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Adolescencia: Primer

Parcial
Unidad 1, 2 y 3
RESUMEN PRIMER PARCIAL ADOLESCENCIA
2

UNIDAD 1: LA ADOLESCENCIA CO MO UN FENÓMENO


MULTIDETERMINADO

1. Introducción al estudio de la adolescencia. Variables que la determinan: punto de


vista cronológico, biológico, antropológico, psicosocial.
2. Modelos teóricos de comprensión de la adolescencia: autores clásicos y
contemporáneos.
3. Los métodos de estudio de la adolescencia y juventud. Técnica de recogida de
información: la entrevista, los cuestionarios, la observación, el estudio de casos, producciones
literarias, entre otros.

FIZE
LOS ADOLESCENTES

Los adolescentes cambian permanentemente, porque el mundo está en constante


evolución, los adolescentes de hoy, ya no se parecen a los de ayer.
Es edad no sólo biológica, sino también social. Los adolescentes actuales disponen de un
propio lenguaje, propia realidad cultural, códigos indumentarios específicos. Su mundo resulta
difícil de aprehender.
La adolescencia se presta a interpretaciones variadas, concurrentes, a veces
contradictorias. Nuestra percepción de la adolescencia remite a un campo confuso de
representaciones; idealización para unos, reprobación para otros.
El miedo y la fragilidad predominan en estas representaciones. La sociedad sólo mira a la
adolescencia a través de sus dificultades y sufrimientos, su despreocupación y su inconsistencia, lo
que lleva a una “medicalización” a ultranza.
Estas representaciones se vuelven aún más poderosas cuanto que los mismos
adolescentes interiorizan este discurso negativo sobre ellos (se dice que están en “crisis”).

La adolescencia es la pubertad
Según la idea comúnmente admitida, la adolescencia siempre ha existido. Es una palabra
muy antigua; sin embargo, el concepto de adolescente (palabra y referente), se impone en la
segunda mitad del siglo XIX, momento en que comienza a tener una connotación más negativa.
Existe un creciente recelo ante esta mutación, que vuelve al individuo peligroso para sí
mismo y para los demás. La sexualidad, que alcanza su madurez, se vuelve motivo de
preocupación.
La adolescencia siempre ha existido ya que la pubertad siempre ha existido y en todas
partes (para éste punto de vista, adolescencia es sinónimo de pubertad). Esta concepción,
heredada de la medicina y de la biología remite a las modificaciones corporales (pubertad física)
pero también, con los aportes de la psicología, a los mecanismos de maduración psíquica y
afectiva (pubertad mental). Esta definición de adolescencia es incompleta e inexacta, ya que, la
adolescencia, no es solamente ese proceso vital que llamamos pubertad, sino también un estado
social y cultural, que se caracteriza por una nueva relación con el mundo y con los demás, por
3 nuevos modos de vida entre semejantes.
La adolescencia es un hecho social total. La relación dialéctica entre desarrollo individual
y desarrollo social, que desarrolló Erikson, muestra la contribución de diversas disciplinas:
historia, psicología, etnología, sociología. No es un estado natural de la existencia, sino
una construcción social, es el producto de condiciones y circunstancias sociales determinadas. Es
un hecho desvirtuado por los prejuicios, un hecho complejo, que se encuentra en una
encrucijada por lo social y lo individual, la naturaleza y la cultura, lo fisiológico y lo simbólico.
Es algo tan plural como singular, genera tantas aspiraciones como preocupaciones.
El surgimiento de una edad adolescente, como concepto, data del S XIX, con el desarrollo
de la enseñanza secundaria. De este modo, la burguesía encuentra la manera de “encerrar” a sus
hijos en el colegio y así controlarlos y alejarlos de su poder político y económico. Es en los años 60,
con la masificación escolar que este fenómeno que estaba reservado para unos pocos, pasa a ser
de todos (establecimientos escolares mixtos). El surgimiento, y la propagación de una cultura
específica de esta edad (de inspiración estadounidense), van a reforzar el sentimiento de
pertenencia a esta “nueva clase de edad”. Se crean solidaridades, y se forjan una primera
conciencia de generación. Hoy conforman todo un grupo social, con sus valores y usos
compartidos.

La adolescencia empieza cada vez más temprano, y termina cada vez más tarde
En la actualidad, la adolescencia se inicia antes de la aparición de los caracteres sexuales
secundarios (pubertad), aproximadamente a los 10 años de edad (mejor alimentación y mejores
condiciones de vida). Rousseau, afirmaba que la pubertad variaba en función de los pueblos,
climas, medios sociales y alimentación.
La entrada en la adolescencia se hace por medio de una proyección en el universo
cultural de sus pares mayores, como resultado de la presión mediática y comercial de este
universo “valorizado y valorizante”: marcas, libertades para salir. Reivindicación, que permite
escapar del mundo estrecho y poco glorioso de la infancia.
De manera tal que los signos precursores de la adolescencia (contrariamente a la idea
clásica preconcebida), no son los de la pubertad sino culturales.
La adolescencia termina más tarde que antes, si asimilamos los conceptos de
adolescencia y juventud. Hay una disociación entre las dos edades, en donde se considera que la
salida de la adolescencia coincide con el final de la escolaridad secundaria: adolescencia, con la
entrada a un nuevo mundo (universitario o profesional), donde se entablan nuevas relaciones con
los demás y se tiene otra percepción de sí mismo: juventud. La juventud, debido al aumento de la
duración de los estudios y al desempleo y precarización, se prolongaría hasta los 25, 28 o 30
años. La definición clásica, sociológica sostiene que la juventud culmina cuando se accede a la
responsabilidad social al vivir con una pareja duradera y a la autonomía financiera.
Los acontecimientos rituales de ayer, son cada vez menos cronológicos, por lo que esta
transición hacia el mundo adulto se hace hoy de manera progresiva, caótica.
RICE
4 Adolescencia: Desarrollo, relaciones y cultura

Adolescentes desde el contexto teórico

Otra forma de contestar sobre qué es la adolescencia, es observarla desde diferentes


puntos de vista.

Visión biológica

Enfatiza este período como maduración física y sexual, en el cual tienen lugar importantes
cambios evolutivos en el cuerpo del niño. Señala los factores genéticos como causa fundamental
de cualquier cambio conductual y psicológico en el adolescente. El crecimiento y la conducta están
bajo el control de fuerzas madurativas internas, dejando poco espacio para las influencias
ambientales.
El desarrollo ocurre siguiendo un patrón universal independientemente del ambiente
sociocultural.
Gessell: patrones de crecimiento en espiral

Se interesó por las manifestaciones conductuales del desarrollo de la personalidad,


observando las acciones y la conducta de niños y jóvenes de diferentes edades y elaborando
resúmenes descriptivos sobre los estadios y ciclos de desarrollo. Habló de normas de la conducta,
y sus consecuencias cronológicas.
La teoría de Gessell sigue una orientación básicamente biológica, sugiriendo que la
maduración está mediada por los genes y la biología, los cuales determinan el orden de aparición
de rasgos conductuales y tendencias evolutivas. Las capacidades y habilidades aparecen sin la
influencia de un entrenamiento especial o práctica. Este concepto implica un determinismo
biológico, que impide que se pueda influir sobre el desarrollo humano. El tiempo resolverá la
mayoría de los problemas que aparecen.
Consideró las diferencias individuales, aceptando que cada niño es único, con sus propios
factores genéticos y secuencias de maduración innatas; pero enfatizó que la influencia de la
cultura nunca puede trascender a la maduración, porque ésta es de importancia primordial.
También resaltó que el desarrollo no es sólo ascendente sino en espiral (ascendente y
descendente) que causan alguna repetición en diferentes edades.

Visión psicoanalítica

Freud:

Creador de la teoría psicoanalítica, su hija Anna Freud fue quien aplicó esta teoría a los
adolescentes. Describió la adolescencia como un período de excitación sexual, ansiedad y en
ocasiones perturbación de la personalidad. De acuerdo con Freud la pubertad es la culminación de
una serie de cambios destinados a terminar con la sexualidad infantile, dando lugar a la forma
normal.
Durante la infancia, el placer está vinculado con actividades orales (estadio oral). El objeto
sexual, está fuera de su propio cuerpo (pecho de la madre). Gradualmente, el placer, se vuelve
más autoerótico, la satisfacción y el placer se empieza a obtener a través de actividades
desarrolladas por sí mismos. En torno a los dos o tres años de vida, el interés se centra en el placer
por actividades anales y de eliminación (fase anal). A este período, le sigue un gran interés por el
5 propio cuerpo y los propios órganos sexuales (fase fálica). Desde los seis años, hasta la pubertad,
inicia la etapa de latencia, donde los intereses sexuales disminuyen la intensidad dando lugar a
relación con otras personas que ayudan y satisfacen el afecto (amistad con otros, especialmente
con los del mismo sexo).
En la pubertad (etapa genital), el proceso de “encontrar un objeto”, llega a su término
junto a la maduración de órganos sexuales internos y externos. Surge un fuerte deseo por resolver
la tensión sexual que se produce. El deseo, combinado de verdadero afecto y descarga de tensión
sexual, son las necesidades subyacentes que motivan buscar fuera, un objeto de amor.
Freud destacó dos elementos importantes en el objetivo sexual del adolescente: un
elemento físico y sensual (hombres  deseo de producir efectos sexuales acompañados de placer
físico; mujeres  deseo de satisfacción física y la descarga de tensión sexual, pero sin descarga de
efectos físicos); y un elemento psíquico, componente afectivo, más pronunciado en las mujeres y
similar a la expresión de la sexualidad en los niños. El adolescente desea satisfacción emocional al
igual que descarga física.
Una parte importante del proceso de maduración en la adolescencia es la pérdida de los
lazos emocionales infantiles con los padres. A medida que superan y repudian sus fantasías
incestuosas (reaparición del Edipo), los adolescentes completan uno de los logros físicos de la
pubertad más penosos: la ruptura con la autoridad paterna (“lamento por la separación”). Proceso
de individuación, que implica una diferenciación de la conducta de un individuo, sus sentimientos,
juicios y pensamientos de los padres. Al mismo tiempo, la relación padre-hijo, cambia hacia una
mayor cooperación, igualdad y reciprocidad.
Existe una necesidad de formar relaciones de amistad heterosexuales a medida que uno se
separa de los apegos homosexuales de la niñez.
La teoría psicoanalítica, resalta la importancia de las experiencias de la niñez temprana y
las motivaciones inconscientes que influyen sobre la conducta. Muchos impulsos instintivos y
experiencias traumáticas se reprimen pronto en la vida. Estos son expulsados del conocimiento
consciente dentro de la mente inconsciente, donde continúan causando ansiedad y conflicto e
influyendo sobre la conducta.
Los impulsos sexuales y los impulsos e instintos agresivos, son los determinantes
primordiales de la conducta. El individuo está motivado por el principio del placer, el deseo de
conseguir el máximo placer y evitar el dolor; sin embargo, los instintos sexuales y agresivos ponen
a las personas en conflicto directo con la moral social (resolución del conflicto psicosexual  clave
de la conducta saludable).

Anna Freud:

Caracterizó a la adolescencia como un período de conflicto interno: desequilibrio psíquico


y conducta errática. Las razones para la conducta conflictiva son: desequilibrio psíquico y conflicto
interno que acompañan a la maduración sexual en la pubertad, en donde el cambio más obvio es
el aumento en los impulsos instintivos, los que también devienen de un origen físico, no remitido
solamente a la sexualidad: se intensifican los impulsos agresivos, hambre se vuelve voracidad y
desobediencia puede resultar conducta criminal. Los intereses orales y anales ocultos, reaparecen.
Anna Freud comparó este aumento de fuerzas instintivas en la pubertad, con la infancia temprana.
Los impulsos para satisfacer los deseos, de acuerdo con el principio del placer, (ello) aumentan
durante la adolescencia, presentando un reto al yo y al súper-yo. El yo, es el poder evaluador,
razonador, del individuo. Por súper-yo, Anna Freud, entiende el yo-ideal y la conciencia que
proviene de la adopción de valores sociales del progenitor del mismo sexo.
El cuidadoso equilibrio conseguido entre los tres poderes psíquicos durante la latencia, es
6 destruido, y una guerra abierta se produce entre el ello y el superyo. El yo, que previamente había
sido capaz de imponer una tregua, tiene mucho más problemas para mantener la paz ahora.
El yo reprime, desplaza, deniega y contraría los impulsos, y los pone en contra de sí
mismo; produce fobias y síntomas histéricos y genera ansiedad por medio del pensamiento y
conductas obsesivas. El aumento en el ascetismo y la intelectualidad en la adolescencia son
síntomas de desconfianza hacia todos los deseos instintivos. La acentuación de los síntomas
neuróticos y las inhibiciones durante la adolescencia son señal del éxito parcial del yo y el superyó,
pero a costa del individuo. Sin embargo, A. Freud cree en la armonía entre el ello, el yo y el
superyo. Este equilibrio se logra si el superyó se desarrolla suficientemente durante el período de
latencia y si el yo es suficientemente fuerte y sabio para mediar el conflicto.

Visión psicosocial sobre la adolescencia

Erik Erikson: identidad del yo

Erikson modificó la teoría freudiana sobre el desarrollo psicosexual como resultado de los
hallazgos de la sociopsicología y antropología modernas. Describió ocho etapas del desarrollo
humano; en cada una, el individuo tiene que superar una tarea psicosocial. La confrontación con
cada tarea, produce conflicto, con dos resultados posibles: si el conflicto se resuelve exitosamente,
se construye una cualidad positiva en la personalidad y se produce desarrollo; si el conflicto
persiste o se desenvuelve de forma no satisfactoria, el yo se daña y una cualidad negativa se
incorpora dentro de él. La tarea global del individuo es adquirir una identidad individual positiva a
medida que avanza de una etapa a la siguiente.

1) Infancia: confianza frente a desconfianza.


2) Niñez temprana: autonomía frente a vergüenza y duda.
3) Edad del juego: iniciativa frente a culpa.
4) Edad escolar: destreza frente a inferioridad.
5) Adolescencia: identidad frente a confusión.
6) Edad adulta temprana: intimidad frente a aislamiento
7) Madurez: productividad frente a estancamiento.
8) Vejez: integridad del yo frente a disgusto y desesperanza.

La formación de la identidad no comienza ni termina con la adolescencia; es un proceso de


toda la vida, ampliamente inconsciente para el individuo. Cuando los niños consiguen su primer
objeto amado, comienzan a encontrar la autorrealización, acompañada del reconocimiento
mutuo. La formación de su identidad continúa a través de un proceso de selección y de asimilación
de las identificaciones de la niñez, que a su vez dependen de la identificación que los padres, los
iguales y la sociedad tengan de ellos. La comunidad moldea y da reconocimiento a los nuevos
individuos que emergen. El proceso de formación de la identidad emerge como una configuración
envolvente gradualmente establecida por medio de las sucesivas elaboraciones y reelaboraciones
del yo de la niñez.
Erikson destacó que la adolescencia es una crisis normativa, una fase normal de conflicto
incrementado, caracterizada por una fluctuación en la fuerza del yo. El individuo debe establecer
un sentido de la identidad personal, y evitar los peligros de la confusión de funciones y la difusión
de la identidad.
Una identidad requiere que el individuo se esfuerce por evaluar los recursos y las
7 responsabilidades personales y aprender cómo utilizarlas para obtener un concepto claro de quién
es y qué quiere llegar a ser.
En la adolescencia deben integrarse todos los elementos de identidad convergentes y una
resolución de conflicto:

1) Perspectiva temporal frente a confusión en el tiempo: ganar un sentido del


tiempo y la continuidad de la vida; debe coordinar el pasado y el futuro para formar algún
concepto acerca del tiempo que le lleva a la gente conseguir sus proyectos de vida. Aprender a
estimar y ubicarse en el tiempo (15-16 años).
2) Seguridad en uno mismo, frente a avergonzarse de uno mismo: desarrollo de la
confianza en uno mismo, basa en las experiencias pasadas. Período en el que aumenta el
conocimiento sobre sí mismos y la conciencia de uno mismo.
3) Experimentación de funciones frente a fijación de las mismas: Posibilidad de
probar diferentes funciones que pueden ejercer en la sociedad, con muchas identidades
diferentes, características de personalidad, formas de hablar y actuar, etc. La identidad proviene
de las oportunidades para tal experimentación.
4) Aprendizaje frente a estancamiento en el trabajo: Oportunidad de explorar y
probar diferentes ocupaciones antes de decidirse por un empleo. La elección del trabajo juega un
papel importante en la determinación de la identidad de una persona.
5) Polarización sexual frente a confusión bisexual: Continúan intentando definir que
significa ser “femenino” o “masculino”. Es importante que desarrollen una identificación clara con
un sexo o el otro como la basa de la intimidad heterosexual futura y como la fase para una
identidad firme. En las comunidades que funcionan adecuadamente, los hombres y mujeres deben
asumir sus “roles apropiados”; es por eso que es necesaria la polarización sexual.
6) Líder y seguidor, frente a confusión de autoridad: Descubren que existen
exigencias de competencia en sus fidelidades, se genera una confusión en relación a la autoridad.
7) Compromiso ideológico frente a confusión de valores: La construcción de una
ideología, guía a otros aspectos de la conducta (“búsqueda de la fidelidad”). Los individuos
necesitan de algo en que creer o a quien seguir.

Si el individuo es capaz de resolver estos siete conflictos, emerge una identidad firme. La
crisis está superada, cuando la persona ya no tiene que cuestionarse su identidad, cuando ha
subordinado ésta, la de su niñez y encontrado una nueva autoidentificación.

Moratoria psicosocial: Erikson definía la adolescencia de este modo, diciendo que es un


período intermedio admitido socialmente, durante el cual el individuo puede encontrar un puesto
en la sociedad por medio de la libre experimentación de funciones. La adolescencia se convierte
en período para analizar y probar varios roles sin la responsabilidad de asumir ninguno de ellos.
Identidad  concepto global del yo. Es personal, porque implica un sentido de lo “mío”,
pero también social, porque incluye lo “nuestro”, identidad colectiva. El desarrollo de la identidad
está asociado al de la intimidad: la intimidad altera la identidad, ayuda a la gente a crecer.
Robert Havighurst: tareas evolutivas
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Lo que los individuos necesitan y la sociedad demanda, constituyen las tareas evolutivas:
habilidades, conocimientos, funciones y actitudes que tienen que adquirir en determinado
momento de sus vidas a través de maduración física, expectativas sociales y el esfuerzo personal.
Dominar las tareas en cada etapa del desarrollo desemboca en adaptación y preparación para
tareas posteriores más duras. El dominio de las tareas produce madurez; el fracaso ansiedad,
desaprobación social e incapacidad para funcionar como una persona madura.
Existe un momento sensible a la instrucción, un momento adecuado para enseñar una
tarea. Algunas tareas emergen de los cambios biológicos, otras de las expectativas sociales o de la
motivación de los individuos.
Destacó ocho tareas fundamentales durante el período adolescente:
1) Aceptar el propio físico y utilizar el cuerpo eficazmente: Necesitan aceptar su
físico y el patrón de crecimiento propio de su cuerpo para aprender a cuidarlo y utilizarlo de forma
eficaz.
2) Formar relaciones nuevas y más maduras con los iguales de ambos sexos: deben
cambiar el interés por personas del mismo sexo y sus juegos de la niñez por el establecimiento de
amistades heterosexuales. Llegar a ser adulto significa aprender habilidades sociales y las
conductas requeridas en la vida de grupo.
3) Adoptar un rol sexual social masculino o femenino: Los roles sociales
psicosexuales vienen establecidos en cada cultura. Debido a que los roles masculino-femenino en
la cultura occidental han ido sufriendo cambios, parte del proceso del adolescente es reexaminar
los roles sexuales cambiantes de su cultura y decidir qué aspectos debe adoptar.
4) Alcanzar independencia emocional de padres y adultos en general: Deben
desarrollar conocimiento, afecto y consideración sin dependencia emocional.
5) Prepararse para una profesión: Deben decir una profesión, prepararse para ella y
llegar a ser independientes pagando sus gastos. Descubrir qué se quiere ser en la vida.
6) Prepararse para la vida matrimonial o en familia: Deben desarrollar las actitudes
positivas, habilidades sociales, la madurez emocional y el conocimiento necesario para hacer
funcionar el matrimonio.
7) Desear y lograr conducta socialmente responsable: Incluye el desarrollo de una
ideología social que recoja los valores sociales, como también la participación en la vida adulta de
la comunidad y la nación. Luchan por alcanzar una posición en la sociedad de una forma que dé
significado a sus vidas.
8) Adoptar un conjunto de valores y sistema ético como guía de la conducta.
Desarrollar una ideología: Desarrollo de una ideología social, política y étnica, y la adopción de
aplicación de valores, reglas morales e ideas significativas para la vida de una persona.

Havighurst cree que el trabajo es el eje de la vida, y que es lo que hace que se logre una
identidad.
Kurt Lewin: teoría de campo
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Su teoría de campo explica y describe la conducta de los individuos adolescentes en
situaciones específicas. “Esa conducta (C) es una función (f) de una persona (P) y de un entorno
(E). Para comprender la conducta del adolescente, se debe tener en cuenta la personalidad de
éste y su entorno como factores interdependientes. La suma de factores ambientales y
personales, interactuando, son el espacio de vida o espacio psicológico. La conducta es una
función del espacio de vida, lo que incluye factores físico-ambientales, sociales y psicológicos
(necesidades, motivos, metas). A medida que el niño madura y se hace más hábil, menores
restricciones se oponen a su libertad, por ello el espacio de vida se expande hacia nuevas áreas y
experiencias. En el adolescente, no está claro en qué regiones se supone que puede entrar, el
espacio de vida permanece difuso y sin definir.
La adolescencia es un período de transición durante el cual los miembros del grupo
cambian desde la niñez a la edad adulta. El adolescente pertenece en parte al grupo de los niños y
en parte al del adulto.
Adolescente  “hombre marginal”. Está en un estado de locomoción social, yendo hacia
un campo social y psicológico no estructurado. Puede no estar seguro de que ciertas vías van a
conducirlo hasta las metas deseadas. Existen amplias variaciones individuales en la conducta,
como así también varía la duración del período adolescente de una cultura a otra y de una clase
social a otra dentro de una misma cultura.

Visión cognitiva sobre la adolescencia

La cognición es el acto o proceso de conocer. Es la actividad mental implicada en el


conocimiento, no tanto así en el proceso por el cual se adquiere la información. Es todo aquello no
observable por la mente. El estudio del desarrollo cognitivo es cómo cambian estos procesos
mentales con la edad.

Jean Piaget: desarrollo cognitivo

Demostró que desde el nacimiento mismo, las competencias intelectuales sufren un


continuo desarrollo que nunca acaba. Se interesó por cómo los niños llegaban a conclusiones, y no
por si eran válidas o no. Buscaba la lógica de las respuestas.
El desarrollo cognitivo es la combinación de las influencias del entorno, maduración del
cerebro y el sistema nervioso. Utilizó cinco términos para describir la dinámica del desarrollo:
- Esquema: representa los patrones originales del pensamiento, o las estructuras
mentales que se utilizan para enfrentarse a los sucesos del entorno.
- Adaptación: incluye y adapta la información nueva que incrementa la comprensión de
una persona. La adaptación tiene lugar a través de dos medios: Asimilación y
Acomodación.
- Asimilación: significa adquirir nueva información utilizando estructuras ya existentes
en respuesta a nuevos estímulos ambientales.
- Acomodación: Implica el ajuste a la información nueva creando nuevas estructuras
para reemplazar las antiguas.
- Equilibrio: implica alcanzar una armonía entre la asimilación y la acomodación.
Destacó cuatro etapas en el desarrollo cognitivo:
10 1) Etapa sensorio-motora (desde el nacimiento hasta los dos años): Los niños
aprenden a coordinar las acciones físicas y motoras con las experiencias sensoriales. La tarea
cognitiva primordial es la conquista del objeto.
2) Etapa pre-operacional (desde los dos a los siete años): se adquiere el lenguaje y
la utilización de símbolos que representan el entorno. Pueden desenvolverse en el mundo
simbólicamente pero no pueden pensar lógicamente. La conquista cognitiva fundamental es la
conquista del símbolo.
3) Etapa operacional concreta (desde los siete a los once años): aparece alguna
capacidad para el razonamiento lógico, en relación con la experiencia presente, pueden
comprender las relaciones de inclusión, clase y seriación, las clasificaciones jerárquicas y los
principios de simetría y reciprocidad. La tarea cognitiva es el dominio de las clases, las relaciones y
las cantidades.
4) Etapa operacional formal (desde los once en adelante): se superan las
experiencias concretas, comienza el pensamiento lógico en términos abstractos. Son capaces de
usar la introspección y pensar sobre sus pensamientos. Usan la lógica sistemática, proposicional,
para resolver problemas y elaborar conclusiones. Son capaces de utilizar el razonamiento
inductivo, construyendo teorías sobre los hechos; como también el razonamiento deductivo,
poniendo a prueba teorías. Pueden pensar sobre lo que podría ser, proyectándose en el futuro y
haciendo planes sobre él.

Robert Selman: cognición social

La cognición social es la capacidad para comprender relaciones sociales, situarse en la


perspectiva social de otros, para comprenderse a uno mismo y a los demás como sujetos,
reaccionar hacia otros como hacia uno mismo, reaccionar ante la propia conducta desde el punto
de vista de otros. Etapas:

- Etapa 0: egocéntrica indiferenciada (de 3 a 6 años): los niños no pueden hacer una
distinción clara entre su propia interpretación de una situación social y el punto de
vista de otro, ni pueden comprender que su propia concepción pueda no ser correcta.
- Etapa 1: de toma de perspectiva diferencial o subjetiva, o etapa informativo-social (de
6 a 8 años): desarrollan un conocimiento de que los otros pueden tener una
perspectiva social diferente, pero tienen escasa comprensión sobre las razones de los
puntos de vista de los otros. Si los otros tuvieran la misma información, sentirían como
ellos. Comienzan a distinguir entre conducta no intencional e intencional, y a
considerar las causas de las acciones. Basan sus conclusiones en observaciones físicas.
- Etapa 2: adopción de una perspectiva autorreflexiva o toma de perspectiva recíproca
(de 8 a 10 años): toman la perspectiva de otro individuo. Son capaces de hacer
inferencias sobre las perspectivas de los otros; pueden reflexionar sobre su propia
conducta y su propia motivación desde la perspectiva de otra personal. Toma
conciencia de que ninguna perspectiva social individual es necesariamente correcta o
válida en un sentido absoluto. No pueden tener una perspectiva más general de una
tercera persona; “yo pienso, tú piensas”.
- Etapa 3: toma de perspectiva mutua o de una tercera persona (desde 10 a 12 años):
pueden ver sus propias perspectivas, la de sus compañeros, así como las de una
tercera persona.
- Etapa 4: toma de perspectiva individual profunda y dentro del sistema social.
11 (adolescencia y edad adulta). El adolescente puede conceptualizar que cada persona
puede considerar el punto de vista compartido de un “otro generalizado”, esto es, el
sistema social de rasgos, creencias, valores y actitudes con su propia historia evolutiva.

Visión ecológica sobre la adolescencia

El adolescente se desarrolla dentro de múltiples contextos: familia, comunidad, país. Son


en parte un producto del entorno y de las influencias sociales.

Bronfenbrenner: un modelo ecológico


Desarrolló un modelo ecológico para la comprensión de las influencias sociales. El
adolescente es el centro de los sistemas.
- Microsistema: son las influencias más inmediatas (familia, amigos, escuela). Y aquellos
grupos a los que pertenece el adolescente (servicios de salud, grupos religiosos,
vecindario, etc.). Los microsistemas cambian cuando los adolescentes entran o salen
de diferentes contextos sociales. Un microsistema saludable ofrece un aprendizaje
positivo y un desarrollo que prepara al adolescente para el éxito en la vida adulta.
- Mesosistema: implica las relaciones recíprocas entre los diferentes contextos del
microsistema. Un micro y mesosistemas pueden reforzarse mutuamente o ejercer
influencias opuestas.
- Exosistema: está compuesto de aquellos contextos en los que el adolescente no juega
un papel activo pero que sin embargo influyen en él (amigos de la familia, trabajo de
los padres, servicios legales, etc.)
- Macrosistema: incluye ideologías, actitudes, moralidad, costumbres, leyes de una
cultura particular. Cuerpo de valores educativos, económicos, religiosos, políticos y
sociales. Determina quién es adulto y quién joven.

Visión del aprendizaje social-cognitivo sobre la adolescencia


Se interesa por las relaciones entre los factores sociales y ambientales y su influencia
sobre la conducta.

Albert Bandura: teoría del aprendizaje social


Resalta el aprendizaje de los niños a través de la conducta de otros e imitando ese patrón,
proceso al que llama “modelado”. El “modelado” se convierte en un proceso de socialización por
el que se desarrollan los patrones habituales de respuesta.
Desarrolló la idea de reforzamiento vicario, que consiste en las consecuencias positivas o
negativas que uno observa en la experiencia de otros; y el autorreforzamiento, que es tan efectivo
como el reforzamiento externo a la hora de influí sobre la conducta.
Destacó que, en gran medida, los individuos determinan sus propios destinos eligiendo sus
entornos futuros. Las personas regulan, reflexionan sus propios pensamientos y sentimientos para
conseguir sus metas. La forma en que interpretan las influencias ambientales, individuales,
determinan su actuación.
La teoría social-cognitiva destaca que los individuos pueden controlar activamente los
sucesos que afectan a sus vidas, en vez de tener que aceptar pasivamente cualquiera que sea lo
que el entorno proporcione. Los niños son responsables en parte de la creación de su propio
entorno.
12 Visión antropológica sobre la adolescencia
Los tipos de influencias que molden al niño dependen de la cultura en la que éste se
desarrolla.

Margaret Mead y Ruth Benedict

Sus teorías se denominaron, determinismo cultural y relativismo cultural,


respectivamente. Destacan la importancia del entorno social en la determinación de la
personalidad del niño debido a que las instituciones sociales, patrones económicos, hábitos,
moralidad, rituales y creencias religiosas, varían de una sociedad a otra, la cultura, es relativa.
- Adolescencia prolongada frente a edad adulta temprana: conseguir el estatus adulto
no se justifica por la separación de los padres sino por el establecimiento de la
identidad personal y las nuevas funciones en la comunidad. En la sociedad moderna, la
adolescencia ha resultado un periodo prolongado del desarrollo, su terminación es
imprecisa y sus privilegios y responsabilidades ilógicas y confusas. Los sentimientos de
satisfacción dependen en parte del hecho de tener algún control sobre sus vidas, con
capacidad para poder elegir y responsabilizarse de su propia conducta. Esto es lo que
implica ser un adulto, que en las sociedades industriales modernas cada vez se retrasa
más.
- Continuidad frente a discontinuidad: la adolescencia no representa un cambio abrupto
o transición de un patrón de conducta a otro. Los niños en la cultura occidental deben
asumir drásticamente diferentes funciones a medida que crecen (discontinuidad):
cambian del juego no responsable al trabajo responsable, muy rápidamente. El papel
que tienen los niños en la cultura occidental contrasta con el papel dominante de los
niños en la sociedad primitiva. Deben sustituir la sumisión de la niñez por la adopción
de lo opuesto cuando se hacen adultos. Los niños de las sociedades primitivas, en
cambios, aprenden la responsabilidad bastante pronto, jugar y trabajar a menudo
implica la misma actividad; no se les enseña la sumisión y se espera que rápidamente
se hagan dominantes cuando alcancen la edad adulta.
- Conflicto y estrés frente a condicionamiento cultural: el estrés y las tensiones
producidas por los cambios físicos en el pubescente pueden resultar de ciertas
interpretaciones culturales sobre tales cambios, y no deberse a tendencias biológicas
inherentes.
- Visión transcultural sobre las relaciones padres-adolescente: muchas condiciones en la
cultura occidental crean un vacío generacional, el cual puede evitarse. Los vínculos
familiares estrechos deben debilitarse proporcionando más libertad al adolescente de
forma que pudiera elegir por sí mismo y vivir su propia vida. Demandando menos
conformidad y menos dependencia, tolerando las diferencias individuales, se puede
minimizar el conflicto y la tensión adolescente-padres. Se les debería dar más voz en la
vida social y política de la comunidad, lo que eliminaría algunas discontinuidades del
condicionamiento cultural de la crianza de los niños en occidente y permitiría una
transición más suave, más fácil hacia la edad adulta.
PERINAT
13 LA ADOLESCENCIA: PERSPECTIVA SOCIOHISTÓRICA

La adolescencia es una fase del ciclo vital que se inicia con la pubertad. Es una edad de
transición. Tiene una dimensión sociológica, hay actividades que la sociedad prescribe, tolera,
prohíbe a los adolescentes. Muchos rasgos de comportamiento son asumidos por ellos porque les
son propuestos por la sociedad adulta como propios de ellos. Existe una tensión dialéctica entre lo
que la persona escoge ser y lo que la sociedad le impone-propone que ha de representar en el
escenario de la vida. Los adolescentes tienen poca capacidad de elección; una de las tareas de la
adolescencia es aprender a seleccionar.
Nos centraremos en Europa occidental desde los siglos XV y XVI (edad moderna hasta
hoy).
1. La adolescencia-juventud en la Europa preindustrial
Desde el S XV hasta mediados del XIX (consagración de la Revolución Industrial).
Sociedades precapitalistas.

1.1 Los umbrales de la Edad Moderna


Adolescencia deviene del latin adolescentia (adolecere, crecer): período entre los 14 y 21
años. Sin embargo, en el medioevo queda tácitamente incluida aquí, otra fase: la juventud, fase
intermedia entre la infancia y la adultez. Gran parte del significado social de la juventud proviene
de su relación con otras fases del ciclo vital. La adultez ocupa el cénit de este último y el estatus
social de los jóvenes se configura a partir de lo que les acerca y les separa de los adultos. El núcleo
del estatus de adulto se configura pos sus funciones sociales básicas: la de construir una familia y
la de producción económica. El conocimiento de cómo ha sido la juventud en una época histórica
es inseparable del de la organización familiar y el modo de producción económica.
La Europa Occidental es, a lo largo de la Edad Media y Moderna, una sociedad
predominantemente agrícola. Las tierras son propiedad de los señores que la ceden (bajo diversos
tipos de contratos) a los siervos que las trabajan. La economía de la gente agricultora era
fundamentalmente producción para el uso y consumo. La circulación de moneda era escasa y el
modo de transacción habitual era el trueque. Existía una concepción relajada del trabajo: una vez
que sus objetivos de uso y consumo eran alcanzados, se descasaba. El elemento social sobre el
que básicamente se articulaba toda esta vida laboral y de producción era la familia.
La familia modal es la nuclear: una pareja con promedio de cuatro a seis hijos. Existen
también familias de tipo patriarcal en las que conviven dos o más generaciones con parientes
colaterales. El ciclo de vida de una familia comienza con el matrimonio, pero el casamiento exige
que se posea una parcela de tierra, condición necesaria de subsistencia. La tierra es objeto de
trasmisión hereditaria (no la posesión en los campesinos, sino la explotación). El matrimonio es un
auténtico rito de paso de la juventud a la adultez.
En los primeros años de pareja se realizaba el laboreo de la tierra. Se debía reclutar algún
criado o bien hacer contraprestaciones de trabajo a los que la ayudaban. Los hijos adquieren un
gran valor como fuerza de trabajo, pero en los primeros años son sólo fuente de gastos. Los niños
se incorporan a las tareas familiares de subsistencia dese los cuatro o cinco años. Si no se puede
alimentar a todos los hijos, se busca un acomodo fuera, a los siete u ocho años. A partir de ese
momento y pese a su edad, el niño recibe la denominación de joven. Así, entre los siglos XV y XIX,
la juventud es un amplio periodo del ciclo vital que transcurre entre que el niño se le emancipa de
la familia donde ha nacido hasta que forma la suya propia.
La actividad masiva era el trabajo del campo, una actividad poca especializada y carente de
tecnología. También existían actividades artesanas, pero constituían variantes de la actividad
agrícola porque la tierra constituía el centro de la existencia de los individuos. Otras actividades a
14 las que se entregaba la gente eran las militares y las literarias. Las primeras, asunto de la nobleza,
mientas que las segundas, eran restringidas: teología, derecho, humanidades.
La idea de futuro no comportaba, a diferencia de hoy, un componente imaginario y
prospectivo, ni de búsqueda de alternativas personales en búsqueda de “ser alguien en la vida”.
Las habilidades del trabajo eran adquiridas como parte de la actividad rutinaria: la gran escuela era
la vida.
Los niños pasaban a ser jóvenes cuando salían de la familia. La costumbre era ponerlos a
trabajar como criados en otras familias. La antigua aristocracia multiplicaba sus domésticos, pero
no era solamente por vanidad sino también por deber hacia sus clientes: había que tomar como
sirvienta a la hija de la granjera. Entre los criados no se establecían distinciones en virtud del rango
social de origen: todos servían la mesa y todos se sentaban a comer junto con los señores. Se
concebía la servidumbre de los jóvenes como una forma de educación, parte de un aprendizaje
para la vida.
Existía un intenso espíritu comunitario, todos dependían de los recursos comunes para
vivir. Los jóvenes aprendían a disciplinarse y a someterse a las reglas y costumbres de su
comunidad. Eran semidependientes, laboral y económicamente dependían de sus amos, pero
gozaban de una cierta autonomía para organizarse colectivamente consiguiendo una presencia en
la sociedad muy característica.
Las fiestas no eran, a diferencia de las nuestras, un alto en el trabajo; eran una
manifestación más de las solidaridades comunales. Actuaban colectivamente a través de grupos
que llamaron abadías o reinos (parodias de las instituciones sociales del mismo nombre), a cuya
cabeza estaba el señor del desgobierno. Escenificaban acontecimientos que habían vivido la
comunidad; la farsa se convertía en crítica. De esta manera la parodia era celebrada por el público,
lo que evitaba un enfrentamiento directo con las autoridades.
Existía un control sexual sobre sus miembros. Impedían casamientos prematuros o
quienes no dispusieran de medios de subsistencia propios y vigilaban los amoríos de las chicas
casadas de la comunidad a las que consideraban de su propiedad. Se frecuentaba a menudo las
casas de prostitución y a veces protagonizaban violaciones colectivas a alguna muchacha de
dudosa reputación. Otro grupo eran las fraternidades constituidas por los aprendices de
artesanos. Procuraban protección a los jóvenes contra los frecuentes abusos de los patrones y
creaban una red de albergues para los que se desplazaban de un lugar a otro a la búsqueda de un
nuevo maestro y mejores condiciones de trabajo.
La adolescencia-juventud preindustrial era una etapa de transición, pero en un sentido
bastante distinto de hoy. Se trataba de la transición de quienes aprendían para la vida inmersos en
ella. Era un aprendizaje implícito que se desprendía de la participación en lo cotidiano. Hoy hemos
establecido la transición como una moratoria ante la vida adulta; se lleva a través de un
aprendizaje explicito que se plasma en un discurso, sobre todo escolar. Nuestra sociedad segrega a
los adolescentes de la vida para enseguida narrársela a través de las representaciones que se
transmiten en la escuela.

1.2 Años de transición (siglos XVII – XVIII)


Este panorama va a sufrir profundas transformaciones que gestarán la Revolución
Industrial a fines del siglo XVIII. Estas transformaciones son: socioeconómicas  emergencia del
capitalismo agrario y protoindustrial; sociofamiliares ascensión de la burguesía urbana;
mentalidad nueva visión de la niñez y redefinición del papel de la familia frente a los hijos.
Se gesta la idea que la preparación para la vida de la niñez y la adolescencia se logrará a
través de la institución escolar.
1.3 El capitalismo agrario y la protoindustrialización
15 La tierra que explotaban los paisanos les es sustraídas por los señores y también por una
clase de agricultores en ascenso: los terratenientes. Los terrenos comunales son cercados, su
explotación se hace extensiva y se especializa en vistas al comercio. Aunque los aldeanos retienen
parcelas para el consumo familiar, éstas son cada vez más reducidas, insuficientes para sus
necesidades, lo que los obliga a trabajar para quienes se las han arrebatado. La subsistencia
familiar pasa a depender progresivamente de un salario. Dado que la nueva forma de trabajo se
contabiliza y se paga, toda la familia suma sus brazos convirtiéndose en unidad de producción. Se
provoca la proletarización de los paisanos y pequeños agricultores, se les arrebata el control de su
propia actividad, se ven obligados a venderla; se pone en marcha el proceso de la disolución de las
solidaridades comunales y, dado que el nivel de subsistencia de cada familia depende de cada
brazo, se pone a los hijos a trabajar desde muy pequeños. Los hijos ya no son colocados como
criados, permanecen en casa. Con la posibilidad de un salario el matrimonio se hace más accesible
y disminuye la edad de los contrayentes: la transición de la juventud se hace más corta.
La lenta y progresiva implantación del capitalismo supone en el orden de las relaciones
sociales la descomposición del orden patriarcal. Las formas de solidaridad comunitarias
tradicionales son reemplazadas por relaciones contractuales. Los terratenientes en ascenso social
y la pequeña nobleza ya no resguardan en régimen familiar a los adolescentes de los vecinos; les
repugna que sus hijos se mezclen con ellos y marcan mayores distancias relegándolos a un mundo
aparte. Lo que era una forma de educación se convierte en un servicio doméstico. El dinero en
mano favorece la proliferación de nuevos hogares y procura a los propietarios mano de obra
abundante y barata para la explotación del campo a gran escala. La suerte de la juventud queda
ligada a la de la tierra o a la de las incipientes manufacturas.

1.4 La ascensión de la burguesía.


Hacia una nueva concepción de la familia y del futuro de los hijos.
El comercio experimenta un gran impulso. Productos que tenían circulación local pasan a
ser objetos de transacción interregional. La burguesía se va haciendo un lugar respetable en la
sociedad (como jueces, abogados, funcionarios, etc. La burguesía terrateniente promueve la
explotación capitalista del campo. De esta manera la burguesía crea la mentalidad moderna del
trabajo como ethos, es decir, lo reviste de valor moral. Ellos creen ver en su prosperidad material
el signo de la bendición de Dios. Se cambia la concepción sobre “como debe ser” y “qué tipo de
actividades” debe hacer el adolescente. Se les exige a los hijos una preparación más especializada
a través de la escuela. Se inculca a los padres que tienen deberes para con sus hijos y una
responsabilidad en que estos sigan su vocación al trabajo.
Hay un sentimiento nuevo de acercamiento hacia los hijos, de la intimidad en
contraposición a la idea de la nobleza de relaciones frías. En la burguesía reina otra perspectiva de
futuro próspero y abierto en posibilidades, y de confianza en los frutos de la propia actividad,
inexistentes en el proletariado. Se forma la representación del niño como se inocente y del
imperativo de preservar la inocencia, lo que se traducirá en la concepción de un mundo infantil
segregado y distinto del mundo adulto.
El burgués percibe una posibilidad de promoción y de avance para sus hijos, siente que su
triunfo depende de sus esfuerzos como padre.
1.5 La escuela y la escolarización
16 La escuela asume y reinterpreta dentro de su universo institucional las representaciones
de la niñez y la juventud. Al llegar la edad moderna la universidad sigue siendo para unos pocos
pero en su seno se va a dar la gran transformación social que va a ser el origen del adolescente. El
colegio universitario que aparece en la edad moderna cumple la función de segregar la franja de
edad y crear un espacio que luego será un mundo de actividades propias, a otra escala que la del
adulto.
El colegio moderno aparece regido por una autoridad jerárquica y en él se impone un
rígido sistema disciplinario: vigilancia ininterrumpida, castigos corporales, acusación mutua de los
estudiantes. El prototipo del colegial entre los siglos XVI y XVIII es el interno. La función del
internado es instaurar un universo pedagógico marcado por la separación del mundo y la
constante vigilancia del alumno. Se contempla la niñez como un estado de perversión secuela del
pecado original (idea de Juan Calvino).
Se los adoctrina en la religión y se les inculcan principios morales y de buena conducta
social. Se crean las escuelas parroquiales en las que se enseña a los hijos de los artesanos y de los
pobres.
Hay un propósito explicito de romper las viejas solidaridades juveniles y someterlos a un
régimen autoritario y disciplinario.

2 -De la Revolución Francesa a la Revolución Industrial. Fin s.XVIII a fines del s. XIX
El régimen patriarcal que estaba ligado a la tierra como bien material y simbólico en la cual
la unidad social era la familia-hogar a la que todos sus miembros deben contribuir, empieza a
ceder lugar a la familia moderna. Esta basa su estatus social no en la posesión de la tierra sino en
actividades profesionalizadas. Los hijos comienzan a ser considerados en sí y no en función de lo
que aportan a la economía familiar. Los hijos ya no nacen con un pan bajo el brazo sino con un
porvenir. La función económica de los hijos deja paso a nuevas funciones que son afectivas y
simbólicas: la perpetuación del linaje y el sentimiento de orgullo paterno-materno.

La adolescencia y juventud en la clase trabajadora


En el segundo cuarto de siglo comienza la emigración masiva de los obreros hacia
complejos industriales que circundan a las ciudades. Ante esto la tensión en la familia se
intensifica. Por un lado hay un deseo de retener a los hijos/as jóvenes ya que contribuyen a las
economía familiar; pero por otro lado, el salario que estos ganan les permite independizarse,
casarse y así constituir una nueva unidad de producción y consumo. Mientras tanto, los jóvenes
adoptan costumbres como el juego y la frecuentación a tabernas. El sexo se hace más libre, las
mujeres compiten por el matrimonio y se incrementa el número de hijos ilegítimos.
Persisten las sociedades de jóvenes y sus tradiciones de fiestas nocturnas pero se canaliza
con objetivos políticos: manifestaciones y revueltas reclamando salarios más altos, etc.
La familia como unidad de producción pasa a la fábrica, que funcionan como régimen de
reclusión, ya que hay un sentimiento de pérdida de personalidad y bronca por perder sus
habilidades a cambio de un salario (artesanos).
Las deserciones y la búsqueda de un nuevo trabajo eran comunes, lo que creó una imagen
de juventud rebelde y desaprensiva, en ocasiones revolucionarias.

La adolescencia y juventud en los estratos sociales superiores


Las relaciones de los padres con los hijos se llena de sentimentalismo y proteccionismo
lleva a una mayor dependencia, lo que ocasionará transformaciones en la concepción de la
juventud por parte de la sociedad. La adolescencia es ahora un producto de la escolarización. La
17 escuela acentúa la dependencia, la cultiva y proyecta en la familia al obligarla a organizarse en
torno a su actividad.
El movimiento romántico establece el culto a la juventud como promesa de regeneración
social. La juventud no sería una fase de transición sino un momento vital en el que se genera la
necesaria renovación social.
Los colegios religiosos están convencidos de dar cumplimiento a las aspiraciones sociales,
creando un universo escolar protegido donde la preparación para la vida se hace mediante el
estudio de las humanidades y la disciplina rígida.
El ideal de joven fue sesgándose: el cultivo de los principios morales fue sustituido por el
de la fortaleza física, que se convirtió en indicio seguro de una buena salud espiritual (el cristiano
musculoso).
El siglo XX traerá extensión y prolongación de la escolarización obligatoria y la
democratización de la enseñanza universitaria. Se crea en la sociedad la idea de que la única vía de
acceso a la vida profesional adulta pasa por la institución escolar. La adolescencia se convierte en
una manera de ser y de estar en la sociedad.
La vigilancia y la imponencia de la autoridad provocaban incidentes de todo tipo y eligió al
profesorado y al alumnado en enemigos irreconciliables. No existía una preocupación educativa
por el mundo de los sentimientos. La educación en el orden, la disciplina y mortificaciones,
pretendía contrarrestar la permisibilidad y los sentimentalismos familiares considerados nocivos
para el ideal del hombre que se pretendía.
Las relaciones amistosas constituyen una gama muy variada de soluciones al problema de
represión sentimental colegial. Los adolescentes asociaban su masculinidad a normas morales
elevadas que creían que les preservaban tanto de los rasgos de la niñez como de la permisibilidad
adulta. Las amistades en el internado, al estar bajo la sospecha de los tutores, se hicieron más
clandestinas y se tiñeron de culpabilidad. No siempre tenían un componente sexual explícito,
muchas veces era fantasmática (sustitución de mujer imaginaria por púber con caracteres
femeninos). La masturbación y los contactos sexuales eran muy frecuentes. La primera fue objeto
de ansiedad social. Médicos y moralistas le atribuían las más terribles consecuencias: desde la
impotencia a la epilepsia, pasando por la melancolía y la depresión que lleva al suicidio. La
sexualidad de los hijos era confiada a los internados; era un tema objeto de silencio cargado de
tabúes.
El fomento de la personalidad autónoma no era un objetivo a alcanzar sino a combatir. Los
colegios lograron que sus alumnos aprendieran las maneras corteses de conducirse en público, que
cultivaran el triunfo escolar como signo de prestigio, que tuvieran acceso al mundo a través del
discurso monológico de maestro-profesor. Poe debajo de esto existían intensas perturbaciones
emocionales que médicos y psicólogos vincularon con la transición de la niñez a la adultez.

El siglo XX: el cénit de la adolescencia


Es en este momento donde se sostuvo que la evolución apuntaba hacia una raza humana
superior y que en los jóvenes estaba la clave de este destino. La adolescencia era un auténtico
renacer. En ese momento salían a la luz los rasgos superiores de los humanos y la plasticidad de
los adolescentes era la esperanza del progreso evolucionista de la humanidad. Desde sus
comienzo había que establecer la separación de los sexos: las chicas, prepararse para la
maternidad, los chicos para ser buenos ciudadanos socialmente útiles. Había un énfasis en la
educación, el cultivo del cuerpo, patriotismo, disciplina militar. Existe una intensa laicización de los
ideales educativos. Cristianización, salvación, conversión ideas-fuerza, que sustentaban la acción
educativa en la primera mitad del siglo XIX, fueron sustituidas por bilogía, psicológica, etc, como
18 nuevo fundamento ideológico.
El asistir o no a la escuela, y la utilidad o no de los aprendizajes que esta proporcionaba,
trazó una línea divisoria que delimitaba el umbral de pobreza o subsistencia. El ingreso temprano
en el mundo del trabajo, el callejeo y descontrol de los niños adolescentes y proletarios, su
desenvoltura y conocimiento de la vida era la antítesis del modelo de adolescente burgués.
La sociedad se apodera metafóricamente de los conceptos de enfermedad, contagio,
inmunización, curación, tratamiento, para abrir un nuevo campo semántico en el que la acción
social cobraría un sentido.
Aparece la idea de que complementariamente a la escuela había que crear espacios y
actividades educativas; no dejar a los chicos al aire porque están perdidos. Los movimientos de
educación extracurricular se ponen en vigor (aparecen los boy scouts, wandervogel ).
Este tipo ideal de adolescente es el que ha ido perdurado durante buena parte del siglo
XX. El último tercio de siglo es testigo de la mutación que sufrió este modelo de adolescente
heredado de sus comienzos.

BLOS.
PSICOANALISIS DE LA ADOLESCENCIA.

La adolescencia es la etapa terminal de la cuarta fase del desarrollo psicosexual, la fase


genital, que había sido interrumpida por el período de latencia.
La pubertad es el nuevo impulso y la nueva organización en el yo. Es la manifestación física
de la maduración sexual; a diferencia de la adolescencia que se caracteriza por procesos
psicológicos de adaptación a las condiciones de la pubertad.
Existen dos períodos prominentes en el desarrollo de la sexualidad: la niñez temprana (con
la función fisiológica de lactancia) y la pubertad (de maduración genital), residiendo los
antecedentes de la primera en la segunda.
El ambiente provee la reducción de tensión y la gratificación de las necesidades. La
satisfacción del impulso se da a través de la personalidad que mantiene una homeostasis
psicosomática.
El periodo de crecimiento está integrado por la diferenciación e integración progresiva de
la personalidad. La diferenciación se basa en estímulos de maduración externos e internos, siendo
estos últimos los que permiten la maduración psicológica. Ambos estímulos se integran por medio
de capacidades para valorar, reconciliar y acomodar esos estímulos. El yo establece una armonía
relativa con impulsos, superyó y ambiente.
En la infancia reinaba el principio del placer, que va perdiendo supremacía a medida que la
confianza del niño hacia la madre disminuye (como portadora de bienestar). Esta se transforma en
la confortadora de malestar físico y emocional. En esta etapa los padres eran reguladores de
angustia. Ahora empieza a regularla por su voluntad a través de la masturbación y el juego:
actividades lúdicas con contenidos de fantasía y significación psicológica. Es en esta etapa donde
se hace la distinción entre MI-NO MI. Se da una creciente separación de la madre, disminuye la
dependencia a través de la diferenciación: proceso de individuación (3 años). La movilidad, el
lenguaje y las experiencias sociales van ampliando el espacio vital; se empieza a desear ser como
otros (padres, hermanos). A los 4 o 5 años se empieza a ocupar el rol de la madre o el padre
(dependencia). Cree que apoderarse del papel le permitirá obtener atributos deseados del padre
desplazado (admiración y envidia). Esto al no ser fútil, se posterga su satisfacción al futuro:
superyó  heredero del complejo de Edipo y padre parte de sí mismo.
La latencia, es el periodo que se da entre el temprano florecimiento de la sexualidad
19 infantil y la sexualidad puberal genital. Es aquí donde termina la dependencia completa en los
padres. La identificación empieza a tomar el lugar del objeto amoroso (aprendizaje formal y vida
de grupo). Hay una falta de nuevas metas sexuales, no falta de actividad sexual. El niño aprende a
sublimar, a manejar los instintos, con el apoyo de las influencias educativas.
El requisito para que surja el proceso adolescente, es haber atravesado con éxito la
latencia.
El cambio físico tiene dos consecuencias psicológicas: el cambio en la autoimagen
corporal, y la reevaluación del ser, nuevos poderes y nuevas sensaciones físicas.
La pubertad, que frecuentemente se acompaña de síntomas físicos, hace al afligido
adolescente muy consciente de su cuerpo combatiente.
La cultura tiene mucha incidencia en el establecimiento de la personalidad y de los
cambios desde la pubertad, pasando por la adolescencia hasta la adultez. Sin embargo, hay un
gran componente individual que forma parte de la forma en que se transita por las diferentes
etapas (carencia de pautas institucionalizadas).
Hay un incremento en la diferenciación psicológica (labilidad psíquica).
Por lo tanto, la adolescencia es el período de maduración en el cual cada individuo tiene
que elaborar las exigencias de las experiencias de su vida total para llegar a un yo estable y a una
organización del impulso. En este proceso, intervienen tabús y sanciones, que designan un nuevo
rol y un nuevo status; se crea una autoimagen recíproca y comunitaria. Esta autoimagen va
perdiendo claridad y cohesión, y requiere de constantes operaciones restitutivas y defensivas para
mantenerla.
Los procesos regresivos permiten la reconstrucción de desarrollos tempranos defectuosos
o incompletos, que darán lugar a nuevas identificaciones y contraidentificaciones.
Erikson, hablaba de la adolescencia como aquella crisis normativa, una fase normal de
conflicto acentuado, una fluctuación en la fortaleza yoica con alto potencial de crecimiento.
Es en esta período, que hay una suma total de todos los intentos para ajustarse a la etapa
de la pubertad, al nuevo grupo de condiciones internas y externas que confronta el individuo. La
mezcla infantil, es el resultado del carácter grotesco y regresivo de la conducta.
Es por esto que se dice que la adolescencia sería la segunda edición de la infancia: un ello
relativamente fuerte confronta a un yo relativamente débil. Es el segundo paso en la
individuación. El primero se da a fin del segundo año, cuando el niño experimenta el “ser”, “no
ser”.
La individuación, caracterizada por etapas de autoconciencia y existencia fragmentada,
será la etapa final, que dará el sentido de identidad (“este no soy yo”). Es aquí donde los sueños
de la infancia, deben relegarse a la fantasía.
Puede existir una “adolescencia prolongada”, en la cual el adolescente permanece
indefinidamente.
A.ABERASTURY
20 M. K.NOBEL.

EL SÍNDROME DE LA ADOLESCENCIA NORMAL

En la adolescencia, el individuo trata de establecer su identidad adulta, apoyándose en las


primeras relaciones objetales internalizadas, y las posibilidades que el medio social le brinda
(equilibrio, o no en los procesos evolutivos).
No sólo se debe estudiarla como un proceso social, sociocultural, económico, sino también
como una circunstancia evolutiva, con todo su bagaje biológico individual (características
universales).
Debemos considerarla como un fenómeno específico dentro de toda la historia del
desarrollo del ser humano, y por otra parte, estudiar su expresión circunstancial de tipo geográfico
y temporal histórico-social.
La adolescencia se caracteriza, fundamentalmente, por ser un período de transición entre
pubertad y estadio adulto del desarrollo. Debe ser tomado como un proceso universal de cambio,
desprendimiento, teñido de connotaciones peculiares de cada cultura, favorables o no, según las
circunstancias. Existe, sin embargo una situación que obliga al individuo a reformularse los
conceptos que tiene de sí mismo, lo que lo lleva a abandonar su autoimagen infantil y a
proyectarse en el futuro de su adultez.
El proceso de duelo es básico y fundamental. La estabilización de la personalidad no se
logra sin pasar por un cierto grado de conducta “patológica”, que es inherente a la evolución
normal de esta etapa de la vida.
El concepto de normalidad no es fácil de establecer, varía según el medio socioeconómico,
político y cultural. Se establece sobre las pautas de adaptación al medio, no significa sometimiento
al mismo, sino la capacidad de utilizar los dispositivos existentes para el logro de las satisfacciones
básicas del individuo, en una interacción permanente que busca modificar lo displacentero, a
través de sustituciones para el individuo y la comunidad.
Al vivir una etapa fundamental de transición, su personalidad tiene características
especiales, que nos permiten ubicarlo entre las llamadas personalidades “marginales”, en el
sentido de la adaptación y la integración. A. Freud, afirmaba que toda la conmoción de este
período de la vida debe ser estimada como normal, señalando además que sería anormal la
presencia de un equilibrio estable.
Las luchas y rebeldías, no son más que reflejos de los conflictos de dependencia infantil
que íntimamente persisten. Los procesos de duelo obligan a actuaciones que tienen características
defensivas, de tipo psicopático, fóbico, maníaco, esquizoparanoide; “patología normal” del
adolescente, en el sentido de que exterioriza sus conflictos de acuerdo con su estructura y
experiencia. Las fantasías psicóticas que presentaba el bebé, se modifican y exteriorizan.
La adolescencia, más que una etapa estabilizada, es proceso, desarrollo; su patología debe
admitirse y comprenderse. El adolescente atraviesa desequilibrios e inestabilidad extrema.
La mayor o menor anormalidad de este síndrome, se deberá a los procesos de
identificación y de duelo que haya podido realizar el adolescente. Los duelos, son los que llevan,
en última instancia a la identificación. En la medida que los haya elaborado, el adolescente verá su
mundo interno mejor fortificado y esta normal anormalidad será menos conflictiva y
perturbadora.
Asociar síndrome, que implica entidad clínica, con normalidad, que significa estar fuera de
21 la patología, es una contradicción. Sin embargo, el convivir social y nuestras estructuras
institucionales nos hacen ver que las normas de conducta están establecidas, manejadas y regidas
por los adultos. Es sobre esta intercorrelación generacional, y desde la mira regente y directiva,
que debemos estar capacitados para observar la conducta juvenil como seminormal o
semipatológica.

En sus características, describimos la siguiente “sintomatología” que integra este


síndrome:
1) Búsqueda de sí mismo y de la identidad:
Con el establecimiento de la estructuración del aparato psíquico luego del nacimiento, se
empiezan a elaborar las ansiedades básicas, que serán la base de la personalidad, y que formarán
parte de un proceso psicológico que ira llevando al individuo hacia la madurez.
El período infantil y adolescente, no deben ser vistas sólo como una preparación a la
madurez, sino como un criterio del momento actual del desarrollo y de lo que significa ser humano
en esas etapas de la vida. La identidad es una característica de cada momento evolutivo.
El poder llegar a utilizar la genitalidad en la procreación es un hecho biopsicodinámico que
determina una modificación esencial en el proceso del logro de la identidad adulta y que
caracteriza la turbulencia e inestabilidad de la identidad adolescente.
La maduración genital, junto con la reactivación de todas las etapas pregenitales de la
evolución libidinal, más la interacción de procesos básicos de disociación, proyección, introyección
e identificación, irán estableciendo la personalidad más o menos definida. Se logrará llegar a un
proceso de individuación, que es una de las funciones esenciales de esta etapa de la vida.

El niño entra a la adolescencia con dificultades, conflictos e incertidumbres que se


magnifican en este momento vital, para salir luego a la madurez estabilizada con determinado
carácter y personalidad adultos.
Se logra, lo que Erikson ha definido como entidad, una entidad personal y una
autocognición (fenómeno esencialmente biológico que se relaciona con el sí mismo, self, es decir,
el símbolo que cada uno posee de su propio organismo. El “self” implica el conocimiento de la
individualidad biológica y social, del ser psicofísico en su mundo circundante que tiene
características especiales en cada edad evolutiva. La consecuencia final de la adolescencia sería un
conocimiento del sí mismo como entidad biológica en el mundo, el todo biopsicosocial de cada ser
en ese momento de la vida. El cuerpo y el esquema corporal son dos variables interrelacionadas
que no deben desconocerse en la ecuación del proceso de definición del sí mismo y de la
identidad.
El esquema corporal es una resultante intrapsíquica de la realidad del sujeto, es la
representación mental que el sujeto tiene de su propio cuerpo, como consecuencia de sus
experiencias en continua evolución. Esta noción del individuo, se va estableciendo desde los
primeros movimientos dinámicos de disociación, proyección e introyección que permiten el
conocimiento del “self” y del mundo exterior. Son fundamentales los procesos de duelo con
respecto al cuerpo infantil perdido, que obligan a una modificación del esquema corporal y del
conocimiento físico de sí mismo.
El logro de un autoconcepto, el yo (punto de vista no psicoanalítico), se va desarrollando a
medida que el sujeto va cambiando y se va integrando con las concepciones que acerca de él
mismo tienen personas, grupos, instituciones, etc, y va asimilando todos los valores que
constituyen el ambiente social. Se va formando el sentimiento de identidad como una verdadera
experiencia de “autoconocimiento”. Es necesario integrar todo lo pasado, lo internalizado y
desechado, con las nuevas exigencias del medio y con las urgencias instintivas (psicoanálisis). El
22 adolescente necesita darle una continuidad, una búsqueda de un nuevo sentimiento de
continuidad y mismidad. Erikson: el problema clave de la identidad consiste en la capacidad del yo
de mantener la mismidad y continuidad frente a un destino cambiante; la identidad es un proceso
psicosocial que preserva algunos rasgos esenciales tanto en el individuo como en su sociedad.
La identidad es la creación de un sentimiento interno de mismidad y continuidad, una
unidad de personalidad sentida por el individuo y reconocida por otro (“saber quien soy”). Implica
la noción de un yo, que se apoya en la continuidad y semejanza de las fantasías inconscientes
referidas a las sensaciones corporales, a las tendencias y afectos en relación con los objetos del
mundo interno y externo, y a las ansiedades correspondientes al funcionamiento específico en
calidad de intensidad de los mecanismos de defensa y el tipo particular de identificaciones
asimiladas por proyección e introyección.
Antes del paso de la infancia al pleno actuar genital procreativo, se atraviesa por la
“moratoria psicosocial”(Erikson), en la cual no se requieren roles específicos, se permite
experimentar con la sociedad tiene para ofrecer, con el fin de permitir la ulterior definición de la
personalidad. En este momento, el adolescente recurre a las situaciones que se presentan como
más favorables en el momento. Se utiliza la uniformidad, que brinda seguridad y estima personal.
Se establece el proceso de doble identificación masiva, el cual explica el proceso grupal, en el que
todos se identifican con cada uno.
En ciertas ocasiones, la única solución puede ser la de buscar una “identidad negativa”,
que se caracteriza por una identificación con figuras negativas pero reales (es preferible ser
alguien perverso, a no ser nada).
A su vez, existe la posibilidad de que exista disconformidad con la personalidad adquirida,
y se produzca el deseo de formar otra: “identificación proyectiva”. Puede ser movilizada por la
envidia, uno de los sentimientos más importantes en las relaciones de objeto. Atributos femeninos
o masculinos pueden ser envidiados indistintamente, y la identidad sexual del sujeto se perturba,
dificultando la solución del proceso edípico adolescente. Puede ocurrir una “identificación con el
agresor”: adopta características de quienes han sido agresivos con él.
Otra vía, pueden ser las “seudoidentidades”, expresiones manifiestas de lo que se quisiera
o pudiera ser, y que ocultan la identidad latente verdadera. Es posible llegar a adquirir ideologías,
que son sólo defensivas (en muchos casos, son préstamos de los adultos y no están incorporadas
al yo).
Todo esto, puede llevar a “identidades transitorias”, tomadas por un cierto período (lapso
de machismo o seducción histeroide); “identidades ocasionales”, que se dan frente a situaciones
nuevas (primer baile); “identidades circunstanciales”, que conducen a identidades parciales
transferidas que suelen confundir al adulto (diferencias de comportamiento en escuela, hogar,
club).
Estas “identidades” surgen como características fundamentales, relacionadas con el
proceso de separación de las figuras parentales, con aceptación de una identidad independiente.
Son el resultado de ansiedades persecutorias y de las capacidades autodestructivas que obligan a
la fragmentación del yo y de los objetos con los que se pone en contacto, con la consecuente
proyección al exterior de estas imágenes amenazantes.
Sólo perdiendo los aspectos que resultan ya inútiles, se pueden integrar otros nuevos
dentro de la personalidad; mientras esto se realiza, se produce un sentimiento depresivo, y
anticipatorio de ansiedad del yo, que lo obliga a aferrarse a precarios estados de identidad con el
fin de preservarse de alteraciones.
El adolescente vive reestructuraciones permanentes externas e internas, que son vividas
23 como intrusiones dentro del equilibrio logrado en la infancia, y que obligan al adolescente a
refugiarse en el pasado mientras trata de proyectarse intensamente en el futuro.
Es un verdadero proceso de duelo, en el cual al principio se niega la pérdida de sus
condiciones infantiles, y tiene dificultades en aceptar las realidades más adultas que se le van
imponiendo (motivaciones biológicas de su propio cuerpo).
A veces, la ansiedad es tan grande, que hay una disconformidad con su propia identidad,
que se proyecta al organismo, lo cual contribuye a crear un sentimiento de “despersonalización”:
cambios percibidos no sólo en el exterior corporal, sino como una sensación general de tipo físico.
La búsqueda incesante de saber que identidad adulta se va a constituir es angustiante, y
las fuerzas necesarias para superar estos duelos se obtienen de las primeras figuras introyectadas,
que forman la base del yo y del superyó: mundo interno, que es el que posibilita una buena
conexión interior, una huida defensiva en la cual el adolescente mantiene y refuerza su relación
con objetos interno, y elude lo externo. Facilita un buen reajuste emocional y el establecimiento
de la identidad adolescente.
Una vez que las figuras parentales son internalizadas, se inicia el proceso de individuación.
Esto posibilita un enriquecimiento del yo, un reforzamiento de los mecanismos de defensa, el
desarrollo de áreas más sanas, la estructuración del superyó, y la exteriorización de la satisfacción
genital.

2) Tendencia grupal:
Surge el espíritu de grupo. Las actuaciones del grupo y sus integrantes, representa la
oposición a las figuras parentales, y una manera activa de determinar una identidad distinta de la
del medio familiar.
Se da un reforzamiento muy necesario para los aspectos cambiantes del yo. Se transfiere
la dependencia que se tenía de los padres.
El grupo permite la transición necesaria en el mundo externo, para lograr la individuación
adulta; es útil para las disociaciones, proyecciones e identificaciones, como también para la
instrumentación de mecanismos esquizoparanoides. Luego de este “pasaje”, el adolescente
comenzará a separarse y a formar una identidad adulta.
Se busca un líder al cual someterse, o se toma la posición de líder, para ejercer el poder de
padre o madre.
El individuo siente que ocurren cambios, en los que no puede participar de forma activa, y
el grupo viene a solucionar gran parte de los conflictos. Se siente irresponsable de lo que ocurre a
su alrededor.
En fin, el fenómeno grupal facilita la conducta psicopática normal: el acting out motor
(descontrol frente a la pérdida del cuerpo infantil), se une al acting out afectivo (descontrol del rol
infantil que está perdiendo). Aparecen conductas crueles, desafectivas con el objeto, que son
típicas de la psicopatía, pero que están presentes en la adolescencia normal. La diferencia
fundamental, es que en la última, es un momento transitorio; el psicópata elimina el pensamiento
donde la culpa se elabora, el maltrato de los objetos reales y fantaseados es definitivo, porque hay
un empobrecimiento del yo.

3) Necesidad de intelectualizar y fantasear:


Mecanismos defensivos típicos del pensamiento adolescente. La necesidad que la realidad
impone en renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la infancia, así como a la bisexualidad que
acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al adolescente con una vivencia de fracaso o de
impotencia frente a la realidad externa. Esto, obliga al adolescente a recurrir al pensamiento para
24 compensar las pérdidas.
A. Freud habló de intelectualización y ascetismo, como las manifestaciones defensivas
típicas de esta edad. En la primera, se ligan los fenómenos instintivos con contenidos ideativos que
se hacen accesibles a la conciencia y fáciles de controlas; en la segunda, se mantiene el ello dentro
de ciertos límites por medio de prohibiciones.
La huída al mundo interno, permite una especie de reajuste emocional, un autismo
positivo en el que se da un incremento de la intelectualización, que lleva a la preocupación por
principios éticos, filosóficos, sociales, que no pocas veces implican formularse un plan de vida muy
distinto al que se tenía hasta ese momento y que también permite la teorización de las grandes
reformas que pueden ocurrir en el mundo exterior, el cual se va diferenciando cada vez más del
mundo interno.

4) Crisis religiosas:
Van de un ateísmo exacerbado a un misticismo fervoroso. Gran variedad de posiciones
religiosas y cambios muy frecuentes, que reflejan la situación cambiante y fluctuante de su mundo
interno.
¿Quién soy?, ¿qué soy?, ¿qué hago conmigo, con lo que supongo que soy?
Son intentos de solución a la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones
positivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte definitiva de parte de su yo corporal.
Se acepta la separación definitiva de los padres y la posible muerte de los mismos.
Hay necesidad de hacer identificaciones proyectivas con imágenes muy idealizadas, que le
aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo y de sus padres infantiles.
Es preciso que el individuo pase por algunas idealizaciones persecutorias, que las
abandone por objetos idealizados egosintóticos, para luego sufrir un proceso de desidealización
que permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida.

5) Desubicación temporal:
El adolescente convierte el tiempo en presente y activo, como un intento de manejarlo.
Parece vivir en el proceso primario con respecto a la temporalidad, las urgencias son enormes y las
postergaciones son aparentemente irracionales.
Al romperse el equilibrio logrado en la latencia, predomina por momento la parte psicótica
de la personalidad. La adolescencia se caracteriza por la irrupción de partes indiscriminadas,
fusionadas de la personalidad en aquellas otras más diferenciadas. La dimensión temporal va
adquiriendo lentamente características discriminativas.
Existe una dificultad para distinguir presente, pasado y futuro; se puede unir el pasado y el
futuro en un devorador presente: temporalidad maníaca.
El mismo pasaje del tiempo, cuando se vivencia, produce culpa persecutoria y puede
movilizar conductas psicóticas.
El transcurrir del tiempo se va haciendo más objetivo, adquiriéndose nociones de lapsos
cronológicamente ubicados. Se puede hablar de un tiempo existencial (tiempo en sí), y de un
tiempo vivencial o experimental (tiempo conceptual).
Aceptar la pérdida de la niñez, significa aceptar la muerte de una parte del yo y sus
objetos, para poder ubicarlos en el pasado.
Como defensa, el adolescente espacializa el tiempo, para poder manejarlo, viviendo su
relación con el mismo como un objeto. Si se niega el pasaje del tiempo, se puede conservar al niño
dentro del adolescente como un objeto muerto-vivo, lo cual produce sentimiento de soledad,
encierro, aislamiento. Este sentimiento es necesario para que “afuera” pueda quedar el tiempo
25 sado, presente y futuro, convertidos así en objetos manejables.
La noción temporal es de características fundamentalmente corporales o rítmicas: tiempo
vivencial. A medida que va pasando el tiempo, el mismo se conceptualiza, logrando la
discriminación.
Los momentos de autismo y de paralización son regresiones hacia etapas previas a la
discriminación y aceptación temporal. Mantenerse únicamente en el tiempo experiencial, es una
forma de intentar paralizar el tiempo y los cambios, denegar una perspectiva presente, un pasado
y un futuro.
La percepción y la discriminación de lo temporal sería una de las tareas más importantes
de la adolescencia, vinculada con la elaboración de los duelos típicos de la edad, lo que permite
salir de la modalidad de relación narcisista y de ambigüedad que caracterizan su conducta. Cuando
puede reconocer un pasado y formular proyectos de futuro, con capacidad de espera y
elaboración en el presente, supera gran parte de la problemática de la adolescencia.
El tiempo une, integra en una unidad, condiciona una relación objetal con un objeto único.

6) Evolución sexual manifiesta desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad


genital adulta:
En esta etapa, el adolescente comienza a explorar la genitalidad adulta mediante
contactos exploratorios, en un comienzo con sí mismo y luego con otro. La maduración fisiológica
impone el rol genital procreativo u el rol sexual. Las fantasías genitales son de penetrar
(masculino) y de ser penetrada (femenino), y se mantendrán durante toda la vida como modelos
de vínculos con terceros.
Existe una fase genital previa, en la que el infante lo elaborará correctamente si puede
masturbarse en forma no compulsiva, si se identifica proyectivamente con los padres en coito
amoroso y si puede jugar.
En la adolescencia, se reagudizan fantasías y experiencias pasadas que instrumentalizan la
genitalidad a nivel psíquico y se da, en un principio, la masturbación (autoerotismo), luego
mediante toqueteo, baile, deportes, etc. aprende sobre el otro sexo (heterosexualidad).
Acompañados en este movimiento libidinal con actitudes exhibicionistas y voyeristas (vestimentas,
en ciertos bailes, arreglo personal), esta instrumentalización es vivida por el yo como una lucha
frente a las figuras parentales (superyó), debido a un crecimiento del ello. Superada esta etapa, se
cristalizará una identidad adulta.
El peligro que encierra la reactivación del Edipo que se da en esta etapa, es la del incesto,
con la consecuente pérdida de la identificación genital adulta propia y el detenimiento en el
proceso de individuación. Otras veces, la sexualidad es vivida como externa al sujeto, y este debe
recurrir maniáticamente a la masturbación como forma de conexión con esta sexualidad negada.
Sin embargo, la masturbación fue en un principio exploratoria con el cuerpo propio,
formando el esquema corporal, pasando luego a ser de tipo preparatoria, ya que permite al
adolescente vivirlos como ajenos (mediante defensas esquizoparanoides) para ir integrándoles al
concepto de sí mismo, conformando la identidad genital adulto procreativa, independiente y con
la capacidad de formar una pareja estable.
7) Actitud social reivindicatoria:
26 La familia es el primer espacio social que influye enormemente en el adolescente, donde al
llegar a esta etapa se reactivan las angustias de los padres frente a la genitalidad de sus hijos como
a la independencia y posterior partida del hogar (ambivalencia dual). La cultura ejerce gran presión
sobre los modelos sociales que son presentados como exitosos o tan solo plausibles de lograr para
el adolescente. Por esto, suelen ser recibidos por el adulto de manera hostil, y suelen ser
estigmatizados debido a la carga edípica que conlleva la entrada del joven al mundo.
Se da la “rebelión” juvenil como protesta frente a las nulas o escasas oportunidades de
pertenecer, como también por la formación de un nuevo tipo de sociedad, pudiéndose ser esta
rebeldía de tipo psicopático (hasta cierto punto esperable en esta etapa) con crisis violentas, o ser
revolucionaria tanto para el yo, como para la sociedad que se refugia en estos ímpetus de
verdadero cambio.
Debe elaborar los duelos (cuerpo infantil, sexualidad amorfa, imagen infantil de los
padres), para poder articular de manera positiva su necesidad de cambio con la realidad social.

8) Contradicciones sucesivas en manifestaciones de la conducta:


Está dominada por la acción, pero es altamente inestable con continuas proyecciones e
introyecciones, donde el adolescente patológico es el que mostrará una conducta rígida. Así es
que existe una especie de anormalidad normal, producto de las defensas utilizadas.

9) Separación progresiva de los padres:


Duelo por los padres infantiles y por la genitalidad previa, entendido como duelo por la
sexualidad infantil, reelaborada en esta etapa basándose en la fase genital previa (latencia) y en la
ansiedad que despierta en los padres (ambivalencia dual): angustia adolescente y parental,
recuerdos revividores edípicos. Si la figura parental introyectada, junto con la escena primaria,
fueron amorosas, esta angustia es rápidamente atravesada y permite al adolescente una
transición mayormente placentera. De lo contrario, el joven buscará identificaciones en
personalidades idealizadas (ej. deportistas).
Utiliza ampliamente las defensas esquizoparanoides, por lo que puede disociar la relación
con sus padres, pudiendo identificarse con sustitutos parentales idealizados que sirven para negar
la fantasía edípica.

10) Constantes fluctuaciones de humor y estado de ánimo:


Hay un sentimiento básico de ansiedad y depresión que acompaña al adolescente, y estos
dependerán de la elaboración de los duelos. Atraviesan variadas etapas de repliegue sobre sí
mismo, donde reconsidera constantemente su devenir presto para la acción.
Estos cambios de humor deben ser entendidos sobre la base de las proyecciones y el duelo
por la pérdida de objetos.
KANCYPER.
27 ADOLESCENCIA: EL FIN DE LA INGENUIDAD.

La adolescencia es el momento privilegiado de la resignificación retroactiva,


constituyéndose en una nueva etapa libidinal. Esta resignificación se refiere a la historización del
presente, donde lo histórico se refiere a una serie de acontecimientos singulares para cada sujeto.
Lo contrario a esto es la temporalidad lineal, el desarrollo.
Freud estableció que nuestro sistema psíquico se conforma de estratificaciones huellas
mnémicas que se reestructuran. Se elabora retroactivamente aquello que no fue vivido, o que no
se integró al momento del acontecimiento. Esta reorganización es encadenada por
acontecimientos específicos, maduración física o el haber alcanzado un nuevo tipo de
significaciones que reelaboran sus experiencias. La evolución sexual es uno de los momentos de
mayor reestructuración retroactiva.
El “a posteriori” es un trabajo de memoria activo, que implica dos sucesos y un intervalo
entre ellos, donde el primer acontecimiento es transformado en un hecho histórico. Este trabajo
de elaboración permite que el sujeto devenga participe activo de la conformación de su historia,
pudiendo desafiar constantemente aquel destino que le fue impuesto, historizando su pasado en
el presente.
El adolescente está inscripto en un orden lógico anterior a su nacimiento, producto del
narcisismo paterno y materno que implicará que él sea un representante narcisista de los deseos
inconscientes de los progenitores, confiándole un lugar y rol determinado que será exterminado
por el joven para así poder ingresar a la vida. Deberá terminar con la representación del niño-rey,
desenganchándose de este reenganchándose en su propia constelación; subordinando sus
excitaciones sexuales bajo la zona genital y encontrando su objeto mas allá de la familia.

Métodos de investigación en psicología evolutiva psicoanalítica de la adolescencia.

Método de la observación directa: puede ser de dos tipos: clínica y/o de la vida cotidiana. Dentro
de la observación clínica, contamos con la observación transversal realizada mediante
psicodiagnósticos. Y respecto del de la vida cotidiana, hemos apelado a entrevistas a grupos de
adolescentes, reunidos por cronología.

Amparo Moreno y Cristina del Barrio.

Una de las técnicas mas extendidas para investigar la adolescencias es la basada


en cuestionarios,que tiene como limitación la multiplicidad de significados que puede tener una
respuesta y sus ventajas, la economía de administración, brevedad de corrección y posibilidad de
aplicar a grandes muestras.
Entrevista clínica, método interrogatorio abierto dónde se siguen directrices para obtener
respuestas espontáneas sobre distintos problemas. Las preguntas son comunes a todos los sujetos,
pero a diferencia de los cuestionarios, el entrevistador las modifica o incorpora otras, en virtud de
las respuestas dadas por el entrevistado. Crítica: su carácter subjetivo, falta de estandarización,
demasiado tiempo y análisis. Ventaja: riqueza de información y posibilidad de adaptación a cada
persona y situación.
Observación naturalista: observación estructurada realizada en laboratorio, permite aproximarse
rápidamente a la conducta adolescente, enfocándolos desde la etnografía (que cada vez se aplica
más en la psicología evolutiva y educativa), donde el concepto clave es la cultura y el entorno. Los
estudios observacionales realizados por antropólogos y psicólogos, han permitido profundizar en las
28 culturas juveniles, entendidas como idiosincrasias de ver la realidad dotadas de un cúmulo de
símbolos y estilos de vida particulares (jipis, heavys, punkis). Riesgo: la subjetividad del
observador.

Diarios de los adolescentes o observación de sus progenitores o docentes.

Métodos de investigación. Juan Delval.

Introspección: método fundamental de investigación experimental en los orígenes de la psicología,


consistente en examinar cómo realiza uno mismo las operaciones mentales. (ideas sesgadas por las
propias convicciones del investigador).

La observación de los niños: resulta útil en los comienzos de una investigación, pero hay que
insistir en que no existe observación sin partir de algunas hipótesis, ya que son las que nos llevarán
a fijarnos en un fenómeno. Su dificultad reside en que mediante este método resulta difícil discernir
el juego de la creencia, lo que el niño dice seriamente o en una situación lúdica, a lo que atribuye
un valor diferente.

Los tests: son de gran utilidad cuando hay que comparar sujetos, pero, supone que se conoce
perfectamente bien, los tipos de respuesta del sujeto y que hemos realizado estudios que han
categorizado las respuestas de una determinada manera. De todos modos, hay riesgo de que el
sujeto llegue a respuestas correctas, por caminos erróneos

Método clínico: es la intervención repetida del experimentador ante la actuación del sujeto y la
reacción a sus respuestas, para esclarecer el curso de sus pensamientos. El método clínico tiende a
identificarse con la entrevista verbal.
La entrevista: es importante tener objetivo e idea clara de lo que se busca, es decir, hipótesis
que guíen nuestro trabajo. Errores frecuentes: dejar de preguntar; sugerir demasiado.

Métodos experimentales:

Diseños evolutivos: interesa ver cómo va cambiando una conducta o una determinada
capacidad a lo largo del tiempo, por lo que se deben estudiar a los sujetos en distintos momentos
temporales o distintas edades.
Tipos: Longitudinal: seguimiento de un grupo de sujetos examinados repetidamente a lo largo
de un período. Ventaja: se examina un mismo sujeto, lo que permite ver cómo va cambiando su
conducta. Inconveniente: costoso, sobre todo si el período es largo y la repetición del examen
puede producir distorsiones.
Transversal: se estudian distintos grupos de sujetos de diferentes edades para ver cómo cambian
las conductas. Ventaja: se obtienen datos evolutivos en poco tiempo. Inconveniente: los datos
evolutivos no son del mismo individuo, por lo que se pueden afectar factores individuales.
Longitudinal-secuencial o mixto: combina los dos anteriores, se sigue longitudinalmente, por
un período corto a varios grupos de diferentes edades. Ventaja: combina la de los dos anteriores.
Inconveniente: costoso y sin datos completamente longitudinales.

La entrevista con adolescentes: aspectos teóricos y técnicos. Lic. A.C. De la cruz.


La lic. Toma la expresión de Francoise Doltó que sintetiza los conceptos de crisis, crisis vital, crisis
29 de identidad, duelos, desestructuración, reestructuración y cambios: EL COMPLEJO DE LA
LANGOSTA. Las langostas marinas cambiando de caparazón, pierden el viejo y quedan indefensas
hasta fabricar uno nuevo, hallándose en peligro. Con el adolescente ocurre algo similar: fabricar un
nuevo caparazón cuesta mucho esfuerzo.
Este cambio (de caparazón) comienza en la pubertad (11-13 años) donde el centro son los
cambios corporales por influencia de hormonas, aparición del despertar sexual y desconcierto
frente al espejo.Duelo por el cuerpo infantil.
Continúa con la adolescencia propiamente dicha (14-17 años), crisis de identidad y conflictiva
genital. ¿quién y qué soy? ¿qué me gusta?. Desesperación, dolor por pérdida, duelo de rol
infantil y padres infantiles. Este proceso termina entre los 18 y 20 años con la post
adolescencia, con un caparazón nuevo, elaborado, tratando de insertarse en lo social, elección de
pareja y una vocación. Esta mutación lleva a los padres a revivir su propia adolescencia,
aumentando la tensión familiar.
La familia es como un taller de aprendizaje donde se renegocian vínculos desde una autoridad
asimétrica, hasta una reciprocidad mas concordante y adulta. Entonces, para comprender al
adolescente debemos pensar en un fenómeno circular: adolescente, familia y contexto social.

La entrevista con el adolescente.

Hasta los 18 años va precedida de la entrevista con los padres.

Criterios diagnósticos de las entrevistas parentales:

1) Evaluación de la estructura familiar: el lugar que ocupa el adolescente y vínculos de


familia con el adolescente en particular.
2) Sistema de creencias familiar: fantasías sobre salud y enfermedad y qué creen que
provocó el síntoma.
3) Flexibilidad de la estructura familiar y posibilidad de asimilar nuevas reglas: grado de
tolerancia a cambios.
4) Grado de compromiso con el problema planteado: grado de colaboración y de
responsabilidad ante el problema.

Criterios diagnósticos en entrevistas con adolescentes:

1) Concordancia de la edad cronológica con los tipos de problemas planteados.


2) Modalidad de elaboración de los duelos: relacionado con el anterior, ya que, aceptar
pérdidas implica el tránsito por cada etapa.
3) Recursos internos: grado de fortaleza yoica y mecanismos de defensa para su
utilización, variabilidad, plasticidad-estereotipia.
4) Recursos de apoyatura externos: continencia de la familia y amigos. Variedad de
actividades que desempeña.

Esta diagnosis nos permitirá hacer hipótesis sobre los factores que pueden estar obstaculizando el
desenvolvimiento de esta crisis vital.
En cuanto al rol del investigador, el objetivo central es establecer un vínculo positivo, una alianza
mínima, que dará lugar a la transferencia positiva (sublimada): trato cálido, no seductor, ausencia
de silencios para reducir al mínimo la ansiedad de lo desconocido.
La intervención verbal o para-verbal, siempre directa para no aumentar confusión, a través de
preguntas, señalamientos, esclarecimientos o juego de roles. El vínculo es una interacción
cambiante entre lo complementario y lo simétrico. Si es un púber, el código será
predominantemente no verbal, a través de técnicas lúdicas o gráficas. Entre 16 y 18 años, el código
será preferentemente verbal.
El adolescente enfatiza la comunicación analógica (acción) sobre la digital (contenido), por eso la
30 comunicación no verbal adquiere enorme importancia en la entrevista. Lo que también ocurre con
el entrevistador, hablando tanto con lo que dice, como con su presencia.
Tanto la tranferencia como la contratratransferencia son intensas y cambiantes. El adolescente va a
la entrevista con una transferencia previa, por estar el entrevistador en el mundo de los adultos.
Oscilamos entre sentimientos hostiles y la sobreprotección o fantasía de sustitución parental. Cómo
se instrumentan estos sentimientos indicarán el rumbo a seguir con el entrevistado.
Pavlovsky: ser flexible; no ser envidioso de la juventud; tener buen sentido del humor.
31 UNIDAD II.

ADOLESCENCIA: PUNTO DE LLEGADA-PUNTO DE PARTIDA.

2.1 Incidencia de los logros de la infancia en el proceso adolescente y de éste en la


configuración dinámica de la adultez y senectud.
2.2 La adolescencia: momento privilegiado de la constitución subjetiva a lo largo del
desarrollo humano.
2.3 El trabajo de la latencia como esencial para el desarrollo de lo puberal.
2.4 Naturaleza del proceso adolescente: el trabajo de duelo y el logro de la identidad.

PSICOANALISIS DE LA ADOLESCENCIA. PETER BLOS.

En la teoría psicoanalítica siempre ha estado implícito el hecho de que la adolescencia


constituye una fase en el continuum del desarrollo psicosexual. Los años, entre la niñez temprana
y la adolescencia (período de latencia), son de gran importancia preparatoria para la adolescencia,
ya que en la latencia se establecen nuevas formas para la gratificación y el control del ambiente,
se desarrollan competencias sociales y se adquieren nuevas capacidades físicas y mentales. El yo
debe alcanzar un cierto grado madurativo, para que luego pueda pasar a las etapas referidas a las
cuestiones de identidad, entre otras. Este posicionamiento, se denomina continuidad genética 
cada fase del desarrollo influye en la que sigue, no sumatoriamente sino creciente. Las fases del
desarrollo tienen importancia en sí mismas. Es de este manera, que la infancia tiene incidencia
directa en la adolescencia, y ésta en la adultez; así como la madurez abarca los aspectos
cualitativos, el crecimiento abarca los cuantitativos, por lo que es necesario contar con
capacidades biológicas y también con estímulos de contacto para que las bases biológicas se
complejicen. El desarrollo también depende de factores propios, y se va reconstruyendo de forma
permanente.
Logros de la latencia:
- Aumenta la tolerancia a la tensión lo que hace posible una búsqueda organizada
del aprendizaje.
- Amplía el área libre de conflicto del yo  relaciones más estables, menos
ambivalentes.
- Surgen métodos más confiables para el mantenimiento de la autoestima: se
encuentran las áreas de prueba de la realidad, en las operaciones defensivas y en las
identificaciones.
- Fortaleza del yo  mayor independencia entre ambiente y funciones psíquicas
reguladoras.
- Disminuyen las urgencias instintivas de la niñez temprana (narcicismo producido
por el sistema familiar, cae cuando entra al período escolar, debe compartir y si sigue con
egocentrismo no podrá adaptarse).
La maduración sexual es el suceso biológico que se produce en la pubertad: los impulsos
instintivos se intensifican, gradual y lentamente irán surgiendo nuevas metas instintivas, mientras
que las infantiles y los objetos de gratificación son colocados temporalmente en primer plano. Este
proceso llega a su fin cuando se establece una identidad sexual apropiada y egosintónica. El
proceso adolescente que modela la personalidad está atravesado por: su historia, el impulso de
maduración innato, y la conducta dirigida. Estos factores, en interacción, formarán la personalidad
final. Lo característico del desarrollo adolescente está determinado por organizaciones
32 psicológicas anteriores y por experiencias individuales durante los años que preceden al periodo
de latencia.
Desde este punto de vista (continuidad genética), se debe partir de la niñez temprano,
seleccionando algunos aspectos como el desarrollo de los impulsos y del yo, especialmente es
como éstos influyen en la formación de la masculinidad y de la femeneidad. La estabilidad de estas
formaciones, su irreversibilidad, si sintonía yoica fija, constituyen el terreno en donde se ancla el
sentido de identidad.
Para comprender los cambios de la libido y de la agresión, así como los movimientos del yo
durante la adolescencia, es necesario trazar el desarrollo de la masculinidad y feminidad, a través
de las diferentes etapas del desarrollo psicosexual e investigar la influencia de este desarrollo en el
yo.
Niñez temprana y adolescencia:

Niñez temprana y adolescencia: el recién nacido es un organismo totalmente dependiente


que necesita el cuidado y el alimento de su madre para la subsistencia; la reciprocidad de la
gratificación de las necesidades, opera como una respuesta circular entre madre-hijo, creando una
interdependencia que es la base para el crecimiento físico y emocional del niño. Debido a este
primer contacto que se centra en la alimentación, esta experiencia viene a ser el prototipo de la
actividad incorporativa posterior, física o mental. Ligadas a estos procesos, existen cualidades
emocionales que tienen impacto en la vida consciente e inconsciente del individuo.
El centro de las actividades del niño son sus necesidades físicas que se organizan en
términos de principio del placer y dolor. La madre que alimenta, el pecho específicamente,
constituye parte del niño; sólo en forma lenta y gradual la vive como un objeto (parcial). La madre
es percibida como objeto bueno o malo, no como el objeto idéntico durante todo el tiempo
(estado preambivalente de relaciones de objeto). El niño considera aquellos estados físicos y
emocionales que son buenos como representando al “ser”, mientras que aquellos que son malos,
son pertenecientes al “no ser”, al mundo externo. Se originan barreras protectoras contra los
estímulos desorganizadores; y estos procesos adaptativos son los antecedentes de ciertos
mecanismos de defensa. En esta estructura psíquica, prima el narcicismo primario, que se modela
en el esquema oral: se toma lo bueno, se desecha lo malo. Las defensas que priman en esta etapa
son la introyección y la proyección, que se invocarán cuando se emplee la modalidad oral en el
manejo del ambiente o de los conflictos.
El niño se va formando una imagen mental de la madre que lo conforta, esto permite
alejar la tensión creando una alucinación sobre el retorno de la madre, el objeto gratificador de
necesidades. De esta manera, se diferencia una parte del impulso instintivo que llega a ser el
mediador entre el impulso y el ambiente, entre el mundo interno y externo. Los límites entre estos
mundos se establecen primero en términos de sensaciones, de experiencias afectivo motoras, el
yo temprano es un yo corporal: la pérdida gradual del “pezón”, la disminución de la gratificación
de la madre en la lactancia, llevan al niño a descubrir que puede obtener gratificación de su propio
cuerpo, independientemente del ambiente. El autoerotismo, gratificación sustitutiva, introduce un
elemento autorregulador para aliviar la tensión. Debe existir un equilibrio entre la gratificación
autoerótica y la derivada de la relación de objeto; un extremo lleva hacia el enviciamiento y el otro
hacia la independencia infantil.
El entrenamiento de los esfínteres marca un paso decisivo en el desarrollo del yo. El logro
produce una sensación de control y de delineación de los límites corporales que establece una
separación definitiva del individuo y del mundo externo. Los receptores a distancia (ojos, oídos,
nariz) encuentran una nueva dimensión mediante el receptor de proximidad (tacto), el mundo de
33 los objetos se hace palpable. Estos logros hacen al niño mas independiente, pero al mismo tiempo,
traen consigo aspectos nuevos en la dependencia. A la madre ya no se la necesita solo para
gratificar los instintos, sino que su presencia se requiere con mayor frecuencia para el nuevo
propósito d control instintivo. El miedo a perder el amor es el vehículo para la educabilidad del
niño.
La sumisión anal requiere que la gratificación primitiva, instintiva, sea ante las normas
externas en relación al lugar, tiempo y manera. Aparecen nuevas defensas: la formación reactiva y
la represión. Estas solo pueden tener éxito cuando reciben apoyo y refuerzo del ambiente. El
elogio y el miedo al castigo juegan un importante papel al domesticar los esfínteres excretorios. La
conducta agresiva e impulsiva del niño (morder, pegar, empujar) es objeto de represión o
modificación con desplazamiento y formación reactiva. La desviación de la energía de los impulsos
se facilita por la diversificación de los intereses del niño y su independencia motora. A pesar de
esto, el niño se da cuenta e que el amor de los padres solo los puede obtener renunciando a su
agresividad y sometiendo sus esfínteres a la voluntad de los padres. En esta etapa los
componentes del sadismo y masoquismo hacen su primera aparición. El equilibrio sadomasoquista
no solo se hace fatal para toda la vida del individuo, sino que también afecta el desarrollo de la
masculinidad y femeneidad.
Durante los primeros años, la polaridad hombre-mujer no es diferenciada. El papel de la
madre, antes de la diferenciación sexual, no es femenino sino activo.
Al principio de la vida, el niño es esencialmente pasivo en sus deseos libidinales, aunque
estimula respuestas del ambiente en forma activa (metaimpulso pasivo). El niño entra en una fase
de eseos libidinales activos hacia la madre, es la época del “dejame hacerlo” y “déjamelo hacértelo
a ti). Al identificarse con la madre, el niño se hace mas independiente de ella. Su ayuda y
atenciones son sentidas como interferencias. El niño tiende a ser activamente lo que en el pasado
experimentó en forma activa. El intento por superar la posición pasiva básica ocupa al niño por
muchos años, y la reconciliación de ambos deseos determina, en forma significativa, el desarrollo
de la masculinidad y la femeneidad. La ambigüedad y las fluctuaciones entre la pasividad y la
actividad, no alcanzan un estado definitivo sino hasta la fase terminal de la adolescencia, la fase
consolidación.
La diferenciación no tiene ninguna connotación psicosexual nueva, hasta que el niño se da
cuenta de las diferencias anatómicas del hombre y la mujer. Este descubrimiento y su integración
psicológica ocurren en la fase fálica, la que está dominada por la relación triangular conflictiva del
niño con sus padres (la constelación edípica).
Todos los niños tienen un mismo primer objeto amoroso: la madre. Cualquier persona que
interfiera con el acceso a la madre, en el momento de necesidad, se considera una intrusión, y se
convierte en el blanco de la agresividad del niño y de sus impulsos hostiles. Para el niño, el objeto
de afecto sigue siendo la madre, solo cambia el objeto de su impulso el cual se compone de sus
deseos masculinos (fálico).
Cuando el niño conoce su genital, al principio no se da cuenta de ninguna diferencia sexual
(actitud egomórfica). Este fenómeno es una manifestación del narcisismo primario. El
reconocimiento de la diferencia sexual es acentuado durante el entrenamiento de los esfínteres
(diferentes posiciones para orinar). Sin embargo esta observación no llega a ninguna conclusión
sino hasta el periodo edípico. Es allí donde se mezcla con fantasías, adquiere significados y
conduce a la angustia y al daño corporal. Esta fase está dominada por una antítesis que ya no es
activa-pasiva, sino fálica-castrada.
El órgano que sirve para descartar la tensión erotogénica para el niño en la fase fálica, es el
pene. Pero sobre todo este órgano sirve como regulador de la tensión en la angustia. De ahí que
lleve consigo la función autoerótica y de agrado de las zonas erógenas precedentes. Con el
34 advenimiento de la constelación edípica se experimentan en fantasías una meta genital (fálica)
que produce angustia conflictiva e inhibitoria. La masturbación genital, en la fase fálica, adquiere
un grado de compulsividad y resiste todos los esfuerzos para controlarlo porque se toma como la
única medida existente en contra de la regresión a la pasividad infantil.
Sean intolerantes o no los padres a la masturbación genital, el muchacho renunciará a
ella por los sentimientos de culpa engendrados por fantasías incestuosas, por su miedo de
represalias o de daños físicos y por el desencanto narcisista derivado del reconocimiento de su
inmadurez física reduce todos sus deseos a nada.
Los signos de celos posesivos aparecen mas tempranos que otros en la niña. Esta
divergencia y el diferente desarrollo emocional como también el desarrollo del yo y superyó del
muchacho y la muchacha, radica en el hecho de que el objeto amoroso (madre) es el mismo para
el niño durante todas las fases del desarrollo sicosexual, mientras que la niña tiene que abandonar
su primer objeto amoroso, si es que su femeneidad se va a desarrollar normalmente. El amor por
la madre es originalmente un amor sin sentido de realidad, mientras que el amor y el odio por el
padre esta bajo el dominio de la realidad. El niño pequeño desarrolla un amor posesivo por la
madre y admiración y orgullo por su padre. Esta admiración la refuerza simplemente con su propio
narcisismo.
La identificación temprana del niño con la madre activa, nunca s totalmente abandonada
hasta que se da cuenta de que la mujer carece de pene, de que la mujer es castrada. Con este
descubrimiento la madre pierde valor; la decepción cae sobre su imagen, el deseo del niño se
mezcla con miedo ante el pensamiento misterioso de la diferencia física.
La identificación con la madre favorece el cambio de dirección de su libido hacia el padre
de nuevo en una forma pasiva  posición edípica pasiva (negativa del niño). Al destruir la
identificación con la madre, la catexis narcisista pasa a la identificación con el padre. Este paso
allana el camino de su actitud libidinal agresiva hacia la madre  posición edípica activa (positiva).
Este paso tiene una significación básica para el desarrollo de la masculinidad. A medida que dirige
sus deseos libidinales activos hacia la madre con mayor intensidad, los deseos y fantasías
destructivas se dirigen al padre.
Tres factores llevan al niño a dejar su posición edípica: el miedo a ser castrado por el
padre, su amor por el padre, y el darse cuenta de su propia inmadurez física. Tiene dos formas de
resolver el complejo de Edipo: identificarse con el padre, ser como el en el futuro en lugar de
reemplazarlo o ser como él en el presente; o Abandonar sus deseos activos, su competencia y su
rivalidad, y regresar a someterse a la madre activa. El primer modelo refuerza el principio de la
realidad, el segundo restablece el reinado del principio del placer.
La resolución normal del complejo de Edipo en el niño lo lleva a la identificación masculina
(formación del superyó y el yo ideal) y al efectuarse una represión masiva de los deseos edipicos
se acalla temporalmente el impulso fálico. La consolidación del período de latencia puede ahora
ocurrir: porque existe una energía inhibida que puede formarse y porque hay una gran cantidad de
tareas organizadas que permiten un progreso en el desarrollo del yo, así como un lazo firme con la
realidad.
La temprana identificación con la madre activa, conduce a la niña a la posición edípica
activa (negativa) típica del desarrollo femenino. El desarrollo bifásico, activo-pasivo que marca el
desarrollo edípico de la niña no solamente implica un cambio en las metas instintivas, sino un
cambio de objeto amoroso: de la madre al padre. La niña no renuncia a su posición activa (fálica)
por mucho tiempo. La envidia del pene, el “complejo masculino” en las mujeres es una formación
secundaria; opera como una defensa o resistencia en contra de la pasividad primaria; no puede
abandonarse hasta que se abra una avenida hacia la pasividad femenina mediante la identificación
35 de la madre edípica.
El cambio de la muchacha con una meta pasiva hacia el objeto edípico amoroso, el padre
 posición edípica pasiva o positiva, es más tardío si se compara con la posición activa en el niño.
La tendencia activa en el desarrollo femenino nunca está tan reprimida como la tendencia hacia la
pasividad en el niño. La mujer posee tanto un órgano sexual activo (clítoris) como pasivo-receptivo
(vagina), mientras que el hombre carece de estructura bipolar anatómica y erógena equivalente.
Durante el periodo de organización genital de la libido, la fase fálica, la niña no se da
cuenta de la diferencia sexual entre hombre y mujer (marimacho). El sentido de realidad en la niña
la lleva a aceptar el hecho de que no tiene pene; pero por algún tiempo se comporta como si esto
no fuera cierto.
Las posiciones antitéticas fálica-castrada se establecen gradualmente en la mente de la
niña y producen diferentes reacciones. El primer para la expresión de su decepción es la madre,
que no le ha dado lo que le dio al hijo. El trauma del destete, la pérdida del pezón y la sensación de
pérdida de una parte del cuerpo asociada al control de los esfínteres reaparecen; son
antecedentes de la subsiguiente angustia de castración. Las investigaciones sobre las diferencias
corporales, la curiosidad sexual hacia los padres, la llegada de los hermanos, etc. convencen a la
niña de que la madre comparte con ella esta deficiencia. Esta comprensión permite a la niña
compararse con la madre, y como consecuencia la devalúa y se dirige al padre. Nuevamente, la
libido narcisista contribuye a la elección de objeto amoroso. La posición del falo es concedida al
objeto amoroso: esta renunciación da lugar a los deseos pasivos y al deseo de ser poseída. El
reconocimiento de la castración, que en el niño trae la destrucción del complejo de Edipo, en la
niña produce la aparición del mismo. La resolución de éste en la niña no ocurre sino hasta la
adolescencia, o quizás más tarde con el nacimiento de un niño, o quizás nunca.
La renunciación a los edípicos junto con la declinación o la represión de la masturbación
llevan a la niña a una mayor dependencia en la madre y a una identificación con ella. Esta
identificación es distinta de la que se llevó a cabo anteriormente con la madre y como mujer y sus
relaciones y actitudes hacia el marido-padre. El curso normal es renunciar al padre edípico
mientras que se identifica con la madre edípica; pero la niña puede alcanzar un resultado desviado
en esta fase por una disociación en su yo. En este caso, recurre a una solución regresiva:
empleando una modalidad oral incorpora al padre y lo hace parte de ella misma, a la vez que
continúa viviendo una dependencia terca y angustiosa de la madre preedípica. Al incorporar al
padre abandona al objeto amoroso en el mundo externo, pero preserva su existencia en forma
permanente, uniéndose a él y estableciendo una identidad que opaca la dicotomía de su sujeto y
objeto edípico.
La progresión por medio de la cual la niña asciende de su dependencia oral pasiva
primitiva a la receptividad pasiva genital. Requiere una regresión masiva de la sexualidad
pregenital infantil, que está ligada con la relación madre-hija. El hecho de que el niño continúe
elaborando su progresión psicosexual en relación a la misma persona, lo libera de esa represión
masiva de su pregenital. Una de las principales diferencias entre los sexos se encuentra en el grado
de represión de la sexualidad infantil de la niña.
Como el complejo de Edipo en la niña es una “formación secundaria”, ella debe de
producir medios psíquicos para eliminar el primer objeto amoroso y defenderse del impulso
regresivo; estos medios son enteramente distintos de los que emplea el niño para enfrentarse a
los mismo problema. La tarea principal del niño es renunciar a su pasividad temprana: la de la niña
es abandonar su primer objeto amoroso. Ambos deben lograr una constancia de objeto,
sobreponerse a la ambivalencia y llegar a establecer relaciones estables.
Una facultad que mantiene el balance homeostático del aparato psíquico empieza a
36 originarse. Esta facultad, localizada en el yo toma sus indicaciones de la maduración progresiva del
cuerpo, su función y estructura. Puede ser comprendido como un sistema regulador que adquiere
una influencia de control sobre los impulsos instintivos cada vez más complejos, sobre la
conciencia, la percepción, el conocimiento y la acción. El yo protege la integridad de la
personalidad en el nivel respectivo que ha alcanzado. El yo funciona como mediador entre el
impulso y el mundo externo, proporcionando en forma ideal el máximo de gratificación con un
mínimo de angustia. Las influencias inhibidoras y críticas en el yo, que con frecuencia se
consolidan en una institución separada, el superyó, aparecen tempranamente en la vida del niño.
El yo emerge del ello, y se separa de éste cuando el niño se da cuenta de que su situación
oral depende de la presencia de un objeto separado, el “pecho”. El primer límite del yo es
corporal, este límite se ve reforzado por la percepción y la memoria, que dan lugar a la
representación psíquica del ambiente y a la interacción con éste.
El mecanismo más temprano para manejar el mundo externo en términos de placer y
dolor, se basa en la introyección y proyección, siendo la primera un antecedente de la
identificación (secundaria), mientras que la segunda apunta a la represión. Ambas son puestas en
juego solamente después de que se ha establecido el principio de la realidad.
Con el advenimiento del entrenamiento de los esfínteres el miedo a perder el objeto
amoroso se acentúa y la angustia es controlada por el pensamiento mágico; de esta modalidad de
control se deriva el mecanismo de deshacer, íntimamente relacionado a la conducta compulsiva.
Cuando el niño posee completamente el control de los esfínteres, coordina su motilidad,
lenguaje, percepción y es capaz de efectuar funciones cognoscitivas, surge un sentido de orgullo y
una exuberancia que marca su temperamento. Este estado de ánimo, sin embargo, cae por sus
deseos edípicos cuando el niño se percata de su inmadurez.
El superyó del niño y de la niña se desarrolla en forma diferente; el hecho de que el
complejo de Edipo en la niña no se resuelva sino hasta la adolescencia diferencia en forma
significativa su desarrollo del del niño, cuyos deseos edípicos son el sujeto de una represión
masiva al principio del periodo de latencia. El superyó, heredero del complejo de Edipo es por
consecuencia mucho más rígido en el niño que en la niña. Debido a la represión masiva de la libido
edípica el muchacho posee una mejor orientación a la realidad y una imagen corporal más clara e
independiente; por el contrario, la niña nunca alcanza esta simplicidad y rectitud en la represión.
El niño reprime en forma más radical sus deseos edípicos y adquiere, en consecuencia, un superyó
más severo. Por el contrario, la niña reprime más fuertemente sus deseos pregenitales, lo que da
por resultado el que su genitalidad se afirme en forma más rápida e inequívoca, tan pronto como
sus tensiones instintivas empiezan a tomar forma al principio de la pubertad. Una razón para la
represión masiva en el niño al entrar en la latencia es sin lugar a duda la renunciación radical a la
pasividad; no hay nada de igual urgencia en la renunciación de la niña a su posición activa.
En las fases tempranas, los diferentes componentes instintivos buscan su placer en forma
independiente uno del otro; en la fase fálica encontramos las primeras señales de una
organización que subordina las otras tendencias a la primacía de los genitales y significa la
iniciación de la coordinación de una búsqueda general de placer en la función sexual. La
organización completa no se obtiene sino hasta la pubertad, en la fase genital.
Fases de la adolescencia
El pasaje a través del período adolescente es un tanto desordenado y nunca en una línea
recta, puede atravesar con rapidez las diferentes fases o puede elaborar una de ellas en
variaciones interminables; pero no puede desviarse de las transformaciones psíquicas esenciales
de las diferentes fases.
- Período de latencia
37 Este periodo proporciona al niño los instrumentos, en términos de desarrollo del yo, para
enfrentarse al incremento de los impulsos en la pubertad.
Se consideraba que la latencia estaba desprovista de impulsos sexuales, lo que ha
caducado, puesto que los sentimientos sexuales expresados en la masturbación, en actividades
voyeuristas, en el exhibicionismo, y en actividades sadomasoquistas no dejan de existir. Lo que no
aparecen en esta etapa, son nuevas metas instintivas. Lo que cambia es el incremento del control
del yo y del superyó sobre la vida instintiva.
La actividad sexual durante el período de latencia está relegada al papel de un regulador
de tensión; esta función está superada por la emergencia de una variedad de actividades del yo,
sublimatorias, adaptativas y defensivas por naturaleza. Las relaciones de objeto son sustituidas por
identificaciones. Un criterio esencial de este periodo es el cambio de la catexis de un objeto
externo a uno interno. La expresión directa de las necesidades de dependencia y sexuales,
disminuyen ya que se amalgaman con otras metas más complejas, o están mantenidas en
suspenso por defensas, entre las cuales son típicas de este periodo las obsesivo-compulsivas.
La dependencia en el apoyo paterno para los sentimientos de valía y significación son
reemplazados progresivamente por un sentido de autovaloración derivado de los logros y del
control que ganan la aprobación social y objetiva. Teniendo al superyó sobre él, el niño es más
capaz de mantener el balance narcisista en forma más o menos independiente. La ampliación del
horizonte social, intelectual y motor, lo capacitan para el empleo de sus recursos, permitiéndole
mantener el equilibrio narcisista dentro de ciertos límites; es evidente una mayor estabilidad en el
afecto y en el estado de ánimo.
Las funciones del yo adquieren una mayor resistencia a la regresión; actividades
significativas del yo, como la percepción, el aprendizaje, la memoria, se consolidan más
firmemente en la esfera libre del yo.
El establecimiento de identificaciones estables, hace que el niño sea más independiente de
las relaciones de objetos. La existencia de controles internos más severos se hace aparente en la
emergencia de conducta con actitudes motivadas por la lógica y orientadas hacia valores.
Hay una reducción del uso expresivo del cuerpo como un todo, aumentando la capacidad
para la expresión verbal, independiente de la actividad motora. Las emociones que originalmente
estaban acompañadas con descargas corporales encuentran vías sustitutivas.
Comienza la separación del pensamiento raciona y la fantasía, diferenciación de su
conducta pública y privada, permitida por la valoración de las instituciones sociales normativas,
que promueven una conducta más integrada.
La regresión a niveles pregenitales como defensa al principio de la latencia, es más típica
en el muchacho que la muchacha. La proclividad regresiva de éste, simboliza su desarrollo
preadolescente. El hecho de que abandone la fase edípica en forma más definitiva que la
muchacha, hace que la primera parte de su periodo de latencia sea tormentosa. La muchacha, en
cambio, entra a este periodo con menos conflicto, preserva con un sentido de libertad algunos de
los aspectos fálicos de su pasado preedípico. La niña entra en una situación más conflictiva
durante los últimos años de su latencia, cuando sus impulsos instintivos aparecen y su superyó es
inadecuado para hacer frente a la primera pubertad.
Un prerrequisito para entrar a la fase de la adolescencia de la organización de los
impulsos, es la consolidación del periodo de latencia; de otro modo el niño púber experimenta una
simple intensificación de sus deseo en la prelatencia y muestra una conducta infantil un tanto
regresiva.
Los logros de la latencia son una precondición esencial para avanzar hacia la adolescencia:
38 - La inteligencia debe desarrollarse a través de una diferenciación entre el proceso
primario y secundario del pensamiento y a través del empleo del juicio, la generalización y la
lógica.
- La comprensión social, la empatía y los sentimientos de altruismo deben de haber
adquirido una estabilidad considerable.
- La estatura física debe permitir independencia y control del ambiente.
- Las funciones del yo deben adquirir una mayor resistencia a la regresión y a la
desintegración bajo el impacto de situaciones de la vida cotidiana.
- La capacidad sintética del yo debe ser efectiva y compleja.
- El yo debe ser capaz de defender su integridad con menos ayuda del mundo
externo.
Estos logros, deben dar paso al aumento puberal en la energía instintiva.

Descorriendo el velo (sobre el trabajo de la latencia).

Rodolfo Uribarri.

Este período ha sido definido mas por la negativa, por lo que deja de ocurrir (desaparición de
conductas sexuales manifiestas, masiva utilización de defensas, suspensión del desarrollo de la
sexualidad, desexualización, represión, formaciones reactivas). Se des-jerarquiza su importancia,
desdibujando sus modificaciones e implicancias futuras; se lo define como un subproducto que
adviene con la disolución del Edipo; mera postergación temporal (definiciones insuficientes), se
encuentran procesos de cambio y reordenamiento psicodinámico, junto a lo que se destruye o
coarta está lo que se construye y posibilita. Trabajo de la latencia: en el sentido de esfuerzo,
diferenciación, complejización y ampliación del aparato psíquico y en cuanto a la exigencia de
tramitar la pulsión en un nuevo ordenamiento dinámico y estructural del aparato. Trabajo y no
período, enfatizando la importancia y el eje central en las modificaciones y neogénesis en el
aparato y no centrado en lo cronológico. Lo característico del trabajo de la latencia es: la
concurrencia de diversos mecanismos al fin sublimatorio.
Latencia temprana y tardía:

Latencia temprana: se caracteriza por la fragilidad del equilibrio intersistémico con la consecuente
emergencia de angustia frente a lo impulsivo. La lucha del yo, está destinada a controlar lo pusional
y en particular, a limitar la descarga mediante la represión. Posponer es la meta, ya que sólo
mediante la renuncia a la acción directa, puede armonizar con el súper-yo. La ambivalencia frente a
los mandatos del súper-yo, se traducen en un oscilar entre acatamiento y rebeldía.
Latencia tardía: a partir aprox de los 8 años. Las graduales posibilidades de la maduración
biológica, las nuevas capacidades intelectuales, las facilitaciones del entorno social y la
instrumentación que pueda lograr el yo, le posibilitan una nueva ampliación de recursos y una
estabilidad funcional. La característica es mayor fluidez, autonomía, continuidad y equilibrio de la
conducta, menor angustia, progresiva operancia del principio de realidad; se incrementa el
fantasear, se amplía el distanciamiento de los padres y familiar, adquiriendo gradual importancia el
grupo de pares. Súper-yo mas permisivo, conflictos menos severos, debilitamiento pulsional.
Consolidación de un yo mas efectivo en su accionar.

El camino exogámico:
Con el desenlace del Edipo, se vislumbra que no se tiene el lugar que se desea dentro de la familia
39 (se debe renunciar al deseo incestuoso), ya que, el intercambio y la descarga sexual no tienen
futuro posible dentro de la familia; el trabajo de la latencia, en torno a la castración, motoriza el
primer intento exogámico. Este proceso de desplazamiento e inserción en el ambiente social implica
la gradual separación de los padres, la conexión con otros adultos y pares se transforman en
nuevas influencias intelectuales, educacionales, sociales, axiológicas, que difieren de las aprendidas
en el seno familiar. Modificación incipiente de la imagen de los padres, especialmente un relativo
cuestionamiento y abandono de la creencia en la omnipotencia de ellos y nuevos procesos
identificatorios.
Lo social (maestros, instructores, etc)se ofrecen como posibles objetos sobre los cuales el niño
puede desplazar sus soportes libidinales y narcisísticos originales. Esta catectización de maestros, o
líderes grupales, puede ser calificada de amor sublimado, o desplazamiento de las figuras
parentales.

Relaciones intersubjetivas:

Se pueden diferenciar tres tipos de relaciones de los niños en latencia con los otros: con los padres
y adultos en general; con la escuela e instituciones; con pares y hermanos.

▪ Con los adultos: predomina una distancia (evitamiento de lo incestuoso-salvaguarda de la


castración); prevalece el recelo y el ocultamiento. Favorece un despliegue intrapsíquico que
enriquece al yo, mayor diferenciación yo-otros y una discriminación de mandatos y exigencias y
deseos. La relación con otros adultos es similar a la de los padres.
▪ Con las instituciones: la escuela cumple una doble función, representa un ámbito ampliado del
medio familiar y de la casa con funciones protectoras, y también es una institución con estamentos,
normas y autoridades que implican una secundarización y abstracción de las relaciones donde no
prima lo afectivo y se privilegia el cumplimiento de reglas y tareas. Es el ámbito privilegiado
mediante el cual, la sociedad promueve la renuncia a la satisfacción pulsional directa y la derivación
a otras actividades. Posibilita el desplazamiento hacia nuevos espacios por la adquisición de
recursos, técnicas y el intercambio social.
▪ Con los pares: se hace posible el acercamiento objetal de manera menos conflictiva (las defensas
acallan lo agresivo y erótico), los vínculos que se originan ofrecen al yo el beneficio de encontrar el
reconocimiento en semejantes que se convierten en significativos, se ofrecen como figuras de
identificación (grupos del mundo extra-familiar), la respuesta de sus pares desempeña un rol cada
vez mas importante en la regulación de la autoestima y el sentimiento de adecuación. En la
actividad grupal se desarrolla un primer sentido de división del trabajo, de las diferencias de
capacidades y modalidades de ejecución y de los liderazgos.
▪ De los hermanos: semejante y extraño a la vez, representa un destacado rol en la noción de
alteridad y de subjetivación, parcialmente independiente de los padres, el vínculo entre hermanos
está condicionado por la catectización singular de cada progenitor sobre cada uno de los hijos.
Operativización de la proyección (identificación proyectiva), es a la vez un doble de sí y un extraño.
Tienden a privilegiarse la cooperación y la lealtad, en calidad de derivados desexualizados y
desagresivizados, en tanto se instale la ampliación social y el camino exogámico a través de
la escuela, las instituciones y los pares.

Identificaciones:

Enriquecimiento del tramado identificatorio, en las actividades compartidas


con el grupo de pares, al construir y/o compartir modalidades, pautas, normas e ideales,
se desarrollan identificaciones grupales que posibilitan el logro de un sentimiento de pertenencia,
expresado en rituales o contraseñas compartidas que tienen un sentido identificante e
identificatorio, para distinguirse del resto.
40 Desarrollo Intelectual y del pensamiento:

Pulsión de saber (epistemofílica): el placer derivado del ver, unido a la representación


del objeto, produce un efecto de apoderamiento y dominación (a la vez placentero en tanto permite
tolerar la distancia o ausencia del objeto); surge la posibilidad de manipular representaciones, en
lugar de la manipulación del objeto, y, porteriormente, la búsqueda de ideas que implican las
relaciones causales y explicativas entre las representaciones, que dan cuenta y organizan los
hechos de su realidad, externa e interna. (esta actividad se inicia sobre el enigma: de dónde vienen
los niños). Durante la latencia, tal actividad se ve acrecentada por las características del desenlace
edipico, y las fantasías van siendo reprocesadas y ampliadas a diversos ámbitos, situaciones, y
personas. Como consecuencia de la represión secundaria, se instala una separación entre el
espacio de lo reprimido y el espacio del pensamiento que se diferencia, complejiza y acrecienta. En
los inicios de la latencia, el niño experimenta placer en la actividad intelectual a través
de la descarga mediatizada y la ligazón de energía representacional. Es por vía de la
ausencia del objeto que se inicia la simbolización, y es ahora nuevamente la relativa ausencia (por
resignación) del objeto y de la descarga directa la que desarrolla un repliegue del mundo
representacional, dinamizando la imaginación y el pensamiento.
En tanto el latente refuerza la noción de que, a diferencia de las manifestaciones
corporales, el pensamiento es ocultable, intangible, puede ser o no comunicado; no pone en riesgo
su integridad corporal; éste se transforma por el trabajo psíquico en marcha, en un importante
elemento de autonomía, y le posibilita acceder a lo que estaba vedado conocer y pensar sobre sus
padres. Se pasa de la acción y lo concreto, a la utilización del pensamiento y el lenguaje como
herramientas para investigar. Paulatinamente se produce una ampliación de los horizontes del
saber y el comparar, confluyendo en una marcada tendencia a la diferenciación, categorización y
generalización, recurriendo a la prueba de realidad, concomitante con un progresivo predominio del
juicio de realidad. Surge la novela familiar; también los sueños diurnos (ensoñación)
desplazamiento de la masturbación y acción de prueba de un rol futuro.
El pensamiento conforma un objeto transicional.
El latente tiende cada vez más a atenerse a los datos objetivos, a las reglas demostrables de
funcionamiento, a privilegiar la prueba de realidad, a un progresivo predominio del proceso
secundario, con primacía de lo objetivo-pragmático y apartamiento de la vida de fantasía.

Preconciente.

Adquiere importancia. Todo lo basado acerca del aprendizaje, el pensamiento, las ensoñaciones,
son características del preconciente; la sublimación sólo es posible si hay mediación y
procesamiento preconciente. El armado, organización y ampliación del preconciente: inhibición de
la descarga pulsional, una adecuación a códigos culturales (sublimación).

Lenguaje.

La verbalización adquiere paulatinamente preeminencia respecto de la acción, el significante verbal


es un anudamiento o confluencia de lo trans, lo inter y lo intrasubjetivo, que posibilita la expresión
verbal y a la vez es dador de sentido. En el inicio es frecuente la superposición de tiempos verbales,
en el trabajo de la latencia, se van discriminando pasado, presente de futuro, discriminación de
instancias y posterior afianzamiento estructural que inaugura la temporalidad y la historización. En
la latencia tardía se incluye el modo potencial, señalando la aceptación de que algo pueda o no,
realizarse, lo cual depende de que se cumplan ciertas condiciones para su concreción, pudiendo
depender estas, o no, del sujeto. (implica el descentramiento del egocentrismo, la falibilidad y el
coto a la omnipotencia en relación a la presencia e incidencia de los otros, como declinación del
narcisismo, y el establecimiento de secuencias condicionadas como consecuencia del proceso
primario y del procesamiento de la castración.
La disimulación y el ocultamiento, también se dan en el lenguaje (utilización de juegos de palabras.
41 El relato se complejiza y enriquece.

Actividad motriz y juego.

El juego tiende a perder la simbología de la conflictiva inconciente previa a la latencia, se tiñe de un


marcado interés por la realidad, sus alternativas, dificultades y posibilidades de inserción en
términos racionales. Tanto la actividad motriz como el juego varían entre la latencia temprana y la
tardía, al comienzo, predomina la actividad motriz gruesa (correr, patear la pelota, patinar, saltar,
trepar), mas fortaleza que habilidad. Luego, con la posibilidad de interiorizar los roles, diferenciar
lugares y funciones, aparece la tarea de equipo, donde cada uno realiza una parte de la acción
destinada a un fin común. Estas actividades son una de las vías privilegiadas para la descarga
pulsional "neutralizada" y la evitación de la masturbación y favorecen el desarrollo de otros sentidos
(integración de la imagen corporal, ampliación de los recursos yoicos, interiorización, intercambio y
cooperatividad de roles, rivalidad y competitividad, exogamia e integración en grupos de pares). A
medida que se asienta la utilización de la sublimación, se incrementa la capacidad simbólica y se
logra posponer la acción, e juego se complejiza y mediatiza, se proponen estrategias, se combinan
habilidades con el azar (inclusión de lo fortuito) . Los latentes, tienden a separarse y desarrollar
actividades propias de cada sexo (esto se explica por la angustia de castración) se inaugura la
necesidad de cada grupo de conocer y ejercitar sus diferencias, en particular, ligadas a la
sexualidad. Aspecto progresivo que promueve la diferenciación sexual, su exploración desplazada
en el juego y la encubierta preparación para el futuro rol sexual.

Expresión gráfica.

Como el lenguaje y el juego, la expresión grafica va adquiriendo complejidad, riqueza y


organización a medida que avanza el procesamiento psíquico de la latencia, así como una clara
diferencia para cada sexo en temática y forma.

Sentimientos.

Durante la latencia se producirá una ampliación de la experiencia emocional, tanto en el registro del
placer como del displacer, tanto en la relación con los otros como con el propio cuerpo.
El sentimiento de vergüenza: tiene que ver con un otro que percibe una adecuación del niño frente
a lo cual se siente "descubierto" en algo que no debería "ser visto". Surge ante una sensación de
perdida de control instintivo, o un equivalente desplazado de la misma parte del sujeto. El pudor es
una formación reactiva frente a las tendencias exhibicionistas, mientras que el sentimiento de
vergüenza aparece ante una acción en la que se "falla", es vivido como descontrol o incumplimiento
de un ideal esperado, el pudor corresponde a lo pulsional-objetal, mientras que la vergüenza tiene
que ver con lo ideal-narcisistico.
Sentimiento de inferioridad: expresión de la frustración en cualquier área donde el logro yoico es
vulnerado, contiene elementos de tristeza e impotencia y está determinado por la relación con uno
mismo (el no acceder al logro es vivido como un equivalente de castración), se percibe la herida
narcisistica y la falla como coto a la omnipotencia, así como la desilusión por no poder lograr
conformar la imagen deseada de sí.
Sentimientos de culpa: aparecen frente a los daños realizados o a la hostilidad fantaseada hacia
otro, su emergencia es de origen interno, ligado a como el sujeto tolera su hostilidad hacia ese
objeto, consecuente a la operancia del súper.yo. Es frecuente que el latente se defienda mediante
el mecanismo de proyección de la culpa, en el que se identifica con la instancia censora y critica al
yo externalizado en otro/otros.
Los sentimientos de inferioridad y vergüenza, están ligados a la pérdida de autoestima y sensación
de humillación por no alcanzar una meta anhelada o un ideal de perfección. A medida que el
latente progresa, su sentimiento de autoestima se va regulando por el logro en el desarrollo de sus
habilidades, en el cumplimiento de sus metas y de lo que su medio espera, adquieren mayor
42 significación figuras de autoridad extrafamiliares.

Agresión.

Es mas frecuente que se enfaticen los destinos libidinales que los agresivos; la agresividad carga la
nueva instancia superyoica, lo que da cuenta de su severidad y crueldad. También es canalizada a
través de actividades sublimadas como el juego, el movimiento, enfatizando la competitividad.
Formas de agresión: mentiras, insultos, faltas a la escuela, molestar o dañar a otros desde el
anonimato, trampas en los juegos, crueldad en los animales, en todas ellas predomina la
tendencia a ocultar, disimular, y encubrir.

Kancyper
ADOLESCENCIA: El fin de la ingenuidad
En la adolescencia, se contraponen múltiples juegos de fuerzas dentro de un campo
dinámico: los movimientos del narcicismo en las dimensiones inter e intrasubjetiva, y las
relaciones de dominio entre padres, hijos y hermanos.
Lo que caracteriza a la adolescencia es el encuentro con el objeto genital exogámico, la
elección vocacional más allá de los mandatos parentales y la recomposición de los vínculos
parentales y económicos. Metapsicológicamente, es una etapa de resignificación retroactiva.
Es un punto de llegada, porque las inscripciones y los traumas que en un tiempo anterior
permanecieron acallados, adquieren en este período significación y efectos patógenos (“lo que se
silencia en la infancia, se manifiesta a gritos durante la adolescencia; y un punto de partida,
porque posibilita la apertura hacia nuevas significaciones y logros a conquistar, dando origen a
adquisiciones imprevistas.
Se da la resignificación, en la que el sujeto tiene la opción de realizar transformaciones
inéditas en su personalidad; de traumas anteriores; es un recambio estructural en todas las
instancias del aparato anímico del adolescente  reordenamiento identificatorio en el yo, en el
superyó, en el ideal del yo y en el yo ideal.
Para la confrontación generacional, es necesario que se admita la alteridad, mismidad y
semejanza en las relaciones parento-filiales y entre hermanos, es decir, todos deben atravesar
variados duelos en las dimensiones narcisista, edípica y fraterna.
La resignificación, activa una memoria particular, relacionada con las escenas traumáticas
(historias y memorias entrecruzadas que han participado en la génesis y el mantenimiento de
ciertos procesos identificatorios alienantes  reordenamiento identificatorio y conformación de
la identidad). Esta memoria, abre las puertas del olvido, y da salida a una emergencia de un
caótico conjunto de escenas traumáticas suprimidas y no significadas.
Las investiduras narcisistas parento-filiales y fraternales que no fueron resueltas, ni
abandonadas, entrar en colisión. Éstas requieren ser confrontadas con lo depositado por los otros
significativos para que el sujeto logre reordenar su sistema de identificaciones que lo alienaron en
el proyecto identificatorio imaginario.
La confrontación coloca al otro en la situación de perder a su depositario, lo que conlleva
el peligro de desestructurar su organización narcisista. La desestructuración del vínculo patológico
narcisista arrastra y desencadena la desestructuración narcisista del otro (puede ir acompañado
por angustias y síntomas de despersonalización).
Las fantasías de muerte (antes y después del acto de confrontación) suelen ser la
manifestación de la muerte de estas instalaciones narcisistas y de ciertas idealizaciones e ilusiones;
de sobreinvestiduras que suelen subjetivarse como momentos de tragedia en la lógica narcisista.
La resignificación no es el descubrimiento de un evento que se ha olvidado, sino de un
43 intento, por medio de la interpretación, la construcción y la historizacion, de extraer una
comprensión nueva del significante de ese evento enigmático y ocultado. Lo revivido es
fundamental, pero no suficiente; es el punto de partida, pero no el punto de llegada, que es la
reestructuración.
El sujeto se define según como se resignifique, según como reestructure su biografía para
transformarla en su propia historia.
Frente a una situación analítica, el analista se posiciona en un lugar de singular, para
ejercer la función de “aliado transitorio” (a veces de padres, a veces del adolescente). Es el otro
significativo que propicia en el analizante la circulación, el movimiento, el trayecto, y el cambio en
la relación dinámica entre las realidades intrapsíquica e intersubjetivas.
El adulto ante el espejo de la ingenuidad:
El adolescente confronta al adulto con una nueva mirada que lo desnuda y le hace advertir
los absurdos a los que se había acostumbrado; trata de descubrir la verdad del mundo de los
adultos, al que intenta corregir, para vivir tiempos nuevos; el adulto evita mirarse en el espejo del
adolescente porque, al reflejarse en él, debe destituir el ejercicio de su poder intergeneracional; el
acto de la confrontación desencadena en el adulto una actitud de oposición, porque lo enfrenta
con sus propios temores, al comprobar su fracaso frente al incumplimiento de los ideales y las
ilusiones del adolescente que había sido, lo que lo lleva a una revisión del sentido de su propia
dignidad; el adolescente intima a que el adulto se confronte consigo mismo, lo que expone al
adulto a poner a prueba y enfrentar la estabilidad de sus propios sistemas intrapsíquico e
interpersonal. El adolescente, en esta nueva fase de su vida, al mismo tiempo que intenta poner
fin a su propia ingenuidad, desafía la ingenuidad defensiva de los adultos.

Fernández Mouján

Abordaje teórico y clínico del adolescente

Naturaleza de la adolescencia

El adolescente superficializa y generaliza al principio, para luego encontrar el propio


sentido de la vida, a un nivel de tanta profundidad, que le permita enfrentarla e interpretarla sin
perder su propia identidad y su contacto con la realidad.
El duelo es uno de los fenómenos más comunes en la vida de todo individuo. Su
importancia radica en la redefinición que aporta a los procesos de desarrollo: aparece frente a
cualquier pérdida y provoca una reconfiguración objetal. Su elaboración se basa en las
posibilidades del individuo ante el cambio, y este cambio solo es posible, si el sujeto está decidido
internamente a renunciar a la estructura que hasta ese momento le dio una relación estable.
La resistencia a los cambios se debe a que el “mundo interno”, está intrínsecamente
unido al “mundo externo”: toda modificación en cualquiera de los polos traerá aparejada una serie
de mecanismos, tanto individuales como sociales, para volver a la situación anterior y recuperar la
estructura que daba cierto equilibrio. Esto sería la “homeostasis” (no implica normalidad). La
elaboración de duelos, es lo que permitirá dejar la vieja estructura al descubrir nuevas formas de
adquirir homeostasis.
El mundo interno es producto de la relación entre los instintos y sus fantasías modificadas
permanentemente por la experiencia con el mundo externo, que va dejando su impronta (el
“doble”) mediante identificaciones incorporadas o no al yo. Así se establece entre ambos mundos
un vínculo intenso, como para que un cambio en cualquiera de los dos, produzca modificaciones
44 en su “doble”, provocando a su vez, la búsqueda del equilibrio, “la coincidencia perdida”.
La adolescencia es un período muy ilustrativo del fenómeno del duelo. Los adolescentes
luchan, sufren, se esfuerzan, no solamente a causa de los objetos externos que tienen que ser
abandonados y adquiridos, sino también debido a las identificaciones infantiles que tienen que
dejar y a la adquisición de las nuevas, que configurarán la identidad adulta. Lo mismo sucederá en
la cultura donde se vaya dando este proceso.
Conceptualmente, el duelo, implica un sentimiento de pérdida ante un objeto con
cualidades reales y fantaseadas. El adolescente no solo es sujeto de duelo, sino también, objeto de
duelo para los padres, lo cual crea un campo de elaboración del duelo, que excede al ámbito
individual y ubica al proceso adolescencia como un fenómeno familiar y social.
Dos tareas fundamentales del adolescente:
▪ La lucha por la reconstrucción de su realidad psíquica (mundo interno).
▪ La lucha por la reconstrucción de sus vínculos con el mundo externo
Ambas supeditadas a la lucha por la identidad: ser uno mismo en el tiempo y el espacio en
relación con los demás y con el propio cuerpo. Tenemos en la adolescencia: un cuerpo nuevo,
percibido como objeto externo por el yo (esquema corporal que no coincide con el conocido);
nuevos roles sociales (no coinciden con los viejos roles familiares, más estereotipados); y un yo
que debe enfrentar lo no coincidencia entre la identidad infantil y las nuevas identificaciones.
Estas no coincidencias son fuentes de ansiedad que llevan al yo a recurrir a los mecanismos de
defensa más primitivos, se trata de un estado regresivo instrumental, al servicio del
desarrollo, (conductas basadas en la omnipotencia (sobrevaloración del yo), la negación (rechazo
de aquello displacentero o doloroso), la idealización (depositar en el afuera o en el yo aspectos
que lo sostienen). La regresión tiene un marcado tinte narcisista y pregenital opuesto a un
“tanteo” compensatorio en el mundo de la sexualidad y los roles sociales adultos. Otros
mecanismos defensivos son: la disociación, que explica las conductas oposicionistas, de
ambivalencia, los cambios repentinos; la identificación proyectiva e introyectiva, que aparecen en
el exagerado narcicismo, el manejo de los objetos, las ilusiones desmedidas, etc.
Cuando la ansiedad no se tolera surgen: “funciones beta”acting out impulso, en las
cuales no se pone filtro en el impulso; “funciones alfa”pensar, soñar, recordar, que se ponen en
marcha pensando en sus acciones y permite que se inhiban los impulsos. El adolescente puede
jerarquizar funciones yoicas, fundamentalmente discriminativas, de síntesis, adaptativas, de
pensamiento prospectivo, defensiva. Cuando fracasa la función de transformar los elementos de la
experiencia en elementos “alfa”, se los transforma en “beta”, los cuales no pueden ser digeridos y
son reproyectados o evacuados a través del cuerpo.
El proceso de duelo adolescente es una lucha por la identidad, contra el medio y contra las
propias tendencias a permanecer en lo establecido. Adquiere nuevas identificaciones, recupera
aspectos perdidos y desplaza hacia nuevos objetos sus intereses (Edipo, empieza a desplazar
intereses hacia un tercero; el padre).
Bowlby, marca cuatro etapas en los procesos de duelo:
1) Pubertad (protesta): corresponde al área corporal y se caracteriza por la
irrupción de fuertes estímulos hormonales, cambios físicos y confusión en la excitabilidad zonal
(oral, anal y genital); el yo trata de recuperar el objeto y se queja de lo acontecido, se muestra
irritable, inquieto y decepcionado.
2) Adolescencia propiamente dicha (desesperación): área social, el adolescente
puede observar una sociedad con roles asignables más libres. No obstante, la sociedad, también
envía mensajes que no corresponden a la expectativa generacional y se agrava la confusión
(metamensajes contradictorios); refleja el momento en que el yo toma conciencia de la pérdida,
45 pero en medio de un caos que lo hace sentir desorientado y desorganizado.
3) Fin de la adolescencia (separación): en el área de la mente, tiene que
abandonar las identificaciones infantiles, el funcionamiento limitado (por la disociación de la
latencia), y algunas funciones yoicas jerarquizadas (pensamiento concreto). Frente a este período
de confusión, de borrosa distinción entre mundo infantil y adulto, fantasía y realidad, masculino y
femenino, con crisis de extrañamiento frente a la expansión de su self; el adolescente teme
enfrentar la nueva realidad que lo desorienta; el éxito de este enfrentamiento dependerá de la
calidad de las series complementarias. El yo se pone distante y no acepta buscar nuevos vínculos
4) Postadolescencia (reparación); se vuelven a poner en funcionamiento
unidades de información que crean una secuencia de desarrollo.

La identidad es la relación entre tres elementos básicos de la personalidad: su continuidad


filo y ontogenética; la cohesión interna pareja con la adecuación al medio ambiente; y el logro de
sus metas. Esta relación crea el sentimiento de sí mismo en el tiempo y en el espacio, a eso
llamamos identidad. La fantasía inconsciente apoya esta noción del yo; es el fenómeno psicológico
que une todos los objetos, tanto los del mundo interno como del externo, como también los del
pasado y el futro históricos.
El medio, y en especial la pandilla, permitirá la proyección de aspectos del yo imposibles
de sintetizar en determinados momentos y evitará el sentimiento de confusión dentro de sí
mismo. Las fantasías unen, relacionan de manera particular y recrean, tanto hacia el pasado y
hacia el futuro, como en el presente, esto es importante en el sentido de que la identidad, no
constituye la suma de identificaciones pasadas, sino, que es una nueva relación, una nueva gestalt,
que lleva el sello del crecimiento.

La “maldad” o “bondad” de la conducta masturbaria está dada por: la presencia o ausencia


de las fantasías conscientes, por su naturaleza sean conscientes o inconscientes (sádicas,
masoquista, etc.), y por los aspectos formales de la conducta en sí. En la masturbación el
adolescente busca n alivio de tensiones agresivas, provocadas por las fantasías de odio frente a la
pareja o de abandono: es una conducta autoerótica que surge del odio que el Yo no puede negar,
y entonces lo experimenta de la manera menos riesgosa. A pesar de esto, el superyó se muestra
muy persecutorio, siempre viene acompañada de sentimientos de triunfo frente a los padres.
El adolescente prescindirá de la masturbación cuando logre disminuir su odio, resultado de
la frustración que le produce el cambio. Disminuirá la disociación concomitante, que si bien lo
aliviaba, le impedía sentir culpa depresiva y desplazar la libido narcisista hacia objetos externos.
La masturbación posibilita una cierta modificación de las fantasías, al diferenciar la
fantasía consciente de la inconsciente, la mente del cuerpo, y el hecho real del hecho posible con
su constante castigo. Período narcisista que cede al disminuir la perversión.
Como la masturbación, cualquier conducta narcisista, siempre que tenga ciertas
características, puede ser como moratoria psicosexual hasta que la naturaleza de las fantasías se
modifique.
La adolescencia es una etapa plena de desorganización, resultado del cambio total de la
configuración objetal previa. El adolescente debe integrar objetos nuevos a su mundo interno y
externo, lo cual se dificulta por las tendencias desintegradoras del odio que todo esto provoca.
Este odio intensifica la disociación y la proyección de sus emociones, fantasías y partes del yo que
buscan objetos con quienes identificarse, alejándose y aliviándose de la confusión y del caos
interno, del cual dependen sus relaciones de objetos y sentimientos. Al mismo tiempo, recibe y
reintroyecta, modificados, la ansiedad y sus objetos, que unidos a un sentimiento interno de
bondad que permanece y que despierta el deseo indemne de introyectar nuevas experiencias,
46 producen un equilibrio compensatorio en el sentido de una mayor integración y mejoramiento de
las futuras proyecciones, al interactuar con las partes fragmentadas del odio. Todo esto refleja una
posición esquizoparanoide instrumental (la disolución le ayuda a salir de la gran confusión de
objetos, fantasías, pulsiones y partes del self expandidas). Es una etapa discriminatoria al servicio
de un Yo cuya función sintética permanece intacta.
Es un estado confusional transitorio, creado por los procesos de duelo y el polimorfismo
zonal; los cuales llevan a una crisis de identidad, que establece una lucha del pensamiento lógico-
formal, las funciones discriminadoras y sintéticas del yo y las protectoras del súper-yo, llegando al
establecimiento de nuevos vínculos objetales mas reales previa elaboración de fantasías edìpicas y
preedipicas.

Considera al duelo como el difícil proceso que realiza el yo, consciente e


inconscientemente, para elaborar la pérdida de un objeto. Nos planteamos la adolescencia como
un período donde se viven las vicisitudes de perdida manifestada en todas las áreas de relación:
con el cuerpo, con los objetos externos (familia y medio ambiente) y con los objetos internos (las
identificaciones y sus configuraciones). Esta pérdida es importante respecto al objeto en sí mismo
y a las fantasías ligadas a él, como también a los aspectos del yo incluidos en el objeto perdido.
Esta triple dimensión de la pérdida (objeto, fantasías y partes del yo), ya que muchas veces lo que
intensifica el dolor del duelo, no es el objeto mismo, sino las fantasías ligadas a él, o las partes del
yo con las cuales estaba identificado. Todo esto tiene un carácter de transitoriedad, al tener que
dejar el yo determinados vínculos objetales y esperar la nueva organización vincular. El esperar
opera sobre un espacio confusional que genera tres tipos básicos de ansiedades: de persecución;
depresivas, ligadas a fantasías sobre la pérdida, de ser atacado, o de haber atacado, como también
de perder una estructura y transitar por un espacio incierto; ansiedad confusional: ligada a vivir la
47 identidad en crisis, se manifiesta como despersonalización, extrañamiento y desorientación.
Este transitar requiere tiempo y trabajo, en el cual el yo apela a determinados mecanismos
de defensa que tienden, en un extremo, a rechazar la pérdida psíquicamente, y en otro, a
combatir esta tendencia negadora del dolor por la pérdida aceptando el cambio. Desde la teoría
freudiana, todo duelo requiere tres pasos fundamentales:
▪ Cuando el yo se encuentra sin su objeto libidinoso, dicha libido, tiende en un
primer momento a volverse narcisìsticamente al yo.
▪ Etapa narcisìstica: cuando el yo se ofrece al ello como objeto perdido, al ser
cargado con la liberación libidinosa objetal (si se melancoliza, es el mismo objeto el que ocupa el
lugar del yo).
▪ El yo intenta desplazar esta libido narcisista hacia nuevos objetos externos.

En este proceso hay dos puntos de resistencia del yo: -cuando la libido objetal no se libera
y el objeto ocupa el lugar del yo, en este proceso patológico se trata de negar totalmente la
pérdida, perdiéndose el yo –cuando la libido narcisista no se desplaza a nuevos objetos, sino que
trata de repetir la configuración y la experiencia concomitante, acá se trata de negar la pérdida
repitiendo la experiencia con un objeto sustituto (duelo patológico). Estos procesos patológicos no
deben confundirse entre sí, ni con el duelo normal. En el duelo patológico, existe una
identificación parcial duradera con el objeto perdido.
El duelo normal adolescente marca el carácter poco duradero de las identificaciones
parciales y la primacía del yo sobre el objeto (típicos rasgos de carácter en la pubertad).
Melanie Klein, centra su análisis en los mecanismos yoicos para controlar las ansiedades
de pérdida y culpa. Primero se disocia y se proyecta hacia fuera del yo todo lo malo (odio, vacío,
destrucción, objetos persecutorios) y se retiene todo lo bueno (amor, objetos bondadosos). Le
interesa el objeto bueno vuelto al yo (idealización). En segundo lugar, paulatinamente, va
intercalando periodos de integración, donde lo malo y lo bueno van formando la unidad perdida
(de la identidad). Un tercer período más depresivo, donde se asumen la culpa y el dolor y el amor
se puede desplazar hacia nuevos objetos con un sentido reparatorio.
Teoría de los objetos transicionales (Winnicot): Este autor supone que, para que el duelo
se desarrolle, tiene que existir un primer momento de desplazamiento libidinoso, hacia un objeto
ilusorio, que no es interno, ni externo, sino, entre. En un segundo momento, este objeto
transicional estructura un campo imaginario ilusorio que permite al yo la espera necesaria y la
entrada paulatina en el tercer momento del duelo: la aceptación del objeto real externo, con el
correspondiente desplazamiento libidinal en el nuevo vínculo. Esta zona (transicional), existe
geográficamente, es una zona de experiencia que requiere tiempo y espacio.
En la teoría del objeto transicional,, el desplazamiento libidinal hacia un objeto ilusorio
permite procesos identificatorios en un espacio (entre) que defienden al yo de procesos
melancólicos o depresivos, dándole tiempo para que el duelo continúe su proceso sin caer en la
manía (la omnipotencia se ejerce sobre un objeto transicional y no sobre la realidad externa).
Ante la pérdida objetal, el yo se desidentifica de todo objeto (no solo del perdido), y entra
en un campo imaginario que le permite totalizar la experiencia. Al perder todos los objetos, no ha
perdido ninguno en particular, y puede entrar en un campo imaginario-mítico estructurante que le
da identidad grupal y lo orienta hacia un renacer de la nueva identidad. En un segundo momento
del proceso de duelo, el yo entra en una relación objetal no libidinosa, sino, por participación en
una estructura que es la identidad grupal, alcanzando entonces: el valor o función que el objeto
significaba entonces para el sujeto y la percepción de la realidad gestàlticamente, (hacia lo digital a
través de lo analógico). El tercer momento del duelo, el yo entra nuevamente en relación
libidinosa con los objetos externos transformados. Esto se debe a que, al participar con ellos a
48 través de la identidad grupal, alcanzo su valor real dentro de la estructura. Coexisten durante el
proceso de duelo, una pérdida (objetal y estructural) y un renacer (o transformación).
Además de los antecedentes en los vínculos infantiles, son importantes características
actuales para que el trabajo de duelo tenga éxito: una buena experiencia con el mundo externo
durante el duelo, una imaginación mediadora y creativa, cierta capacidad participativa, un
pensamiento lógico-formal desarrollado y capacidad reparatoria.
Especificidad del duelo adolescente:
Algunas diferencias entre el duelo adolescente y el duelo normal ante una pérdida objetal
importante.
El duelo adolescente no es un duelo puro que supone una pérdida y un nuevo vínculo
objetal; durante la adolescencia, la pérdida coexiste con un renacer, esto supone que junto al
desplazamiento narcisista de la libido y la identificación con la bondad del objeto, se realiza la
transformación de los mismos objetos en nuevas configuraciones.
El duelo siempre supone una renuncia; el renacer siempre supone una Asunción: asumir
aquello que se descubre en el acto de ver nacer (lo nuevo).

Como se da este proceso de duelo en las tres etapas de la adolescencia:

Pubertad: el duelo se centra en el cuerpo, afectando especialmente al yo corporal, que


vive la doble pérdida: del cuerpo infantil y de las partes del yo ligadas a aquel cuerpo y que
constituían el esquema corporal, el cuerpo físico es vivido como un objeto extraño y cambiante
para el yo. Se realiza además otro duelo en relación al cuerpo adulto idealizado que se esperaba
tener. Priman las ansiedades persecutorias y se hace necesario controlarlas; los llamados
mecanismo esquizoides, son las defensas que prevalecen, disociando el yo corporal y convirtiendo
en extraña una parte del cuerpo que es objetivada. La angustia controlada en el cuerpo, requiere
que el yo le de un defensivamente cosificando su cuerpo. La disociación mente-cuerpo, es la
defensa más importante del púber. Otros mecanismos que suelen ocurrir son: los rasgos de
carácter (ligados a la bisexualidad); el pensamiento mágico (permite satisfacerse sin llevar a cabo
determinadas conductas, la idea reemplaza al objeto); inhibiciones y aislamientos; mala conducta
(para desplazar la angustia inherente al duelo). Surge el compañerismo de la barra.
Mediana adolescencia: a la disociación típica de la pubertad, se opone la ambivalencia
que acerca e intenta integrar lo que siente en conflicto; ante la identificación proyectiva que
disocia la culpa, se instala la Asunción progresiva de la culpa y ante la negación maniaca de lo
puberal, se desarrolla el sentimiento de pena. Se da el culto a la amistad típico de esta etapa. Los
mecanismos yoicos propios de esta etapa son: fluctuación del yo: consiste en una extrema
facilidad del yo para fluctuar entre distintos aspectos sin sensación de contradicción ni disociación;
tiene la particularidad de hacer coincidir distintas partes del yo perdidas, con otras aún no
asumidas, del mismo modo, también fluctúan los sentimientos.
A través de lo ilusorio, el yo logra un lugar intermedio frente al mundo externo, (desplaza
la libido narcisista e integra el amor y el odio, preanuncio a la fase depresiva del duelo); la
imaginación sería una manera de tantear, de crear una realidad autónoma respecto de las
identificaciones del pasado.
El grupo, al crear un campo de triple carácter (social, psicológico e imaginario), ayudan a
integrar y elaborar lo que aún está disociado y no asumido (identidad y los roles sociales).
Las seudoidentidades temporarias que realiza el yo y el despego, posibilitan la identidad
personal en pleno desarrollo, dando un sostén importante, durante el período de
desprendimiento del duelo, cuando todavía no se han establecido las nuevas relaciones.
Ultima etapa adolescente: de desplazamiento hacia nuevos objetos, diferentes a los de la
49 infancia. Importancia de los roles sociales y una relación mas libre con los objetos externos.
Supone el logro de una identidad básica que capacite al sujeto para estar solo (que no es lo mismo
que estar aislado o marginado), estar solo es una capacidad propia del logro de la identidad.
Muchos duelos adolescentes suelen estar perturbados por problemas en el grupo familiar,
el cual también vive, como grupo, un duelo que pone en crisis la identidad de la familia. El
adolescente suele actuar como chivo emisario grupal para evitar el cambio familiar y
secundariamente frenar su propio trabajo de duelo.

El yo adolescente: recurre a mecanismos defensivos muy regresivos y a conductas por


medio de objetos transicionales que le permiten mantener la ilusión de una gratificación
incondicional de necesidades, donde formalmente los objetos conservan su realidad concreta,
pero el significado lo tienen las identificaciones idealizadas sobre ellos. Cuando una identificación
es puramente imaginaria (representacional), la identificación idealizada se hace sobre el yo (yo
ideal). También estas identificaciones pueden recaer sobre el cuerpo, o parte de él. Las
gratificaciones referidas al yo ideal (narcisistas), son muy frecuentes (sueños diurnos, pasión por
los juegos, conversaciones dramáticas, que les permiten experimentar los sucesos como si fueran
reales).
La masturbación y el exhibicionismo son ejemplos típicos donde los adolescentes
satisfacen de manera idealizada e ilusoria, sus necesidades mas urgentes.
Los mecanismos defensivos a que recurre el yo adolescente son básicamente: la
disociación, la identificación proyectiva e introyectiva, la idealización y la omnipotencia.
Lo más habitual es la frecuencia con que los adolescentes tienen ciertas conductas que,
aisladamente se podrían tildar de patológicas, pero que son expresión de maniobras defensivas
del yo en este período.
No siempre el yo adolescente tiene la posibilidad de ayudar al desarrollo del verdadero
self; siendo frecuente que tanto las instituciones, como la familia y las diferentes pautas
culturales, traten de imponer al adolescente, determinadas maneras de existir, sin dar lugar a la
elaboración paulatina del propio self.
Durante todo el proceso, pero fundamentalmente en su primera parte, existe una
seudoidentidad no estructurada, instrumental, que está al servicio del yo.

Conductas frecuentes en los adolescentes:

▪ Inhibición intelectual: expresión del desplazamiento inconsciente de la sexualidad,


que realiza el yo, al no tener las posibilidades de sublimar o de gratificarse sexualmente (la mente
se erotiza y el yo bloquea su capacidad de pensar).
▪ Intelectualizaciòn: otra forma inconsciente con la que se defiende el yo de la
opresión del medio que lo obligaría a disociarse y desconocer los aspectos que el medio rechaza
(la sexualidad, los afectos, el cuerpo).
▪ Aislamiento e indiferencia: reforzamientos del narcisismo (identificación con un
yo-ideal), para evitar la envidia o frustración ante deseos no alcanzables, es frecuente que se
vuelvan chivos emisarios del núcleo familiar.
▪ Temeridad: puede indicar un cuadro depresivo, el yo debe renunciar a su vieja
identidad infantil y se ve frente a nuevas tensiones, que le generan ansiedad, dado lo desconocido
y peligroso que se le vuelven las pulsiones internas.
En términos generales, las conductas adolescentes son polares: tienden a la introversión o
50 a la extroversiòn, esto está dado por que el yo instrumenta sus defensas para elaborar el duelo y
asumir su identidad. Así se entiende la necesidad de una zona transicional, ilusoria, ya que, la
contradicción del yo entre las necesidades individuales y sociales, necesita un lugar para su
resolución, sin quedar sometido y sin negar la realidad social. Cuando estas capacidades
contenedoras y mediatizadoras se van consolidando, se reducen los cambios bruscos en el manejo
de las interacciones. Para controlar la ansiedad, sin tener que recurrir a mecanismos defensivos
primitivos, el yo, acepta transitoriamente seudoidentidades (transicionales). Esta zona
transicional, tiene la particularidad de que lo subjetivo y lo objetivo, no aparecen como opuestos,
se puede de este modo, crear, hacer experiencias e ir formando nuevas representaciones.
La capacidad mediatizadora del yo llega al máximo entre los 15 y 16 años, que es cuando
se adquiere la capacidad de pensar a partir de ideas propias y de incluir lo real dentro de lo posible
(estructura lógico-formal del pensamiento adulto).

Adolescencia y subjetividad: tiempo de tomar la palabra.


Elsa Susana Cartolano.

La integración, la búsqueda de autenticidad, la cuestión de la verdad y el admitir la muerte como


posibilidad propia, son cuestiones que el adolescente vive en su interior. Es en esta etapa, cuando
el sujeto comienza a plantearse cuestiones que hacen a su existencia en el mundo.
La adolescencia se ubica en un tiempo en el cual, bajo la instancia de un argumento culturalmente
establecido, se ponen en marcha aspiraciones que en general sobrepasan la posibilidad del
adolescente. Una de esas operaciones es la confrontación con la insuficiencia de la figura paterna y
la consecuente vivencia de desamparo. No se trata un mundo de paradojas. Todas estas
tramitaciones ponen en juego la subjetividad del adolescente.
Algunos autores toman la idea de subjetividad como resultado de los procesos de significación e
interpretación por parte de otro significativo. Otra forma de atender a la dimensión subjetiva, tiene
que ver con el sostén de las ciencias del lenguaje (teoría de la articulación del sujeto al discurso),
allí el lenguaje constituye la condición de subjetividad.
En relación a la adolescencia, teniendo en cuenta la temporalidad, podría pensarse a la
subjetividad, como que emerge en un sujeto inmerso en la trama discursiva, de modo discontinuo.
Un efecto que se reconoce a porteriori, resultante de la constitución psíquica, del trabajo de la
memoria y de experiencias contingentes y azarosas.
El concepto subjetividad, tiene un doble aspecto: uno ligado a la constitución, a la memoria y al
azar y otro ligado al discurso. El termino subjetividad estaría mas ligado a las producciones del
inconsciente.
Entre la iniciación y el acto: con iniciación, nos referimos a ceremonias y configuraciones
sociales que son momentos de pasaje en la vida adolescente y constriñen a la participación reglada
de la vida en sociedad. Es en este pasaje (transición), donde el adolescente recurre al acto, como
un modo de singularizar esta experiencia e instalar una marca en el cuerpo o en la ley que
vehiculice su propio decir (transgresiones). En su acto se dirige al Otro social, representado en las
instituciones y en la propia familia.
La producción discursiva: El adolescente debe integrarse lo mas rápido posible al sistema, a la
vez que paradójicamente se instalan mecanismos sociales de exclusión, este doble discurso genera
un sentimiento de falsa pertenencia. El discurso social puede llevar a excluir al adolescente. La
existencia de condiciones perversas (políticas, sociales y económicas), la coartación de la libertad,
menoscaban las condiciones de subjetividad.
En nuestra cultura, hay dos cuestiones básicas que enfrenta el adolescente: la elección del objeto
sexual (su posibilidad de maternidad o paternidad), lo que simbólicamente los resitùa en una
cadena de generaciones y la elección vocacional. El adolescente se encuentra regido por marcas
biológicas, sobre las cuales se revisten significaciones sociales.
Cualidad de la subjetividad adolescente: tiempo de interrogación sobre el ser, sobre el otro
51 semejante, tiempo de desencuentro con el otro sexo y de fallido intercambio social.
Adolescencia y alteridad: (nueva apertura al discurso social). Tener presente el papel del
otro y sus vicisitudes, sus posiciones, nos permite:

▪ Entrever los caminos del deseo y de la angustia que complejizan la relación con el semejante.
▪ Explorar el tema del doble (derivación hacia lo siniestro).
▪ Retomar la incertidumbre que genera la imposibilidad del otro de responder las preguntas
existenciales (este punto interpela la posición del analista, ya que el adolescente, si bien está
buscando, espera respuestas).

La adolescencia y la interpelación: el adolescente es un ser interpelado, y es en esta


interpelación y sus modos de respuesta, donde podríamos decir que emerge su subjetividad. En
este espacio social, espacio de adultos; el adolescente se encuentra excluido de un saber y de un
poder hacer que a la vez, se le presenta sin garantías.
La adolescencia transcurre en el incierto pasaje entre la repetición de la palabra de los padres y la
tentativa de la palabra conquistada.

Erik. H. Erikson.
Identidad, Juventud y Crisis.

En la adolescencia el individuo desarrolla los requisitos de: crecimiento fisiológico, maduración


mental y responsabilidad social, que le permiten experimentar y superar la crisis de identidad
(aspecto psicosocial de la adolescencia).
Principio Epigenètico: afirma que todo lo que crece tiene un plan básico, del cual surgen
las partes, cada una de ellas tiene su período de ascendencia especial, hasta que el
conjunto emerge como un todo que funciona. Esto es, la personalidad se desarrolla de
acuerdo con pasos predeterminados en la disposición del organismo a ser impulsado a,
a ser conciente de y a interactuar con una gama mas amplia de instituciones e
individuos. (diagrama epigenético).
Cada ítem de la personalidad vital está relacionado con todos los otros, y todos dependen del
desarrollo adecuado en la secuencia correcta de cada ítem; cada ítem existe en alguna forma antes
de que su período decisivo y critico llegue de manera normal. Cada estadio se convierte en una
crisis, causando una vulnerabilidad especifica.
1) La infancia y la reciprocidad del Reconocimiento: como requisito fundamental de
la vitalidad, propone un sentimiento de confianza básica, una actitud hacia uno mismo y hacia el
mundo derivada de las experiencias del primer año de vida. Por confianza, se entiende una esencial
seguridad plena en los otros y un sentimiento de la propia confiabilidad. La confianza básica es la
piedra angular de la personalidad. En psicoanálisis este estadio se conoce como estadio
oral Estadio oral incorporativo: el bebé es receptivo a todo lo que se le ofrece; al conseguir lo que
se le da y al aprender a conseguir que alguien haga por él lo que él desea que se haga, se
desarrolla la base necesaria para llegar a ser el dador. Estadio oral secundario (activo-
incorporativo): desarrollo de los dientes, placer por morder objetos, aprenden a separar, a asir.
Aparecen pautas interpersonales, sociales de tomar y retener los objetos. La confianza
básica debe establecerse y mantenerse contra las impresiones de haber sido privado, dividido,
abandonado, que dejan un residuo de desconfianza básica. Implica que ha aprendido a apoyarse
en la mismidad y continuidad de los proveedores externos y que puede, a su vez, confiar en sí
mismo. "soy lo que espero tener y dar".
2) Temprana infancia: el deseo de ser uno mismo: logros de la maduración
muscular; verbalización. Comienza a experimentar su voluntad autónoma. Es importante la actitud
que el medio cultural asume hacia ella. Deben alternarse dos partes conflictivas: retención y
eliminación. Es una batalla por lograr la autonomía. La regulación mutua entre el adulto y el niño se
pone a prueba. Un sentimiento de autocontrol, sin perdida de la autoestima es el origen del
52 sentimiento de libre albedrío; a partir de una inevitable sensación de pérdida del autocontrol,
sumado a un control excesivo de los padres, se desarrolla la propensión hacia la duda y la
vergüenza. Tiene lugar la primera emancipación de la madre.
3) La infancia y la anticipación de roles: se amplía su radio de metas, se perfecciona
su conocimiento del lenguaje; por otra parte, tanto el lenguaje como la locomoción le permiten
expandir su imaginación, abarcando así diversos roles. Debe emerger con un sentimiento de
iniciativa, base de un sentido realista de ambición. Descubrirá lo que puede hacer, junto lo que es
capaz de hacer, comienzan las comparaciones. El aprendizaje es intrusivo: en el espacio, en lo
desconocido (curiosidad); en otros cuerpos (ataques físicos). Se corresponde con la etapa fálica (
curiosidad infantil, excitabilidad genital y variable preocupación y excesivo interés por cuestiones
sexuales). Se despierta un profundo sentimiento de culpa, estadio del temor por la vida, del
complejo de castración (fundamental en la ontogénesis de la moral).
4) La edad escolar y la tarea de identificación: debe surgir un sentimiento de
laboriosidad; período de latencia, se aprende a ganar reconocimiento produciendo cosas. El peligro
reside en la sensación de extrañamiento frente a sí mismo y a sus tareas (sentimiento de
inferioridad). "soy lo que puedo aprender a hacer funcionar"
5) Adolescencia: el extrañamiento de este estadio es la confusión de identidad.
Revolución fisiológica, incertidumbre respecto de los roles adultos, formación de la identidad. Les
perturba su falta de habilidad para ubicarse en una identidad ocupacional. Para mantenerse juntos
sesobreidentifican con héroes de pandillas o multitudes. En gran medida el amor del adolescente
es un intento por lograr una definición de la propia identidad, proyectando sobre otros, la imagen
difusa de su yo; también ponen a prueba la capacidad para mantenerse leales en medio de
conflictos suscitados por valores. La adolescencia constituye un regenerador vital en el proceso de
la evolución social. "yo soy"
6) Mas allá de la identidad: crisis de intimidad, su contraparte es el distanciamiento,
surge un sentimiento ético, que caracteriza al adulto. Desarrollo de la genitalidad adulta. "nosotros
somos lo que amamos"; La generatividad que constituye fundamentalmente la preocupación por
afirmar y guiar a la generación siguiente. El riesgo es un sentimiento de estancamiento,
aburrimiento y empobrecimiento personal. El resultado es la integridad, es la seguridad que
obtiene el yo de su inclinación al orden y el significado; implica defender la dignidad de su propio
estilo de vida contra las amenazas ambientales. Llegamos a la conclusión de que la fuerza
psicosocial depende de un proceso total que regula al mismo tiempo los ciclos de vida individuales,
la secuencia de lasa generaciones y la estructura de la sociedad.
53

UNIDAD III.
ADOLESCENCIA INICIAL: EL INTERLUDIO BIOLÓGICO

1.1 Pubescencia y pubertad: Análisis de los aspectos biológicos, psicológicos y


sociales que comprometen la evolución en este momento del desarrollo.
1.2 Los cambios corporales y su incidencia en la dinámica psíquica.
1.3 El advenimiento de la sexualidad genital y la reactualización del Complejo de
Edipo.
1.4 La evolución psicosexual. Conductas sexuales típicas de este momento
evolutivo.
1.5 Progreso en el desarrollo cognitivo.
1.6 El grupo de pares, el amigo íntimo y precursores de hallazgo de objeto: agenda,
diario íntimo.

Los adolescentes en el S XXI


Pubertad y psicología de la adolescencia
Rodríguez Tomé

Uno de los acontecimientos más importantes que se producen en la adolescencia es el


desarrollo puberal, proceso evolutivo universal, cuya regulación está inscripta en el patrimonio
genético de la especie. Es una verdadera metamorfosis, impuesta por la naturaleza, que modifica
las imágenes de uno mismo, estimula nuevas conductas y nuevas competencias, y transforma
(necesariamente) las relaciones del joven con su medio familiar y social.
En la mayoría de los casos, el comienzo de la adolescencia, se sitúa entre los 11 o 12 años
(primeros signos visibles de la pubertad) y culmina hacia los 18-19.
No conviene establecer una distinción cronológica entre pubertad y adolescencia, gran
parte de los cambios (morfológicos, fisiológicos, cognitivos, sociocognitivos, emocionales) son
coetáneos.

Formas y contenidos de la maduración puberal


Aceleración del ritmo y amplitud de los cambios corporales, cuyo impacto concierne tanto a
los púberes, como a sus familias y al ambiente sociocultural que los rodea. Señala la transición de
la morfología infantil a la morfología adulta.
El desarrollo puberal es desencadenado por una activación del eje hipotálamico-hipofisiario
que va a determinar un incremento de la producción de las gonadotrofinas (FH: luteína y FSH:
foliculina) éstas, activan las gónadas: ovarios y testículos; que van a producir las hormonas
sexuales femeninas (estrógenos: estradiol) y masculinas (andrógenos: testosterona). Las hormonas
sexuales, estimulan el desarrollo de la talla, de la masa muscular y adiposa, así como también el
aumento del volumen y la maduración de los órganos genitales. Existen diferencias individuales
entre un chico y una chica; y diferencias intraindividuales: los cambios biológicos, morfológicos,
cognoscitivos, emocionales, etc. no operan en cada sujeto ni al mismo tiempo ni con el mismo
ritmo.
Los tiempos de la pubertad
54 Los primeros indicios no son perceptibles y se producen un año antes de que se manifiesten
los caracteres sexuales secundarios  conjunto de características somáticas, que tienen una
función indirecta en la reproducción, pero permiten distinguir a un hombre de una mujer,
exteriormente.
Caracteres sexuales primarios: órganos genitales y anexos que intervienen directamente en
la reproducción.

Arranque de la pubertad: 8 y 13 en las niñas y entre 10 y 14 en los varones.

Cronología de los cambios


El desarrollo de las niñas comienza y termina antes que en los varones.
En el curso de la adolescencia las formas corporales se modifican, formando los modelos
femenino (ginoide) y masculino (androide), propios de la morfología adulta. En ambos sexos, los
cambios puberales duran unos cinco o seis años.

Maduración en las chicas:


- Ensanche de la estructura ósea de la pelvis (diámetro bi-ilíaco).
- Aumento de la masa de tejido adiposo, cuya proporción se multiplica por tres en la
pubertad, llegando a constituir un cuarto del peso total (se distribuye en brazos,
caderas, nalgas y mamas).
- Desarrollo de los senos (signo más evidente de la feminidad); emitido de fuertes
significaciones emocionales y socioculturales y provocaciones de curiosidad e interés
sexual.
La sexualización de la morfología, que tiene lugar en la adolescencia, introduce diferencias
en disfavor de las chicas; en las culturas occidentales es más valorado el aumento de masa
muscular, que el aumento de tejido graso; por otra parte, los cambios puberales instalan en las
niñas formas que van a la inversa del modelo femenino, longilíneo y androide, propuesto en
nuestras culturas.

Maduración en los chicos:


- Extensión del diámetro óseo de la cintura escapular (entre los hombros) y un
desarrollo muscular mayor a las niñas.
- Cambio en la voz  se hace más grave.
- Aparece el bigote, seguido del vello facial y de la barba, pilosidad axilar.
- Aumenta el volumen del corazón, se modifica el funcionamiento cardiovascular, se
amplía el volumen de los pulmones y la capacidad respiratoria.
- Se acrecienta la fuerza muscular.
- Aumenta el volumen del cerebro.
- La piel se hace más grasa, el rostro se alarga.
- Modificación de olores corporales por aparición de la sudación axilar y desarrollo de
olores sexuales en la región ano-perineal.
Repercusiones de la pubescencia:
55 El joven percibe nuevas fuerzas y sensaciones, procedentes de la sexualización de su cuerpo
y de los cambios que operan en sus relaciones con los otros; lo cual hace que la pubertad
(fenómeno biológico) se convierta en psicológico. Deberá integrar en las representaciones de si
mismo este cuerpo que se transforma, como también asumir su identidad de género y avanzar
hacia la sexualidad genital adulta.
El ambiente familiar y social cambia al mismo tiempo que el sujeto y viceversa.

Algunos problemas:
- El acné juvenil: puede ser estimulado por la impregnación de las hormonas puberales.
Desagracia el rostro, perturba las imágenes de sí mismo, socava la autoestima e
incluso puede dañar las relaciones de los chicos con su entorno.
- Las ginecomastias idiopáticas del varón: 14 y 16 años, ligera hinchazón de la areola y
del tejido mamario; suele ser dolorosa, es un fenómeno primitivo y transitorio.

A propósito del estirón:


Brusca e intensa aceleración del crecimiento de la estatura, responsable de la fragilidad
ósea en esta etapa. Se prolonga de tres a cinco años.

La puesta en marcha del aparato reproductor:


La menarquía:
Aparición de las primeras reglas, anuncia la puesta en marcha de la actividad cíclica de los
ovarios. Tiene significaciones biológicas y sociales. Aparece por lo general entre los 12 y 13 años,
durante los primeros meses son irregulares y con frecuencia no producen un óvulo maduro.
La cronología de la menarquía tiene un importante impacto psicológico.

Eyaculaciones y espermatogénesis:
Espermaquía. Poluciones nocturnas  emisiones de esperma involuntarias, que con
frecuencia acompañan una cierta actividad onírica. La mayoría toma conciencia de sus primeras
eyaculaciones entre los 11 y 15 años (masturbación). Errecciones cada vez más frecuentes 
incremento de las concentraciones sanguíneas de testosterona.

El avance secular de la pubertad:


Los adolescentes de hoy son más precoces en su desarrollo físico y sexual, que los de fines
del S XIX. Aceleración secular de la menarquía (desarrollo económico y social: mejora de las
condiciones de vida y de la higiene y salud pública).

Representaciones de sí y autoestima
Imágenes del propio cuerpo  se elaboran en el contexto de las relaciones cotidianas con
los otros. El entorno social es indispensable: la experiencia de ser en sí uno y el mismo no puede
realizarse sin que el sujeto exista y tenga interlocutores (reales, virtuales o imaginarios). El propio
cuerpo es sede e instrumento de la conciencia de sí. La imagen del cuerpo es siempre
multidimensional e incluye numerosas facetas. Algunos de los principales componentes son: la
autoestima, las diferentes formas de sensibilidad (visceral, muscular, epidérmica) que integran la
autoimagen, así como las relaciones del sujeto con las personas significativas del medio ambiente.
Se agregan también otras dimensiones bipolares como el “encerrarse” en sí mismo que se opone
a la accesibilidad, así como al sentimiento de fragilidad que se opone a la eficacia.
La autoestima: dimensión evaluativa de la identidad personal. Incluye las representaciones
56 de uno mismo y las creencias a propósito de sí mismo que cada individuo elabora desde la infancia
en relación con su entorno. El estado madurativo por sí mismo tiene poca o ninguna influencia
sobre el autoestima. La cronología de los cambios, y el ritmo de maduración, se encontraran
asociados en ciertas condiciones y niveles altos o bajos de autoestima. Una de esas condiciones es
el sexo masculino o femenino. Una menarquía precoz tiende a asociarse con una baja autoestima,
por el contrario, un desarrollo puberal rápido en los niños contribuye a una mayor autoestima.

Cogniciones, afectos y conductas


El sentimiento de identidad se enriquece, se diversifica, y también aparecen nuevas
conductas adaptativas en la esfera sociocognitiva. El desarrollo sociocognitivo desempeña un
papel principal de la adolescencia a la edad adulta. No está my claro aún cuales son, o cómo
funcionan las relaciones entre la maduración puberal y el desarrollo sociocognitivo, lo que si se
sabe es que no están regulados por el mismo patrón temporal.
Los chicos avanzados en su desarrollo puberal evocan con menor frecuencia o menor
intensidad los estados de tristeza, abatimiento, pesimismo, etc. que caracterizan los estados
depresivos.
En las niñas con un desarrollo puberal precoz se observan trastornos persistentes de las
conductas alimentarias, asociadas con afectos depresivos e insatisfacción de la imagen del propio
cuerpo. Dos trastornos psicopatológicos graves pueden surgir: anorexia y bulimia nerviosa; como
también pueden surgir síntomas depresivos con tendencias suicidas.

Pubertad y sexualidad
La maduración puberal y los cambios morfológicos y fisiológicos llevan consigo el acceso a la
sexualidad genital adulta. En el ámbito de la sexualidad hay dos situaciones que merecen ser
señaladas: los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual.
El fenómeno de la pubertad tiene repercusiones enormemente amplias en el desarrollo de
la personalidad femenina y masculina. Trasciende el fenómeno fisiológico de la maduración genital
y de la capacidad de reproducción que constituyen el núcleo de la sexualidad.

BLOS.
PSICOANALISIS DE LA ADOLESCENCIA.

Preadolescencia:
Aumento cuantitativo de la presiòn instintiva que conduce a una catexis indiscriminada de todas las
metas libidinales y agresivas de gratificación infantil. El resurgimiento de los impulsos genitales no
se manifiesta de modo uniforme en hombres y mujeres, debido a que cada sexo se enfrenta a los
impulsos puberales en forma distinta. Podemos decir que un aumento cuantitativo en los impulsos
caracteriza la preadolescencia y èsta condiciòn lleva a un resurgimiento de la pregenitalidad.
La gratificación instintiva directa, se encuentra con un super-yo reprobatorio; en este conflicto, el
yo recurre a defensas como: la represiòn, la formación reactiva y el se desplazamiento. Una
situación nueva para el servicio de la gratificación instintiva es la socializaciòn de la culpa, en la
latencia, se descarga la culpa en el grupo, o mas específicamente en el lider como instigador de
actos no permitidos; la socializaciòn de la culpa crea temporalmente defensas autoplàsticas, que
son un tipo de disculpas.
Es sabido que el desarrollo psicològico en la preadolescencia es diferente en mujeres y varones. El
conflicto edìpico en la mujer, no ha llegado a una culminaciòn, como si ocurre en el hombre. Freud:
^la muchacha permanece en la situación edìpica por un perìodo indefinido; solamente lo abandona
muy tarde en su vida y en forma incompleta^. Una ruptura en el desarrollo emocional progresivo
en la mujer, provocada por la aparición de la pubertad, constituye una amenaza màs seria que en
el varòn a la integración de la personalidad. En el desarrollo femenino normal, la fase
57 preadolescente de la organización de los impulsos està dominada por una defensa en contra de una
fuerza regresiva hacia la madre preedìpica.

La elecciòn de objeto adolescente:


Tanto la adolescencia temprana como la adolescencia propiamente dicha, tienen cualidades
diferentes a la fase preadolescente. La vida emocional es mucho mas rica; la pregenitalidad pierde
cada vez mas el papel de una funciòn satisfactoria, siendo relegada a una actividad de iniciación
(mental y fìsica) y da lugar a la anticipación del placer. Este cambio en la organización de los
impulsos, da a la genitalidad el primer lugar.
En la adolescencia temprana hay un resurgimiento de amistades idealizadas con personas del
mismo sexo. Durante la adolescencia propiamente dicha, ocurre un cambio decisivo hacia la
heterosexualidad y una renunciaciòn final e irreversible del objeto incestuoso. El ingrediente
esencial de ambas fases es darse cuenta de la situación social con angustia y culpa.
Durante la adolescencia temprana y propiamente dicha debe lograrse la renunciaciòn de los objetos
primarios de amor; los impulsos cambian hacia la genitalidad, los objetos libidinales cambian de
preedìpicos y edìpicos a objetos heterosexuales no incestuosos.

Adolescencia temprana:
La maduraciòn puberal saca al varòn de su preadolescencia y de la catexis pregenital; la mujer es
igualmente forzada hacia el desarrollo de su feminidad. Busqueda de objetos libidinales
extrafamiliares; la falta de catexis en los objetos de amor incestuoso, deja una libido que flota
libremente y que clama por acomodarse, trayendo como consecuencia una busqueda de objetos
nuevos.
La eleccion de objeto en este periodo sigue el modelo narcisista. Lo que proyecta ante sì como su
ideal, es el sustituto del narcisismo perdido de la niñez en el cual èl era su propio ideal.
La posición bisexual de la mujer en este periodo,està intimamente relacionada al problema del
narcisismo. La declinación de la tendencia bisexual marca la entrada en la adolescencia
propiamente dicha.

Blos
Psicoanálisis de la adolescencia
Masturbación:
La masturbación adolescente (gratificación genital autoerótica), se vuelve reguladora de tensión y
portadora de fantasías que acompañan en su contenido y patrón cambiantes las varias fases del
desarrollo adolescente. Está construida en una larga historia de sensaciones y experiencias
autoeróticas localizadas en el tenue pasado de la infancia. Comprende una gama de sensaciones,
que van desde la sensación calmante hasta la de tipo orgástico en la que hay un aumento gradual
de excitación y tensión usualmente escalonada.
Como acto complejo psicofísico, está asociada en el curso del desarrollo con las zonas erógenas y
lleva a la proclividad de los impulsos más o menos fijados. Se aleja gradualmente de ser una
simple actividad placentera hasta estar muy unida a los objetos de amor primarios. La fantasía,
incluyendo la imagen mental del objeto, se vuele el vehículo que conecta los deseos instintivos con
residuos de recuerdos con sus elaboraciones y distorsiones; hasta que la fantasía de sí y por sí
misma se vuelve un logro de la gratificación instintiva. Cuando se efectúa esta forma de
gratificación sin sensación física o erótica consciente y reconocida, hablamos de masturbación
mental.
Efectúa una función adecuada de la fase, desde el momento que facilita un movimiento progresivo
del impulso instintivo. Afirma una tendencia conservadora al perpetuar posiciones sexuales
infantiles, aunque con frecuencia sólo parcialmente o en forma disfrazada. Esta tendencia
conservadora constituye un detrimento para el desarrollo progresivo.
Es la actividad sexual de fase específica que despoja a los impulsos pregenitales de sus direcciones
independientes y los somete progresivamente a la genitalidad. Estos impulsos se relegan a un rol
de iniciación en vez de satisfacción. Representa un aspecto positivo, que reside en la elaboración
58 del placer previo, logro mayor de la masturbación adolescente. Es una actividad sexual
indispensable y transitoria que pone en contacto experiencias autoeróticas infantiles con objetos a
través de la imaginación mental: la fantasía.
Promueve nuevos cambios, uniones y delineaciones de imágenes mentales y sus catexis; estabiliza
representaciones de objeto y del ser, facilitando la aproximación a la genitalidad. La total ausencia
de masturbación durante la adolescencia, indica una incapacidad para manejar los impulsos
sexuales de la pubertad. Además, indica que la masturbación infantil ha sido reprimida a un grado
tal que la alineación necesaria de impulsos pregenitales con sexualidad genital no puede ser
lograda. Los casos de abstinencia total, representan una detención en el desarrollo psicosexual, que
es por sí mismo patognómico. Siempre que la masturbación esté solamente al servicio de una
función regresiva, o siempre que rinda una adaptación aloplástica, como parte de la búsqueda del
objeto, la masturbación ha malogrado su función de fase adecuada.
El contenido mental y el carácter funcional de la masturbación sufren cambios típicos. Puede ser
vista en dos formas: estando en consonancia con la organización de impulsos instintivos y
desarrollo del yo, o como obstruyendo procesos. Lo último se evidencia siempre que la
masturbación se convierte en un regulador habitual de tensión, o que se transforma en una pauta
prematura y estabilizada por la formación de la personalidad; una integración autoplástica como
ésta da por resultado un carácter compulsivo o narcisista.
En la masturbación genital, generalmente se distingue el acto físico de la fantasía presente. Es la
fantasía la que ejerce una influencia dañina en la formación de la personalidad. Los efectos
perjudiciales vienen de dos fuentes: severa ansiedad del superyó y los sentimientos de culpa, o
unión de la masturbación genital con las metas sexuales infantiles. Ésta última resultará en una
detención del desarrollo psicosexual.
El resultado dependerá de dos factores: de la fuerza de los puntos de fijación; y del grado de
redención del yo, la fortaleza o la debilidad en contra de la regresión. La masturbación genital, sirve
como un anclaje en el nivel genital y neutraliza la regresión (normalmente).
Una concentración de libido narcisista en los propios genitales es acompañada por tendencias
voyeuristas y exhibicionistas. Una tolerancia baja de tensión o un yo débil invita a la masturbación;
y a la inversa, la masturbación mantiene la tolerancia de la tensión en un nivel bajo. Cuando la
masturbación proporciona la satisfacción completa, perpetúa y fija el infantilismo. El individuo no
tiene razón de competir con otros por un objeto sexual puesto que encuentra todas las fuentes de
placer dentro de él mismo.
Cuando tanto el escape de la fantasía de tensión instintiva, como la transformación en síntomas
están bloqueados, se provoca una condición especial, descrita por A. Freud, en la cual la fantasía
de masturbación es desplazada de la vida sexual a la actividad yoica, o de la fantasía al mundo
exterior. Así, las fantasías de masturbación se actúan en el mundo exterior (mal ajuste social, falta
de constancia esencial de objeto). Cuando la masturbación física y el escape de la fantasía están
bloqueados, una formación temporal de síntomas aparee frecuentemente: compulsión y fobias,
síntomas obsesivos, trastornos psicosomáticos. También pueden aparecer efectos dañinos de la
masturbación en términos de síntomas neurasténicos  dolores de cabeza, molestias
gastrointestinales y fatiga. La necesidad de actividad física e interacción social, la inhabilidad para
estar solo sin volverse inquieto y ansioso, y el habito de combinar el estudio con escuchar música,
representan maniobras típicas en la batalla contra la masturbación.
La actividad masturbatoria puede aparecer en forma desplazada, sin manipulación genital o
fantasía sexual; existen gran cantidad de equivalentes de la masturbación que abarcan otras partes
del cuerpo o también, se puede dar una manipulación compulsiva con objetos manuales. Siempre
que la masturbación desplazada tenga una elaboración simbólica de descargas orgásticas produce
un gran estado de excitación de naturaleza sexual, el cual no es reconocido por el sujeto. Sin
embargo, estas actividades están acompañadas de culpa y sentimientos de inferioridad, típicos de
los efectos posteriores a la masturbación en sí. La culpa, aparece frecuentemente en forma
disfrazada como propensión a los accidentes.
La masturbación en miembros del sexo masculino y femenino sigue rutas diferentes, como
59 consecuencia de la diferencia entre el complejo de castración femenina y el masculino. El hecho de
que la excitación sexual en el joven produce la erección y más tarde la eyaculación, hace de la
conexión estimulo y reacción genital, un hecho obvio e innegable. Hace que el joven dirija su
atención desde pequeño hacia el pene, como un órgano de placer que puede ser manipulado a
voluntad.
La joven, en contraste, se masturba sin ningún cambio corporal observable y notable. La
manipulación del clítoris es practicada durante la infancia y frecuentemente se abandona en una
etapa que sigue a la menara. Surge un cambio profundo de la personalidad. Se desarrolla el
antagonismo con la madre y aumentan las reacciones culpables en la masturbación. Si la
masturbación es suprimida físicamente, sobrevive en fantasías crudas y sádicas de las cuales las
fantasías de violación son representantes típicas. El miedo al daño corporal la lleva a temores
hipocondriacos; el sentimiento de no ser merecedora de amor y de ser fea representan
sentimientos subjetivos concomitantes. La resistencia a la masturbación es más común en la joven.
Asimismo, la masturbación puede ser practicada por la joven en la forma disfrazada de posiciones
que estimulan el clítoris, como sentarse en el brazo de una silla, montar a caballo, etc.
La masturbación del clítoris no es abandonada en la mayoría de los casos hasta que se encuentra
un objeto de amor heterosexual. El compañero se convierte en la fuente de gratificación tanto
narcisista como libidinal de objeto. Este paso a la feminidad ocurre sólo lenta y parcialmente hasta
que llega a un estado de plenitud en la adolescencia tardía o en la postadolescencia.
En los hombres, los genitales continúan siendo el centro de su narcisismo, mientras que en las
mujeres existe un narcisismo secundario que se adhiere al cuerpo como un todo. El autoamor
narcisista, el adorno del cuerpo, el énfasis socialmente sancionado en el mostrar partes del cuerpo
como los senos, el encanto físico y la belleza en general, son formas de gratificación narcisista y
exhibicionista que facilitan la dilación de la rendición a un amor sexual, hasta que aparezca una
relación permanente. En contraste con esto, cualquier muchacho que intente llamar la atención
hacia su belleza o que la muestre con placer exhibicionista es siempre considerado afeminado. Sus
logros pueden ser de índole atlética, intelectual, académica, sexual, ocupacional, creativa. La
temeridad, perseverancia, velocidad y poder son los atributos considerados masculinos, que pueden
ser mostrados públicamente por el hombre.
La masturbación está frecuentemente ligada al miedo inconsciente de daños genitales, y por
desplazamiento, también a las funciones específicas del yo. Existe una enemistad básica entre la
masturbación por un lado, y los intereses del yo y del superyó por otro. El miedo a los dalos, es
calmado sólo repitiendo el acto masturbatorio.
Ciertos adolescentes en quienes el impulso homosexual es muy fuerte, evitan completamente la
masturbación y se envuelven en una relación heterosexual a temprana edad. La masturbación en
el joven sirve para reasegurarle su masculinidad, y disminuye marcadamente con la resolución del
conflicto homosexual y el encuentro de un objeto heterosexual.
La masturbación no tiene objeto y no implica placeres previos. El objeto de la actividad
masturbatoria es la fantasía. El joven o la joven, experimenta una representación de objeto y de
ser fluctuante, desde el momento que es simultáneamente sujeto y objeto, macho y hembra, activo
y pasivo. La adhesión prolognada a la masturbación contrarresta la polarización sexual. Establece
un estado de fijación bisexual que resulta en el empobrecimiento de intereses dirigidos a un objeto,
y en la proliferación de una vida fantasiosa sobrecatequizada.
El abandono de toda la masturbación antes de ser establecida la etapa heterosexual propia de la
adolescencia resulta en alguna forma de inmadurez psicosexual. La masturbación inicia el
movimiento hacia delante de la libido por una acción casi experimental en la fantasía. La
naturaleza regresiva o infantilizante de la masturbación debe ser constantemente contrarrestada
por la unión de la organización del nuevo impulso adolescente ganado en el mundo objetal
.
LOUIS KAPLAN.
60 Adolescencia. El adios a la infancia.

La pubescencia: este termino alude al vello suave. Pubis, designa la parte inferior del vientre que se
cubre de vello al acercarse a la pubertad; mientras que el tèrmino pubertad, alude a la madurez
sexual.
Las manifestaciones mas evidentes de la pubescencia son el vello pùbico y axilar en ambos sexos,
el desarrollo de los senos en las niñas y el crecimiento del escroto, los testículos y el pene en los
varones.
Una explosiòn de crecimiento impulsa al adolescente hacia el futuro. En la pubertad, cuando la
genitalidad podrìa por fin cumplir los arcaicos deseos de la infancia, el adolescente se encuentra
con el tabù del incesto, que lo obliga a remodelar su deseo sexual. El irrevocable renunciamiento a
las relaciones amorosas de la infancia provoca una lucha emocional prolongada y dolorosa. La
pubertad sexual, instiga a un desplazamiento del deseo sexual afuera de la familia y una revisiòn
de la autoridad moral.
Durante la adolescencia, la leyenda de la pèrdida y el reencuentro de objetos de amor, adquiere
nuevo impulso y nueva urgencia.

Interludio biològico. La aceleración del crecimiento.


Para que se complete el pasaje de la infancia a la edad adulta, se requiere un del deseo, que atañe
exclusivamente a los deseos incestuosos, tiene una sola direcciòn (se aleja de los padres) y es
irreversible. A esta forma se la ha dado el impreciso ròtulo de remociòn a efectos de destacar el
hecho de que una vez que el adolescente desliga la libido de sus padres, el apetito sexual habrà
sido removido de una vez para siempre y depositado en otra parte (una persona del sexo opuesto
que no pertenece a la familia). La remociòn implica algo mas que un desplazamiento, la calidad del
apetito sexual se convierte de anhelo incestuoso, en deseo genital adulto. La remociòn tiene dos
aspectos: el deseo genital y la persona amada a quien se dirige el deseo.
El metodo mas directo de transferir el deseo incestuoso hacia otra parte es la fuga; esta fuga del
amor-deseo de la familia, le deja el anhelo del compañerismo amoroso. Otro modo de remover a
los padres es convertir el deseo amoroso y la dependencia infantil en odio, desprecio, burla y
sublevación. Todas maneras de mitigar la angustia del incesto.
La aceleración del crecimiento: el elemento principal es el aumento en la secreciòn de
andrògenos suprarrenales. Los estrógenos suprarrenales y la hormona del crecimiento que produce
la pituitaria tambièn inciden en la aceleración del crecimiento.
Durante la pubescencia aumentan de tamaño las cèlulas musculares y tejidos del corazón, el
estòmago, los riñones, el hìgado, el bazo y los intestinos. Los cambios mas notorios se producen en
los huesos largos de las piernas, brazos y tronco.

Casi todas las personas olvidan con el tiempo las dolorosas emociones vinculadas con el proceso de
convertirse en adultos. El adolescente està en busqueda constante de nuevas formas de amor, pero
aùn se mantiene ligado al pasado, por lo que es frecuente que trate de transformar las experiencias
potencialmente nuevas en alguna reiteración encubierta de las pasadas. El ànimo depresivo, las
reacciones de tristeza y los estados de angustia, tìpicos de la adolescencia, son manifestaciones de
la lucha interior por renunciar al pasado y al mismo tiempo no perderlo del todo. Cuanto mas pueda
el adolescente asimilar y utilizar para sus propios fines lo que le ofrece el medio exterior, mejores
seràn sus posibilidades de modificar el curso posterior de su vida. A partir de lo que le proporciona
su medio social, el adolescente crea un medio personal especial, en esta instancia lo utiliza a los
efectos de modificarse a si mismo, acrecentando su vida interior. Esta divisiòn interior se expresa
en el grupo de pares, siendo natural que lo utilice para expresar esos sentimientos divididos y esas
imágenes incoherentes de su identidad; crea grupos de pares, de acuerdo con sus propias
necesidades emocionales, a efectos de lograr una integración mas satisfactoria de su experiencia
de si mismo. Estas relaciones grupales espurias y transitorias, quedaràn inmortalizadas en la
persona nueva y mas coherente en que habrà de convertirse con el tiempo.
El puente entre los dialogos de amor y el narcisismo: en la opciòn entre permanecer
61 ligado a la familia de un modo infantil y no genital o afirmar su vitalidad genital y su compromiso
con el presente, la mayorìa de los adolescentes se decidirán por renunciar al pasado. Durante este
proceso, las pasiones competitivas y agresivas que correspondìan al progenitor del mismo sexo se
transforman y tambièn se dirigen fuera de la familia; en forma paralela se encuentran las
transformaciones que implican las pasiones homoeròticas hacia el progenitor del mismo sexo. La
virilidad y la feminidad entrañan mas que la transferencia de la libido heterosexual y la relacion con
el progenitor del mismo sexo, abarca mas que rivalidad, celos y competencia. Normalmente, lo que
vemos es una identificación con la conducta y rasgos personales de ese progenitor, considerables
muestras del deseo narcisista de convertirse en aquello que se ama y admira.
Con el inicio de la pubescencia, cada niño debe enfrentarse con el dilema de què hacer con las
pasiones eròticas y narcisistas dirigidas al padre del mismo sexo. Los problemas sexuales y morales
consisten en preservar los lazos afectuosos y tiernos con este progenitor y eliminar el erotismo de
las pasiones destinadas a èste, transfirièndolas a otro destinatario. Lo importante es la manera en
que llega al relativo equilibrio existente entre el amor a si mismo y su capacidad de amar a otros.
Casi todas las conductas predominantes en la adolescencia estàn marcadas por el conflicto entre el
sometimiento a la sexualidad infantil y la afirmación de la genitalidad.
Cualquiera sea la alternativa amorosa que elijan, todos los adolescentes deben luchar contra sus
impulsos homoeròticos.

Fernández Mouján
Rasgos de carácter en la Pubertad y mediana Adolescencia

La transformación de la libido objetal en libido narcisista, trae consigo el abandono del


objeto externo y sus fines sexuales (especie de sublimación). El Ello puede tolerar la pérdida y la
posibilidad de esperar, cuando el Yo se ha modificado para dominarlo. Esta modificación, se debe
a que por identificación, el Yo ha reconstruido dentro de sí el objeto externo sexual, ya sea para
tolerar su pérdida y ofrecerse como tal al Ello, o también para tolerar la espera ofreciéndose al Ello
temporariamente. Estas identificaciones entran dentro del proceso de las fases del desarrollo y
forman el carácter.
Los rasgos de carácter en la pubertad son transicionales y tienen una doble finalidad 
elaborar una pérdida y permitir una espera.
Por medio del rasgo de carácter se expresarían en el Yo las identificaciones del objeto
perdido, y simultáneamente las del esperado. Estos dos objetos cambian para la mujer y para el
varón, debido a la influencia factores culturales y biológicos. En la pubertad, la presión biológica
tiene más peso que la cultural en los cambios psicológicos.
En la mujer, al tener la primera menstruación (12 años), percibe externamente “sangre”
como confirmación externa de la pérdida del “pene”, aceptado en la fantasía inconsciente
bisexual. También percibe una serie de impulsos de características polimorfo-perversas, sádicas,
libidinosas que tienen que ver con lo nuevo: la expresión de su feminidad. Está ante dos procesos
de identificación: uno ligado a ansiedades de pérdida, el otro, a ansiedades ante lo nuevo de
carácter persecutorio; y los dos a objetos sexuales: padre y madre.
Ante esta emergencia, se identifica con un objeto parcial: el pene del padre, y lo ofrece a sí
misma por identificación como falo, adquiriendo ciertos rasgos masculinos ligados al padre o
sustitutos. Esto calma ambas ansiedades: al sentirse poseedora de un falo no percibe la pérdida de
la bisexualidad como algo que la expone a una angustia intolerable ligada al conflicto edípico. Y a
la vez se identifica con la madre, pero en grado menos intenso, ya que lo importante en ella es
calmar la pérdida.
La bisexualidad detiene el enfrentamiento de la propia identidad con lo nuevo que se
percibe. A los 15 años se invierte la situación: lo fálico cede el lugar de privilegio a lo femenino. La
existencia de una buena identificación infantil femenina (madre internalizada) debilita la
62 identificación masculina (fálica o padre internalizado), la cual adquiere importancia transitoria que
debería terminar a los 15.
En la pubertad femenina, el conflicto estaría dado entre la emergencia de los instintos, con
sus fantasías concomitantes, y el Yo apoyado por la presión cultural (superyó). Se puede resolver a
nivel de rasgo de carácter, porque la ansiedad de pérdida tiene, con la identificación masculina, la
posibilidad de expresión de un rasgo de carácter aprobado por la cultura. El Ello lo aprobará
transitoriamente si al mismo tiempo le ofrece la posibilidad de cierto grado de satisfacción sexual
femenina. El rasgo de carácter narcisista lo permite con la satisfacción en la exhibición y
seducción, expresión de la identificación femenina (madre deseada y admirada).
La pérdida del púber varón es la de la feminidad (la madre) a la cual tiene que recuperar
por identificación, como objeto ahora desexualizado (expresado en el carácter pasivo).
Simultáneamente descubre lo nuevo: su desarrollo físico y genital, así como también sus impulsos
libidinosos genitales, que necesita posponer. Le ofrece a su Ello por identificación aspectos
parciales de una imagen masculina (padre interno) no asimilados al Yo, que le permitirían esperar,
dado que la percepción de su cuerpo e impulsos le hacen prever que la masculinidad no es lo
perdido con el crecimiento, sino lo nuevo peligroso que realmente puede perder.
Como en las chicas, la identificación tiene un carácter defensivo, primando las defensas
pasivo-femeninas, a las que no teme tanto perder dado que no coinciden con su identidad sexual
real.
El rasgo de carácter adquiere el valor de objeto transicional, involucrando lo perdido y lo
esperado y manteniendo la bisexualidad como defensa ante la angustia de castración.
La pasividad, es la expresión de esta identificación femenina, que le permitirá tolerar
transitoriamente la ansiedad de pérdida y la persecución, con ella no enfrenta la rivalidad edípica.
El púber varón, con su carácter pasivo, se autocastra transitoriamente, esperando una mayor
tolerancia a sus impulsos sexuales todavía teñidos de sadismo y perversión. Simultáneamente, se
identifica con su novedad, los aspectos de la masculinidad en pleno desarrollo. Esta identificación
es más débil y necesita ser negada en parte.
La adquisición de los rasgos de carácter en el varón tiene el mismo sentido que en la
mujer, por un lado expresarán la posibilidad de elaborar un duelo (fuerte identificación con el
objeto perdido) adquiriendo características transitorias de los dos sexos, y por otro la paulatina
aceptación de su identidad sexual (débil identificación con el propio sexo). Ambas identificaciones
(masculina y femenina) aparecen en su rasgo de carácter, pasivo-compulsivo (inhibiciones,
irresponsabilidad, machismo, formalismo, masturbación).
A diferencia de las mujeres, este rasgo no está fuertemente consolidado y está propenso a
ceder paso a defensas más regresivas, tales como los síntomas. La presión social en contra de sus
rasgos de carácter y la externalización de sus genitales le impiden toda negación, al estar
expuestos tanto a percepción y estimulación, como a castración.
A estas dos presiones, biológica y cultura, se agrega la modalidad masculina del Yo en
expresar sus impulsos sexuales, que Erikson llama intrusiva. La modalidad intrusiva es también la
externalización de los deseos. Todo está afuera en el varón: sus genitales, el rol social que la
cultura le asigna, su modalidad psicológica de expresar los impulsos.
La defensa contra la angustia de castración es un rasgo de carácter que trata de mantener
todo adentro y muy controlado (pasivo-compulsivo). La fobia es la neurosis predilecta de los
varones púberes.
La pubertad es un período que se podría llamar preadolescencia; su finalidad es permitir a
quienes la atraviesan, un compás de espera antes de afrontar el conflicto edípico genital que
marca el verdadero comienzo de la adolescencia (15 años).
Durante la pubertad, los impulsos son de características polimorfoperversas, daño al
63 conflicto edípico la característica de pregenital. La necesidad de restaurar lo antes posible la
identidad del Yo y sus funciones en crisis, especialmente la capacidad sintética y de pensamiento
en la forma adulta, es lo que permitirá elaborar sus conflictos en niveles más simbólicos.
Las chicas durante su pubertad fueron afianzando sus identificaciones femeninas y
debilitando las fálicas, lo que las ha ido haciendo más receptivas.
La presión social que apoyaba la moratoria en las mujeres con respecto a la aceptación de
la identidad sexual ha cesado, lo que les crea una situación difícil al tener que enfrentar
abiertamente el conflicto edípico genital. A los 15 años, las púberes ya están preparadas para
afrontar intelectual y sexualmente su rol, por tener la identidad más afianzada; por lo que los
rasgos de carácter defensivos típicos de la pubertad, no son tan necesarios.
El rasgo de carácter, se reemplaza en ambos sexos por la “barra”, que interviene como
objeto transicional, en el sentido de que contiene elementos infantiles (bisexualidad, familiaridad,
sometimiento, códigos infantiles, etc.) y del mundo adulto (heterosexualidad, código
convencional, normas colectivas, autonomía, etc.). Es el último baluarte de la bisexualidad, la
última posibilidad de sentir lo impulsos sexuales individuales todavía confundidos con los del otro
sexo, no formando ya parte de sí como en el carácter, sino como miembro del grupo. Esto sucede
por el fenómeno de la identificación proyectiva, en el que chicas y varones viven
inconscientemente como propio el sexo opuesto. La barra se vive como una unidad por el monto
de identificación proyectiva  cada uno vive al otro como parte de sí y al mismo tiempo como
distinto. Se trata de un grado mayor de individuación y socialización, lo que permite un segundo
compás de espera para que la identidad de vaya consolidando y para permitir la adaptación social
mediante la intimidad de la pareja.
Los varones llegan mejor preparados para adaptarse socialmente, dado que sus rasgos de
carácter no han sido tan defensivos como los de las mujeres.
En la pubertad, la bisexualidad fantaseada servía para graduar la ansiedad surgida por la
heterosexualidad (conflicto edípico), pero a los 15 años, su abandono pone al descubierto
ansiedades vinculadas con la homosexualidad latente. La pérdida del otro como depositario de sus
impulsos homosexuales (el otro es una parte de sí) origina un aumento de ansiedad homosexual.
La reintroyección de estos aspectos homosexuales surge cuando se rompen las estructuras
caracterológicas, las barras o las parejas precoces. De la fuerza de la identidad sexual del Yo,
depende que la aceptación de la bisexualidad no se transforme en homosexualidad.
Esta aceptación de la bisexualidad real es la base para la futura aceptación de la pareja en
términos de unión objetal en vez de narcisística.
La psicopatología depende directamente de la falla de estas dos defensas normales para
elaborar el duelo básico de la adolescencia: la pérdida de la bisexualidad fantaseada, y la
aceptación de la bisexualidad real. Rotas esta defensas y aceptada la bisexualidad real, surge el
conflicto edípico, que de pregenital pasa a plantearse en términos de genitalidad adulta a los 15.
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Psicologia del desarrollo. Mariano Moraleda.

¿Escrito en el cuerpo? Género y derechos Humanos en la adolescencia.


Eleonr Faur.

Lo primero que nos distingue como hombres o mujeres es nuestra diferencia sexual. Durante la
adolescencia, ésta se presenta con nitidez y genera un territorio de renovadas representaciones;
significados que se otorgan al hecho de ser varón o mujer en una sociedad determinada (mas allá
de lo físico), se crean definiciones corporales y emocionales, así como prácticas sociales relativas a
la sexualidad, la división del trabajo y la distribución de los recursos materiales y simbólicos entre
varones y mujeres.
La manera como construimos el genero, ya sea individual o colectivamente tiene una relación
compleja con el ejercicio de nuestros derechos humanos. Atravesados por desigualdades sociales,
etnicas y también de género, son muchos los obstáculos que los adolescentes encuentran para el
ejercicio de sus derechos en la Argentina contemporánea.
El lugar del cuerpo en la construcción de desigualdades durante la adolescencia y los aportes que
puede ofrecer la perspectiva de derechos humanos para transformar estas desigualdades.
Concepto de género: se refiere a la construcción social y cultural que se organiza a
partir de la diferencia sexual. Supone definiciones que que abarcan tanto la esfera individual
(la subjetividad, la construcción del sujeto y el significado que una cultura le otorga al cuerpo
femenino o masculino), como la esfera social (división del trabajo, distribución de recursos y
definición de jerarquías entre unos y otras). El género supone la construcción de
identidades en el orden simbólico y su ordenamiento social e institucional ,
plasmado en relaciones sociales signadas por la jerarquía.
Descadas 1920-1930. Margaret Mead. Afirmó que no existen bases biológicas para
relacionar la pertenencia a uno u otro sexo con comportamientos y actitudes consideradas
"masculinas" o "femeninas".
Simone de Beauvoir, incorporó la idea de que las mujeres no nacen, se hacen. Sostenía que el
mundo occidental estaba organizado en función de una polaridad entre hombres y mujeres, en la
cual los hombres, habían controlado los sistemas de poder, mientras que a las mujeres les había
quedado el papel de ser "lo otro", lo distinto respecto del modelo central (masculino), y desde ese
lugar, la otredad, les tocaba hacerse a sí mismas, parirse, a lo largo de la vida.
1970-(nueva ola del feminismo académico): Investigaciones evidenciaron que las mujeres
no desempeñaban un rol neutral, sino que ocupaban una determinada posición, la que suponía
desventajas en términos de autonomía, de aprobación de sus cuerpos, de participación en la
generación de recursos.
El género no es un rol, pues, no hay un conjunto definido de relaciones cuya única función, de
alguna manera, esté restringida a la característica social de ser hombre o ser mujer.
1980-1990; se cuestionó la distinción entre sexo y género, sosteniendose que, la utilización del
65 termino sexo como un condensador de datos biológicos fue revestida de una naturalización
ficticia.Michel Foucault y Judith Butler, permitieron profundizar la mirada sobre este tema, al
desencializar la sexualidad, mostrando que el sexo también está sujeto a una construcción social; lo
que se percibe como "invariable" no es ya el sexo, sino la materialidad de la diferencia sexual, que
adquiere variaciones significativas según la manera en cómo se simbolice e interprete.
El anclaje del concepto de género en la dimensión cultural, permitió superar una
noción determinista, en el sentido biológico, para reconocer la variabilidad de las
nociones acerca de lo masculino y femenino; esta perspectiva, puso en evidencia
que, siendo el género el producto de una construcción cultural, era también objeto
de transformaciones.
Estas corrientes descontructivistas, sostienen que el cuerpo es mucho más que una marca
biológica; convirtíendose en un espacio signao por señales portadoras de nuestro lugar en el
mundo y de nuestro género.
Habitar el cuerpo, construir el género: una mirada sobre la adolescencia: la adolescencia
constituye, en nuestra cultura, una etapa de la vida en la cual las identidades y las relaciones de
género transforman profundamente sus significados para la persona y para su entorno. Al ingresar
a esta etapa, ya se han atravesado las etapas de socialización de la infancia, donde probablemente,
hayan accedido al caudal de metáforas que indican diferentes pautas para varones y mujeres. Se
habrá ido incorporando en las subjetividades de unos y otras, cierto sistema de
oposiciones binarias, (visión dicotómica que implica que cada hombre o mujer, haría bien en
rechazar o dosificar rasgos del otro polo dentro de sí). Aquello que en la infancia se venía
configurando en un plano simbólico, se va a inscribir en la materialidad del cuerpo adolescente y a
partir de alli, irá creando una nueva cadena de simbolizaciones sobre la diferencia de género.
Todo este proceso se encuentra cargado de significados que superan la densidad del cambio físico;
las mujeres se hacen "señoritas", cuando tienen su primera menstruación y que los varones se
"hacen hombres" cuando comienzan a tener relaciones heterosexuales. Estas representaciones
denotan la configuración de distintas modalidades de vivir la autonomía personal, tanto en el
terreno de la sexualidad, como en otros territorios que también hacen al modo, como los sujetos
habitan sus cuerpos y participan del entorno.
Varones: virilidad y potencia. Mujeres: presunta fragilidad.
Los adolescentes afinan también su mirada respecto de la organización de la
sociedad; de manera tal, que al ingresar en esta etapa, ya han tenido suficientes
prácticas institucionales que recrean jerarquías de género en el orden social. Cabe
preguntarse hasta qué punto la desigualdad de género es realmente reconocida y
considerada en términos de injusticia.
Con la Declaración Universal de Derechos Humanos- (1948)- se indicó que todas las personas
tienen los mismos requierimientos básicos para una vida digna, y por lo tanto, debían tener iguales
oportunidades para su satisfacción. La idea de igualdad remitía a la necesidad de equiparar las
diferencias entre las personas y sus circunstancias bajo un parámetro de dignidad mínima que
fuera común para todos.

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