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JOSE HUMBERTO MARTINEZ

CALZADA
La histeria.
La palabra histeria deriva del griego hystera (“matriz”, “útero”); se trata de una
neurosis cuya originalidad reside en que los conflictos psíquicos se expresan en
síntomas corporales paroxísticos (ataques o convulsiones de aspecto epiléptico) o
duraderos (parálisis, contracturas, ceguera, etc.), sin que estos tengan una
correlación neurológica que los justifique a nivel médico. Lejos de sus
predecesores franceses, que detienen su mirada en esta teatralidad, Freud
descubre por la vía de la palabra el carácter simbólico de estos síntomas,
enlazados con experiencias de la vida sexual infantil, que permanecen
inaccesibles a la conciencia. La lógica moderna y la lingüística le permitirán a
Lacan abrir nuevos surcos en la letra de Freud al conceptualizar la histeria como
discurso.
En griego, hystera significa “matriz”. Para los antiguos, sobre todo Hipócrates, la
histeria es una enfermedad orgánica de origen uterino y, por lo tanto,
específicamente femenina, que tiene la particularidad de afectar el cuerpo en su
totalidad con “sofocaciones de la matriz”. El término comienza a mutar en la Edad
Media: de enfermedad orgánica a pecado, de pecado “endemoniado” a locura.
Neurosis obsesiva.
Mientras la histérica vive enteramente en el nivel del Otro cuyo deseo necesita y
este es su centro de gravedad, el obsesivo apunta al deseo como tal, no deseo de
una cosa sino el deseo en su condición absoluta, deseo imposible de satisfacer
que está más allá de la demanda. El niño que devendrá en obsesivo tiene ideas
fijas. Fijeza intolerable para los otros por su carácter de condición absoluta, que
implica la destrucción del Otro, pues le pide su ser. Paga esto con toda clase de
impedimentos, inhibiciones, temores, dudas,interdicciones: fantasmas tan fijos
que, aun si logran alguna realización, esta siempre será
decepcionante.
La mecánica obsesiva, entrampada en los laberintos de la medida, ante la
concreta proximidad del objeto de amor, ve reducirse el deseo hasta su extinción;
el pensamiento se agota en la objetividad de la conciencia moralizante, con
infinitas vueltas, precauciones, ceremonias y otras manías, a las cuales subyace
una intensa agresividad que el obsesivo intenta domesticar pidiendo permiso para
todo. La sumisión es un modo de restituir al Otro, cuyo lugar le disputa en su
mortífero fantasma. Esto implica un rechazo del Otro y permiso.
Psicosis.
Freud diferencia a la psicosis de la neurosis en términos de una pérdida de
realidad que se sitúa de manera distinta en ambos casos. Ante las frustraciones
de la vida, el neurótico s aísla y se refugia en la fantasía que es su realidad
psíquica y así mantiene una división posible entre el exterior y el interior. El
psicótico no tiene esta posibilidad y, al no haber recinto interior, está preso de un
afuera fantasmático que vive como real. De ahí la manera en que se define
clásicamente a la psicosis... como la enfermedad caracterizada por la pérdida del
contacto con la realidad. Lacan profundiza notablemente en estos
mecanismos: si la realidad para el psicótico constituye un problema, no es por un
déficit sino por la falta de un significante que la ordene y le dé una significación
que permita el lazo social.
Paranoia.
Paranoia es un término elaborado por la psiquiatría clásica que ha perdido valor
en la psiquiatría moderna, a tal punto que asistimos a su evaporación como
diagnóstico y a su reducción a una forma adjetivada: paranoide. El hecho
fundamental de la paranoia es la manera singular de interpretar y el psicoanálisis
ha profundizado en esta forma de percibir en los hechos un significado personal,
dirigido al sujeto. Para Freud, el mecanismo de proyección en la paranoia implica
una forma de interpretación que
desconfía no solo del entorno, sino de las propias formaciones del inconsciente,
de manera que se rechazan y se mantienen fuera del yo.
Melancolía.
De la melancolía se habla desde hace veinticinco siglos. Podríamos decir que este
nombre acompaña a toda la civilización occidental. “felicidad de estar triste”, dice
Victor Hugo y en este oxímoron muestra el goce de tal padecimiento. Tantos y
tantos pensadores ven en este cuadro el desvelo creativo del poeta, la ganancia
de los que rechazan el camino de la ascesis pero no el de la lucidez. Pero ¿Cuál
es la respuesta del psicoanálisis a las intuiciones del liderato? Freud aísla los
rasgos sintomáticos que mas se imponen: la depresión, l inhibición, los
autorreproches, el insomnio, el rechazo a la comida. La melancolía da lugar a la
profundización y creación de conceptos en psicoanálisis, que exceden el marco de
esta afección.
Manía.
El psicoanálisis piensa la manía en relación con la melancolía, pares opuestos
pero íntimamente vinculados. Si la melancolía nos habla de una adherencia
patológica al pasado, en la que la sombra del objeto perdido captura al yo hasta el
punto de impedirle la vida, la manía es definida por Freud como el triunfo del yo
sobre el objeto, libre ya de cualquier sujeción. El desapego lleva al extremo de un
desenfreno de tal magnitud que el cuadro se compara con los estados de euforia
producidos por
sustancias tóxicas. Lacan la define en términos de pérdida de aquello que para el
sujeto funciona en su existencia en términos de anclaje.

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