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Tema 2.

Identificación de los datos


clínicos de la solicitud de
estudio citológico
1. Métodos de exploración
ginecológica
• La finalidad de la revisión ginecológica es la prevención
y detección precoz de alteraciones en relación con
enfermedades de transmisión sexual, cáncer
ginecológico y cáncer de mama.
• Toda mujer debe hacerse un examen ginecológico
completo anual desde el momento en que comienza a
tener relaciones sexuales o a partir de los 25 años
aunque no tenga relaciones.
• La revisión completa consta normalmente de:
interrogatorio clínico (ciclo menstrual, hábitos
sexuales, antecedentes, etc.), exploración física y
pruebas auxiliares (estudio de muestras biológicas
extraídas de biopsias y citologías).
• 1.1. Interrogatorio clínico.
Es la conversación dirigida con la paciente encaminada
a extraer el máximo de información en relación con sus
antecedentes y su estado de salud, poniendo el acento
en la salud sexual y reproductiva, e incluye:
– Antecedentes personales: enfermedades padecidas,
intervenciones, alergia a medicamentos, hábitos tóxicos, etc.
– Antecedentes familiares directos de ambos miembros de la
pareja.
– Historia menstrual: edad de la menarquía, características de la
misma, frecuencia, duración, cantidad, fecha de la última regla.
– Antecedentes obstétricos: número de gestaciones y su curso,
partos múltiples o no, tipo de lactancia y duración, abortos
espontáneos o provocados.
– Aspectos sexuales: edad de las primeras relaciones sexuales,
carácter de la libido, existencia o no de orgasmo, método
anticonceptivo, estabilidad de la pareja actual.
• 1.2. Exploración física.
Se realiza una exploración general
seguida de una específica del
aparato genital y de las mamas. Se
exploran el abdomen, los genitales
externos y la vagina y el cuello
uterino.
Para la visualización de la vagina y
la porción externa del cérvix
(exocérvix) es necesario un
espéculo, que se introduce en el
canal vaginal y permite mantener
separadas sus paredes. El espéculo
consta de dos valvas articuladas
que pueden separarse accionando
sobre el mango. Como parte de la
exploración se realiza también un
tacto vaginal y abdominal
combinado.
• 1.3. Pruebas auxiliares.
– Citología. Una vez introducido el espéculo, y
tras explorar las paredes laterales de la
vagina, fondo de saco vaginal y exocérvix, se
recoge material para el estudio citológico
cérvico-vaginal. Al tiempo que se realiza la
toma citológica se puede realizar un examen
microscópico directo, en fresco, del flujo
vaginal, con el fin de identificar
microorganismos. Dicho examen se puede
complementar con el envío de muestras al
laboratorio de microbiología para la
realización de cultivos.
– Colposcopia. Consiste en la
observación directa y amplificada del
tracto genital inferior (cuello y vagina)
mediante el colposcopio, sistema óptico
de visión aumentada con un foco
luminoso incorporado. La colposcopia
es un procedimiento indoloro, se realiza
en consulta y permite tomar muestras
de biopsia de forma dirigida sobre áreas
patológicas del cérvix o la vagina.
Complementa el estudio citológico y
debe realizarse en pacientes en las que
la citología haya detectado anomalías
epiteliales. No requiere ninguna
preparación especial y, al igual que para
la toma de muestras citológicas, no se
deben practicar lavados vaginales ni
tener relaciones sexuales durante las 24
horas previas al estudio.
– Ecografía. Es una técnica de exploración no invasiva que,
mediante ultrasonidos, permite visualizar los órganos internos.
La ecografía ginecológica juega un papel fundamental en la
detección precoz de cualquier tipo de alteración ginecológica y,
muy en especial, de algunos tipos de cáncer como el de ovario, en
el que la detección precoz mejora de forma espectacular la
supervivencia a largo plazo de las pacientes.
Además de obtener imágenes de los órganos, la ecografía permite,
gracias al “efecto Doppler”, obtener información sobre la velocidad
y los desplazamientos de la sangre.
La ecografía ginecológica se puede realizar por diferentes vías,
siendo las más frecuentes la vaginal y la abdominal. En la
actualidad, la mayoría de las ecografías se realizan vía vaginal,
introduciendo un transductor en la vagina, ya que con esta forma
de ecografía las imágenes de los ovarios y del útero son más
grandes y claras que con la ecografía abdominal, al situarse la
sonda más cerca de los tejidos. Esta última forma, no obstante,
queda indicada para mujeres que no hayan tenido relaciones
sexuales o en casos especiales no valorables por vía vaginal. La
técnica es indolora, se realiza en consulta y no requiere de ninguna
preparación en el caso de la ecografía vaginal. En el caso de la
abdominal se requiere haber bebido un litro de agua en la hora
anterior a la prueba, ya que al tener la vejiga llena de orina se
facilita la obtención de las imágenes.
– Técnicas endoscópicas: histeroscopia y
laparoscopia.
• La histeroscopia permite observar directamente
el interior de la cavidad uterina. Para ello debe
introducirse un endoscopio de pequeño calibre (3-
5 mm) a través del cuello uterino y distender la
cavidad. Esto se consigue inyectando gas (CO2) o
líquido (suero fisiológico) a bajas presiones a
medida que se va penetrando en el útero.
La imagen que ofrece la cavidad es muy buena y
de gran ayuda para el diagnóstico, con la ventaja
de que permite la toma de biopsias para el estudio
microscópico de la mucosa endometrial. Se trata
de una técnica ambulatoria, que se realiza en
consulta y que ocasiona mínimas molestias a la
paciente.
• La laparoscopia consiste en la observación directa del
contenido del abdomen mediante la introducción de un
endoscopio a través de la pared abdominal. Con esta técnica
se pueden observar en detalle los órganos genitales internos
(útero, trompas y ovarios), así como los restantes órganos
intraabdominales. La prueba se realiza bajo anestesia
general y generalmente en régimen de cirugía ambulatoria.
Consiste en la introducción de anhídrido carbónico (CO2) en
la cavidad abdominal mediante una aguja insertada a
través de la pared del abdomen, generalmente en el
ombligo. Se introducen guías (trócares) de entre 5 y 12 mm,
por cuyo interior se pueden colocar diversos instrumentos,
incluida la óptica. Gracias a estos instrumentos se pueden
explorar correctamente los órganos del abdomen y realizar la
cirugía necesaria de forma menos agresiva que con la
convencional, dado el menor tamaño de las incisiones. No
obstante, la realización de una laparoscopia no excluye la
posibilidad de una cirugía abierta en el mismo acto
quirúrgico.
• Biopsias y punciones. La biopsia es un proceso
mediante el cual se toma una muestra de tejido de
una lesión o zona morfológicamente normal,
identificada por cualquiera de los métodos
anteriores, para estudio microscópico.
El objetivo es conseguir muestras de tejido que
sean suficientes para el diagnóstico con las
mínimas molestias para la paciente. En el cérvix
estas muestras son tomadas durante la
colposcopia, en la que se toman biopsias
pequeñas, dirigidas, de lesiones cervicales (que
generalmente se han identificado en la citología) y
en el endometrio, mediante la realización de
aspiraciones endometriales, microlegrados,
biopsias histeroscópicas o legrado total.
El estudio de las biopsias permite analizar tanto la patología orgánica
(inflamatoria y tumoral) como la funcional (alteraciones menstruales,
hemorragias uterinas, esterilidad, infertilidad, etc.). Las biopsias de
endometrio son, pues, muy frecuentes y, junto con las de cérvix,
constituyen el grueso de la actividad de cualquier laboratorio de
anatomía patológica dedicado a la ginecopatología.
Las biopsias de endometrio realizadas sólo con fines diagnósticos se
obtienen de forma ambulatoria mediante distintos dispositivos:
básicamente, cánulas conectadas a sistemas de aspiración. La más
utilizada es la cánula de Cornier. Si se dispone de histeroscopio la
aspiración se realiza con visión directa. En aquellos casos en los que,
además del diagnóstico, el médico pretenda extraer el endometrio con
fines terapéuticos, se realizará legrado completo previa dilatación
cervical bajo anestesia. En cualquiera de los casos, el material de
biopsia será remitido al laboratorio en un medio de fijación
(habitualmente, formol tamponado) para ser procesado como el resto de
las muestras de biopsia.
2. Tipos de muestras ginecológicas
• Podemos clasificar las muestras obtenidas
del tracto genital femenino en:
– Muestras citológicas, en las que sólo se
obtienen células por procedimientos de
raspado o aspiración. Dentro de estas
muestras se encuentra la citología cérvico-
vaginal (test de Papanicolau), y es
considerada la medida de prevención del
cáncer más coste-efectiva jamás
desarrollada.
– Muestras tisulares, en las que se obtienen
fragmentos de tejido procedentes de una
biopsia.
• 2.1. Citología líquida.
Consiste en que tras la recogida de la muestra de forma similar al modo
convencional, en lugar de extenderla sobre el portaobjetos, se introduce en
un bote con un líquido conservante. Con unos equipos específicos se
filtran las células y se transfieren al portaobjetos en una capa muy fina,
cuyo espesor contiene sólo un nivel celular (monocapa), representativa
de la totalidad de la muestra. También se conoce por ello como Thin-Prep
Pap Test. Esto hace que el examen de la muestra sea más fácil y rápido
que en el Papanicolau convencional.
Además, se puede usar la muestra para técnicas moleculares como la
detección y tipaje del VPH, permitiendo así resolver un caso sin tener que
volver a citar a la paciente para repetir la toma de la muestra.
• 2.2. Citología vaginal simple. Citología endometrial.
Citología vulvar.
También pueden obtenerse muestras citológicas de otras áreas del tracto
genital: muestras de vulva, de endometrio, del ovario y de las trompas.
Todas estas muestras nos proporcionan únicamente células. Del análisis
de las mismas extraemos información diagnóstica, además de sobre
procesos inflamatorios e infecciosos, sobre la benignidad o malignidad de
las lesiones y sobre la diferenciación o estirpe celular (epitelio escamoso,
glandular, células linfoides, etc.), información que depende, básicamente,
de los caracteres del citoplasma.
En las extensiones citológicas, al disponer únicamente de células no
podemos valorar la relación de éstas con el resto de componentes del
tejido ni su forma de crecer. Es decir, que los que podríamos llamar
caracteres estructurales sólo pueden ser valorados en fragmentos de tejido,
y que son fundamentales, en ocasiones, para confirmar la malignidad de la
lesión y siempre para definir el carácter invasor o no de la misma y el grado
de diferenciación.
La información citológica – con frecuencia relevante como método de
evaluación inicial – se completa, por tanto, con el estudio de la biopsia.
3. Síntomas y signos en patología
genital femenina
• Los signos y síntomas en patología genital
femenina son múltiples y están en relación
con la complejidad fisiológica del aparato
genital de la mujer. A la cabeza de los
mismos están las hemorragias uterinas
anormales, responsables de la tercera
parte de las consultas ginecológicas, la
mayoría de los casos justo después de la
menarquía o en la perimenopausia.
• Los síntomas y signos referidos a los genitales
externos (aparición de lesiones en el área
genital, prurito, dolor o sangrado vaginal con el
coito, aumento –leucorrea- y alteración de las
características de la secreción vaginal, etc.)
suelen estar en relación con infecciones, en
muchos casos de transmisión sexual y de fácil
tratamiento, pero que, a veces, pueden dar
origen a trastornos más graves (alteraciones de
la fertilidad o daño renal). En ocasiones se
acompañan de síntomas generales (fiebre alta)
y se asocian a dolor pélvico y síntomas
urinarios, lo que es indicativo de enfermedad
inflamatoria pélvica (infección que, desde el
cérvix, se extiende a endometrio y trompas).
• El síndrome premenstrual se define como un conjunto
de síntomas y signos físicopsíquicos que altera, al
menos de forma leve, la actividad cotidiana o las
relaciones interpersonales de la mujer, y que aparecen o
se exacerban cíclicamente en la fase luteínica del ciclo
menstrual, presentando alivio o desaparición durante o
tras la menstruación.
• La dismenorrea (dolor relacionado con la menstruación)
es un síntoma muy frecuente (se da en más del 50% de
las mujeres). Generalmente se trata de un dolor leve,
pero en ocasiones suele ser lo suficientemente intenso
como para interferir en las actividades de la vida diaria.
– Se habla de dismenorrea primaria cuando no se encuentra
ninguna causa subyacente que justifique el dolor. Se inicia, por
lo general, en la adolescencia, y tiende a disminuir de intensidad
a medida que pasa el tiempo y después de un embarazo. Se
cree que es resultado de las contracciones del útero producidas
en el endometrio por las prostaglandinas.
– Se habla de dismenorrea secundaria cuando la causa es un
trastorno ginecológico (endometriosis, miomas, etc.).
• La hemorragia uterina anormal es una de las causas más
frecuentes de consulta ginecológica. Sus causas principales
son metrorragias obstétricas (amenazas de aborto,
embarazo ectópico, etc.), alteraciones estructurales
uterinas (miomas, pólipos), alteraciones de la ovulación,
alteraciones hematológicas (trastornos de coagulación de
la sangre), tumores (de endometrio, cérvix u ovario) e
iatrogenia (alteración del estado del paciente producida por
el médico) por medicamentos (anticonceptivos, terapia
hormonal sustitutiva de la menopausia, anticoagulantes,
corticoides, etc.).
• Se considera hemorragia uterina anormal aquella que se sale
de la normalidad en cualquiera de sus parámetros:
– Frecuencia (normal, cada 24-35 días).
– Duración (normal, entre 2 y 7 días).
– Intensidad de sangrado (normal, menos de 80 ml).
– Cuando la hemorragia uterina anormal no se relaciona con
alteraciones anatómicas uterinas o enfermedades sistémicas
hablamos de sangrado uterino disfuncional, siendo éste un
diagnóstico de exclusión y una de las indicaciones más
habituales de microlegrado diagnóstico.
• En cuanto a la amenorrea, puede ser:
– Primaria. Si no ha tenido la regla pasados los 18
años, aun existiendo desarrollo de los caracteres
sexuales secundarios, o los 14 años (cuando no
existe dicho desarrollo). Las amenorreas primarias
suelen ser por alteraciones genéticas o anatómicas
(alteraciones cromosómicas, ausencia de cérvix o
vagina –agenesia-, septo vaginal o himen
imperforado).
– Secundaria. Falta de menstruación en una mujer que
previamente ha reglado durante un periodo superior a
tres ciclos o seis meses. La causa más frecuente de
amenorrea secundaria es el embarazo. Otras causas
pueden ser alteraciones hipotalámicas, hipofisarias,
ováricas, etc.
Principales alteraciones
Sangrado más abundante (más de 7 días, más
Menorragia de 80 ml).

Amenorrea Ausencia de regla durante más de 3 ciclos.

Oligomenorrea Ciclos de más de 35 días.

Polimenorrea Ciclos de menos de 24 días.

Metrorragia Sangrado fuera del ciclo.

Menometrorragia Sangrado fuera del ciclo, abundante e irregular.

Spotting Sangrado leve antes de la regla.


4. Patología inflamatoria e
infecciosa
• 4.1. Vulvovaginitis.
Se define como inflamación de la mucosa vaginal y de la
piel y la mucosa vaginal. No siempre se asocia a
inflamación de la vagina y a la inflamación de la vulva y
puede predominar una sobre la otra.
Suele cursar con edema y enrojecimiento, leucorrea
(incremento de la cantidad de flujo vaginal), con cambios
de color y olor del flujo y con molestias en forma de picor
o irritación que pueden exacerbarse en determinadas
situaciones, como con las relaciones sexuales.
Vamos a centrarnos en seis tipos de vulvovaginitis: la
candidiasis, la tricomoniasis, la bacteriana, la
ocasionada por infecciones por gonococo Chlamydia
trachomatis, por Actynomyces y por virus del herpes.
• Candidiasis. Es la vulvovaginitis más frecuente. El tipo
más común es la Candida albicans, que es un
microorganismo comensal en la mayoría de las
mujeres. La infección aparece sólo cuando se produce
cambio de la flora vaginal. El reservorio se encuentra
en el tubo digestivo y a veces la infección se produce
por transmisión sexual. Entre los factores de riesgo
se encuentran la diabetes, el tratamiento previo con
antibióticos, los niveles estrogénicos altos
(anticonceptivos hormonales, embarazo, terapia
hormonal sustitutiva), la inmunosupresión (VIH,
tratamientos con corticoides), la gestación y el
incremento de la humedad.
Clínicamente, produce prurito e irritación vaginal,
siendo característico que el prurito se alivie con la
menstruación. Produce leucorrea blanquecina densa,
sin olor. El diagnóstico se realiza fácilmente en el
estudio citológico de rutina, aunque también puede
realizarse mediante examen en fresco o mediante
cultivo.
En la actualidad pueden utilizarse también técnicas de
amplificación e ADN. Puede ser tratada de forma
tópica o mediante tratamiento oral.
• Tricomoniasis. Producida por Trichomona vaginalis,
protozoo anaerobio flagelado, generalmente es de
transmisión sexual. Frecuentemente se asocia a gonococo
y su poder patógeno es superior a la cándida, pudiendo
afectar también al tracto urinario inferior. Clínicamente, se
caracteriza por leucorrea maloliente, blanquecina o
amarillo-verdosa y marcado enrojecimiento de la vagina y
el vestíbulo.
En el 50% de los casos es asintomática, lo que favorece su
propagación. Mejora en el período premenstrual, empeora
con la menstruación y produce dispareunia.
En el embarazo de asocia a rotura prematura de la bolsa y
parto prematuro.
El diagnóstico puede realizarse clínicamente, mediante
examen en fresco, en citología y mediante cultivo (24-72
horas).
El tratamiento se realiza con metronidazol por vía sistémica
(no es eficaz por vía tópica) y debe tratarse siempre a la
pareja.
• Vaginosis bacteriana. Es una causa muy frecuente de
vulvovaginitis, aunque muchas veces está
infradiagnosticada. Tradicionalmente se consideraba sólo
producida por Gardenerella vaginalis, pero ahora se sabe
que puede ser producida por otros gérmenes. Parece que
la reducción de los lactobacilos se asocia a un incremento
de cocobacilos (cambio en la flora vaginal).
Cursa con leucorrea abundante y maloliente, que aumenta
con la regla y el coito, y que se asocia a mínima
inflamación. No es una ETS. Generalmente se diagnostica
por la imagen característica en los frotis vaginales (bacilos
cortos, células “clave”) y se trata también con metronidazol.
• Infecciones por gonococo Chlamydia trachomatis. La infección
por Chlamydia trachomatis es la principal causa de ETS, seguida de
la infección por Neisseria gonorrhoeae (gonococo). En el hombre, la
infección por este último gonococo causa uretritis, mientras que en
la mujer suele ser asintomática, evolucionando si no es tratada a
enfermedad inflamatoria pélvica.
Los frotis citológicos muestran un denso infiltrado inflamatorio
agudo en el que pueden observarse los cocos intracelulares
gramnegativos, si bien el diagnóstico definitivo requiere del cultivo o
la identificación del ARN o ADN del germen.
La infección por Chlamydia trachomatis es muy similar a la descrita
por gonococo. Los pacientes varones suelen desarrollar uretritis,
pero asintomática, por lo que no son tratados. En la mujer produce,
asimismo, infecciones asintomáticas que pueden terminar
originando enfermedad inflamatoria pélvica. En la actualidad el
diagnóstico se realiza únicamente por procedimientos
microbiológicos.
• Actynomices. Se trata de bacterias anaeróbicas
grampositivas que forman parte de la flora normal de la
boca y el intestino. Son muy infrecuentes en el cérvix y
en la vagina y se asocian casi siempre a la presencia de
un cuerpo extraño, especialmente el DIU (se encuentra
en el 7% de las mujeres portadoras de DIU). En un
pequeño número de casos de mujeres con DIU éstas
pueden desarrollar una actinomicosis pélvica.
• Virus del herpes simple. Es frecuente la infección genital por el
virus del herpes simple. Es producida por el serotipo 2 (la infección
por el VHS tipo 1 es orofaríngea) y sólo se ven síntomas clínicos en
una tercera parte de los pacientes, en los que se producen úlceras
vulvares dolorosas que tienden a confluir, a veces asociadas a
fiebre, malestar, adenopatías inguinales, secreción purulenta
vaginal y dolor pélvico. Estas lesiones se pueden curar en unas dos
semanas, pero los virus se acuartelan en los ganglios nerviosos
locales, produciéndose una infección latente durante la cual se
puede producir también la transmisión.
El diagnóstico citológico se realiza por la identificación de las
alteraciones nucleares características, si bien también se puede
realizar la identificación del virus mediante PCR.
No hay tratamiento efectivo, pero la administración de antivirales
acorta la duración de la primoinfección y de las recurrencias
sintomáticas.
• 4.2. Enfermedad inflamatoria pélvica (EIP).
Se define como una infección ascendente originada en la vulva o
vagina, que termina afectando a la mayoría de los órganos que
conforman el tracto genital femenino, produciendo dolor pélvico,
fiebre y secreción vaginal. La mayoría de los casos se originan
como complicación de infecciones por gonococo o Chlamydia.
Además de estos dos microorganismos, la infecciones producidas
tras abortos y partos (infecciones puerperales) son típicamente
microbianas.
La EIP puede estar producida por Actynomices en pacientes
portadoras de DIU.
El diagnóstico es básicamente clínico y microbiológico (cultivo),
aunque en ocasiones se tomen muestras citológicas o biopsias de
endometrio.
El tratamiento es antibiótico y no exige la retirada del DIU.
• 4.3. Tuberculosis génito-urinaria.
Afecta con máxima frecuencia a la trompa de
Falopio, siendo antiguamente una de las causas
más frecuentes de infertilidad por obstrucción
tubárica. A diferencia del resto de infecciones
que origina la EIP, la afectación de produce por
vía hematógena.
5. Patología tumoral benigna del
útero.
• Los miomas son los tumores benignos más frecuentes del útero y
están regulados por los estrógenos. Consisten en la proliferación de
células musculares del útero y se clasifican en:
– Submucosos (endometrio).
– Intramurales (miometrio).
– Subserosos (fuera del miometrio, hacia el exterior uterino).
• La mayoría de los miomas no presentan ningún síntoma y su
presencia puede ser una causa de infertilidad. Suelen causar dolor
pélvico, hinchazón abdominal, sangrados uterinos abundantes,
anemia, etc.
• El tratamiento de los miomas va a depender de la edad, del deseo de
tener hijos, del número, del tamaño y de la localización de los
miomas y su sintomatología.
• Los pólipos cervicales son crecimientos benignos del epitelio
cervical, y los pólipos endometriales son similares en el endometrio.
En éstos es importante descartar lesiones malignas o premalignas,
valorando la arquitectura glandular y las alteraciones citológicas.
6. Patología tumoral maligna del útero:
infección por virus del papiloma
humano (VPH)
• La infección por VPH es una ETS y es la causa de producción de cáncer de
cuello de útero y de otros cánceres de vulva, vagina, ano y pene.
• Existen más de 120 tipos distintos de estos virus que pueden afectar al ser
humano, aunque sólo 15 de ellos se consideran de alto riesgo para el
desarrollo de cáncer de cérvix, siendo los llamados tipo 16 y 18 los
causantes de más del 70% de los cánceres.
• En el mundo, entre el 10 y el 15% de mujeres de 30 a 35 años están
infectadas y se asocia a las distintas pautas de relaciones sexuales (más
riesgo cuanto más alta es la promiscuidad sexual y menor la edad de inicio
de las relaciones sexuales).
• La infección por los papilomavirus pasa desapercibida al no producir
síntomas. En la mayoría de las personas infectadas los virus desaparecen
espontáneamente sin secuelas a lo largo de los dos años siguientes a la
infección. Son muy frecuentes las reinfecciones y las infecciones múltiples,
de manera que más del 50% de las personas sexualmente activas han sido
infectadas en algún momento de su vida sexual.
• En los casos en los que los virus de los tipos
asociados al cáncer no son eliminados y
quedan en las capas profundas de la piel y
las mucosas genitales, aparecen al cabo de
los años lesiones precancerosas
(30/100.000) que, si no se eliminan
quirúrgicamente, evolucionan hacia el
cáncer.
• Aunque actualmente no hay un tratamiento
médico para las infecciones por los virus del
papiloma humano, las lesiones cervicales y
las verrugas que pueden resultar de dichas
infecciones se pueden tratar (generalmente
con criocirugía).
7. Epidemiología del cáncer genital
femenino y de la mama
• Cáncer genital femenino.
Según la OMS el carcinoma cervical es el segundo tipo de cáncer
más común en mujeres y uno de los que tiene mayor incidencia de
mortalidad (con unas 300.000 muertes al año). El 85% de estas
muertes se producen en las naciones subdesarrolladas por no tener
o tener deficientes programas de detección temprana con el
Papanicolau, ácido acético (como tinte en las colposcopias para
detectar la infección por VPH, cuando el tejido del cérvix se tiñe de
blanco con el ácido acético es positivo para infección, a esta tinción
se la conoce como aceto blanco positivo) o lugol (solución de yodo
molecular y yoduro potásico que, en una concentración al 2% se
introduce en la vagina a través del colposcopio, tiñendo las células
cervicales).
La edad media de aparición de este cáncer son los 45 años y el
VPH es casi siempre el agente causal. Sin lugar a dudas, la
actividad sexual es el factor de mayor importancia, pero existen
otros factores de riesgo: la edad de inicio del coito, múltiples parejas
sexuales, multiparidad, tabaco, anticoncepción oral, alteraciones
inmunológicas, medio ambiente, situación económica, etc.
• Cáncer de mama.
Representa el 16% de todos los cánceres femeninos (el doble que
el cáncer cervical) y es el segundo en frecuencia en el mundo
después del cáncer de pulmón. Es una de las primeras causas de
muerte por cáncer entre las mujeres y su incidencia aumenta en
países en vías de desarrollo (69%).
En 2015 se diagnosticó cáncer de mama en Estados Unidos a unas
300.000 mujeres y unos 2.600 hombres. En total murieron ese año
y por esa razón 40.450 mujeres y 440 hombres.
En 2012, en España, se diagnosticó cáncer de mama a 25.215
mujeres y murieron 6.075.
La frecuencia de cáncer de mama aumenta con la edad, siendo
muy baja antes de los 30 años para después sufrir un lento
incremento a partir de los 50.
La tasa de supervivencia varía en todo el mundo. Las tasas más
bajas corresponden a los países poco desarrollados. En España, en
2012, la prevalencia en mujeres fue del 40,8% a los 5 años.
Los antecedentes familiares multiplican el riesgo de padecer este
cáncer por dos o por tres. Además, existen otros factores
predisponentes, como la exposición prolongada a estrógenos,
usuarias de anticonceptivos orales y de tratamientos de sustitución
hormonal, menarquía precoz, menopausia tardía y edad madura en
el primer parto.

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