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Tal como recoge la Ley Orgánica de Educación 2/2006, LOE, modificada recientemente por la
Ley 3/2020, de Educación, LOMLOE, la Educación Infantil constituye la etapa educativa con
identidad propia que atiende a niñas y niños desde su nacimiento hasta los seis años de edad.
Tiene carácter voluntario y su finalidad es contribuir al desarrollo físico, afectivo, social e
intelectual de los niños.
En el centro educativo las personas que mantienen una relación más estrecha con el niño/a somos
los educadores, esto nos permitirá adquirir un profundo conocimiento sobre ellos y contribuir a su
desarrollo.
Hay que tener en cuenta que, el tránsito que experimenta el niño desde el entorno familiar, en el
que es el centro de atención y donde apenas se le plantean exigencias, al contexto escolar
supondrá un cambio importante, por lo que una de las responsabilidades que tenemos como
docentes, será la de crear un entorno seguro, cálido y afectuoso que les proporcione seguridad y
les impulse a desarrollar su autonomía.
Además, la labor del educador se verá complementada por la de la familia, por lo que es
necesaria su cooperación en la educación del niño y la coordinación entre ambos contextos. Por
último, hay que destacar que el educador ha de apoyarse en una reflexión crítica sobre sus
resultados, por lo que la investigación en el aula, debe ser una exigencia profesional que permita
la constante adecuación del proceso de enseñanza-aprendizaje a las características y
necesidades de los alumnos.
Y es que desde este punto de vista no se trata de enseñar a los niños/as a resolver una tarea
precisa, sino de permitirles “aprender a aprender”, a través del desarrollo de su propia
autonomía.
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El educador debe también tener siempre presente su papel como modelo de comportamiento frente
a los niños/as, por lo tanto cuidará su actuación, actitudes y lenguaje ante ellos, pues él será uno de
sus principales referentes.
Sin buscar establecer un perfil característico del educador de esta etapa, si se podrían establecer
una serie de factores que, al menos en teoría, contribuirán al buen desempeño de su actividad
educativa.
Como características personales, podemos decir que el educador debe ser:
● Responsable y emocionalmente equilibrado
● Buena capacidad de observación
● Capacidad de adaptarse a las características del grupo y de cada niño/a
● Capacidad de comunicación y de relación con los niños/as y adultos
● Consciente de la importancia de su influencia en los niños/as
● Paciencia, tolerancia y empatía
● Capacidad de reacción e iniciativa
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Esa intencionalidad educativa se expresa en el deseo de formar ciudadanos del futuro y va
dirigida hacia unas finalidades concretas, como son en la Educación Infantil:
● Aprovechar al máximo las posibilidades de desarrollo del niño/a, potenciándolas y afianzándolas
a través de la acción educativa
● Dotar a los niños/as de las competencias, destrezas, hábitos y actitudes
Esta doble finalidad se concreta en metas más específicas, referidas a capacidades en los ámbitos
del desarrollo motor, del desarrollo cognitivo-lingüístico, del equilibrio personal, de las relaciones
interpersonales, y de la actuación e inserción social.
4. RELACIONES INTERACTIVAS ENTRE EL NIÑO/A Y EL EDUCADOR
Estas relaciones deben basarse en un clima de confianza mutua, en el que ambos interlocutores se
sientan implicados en una tarea común que requiere la cooperación y las aportaciones de distinto
tipo que cada uno pueda realizar. De este modo, las actuaciones del educador han de ser lo
suficientemente plásticas y flexibles como para adecuarse a los intereses y motivaciones de sus
alumnos/as.
La visión que el educador tiene del niño/a se le transmite inconscientemente en multitud de
ocasiones y el niño/a es sensible a ella. Se trata de que el educador, en el curso de sus
interacciones con el niño/a, evite las etiquetas negativas y ponga el acento en las posibilidades del
niño/a para ir superando las dificultades poco a poco. Sólo así, y en colaboración con el entorno
familiar, se conseguirá desarrollar una buena autoestima en el niño/a que le haga creer en sus
posibilidades y le anime a actuar.
En el curso de las continuas interacciones entre el educador y el niño/a, se desarrollarán procesos
de imitación y/o identificación mediante los cuales el niño/a aprenderá las actitudes y conductas
de los adultos y de otros niños/as asumiéndolas como propias.
El lazo emocional será el prerrequisito fundamental del proceso de identificación y, por lo tanto,
las figuras de apego serán los modelos educativos que más imite el niño/a. Los padres, en general,
son las primeras personas con las que se identifica, pero también los educadores se convierten en
modelos imitativos. Enseñan, lo quieran o no, actitudes, ideas, prejuicios, etc. acerca de cómo se
debe y no se debe ser.
La información que el educador tiene de cada niño/a no está basada sólo en sus propias
observaciones, ni en informaciones indirectas (de sus familiares y de otros educadores), sino
también en otra serie de datos previos que condicionarán la forma en que el alumno/a es
catalogado: condiciones sociales del niño/a, clase socioeconómica a la que pertenece, raza, sexo,
estructura familiar, características físicas y psicológicas, etc. Estos datos son interpretados en
función del subjetivo esquema de referencia del educador, dependiendo de su propia historia
personal y de sus prejuicios culturales; todo ello va a determinar las actitudes y expectativas
previas sobre las que establece sus relaciones con los niños/as.
5. EL MAESTRO COMO MIEMBRO DEL EQUIPO EDUCATIVO Y EN SU RELACIÓN
CON LAS FAMILIAS.
El educador infantil trabaja como miembro de un equipo docente que nace de la necesidad de
coordinar la intervención de los distintos educadores para conseguir la mayor unidad en el proceso
educativo del niño/a.
El trabajo en equipo resultará enriquecedor para cada uno de sus miembros por las distintas
experiencias que puede aportar cada uno de ellos, y por el desarrollo personal que supone el
trabajo en equipo. Una buena labor de equipo repercute directamente en el bienestar y desarrollo
adecuado de los niños/as, por ello, es importante que funcione correctamente, y para ello el trabajo
ha de estar bien organizado, es decir es preciso planificarlo, realizarlo de forma ordenada y
evaluarlo posteriormente.
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Los componentes de un equipo tienen que sentirse verdaderamente implicados en todo el proceso.
El equipo docente es en sí mismo un grupo social que requiere actitudes adecuadas y una continua
comunicación entre sus miembros.
Algunas de las principales funciones del educador, como miembro de un Equipo educativo, serían
las siguientes:
6. BIBLIOGRAFÍA.
6.1. Referencias legislativas
- LOE 2/2006, de 3 de mayo. Ley Orgánica de Educación que regula todo el sistema educativo español.
- LOMLOE 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de
Educación.
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- Real Decreto 1630/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas del
segundo ciclo de la Educación Infantil.
- Decreto 183/2008, currículo de la Ed. Infantil en nuestra Comunidad.
- Decreto 25/2018, que regula la atención a la diversidad.
- Orden de 7 de junio de 2007, modificada por la de 13 de diciembre de 2010, para atender a las
NEAE.