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CURSO:

ÉTICA Y VALORES

LECTURA PRINCIPAL:

HISTORIA DE LA ÉTICA

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Historia de la ética

Todo ser humano está dotado de una conciencia moral, que le hace distinguir entre lo
correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, y con ello es capaz
de evaluar sus acciones; por tanto, es capaz de ética. Son los valores, que se convierten
en deberes, incorporados por cada cultura y que se expresan en acciones. La ética, por
tanto, es la ciencia del deber, de la obligación, que rige la conducta humana.

Esto implica que la ética puede conceptualizarse como el estudio de los juicios de
apreciación que se refieren a la conducta humana susceptible de calificación desde el
punto de vista del bien y del mal, ya sea en relación con una sociedad determinada o
en términos absolutos.

Las cuestiones éticas fundamentales deben abordarse a partir de presupuestos básicos,


como el de la dialéctica de la necesidad y la libertad. Así pues, la historia de la ética se
entrelaza con la historia de la filosofía, y es en esta última donde busca fundamentos
para regular el desarrollo histórico-cultural de la humanidad.

"Podemos decir, a partir de los textos de Platón y Aristóteles, que en Occidente la ética
o filosofía moral comienza con Sócrates" (CHAUÍ, M. 1995). Para Sócrates, el
concepto de ética iría más allá del sentido común de su época, el cuerpo sería la prisión
del alma, que es inmutable y eterna. Existiría un "bien en sí" propio de la sabiduría del
alma y que puede ser recordado por el aprendizaje (ARICÓ, C. 2001). Esta bondad
absoluta del hombre se relaciona con una ética apriorística, propia del alma y que el
cuerpo para reconocerla tendrá que ser purificado.

Según Platón, el bien es un elemento esencial de la realidad. El mal no existe en sí


mismo, sino como reflejo imperfecto de lo real, que es el bien. En sus Diálogos
(primera mitad del siglo IV a.C.) mantiene que la virtud humana descansa en la aptitud
de una persona para llevar a cabo su propia función en el mundo, que vendrá
determinada por la parte del alma que domine en cada uno de los individuos. El alma
humana está compuesta por tres partes: (3) La concupiscente conlleva a que el placer
es la ganancia ‘‘riquezas’’; (2) la irascible conduce a la dominación, a la victoria y al
deseo de gloria; (1) la racional es la que siempre tiende a conocer la verdad, sin
importar la reputación y las riquezas que esto proporcione y por esta exclusividad que
tiene la razón es digna de llamarla con toda justicia amante de la ciencia y del saber.
Cada una de estas partes del alma, la concupiscible, la irascible y la racional posee una
virtud específica en la persona y juega un papel específico. La virtud del intelecto es
la sabiduría, o el conocimiento de los fines de la vida; la de la voluntad es el valor, la
capacidad de actuar, y la de las emociones es la templanza, o el autocontrol.

La virtud última, la justicia, es la relación armoniosa entre todas las demás, cuando
cada parte del alma cumple su tarea apropiada y guarda el lugar que le corresponde.
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Platón mantenía que el intelecto ha de ser el soberano, la voluntad figuraría en segundo
lugar y las emociones en el tercer estrato, sujetas al intelecto y a la voluntad. La persona
justa, cuya vida está guiada por este orden, es por lo tanto una persona buena.

Aristóteles dice que en la práctica ética somos lo que hacemos, tendiendo a un fin
bueno o virtuoso. Esto lleva a la idea de que el agente, la acción y el fin de la acción son
inseparables: "Todo arte, toda investigación, y asimismo toda acción y elección,
parecen tender hacia algún bien; de ahí que se haya dicho con razón que el bien es
aquello a lo que tienden todas las cosas” (ARISTOTELES. Ética Nicomaquea).

A partir del libro 1 del 1er gran tratado de filosofía moral, la Ética a Nicómaco, de
Aristóteles, se asiste a la génesis de la Ética como un espacio autónomo de la filosofía.
Así mismo, el mundo esencialista es el mundo de la contemplación, idea compartida
por el antiguo filósofo griego Aristóteles (384-322 ac): "la verdadera vida moral (...) es
consagrarse a buscar la felicidad en la contemplación (...)" (Sánchez V. 1997). En el
pensamiento filosófico de los antiguos, el ser humano aspira al bien y a la felicidad,
que sólo puede alcanzarse mediante una conducta virtuosa. Para la ética esencialista,
el hombre era visto como un ser libre, siempre en busca de la perfección. Ésta, a su
vez, equivaldría a los valores morales que estarían inscritos en la esencia del hombre.
Así pues -para ser ético- el hombre debería entrar en contacto con su propia esencia, a
fin de alcanzar la perfección. El hombre, como cualquier ser, busca su perfección, lo
que ocurrirá cuando su esencia se realice plenamente.

La ética de los antiguos, o ética esencialista, puede resumirse en tres aspectos: 1) actuar
de acuerdo con la razón; 2) actuar de acuerdo con la Naturaleza y el carácter 3) la unión
permanente entre la ética (la conducta del individuo) y la política (los valores de la
sociedad). La ética era una forma de educar al sujeto moral (su carácter) para
proporcionar armonía entre él y los valores colectivos, siendo ambos virtuosos.

Con el cristianismo, a través de Santo Tomás de Aquino y San Agustín, se incorporó


la idea de que la virtud se define a partir de la relación con Dios y no con la ciudad o
con los demás. En ese momento, Dios es considerado el único mediador entre los
individuos. Las dos virtudes principales son la fe y la caridad.

A través del cristianismo, el libre albedrío se afirma en la ética, y el primer impulso de


la libertad se dirige hacia el mal (el pecado). El hombre se vuelve débil, pecador,
dividido entre el bien y el mal. La ayuda para una conducta mejor es la ley divina. En
ese momento surge la idea del deber. Con ello, la ética comienza a establecer tres tipos
de conducta; la moral o ética (basada en el deber), la inmoral o no ética y la indiferente
a la moral.

Las profundas transformaciones que experimenta el mundo a partir del siglo XVII con
las revoluciones religiosa, a través de Lutero; científica, con Copérnico y filosófica,
con Descartes, oprimen un nuevo pensamiento en la Edad Moderna, caracterizado por 3
el racionalismo cartesiano -la razón es el camino hacia la verdad, y para alcanzarla se
requiere discernimiento, un método-. Frente a la fe surge ahora el poder exclusivo de
la razón para discernir, distinguir y comparar. Tras la influencia de un escenario de
cambios, como el desarrollo de las relaciones de producción capitalistas, el
fortalecimiento de una nueva clase social -la burguesía- que lucha por mantener su
hegemonía a través de revoluciones, la reforma religiosa que destruye la unidad
cristiana medieval y, principalmente, el predominio del pensamiento científico -
desarrollo que se materializa en la creación de la ciencia moderna con Galileo y Newton-
provocan el desarrollo de la ética naturalista. Se trata de un hito en la historia de la
humanidad que en adelante acoge una nueva forma de llegar al conocimiento: el
conocimiento científico se basa en un método y el conocimiento sin método es mítico
o empírico.

En este proceso histórico aparece René Descartes quien dentro de su concepción ética
mantiene que el hombre posee una voluntad libre y por lo tanto es responsable ante
Dios de su forma de vida. El hombre debe encausar las pasiones (amor, admiración,
odio, pena, alegría y deseo) y dirigirlas a una vida recta.

La ética moderna plantea el concepto de que el ser humano debe ser tratado siempre
como el fin de la acción y nunca como un medio para lograr sus intereses. Esta idea
fue defendida con fuerza por Immannuel Kant, uno de los principales filósofos de la
Modernidad. Afirmaba que: "no existe la bondad natural. Por naturaleza somos
egoístas, ambiciosos, destructivos, agresivos, crueles, ávidos de placeres que nunca
nos satisfacen y por los que matamos, mentimos, robamos" (ABBAGNANO,N. 1998).
Kant afirma que si nos dejamos llevar por nuestros impulsos, apetitos, deseos y
pasiones no tendremos autonomía ética, porque la Naturaleza nos conduce por
intereses de tal manera que utilizamos a las personas y las cosas como instrumentos
para lo que deseamos. No podemos ser esclavos del deseo. Para ello debemos actuar
según el Imperativo Categórico, es decir, el acto moral debe estar de acuerdo con la
voluntad y las leyes universales que ella misma se da: "Actúa sólo según una máxima
tal que puedas al mismo tiempo querer que se convierta en ley universal." (KANT, E.)

En Jhon Lucke, la ética depende de su teoría epistemológica: no hay ideas innatas.


Todo viene de la experiencia concreta, de impresione sensoriales. Las ideas adquiridas
por la sensación y la reflexión son, entre otras, el placer y el displacer. Y el hombre
tiende a conseguir el placer, identificado con el bien, y a rechazar el displacer,
identificado con el mal. Pero, a pesar de ello, no podemos afirmar que Locke sea un
hedonista, pues sólo el placer que esté de acuerdo con la ley divina, único fundamento
de lo bueno, es digno del hombre.

En el siglo XIX, Friedrich Hegel aporta una nueva perspectiva complementaria no


abordada por los filósofos de la Modernidad. Presenta la perspectiva Hombre - Cultura
e Historia, siendo la ética determinada por las relaciones sociales. Como sujetos
históricos culturales, nuestra voluntad subjetiva debe someterse a la voluntad social, 4
de las instituciones de la sociedad. De este modo, la vida ética debe estar determinada
por la armonía entre la voluntad subjetiva individual y la voluntad objetiva cultural.

El filósofo y teólogo danés Sören Kierkegaard reaccionó con fuerza en contra del
modelo de Hegel. En O lo Uno o lo Otro (1843), Kierkegaard manifestó su mayor
preocupación ética, el problema de la elección. Creía que modelos filosóficos como el
de Hegel ocultan este problema crucial al presentarlo como un asunto objetivo con una
solución universal, en vez de un asunto subjetivo al que cada persona tiene que
enfrentarse de manera individual. Para Kierkegaard la existencia ética, es decir, el vivir
éticamente, es el fundamento del vivir y obrar bien. La ética, aplicada a la existencia,
funda tanto una relación positiva consigo mismo, así como una relación positiva con
los demás.

En la época contemporánea, Nietzsche atribuye el origen de los valores éticos no a la


razón, sino a la emoción. Para él, el hombre fuerte es aquel que no reprime sus impulsos
y deseos, que no se somete a una moral demagógica y represiva.

Por su parte, Carlos Marx, la ética es ideología pura con la única visión de legitimar lo que
hay. Según Marx los seres humanos no necesitan una moral para ver transformar su mundo,
necesitan que se transformen las condiciones de la humanidad en que vive la mayoría
víctima de la desigualdad y la injusticia, por lo tanto, las ideas morales o filosóficas no
contribuyen a superar este mundo, más bien lo consagran y lo justifican al no darse cuenta
de su procedencia.

Por último y a manera de reflexión en la actualidad podemos hablar de una ética


pragmática basada en el mundo de la técnica, la velocidad, la política, la economía y
otros factores. Es el mundo de la cultura que impregna la mirada antropológica al tomar
la experiencia de la alteridad: "el conocimiento de nuestra cultura pasa inevitablemente
por el conocimiento de otras culturas".
Sin embargo, este sesgo antropológico no es suficiente para que el hombre común y
contemporáneo supere la crisis ética actual conociendo al otro y sus necesidades para
alcanzar una convivencia armoniosa. Por el contrario, ser feliz hoy es dominar el
progreso técnico y científico, ser feliz es tener. Ya no hay lugar para una ética orientada
a la comunidad, a la Polis de la antigüedad. Hoy apostamos por el individualismo, por
el consumo, por la velocidad de producción.

En lugar de la felicidad pura y simple existe la obligación del deber y la ética se basa
en el seguimiento de las normas. Es la "ética de la obediencia".

Son tres momentos distintos, pero no estancos, donde cada concepción ética
materializa su reflexión a través de sus discrepantes formas de pensar y actuar, fruto
del entorno histórico y de la subjetividad del ser humano.
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BIBLIOGRAFÍA

1. MICHELE, C. et al. Historia de la ética. CienteFico. Año II, v. I, Salvador,


agosto-diciembre 2002
2. Spinoza Baruch de - Ética demostrada según el orden Geométrico - Fondo
de Cultura Económica - México - 1985.
3. CHAUÍ, Marilena. Invitación a la filosofía. Ed.Ática, 1995.
4. ARICÓ, Carlos Roberto. Arqueología de la ética. São Paulo (SP). Ícone, 2001.
5. ARISTOTELES. Ética Nicomaquea. 384/322 a.C.
6. Sánchez Vasquez, Adolfo; "Ética"; 17ª edición; RJ: Civilização Brasileira,
1997, p.234.
7. ABBAGNANO,N. Dicionário de filosofia. São Paulo. Mestre Jou, 1998.
Pág.384
8. KANT, I. http://tpd2000.vilabol.uol.com.br/etica1.htm
9. ABBAGNANO,N.Dicionário de filosofia. São Paulo. Mestre Jou, 1998.
pág.384

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