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Salud mental: fortalecer nuestra respuesta

datos y cifras

 Existen estrategias asequibles, eficaces y viables para promover, proteger


y recuperar la salud mental.
 La necesidad de actuar en relación con la salud mental es indiscutible y
urgente.
 La salud mental tiene un valor intrínseco y fundamental y es parte
integral de nuestro bienestar general.
 La salud mental está determinada por una compleja interacción de
factores de estrés y vulnerabilidad individuales, sociales y estructurales.
Conceptos sobre la salud mental

La salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas


hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus
habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de
su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta
nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer
relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un
derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal,
comunitario y socioeconómico.

La salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un


proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con
diversos grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos que pueden
ser muy diferentes.

Las afecciones de salud mental comprenden trastornos mentales y discapacidades


psicosociales, así como otros estados mentales asociados a un alto grado de
angustia, discapacidad funcional o riesgo de conducta autolesiva. Las personas
que las padecen son más propensas a experimentar niveles más bajos de
bienestar mental, aunque no siempre es necesariamente así.
Determinantes de la salud mental

A lo largo de la vida, múltiples determinantes individuales, sociales y estructurales


pueden combinarse para proteger o socavar nuestra salud mental y cambiar
nuestra situación respecto a la salud mental.

Factores psicológicos y biológicos individuales, como las habilidades emocionales,


el abuso de sustancias y la genética, pueden hacer que las personas sean más
vulnerables a las afecciones de salud mental.

La exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales


desfavorables, como la pobreza, la violencia, la desigualdad y la degradación del
medio ambiente, también aumenta el riesgo de sufrir afecciones de salud mental.

Los riesgos pueden manifestarse en todas las etapas de la vida, pero los que
ocurren durante los períodos sensibles del desarrollo, especialmente en la primera
infancia, son particularmente perjudiciales. Por ejemplo, se sabe que la crianza
severa y los castigos físicos perjudican la salud infantil y que el acoso escolar es un
importante factor de riesgo de las afecciones de salud mental.

Los factores de protección se dan también durante toda la vida y aumentan la


resiliencia. Entre ellos se cuentan las habilidades y atributos sociales y emocionales
individuales, así como las interacciones sociales positivas, la educación de calidad,
el trabajo decente, los vecindarios seguros y la cohesión social, entre otros.

Los riesgos para la salud mental y los factores de protección se encuentran en la


sociedad en distintas escalas. Las amenazas locales aumentan el riesgo para las
personas, las familias y las comunidades. Las amenazas mundiales incrementan el
riesgo para poblaciones enteras; entre ellas se cuentan las recesiones económicas,
los brotes de enfermedades, las emergencias humanitarias y los desplazamientos
forzados, y la creciente crisis climática.

Cada factor de riesgo o de protección tiene una capacidad predictiva limitada. La


mayoría de las personas no desarrollan afecciones de salud mental aunque estén
expuestas a un factor de riesgo, mientras que muchas personas no expuestas a
factores de riesgo conocidos desarrollan una afección de salud mental. En todo
caso, los determinantes de la salud mental, que están relacionados entre sí,
contribuyen a mejorar o socavar la salud mental.
Promoción de la salud mental y prevención de las afecciones de salud mental

Las intervenciones de promoción y prevención se centran en identificar los


determinantes individuales, sociales y estructurales de la salud mental, para luego
intervenir a fin de reducir los riesgos, aumentar la resiliencia y crear entornos
favorables para la salud mental. Pueden ir dirigidas a individuos, grupos
específicos o poblaciones enteras.

Actuar sobre los determinantes de la salud mental requiere a veces adoptar


medidas en sectores distintos del de la salud, por lo que los programas de
promoción y prevención deben involucrar a los sectores responsables de
educación, trabajo, justicia, transporte, medio ambiente, vivienda y protección
social. El sector de la salud puede contribuir de modo significativo integrando los
esfuerzos de promoción y prevención en los servicios de salud, y promoviendo,
iniciando y, cuando proceda, facilitando la colaboración y la coordinación
multisectoriales.

La prevención del suicidio es una prioridad mundial y forma parte de los Objetivos
de Desarrollo Sostenible. Algunas medidas permitirían avanzar considerablemente
al respecto, como limitar el acceso a los medios de suicidio, fomentar una
cobertura mediática responsable, promover el aprendizaje socioemocional en los
adolescentes y favorecer la intervención temprana. Prohibir los plaguicidas muy
peligrosos es una intervención particularmente económica y rentable para reducir
las tasas de suicidio.

La promoción de la salud mental de los niños y adolescentes es otra prioridad, que


puede lograrse mediante políticas y leyes que promuevan y protejan la salud
mental, apoyando a los cuidadores para que ofrezcan un cuidado cariñoso,
poniendo en marcha programas escolares y mejorando la calidad de los entornos
comunitarios y en línea. Los programas de aprendizaje socioemocional en las
escuelas son de las estrategias de promoción más eficaces para cualquier país,
independientemente de su nivel de ingresos.

La promoción y protección de la salud mental en el trabajo es una esfera de


interés creciente, que puede favorecerse mediante la legislación y la
reglamentación, estrategias organizacionales, capacitación de gerentes e
intervenciones dirigidas a los trabajadores.
Atención y tratamiento de la salud mental

Las iniciativas nacionales de fortalecimiento de la salud mental no deben limitarse


a proteger y promover el bienestar mental de todos, sino también atender las
necesidades de las personas que padecen afecciones de salud mental.

Esto debe hacerse mediante la atención de salud mental de base comunitaria, que
es más accesible y aceptable que la asistencia institucional, ayuda a prevenir
violaciones de derechos humanos y ofrece mejores resultados en la recuperación
de quienes padecen este tipo de afecciones. La atención de salud mental de base
comunitaria debe proporcionarse mediante una red de servicios interrelacionados
que comprendan:

 servicios de salud mental integrados en los servicios de salud generales,


ofrecidos comúnmente en hospitales generales y en colaboración con el
personal de atención primaria no especializado;
 servicios comunitarios de salud mental a nivel comunitario, que puedan
involucrar a centros y equipos comunitarios de salud mental, rehabilitación
psicosocial, servicios de apoyo entre pares y servicios de asistencia para la
vida cotidiana, y
 servicios que brinden atención de salud mental en los servicios sociales y
entornos no sanitarios, como la protección infantil, los servicios de salud
escolar y las prisiones.

Dado el enorme déficit de atención de diversas afecciones de salud mental, como


la depresión y la ansiedad, los países deben encontrar formas innovadoras de
diversificar y ampliar la atención para estas afecciones, por ejemplo mediante
servicios de asesoramiento psicológico no especializado o de autoayuda digital.

Trastornos mentales

Datos y cifras
 Una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental
 Los trastornos mentales comportan alteraciones considerables del
pensamiento, la regulación de las emociones o el comportamiento
 Hay muchos tipos diferentes de trastornos mentales
 Existen opciones eficaces de prevención y tratamiento
 La mayoría de las personas carecen de acceso a una atención eficaz

Un trastorno mental se caracteriza por una alteración clínicamente significativa de


la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo.
Por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas
importantes. Hay muchos tipos diferentes de trastornos mentales. También se
denominan problemas de salud mental, aunque este último término es más
amplio y abarca los trastornos mentales, las discapacidades psicosociales y (otros)
estados mentales asociados a una angustia considerable, discapacidad funcional o
riesgo de conducta autolesiva. Esta nota descriptiva se centra en los trastornos
mentales según se describen en la Undécima revisión de la Clasificación
Internacional de Enfermedades (CIE-11).

En 2019, una de cada ocho personas en el mundo (lo que equivale a 970 millones
de personas) padecían un trastorno mental. Los más comunes son la ansiedad y
los trastornos depresivos (1), que en 2020 aumentaron considerablemente debido
a la pandemia de COVID-19; las estimaciones iniciales muestran un aumento del
26% y el 28% de la ansiedad y los trastornos depresivos graves en solo un año (2).
Aunque existen opciones eficaces de prevención y tratamiento, la mayoría de las
personas que padecen trastornos mentales no tienen acceso a una atención
efectiva. Además, muchos sufren estigma, discriminación y violaciones de los
derechos humanos.

Trastornos de ansiedad
En 2019, 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad, entre ellos 58
millones de niños y adolescentes (1). Los trastornos de ansiedad se caracterizan
por un miedo y una preocupación excesivos y por trastornos del comportamiento
conexos. Los síntomas son lo suficientemente graves como para provocar una
angustia o una discapacidad funcional importantes. Existen varios tipos diferentes:
trastorno de ansiedad generalizada (caracterizado por una preocupación
excesiva), trastorno de pánico (que se caracteriza por ataques de pánico),
trastorno de ansiedad social (con miedo y preocupación excesivos en situaciones
sociales), trastorno de ansiedad de separación (que es el miedo excesivo o la
ansiedad ante la separación de aquellos individuos con quienes la persona tiene
un vínculo emocional profundo), etc. Existe un tratamiento psicológico eficaz, y
dependiendo de la edad y la gravedad, también se puede considerar la
medicación.

Depresión
En 2019, 280 millones de personas padecían depresión, entre ellos 23 millones de
niños y adolescentes (1). La depresión es distinta de las alteraciones habituales del
estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la
vida cotidiana. En un episodio depresivo, la persona experimenta un estado de
ánimo deprimido (tristeza, irritabilidad, sensación de vacío) o una pérdida del
disfrute o del interés en actividades, la mayor parte del día, casi todos los días,
durante al menos dos semanas. Concurren varios otros síntomas, como dificultad
de concentración, sentimiento de culpa excesiva o de autoestima baja, falta de
esperanza en el futuro, pensamientos de muerte o de suicidio, alteraciones del
sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio acusado o de
falta de energía. Las personas que padecen depresión tienen un mayor riesgo de
cometer suicidio. Sin embargo, existe un tratamiento psicológico eficaz, y
dependiendo de la edad y la gravedad, también se puede considerar la
medicación.

Trastorno bipolar
En 2019, 40 millones de personas padecían trastorno bipolar (1). Las personas
afectadas experimentan episodios depresivos alternados con períodos de
síntomas maníacos. Durante el episodio depresivo, experimentan un estado de
ánimo deprimido (tristeza, irritabilidad, sensación de vacío) o una pérdida del
disfrute o del interés en actividades, la mayor parte del día, casi todos los días. Los
síntomas maníacos pueden incluir euforia o irritabilidad, mayor actividad o
energía y otros síntomas, como aumento de la verborrea, pensamientos
acelerados, mayor autoestima, menor necesidad de dormir, distracción y
comportamiento impulsivo e imprudente. Las personas con trastorno bipolar
tienen un mayor riesgo de cometer suicidio. Sin embargo, existen opciones
terapéuticas eficaces, como psicoeducación, reducción del estrés y fortalecimiento
del funcionamiento social y medicación.

Trastorno de estrés postraumático


La prevalencia del trastorno de estrés postraumático y otros trastornos mentales
es alta en entornos afectados por conflictos (3). Este trastorno puede desarrollarse
después de la exposición a un suceso o serie de sucesos extremadamente
amenazantes u horribles. Se caracteriza por todo lo siguiente: 1) volver a
experimentar el suceso o sucesos traumáticos en el presente (recuerdos
intrusivos, escenas retrospectivas o pesadillas); 2) evitar pensamientos y recuerdos
del suceso o sucesos, o evitar actividades, situaciones o personas que recuerden al
suceso o sucesos, y 3) percepciones persistentes de una mayor amenaza actual.
Estos síntomas duran varias semanas y causan una discapacidad funcional
importante. Existe un tratamiento psicológico eficaz.

Esquizofrenia
A escala mundial, la esquizofrenia afecta a unos 24 millones de personas, es decir,
a una de cada 300 personas (1). Quienes padecen esquizofrenia tienen una
esperanza de vida de 10 a 20 años por debajo de la de la población general (4). La
esquizofrenia se caracteriza por una importante deficiencia en la percepción y por
cambios de comportamiento. Los síntomas pueden incluir persistencia de ideas
delirantes, alucinaciones, pensamiento desorganizado, comportamiento muy
desorganizado o agitación extrema. Las personas que padecen esquizofrenia
pueden ver entorpecidas de forma persistente sus capacidades cognitivas. Sin
embargo, existen diversas opciones terapéuticas eficaces, entre las que se cuentan
la medicación, la psicoeducación, las intervenciones familiares y la rehabilitación
psicosocial.

Trastornos del comportamiento alimentario


En 2019, 14 millones de personas padecían trastornos alimentarios, de los que casi
3 millones eran niños y adolescentes (1). Los trastornos alimentarios, como la
anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, se caracterizan por alteraciones en la
alimentación y preocupación por los alimentos, así como por problemas notables
de peso corporal y forma. Los síntomas o comportamientos dan lugar a un riesgo
o daño considerables para la salud, una angustia notable o una discapacidad
funcional importante. La anorexia nerviosa suele aparecer durante la adolescencia
o a principios de la edad adulta, y puede provocar una muerte prematura debido a
complicaciones médicas o al suicidio. Las personas con bulimia nerviosa tienen un
riesgo significativamente mayor de abuso de sustancias, suicidio y complicaciones
de salud. Existen opciones de tratamiento eficaces, como el tratamiento de base
familiar y la terapia cognitiva.

Trastornos de comportamiento disruptivo y


disocial
En 2019, 40 millones de personas, incluidos niños y adolescentes, sufrían un
trastorno de comportamiento disocial (1). Este trastorno, también conocido como
trastorno de conducta, es uno de los dos trastornos de comportamiento disruptivo
y disocial, el otro es el trastorno desafiante y oposicionista. Los trastornos de
comportamiento disruptivo y disocial se caracterizan por problemas de
comportamiento persistentes, como comportamientos persistentemente
desafiantes o desobedientes que violan de manera permanente los derechos
básicos de los demás o las principales normas, reglas o leyes sociales apropiadas
para la edad. La aparición de trastornos disruptivos y disociales es común durante
la infancia, aunque a veces se da en otras épocas de la vida. Existen tratamientos
psicológicos eficaces, que suelen involucrar a padres, cuidadores y maestros, y
también la resolución de problemas cognitivos o la capacitación en habilidades
sociales.

Trastornos del neurodesarrollo


Los trastornos del neurodesarrollo son trastornos conductuales y cognitivos que
surgen durante el desarrollo y que dan lugar a dificultades considerables en la
adquisición y ejecución de funciones intelectuales, motoras o sociales específicas.

Los trastornos del neurodesarrollo incluyen trastornos del desarrollo intelectual,


trastorno del espectro autista y trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH), entre otros. Este último se caracteriza por un patrón
persistente de falta de atención o hiperactividad-impulsividad, que tiene un
impacto negativo directo en el funcionamiento académico, ocupacional o social.
Los trastornos del desarrollo intelectual se caracterizan por limitaciones
significativas en el funcionamiento intelectual y el comportamiento adaptativo,
que se refiere a dificultades con las habilidades conceptuales, sociales y
prácticas cotidianas en la vida diaria. El trastorno del espectro autista (TEA)
constituye un grupo diverso de afecciones caracterizadas por cierto grado de
dificultad con la comunicación social y la interacción social recíproca, así como
patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos e
inflexibles.

Existen opciones terapéuticas efectivas, que incluyen intervenciones psicosociales


y comportamentales, terapia ocupacional y logoterapia. Para determinados
diagnósticos y grupos de edad, también se puede considerar la medicación.

¿Quién corre el riesgo de presentar un trastorno


mental?
Existe un conjunto diverso de factores individuales, familiares, comunitarios y
estructurales que, en conjunto, protegen o socavan la salud mental. Aunque la
mayoría de las personas son resilientes, quienes están expuestos a circunstancias
adversas, como la pobreza, la violencia, la discapacidad y la desigualdad, corren un
mayor riesgo. Entre los factores de protección y de riesgo se cuentan factores
psicológicos y biológicos individuales, como las habilidades emocionales y la
genética. Muchos de esos factores se ven influidos por cambios en la estructura o
la actividad del cerebro.

Sistemas de salud y apoyo social


Los sistemas de salud aún no han respondido adecuadamente a las necesidades
de las personas que padecen trastornos mentales, y no cuentan con los recursos
necesarios para ello. Hay una divergencia considerable en todo el mundo entre la
necesidad de tratamiento y su prestación, que, cuando se da, suele ser de mala
calidad. Por ejemplo, solo el 29% de las personas que padecen psicosis (5) y solo
un tercio de las que sufren depresión reciben atención sanitaria de la salud mental
en el ámbito del sistema de salud formal (6).

Las personas que padecen trastornos mentales también requieren apoyo social,
en particular para desarrollar y mantener relaciones personales, familiares y
sociales. También pueden necesitar apoyo en materia de programas educativos,
empleo, vivienda y participación en otras actividades significativas.

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