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¿Qué significa género?

Material elaborado para la capacitación docente de la Ley Micaela. UNMDP

Es un término que comienza a ser utilizado en la década del ‘60 en el mundo


académico como una categoría que permite dar cuenta de la desigualdad socialmente
construida basada en el sexo.

Hacia los años 60’s y 70’s las académicas feministas encontraron que las
justificaciones con las que históricamente se había excluido a las mujeres de los
derechos civiles, políticos, sociales y sexuales se habían anclado en una supuesta
diferencia, desigualdad e inferioridad natural que se hallaba en el SEXO.

Por esa razón comenzaron a utilizar la palabra “Género” para dar cuenta de los
procesos sociales y culturales que funcionan en cada sociedad para construir esas
diferencias ancladas en el “Sexo”.

La frase “No se nace mujer, se llega a serlo” de la filósofa francesa Simone de


Beauvoir desarrollada en “El segundo sexo” resume esta idea

“El concepto de Género se refiere a la construcción social y cultural que se organiza a partir de la
diferencia sexual.Supone definiciones que abarcan tanto la esfera individual, incluyendo la construcción
del sujeto y el significado que una cultura le otorga al cuerpo femenino y masculino, como a la esfera
social, que influye en la división del trabajo, la distribución de los recursos y la definición de jerarquías y
relaciones de poder entre hombres y mujeres” (Faur, 2008).

El género no es una identidad ni un papel adquirido en la infancia y reproducido en el


marco de relaciones familiares, sino que se trata de un sistema institucionalizado de
prácticas sociales que constituye a los sujetos en dos categorías diferenciadas,
hombres y mujeres y, a partir de dicha diferencia, se organiza un sistema de
desigualdad.

Roles y estereotipos de género


Los estereotipos de género son imágenes construidas social e históricamente
que establecen aquello que se espera socialmente del varón y la mujer. Están
elaborados en base a prejuicios, actitudes y creencias aplicadas a todos los
varones y las mujeres en general, e intervienen en la construcción social de la
identidad de las personas.

El sistema / forma de organización patriarcal se estructura a partir de la interpretación


de la realidad a partir de dualismos o pares de opuestos: razón/emoción; activo/pasivo;
pensamiento/sentimiento; cultura/naturaleza; entre otros. Asimismo, estos atributos
que subyacen a estos dualismos se les ha atribuido una jerarquía sociocultural,
algunos sobrevalorados (varones) y otros en situación de inferioridad (mujeres).

Estos estereotipos y roles se aprehenden en los procesos de socialización de género,


desde que nacemos, con la presencia de mandatos que nos condicionan y consolidan
la desigualdad sexo-genérica.
Los estereotipos van a incidir de manera directa en la determinación de los roles
sexuales, esto es, en la forma esperada de comportamiento de varones y mujeres
según lo que se considera apropiado para cada uno/a, en todos los aspectos de su
vida, inclusive en los más íntimos, como la sexualidad. Así, los varones, para construir
la masculinidad socialmente esperada (hegemónica), deben ser responsables,
proveedores, activos y demostrar autoridad. Mientras que de las mujeres se espera
que manejen y gestionen el espacio privado, siendo buenas madres, cariñosas y
solidarias, entre otras características que se le atribuyen a “lo femenino”.
La reproducción de estereotipos de género naturaliza desigualdades sociales
amparadas en la diferencia anatómica y sexual de las personas, restringiendo el
pleno ejercicio de derechos de las mujeres y de todas aquellas personas que
desafíen estos mandatos sociales y culturales.

Los estereotipos de género inciden en cómo nos relacionamos, construyen escenarios


posibles, se producen y reproducen en las normas sociales, en las instituciones y en la
cultura en general.

ESTEREOTIPOS CLÁSICOS y BINARIOS

Masculinidades

Si hablamos de roles y estereotipos no podemos dejar de hacer mención a las


masculinidades, en tanto lugar dentro del sistema de relaciones de género,
históricamente construido, que consiste en las prácticas y los efectos que ellas
generan en la experiencia corporal, la personalidad y la cultura.

El hecho de que los procesos de singularización de los varones adultos


contemporáneos se hayan llevado a cabo en un histórico social patriarcal implica que,
desde su más temprana infancia, se les ha transmitido que forman parte de un
colectivo con mayores prerrogativas sociales, sexuales y económicas que las mujeres
en general, incluyendo las de su mismo sector social (Tajer, 2020). Lo cual ha
generado estilos específicos hegemónicos de "ser varón" que implican la identificación
a un grupo privilegiado. Que estos privilegios sean constitutivos de su identidad como
"varones" dificulta que puedan responsabilizarse subjetivamente por su posición de
poder. El término masculinidades abarca una multiplicidad de identidades que se
autoperciben como masculinas pero que no necesariamente se corresponden con la
idea de "varón" en tanto subjetividad masculina hegemónica asociada a la
heterosexualidad.

En el clásico estudio de Robert Connell, se hace una tipología de masculinidades,


donde encontramos desde aquellas construidas como hegemónicas, y por ende más
legitimadas socialmente, como aquellas subordinadas que tienen que vivenciarse
abriéndose paso, a través de las obturaciones a la masculinidad hegemónica y sus
instituciones (ej. varones gays o trans). También, sigue Connell, hay masculinidades
cómplices, que no se ajustan al estereotipo de la masculinidad hegemónica en sus
prácticas y sus declaraciones, pero sacan provecho de esa masculinidad legitimada,
no revisando sus privilegios. Por último, las masculinidades marginadas, que
intersectan variables de la clase y la raza o etnia y por ende resultan no solamente
marginadas sino excluidas del mapa social. (por ejemplo, varones negros en Estados
Unidos que son señalados como potenciales violadores).

Hay muchísimo material en el último tiempo sobre este tema, pero fundamentalmente
queremos transmitir la necesidad de revisar estos roles, estereotipos y tipologías de
modos de ser varones y sus implicancias. Deconstruir, desarmar, desaprender estos
modos internalizados e institucionalizados de “ser varones” es una buena clave para
profundizar en el camino hacia una sociedad más igualitaria. Con esto no nos
limitamos a procesos subjetivos, individuales, sino por el contrario a la necesidad de
espacios colectivos que interpelen esta masculinidad hegemónica y se orienta a la
transformación cultural, política y social contemporánea.

Construcciones sobre el cuerpo y la sexualidad

Como vimos anteriormente, los estereotipos están construidos en base a


representaciones de género, de clase, raciales y sexuales.
La sexualidad también es un eje de diferenciación social e individual que en nuestra
sociedad produce estratificación y desigualdad social.
Rubin Gayle (1989; “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad” en
Vance, Carol S. (Comp.), Placer y Peligro. Explorando la sexualidad femenina, Madrid, Ed. Revolución.

El cuerpo también es parte de esa interacción entre lo social y lo individual. Es vivido


individual y colectivamente. Está socialmente representado en distintos sistemas
simbólicos y metafóricos. Es objeto de regulación, disciplina y control por procesos
políticos y económicos. El cuerpo personal es el origen del conocimiento y a la vez, es
difícil imaginar esa intuición primera, que no esté mediada por significados y
representaciones culturales.
Diversidad de género
Nuestro recorrido hasta aquí supuso desplegar los núcleos conceptuales básicos para
pensar al sexo desde una dimensión compleja e integral, a la vez que diferenciar
aquella con el género, identificando los roles y estereotipos construidos socialmente.

Estas herramientas analíticas son centrales, aunque no son suficientes. Además de


orientarnos hacia una perspectiva que visibilice las desigualdades de género,
debemos asumir que incluso dentro de una lógica que explicita las dimensiones de
género y sexualidad, se siguen enmarcando en una matriz binaria y hegemónica.

Aquí resulta clave entonces dar cuenta de la noción de binarismo de género, la


cual hace referencia al modo en que solemos interpretar el mundo: blanco/negro,
naturaleza/cultura, sujeto/objeto, varón/mujer… La diferencia es conceptualizada por
medio de una lógica binaria que implica la exclusión de términos: “uno o el otro” como
excluyentes, o se es mujer o se es varón, no se podría ser ambos.* Sin embargo las
personas reinterpretan estas opciones de maneras diversas y generan múltiples
formas de vivir y expresarse. Y es necesario remarcar que las categorías, nociones y
valoraciones en torno a la sexualidad, son un terreno de constante redefinición.

* Este binarismo se vincula con lo que se denomina “presunción de


heterosexualidad”, o “heterosexualidad obligatoria”, o sea, presuponer que todas las
personas son o deberían ser heterosexuales. Es decir, la heterosexualidad no se
aborda como una orientación más, sino que se configura como un régimen político,
con fuertes mandatos normativos y naturalizantes. Asimismo, la cultura patriarcal es
también cisexista, lo que implica que quienes permanezcan en el mismo género
asignado (personas cis-género) gozarán de privilegios respecto de las personas trans,
que padecen múltiples formas de estigmatización y discriminación.

Más allá entonces de las conceptualizaciones y normativa que efectivamente ha


avanzado mucho en esta línea, aún hoy las diversidades sexo-genéricas hacen
referencia a aquellas identidades no hegemónicas, invisibilizadas y estigmatizadas.
Esto es así porque históricamente cuando las diferentes expresiones de la sexualidad
y el género han desbordado los parámetros establecidos, se han ido construyendo en
un marco de silencios, prejuicios y rechazos.

Es por ello que es necesario asumir una postura que visibilice la Diversidad
Sexual, esto es, que reconozca la pluralidad de prácticas y manifestaciones
emocionales, afectivas y sexuales, como así también las distintas formas de expresar
el afecto, el cariño y el deseo sexual, ya sea a personas de distinto género, del mismo
género o de ambos.

Al hablar de diversidad sexual, se reconoce que sexualidades, géneros y cuerpos, no


son realidades meramente biológicas y estáticas sino que varían en función de la
historia y de la sociedad. Desde esta perspectiva, se entiende la multiplicidad de la
sexualidad humana y la diversidad de formas que puede asumir.

Es por ello que incorporar y hacer efectivo el principio de respetar las diferencias en el
campo de las identidades sexo-genéricas, sigue siendo un desafío para la sociedad en
su conjunto.

Para hacer referencia a la diversidad de género es necesario aclarar algunos


conceptos que de manera frecuente se confunden entre sí:
La Identidad de Género refiere a la vivencia interna e individual del género tal como
cada persona la siente profundamente y no se deriva del sexo que a cada persona le
asignaron al nacer. En Argentina contamos con una ley de Identidad de Género, desde
el año 2012 (Ley 26.743) que consagra el respeto de toda persona a la identidad
autopercibida y no solamente a la asignada al nacer.

La expresión de género es el proceso mediante el cual se manifiesta al entorno la


identidad de género, a través de comportamientos específicos: el lenguaje, la
apariencia, la vestimenta, las características corporales, la elección del nombre propio,
etc. Tanto la identidad de género como la expresión de género pueden o no ser vividos
de manera consciente.

La orientación sexual remite a un patrón de atracción emocional, romántica, sexual


y/o afectiva hacia otrxs. Algunas de las orientaciones sexuales posibles son: la
heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad. Las personas pueden
identificarse con una misma orientación sexual toda su vida o puede ir variando su
identificación.

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