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Profesorado de Educación Secundaria en

Lengua y Literatura

Sujeto de
Aprendizaje
Año 2023

Erika Cecilia Kucuk


Lic y Prof Universitaria en Psicología MP:1324

Institución Instituto de Enseñanza Superior N° 6023 “Alfredo Loutaif”

Carrera Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura

Espacio Sujeto de Aprendizaje


Curricular

Año de cursado 2°Año

Carga Horaria 6 Hs – 1° Cuatrimestre

Profesor Erika Cecilia Kucuk


Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura.
OBJETIVO GENERAL: Construir un posicionamiento teórico frente a la noción de “Sujeto de la
Educación” para la adopción subjetiva de un posicionamiento profesional como “Sujeto de la
Enseñanza”.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
 Comprender que a lo largo de la historia la formación docente ha estado sujeta a diferentes
conceptualizaciones y que actualmente coexisten diferentes argumentaciones respecto de
para qué formarse y para qué educar.
 Construir un posicionamiento propio sobre el porqué de la elección de una formación
docente.
 Reflexionar sobre una motivación personal para estudiar a los sujetos de la educación.

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Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura.

Aproximaciones
conceptuales hacia la
adolescencia.
El presente texto propone presentar una aproximación al concepto de adolescencia presentando las
perspectivas teóricas más destacadas a lo largo de la historia, para esto se torna indispensable adentrarse al
mundo de la adolescencia y el conocimiento de su metamorfosis.
Iniciar por la reminiscencia etiológica del término quizás resulte la mejor opción. Ante esto Griffa y
Moreno (2008) señalan que en su raíz, el término adolescencia proviene del latín adolescere, cuyo
significado ha sido traducido al castellano como “adolecer”.
Según Andolfi y Mascellani (2010) en la actualidad y también a lo largo de la historia, la
adolescencia fue la gran incomprendida del ciclo vital humano.
Para los autores esto no resulta azaroso. Desde siempre, los adultos han reaccionado con gran
confusión e incertidumbre frente a ella, experimentando sentimientos de ambivalencia que oscilan entre la
certeza del conocimiento y el desconocimiento de los adolescentes, o entre la comprensión y la
incomprensión del accionar de estos. Es por ello que a su vez, los padres suelen actuar de manera
contradictoria frente a sus hijos tratándolos en ocasiones como adultos y en algunas otras situaciones como
niños.
Debido a esto, los sentimientos de inadecuación pueden ser considerados como la principal
experiencia de quienes se vinculan cotidianamente con adolescentes. Resulta sumamente difícil lograr
diferenciar con certeza los momentos pertinentes en los cuales es necesario acercarse al adolescente para
brindarles contención, de aquellos otros en los cuales es preciso respetar las distancias en pos de favorecer el
desarrollo de la autonomía y la individualidad.
Según los autores, estas experiencias en los adultos son perfectamente normales ya que nadie ha sido
preparado para tratar con adolescentes, ante todo si tenemos en cuenta que la sociedad de los adolescentes
contemporáneos presenta exigencias muy antagónicas en relación con la adolescencia de hace incluso tan
solo una década.
Por todo esto y más, aún en la actualidad, la adolescencia puede ser considerada como el periodo
más confuso del ciclo vital humano, inclusive para los diversos especialistas abocados al estudio de la
misma (Moneta, 2013). Entre las principales dificultades para arribar a una conceptualización de la
adolescencia, se encuentra aquella que refiere a su delimitación cronológica. Los autores señalan que esta
dificultad surge como consecuencia de que la adolescencia tal como hoy se la conoce, no siempre represento
una etapa evolutiva. Antiguamente los sujetos pasaban de un periodo infantil a la etapa adulta de manera
taxativa. Incluso hoy, algunos pueblos en los que la cultura ha ejercido resistencia a las influencias
globalizantes se continúan subestimando y oprimiendo las expresiones adolescentes.
Según Miccuci (2005) fue recién a mediados del siglo XX que los cambios físicos, psicológicos,
sociales y de identidad que en ella se producen, comenzaron a abrir un paréntesis en el ciclo vital humano,

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demostrando la existencia de un fenómeno real y complejo capaz de interponerse entre la niñez y la etapa
adulta. En sus inicios, la adolescencia ocupó la brecha de edad que comprendía aproximadamente entre los
11 y 14 años de edad, mientras que en el presente, gracias al desarrollo de la sociedad y la cultura, este ciclo
vital logró expandirse cronológicamente, de modo que en estos tiempos, si bien no existe consenso, la gran
mayoría de los especialistas concuerdan en considerar su extensión hasta aproximadamente los 25 años de
edad.
Es posible que este cambio pueda deberse a que inicialmente solo se consideraron para su
delimitación conceptual las modificaciones biológicas que en este período se suscitan mientras que en la
actualidad se contemplan otras variables como las alteraciones en la socialización, la conformación de la
identidad y en especial aquellos fenómenos referidos al desarrollo sexual.
Retomando los aportes de Joseph Micucci (2005) históricamente la gran mayoría de los
profesionales, incluidos aquellos que trabajan en el área de la salud mental, han considerado a la
adolescencia como una etapa evolutiva universalmente caracterizada por el advenimiento de una “crisis” o
“conmoción”. Lo cual ha sido reevaluado por los teóricos evolutivos contemporáneos, quienes consideran
dicha premisa, como un prejuicio carente de sustento científico.
Para el autor, el esparcimiento de este mito, se debe a la fuerza de las corrientes teóricas que lo
impusieron, ya que fueron basadas en los aportes teóricos de figuras relevantes, como el padre del
psicoanálisis, Sigmund Freud y otras eminencias como Stanley Hall o Peter Blos. Sin embargo, el principal
error de estos autores consistió en basar sus aportes teóricos en una muestra sesgada de pacientes en
tratamientos, es decir que no basaron sus análisis en la adolescencia misma sino en base a un puñado de
referentes patológicos.
En contraposición a lo enunciado por dichas figuras el autor asevera, que en las últimas tres décadas,
los mejores investigadores evolutivos contemporáneos, han trabajado con muestras mucho más
representativas a nivel estadístico sin lograr recolectar pruebas significativas de una conmoción generalizada
en dicha etapa.
Debido a esto, Micucci (2005) propone erradicar esta concepción negativista de la adolescencia ya
que posicionarlos como víctimas irremediables de vicisitudes y tensiones, que lo angustian de manera
constante podría acarrear diversas consecuencias nocivas, entre ellas:
 Pasar por alto problemas serios: En ocasiones, la familia o especialistas pueden subestimar
el surgimiento o la persistencia de algunos trastornos y síntomas refiriendo que el mismo se trata de
un comportamiento normal y esperable dentro del marco de la etapa evolutiva adolescente.
 Reaccionar exageradamente: Representa lo opuesto del punto anterior, se aprecia en
familiares o especialistas en los que no cabe la posibilidad de considerar al adolescente como un
sujeto normal y tienden a apreciar patológicamente cualquier expresión conductual no frecuente del
adolescente, descontextualizando su conducta de los cambios y alteraciones típicos de la etapa.
 Profecías autocumplidas: Consiste en un conjunto de imaginarios pesimistas instaurados a
nivel social sobre la adolescencia que determinan el conjunto perceptivo de aquellos quienes se
vinculan con adolescentes influyendo en su accionar, de este modo se producen retroalimentaciones
hasta el punto en que los imaginarios instaurados se encarnan en la realidad.
 Inhibir el crecimiento y restringir la libertad: Algunos padres y especialistas que han
incorporado un imaginario negativo sobre la adolescencia tienden a tratar de imponer una figura rígida
de autoridad, logrando resultados opuestos a los esperados ya que impiden el crecimiento y desarrollo
de la autonomía del adolescente, inhibiendo su conducta y fomentando la inseguridad del mismo. De
este modo, según el autor, el mayor aporte de la teoría sistémica sobre la adolescencia radica en
considerar a la etapa como un proceso de transformaciones que inciden en la conducta del individuo,
cuya evaluación requiere indefectiblemente de considerar el contexto en el que la misma se expresa y
la situación familiar en la que acontece.
Al respecto Bergman (2009) señala que con frecuencia los adolescentes son considerados
problemáticos por violar una norma del ámbito específico en el cual se encuentran. Por el contrario,

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sistémicamente se podría considerar que catalogar a un individuo como problemático incita a pensar que el
problema se encuentra en la persona y no así en el contexto o la situación en que dicha conducta se presenta.
De este modo, desde la psicoterapia sistémica se propone desplazar el foco conflictivo de la etapa
evolutiva en sí misma, a las modificaciones y alteraciones producidas en el sistema familiar como resultado
del surgimiento de un adolescente en la familia.
El autor finaliza señalando que ningún individuo, mucho menos el adolescente, es autónomo en su
totalidad sino que cada uno lleva inscripto en el interior su historia familiar. Es muy frecuente que los padres
piensen que un hijo vive su vida con independencia de lo que ha ocurrido u ocurre en su familiar, sin
embargo, las cosas se encuentran muy lejos de ser así. Cada sujeto ejercita implícitamente una serie de
legados transgeneracionales que lo condicionan de manera inconsciente. Por lo general, los adolescentes
siempre sienten gran curiosidad por conocer los acontecimientos familiares que los preceden aunque se
muestren por completo indiferentes. De este modo, ante las diferentes sintomatologías los autores aseveran
que resulta conveniente preguntarse por el tipo de ausencias que la misma procura llenar, y su posible
procedencia heredada.
De este modo en ocasiones los adolescentes terminan asumiendo el lugar de paciente identificado o
chivo expiatorio, constituyendo el brazo armado de los conflictos familiares en especial de los problemas
conyugales ya que el síntoma permite a los miembros del sistema familiar desviar la atención y evitar las
confrontaciones que pondrían en peligro la tan preciada homeostasis (Bergman, 2009).
Por último, es necesario recalcar que las señales verbales del adolescente son contradictorias ya que
la ambivalencia es una de las características más exacerbadas en la etapa y constituye la modalidad
comunicativa más común. El adolescente necesita de esta ambivalencia para poder desplazarse de manera
continua entre los extremos de la pertenencia y la separación en búsqueda de un justo equilibrio. Lo cual
determina también la ambivalencia de las señales. A menudo el lenguaje verbal del adolescente subraya
aquellas actitudes provocativas que tienen que ver con lo que él querría ser, más que con sus necesidades
reales porque las reconoce como aspectos de su vulnerabilidad y por lo tanto como un obstáculo en su
camino a la autonomía.

CONCEPCIONES HEREDADAS SOBRE LA ADOLESCENCIA

Andolfi y Mascellani (2010), realizan un recorrido histórico sobre los aportes que diversos autores y
corrientes teóricas han desarrollado, permitiendo nutrir los conocimientos sistémicos sobre dicha etapa vital.
De este modo siguiendo la línea cronológica propuesta por los autores y enriqueciéndola con los aportes de
tantos otros se pretende iniciar, un recorrido teórico sobre la tan controvertida etapa vital.
En primer lugar, como es de esperarse fue el propio Sigmund Freud quien logró desarrollar una
teoría completa sobre la adolescencia capaz de explicar las remodelaciones psíquicas acontecidas durante
este periodo. Según el autor, gracias a los cambios en la vinculación con los objetos edípicos y a partir del
surgimiento de un aparato psíquico mucho más definido, los adolescentes reactualizan los modelos
introyectados durante la niñez de manera inconsciente. Reactualizar en este punto, implica contraponer lo
introyectado, a la luz de los modelos emergentes que se presentan al adolescente (citado por Andolfi &
Mascellani, 2010).
A pesar del origen psicoanalítico de esta premisa, la misma resguarda un vasto trasfondo sistémico
ya que implícitamente según los autores, alienta a reconocer al adolescente como un contenedor psíquico de
relaciones vinculares y de las interacciones que el mismo establece con quienes pertenecen a su sistema.
Resulta absurdo pensar que los modelos parentales puedan ser introyectados si el adolescente no se
vinculara a ellos de un modo significativo.
La propuesta psicoanalítica demuestra también la existencia de la movilidad intersistémica, es decir
que reconoce la posibilidad de llevar a cabo articulaciones entre el sistema familiar del sujeto y el
conformado por el grupo de pares. De este modo, los intercambios realizados con uno y otro sistema pueden
resultar altamente favorecedores dependiendo del tipo de intercambios que se hayan emprendido,
dotándolos de nuevas herramientas para la conformación de la identidad. Si por el contrario desde el

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sistema de origen se alimentara la inmovilidad sistémica, como en aquellos casos en que los padres
restringen en exceso la integración social de sus hijos, el adolescente quedaría atascado en una posición
rígida capaz de conducir al surgimiento de diversas patologías (Andolfi, 1987).
Salvador Minuchin (1986) amplía la explicación de esto cuando asevera que para que un sujeto
logre conformar una identidad capaz de permitirle reconocerse como individualidad, es necesario que
participe de diferentes sub sistemas tanto en aquellos que refieren al contexto familiar como de aquellos
extra familiares. Esto resulta fundamental ya que siendo capaz de enfrentarse a contextos exteriores, los
individuos desarrollan sentido de pertenencia y pueden optar por adoptar características y rasgos de manera
auténtica y creativa. De otro modo resultarían condenados a estar, sin ser, es decir, reproduciendo
mecánicamente lo aprendido, sin dejar espacio al desarrollo personal.
Resulta importante señalar en este punto, que en la actualidad, la gran mayoría de los psicoanalistas
han abierto su perspectiva y coinciden en recalcar que los procesos identificatorios en la adolescencia
resultan también influenciados en gran parte por la sociedad, los modelos propuestos en los medios de
comunicación, la cultura del contexto particular en el que el individuo se desarrolla, y las diversas
instituciones u organizaciones de las cuales forma parte. De este modo, se evidencia la imperiosa necesidad
de ampliar la movilidad sistémica del adolescente, procurando abarcar la red social que lo contiene, (Carlos
Sluzki, 1996).
Ante esto es necesario también ser cautelosos ya que en la actualidad los padres delegan la
educación y sociabilización de sus hijos a edades cada vez más tempranas, pero lamentablemente, las
sociedades no han logrado desarrollar fuentes extrafamiliares adecuadas de sociabilización que brinden al
niño apoyos significativamente adecuados de contención (Minuchin, 1986).
A partir de la propuesta inicial de Freud, y siguiendo los lineamientos psicoanalíticos, Peter Blos
propuso que la etapa adolescente se encontraba compuesta por una secuencia de fases. En cada una de ellas,
el sujeto debería alcanzar el poderío de determinadas facultades psíquicas, (citado por Andolfi &
Mascellani, 2010) entre ellas:
 1° Fase: Denominada pre adolescencia, representa un periodo caracterizado en donde el
principal objetivo consiste en dominar el aumento de la tensión pulsional genital producto de las
modificaciones físicas de la pubertad.
 2° Fase: Considerada la primera adolescencia, posee como característica principal, la
necesidad del individuo por emprender los primeros intentos hacia la autonomía personal gracias a la
separación progresiva de las figuras parentales y sus mandatos, con la consecuente inclusión en un
grupo de pares. En esta fase también es necesario renunciar a la bisexualidad infantil, y resignificar
las elecciones de objeto configurando nuevos ideales del yo.
 3° Fase: También denominada segunda adolescencia, presenta como carácter principal la
búsqueda de un objeto amoroso por parte del adolescente y la iniciación en la actividad sexual
propiamente dicha.
 4° Fase: Concuerda con la denominada adolescencia tardía, representa una etapa de la
adolescencia donde debería ser posible percibir el logro de la conformación de un yo organizado y
cohesionado, un súper yo maduro y flexible, con un ello cuyas fuerzas pudieron ser controladas.
Estas fases de desarrollo propuestas por Peter Blos y los logros vinculados a ellas, pueden
comprenderse perfectamente en el marco de la psicoterapia sistémica si se logra visualizar a la familia como
un sistema en constante transformación. Cada familia atraviesa a lo largo de su existencia por diferentes
desafíos, los mismos, no surgen arbitrariamente sino que encuentran su correlato en las características de la
etapa vital en la que se encuentra el sistema familiar, como así también aquellas por la que atraviesa cada
uno de sus miembros. De este modo, tanto el sistema como sus miembros deben procurar sortear los
desafíos y adaptarse a las circunstancias emergentes a fin de asegurar la continuidad y el crecimiento
psicosocial de los miembros que la componen, procurando alcanzar un equilibrio dinámico entre las
tendencias homeostáticas de todo sistema y la capacidad transformadora del mismo (Andolfi, 1986).
Posteriormente, con el reconocimiento de Erik Erickson como teórico del desarrollo, la adolescencia
adquiere una perspectiva mucho más psicosocial, comienza ser reconocida como un proceso de evolución

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constante y progresiva al que denominó “epigénesis”, el cual depende tanto de los factores genéticos como
de ambientales (citado en Griffa y Moreno, 2008) . Este autor al igual que Peter Blos apoya el
reconocimiento de etapas a lo largo del desarrollo humano, considera que el factor fundamental para la
delimitación de cada una de ellas consiste en el surgimiento de una crisis.
Para Erickson en el caso de la etapa adolescente la crisis fundamental a superar consiste en la
construcción de la identidad, la cual le permite al individuo adaptarse socialmente y construir relaciones
sociales fructíferas que aseguren el intercambio y enriquecimiento personal. Durante este periodo se
contraponen en el adolescente la identidad y la confusión, el resultado que se espera obtener al atravesar
dicha crisis consiste en lograr la expresión, elección y aceptación del sí mismo que conducen al desarrollo y
no a la confusión de la identidad (citado en Andolfi & Mascellani, 2010 ).
Una observación muy importante del autor consistió en señalar que al momento en que un individuo
ingresa a la etapa adolescente sus progenitores por lo general se encuentran atravesando la denominada
crisis de la edad media, lo que en ocasiones provoca profundas conmociones familiares. Dentro de esta
perspectiva, la construcción de la identidad representa la integración de los factores que constituyen
personalidad teniendo en cuenta la historicidad del yo y la exterioridad social de los roles ejercidos por el sí
mismo (citado en Andolfi & Mascellani, 2010).
Este señalamiento de Erickson puede considerarse sumamente sistémico, ya que procura el estudio
del individuo en su contexto social, contemplando las recientes alteraciones en el contexto familiar y sin
dejar de considerar que la alteración en uno de los miembros o unidades del sistema familiar repercute en el
resto de sus miembros. Del mismo modo, debido a que cada una de las unidades del sistema familiar se
encuentra en transformación constante, alterando su organización, estructura y modificando también las
experiencias de cada individuo perteneciente al mismo (Minuchin, 1986).
Consecuentemente cada problemática o sintomatología expuesta por un miembro del sistema
familiar encubre un significado particular que permite comprender la actualidad de dicho sistema y calcular
proporcionalmente el potencial de cambio de una familia (Bergman, 1985).
Por otro lado, cuando los aspectos del yo no logran una integración coherente y se presentan ya en
etapas vitales avanzadas de manera disgregadas, se presenta para Erickson la denominada identidad difusa.
Su origen remonta a edades tempranas en las que el adolescente no ha logrado simbolizar ni introyectar
aspectos significativos para la conformación de su identidad por parte de quienes lo rodean, dificultando las
posibilidades del adolescente de ingresar a la vida adulta y experimentación de la intimidad sexual, en el
marco de la salud mental(citado en Andolfi & Mascellani, 2010).
Erikson no mantiene una mirada determinista sobre la adolescencia ni patológica es por eso que a las
diversas vicisitudes que en ella se presentan prefiere denominarlas trastornos o alteraciones situacionales ya
que representan una actualización o movilización de las fases anteriores del desarrollo y no el producto de
trastornos estructurales (Andolfi & Mascellani, 2010), lo cual es altamente congruente con los principios
sistémicos, que contemplan al individuo en su contexto, el cual incluye la temporalidad del mismo y lo
transitorio de sus intercambios, por lo tanto, a pesar de que un síntoma persista en el tiempo es necesario ser
capaz de reinterpretarlo constantemente debido a que su significado podría variar a lo largo de la historia
familiar (Bergman, 1985). .
Winnicott (citado en Andolfi & Mascellani, 2010) por su parte, enfocó su atención en tres ejes que
desde su expectativa conforman la columna vertebral de las transformaciones en la adolescencia.
El primer eje se encuentra conformado por la profunda angustia experimentada por los individuos
en esta etapa, debido a los constantes sentimientos de ambivalencia en los cuales se contraponen el espíritu
de independencia y las fantasías de dependencia infantil. A pesar del profundo dolor de la etapa, la angustia
que la misma conlleva resulta fundamental para poder avanzar hacia la tan deseada individualidad ya que
implica la resolución de un duelo real sobre la etapa infantil.
En segundo lugar, para llegar a obtener su tan ansiada individualidad en ocasiones los adolescentes
desafían el ambiente familiar del que dependen y al mismo tiempo provocan a la sociedad como si buscaran
una ruptura al mismo tiempo que aspiran a conservar lazos.

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Winnicott en sus aportes sobre la adolescencia propone que esta tendencia del adolescente a
reevaluar los modelos familiares por contraposición con los aportados por el grupo de pares conlleva un
fuerte caudal de angustia ya que implica reconocer que los padres no son omnipotentes ni sabios
omniscientes. En este punto, resultan interesantes las posturas que los adolescentes asumen frente a estos
descubrimientos existiendo tres alternativas frente a esta realidad.Un sector de ellos intenta permanecer en
el seno familiar adquiriendo saberes por la vía pasiva y accede al mundo adulto por lo general realizando
acciones imitativas de los mejores aspectos de sus progenitores. Un segundo grupo que ingresa a la etapa
adulta de manera precoz, lo hace por lo general con el objetivo inconsciente de cumplir los objetivos
pendientes de sus padres, otro grupo opta por el aislamiento debido a una falsa sensación de omnipotencia,
mientras que finalmente los adolescentes más sanos asumen el mundo adulto como un desafío, aceptando
aquello que les depara el futuro y asumiendo las experiencias depresivas que esto implica.
Finalmente, y con posterioridad a la oleada de las corrientes basadas en concepciones
psicoanalíticas, Andolfi y Mascellani (2010) rescatan el surgimiento de un grupo de estudiosos italianos,
quienes iniciaron una reflexión teórica original orientada a lograr la integración de modelos en sintonía con
los aportes sistémicos y la adolescencia. Este movimiento fue denominado como “Escuela italiana”.
Sus principales aportes se basaron en el estudio de la capacidad de individuación, entendiendo por
esta no solo a la resolución de los conflictos de identidad sexual y las elecciones de su orientación, sino
también la posibilidad de vivirse como sujeto separado, capaz de ejercer su autonomía. Estos autores
consideraban que son sobre todo las vicisitudes de la relación con el objeto, las que el adolescente deberá
resolver para lograr afrontar la difícil tarea de separación.
Como pioneros fueron relevantes ya que por primera vez propusieron un marco teórico que
contempló los contextos familiares y ambientales de los adolescentes, a la vez que mantuvieron un enfoque
naturalista y evolutivo atento a los cambios socio culturales, a las novedades antropológicas, los cambios en
los estilos de la vida social cotidiana y a las reorganizaciones internas que en el plano intrapsíquico del
adolescente se presentan repentinamente.
Consideran a la adolescencia como un tiempo de metamorfosis, aguda y repentina. Asocian los
cambios somáticos de la adolescencia con los cambios emocionales y la construcción de la personalidad. La
adolescencia en suma, representaría la completa inversión de los puntos de referencia, ya que durante la
metamorfosis somática estrechamente relacionada con los cambios hormonales, el adolescente pierde los
ejes de su imagen y esquema corporal con los que se había representado así mismo hasta ese momento. En
este orden el adolescente pone en acto una serie de recursos o artificios para camuflar un cuerpo no
deseado a través del maquillaje, los tatuajes, los piercings, etc.
Por otro lado para ellos la metamorfosis de la personalidad tiene que ver con las transformaciones
del yo y de las relaciones intergeneracionales dentro del contexto familiar. Los padres al comienzan a
percibir los cambios en sus hijos deben enfrentarse repentinamente con sus propias transformaciones
corporales provocando en ciertas ocasiones reacciones inesperadas que por lo general procuran coartar la
exhibición del cuerpo de sus hijos.
Por último quienes conforman dicho movimiento teórico consideran que las metamorfosis sociales
de la adolescencia tienen que ver con las alteraciones en el mundo familiar, los modos de vincularse con
quienes pertenecen a dicho sistema y la reciente conformación de un grupo de pares que ejerce presión en
ellos, en ocasiones para oponerse a los modelos constituidos por las familias. Estos cambios conducen al
adolescente hacia lo profundo de un replanteamiento de la identidad en la que los puntos de referencia
aportado por los progenitores pierden su validez y funcionalidad.

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