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Cuentos de

la Región
Purépecha
Volumen I

Lorena Juárez Guerrero


Ilustraciones
Laura Vázquez García
Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas

Lic. Adelfo Regino Montes


Director General del Instituto Nacional de los
Pueblos Indígenas

Mtra. Bertha Dimas Huacuz


Coordinadora General de Patrimonio Cultural,
Investigación y Educación Indígena

Itzel Maritza García Licona


Directora de Comunicación Social
Contenido

Introducción
1

La doncella de agua
3

Visita indeseada
17

El duende purépecha
27

El silbido de los ancestros


37

Acertijo Divino
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CUENTOS DE LA REGIÓN PURÉPECHA
(Volumen I)

Investigación y adapatación
Lorena Juárez Guerrero

lustraciones
Laura Vázquez García

Corrección de estilo
Carlos Raúl Rivero Padilla

Coordinación de la serie
Norberto Zamora Pérez

MÉXICO, 2020

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Introducción
Esta colección de dos libros de cuentos cortos pretende acentuar el interés en la cos-
movisión purépecha contemporánea. La concepción del mundo de esta comunidad
indígena es rica en mitos, además, desde tiempos ancestrales su relación de respeto
con la naturaleza y el entorno ha sido de gran importancia, entendiéndola como un
intercambio recíproco.

En el primer volumen se desarrollan narraciones que involucran creencias de la vida


cotidiana. Los elementos que aparecen y sobre los cuales giran las historias, se mani-
f iestan en el día a día; son, en cierta medida, representaciones que podemos encontrar
en las comunidades purépechas. La riqueza oral del pueblo purépecha se entrelaza con
la diversidad natural

Los mitos y las creencias particulares de cada pueblo se crean a partir de una manera
de entender el mundo y de la necesidad de explicar los fenómenos con los que tienen
contacto. De esta forma encontramos la relación mística con las creencias: como una
oposición que busca respuestas. Así sucede en aquella que plantea el misterio de la
muerte y la posibilidad de que las almas de nuestros difuntos nos visiten.

Existe paralelamente un conjunto de creencias producida por el contacto con Europa


y el sincretismo cultural a través de los siglos. Esta relación ha dado lugar a mitos con
similitudes y analogías con aquellos del viejo continente. Tal es el caso de los duendes
o seres del bosque que hacen travesuras, tienen contactos mágicos con las personas o
dan dádivas bajo ciertas condiciones.

En el libro, la mitología del pueblo indígena, sus creencias y relaciones sociales, su


cultura, es decir, su cosmovisión, se vuelven el motivo de las historias, presentándose
como elementos vivos que toman por sorpresa a los personajes y propician un aura de
misterio a su alrededor, que es tanto temerosa como impresionante.

Los cuentos de esta colección combinan el realismo y el misticismo. El primero, en las


descripciones precisas de los lugares; y el segundo, en las creencias y expresiones que
sólo conoce con profundidad aquel que tiene una relación estrecha con la cultura y el
pueblo. Finalmente, las historias se presentan con la intención de que sean leídas y que
llegue a territorios más amplios la cosmovisión de uno de los pueblos indígenas que
conforman nuestro país.

1
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La doncella de
agua
El mundo se encontraba en un momento Los habitantes de Urapicho comenzaron a
terrible. Hacía años que la decadencia de depositar su fe, no sólo a Dios, sino tam-
la vida había comenzado, y con ella, sus te- bién, en la relación que sus ancestros pu-
rribles efectos, parecía la etapa f inal de la répechas habían tenido con la naturaleza,
vida en el planeta. Los polos ya se habían y que ellos, con el paso del tiempo, habían
derretido, las ciudades costeras habían dejado de lado. El respeto por el medio
desaparecido, los climas de cada región ambiente y las consecuencias que traía
cada vez se volvían más hostiles y, sobre atentar con él, era algo que sabían por sus
todo, el calor y la sequía arrasaban con ancestros.
todo.
Los ancianos del pueblo comenzaron a
El problema mundial era el agua. Tres me- rescatar rituales del más antes para el na-
ses antes todos los depósitos naturales de cimiento del agua, pero nada funcionaba.
agua, salvo el mar, se habían secado por En cambio, en su intento, habían desper-
completo. Las lluvias, por su parte, lleva- tado temibles culebras de agua en todas
ban retrasadas más tiempo que el habi- las regiones que, en otro tiempo, fueron
tual, y parecía que esa temporada, no iba ricas en lagos. Parecía que el destino era
a llegar. Michoacán no era la excepción. La ese, porque todos los esfuerzos eran en
región entera de lagos estaba seca; de lo vano.
que había sido Pátzcuaro, no quedaba ni
charcas. En aquel pueblo habitaba una muchacha
llamada Itzuri. Ella solía ser una estudian-
Los habitantes de la sierra estaban doble- te común, con una vida tranquila. Desde
mente atemorizados por la dif icultad de que el agua comenzó a agotarse y la vida
llevar agua hasta sus tierras. El pueblo de se complicó, todo dio un cambio radical.
Urapicho subsistía en un incierto estado La madre de Itzuri estaba terriblemen-
de emergencia; al igual que en el resto de te enferma, la falta de agua ya la estaba
esas regiones, el agua se conseguía a tra- matando y era cuestión de días para que
vés de una ración mensual asignada por el falleciera. Su padre había muerto un mes
gobierno, o bien, de contrabando. antes en una pelea por agua, mientras,
desesperado, trataba de robarla a perso-
nas de cuidado.

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Cada día, Itzuri salía a buscar algún manantial - No digas eso. Además, ya no estás sola, te ayu-
o pozo oculto que pudiera ayudar a su madre, daré a buscar.
pero no encontraba nada. Una mañana, Itzu-
ri salió en busca de agua y se encontró con un - ¿De verdad?
amigo del pueblo que, tiempo atrás, había ido a
la ciudad para tener una mejor vida y acceso a - ¡Claro! Ven, vamos.
los recursos necesarios. Su nombre era Irecha y
pronto distinguió a su amiga a lo lejos. - Pero yo ya he buscado en todos lados, creo
que ya no hay más lugares a los que podamos
- ¿Itzuri? ¿Eres tú? Pero como has cambiado, te ir.
ves muy distinta.
- ¿Has ido a los barrancos?
- ¿Irecha? ¡No te había visto! ¡Qué sorpresa! ¡Pero
qué dices! Yo estoy igualita, el que ha cambiado - No, ahí es peligroso.
eres tú.
- Quizás debamos ir allí, por algo nadie más la
- Nada de eso. En f in, te ves muy bien -dijo rien- ha encontrado. El agua debe estar en las zonas
do. que más evita la gente, de lo contrario tendría-
mos por montones.
- Gracias - le contestó Itzuri con una sonrisa tí-
mida en el rostro. - No lo sé, estoy segura que no soy la única que
ha examinado cada rincón.
- ¿Cómo va todo por acá? ¿Cómo están tus pa-
dres? - Bueno, además por lo que escuché, también
están las culebras de agua, ¿no? Seguro que su
Itzuri guardó silencio un momento mientras presencia es una señal inequívoca de agua.
agachaba la mirada con un gesto triste. Irecha
entendió inmediatamente que estaba pasando. - No, al contrario. Se supone que ellas aparecen
en los antiguos depósitos de agua, sustituyén-
- Lo siento. Soy un tonto, sabía que debía evitar dola. Después de los miles de ritos que las per-
el tema. sonas hicieron para traer agua, ellas aparecie-
ron. De alguna forma las terminaron invocando
- No, está bien. No te preocupes, tú no lo sabias por error.
y no había modo de que lo supieras. En f in, aun-
que me cueste debo hablar de ello. Mi padre fa- - ¿No podría ser que ellas sean las guardianas
lleció hace un mes intentando robar agua, esta- del líquido? Como supimos cuidar el agua de-
ba desesperado por mi madre que ahora está en bidamente, ahora los dioses nos castigan po-
cama. La falta de líquido agrava sus problemas niéndolas ahí para evitar que la sigamos desa-
y, para serte sincera, estoy aceptando que no provechando.
podré salvarla.

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- Que astuto, pues lo que dices tiene sentido – Por un momento quedaron perplejos ante lo
asintió Itzuri. que pasaba, sentían una inmensa curiosidad
por descif rar aquel suceso. Irecha se adelantó
- Entonces, ¿qué dices? ¿Vamos? persiguiendo al ave, Itzuri lo siguió. Sin em-
bargo, el pajarito no fue muy lejos, y pronto, se
Irecha extendió la mano, tratando de conven- posó sobre la roca en la que estuvieron senta-
cer a Itzuri. Ella sonrió y asintió con la cabeza, dos antes.
estrecho su mano. Los amigos se dirigieron a
la zona rocosa de los barrancos y las peque- Irecha se acercó lentamente para no asustar al
ñas montañas. La tierra estaba seca y sin vida, ave y cuando estuvo suf icientemente cerca, vio
quien caminara por ahí, jamás imaginaría la algo que lo dejó sorprendido. De la roca en la
presencia de agua en aquel sitio. que ahora estaba el pajarillo, brotaba una gran
cantidad de agua.
Itzuri e Irecha buscaron el líquido por dos ho-
ras. El sol quemante les lastimaba la piel y la - ¡Itzuri! ¡Mira esto!
vista, mientras su boca seca, suplicaba por
un trago de agua. Irecha sacó una botella con La chica se acercó y vio asombrada como pa-
agua del morral que cargaba y la compartió recía haberse transformado en una especie de
con Itzuri. Los jóvenes estaban exhaustos, se- fuente. La parte superior tenía un orif icio pe-
dientos y rendidos. Se sentaron un momento queño por el que salía el agua. Era como si de
en una roca grande, con un gran espacio hun- una llave abierta se tratara. Mientras, el espacio
dido rodeándola. hundido que rodeaba la roca comenzó a llenar-
se y a formar un pequeño estanque.
- Creo que se acabó - dijo Itzuri triste y resig-
nada. - Pero ... ¿cómo es esto posible? - preguntó
asombrada Itzuri.
-Sí, supongo que tenías razón.
- ¡No se! ¡Pero no importa! ¡Hay agua! Esta ave
- En f in, vamos de regreso. Quiero pasar con mi nos ha compartido un lugar secreto de agua.
mamá este tiempo que le queda, y si es nece- Tomemos toda la que podamos. Tú primero It-
sario, despedirme de ella. zuri, tu mamá la necesita mucho más.

Ambos chicos se levantaron y comenzaron a Ambos llenaron sus recipientes y se prepara-


caminar. De pronto, un colorido pajarillo voló ron para el viaje de regreso, no sin antes ubicar
sobre ellos esparciendo gotas de agua con sus exactamente el lugar en donde el agua había
alas. Su primera impresión fue creer que se tra- brotado para poder regresar. Después de la
taba de lluvia, así que vieron al cielo esperan- larga caminata, Irecha acompañó a Itzuri a su
zados. No pasó más de un segundo para que casa y la ayudó a cuidar a su madre. La señora
volvieran la mirada, lastimada por el sol y de- estaba muy débil pero aún sonreía y hablaba
cepcionada por el despejado y reluciente cie- tratando de disimular sus males.
lo. Ambos se miraron extrañados, pero pronto
volvieron a sentir las gotas de agua en el rostro. - Mamacita, ya vine. Mira a quién me encontré
Era el pájaro de nuevo.

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— Irecha la saludó con un gesto de mano — ¿Te
acuerdas de él? Iba conmigo en la primaria. ¡Es - ¿Qué pasa? - preguntó nerviosa Itzuri, cre-
Irecha, cómo ha cambiado! ¿No te parece? yendo que era alguna cuestión personal.

- ¿De veras es él? ¡Pero como has crecido! Ya - Es sobre el agua que encontramos. Por
eres todo un hombre, no hay duda. Me da mu- nada del mundo vayas a decirle a nadie más
cho gusto verte hijo. Estás en tu casa, lamento del pueblo.
no poder atenderte, pero creo que entenderás
mi situación El semblante de Itzuri cambio a increduli-
dad.
- No se preocupe señora, lo sé bien. Justamente
vine a apoyar a Itzuri con sus cuidados. Espero - Pero ... ¿por qué? No entiendo. Es un hallaz-
que el agua que conseguimos la ayude a recu- go muy importante. ¡Podría salvarle la vida
perarse. al pueblo entero! Sobreviviríamos a esta ho-
rrible sequía. Sabes muy bien cómo está la
- ¿Encontraron agua? Pero … ¿Cómo? ¿Dónde? situación mundial. ¿Me pides que esconda
¡Eso tiene que saberlo el pueblo! agua? ¡No sabía que fueras tan egoísta!

- Ya te explico luego mama, tu descansa y recu- - No es egoísmo, Itzuri. es por cautela. Real-
pérate. mente aún me parece una fantasía lo que
pasó con ese manantial. ¿Y si se trataba de
- Bueno, yo me retiro. Debo ir a ver a mis padres alguna maldición? ¿De magia negra? Qué
para darles un poco de agua – interrumpió Ire- tal si esa agua, que Dios no lo quiera por tu
cha. madre, nos termina perjudicando y arrastra-
mos a todos con nosotros.
- Ándale hijo, con cuidado. Me dio gusto verte.
¡Hasta luego! - De acuerdo, creo que ya entendí … Está
bien, no diré nada.
- Hasta luego, señora
- Si vemos que nada malo ocurre y si el ma-
- Te acompaño. Ya vuelvo ma. nantial sigue estando ahí, entonces sí, com-
partimos la buena notica. ¿De acuerdo?
Itzuri acompañó a Irecha hasta la puerta y le
dio las gracias por su compañía. Al momento - De acuerdo
de despedirse, ambos se miraron y se pusieron
nerviosos, claramente sentían algo más que la Los muchachos se despidieron e Irecha se
felicidad de ver a un viejo amigo. Finalmente, fue a su casa. A partir de ese día, ambos iban
se despidieron con cortesía e Irecha cambió su cada día al lugar del manantial y extraían
semblante. un poco de agua para ellos y sus familias.
La madre de Itzuri, pronto comenzó a lucir
- Itzuri. Tengo que decirte algo más sobre lo de cada vez mejor, hasta que por f in pudo salir
hoy. de casa. La señora estaba jovial y emanaba

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alegría, como si hubiera nacido nuevamente. - ¡Oiga! ¿Qué le pasa? ¡Déjeme tranquila!
La gente del pueblo, sin embargo, empezó a
crear historias sobre su recuperación. Algu- - ¡Agua! ¿Qué signif ica esto? ¿Cómo es que
nos decían que había recurrido a la brujería, conseguiste agua y no nos has dicho? ¿Des-
pero como la asociaron con la brujería blanca, de cuándo es que haces esto, niña? ¡Respon-
y ésta no era mal vista en la comunidad, no de!
suf rió ninguna persecución, sólo lo que se ha-
blaba en el pueblo. - No, no sé. ¡No quiero responder, me está
asustando! No entiendo porque la agresivi-
La madre de Itzuri había sido advertida de dad.
no mencionar nada sobre el manantial hasta
que, su hija y su amigo, comprobaran que su - Pasa que tu mamá se mejoró extrañamen-
recuperación no era repentina ni alguna cla- te después de estar muchos días en cama.
se de engaño. Irecha era especialmente cui- Curiosamente se recuperó a pesar de la fal-
dadoso e insistía en retrasar el comunicado. ta de agua. Creímos que era brujería, pero
La gente, en cambio, comenzó a buscar otras después de consultar a todos los brujos de la
respuestas, hasta que en el pueblo se escuchó región descubrimos que ninguno las había
que existía una reserva de agua oculta que ayudado. Y tú no creo que seas muy bruja,
no querían compartir. No estaban alejados de ¿o sí?
la realidad, es cierto, pero las intenciones al
ocultar la fuente eran distintas. - No … no – le contestó Itzuri sollozando.

Cierto día, en una reunión, algunos vecinos - Ahora mismo te vienes conmigo. Vamos a
acordaron espiar a la familia para atraparlos explicarle a todo el pueblo lo que has estado
en el momento exacto de su falta. Fueron tan ocultando. ¡Y vas a mostrárnoslo!
cuidadosos que el rumor no se esparció más
allá de ese pequeño grupo, de modo que Ire- Don Ignacio llevó a Itzuri del brazo hasta la
cha no pudo prevenir a Itzuri. Al día siguiente, plaza, donde estaban reunidos el resto de
la muchacha salió como de costumbre hacia los vecinos del grupo. Uno de ellos llevaba
la zona del manantial, sin imaginar que al- un megáfono con el que comunicó todo lo
guien seguía sus pasos. que había ocurrido. Los vecinos, indignados,
comenzaron a acercarse amenazantes, exi-
Don Ignacio, un hombre de mediana edad, giendo que hablara de una vez por todas.
con excelente salud y mucha fuerza, fue el Ella, asustada, terminó confesando lo que
designado para espiarla. Cuando notó que la había ocurrido y accedió a llevarlos hasta la
chica se alejaba hacia los barrancos, donde ya roca.
no había lugar para esconderse, decidió es-
perar entre los árboles del camino. Unos mi- Irecha llegó a la plaza precisamente cuando
nutos después, Itzuri regresó tranquilamente la gente se movilizaba siguiendo a la mu-
con un recipiente lleno de agua. Don Ignacio chacha. Los persiguió a una distancia pru-
le salió al paso. dente hacia la zona de los barrancos. Allí
se acercó sigilosamente hasta incorporarse
- Con que sí, ¡eh! ¿Qué traes ahí? – le dijo Don entre la multitud. A lo lejos pudo ver que la
Ignacio jalando el recipiente. roca estaba cerca, sin embargo, una mueca

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de extrema preocupación se dibujó en su que Itzuri. La historia que ella contó es total-
rostro, como imaginando que algo malo le mente real, el agua apareció como por obra
pasaría a su amiga. de magia. Nosotros estábamos aquí cuando
sucedió, y ahora que están todos, la fuente se
Itzuri caminó hacia la roca sin dudarlo, pero secó.
se detuvo de golpe al llegar a ella. Se olvidó
del miedo y nerviosismo; su cara reflejaba - Ya escuché suf icientes tonterías, si lo que
un gran desconcierto. El lugar estaba com- quieres es que te demos una lección junto
pletamente seco, lucía igual que cuando Ire- con ella, así va a ser niño. ¡Vamos! – gritó Don
cha y ella lo habían encontrado antes de que Ignacio decidido.
brotara el agua. Itzuri se congeló, no sabía
que hacer ni lo que le diría a la gente. - ¡No! ¡Tranquilos! ¡Ayúdenos! Ayudémonos
entre todos. Consultemos a los más viejos del
- ¿Qué pasa? – le gritó Don Ignacio molesto. pueblo, quizás ellos sepan algo de este extra-
ño fenómeno. Concédanos el benef icio de en-
- Es que … es que … ya no está – le respondió contrar la respuesta.
Itzuri nerviosa.
La multitud murmuraba, debatiendo para
- ¿Cómo que ya no está? ¿Me vas a decir que decidir qué hacer. Aunque la respuesta f inal,
cuando nos traes desaparece? parecía ser de Don Ignacio, quien accedió a la
petición.
- Sí, es verdad, estaba aquí. De esa roca salía
el agua y esta parte hundida del suelo se lle- - Muy bien. Haremos lo que el joven dice. En-
naba de agua. contraremos una respuesta de la manera más
civilizada posible, por el bien del pueblo.
La gente comenzó a barbullar enojada.
Todos se movilizaron y regresaron. Irecha
- Lo que hay que oír. Mira niña, deja de ver- tomó a Itzuri entre sus brazos y la abrazó con
nos la cara, porque no te conviene que toda fuerza. Ambos jóvenes se quedaron así un lar-
esta gente se enoje. ¡Deja jugar y llévanos al go tiempo hasta que calmaron sus nervios.
lugar verdadero! Cuando se separaron Irecha tomó el rostro de
Itzuri y limpió sus lágrimas y le dio un peque-
- ¡Pero es verdad! ¡No estoy mintiendo! ¡Por ño beso en la mejilla. Itzuri lo miró conmovida
favor, créanme! – Itzuri rompió en llanto. y le sonrió tímidamente; luego se levantaron
y siguieron a los otros.
El grupo de gente comenzaba a acercarse
violentamente cuando Irecha intervino en- Los siguientes días todo comenzó a empeorar.
tre ellos e Itzuri. La presencia de la gente, por alguna extraña
razón, había secado el manantial. Diariamen-
- ¡Alto! ¡Déjenla tranquila! Lo que dice es te, las personas trataban de encontrar alguna
verdad, yo estuve ahí. Nosotros no ganamos fuente subterránea oculta y efectuaban ritua-
nada mintiéndoles en esta situación tan les para llamar al agua nuevamente. Después
tensa. No sabemos qué pasó con el agua, no de una semana, llena de visitas y practicas va-
lo entendemos. Estoy igual de confundido rias, las culebras de agua aparecieron en ese

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lugar. La zona se volvió hostil e inaccesible, la cuenta que quien encuentre un ojo de agua
gente del pueblo estaba perdiendo el control y oculto deberá ser sacrif icado en él o sus alre-
la paciencia. dedores para que ésta nunca deje de brotar.
Sólo así podrá seguir naciendo el agua y es-
Por otra parte, la madre de Itzuri volvió a enfer- tará al alcance de todos sin distinción, de lo
mar rápidamente y empeoró, incluso, más que contrario no brotará más.
antes de que encontraran el manantial. Itzuri
perdió la esperanza, no importaba en qué mo- - Quiere decir que … hay que … ¿sacrif icar a la
mento del día fuera al lugar a buscar agua, ésta muchacha?
nunca aparecía. Además, siempre había gente
inspeccionando aquel sitio, quizá por eso no - Lamentablemente así debe ser. En vista de
volvía. De cualquier manera, ya era tarde, dos que ningún otro intento a logrado efecto, esa
semanas después la madre de Itzuri murió. La es la única que queda. No soy fanático de esas
joven estaba devastada. Su amigo Irecha la apo- cosas, pero estamos en un momento crítico a
yó incondicionalmente todo ese tiempo, mien- nivel mundial, será cuestión de tiempo para
tras ella sobrellevaba el duelo. que alguien lo haga por la desesperación e in-
certidumbre. Dejo la respuesta en sus manos,
Por la tarde, Irecha atravesaba la plaza principal ustedes sabrán que hacer con ella.
del pueblo cuando, Don Ignacio y su grupo de
gente, charlaban con uno de los sabios del pue- La gente comenzó a debatir dudosa, f inal-
blo vecinos El anciano, pese a su edad, hablaba mente concluyeron que esa era su única es-
con fluidez y claridad. Era un antiguo habitante peranza. Todos estaban listos para cazar a la
del pueblo, que había dejado aquel lugar. Él, al muchacha. Se pusieron de acuerdo, armaron
igual que Itzuri e Irecha, pertenecía a una de las un plan y salieron, en grupos, en busca de
pocas familias indígenas que aún practicaban aquello que necesitarían para la injusta tarea.
su lengua y ciertas costumbres.
- ¡Diablos! ¡Ya lo saben! -exclamó Irecha antes
- Así que entonces, ¿usted conoce la solución? – de salir corriendo a la casa de Itzuri.
le preguntó Don Ignacio.
Ahí, encontró a la chica llorando, sentada en la
- Efectivamente. Nadie había encontrado la res- puerta de su casa. Cuando llegó, éste la tomó
puesta porque no habían volteado a ver sus le- del brazo y entraron rápidamente a su casa.
yendas. Les dieron la espalda a ellas, así como
olvidaron el respeto por la naturaleza. Pero no - ¡Itzuri! Debes empacar lo antes posible todo
vengo a regañarlos, hoy no. Vengo a darles la lo que consideres necesario. Te tengo que sa-
respuesta y nuestra salvación. Eso sí, a cambio car de aquí.
de lo que voy a decirles quiero tener acceso ili-
mitado al manantial de agua. Si es necesario - ¿Qué? ¿De qué hablas? No entiendo.
ocultarlo de mi población, o regresarme a vivir
aquí, no tengo ningún problema. - Un grupo de gente loca viene hacia acá. Van
a matarte si te encuentran y no puedo dejar
- De acuerdo tata, tiene mi palabra y la del resto. que pase eso.
- Bien. La leyenda, que seguro han escuchado,

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- ¡Qué! ¿Cómo que matarme? ¿Por qué? Mientras recuperaban el aliento, Itzuri se perdió en
sus pensamientos. Después habló de golpe.
- Itzuri, escucha. Hay una razón por la que el agua
sólo brotaba cuando tú estabas cerca, sin más per- - Se acabó, Irecha. No tiene caso seguir: van a al-
sonas: tú eres una elegida. El ojo de agua necesi- canzarnos, estamos exhaustos y saben a dónde va-
ta tu alma para brotar y la única manera de hacer mos. Lo mejor es aceptar esto.
que se vuelva un manantial permanente es of re-
ciéndole tu vida. - No, Itzuri, no digas eso. Aún podemos salvarnos.
Podemos perderlos en alguna parte del camino,
- Pero, eso no tiene sentido. El manantial brotaba confundirlos y entonces tomar ventaja para esca-
cuando estabas tú también. ¿Quiere decir que am- par. ¡No voy a dejar que te maten!
bos somos elegidos?
- Irecha, mírame. Estoy aceptando mi destino. Soy
- No. Hay algo que nunca te dije. Cuando yo inten- huérfana ahora, y soy también, la única esperanza
taba ir solo a recoger agua, el manantial estaba de toda una comunidad para poder sobrevivir al
seco. Nunca brotaba ni una gota. Sorprendente- f in del mundo. Es lo mejor. Alcanzaré a mis padres
mente cada vez que iba contigo estaba ahí, lleno. en el más allá y moriré para que la gente sobreviva.
No entiendo porque, pero sucedía. Yo conocía la le- No es tan malo, sólo quiero hacerlo a mi manera,
yenda y supe inmediatamente lo que pasaba, por no a la de ellos.
eso insistía tanto en que nadie se enterara. Como
sea, alguien ha dado con la respuesta y lo sabe Irecha e Itzuri juntaron sus cabezas llorando, des-
todo el pueblo. Yo los escuché, no dudaron decidir pués, se dieron un largo beso de despedida. Inme-
sacrif icarte y no tardan en venir por ti. Tengo que diatamente, tomaron sus cosas y se dirigieron al
llevarte lejos, te dejare allí, volveré por el cuerpo de barranco del ojo de agua. La gente ya estaba muy
tu madre y después iré contigo para quedarme a cerca de ellos. En aquel lugar, las culebras de agua
tu lado. ¿De acuerdo? se manifestaron f rente a ellos, pero en seguida
se abrieron para permitirles el paso. El resto de la
- Sí … sí – contestó Itzuri saturada y confundida por gente, en camio, tuvo que luchar contra ellas sin
toda la información. éxito.

Los dos chicos empacaron rápido todo aquello que Itzuri volvió a despedirse de Irecha y subió a la roca;
consideraron esencial, después salieron corriendo se quedó de pie viendo el horizonte, luego hacia
de la casa. Para evitar que la multitud pudiera en- abajo del precipicio, y después, volteó de nuevo
contrarlos en la salida principal, Irecha tomó un hacia Irecha. Sus miradas dijeron todo, asintieron
camino que rodeaba por detrás el pueblo. El plan, con la cabeza y sonrieron. Itzuri respiró profunda-
sin embargo, no tardó en fallar: una señora que ca- mente, cerró los ojos y saltó sin dudarlo. Mientras
minaba por esa zona los vio escapar. las lágrimas escurrían por sus mejillas, Irecha cerró
los ojos para soportar el dolor.
Rápidamente, pasó la información al resto del
pueblo, y una multitud los persiguió. El escape se En ese momento las culebras de agua se desvane-
volvió intenso y cansado, verdaderamente, los jó- cieron y la gente corrió hacia la roca. Todos mira-
venes corrían por su vida. A ratos se adelantaban lo ron el fondo del barranco, pasmados por lo que ha-
suf iciente para ocultarse en un tramo y descansar. bía ocurrido. El agua comenzó a brotar de la roca, y

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el espacio hundido, se llenó rápidamente. Las ceremonia en su honor para darle sepultura
personas del pueblo, confundidas, comenza- junto a su madre. Cuando terminó el entie-
ron a celebrar y se abrazaron. rro, Irecha se paró f rente a su tumba y dejó
un ramo de rosas para ella. Con una mirada
Nadie en el pueblo olvidó a Itzuri y su sacri- triste y con gran cariño, se despidió diciendo:
f icio. Al día siguiente organizaron una gran “Te quiero”.

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Visita indeseada
Corría el mes de octubre. El clima empeza- ausencia. El tío Anselmo también había sido
ba a volverse más f río y seco con el tiem- importante para él: solían jugar en la plaza,
po. Las hojas de algunos árboles se des- le contaba historias, le compraba dulces y
prendían marchitas anunciando el otoño. cuando estaba triste o enfermo, lo acompa-
Además, las cosechas estaban en su mejor ñaba. Ahora eso ya no pasaría más, había un
momento, sobre todo para la familia de hueco que nadie más llenaría.
Camilo, un niño de 10 años, con una ener-
gía inigualable y una alegría contagiosa. Aquel sentimiento invadió a Camilo por pri-
Era bastante curioso e ingenuo, sin algún mera vez en su vida, bajó la cabeza y unas
tipo de malicia. lágrimas se dibujaron en su rostro; su madre
lo notó y lo besó en la f rente. Inmediatamen-
Junto a su familia, vivía en el pueblo de te, le sugirió que saliera al jardín para olvidar
Sevina y amaba profundamente aquel lu- por un momento, aquello que no debería
gar. Lamentablemente, tan sólo dos días agobiar la mente de un niño. Camilo obede-
antes, el tío de Camilo, llamado Anselmo, ció y salió.
había fallecido. La familia estaba de luto
y envuelta en tristeza, Además. no había Como no había más niños en aquel funeral,
muerto por viejo, era bastante joven aún Camilo se entretenía buscando insectos y
y gozaba de buena salud. La causa de su plantas coloridas, con la precaución suf icien-
muerte fue por una picadura de alacrán. te para no hallar algún animal peligroso. De
“Siempre hay que tener cuidado en los rin- pronto, una mariposa blanca, muy bella, se
cones oscuros, en los lugares húmedos y posó en su mano. Camilo sobresaltado por
debajo de los objetos. Sobre todo, al aire li- un momento, logró contemplarla.
bre no andes metiendo mano en cualquier
sitio” – solía decir el tío. La mariposa parecía ver al niño atentamente
y de manera directa. Camilo, entonces, sintió
Después de todo, a él sus consejos no lo que la mariposa se comunicaba con él. Per-
ayudaron. Por otra parte, a pesar de su cibía una extraña conexión, como si alguien
edad, Camilo parecía entender la muerte. estuviera hablando a través de ella. En aquel
Esa tarde, el niño se sentó junto a sus pa- momento, su madre lo llamó para irse a casa,
dres, que intentaban superar el dolor de la él agitó la mano para dejar a la mariposa y

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después caminó hacia su madre, pero el insecto - ¿O sea que tú viste cuando mi papa se cayó
voló un poco y regresó a la mano del pequeño. del caballo? ¡Debes tener muchos años! ...
Más tarde, al llegar a su casa, la mariposa reposa- ¡Vaya! No sabía que las mariposas vivieran
ba sobre la cabeza del niño; su madre la notó, y tanto … Claro, aún me gusta ir a jugar allí.
con un movimiento, la ahuyentó. Sin embargo, el
insecto insistió en permanecer junto a él. - ¿Con quién hablas, mijo?

- ¡Qué rara mariposa! Parece que le agradaste y - Con mari, la mariposa blanca.
quiere quedarse contigo, mijo.
- ¡Ah sí! ¿Cómo no se me ocurrió? Pero oye
- ¡Sí mamá! Es la mariposa que estaba en el fune- … esas cosas que hablan, como que son muy
ral de tío Anselmo. personales, ¿no?

- ¿Te ha seguido desde allá? ¿Pero cómo no nos - ¿Cómo personales?


dimos cuenta?
- Ajá, que son cosas que sólo sabe la familia o
- ¿Qué pasa mujer? – preguntó el padre después gente que te conoce de mucho tiempo.
de ver que su esposa y su hijo miraban con aten-
ción al insecto. - Ah, pues no sé. Eso creo. Me habla de papá,
de mí, a veces de ti. Hasta cosas de cuando mi
- Nada, sólo que una mariposita ha estado si- papá era niño.
guiendo a nuestro hijo desde el funeral. Le digo
que quizá quiere que la adopte o algo. - Ah … Pero, ¿cómo sabe eso? ¿Ya le pregun-
taste?
- Pues juega un rato con ella, mijo. Ya después se
irá solita, no te preocupes. - Sí, dice que porque ha vivido aquí un largo
tiempo y ha visto muchas cosas.
- Bueno – contestó Camilo con una sonrisa y un
gesto de hombros. - ¿Y ya? ¿No te dice otra cosa?

La presencia de las mariposas no era rara en la - Mmm no … ¿Por qué?


región: las blancas, particularmente, podían en-
contrarse en octubre. Lo extraño de aquella ma- - No, nomás mijo. Sigue platicando con ella, o
riposa era que insistiera tanto en seguir a Cami- mejor ponte a jugar. Voy a ver a tu papá, aho-
lo, porque su padre se equivocó pensando que, rita te veo.
en el transcurso del día, el insecto se iría.
- Sí, ma.
Camilo comenzó a tratarla como una amiga y
parecía comunicarse con ella. A donde él fue- Camilo continuó su conversación con norma-
ra, la mariposa lo acompañaba. Sus padres se lidad. Su madre, por otro lado, estaba muy
acostumbraron rápidamente a que hablara con preocupada, no sabía qué era aquello que
ella como si fuera una persona. Pero después de realmente convivía con su hijo. Temía que
unos días, las conversaciones les parecieron sos- fuera alguna clase de espíritu maligno. Su pa-
pechosas. dre, en cambio, no había puesto atención a

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las cosas que su hijo hablaba cuando estaba a mente, nada malo ocurrió y la mariposa dio
solas con el animalito. su último suspiro en los días siguientes. Ca-
milo, triste como cualquier niño que pierde
- Oye, Félix. Tenemos que hablar. a una mascota muy querida, la enterró en el
jardín de su casa. Una semana después, todo
- ¿Ora que Eulalia? el asunto estaba olvidado. La familia volvió
entonces a su rutina cotidiana.
- Es que el niño me preocupa. Anda hablando
cosas muy raras con la mariposita esa que se La tranquilidad, sin embargo, no duraría mu-
encontró. cho. Don Félix revisaba su cosecha, cuando
de pronto, quedó helado ante lo que veía. La
- A ver, a ver. ¿Cómo que habla con una mari- siembra era demasiado buena, mejor que
posa? cualquier año anterior. Para muchos, aquello
no tendría nada de extraordinario, pero para
- ¡Ay! ¡Ya sabes! Que platica con ella como si fue- alguna gente de la zona purépecha, eso era
ra una persona. un mal augurio. El padre de Camilo no que-
ría equivocarse y volvió a revisar cuidadosa-
- Sí, sí, lo he visto. Pero creo que le habla como mente cada una de sus cosechas. Después
un niño a un amigo imaginario. Ya sabes lo que de conf irmarlo, tomó varias verduras y se las
dicen, lo niños tiene mucha imaginación, andan llevó a su mujer para que ella le diera su pun-
inventando cosas y hablando solos. No me pare- to de vista.
ce extraño … ¿a ti sí?
- ¡Mujer, ayúdame! ¡Rápido!
- ¡Sí! Yo que estoy con él más tiempo en la casa,
a cada rato escucho sus conversaciones, y hay - Pero, ¿qué pasa? ¿Qué tienes?
unas que la verdad me dan mucha desconf ian-
za. Haz de cuenta que habla de cosas que ni vi- - Por favor, se honesta. No me importa si tu
vió. Sabe cosas de tu infancia, de cuando nos respuesta es mala, pero dime la verdad. Ne-
casamos y aún no nacía, o de cuando era muy cesito que veas la cosecha y me digas qué
bebé. Vaya, puras cosas que no podría saber. piensa. Aquí está, toma. ¿Cómo se ve?

- ¡Ay, Eulalia! Eso seguro se lo conté yo, alguno - No entiendo, nunca me habías pedido algo
de mis hermanos o mi mamá. Hasta pudiste ser así.
tú y no te acuerdas. Es más, a lo mejor lo escu-
chó en alguna reunión familiar y se le quedó. Y - ¡Tú hazlo! ¡Maldición!
ahora él se lo cuenta a la mariposa. Eso es todo.
- ¡De acuerdo! Tranquilízate, quieres – Eulalia
- Pues a mí no me convence eso, así que yo voy revisó cuidadosamente cada uno de los ali-
a seguir atenta. Si algo malo pasa, te vas a acor- mentos que su esposo le había llevado. Soltó
dar de mí. un suspiro profundo y después se quedó mi-
rándolo.
La madre se molestó por la respuesta de su
esposo, y por un tiempo, estuvo atenta de - ¿Y bien?
cualquier cosa extraña que pudiera estar rela-
cionada con su hijo y aquel insecto. Afortunada- - Están perfectos. Nunca antes había visto

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una cosecha tan buena. Bueno, sólo la de hace cosecha nos espera. ¡Ayúdame! ¡Como en los
un mes, cuando murió Anselmo. viejos tiempos!

-Exacto. ¿Sabes lo que signif ica verdad? - Como en los viejos tiempos. - Don Félix
tomó sus herramientas y se unió a su her-
- Sí. ¿Quién crees que sea? mano.

- No sé, pero hay que estar preparados. Quiero El sueño continuó así, como aquellos días
que sepas que pase lo que pase, te amo mucho en los que Anselmo estaba vivo. Él espera-
Eulalia. ba conversar más a fondo: sobre la muerte
y lo que había después, o sobre algún men-
- No digas eso, seguro que ninguno de nosotros saje que su hermana tuviera para él; en su
fallece. Como sea … yo también te amo mucho. lugar, las palabras fueron cotidianas, de te-
Ten fe, vamos a salir bien parados de esta. mas irrelevantes, pero hasta que terminó el
sueño, sólo labraron la milpa.
Ambos se fueron a dormir con una preocupa-
ción enorme. No lograron conciliar el sueño y, Al despertar sobresaltado, el hombre se le-
durante la noche, hablaron mucho, intentando vantó y fue a la cocina, allí se sentó con la
calmarse entre ellos. Sólo hasta la madrugada mirada perdida recordando viejos tiempos.
consiguieron dormir. Don Félix, en cuanto ce- Doña Eulalia se levantó unos minutos más
rró los ojos, comenzó a soñar. tarde y encontró a su marido en ese lugar.

En aquellas imágenes, estaba en el terreno - ¿Qué tienes, Félix?


donde plantaba su cosecha, el clima era tran-
quilo, soleado y f resco. Don Félix empezó a ca- - ¿Eh? Ah, nada. Es solo que…
minar entre las milpas tranquilamente, sin pri-
sa ni preocupaciones mientras sentía el viento - ¿Qué?
en su cara. De pronto, vio a una persona a lo
lejos, se acercó a ella sin sospecha ni miedo; - No quiero que te angusties, pero creo que
intuía que se trataba de alguien inofensivo. ahora si se ha puesto seria la cosa.
Cuando quitó con la mano unas hojas que blo-
queaban su vista, encontró a su hermano fa- - ¿A qué te ref ieres?
llecido.
- Soñé con mi hermano, Eulalia.
- ¿Anselmo? ¿Qué haces aquí?
- Con … ¿con Anselmo?
- ¿Cómo que qué hago aquí, hombre? Pues
ayudándote con la milpa, como siempre. - Sí.

- Te he extrañado tanto, hermano. No sabes lo - Oh, Dios. ¿Y qué hacía? ¿Qué te decía?
mucho que me dolió tu muerte.
- Nada, aparecía él en su vida cotidiana, pla-
- Yo siempre estoy contigo, desde el cielo te ticándome cosas comunes. Como cualquier
cuido. Ahora, no es por ser de piedra, pero la día cuando estaba vivo … Creó que ya es in-
evitable, ¿no? Alguien va a morir.

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- Pues te acostumbras. ¿Vas a tu casa, sobrino?
- Sí … sólo queda esperar y velar por su alma.
No sé si sea alguno de nosotros, pero si es
- ¡Sí! ¡Vamos! ¡Seguro mis papás se pondrán muy
así, es mejor que vivamos estos días como
felices de verte!
si fueran los últimos. Hagamos algo memo-
rable junto a nuestro hijo.
- No pueden, Camilo. Ellos no podrán verme

Los padres de Camilo, tristes y preocupa-


- ¿Por qué?
dos, se abrazaron. Debido a esa situación,
decidieron ir al mar con su hijo para pre-
- Es dif ícil de explicar. Por el momento, el único
senciar los paisajes memorables que of re-
que puede verme eres tú, así que en cuanto te
ce. El pequeño todavía aquel lugar, y ante
deje en tu casa, desapareceré de nuevo. Visitaré a
el futuro incierto, ese plan parecía perfecto.
tus padres a lo lejos, siendo invisible. Mañana apa-
Mientras sus padres vivían amargamente,
receré de nuevo, y nosotros pasaremos más tiem-
él se dedicaba a jugar con sus amigos en
po juntos. ¿Qué opinas?
la plaza del pueblo, que era tan seguro que
los niños andaban solos de día cuando se
- Muy bien. Yo estaré muy feliz si vienes.
reunían a divertirse. Por la tarde, Camilo
jugó con sus amigos, pero cuando comen-
- Bueno, por ahora no les cuentes nada de esto a
zó a obscurecer todos se despidieron para
tus papás, ¿estamos? Ya después será momento.
ir a casa.

- Está bien.
Como su casa no estaba lejos, Camilo ca-
minó solo de regreso. Cuando atravesaba
Ambos caminaron hasta la puerta de la casa jun-
la calle, una voz conocida lo llamó: era su
tos. Allí, Anselmo se despidió de su sobrino y des-
tío Anselmo mirándolo con una sonrisa. El
apareció, justo como lo había anunciado. Camilo
niño, emocionado, no sabía cómo era posi-
entró a casa y sus padres le contaron animados
ble. ¿Estaría soñando?
el plan del viaje al mar: al día siguiente saldrían
por la mañana, por lo que tenían que prepararse
- ¿Tío? ¿Eres tú? - le preguntó sorprendido
inmediatamente. El pequeño pensó en su tío An-
- Sí, Camilito, soy yo.
selmo y la visita que había prometido, pero deci-
dió callar, esperando que pudiera encontrarlos en
- Pero, ¿cómo es posible? No entiendo.
el lugar que estuvieran. Después de todo, era un
espíritu y podía estar en cualquier sitio.
- Vine a visitarlos, quería ver cómo estaban.

Al día siguiente, la familia salió directo a la costa.


- Pero entonces … ¿estás vivo?
Los padres estaban nerviosos, pensando en ma-
los augurios y atentos a cualquier señal maligna.
- ¡No! ¡Hombre! Estoy bien muerto, pero me
Un par de horas después, el mar y la arena habían
dieron permiso de visitar la tierra de los vi-
disipado sus preocupaciones. En la playa, Camilo
vos para verte – le respondió alegremente.
hacía castillos de arena mientras sus padres lo ob-
servaban a la distancia.
- ¡Wow! ¿Eso se puede? ¿Morir no es tan
malo, entonces?

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El día transcurría tranquilo, pero de pronto, el dad, paz y alegría, sin alguna preocupación
pequeño vio a lo lejos al tío Anselmo cerca de la o miedo: el tío Anselmo y Camilo ya estaban
orilla del mar; emocionado, corrió hacia él. Sus en otro plano espiritual.
padres, extrañados, miraron que su hijo habla-
ba solo y le llamaron gritando. Camilo, sin em- Todo parecía un juego en aquella playa apa-
bargo, estaba tan concentrado en hablar con cible donde Camilo dejó de tocar el piso y se
su tío, que no podía escucharlos. hundió en el agua; no sintió dolor, sino ale-
gría porque su tío lo llevaba a jugar. Sus pa-
- ¡Sí pudiste encontrarnos! -exclamó emociona- dres lloraron desesperados, pidiendo ayuda
do. a los salvavidas que estaban cerca, pero lo
único que lograron fue sacar su cuerpo iner-
- Claro, ahora puedo hacerlo. ¿Estás listo para te del mar. Camilo había muerto: su tío había
pasar más tiempo conmigo, Camilo? sido elegido para ir por él. Anselmo era un
simple mensajero y un guía que llegaba por
- ¡Claro! el siguiente de la lista.

- Muy bien, dame la mano.

Camilo dudó un momento, pero al sentir su


mano, le pareció tan real, que avanzó con él.
Ambos se miraron y sonrieron con tranquili-
dad. Sus padres, alarmados porque caminaba
hacia el agua, se levantaron para ir rápidamen-
te hacia él. El niño volteó hacia ellos y notó su
preocupación.

- ¿Ahora si puedo decirles a mis padres que es-


tás conmigo?

- Claro. Necesitan saber.

- ¡Mamá! ¡Papá! ¡Es el tío Anselmo! ¿No lo ven?


¡Voy a jugar con él un ratito! ¡Vamos a jugar
como en los viejos tiempos! ¡No se preocupen!

- Ven, vamos a nadar juntos. Yo soy quien debe


guiarte – dijo su tío.

Los padres de Camilo se quedaron helados por


lo que escucharon, pero inmediatamente unie-
ron las piezas y corrieron desesperados hacía
él. Pero fue demasiado tarde, el pequeño no
lograba entender lo que pasaba y se dejó lle-
var mar adentro. Ahora sólo sentía tranquili-

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El duende
purépecha
Eran las 10 de la mañana, la luz del día esta- descubrir qué era. Buscando una explica-
ba en su punto perfecto. Nahuatzen ama- ción, pensó que tal vez algún alacrán es-
neció soleado y tranquilo, como la mayoría taba debajo del objeto, moviéndose con
de los días. Por la mañana, la señora Rosa él. Doña Rosa lanzó una piedra directo a
caminaba diario por las zonas más pasto- la madera, ésta se volteó, pero sin revelar
sas y arboladas del pueblo. Tenía unos 50 algo debajo.
de edad, de carácter fuerte y ambiciosa.
Solía enojarse e irritarse con facilidad, por El pedazo de madera continuó moviéndo-
lo que acostumbraba a andar sola. Sin em- se en zigzag. Rosa estaba a punto de salir
bargo, no era una persona solitaria, disf ru- corriendo, cuando de pronto, recordó lo
taba mucho de su familia y sus amistades que se contaba por los pueblos de la zona:
cercanas. Su marido, Pedro, era un hom- la existencia de algo llamado Familiar, una
bre de personalidad mucho más tranquila especie de duende que si atrapas logras
y amigable que ella, pero prefería la vida conseguir un tesoro económico.
en casa. Él era carpintero, se dedicaba a
fabricar muebles para comerciarlos en el Conf irmo que se trataba del pequeño
pueblo. duende cuando distinguió, pintado en
uno de los costados, el símbolo del dine-
Rosa regresaba de su caminata cuando ro. Rosa extendió entonces su delantal
vio algo moviéndose en sus pies; brincó rá- para dejarlo subir y llevarlo hasta su hogar.
pidamente, pensando que era un animal Apenas se agachó, el pedazo de madera se
desagradable, pero cuando puso atención, colgó de su delantal rápidamente.
se sorprendió ante lo que vio. Frente a sus
pies había un pedazo de madera movién- Llegando a casa Rosa estaba tan emocio-
dose como si estuviera vivo. La mujer no nada por el hallazgo que le contó inmedia-
pudo evitar tallarse los ojos, creyendo que tamente a su marido lo que había encon-
estaba perdiendo la vista, o que incluso, trado.
estaba alucinando.
- ¡Mira, viejo! ¿A que no adivinas qué hallé?
Lo que veía, en cambio, era completamen-
te real. Rosa tuvo miedo de acercarse y - ¿Qué cosa o qué?

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- ¡Un Familiar, por f in vamos a ser ricos! ¡Vamos a - Sí, luce bastante bien. Debieron gastarse
salir de la miseria! una fortuna en ello.

- ¡A ver! - Sí, es raro, ¿no? ¿De dónde sacarían tanto


tan rápido?
La mujer abrió su delantal para desenvolver el
trozo de madera, pero se llevó una sorpresa al - Quizá ahorraron.
encontrar un montón de monedas. Don Pe-
dro se quedó con los ojos abiertos brillando de - Quizá .... o tal vez tienen un Jápingua o algo
emoción. Ambos pusieron todo sobre la mesa, parecido.
incluyendo al trozo de madera. Tenían $500 en
monedas. Para ser el primer regalo, no era preci- - ¿Tú crees? Pues habrá que ver. Si alguno
samente poco. muere en poco tiempo o comienza a enveje-
cer rápidamente, entonces sería cierto.
Apenas recibieron el dinero, el matrimonio de-
cidió gastarlo en adornos para la casa. Pusieron - Pues lo que sea, dejemos que disf ruten,
al Familiar en un cajón del ropero para que es- mientras ellos sean felices.
tuviera escondido y cómodo. Después de esto
el Familiar, agradecido, cuadruplicó su regalo. Ambos entraron a la casa para seguir con su
El dinero restante fue destinado a arreglos de la rutina.
casa; Doña Rosa quería que luciera bonita y ele-
gante. Mientras tanto, Rosa estaba recolectando lo
que el Familiar le seguía dando día con día.
Lo primero que arreglaron fue la fachada. Rosa Pasadas dos semanas, el dinero juntado ha-
tenía intención de que el resto se enterara que bía crecido considerablemente. En una es-
su suerte había cambiado. Sus planes no falla- quina de la casa había una caja con todas
ron, inmediatamente sus vecinos comenzaron a las monedas. Rosa y Pedro aún no decidían
hablar de ello. qué hacer con el dinero, mientras pensaban,
un ruido los interrumpió: era una pelota que
Una de las casas contiguas era habitada por una golpeó una de las ventanas. Rosa, enfureci-
pareja joven y su hija. Rosa nunca se había lle- da, salió para enf rentar a quien hubiera he-
vado bien con ellos, siempre aparentaban estar cho eso. Apenas abrió la puerta, vio a unos
demasiado felices, al menos eso creía Rosa. Aho- cuantos pasos a Catalina, la hija de sus veci-
ra con los regalos del Familiar, todo era al revés; nos.
quería que envidiaran su casa, sería una especie
venganza íntima y personal, contra sus vecinos. - ¡Condenada chamaca! Fuiste tú, ¿verdad?
Por otra parte, la gente comentaba sobre la re-
pentina y pretenciosa remodelación de la vivien- - ¿Qué?
da; lo hacían de manera curiosa, sin malicia. Pa- - No te hagas la tonta, ¡tú le pegaste a mi
blo y Marina, los vecinos más próximos, estaban ventana con tu cochina pelota!
en la calle mirando hacia la casa. - Sí, pero fue un accidente. La pateé chueco,
por eso se fue para allá.
- ¿Ya viste? Los vecinos remodelaron su casa - Ay, a mí no me estés dando tus explica-
– comentó Pedro. ciones que ni me importan. Ahora escucha

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bien: no te quiero volver a ver jugando cerca de
aquí. ¡Ah! Y cuidado con dañar algo de mi casa, Entonces Doña Rosa perdió la paciencia.
porque me lo pagas, y créeme, no te saldrá bara-
to. Esta casa vale 5 veces lo que la tuya. - ¡Maldita cochinada!

- Pues a mí no me importa cuánto valga mi casa, - Rosa cálmate - le dijo Pedro.


lo que me hace feliz son mis papás, no la casa.
- Seguro fue alguna brujería de alguien. ¡Cla-
- ¡Ay! ¡Sácate de mi vista! ro! Como hay gente por ahí a la que no le cai-
go, me la hicieron. Nada más se burlaron de
- ¿Me va a embrujar? mi haciéndome creer que había encontrado
algo increíble. ¡Voy a tirar esta cosa! ¡No deja-
- ¿De qué hablas? – preguntó molesta y confun- ré que se sigan burlando de mí!
dida Rosa.
- Está bien querida, pero acuérdate que, con
- Mis padres dicen que hizo un pacto con el dia- las brujas, la cosa debe quemarse, porque si
blo. no lo haces, se te regresa.

- ¡Ah! ¡Con que tus padres creen eso, eh! Pues Rosa aventó el pedazo de tabla hacia la calle
diles que, de haberlo hecho, lo primero que hu- y se acercó con una vela para prenderle fue-
biera pedido es desaparecerlos a ellos junto con- go. Sin embargo, en cuanto acercó la vela al
tigo. Ahora lárgate. objeto, éste se movió rápidamente hacia la
casa de sus vecinos. La mujer se quedó pas-
La niña se quedó con los ojos abiertos y comen- mada al ver como el objeto se seguía com-
zó a retroceder. Antes de salir corriendo, gritó portando como un auténtico Familiar. Trató
una última cosa a Rosa. de recuperarlo, pero llegó rápidamente a la
puerta vecina, de donde iba saliendo la niña;
- ¡Pues tu duende te va a dejar de dar dinero por- ella lo tomó rápidamente, parecía que sa-
que no sabes agradecer! bía qué clase de objeto era. Inmediatamen-
te, Catalina se metió a su casa, mientras la
Doña Rosa se quedó sorprendida por un mo- señora Rosa gritaba f rustrada, tocando la
mento. ¿Cómo era posible que la niña supiera puerta de los vecinos.
lo del Familiar? Quizá había sido sólo una coin-
cidencia. Entonces, decidió no darle tanta im- - Hola Doña Rosa, ¿cómo está? ¿Qué se le
portancia al asunto y entró a casa. La gente del of rece?
pueblo, sin embargo, seguía especulando sobre
el origen de las riquezas. Rosa disf rutaba eso, - Hola Marina. Bien gracias. Disculpa, creo
congratulándose entre todos ellos. que tu niña tomó algo mío. Estoy segura que
lo hizo sin saber de qué era, es que se me
Pronto, las palabras de la niña se cumplieron. cayó en la calle y tarde en darme cuenta.
Después de dos semanas, el Familiar dejó de
darle riquezas. Día tras día se levantaban a bus- - Pues no, Catalina no ha traído nada con
car con esperanza algunas monedas, pero por dueño a casa. Ella es bien honesta y regresa
más que revisaban, no encontraban nada. las cosas que ve que se le caen a la gente.

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- Igual podrías preguntarle, ¿no? el trozo de madera siguiera ahí. Al abrir la
puerta, no se encontró con un pedazo de
- Sí, lo haré. Si sé algo le aviso al rato. Ahorita tiene madera, sino con un conejo; dio un grito de
que hacer su tarea, y la verdad, creo que eso es sorpresa y después fue por su esposo e hija.
más importante. Los tres tomaron al conejo para apartarlo y
revisar si el trozo estaba debajo. Nada, no es-
- Si, claro. Yo espero. taba ahí.

- A veces los animalitos se van en busca de un me- - ¡Qué raro! ¿Nos habrá abandonado como a
jor dueño. Dicen que también pasa con los obje- Doña Rosa? ¿Habrá vuelto con ella?
tos.
- No creo, tal vez se fue y siguió buscando
- ¿Y eso a qué viene? - contestó molesta Rosa. otro dueño.

- Nada, es un comentario para que lo tenga en - ¡Ma! ¡Pa! ¿Ya vieron que pelo tan chistoso
cuenta. tiene este conejito? - les dijo Catalina, quien
estaba acariciando al animal mientras sus
Marina cerró la puerta sin que Rosa pudiera re- padres hablaban.
plicar algo. La mujer, entonces, se dio la vuelta y
volvió a su casa. Mientras tanto, f rente a Marina y - ¿De qué hablas mija? - le preguntó su pa-
Pablo, el Familiar se asomaba con un premio ma- dre.
yor al que les dio a sus vecinos.
- ¡Mira! Aquí en sus costados tiene pelo más
- Así que no era un Jápingua, era un Familiar - ex- claro que el otro, y si lo dibujas con el dedo,
clamó Pablo. es una “S”.

- Sí, hasta tiene el símbolo del dinero impreso en Los dos padres se voltearon y decidieron ver
uno de sus lados - agregó Marina. al conejito un poco más lejos. Su hija tenía
razón, en el costado del animal se dibujaba
- ¿Debería devolvérselo a la señora Rosa, ma? - un símbolo de pesos con un color más claro
preguntó Catalina. en el pelo.

- Pues parece que él es el que decidió huir de ella. - Bueno, supongo que pueden cambiar de
Si quiere quedarse con nosotros, entonces recibá- forma, según como lo crean necesario. Des-
moslo como merece. pués de todo, son domésticos - señaló Pablo.

La familia pronto decidió darle bocados de su co- - Bien, pues ya no sé si nos dé algo, pero al
mida y le dieron un lugar en un pequeño mueble menos, una mascota si nos ganamos -co-
de la casa. Antes de dormir, el Familiar parecía es- mentó la madre.
tar contento, y ahora soltaba mayores cantidades
de dinero, mucho más generosas que las que le - ¡Si! - exclamó feliz la niña.
daba a la señora Rosa. Pasaron así tres días, pero
al cuarto, algo impresionante sucedió. La familia le sirvió la comida apropiada para
la forma que había adoptado ahora el duen-
Muy temprano, Marina había bajado a revisar que de purépecha. Al poco tiempo de terminar

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sus alimentos, el animalito se dispuso a hacer - ¿No conoce bien la leyenda del Familiar? Se
sus necesidades. supone que hay que darles comida en agrade-
cimiento. Es una forma de dar y recibir entre los
- ¡Ma! ¡Mira! - gritó sorprendida Catalina. dos.

La niña estaba muy sorprendida debido a que el - Pero, ¿cómo iba a comer sin boca?
conejito no expulsó excremento, sino monedas
de oro. Los padres quedaron igual de impresio- - ¡Usted qué sabe! A lo mejor, desde siempre
nados y entendieron el interés de Doña Rosa, tuvo, pero no quería que se la viera. Como sea,
quien al poco rato tocó a la puerta. se movía, ¿no? Eso ya quería decir que estaba
vivo.
- Disculpa Marina, pero es que vengo a ver si ya
me van a devolver mi madera. La que recogió tu - ¡Devuélvanmelo!
niña, ya sabes.
- Lo devolveré sólo si él quiere regresar con us-
- Lo siento mucho, señora Rosa, pero es que ya ted. Yo no tengo problema en lo que él decida.
no podemos, aunque queramos. Resulta que el - Bien, pues tráelo.
trozo se convirtió en un lindo conejito.
La niña acercó el conejo a las manos de Rosa,
- ¿Qué? -exclamó molesta Rosa. Pues pensó quien se apresuró a acariciarlo y a dejar que la
que querían burlarse de ella. oliera. Pero de pronto, el animal soltó una rápi-
da mordida a la mano que intentaba acariciarlo.
-Eso mismo. De hecho, aquí está si quiere verlo La señora Rosa gritó del dolor y se alejó maldi-
... ¡Cata! ¡Ven aquí con el conejito! ciendo al animalito.

Sin darle la oportunidad de cargarlo, la niña lle- - Lo siento, parece que usted ya no le agrada.
gó con él en sus brazos para que lo viera
- ¡Cállate Marina!
- Pues muy bonito tu conejo, pero yo no vine a
que me presumieras a tu mascota. - No se enoje, Doña Rosa. Tal vez encuentre otro
después, uno nunca sabe.
- Es el Familiar señora, se lo juro. ¿Acaso no re-
conoce el signo de pesos que trae en el cuerpo? - ¿Te estás burlando de mí?
Rosa miró con atención y se dio cuenta que su
vecina tenía razón. No podía creerlo. - No, sólo quiero decirle que no es el f in del
mundo. Además, es una buena forma de recor-
- Pero ... ¿y cómo se convirtió en conejo? Conmi- dar que en el dar está el recibir, así la siguiente
go pasó medio mes y jamás cambió de forma. vez no se irá de su casa.
Pasa con ustedes 3 días y se vuelve otra cosa.
Rosa se fue molesta hacia su casa mientras Ma-
- Pues … ¿qué le dio de comer? A lo mejor es rina la vigilaba, después cerró la puerta. La fa-
caprichoso con la comida. milia acarició al conejo simultáneamente como
señal de que estaría en buenas manos de ahora
- ¿Darle de comer? ¡Pero que tonterías estás di- en adelante. El animal dio un brinco y volvió a
ciendo Marina! ¿Por qué le daría de comer a un hacer del baño, dejando una cantidad generosa
pedazo de madera? de oro en el suelo.

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El silbido de
los ancestros
Era una mañana soleada, de cielos suma- miró a su alrededor para descubrir de dónde
mente azules. Adán se levantó temprano venía, sin embargo, no vio a nadie. El sonido no
para recorrer el pueblo en el primer día del se detenía, y era tan claro, que parecía acercar-
viaje que él y Roberto, su mejor amigo, ha- se cada vez más.
bían planeado para sus vacaciones. Cuan-
do Adán despertó, su compañero seguía - ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? - preguntó
dormido en la cama de al lado, así que, de-
cidió salir a comprar desayuno. No hubo respuesta. Caminó un poco entre
los árboles para ver si encontraba a alguien …
El pueblo era tranquilo y pintoresco, es- Nada. Adán comenzó a ponerse nervioso y rien-
tablecido cerca del lago de Zirahuén, Mi- do, exclamó:
choacán. Los habitantes del lugar, aunque
desconf iaban un poco de los turistas, eran - ¿Roberto, eres tú verdad? Debes estar hacien-
cálidos y amables; sobre todo con aquellos do esto porque me adelanté, ¿verdad? Eres tre-
que insistían en platicar. Después de re- mendo. Muy bien, se acabó la broma. Eres muy
correr las calles y abastecerse de comida, bueno escondiéndote ¡eh!
Adán decidió avanzar más y conocer los
alrededores. Caminó tanto que llegó a una Ni Roberto ni nadie más apareció después de
zona despoblada, donde sólo había vege- eso. El silbido, en cambio, crecía.
tación.
- ¡Ya sal! Esto ya no es gracioso – gritó molesto,
Eran los principios del bosque que rodea- y luego, dijo para sí mismo - De acuerdo, si eso
ba el lago: un lugar precioso de tupidos quieres voy a marcarte a tu teléfono para que él
pinos verdes. Avanzó con cuidado para no me diga en dónde estás.
adentrarse demasiado, y mientras desde
las primeras f ilas de árboles, admiraba la Adán marcó enojado, dejó que el timbre co-
vegetación y la fauna del lugar. Allí, mara- menzará a sonar mientras, atento, esperaba el
villado por el paisaje, se sentó en una gran timbre de algún teléfono en los alrededores.
roca para contemplar la naturaleza. Esperó, hasta que la llamada se conectó.

Pero de pronto, un ruido extraño acabó - ¿Bueno?


con su tranquilidad. Era un silbido. Adán - ¡Bueno! ¿Dónde estás?

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- ¿Adán? ¿Cómo que dónde estoy? Pues en el el aire de la mañana, pero creo que no fue
hostal, donde más. ¿Dónde estás tú? buena idea hacerlo sin comer bien. Gracias,
en serio.
- ¿Sigues ahí? - le preguntó consternado.
- Bueno, con mucho cuidado. Mejor váyase a
- Sí, ¿tú en dónde estás? ¿Estás bien? Te es- descansar.
cucho extraño.
Adán caminó rápidamente hasta llegar al
Adán respiró para calmarse mientras escu- hostal. Entró a su habitación y se encontró
chaba a su amigo al otro lado de la línea. Des- con Roberto. Su amigo, aliviado, suspiró cuan-
pués aguzó el oído nuevamente. El silbido do lo vio entrar y lo abrazó. Permanecieron un
volvió a escucharse. momento en silencio, y después, se sentaron
en la orilla de la cama para platicar.
- ¡Carajo!
- ¿Qué rayos pasó, Adán? Te escuchabas mal
Sin pensarlo dos veces, Adán corrió de vuelta de verdad.
al pueblo, lejos de aquel lugar.
- Ni siquiera sé por dónde empezar. Fue qui-
- ¿Adán? ¿Qué pasa? ¿Necesitas ayuda? Dime zás la experiencia más extraña y escalof riante
en dónde estás, ¡voy para allá! de mi vida. De verdad no sé cómo comenzar.

-No, no. Todo bien gordo, ya voy de vuelta al - Pues respira, piénsalo un poco y di lo prime-
hostal. Llevo comida. Te platico todo en cuan- ro que venga a tu mente.
to llegue. Estoy bien, no te preocupes.
- Bien – Adán dio un respiro profundo, se de-
Adán estaba realmente asustado, el corazón tuvo a pensar un momento y continuó- Bue-
le latía a mil por hora. No sabía que era lo que no, todo comenzó cuando salí a conseguir
había producido el silbido y no tenía interés el desayuno para ambos, di un recorrido pe-
de averiguarlo, sólo quería alejarse de ahí. Co- queño por las calles mientras lo buscaba, y
rrió hasta sentirse seguro entre la gente del después, se me ocurrió ir más allá. Quería ver
pueblo, se detuvo un momento a tomar aire y un poco de los alrededores, mirar los pinos,
caminó lentamente. La piel pálida del rostro, subir un poco y ver el lago desde otro ángu-
delataba su temor ante las personas que lo lo. Cuando me adentré un poco, y me senté
veían con extrañeza. a contemplar el paisaje boscoso, comencé a
escuchar un silbido. Seguro dirás: “¿eso que
- ¿Está bien, joven? - preguntó una señora. tiene de escalof riante?”, pero el problema es
que nadie estaba ahí.
- ¿Eh? Sí… ¿Por qué? – respondió Adán des-
concertado. - ¿Estás seguro de que no había alguien cami-
nando entre los árboles? No es por dudar de
- ¿Seguro? Porque se ve muy pálido. ¿Necesi- ti, pero los pinos pueden ser suf icientemente
ta que llamen a algún médico? tupidos para cubrir a una persona completa.

- No, no señora. Gracias, estoy bien. Lo que - Lo mismo creí, pero busqué entre los árbo-
pasa es que me fui a correr para aprovechar les cercanos para cerciorarme de que no ha-

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bía nadie. Y efectivamente, así fue. Hasta ima- cerámica hasta la pintura – respondió la seño-
giné que me habías visto salir, y entonces, me ra, y volteo la mirada hacia Adán, reconocién-
seguiste para jugarme una broma. Por eso te dolo. - ¿Cómo sigue usted joven? ¿Ya mejor?
marqué.
- ¡Ah! Es usted, la señora de la mañana. Perdó-
- Bueno, suena como algo que yo haría -res- neme, ni siquiera la reconocí.
pondió riendo. Pero sólo por si aún dudas, no
fui yo … ¿Y no consideraste que posiblemente la - No se preocupe, dudo mucho que en la for-
persona estaba más lejos y por eso no hallaste ma en la que estaba, haya podido recordar mi
a nadie? cara.

- No, porque el silbido se escuchaba bastante - Sí. Bueno, respondiendo a su pregunta, es-
cerca. Casi a unos pasos de distancia. Fue muy toy mejor. Un pequeño susto, es todo
raro y la verdad, tuve mucho miedo.
- Pero me dijo que estaba cansado por hacer
- ¿Sabes qué? Sería interesante averiguar con ejercicio.
las personas del lugar. Tal vez existe alguna le-
yenda o historia que coincida con lo que viviste. - ¿Ah sí? Bueno, estaba algo confundido
A mí me gustaría averiguar. cuando la vi. Perdone, ya nos vamos, tenemos
que ir a comer algo porque ya hace hambre.
- De acuerdo, averiguaremos un poco sobre
esas cosas, pero primero desayunemos, por fa- - Adelante, que estén bien. Provecho.
vor. Recorramos el pueblo y veamos cosas más
agradables un rato. - ¡Gracias!

Después de comer, como habían acordado, sa- Cuando ambos se marchaban caminando,
lieron a recorrer el pueblo. Las bellas calles em- Roberto detuvo a su amigo y le dijo:
pedradas se engalanaban con la arquitectura y
la presencia ocasional de las vacas y burros que - ¡Espera! Si la señora ya te conoce, y te ha-
andaban libremente. Adán y Roberto se senta- bla con conf ianza, podríamos preguntarle un
ron en las escaleras del kiosco de la plaza cen- poco sobre las leyendas del lugar. Quizá nos
tral y conversaron, tranquilamente, por mucho cuenta algo interesante. ¡Vamos!
tiempo. Ya la tarde era soleada y el cielo de un Roberto se adelantó hacia el puesto y le pre-
azul bellísimo. guntó a la señora sobre alguna leyenda que
encajara en la descripción de los silbidos. Su
Caminando entre las calles, encontraron un respuesta, sin embargo, fue negativa:
pequeño puesto de artesanías. La persona que
atendía estaba hablando con unos clientes, y - Uy no, no hay ninguna leyenda similar, la
Adán no la reconoció, pero era quien en la ma- más famosa de aquí, es la del lago, esa donde
ñana le había preguntado si estaba bien. una princesa se convierte en sirena. Pero ella
sólo aparece en las noches, no de día.
- Buenas tardes, ¿cuánto cuestan estas tazas? –
le preguntó Roberto, señalando unas de barro, - Bueno, gracias. Quizá después de la comi-
con flores pintadas a mano. da venga a escuchar esa leyenda – le dijo Ro-
berto despidiéndose. Había avanzado apenas
- En $100 joven, son hechas a mano. Desde la unos pasos cuando la señora lo llamó.

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- La verdad joven, sí hay una leyenda así, pero no Adán lo miró angustiado. Realmente espe-
podemos hablar de ello, y menos, con los visi- raba que cambiara de opinión, pero Rober-
tantes, porque luego se espantan. Lo único que to sacó las palas y comenzaron a cavar hasta
puedo decirle es que los silbidos los producen que Roberto dio con algo duro como roca.
unos ídolos que están enterrados en la tierra. No Lo limpió con las manos y encontró una es-
diré más. cultura de piedra en forma de hombre, algo
tosca pero detallada. El silbido se detuvo.
Roberto la miró extrañado, tratando de desci- Ambos se miraron inquietos. No sabían si to-
f rar qué era lo que había querido decir, aunque carlo les traería desgracias, o más bien fortu-
parecía una simple creencia popular. El joven le na. Como sea, el silbido se había detenido, y
dio las gracias y se marchó. Adán lo estaba espe- eso, signif icaba algo.
rando, sentado en una banca cercana; cuando
le platicó lo que la señora le había dicho, am- - Talvez quería que lo encontráramos – co-
bos dudaron, pero la curiosidad los venció, sobre mentó Roberto.
todo a Roberto, el más curioso. Después de dis-
cutir largamente si debían ir de vuelta al lugar - No lo sé. ¿Deberíamos dejarlo? –agregó
de los silbidos, Adán terminó cediendo ante su Adán, esperando que la pregunta misma,
amigo. ayudara a persuadir a su amigo de no hacer
eso.
Regresaron al hostal por sus mochilas y lo ne-
cesario para la exploración. Salieron apresurados - No, yo aún creo que esperaba ser encontra-
rumbo a la zona en la que Adán había estado do, y quizá, llevado a otro lugar. A lo mejor no
en la mañana. Los dos amigos estaban nervio- deberían estar enterrados.
sos, pero la presencia del otro los confortaba.
Cuando llegaron al lugar, aguzaron el oído y se - No quiero sonar mal, pero, ¿no te asusta ni
mantuvieron en silencio, de modo que pudieran un poco pensar que esa cosa estaba silban-
escuchar perfectamente. Durante un momento, do? ¿De verdad quieres llevártela contigo
los acompañó únicamente el sonido de la natu- después de presenciar eso?
raleza, hasta que repentinamente, Roberto es-
cuchó ligeramente el temido sonido. - Me gusta pensar que le estoy ayudando y
eso evitará que vuelva a asustar a la gente
- Creo … creo que lo escucho. que visite esta zona.

- ¿En serio? – Adán guardó silencio un segundo – Adán lo miró con cara de miedo y preocupa-
¡Es verdad! ¡Es ese el mismo silbido que escuché ción.
hace rato!
- Lo llevamos con nosotros y mañana mismo
- ¡Dios! Si que es inquietante, sobre todo si tienes al amanecer, lo dejamos en la zona de infor-
presente que no hay nadie más aquí cerca. De mación o en la iglesia. En uno de esos luga-
pronto tengo unas ganas inmensas de irme. res sabrán que hacer con él.

- Así me pasó a mí en la mañana. Yo estoy a pun- - Está bien … búrlate lo que quieras, pero yo
to de correr otra vez. ¿Tú aún quieres buscar si quiero dormir con la luz encendida, y quizá
hay algo? la televisión.

- Sí, quiero intentarlo.

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- De acuerdo, vamos de vuelta antes de que anochezca - ¿Eh? ¿Qué pasó, gordo? – le contestó su amigo
incorporándose somnoliento.
– dijo Roberto mientras envolvía el ídolo en una manta
y lo guardaba en su mochila; luego, regresaron al hos- - Alguien está hablando. Aquí en nuestro cuarto.
tal sin paradas. Después de decidir lo que harían con
el ídolo al día siguiente, la noche cayó y ambos se pre- Adán se despertó de golpe y puso atención para
pararon para dormir. Pasada la media noche, Rober- poder escuchar aquella voz extraña que no perte-
to sacó la pieza de su mochila, lo colocó sobre el buró necía a ninguno de ellos. Sorprendentemente, y a
de la habitación y apagó la luz luego de cerciorarse de diferencia de su amigo, salió disparado fuera de la
que su amigo estaba dormido. cama y prendió la luz. Roberto gritó al momento;
su amigo Adán no sabía lo que había ocurrido. Era
Al instante, Roberto soñó que caminaba por los bos- el ídolo de piedra nuevamente, ahora estaba en
ques de pinos, admirando a las aves y tomando foto- la mesa de noche que tenían en medio de am-
graf ías. Vio también, el pueblo, su cielo azul siempre bas camas. Se había movido. Roberto se levantó
claro que era desplazado por enormes nubes negras, rápidamente y se mantuvo de pie junto a Adán.
dejándolo totalmente obscuro. El joven miró a su alre- Ninguno de los dos sabía qué hacer.
dedor, repleto de truenos y rayos aterradores. De pron-
to, un intenso viento comenzó a soplar entre los árbo- - ¡Te dije! ¡Te dije que esto era mala idea! – le grito
les donde estaba parado y buscó cubrirse de aquella Adán
fuerza.
- Lo sé, lo sé. Perdóname.
Entre todo el caos, sintió una pesada presencia detrás
de él; volteó lentamente, como quien sabe que ha sido - Está bien. Lo que importa ahora es ver cómo dor-
encontrado por el más grande peligro. Era el ídolo de miremos el resto de la noche. Yo no quiero estar
piedra que habían hallado en la tierra ese día. Rober- en esta habitación.
to gritó fuertemente y se echó hacia atrás, el ídolo en
cambio, no se movió y comenzó a hablarle. - Vamos a la salita de la recepción, los sillones no
son incómodos y no estaríamos precisamente en
- Quiero estar en mi lugar. Quiero caminar un poco. el suelo. Creo que es mejor que esto. Hay que ves-
Dame de comer. tirnos para no vernos mal.
Adán no dudo ni un poco en aceptar. Ambos se
Roberto despertó sobresaltado y sudando. Se sentó un vistieron rápidamente y fueron a sentarse al lugar
momento sobre la cama, y mientras bebía un poco de acordado. Se recargaron, uno en el otro, y cayeron
agua, escuchó unos susurros. Era como si alguien es- dormidos. A la mañana siguiente, la dueña del lu-
tuviera hablando dentro de la habitación; pensó que gar los despertó molesta.
tal vez Adán hablaba dormido, así que lo llamó. Pero
no hubo respuesta, Adán dormía profundamente y en - ¡Oigan! ¿No se supone que rentaron una habita-
silencio. ción para dormir en ella? No deberían estar aquí.

Las palabras parecían estar en un idioma extraño, uno - ¡Perdón, qué pena! Es que no podíamos dormir y
desconocido para Roberto. ¿Sería purépecha? Sin im- nos vinimos a sentar aquí a platicar. Nos dio calor
porta qué lengua era, lo desconcertó y tuvo nervios; allá y pues aquí estaba más f resco. Ya sabe, cita-
lleno de miedo, llamó a Adán desde su cama, sin atre- dinos - contestó Adán tratando de ser simpático,
verse a salir un centímetro de ella. pero a la señora no le hizo ni un poco de gracia.

-Adán… Adán. Despierta por favor. ¡Adán! - Sólo no vuelvan a hacerlo, por favor.

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Tan pronto la señora se marchó, ambos jóvenes - De acuerdo. Lo haremos. Gracias – dijeron am-
se dirigieron a su habitación para recoger el ído- bos y se despidieron.
lo y llevarlo a otro lugar. Al abrir la puerta nota-
ron que, nuevamente, el ídolo había cambiado Los chicos caminaron inseguros de la informa-
de lugar. Esta vez estaba parado sobre la orilla ción que les acababa de dar la señora. Una par-
de la ventana y ya no se asustaron; tomaron sus te de ellos creía que eso era demasiado fanta-
cosas junto con la estatua y salieron del lugar. En sioso. Ninguno de los dos creía que la estatua
el camino, rumbo al centro del pueblo, Roberto pudiera causar una tormenta devastadora, des-
le contó a Adán sobre su sueño y lo que el ído- pués de todo, el cielo estaba perfectamente so-
lo había dicho; después, terminó sugiriendo que leado y no había indicios de que eso cambiaría.
hablaran con la señora de las artesanías, pues Ambos decidieron que lo devolverían al lugar
ella les había dado un poco de información an- donde lo hallaron, lo enterrarían de nuevo y es-
tes. Quizá si le enseñaban la f igurilla se animaría perarían que nada los siguiera de vuelta a casa.
a hablar.
Una vez tomada tal decisión, se dirigieron a co-
La encontraron justo en el mismo lugar que el mer a otro restaurante local. Los dos amigos
día anterior. Se acercaron discretamente, espe- estaban más tranquilos y habían olvidado, casi
rando a que no hubiera gente cerca. La saluda- por completo, el susto que pasaron desde el día
ron amablemente, y después de contarle el pro- anterior. Mientras comían, conversaban libre-
blema, Roberto le mostró la estatua. mente, sin preocuparse de las advertencias de
la señora. De pronto, escucharon como si algu-
- Pero, ¿qué está haciendo? ¡Guarde eso! No debe nas cosas cayeran fuera y el sonido de un fuerte
enseñarlo por ahí como si fuera un juguete. Para viento se apoderó del lugar. Eran los puestos de
nosotros esas cosas son sagradas. Dicen que con- artesanías que había por la plaza: el viento los
tienen espíritus de los antiguos y cada familia había arrastrado consigo.
que posee alguno debe resguardarlo muy bien,
lejos de las miradas de los demás –sentenció la Los chicos miraron preocupados hacia donde
señora mientras bajaba la voz, casi a un susurro. estaba la señora, pero había desaparecido, se
había marchado después de la plática porque
- Perdón si sueno agresivo, pero, ¿quién querría sabía que algo malo podía pasar. De un mo-
tener esto en su casa? Habla, hace ruidos, se mento a otro, el cielo comenzó a retumbar. La
mueve. ¡Vaya, hasta apareció en mis sueños! gente, extrañada por el repentino cambio del
clima, salió a ver lo que pasaba y el cielo, pasó
- Eso es porque está molesto, lo removieron de de un azul clarísimo, a un gris amenazante.
su lugar y no le han cuidado como se debe. En - Como en mi sueño – dijo Roberto – Esto es
realidad, los tharhesicha traen buena suerte a las obra del monolito, la señora tenía razón. Tene-
familias que los poseen. Los protegen y les ayu- mos que regresarlo antes de que destruya todo.
dan con sus cultivos o con cualquier otra activi-
dad que desempeñen. - ¡No inventes! Debe ser una coincidencia, una
- Los tarje … ¿qué? fea coincidencia. Mira, te apuesto a que la tor-
- Tharhesicha, así se llaman. O pueden decirles menta no dura más de una o dos horas. Espere-
también hombres viejos. Cualquiera de los dos. mos a que pase, y en cuanto termine, lo regre-
Ahora devuélvanlo a donde lo encontraron antes samos a su lugar.
de que cause desgracias al pueblo. Es capaz de
destruir todo con una tormenta, porque por si no La tormenta, en cambio, no se detuvo, y tres
lo sabían, cuando los maltratan hacen eso. horas después no daba indicios de hacerlo. Los

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truenos y relámpagos no dejaban de iluminar - Al menos todo terminó.
tenebrosamente el cielo y el nivel del agua co-
menzó a subir. Sobre las calles, ya no solo había - Gordo, de ahora en adelante … recuérdame
charcos, sino que estaban inundándose. no salir de viaje contigo – le dijo riendo.

La gente del pueblo estaba preocupada porque Ambos amigos caminaron abrazados de
no habían visto antes, una tormenta lo suf icien- vuelta hacia el pueblo. Todo estaba tranquilo
temente fuerte para inundar sus calles. En ese nuevamente.
instante, el ídolo comenzó a silbar. Ambos chicos
supieron que era momento de regresar al lugar,
aun bajo esa tormenta tan fuerte. Tomaron sus
cosas, se cubrieron con las chamarras y salieron
corriendo, a pesar de las advertencias de la gen-
te.

Los amigos avanzaron rápidamente bajo la lluvia,


mojándose los pies a cada paso. Casi no podían
ver y los granizos comenzaban a lastimarlos. In-
creíblemente, lograron llegar hasta la zona del
bosque donde encontraron la estatuilla. Ambos
estaban empapados, parecía que habían saltado
al lago con la ropa puesta. La cabeza escurriendo
y los pies encharcados auguraban un ref riado.

Sin perder más tiempo comenzaron a excavar


con laspalas, después de todo, la tierra estaba
lodosa por el agua que seguía cayendo. El ídolo,
que no había parado de silbar desde el restau-
rante, dejó de hacerlo. Roberto lo tomó con cui-
dado, lo envolvió en una f razada y lo puso en la
tierra con respeto. Seguido de él, Adán lo cubrió
con la tierra que habían removido. Al f inal, Ro-
berto le of rendó unas flores que había logrado
conservar intactas.

La lluvia se detuvo de golpe, como si alguien


hubiera cerrado la regadera rápidamente. Las
nubes se abrieron, mostrando el cielo azul y la
luz del sol. Hacia el horizonte, un arcoíris se for-
mó en la zona del lago. Fue la cosa más extraña
que ambos habían visto. El ídolo ya no silbaba.
Adán y Roberto se miraron riendo, empapados
por completo.

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Acertijo Divino
Un grupo de personas corre a través de - ¿Cómo rayos viajaríamos en el tiempo?
las ruinas de una ciudad perdida. Todo fue ¿Con qué? – la interrogó Gustavo.
tragado por la naturaleza, los árboles cre-
cieron caóticamente, sepultando el lugar - Pues con la explosión de luz que hubo en el
que ocuparon sus ancestros, como si re- cielo. ¿Ya la olvidaron? Antes de aparecer ti-
clamaran su propiedad. Los jóvenes corren rados en este lugar hubo una gran explosión
huyendo de algo desconocido. El tiempo en el cielo, como si un meteorito se hubiera
corre en su contra, avanzan sin perder un estrellado con la atmosfera.
solo segundo. Descansar resta tiempo.
- Ajá, ¿y cómo es que somos los únicos que
- ¡Vamos! Tenemos que llegar a la yácata estamos aquí? ¿Dónde está la demás gente?
del cerro más alto antes de que se nos aca- – preguntó incrédula, Sara.
be el tiempo –gritó al resto Belén.
- Pues no sé, viajarían a otro tiempo o lugar.
- Nunca llegaremos, es imposible. Ade- No sé, sólo es una idea – les respondió Rebe-
más, ¿por qué hacemos esto? – preguntó ca.
cansado Joaquín, el introvertido del grupo.
- Miren, si no viajamos en el tiempo, podría-
- ¿Por qué? ¿Cómo preguntas eso? Acaso mos estar soñando. La cosa es que tenemos
no estabas allí cuando aparecimos de la que llegar hoy mismo a la base del cerro más
nada en medio de este lugar, mientras la alto, a una yácata, de lo contrario moriríamos
voz que no venía de ningún lado, nos ame- uno por uno – les dijo Belén.
nazó – habló Belén una vez más.
- Esperen … ¿saben qué es en una yácata? –
- Y eso es extraño, ¿no? Para empezar, comentó la callada, pero astuta Regina.
¿cómo es que llegamos aquí? A todos se
les ocurrió salir corriendo cuando escucha- - ¡Y eso qué! ¿Qué tiene? ¿Tú sabes qué es esa
mos la voz, pero a nadie se le ocurrió pre- cosa? – le preguntó Mateo.
guntar qué rayos estaba pasando y dónde
estábamos – se quejó molesto Tenoch. - Son los antiguos recintos ceremoniales pu-
répechas. Eso quiere decir que seguimos en
- Hasta donde yo entiendo, ¡viajamos al fu- territorio michoacano, lo que es más raro to-
turo! – contestó muy segura Rebeca. davía. ¿Cómo es que estamos parados en el
mismo lugar del que desaparecimos? Todo
- ¡Ay por Dios! ¿Qué estás diciendo? –res- está completamente y abandonado. ¡Ay cie-
pondió Tenoch. los!, la idea de haber viajado al futuro ya no

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me parece tan descabellada. Además, una yá- ser astuta, Rebeca conocía mucho las leyen-
cata en el cerro más alto … ¡quién había visto das y creencias purépechas, pues sus abue-
eso! los eran de allí. De manera que sólo ella sabía
lo que necesitaba buscar para luchar contra
Todos comenzaron a expresar burla o hartaz- las culebras.
go. De pronto, una voz grave e imponente se
escuchó en el ambiente. Era como si vinera del Después de inspeccionar la casa, halló unos
cielo y se manifestara en cada pedazo de aire. cuatro machetes que les permitirían conti-
nuar el camino. Los chicos de la expedición
- Les sobran 3 horas. regresaron con un machete cada quien, y
siguiendo las explicaciones de Rebeca, co-
Los muchachos quedaron paralizados al escu- menzaron a batirlos contra los remolinos
char la voz y darse cuenta de que estaban sien- para desintegrarlos. El resto del grupo se
do observados todo el tiempo. Después, como quedó mirándolos con extrañeza, sin lograr
si fueran juguetes de cuerda a los que acaban comprender que ocurría.
de encender, corrieron de inmediato sin que
nadie dijera nada. - ¿Qué diablos están haciendo? – dijo Tenoch
algo irritado y sin entender nada.
- Cuidado con la tentación y el obstáculo. La
noche se acerca y no será buena amiga. - Combatiendo a las culebras de la manera
correcta. ¡Ahora mira! – contestó segura Re-
Los chicos escuchaban, apresurándose hacia beca.
el lugar. Algunos, cansados, suplicaban por ba-
jar la velocidad y reponer el aire y la energía. Poco a poco, los vientos disminuyeron y los
Después de una breve pausa de recuperación, remolinos comenzaron a desintegrarse has-
unas culebras de agua se atravesaron en su ca- ta por completo. Los chicos, entonces, con-
mino, cerrándoles el paso. Todos se detuvieron tinuaron su travesía. A ratos, uno que otro le
de golpe. Los remolinos de aire parecían tener lanzaba cumplidos y felicitaciones a Rebeca.
vida propia, y cuando los jóvenes se acercaban, Pero no pasó mucho tiempo hasta que un
eran lanzados lejos. nuevo obstáculo los obligó a detenerse. Era
un hombre en medio del camino que los mi-
A pesar de su tamaño relativamente pequeño, raba de f rente, como retándolos, y que def i-
la fuerza del viento era descomunal. Los jó- nitivamente, los estaba esperando.
venes intentaron, uno detrás de otro, avanzar
juntos, pero f racasaron. La idea de rodear los - Veo que llevan prisa. Bueno, cada vez tienen
remolinos tampoco fue efectiva: las culebras menos tiempo. A decir verdad, dudo mucho
se movían hacia donde quiera que ellos inten- que lo logren en dos horas, pero los hombres
taran abrirse camino. nunca han dejado de sorprendernos.

Rebeca miró alrededor buscando soluciones: - ¿Los hombres? – preguntó confundida Sara.
una casa abandonada se avistaba entre los ár-
boles, por lo que avisó al resto. Sara, Gustavo y - Entre muchas, una de las formas de referir-
Mateo la siguieron para explorar. Además de nos a la humanidad.

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- Habla como si no fuera parte de ella – señaló - ¿Qué?
Mateo.
- ¡Tú hazlo! Verás que funciona.
- No pierdan más el tiempo. Vengo a darles un
regalo, algo que necesitarán para continuar. Mateo comenzó a excavar una vez más. De
pronto, una víbora se asomó; él cerró los ojos
- ¡Qué bien! ... ¿En serio? ¡Que amable! ... ¡Qué y visualizó lo que Rebeca le había pedido. A
buena suerte! – dijeron algunos de ellos. la vista de todos, era una víbora, pero cuan-
do Mateo abrió los ojos, ante él estaba una
- ¿Y qué es? – preguntó Regina. cuerda enrollada. La tomó y en el fondo del
agujero encontró un papel que decía: “Aquí
- Vamos chicos, no creerían que sería tan fácil, ¿o no es, sigue buscando. Te quedan 6 hoyos”.
sí?
Todos estaban pasmados, incrédulos e irrita-
- ¿Qué quiere decir? – preguntó Belén preocupa- dos por los artilugios. Tenoch contó los hoyos
da. que habían cavado: eran 7, incluyendo el de
Mateo. Eso signif icaba que en alguno de los
- Digamos que me gusta jugar a las escondidas. otros 6 estaba el obsequio del que habló el
He dejado eso que necesitan en alguna parte de misterioso señor del camino.
este suelo. Excavé y lo oculté. Pero como me abu-
rrí de esperarlos, excavé más de una vez y enterré Lo jóvenes creían que el acertijo había llega-
varias cosas por ahí. Quién sabe cuál sea la co- do demasiado lejos: en cinco hoyos encon-
rrecta, ¿no? En f in, estoy seguro de que ustedes traron la misma nota, pero revisando el últi-
lo sabrán cuando lo tengan en sus manos. ¡Ah, mo hallaron un mensaje que decía:
por cierto! Rebeca, tú eres la única que no puede
excavar. No les quitaré más tiempo. Nos vemos - “Cuidado con los coyotes”.
en la cima … ¿O no?
- ¿Y eso qué signif ica? ¿No que era un obje-
El hombre caminó por entre los árboles y des- to que nos ayudaría? ¡Desgraciado! Sólo nos
apareció tranquilamente, sin dejar rastro. Los hizo perder tiempo – dijo molesto Tenoch.
muchachos comenzaron a cavar. De pronto, Joa-
quín soltó un gritó, haciendo voltear a todos: ha- - Tomémoslo como advertencia y ya. Quizá al
bía encontrado una víbora al lado de un objeto f inal sirva de algo – señaló Belén.
enterrado. Nadie tuvo valor de mover al animal
y decidieron seguir excavando en otros lugares. Los muchachos, un poco decepcionados, es-
El resultado fue el mismo. Uno tras otro, los chi- taban dispuestos a continuar cuando la voz
cos encontraron serpientes, tal como Joaquín. El omnipresente, resonó en el cielo de nuevo.
único que aún no había dado con algún tesoro
escondido era Mateo. Rebeca entonces recordó - Lo siento, su tiempo ha terminado.
la solución.
Todos se asustaron, y mientras algunos la-
- ¡Mateo! ¡Alto! Necesito que antes de seguir exca- mentaban su destino, otros especulaban so-
vando te olvides de las víboras. Quiero que pien- bre lo que pasaría.
ses que, en lugar de la víbora, encontrarás una
cuerda común y ordinaria.

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- ¡Tranquilos! Habrá una segunda oportunidad para - ¿Correr? ¿Con esta lluvia? Pero si no vemos
ustedes, pero todo será más dif ícil. No tendrán un nada, podríamos caernos, lastimarnos o has-
límite de tiempo, pero sí un terreno lleno de peli- ta perdernos del resto – comentó Joaquín
gros. No todos llegarán a la cima. Hay que acelerar preocupado.
las cosas.
- No, tiene razón. Tenemos que seguir el ca-
La voz se calló. mino, no hay de otra. Evidentemente, quien
está detrás de esto, no quiere que nos deten-
- ¿A dónde vas? ¡No seguiremos con este juego ton- gamos. Debemos continuar – les señaló Be-
to! ¿Quién eres y por qué juegas con nosotros? Esto lén.
sólo debe ser terror mental, estoy seguro. ¡Sé que no
vas a hacernos nada! – gritó Tenoch con fuerza hacia Todos acordaron permanecer juntos, tanto
el cielo, casi quedándose sin voz. como fuera posible, para evitar perderse; en
caso de suf rir algún accidente debían ayu-
En aquella noche la luna llena resplandecía sobre el darse de inmediato. La visión del camino era
cielo. El aullido de un coyote retumbó en uno de los mala por la fuerza de la lluvia. Las lámparas
cerros. Rebeca recordó lo que decía el papel y supu- de los celulares eran inútiles, aun así, los jóve-
so que el camino estaría lleno de aquellos animales. nes emprendieron el viaje, moviéndose entre
Belén sugirió seguir sin importar si era un juego. Los los charcos y el lodo formado por la tierra.
jóvenes comenzaron a caminar rápidamente a tra-
vés de la vegetación. De pronto, un agujero se abrió bajo los pies
de Mateo, quien alcanzó a saltar, evitando la
Aún con las lámparas de los teléfonos, inútiles para caída. Los jóvenes avanzaban hasta que un
cualquier otra cosa, la obscuridad se extendía ate- grito los detuvo: era Sara desde el fondo de
morizando a todos. De pronto, atravesaron entre un hoyo aún más grande en el que había tro-
sus pies, unas cosas desconocidas. Los gritos no tar- pezado.
daron, y todos se detuvieron asustados. La poca luz
complicaba la situación, pero Regina, con un gran - ¡Ay no! Necesitamos una cuerda o algo pa-
esfuerzo, logró ver que se trataba de víboras. Esta recido, ¡rápido! – dijo Belén.
vez, sí eran reales. El coyote aulló una vez más, como
un recordatorio. Rebeca volteó hacia el cielo prácti- Los muchachos buscaron desesperadamen-
camente segura de lo que se acercaba. te en los alrededores, pero no encontraron
nada.
- Chicos, creo que viene una tormenta.
- Esto no va a funcionar, se nos acaba el tiem-
Tan pronto como alzaron la vista, las gotas grandes po. Quítense alguna prenda de vestir y até-
y agresivas comenzaron a mojar todo a su paso. Los moslas para hacer una cuerda – sugirió Te-
chicos buscaron refugio cerca, pero como no había noch.
nada que los cubriera, utilizaron los árboles. La idea,
en principio, no era mala, sin embargo, varios relám- Los chicos unieron varios suéteres y camise-
pagos cayeron sobre ellos. tas. Sara estaba angustiada porque no sabía
nadar y el agua le llegaba hasta el pecho.
- Esto no tiene caso, no hay donde refugiarnos. De- Pronto, lanzaron la cuerda de ropa hacia el
bemos correr – gritó Gustavo. agujero, donde ella la tomó. Todos comenza-
ron a jalar con fuerza para subirla. Como el

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nivel había crecido, caer nuevamente signif icaba de barrancos empinados. Regina notó la re-
un ahogamiento seguro. pentina ausencia de su amigo y avisó al resto.
Todos comenzaron a buscarlo, hasta que Ma-
Cuando la chica estaba a punto de llegar a la su- teo lo localizó a lo lejos.
perf icie, dos de las prendas se soltaron. Todos
gritaron mientras trataban de ayudar a su amiga - ¡Gustavo! ¡No! ¡No la sigas! – le gritó Rebeca.
que luchaba desesperada, pero después de unos
minutos se detuvo. Cuando sus amigos encontra- Sin embargo, ya era tarde: la escuchó cuando
ron la manera de sacar el cuerpo, éste ya no tenía estaba al f ilo de la pendiente. La chica que lo
vida, y de pronto, su se convirtió en destellos que desvió flotaba en el aire y en lugar de que Gus-
ascendieron majestuosamente hacia el cielo. tavo retrocediera, terminó cayendo al barranco
sin remedio.
- Eso fue raro. Me atrevo a decir que … estamos en
un programa de computadora – aseguró Tenoch. - ¡No! – gritaron todos al mismo tiempo, mien-
tras veían desaparecer a su amigo.
- ¿Qué estás diciendo? – preguntó extrañada Re-
gina. Todos corrieron hacia el f ilo de la barranca, y
la mujer que sobrevolaba, también había desa-
- Sí, pues qué otra explicación hay. Seguro que parecido. En el fondo reconocieron los mismos
somos personajes de algún videojuego o algo así, destellos luminosos que habían visto antes, as-
y la voz que habla, es quien juega con nosotros. cendiendo hacia el cielo.

- Demasiada ciencia f icción, busquemos explica- - Nos están cazando – dijo Belén – Tenemos
ciones más razonables – contestó Gustavo. que buscar un refugio y pedir que nos dejen
descansar por esta noche. Mañana seguiremos
- ¡Ay! ¿Y lo que acaba de pasar no es alocado? este juego sin sentido, la noche sólo terminará
matándonos a todos.
- ¡Suf iciente! Seamos un videojuego o no, trate-
mos de llegar a donde nos dicen. No sabemos si - ¿Se dan cuenta de que mintieron? – comentó
nos liberarán o qué pasará, pero tengamos fe en Rebeca.
que Sara, en realidad, sigue por ahí y al llegar a la
cima nos dirán dónde – dijo Belén. - ¿De qué hablas? – le preguntó Joaquín.

Los jóvenes continuaron su camino, escépticos de - De la segunda oportunidad … porque digo,


todo lo que les había sucedido. Muy poco tiempo ¿cuál era el reto inicial? Llegar a la cima del ce-
después, algo nuevo se presentó ante ellos. Por rro más alto, donde se supone, habrá una yá-
f in habían salido de la zona boscosa y ahora se cata, ¿no? Y además sólo teníamos seis horas,
encontraban en la falda de los cerros, en los ba- de lo contrario moriríamos. Después de f raca-
rrancos. Gustavo. Quien iba al f inal, escuchó que sar, la voz nos dijo que no moriríamos porque
alguien lo llamaba: cuando volteó, vio a una chi- teníamos una segunda oportunidad, pero en
ca como de su edad, muy linda y vestida elegan- realidad, cumplió la primera amenaza. Piéns-
temente. La joven tenía un lirio que agitaba en enlo, ya estamos muriendo por no haber logra-
su mano, llamándolo. Él no dudó en seguirla, era do llegar en 6 horas. Sólo nos hizo creer que
como si lo hubiera hipnotizado. Poco a poco lo nos daba una oportunidad al no aniquilarnos
fue desviando del camino, hasta una zona llena a todos juntos y al mismo tiempo. Por eso dijo

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que no todos llegarían. A decir verdad, quién mamífero. Quien lo mira, cae muerto al instan-
sabe si alguien llegue. te.

- Es verdad. ¡Que ruin! – contestó Mateo. - Con razón están como están. Obligándonos a
atravesar por ahí – comentó Mateo.
- Busquemos ese refugio de una vez, espero que
podamos descansar un poco – contestó Regina. - Pero eso es una locura, estamos condenados.
Si atravesamos ese pueblo, los veremos. ¡Es un
Después de buscar por un buen rato, encontra- suicidio! Todos terminaremos muertos, será
ron una pequeña cueva, allí se refugiaron para una matanza fácil – dijo Regina nerviosa.
dormir. Era relativamente limpia, además, no te-
nía ningún animal o trampa dentro. Los mucha- - Lo sé. Pensé en esperar a que diera la una,
chos se recostaron juntos y durmieron tranquila- pero mirando hacia atrás, sé que eso no será
mente. posible – comentó Rebeca.

Al día siguiente, por la mañana, retomaron el ca- Una barrera de culebras de agua, mucho más
mino. Apenas habían pasado unos minutos cuan- grandes que las primeras, se manifestaba a sus
do algo extraño se presentó ante ellos. Desde la espaldas amenazando con empujarlos adelan-
punta del cerro que habían recorrido, un pueblo te si se negaban a hacerlo por su cuenta. Todos
se vislumbraba en el llano. Extrañamente, estaba comprendieron que no había otra opción: o
conformado únicamente por templos, no por ca- cruzaban o los harían cruzar a la fuerza.
sas. Rebeca los reconoció de inmediato. Eran los
templos de Tata Jurhiata y Nana Kutsi. Todos es- - Se me ocurre algo, será dif ícil, pero puede
taban colocados de una manera curiosa y atrac- funcionar. Bien, tenemos que cruzar vendados
tiva. Además, parecía no haber otro camino, de de los ojos – les dijo Belén.
modo que, era necesario atravesar por allí.
El resto se quedó sin palabras, ciertamente
- Chicos, ¿qué hora es? – preguntó Rebeca. no sería fácil; la propuesta, además, generaba
desconf ianza. No tenían otra opción. Rasgaron
- Las 12 del día, ¿por qué? – le respondió Belén. parte de sus prendas para sacar pedazos de
tela y usarlas como vendas, los amarraron y se
- Porque eso signif ica que estamos en proble- sujetaron unos a otros del torso. Temerosos, los
mas. jóvenes comenzaron a cruzar los templos.

Todos se quedaron en silencio, sin comprender Durante el trayecto, Joaquín tropezó y, al le-
que pasaba. vantarse, ya no encontró a sus compañeros. No
lograba sentir a ninguno cerca, los llamó, pero
- ¿Por qué? ¿Qué pasa aquí? – preguntó Joaquín. fue en vano. Pronto la ansiedad lo venció y se
quitó la venda para encontrar al resto. Inme-
- Son los templos de Tata Jurhiata y Nana Kutsi, diatamente, un ser extraño y monstruoso esta-
las deidades purépechas del Sol y la Luna, o al ba f rente a él, a unos dos metros.
menos son los nombres que usan para referirse a
ello. El mito dice que al mediodía se aparece un Joaquín sólo pudo lanzar un grito antes de caer
ente maligno en sus templos, mitad ave y mitad

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sin vida. Sus amigos, sorprendidos, no resistieron - ¡Oh no! Se quedó dormida – exclamó Tenoch.
el horror y también se quitaron la venda: lograron
percibir en el suelo los destellos que ya conocían - ¿Regina? ¿Regina? ¡Regina! – gritó desespera-
y cerraron los ojos de nuevo, aceptando que lo da Belén, quien la sostenía en su regazo.
habían perdido. El grupo se apresuró a cruzar el
lugar y, una vez librados del peligro, se detuvie- Los intentos por despertarla fueron inútiles,
ron a lamentarse. había muerto en silencio. Después de tomar su
pulso y comprobar que no respiraba, los chicos
Decididos a continuar, comenzaron a subir el ce- aceptaron la pérdida. Una vez más, el cuerpo
rro más alto de todos, al que debían llegar. Cuan- se convirtió en destellos brillantes. Los cuatro
do estaban en las faldas, una parvada enorme sobrevivientes siguieron su curso después de
de aviones, una especie de pájaro parecido a la eso. El atardecer estaba próximo y la cima se
golondrina, cruzó el cielo nublándolo. Regina co- veía muy cerca. Cuando al f in pensaron estar
menzó a toser fuertemente, tanto que dobló el a salvo, ante ellos aparecieron varios coyotes,
cuerpo. Apenas despegó las manos de su boca, cortándoles el paso.
expulsó una gran cantidad de saliva con sangre.
- Así que por esto era la nota. Creí que era una
Sus amigos se detuvieron para atenderla, y aun- broma. ¿Ahora qué, Rebeca? – preguntó Belén.
que lograron contener la sangre, durante las si-
guientes horas, el estado de Regina empeoró - No sé. Muchos mitos involucran a los coyotes.
gravemente. Primero comenzó a sentirse débil, No puedo saber qué hacer hasta que hagan
luego mareada y f inalmente, el estómago co- algo, pero de cualquier manera será tarde.
menzó a torturarla: tuvo nauseas, dolores inten-
sos en el vientre y vómitos constantes; después Los coyotes se quedaron mirando f ijamente a
f iebre y un dolor de cabeza infernal. Rebeca y Be- los cuatro jóvenes. De pronto, sus ojos comen-
lén lloraban, mientras Mateo y Tenoch miraban zaron a emitir un brillo extraño que los volvía
con desesperanza e impotencia. Todos tenían el más aterradores.
lamento en su rostro.
- ¡Diablos! ¡No los vean a los ojos! ¡Eviten su mi-
- ¿Qué rayos está pasando ahora Rebeca? – pre- rada o los paralizarán! – advirtió Rebeca.
guntó Belén entre lágrimas.
La situación era bastante parecida a la de los
- Creo que fueron las aves que pasaron, dicen templos. No podían avanzar fácilmente porque
que son un mal augurio, anuncian enfermedades tenían que desviar constantemente la mirada
próximas. y eran demasiados coyotes para escapar. De
pronto, Mateo les gritó a sus amigas.
- Pues sí que es bastante rara, ¿qué clase de en-
fermedad tiene todos los síntomas del mundo y - ¡Chicas!
avanza así de rápido? – comentó Mateo.
El muchacho estaba paralizado f rente a un co-
- Estoy segura que más que la enfermedad, es lo yote. El animal había logrado que lo mirara de
que nos dijo la voz, ¿recuerdan? Todo será mucho f rente. No podía escapar.
más agresivo de lo que es normalmente. En este
caso, una enfermedad que avanzaría en días, lo - ¡Mateo! – gritó Belén avanzando decidida para
hace en minutos. ayudarlo.

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- ¡No! ¡Detente! ¡No traten de ayudarme! De un momento a otro la temperatura descendió
bruscamente, tanto que comenzó a formarse hielo
- Pero, ¿por qué? – le preguntó Belén. en el ambiente. El piso se cubrió con una capa de
hielo, y cuando menos lo esperaban, sus pies se
- Váyanse. Ustedes sigan. Los cuatro sabemos congelaron junto a la tierra. Rebeca por f in enten-
que no hay nada más que hacer, soy el siguiente. dió lo que pasaba.

Los otros tres jóvenes miraron a Mateo con ad- - Era el aullido que da aviso de las heladas. Cuando
miración. El chico estaba aceptando su destino y el clima será tan f río que acabará con los cultivos.
enf rentando el miedo a la muerte. Era un acto de
valentía. Aceptaron su decisión y se despidieron - ¿Y desde cuándo se congela todo como en los
de él antes de seguir. países del norte? – preguntó Tenoch.

- ¡Los quiero! No me olviden, yo no los olvidaré a - No lo hace, no así, pero recuerden que todo está
donde quiera que vaya. siendo más agresivo de lo que debería. Ahora, tra-
temos de separarnos del suelo. ¡Corran!
Apenas terminó de decir eso, el coyote se lanzó
sobre él como para devorarlo. Tenoch, Belén y Re- Los tres chicos lograron liberarse, y avanzaron con
beca cerraron los ojos, negándose a mirar la ho- cuidado para no resbalarse. Cada vez estaban más
rrible muerte. Sin embargo, al abrir los ojos, nota- cerca de llegar, faltaban unos 10 metros. El hielo
ron que tanto el coyote como él, se convirtieron parecía tener vida propia y congelaba todo detrás
en destellos justo antes de que el animal pudiera de ellos. Por un descuido, Rebeca resbaló. Belén y
alcanzarlo. Su amigo no había suf rido, o al menos Tenoch se detuvieron para volver por ella.
eso parecía. - ¡No! ¡Sigan! ¡Los alcanzará! ¡Váyanse!

Los demás coyotes comenzaron a acercarse, así Después de decirlo, el hielo la alcanzó, congelán-
que salieron corriendo rumbo a la cima. Estaban dola por completo. Inmediatamente se disolvió en
a punto de llegar, pero el aullido de un coyote los destellos, esparciéndose como todos los demás.
detuvo. Parecía que el sonido provenía, precisa- Tenoch y Belén corrieron rápidamente hasta que
mente del lugar al que iban No sabían qué los por f in alcanzaron la cima. Allí, el hielo se detuvo
esperaba allí. mágicamente y encontraron al mismo hombre
que les dio el mensaje de los coyotes.
- ¿Otra tormenta? – preguntó Tenoch.
- Hola chicos, bienvenidos. Mi nombre es Patzari.
- No, no tendría sentido que fuera algo que ya pa- Estoy aquí para cuidar que sólo las personas auto-
samos– respondió Rebeca. rizadas lleguen a este lugar.

- Entonces, ¿qué más signif ica el aullido? – le pre- - ¡Pero si tú eres el mismo de los mensajitos! ¿Aho-
guntó Belén. ra a qué estás jugando? – preguntó molesto Te-
noch.
- No sé. Estoy intentando recordar, pero no me
viene nada. Creo que estoy bloqueada – respon- - Basta, creo que habla en serio – le dijo Belén para
dió angustiada Rebeca. calmarlo – Bueno, ¿ahora qué? – dijo, dirigiéndose
a Patzari.

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- Ahora podrán entender a qué se debe todo esto y - ¿Y nosotros por qué no estamos en llamas?
qué pasará con ustedes.
- Todos los Dioses somos reales, algunos más olvi-
Patzari los condujo por la yácata hasta que llega- dados que otros. Otros, aunque recordados, ya no
ron al centro de ella, donde tres personas estaban son adorados como en sus tiempos. Los Dioses a
sentadas; eran imponentes y parecían sumamente los que nos segregó la religión dominante, nos
poderosos. El que aparentaba ser superior, notó su haremos cargo de terminar la vida en nuestras
llegada y les dio la bienvenida. zonas. Para nosotros, purépechas, esa zona es Mi-
choacán. Y, aun así, sólo podemos encargarnos
- ¡Bienvenidos, humanos! Permítanme presentarme: de aquellos que no son creyentes de la religión
soy el Dios Kuerajperi y ellos son mis hijos Tata Jur- cristiana. Por lo tanto, ustedes, siendo ateos son
hiata y Nana Kutsi., antiguamente conocidos como nuestro encargo.
las deidades Kuricaueri y Kuerauáperi o Xarátanga.
Nos da gusto ver que dos de ustedes lograron lle- - Pero nosotros no somos de aquí, somos de la
gar ante nosotros. A decir verdad, esperábamos que capital – indicó Tenoch.
uno de ustedes fuera Rebeca, por sus raíces, pero …
en f in. Es curioso que los dos con nombres de ciu- - Pero estaban en esta zona cuando iniciamos
dades religiosas hayan venido a conocer el futuro El Final. No se trata de tu lugar de origen, sino
decidido por los dioses. del lugar en el que estabas. En la Ciudad de Mé-
xico Huitzilopochtli y Quetzalcóatl trabajan con
- Mi nombre no es de una ciudad – aclaró Tenoch Mictlantecuhtli; en Yucatán, Hunab Ku e Itzamna
trabajan con Yum Kimil; en Grecia, Zeus con Ha-
- No, pero se ref iere a una: Tenochtitlán. Y Belén, des; en el norte de Europa Odín con las Valkirias
creo que está claro. trabajan a lado de Hela. Todos trabajamos juntos
porque hemos decidido que es momento de aca-
- ¿Cómo es que están ustedes aquí? ¿Es una broma bar con la civilización humana. ¡No habrá vuelta
o algo simulado? atrás!

- No, no. Lamentablemente para ustedes, todo es - ¿Por qué son tan crueles? – les preguntó Belén.
real. Si se asoman por este lado del cerro, podrán
ver gran parte de su antiguo territorio, totalmente - No es crueldad. Es el ciclo de toda vida, así debe
transformado. ser. Teníamos que detenerlos antes de que aca-
baran con el planeta de un modo irreversible.
El cerro era mucho más alto de lo que habían ima- Nosotros podemos reparar el daño natural, pero
ginado. A decir verdad, era sorprendente que no les ustedes ya no merecen el planeta.
faltara oxigeno desde ahí. Era posible ver los límites
del estado de Michoacán. - Aun así, pudieron evitar divertirse con nosotros
haciendo ese tonto juego que mató a nuestros 6
- ¿Por qué los otros estados están en llamas? – pre- amigos. ¡Mataron gente por diversión! – reclamó
guntó confusa Belén. Belén.

- Allá está haciendo su trabajo el Dios cristiano-ca- - Ah, eso. En realidad, no fue un juego, nosotros
tólico con el Apocalipsis. En realidad, esto está pa- desvanecimos las almas inmediatamente hacia
sando en todo el mundo. el cosmos, sin suf rimientos. Ustedes se negaron

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a irse, por eso fue que despertaron en medio perdida hacia el horizonte y desesperanza en la
de la nada. Nos dimos cuenta de que su alma voz.
se negaba a partir, así que tuvimos que enga- - Creo que tuvimos una buena vida. Con sus alti-
ñarlos, ponerlos en escenarios que nos per- bajos, claro. La verdad tengo mucho miedo – con-
mitieran hacerlos trascender. Ninguno de sus fesó Belén con la voz nerviosa.
amigos suf rió, y ustedes pudieron verlo con el
coyote que casi devora a Mateo. - También yo – le respondió Tenoch.

- Y entonces llegar aquí, ¿en qué cambia? – - ¿Están listos? – les preguntó Kuerajperi.
preguntó Tenoch.
- Sí – dijeron ambos al mismo tiempo.
- En nada, en realidad. Sólo era parte del in-
centivo. Los chicos siguieron a Kuerajperi hasta la yácata
- ¿Y si hubiéramos llegado todos? – añadió Be- donde estaban Tata Jurhiata y Nana Kutsi. Se co-
lén. locaron en el centro mientras los rodeaban y se
dieron la mano fuertemente. Los Dioses comen-
- El hecho de llegar aquí sólo nos demuestra zaron a hablar en idioma puré, mientras los ami-
que su voluntad de vivir es demasiado fuerte gos cerraban los ojos. Poco a poco, comenzaron a
como para ceder a la muerte y trascender. En sentirse ligeros, como si volaran.
ese caso, lo único que queda es una cacheta-
da de realidad para que f inalmente sepan que Sus cuerpos se disolvieron convirtiéndose en
su destino es inevitable. Y eso estoy haciendo destellos brillantes que subieron hacia el cielo. La
ahora, les digo la verdad. región estaba limpia de almas humanas, ahora
todos estaban en el mundo de los muertos, des-
- Así que se acabó – dijo Tenoch con la mirada cansando.

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MÉXICO, 2020

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