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XLVI EVENTOS CULTURALES Y DEPORTIVOS

“FORJADORES DE LA UNIDAD SINDICAL”

UNA EXTRAÑA MALDICIÓN

CUENTO: SUBGÉNERO TERROR

AUTORA. ALMA ROSA RIVERA ALBARRAN

BG-01 ZONA 1

8 DE DICIEMBRE DE

2023
UNA EXTRAÑA MALDICION

El camión se detuvo abruptamente, por primera vez quise llegar a mi pueblo

sin el estrés de ir manejando, y ahora esta lluvia torrencial que no dejaba

avanzar, mejor hubiera traído mi coche pensé ya un poco molesta.

-El chofer gritaba que quitaran a los animales del camino.

¡Háganse un lado con una chingada! ,

Los caporales que atravesaban su ganado no se inmutaban ante los gritos del

chofer, solo miraban hacia el camión y seguían con su trabajo. Por fin el

camión avanzó, yo quería llegar a tomar un café caliente con mis tíos y

descansar, tenía ya un buen tiempo de no tomarme unos días de descanso,

quise dormir un poco, pero los relámpagos y el poderoso viento que se sentía,

me remonto al pasado, ese mismo viento y esos mismos relámpagos eran lo

que estaban en mi memoria, estaba recordando aquella noche, en la que mi

prima Martha y yo vivimos esa experiencia, muy singular por cierto, mi

imaginación me llevó a mi pueblo, un lugar alejado de la civilización, de esos

pueblos de los que no salen en los mapas; y aunque era muy pequeño a mí

me gustaba muchísimo vivir ahí, donde toda la gente se saluda, se ubica al sur

del Estado de México, la gente es cálida por naturaleza, mi rostro emitió una

leve sonrisa al recordar a la gente. En ese mismo momento un rayo cayó casi

al lado del camión, mi corazón se aceleró, tanto como en aquella ocasión,

aquella noche de tormenta en la cual yo me encontraba en la casa de mis tías,

que en ese tiempo era donde vivía. Esa noche me encontraba con mi prima,
Martha 4 años mayor que yo, nos gustaba ver la lluvia, los truenos y sobre todo

ver como las sombras de los árboles, las casas y los perros, como

resplandecían y reflejaban sus siluetas al caer los rayos, nos divertía

encontrarles formas a las cosas en cuanto caía el relámpago. Esa noche en

especial la lluvia era torrencial y los rayos caían despiadadamente en nuestro

pequeño poblado, haciendo un ruido infernal en el cielo. Los relámpagos, cada

vez más intensos, junto con un fortísimo pero esplendoroso viento nos removía

el cabello de la cabeza, hacían que las copas de los árboles se mecieran como

si fuera una danza sincronizada. Nosotras, mirando por la ventana de puertas

de madera de un pequeño balcón, que tenía mi cuarto, y daba justo a la calle

principal, por donde pasaban las peregrinaciones y los carnavales del 15 de

Agosto, ahí nos sentamos, jugando a los juegos de manos, de pronto al caer

un relámpago las dos vimos al mismo tiempo la silueta de lo que parecía ser

una anciana encorvada, que agitando sus manos nos enseñaba dos pequeñas

figuras como una especie de muñecos no alcanzamos a ver lo que eran, pero

sentimos un escalofrío recorrer nuestro pequeños cuerpos, nos volteamos a

ver y me di cuenta del miedo reflejado en los ojos de mi prima y posiblemente

ella miro lo mismo en mi rostro, cerramos la ventana de un solo golpe y nos

metimos corriendo. No paramos hasta llegar del otro lado de la casa, donde los

tíos platicaban animosamente las anécdotas del día. Nunca a nadie contamos

nada de lo que habíamos visto, pues siempre terminábamos regañadas.

En los días posteriores, todo ocurría con normalidad, hasta que pasados 7 días

Martha y yo platicábamos de aquella visión que nos había hecho salir


corriendo. Eran aproximadamente las 7 de la tarde del día 7 de Julio, seguimos

contando nuestro sentir de aquel día. En ese momento la puerta del cuarto

donde permanecíamos, empezó a abrirse y un intenso entró por la puerta, al

mismo tiempo que ese frio recorría toda mi espina dorsal. Martha salió

corriendo, dejándome a la merced de esa manifestación, nunca imaginé sería

el principio de nuestra aterradora experiencia. Mi mente regresó al recuerdo

donde quedé de una sola pieza sin poder correr junto a mi prima, al ver dos

figuras como de masilla, de esa que usan los niños para modelar, aunque más

parecidas a muñecos, con ropa no bien definida, en un color grisáceo, con

toques cafés, eran en realidad unos muñecos muy raros, y al tacto las manos

se sumergían en ellos, como si se pudieran atravesarlos. Los muñecos o esas

“cosas” entraron como suspendidas en el aire, avanzando lentamente, eran los

mismos muñecos que sostenía la anciana el día de la tormenta. Yo no daba

crédito a lo que mis ojos veían, éstas entraban volando o por lo menos eso era

lo que mi consciencia podía percibir, con un ruido estremecedor cayeron bajo

mis pies, en ese momento creo que me desmayé porque desperté en mi cama.

“Ah” respiré tranquila. Todo fue una terrible pesadilla, pero qué equivocada

estaba; la pesadilla apenas iniciaba. Mi tía se acercó para preguntarme qué me

había pasado, pues me dijo que me había encontrado dormida en el suelo, y

que ella me llevó a mi cama. No quise hablar, la única en la que podía confiar

era en Martha. Cuando giré mi cabeza para tomarme la leche que mi tía me

había traído, ahí estaban los muñecos que había visto, como estatuillas,

sonriéndome con ojos profundos, oscuros y malévolos. Mi tía me dijo:


-Almita, aquí te dejo tus muñecos para que te acompañen.

Yo no dormí en toda la noche, esperando que en cualquier momento cobraran

vida. Deseaba con toda mi alma que amaneciera, y así pasó, muy tempranito

fui a buscar a Martha llevando los muñecos conmigo, quien al verlos de

inmediato supo de qué se trataba. Le tuve que cerrar la boca porque no pudo

emitir palabra, se había quedado boquiabierta, y me dijo:

-¿De dónde los sacaste?

Yo le contesté:

-No los saqué, ellos llegaron enseguida de que tú saliste corriendo.

-¿Cómo crees? ¿Cómo que así llegaron sin más ni más?- dudó, pero ella sabía

en el fondo que lo que le decía era verdad.

Así que pensamos que lo mejor era deshacemos de ellos y concluimos que el

río era nuestra solución, los aventaríamos y olvidaríamos todo, terminarían

muy lejos de nosotras. Con ese pensamiento optimista nos quedamos. A la

mañana siguiente desayunamos y partimos hacia el río, los arrojamos y

regresamos riendo, saltando y jugando con las mariposas que había en el

camino. De regreso veníamos tan concentradas en perseguir una mariposa,

luchando por atraparla, que no nos dimos cuenta que casi atropellamos a una

viejita que venía caminando en sentido contrario. Cuando levantamos la

cabeza las dos vimos que era el mismo rostro de la viejita de la noche de los

relámpagos. En ese momento la sonrisa se nos borró de la cara y salimos

como si fuéramos perseguidas por el mismo satanás, no paramos hasta llegar


a nuestra casa. Ya más tranquilas nos decíamos una a otra que era figuración

nuestra por los hechos vividos en los últimos días, tratando de que el miedo no

se apoderara de nosotras. Al entrar a la casa vi a mi tía cocinando, le dije que

estaríamos en mi recamara, y atravesamos el jardín y los tendederos para

llegar a mi recámara, saludé a Juanita la señora del aseo y subimos corriendo

las escaleras para llegar. Quedamos en shock al ver a los muñecos en el sofá

que tenía en mi recámara. No podíamos creerlo. ¿Cómo habían regresado? No

lo sabíamos, pero lo que yo sí sabía era que ellos no mandaban y decidimos

cortarlos con las tijeras y echarlos a la basura. Así lo hicimos y todas las veces

regresaban, no importaba cómo los destruíamos, siempre regresaban.

Hicimos un pacto con mi prima, jamás contaríamos a nadie nuestra

experiencia, y decidimos que si no le hacíamos caso tal vez nos dejarían en

paz. Esa noche Martha dormiría en mi casa, sus padres se habían ido a un

velorio de una comadre de mi tía, la mamá de Martha, y se quedarían en Sn

Andrés tres días. Estábamos felices, tres grandes días para nosotras,

estábamos ´planeando como íbamos a hacerle el robo de los duraznos a don

Félix, un viejo ávaro que no tenia ni perro que le ladrara, bueno si, su esposa

pero no le hacia el menor caso, nos reíamos de imaginarnos la cara de don

Félix cuando se diera cuenta del hurto; hasta pensamos en meternos a su casa

y sustraerle los frascos de mermelada de zarzamora que hacia su esposa, por

cierto aún recuerdo el sabor de esa mermelada, pensé.

Planeábamos cada detalle para no recibir un severo castigo, estábamos tan

animadas que los primeros ruidos no los percibimos, las dos tumbadas sobre la
cama guardamos silencio. Percibimos unos extraños ruidos en la puerta

principal de ese apartado de la casa, son los gatos le dije a Martha, tratando de

autocalmarme, seguro mi tío Rodolfo dejó la puerta abierta. Los ruidos se

hicieron cada vez más fuertes y más cerca los escuchamos, saltamos de la

cama de un brinco, en ese momento se apagó la luz, en ése momento mi

cuerpo empezó a sudar frío, la distancia era mucha para llegar a donde

estaban mis tíos, por lo que no era una opción, con miedo salimos de la

recama muy despacio esperando encontrar a “fantasma” el perro de mi tío, o

calcetín mi gato,

Regresemos le dije a Martha, en mi cajón tengo una lámpara, rogando a Dios

que aun sirviera, pues nunca la había usado, por fortuna ¡Si sirve! Le grite a

Martha, salimos nuevamente armadas con nuestra pequeña arma, se veían

como unas pisadas, que terminaban en la habitación contigua a la mía, ahí se

desvanecían, cada una después lo comentamos producíamos imágenes

positivas para tranquilizarnos, pero algo en mi interior me decía que había algo

más, cuando estábamos por regresar a la recámara, una risa ahogada se

produjo, parecía venir de las escaleras abajo, eso nos paró en seco; tratamos

de identificar de dónde venía la risa, pero la oíamos de todas partes al mismo

tiempo, el cabello se me erizó y empecé a sudar y mi corazón latía a mil por

hora, esos segundo se me hicieron interminables. De pronto una figura como

humana empezó a materializarse, no alcanzaba a ver exactamente, era por la

luz tan tenue de la lámpara, pero se acercaba peligrosamente a nosotras, solo

alcance a mirar su especie de cara, totalmente cubierta de un líquido rojo, salía


de todos sus orificios de lo que parecía ser su cara, quedamos mudas, antes

de que pudiéramos correr, hablar o gritar, otra figura emergió de la espalda de

la primera figura, ésta parecía ser femenina, eso nos pareció reía como si

tuviera un trastorno mental, sus ojos daban vueltas y de su boca salían como

dos lenguas de víbora, escurriéndole como una baba, y sus manos parecían

como larvas con miles de ojos que también daban vueltas, intentamos

retroceder pero no pudimos , con voz apenas audible le pregunte ¿Qué

quieren? ¿Qué son?, ellos solo nos miraban con una mirada malévola.

-Martha, es el muñeco- le dije.

Y Martha solo movió la cabeza asintiendo. El espectro empezó a hablar con

una voz ronca como si estuviera con resequedad de garganta, y de repente el

eco que emitía su voz nos confundía.

-Venimos por el sol negro

Y su risa malévola, oscura y hasta cierto punto loca, se escuchaba cada vez

más fuerte. Yo quería estar en el otro lado del mundo en ese momento, apenas

pude mantenerme en pie, de los muñecos que teníamos no quedaba rastros

de su cara, pues estos al cobrar vida verdaderamente nos hacían respirar con

dificultad, las piernas nos temblaban en gran manera,

Los espectros ahí estaban, el que parecía hombre se acercó tanto a mí que

pensé que me mataría, pero solo me olfateó como perro y su asquerosa lengua

cubrió mi rostro: En ese momento Calcetín, mi gato, salió no sé de dónde y los

atravesó. No eran materia, eso me calmó un poco, en la iglesia había


escuchado que los demonios si es que lo eran, no podían hacerle daño a los

humanos y menos a los niños, me aferré a ese pensamiento y empecé a rezar.

-Padre nuestro que estás en el cielo…

Martha al parecer reaccionó y me siguió en el rezo. Cerré mis ojos, ya no podía

soportar más verlos, empecé a sentir que lo erizado de mi cuerpo empezaba a

ceder. Poco a poco fui abriendo los ojos, ya no tenía la lámpara en la mano

pero veía perfectamente en la obscuridad, y vi que estos espectros esperaban

como un segundo ataque. La que parecía mujer dijo, acercando sus

asquerosas manos a mí cara, lo resbaloso de sus manos me dejó como una

especie de saliva pegajosa, estuve a punto de vomitar cuando ella habló:

7 días para ser exactos, estos 7 días son los del sol negro.

No entendí lo que quiso decir con lo del sol negro, apenas me quise mover el

espectro volvió a arremeter en mi cara ¡ah!

-¡El cielo no existe ni el infierno niñas tontas! Así que los rezos no sirven.

Pero también recordé que el padre Benito había dicho que el diablo es

mentiroso, por lo que le dije a Martha que siguiera rezando, y yo cada vez más

fuerte me empecé a sentir, y creía que tenía toda la fuerza del mundo para

echarlos de mi casa. Cuando se iban retirando les oí decir que si contábamos

su historia y la manera en como los corrimos regresarían a a y que todo aquel

que escuchara el relato quedaría expuesto para que ellos entraran a su vida.

Poco a poco la calma regresó a nuestro cuerpo y enseguida volvió la luz.

Decidimos contarle todo a nuestra familia. Ellos trajeron al padre Benito y


echaron agua bendita por todos los rincones. Lo curioso es que los muñecos

desaparecieron, en eso vi que mi tía y el padre Benito intercambiaron unas

miradas que me confundieron, ¿acaso ellos sabían algo más?

¡Los que bajan en Tequesquiapan ¡

El grito del chofer me despertó

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