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¡AY ROSITA!

(GUATEMALA)
Inspirada en la leyenda de El Sombrerón
Compañía: La Molotera Títeres
Autor: Antonio González
Música y letra: Antonio González y Mariano Delaire
Año de estreno: 2010
Formato: unipersonal de teatro en miniatura

Ay Rosita!
Sinopsis: Rosita es una muchacha muy fea, pero ¿desde cuándo el amor
tiene que ver con el físico? Ella escucha una guitarra que nadie más
consigue oír. En el pueblo dicen que es El Sombrerón -el duende mágico,
quien toca ese instrumento para embrujar a las muchachas. Aparte les
trenza los cabellos y cuando las tiene en sus manos, las desdichadas
mueren por causas desconocidas. Doña Inés está muy preocupada por
su hija y decide pedirle consejo al vecino: Don Chofo. Todo esfuerzo es
en vano, pues ni siquiera en el convento regido por Sor Tilegio estará a
salvo Rosita. Hasta allí llegará el canto del Sombrerón y no habrá nada
qué hacer, pues el embrujo se consuma. Pero Rosita se va feliz y
cantando, porque supo amar en vida y eso fue lo más importante.
Aunque fuese muy, muy fea.

Del Proceso:
Originalmente la historia fue estrenada bajo el nombre “El Teatro de los
feos Presenta: El Sombrerón”, porque quería que el nombre de la
leyenda fuese claro y directo. Pero durante el estreno, el personaje
principal –Rosita-, cobró tanta fuerza que se hizo necesario renombrar la
historia con el lamento acompañado del nombre, y quedó como
actualmente se presenta: ¡Ay Rosita! Los meses previos al estreno

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(hecho en noviembre del 2010 durante un importante festival que
lamentablemente desapareció: Festival ManifestArte), de la mano del
músico Mariano Delaire, nos dimos a la tarea de componer la música
que acompañaría la obra. Esta sería un personaje más del montaje,
considerando que la mayor parte del tiempo sería un espectáculo
unipersonal sin músico en vivo por los diversos compromisos de
Mariano, quien actualmente no forma parte de la compañía pero
continúa colaborando estrechamente en otros montajes y proyectos. Esto
fue cambiando durante los años puesto que decidí aprender a tocar el
ukelele y desde ese momento la obra cuenta con momentos de música en
vivo que yo mismo interpreto, basándome en la música que originalmente
fue compuesta. Elegí el teatro en miniatura por la comodidad que ésta
me transfiere en muchos aspectos, su versatilidad y por la intimidad que
conlleva éste tipo de espectáculos. Un año después de su estreno
trabajamos en el montaje de una especie de “segunda parte” titulada ¡Ay
Delfino!, que ésta vez contaba la historia de otro personaje de leyenda
muy famoso: La Llorona. Sin embargo, éste nuevo montaje nunca
consiguió superar a ¡Ay Rosita! y al poco tiempo quedó guardada para
un futuro, quién sabe, cuando ser feo ya no sea problema.

Llevar ésta historia al lenguaje de los títeres fue interesante porque la


propuesta inicial fue la de contar el embrujo del Sombrerón sobre Rosita,
y siendo ella el personaje principal hubo mucha apertura a crear su
propio mundo. Aunque ¡Ay Rosita!, en principio cuenta la leyenda, no se
limita a ella. Me abrió muchos espacios, tanto en la música como en la
generación de personajes, como el entrañable Don Chofo, quizá el más
emblemático y quien se lleva el cariño del público. En todo caso,
siempre me pareció una forma divertida y lúdica de contar una historia
a niños y adultos, una que en general tiene matices oscuros y trágicos.

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Personajes:

Narrador Titiritero
Doña Inés
Rosita
Don Chofo
Doña Urgencias
Sor Tilegio

Narrador titiritero:
Se llamaba Rosita y esta era una muchacha muy inteligente,
amorosa, dulce, pero había un pequeñísimo problema. Bueno, dos
problemas en realidad. El primero fue que se enamoró, y eso no
sería tan terrible a no ser porque lo hizo de un duende. Si, un
duende, ese famoso que trenza los cabellos de las muchachas por
las noches. El segundo problema es que Rosita era muy, pero
muy, muy fea.

Canción:
Se llamaba Rosita, y su amor era grande
Pero había un problema
Y es que era muy fea
Muy, fea, fea, fea, fea (x2)
Se llamaba Rosita, y su amor era eterno
Y tenía un problema
Porque era muy fea
Muy… fea, fea, fea (x4 con ayuda del publico)

Narrador titiritero:
Pero acá es donde cabe hacerse la pregunta: ¿desde cuándo el
amor tiene que ver con lo físico? Rosita era realmente horrible:
era tan fea que hacia llorar a las cebollas. Era más fea que pegarle
a la mamá. Pero dejemos eso a un lado, porque no es la apariencia
de las personas la que debe dictar las normas del amor. Casi todos
conocen la historia del Sombrerón, pero muy pocos se han
preguntado qué pasó con las muchachas que este duende tiene a
bien embrujar. Entonces, he acá la historia de una de ellas, que

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sucumbió al embrujo de la guitarra y palabras de amor de éste
personaje. Con ustedes, ¡Ay Rosita! Vayamos entonces al
callejón, donde puntualmente cada noche, llega éste sombrerudo
enamorado.
(Suena Tic-Tac. Titiritero levanta el telón y se muestra la
fachada de una casa colonial. Entra Rosita cantando:)

Yo soy Rosita, fea no soy


Lo que pasó fue que al nacer
Caí de la cuna
Y así quedé yo.

Doña Inés: (en off) Rosa. Patoja, ¿qué estás haciendo?


Rosita: mamá, mamá venga. Venga rápido. ¡Venga a escuchar la
guitarra!
Doña Inés: (asomándose por la ventana) no mija, yo no voy a salir.
Allá afuera hay mucho chiflón, mucho sereno. Me va a hacer mal.
Rosita: pero mamá. Venga por favor, salga y escuche esa guitarra.
(Suspiro. Al público) por favor, apláudanle a mi mamá para que
se anime a salir.
Doña Inés: (entra, pavoneándose) ay bueno, si es con aplausos si salgo y
hasta bailo.
Rosita: mamá, venga, venga, pare la oreja y escuche (doña Inés hace lo
suyo)
Doña Inés: (reprime) patoja, vos estas mal. Yo no escucho nada (al
público) ¿ustedes escuchan algo? (Respuesta del público. Doña
Inés, a Rosita) ay no, esto está mal. A ver mija, date la vuelta.
Rosita: ¿para qué mama?
Doña Inés: vos date la vuelta (Rosita se vuelve, recibe un puntapié de su
madre, que la impulsa hacia dentro de la casa). ¡Para tu cuarto,
para adentro, para adentro! (al público) yo no sé qué le pasa a
Rosita, pero ella insiste en que escucha una guitarra. Yo, la
verdad, lo único que escucho son unos pasos. Me pregunto ¿de

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quién serán? (pausa) mejor me meto a la casa, con lo peligroso
que está ahora la calle (Entra despavorida)
(En extraescena, pasos. Entra Don Chofo. Canta:)

Yo soy don Chofo


Vecino de ésta gente, desde hace tatalapo
Y por ahí me han contado
Que la Rosa anda oyendo, puros ruidos y guitarras
Me pregunto, yo me pregunto si la Rosa ¿estará acaso embrujada?
Yo soy don Chofo
Vecino de ésta gentuza, desde hace tatalapo
Yo soy don Chofo

Doña Inés: (a don Chofo, que hace ademán de salir) ¡Don Chofo, Don
Chofo!
Don Chofo: (pavoneándose) ¡doña Inés! ¿Cómo le va? ¿Cómo le va?
¿Cómo le va?
Doña Inés: (saliendo) Ay don Chofo, me va mal, terrible, horrible. ¿No
ve que la Rosa dice que escucha una guitarra?
Don Chofo: así dice que dicen, todo el pueblo está hablando de eso.
Pero, yo no escucho nada (al público) ¿Ustedes escuchan algo?
(Respuesta positiva del público)
Doña Inés: ¿ya vio don Chofo?
Don Chofo: ay cállese doña Inés. Esa es la pura chusma que viene a
burlarse de sus desgracias. Pero no se preocupe, que la Rosa estará
bien. Para mí que solamente está enamorada.
Doña Inés: (duda) ¿usted cree?
Don Chofo: ¡ja! Se lo digo yo, que cuando era joven, me llovían las
patojas.
Doña Inés: Ojalá tenga razón don Chofo, porque yo veo bien mal a la
Rosa.

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Don Chofo: no se preocupe. Sabe qué, ¿por qué mejor no me invita a
tomar un atolito y hablamos adentro?
(Salen, predisponiendo al público a un tórrido romance)
Don Chofo: (asomando la cabeza por entre la ventana) pero tenga
cuidado doña Inés, que dicen que ese que está enamorando a la
Rosa es (efecto de eco en la voz) El Sombrerón
Doña Inés: Púchica, ¡no empiece con sus cochinadas!
Don Chofo: nomás se lo digo, para que lo tome en cuenta (Sale)

Narrador titiritero:
Y el asunto es que el Sombrerón llegaba siempre puntual, cuando
el reloj marcaba las doce (suenan campanadas) y llegaba con su
guitarra a cantar melodías de amor.
(Canción. Entra Sombrerón y baila con Rosita)

Es el amor el que escuchas


Donde estarás amor mío
Por qué no apareces,
no ves que mis notas hierven en mi corazón
Y te visito todos los días, a la misma hora
Sal que acá estoy, y sin saber por qué,
pues loco me vuelvo si un beso no te doy (muá!)

Doña Inés: (en off. El sombrerón sale corriendo) ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Qué
cochinadas estás haciendo patoja!
Rosita: mamá, venga mamá. La guitarra suena. Salga, venga.
Doña Inés: pero qué pasa. De qué estás hablando mija, vos estás
enferma. ¡Ay Rosita!
Rosita: la guitarra mamá, suena y me enamora. Me enamora y me hace
sentir que vuelo (en efecto, se eleva y levita durante unos
instantes)
Doña Inés: ya bájate de esa nube y date la vuelta
Rosita: (baja y se vuelve) ¿para qué mama?

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Doña Inés: (de nuevo da puntapiés) para tu cuarto, para dentro, para
dentro.
Rosita: (en off, lloriquea) pero mamá, si allí está la guitarra, se lo juro.
Doña Inés: (al público) y dale, y dale, y dale con la guitarra. Yo, cuando
era joven y de eso no hace mucho por cierto, me enamoraban de
otras formas, no como ahora que solo con ruidos y guitarras. Las
patojas de ahora si están bien brutas (pausa, se da cuenta que
viene don Chofo. Suspira) ahí viene don Chofo.
Don Chofo: (se contonea) ¿cómo le va, cómo le va, cómo le va?
Doña Inés: Ay don Chofo, esto es terrible. La Rosa ¿ya la vio? Ya no
come, ya no duerme, está toda chelosa, llena de ojeras.
Don Chofo: Pues peor de cómo es normalmente no puede estar digo yo.
Doña Inés: (Molesta) no diga estas tonterías.
Don Chofo: Pues, tiene madera de donde ser como es, digo yo.
Doña Inés: ¿De qué jocotes habla?
Don Chofo: De que más fea de cómo es cuando está bien, no puede
estarlo.
Doña Inés: (Furiosa) ¡no sea abusivo viejo feo!
Don Chofo: Tranquila, calmantes montes doña Inés. Mejor dígame,
¿cómo siguió la patoja?
Doña Inés: No le digo pues, está terrible. Terrible.
Don Chofo: Quiere que le dé un buen consejo ¿Así de cuate?
Doña Inés: ¿Qué cosa Don Chofo?
Don Chofo: ¡Váyase!
Doña Inés: ¡Ah púchica! No me diga esas babosadas
Don Chofo: En serio, váyase, váyase muy lejos y va a ver cómo así ese
sombrerudo deja de seguir embrujando a la Rosa. Siga mi
consejo doña Inés.

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Doña Inés: Ay don Chofo, pero es que no es fácil.
Don Chofo: Yo sé que no, pero ¿qué le parece si mejor no tomamos un
atolito y le explico mejor mi idea?
Doña Inés: (Se deja) ay está bien Don Chofo, vamos por el atolito
(Salen, en off la voz de don Chofo, advirtiendo de nueva cuenta
sobre la presencia del Sombrerón)

Narrador titiritero:
Lo cierto, es que no había nada que se pudiera hacer. El
sombrerón llegaba siempre puntual, a trenzarle los cabellos a
Rosita y a cantarle al oído esas canciones de amor por las que ella
suspiraba.

(El narrador se ha colocado un enorme sombrero, y con gracia


entona la canción:)

¡Ay Rosita!
Solamente hay una luna
Y esa luna tan hermosa
Te la doy, de corazón
¡Ay Rosita!
Tu mirar me ha cautivado
Eres fea y no me importa
No, no, no
No me importa
¡Ay Rosita!
Si tan solo me besaras
¡Ay Rosita!
Y supieras que mi amor
Es eterno para ti
¡Ay Rosita!
¡Ay Rosita!
Que fea eres mi Rosita
Que fea eres mi Rosita
Pero que hermoso es tu enorme corazón

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Tinta de Tiarajú Carlos Gomes, para “El Herrero y el Diablo”, que integraba junto
a su hermano mellizo Ubiratan el grupo “Anima Sonho”, texto en donde también
hace aportes Camilo de Lelis, espectáculo éste estrenado en el Teatro de Arena
de Porto Alegre, Río Grande do Sul, Brasil, en 1996, utilizando varias técnicas de
manipulación, alternando títeres, actores y música en vivo.
Esta versión fue traducida del portugués por Ever Martín Blancher y fue editada
por Editorial Árbole en la colección “Historias para títeres Nº 14,
en noviembre de 2001.

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Escena de “El Zambo Salvito”, texto de los hermanos Alexia y Bayardo Loredo,
integrantes del grupo “ELWAKI”, de Cochabamba, Bolivia.

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Narrador titiritero:
(En su atuendo de Sombrerón) y así queridos amigos, pasaban los
días y Rosita estaba cada vez más enferma por aquel embrujo
misterioso. Ella escuchaba la guitarra, pero nadie más en todo el
pueblo era capaz de hacerlo. Doña Inés estaba desesperada y
decidió buscar el consejo de una vieja amiga.
(Titiritero vuelve a teatrito, levanta la fachada colonial y la hace
girar por los aires. Deposita un callejón formado por dos planos
en perspectiva. En las paredes hay pintas que dicen cosas como:
Acá estuvo Juan Henao, El Pan cada día está más caro, Cuidado
que acá le ponen)
Doña Inés: (Entrando, agradecida) ay Urgencias. Gracias por
atenderme, yo sé que usted está tan apenada como yo.
Doña Urgencias: (En off) cállese doña Inés. Si la cosa está peluda.
Doña Inés: Pero salga Urgencias, salga que necesito preguntarle algo acá
en lo oscurito.
Doña Urgencias: Me da mucha pena pero no puedo salir.
Doña Inés: ¿Y por qué pues?
Doña Urgencias: Porque la gente se va a burlar de mí. Los niños son
bien crueles esté.
Doña Inés: Pero no me tenga pena (al público) por favor, no se vayan a
burlar de Urgencias, que me la van a espantar (a Urgencias) ya,
dicen que no, que tranquila.
Doña Urgencias: ¿Segura?
Doña Inés: Pues yo digo que sí, pero quien sabe. Venga pues, que le
tengo que preguntar.
(Urgencias entra. Tiene un ojo enorme, desorbitado. Luego de las
risas del público, se lamenta).
Doña Urgencias: ¿Ya ve? Si la gente es bien cruel.
Doña Inés: Pero Urgencias, ¿qué fue lo que le pasó pues?

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Doña Urgencias: ¿No ve que esta mañana me picó el ojo una avispa
pues? Y no me baja la hinchazón, ya me eché hasta los miados
del chucho porque dicen que eso es bueno y ni así.
Doña Inés: (Ríe) Ay Urgencias, usted siempre se ve bien hombre. Hasta
así toda despeinada como siempre anda. Pero mire pues, vengase
acá, al rinconcito.
Doña Urgencias: (De mala gana) A ver, cante pues.
Doña Inés: Es que seguro usted ya sabe lo de la Rosa.
Doña Urgencias: No, si de chismes yo no sé nada (pausa) pero ya sabe
cómo es la gente, siempre con alharacas
Doña Inés: La cosa es que Don Chofo me dice que me vaya. ¿Usted qué
piensa?
Doña Urgencias: Ese viejo, siempre anda hablando babosadas. Yo le
puedo decir nada más, que usted haga lo que le dicte su corazón.
Na´más (sale)
Doña Inés: Pero Urgencias, ¿a dónde va? dígame si le hago caso.
Doña Urgencias: Ya le dije que haga lo que le diga su pálpito. Yo me
voy a ver cómo me curo este mi ojo con una buena chilqueada me
va a quedar mejor. La cosa está jodida, con ese duende andando
por acá, dicen además que enamora a las patojas bonitas. Yo
patoja ya no soy, pero bonita, eso ni qué decir, mejor me cuido.
¡Ahí se ve!
Doña Inés: ¡Ay Rosita! (Sale. El callejón forma un pájaro, que el
titiritero saca del teatrito y eleva. Nueva escenografía.
Desciende una fachada pintada a mano, color naranja muy
intenso. Sobre la puerta se lee: Acá no llora nadie)
Doña Inés: (En off, llorando) Ay que terrible. Qué horror. Que
desgracia. ¡Nada, absolutamente nada ha cambiado!
Don Chofo: (Entra) ¿y cómo va a cambiar algo, si solo se pasó para la
casa de enfrente?
Doña Inés: (Suspira) Ay Don Chofo, don Chofo.

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Don Chofo: ¿Pero es que usted no me escuchó? Le dije que se fuera,
pero bien lejos.
Doña Inés: (Entra, sollozando) No me regañe don Chofo, no ve que es
bien difícil dejar todo tirado, dejar el pasado atrás. No es fácil.
Don Chofo: Mire pues, le voy a dar un último consejo, pero ésta vez sí
preste atención. Vaya con la monja, con la madre Tilegio (al
público) Sor Tilegio, pa los cuates. (A doña Inés) vaya y dígale
que la Rosa está como embrujada y tal vez ella le pueda ayudar.
Pero ésta vez hágame caso.
Doña Inés: (Brinca de felicidad) ¿usted cree que ella me pueda ayudar?
La Sor Tilegio?
Don Chofo: Pues no sé si sí o si no, pero nada pierde con probar, pero no
se confunda ésta vez (pausa) y ya que se pasó a la casa y que la
veo que está chula, ¿qué tal si me invita a tomar un atolito y le
ayudo a desempacar?
Doña Inés: (Suspira) Ay Don Chofo, usted siempre con sus cosas.
Véngase pues, a darle al atolito.
Don Chofo: (En off) pero esta vez no se vaya a equivocar. Sor Tilegio,
recuerde: Sor Tilegio.
(Titiritero saca fachada naranja y deposita frontispicio de
convento. Se escucha la melodía con toques flamencos.)
Sor Tilegio: (entra cantando)
¡Olé! ¡Olé!
Sor Tilegio me dicen, ese es mi nombre y
yo estoy a cargo de éste convento
Esta mañana muy temprano
me han traído a una muchacha llamada Rosa
Y dicen que ella, está bajo el embrujo de un amor
Ahhh pero si llegase a venir acá ese sombrerudo que dicen
Ese que la ha embrujado
Yo le voy a dar con esto que llevo en la mano
No, esto no es un garrote, no, esto es un pan baguette
(agita el pan en mención)

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Y lo he tenido en la mano desde hace veinte años
Así que si ese duende viene, yo le voy a dar es un par buenos baguettazos
Lo digo, yo Sor Tilegio. ¡Olé!
(Al público)
¡Olé por allá! ¡Olé por allá también! ¡Todo el mundo olé!
Olé, olé, olé. Pero olé es mis pies. Olé mis pies

(Sale. Titiritero toma instrumento y canta::)

Olé
Esa es Sor Tilegio
Que estará siempre vigilando
Y si el sombrerón llegase al convento
Ella le dirá simplemente:
Olé, olé, olé… olé mis pies (x4, con el público)

Narrador titiritero:
Doña Inés no dudó un instante. Fue ese mismo día al convento
con la esperanza de hallar una cura para los males de Rosita.
(Música de fondo, tema de Rosita.)
Rosita: (En off) ¿Sor Tilegio? ¿Sor Tilegio?
Sor Tilegio: ¿Hija? ¿Rosa? ¿Qué os ocurre hija mía?
Rosita: ¿Usted si me cree Sor Tilegio?
Sor Tilegio: Hija, ven, sal. ¿De qué habláis hija mía?
Rosita: (Entra) De la guitarra que suena ¿usted si la escucha?
Sor Tilegio: ¿Guitarra? ¿De qué guitarra habláis hija mía? (al público)
¿ustedes escucháis esa guitarra? Recordad que mentir es pecado
(respuesta del público) ¡ah!!Pecadores! ¡Almas pecaminosas! (a
Rosita) bueno hija mía, si ellos dicen que suena, pues que suene.
Yo os creo hija mía. Os creo. Pero tú, deberíais estar en vuestros
aposentos.
Rosita: (Feliz) ¡entonces usted si me cree!

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Sor Tilegio: Sí hija, os creo pero es importante que descanséis. Ahora,
ve y date la vuelta.
Rosita: ¿Para qué Sor Tilegio?
Sor Tilegio: Solo daros la vuelva hija (Rosa hace lo que se le pide.
Recibe puntapiés) ¡Para tus aposentos, para adentro, para adentro!
(Al público) ¡Ay Rosita! Ella escucha esa guitarra y yo les juro a
ustedes que si ese sombrerón viene, lo voy a recibir a baguettazos
y le diré además que Rosa ya no quiere saber nada de él. Lo digo
yo, Sor Tilegio. Y a ustedes les digo: olé (sale. En off) ¡mis pies!

(Música de fondo. Entra el sombrerón y canta:)

Mentira
Me cuentan por ahí que de pronto tú ya no piensas más en mí
Mentira, insisten por ahí
Que de pronto, no te acuerdas más de mí
Mentira, yo sé que es mentira
Mentira, yo sé que es mentira
Porque tu amor y el mío no puede morir
Porque tu amor y el mío no debe morir
Porque tu amor y el mío no quiere morir
Porque tu amor
No puede morir

Doña Inés: (Entra llorando) no puede ser, esto es una verdadera


desgracia. Mi Rosita ya parece una calaverita. Ya no come nada,
creo que de ésta noche no pasa.
Don Chofo: (Entra, contoneándose) ¿cómo le va, cómo le va, cómo le
va?
Doña Inés: ¡Don Chofo!! Rosita se me muere!
Don Chofo: ¿Así de grave está? Mire pues, después de todo, le puedo
decir que esto es por su culpa.
Doña Inés: ¿Cómo que por mi culpa? ¿Acaso no fue usted quien me dijo
que metiera a la Rosa acá al convento?

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Don Chofo: Momento pueblo. Yo le dije que acá tal vez le ayudarían,
pero ese muerto no lo cargo yo. Con permiso (Sale)
Doña Inés: (Llora amargamente) ¡Don Chofo! ¡Don Chofo! ¡Hombre
más ingrato! Y Rosita se me muere. Se me muere. ¡Ay Rosita!
¡Ay Rosita! ¡Ay Rosita!
(Titiritero saca escenografía de convento y adorna interior de
teatrito con banderines de calaveras. Deposita el cráneo de
Rosita luciendo una enorme rosa.)

Narrador titiritero:
(Mientras ocurre lo anterior) pero no hay que estar tristes, porque
Rosita supo amar, y eso fue lo más importante, que amaba con
una belleza sin igual. Así que cantemos y bailemos, porque donde
ella está ahora, es un lugar donde es realmente feliz.

(Música de fondo. Entra la muerte, una calavera, bailando)

Yo soy la muerte, la muerte soy


Yo soy la muerte, la muerte soy
Que deasombrero, no me culpen a mí,
yo soy la muerte la muerte soy
Qué triste queda el sombrerón, con su guitarra la enamoró
Yo soy la muerte, la muerte soy, yo soy la muerte, la muerte soy.

(Titiritero lanza pica-pica, mientras va cerrando lentamente el


telón).

Narrador titiritero:
Y ahora, despidámonos de Rosita y ¡cantemos al amor! Dejemos
que el Sombrerón se vaya a otro pueblo, a enamorar a otra
muchacha, a trenzar sus cabellos. Dejemos que el duende del
amor toque su guitarra y embruje a otra mujer, quizá más fea que
Rosita, si eso es posible.

Canción:
¿Cómo le va?
¿Cómo le va?

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¿Cómo le va, cómo le va, cómo le va?
Qué triste queda el sombrerón,
con su guitarra él la enamoró
¿Cómo le va?
¿Cómo le va?
¿Cómo le va, cómo le va, cómo le va?
¿Cómo le va?
¿Cómo le va?
¿Cómo le va, cómo le va, cómo le va?

FINAL

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