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1. Introducción
Desde que Kempe y sus colaboradores describieron el síndrome del niño apaleado en los años 60, el maltrato
infantil ha sido ampliamente estudiado y la mayoría de sociedades desarrolladas han establecido mecanismos
legales que intentan proteger los derechos y necesidades del menor. En ocasiones llega a ocasionar la muerte.
Se estima en población española, una prevalencia entre 0,2 y 1,5% en sujetos menores de 18 años siendo los
tipos más frecuentes negligencia, maltrato físico y en menor medida, abuso sexual y maltrato psicológico.
A pesar de los trabajos realizados para el estudio de este fenómeno y sus consecuencias, diversas
limitaciones metodológicas como la escasez de estudies longitudinales, las dificultades en el definición e
identificación del concepto de maltrato y los diferentes subtipos, la utilización de datos retrospectivos o el
control de variables socioeconómicas y culturales asociadas, no permiten dar por concluso el estudio de esta
compleja realidad, su verdadera naturaleza, sus efectos específicos ni su alcance definitivo .
El concepto de maltrato ha sido revisado por diversos autores quienes coinciden en delimitarlo como toda
acción intencional u omisión no accidental realizadas por individuos o instituciones cuyo resultado supone
infringir un daño físico o psicológico, real o potencial. Se podría considerar toda acción que prive a los menores
del cuidado necesario, de sus derechos y libertades, impidiendo su óptimo y pleno desarrollo así como la
satisfacción de las necesidades básicas.
Este conjunto de acciones intencionales u omisiones accidentales, pueden adoptar diversas formas según los
parámetros empleados en su delimitación:
Activo-pasivo: agrupa las actuaciones del maltrato en función de que el acto de maltrato ocurra por
acción (abuso físico o sexual), u omisión (abandono físico).
Intrafamiliar (abuso familiar) – Extrafamiliar (maltrato institucional).
Físico-emocional: clasifica las acciones según se utilicen las acciones físicas (golpes, patadas) o
estrategias de contenido emocional (burlas, humillaciones).
Cada uno de estos tipos de maltrato pueden ser definidos de acuerdo con un conjunto de indicadores
manifiestos tanto en la víctima como en el agresor, además de las necesidades básicas que vulneran en el niño.
El tipo de necesidades vulneradas es considerado, según algunos autores, como el aspecto definitorio esencial
del tipo de maltrato.
La experiencia de maltrato se constituye en ocasiones a partir de más de un tipo de maltrato, por lo que las
posibilidades de describir diferentes situaciones maltratantes se multiplican, así como sus consecuencias y
efectos.
Del análisis detallado de los efectos recogidos en la literatura se desprenden dos comentarios :
Relativo a la especificidad de los efectos: muchos de los efectos del maltrato son compartidos entre
uno y otro tipo de maltrato, sin embargo algunos de estos efectos parecen estar más particularmente
asociados a un tipo específico de experiencia maltratante. Los problemas de conducta exteriorizados son
más propios del maltrato físico y abandono mientras que los interiorizados del maltrato emocional y abuso
sexual. El abuso sexual permite establecer unos efectos diferenciales más claros relacionados con la
conducta sexual alterada y las manifestaciones comportamentales sexualizadas, además de la sintomatología
disociada y el TEP presentes principalmente, aunque no de forma exclusiva, con este tipo particular de
experiencias.
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Terapia de Conducta en la Infancia 4º Op. Aitziber Laguardia + Valeria Farriol (arreglos )
3. Modelos explicativos
Los modelos explicativos del maltrato responden a dos niveles de análisis que intentan dar respuesta a dos
interrogantes fundamentales:
1) Por qué aparecen contextos o personas que maltratan, es decir, el origen del maltrato (origen
del maltrato)
Modelo Ecosistémico de Bronfrenbrener (pag 250) : la principal cualidad de esta aportación es las
incorporaciones anidadas de variables o factores de riesgo individuales, familiares, sociales y culturales, que
de forma directa o interactiva se asocian al maltrato en diferentes sistemas de aproximación al niño:
Macrosistema: conjunto de valores, ideologías, leyes, roles y costumbres de la cultura en la que el sujeto
está inmerso (legislación sobre el maltrato). Contextos menos próximos a la persona, de contenido más
inespecífico.
Exosistema: contexto social externo al niño que incide sobre los contextos inmediatos en el que se
desarrolla, pero en el que no hay participación directa del individuo (trabajo de los padres).
Mesosistema: conjunto de relaciones que se establecen entre las realidades en las que el niño participa
directamente (relaciones entre microsistemas).
Microsistemas: escenarios que rodean al niño de forma más próxima y en los que este está inmerso
(escuela).
2) Por qué la experiencia del maltrato genera los efectos y consecuencias negativas descritas es
decir los mecanismos explicativos de sus efectos (mecanismos explicativos)
Existen tres modelos especialmente relevantes en el ámbito del maltrato que podrían explicar, en gran
medida, los efectos de la experiencia maltratante:
Modelo Transaccional de Estrés : por le cual los desajustes entre los recursos de afrontamiento del
sujeto y las demandas procedentes de determinados acontecimientos vitales negativos (el maltrato), genera
unas consecuencias en el sujeto mediadas por aspectos de vulnerabilidad psicológicas y variables fisiológicas,
que producen alteraciones psicopatológicas.
Segundo modelo incorporas los mecanismos explicativos referido al Trastorno de Estrés postraumático.
Los efectos de una experiencia traumática como el maltrato producen, a través de complejos mecanismos
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4. Evaluación
La evaluación ha de ser multifuente y multimétodo y se dirige a dos frentes:
1. confirmar la veracidad del maltrato y evaluar sus características
2. La evaluación del estado del niño y su familia.
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Sólo la Terapia cognitivo conductual focalizada en el trauma posee la categoría de tratamiento eficaz y es la
que cuenta con mayor evidencia empírica.
Otorga gran importancia a la relación terapéutica, para crear una relación de confianza y enfatiza el uso de
la exposición graduada a través de todo el tratamiento. Cada componente se introduce de forma incremental.
Inicialmente se educa según el nivel de desarrollo del niño, sobre el estrés postraumático y las reacciones de
abuso, la psicoeducación continúa a lo largo de todo el tratamiento. Se entrenan habilidades para el manejo del
estrés y del afrontamiento cognitivo (relajación muscular, respiración focalizada, parada de pensamiento, cambio
de pensamiento, etc). A través del triángulo cognitivo se le enseña al niño las relaciones entre pensamiento,
sentimiento y conducta, a detectar, cambiar o parar los pensamientos imprecisos o aquellos que no son de
utilidad.
El componente específico relacionado con el trauma no se introduce hasta que las habilidades regulatorias
están desarrolladas, de manera que nadie sea sobrepasado por la experiencia. La exposición se realiza de forma
gradual, verbal o escrita. Antes de finalizar se proporcionan habilidades para la seguridad del niño y prevención
de futuras victimizaciones.
De forma paralela se entrena al padre no ofensor o a los cuidadores en habilidades parenterales eficaces:
halagos positivos, atención selectiva, tiempo fuera, programas de reforzamiento contingente para proporcionar
apoyo al niño, refuerzo de habilidades de afrontamiento evitativo y mejora de las habilidades parentales para el
manejo del niño con una ausencia importante de regulación conductual. También se le proporciona habilidades
para manejar sus propias emociones. El padre no ofensor tambien es expuesto a la narrativa traumática del niño
y se realizan sesiones familiares con los hermanos. El trabajo en familia aumenta y facilita la comunicación,
dando oportunidad para discutir el abuso de forma terapéutica.
El número de sesiones depende de la facilidad con la que el niño y su familia avancen en la intervención.
Generalmente unas 12-16 semanas.
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El grupo Cohen ha comparado la TCC y la Terapia de apoyo no directiva. La intervención iba dirigida a los
menores abusados y a sus progenitores o cuidadores no abusantes. Los menores que recibieron TCC focalizada
en el trauma mostraban una mejoría significativa mayor en síntomas de estrés postraumático, depresión y en el
conjunto global de problemas conductuales y una reducción de las atribuciones negativas relacionadas con el
abuso y la vergüenza. Los padres mostraban una mejoría en su propia depresión, en su malestar debido al abuso,
en su apoyo al menor y en la realización de prácticas parentales efectivas. Las diferencias se mantuvieron
durante el seguimiento. Esto representa una evidencia del fuerte papel de la terapia de conducta en el
tratamiento de los niños que han sufrido abuso sexual.
Incluye: terapia cognitiva, terapia de exposición, regulación emocional, tratamiento relacional en terapia
individual, grupal y del cuidador. Parte de la evaluación se focaliza en la relación de trabajo positiva con el
terapeuta y atiende a las dificultades relacionadas con el apego. Se desarrollan habilidades para la regulación
emocional y la solución de problemas. Exposición al recuerdo traumático y sus recordatorios actuales. Se
trabaja conjuntamente con los Servicios Sociales y judiciales. La intervención abarca todas las áreas de
problemas que pueden presentarse.
Como conclusión del un estudio, se resalta la necesidad de realizar tratamientos largos (+3-4 meses), dicho
estudio en el cual se constató su eficacia, no incluyo grupo de control dadas las características de la muestra.
Tiene como objetivo el procesamiento de la información traumática al tiempo que promueve cogniciones
adaptativas relacionadas con el trauma. Favorece el establecimiento de cogniciones positivas, estrategias
adecuadas de afrontamiento y conductas adaptativas.
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Posee un protocolo estructurado para el tratamiento de las memorias traumáticas y sus secuelas. Consta de
8 fases:
1. Historia del paciente y planificación del tratamiento
2. Preparación
3. Explicación del proceso y práctica con la estimulación bilateral
4. Evaluación, desensibilización y reprocesamiento: fase más característica, en ella el paciente es invitado a
focalizar, durante un corto periodo de tiempo, el recuerdo traumático mientras recibe estimulación
bilateral. A esto le sigue un breve comentario de lo que ha experimentado cognitiva, sensorial y
emocionalmente.
5. Cierre
6. Nueva evaluación
Intervenir sobre el suceso traumático es sólo una fase del tratamiento que no sustituye al aprendizaje de
habilidades ni del niño ni de los padres y que sin ellas volverían a tener serias dificultades para conducirse en la
vida.
Se ha probado su eficacia para el tratamiento del TEP con niños. Se propone para el tratamiento de las
memorias traumáticas del abuso sexual. Los resultados obtenidos de la EMDR para le TEP con adultos son igual
de buenos que las aproximaciones cognitivas.
En un estudio comparativo entre el tratamiento TCC tradicional y una intervención basada exclusivamente
en EMDR, los resultados muestran una eficacia y aceptabilidad similar para ambos procedimientos, pero el EMDR
se mostró claramente más eficiente en término de número de sesiones para alcanzar los criterios del
tratamiento, asi como en la cantidad de cambio conseguido durante las sesiones, además de haber requerido
menos trabajo en casa. Los tratamientos más eficientes, al conseguir una mejoría más rápida, reducen el tiempo
de sufrimiento del menor, pero el ser más rápido es preferible sólo si los resultados se consolidan, resultado que
no se ha medido a largo plazo. Se ha planteado que los tratamientos más eficientes están relacionados, en el
área del maltrato infantil, con una menor adversidad psicobiológica. Es necesario seguir haciendo comparaciones
del EMDR con otras aproximaciones de la TCC.
Como herramienta de parada emplea la imaginación positiva, el juego o el arte, las técnicas de regulación
emocional y otras estrategias de comunicación alternativa. A la familia se le enseña nuevos patrones de
interacción que den cabida a la expresión directa de los sentimientos y emociones para que sean capaces de
hablar sobre lo ocurrido sin estrategias disociativas. El tratamiento promueve patrones de apego seguro. Se
debe evitar los efectos iatrogénicos que provienen de apoyar la creencia del niño o de la familia de la realidad
literal de las identidades disociadas.
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Es un tratamiento dirigido a niños con un entorno familiar altamente estresante en el que han sido expuestos
de forma prolongada a diversas formas de maltrato interpersonal y negligencia. Basado en las teorías del apego,
trauma y desarrollo, enfatiza la importancia de intervenir en el contexto del niño.
Es un tratamiento prometedor que se ha empleado con éxito en diferentes grupos de edad (desde los tres
años en adelante).
G. En busca de la seguridad
Diseñado para adultos con TEP y abuso de sustancias, ha sido probado con adolescentes en un trabajo con
grupos aleatorios. Es una TCC focalizada en el presente que enseña a los pacientes a conseguir una mayor
seguridad en su vida.
Las claves del tratamiento son la seguridad (en las relaciones, pensamiento, conducta y emociones) y
tratamiento integrado (del TEP y del abuso de sustancias). Se dirige a la pérdida de ideales que acompañan a la
experiencia traumática o al abuso de sustancias. Posee cuatro áreas de contenido: cognitivo, conductual,
interpersonal y manejo del caso. Presta atención al proceso clínico (contratransferencia y habilidades de cuidado
del propio terapeuta). Incluye psicoeducación y entrenamiento en habilidades de afrontamiento. Consta de 25
temas de uso individual según las necesidades del adolescente, cada uno representado por una habilidad de
afrontamiento y entre los que se carece del componente de exposición de otros programas focalizados en el
trauma. Está diseñado en formato individual y grupal y su manual está traducido al español.
De forma amplia la intervención se dirigirá a impulsar el desarrollo del niño en las facetas afectadas por el
maltrato: regulación emocional, apego, sentido de uno mismo e identidad y relaciones con iguales, problemas con
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la autoestima, las relaciones interpersonales y el ajuste social. Las intervenciones en el maltrato infantil no
están exentas de riesgo, que radica fundamentalmente en el contacto del padre ofensor con el niño, aunque la
conducta del ofensor se haya reducido en su terapia. No todas las intervenciones poseen el mismo riesgo. El
terapeuta es quien debe evaluar específicamente el beneficio que aporta la relación con el progenitor y el riesgo
que conlleva.
Las intervenciones cognitivo conductuales son las que poseen el mayor apoyo empírico. Se caracterizan por:
Están dirigidas a unos objetivos, que corresponden a problemas específicos y medidos
Están estructuradas e incluyen en la terapia tanto al niño como a su cuidador
Enfatizan la construcción de habilidades para manejar las emociones y los problemas conductuales del
niño y los padres para lo que se enseñan habilidades específicas de autorregulación del pensamiento,
emoción y la conducta, enseñan otra forma de pensar, sentir y conducirse.
Se les enseña a los padres habilidades de manejo de contingencias
Comparte los distintos protocolos, procedimientos y técnicas específicas:
o Procedimientos didácticos: psicoeducación
o Técnicas cognitivas: reestructuración cognitiva
o Procedimientos expresivos: terapia de exposición
o Técnicas de manejo conductual infantil: manejo de contingencias
o Aprendizaje de habilidades
Normalmente requieren práctica repetida de las habilidades y retroalimentación del terapeuta. La
intervención sobre problemas del niño, siempre es desde una perspectiva evolutiva.
La eficacia y efectividad de los tratamientos para los que han sufrido un abuso sexual, comienza en la
recogida de datos y en la evaluación biopsicosocial, evaluación que continúa abierta durante toda la intervención.
Los problemas que puedan poner en riesgo la vida del niño, se atienden de forma prioritaria. Se deben tener en
cuenta y ser evaluadas las respuestas que han dado los padres o cuidadores no abusadores ya que son
importantes en la evolución del niño.
La planificación del tratamiento está determinada por los problemas específicos del menor, de su familia y
del estadio de desarrollo evolutivo del menor que influye en la apreciación objetiva de la amenaza, en la
atribución de significado, en las estrategias emocionales y cognitivas de afrontamiento ante una situación
estresante, en la tolerancia a las propias reacciones emocionales, en las expectativas acerca de la recuperación y
eficacia en la adaptación a cambios vitales y en la expresión de la sintomatología.
La intervención no sólo produce una mejoría psicológica, sino que mejora los problemas psicobiológicos del
menor maltratado.
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Ejes de la intervención:
Establecer una buena relación terapéutica
Psicoeducación para aclarar las respuestas normales ante una situación
Entender y regular las emociones
Exposición a la experiencia: a través de técnicas que permiten reducir el malestar emocional y las
conductas de evitación y ayudar a procesar la experiencia
Trabajo cognitivo: creencias y atribuciones relacionadas con la experiencia vivida y prevención de la
formación de futuras cogniciones desadaptativas.
Aprendizaje de habilidades nuevas: técnicas de estudio, habilidades sociales y aprendizaje de
solución de problemas.
Educación sexual para solucionar problemas sexuales que acompañan estas experiencias y estrategias
para evitar futuras victimizaciones.
a) Relación terapéutica:
Marco en el que se va a realizar el cambio de niño. Una relación terapéutica positiva es uno de los
componentes más importantes del éxito de la terapia. Es necesaria una relación de confianza donde el niño se
sienta seguro y cuidado.
El terapeuta debe establecer unos límites sanos y no ofrecer aquello que no puede dar. Sólo en este entorno
terapéutico, en el que no se confirmen las expectativas temidas, se podrán procesar las memorias dolorosas.
b) Psicoeducación:
Comienza desde el primer contacto con el niño y padre no ofensor y continúa a lo largo de toda la terapia. Es
necesario informar sobre el tipo de intervención y sobre las cuestiones relacionadas con la exposición y el
posible aumento de sintomatología durante la misma, esta fase del tratamiento es importante que quede clara.
Se explican las reacciones normales a la experiencia del niño, de la familia y del niño, normalizando estas
respuestas y aclarando las habilidades necesarias para hacerles frente. Es importante ir desarraigando el
sentimiento de estigmatización. Si es necesario se ofrece información sobre el proceso legal.
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La evaluación partirá de la evaluación detallada del desarrollo emocional del niño, su conocimiento y
regulación emocional, sus fortalezas y carencias y la relación de su emoción con la experiencia dolorosa. En esta
evaluación se incluirá la respuesta de los cuidadores a la emoción del niño. En la historia de aprendizaje se
buscarán los modelos de niño.
La intervención comienza educando al niño sobre las emociones, sus funciones, que es bueno aprender a
modularlas. Se busca con él si su malestar proviene del abuso vivido o de otras experiencias o carencias.
La regulación emocional significa aprender a monitorizar, evaluar y modificar la reacción emocional, a
conseguir su ajuste dinámico.
La emoción se regula desde distintas vías:
La respuesta neurofisiológica
El proceso atencional
Los propios constructos y atribuciones
Los recursos de afrontamiento
La exposición
La conducta
Después de un acontecimiento traumático no suele haber un buen reconocimiento del cuerpo, el niño debe
convertirse en un observador de su cuerpo, reconocer sensaciones ya es terapéutico. En algunos casos este
reconocimiento entraña también una primera exposición a la sensación corporal.
Modular la expresión corporal es una forma más de regulación, de modificar la duración e intensidad de la
emoción. El patrón de respiración caracteriza a la emoción, introducir una respiración tranquila, pausada
constituye una entrada directa al cambio emocional.
El patrón conductual en la presencia de la emoción es importante. La tendencia a la acción de la emoción
negativa constriñe al niño, debe aprender a invertir la tensión específica a la acción propia de la emoción
negativa, se entrena:
En el mido el acercamiento
En la ira la retirada de la situación, debe saber que no es lícito causar daño
No siente amor o cariño muestra de dulzura, caricias, palabras amables.
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El aprendizaje de las evitaciones y conductas reductoras de tensión es primordial. Debe aprender que no es
necesario evitar, se programan aproximaciones sucesivas y exposiciones a las situaciones que está evitando.
Debe aprender las consecuencias de sus acciones.
La emoción está mantenida por sus consecuencias inmediatas, el niño aprenderá la diferencia entre las
consecuencias inmediatas y los costes que a largo plazo pueden acarrearle. Es necesario realizar un análisis
funcional de los posibles forzadores que están manteniendo la emoción. La emoción se desarrolla en el tiempo y
sigue un patrón de cambios similares, el menor debe ser capaz de detectar las manifestaciones tempranas de su
patrón emocional, ya que es más fácil cambia una emoción en su inicio que cuando ha alcanzado un grado elevado.
En situaciones en que la emoción se dispara el niño debe estar atento a las situaciones que está viviendo para
prevenir una emoción no deseada.
El niño puede tener sentimientos mezclados, Cohen propone para que el niño pueda aprenderlo usar diferentes
colores. Tambien hay que enseñarles a buscar apoyo social.
Cuando la situación de abuso se ha producido, el niño debe aprender a aceptar y tolerar su emoción. El
afrontamiento focalizado en la emoción puede conllevar una reevaluación cognitiva de la situación. El niño
aprende a tolerar la emocione intensa a través de exposiciones cortísimas cuando es detectada, contacto que se
irá aumentando paulatinamente y de forma controlada. Se le puede enseñar también técnicas de distracción o
mediante el juego infantil “da tres vueltecitas y lo encontrarás”, aprender el foco de atención, como forma de
vivir el aquí y el ahora, para reducir los pensamientos y evaluaciones negativas. Es importante aumentar la
autoconciencia del niño y su conciencia social.
Entre los errores cognitivos de las mujeres maltratadas aparecen: que no merecen ser felices, miedo a ser
feliz.
Es importante que el niño sepa que el abuso sexual es sólo una parte de su historia. Es imperativo dirigir la
terapia al cambio y al control de las emociones negativas y a la implantación específica de emociones positivas.
Favorecer las emociones positivas es otra forma de intervenir en la autoestima, en el sentido de uno mismo y en
las relaciones interpersonales. Se lleva al niño a los eventos agradables que le están sucediendo ahora y que
probablemente no le esté prestando atención. Se refuerza la presencia de emociones positivas. Levine, enseña a
identificar y familiarizarse con las sensaciones corporales mediante el recuerdo de un día en el que se sintió
bien, pleno, unificado.
Sahin y McViker proponen desde la psicología positiva, trabajar con las fortalezas del carácter del niño. Se
evalúan las fortalezas mediante el cuestionario de Nansool Park, VIA Survey of Character for Youth, para 10-12
años, que se ofrece gratuitamente a través de internet. También se analizan las debilidades.
La relajación o meditación le enseña a calmarse y generar sensaciones de bienestar y gozo, que pueden ser
potenciadas y generalizadas. Relajarse puede ser otra estrategia de afrontamiento, unida por ejemplo a la
técnica de la tortuga, proporciona al niño el tiempo necesario para poner en marcha todo lo aprendido.
Relajación muscular progresiva: es una de las técnicas más fáciles de aprender. Es posible adaptar el guión al
niño, asociando cada tensión a diferentes animales o actividades. Su aprendizaje puede requerir reforzadores
externos y requiere un tiempo de práctica diaria considerable.
Entrenamiento autógeno: el niño no debe se hacer ningún movimiento, sólo repetir las fórmulas autógenas. Es
fácil y reforzante y sus requerimientos de tiempo son menores que la relajación muscular. El niño aprende de
forma colateral la relación entre pensamiento, en forma de fórmula autógena y el cambio corporal. Pueden tener
experiencias disociativas y abreacciones autógenas que le impidan la realización de los ejercicios. Las
abreacciones autógenas desvelan elementos de la historia del niño que hay que evaluar y si es necesario
intervenir. En algunos casos será conveniente cambiar de técnica.
Mente y respiración van al unísono. La respiración calmada estimula el nervio vago, incide sobre el sistema
nervioso autónomo y reduce la actividad simpática. Ciertos ejercicios respiratorios producen cambios más
profundos en las formaciones traumáticas. Se trabaja con visualizaciones tranquilizadoras que pueden enseñarle
al niño a crear un lugar seguro al que acudir cuando necesite calmar una emoción intensa. La formación voluntaria
de imágenes relajantes enseña al niño que puede controlar su mundo cognitivo y aprende que su fantasía es
controlable, ya sea terrorífica o desagradable.
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hiperarousal y una HRV más baja que los controles. . Las investigaciones han obtenido resultados alentadores en
cuanto a la reducción de los síntomas intrusivos y disociativos.
Podemos concluir que las prácticas orientales se presentan como prometedoras en el tratamiento de los niños
abusados sexualmente. Enseñan a tolerar emociones y sentimientos, mejoran la capacidad de introspección y
enseñan a modular la activación, todos elementos importantes de un tratamiento efectivo de la experiencia
traumática.
En la actualidad están en auge los entrenamientos basados en el desarrollo de la atención plena. La meditación
con mantras favorece el control del pensamiento y en todos los estilos se establece una nueva relación con los
pensamientos. El yoga y el qigong, favorecen el desarrollo de una mente calma y la experiencia corporal, la
aceptación y la presencia.
Los hallazgos por neuroimagen muestran una activación reducida en el córtex pre frontal medial de los
pacientes con TEP, zona del cerebro con un importante papel en las emociones. La activación de la conciencia
interoceptiva puede aumentar el control de las emociones. La introspección permite constatar que las emociones
y sentimientos no son permanentes, descubrir que recordar es seguro y sentir el cuerpo, además de desarrollar
un grado de control sobre los estados psicológicos.
Queda aún por resolver cuál es el momento más adecuado en la terapia para introducir la práctica de la
meditación y la edad adecuada para comenzar su práctica. En los niños es importante realizar guiones de
introducción a la meditación específicos para su momento evolutivo.
Asi como en la relajación se conocen los problemas y dificultades que pueden aparecer, esto no sucede en la
meditación. El terapeuta debe estar preparado para cuando aparezca el dolor emocional. Se aconseja que quien
dirige la meditación sea un experto.
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Las limitaciones cognitivas de estas edades pueden explicar porque las diferencias entre los dos
grupos con y sin exposición no fueron más marcada.
Conclusión: el tratamiento debe realizarse en base a la sintomatología presente en la evaluación, el componente
de narrativa traumática y procesamiento cognitivo deberá enfatizarse con aquellos niós que presenten miedo y
ansiedad y para los niños con sintomatología externalizante. El foco inicial del tratamiento será el desarrollo de
habilidades parentales y habilidades de afrontamiento. La fase previa de psicoeducación se mantendrá en todas
las ocasiones. Es necesario realizar seguimiento a largo plazo para constatar si las intervenciones parciales son
capaces de prevenir la aparición de nueva sintomatología.
g) Intervención Cognitiva
Al vivir un acontecimiento traumático el mundo pierde su significado benévolo (sobreestimación del peligro),
la persona deja de ser concebida como valiosa y se realiza una estimación erróneamente baja de la auto-eficacia
para resolver los problemas. Otras veces confirma las creencias negativas previas sobre el mundo, uno mismo y
los otros. Estas estructuras cognitivas se convierten en filtros a través de los cuales el menor entiende y
responde a su entorno y pueden acompañarlo en su vida adulta.
El niño busca dar explicaciones a lo ocurrido y es relativamente fácil darse explicaciones distorsionadas.
Briere, ha sistematizado la racionalización cuasi-lógica del niño, caracterizada por su pensamiento dicotómico y
egocéntrico, con tendencia a identificar una explicación simple, puede creer que es malo y se merecía lo ocurrido
y mediante una generalización excesiva, piensa que está dañado para siempre y se forja una baja autoestima.
En el abuso sexual, el trabajo cognitivo se dirige al significado que el abuso posee para el niño y se
identificarán los pensamientos que el niño tuvo durante la experiencia de abuso sexual (evaluación negativa de si
mismo, atribución de responsabilidad y relación con las emociones de culpa y vergüenza),
La intervención cognitiva corrige los pensamientos y creencias ya formados en relación con el abuso
sexual y previene la formación de nuevas cogniciones desadaptativas y minimiza la generalización estimular.
La culpa es frecuente y correlaciona con dificultades conductuales y emocionales, puede surgir por
diferentes razones y puede ser tambien una forma de control sobre algo no es controlable. En general una
respuesta social negativa es un importante factor de riesgo para el posterior desarrollo del TEP. El
imprescindible que el niño entienda que toda la responsabilidad es del abusador. Mediante el diálogo socrático y
ejemplos, el niño debe entender que él fue la victima del abuso y se fomentará, en lugar de culpa, una mirada
compasiva hacia sí mismo.
Se puede finalizar escribiendo una carta al abusador, que no es necesario enviarla, no se fuerza a perdonar,
pero si lo hace está bien que lo haga. Es perdón es otra forma de comprender, un modo asertivo al darle la
responsabilidad al agresor para dejar atrás el pasado. El niño debe saber que el perdón no tiene por qué cambiar
al abusador.
Normalmente el niño tiene una relación de confianza con el abusador, la ruptura de esta confianza puede
deteriorar sus relaciones interpersonales. La vergüenza, estigmatización y otros pensamientos distorsionados
los llevan a distanciarse de los demás. La falta de habilidades sociales y la conducta agresiva dificultan el
desarrollo de relaciones adecuadas. Es necesario atender y reestructurar los binomios amor/abuso y
placer/dolor para que no se repitan. La relación terapéutica constituye una oportunidad para el modelado de
nuevas formas de relación interpersonal, de restablecer la confianza en los otros y en uno mismo.
Cohen divide los errores cognitivos en inexactos e inútiles. Los inexactos pueden ser a su vez absolutamente
falsos o irreales. Los inútiles pueden ser inexactos, sólo posiblemente exactos o exactos. Los pensamientos
exactos pero inútiles pueden ser vistos como una forma de aceptar la realidad. Se debe enseñar que los
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Terapia de Conducta en la Infancia 4º Op. Aitziber Laguardia + Valeria Farriol (arreglos )
pensamientos son siempre una elección, no una necesidad. Repasando la narrativa traumática se ayuda al niño a
identificar sus pensamientos y a buscar alternativas mejores.
Dos trabajos destacan en la actualidad el papel del componente cognitivo en la terapia. Cohen y Mandarino
investigaron el papel en el resultado del tratamiento de las atribuciones y percepciones del menor, así como
algunos aspectos de su entorno familiar. Los datos mostraron que la intervención cognitivo conductual fue
superior al tratamiento de apoyo no directivo, y los autores atribuyen esta superioridad al haberse corregido
en la terapia cognitivo conductual las atribuciones y percepciones distorsionadas sobre el abuso sexual. Señalan
la importancia de incluir al progenitor no agresor al tratamiento.
En un trabajo Farell, Hains y Davies también centraron teóricamente su tratamiento en los factores
cognitivos, tales como la percepción del menor sobre el abuso, el significado otorgado a este, especialmente si el
inicio fue gradual, sus creencias acerca de los otros y su relación con el mundo. El paquete de tratamiento incluía
diversos componentes: educación autobservación, autoregistro, entrenamiento en relajación, reestructuración
cognitiva, juego de roles, y práctica in vivo de habilidades. Los cuatro participantes redujeron su sintomatología
relacionada con el trastorno por estrés postraumático y tres de ellos también redujeron los niveles elevados de
depresión y ansiedad que habían mostrado en la línea base.
Todos los hallazgos apuntan a la necesidad de intervenir adecuadamente sobre creencias y cogniciones, tal
como lo recogen los protocolos de intervención de la TCC. Es necesario realizar trabajos con seguimientos largos
en los que se investigue si el cambio cognitivo desarrollado protege o al menos aminora las secuelas del abuso que
pueden surgir en otros momentos del ciclo vital.
h) Disociación
El DSM IV-TR define la disociación como una disrupción de las funciones normalmente integradas de la
consciencia, identidad, memoria o percepción. Se relaciona con experiencias que provocan temor intenso o que no
se pueden integrar con el resto de las experiencias de la persona. Se considera una respuesta de defensa
relacionada con la inmovilidad y ante una situación extrema se considera una estrategia efectiva de
afrontamiento, protege al niño del horror que está viviendo pero al mismo tiempo deteriora la memoria de los
acontecimientos y puede crear “una identidad de crisis”, impide, al interrumpir la experiencia emocional, que se
aprenda a tolerar o regular la emoción y constituye un factor de riesgo para el desarrollo de TEP. Los niños
pueden no ser conscientes del problema.
Después de una experiencia de abuso sexual pueden mostrar disociación como parte del TEP o bien por un
apego desorganizado o evitativo cuando el maltratados es la figura de apego. En algunos casos la disociación
aparece de forma crónica y la persona puede sentirse permanentemente desconectada e incapaz de
experimentar el cuerpo. Estas respuestas puede ser entendidas como dificultades en el desarrollo normal de la
integración de las auto-capacidades. Manifestaciones de la disociación en niños, Tabla 7, pag. 287.
Puede interferir en el desarrollo de la terapia. En la fase focalizada en el trauma, la disociación puede ser
empleada como estrategia de afrontamiento para evitar el dolor del recuerdo, impidiendo el procesamiento de la
experiencia traumática. Se proponen 5 campos de actuación: cognitivo, afectivo, físico, interpersonal y
espiritual. La intervención debe mejorar la comunicación familiar, regulación emocional de apego padres-hijos y
desarrollar estrategias de regulación emocional. Con la intervención se espera se reduzcan las lagunas de
memoria, los sentimientos de despersonalización y otras formas disociativas, recuperándose una sensación de
estar vivo en todos los aspectos de la vida.
Cuando se confirman los síntomas de disociación se enseña al niño a identificar y controlar la secuencia
disociativa, permaneciendo emocionalmente presente. Esto reduce frecuencia e intensidad disociativa. Los niños
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Terapia de Conducta en la Infancia 4º Op. Aitziber Laguardia + Valeria Farriol (arreglos )
con grave ausencia de regulación emocional o muy disociados es posible que no pueden tolerar la exposición a los
recuerdos traumáticos.
Los padres son figuras claves para promover el cambio y pueden participar en la terapia como agentes
terapéuticos. Deblinger, Steer y Lippman mostraron que cuando los menores estuvieron involucrados en el
tratamiento, hubo una mejora significativa de los síntomas de estrés postraumático, mientras que cuando los
padres estuvieron involucrados en el tratamiento, la mejoría significativa aparecía en medida de depresión y
problemas conductuales.
La intervención directa con los padres, redunda pues en beneficio del menor y debe ser considerada en
el tratamiento del abuso sexual infantil.
Bonner, Walter y Berliner llevaron a cabo un programa cognitivo conductual en grupo para menores de 6 y 12
años y sus cuidadores con el objetivo de reducir la conducta sexual inapropiada. El programa consistió en (para
ambos):
aprender y aplicar las reglas de la conducta sexual,
adquirir conocimiento sobre las partes privadas,
educación sexual,
mejoría en el control de impulsos, mediante la técnica de tortuga, discusiones de los sentimientos y
prevención de futuros abusos.
Es posible que no tomen medidas para evitar embarazos no deseados y contagios de enfermedades de
transmisión sexual. Todos estos aspectos tienen que ser debidamente abordados mediante una educación en una
sexualidad sana, unida al trabajo cognitivo de valía personal.
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Terapia de Conducta en la Infancia 4º Op. Aitziber Laguardia + Valeria Farriol (arreglos )
En el ámbito del tratamiento del abuso sexual infantil es importante, no sólo que la intervención produzca
una mejoría en la sintomatología del menor, sino que además esta mejoría se mantenga y se logre reducir o
prevenir la aparición de otros posibles efectos del abuso sexual infantil.
El grupo de Cohen se ha preocupado especialmente por el estudio de los efectos a largo plazo del
tratamiento cognitivo conductual en los menores que hayan sido abusados sexualmente.
Los resultados mostraron que la terapia cognitivo conductual focalizada en el trauma fue superior a la
terapia de apoyo no directiva, para producir un cambio duradero en los primeros 6 meses de seguimiento en la
depresión, ansiedad y preocupación sexual; y en el trastorno de estrés postraumático y síntomas disociativos al
año del seguimiento.
Los metaanálisis han mostrado el valor de la TF-CBT para reducir a largo plazo la sintomatología de TEP,
aunque los resultados obtenidos no son tan concluyentes ni marcan una diferencia tan nítida en otros síntomas.
7. Aplicaciones prácticas
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