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ó LA
ttapoltoti fíonaparte,
CON DOCUMENTOS INÉDITOS DE LA MAYOR IMPORTAN
CIA , EN LOS CUALES R E V E L A ÉL MISMO SU VER
DADERA OPINION SOBRE EL CRISTIANISMO, Y CON
CARTAS DE LOS SS* CARDENAL FESCH , MONTIIOLON,
nü D SO X L O W E , MARCIIAND, Y CN fdC SVIlile ]>E
L A LETRA DEL EMPERADOR;
JAIME BOY.
E l cr>razon ¿e W Rejre* e«
ím[>o<<ilv< al -.le como c-1 C icla
en su elevarían y la tierra en
su profundidad* P ro v . (C ap.
X X V , v. 3 .)
•»
BARCELONA.
WPAENTA DE FRANCISCO GARRIGA ,
CALLE BE COPON'S NIM. 2. PISO 2.°
1841.
RESUMEN.
©a i d r i s *
Venerable Padre,
A. S. y O. S. é hijo en J. C.
£1 caballero de Beauterne.
Comisario de Caridad del 4? distrito
calle de las Batallas , r ? A8.
PROLOGO.
PROLOGO.
11 ■
com o se ve en el agua la im a g e n
del <|uc se mira en e l l a , del m is m o
m odo el hombre conoce el coraEon <lcl
IjomLie.
C apitulo X X V II |9 prouerbioj.
CE
N A PO LEO N .
RESUMEN.
CAPÍTULO PRIMERO.
-■ I ' ■ r ••• 1 1
_ ; . --
50
pirar algunas bocanadas de aíre insalubre de
un suelo pantanoso y de un peñasco inhabíta*
ble 1! I
El Señor Marchand me ha dicho también
que había presenciado la conversación con el
abale Vigna] i ¿ referida poco antes por el do
tor Antommarchi, y que este último había
omitido una circunstancia muy esencial para
la aclaración de aquel hecho.
?jJYo estaba allí^me dijo MarbhandjCon An-
tommarchi y el abate Vignali. El emperador
hablaba de asuntos m uy graves, cuando el
dotor se atrevió á soltar una carcajada; con
ducta por todos estilos reprehensible; asi es
que d o fue reprendido en términos modera
dos como los que él traslada. Rebajando su
falta , atenuó asi mismo las reprehensiones que
aquella le atrajo3 el emperador se Írrito, y no
es de admirar que el dotor no haya hecho
mención de todo eso, pues me repugna á mi
m ism o, referirlo, por respeto á la memoria
del emperador, el cual no tan solo perdonó al
d o to r, sino que le confió muchas comisiones
honrosas, y hasta le nombró con mucho apre
cio en su testamento.
A pesar de las vivas instancias c o n q u e pe-
di al Señor Marchand que me repitiese las pala
bras de que habia.usado el emperador, no qui
zo consentir en ello, contentándose con d e
cirme; <l no tema V. en publicar bajo mi res
ponsabilidad que Napoleon le reprehendió f o r
malmente, por una lisa tan intempestiva en
una circunstancia tan solemne,,
Una singularidad se presenta aqui digna de
ser notada, y es que Marchand rae b a ja con
testado titubeando acerca el hecho de las m i
sas, que por disposición del emperador, debían
celebrarse todos Jos dias, desde 21 de abril
hasta su fallecimiento, y que confiesan los Se
ñores Antommarclii y Norvins.
„ L o que puedo asegurar a V ., me dijo
, , Marchand^ es, que se constituyó un altar á
y este fin, pero fue luego destruido: me acuer-
„ d o únicamente que se interpretó el deseo
.,del emperador diciendo que el oficio debía
,, celebrarse Lan solo despues de su muerte. Por
,,otra parte ( continuó el Señor Marchand)
fjSaint Venís fue el que construyó el altar y
„el que lo deshizo; pregúntele V. acerca de
„esto, si el general Montholon no cree incon-
,, veniente satisfacer á V. por si mismo.
E s e v id e n te q u e el señ or M a r c h a n d ( e n
52
quien He visto un hombre de tino y dotado
de una circunspección no común) no decia
todo lo que sabia. Sus reticencias eran estudia
das y previstas. No queda duda que habia ha
bido en Santa Helena, una voluntad bastante
fuerte para luchar contra la det emperador,
que hizo destruir un altar edificado por su or
den. De quien dimanaba semejante voluntad?
Se sabrá mas tarde cuando publique el nom
bre de ese personage y entonces se podrá ver
que no es tan fácil como parece averiguar to
do lo que paso en Santa Helena. Áh ! se hace
tan poco caso de Dios, y de las escenas de la
religión I
Habiéndome dirigido con una esquela al ge.
neral Montliolon para tener una conversación
con él, me hizo el honor de recibirme.
Desde nuestra primera entrevista, me con
firmó la verdad del objeto especial de mi vi
sita, relativamente á la estrema unción y el vía*
tico, fijando las fechas, rectificando los errores,
indicando las omisiones , citando á Napoleon
y entrando en los mas minuciosos detalles de
una manera capaz de disipar todas las dudas
acerca de lo esencial del heubo. No es altamen
te satisfactorio, me dijo, aprovechar la o*a-
53
sion que se me presenta por primera vez de
manifestar los sentimientos religiosos del em
perador, tan favorables al cristianismo.
El general me leyó desde luego este solem
ne principio del testamento, que es una pro
fesión de fe : muero en la religión apostólica,
romana. E n seguida añadió:
El emperador era cristiano por instinto y
por convicción, y por su educación italiana, tan-
tocom o por la inclinación desu genio. Apenas
pisó el horroroso suelo de su cautiverio, su ca
rácter sublime debia conocer, y conoció en
efecto, el imperdonable y grosero olvido en
que se había incurrido en no proporcionarle
un sacerdote, por la demasiada prisa que se die
ron de alejarlo de la Europa, para confinarlo en
en un peñasco, en la otra parte de los mares
y en una isla donde no había ni sacerdotes ni
iglesia católica. Esta circunstancia le entriste
ció notablemente , y á ella deben referirse las
palabras que se leen con frecuencia en el dia
rio de Santa E le n a , y que han debido de re
sonar en todas las almas religiosas ;
r<Que felicidad, señores, si pudiésemos resig
narnos y ofrecerá Dios nuestros infortunios y
nuestro cautiverio, „
54*
u P rec ip ita d o s d e ta n e n c u m b r a d a altura
é la e stre m a desgracia, seria un m é rito e m in e n te ,
y quizás n u e stro m a y o r consuelo el resignarnos
p o r a m o r de Dios k nuestra s u e r t e . , ,
Son p a la b r a s d e l m ism o N ap o leo n . E l d o
m in g o era el d ia en q u e m as se d ejaba v e r su
sen tim ien to de no te n er ningún sacerdote. Sus
f a c c io n e s , to m a b a n u n triste m as m a rc a d o de
m e lan c o lía y a m a r g u r a . Me a c u e rd o d e h a
b e rle o id o e sc la m ar en un d o m i n g o : “ ved
ah í lo q u e significa la pied ad de S. M. cristia-
n is in a ; juzgad p o r sus actos á estos príncipes
le g ítim o s , á esos m o n a rc as p o r d e re c h o d iv i
n o , á la S anta Alianza! Que piensan d e m í , ó
q u e debe pensarse de ellos? ¿es la conducta
d e la religión o la det odio la q u e h a n usado
c o n m ig o ¿Que. p re te n d e ^ , a l c a n z a r , p r i v á n d o
me de los consuelos religiosos? m e creen 6
q u ie re n h a c e rm e pasar p o r una fiera ¿ que c o n
c e p to f o r m a r á n d e m í los m o ra d o re s d e esta
isla p r o te s ta n te , estos s o ld a d o s , estos oficiales
que cele b ra n los dias festivos, y que tan a te n
t a m e n t e espían todas nuestras acciones?
c< E n aquel m ism o dia, si m al no m e acuer
d o , añadió el g e n e r a l , el e m p e r a d o r escribió
una c a rta confidencial al c a r d i n a l , p a ra p e d ir
55
le un sacerdote en quien pudiese depositar su
confianza. Por este motivo escribió él mi 3tu o
directamente* Su solicitud para tener un minis
tro de Dios, reiterada varias veces, desde su
llegada á Santa E lena, habia sido desatendida
por parte del gabinete ingles; el general Ber-
trand, como á gran mariscal, y por entrar en
el circulo de sus atribuciones, estaba encargado
de comunicar al gobierno ingles el deseo del
cautivo, el cual no pudo menos de concebir
algunas sospechas acerca el modo con que se
habia comunicado al gobierno su voluntad, y
acerca la poca actividad del general en apre
surar un asunto que no era de su agrado , y
contra el cual se había permitido algunos chis
tes y algunas reclamaciones indirectas.»
Sin embargo el general Bertrand babia es
crito la carta que sigue, al cardenal Fesch, po
cos dias despues de haber fallecido un indivi
duo de la servidumbre del emperador........ :
((Cada dia esperimentamos la necesidad de
tener un ministro de nuestra religión; sois
nuestro obispo y deseamos que tengáis á bien
enviarnos uno, sea francés ó italiano; de todos
modos, dignaos escoger un hombre instruidof
que no llegue á los cuarenta años, y que ^ 6
56
esté aferrado i los principios anti-galicanos.
El Sr. Cipriani, primer criado del emperador,
murió el 27 de febrero pasado, en Longwood
á las cuatro de la tarde. Ha sido sepultado en
el cementerio de Jos protestantes s pero se lia
tenido cuidado en espresar en la fe de óbito,
que habia fallecido en el seno de la iglesia ca
tólica apostólica romana. El ministro angli
cano le hubiera asistido gustoso; pero él de
seaba un sacerdote católico, y como no lo te
nemos , se ha mostrado indiferente á la asis
tencia de un ministro de religión div ersa....»
(Estractado de una carta del general Bertrand
al Cardenal Fesch.)
El general Montholon me decia :
«Sí, el emperador era cristiano; la fe era para él
un principio natural y fundamenta): una sensa
ción cualquiera por leve que fuese, una con
versación casual despertaba al instan te sus» sen
timientos religiosos. Cuando presenciaba algo
de inhumano, de irreligioso, parecía que su
organización le desconcertaba; se sentía mal,
ya no podía contenerse; protestaba, se opo
nía 9 se indignaba; parecía uo volcan que á na
die perdona. Tal era su carácter, su natural.
Yo lo he visto, sí? y o he presenciado todo
131' I . : t□ r ' N . i - o - , ) L ' i p .- in ■
57
eso,, y y o , militar, que lo confieso, habia des
cuidado mi religión , y no la practicaba s me
admiraba al principio \ pero eo seguida me
puse á pensar y esperimenté emociones que
siento todavía, y que sirven de testo a pío
fundas meditaciones. Ha visto el emperador,
religioso ¿ y me he dicho á mí mismo ¿ ha
muerto en la religión, en el santo temor de
Dios. No se me oculta que me vuelvo viojo,
que la muerte me alcanzará también, y qui
siera morir como murió el emperador.
No dudo qne el general Bertrand se acorda
rá como yo, de las conversaciones religiosas y
de la muerte del em perador, y estoy cierto
acabará tal vez sus dias como su Señor y
su amigo,,,
El general Montholon tuvo la bondad de
darme estos detalles de viva voz* casi en los
misinos términos qne se acaban de le e r ; aña
dió estos que trasladaré luego acerca la estre-
ma-uncíon y el viatico, con unas confidencias
que publicaré igualmente. El general, hacia
hablar á menudo á Napoleon, citando sus di
chos y hechos. Todo el mundo eslá en cierto
modo en estado de reconocer el numen inspi
rado y la elocuencia naLural de su hablar sea*
58
tencioso y lacónico en que se ve tan p r o s u
damente marcado el sello del poder. Conce
bía fácilmente las ideas y las palabras salían
sío esfuerzo de los labios del general para gra
barse con igual facilidad en mi memoria.
No obstante creí de mí deber pedir al ge
neral, si no le repugnaba escribirme una car
ta , que fuese un testimonio auténtico de los
sentimientos y de Ja piedad del emperador*
y tuvo Ja bondad de acceder á este deseo
tan natural por mi parte, prometiéndome una
relación ecsactade la solemnidad religiosa que
habia consolado la agonía del emperador.
El empeño de tener un sacerdote, fué úni
camente el resultado de las meditaciones , un
acto de Ja conciencia del emperador y una
determinación de su voluntad.
Si hemos de dar crédito al Señor de Las-
Casas , el gabinete ingles, se opuso, á su de
manda, hasta el punto de tener que ecsigirlo
el Santo-Padre y de amenazarle que apelara-
ria á la Europa entera, si se negaba á satisfa
cerla ó retardaba su consentimiento. Londres
condecendió por fin permitiendo al cardenal
Fesch que elegiese un Sacerdote.
Las repelidas instancias del Emperador ven'
SUMARIO.
CAPITULO SEGUNDO.
Resumen.
CAPITULO IV.
RESUMEM.
CAPITULO IV.
E l rey se regocijará en
D ioi- Todos los q u e le reco
nocen, se gloriarán de ha
b erle v e n e r a d o , mientra*
que la boca de los que pu
blican fa h td o d e i sciá Cil
iada para siempre.
( S a lo m a n . Gs> v . 1 3 )
¡3a®<aEx&@a& 2 )2
€ 1 líbate uouamta.6
—---- i ¿i
CAPITDLO Ve
RESUMEN.
----- —
—“
CAPITULO V.
Jesu-Cristo. (4)
CAPITULO XU
RESUMEN,
*=> g>-----------
CAPITULO VI.
ídib
SEÑOR.
CAPITULO TIL
RESUMEX.
>D»g j
CAPITULO VII.
■*r i n o i a i <i. —
, *
tidos liberales ultra, constitucionales, parlam enta
rios , dinásticos, caer para ser remplazados por
estos clasificaciones reales y significativas, religioso,
creyente, religioso^ incrédulo1 impío. La palabra re
publicano ^ mientras no se defioa con presicion, no
es dí puede ser otra cosa que el estandarte de la
revolución y de la necedad. Lo mismo digo de
la palabra revolucionario. ( N ota del A u to r .)
257
conservo hasta el postrer momento de mi vi
da, á mi muy querida esposa María-Luisa,
los mas tiernos afectos, y la encargo la ma
y o r vigilancia para librar á mi hijo de las
asechanzas ¿ que rodean todavía su in jan -
da (j\ ),
Hay d o s legados d e este te s t a m e n t o q ue
d e b e m o s ta m b ié n tr a n s c r ib ir .
Lego al Sacerdote Fignali cien mil fran~
eos. Deseo que edifique su casa¿ cerca del
Ponte Naovo de Rostino.
Encargo al Sacerdote Vignali que conser
ve los vasos sagrados que han servido en mi
capilla de Longwood y que los entregue á mi
hijo al entrar en los 4 1> anos.
CAPITULO VIII,
RESUMEN*
CAPITULO VIII.
- «rn i*** ^ n * —
i
292
la catedral de Aj'accio ( 1 ) con el arcediano^
hermano de su abuelo, cuya estola habia vi
gilado su cuna, y mas tarde había sido el tu
tor del huérfano. La eucaristía se identificaba
con aquellos recuerdos, que reúnen lodo lo
que íntereza á un corazon hien organizado,
la patria^ la familia, y la religión, objetos que
constituyen la felicidad ! Que es un hombre
estraviado, separado de estos objetos y de es*
ta felicidad, que era para Napoleon un senti
miento único é inviolable; su propio corazon!
Quería morir en la fé cristiana, no tan solo
porque era la fé verdadera, sino porque era la
fé de su educación, la de su padre, la de sus
abuelos/ Por esto necesitaba de la religión en
la hora de su muerte. ¡Y la poseía por entero
si le faltaba la eucaristía? Perdónenseme estas
reflecciones que me han parecido necesarias
para la inteligencia y la continuación ¿e los
hechos que concluirán esta narración, No bas*
taba el haber recibido el sacramento de Ja pe
nitencia y el de la extrema-unción j Napoleon
necesitaba mas; necesitaba al mismo Dios.
Pero antes de llegará aquella hora y á aqtie-
CAPITULO IX.
—
---- ■jl
RESUMEN.
CAPITULO IX
CAPITULO X,
j —
JtESU M EN.
CAPITULO X,
(Eowiusion.
^Documentas Justiíicaítuas.
DlíL
C A RTA
DEL
CABALLERO DE BEAUTERNE
CARTA
DEL
CABALLERO DE BEAUTERNE
CONDE DE MONTHOLON.
E l general Montholon.
382
Contestación,
SEÑOR COJSDE. — Tengo el honor de
anunciar á Vd. que no puedo retardar por mas
tiempo mi publicación. La última calla de V.
me hace esperar nuevos pormenores, sin duda
inéditos. Mas supuesto que aguarda Vd. de
Roma para dármelo, el proceso verbal del sa
cerdote Vignalij y que este no ha llegado aun¿
tenga á lo menos la bondad de no retardar
por mas tiempo el dirigirme una carta que
contenga todo lo que Vd. sepa por Vd. mis
mo de las circunstancias religiosas de la m uer
te del emperador j con el permiso para anun
ciar la carta inédita de Vd. Como podia yo
presumir, que Vd. no reproducirla todo lo que
lia visto y oído, y sobre todo que omitiría las
palabras admirables que el emperador profi
rió al pedir los ausiüos de la iglesia, y que
callaría V. la satisfacción llena de una fe tan
viva que esperimentó despues haber recibido
los consuelos celestiales? De que sirve, en efec
to , publicar otro y lo que toda la Europa sa
bia ya?
585
Desgraciadamente liay en la vida de N apo
leon hechos que son incompatibles con la fé
católica, y que desgraciadamente también
han adquirido la mayor publicidad. Se que de
su espontanea voluntad , y esUndo en el tro
no ; ese grande hombre desaprobó publica
mente procedimientos que lian asombrado á
loda la cristiandad ¿ mas hoy se trata de per
feccionar esta reparación y poner en ella el
último sello j oponiendo á esas culpas graves;
é indicando á la posteridad lo q u e el em pera
dor hizo en su muerte como cristiano que
queria disfrutar del sueño de los justos, en su
reconciliación sincera y perfecta con la Iglesia.
La palabra de V d ., es suficiente para mí y
para todos las personas despreocupadas/ mas
no se puede decir otro tanto respeto del vul
go que quiere juzgar por sí mismo, ni de los
incrédulos ó del partido religioso que se titula
tal, ni de los ánimos propensos á las dudas
peligrosas ó á las malas creencias. Nada les
ilustrará mejor que aquel diálago, ó mas bien
aquel monólogo, sublime como la fé, de la
cual fue Vd, testigo en la triste y solemne no*
che en que vuestro gran Napoleon, el Dios de
la guerra, se decidió á humillarse á los pies
5$íí
de un ministro del Dios de paz para recibir
en su aposento fúnebre de Santa-Llena lodos
los sacramentos de los moribundos.
Sírvase hacerme llegar su última contesta
ción y recibir etc.
E l caballero de Beauterne .
-
-
■--
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--ti » -
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--
al Caballero de Beauterne .
Cindadela de Ham.
Jíí'.I,
~ r-
C A RTA
DEL
S¡2&©& St&OLQia&Hlk
FIN