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Esta traducción tiene como fin acercar a lectores de habla
hispana, aquellas autoras que no llegan a nuestros países.
Es una traducción sin fine de lucro.
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TRADUCCIÓN
SOTELO
DISEÑO
BOTTON
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No les importaba quién me había dejado embarazada... solo que
uno de ellos lo había hecho.
Los osos bestias eran mitos, cosas que los padres contaban a sus hijos antes
de dormir para mantenerlos adentro, para hacerles temer lo que acechaba en la
oscuridad.
La criatura era mucho más grande que yo. Estaba cubierta de pelaje, su
cuerpo no se parecía en nada al de un humano. Sabía que debería haberme
aterrorizado. Tenía patas en lugar de manos. Garras en lugar de uñas.
Pero cuando se agachó frente a mí, con su cabeza cuadrada inclinada hacia
un lado y sus orejas redondeadas moviéndose de un lado a otro como si estuviera
escuchando los sonidos de la naturaleza, solo sentí tranquilidad y consuelo.
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Quince años después.
Daisy, el ganso, me dio un fuerte graznido a modo de saludo, estiró sus alas
y se alejó contoneándose.
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Esta pequeña granja era una obra de amor y siempre agradeceré a mis
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Tenía un trabajo que hacer esta mañana: recoger las bayas rosas que solo
maduraban en esta época del año y que crecían junto al arroyo en lo más profundo
del bosque. El mismo arroyo que albergaba el recuerdo más increíble, por no decir
aterrador y emocionante, que conservaba.
Me abrí paso entre los árboles hasta llegar a un pequeño claro, donde el
arroyo descendía por la montaña y se adentraba en el pueblo. El sonido del agua
y el aroma de su limpieza me envolvieron. Me quedé un momento contemplando
la escena.
El arbusto de bayas rosas estaba al otro lado del agua, y avancé lentamente
por el puente natural de rocas aplanadas hasta llegar a él.
Pasaron varios minutos desde que me agaché y empecé a recoger las bayas
de color rosa brillante y a ponerlas en mi cesta hasta que se me erizó la piel de la
nuca.
Aunque todas mis fuerzas me decían que no estaba sola, ignoré la sensación
lo mejor que pude y seguí limpiando las ramas espinosas hasta llenar la cesta.
Solo entonces me puse de pie y me giré lentamente, recorriendo con la
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Aunque sentía los nervios a flor de piel, como cada vez que me aventuraba
tan lejos, en este lugar exacto, también anticipaba esta extraña sensación que me
consumía.
Exhalé, apreté los dedos alrededor del asa de la cesta y comencé a caminar
hacia la cabaña. Mientras tanto, esa sensación de ellos cerca pero tan lejos estaba
siempre presente, y me aferré a ella, dejando que bañara mi cuerpo.
Dejé que me hormigueara entre los muslos, que me apretara los pezones, y
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supe que me encontraría en la cama tocándome mientras pensaba las cosas más
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—No estaba preparada— gruñó Ursid, nuestro hermano menor, con voz
grave, porque él también estaba igual de impaciente por nuestra hembra.
Había pasado tanto tiempo desde la primera vez que la vi, desde que la
encontramos sola y perdida en el bosque hacía tantos años. No la habíamos visto
más que como una niña humana que necesitaba ayuda. Y así lo hicimos. Pero
nuestro lado protector exigía que nos aseguráramos de que estuviera a salvo y
protegida a toda costa.
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Y cuando murieron sus padres, tuvimos que hacer todo lo posible para no
consolarla, para no abrazarla y estrecharla entre nuestros grandes cuerpos
peludos.
Y por mucho que la quisiéramos, por mucho que supiéramos que sería
nuestra en todos los sentidos, sabía que teníamos que esperar más para reclamarla.
Necesitaba tiempo para recorrer este nuevo camino en su vida.
tirón. Permaneció oculto, protegido bajo la gruesa capa de pelaje oscuro que
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Necesitaría toda la lubricación posible para ser reclamada por los tres.
Golpeé el tronco con la pata y clavé las garras en la corteza. Los trozos se
desprendieron y se esparcieron por el suelo del bosque.
Se movió más hacia el centro hasta que por fin se giró y me miró de frente,
con los pechos apenas visibles. Eran perfectos, llenos, con los pezones rosados y
duros por el frío del agua.
Estaba bombeando mi pata sobre mi polla tan rápido y con tanta fuerza que
el pesado peso de mis bolas se balanceaba de un lado a otro por la fuerza.
Seguí observándola unos instantes más mientras se pasaba las manos por
los grandes montículos de sus pechos. Cuando salió del estanque y se secó, vi
cómo las gotas de agua caían en cascada sobre sus gloriosas formas.
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Se avecinaba una tormenta. Lo percibí en el aire. Lo vi en la inquietud de
los animales.
—Por supuesto, puedes quedarte. El tiempo que necesites hasta que esté
arreglado—
Hizo un sonido ronco y asintió, como si eso fuera todo. Trato hecho. —Te
ayudaré con las comidas, la limpieza y, por supuesto, cuidando de la minúscula
cantidad de animales que tienes—
Fue una caminata de unos veinte minutos, y me maldije por haber esperado
tanto para terminar con esto. A cada momento que pasaba, el tiempo parecía más
desapacible.
Una vez en el arroyo, revisé las trampas y me alegré de haber pescado tres
peces grandes. Me ocupé rápidamente de ellos antes de meterlos en mi cesta y
ponerme en pie. Fue solo un momento antes de sentir ese hormigueo en la nuca,
ese estiramiento de la piel que me decía que no estaba sola.
Me estaban observando.
En lugar de eso, empecé a avanzar por las resbaladizas rocas hasta el otro
lado del arroyo para poder comprobar la última trampa. Justo cuando estaba a
punto de llegar a la orilla, mi zapato se enganchó en una roca cubierta de musgo
y me torcí el tobillo, cayendo hacia delante. La cesta se me escapó de las manos
y extendí los brazos para estabilizarme.
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Apoyé las palmas de las manos hacia delante mientras caía y cuando toqué
el suelo, mi mano se dobló en un ángulo extraño y oí un crujido nauseabundo
cuando mi sien entró en contacto con un tocón desarraigado.
Me quedé tumbada durante un segundo, gimiendo, con la cabeza dolorida
al instante y una niebla que me rodeaba. No me moví durante largos instantes,
con los ojos apretados y los dedos clavados en la tierra mientras intentaba esperar
a que se me pasara el dolor punzante de la sien y la muñeca. Solo cuando pasaron
varios instantes abrí por fin los ojos y me levanté, pero jadeé cuando la sensación
de la sangre que me llegaba a la cabeza -aumentando las palpitaciones- me
arrancó un gemido.
Apreté los ojos con fuerza y coloqué los dedos sobre el bulto del tamaño
de la piel de gallina que tenía a un lado de la cabeza. Estaba sensible al tacto, y la
cálida humedad que recibían mis dedos me indicaba que la piel se había roto.
A solo tres metros de mí había unas criaturas que recordaba haber visto
hace tanto tiempo. Las que había visto cuando me perdí en el bosque de niña.
Las bestias monstruosas sobre las que los aldeanos susurraban y advertían.
Tenían patas por manos, garras por uñas. Sus orejas recordaban a las de los
osos pardos, al igual que otros rasgos de sus caras, como los hocicos y los
aterradores caninos. Estaban cubiertos de pies a cabeza por un pelaje espeso y
oscuro, de tonos que iban del marrón al negro.
Aunque había conocido a uno en persona, había sido hacía mucho tiempo,
y mis recuerdos eran borrosos por el paso de los años.
Me fijé en sus anchos hombros y sus enormes pechos. No podía ver una
definición muscular clara debido a su pelaje oscuro, pero era evidente que estos
seres eran poderosos en todos los sentidos de la palabra.
Me di cuenta de que cada uno era más grande que el otro, aunque los tres
eran enormes.
Como si mi cuerpo por fin se diera cuenta de que las cosas estaban patas
arriba, di un paso atrás y sentí un hormigueo de dolor en el tobillo torcido que me
hizo palpitar la cabeza. Jadeé al resbalar con otra roca cubierta de musgo.
Supe que iba a bajar de nuevo antes de descender, y sentí que mis ojos se
abrían de par en par, que mis brazos se agitaban mientras retrocedía y descendía.
Pero antes de caer en el agua helada y corriente, un oso bestia estaba delante de
mí, con una enorme pata cubierta de garras agarrándome por la cadera y
sujetándome.
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No podía respirar cuando incliné la cabeza hacia atrás y lo miré a los ojos.
Sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba. Soltó un gruñido profundo,
muy animal y luego se inclinó hacia mí y me olió el cuello.
—Nuestra — casi gruñó, enseñando sus afilados dientes.
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Me aferré a nuestra pequeña hembra y recorrí con la punta de la nariz la
esbelta y suave curva de su cuello. Sentí que Bear y Ursid se acercaban, pero no
me detuvieron mientras la acercaba a la seguridad y el calor de mi cuerpo.
Pero una vez que se convirtió en mujer, supimos que queríamos que se
sintiera cómoda aquí con nosotros, así que creamos un lugar que pudiera llamar
suyo.
Construimos una estructura que recordaba a su cabaña, la unimos a la
entrada de la cueva y creamos todas las comodidades que nuestras dos especies
deseaban.
Abrí la puerta de madera y entré en la casa. Era lo bastante grande como
para que mis hermanos y yo pudiéramos vivir cómodamente en ella con nuestra
pequeña compañera.
El techo era alto, con vigas de madera entrecruzadas. Las encimeras y los
muebles no eran tan altos como para que Goldie se sintiera incómoda
utilizándolos, pero la altura también nos permitía preparar la comida con
facilidad.
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Bear y Ursid estaban a mi lado, los tres mirando a Goldie. Aunque era
diminuta en comparación con nuestras formas bestiales, su cuerpo era exuberante
y curvilíneo, con grandes pechos, caderas anchas y muslos gruesos.
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La cabaña estaba en silencio mientras Bear y Bruin se agazapaban frente
al fuego. Bruin añadió más troncos y Bear partió trozos de cecina por la mitad,
comiendo mientras miraba fijamente las llamas.
Pude ver cómo miraban a Goldie. Tampoco podían dejar de pensar en ella.
Era demasiado perfecta para las palabras, demasiado hermosa para comprenderla.
Siempre habíamos tenido un objetivo en mente: sobrevivir. Y aunque nos
teníamos el uno al otro, éramos criaturas solitarias que deseaban -anhelaban- una
compañera.
Una que pudiéramos compartir.
—No, debería estar en la mía. Es la más grande — Bear fue el que habló.
Me levanté junto a mis hermanos y los tres miramos a Goldie. Parecía tan
pequeña entre el banco cubierto de paja y piel que habíamos construido para ella.
—Es una cosa pequeña. Debería estar en la mía— Todos éramos tan
enormes comparados con nuestra pequeña humana, pero mi cama era la más
pequeña, en la que no se consumiría.
Bear y Bruin refunfuñaron y yo les enseñé los dientes. Todos sabíamos, sin
decir nada más, que ella no estaría en ninguna de nuestras camas.
De pie junto al arroyo. Ver a tres enormes osos bestias mirándome con
interés y mucho calor.
No oía nada aparte del fuego, pero notaba que el corazón se me aceleraba
un poco, porque sabía que no estaba completamente sola.
La plataforma sobre la que estaba era blanda y las pieles que tenía debajo,
cálidas. Me habían cubierto la parte inferior con otra gruesa capa y estiré los
dedos de los pies, dándome cuenta de que me habían quitado las botas.
Eso contribuyó en gran medida a aliviar mis preocupaciones, pero, aun así,
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Nunca conté a mis padres lo sucedido, siempre guardé ese secreto cerca de
mi corazón, sabiendo que, si pronunciaba una palabra sobre ellos, sería peligroso.
Para ellos.
Abrí los ojos y miré lentamente a mí alrededor. No podía ver mucho desde
mi posición, pero me di cuenta de que estaba dentro de una casa desconocida.
Los techos eran altísimos, con preciosas vigas de madera natural paralelas
y entramados de madera a la vista.
Las encimeras. Las estanterías. Incluso los muebles eran un poco más
grandes de lo normal, como si estuvieran hechos para un cuerpo más grande que
el de un ser humano.
Mi pulso empezó a latir un poco más rápido, porque sabía dónde estaba.
Sabía para qué criaturas se había construido esta casa.
anterior. Aunque me dolía la cabeza por la caída, tenía las muñecas y los tobillos
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Bebí dos vasos grandes antes de dejar el vaso y apoyé las manos en la
encimera, mirando por la ventana. El sol se había puesto y todo estaba envuelto
en una oscuridad tenebrosa. Oía el aullido del viento. Le siguió el violento
golpeteo del hielo y el agua contra el cristal.
Imaginé a las criaturas oso durmiendo sobre ellas, con sus grandes cuerpos
bestiales extendidos por encima. Mi cuerpo volvió a encenderse y cada zona
erógena se tensó al calentarse mi sangre.
Empecé a respirar un poco más deprisa y con más fuerza mientras por mi
mente pasaban imágenes en las que nunca había pensado.
Solté un pequeño gemido de algo que no era miedo cuando vi tres pares de
ojos dorados y brillantes clavados en mí.
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Pude oler su aprehensión al instante y mi lado protector se levantó, aunque
sabía que no nos tenía miedo.
Mis hermanos y yo nos quedamos atrás, dándole un momento para que se
orientara. Nos miró hasta que se llenó de nosotros, observando cada aspecto de
nuestros cuerpos, desde nuestros pies con garras hasta la parte superior de
nuestras cabezas.
Bruin tenía cuatro truchas colgadas de un cordel, mientras Ursid tenía un cuenco
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Fueron las que hicimos para que cada uno pudiera pasar tiempo en privado
con nuestra compañera.
Bruin me miró con los ojos entrecerrados y sus fosas nasales se dilataron a
medida que aumentaba su propio dominio.
Nos desafiábamos con frecuencia -todos éramos alfa- pero sabía que él se
echaría atrás. Bruin no querría asustar a Goldie.
dilataron me dijo que estaba haciendo efecto en ella de la mejor de las maneras.
—Este no es mi hogar— Echó los hombros hacia atrás e inclinó la barbilla
hacia arriba.
En lugar de eso, la dejamos donde estaba mientras los tres nos dirigíamos
a la zona de preparación de la comida.
Así que construimos lo que los humanos llamaban una cocina. Había una
gran pila donde se podía verter agua fresca. Construimos una estufa, así la
llamaban, con un trozo de chapa metálica sobre las llamas, donde podíamos
cocinar carne cruda para ella.
Tales cosas modernas eran sin duda convenientes para los humanos, pero
no algo que nos importara especialmente. Pero no había sacrificio. Solo
queríamos que Goldie fuera feliz. Queríamos que supiera que era nuestra y que
no había nada ni nadie que pudiera arrebatárnosla.
limpiando el pescado. Puse las pieles sobre el respaldo de una silla, planeando
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cubrir nuestras camas con ellas para asegurar que Goldie estuviera caliente
durante la tormenta.
Discutimos en qué habitación se quedaría, al menos al principio, pero no
la obligaríamos. Podía elegir la suya; aunque, por dentro, la quería en la mía. Era
la más grande y la que tenía más espacio donde podría devorarla de la mejor de
las maneras.
Sabía que los tres queríamos ir hacia ella, pero nos quedamos atrás y nos
centramos en prepararle la comida. Recogí agua fresca antes y me dediqué a poner
la mesa. Esto era algo con lo que no estábamos familiarizados: comer de esta
manera.
—Ven y come— dijo Bruin. Su voz era ronca y gruñona, pero sabía que
no pretendía ser agresivo.
Aun así, le lancé una mirada frustrada y le dije en silencio que fuera más
amable.
Ursid soltó una risita y acercó una silla, con sus largas garras raspando
suavemente la madera.
aseguró de que su tono fuera más suave, o tan suave como pudieran hablar
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Y cada vez que Goldie miraba hacia abajo, donde nuestras erecciones
brotaban del grueso parche de pelaje oscuro en nuestras ingles, sentía palpitar mi
longitud y derramar más semen.
Gruñí por lo bajo en señal de advertencia y lancé una mirada irritada a mis
hermanos, que se comunicaban sin palabras para escudarse y hacerla sentir más
cómoda.
Emitieron sus propios sonidos de fastidio, pero deslizaron sus enormes
patas hasta las ingles, cubriéndose las duras pollas. Podía oler nuestro semen
impregnando el aire y oírlo gotear en el suelo.
Enseguida se fijó en el libro y pasó los dedos por la tapa de cuero y luego
por las costuras del lomo. — ¿De dónde lo has sacado? — susurró, y me pregunté
si nos hablaba a nosotros o a sí misma.
Bruin se acercó. —Pesqué los peces que te gustan, guardando solo los
mejores para tus comidas—
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Cómo deseaba tocarla, acariciar sus exuberantes curvas y las gruesas ondas
doradas que le caían sobre los hombros.
Hizo un suave sonido de sorpresa, mirando entre nosotros, con los ojos más
abiertos y brillantes que el sol en pleno mediodía.
Echó la cabeza hacia atrás y me miró a la cara, con las pupilas dilatadas y
los pezones duros bajo la blusa. Quería arrancar la tela y darme un festín con
aquellos brotes apretados, arrastrar la lengua por los picos hasta que se corriera
para mí.
Decir que era incómodo comer delante de tres bestias enormes que solo se
centraban en mí era quedarse corto. Sentí como si los consumiera la idea de que
me alimentara lo suficiente. Asegurándose de que masticaba y tragaba cada
bocado, ofreciéndome segundas y terceras raciones.
era el más grande. Bruin el mediano. Y el “más pequeño” si se podía llamar así a
una bestia de casi dos metros, se llamaba Ursid.
Bear me había dado varios libros y yo fingía leer, aunque escuchaba
atentamente su conversación. En realidad, no hablaban como los humanos. Daban
respuestas ásperas de dos o tres palabras, gruñidos y retumbos que no tenían
sentido para mí, pero que se entendían claramente entre ellos.
Si no supiera que son las mismas criaturas que me salvaron hace tanto
tiempo, las mismas que sentí que me vigilaban a lo largo de los años, habría
temido por mi vida. Pero sabía que era diferente. Me sentía diferente.
Aunque permanecieron ocultos, me demostraron su valía.
su calor. Miré por la ventana, la noche lo oscurecía todo y no podía ver nada
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No tenía nada que ver con el fuego a mis espaldas y sí con los tres osos-
bestia que me rodeaban.
Eran tan grandes, caminaban a dos patas, sus cuerpos tenían una forma
similar a la de los machos humanos en estructura y estatura, pero más salvaje.
Retiré la mano y, más rápido de lo que esperaba, Ursid utilizó su otra pata
para agarrarme la muñeca, tirando suavemente de ella hacia su pecho y
colocándola justo sobre su corazón.
ojos. El hecho de que no fueran humanos me había quedado muy claro, pero a
medida que pasaba el tiempo, me resultaba menos inusual y más fascinante.
Sentía su corazón latir sin cesar bajo mi palma y yo intentaba seguirle el
ritmo. Pero él era mucho más grande y su corazón latía más despacio.
Abrí los ojos y vi que tanto Bear como Bruin me tocaban; las tres criaturas
estaban conectadas físicamente conmigo al mismo tiempo.
Me sentí... bien.
—Tengo que irme a casa. — Mis palabras fueron suaves, tal vez demasiado
suaves para que las oyeran.
Se acercaron.
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No tuve que mirar a mis hermanos para saber que ahora estaban haciendo
lo mismo.
Debería haber sido un acto obsceno, pero quería que ella viera todas
nuestras facetas, quería que supiera que éramos fieros pero que también podíamos
ser tiernos.
—Pero cuanto antes te des cuenta de que esto es lo que tiene que pasar,
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Era obsceno, pero mi cuerpo sabía lo que quería, lo que siempre había
deseado. Y eso era la hembra que teníamos delante.
Se lamió los labios y se pasó las manos por el corpiño. La noté nerviosa.
El lado fuerte, protector y territorial de mí se levantó, aunque lo provocáramos
nosotros.
Ella dio un grito ahogado y retrocedió un paso, pero él apretó el agarre con
la pata, manteniéndola en su sitio para poder sentir su sabor.
Bruin fue el siguiente, haciendo más o menos lo mismo, pero fue más
abajo, lamiéndole el punto del pulso.
Noté los sutiles cambios en ella. La forma en que aumentaba su respiración,
cómo se dilataban sus pupilas. El hecho de que sus pequeños pezones se
asomaban a través de su corpiño.
Tenía la cara bonita y llena, los pechos grandes y se le movían con cada
respiración fuerte. Su vientre tenía unos rollitos preciosos que podía distinguir
bajo el vestido, y sus caderas eran acampanadas.
Sabía por haberla visto bañarse cómo era desnuda, con esos hermosos y
gruesos muslos que imaginé extendiéndose mientras nos turnábamos para pasar
nuestros hocicos y lenguas por su centro.
Estaba hecha para llevar a nuestros cachorros. Estaba hecha para nosotros.
suave sonido que parecía de satisfacción, y ronroneé de placer. —Creo que sí—
Mordisqueé el desbordante escote, con la polla tan dura que me dolía, el
pelaje de mis muslos cubierto de semen.
Levanté la pata y mirándola fijamente a los ojos, le unté los labios con la
almohadilla, hasta que se volvieron opalescentes y olió a mí.
Por un momento, creí que no obedecería. Se quedó mirándome con sus ojos
grandes y sorprendidos, con mi semen brillando en sus labios rojos y carnosos.
Yo jadeaba y mi cuerpo estaba casi pegado al suyo. Aunque tenía curvas y
era gruesa, era diminuta comparada conmigo y mis hermanos... una cosita con la
que tendríamos que ser muy delicados.
Miré sus pechos llenos y pesados, sus pezones duros presionados contra su
corpiño. Sin pensarlo, corté una garra por el centro, rasgando el cordón para que
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las dos mitades del material se separaran, revelando sus grandes montículos.
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—Mentirosa — gruñí y me incliné hacia ella, arrastrando la lengua por el
borde de un pecho cremoso y suave como la seda. —Puedo oler la humedad entre
tus muslos. Sé que esa rajita está empapada para nosotros—
Entonces miré fijamente los ojos azules de Goldie, gruñí por lo bajo en
advertencia posesiva, y finalmente arrastró esa pequeña y rosada lengua a lo largo
de su labio inferior primero, y luego hizo lo mismo con el superior.
Sus pupilas se dilataron aún más, emitió un suave gemido y no pude
contenerme para inclinarme una vez más y lamer su firme pezón. Arrastré mis
caninos por el carnoso montículo, arañándola hasta que brotó una ligera gota de
sangre. Ronroneé y lamí el sabor cobrizo, queriendo más... necesitándolo.
Había una tira de tela gruesa sobre la bañera y la cogí para secarme y
envolver la larga caída de mis mechones rubios.
Recogí el camisón que había sido colocado sobre una silla de madera en la
esquina. Sentía una enorme confusión ante el hecho de que estas criaturas tan
primitivas y salvajes fueran también tan reflexivas. Era como si pensaran en cada
pequeña comodidad que yo pudiera necesitar o desear. Nadie había pensado tanto
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Había estado sola demasiado tiempo, incluso antes de que mis padres
fallecieran. Y mi primer instinto fue aferrarme a esos sentimientos y sensaciones,
aceptar sin más esas emociones que se estaban gestando -creciendo, filtrándose,
burbujeando, palpitando- dentro de mi mente y mí cuerpo sin cuestionar nada.
No importaba que estos osos-bestias no fueran humanos. Lo único que
importaba era explorar qué significaba todo aquello.
posición social más alta que mamá, lo que significaba que tenían prohibido estar
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juntos. Pero a ellos no les había importado, habían rechazado las normas y leyes
establecidas por personas a las que no les importaba lo que les hacía felices, y el
resto era historia. Y supe, antes de que fallecieran, que se amaban más cada día
que pasaba.
Y eso era lo que yo quería. Quería esa felicidad. Quería esa sensación de
ser especial para alguien... o en plural, como era el caso ahora mismo.
Así que salí de la sala de baño, oyendo el crepitar del fuego en la zona
principal de la cabaña.
Me temblaban las manos cuando llegué al final del pasillo y vi a los tres
osos sentados a la mesa de madera de la cocina. Sus cuerpos colosales
empequeñecían los pequeños muebles.
Di un paso adelante, lo que hizo que Bear gruñera. Luego se puso de pie,
al igual que Ursid, los tres observándome como depredadores a punto de devorar
a su presa.
Juraría que podía sentir su excitación por mí... prácticamente podía oír sus
corazones latiendo más rápido cada segundo que pasaba. ¿Y qué espesaba el aire?
Su necesidad de mí.
Me lamí los labios y vi cómo sus tres miradas se clavaban en mi boca para
contemplar el acto.
—Todas esas cosas hacen que sea imposible controlarnos— Bear se hizo a
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No sabía cómo estaba tan segura de ello, pero lo tenía tan claro como el
hecho de que estaba ante ellos.
La humedad seguía brotando de entre mis muslos, una sensación
incómoda, pero también una que me hacía sentir aún más desesperada por ver
adónde conducía todo aquello.
—Corre, Goldie. Corre para nosotros— La voz de Bear era tan baja y
áspera de lujuria que fue un chorro de calor directo a mi coño. Los ronroneos de
Bruin y Ursid eran casi tangibles. Era como si los tres estuvieran lamiendo cada
centímetro de mi cuerpo.
Miré fijamente a Bruin a los ojos después de que hablara, tragué saliva
bruscamente y supe lo que tenía que hacer. Sabía lo que quería.
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A ellos.
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Era un instinto salvaje, casi feroz, que me decía que tenía que hacerlo.
Tenía que correr, darles que me persiguieran, para que me cazaran.
Ya podrían haberme atrapado fácilmente, pero aún no los había oído seguir.
Me dieron ventaja, no querían que esto fuera demasiado fácil... que terminara
demasiado rápido. Y eso me excitó tanto que gemí en voz alta.
Mi pecho subía y bajaba con tanta fuerza que me mareaba, pero ya no tenía
control sobre nada y, sinceramente, solo quería dejarme llevar, ceder a mis deseos
y entregar mi cuerpo a su dominio animal.
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—Goldie…—
El sonido de sus pesadas pisadas se acercaba cada vez más, y corrí hacia la
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pared del fondo, escondiéndome detrás del gran saliente junto al charco de agua.
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—Sal, sal, dulce Ricitos de Oro— gruñó Bear, con una voz mucho más
feroz de lo que había oído hasta entonces.
No quería que me descubrieran... todavía no. Eso pondría fin a este juego
demasiado pronto.
—Ahí está— ronroneó y sonrió, o todo lo que una criatura como él podía.
—Ven a nosotros— exigió Bear con una voz grave y profunda que se
dirigió directamente a mi clítoris.
Estaba empapada, con el coño tan húmedo que me goteaba por el interior
de los muslos. Me planteé quedarme escondida, fingiendo que no podían verme,
pero me puse de pie lentamente y me enfrenté a ellos. Sentí que la piel se me
electrizaba, como si un relámpago surcara el cielo justo encima de mí, burlándose
de mi carne y erizándome el vello de los brazos.
Durante unos largos instantes, los cuatro permanecimos ahí de pie, sin
hablar, pero sentí que la forma en que me observaban era como si pudieran ver a
través de mi ropa.
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—Podemos oler lo húmedo y dulce que está tu coño. Apuesto a que sería
aún más dulce con un poco de miel untada por todas partes— Ursid se acercó. —
¿Me dejarías lamer la miel de tu raja? ¿Me dejarías chupar ese clítoris tan duro
mientras te abro de piernas y dejo que mis hermanos observen cómo me doy un
festín contigo?
Bajé la mirada para contemplar sus pollas duras, muy poco humanas. Dios,
me excitaba ver lo gruesas y grandes que eran, ver cómo producían tanto semen.
Y todo por mi culpa.
—Quiero esto — dije finalmente. — Quiero todo de ustedes—
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Nuestra perfecta compañerita sonaba drogada, embriagada y muy
preparada para lo que teníamos que darle.
Su vientre era redondo y suave, y sabía que podría agarrarlo bien mientras
me deslizaba dentro de ella y tomar lo que era mío por derecho: lo nuestro.
Podía oler lo caliente que estaba para los tres. Lo mojada que estaba entre
sus muslos.
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—Voy a probar todos tus agujeros. Y los que no use, dejaré que mis
hermanos los tomen como suyos—
Pasé las garras por el pliegue de su culo, rocé con una garra el centro antes
de separar los montículos y dejar al descubierto su apretado culito. La giré para
que diera la espalda a mis hermanos.
— ¿La ven, hermanos?
—Su coño es tan rosado, su culo apretado— Ursid se acarició más rápido.
—Quiero enterrar mi hocico entre sus nalgas y meter mi lengua en ese apretado
agujerito.
—Voy a follarme este culito para que mis hermanos vean primero lo que
me he ganado— Y entonces Ursid estaba lamiendo y chupando todo lo que podía
alcanzar, gruñendo y tarareando mientras se la comía. La saliva goteaba de su
mandíbula, ensuciando su pelaje, y parecía ponerlo aún más frenético.
Apreté los dientes y cerré los ojos, sabiendo que podría llegar al orgasmo
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con esto, pero diciéndome a mí mismo que la primera vez que me correría esta
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—Goldie.—
Inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme y le agarré la cara por los dos
lados, lamiendo cada centímetro de su piel color melocotón hasta que su carne se
humedeció y me arañó pidiendo más.
Se mordió el labio inferior con tanta fuerza que vi una gota de sangre
carmesí brotar de la carne roja y flexible. Gemí y pasé la lengua por la leve herida,
gruñendo ante el sabor ácido y metálico que me excitaba aún más.
—Nos vas a tomar a todos, ¿verdad, Goldie? — Asintió antes de que
pudiera pronunciar todas las palabras. —En el culo, en el coño y una polla en la
boca como nuestra buena chica, ¿no es así?—
—Mírame — le exigí con la voz más temible que pude reunir. Abrió los
ojos y vi cómo se le dilataban las pupilas y se le entreabrían los labios. Echó la
cabeza hacia atrás y ataqué su garganta con labios y dientes con tanta suavidad
como pude para no hacerle daño.
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Sabía que no duraría mucho, así que al instante la agarré por la cintura, me
la eché al hombro y le di con la pata en el carnoso montículo de la nalga mientras
salía de la cueva.
La carne se sacudió, ella chilló y sentí cómo apretaba los muslos. ¿No sabía
que podía oler lo mojada que estaba para nosotros? No pude evitar deslizar un
dedo entre sus muslos y embadurnar su agujerito con el fluido que la rodeaba.
Rodó sobre su espalda y apoyó los pies en las pieles mientras nos miraba a
cada uno con sus cristalinos ojos azules. El olor de su coño era fuerte, un aroma
dulce que se introdujo en mi cuerpo y se instaló ahí. Nunca olvidaría su olor y
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Mis hermanos se colocaron a ambos lados de mí, los tres mirando a nuestra
perfecta compañera. Respiraba con dificultad y sus tetas se agitaban por la fuerza.
Me pasé la lengua por los caninos, deseando clavar el músculo dentro de ella con
un deseo feroz que rivalizaba con cualquier otra cosa que hubiera experimentado
jamás.
—No voy a esperar ni un puto segundo más— gruñó Ursid y me agarró del
hombro.
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Eché la cabeza hacia atrás y enseñé los dientes antes de ponerme en pie y
apretar mi pecho contra el suyo, aceptando mi dominio.
Quería compartir a Goldie con mis hermanos, pero mi lado animal no podía
evitar desafiar al macho que pensaba alejarme de lo que era mío.
Inhalé bruscamente, cerré los ojos y asentí. —Tiene razón— dije y volví a
mirar a Goldie, concentrándome en ella. —Se trata de nuestra compañera y de
hacerla finalmente nuestra—
—Ábrete bien, hembra— dije en voz baja y profunda, con mi voz cargada
de necesidad contenida. —Veamos lo húmedo y rosado que está ese dulce coño—
Goldie movió los pies hacia atrás para que sus talones tocaran su culo
regordete. Mi excitación aumentó, se me hizo agua la boca y mi necesidad se
apoderó de mí.
Puse las manos en sus rodillas y le abrí los muslos de un tirón. Inhaló con
fuerza y el olor de su coño húmedo me llenó la nariz.
hermano menor, vi que su mirada estaba en su raja expuesta. Deslizó la pata hasta
la raíz de su polla, luego la movió arriba y abajo por toda su longitud. Un
escalofrío visible recorrió su enorme cuerpo, y el estruendo que salió de él fue de
necesidad dominante.
—Tan rosada y húmeda, hinchada y preparada para ser follada por nosotros
— gruñó Bruin, y Ursid y yo emitimos un gruñido de aprobación.
Y entonces Bruin se arrodilló entre sus piernas con una enorme pata en
cada uno de sus muslos internos, obligándolos a permanecer abiertos.
—Está más dulce que la miel, y tan jodidamente húmeda— Bruin sonaba
como la puta bestia que era en ese momento. —Mi cara está cubierta de sus
jugos—
Bruin le pasó la nariz por el cuello, le dio un pequeño mordisco hasta que
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chilló, luego se echó hacia atrás para arrodillarse a su lado y ofrecerle su polla
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chorreante de semen.
Ella se movió para sentarse sobre las pieles y luego volvió a colocarse de
rodillas frente a Bruin.
Nos miró a los tres y luego se centró en la polla que tenía delante. Con un
suspiro de claro placer, enroscó los dedos alrededor de su lado tenso y peludo,
abrió la boca e inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara.
Giró la cabeza y vio que Ursid le tendía la polla para que también la tomara.
—No me digas que no. No me digas que no puedes tomar esta polla— dijo
Ursid y se inclinó hacia ella, enseñando los dientes en un puro acto de agresión
sexual masculina.
—Estás hecha para nosotros, dulce chica. Mira con qué facilidad te
sometes, cumples con nuestras exigencias sexuales y te entregas con tanta
facilidad — Me moví entre sus muslos abiertos, su coño goteando para nosotros.
Puse una pata a cada lado de su cintura, clavando mis garras en su carne
hasta que jadeó y vi que le había roto la piel.
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Engendrar. Compañera.
Sus ojos se abrieron de par en par y Ursid le dio un respiro, sacando la polla
para que pudiera jadear y mirar a lo largo de su cuerpo para ver cómo la penetraba.
Sonidos ásperos salieron de mis hermanos y de mí mientras empujaba
centímetro tras centímetro en el coño resbaladizo de nuestra compañera,
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Cuando sentí que sus músculos internos se aferraban a mí con fuerza, todo
lo demás se desvaneció en la distancia.
Bruin y Ursid se turnaban para frotarle la polla por la boca, pintándole los
labios con su semen. Empezó a suplicar, tal vez que parara, tal vez que siguiera.
Pero estaba demasiado absorto en el placer como para oír algo más que el torrente
de sangre por mis oídos.
Lancé un rugido y me abalancé sobre ella, empujándola hacia las pieles, de
modo que mis hermanos tuvieron que agarrarla por los hombros para mantenerla
en su sitio.
Y cuando mi placer alcanzó su punto álgido, sentí que el nudo del centro
de mi polla se hacía más grueso y me encerraba dentro de ella, asegurándome de
que se quedaba todo el semen posible.
—Eso es. Buena chica— No paré hasta que se corrió de nuevo, sus ojos se
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Tras un largo rato manteniéndola en esa posición, finalmente dejé que sus
piernas se relajaran sobre las pieles, pero las mantuve abiertas para poder ver
cómo mi semilla se deslizaba fuera de ella.
Sabía que no duraría mucho una vez que tuviera mi polla dentro de ella,
forzándola a tomar mi tamaño.
Tenía muchas ganas de correrme dentro de ella, pero habíamos acordado
que solo Bear se correría dentro de ella hasta que estuviera embarazada de él.
Cuando me aparté, fue para ver cómo Ursid y Bear se acercaban a su cara.
Se pasaban las manos por las pollas y observaban cómo sus pechos se agitaban
de un lado a otro mientras yo le azotaba el coño.
Eché la cabeza hacia atrás y rugí al ver lo apretada que estaba, cómo sus
músculos internos se apretaban a mi alrededor por la intrusión. Gritó, pero Ursid
le metió la polla en la boca, obligándola a guardar silencio.
Salí de su coño y empujé de nuevo. Lo hice cada vez con más fuerza,
agarrando su cintura, sabiendo que estaba dejando moretones.
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Enroscó las manos en las pieles y, sin dejar de mirar a Ursid, susurró: —
Fóllame. Reclámame como tu compañera—
Por fin era mi puto turno y estaba impaciente por meterle la polla a Goldie
y sentir por fin lo apretada y caliente que estaba.
Sabía que estaría empapada porque Bear la había llenado, y por mucho que
quisiera correrme dentro de ella, la idea de rociar mi carga sobre sus pechos y su
cara era demasiado tentadora como para dejarla pasar.
Bruin se hizo a un lado, mi hermano actuando como si acabara de tragarse
un galón de aguamiel por lo inestable que estaba.
Le di la vuelta, deseando ver su hermoso rostro. Una vez boca arriba, sus
pechos temblaron por el movimiento y sus piernas se abrieron. Su coño estaba
rojo e hinchado por haber sido follado por Bear y Bruin.
El líquido lechoso goteó por sus muslos peludos. Clavó los dedos de sus
garras en el suelo, haciendo marcas con las mortíferas garras.
Cerré los ojos y enseñé los dientes, follándola tan fuerte y rápido que oí a
Bear gruñir en señal de advertencia. Mi nudo empezó a endurecerse, pero con
otro sonido de advertencia de Bear, abrí los ojos de golpe y miré fijamente a mi
hermano.
—Jodidamente sácala—
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Estaba jadeando, sabiendo que habíamos acordado que Bear sería el único
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Solo después de largos momentos en los que pude respirar y pensar con
claridad, puse mis zarpas a ambos lados de su cabeza y mis hermanos
retrocedieron para dejarme espacio. Le aparté el pelo del cuello, la olfateé y luego
hundí mis caninos profundamente, marcándola.
Me separé y murmuré: —Tan buena chica. — Giró la cabeza y le pasé la
lengua por los labios.
Y así lo hizo.
Cuando hubo limpiado todas nuestras pollas, se hundió aún más en las
pieles, con los ojos cerrados y una sonrisita en los labios. Bear se sentó a su lado
y Bruin se puso al otro lado. La colocamos de modo que yo pudiera tumbarme
sobre las pieles encima de ella, los tres envolviendo a nuestra compañera.
Goldie.
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Los tres pusimos una pata sobre su vientre, su cuerpo tan pequeño que la
cubrimos por completo.
La anticipación de todas las cosas que nos deparaba el futuro era una de las
cosas más fuertes que había experimentado nunca. Y sabía que nada ni nadie nos
lo quitaría jamás.
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En cuanto me desperté, supe que estaba sola. También supe que la tormenta
se había calmado.
Había una calma en el aire, una quietud que solo se producía después de
que el cielo se abriera y derramara toda su frustración y miseria.
Y me excitaba.
Mis osos.
Era como si este gusto de ser consumida, de ser el centro de todo el mundo
de alguien, me hubiera retorcido por dentro. No sabía si me gustaba la sensación
que esos hermanos encendían en mí, como si una criatura dormida hubiera estado
latente todo este tiempo, esperando esa primera brasa para tomar vida.
A casa.
¿Por qué esa palabra me resultaba tan extraña cuando pensaba en el único
lugar que había conocido, el único en el que me había sentido segura y cómoda?
Me detuve, cerré los ojos, respiré y giré la cabeza hacia atrás. Quería estar
con los osos. Quería que me tocaran, que me abrazaran... simplemente que me
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miraran.
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—Están aquí— susurré más para mí que para ellos. El sonido de las ramas
crujiendo estaba cerca, y un segundo después, sentí su calor rodearme.
Yo seguía con los ojos cerrados mientras la piel de gallina me cubría las
extremidades.
—Sabíamos que querrías irte. Esperábamos que fuera más pronto que
tarde.
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Abrí los ojos cuando Bruin habló e incliné la cabeza hacia atrás para
mirarlo.
— ¿Por qué?— susurré.
—Porque cuanto antes te des cuenta de que eres nuestra y de que tu lugar
está con nosotros, antes podremos empezar de verdad nuestra vida juntos, dulce
Goldie— Bruin extendió su pata, y yo inmediatamente deslicé mi mano en su
ofrenda.
Podía oír a los animales haciendo ruidos más adelante y olía el frescor de
la tormenta que aún persistía en el aire. Cuando abrí los ojos, contemplé el único
lugar que conocía desde hacía tanto tiempo. Todo me resultaba tan familiar y sin
embargo, ahora me parecía... extraño.
Los osos se agolparon a mí alrededor, cada uno poniendo una pata sobre
mí como si necesitaran el contacto tanto como yo.
—Sí, lo entiendes— gruñeron al unísono. —Has sabido que había algo más
en este mundo para lo que estabas destinada — Bruin arrastró su lengua por mi
boca repetidas veces hasta que me relajé.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza, pero no negaba lo que decían. —Me
siento así. Que Dios me ayude... también lo siento así—
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Me abrazaron, y sentí que no había nada más en este mundo que me hiciera
sentir así de bien.
No tenía sentido. Me confundía, me asustaba un poco, pero la abrumadora
necesidad de explorar lo que todo esto significaba era más fuerte que cualquier
cosa que pudiera retenerme.
—Llévenme a casa... los tres— Me eché hacia atrás e hice contacto visual
con cada uno, haciendo saber a mis osos que lo decía en serio. Que lo quería.
Y eso es exactamente lo que hicieron.
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Nunca me imaginé teniendo hijos. Ni siquiera sabía si eso estaba en mis
planes.
Tenía el mismo color dorado que mi pelo y unos ojos azules vibrantes que
parecían antinaturales de la forma más fantástica.
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Era tan pequeñita, la más pequeña de todos mis hijos hasta el momento.
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Los chicos, Sonny y Gus, habían sido cachorros enormes cuando llegaron a este
mundo, y ahora, cuatro años después, estaba claro que se habían parecido a sus
padres en tamaño.
Pero la pequeña Hildie... Sabía que se parecería a mí, mi lado humano
dominante por primera vez.
Pasé mis dedos por su carita, notando que, aunque se parecía a mí en color
y tamaño, todavía era un poco híbrida.
—Mis chicas — gruñó Bruin con claro placer y se inclinó para arrastrar su
hocico suavemente sobre la pequeña mejilla peluda de nuestra niña.
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Yo era su reina, y la única fuerza motriz que tenían era asegurarse de que
sus hijos y yo estuviéramos siempre protegidos y cuidados.