Está en la página 1de 9

Módulo 2

Marco conceptual de la perspectiva de género


En este módulo nos proponemos realizar un desarrollo sobre los
principales conceptos que ha desarrollado la teoría feminista para
explicar y visibilizar las desigualdades entre los géneros y la construcción
del sistema patriarcal. Como punto de partida revisaremos la diferencia
entre los conceptos de sexo y género.

El sexo hace referencia a las diferencias biológicas entre los cuerpos


sexuados que determinan las características físicas, anatómicas,
genitales y hormonales. Describe una composición genética y es
generalmente permanente durante toda la vida.

Por otro lado, el género refiere al conjunto de cualidades, roles,


funciones y responsabilidades que se atribuyen a “lo femenino” y “lo
masculino”, asignadas socialmente a las personas en base a sus
diferencias biológicas. Es un concepto construido cultural y socialmente,
tiene un carácter histórico y cambiante (es decir que no es estático ni
inmutable). Incluye a un conjunto de características, roles,
oportunidades y expectativas que un conjunto social asigna a las
personas, basándose en sus características biológicas (sexo) y que son
asumidas como propias.

Pero además a través del género se atribuye un valor desigual a “lo


femenino” (que es o debe deber ser “propio” de las mujeres) respecto
de lo masculino (que es o debe ser “propio” de los varones) y además
se excluye a personas que se encuentran fuera de ese orden binario y
jerárquico. Los atributos del género femenino tienen menos valoración
social que los atributos considerados propios de lo masculino.

Un aspecto importante a considerar es que el género es posicional y


relacional: es el lugar desde el cual cada persona se ubica en
determinadas circunstancias para vivir y manejarse en el mundo.
Relaciones de género

Las relaciones de género pueden definirse como las vías mediante las
cuales una sociedad define los derechos, las responsabilidades, las
identidades (femenino/masculino) y determina el tipo de relaciones
sociales entre las personas. Se caracterizan por varias dimensiones:
 ser cambiante de acuerdo al espacio donde se presenta, la cultura, la
religión y sociedad;
 están atravesadas e intersectadas por factores como la etnia, clase
social, orientación, e identidad de género;
 son dinámicas y están en el centro de las relaciones sociales y
 tienen como principal característica la desigualdad ya que existe una
jerarquización de géneros según la cual los varones ocupan un lugar
privilegiado en relación a las mujeres y otras identidades.

Sobre la base de esta jerarquización se construye un sistema social basado


en la apropiación, concentración y monopolización del poder y la autoridad.

A este tipo de organización social y política se la ha denominado


patriarcado. Este uso del término proviene de la obra de la feminista Kate
Millet (1969)1, quien hizo referencia al patriarcado en tres sentidos:

1- Como organización y estructura sociopolítica que asegura el poder de


los varones y subordina a las mujeres, por lo que la relación entre los sexos
es política.
2- Como ideología o sistema de creencias que sostiene este orden social
apoyándose en una supuesta supremacía biológica y que se impone por la
fuerza y justifica la violencia contra aquellas mujeres que desobedecen los
mandatos de género, de la familia y la sociedad patriarcal.
3- El género como una identidad adquirida.

La ideología patriarcal tiene expresiones en múltiples aspectos de la vida y


se expresa en diversas formas de sexismos:

El sexismo es una forma de pensar y actuar que sustenta y justifica las

1 Millet, K (1969) Política Sexual. Edición Cátedra Universitat de Valencia. Disponible en


https://feminismosaprendem.files.wordpress.com/2017/02/millett-kate-politica-sexual.pdf
desigualdades y diferentes formas de discriminación basadas en el sexo de
la persona. Esta ideología se sostiene en la supuesta supremacía masculina
basada en la superioridad del varón sobre la inferioridad de la mujer.

El machismo se refiere a un conjunto de actitudes, comportamientos


discriminatorios, despectivos, vejatorios y/o humillantes contra las mujeres
y diversidades. Es expresión de un sexismo hostil que rechaza a las mujeres
cuando son percibidas como amenazantes por su competitividad o
simplemente por mantener el dominio masculino.

La misoginia es una forma extrema de sexismo. Es el odio, aversión y


rechazo de las mujeres y lo femenino.

El patriarcado, como organización social, condiciona la forma en que se


establecen las relaciones interpersonales en todas sus dimensiones: sexual,
familiar, económica, cultural y política. El poder patriarcal también instaura
relaciones de subordinación de unos varones hacia otros, a los que
considera inferiores, como a los varones con orientación sexual no
hegemónica.

En palabras de Lagarde: “El análisis de género feminista es detractor del


orden patriarcal, contiene de manera explícita una crítica a los aspectos
nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes que se producen por la
organización social basada en la desigualdad, la injusticia y la
jerarquización política de las personas basada en el género”.2

Desde el pensamiento feminista se ubica en el patriarcado la causa primaria


de las desigualdades de género. Esto implica localizar la responsabilidad
de la discriminación, opresión y violencia más en este orden social y su
ideología, que, en las personas portadoras de ellas, que bien pueden ser
varones, mujeres u otras identidades.

¿Qué son los estereotipos de género y cómo funcionan?

Los estereotipos de género son creencias muy extendidas sobre las


diferentes características que serán asignadas a varones y mujeres en
nuestra sociedad.

2
Lagarde, Marcela (1996): Género y feminismo. México, SigloXXI.
Estas categorías de género o generizadas tienen pretensión de
uniformidad, es decir, se presupone que todas y cada una de las personas
de un grupo “son” como son vistos, actúan y se emocionan y sienten de la
misma manera. Por ejemplo, se tiende a estereotipar que todos los varones
son racionales y fuertes y todas las mujeres son sensibles y emotivas.

Estos estereotipos se adquieren en un proceso de aprendizaje en el que,


además de los factores culturales comunes a la sociedad, es importante el
contexto social más inmediato, sobre todo la familia y la escuela. Sobre la
base de estas construcciones y proyecciones niños, niñas y niñes tienden
a adecuarse a lo que se espera de elles.

Desde la primera infancia los géneros se construyen y socializan a través


de instituciones sociales como la familia, las iglesias, y la comunidad, entre
otras.

A través de los juegos, los juguetes, los cuentos y las canciones se les
enseña ciertos tipos de tareas propias para cada género. Por ejemplo,
asignar colores para cada género (rosa/nenas y celeste/varones) o
expresiones como “los nenes no lloran” y “no seas nena/niña y no llores”
son formas clásicas de esta primera diferenciación que se transmite desde
la infancia. A las niñas se las invita a jugar con muñecas, cocinitas, escobas
(tareas vinculadas al cuidado de otras personas); se tiende a moldear
personalidades pasivas, emocionales y dependientes. En el caso de los
niños, la socialización de aquello que entendemos como “lo masculino” se
realiza, por ejemplo, a través de juegos como pelotas, armas, autos. Ello
orienta a resaltar aspectos agresivos, racionales e independientes como
“propios” de los varones.

Este sistema de socialización además moldea y jerarquiza roles de género,


privilegiando aquellas características asociadas a lo masculino y restándole
valor a aquellas asociadas a lo femenino. Como se aprenden desde
temprana edad, estas ideas tienen mucha fuerza significante ya que van
moldeando los comportamientos, las acciones y las expectativas de cada
género. Sin embargo, estos modelos tradicionales se encuentran en
revisión, buscando un paradigma de enseñanza sin sexismos que
promuevan crianzas y aprendizajes para la igualdad.
Repensando la masculinidad hegemónica

La socialización de los varones bajo ciertos preceptos, mandatos y


prácticas, asigna a los varones (principalmente heterosexuales) una
posición social privilegiada, donde la masculinidad no solo aparece como el
elemento jerarquizado del par de género binario (masculino/femenino),
sino que también se ubica como representante de la totalidad de la
humanidad, como lo universal que habla, mira, juzga y decide.

Así, cuando habla un varón, si cumple con las características de la


masculinidad normativa (varón, heterosexual, blanco, clase media/alta),
tendemos a creer que lo hace en nombre de la totalidad de los seres
humanos, y esto representa un privilegio naturalizado.3

Estudios antropológicos dan cuenta de que en las sociedades patriarcales


existen cuatro mandatos que los varones deben cumplir:

1- Proveedores; donde se espera que serán sostén y sustento económico


de las familias, este papel de jefe le permite ejercer el poder sobre los
demás miembros de la familia e imponer sus reglas para la convivencia;

2- Protectores; es un mandato que impone al varón la responsabilidad de


cumplir la función de proteger a las demás personas, especialmente a las
mujeres. Con frecuencia, esa protección se transforma en control hacia las
mujeres, convirtiéndose en un ejercicio de poder;

3- Procreadores; es decir que un verdadero varón debe tener capacidad


de fecundar y tener hijos, especialmente del sexo masculino. Este mandato
deriva en la idea de una potencia y deseo sexual constante y activo;

4- Autosuficientes; que -tanto económicamente como en los otros ámbitos


de la vida- pueda hacer todo solo y no necesitar ayuda. El mandato exige
no depender ni confiar en nadie, seguir e imponer sus propias reglas sobre
los demás.4

3
El sociólogo estadounidense Michael Kimmel utiliza una anécdota muy ilustrativa, sobre un encuentro entre una mujer blanca y
una mujer negra. Ésta última pregunta: “Cuando te miras al espejo, ¿qué ves?”. “Veo una mujer”, responde la blanca. Es entonces
cuando la mujer negra explica: “Ese es el problema, cuando yo me miro al espejo, veo una mujer negra. Para ti la raza es invisible,
porque así funcionan los privilegios”.
4
MascCS & Iniciativa Spotlight (2019) Varones y masculinidad(es) CABA. wttp://www.onu.org.ar/IniciativaSpotlightArgentina/
Estos mandatos tienen efectos negativos para los varones y toda la
sociedad, ya que imponen un modelo cultural que tiende a encorsetar su
afectividad y promueve un estereotipo de masculinidad limitante y
obstructivo. Por ejemplo:
 Se les priva de una parte de su sensibilidad para reforzar su dureza,
lo que limita su desarrollo afectivo y su conexión emocional con hijes,
familiares, parejas.
 Se limitan sus posibilidades, tanto de expresar sus sentimientos
como, por ejemplo, de vivir la paternidad plenamente.
 Se les imponen altas responsabilidades como ser sostén de familias,
y si este proyecto se ve frustrado, ven seriamente limitadas su
autovaloración y estima, cayendo muchas veces en profundas
depresiones y problemas psico-emocionales.
 Se les supone responsables del destino de la familia.
 Deben ser fuertes, emprender una carrera profesional, y responder
activamente a los estímulos sexuales.

Identidad de género y orientación sexual

La diversidad sexual remite a prácticas, expresiones e identidades en las


que se pone en juego la sexualidad, concebida como una experiencia
amplia atravesada por relaciones sociales, afectivas, políticas y culturales
diversas. Algunas de estas referencias constituyeron una identidad política
a partir de la cual se organizaron y visibilizaron diferentes grupos y
organizaciones en torno al respeto y la promoción de sus derechos en el
marco del movimiento de diversidad sexual.

La categoría de identidad de género refiere a la vivencia íntima y a la


autopercepción de cada persona respecto del género, que puede coincidir
con el sexo asignado al nacer (cis-género) o ser diferente al sexo asignado
al nacer (transgénero). Incluye la vivencia personal del cuerpo, que podría
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de
medios médicos (quirúrgico, hormonal) y otras expresiones de género,
como la vestimenta, modo de hablar, modales (Yogyakarta; 2007). Es
constitutiva de la identidad de las personas y como categoría auto
percibida, constituye un derecho que debe garantizarse en su percepción
individual y de la manera en que cada persona elija se nombrada y
reconocida.
El término expresión de género refiere a la forma en que manifestamos
nuestro género: a través del nombre, de la vestimenta, el comportamiento,
los intereses y las afinidades. Es importante poder distinguir que la
expresión de género no define una determinada orientación sexual ni una
identidad de género. Antes bien, es un elemento más que se involucra en
la construcción de nuestras identidades.

La categoría trans se utiliza para expresar al conjunto de identidades que


desarrollan, sienten y expresan una identidad de género diferente al sexo
asignado al nacer. Es una expresión genérica que engloba a masculinidades
y feminidades trans, travestis, transgénero y transexuales.

Cuando hablamos de intersexualidad, nos referimos a aquellas personas


“cuyos cuerpos sexuados (cromosomas, órganos reproductivos y/o
genitales) no se encuadran anatómicamente dentro de los patrones
sexuales y genéricos que constituyen el modelo dicotómico varón-mujer”.

Las personas intersex tienen derecho a la integridad y la autodeterminación


de su propio cuerpo; el consentimiento previo, libre y completamente
informado del individuo intersex es un requisito que se debe garantizar en
todos los protocolos y prácticas médicas. La intersexualidad no es una
patología, sino una condición de no conformidad física con criterios
culturalmente definidos de normalidad corporal. Algunas organizaciones de
personas intersexuales prefieren referirse a la intersexualidad como una
“diversidad corporal”. 5

Se estima que uno de cada doscientos nacimientos que se producen en el


mundo es intersex. Les niñes intersex habitualmente son sometidos a la
intervención de sus cuerpos para ajustarlos a estándares de género
arbitrariamente construidos como femeninos o masculinos por la medicina.
Muchas veces, estas intervenciones no responden a una necesidad de salud
y ocasionan consecuencias negativas para las y los adultos intersex con las
que deberán convivir el resto de sus vidas. El tratar a las personas intersex
como enfermas contribuye a sostener la idea de binarismo, por ello es
fundamental visibilizar todos los cuerpos.

En Argentina se reconoce a través de la Ley Nro. 26.734 de Identidad

5
NADI (2015) Intersexualidad. Disponible en https://100porciento.files.wordpress.com/2015/07/intersexualidadinadi.pdf
de Género6 el derecho a que cualquier persona pueda realizar una
transición hacia el género de su autopercepción. La ley establece el
derecho a que todas las personas sean tratadas de acuerdo con su
identidad de género y, en particular, a ser identificadas de ese modo (art.
2,). y allí se garantiza el derecho a la rectificación registral (respecto de
el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que fuera registrada).

Asimismo, se garantiza el acceso a la salud integral, el acceso a


intervenciones quirúrgicas y/o tratamientos integrales hormonales para
adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, su identidad de género auto
percibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa
(art.11), es decir, sin judicialización y sin patologización.

Además, se garantiza el trato digno debiendo ser respetado el derecho a


la identidad de género adoptada “para la citación, registro, legajo, llamado
y cualquier otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como
privados” (art. 12).

Según el preámbulo de los Principios de Yogyakarta, la orientación


sexual “se refiere a la capacidad de cada persona de sentir una profunda
atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente
al suyo, o de su mismo género, o de más de un género”.

¿Qué es la heteronormatividad?

La heteronormatividad hace referencia al régimen social político y


económico que presenta la heterosexualidad como natural, necesaria para
el funcionamiento de la sociedad y como el único modelo válido de la
relación sexo-afectiva y de parentesco.

Este régimen se sostiene y reproduce a partir de instituciones que


privilegian y legitiman la heterosexualidad en conjunción con variados
mecanismos sociales que incluyen la invisibilización, exclusión y
persecución de todas las expresiones de sexualidad que no se adecuen a
él.

De acuerdo con este paradigma, la heterosexualidad en el contexto de

6
ttp://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/195000-199999/197860/norma.ht
uniones conyugales, constituye el patrón naturalizado donde se valoriza
otros modos de vivir la sexualidad como desviaciones o perversiones.

Es por ello que toda acción destinada a erradicar la discriminación por


orientación sexual y/o identidad de género es una manera de desarmar las
relaciones de poder que se instituyen a partir de la hegemonía social y
cultural del régimen heterosexual.

Problematizando el binarismo

Algunas corrientes del feminismo han problematizado como sociedades


actuales siguen considerando la división varón-mujer como único modelo
posible de organización social. El binarismo coloca en un lugar de ajenidad
a aquellos cuerpos que no se ajusten con esta dicotomía excluyente.

La organización social al través del binarismo privilegia ciertas maneras de


vivir la corporeidad a expensas de otros, mediante el establecimiento de
un esquema binario varón-mujer y la heterosexualidad normativa. La
inclusión de nuevas corporalidades pone en peligro el esquema dicotómico
jerarquizante del sistema patriarcal.

Las personas intersexuales “delatan el pacto de poder que subyace al orden


binario”7, cuyas estructuras existentes llevan a la invisibilización o
acomodación forzosa hacia uno de los dos géneros. Sabiendo que los
posicionamientos identitarios sirven de base para el reparto de poder y la
justificación de los ejercicios de exclusión, de todo cuerpo que no encaje
del todo en una de esas dos categorías.

7
Saldivia, Laura (2007). Deshacer el sexo. Más allá del binarismo varón-mujer.

También podría gustarte