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Transnacionales y fuerza de trabajo en la periferia.

Tendencias recientes en la
internacionalización de la producción.

Raúl Trajtenberg

Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales

INTRODUCCIÓN

1. A medida que las grandes corporaciones comenzaron a consolidar su poder en el sistema


capitalista a comienzos del siglo la expansión a la periferia siguió un modelo nítido,
estrechamente asociado con la división internacional del trabajo predominante. Las
actividades en esa región de las transnacionales emergentes, fueron determinadas por la
especialización de los países dependientes en la producción primaria. Al mismo tiempo, su
propia estrategia de control oligopólico de los mercados las forzó a expandirse al exterior para
desarrollar fuentes de materias primas baratas y seguras. Este caso de expansión dominó la
primera mitad del siglo y, aunque luego declinó, explica todavía más de un tercio de la
inversión extranjera directa actual en la periferia.

2. Una segunda situación muy importante surgió cuando algunos países subdesarrollados
siguieron un tipo de industrialización caracterizado por la sustitución de importaciones, balo la
protección de veinte años de relativa debilidad del sistema central a partir de 1930. La
consiguiente adaptación que debía sufrir la división internacional del trabajo no podía dejar
afuera a las grandes corporaciones, de carácter crecientemente transnacional. Aunque
estuvieron presentes desde las etapas más tempranas del proceso, su dominio sobre sectores
industriales claves, que producían básicamente para el mercado interno de los países
subdesarrollados, se consolidó a través de una ola de adquisiciones de firmas locales y de
nuevas inversiones a partir del comienzo de la década de los cincuenta.

Un complejo conjunto de factores explica su rápida expansión hacia la periferia semi-


industrializada. Estos van desde la competencia general externa intercapitalista que acompañó
al renacimiento europeo y japonés, hasta barreras proteccionistas originadas en diversas
alianzas de clase y regímenes políticos en algunos países. Como consecuencia, este segundo
tipo de expansión se transformó en el principal, explicando a comienzas de los años setenta
aproximadamente, la mitad de la inversión extranjera directa en la periferia.

3. Durante la década de los sesenta comienza a cobrar importancia un tipo de penetración de


capitales a los países periféricos, de características muy diferentes a las de los dos que se han
mencionado. Se trata ahora del establecimiento de las empresas transnacionales (en adelante,
ET) en ciertos países, con el objeto de explotar las condiciones particularmente favorables,
vinculadas a la existencia de mano de obra de alta productividad y bajo costo para la
producción de bienes destinados a la exportación.

4. La característica esencial de este caso no es meramente la disponibilidad de mano de obra


barata y su explotación por las ET. Los bajos salarios son una característica universal de los
países periféricos y cualquier tipo de inversión extranjera directa aprovecharía
automáticamente esta mano de obra barata. Lo que caracteriza esta forma de internalización
es que dicha explotación pasa a ser el determinante principal, el que provoca esta forma de
inversión extranjera y modela sus características esenciales.

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En otras palabras, un trabajador en actividades de extracción y procesamiento de recursos
naturales es también fuerza de trabajo a bajo costo y las ET están, sin duda, interesadas en
extraer por esa vía ganancias suplementarias. Pero el motivo determinante de la inversión
extranjera ha sido allí la obtención de dichos recursos y las rentas consecuentes de su
apropiación monopólica. En el mismo sentido puede afirmarse que los salarios en los países
semi-industrializados son suficientemente bajos como para que ciertas producciones de filiales
para consumo local generen ganancias adicionales. Sin embargo, el motivo de la inversión
extranjera es aquí, primordialmente, la defensa o penetración de mercados protegidos y la
consecuente apropiación de las rentas monopólicas generadas por las barreras defensivas, y
no las eventuales superganancias (que procurarán obtener de todos modos).

En el caso que se analizará a continuación, el elemento motor está dictado por los bajos
salarios: son éstos los que determinan la estrategia pertinente de las ET.

En este caso, la ganancia adicional derivada de la explotación de la mano de obra puede


retenerse en la ET o puede eliminarse parcial o totalmente, si existe suficiente presión
competitiva en la rama, transfiriéndola al consumidor (principalmente de países desarrollados)
de modo análogo al efecto de la difusión de innovaciones técnicas.

5. El interés mayor que presenta este modelo de internacionalización es ilustrar una nueva
dimensión del papel que cumple la periferia en la evolución del capitalismo central. En este
sentido, la irrupción de las ET de acuerdo con este modelo implica en algunos sectores de la
industria una reversión parcial del patrón dominante de cambio tecnológico, con sus
consecuencias sobre las relaciones entre clases sociales en las economías centrales. No se trata
ya de armonizar, en la medida de lo posible, una tendencia de los salarios al alza con un
cambio tecnológico ahorrador de mano de obra, por la doble vía de un aumento de la
eficiencia de ésta en tareas rutinarias y repetitivas y el reemplazo de tareas desarrolladas
manualmente o intelectualmente por otras mecanizadas o automatizadas. Tampoco se trata
de contrarrestar el alza de los salarios mediante la depreciación de los bienes de consumo (sea
mediante innovaciones técnicas, el juego de precios relativos nacionales e internacionales
favorables, etc.).

El caso que se comenta, por el contrario, implica redescubrir una fuerza de trabajo susceptible
de ser explotada en condiciones que la evolución moderna del capitalismo central ya
imposibilita en el centro. El movimiento será, pues, el inverso: aislar los procesos con masiva
intervención de la mano de obra, y trasladarlos a zonas donde es posible explotarla en forma
no menos intensa. El efecto es el equivalente al que se lograría en los países centrales si fuera
posible extender el tiempo de trabajo, aumentar su intensidad y, sobre todo, disminuir sus
salarios. Existe cierta analogía con las condiciones prevalecientes en las décadas iniciales de la
Revolución Industrial, cuando la acumulación intensa coincidió con una extendida
pauperización.

Desde luego la analogía no debe forzarse. Los trabajadores en los países receptores de este
tipo de inversiones ganan más de lo que habrían ganado, ceteris paribus, en sus ocupaciones
habituales. Pero el fenómeno debe apreciarse en su verdadera dimensión, o sea la escala
mundial en la que las ET deciden sus operaciones, y en el intento sistemático de sustituir una
fuerza de trabajo por otra de menor valor.

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6. En el pasado, los países industrializados han procurado beneficiarse de estas vastas reservas
de fuerza de trabajo para su propio crecimiento industrial, mediante una importación masiva
de mano de obra no calificada. El efecto principal de esta gran inmigración ha sido, por un
lado, el de disminuir el valor de la fuerza de trabajo de los países centrales por la depresión de
los niveles salariales, o en todo caso el freno a su ascenso. Paralelamente se creó un segmento
de la fuerza de trabaja de costo aún menor, a través de las prácticas discriminatorias en el
ingreso, las condiciones de trabajo y la segundad en el empleo de los inmigrantes. Aunque la
reciente depresión demostró el extraordinario valor anticíclico de esta mano de obra marginal
para las economías centrales, el sistema tenía limitaciones claras por los desequilibrios sociales
y políticos que generaba, por la saturación ambiental de una excesiva concentración industrial
y, fundamentalmente (aunque rara vez se lo explicita), por la limitación que las condiciones de
organización del mercado de trabajo imponen a todo intento de las economías desarrolladas.

El tipo de internalización que se estudia en este trabajo implica precisamente un movimiento


en sentido contrario; con la ventaja crucial de que los mercados de trabajo están totalmente
disociados entre el país de origen y el país receptor, por lo que las diferencias entre salarios
pagados por la misma unidad capitalista llegan a su máximo nivel posible. Visto así, poco
queda del toque humanitario con que la ideología occidental disfraza este cambio. "Llevar el
trabajo a los trabajadores" es simplemente una forma más productiva y menos enojosa de
explotar la fuerza de trabajo de la periferia.

Una confirmación de que esta nueva tendencia entre las transnacionales está estrechamente
relacionada con la declinación en los altos niveles de inmigración hacia los países desarrollados
(o a las regiones más industrializadas de ellos) puede encontrarse en dos hechos. En primer
término, de acuerdo con la OIT (1976 b, cap. 8), la migración laboral más intensa ocurrió en
Europa (según cifras de la OIT había en 1974 seis millones de trabajadores migrantes, de los
cuales tres cuartas partes vivía en Francia y Alemania Occidental); son precisamente las
transnacionales europeas las que han sido más renuentes -aunque no totalmente adversas a
embarcarse en inversiones directas para aprovechamiento de la mano de obra barata (Franko,
1975, pp. 7-10). Por otra parte, el programa de industrialización de la frontera mexicana, que
consiste precisamente en el usufructo de la mano de obra barata de México mediante
instalación de ensambladoras al sur del Rio Bravo, comenzó y se expandió vigorosamente en el
momento en que la migración de braceros mexicanos a Estados Unidos fue interrumpida.

7. Es obvio, pues, que lo novedoso no es que tales diferencias salariales existan ni que no
hayan sido ya explotadas en las producciones vinculadas al sector primario de los países
subdesarrollados y marginalmente en el sector industrial de los países desarrollados. Es la
nueva capacidad de las grandes corporaciones de reorganizar la manufactura para beneficiarse
de ellas (Nota: Este periodo aportará seguramente interesantes elementos de juicio sobre la
controvertida plasticidad del progreso tecnológico y su relación con la estructura de
propiedad, en la medida que las ET demuestren o no su capacidad de desarrollar una nueva
tecnología, adaptada a una utilización más intensa de la reserva de fuerza de trabajo en la
periferia. Hasta ahora se ha tratado más de cambios de localización de la producción que en la
técnica de producción, pero el tiempo transcurrido es aún demasiado breve para emitir juicios.
Fin de nota). El advenimiento de las ET a su madurez ha abierto la vía para tal reorganización.
Sin embargo, como se verá seguidamente, esta estrategia está severamente limitada por
diversas restricciones.

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8. Las muy interesantes repercusiones de este modelo de expansión no sólo se relacionan con
la forma en que afecta a las relaciones de clase capital-trabajo, sino que también las relaciones
intercapitalistas se modifican seriamente, en particular las que transcurren a través de
fronteras. De hecho, cualquier modo de internacionalización que implique control directo de
las clases del centro sobre capital productivo en la periferia, conduce generalmente a un
debilitamiento de las burguesías locales. Esto sucede cualquiera que sea la reacción de éstas,
ya sea que tiendan a desvanecerse al ser absorbidas en la estructura gerencial de las
transnacionales o que vean desdibujarse su identidad como consecuencia de joint venture a
las que se ven forzadas, o que sean expulsadas hacia la esfera de circulación o hacia sectores
industriales accesorios. El caso que se analiza se caracteriza por una estricta integración
vertical, que implica no sólo un control centralizado sino también una absorción material en un
cierto proceso de producción. En consecuencia, el debilitamiento del capital local (o los límites
impuestos a su crecimiento) es mucho más fuerte.

La situación extrema, aunque improbable, tiene consecuencias conceptuales al cambiar el


patrón general de relaciones entre centro y periferia. Desde nuestro punto de vista, el
concepto de dependencia, una categoría conceptual crucial, pertenece a la esfera de las
relaciones de propiedad económica al nivel de las relaciones intercapitalistas, es decir, no al
nivel más general. Esto significa que el grado y forma de la dependencia no serán otros que el
grado y forma de la subordinación de las clases capitalistas locales a las del centro, en su
codeterminación sobre las fuerzas de trabajo de la periferia (Vigorito, 1971). En la medida en
que el capital industrial local sea directamente reemplazado por capital central, los conceptos
relevantes para el análisis revierten a la relación principal capital-trabajo, una relación directa
a través de fronteras (capital central/trabajo periférico), sin mediación por el capital local. Al
más alto grado de dependencia, el concepto se vuelve inoperante.

FINAL DEL TEXTO

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