigiendo la mente y el alma de Cristo.
De nuevo, tal enseñanza provocó gran confusión en el seno de la Iglesia porque dio a
entender que Jesús no había asumido una naturaleza humana completa. ¿Cómo podría
el Hijo de Dios ser nuestro sustituto si no hubiese tomado sobre sí la naturaleza
humana? En términos de Gregorio de Nacianceno, “Lo que no ha sido asumido, no ha
sido redimido”.
Los modalistas predicaron que Dios se manifiesta de tres formas diferentes, esto es,
como Padre, Hijo y Espíritu. Dios juega tres papeles distintos en la historia. Según esta
escuela, Dios no es trino sino uno solo. Simplemente se da a conocer de maneras
diferentes. El Padre es el Hijo y el Hijo es el Espíritu (y viceversa). No hay ninguna
distinción personal dentro de la deidad.
Ahora bien, tal postura suscitó varios problemas, ¿si Jesús es el Padre, a quién oraba
mientras estaba en la tierra? ¿Acaso el Padre se envió a sí mismo a la tierra? ¿Qué
hacemos con el bautismo con Jesús cuando vemos claramente al Hijo siendo
bautizado, el Espíritu desciendo sobre Él y la voz del Padre hablando desde el cielo?
Los nestorianos dividieron tan estrictamente entre las naturalezas divina y humana de
Jesús que llegaron a la conclusión de que había dos personas diferentes en el Señor
Jesús. En oposición al concepto nestoriano, la ortodoxia cristológica asentó la verdad
de que Jesús es una sola persona con dos naturalezas diferentes en perfecta armonía.
Los monofisitas fueron al otro extremo. Donde los nestorianos decían que en Jesús
había dos personas diferentes e independientes, los monofisitas (o los eutiquianos)
llegaron a afirmar que Jesús tenía una sola naturaleza, una especie de mezcla entre sus
dos naturalezas.
Los pelagianos son conocidos por negar la doctrina del pecado original, a saber, que
todos los descendientes de Adán nacen en pecado. Creían que el ser humano podía
cumplir la voluntad de Dios según sus propias fuerzas sin la necesidad de la gracia
salvadora de Dios.
Asimismo proclamaron que era posible que los cristianos alcanzasen un nivel perfecto
de santidad en este lado de la eternidad ya que Cristo había dicho: “Sed vosotros
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). Total, repudiaron
por completo el valor del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz. Charles Finney avivó
la doctrina pelagiana en el siglo XIX.
Su papel fue el de inspirar a los discípulos a seguir su ejemplo, pero solamente los que
perseveraban en obediencia eran levantados de entre los muertos”. En otras palabras,
salvación por buenas obras. La teología liberal contemporánea sería un buen ejemplo
del socinianismo ya que ambas corrientes creen en la supremacía de la razón humana
sobre la revelación divina.
Conclusión