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ALBA CAMPA ESTEBANEZ

TERAPIA DE CONDUCTA EN LA INFANCIA


TEMA 7: ABUSO SEXUAL, VIOLENCIA Y MALTRATO INFANTIL
INTRODUCCIÓN
Aunque aún son muy populares las creencias sobre la necesidad de utilizar la violencia para cambiar la conducta
de los niños o para educarlos lo cierto es que la mayoría de las sociedades desarrolladas han experimentado una
creciente sensibilidad sobre este tema, especialmente desde los años 60, momento en el que el pediatra Henry
Kempe describió el síndrome del niño apaleado.

La OMS ha definido el maltrato infantil como “todas las formas de maltrato físico y/o emocional, abuso sexual,
abandono o trato negligente o explotación comercial o de otro tipo, que resulte en un daño real o potencial para
la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño en el contexto de una relación de responsabilidad,
confianza o poder”.
Los datos de incidencia o prevalencia del maltrato infantil son muy heterogéneos, ya que pueden verse afectados
por múltiples factores, desde las características sociodemográficas de los menores afectados (género, edad o
zona geográfica) hasta las características metodológicas relacionadas con la definición de maltrato infantil
empleada.

En cuanto a su magnitud, las cifras internacionales estiman que uno de cada dos niños de 2-17 años sufre algún
tipo de violencia cada año, y que los tipos de maltrato más frecuentes son, por este orden: el maltrato psicológico
o emocional, el maltrato físico, la negligencia o abandono y el abuso sexual.

En lo relativo al abuso sexual, este es un problema relativamente común que afecta a un importante porcentaje
de niños, niñas y adolescentes (aproximadamente a un 8% de los varones y a un 18-20% de las mujeres antes de
la mayoría de edad). En España se encontró una prevalencia del abuso sexual del 19% (15% en varones y 22% en
mujeres).

El maltrato infantil coocurre frecuentemente con otros tipos de violencia, tanto interpersonal (familiar, pareja,
ancianos…) como autoinfligida (autolesiones o suicidio).

Las circunstancias que caracterizan al maltrato infantil hacen que se trate de un fenómeno con un gran impacto
en la salud de quien lo sufre, pudiendo conllevar daños irreversibles en el sistema nervioso, musculoesquelético,
endocrino o inmune, así como un mayor riesgo a desarrollar enfermedades, infecciones de transmisión sexual,
problemas de salud mental o retrasos en el desarrollo.
Entre las consecuencias psicopatológicas más comunes después de vivir una experiencia de maltrato infantil se
encuentran las alteraciones emocionales (problemas de ansiedad y del estado de ánimo), problemas de conducta
(TDAH, comportamiento desafiante o violento), problemas relacionados con sustancias (adicción) o trastornos de
la personalidad.

DESCRIPCIÓN DEL MALTRATO INFANTIL Y DE SUS CONSECUENCIAS


Descripción del maltrato infantil y de sus tipos
Se pueden clasificar los tipos de maltrato infantil según distintos ejes. Según el parámetro activo-pasivo, podría
clasificarse el maltrato por acción (maltrato físico o psicológico, abuso sexual) o por omisión (abandono físico o
psicológico). El parámetro físico-emocional, distinguirá el maltrato en función de la perpetración de agresiones
físicas (golpes, empujones, patadas o tocamientos) o del uso de estrategias emocionales (humillaciones, insultos o
desatención emocional). Finalmente, la situación de maltrato infantil podría darse dentro del contexto familiar
(intrafamiliar) o fuera de éste (extrafamiliar). Estos ejes dan lugar a 4 tipos de maltrato infantil: maltrato físico,
abandono físico, maltrato psicológico y abuso sexual.

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Aunque existen también otros tipos de maltrato como:

- Maltrato prenatal: acciones intencionales de la madre durante el embarazo que ponen en peligro el
futuro del menor
- Mendicidad: utilización del menor para pedir limosna o dinero
- Corrupción: facilitación y refuerzo de conductas desadaptadas del menor (Ej: robos)
- Explotación laboral: asignación obligatoria al menor de trabajos que exceden a los límites culturales
habituales
- Síndrome de Münchhausen por poderes: simulación o inducción de síntomas físicos en el menor
mediante la administración de sustancias, manipulación de pruebas o sugerencia de sintomatología difícil
de demostrar
- Maltrato institucional: actos abusivos o negligentes por parte de instituciones que perjudican las
necesidades del menor o violan sus derechos básicos
- Acoso escolar (bullying): maltrato infringido al menor por otros iguales en el contexto escolar
- Sextorsión: amenaza de publicar material online sexualmente explícito generado por la propia víctima

Es importante señalar que el maltrato infantil no es, en sí mismo, una alteración psicopatológica en ninguna de
sus formas, sino que es una experiencia negativa entendida como un suceso vital estresante o un evento
traumático. No obstante, debido a las implicaciones clínicas que tiene y a la necesidad de aplicar intervenciones
psicológicas para su interrupción y prevención y para el tratamiento de sus consecuencias, el maltrato infantil
dispone de apartados específicos en los sistemas de clasificación diagnóstica.
Consecuencias psicológicas del maltrato infantil
No se puede hablar de un perfil sintomatológico concreto de la víctima de maltrato infantil (ni siquiera afirmar
que todos los menores maltratados desarrollarán consecuencias psicopatológicas significativas, ya que estas
consecuencias dependerán de múltiples factores de riesgo y protección).

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En el contexto de las consecuencias del maltrato infantil, un diagnóstico sujeto a debates es el trastorno de
estrés postraumático complejo (TEPTC), que puede desarrollarse tras la exposición a traumas graves, múltiples,
crónicos o repetidos de los que es difícil o imposible escapar y entre los que se incluye la tortura, esclavitud,
abuso sexual o físico.

La CIE-11 lo ha incluido como una categoría diagnóstica independiente, con unos criterios diagnósticos
compuestos por los mimos que el TEPT y los 3 siguientes:

- Problemas de regulación del afecto


- Creencias sobre sentirse derrotado o sin valor, sentimientos de vergüenza, culpa, fracaso…
- Dificultades para mantener relaciones y sentirse cerca de los demás

Las consecuencias psicológicas del abuso sexual han sido bastante estudiadas. A corto plazo se han descrito altos
niveles de culpa, vergüenza, ira, rechazo del cuerpo, estigmatización, desconfianza hacia las figuras adultas, fugas
del domicilio, problemas de identidad y problemas relacionados con la sexualidad. A largo plazo se muestran
problemas somáticos (dolor crónico, hipocondría, problemas gastrointestinales…), revictimización, problemas de
identidad, problemas de pareja y problemas sexuales (fobias sexuales, disfunciones, prostitución…).

Las consecuencias del maltrato infantil podrían ser exacerbadas o amortiguadas por distintos factores de riesgo
y de protección. En cuanto a los factores de riesgo se sugiere que habrá mayores problemas de salud mental
cuando el maltrato se da en edades más tempranas, es más duradero, es más grave, se ha infringido junto a
otros tipos de maltrato, ha empleado la fuerza y si ocurre en el contexto de una relación próxima entre víctima y
agresor.

Respecto a los factores protectores, un alta autoestima, una alta autosuficiencia y una tendencia a atribuir los
éxitos a los propios esfuerzos han sido asociados con la resistencia a desarrollar problemas psicopatológicos, así
como a disponer de estrategias de afrontamiento positivas. También, el apoyo social se ha mostrado como una
variable importante a la hora de amortiguar los efectos del maltrato infantil.
MODELOS EXPLICATIVOS DEL MALTRATO INFANTIL Y DE SUS CONSECUENCIAS
Las primeras teorías sobre el maltrato infantil trataban de explicar su etiología a partir de un solo factor (teorías
unifactoriales). Un ejemplo es la teoría de la transmisión intergeneracional o la teoría de Wilson y Daly (que
defiende que el maltrato es más probable por parte de un adulto no relacionado biológicamente con el menor,
como un padrastro). Sin embargo, estas teorías son consideradas demasiado simples.

Otros enfoques han desarrollado teorías centradas en las interacciones entre padres e hijos y teorías centradas
en la vulnerabilidad para explicar la ocurrencia del maltrato infantil. Cabe mencionar la teoría del aprendizaje
social, que se centra en el papel del aprendizaje vicario del comportamiento de los padres para explicar el
posterior comportamiento abusivo de los menores.

Respecto a las vulnerabilidades individuales hay teorías que han hecho hincapié en el rol de los traumas
infantiles y del tipo de apego de los padres para explicar el maltrato a sus propios hijos, y otras teorías que se
han focalizado en la propia vulnerabilidad de cada menor para ser víctima de maltrato.

El modelo ecosistémico afirma que el maltrato debe ser considerado desde dentro de los contextos del menor,
incluyendo desde su familia y su entorno inmediato (escuela, compañeros…) hasta su contexto sociocultural más
amplio, y propone cinco niveles de contextos o sistemas de aproximación al menor en los que cada uno puede
contener características de riesgo para el maltrato:

- Individual: se refiere a las características del menor (Ej: temperamento difícil)


- Microsistema: se refiere a los grupos que impactan directamente en el menor, como la familia (Ej: estrés
familiar), la escuela (Ej: dificultades escolares), el barrio (Ej: altos niveles de violencia)…

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- Mesosistema: se refiere a las interacciones entre los diferentes microsistemas, como entre padres y
maestros (Ej: poca comunicación entre familia y centro escolar)
- Exosistema: los sistemas que influyen indirectamente en el menor, como el ambiente laboral de los
padres (Ej: estrés laboral)
- Macrosistema: se refiere a la ideología, leyes o cultura de la sociedad (Ej: importancia que una sociedad
da a la protección infantil)

El modelo ecológico subraya que lo más importante para entender el maltrato es la interacción y el efecto
multiplicador entre los factores de riesgo del menor y los factores situacionales. Además, este enfoque también
propone que los factores más próximos (familia, escuela) tendrán un efecto más directo en el menor que los
factores más distales (ideología o creencias culturales).

El modelo ecológico ha sido adaptado por otros autores. Por ejemplo, en el modelo ecológico-transaccional se
incluyen factores potenciadores (de riesgo) y factores compensatorios (de protección) del maltrato. Además, se
diferencian aquellos factores que tienen un carácter estable (enfermedad crónica, buena regulación emocional)
de otros factores transitorios (problemas de pareja, nuevo trabajo). Este modelo destaca la combinación de
factores potenciadores y compensatorios en los distintos niveles de sistemas ecológicos para conocer el riesgo
de que se produzca el maltrato.

A continuación se van a presentar algunos modelos que intentan explicar la relación entre salud mental y la
vivencia de estresores o eventos traumáticos en los menores y que podrían ser aplicables al maltrato infantil.
En primer lugar, algunos modelos pretenden explicar sintomatología más general, como el modelo transaccional
del estrés de Lazarus y Folkman, que propone que las consecuencias psicológicas resultan de la valoración del
desajuste entre la situación y las habilidades percibidas para hacerles frente (de la interpretación amenazante
que hace el menor de la situación de maltrato en relación con sus recursos). Según este modelo, esta valoración
está influida por otras variables del menor como su nivel de madurez cognitivo-afectiva o su temperamento.

El modelo ecológico-transaccional de Cicchetti y Lynch afirma que el balance entre factores potenciadores y
compensatorios del menor influye en las consecuencias psicológicas derivadas del maltrato.

Otro modelo es la teoría del apego de Bowlby. El apego (o vínculo emocional) se define como los modelos
internos basados en emociones, experiencias y expectativas que tienen las personas y que son desarrollados
según las primeras interacciones con sus cuidadores.

Según Bowlby, la calidad del apego tiene un rol importante en el desarrollo de habilidades de afrontamiento, la
regulación emocional, el establecimiento de relaciones significativas o en la capacidad de confiar o apoyarse en
los demás. Además, el apego es sensible a las vivencias negativas tempranas del menor (como el maltrato
infantil). Este enfoque propone que los menores que han experimentado un cuidado inconsistente, insensible o
abusivo en sus interacciones más tempranas son quienes desarrollarán el apego inseguro.

Por otro lado, existen modelos que proporcionan mecanismos explicativos para los síndromes o trastornos
psicológicos que pueden sufrir los niños/adolescentes maltratados (como los modelos explicativos del TEPT).

Entre los modelos más relevantes que tratan de explicar el TEPT destacan el modelo del procesamiento
emocional (que se focaliza en la explicación de los síntomas de reexperimentación y de evitación haciendo
hincapié en el procesamiento inadecuado de la información y en el miedo patológico), el modelo de
representación dual (que propone dos sistemas de representación del evento traumático para explicar la
sintomatología heterogénea del TEPT) o el modelo cognitivo de Ehlers y Clark (que incorpora las diferencias
individuales en la interpretación del evento traumático y de sus secuelas para explicar los síntomas de
hiperactivación).

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El modelo traumatogénico trata de explicar las consecuencias específicas del abuso sexual. Este enfoque
defiende que los sentimientos provocados por el abuso sexual (desconfianza en los demás, estigmatización,
indefensión…) median en la aparición de diversos problemas psicológicos tras la experiencia de abuso a través de
interpretaciones que distorsionan el autoconcepto, la visión del mundo y las capacidades afectivas del menor.

Finalmente, algunos estudios sugieren que los individuos que han sido maltratados cuentan con alteraciones
cerebrales estructurales y funcionales específicas que aumentan el riesgo de sufrir psicopatología. En el caso del
TEPT se ha planteado que sus síntomas son el resultado de cambios cerebrales involucrados en procesos de
percepción y emisión de respuestas en situaciones ansiógenas o amenazantes.

EVALUACIÓN DEL MALTRATO INFANTIL Y DE SUS CONSECUENCIAS


Áreas psicológicas a evaluar en el menor:

- Problemas intelectuales y evolutivos (comunicación, conductas regresivas)


- Problemas de adaptación sexual (conocimientos sobre el sexo)
- Problemas de conducta y sociales
- Alteraciones psicopatológicas (hiperactividad, miedos, estrés postraumático, disociación…)
- Consumo de sustancias
- Rendimiento escolar
- Otras variables mediadoras entre el maltrato y su impacto en la salud mental

En lo relativo al abuso sexual, ser mujer y tener mayor edad incrementa el riesgo de abuso, alcanzando su
máximo riesgo a los 14 años, mientras que tener 4 años supone la edad de mayor riesgo para los varones. En
cuanto al perpetrador, es más común que sea varón, adulto y miembro, amigo o conocido de la familia de la
víctima.

Además de la valoración del propio maltrato y de otros posibles eventos estresantes o traumáticos, se
recomienda que la evaluación de las consecuencias se realice en 2 niveles:

- General: se evaluarán problemas de conducta y emocionales generales


- Específico: se tendrán en cuenta determinados aspectos de adaptación como el estrés postraumático, la
depresión, la ansiedad…

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TRATAMIENTO DEL ABUSO SEXUAL, LA VIOLENCIA Y EL MALTRATO INFANTIL


Los niños/adolescentes maltratados o víctimas de abuso sexual tienen más probabilidades de desarrollar una gran
variabilidad de problemas psicológicos tanto internalizantes como externalizantes.

Distintas revisiones metaanalíticas han mostrado que existen diferentes abordajes psicológicos adecuados para el
tratamiento de las consecuencias psicológicas de maltrato y del abuso sexual infantil, los tratamientos en esta
población infanto-juvenil funcionan mejor cuando tienen un diseño multicomponente, tienen más sesiones,
incluyen técnicas de intervención dirigidas a las interacciones padres-hijos y las pautas parentales e involucran a
los padres/madres no maltratadores.

Finalmente, los datos indican que los tratamientos basados en intervenciones cognitivo-conductuales tienen
mayor respaldo empírico en cuanto a su eficacia o efectividad.

Intervenciones para el abordaje de la sintomatología de estrés postraumático


El tratamiento de primera elección para el TEPT en niños y adolescentes es la terapia cognitivo-conductual
centrada en el trauma (TCC-CT).

Bajo el nombre de TCC-CT se agrupan terapias multicomponente para personas que sufren TEPT que pretenden
cambiar sus pensamientos, emociones y conductas, y que incluyen técnicas de exposición, cognitivas y de
relajación/manejo del estrés, además de psicoeducación y tareas para casa. La TCC-CT de Cohen es la
psicoterapia más investigada para el TEPT en niños y adolescentes.

De las recomendaciones de las guías clínicas podemos extraer 3 conclusiones sobre el tratamiento del TEPT en
niños y adolescentes:

- Que la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) todavía no ha


demostrado de forma sólida su eficacia para el TEPT infantojuvenil (es una terapia de segunda línea)
- Que hay más de una docena de terapias psicológicas con resultados prometedores para el TEPT
infantojuvenil
- Que, actualmente, no existen datos suficientes que demuestren la eficacia de los psicofármacos para el
TEPT infantojuvenil

Terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma (TCC-CT)


Esta terapia, en origen diseñada para el tratamiento de los niños y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil
y para sus padres no abusadores, se ha extendido al tratamiento de otros tipos de maltrato infantil o de las
conductas sexuales problemáticas vinculadas a la historia de trauma.

La TCC-CT es una intervención estructurada de carácter multicomponente que combina técnicas conductuales y
cognitivas. Persigue dotar al niño/adolescente de estrategias para afrontar el trauma y su significado, los
recuerdos traumáticos, la hiperactivación, la ruptura de las creencias sobre sí mismo, el mundo y los demás, y las
conductas de evitación.

Además, en la población infanto-juvenil víctimas de maltrato, incluye componentes específicos para la mejora de
los problemas de conducta externalizada (agresividad o problemas de conducta). La inclusión de los padres
pretende aumentar su comprensión sobre las dificultades de sus hijos y dotarles de estrategias para el control
de los problemas de conducta.

Esta intervención ha demostrado que, además de reducir los síntomas del TEPT, ansiedad y depresión de los
menores, reduce también la ansiedad y las cogniciones postraumáticas de los padres o cuidadores.

La TCC-CT se extiende entre 8-16 sesiones. Además, la TCC-CT tiene un carácter secuencial, ya que la adquisición
de estrategias o herramientas favorece el aprendizaje de otras en sesiones posteriores.

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Dentro de esta terapia, la relación terapéutica con los niños/adolescentes es fundamental para poder maximizar
la utilidad clínica. El tiempo de cada sesión se divide en una primera parte, de unos 30min, de intervención
separada con los menores, y en una segunda parte, también de 30min, de intervención separada con los padres
(en las sesiones finales de terapia se incluye una tercera parte de trabajo terapéutico conjunto).

Esta terapia se estructura en 3 fases. La primera está dirigida a la estabilización de las reacciones emocionales y
las cogniciones negativas; la segunda está orientada a la exposición a la narrativa del trauma para favorecer su
reprocesamiento cognitivo; y la tercera recoge la exposición en vivo a los estímulos evitados, así como el
entrenamiento en la consolidación de los cambios alcanzados. Para lograr estos objetivos, la terapia contempla
una serie de componentes específicos bajo el acrónimo PRACTICA.

Programas de tratamiento basados en la intervención sobre la interacción paterno-filial y las pautas parentales
para la reducción o prevención del maltrato y el abuso sexual infantiles
Terapia de interacción padres-hijos (PCIT) adaptada a situaciones de maltrato infantil
El programa de tratamiento original consta de 14-20 sesiones semanales y estaba dirigido a la enseñanza de
habilidades parentales a padres de niños de entre 2-7 años con problemas de conducta. En su adaptación a
familias maltratadoras, el objetivo del programa es reducir o terminar con el maltrato mejorando la calidad de las
interacciones paterno-filiales (incluye, además, 6 sesiones grupales de motivación basadas en los principios de la
entrevista motivacional). Los modelos teóricos de la base de la PCIT son las teorías del aprendizaje social y del
apego.

El tratamiento se desarrolla en sesiones conjuntas con padres e hijos en las que el terapeuta observa la
interacción familiar y, después, entrena con los padres la adquisición de habilidades y herramientas que se
practican con los hijos en la sesión y en casa. El entrenamiento en habilidades y herramientas se centra en la
conducta que despliegan los padres.

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La intervención contempla 2 fases: la primera está orientada a la mejora de la relación padres-hijos (CDI) y la
segunda dota a los padres de herramientas para mejorar sus pautas educativas (PDI).

Durante la fase CDI los padres adquieren una serie de habilidades que recogen bajo el acrónimo PRIDE, los
padres aprenden a elogiar la conducta de sus hijos (Praise), a parafrasear lo que dicen (Reflect), a imitar las
actividades que realizan sus hijos (Imitate) y a describir la actividad que realizan (Describe), todo ello mostrando
entusiasmo durante la actividad compartida (Enthusiasm). En la fase PDI y bajo el acrónimo Be direct, se
entrenan estrategias de disciplina como ser específico en las peticiones.

Esta intervención ha mostrado ser eficaz en la reducción del maltrato y en su prevención.


Características y aplicación práctica de los componentes de la intervención cognitivo conductual centrada en el
trauma con niños y adolescentes víctimas de maltrato, violencia o abuso sexual
Psicoeducación
Esta estrategia se aplica transversalmente durante la intervención. Pretende proporcionar información
individualizada a los niños y adolescentes y a los padres/madres no maltratadores sobre las reacciones
fisiológicas, emocionales, cognitivas y conductuales ante la violencia, maltrato o abuso sexual.

La psicoeducación busca favorecer la motivación de los niños/adolescentes respecto al cambio y al compromiso


con la intervención. La psicoeducación supone una primera exposición al relato de los eventos traumáticos (hablar
sobre las distintas formas de maltrato y abuso sexual activa recuerdos sobre el trauma).

La psicoeducación con víctimas menores de edad de violencia, maltrato y/o abuso sexual ha de contemplar
información sobre:

- Los datos de prevalencia general y características de la violencia, maltrato o del abuso sexual con el fin
de romper mitos
- Las reacciones emocionales, cognitivas y conductuales normales ante el maltrato y/o abuso sexual
- Las características de la respuesta psicopatología del niño/adolescente (en un caso de abuso sexual
infantil, la conexión entre las reacciones postraumáticas y las conductas sexuales inadecuadas)
- Todo ello ayudará a explicar los objetivos y secuenciación del tratamiento psicológico

Habilidades parentales
El mantenimiento de rutinas, la consistencia en las normas y exigencias y el establecimiento de una
comunicación cercana y afectuosa con los hijos favorecen un funcionamiento más adaptativo de los menores tras
la vivencia de un trauma.
Tras el componente educativo, se realiza un entrenamiento de los padres/cuidadores no maltratadores en
habilidades recogidas en los programas de tratamiento basados en la evidencia para la mejora de las pautas
parentales de crianza. Estas habilidades incluyen el reforzamiento positivo, la escucha activa, la atención selectiva,
la extinción, el tiempo fuera de reforzamiento o las habilidades de comunicación positiva con los hijos.
En el caso de las conductas sexuales problemáticas, se entrena a los cuidadores no abusadores en el
establecimiento de una serie de normas sobre el comportamiento sexual. Es necesario que los padres/madres
adquieran la capacidad de describir claramente cuáles son los comportamientos sexuales normales y los
problemáticos, las normas respecto al comportamiento sexual y las consecuencias derivadas del incumplimiento
de las normas. Es necesario que los padres clarifiquen las normas sobre el comportamiento sexual (Ej: “no está
bien tocar los genitales de otros niños” o “no está bien que otras personas te toquen los genitales”).
Relajación
Se recomienda el entrenamiento en técnicas de desactivación formales como respiración diafragmática,
relajación muscular progresiva y atención plena o mindfullnes.

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El uso de este tipo de herramientas proporciona a los niños/adolescentes una mayor capacidad para detectar las
señales de tensión o hiperactivación que pueden presentar y que les resultan difícil manejar, generando así una
sensación de control. En el caso de los cuidadores no maltratadores se trata de proporcionarles herramientas
para ayudarles a manejar su propia ansiedad o tensión.

Regulación emocional
En esta fase se ayuda a los niños/adolescentes a identificar, etiquetar y compartir sus emociones con los
cuidadores no maltratadores, así como a desarrollar estrategias efectivas de regulación emocional. También se
entrena a los padres para que modelen y refuercen la regulación emocional en sus hijos.

El siguiente paso en la regulación de las emociones persigue ayudar a los niños/adolescentes a identificar tanto
sus emociones como las de los demás, a través de las señales físicas de estas, así como a expresarlas de forma
asertiva.

Una vez alcanzados estos objetivos, se entrenan las diferentes estrategias que se pueden poner en marcha para
la regulación de las emociones vinculadas al trauma (se recuerda el uso de la relajación y se entrenan otras
estrategias como las autoinstrucciones, la distracción, la parada de pensamiento, la visualización positiva, la
solución de problemas o el autocontrol en el caso de las conductas sexuales problemáticas).
Reestructuración cognitiva
En primer lugar se realiza una intervención psicoeducativa sobre el modelo ABC (sobre la interrelación entre
pensamientos, emociones y conductas). Con ello se pretende ayudar a los menores y a sus padres no
maltratadores a comprender y detectar la presencia de pensamientos automáticos negativos y su impacto en su
bienestar emocional.

Es recomendable comenzar esta labor educativa con los niños/adolescentes tomando ejemplos de la vida
cotidiana o ejemplos ficticios que no evoquen recuerdos traumáticos. Se desaconseja el inicio de la
reestructuración cognitiva de los pensamientos disfuncionales en este momento, ya que es recomendable que el
abordaje de cogniciones postraumáticas con los niños/adolescentes se dé en paralelo a la exposición al relato y el
reprocesamiento del trauma, ya que en este momento es cuando aparecerán las cogniciones traumáticas más
relevantes.
El trabajo cognitivo en este momento persigue la identificación de pensamientos negativos no vinculados al
trauma, pero que generan emociones o conductas disfuncionales o desagradables.

Para la modificación de los pensamientos negativos en niños pequeños se recomienda el uso de viñetas con
personajes de dibujos familiares y en las que se representen los pensamientos de los personajes en “bocadillos”,
pidiéndoles a los niños que respondan a la pregunta “¿Qué le dice su cabeza a esa persona?” (si se detectan
pensamientos negativos se les anima a que ayuden al protagonista a pensar de otra forma).

Narración del trauma o exposición al relato y exposición en vivo


Con la exposición se busca, por un lado, la habituación a la ansiedad o las emociones vinculadas con el trauma y,
por otro, el reprocesamiento cognitivo del trauma, para que este deje de ser un disparador de emociones
negativas o recuerdos intrusivos. Para alcanzar estos objetivos se hace una exposición a la narración o relato del
trauma y una exposición en vivo a las situaciones evitadas por su vinculación con el trauma.

La exposición al relato o narración del trauma trata de enfrentar al niño o adolescente a los detalles de la
experiencia traumática. El objetivo es desvincular los recuerdos del evento traumático de las emociones negativas
que acompañan a estos recuerdos. Se busca que el niño piense y narre de forma gradual los sucesos de maltrato
o abuso sexual que ha vivido, exponiendo así las emociones y sensaciones fisiológicas vinculadas al recuerdo del
evento traumático.

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Para la puesta en marcha de las estrategias de exposición al relato, es necesario que el niño o adolescente haya
adquirido habilidades de relajación, regulación emocional, así como un adecuado manejo de síntomas disociativos.

La narración se suele realizar en formato escrito (si son niños pequeños esta escritura la realizará el terapeuta).
Con niños muy pequeños se recomienda el uso de otros métodos como juguetes con los que recrear el trauma,
canciones, cuentos…
Como primer paso de la exposición al relato se da información sobre la exposición al relato, la curva de ansiedad
y sus potenciales efectos sobre la habituación y reprocesamiento del trauma. Después, se pedirá al
niño/adolescente que explique, de forma paulatina y cada vez con mayor grado de concreción, los detalles previos
y posteriores al evento traumático, el contenido de éste, las emociones vinculadas…

Durante la narración del trauma, el psicólogo ha de centrarse en identificar pensamientos negativos sobre el
evento traumático generadores de emociones como culpa, vergüenza, rabia, tristeza… (Ej: “yo me porté mal y por
eso me pegó”). En los casos de abuso sexual es necesario detectar pensamientos negativos sobre la conducta
sexual (Ej: “soy malo porque toco a otros niños como me tocó a mí el entrenador”).

En el caso de que existan conductas sexuales problemáticas, se recomienda que la reestructuración cognitiva
incida sobre la relación entre el abuso sexual y la presencia de estas conductas, desculpabilizando al menor.

Se recomienda que los cuidadores no maltratadores se expongan al relato del menor y que se realice una
intervención cognitiva sobre sus pensamientos disfuncionales en torno a la culpa.

Sesiones conjuntas padres-hijos


Se recomienda la planificación de sesiones conjuntas padres-hijos en las que se practiquen las habilidades
adquiridas y en las que puedan hablar abiertamente sobre el trauma, evitando que se convierta en un tabú. Para
ello, se pueden utilizar juegos como el llamado “¿Qué sabes?”, un juego psicoeducativo de cartas sobre el abuso
sexual, violencia doméstica y maltrato físico.

Aumento de la seguridad y el desarrollo futuro


Como estrategias de prevención del maltrato o abuso futuro se puede hacer uso de la educación sexual, el
entrenamiento en estrategias de comunicación asertiva o el entrenamiento en solución de problemas. También es
necesario trabajar con los padres en la promoción de la seguridad de sus hijos, favoreciendo que estos puedan
comunicar de forma temprana cualquier situación peligrosa.
Finalmente es necesario trabajar en la prevención de recaídas, entendida esta prevención como el repaso de las
estrategias trabajadas durante el tratamiento, la anticipación de posibles dificultades futuras y la planificación.

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