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Sin duda, Freud tenía presente la sexualidad al pensar la pulsión como una
energía constante e irreprimible, a pesar de todas las represiones, y destinada a
intentar satisfacerse, en su busca de placer, en un objeto determinado sólo por
sus propias vicisitudes.
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perdura aún en los casos de mayor apertura hacia el mundo y hacia los demás,
hay que pensar, entonces, que las pulsiones de autoconservación o del yo están
estrechamente ligadas con las sexuale. Además, al estudiar las relaciones entre
amor y odio, Freud concluye que éste debe atribuirse a un aspecto del yo que
puede erigirse en antítesis de las pulsiones sexuales y que “el odio es, como
relación con el objeto, más antiguo que el amor”
En 1920 aparece Más allá del principio del placer, texto de interés singular porque
reproduce todo el recorrido mental del autor -con sus rodeos, incertidumbres,
retrocesos y avances- para pensar de nuevo la naturaleza de las pulsiones y el
conflicto entre ellas. El resultado es el establecimiento, definitivo para Freud, de
una nueva antítesis; pulsiones de muerte contra pulsiones de vida.
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reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el
influjo de fuerzas exteriores perturbadoras”.
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En el Banquete de Platón, el discurso puesto en boca de Aristófanes sugeriría
poéticamente en qué sentido las pulsiones de vida -específicamente las sexuales-
constituirían un intento de regresar a estados anteriores.