Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Temas secundarios:
- La violencia racial y social
ESCENARIO:
Cusco -La hacienda de Patibamba-Abanca-El colegio religioso
--Huanupata, el barrio de la chicheras.
LOS PERSONAJES
Personaje principal:
-Ernesto: Protagonista y es el que narra los hechos de la obra.
Ernesto es José María Arguedas. Muchacho de 14 años
Personajes secundarios:
Gabriel, padre de Ernesto. El viejo. La opa
Marcelina .Padre Linares. Peluca. Valle
Rondoniel. Hermano Miguel. Gerardo
Salvina. Alcira. Padre Cardenas. Doña Felipa
Añuco, Lleras. Los Colonos
Antero Samanez. Palacios. Romero. Chauca
Alcilla. Preduncio
VALORES DE LA OBRA
a.- Valor literario
La novela “Los ríos profundos” tiene un gran valor literario. La obra se caracteriza esencialmente por su sencillez y
está alejado de los adornos retóricos. El escritor Arguedas utiliza los recursos literarios con suma mesura, sin caer en
la exageración y logra escribir una obra literaria de excelente calidad.
b.- Valor humano:
El escritor Arguedas presenta en su obra literaria al indio como un personaje profundamente humano. Para el
autor, el indio es humilde, triste y de perfil bajo, pero también es altivo, valiente, perseverante, tierno y amoroso,
grande y poderoso.
c.- Valor cultural:
Arguedas nos ofrece una radiografía de la vida cultural del mundo andino. En la obra, el autor nos habla de las
costumbres, las fiestas tradicionales, las creencias religiosas de un pueblo olvidado y sumergido en la ignorancia
por la falta de educación.
ARGUMENTO Los ríos profundos comienza con la llegada de Ernesto y Gabriel, su padre, a la ciudad de
Cuzco. Padre e hijo han recorrido más de doscientos pueblos de las sierras peruanas debido al trabajo de Gabriel:
es abogado itinerante y va de pueblo en pueblo tomando casos de trabajadores de las haciendas. Ambos arriban a
Cuzco para pedirle un favor al Viejo. El Viejo es pariente de Gabriel, y es conocido por ser un hombre rico pero
avaro. Ernesto, por su parte, no se deja afectar por el trato despectivo del Viejo, que dispuso hospedarlos en la
cocina de los arrieros. Está entusiasmado con conocer las ruinas incas, los muros antiguos que aún conserva la
ciudad. El joven tiene una gran sensibilidad y se conmueve ante los muros o el repicar de la campana de la iglesia.
A pesar de que no logran su cometido con el Viejo avaro, se van de Cuzco a Abancay con la frente en alto.
Al pueblo de Abancay llegan con el objetivo de matricular a Ernesto en el Colegio. Los recibe allí una multitud que
reza por el Padre Linares, el cura del pueblo que representa casi una divinidad. A los pocos días de comenzar sus
estudios, Ernesto se da cuenta de que su padre partirá pronto hacia otro pueblo. La despedida es difícil; sabe que a
partir de ahora estará solo frente a los obstáculos del futuro próximo
Finalmente Gabriel se va de Abancay con la promesa de conseguir una chacra donde recibir a su hijo en verano.
Ernesto comienza una convivencia con sus compañeros que no es fácil. Algunos de los mayores tienen
comportamientos abusivos con los más pequeños y, sobre todo, con Marcelina, una mujer con una discapacidad
mental a la que llama “la opa”. Por las noches, algunos de ellos abusan sexualmente de ella en los baños del patio,
a la vista de los más pequeños, entre quienes se encuentra Ernesto.
Para contrarrestar la opresión del Colegio, Ernesto va los domingos a recorrer la quebrada, la hacienda de
Patibamba, el río Pachachaca. Más adelante comienza a ir a las chicherías, donde pasa los fines de semana
escuchando a los músicos tocar huaynos de distintos pueblos. Todo esto ayuda a despertar su memoria. Los
recuerdos son para Ernesto su gran arma contra la soledad, la desesperación y el maltrato.
En el Colegio se viven muchas situaciones de violencia social y racial que aplastan el espíritu de Ernesto. Pero un día
hay un gran revuelo en el pueblo: las chicheras de Abancay se rebelan contra las autoridades porque en la
hacienda se les da sal a las vacas y esa sal no está siendo entregada a las personas. Armadas, van hasta la Salinera
y se llevan los sacos de sal que encuentran allí escondidos. Incluso, en un acto de justicia que emociona a Ernesto y
lo hace involucrarse en la acción, le llevan sal a los indios de la hacienda. Estos indios sumisos apenas hablan;
temerosos, reciben la sal de las chicheras casi sin salir de sus casas. A partir de esta situación, y a pesar de que el
éxito de la rebelión es efímero, Ernesto reafirma su identidad andina y sus convicciones: descubre que puede haber
justicia social a partir de la organización colectiva.