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Sobre teorías de pulsiones

1. Primeras ideas sobre pulsiones

En el período en el que S. Freud escribió “Los tres ensayos para una teoría sexual”, la
clínica con las neurosis, los sueños y el chiste habían sido sus principales exploraciones
psicoanalíticas. Tales estudios le revelaron que en estas producciones psíquicas se
condensa la conflictiva entre la libido y el yo. El desarrollo del psicoanálisis se centraba
en la psicopatología de las neurosis y en su elaboración sobre la “Psicopatología de la
vida cotidiana”. El artículo sobre la sexualidad infantil fue una conmoción para la
cultura y la ciencia de principio de siglo. Fue el trabajo que más notas y agregados le
hizo a lo largo de toda su vida y se constituyó en el pilar fundamental del psicoanálisis.

La clínica freudiana con las neurosis muy tempranamente definió los términos del
conflicto psíquico entre dos polos, la sexualidad por un lado y el yo por el otro. Con
“Tres Ensayos” (1905), abordó el campo de la pulsión sexual y la sexualidad infantil,
patrimonio humano tabú, a partir del cual se desdibujo la frontera entre lo normal y lo
patológico. Las indagaciones sobre las perversiones sexuales, definidas como
aberración-desvío frente al parámetro de la reproducción y su objeto, inauguraron una
erótica humana. S. Freud alude, desde sus primeros escritos, a “la libido” como energía
de la pulsión sexual: aspecto cuantitativo, cuya manifestación dinámica muestra a las
magnitudes en juego en conflicto con la otra energía, la de las pulsiones yoicas y de las
pulsiones de autoconsevación: el interés. El conflicto energético en la primer teoría
pulsional quedaba así definido entre: la libido sexual y el interés.
En el escrito originario sobre los “tres ensayos”; Freud, dimensiona a la pulsión como
un concepto límite entre el soma y la psique que posee un fin, la descarga; una fuente:
el cuerpo erógeno; y objeto/s en los cuales descargar la tensión psíquica. Luego, en

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los escritos sobre la metapsicología, define a la pulsión como un empuje que
representa una presión que fuerza el trabajo psíquico del sujeto.

Es el hambre “prototipo y modelo” de las pulsiones de


autoconservación” (descrito años después del trabajo originario de “Tres Ensayos” y
antes de la metapsicología, hacia 1910ii) asociadas a la satisfacción de las necesidades
del individuo. Analiza, S. Freud, que lo autoconsevativo se opone a la pulsión sexual y
posee características diferenciadas: “Las pulsiones sexuales nos llaman la atención por
su plasticidad, la capacidad de cambiar de vías sus metas; por la facilidad con que
admiten subrogaciones, dejándose sustituir una satisfacción pulsional por otra, y por
su posible diferimiento…Tenderíamos a negar estas propiedades a las pulsiones de
autoconservación, y a enunciar acerca de ellas que son inflexibles, no admiten
diferimiento, son imperativas de manera muy diversa. Habría en las pulsiones
autoconservativas, una meta prefijada, ciclo consumatorio, y un objeto bien preciso,
concepción, a nuestro entender, más ligada al concepto de instinto (“Instinkt”) que al
de pulsión (“Trieb”).

Plantea que, originariamente, las pulsiones sexuales se apoyan en las necesidades


humanas. Apuntalamiento de la libido sexual en las necesidades de un cuerpo no-
sexual: La erótica se apuntala en la necesidad. Imbricación que, pensamos, es
multidireccional. En el esquema freudiano, el amor se apuntala en el hambre: a partir
del acto de succionar, al alimentarse y saciar esa necesidad, se crea la zona erógena
oral. Plantea, Freud, que las pulsiones sexuales se autonomizan, poco a poco, del
precoz y mítico origen autoconservativo. Pero, hoy sabemos que, la pulsión y la
necesidad se hallan en interacción dinámica y dialéctica, se complementan y
suplementan.

2. Corrientes y destinos de la pulsión

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En Pulsión y destinos de pulsión ( 1915) Freud señala distintos destinos de la misma.
No los elementos que la componen, (fuente-fin-objeto-empuje), sino los destinos que
la pulsión puede experimentar en el curso de su desarrollo. Ellos son: la sublimación, la
represión, la transformación en lo contrario y la vuelta hacia la propia persona. A
continuación añade Freud, tenemos razones para distinguir pulsiones de meta
inhibida, a saber mociones pulsionales de fuentes notorias y con meta inequívoca,
pero que se detienen en el camino hacia la satisfacción, de suerte que sobrevienen una
duradera investidura de objeto y una tendencia duradera. De esta clase es por ej. el
vínculo de la ternura que indudablemente proviene de las fuentes de la necesidad
sexual y por regla

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