Está en la página 1de 4

MI NOMBRE ES KIRA

Anahí Ángeles Milán.


Todo se ve oscuro; siento muchas cosas moverse cerca de mí, ¿qué está pasando?

De pronto una luz resplandeciente iluminó mis ojos. A mi alrededor había seis seres iguales
a mí y uno más grande; nos dicen perros. Cerca estaban dos seres más extraños, no tenían
pelo y además caminaban a dos patas, creo que se llaman humanos.

Ahora comprendo que aquellos seres pequeños eran mis hermanos y el más grande de ellos,
mi madre. Ella nos cuidaba, alimentaba y jugaba con nosotros; era muy divertido.

Tiempo después, aquellos humanos nos bañaban y nos daban de comer unas pequeñas
bolitas que son deliciosas, llevan por nombre “croquetas”. Un día llegó a nuestro territorio
un humano que iba con dos humanitos —insoportables, por cierto—, ya que no paraban de
molestarnos.

Estuvieron hablando con nuestros humanos por un rato y en un momento más se llevaron a
uno de mis hermanos. Mi madre hizo un desorden para evitar que se lo llevaran, pero aun
así lo hicieron ¡Nosotros lo extrañábamos! El vacío se hizo más grande cuando diferentes
humanos se llevaban a mis hermanos uno a uno. Pronto quedábamos sólo mi madre y yo,
pero no por mucho tiempo.

Unas semanas después vino una ancianita y se acercó a nosotros. A mí me cargó entre sus
brazos, me acarició; sus manos eran muy cálidas y yo me sentí bien estando cerca de ella.
No me soltó más y me llevó con ella.

A pesar de que me separaron de mi madre, esa ancianita me hacía sentir bien, era muy
cariñosa.

Su hogar era pequeño y humilde, sin embargo adaptó un espacio para mí, donde colocó una
caja con una almohada adentro, esa era mi camita. Puso dos platitos a mi alrededor, uno
para mi agua y el otro para mi comida. Dejó de darme croquetas, pero me daba lo mismo
que ella comía e igualmente era delicioso.
Siempre que me quería cerca me llamaba Kira, fue como me di cuenta que ese era mi
nombre, el primero, pues a mis antiguos humanos no les importó ponerme un nombre, sólo
a mi madre la llamaban Noa.

Mi humana vivía sola, ambas nos hacíamos compañía mutuamente. Ella tejía hermosos
vestidos para mí y me adornaba con moñitos en las orejas, ¡me trataba tan bien!

Todas las tardes salíamos de paseo, aunque muy despacio y muy poco tiempo. Arrojaba una
pelota de esponja para que yo jugara con ella; esos momentos eran especiales.

Por las noches, antes de dormir, ella me dejaba subir a su cama, acariciaba mi cabeza y
besaba mi frente. Decía que yo era su princesita, su única fiel compañera. Al parecer había
vivido sola toda su vida.

¡Vivimos tantos momentos maravillosos!

Recuerdo una ocasión cuando fuimos al parque, yo estaba tranquilamente tomando el sol;
de momento se acercó un gato. Pretendía ser amistosa con él, pero me rasguñó la nariz y
me enfurecí, entonces comencé a perseguirlo por todos lados ¡Quería morderlo!

Mi humana se preocupó mucho y les pidió a las personas que estaban cerca que me
agarraran, porque me podía perder. Dos niños me persiguieron un momento y nada les
costó atraparme, pues el gato se había subido a un árbol y yo no podía alcanzarlo, sólo me
quedé ladrándole. Cuando volví con ella se veía muy angustiada y de inmediato regresamos
a casa.

También recuerdo cuando fuimos de visita a la casa de los vecinos; al parecer a la vecina
no le gustaban los animales, ella siempre me dejaba afuera. Mi humana lo notaba, sin
embargo se negaba a ir a cualquier lugar si no era conmigo.

Me puse a caminar y detrás del patio encontré un montón de arena. De inmediato fui a
sumergirme dentro de ella porque me pareció divertido, pero después empezó a llover y
terminé repleta de lodo, así que empecé a sacudirme y mi pelaje salpicó hacia donde estaba
colgada un montón de ropa blanca… dejé huellitas por doquier.

¡No se imaginan cuánto se enojó la vecina cuando se dio cuenta!


Algunos años más tarde, mi humana comenzó a verse cansada, después enfermó. Se la
pasaba acostada en la cama; ya no tejía vestidos para mí, ni tampoco me bañaba. Yo tenía
que salir a buscar mi propia comida. La vecina sólo la atendía a ella, me ignoraba por
completo.

A veces yo me acercaba a su cama y me acariciaba con el mismo amor que lo hacía


siempre. Después comenzaban a escurrirle lágrimas por los ojos, sólo se animaba cuando
yo estaba cerca.

Un día por la mañana me acerqué a ella y por más que lamía sus manos ella no despertaba.
Me acerqué más y pude sentir que estaba muy fría, ya no había calor en sus manos. Luego
llegaron los vecinos, se la llevaron y nunca más la volví a ver.

Yo me sentía vacía, sola. Los vecinos me echaron de la casa y no tenía a donde ir. Me
refugiaba en la calle. Mi apariencia era sucia y descuidada. Cuando me acercaba a la gente
ellos me corrían arrojándome agua o me pateaban.

Caminaba por la calle cuando entré a un callejón, había una manada de perros; me acerqué
a ellos y uno muy grande me atacó. Lastimó una de mis patitas y preferí irme de ahí.

Comencé a llorar. De pronto un niño se me acercó y me acarició la cabeza, fue una


sensación bonita, de nuevo sentí el calor de alguien. Después llegó su mamá y lo apartó de
mí.

Ayer, mientras cruzaba la calle en busca de comida, un auto pasó tan rápidamente que
apenas pude verlo. Sólo sentí un peso enorme encima de mí, ¡apenas podía respirar! Sentía
cómo ese peso caminaba y me hacía rodar. Me salió un líquido rojo que tenía por dentro
mientras el auto se alejaba. Nadie se acercó a ayudarme.

Justo cuando daba mi último aliento, apenas pude creer que haya humanos tan crueles que
como a mí, tratan mal a otros perros y animales. Pensé en que faltan humanos como la
ancianita que cuidó de mí con tanto amor y ahora no está más.

Pasé de vivir en un hogar acogedor con una humana extraordinariamente amorosa a morir
sola, maltratada y en el abandono…
Después de cerrar los ojos, veo una luz de nuevo. A mi alrededor hay un lugar maravilloso,
lleno de luz. Miro a mi derecha y veo a una persona, ¿quién es?, ¡Es mi humana, no lo
puedo creer!, no puedo creer que puedo verla de nuevo. Ahora estaremos juntas en la
eternidad...

También podría gustarte