Emanuele Coccia

Filosofía de la imaginación
Averroes y el averroísmo

Estudio preliminar de Giorgio Agamben

Traducción de María Teresa D ' Meza

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Adriana Hidalgo editora
 1. El pensamiento y su sujeto ·

1.1. Aún no se ha profundizado lo suficiente acerca de

la razón por la cual la reflexión sobre la subjetividad -sobre
su naturaleza, su forma, su posibilidad mtsma- coincidió
en Occidente con un enigma de naturaleza gnoseológica.
Por una coincidencia que no tiene nada de casual, en efecto,
desde Kant hasta Husserl, desde Descartes hasta Fichte, toda
discusión sobre la realidad del sujeto y de la subjetividad
parece haber sido concebida en el seno de una reflexión so-
bre la naturaleza y el origen del conocimiento. Y ello en t.al
medida que el sujeto devino una categoría eminentemente
gnoseológica: hablar de sujeto significa sobre todo hablar
de sujeto del conocimiento. Es, pues, en el conocimiento
donde presumiblemente una vida hace la experiencia de ser
un sujeto; y es en el conocimiento donde esta se descubre y
llega a ser un "Yo". Por una ecuación cuyos orígenes aún se
desconocen, el Ego, en filosofía, es antes que todo el ego de
un cogitare, de un saber, de un pensar. Y viceversa, el pensar
se transformó poco a poco en la evidencia de un ego, de un
sujeto, de algo o alguien que en él sea capaz de decir "Yo".
La razón de esta coincidencia puede ser antes que todo
histórica: fue sobre todo durante las polémicas suscitadas en

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 Emanuele Coccia
torno a la traducción latina del Ta.fiír fl-l-Kitdb-an-nafi de
Averroes que la filosofía occidencal aprendió a definir or
completo la noción de sujeto. Podría decirse que Occide~te
aprendió a reconocerse como sujeco del conocer precisamen-
te leyendo y confutando el "gran comentario" de Averroes.
Fue justo en la reacción a la tesis sobre el intelecto único
que teólogos y filósofos lograron hacer de la demostración
de la subjecividad la real puesta en juego de toda discusión
gnoseológica. El averroísmo es la emergencia de esta co-
incidencia y su propia cognoscibilidad: el hecho de que el
problema de la subjetividad se haya dado y haya devenido
formulable en los términos propios de la discusión acerca
de la naturaleza del conocimiento humano es el signo
más evidente (e innegable) de su realidad, de su espesor
hiscórico, de su propia supervivencia. No es casual que las
primeras reflexiones sobre la naturaleza de la subjecividad se
encuentren en el corpus tradicional de los comentarios a las
Sentencias, propiamente a la altura de aquella cuestión (la
decimosexta o decimoséptima del segundo libro) suscitada
por las discusiones sobre la unidad del intelecto posible y
dedicada a establecer si el intelecto es la forma del hombre
(utrum intellectus sít forma homínis).
En este sentido la filosofía moderna desde Descartes
hasta Locke no hizo sino recopilar los esfuerzos teóricos de
más de dos siglos de reflexiones. Más aun, podría decirse
que toda reflexión sobre la subjetividad es una prolongación
histórica y teórica de esos mismos esfuerzos, y esto no sólo
en el sentido de que las investigaciones modernas y contem-
poráneas pueden ser reconducidas genealógicamente hacia
El sujeto del pensamiento
a uellas reflexiones como a su origen ocult?. Como por un
h~bito inconsciente, devenido impercepnble y hoy con-
~ndido con la naturaleza, esas discusiones en realida~ sólo
reproducen inconscientemente aq~ella ~tigua y ya oh:dada
ferocísima cruzada, que llevó a los mas grandes filosofos
latinos a combatir a un verdadero espectro: el de un filósofo
cuyo propio nombre era incierto, y cuya existencia misma,
y con ello la de sus ideas y doctrinas, llega ~~y a _pon~rs~ en
duda. Siete siglos de conflicto han perm1t1do mtenonzar
definitivamente el acto cognoscicivo, es decir, hacer humano
lo que la Antigüedad, con las palabras de Anax_ágo~as, había
pensado siempre en los términos de un extranam1ento ab-
soluto con respecto al hombre y a todos los otros entes, Y a
codo otro objeto. ¿Por qué, pues, nunca en el pensamiento
una vida debería descubrirse sujeto? ¿Será posible romper
el encanto que obliga a la filosofía a recitar una tesis cuyas
razones ella misma es incapaz de reconocer?
J.2. ¿Quién piensa? ¿Cuál o quién es el sujeto del ~ensa-
miento? •Quién dice "Yo" en el pensamiento, supomendo
é d · «-v: " x.ista un
que pensar signifique siempre, ear 1.0 ', Y ~ue e _,
sujeto en el pensamiento? y mas aun: ¿que e~ta en cuesnon
siempre que se hace la pregunta sobre el suJeto del p~nsa-
miento? Las dificultades que la filosofía y el pensamiento
encuentran al intentar responder rigurosamente a estas
preguntas no derivan tan sólo de las aporías que ellru: mis~
mas parecen implicar (en efecto, ¿cómo con<?ce~ al suJet_o si
conocer significa ser un sujeto cognoscente? ¿Como obligar
 El sujeto del pensamie nto
Emanuele Coccia
l
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¡.
precisa sobre la naturaleza del pensamie nto es la condición
al pensamienco a revelar, a traicionar en su actualidad a su
de posibilidad de codo derecho, de toda ética Y de toda ley.
único sujeto? Y luego, ¿qué es un sujeto?), sino que surgen
Si el V Concilio de Letrán llegó a prohibir no sólo el dar al
sobre todo del hecho de que una serie de ciencias, saberes,
problema relacionado con el sujeto del pensamiento (o en
prácticas, instituciones parecen avanzar antes que la propia
términos más rigurosos, a la condición numerable d:1, alma
filosofía, parecen darse prisa por dar una respuesta clara
intelectiva, al principio de individuación y numerac~o~ del
a la cuestión antes de que el pensamiento haya definido
pensamiento) respuestas diferentes de la de la ley cnsuana,
correctamente sus términos . El hecho es que la existencia
sino incluso a formular la cuestión en sus términos, es
misma de estas disciplinas parece depender de la posibilidad
porque la puesta en juego de coda noesis es exquisitamente
de identificar en un hombre -en este hombre- el sujeto del
política: es decir, siempre que se intenta pedirle al pe_nsa-
pensamiento, de hacer verdadera la proposición que reza:
miento que testimonie sobre su sujeto, la posibilidad misma
"este hombre pi~nsa'' (hic homo intelligi.t).
de una política tiembla, es puesta en duda la posibilidad de
En primer lugar son la teología y el derecho (que al
dar forma en el pensamiento a una comunidad de los seres
menos err Occidente el propio averroísmo enseñó a no
pensantes que coincida con el número de lo~ ~uerpos Y de
considerar separadbs, a captar como el darse de un mismo
los sujetos que la ley identifica, reconoce,_ legi~1ma.
problema) los que presentan evidencias pretendidas y su- Está también, como se ha visto, la historia del pensa-
puestas: es siempre un hombre que piensa, este hombre, ·' d na
miento, cuya práctica misma parte de 1a percepc1on e u
porque de otro modo sería imposible asignar méritos y
fractura precisa entre la tradición de los cuerpos Y la de las
deméritos , hablar de responsabilidad, de soberanía del indi-
ideas y los saberes: existen saberes transmitido~ que nada
viduo sobre sus propios actos, e imposible sería ese preciso
testimonian de los sujetos que se presume estuvieron en su
orden entre pensamiento y acción que la teología articula en
origen; la tradición de las ideas a menudo parece efectuarse
la ley y en el mandato. Si no es este hombre el que piensa,
independientemente de la tradición de los cue:pos Y ~o
si la subjetividad del pensamiento no coincide con la subje-
pasar a través de ella: una idea desaparece de improviso
tividad del individuo psicosomático, advierte Santo Tomás
para reaparecer siglos después sin que parezca haber ~stid_o
de Aquino en su De unitate intellectus contra averroístas,
tradición de ella de cuerpo en cuerpo. La obra de la ~i~tona
es imposible toda ética y toda polis, toda conversatio civilis
es precisamente el intento de conciliar estas ~os _t:adici~nes,
fracasaría inexorablemente (De unitate, §§ 78 y 87). Se
intento avalado y hecho posible por la conv1cc1on segun _la
dirá, pues, que el derecho es, antes incluso que una ciencia
cual coda idea es idea de un sujeto y se origina Y se tr~smi~e
del ordenamiento de los seres vivientes, de sus formas y t
a través de este. No sólo el pensamiento tiene una hiS ona
de sus movimientos, una noesis; y viceversa, una imagen
 Emanuele Coccia
y no existe pensamiento antes de la actualidad del hombre,
sino que la historia del pensamiento coincide con la historia
humana (puesto que el pensamient:o es afección de la sus-
tancia humana), con el sucederse de los cuerpos humanos:
en la tradición del pensamiento se reconocen el ritmo y los
movimient:os propios de la tradición de los cuerpos; las ideas
y los sistemas parecen sucederse así como se suceden los
cuerpos según el orden de la generación y de la corrupción.
No sólo existe un pensamiento "kantiano" sino que este si-
gue al pensamiento "cartesiano", así como (y en tanto) Kant
sigue a Descartes en el orden de la generación y de la co-
rrupción. Por lo tanto, también la historia del pensamiento
presupone ·una doesis precisa, que parte de la consideración
del pensamiento co'nio afección o accidente de una sustan-
cia individual, y de la consiguient:e identidad del sujeto del
pensamiento y del sujeto que vive, y precisamente en virtud
de esta identidad por la cual el movimiento y la tradición
del pensamiento deben por necesidad coincidir y tienen el
mismo ritmo de la tradición de los cuerpos es que esta es
llevada a reconocer en un hombre, en este hombre, la causa
y el origen de coda idea.
En resumen, existe la propia filosofía o al menos la me-
moria en la que el pensamiento parece conservarse como
saber actual: de Descartes en adelante no sólo suele decirse
que es evidente que este hombre piensa, sino que esta evi-
dencia, la certeza de ser el sujeto del pensamiento, deviene
la posibilidad misma de todo pensamient:o y de su génesis
y la forma que este ha de asumir siempre. El trilema carte-
siano ha consignado a la modernidad una idea de razón que
El sujeto del pensamiento
esta había ignorado durante siglos. Ego sum res cogitans: la
conclusión del crilema hace de ell~, en efecto, una cosa cuya
forma es la de un "Yo" (ego). Sin embargo, antes de deve-
nir cosa entre las cosas (res) -más aun, la única res de cuya
existencia no es posible dudar- la razón, el pensamiento fue
aquello que no dispone de forma o nat:uraleza alguna. La
filosofía moderna, desde Kant hasta Fichte, descubrirá en la
unidad a priori y necesaria del sujeto que vive y experimen-
ta con el sujeto que piensa y que conoce (en los términos
propios de la especulación averroísta, de la radicatio de la
sensibilidad y del intelect:o en un mismo y único sujeto) y,
por lo t:ant:o, en la posibilidad de reconocer en la materia del
pensamiento el sujeto psicosomático, la condición de validez
y de universalidad del saber. La pregunta sobre el sujeto del
pensamiento se refiere en este sentido a la posibilidad misma
de un saber que se considere necesario y universal; un saber
deviene ciencia (universalmente reconocible) cuando es
posible rastrear en el pensamiento lo que se ha experimen-
t:ado y, viceversa, cuando es posible aplicar con necesidad a
lo que se experimenta las formas (universales y necesarias)
del pensamiento. O sea, para que esto sea no sólo posible
de hecho sino necesario de derecho, sujeto cognoscent:e
y sujeto que experimenta deben coincidir a priori. ¿Qué
sucede si experiencia y pensamiento coinciden no según
el ser sino sólo en el medio de una peculiar operación, la
imaginación? ¿Qué ocurre si no es el sujeto humano, en su
esencia misma, el que define el acuerdo t:rascendental entre
pensamiento (o lenguaje) y experiencia, sino sólo la activi-
dad de la imaginación?
 Emanuele Coccia

No es .un azar entonces

. que el averroísmo , la mas' rigu-
·
rosa y radical doctnna acerca del sujeto def"pensamiento, el
nombre que la filosofía toma cada va. que intenta defi ·
. l nir
con ngor e pensamiento como subjetividad, haya coinci-
dido con el más largo y grave dilema político, histórico
. ~
c1ent1 co que el pensamiento occidental haya conocido
y 2. ¿Qué significa pensar? El sujeto y la ley
represen:e también la doctrina que cuenta la más larga fil: Diversitas cadens naturaliter inter
de enemigos y opositores, dentro y fuera de la filosofía. Es homines in principiis mundi et in variatione
~obre las más secretas razones de este dilema que debemos suac naturac ese causa diversitatis in legibus in
interrogarnos. tempore praeterito et futuro.
Iohannes de Gottingen, Sophisma de inullectu et inuntione

2.1. El estudio del averroísmo latino resulta obstaculizado

por una dificultad que los estudiosos no sie-m pre han sabido
resolver con la necesaria precisión. La doctrina averroísta,
en efecto, no describe exclusivamente la trama de un nudo
teórico y especulativo (el relacionado con la naturaleza del
pensamiento, con su recognoscibilidad en un sujeto psico-
somático), ni delimita los contornos de un hecho que tenga
consistencia puramente filológica o paleográfica (la presen-
cia material de determinados textos o documentos en los
archivos). En la figura donde la tradición suele pintarlo, este
se da a conocer sobre todo como un episodio de naturaleza
política, es decir, como un evento inscrito fundamentalmente
en la historia política del Occidente latino, antes incluso que
en la de su pensamiento. Parece que en ningún otro caso
en la historia de la filosofía una doctrina jamás haya desen-