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na n m m ja a s » ,

ó LA

RELIGION DEL E1ÍPERVD0R DE LOS FRWCESES,

ttapoltoti fíonaparte,
CON DOCUMENTOS INÉDITOS DE LA MAYOR IMPORTAN­
CIA , EN LOS CUALES R E V E L A ÉL MISMO SU VER­
DADERA OPINION SOBRE EL CRISTIANISMO, Y CON
CARTAS DE LOS SS* CARDENAL FESCH , MONTIIOLON,
nü D SO X L O W E , MARCIIAND, Y CN fdC SVIlile ]>E
L A LETRA DEL EMPERADOR;

POR EL CABALLERO DE RE.VUTERNE,


publicada en París en 1841*
Traducido del fr a n c é s
pon

JAIME BOY.
E l cr>razon ¿e W Rejre* e«
ím[>o<<ilv< al -.le como c-1 C icla
en su elevarían y la tierra en
su profundidad* P ro v . (C ap.
X X V , v. 3 .)
•»

BARCELONA.
WPAENTA DE FRANCISCO GARRIGA ,
CALLE BE COPON'S NIM. 2. PISO 2.°

1841.
RESUMEN.

E l autora dedica su libro al ve?2erahle P. Mar-


du¿U como representante de tas ideas del clero an*
t/guo de Francia.— Pr¿¡ogo.— Opinión de el Señor
Eskstein y del Señor Montholon acerca de esta
compilación.— T/üers y Coitsin.— E l evangelio de
Napoleon.— Epigrama contra el real Consejo de ins­
trucción pública.— Espíritu de Napoleon.— Visita
del Autor h los Sefiores, Las-Casas, Montholon,
Marchando Bertrand y Gourgmid.— E l Emperador
y Montholon en el Elíseo — Borbon, en 1815.
al venerable J.-O, íHar&ud
ANTIGUO VICARIO DE SAN ROQUE,

Canóniga honorario de París y de León.

©a i d r i s *

Basta el prestigio del nombre de vuestra pa­


ternidad para convencer á mis lectores deque
la obra que voy á publicar nada tim e de f r í ­
volo y menos, de profano* Mi rendimiento, la
acogida con que vuestra modestia tendrá sin
duda á bien favorecerla, estriban en el víncu­
lo espiritual que nos une, y en la necesidad de
vuestro amparo . Despues de haberme anima­
do en mis csjuerzosj y tenido la bondad de
ecsáminar mi trabajo , no os negareis á pro­
teger sus resultados . Con ello además hareíe
un servicio señalado á la religión y supuesto
que se trata agid es elusivamente , de la precio*
sa declaración de un grande hombre en f a ­
vor de la f é . Quien desconoce el prestigio de
un hombre tan popular como el de Napoleon,
y nuestra inclinación natural á adherirnos
al modo de pensar de los que admiramos ! En
fin este libro dará á conocer las opiniones re­
ligiosas del César moderno , manifestará su
adhesión al cristianismo^ y en particular sus
motivos para creer en la divinidad de Jesu­
cristo : motivos que son precisamente los de
un hombre de talento . P or la primera vez le
oiremos hablar sin ambigüedad de nuestros
dogmas>y confesar sus creencias con aquella
perspicacia , con aquella persuacion simpáti­
ca , y elocuencia misma que admiramos en
sus esv ritos y en las proclamas á sus e jé r c i­
tos, y el lectorytrasladandose con sus recuer­
dos á los primeros años de la elevación al p o­
der de este hombre estraordinario , dirá: »He
aqui al legislador que nos abrió los templos
„c¡ue renovó los vínculos de la unidadcristia-
yy na, y que salvó á ¿a Francia de la impie -
llí
dad. La religión consolada por un gu er­
rero coronado , debía mas tarde consolar al
héroe restaurador de nuestros altares « En
santa Elena , donde la guerra y las inquie­
tudes del trono no oponían ningún obstáculo
a la gracia y Ñapoleón , m elto en si mis­
m o , purificado y engrandecido por la adver­
sidad, f u é hallado en fin digno de Dios. El
Emperador murió llevando el signo de la un­
ción que anuncia al predestinado , como vivió
con el de la unción que bendice y consagra
la autoridad temporal de los principes.
Tal esj venerable P a d re , en resumen la
obra qu¿ sale á luz bajo vuestros auspicios .
Nuestro siglo puede continuar en la lista bri­
llante y numerosa de los hombres célebres
que se han ilustrado por su J é en el Evange­
lio ¿ el nombre de Napoleón ■Su título de Em­
perador, sus victorias y su genio sorprenden­
te , el contraste inaudito de su elevación y de
su caida y le han atraído sobre si las miradas
de todo el universo .
Su memoria nos ocupa todavía camo la de
un cometa que ha desaparecido . Añadir á la
esplendente aureola que circunda sus sienes ,
el destello sagrado de la f e cristiana , es em-
íBir-'i ‘ Irr c r .i -c
TV
belecer un objeto grato á la Francia, es ce­
lebrar el triunfo de la religión, que ha defi-
nitívamente conquistado el alma de ese con­
quistador del mundo j es edificar á los cris­
tianos i tal vez mas aun , es o frecer á nuestros
grandes políticos $ cuando no otra cosa >un
objeto á lo m enos , para que lo mediten .
¿fsi lo espero al menos . Quiera Dios que e l
gron nombre de Napoleon me ayude á conse­
guir mi objeto l Quiera Dios que el ejemplo
de sus últimos instantes produzca los saluda*
bles efectos que deseo !
Para alcanzar un objeto tan piadoso 1 no
he implorado , aunque pobre ? el oro de los rí­
eos, pues Jo miro con la mayor indifereftcia\
no he invocado ni á los noblesyni alnacimien-
toy ni al p o d er} que a mis ojos no son mas
que un tema obscuro de mil contradicciones
un motivo de espanto , y de alarma para la
sociedad . Huérfanof invoco solo á Dios y á
su santuario ...... Me lisongeo sin embargo de
haber hecho justicia á la época , acogiéndo­
me al amparo de un eclesiástico humilde? rico
únicamente por su piedad 7 su ciencia y el
amor á sus deberes . A lo menos estoy p er­
suadido de hoberme conducido bien , cónsul-
lando esclusivamente mi corazon, y no creo
que nadie pueda quejarse, y menos desapro­
bar mi determinación* Ah\ Soio á esto se re -
duce, en el siglo en que vivimos, la autoridad
del sacerdote , que no ha tenido mas contacto
con el mundo que el de la oracion y de una
benediccion constante. Si su caridad no nos
inclina á todos á amarle , íu nombre venerado
que lleva consigo la idea del cumplimiento de
sus funcionesy y de la consagración de toda
su vida al servicio de Dios? nos impone al
menos este homenaje .
Mas debo por ventura para ensalzar nues­
tras virtudes}venerable padre , ó mas bien pa­
ra envanecerme con vuestra protección , ras -
gar el modesto velo que oculta y debe ocultar
al siervo de Dios á un mundo que no es d ig ­
no d e él?
No7 no haré traición ni ai secreto del cielo ,
ni al voto de la humanidad ,■nada diré de una
vida consagrada á ¿as buenas obras y á la
caridad .
Sin embargo espero que vuestt'o celo en de­
fen der las santas leyes} sobré las cítalesfun-
db el mismo Dios la sociedad^ y que protegen
la conservación de la familia, me disimulará
VI

que esté aquí vuestra obra de la Autoridad


paternal y de la piedad filial; libro ó mas
bien álveo sagrado donde se desliza maqui-
nalmente el manantial de los mas sanospriti *
cipioSy y de las ideas mas puras, capaces de
cicatrizar las llagas , y llevarse en su curso,
rápido pero mesurado , los errores de aque­
llos que inspirados por su ángel tutelar, ven­
drán á apagar en él su sed .....
Ah!, Cuando mi corazon honra y saluda
con una profunda veneración , al defensor de
todos los Padres7al amigo de todos los hijos ,
estoy seguro de no hallar uno solo que me
contradigat uno solo que no aplauda mi p ie­
dad, á quien esta no conmueva , y que no se
incline con el mUmo respeto que y o al ver
vuestros cabellos encanecidos en el servicio de
Dios .
’Animado de este sentimiento , permitidme
que a i deponer á vuestros pies el homenage
de estos pensamientosy que los ofrezca igual­
mente á ese precioso resto del antiguo Clero,
á esos veteranos del Sacerdocio y que en la
persecución sucitada á la Iglesiaf á fines del
último siglo y kan preferido j sin vacilar , el
destierro , la miseriaf y aun la muerte, á una
vn
cobarde apoetasía: Vos pertenecíais á sus fitas
y su determinación f u e la vuestra ; permitid,
pues al implorar vuestra benediccion , ¿es p i­
da también la suya.
Asi lo esperoj é ínterin, me declaro con
profunda veneración ,

Venerable Padre,
A. S. y O. S. é hijo en J. C.

£1 caballero de Beauterne.
Comisario de Caridad del 4? distrito
calle de las Batallas , r ? A8.
PROLOGO.
PROLOGO.
11 ■

com o se ve en el agua la im a g e n
del <|uc se mira en e l l a , del m is m o
m odo el hombre conoce el coraEon <lcl
IjomLie.
C apitulo X X V II |9 prouerbioj.

El t/tulo de esta obrita, Conversacio­


nes religiosas de Napoleon, me obliga á
probar su autenticidad. Simple traduc­
tor del pensamiento ageno, tengo que
declararlo al piíblico y á mi mismo.
Lo que va á leerse, no es una menti­
ra, ni un resaltado de la codicia, sino
una palabra improvisada en Santa He­
lena cuyo eco se trasmite al lector, tal
como resonó en los oidos de los que
rodeaban al ilustre improvisador, con
aquel escrúpulo y respeto que, inspira
XII

todo cuanto emana de aquel hombre


estraordinario... Anticipándonos k al­
gunas objeciones que podían hacerse-
nos, y qae el espíritu de desconfianza
nos ha sugerido: ce ¿ Porque, decíamos
al noble personage al cual debemos la
mejor parte de estas conversaciones re­
ligiosas, porque no han sido publica­
dos h^sta ahora unos documentos de
tanta importancia? „ Y nos contes-
tcstó : Porque? no hay cosa mas sen­
cilla: porque nadie ha hecho las pre­
guntas que hacéis, ni ha tomado el tra­
bajo que os habéis impuesto.,,
Concéntrese cada cual en si mismo,
pregúntese y pregunte cuales son los
objetos i que damos mas importancia,
y penetrará el secreto de la omision y
del descuido que en esto se advierte.
Los asuntos frivolos y novelescos, cau­
tivan nuestros sentidos con mas facili­
dad que las escenas de la historia. La
esmerada átencion que se tributa & los
Xill
mal trazados cuadros de un necio fo-
lletinista, se cambia en distracción al
contemplar el afiligranado frontis de
una iglesia. No se hace mas que un
mediano aprecio del evangelio y apenas
nos dignamos saludar á un rey que pa­
sa, pero en cambio veneramos sobre­
manera á Mr, Thiers, adoramos su ta­
lento, y su moralidad entusiasma á
Mr. Barrot (r).
Mas la conciencia se indigna de ello, y
la verdad se presienta al primer llama­
miento que le hacemos. He aqni la
prueba; alguien me preguntó si seria
una continuación a la muerte de un
impiou Si contesté, Napolemi religioso.
Me las había con un filósofo y que por
lo tanto supo dominar fácilmente el
primer movimiento de sorpresa que le

( t) Hubiera podido arladir al nombre de Mr..


Barrot, el de Mr. Cousin . que sigue á remolque
la filosofía edetiea de Mr, Tíuers,
X IV

causó mi respuesta; y consultando sin


duda su penetración : „ S i, me contes­
tó: despues de un momento de silencio;
tiene V. razón \ con tanto talento, con
tanto poder, uno debe apurar luego lo
finito, desear acercarse al infinito.,, És­
ta palabra que era la consecuencia de
un golpe inesperado, tan simple y tan
profundo, fué para mi uno de esos ra­
yos que despide el genio y que pe­
netran é iluminan el entendimiento.
Ved ahi el fruto de un conocimiento
perspicaz. A h ! sin duda el talento la
religión y lo infinito forman un objeto
solo é idénti co, pero solo le es dado al
genio el espresarlo con una concision
tan admirable y justificar al mismo
tiempo una salida original, que encier­
ran el grande defecto de contradecir una
preocupación fortalecida por la impie­
dad contra el emperador. La primera
frase, citada poco antes, es del señor
conde de Montholon y prueba la auten­
XV
ticidad délos documentos, con solo es-
plicar su novedad. La segunda del se­
ñor barón de Eckstein sanciona con un
juicio favorable del talento el objeto de
esta compilación. A ella le toca hacer
lo restante.
Un hombre corrompido, sea cual
fuere su juicio y su poder, es siempre
un intrigante, que puede tratar por
encima las cuestiones, agitarlas y hasta
dominarlas momentáneamente, pero
que no es capaz ni de sondearlas ni de
resolverlas* Todo lo que se observa de
falso y despreciable en un hombre in ­
famado en su conciencia publica y en
su vida privada, inutiliza las faculta­
des á nuestros hombres grandes, que
son igualmente impotentes para el bien
y para el mal, y que luchan en vano
contra el obstáculo insuperable de su
propio individualismo. No debemos
afligirnos por su asenso efímero al po­
der, y menos por su opinion, tocante
XVI

al cristianismo. Han llegado á la su­


perficie y á empuñar el timón délos
negocios, mucho mas por la exaltación
de un espíritu que se ignora á si mis­
mo y por el desorden de los aconteci­
mientos, que por un mérito real, y por
consiguiente desaparecerán como la es­
puma impura, arrebatados por la rá­
pida corriente de los principios* Han
salido de la oscuridad, y quiera Dios
que su triun fo, que es la espresion de
la mentira literaria y filosófica de la
época pueda ser también su fin! Na­
poleón, es un hecho tan brillante co­
mo el sol! Adquirió el poder, no con
la pluma, sino con la espada; no con
frases, sino con hechos, no en las ti­
nieblas subterráneas de la cabala, sino
en el campo de batalla, no con intrigas,
sino con victorias, arriesgando su v i­
da; no como los libertinos, alarman­
do y violentando la opinion pública,
sino como los héroes, calmando y tran­
X VII

quilizando esta misma opinion, de la


cual no era esclavo, y que sin embar­
go anhelaba dominar*
El reinado de Napoleon fué el de
la inteligencia y de la voluntad, y su
triunfo el de la sociedad y del cristia­
nismo. Que objeto tan hermoso para
la reflecsion y el estudio! no desistien­
do del empeño de penetrar en el alma
de este hombre maravilloso, no puede
uno menos de encontrar en ella el se­
creto del origen de su poder. Por otra
p a rte, se puede por ventura no hacer
caso de un personage cuyo nombre ocu­
pa un lugar tan eminente en nuestra
historia? Sus reveses, sobrellevados con
nobleza, le han merecido una popula­
ridad nueva, la que nace de la desgra­
cia. Por mucho tiempo no se conoce­
rá otro modelo y su imitación seria
peligrosa, si no se encontrase en él un
correctivo contra la ambición, sino b ri­
llasen en él las circunstancias de un
xvnr
gran carácter, las creencias de una in­
teligencia superior y en fin los prin­
cipios y la religión , para corregir el
cuadro de la imaginación , y grabar
en los ánimos la idea de una gloria,
superior á la que da la guerra y las
conquistas.... Los libros nos dan á co­
nocer tínicamente el capitan célebre^
este nos dará á conocer áNapoleon re­
ligioso.... Me atrevo á decir, que se
leerá aquí la historia de su alma en
atención á que el pensamiento religio­
so da i conocer el alma tal cuales.
Tal es el objeto de esta obra que
ofrezco principalmente á la juventud
de nuestras escuelas, si la filosofía de
M r. Gousin, nuestro ministro de la ins­
trucción publica no se opone á ello*
En la época de la restauración , se ne­
gaba la aprobación de la universidad
tan solo á los libros inmorales ó con-
trarios á la religión. En el dia, á pesar
de que vivimos bajo un regimen de lí~
X !*

bertad, nuestros pretendidos liberales


niegan la aprobación hasta á los libros
religiosos, bajo el pretesto de ser de­
masiado religiosos, lo que obligó á de­
cir al Señor Sainte-Beuves; „ S i quer­
rán también el justo medio en la re­
ligión ?... „
Los documentos que publico, con­
tienen el modo de pe nsar de Napoleon
acerca el cristianismo, y especialmen­
te acércala divinidad de Jesucristo. Es­
tas revelaciones hechas por él, son el
remate del edificio de su vida y el com­
plemento de su carácter histórico; De
hoy en adelante se podrá fijar su pro­
porción definitiva, porque se conoce
toda su elevación.
Cuantos escritores han interrogado
este difunto ilustre, movidos con fre­
cuencia de una curiosidad p u eril! aqui
á lo menos se trata de un objeto nue­
vo y grandioso, mas grande aun que
el mismo Napoleon. Tampoco puede
XX

negarse la originalidad y la importan­


cia de esta publicación, que es en cier­
to modo un nuevo evángelio, el evan­
gelio del genio, en el cual Napoleon
al notificar su fe, justifica al mismo
tiempo tanto la de Locke y de Lei-
huitz, de Newton y de Clarke, como
la de Pascal, de Cassini, y de Des­
cartes; al enumerar los motivos que
tuvo para creer en la religión, parece
enumerar las de la fe de aquellos hom­
bres grandes. Uno diria que las adivi­
na, del mismo modo que decía ¿1 un
dia, que todo el secreto de su fortuna
en la guerra „consistia en la imitación
de César, de Anibal y de Alejandro.,,
Algunos querrán saber cual es el tra­
bajo que ha puesto en este libro su
autor y , dado caso que se ha añadido
algo, como podrá distinguirse lo que es
de Napoleon, de lo que es del compo­
sitor* Mi contestación será muy senci­
lla : no es posible imitar al genio. El
fondo de los pensamientos, el vigor del
discurso, los argumentos principales
son, y no pueden ser sino de Napoleon;
son también suyas á veces, el estilo y
las frases enteras, como por ejemplo
la siguiente que es de las primeras al
hablarse de la opinion del emperador
sobre Jesucristo : „ conozco á los hom­
bres, y os digo que Jesús no es un hom­
bre. „ Y la otra que termina: ,,He
faltadoen nombraros teniente general,
dijo Napoleon al general Bertrand, pues
no conocéis que Jesús es Dios. „
Sin embargo se convendrá ingenua­
mente en que si se han respetado los
pensamientos de Napoleon, este respe­
to nada tiene de servil. Se ha imitado
en esto al joyero que engasta ün dia­
mante , el cual no titubea las mas ve-
ces en abrillantarlo, y en multiplicar
las facetas á fin de que brille más. Oja­
la, que se hubiese podido hacer masl
P o rjp que toca al estilo y_á;la forma
X X I!

literaria, el ademan y la voz constituyen


el embeleso principal del discurso. Sin
embargo por ecsacta que sea la memo­
ria , quien ignora cuanto se altera 6
debilita una idea cuando no se nos co­
munica directamente. Para reparar es­
te inconveniente, no se ha tenido re­
paro en valerse de la inspiración pro­
pia y de los adornos que exige la pa­
labra; escrita, y sin los cuales carece­
ría de gracia y de atractivo.
Sentados estos principios, solo me
resta indicar por órden y con claridad
la fuente de donde he sacado estos do­
cumentos. Debo citar en primer lugar
los compañeros de destierro del empe­
rador. Les he consultado, me he a u ­
gurado taato por sus relaciones, como
por la lectura de los escritos oficiales
del cautiverio de santa Elena, de que
se habia tratado^ allí, ( mucho mas á
menudo de lo que se cree comunmen­
te.) ¿de Dios y de la religión. Pufedo
x x ni

igualmente estar satisfecho de los pasos


que he dado en general ? A h ! Por des­
gracia acontece con sobrada frecuencia
que uno piensa mas en sí mismo que
en la verdad, y muchos hacen caso
omiso de lo que no tiene relación con la
opinion ó que no es del interés del
dia! Se divulga lo que debria tenerse
secreto, y se oculta lo que debria publi­
carse por todas partes. Cuantas flaque­
zas, cuantas boberias se nos han conta­
do con tono magistral de Napoleon, al
paso que se pasaban por alto las escenas
mas imponentes, que se acortaban sus
mas sublimes inspiraciones! el temor
del que dirán ? sella los labios. Tal vez
yo he incurrido en un defecto contra­
rio, deteniendome demasiado en sus
ideas religiosas: sin embargo nunca se
aprecia bastante lo que es digno de es­
tima; y cuando no otra cosa, diré que
la opinion propia, es aqui la indagación
de lo que es eterno-
X X IV

Yo debía comunicar al general Ber-


trand una publicación, que autoriza
algunas acriminaciones contra el.....
un ínteres sagrado me obligaba á nom­
brarle. El señor de las Gasas me ha es­
crito una carta singular, que si bien
hace honor á su conciencia, no favorece
mucho su penetración; se hallará entre
los documentos justificativos. El señor
Marchand me envió una carta que no
deja lugar á la duda5y que da mucha
luz acerca de la fe religiosa del empe­
rador. Se verá otra igualmente franca
del señor Antomarcchi en el mismo
sentido. Asi mismo se leerán sin duda
con Ínteres los informes, inéditos has­
ta al presente que pidió el empera­
dor á los dos sacerdotes y al médico,
el día de su llegada á Santa Helena;
pues suministran una noticia biográfi­
ca de cada uno de estos personages. El
señor barón Gourgaud me ha hecho
el honor de recibirme y de conversar
XX V

conmigo, prometiéndome documentos


preciosos que todavía no he recibido;
sospecha que Napoleon creia, pero
que tenia momentos de duda. „Por
ejemplo, anadió, el general Gourgaud,
jamas olvidaré que cierto dia el empe­
rador, que estaba continuamente le­
yendo la Biblia, me sorprendió con
ella en la mano. Con que teneis fe ?
me dijo: Sabríais esplicarme porque
creéis ? „
El lector no ecsaminará sin emo-
cion, una carta del Cardenal Fesch,
en la cual este príncipe de la iglesia
romana intenta dar á conocer el dolor
profundo que causó á la madre de
Napoleon la pérdida de tal hijo.
Debo esta carta á la oficiosidad de
la señora vizcondesa de Fontange á
quien fué dirijida. Supongo que no
desagradará al lector el tener su fa c ­
símile. He añadido otra muy inte­
resante de la letra del emperador,
3
XXVI

que recibí de la misma mano.


En fin debo al señor conde de Mon-
tholon el mas respetuoso agradecimien­
to. Yo podría casi decir, sin intención
de escusar mis faltas, que esta compi­
lación es mas bien obra suya que mia.
Protesto de nuevo que el estilo y la
forma literaria es m ia, pero que los
pensamientos, los discursos, son el es­
píritu , la palabra y la obra del mismo
Napoleon. El Diario apesar de su ve­
racidad, puede ser mas voluminoso
pero no mas ecsacto. Por otra parte
los sentimientos religiosos espresados
aquí, se encuentran también en el Dia­
rio del señor de las Casas, en O’Meara
y en Antomarcchi, pero con adiciones
y supresiones. Esta pues no es otra co­
sa , si se quiere, que una repetición,
pero mas form al, mas esplícita, y casi
me atrevería á decir, mas literaria. No
me seria difícil probar, que las dife­
rencias que se noten deben atribuirse
XXVII
mas bien á los distintos secretarios del
emperador, á su modo de ver, á su es­
píritu propio, que al emperador mis­
mo. Si I» necesidad me obligare á ello,
bastaría consultar la opinion, las preo­
cupaciones , los principios conocidos
de los secretarios, para determinar in­
mediatamente el verdadero origen de
las contradicciones manifiestas, de los
absurdos palpables y de las falsas in­
terpretaciones. Sin embargo no me ha­
go ilusión sobre la presunción con que
será acogido este lib ro , y esto porque
la religión es aqui lo principal y mas
evidente, lo que no sucede en otras
obras; nunca se le destina á la reli­
gión el lugar que le pertenece, ni se
esplica lo que tiene relación con ella
con aquella delicadeza, consideración,
claridad y amor que reclama la subli­
midad del objeto. Se emplea el mismo
estilo para la historia de las mas au­
gustas confidencias, y para la de lo mas
XXV IÍI

trivial y raptrero. Se tiene poco mira­


miento á las cosas divinas.... y las cues­
tiones sagradas se ven confundidas con
un sin número de pormenores de una
triste nulidad....
Por lo que toca al valor de las pa­
labras del señor conde de Montholon,
á quien la historia deberá esta mani­
festación inesperada de la fisonomía re­
ligiosa del emperador, me parece in­
dispensable edificar al lecto r, con una
sucinta narración de la circunstancia
que decidid á este noble personage á
desterrarse de Francia, para participar
del cautiverio de Napoleon. El conde
se hallaba de servicio en el Eliseo-Bor-
bon, el dia en que el ilustre liberal
Lafayette, pidió y obtuvo el decreto
de la segunda prescripción de los dere­
chos del emperador. El resultado fue
tan pronto, como el del i-ayo; al ins­
tante todos abandonaron el lugar se­
llado por la desgracia.....; el general
XXI£
Montholon, el único oficial general,
permaneció en su puesto* El empera­
d o r, con la inquietud natural de un
hombre en semejante posicion 3 venia
de vez en cuando, á pasear nna mi­
rada furtiva por el salón de servicio
que luego quedó desierto. „ General
Montholon, le dijo acercándosele, quer­
ríais acaso participar de mi suerte ad­
versa como tantos otros han participa­
do de mi buena fortuna?,, Cito las pa­
labras mismas del general: „no tuve
valor para negarme k ello.....„ A la
verdad estaba muy distante de ofrecer­
me yo mismo, pero me lo pedia mi
Soberano en la adversidad y mi honor
de soldado me sugerió la contestación;
acepté „ otros se ofrecieron para ir ¿
Santa Helena, y allí lo, abandonaron
con justos prel extos sin duda,, supues­
to que el imperador los ha admitido
pero Dios juzgará su conducta. El ge­
neral Montholon , si bien no se ofreció
XXX

á seguirle, permaneció alli hasta la


consumación del sacrificio,, sin causar
nunca el menor disgusto „ Asi es que
la imparcial equidad del que hacia con­
sistir el arte de reinar en el de apreciar
los hombres, ha escrito en su testamen­
to las tres cláusulas siguientes:
„Lego dos millones de francos al
59conde Montbolon, en prueba de mi
55satisfacción y por los desvelos filiales
„que me ha prodigado por espacio de
,5 seis años.
„ Lego al general Bertrand quinten-
„tos mil francos.
„Lego á Marchand, mí primer ayu-
„d ade cámara, cuatrocientos mil fran­
c o s , por haberme prestado los ser-
„ vicios de un amigo.
SUMARIO.

Opinión de los historiadores y de los partidos que


dividen la Francia acerca la moral de Napoleon__
Opinión del autor.— Napoleon es un p rin cip io ,—
Idea que tuvo al consagrarle y al hacer el Concor­
dato.^—Lafayette fué el que hizo pronunciar]el des­
tronamiento del Emperador.—Los que entregaron
el Emperador y París al enemigo> fueron la Cámara
de los Comunes y Lafayette.— Las cenizas del Em­
perador.—Su desprecio por la prensa periódica.-—
La revolución y el Emperador*
Fu veía g lo ria! ai p oateri!
L# ardua ¿entenza.»........
Jtfanzoni il cinquc M aggio > odc-
Fuc verdadera g lo ria !
Toca á la posteridad el pronunciar la ardua «entencía.
Manzotu á cinco de Majro, oda,

H . , en la vida de Bonaparte, una cuestión


que no se ha aclarado bastantemente; tal es la de
su moral. Quien no vé á primera vista la gra­
vedad y las consecuencias de esta o misión?
supuesto que todas las demas cuestiones se
enlazan con esta y dependen de ella ? Nada
hay mas estenso , mas perspicaz y mas delica­
do que lo que pertenece, de cualquier manera
que seaá la conciencia. Aqui no se trata del ta­
lento.w sino del corazon. Solo*»Dios conoce lo
que pasa en él: lo se; sin embargo los sacer­
dotes egipcios creían tener derecho para inter­
rogar á los reyes, citándoles despues su muer­
te , á un tribunal formidable y reverenciado»
donde se les pedia cuenta no solo de las ac­
ciones> sino hasta de la intención y es cierta­
mente equitativa juzgar de los actos de los
principes por su intención.
Es menester pues considerar á Napoleon co^
mo uno de aquellos Jiombres célebres que de­
ben su elevación al capricho de la suerte, á la
espada, al disimulo de una habilidad prodi­
giosa, al maquiavelismo mas que á la justicia,
que al bien común y que á una misión provi.
dencial?.... Lo*digo con toda seguridad: he leí­
do las historias del imperio; pero no conozco
ninguna que haya apreciado moral mente al
emperador. Sin embargo las facultades mas
sobresalientes glorifican á Dios que las conce­
de, mas que al hombre que las recibe, y por
consiguiente no basta para alcanzar la estima­
ción de los demás. Yo puedo decir de Napo­
leon; De que sirve la estension casi infinita de
sus conocimientos, su vista de aguila, sus ideas
administrativas, su concepción rápida, su sabia
estrategia y su ¡incomparable talento m ili­
tar, que no conoce igual en la historia moder­
na >y que no conoce en la antigua, mas riva­
les que Anibal, Cesar y Alejandro? Todo ello
no son mas que repeticiones inútiles, supues^
lo que nadie io contradice. De que proviene
que cesa la unanimidad, asoma la incerliduoo-
bre, luego que se intenta penetrar el corazon,
analizar la inteligencia, poner en descubierto
la base moral de este político profundo?
Sohre su peñasco de Santa E lena, el empe~
rador habia pensado en este vacio, y al con­
siderar el poder y el furor de sus enemigos en­
carnizados contra su memoria, temía, tal vez
con razón j ser denigrado en la historia, y re­
tratado con las facciones de un monstin.io, de un
tirano sanguinario; ó, lo que le inspiraba el
mi sino horror , temía llegar á la posteridad,
manchado con las calificaciones odiosas de in­
crédulo, de impío y tal vezde ateo... Pero una
r e f l e x i ó n sumamente sencilla lo tranquilizaba;
T,Aqui están los hechos,, decía. Su esperanza
profetica se cumple y a 9 el porvenir acabará
de realizarla ; porque la justificación completa
del drama imperial está entrelazada con la
solucion del problema político^ con el desen­
lace demasiado tardío de nuestras luchas in­
testinas, y con el término de la crisis que
sufrimos. El emperador se ha identificado
con los hombres de bien cuyos vínculos son
indisolubles j su causa es la suya y la de los
intereses generales que protegió con un celo
tan decidido. Su triunfo por consiguiente seríi
el de los principios. Y quien se atreverá á ne­
gar un asiento entre los hombres honrados al
que les ha prestado servicios tan eminentes?
Lo que nos resta del orden establecido en su
imperio, es todavía lo que nos protege mo­
mentáneamente contra la anarquía. Tarde ó
temprano, despues de unas oscilaciones mas
ó menos peligrosas, mas o menos turbulentas,
lo preveo, los hombres de bien de todos los
partidos esperimentarán la necesidad de unirse
en uno para defender el ínteres común. No se
recurrirá al despotismo, pero se querrá sos­
tener la dignidad del poder público ^ sin la
cual este poder es mas bien dañoso que ütiL
(4 ) Se alzarán todos contra la confusión de
los derechos, la nivelación de los principios,
y en ña contra esa pretendida libertad de dis-
cusion que en realidad no es mas que el des­
potismo de una charlatanería inagotable. En­
tonces admiraremos el gran genio político de
Bonaparte y la audacia que hizo nacer una ge-
rarquia del cáos revolucionario $ é inspirados

( l ) Palabras del testamento de Luis XVI.


por su memoria para seguir su egemplo en
circunstancias igualmente críticas , renovare­
mos tal vez el prodigio de la voluntad indi­
vidual que salvó la Francia; tal vez la volun­
tad colectiva de la nación tendrá la misma
energía para acallar el vicio y las pasiones de*
sen frenadas, imponiendo con el terror de las
leyes á los absolutistas en el sistema dél mal.
Sea lo qtie se fuere, todos reconocen á Napoleon
por criador y organizador de la Francia mo­
derna. En nosotros se reconoce su obra; en
nuestras leyes, en nuestras costumbres , en to~
do nuestro sistema social se ve el sello de su
talento, de sus prendas, de sus defectos. El
que niegue estas relaciones, esta semejanza,
nunca conocerá la sociedad actual, sino im .
perfectamente; solo á medias penetrará la cau­
sa de las conmociones interiores, y del mal
estar indefinible que pesan sobre nuestra po­
sición. Gomo es, que los historiadores, parece
que se hayan convenido para no hablar mas
que superficialmente y sin premeditación de
un carácter moral tan decidido como el del
emperador? En su vida trazada por ellos, han
hecho resaltar al guerrero mas que al prínci­
pe , la imaginación y las calidades efímeras
G
mas bien que las prendas esenciales, lo b ri­
llante mas bien que lo sólido , lo fabuloso mas
bien que lo verdadero. No han definido al
hombre privado? sin reparar que esta omi­
sión empañaba tas mas bellas cualidades del
hombre público. Porque este vacio en su his­
toria? El motivo es muy sencillo; viles escla­
vos de los hechos 7 nuestros escritores no te­
men ni á la religión ni á la metafísica. De ahí
nace la sospecha de ateísmo, que oscurece la
gloria de Napoleon. Sin embargo nos asiste el
derecho de decir: „no es el Emperador el que
no cree en DIoSj sino sus historiadores.
Convengo en que hay personas aprecíables
qtie no niegan los inmensos servicios presta­
dos por el autor del Concordato, pero quieren
sacudirse el peso del agradecimiento, atribu­
yendo á la perspicacia de un despotismo inte­
ligente y al ínteres esclusivo del principe una
conducta^ que, según ellos mismos, ha sitio
la de un Dios, DioSj dicen ellos, se ha servi­
do por el Ínteres de su iglesia, de un hombre
que era i ni pió hasta el punto de querer servir­
se de el. Desapruebo esLa opinion, porque es
c ru e l, poco cristiana y contraria, como al
amor á la verdad.
Sea ignorancia ó combinación de los que
creen necesitar del partido impio y del parti­
do religioso, los bonapartistas , respetando
los hechos sin remontar á su causa, ¡amas se
han atrevido á declarar abiertamente el modo
de pensar del emperador en cuanto al dogma
cristiano, y si fué el calculo ó la convicción lo
que le sugerid la idea del Concordato y de
la consagración.
En fin, los hombres del día han tratado
la conciencia religiosa de Bonaparte con el des­
den habitual y propio de los que se han ele­
vado desde el lodo, creyendo honrar mucho
un heroe, con hacerle pensar como ellos acer­
ca un punto tan delicado, y con rebajar su ele­
vación moral al nivel de algún raquítico Sub­
secretario de Estado de nuestros ministerios,
Á los tales se les puede decir . ie Ustedes hacen
j,s u propia historia y no la de Bonaparte.
„ Ustedes deshonran á un príncipe que ha pro-
Tésa lo publicamente el cristianismo en lie n i-
„pos borrascosos , á fía de paliar la deshon­
ora y el menosprecio personal, á que les con-
„dena la ambición ó intriga. Porque en
„ la época de indiferencia en que vivimos,
„ tan solo pueden hacer guerra á la fe, el atéis-
4
„ rao, una impiedad manifiesta, 6 bien una
„ prudencia egoísta y la hipocresía del respeto
„ humano. Que es loque hay de común entre
„ ustedes y Napoleon? El ser también un liona-
,,bre de fortuna? pero cuan pequeños son
„ Vds. y cuan grande es el emperador! El tro-
„no no lo ha elevado , al contrario él elevó
„ el trono*
Tal es la conclusión de los partidos que di­
viden la Francia, reunidos y dominados, en
la actual circunstancia ? por el espirita del si­
glo, de este siglo que aprecia únicamente loque
le divierte. El tiempo, el placer momentáneo,
el minuto en que ecsistimos.» ved ahí lo que
forma las delicias del siglo; ved ahi lo que
ecsige de un autor, ved ahí enfin la escusa
de los escritores dei día. Cuan tiránica es una
falsa ideal El temor al absolutismo ha llevado
á nuestros publicistas, de deducción en deduc­
ción hasta el odio de todo lo absoluto., hasta
el desprecio de la verdad. Cual es el tema de
nuestras disertaciones cuotidianas? Cual es el
grito de reunión ? Viva el h ech o ! abajo lo ab­
soluto 1
Tal es el loco sanio y sena de nuestros pre­
tendidos gefes de escuelas, que mas bien son
necios pedagogos que políticos ó filósofos. De
este modo retrocedemos por una consecuen­
cia fatal al hecho de ta anarquía y al absolu­
tismo de la guillotina y del jacobinismo*
Se ha seguido minuto por minuto la vida
del Emperador. Nunca se ha acabado de h a­
blar de sus guerras $ cuantos volúmenes, que
torrente de frases , que elocuencia¿ que océa­
no de documentos sobre esta materia! Nuestra
historia no es j/a la de una nación, sino la de
un ejército, una especie de escuela de politéc­
nica, un manual de oficiales. Pero que nadie
piense en preguntar cual era el móvil que di­
r i g í a á este gran capitan; cual era su fej de
donde nacia su moderacicn en el mal , la re­
gularidad de sus inspiraciones, la sabiduría
de sus máximas, la equidad de sus juicios; en
fin si habia algún principio que dominase á
este dominador del mundo; cual era su modo
de pensar; si era malo ó virtuoso; impio ó pia­
doso; ateo ó creyente. La historia nada dice
acerca de estoj faltan á la vez en ella las ideas,
la inspiración, el estilo, la censura y aun las
frases. Historiadores de la antigüedad profana¿
Plutarco, Xenofonte, Saluslio^ y t u , inmor­
tal Tácito!
10
Vuestro solo recuerdo sirve de protesta
contra nuestros historiadores modernos, cu­
yos nombres cristianos oo me atrevería á es­
cribir junto á los vuestros paganos. De modo
que despues de haber compulsado , meditado
millares de volúmenes, la atención cedeá una
multitud de hechos, c u ja moralidad y dere­
cho no se conocen* Uno queda deslumbrado
con la serie de las vitorias y combates de otro
M arte, que se agita y resuelve toda la Eu­
ropa , desolándola con todos los horrores de
la guerra, inundando en sangre humana los
límites geográficos de los pueblo^ sacudiendo,
cambiando, y arruinando los tronos y loa
reinos con su espada, bien asi como el labra-
dor cambia el aspecto de su campo con la re­
ja del arado. Enseguida desaparece este Dios
mitológico como un heroe de teatro i y su opi­
nión secreta, su voluntad , su alma , forman
una nube oscura, un misterioso complexo^una
especie de enigma intrincado que el hombre
de bien contempla sin determinarse á resolver
nada en uno ü otro sentido
Sin embargo, como es que Napoleon no ha
cesado jamas de inspirar, tanto á sus ami­
gos como enemigos, el terror de una admira-
cío ti voluntaria, que es la verdadera diadema
de una sien real ? Sostuvo hasta el postrer día
su dignidad, fiel al caracter principal de su fi­
sonomía , que era el espíritu de dominio. Ul­
trajado ó venerado, aborrecido o amado, ven­
cido ó vencedor, esclavizando los reyes ó cau­
tivo de Iiudson-Lowe (-1 ) , Bonaparte es
siempre un ser superior* el juez de sus jueces,
el que hace estremecer el mundo, es é l . . . - el
emperador.........el elegido de un gran pueblo
y de Dios. . . » fenomeno admirable , signo ca­
racterístico de una magestad d o criada por l a
mano del hombre, y á la cual Dios únicamen­
te eleva ó abate á su voluntad.
Esta elevada posición , esta influencia, ad­
quirida entre las vicisitudes desastrosas de una
época en la cual parece que un decreto del cie­
lo preside al trastorno y á la humillación de
todo lo que es grande, imponen el deber de
no pasar en silencio Lodo lo que es relativo á
aquel ser privilegiado, y de delinear, por de-

( 1 ) Hudaon-Lowe era el gobernador m ilitar


de Santa E lena, que con su rigor ilimitado y pri­
vaciones estudiadas) aceleró la muerte del Empera­
dor.
4 2

cirio así, un retrato intelectual que sea un


Veverso digno del retrato militar que posee­
dnos»
1 La estatua de bronce que coro □a la col una
He Vandoma será siempre la silueta popular.
Hónrese enhorabuena al valor, pues es una no­
ble pasión , cuando se desplega en una guerra
Ajusta.........Pero como es posible desconocer
las ilusiones de un genio altercador que nos
Condena solemnemente, las incalculables con-
i 7

Secuencias que arrastra con sigo , según el


Wtado actual de las cosas, y un hecho como
la guerra } que no depende ya del valor ó
Lle la perspicacia, si no de la aritmética?
1 El sentido logico de la guerra se ha fundado
Siempre en un sistema absoluto, en unas cre­
encias bien establecidas, en una forma social
Concebida con el fin de una idea única, la in-
Vasion y el dominio que no retroceden á la
'vista del aniquilamiento y de la esterminacion.
E l cristianismo, sometiendo el universo con el
'simple poder de la virtud, ha hecho desaparecer
]del mundo aquellos sistemas absolutos de in­
vasión con la fuerza material j maldición á las
'tentativas que se hicieron para recurrir á esta
fuerza despreciable, tan altamente condenada
por el mismo Dios! Los pueblos profundamen­
te divididos por el cisma de las opiniones, de
los intereses contrarios, serán vencidos por los
atie obedecen y no pueden cesar de obedecer
tan pronto como algunos ilusos se figuran, á la
unidad del antiguo poder real. Napoleón tenia
demasiado talento para no alarmarse por la in­
ciensa responsabilidad que traen con sigo las
consecuencias de una guerra. También se ba di­
cho á menudo que su objeto y su idea domi­
nante era la paz, pero que el enemigo le había
obligado constantemente á recurrir á la suerte
de las artnas. Declaración tardía, pero elocuen­
te alegación en favor de la paz puede Ha*
marse esta protesta. Que lección para nuestro^
guerreros 1 pero que egemplo también de la
tiranía y de la ceguedad de una pasión , que
de este modo embauca el talento y lo de"
grada con un error tan palpable! . . . .
Sin embargo, están manifiestamente escri­
tos y reverberan en este ilustre individuo los
mas nobles rasgos de la divinidad. El tuvo la
misión de proteger y realizar los designios del
cielo el mundo* La Providencia atrajo sobre
él la atención universal, y le allanó el camino
de una elevación inaudita. Dando á un hom­
bre solo un imperio tan singular sobre una
generación entera, neciamente envanecida de
si misma y esclava del furor maniatico de la
soberanía colectiva é individual, la Providen­
cia se burla de los proyectos humanos. El mis­
mo Dios se complugo en demostrar á todos
la ventaja, la incontestable superioridad del
gobierno de uno solo, en aquellos desordenes
que hunden á las naciones. Con efecto, todas
las necesidades, todos los deseos, todo lo que
es legítimo, todas las clases, un gran pueblo,
se personifican en un solo hombre; todo se
restablece como por milagro; este gran pue­
blo, poco antes dividido., despedazado, ani­
quilado por sus vicios y pasiones, que habian
usurpado el poder, y se servían de él con una
tiranía espantosa; este pueblo ofrece ahora el
espectáculo ele la unión, de la fuerza y de un
poder invencible; objeto de consuelo para él
y de terror para sus enemigos! Tamas el po­
der y los beneficios de la unidad fueron justi­
ficados de un modo mas evidente! hasta los
anarquistas no pudieron disimular su admira­
ción ! Atrayendo en un solo hombre la sor­
presa universal de los Franceses, Dios conti­
nuó su obra criadora por escelencia, la re­
forma de los espiritas, el nueyo arreglo de
las costumbres, la regeneración de la sociedad'
y quien egerció nunca mas influencia con mas
autoridad sobre una nación, que Bonaparte
general, cónsul y emperador, sobre los Fran­
ceses? Mas fue la guerra tal vezel motivo esen­
cial de su influencia? No. No fue mas que un
magnifico pedestal, levantado por la victo­
ria, puesto en el cual el soldado, atrajo todas
las miradas: allf, obrando siempre, triunfó de
la prueba tremenda que depende del juicio de
la opinion pública; triunfo insigne, y mas en
aquella época de malignidad, en que se mancha­
ban tan fácilmente las reputaciones 7 en que el
cadalso estába tan inmediato á los mas en­
cumbrados destinos públicos.......esta circuns-
cunstancia le dió mas gloria aun que sus ha­
zañas,.... Todos saludamos como emperador,
al joven guerrero que habia sabido gobernarse
á sí mismo, haciéndonos admirar los recur­
sos y las prendas de un talento superior, para
salvarse, y salvarnos de la tormenta revolu­
cionaria.
Las simpatías que nacen entre un hombre
y una nación hasta el punto de enlazar sus
destinos, son iguales á los que unen á dos es­
posos. El vulgo se limita á juicios comunes,
sin ver que es lo que hay de mas recóndito
en la constitución de las familias ^ lo que hay
de mas íntimo en la organización de los indi­
viduos, en fio, nuestro temperamento, nues­
tras pasiones, nuestros vicios j lo que crean
estas simpatías de las cuales nace ia felici­
dad. Pero que concepto se puede formar de
un historiador que juzga superficial menté de
los acontecimientos, que no coordina los he­
chos , que no los atribuye á su causa prime­
ra ? Descuido criminal, de cuyas victimas son
las naciones, á las cuales hace divagar en el
círculo de los mismos errores y de los mis­
mos desatinos, hasla recaer y sepultarse en
las mismas catástrofes! La política entonces,
privada de la experiencia ^ del ausilio y de la
antorcha de la historia, aislada de los hechos
anteriores, reducida á lo presente, sin pasado
ni porvenir, no es mas que un laberinto os­
curo, en el cual un pueblo entero se halla es-
traviado y como perdido , buscando á tien­
tas, sin poderlo alcanzar, el hilo salvador
de su primitivo destino providencial, de aquel
destino ( y sea esto dicho de paso), que es
la vida verdadera de los pueblos, el origen y la
A7
Jey de su duración, y la única causa en fin de
fiu prosperidad y de su decadencia hasta el dia
señalado en que debe desaparecer de la esce -
na del mundo.
Quien sabe pues hasta donde se estendería la
influencia de una buena historia del gigante re*
constructor de la sociedad francesa? Apareció
entre toda clase de crímenes y de ruinas; li­
bertó de aquellos á la Francia, manchada, mar­
chitada, y ensangrentada por su contacto in­
fame; curó, cicatrizándolas, todas sus llagas;
quiso devolver y devolvió á los Franceses, to­
dos, que la habíamos perdido, la libertad tan
apetecida de nuestra patria, y la felicidad de
nuestras creencias nativas, Un decreto infame
que horrorizaba al mismo Robespierre, había
devastado los conventos, arruinado las iglesias,
f este mismo decreto por un atentado inaudito,
ti paso que violaba en nombre de la libertad la
toas sagrada de todas libertades, la de la con­
ciencia, y que proclamaba el aniquilamiento
tal cristianismo como consecuencia inevita-
>Ic proscribía, desterraba, encarcelaba, gui-
lotinaba á nuestros sacerdotes. Quien supri­
mió este decreto? Bonaparte. Su equidad no
e contentó con esto; apenas consolidado en el
4 8
poder, sin escuchar otro parecer que el suyo,
obedeciendo únicamente á su inspiración tanto
en estos asuntos como en la guerra, por si so.
solo, con mano fírme, escudado de una volun­
tad mágica, vuelve á abrir y restaura las igle­
sias >levanta el destierro á los sacerdotes y en
un abrir y cerrar de ojos, restablece y resus-
cita milagrosamente la religión , y la historia
sin embargo apenas narra á media voz serne*
jante prodigio, esa noble y grave alianza de
un guerrero con Dios! Un simple soldado ha­
ce lo que un Borbon , un descendiente de San
Luis, repuesto en la misma época en el trono
ele sus padres, tal vez no se hubiera atrevidos
hacer á duras penas ? y lo hubiera creido un
golpe de estado demasiado atrevido, y con-
trario al parecer de una política miedosa;/
sin embargo nadie se detiene en este hecho.
Los nombres de los autores del decreto dei-
cida7 quedan reprobados en el sello del anate
ma publico, como tipos de la locura, del lij
bertinage y del crimen , y como personificó
ciones del infierno i y no se hace ningun elo
gio al héroe restaurador del santuario? Que di
go? El beneficio no es considerado acreedora
reconocimiento, porque se sospecha de la w
tención. „ Creéis acaso fdicen) que Diosle ins­
piraba ? „ Pues bien, yo os contestaré; supo­
nedlo asi, á lo menos insiguiendo la sentencia
que pronunciaron los labios de) que es la mis~
Uta verdad: ,, S¿ el Reino de Satanás esta di -
\}vidido, como podrá subsistir? „
El disimulo es un vicio común á los seres
debiles, que repugna á las almas grandes.
Disfrazarla verdad á otro es una vileza, pero
disfrazarla ú sí mismo > es propio de un ser
corrompido. Un hombre célebre debe ser juz­
gado por este principio y no por vanas sospe­
chas. Pero, objetan acaso, la política no ha su­
gerido crimines, hipocresías y perjuicios í Sea
asij. acúsese y deshónrese publicamaote al pro­
tector de la iglesia, al autor del Concordato;
trátesele abiertamente de ipocrita: todo lo me­
rece aquel farsante, aquel emperador perjuro,
jue impelido por su ambición tuvo la desfa­
chatez de burlarse del cíelo y de los hombres.
¡Pero que acusadores vagan con cautela: una
pcusasion sin pruebas es una calumnia que cae
por si misma , que deshonra al que propala.
íadíe se hizo jamas perjuro inconsideiadamen-

[ y sacrilego sin mas ni mas, sin fundarse


n razones poderosas, en una necesidad muy
positiva, muy evidente. Aclarad pues el ori­
gen de vuestras dudas malignas; decid lo qne
pudo hacer creer ¿l Napoleon que en lugar de
consolidar un trono naciente 7 iba á desquiciar­
lo. Las voces de política y de ambición, no
son palabras cabalísticas que tengan una virtud
independiente del sentido natural y de los
acontecimientos que á ellas se refieren. Decís
qué tuvo la ambición de reunir un partido
numeroso? Pues bien, yo d igo : “ Su arnbi-
„cion estaba satisfecha , porque tenia el ppder:
„ los sucesos, los casos, la opinion general;
„ todas las realidades de la época estaban con-
„ tra la religión. Los perros se la habían devo-
„ rado como un pedazo de pan. Nuestros tem-
„plo s desmantelados tv saqueados, n o ■eran
p mas que un cuerpo sin alma ; el dogma era
„ un objeto de burla, una cosa infame que ya-
,,cía abandonado como un muerto sin sepul­
t u r a , pisado por los mismos que hace poco?
„ no se atrevían á contemplar ni aun de lejos,
„su resplandor deslumbrante. El partido ím-
„ pió velaba sobre *su presa, como el asesino
sobre su victima. Bonaparte le arrebata esla
„ presa de entre las manos ; pone en pié este
^ cada ver ¡ lo resucita, entroniza la religión,
7ry se postra delante de ella, besa los pies al
í}vicario de Dios, á quien hace venir de Roma
„para esto, en presencia de los altares, de la
Europa entera y de los partidos admirados-
VE1 nuevo emperador repite el símbolo de los
??Apóstoles, y con voz clara , y apocando su
mano sobre el libro del evangelio: esta es
y)mi f e y d ice, creo en lo que cree h iglesia
/o juro á la faz del cielo . No? no, yo tam-
,,bien lo juro y tomo por testigo la conciencia
„ pública, un hipócrita no obra de esta suerte.
„E1 corazon solo inspiróla confesion de fe tan
^ruidosa de aquel samaritano coronado; re­
conozco en él á un hermano, á mi prógimo,
al verdadero samaritano del evangelio. Pre­
gunto, tanto á la lógica como á la teología;
„una acción que es tan evidentemente buena
„ en si misma , puede ser mala en sus princi­
p i o s ? Ah! me saboreo con una fruta esquí-
, , sita; la he cogido de un buen árbol \un ár -
„ bol malo no puede producir fru ía buena ......
Mdesdichado del que lo desconoce, desdicha-
j, dos de los ingratos 111 „
Pero basta. Olvido que es menester concluir
una prefaccion y no empezar un libro. El de­
fecto que acabo de indicar es común á todos
los historiadores; tal es su poca imparcialidad
en el método de presentar los hechos relativos
al concordato. Este defecto 7 ó mejor diremos,
esta incalificable denegación de justicia, se ha­
ce patente siempre que se trata de una cuestión
que interesa é las costumbres> al derecho y á
la conciencia. De que serviría dar á conocer los
inconvenientes de un defecto tan grave? Napo­
leon, es cierto, cometió algunas fallas pero es
tas fueron las de un príncipe ambicioso, dema^
siado aficionado á los intereses y á la indepen-
dencia del trono, y no las de un incrédulo o
de un ateo. No seria difícil hallar entre los
descendientes de San Luis, á los que Napoleon
prefirió, escogiéndoles por modelos en su po­
lítica y en sus controversias con la corte de
Roma. Tales son las consecuencias del error y
la común responsabilidad de los antecedentes
viciosos. Pero lo que ha agravado especial­
mente las faltas del emperador } es la ignoran,
cia en que se mantiene al público sobre sus in­
tenciones: es el silencio que se observa acerca
las interpretaciones que él mismo ha dado á sus
hechos contra la iglesia. Todos se complacen en
publicar lo que se atrevió hacer contra los car­
denales y el Santo Padre, al paso que se afa­
23
nan en ocultar lo que atenúa sus errores. Es
cierto que la camarilla del emperador ha con­
tribuido tanto como él á aquellos atentados
deplorables, pues mas de una vez asegura él
mismo en el Diario, que no solamente se hau
traspasado sus órdenes, que el sacrilego rapto
de Pió VII no fue ni pudo ser efecto de su
voluntad* Existe todavía en París en una co­
lección ríe la señora de L ...........que la ha re­
cibido del mismo Miollís, el autógrafo de que
sí sirvió este general. En él se ve la firma :
Mural de letra de Madama Murat. Lo que
mas hace sospechar que es obra de una nrn-
ger únicamente, que no consultaba á nadie,
y obraba siempre mota propio , es que el ori­
ginal, qne apenas contiene algunos renglones,
anuncia el tumulto de una grande indecisión
confirmada por una multitud de borrones que
á duras penas permiten la lectura de la orden
verdadera.
El mismo Napoleón ha dicho: "No me he
contentado con restablecer los altares y la re­
l ig i ó n en Francia, sino que he resucitado la
^equidad, la justicia, las nociones primitivas
„que estaban olvidadas, y que habían sido
también despreciadas. La elección de ua
5
2JÍ
punto de vista moral y religiosa, no es una
idea d é la imaginación, sino un acto inspirado
por una multitud de hechos registrados en la
historia; porque pues obstinarse en no ver en
Napoleon mas que un gran general, un grao
soberano, supuesto que es algo mas que un
grande hombre. Es Bonaparte, per mi tásenos
la espresion, un principio, un hecho provi­
dencial , uno de aquellos seres simbólicos que
obran un cambio en la escena del mundo, que
vienen á remachar la cadena rota de acontecí*
míen tos con la misión de consolidar y arreglar
el cataclismo de una transiccion. Puede sospe­
charse siquiera que Napoleon que fue la in­
tervención manifiesta, un istrumenlo del cie­
lo , cuyos designios cumplió con tanta fide­
lidad , organizando el fenomeno de un nuevo
orden social, no conociese la obra inmensa que
bacía? La cuestión de su moralidad interesa
¿ todos los individuos á quienes ha gobernado-
el estudio de su carácter, no es el de un indi.
víduOj sino la sicología de un tipo, la historia
de una personificación de una generación en­
te ra , una aplicación brillante , el análisis de
las mismas lejTes de la inteligencia. Un ser de
esta naturaleza no pertenece á una sola época,
25
sino á todos los tiempos y á la humanidad en*
tera Así es como debe ser considerado el que
dominó la revolución. Despues de haber recor.
rido su fase anarquica y sangrienta, despues
de haber empuñado el cetro y gobernado la
Francia por espacio de 45 años, domina aun
apesar de que y a no ecsiste ; la época actual
pues., su solo nombre, despojado de la aureola
de sus triunfos, privado del prestigio de los
siglos y de una numerosa lista de ascendientes,
es una bandera, una religión que impone hasta
al liberalismo, y que hace inclinaren favor
de un muerto, la estimación y los sufragios
populares.
Per mita mese por fín la última reflexión; el
liberabismo que ha sucedido al Emperador,
que le ha heredado, si es que no lo ha destro*
aadojel liberalismo; digo, va á sufrir la espía-
cion, el triunfo profélico de una especie de
apoteosis de sus cenizas. Pronto la revolución
se inclinará á la presencia de su esterminador
y la tribuna se arrodillará delante del enemi­
go mortal de los tribunos y de la democracia.
Y sin embargo no es ya la espada la que rei­
na..** es la pluma. Batallones de ideas, siste-
temas innumerables, flotan por el emisferio
coma fantasmas y lo oscurecen todo»*., y a no
tenemos Emperador... pero en cambio obede­
cemos á millares de tiranos... la voz del pulpito
ha enmudecido pero tenemos millares de len*
guasque cuchichean sin cesar al oído, sin per­
mitirnos un instante de sosiego. La imaginación
está sitiada, el alma atormentada, la conciencia
alterada, el gusto corrompido, las afecciones
destruidas, la libertad aniquilada por un dilu­
vio inflamado de ideas, que abrasan el cora-
zon, y que secan el entendimiento*
No son j a los capitanes los que figuran en
la escena del mundo, sino los oradores y los
retóricos: no es la nobleza de la espada, es una
especie de nobleza del tintero. En otro tiempo
admirabamos las acciones que nacen del co-
razon¿ y los ruidosos hechos de armas; ahora
somos entusiastas del ingenioj de la elocuencia
y de los bellos trozos literarios. Se hace e\
mismo caso de Soult y Mole que del hijo de
Luis XIV j de Enrique XV. Necesitamos para
que nos gobiernen profesores de la Sorbqna,
gacetistas, ó á lo menos académicos. Ya que
es preciso que en la sociedad haya clases, la
razón y el régimen antiguo exigian que inme­
diatamente después de Dios viniesen las guer­
27
ras* Ahora ya no hay Dios, pues así lo quieren
los señores gramáticos. Los pedantes son nues­
tros sacerdotes, y las notabilidades de un siglo
6sel usi ya mente industrial. Todos los demas se
encuentran en un estado de igualdad perfecta,
ó de perfecta confusion. EL ruido de la pluma
y de las palabras, el fuego fatuo de las frases in­
terminables, han sucedido al estruendo de las
armas, á las hazañas de nuestros guerreros, y
á ia s batallasj no es ya el canon , el que nos
ensordece con su. estremecimiento prolongado
y cuyo eco recorre el espacio y se repite y
multiplica, sino el ruido mas terrible aun de
una lengua desenfrenada é insolente. Tal es el
fenómeno que ha reemplazado al del imperio.
En vez de un hombre solo que, hace poco, bas­
taba para gobernar la Europa ^ tenemos m illa­
res de talentos sublimes, de genios brillantes,
que bastan apenas para gobernar á nosotros
solos. Gracias ála prensa periódica, poder nue­
vo, nacido ayer, y que despota y a agigantado,
sacude y amenaza, expele y consume, ridicu­
liza, paraliza, aniquila y destruye todo lo que
)e resiste; este monstruo, entronizado en nues­
tras ciudades, acomete los manantiales de la
vida, donde apaga su sed con insolencia, y que
28
como la esfinge de Tebas, emponzoña el aire
mismo que se r e s p ir a c o a el veneno de una
amenaza inquieta, de una incesante malignidad;
gracias á esta especie de Argos que agachado en
el centro de la política, como en el de su ma­
driguera , guarda con sus cien ojos todas las
salidas para que todo perezca, nadase le escape;
gracias á esta especie de demonio incubo que
profana la Francia, impotente para obrar y pa­
ra gobernar, pero poderoso para censurar, infa­
mar, ofender todo lo quees noble y grande; pa­
ra oponerse á un orden permanente, cualquiera
que sea, á cada ¡dea de pacificación y de inte­
rés para las masas y para la patria. Jamás los
aristócratas jueces del régimen pasado con sus
espadas fueron tan orgullosos, ni alzaron la voz
con tanta arrogancia y con tan increible per­
tinacia como estos aristócratas de pluma. Los
nobles eran a) menos valientes y sacrificaban
sus vidas en nuestras fronteras, delante del
enemigo. No permita Dios que se presuma que
bable aquí de otros escritores que de esos pe­
riodistas perdidos, sin fe, sin Dios, sin otra ley
que la Constitución, que se sirven de ideas, no
para iluminar el entendimiento , sino para
ofuscarlo; no para estrechar los vínculos so-
29
cíales, sino para romperlos, d o para enarde­
cer el corazon con la llama sagrada de la vir­
tud , sino para henchirlo de hiel, de odio y
de orgullo! Miserables, cuya pluma se atreve
á escarnecer hasta á la magestad divina, dig­
nos en verdad de ser los esclavos del espíritu
prevaricador, y de una misión satánica!
Tales son los herederos de Bonaparte y del
trono de San Luis! ved ahi el trono y el nue­
vo emperadorI Que hay de común entre esto
y Napoleon? que significan aquellas aclama­
ciones tumultuosas t el vago y confuso mur­
mullo que hincha las velas, que con tanta pre­
cipitación empuja hacia Santa-Eiena ^ á un
piadoso cenotafio? Que significa aquel voto
nacional, que yoga escoltado por los de la
prensa periódica entre las bendiciones y el in­
cienso del mundo liberal? Es acaso un arre­
pentimiento tardío? Napoleon como guerrero
que era, hablaba poco y obraba mucho. No
son las frases, mas bien que los Cosacos, las
que lo han destronado, y no se ha construido
y elevado la tribuna sobre las ruinas de su
trono? Que pretende de él aquella tribuna,con
su apoteosis votada y regateada en el escrutr
nio? No fue por ventura desde ella, de donde
30
La fayette entronizado en aquella especie de
trípode, mas fatal que el canoa del enemigo,
pidió y obtuvo la caída del vencido en Vater-
loo? A fin pues de no hacer las cosas á me*
dias, que la misma ley deshonre á La fayette,
y lo declare traidor, como está deshonrado
y registrado en el testamento del Emperador!
De esta suerte se vengará á la vez á Luís XVI,
entregado á los asesinos de 5 y 6 de octubre
por Lafayette , gefe de la fuerza armadaj k
Napoleon , entregado á los ingleses por este
general y á Carlos X arrrojado de su reino
por el mismo. Que significa esta condenación
sino la del mismo liberalismo? El senlimenta-
r

lismo en política es un dédalo oscuro, un ver­


dadero laberinto! Que quiere el poder? Á caso
el Eolo de las tormentas, ó la novela de al­
guna oriflama ( a j moderna, para enardecer
el entusiasmo de nuestros soldados, para afi­
lar sus bayonetas? Que quiere la libertad,
aquella feroz enemiga de los tiranos , que rei­
na en lugar de los rejes benigno asesinados

( a) Estandarte que los antiguos reyes de Fran­


cia hacían llevar delante si, cuando iban i la gue­
rra.
M
por ella? Desea esparcir al aire las cenizas de
uq monarca absoluto como lo ha hecho con
las de Sao Dionisio, ó bien adorar á un muer­
to ¿ quien detestaba cuando vi via, tanto como él
á ella? Que quiere la Francia? A caso pretende
sepultar con honor entre las banderas de un
monumento fúnebre, á un infeliz guerrero o
incensar como á un Dios, al vencedor del 1 8 bni-
mario, al pacificador de las discordias civiles?
Quieren descarriar la opinion ? En que océano
de incertidumbres, en que fluctuación de pen­
samientos diferentes y encontrados divagan
los ánimos? Nada se ha dicho de formal y es-
plicito sobre este particular! No ha sido po­
sible definir el voto nacional. Voy á declarar
lo que nadie se atreve á decir: el voto nacional
es una appelacion al emperador, á sus prendas*
tanto mas apreciables en cuanto son mas raras
é indispensables para la salvación de los im­
perios. El voto nacional es una apelación á
una inteligencia r e a l , que consultaba la con­
ciencia en lugar de la opinion pública j una
apelación á un talento superior que sabia go­
bernar y dirigir los ánimos, una apelación ¿
aquel noble corazon que sabia cautivarse laa
voluntades ¿ en fin al soberano que tenia fe en
32
su soberanía, ó mas bien que era la soberanía
personificada* No es una mentira pues, un fe-
retro , un polvo v an o , un cadaver, lo que es
objVto de adoracion para la Francia, no; obe­
deciendo al instinto imperioso de la conserva­
ción, invocamos todos á un tipo salvador 9y
todos nos decimos á nosotros mismos „ L o que
„ vanaos á buscar en los mares mas remotos*
„ e s aquel que dominó las malas pasiones; es
9>la voluntad energica que puso un dique al
„ rio de la locura revolucionaria que se lia-
w bia desbordado; es el enemigo de la anar-
^tjuia; es un símbolo religioso, es la verdad
„ d e l genio político, que supo conjurar, coto-
„ batir y destruir al genio déla irreligión; res­
t a b l e c e r con la gerarquia social, el bello or-
„ d e n de las clases„ de las virtudes, y de los
„ principios. „
Tal es mi opinion; la declaro con toda fran­
queza, sin temer las malas interpretaciones
que la malicia., las pasiones ó la ignorancia
pueden darle« Añado, que con razón presta*
remos nuestros homenages al enemigo de la
prensa periódica que be definido mas arriba
y que be comparado á un gigante despota, de
esa prensa periódica tao fuerte ahora y tan
33
débil bajo el regiraen imperial. Napoleon ore*
j ó en otro tiempo habernos librado del ju g o
humillante de un tirano parlanchinj cre^o haber
aniquilado al esfinge misterioso de la civiliza*
cion moderna, pero despues aunque demasiado
ta r d e , se persuadió de que le había adorme­
cido única meóte, cargándolo de cadenas, con
las cuates supo y sabrá su vileza conformar­
se, siempre que el que se las ponga sepa que*
rer. Tengo el presentimiento de que el estu­
dio completo de Napoleon, Ja definición de su
caracter, de su$ defectos y de sus calidades»
de sus virtudes y de sus vicios, aclarará la his­
toria de la época y de la crisis actual* Parece-
izie que el conocimiento íntimo de este gran*
de hombre ha de ser el preliminar de la solu­
ción del problema político, y si no me equivo­
co , la palabra de esta grande ecsistencia seria
la del mismo enigma social, que debemos adi­
vinar só pena de perecer*
Dichoso el genio, á quien la Francia debie~
se el beneficio de verse libre de esos escrito­
res perdularios que deshonran la inteligencia,
y de su álito que turba el público sosiego!
U na buena historia del emperador contribuí*
rá poderosamente á ello, sí el historiador! en
u
lugar de huir las dificultades como si fueran
escollos, se obstina en resolverlas5 si prescin­
diendo valerosamente de la guerra y del es­
truendo de las conquistas, se dedica con ahin­
co á la cuestión social; si trata con el despre­
cio que se merece esa inicua razón de estado,
esa mentira, 6 mas bien ese impudente atéis*
mo, que pretende aislar y escluir del gobier­
no á la religión, es decir, al fenomeno creador
de los pueblos, y por consiguiente, de todos
los fenomenos que conciernen á los mismos.
Esclusion insensata, y comparable tan solo
á la ceguedad de el que negase que el hombre
es m ortal/
Mas de que sirve proseguir este asunto? E9
una esperanza vana el querer persuadir al que
desconoce el vinculo íntimo, religioso y sa­
grado que ecsiste entre los actos y pensamien­
tos, las costumbres y creencias y la necesidad,
para su reciproca utilidad, en el ínteres gene­
ral, de restablecer la antigua concordia de la
política y de la religión. Que puede uno pro­
meterse del que ignora la importancia y la su­
perioridad de las cosas celestes? Qué significan
la guerra, las cuestiones territoriales y los lí-
mi tes geográficos de las Daciones? Qué sigoifi*
35
can las victorias? Qué las constituciones? Qué
el hundimiento de todos los tronos? Qué en fin
la ecsistencia efímera de los pueblos, compa­
rado todo eso con la importancia de la cues­
tión del crimen y de la virtud, de los buenos
y malos principios, con la ruina universal de
la moral, con la lucha eterna del bien y del
mal?
Pero ya he dicho demasiado, supuesto que
no era este elobjtíto, pues he hecho unaescur-
sion muy aventurada mas allá de mi esfera....
Escritor oscuro^ moralista cristiano, no aspiro
al objeto grandioso de un historiador político.*.
No hablo aquí sino de las calidades morales
y de la creencia religiosa del Emperador; pe­
ro permítamese decir que despues de tantos
libros publicados sobre Napoleón, el objeto
del presente , considerado bajo el punto de
vista en que lo he tomado, es nuevo y podría
añadir que es un campo virgen.
Traigo el tributo de mi modesto trabajo,
que he desempeñado lo mejor que he podido,
y como debe hacerlo un individuo laborioso
y concienciudo..... Quiera Dios que si un dia
algún historiador célebre da por casualidad
con este libro, que no le despreciel Que su
30
genio baga de él el uso que mejor le parezca,
con tal que do lo esclusa como inútil para la
construcción de su m onum ento! A esto se li­
mita mi ambición y mi prefacio.
CONVERSACIONES RELIGIOSAS

CE

N A PO LEO N .
RESUMEN.

E l Emperador y el abad Vignali,— Error del


Señor Norvins sobre el Santo Viatico. — E l empera­
dor quiere oír la misa en su cuarto todos los días,
desde 21 abril hasta $u muerte acaecida el 5 de ma­
yo.— Visita del autor al Señor Marchand.— Dicho
ingenuo y sublime del Emperado".— Rectificación
del Señor Marchand contra Antomarcchi.— Colera
del Emperador contraía impiedad de su médico*—
Visita del autor al Señor conde de Montholon•
— E l Emperador religioso y cristiano.— Carta ofi­
cial del general Bertrand pea a tener un Sacerdote
en Santa Elena.— E l emperador escribe él miAmo al
Cardenal Fesch *— Docittnemto inédito de Hudson
Lo^ve acerca de esto.— Alegría del Emperador por
el buen ecsito de lo mismo.— E l peñasco de Santa
Elena y la prisión del Templo. — Cual era el de los
desterrados que sentía mas la privación de un Sa *
ce r dote.
Hapoleon.
Acordaos de yucsiro criador antes (j«< el
S o l , la luz y las estrellas íe oscurezcan pa­
ra v o s, que el vaso de ovo se rompa , y 4 « í
el cuerpo vuelva á la tierra y el alma á Oíos.
Cap. XXU, V t I , a , C, 7. Ecl.

CAPÍTULO PRIMERO.

Despues de haber entristecido al lector con


la narración trágica de la muerte de un impia7
tal vez este mismo lector esperimentará cier­
to alivio, fijándose en un objeto que ofrezca
á lo menos la dulzura de los consuelos unida
á la amenidad de una instrucción sublime.
SL es cierto que la muerte del hombre mas
r u in , la del impío mismo , que lo es bastante
para invocar la nada > ofrece algo de grande y
majestuoso, un cierto horror que impone, si la
audacia de aquella invocación al paso que lle-
6
J¿0
na de asombro i los que rodean el lecho de
muerte de un ateo, los detiene allí por una
horrible atracción para espiar sus ademanes,
para admirar sus palabras mas insignificantes,
que resuenan como si fuesen una emanación
de la eternidad, con que piadoso respeto no
se deben recoger las ul Limas de un principe
ilustrado,, venerar las reliquias , digámoslo asi,
de una voz que hizo estremecer el mundo,
cuando sale de ella una especie de luz celestial
que ilumina y purifica una ecsislencia entera?
Tales son las últimas palabras de Napoleon,
palabras que confirman la fe sincera de un
hombre grande, la nobleza y la elevación de
sus sentimientos, el am or y la dignidad de
sus virtudes, en fin todas aquellas pruebas de
religión y de una alma cristiana, dispuesta á
separarse del mundo y remontarse hacía el
empíreo.
Unicamente se trata aqui del postrer mo­
mento de Napoleon , de su elección eterna, y
de la mortaja sagrada en la cual quizo envol-
verse como en el vestido de su eternidad^ pa­
ra fallecer y presentarse a) tribunal de su Cria­
d o r , del mismo modo que en otro tiempo
quizo ceñirse la diadema y envolverse con el
manto imperial, cuando se trataba de vivir
en el siglo y de dominar el universo. Nada
lia y aquí de profano; se habla tan solo en es­
te libro de las inspiraciones de la fe y de los
resplandores religiosos que brillaron al rede­
dor de su lecho fúnebre, colocado en un pe­
ñasco , y por decirlo asi, sobre las olas del
océano, resplandores que han iluminado las
congojas de nna tan larga como cruel agonía.
Al empezar la narración de la muerte de un
impío , señalo 9 á fin de determinar la fecha del
acontecimiento harto verídico de mi historia
tragica, el año d éla decadencia, y del liun-
dimiento del trono del Emperador. Una ves
pronunciado este nombre, ilustre poruña idea,
de alusión al designio que me ocupaba, creí de
mi deber ( a l formar un contraste entre un
impío y un grande hombre religioso), hablar
un poco de la muerte cristiana de Napoleon,
y por lo tanto me vi obligado á referir en una
nota el hecho siguiente, estractado de las m e­
morias del dotor AntommarchL
„ El 24 de abril, á la una y media, el E m ­
perador pregunta al Abad Vignali.—Sabe V . #
Señor Abad, lo que es una capelardiente ?—Siy
Señor.—Habéis jamás celebrado en alguna de
#2
ellas?—E n ninguna.—Pues bienl celebrareis en
la mía,, Se detiene con este motivo en los mi­
nuciosos pormenores, y da largas instruccio­
nes al sacerdote. Su rostro estaba animado,
convulso, y yo observaba con inquietud las
contracciones que esperimentaba, cuando sor­
prendió en mi semblante no se que movimien­
to que le desagradó.—„ N o soy ni filósofo, ni
médico: dijo, creo en Dios y soy cristiano, ca­
tólico romano..,, Y volviéndose hacia el sacer­
dote: „ÍIe nacido en la religión católica; quie­
b r o llenar los deberes que ella impone, y re-
cibi r los socorros que administra. Celebrareis
,, todos los días la misa en el aposento inme­
d i a t o y espondreis el Santísimo sacramento,
durante las cuarenta horas. Cuando no ecsis-
¿,1a, colocareis vuestro altar é la cabecera de
„ m i capelardienle y continuareis celebrando
„ e n él la misa, y haciendo todas las ceremo­
n i a s de costumbre hasta que h a ja n sepulta­
n d o mi cadáver.,, El Abad se retiró y yo que­
dé solo* ÍVapoleon me reprehendió por m¡ pre­
tendida incredulidad. Podéis, me dijo, lie-
..varia hasta el estremo de no creer en Dios,
„cuya eesislencia proclama todo el universo y
,, confiesan los mas grandes talentos?—Pero Se-
*3
„ ñ o r yo nunca la he puesto en duda; yo o b ­
s e r v a b a las pulsaciones de la calentura y
„ V . M. ha creído hallar en mis facciones una
,,espresion que no tenían.—Sois médico, con-
„ testó; esas gentes, añadió en voz baja no ven
^ m a sq u e la materia, nunca creerán en nada.,,
(Tomo 2?, pág. \ \ 1} 4 4 8. Memorias del do­
tar Antommarchi, edición de Barrois, 4 825.)
De esta suerte el monstruo del respecto h u ­
mano había penetrado hasta en la cárcel de
Longwood, y la filosofía se habia fijado allí
probando de atemorizar hasta al emperador
mismo. Y como creer que no hubiese mas ade­
lante hecho lo posible para disminuir su d er­
rota? Nada hay mas claro que el testo de An­
tommarchi que acabamos de citar. El dotor
añade despues,* los renglones siguientes:
El dia 3 de m a y o , á las dos de la tarde;
la calentura disminuye. Todos se retiran. El
abate Vignali se queda solo con el enfermo.
Algunos momentos después se reúne á noso­
tros en el cuarto inmediato y nos anuncia que
ha administrado el viatico al emperador.
Ved ahí ahora lo qae se lee en el Señor Nor-
vins el cual desmiente formalmente al dotor
Antommarchi,
M
„ Napoleon estaba demasiado penetrado del
„ sentimiento de su propia grandeza para no
, , creer en la inmortalidad del alma. Al 24 de
abril quizo prestar su homenage de cristiano
,, á aquel dogma consolador.—El día antes,
^sin saberlo los generales Bertrand y Monillo-*
„ l o n , se erigió un altar en el cuarto inmedia­
t o al del emperador. El mismo había dado
todas las instrucciones al sacerdote que reci-
„ b ió su confesion. E l estado del enfermo no
„permitid que le administraran el santo viá-
yytico. Solo con el Abad Vignali, á quien ha-
„ b ia conocido en Santa Elena, no ofreció á
„ ningún testigo de su poder pasado, el espec­
t á c u l o de esta abdicación postrera.,,
Que significa esta ultima frase? E n boca del
Señor Norvins, autor de un tratado de la in­
mortalidad del alma, no puedo reconocer en
ella el donaire arrogante de un filósofo. No
comprendo el sentido de la voz abdicación.
Que quiere decir con esto el señor Norvins?
Pío me hubiera detenido en ello, si los histo­
riadores, adoptando la relación de un autor
por otra parte verídico, no corriesen peligro
de estrayiarse, como ha sucedido con el Señor
Lorenzo de V Ardeche . Verdad es que el se­
ñor Norvins declara que la enfermedad fuá el
único obstáculo para que el emperador reci­
biere el santo viático* La moderación impar­
cial de este lenguage, aunque justifique la vo­
luntad del ilustre enfermo, no deja de inspi­
rar alguna duda acerca de un hecho, que me
ha parecido aclarar.
A mas de esto y por un motivo que se apre­
ciará mas adelante, encarezco al lector que
ecsamine atentamente estas palabras del em­
perador ! „ V . celebrará la misa todos los dias
en el cuarto inmediato, y pondrá de mani-
„ fiesto el Santísimo sagramento durante las
cuarentas horas. „
No queda duda de que el Emperador desea­
ba esta misa cuotidiana únicamente para sí,
para asistir a ella con su intención, pues sa­
bia que se acercaba su hora postrera. Por con*
siguiente la celebración de estas misas solo de­
be atribuirse á él y á su necesidad de prepa*
rarse para la muerte con frecuentes oraciones,
implorando publicamente los méritos del Re­
dentor; conducta digna de un corazon noble,
de una alma leal, de un sincero arrepentimien­
to, y único medio de conseguir de la divina
misericordia el perdón con uná ronfesion es­
presa de su fé* Ah! Tal vez dando una ojeada
á lo pasado conoció entonces la necesidad de
poner al amparo del cuerpo y sangre del me­
diador y del sacerdote eterno su vida de agi­
tación y de orgullo.
No permita Dios que en una circunstancia
tan solemne, me sirva de otras espresiones que
de las consagradas que usa la Iglesia.
Napoleon quiso que se celebrase la misa
todos los días desde 21 de Abril hasta su
muerte, pues añade:
Cuando no ecsista , continuareis cele-
„ brando el santo sacrificio de la misa, y no
„ cesareis hasta que ha j a sido sepultado mi
cadáver.
El Señor Norvins, que está conforme acer­
ca de este hecho esencial con el Señor Antora-
marchi, refiere:
„Qije había sido eregido un altar en ¿a wj-
„pera del día 21 de Abril por orden del
Emperador y que este mismo habia dado to-
„ d a s las instrucciones al sacerdote.
El Emperador, por consiguiente ha oid-
misa todos los dias por espacio de dos semao
ñas, y de su libre voluntad, según el testo for­
mal de los Señores Autommarchi y Norvinsi
No se puede ciertamente acusar á este ultU
mo de parcial en favor de la iglesia; y la de­
claración del Señor Antommarchi es una auto­
ridad irrecusable, supuesto que el mismo re­
fiere palabras que le acusan de increduli­
dad; su fidelidad de historiador es tanto mas
acreedora á la alabanza, en cuanto ha debido
hacerse violencia para consignar aquellas pa­
labras tan preciosas é la historia como gratas
á la religión.
Pero volvamos al Señor Norvins. Como ha
podido incurrir en un error tan grave por lo
que toca al viático? Lo dice él mismo: solo la
enfermedad se opuso á ia realización de los
sentimientos y de la voluntad del emperador*
„ La naturaleza de la enfermedad ¿ dice^ el
)?S(íñor Norvins, no permitió á Napoleon re­
cibir el viático.
Es ya sabido que formaban parte de sus
padecimientos unos vómitos frecuentes , que
eran uno de los síntomas de la d o l e n c i a ; pero
en una agonia tan prolongada, que duró casi
tres meses, hubo d e haber dias d e calma y
esto bastaba. Confieso sin embargo, que con la
simple lectura d e l diario de Antommarchi, no
pude adivinar el dia de la ceremonia religiosa;
por lo tanto me determiné á hacer nuevas in­
dagaciones. Me dediqué pues á ellas coa afán
y conciencia y tene;o la satisfacción de no
haberme de arrepentir de ello, pues que he
averiguado mas de lo que desbaba.
E ntre los personages que acompañaron al
emperador á Santa Elena y que no se sepa­
raron de él hasta su muerte j, se conocen dos
c u j a amistad habria mitigado, si hubiera sido
posible, el dolor del destierro, los horrores
del aislamiento ¿ y los martirios de una cruel
prisión preparada por la astucia y el odio, y
confiada á la ipocresia 5 tales son los generales
Bertrand y Montholon.
La E u ro p a, cuyo juicio será el de la poste­
ridad y los ha distinguido , y sus nombres bri”
liarán en los fastos de )a historia con tanto
resplandor que nadie podrá sospechar y me­
nos empañar la pureza del móvil que les ins­
piró su determinación. A ellos pues debia di­
rigirme desde luego , como á los mas ilustres
testigos de todo lo que había debido de pasar
en Santa-Elena.
Sin embargo ¿ la primera persona á quien
consulté 9 fué el Señor Marchando Me pareció
que como primer ayuda de Gamara, debia es­
tar informado como el que mas de las escenas
privadas. De él supe “ que el emperador había
„ cumplido sus deberes religiosos durante la
„ nochej que el general de Montholon estaba
„ de servicio solo aquella noche, y que uni­
d a m e n t e él podía enterarme de los porme-
ñores. „ E l Señor Marchand añadió En
cuanto á mi tan solo vi salir al abate Vignali
„ por la m añana, despues de haber desempe-
„ñ ad o y al menos asi lo creo, las funciones de
^jSU ministerio ¿ pero tanto yo como los de­
f i n a s de la casa no supimos nada hasta la
„ mañana , y cuando todo estaba hecho* Por
„ lo demas, me acuerdo muy bien de muchas
conferencias secretas de Napoleon con el Sa-
„ cerdote Vignali; lo que no debe causar es­
t r a ñ e z a en el emperador, c u j a alma era na­
t u r a l m e n t e religiosa, pues le oí pronunciar
con la emoción de un santo aquella orden
t a n sencilla como sublime. Abre la ventana,
jj Marchand , abrela de par en par, porque
j, quiero respirar el aire, este aire tan sano que
„ el Dios de bondad ha criado.,,
Tierno recuerdo, esclamacion sin doblez
en Ja que se refleja toda la bondad y miseria
del conquistador del m undo, reducido á as-

-■ I ' ■ r ••• 1 1
_ ; . --
50
pirar algunas bocanadas de aíre insalubre de
un suelo pantanoso y de un peñasco inhabíta*
ble 1! I
El Señor Marchand me ha dicho también
que había presenciado la conversación con el
abale Vigna] i ¿ referida poco antes por el do­
tor Antommarchi, y que este último había
omitido una circunstancia muy esencial para
la aclaración de aquel hecho.
?jJYo estaba allí^me dijo MarbhandjCon An-
tommarchi y el abate Vignali. El emperador
hablaba de asuntos m uy graves, cuando el
dotor se atrevió á soltar una carcajada; con­
ducta por todos estilos reprehensible; asi es
que d o fue reprendido en términos modera­
dos como los que él traslada. Rebajando su
falta , atenuó asi mismo las reprehensiones que
aquella le atrajo3 el emperador se Írrito, y no
es de admirar que el dotor no haya hecho
mención de todo eso, pues me repugna á mi
m ism o, referirlo, por respeto á la memoria
del emperador, el cual no tan solo perdonó al
d o to r, sino que le confió muchas comisiones
honrosas, y hasta le nombró con mucho apre­
cio en su testamento.
A pesar de las vivas instancias c o n q u e pe-
di al Señor Marchand que me repitiese las pala­
bras de que habia.usado el emperador, no qui­
zo consentir en ello, contentándose con d e ­
cirme; <l no tema V. en publicar bajo mi res­
ponsabilidad que Napoleon le reprehendió f o r ­
malmente, por una lisa tan intempestiva en
una circunstancia tan solemne,,
Una singularidad se presenta aqui digna de
ser notada, y es que Marchand rae b a ja con­
testado titubeando acerca el hecho de las m i­
sas, que por disposición del emperador, debían
celebrarse todos Jos dias, desde 21 de abril
hasta su fallecimiento, y que confiesan los Se­
ñores Antommarclii y Norvins.
„ L o que puedo asegurar a V ., me dijo
, , Marchand^ es, que se constituyó un altar á
y este fin, pero fue luego destruido: me acuer-
„ d o únicamente que se interpretó el deseo
.,del emperador diciendo que el oficio debía
,, celebrarse Lan solo despues de su muerte. Por
,,otra parte ( continuó el Señor Marchand)
fjSaint Venís fue el que construyó el altar y
„el que lo deshizo; pregúntele V. acerca de
„esto, si el general Montholon no cree incon-
,, veniente satisfacer á V. por si mismo.
E s e v id e n te q u e el señ or M a r c h a n d ( e n
52
quien He visto un hombre de tino y dotado
de una circunspección no común) no decia
todo lo que sabia. Sus reticencias eran estudia­
das y previstas. No queda duda que habia ha­
bido en Santa Helena, una voluntad bastante
fuerte para luchar contra la det emperador,
que hizo destruir un altar edificado por su or­
den. De quien dimanaba semejante voluntad?
Se sabrá mas tarde cuando publique el nom­
bre de ese personage y entonces se podrá ver
que no es tan fácil como parece averiguar to­
do lo que paso en Santa Helena. Áh ! se hace
tan poco caso de Dios, y de las escenas de la
religión I
Habiéndome dirigido con una esquela al ge.
neral Montliolon para tener una conversación
con él, me hizo el honor de recibirme.
Desde nuestra primera entrevista, me con­
firmó la verdad del objeto especial de mi vi­
sita, relativamente á la estrema unción y el vía*
tico, fijando las fechas, rectificando los errores,
indicando las omisiones , citando á Napoleon
y entrando en los mas minuciosos detalles de
una manera capaz de disipar todas las dudas
acerca de lo esencial del heubo. No es altamen­
te satisfactorio, me dijo, aprovechar la o*a-
53
sion que se me presenta por primera vez de
manifestar los sentimientos religiosos del em­
perador, tan favorables al cristianismo.
El general me leyó desde luego este solem­
ne principio del testamento, que es una pro­
fesión de fe : muero en la religión apostólica,
romana. E n seguida añadió:
El emperador era cristiano por instinto y
por convicción, y por su educación italiana, tan-
tocom o por la inclinación desu genio. Apenas
pisó el horroroso suelo de su cautiverio, su ca­
rácter sublime debia conocer, y conoció en
efecto, el imperdonable y grosero olvido en
que se había incurrido en no proporcionarle
un sacerdote, por la demasiada prisa que se die­
ron de alejarlo de la Europa, para confinarlo en
en un peñasco, en la otra parte de los mares
y en una isla donde no había ni sacerdotes ni
iglesia católica. Esta circunstancia le entriste­
ció notablemente , y á ella deben referirse las
palabras que se leen con frecuencia en el dia­
rio de Santa E le n a , y que han debido de re­
sonar en todas las almas religiosas ;
r<Que felicidad, señores, si pudiésemos resig­
narnos y ofrecerá Dios nuestros infortunios y
nuestro cautiverio, „
54*
u P rec ip ita d o s d e ta n e n c u m b r a d a altura
é la e stre m a desgracia, seria un m é rito e m in e n te ,
y quizás n u e stro m a y o r consuelo el resignarnos
p o r a m o r de Dios k nuestra s u e r t e . , ,
Son p a la b r a s d e l m ism o N ap o leo n . E l d o ­
m in g o era el d ia en q u e m as se d ejaba v e r su
sen tim ien to de no te n er ningún sacerdote. Sus
f a c c io n e s , to m a b a n u n triste m as m a rc a d o de
m e lan c o lía y a m a r g u r a . Me a c u e rd o d e h a ­
b e rle o id o e sc la m ar en un d o m i n g o : “ ved
ah í lo q u e significa la pied ad de S. M. cristia-
n is in a ; juzgad p o r sus actos á estos príncipes
le g ítim o s , á esos m o n a rc as p o r d e re c h o d iv i­
n o , á la S anta Alianza! Que piensan d e m í , ó
q u e debe pensarse de ellos? ¿es la conducta
d e la religión o la det odio la q u e h a n usado
c o n m ig o ¿Que. p re te n d e ^ , a l c a n z a r , p r i v á n d o ­
me de los consuelos religiosos? m e creen 6
q u ie re n h a c e rm e pasar p o r una fiera ¿ que c o n ­
c e p to f o r m a r á n d e m í los m o ra d o re s d e esta
isla p r o te s ta n te , estos s o ld a d o s , estos oficiales
que cele b ra n los dias festivos, y que tan a te n ­
t a m e n t e espían todas nuestras acciones?
c< E n aquel m ism o dia, si m al no m e acuer­
d o , añadió el g e n e r a l , el e m p e r a d o r escribió
una c a rta confidencial al c a r d i n a l , p a ra p e d ir ­
55
le un sacerdote en quien pudiese depositar su
confianza. Por este motivo escribió él mi 3tu o
directamente* Su solicitud para tener un minis­
tro de Dios, reiterada varias veces, desde su
llegada á Santa E lena, habia sido desatendida
por parte del gabinete ingles; el general Ber-
trand, como á gran mariscal, y por entrar en
el circulo de sus atribuciones, estaba encargado
de comunicar al gobierno ingles el deseo del
cautivo, el cual no pudo menos de concebir
algunas sospechas acerca el modo con que se
habia comunicado al gobierno su voluntad, y
acerca la poca actividad del general en apre­
surar un asunto que no era de su agrado , y
contra el cual se había permitido algunos chis­
tes y algunas reclamaciones indirectas.»
Sin embargo el general Bertrand babia es­
crito la carta que sigue, al cardenal Fesch, po­
cos dias despues de haber fallecido un indivi­
duo de la servidumbre del emperador........ :
((Cada dia esperimentamos la necesidad de
tener un ministro de nuestra religión; sois
nuestro obispo y deseamos que tengáis á bien
enviarnos uno, sea francés ó italiano; de todos
modos, dignaos escoger un hombre instruidof
que no llegue á los cuarenta años, y que ^ 6
56
esté aferrado i los principios anti-galicanos.
El Sr. Cipriani, primer criado del emperador,
murió el 27 de febrero pasado, en Longwood
á las cuatro de la tarde. Ha sido sepultado en
el cementerio de Jos protestantes s pero se lia
tenido cuidado en espresar en la fe de óbito,
que habia fallecido en el seno de la iglesia ca­
tólica apostólica romana. El ministro angli­
cano le hubiera asistido gustoso; pero él de­
seaba un sacerdote católico, y como no lo te­
nemos , se ha mostrado indiferente á la asis­
tencia de un ministro de religión div ersa....»
(Estractado de una carta del general Bertrand
al Cardenal Fesch.)
El general Montholon me decia :
«Sí, el emperador era cristiano; la fe era para él
un principio natural y fundamenta): una sensa­
ción cualquiera por leve que fuese, una con­
versación casual despertaba al instan te sus» sen­
timientos religiosos. Cuando presenciaba algo
de inhumano, de irreligioso, parecía que su
organización le desconcertaba; se sentía mal,
ya no podía contenerse; protestaba, se opo­
nía 9 se indignaba; parecía uo volcan que á na­
die perdona. Tal era su carácter, su natural.
Yo lo he visto, sí? y o he presenciado todo
131' I . : t□ r ' N . i - o - , ) L ' i p .- in ■
57
eso,, y y o , militar, que lo confieso, habia des­
cuidado mi religión , y no la practicaba s me
admiraba al principio \ pero eo seguida me
puse á pensar y esperimenté emociones que
siento todavía, y que sirven de testo a pío
fundas meditaciones. Ha visto el emperador,
religioso ¿ y me he dicho á mí mismo ¿ ha
muerto en la religión, en el santo temor de
Dios. No se me oculta que me vuelvo viojo,
que la muerte me alcanzará también, y qui­
siera morir como murió el emperador.
No dudo qne el general Bertrand se acorda­
rá como yo, de las conversaciones religiosas y
de la muerte del em perador, y estoy cierto
acabará tal vez sus dias como su Señor y
su amigo,,,
El general Montholon tuvo la bondad de
darme estos detalles de viva voz* casi en los
misinos términos qne se acaban de le e r ; aña­
dió estos que trasladaré luego acerca la estre-
ma-uncíon y el viatico, con unas confidencias
que publicaré igualmente. El general, hacia
hablar á menudo á Napoleon, citando sus di­
chos y hechos. Todo el mundo eslá en cierto
modo en estado de reconocer el numen inspi­
rado y la elocuencia naLural de su hablar sea*
58
tencioso y lacónico en que se ve tan p r o s u ­
damente marcado el sello del poder. Conce­
bía fácilmente las ideas y las palabras salían
sío esfuerzo de los labios del general para gra­
barse con igual facilidad en mi memoria.
No obstante creí de mí deber pedir al ge­
neral, si no le repugnaba escribirme una car­
ta , que fuese un testimonio auténtico de los
sentimientos y de Ja piedad del emperador*
y tuvo Ja bondad de acceder á este deseo
tan natural por mi parte, prometiéndome una
relación ecsactade la solemnidad religiosa que
habia consolado la agonía del emperador.
El empeño de tener un sacerdote, fué úni­
camente el resultado de las meditaciones , un
acto de Ja conciencia del emperador y una
determinación de su voluntad.
Si hemos de dar crédito al Señor de Las-
Casas , el gabinete ingles, se opuso, á su de­
manda, hasta el punto de tener que ecsigirlo
el Santo-Padre y de amenazarle que apelara-
ria á la Europa entera, si se negaba á satisfa­
cerla ó retardaba su consentimiento. Londres
condecendió por fin permitiendo al cardenal
Fesch que elegiese un Sacerdote.
Las repelidas instancias del Emperador ven'

b "I e l . ■ i ' Jn c-.r L '.im v ,


59
cieron al cabo la mala voluntad, que hacía
dos años, le negaba hasta los consuetos reli­
giosos en su destierro \ recibió esta nolícia el
h de noYiembae de 4 84 8 por la siguiente co­
municación oficial, que es un documonto me­
dito, procedente del mismo IIudsoii'Lowe.. (4)

Documento inédito d*Hudson-Love*

The governor perusing to instructions he


has received from earl Bathurst, one of His
ÍJajesty ’s principal secretarles o í staLe, has
the honor to communicate as follows:
That cardinal Fesch, havinh represented to
the pope the desire of general Bonaparte to
have a priest resident at Longwood,, in whom
he m a y coníide, and having made an a p p l í -
cation to the prince regent, for premission to
procure and seud to Sainte-Hélene, a román
catholic priest to attend on general Bonaparte.
His R ojal Higliüess, who liad seen no reason
to wilhold his assent, to his application oq

( i ) Hudson-Love era el gobernador de la isla


de Santa-Eleoa, que con privacioues, é insultos
cuotidianos accelerd el desarrollo de la enfermedad
originaria de Napoleon*
60
behalf of general Bonaparte > liad signiGed hia
consent that cardinal Fesch, shoüld agreably
to general Bonaparte, visites select a priest
for that purpose, and that this priest should
ha ve perniission to reside at Longwood, sub-
ject to such condilions as it may be necessary,
for him previons by to subscribe*
The governor has te honor further, to m a­
t e hnown that earl Bathurst having observed
in tbe governor recent despatches, general
Bonaparte liad expressed a wiáh to lia ve a
french surgeon of hnown repntation establis-
hed at Longwood> aud to have a cook in
■vvhom he could place confidence, his lords-
hip had availed himself of ihe same opportu-
nites to make general Bonaparte Js wishes, on
thissubject, known to cardinal Fesch, accor-
ding to him to select persons for bolh theae
situations, to proceed, to Sainte-Helene in
company -mili tbe román catholic priest, and
under similar engagements as to tbe restric*
tions of their comunications, and intercome
Vvith inhabitants of ihe island.
Earl Bathurstli has added he would not
Fail to give the governor ihe earliest informa-
tions of the ñames of the individuáis selected
for dieses offices and of the probable percid
of theír departure of Eogland.
Sainte-Héléne ? Jf novembre 484 8.
Es copia fiel del original, conservado entre
los papeles de Santa Helene.
F, Montholon

Traducción del documento oficial inédito


de Hudson-Lowe*

El Gobernador conformándose con las ins­


trucciones que ha recibido del Conde Bathurst,
uno de los principales secretarios de Estado
de Su Magestad, tiene el honor de comunicar
lo que sigue:
Que habiendo el cardenal Fesch, hecho pre­
sente al Papa , que el general Bonaparte de»
seaba tener un sacerdote , que residiese en
Longwood, y en quien pudiese depositar su
confianza; y dirigídose al príncipe regente pa­
ra conseguir el permiso de enviar al general
Bonaparte ¿ un sacerdote de la religión católi­
ca 7Su Alteza R e a l, no hallando motivo para
oponerse á la solicitud del general Bonaparte,
había aconsentido en que el Cardenal Fesch,
secundando la voluntad del general Boñapar-
02
te eligiese un sacerdote, el cual pudiese resi­
dir en Longwood y pero con Ja condicion de
que se sometiese á las obligaciones que tal
vez pudieran imponérsele.
El governador tiene también el honor de
declarar que habiendo el Conde Bathurst ob­
servado en sus ultimas cartas oficiales que el
general Bonaparte habia dado a entender que
desearia tener un cirujano francés de conoci­
da reputación, avecindado en Longwood y
un cocinero en quien pudiese tener confianza,
Su Señoría habia aprovechado esta ocasion,
para poner en conocimiento al Cardenal Fesch
los deseos del general Bonaparte ( i ) sobre el
particular, permitiéndole eligir los indidivi*’
dúos que deban desempeñar estas dos funcio­
nes, los cuales deberán obligarse á las mismas
condiciones, con respeto á sus relaciones con

( t ) El título de general se ve repetido casi en


cada línea» La razón de esto es muy sencilla. El
infortunio de Napoleón está cifrado en esta sola
palabra. Hudson-Lowe y el emperador piensan
unánimemente sobre el motivo de esta repetición.
Todo el rencor británico se man i fes t a en este in­
culto que ofende al cielo y á los hombres» pues
es el equivalente del regicidio
los habitantes de la isla, y emprender el
viagé para Santa Elena con el Sacerdote Ca­
tólico.
E l conde Bathurst ha añadido que comuni-
caria al gobernador lo mas pronto posible Jos
nombres de los sugetos elegidos para estos
empleos, y el dia de su salida de Inglaterra.
& Noviembre de *1 848.
Está conforme con el original.
París, ^ abril h 8JJ0.
F. Montholon*
Habiendo recibido el emperador esta noti­
cia, aguardaba con impaciencia la llegada de
los sacerdotes anunciados en la carta de Hud-
son Lowe, y hablaba de ellos con satisfacción
y alegría.
Su presencia iba á suminirtrarle el primer
alivio y consuelo verdadero que hubiese es-
perimentado desde su llegada á Santa Helena.
„ Enfin decía, tendremos misa los domingos*
„ Volver á ver la religión„ equivale á volver
iyá ver á la patria* Separados de nuestras fa-
j,milias, tendremos á lo menos sus costum-
>,bres, tendremos un vinculo, una coraunica-
,, cion con la E u ro p a , la de Los recuerdos. Si
„ nosotros establecemos un altar católico en
VT»
,,esta isla, podremos envanecernos de ello,
„pues Labremos enarbolado en ella el estan-
3, darte de la Francia y de una vitoria perpetua
^co n tra nuestro enemigo.Sí, la religión levan-
,, tara otra barrera entre Planlacion-Iiouse y
, , y Longwood (4 ) entre estos herejes y y o*
jj Los sacerdotes que deben llegar son nuestros
„ correligionarios, nuestros compatriotas, nues-
tros hermanos, un refuerzo contra la Ingla-
^tGrrs» ^
La palabra herege asomaba con frecuencia
á los labios del emperador. La pronunciaba
siempre con tono insultante y con el acento
de reprobación que este epíteto implica. Cuan'
do decia que íludson Lowe era un hereje, es­
tas palabras eran no solo las de una alma re­
ligiosa >si que también las de un 113113004 las
de un Corso y las de un emperador cautivo y
víctima de la perfidia inglesa»
Un motivo tenia mas grave para desear te­
ner sacerdotes; tal era su salud arruinada:
tenia el presentimiento de su prematuro y
prócsimo fin y y hablaba frecuentemente de

( i ) Plantación-Elouse era la habitación del


Gobernador Hudson L o w e, Longwood, la del E m ­
perador y su comitiva.
esta idea que no se apartaba nunca de su ima­
ginación; „ I n g la te r r a , decía? reclama mi ca-
>,daver, y no la haré esperar mucho tiempo. „
Prevenía la hora de su muerte con la misma
serenidad que en otro tiempo la de la vitoria.
Las almas vanas se alimentan de ilusiones,
pero el alma grande de Napoleon tenia nece­
sidad de la verdad, aun que fuese la de la
muerte. Pero antes de describir su agonía su­
blime, es preciso reunir y citar aquí todas las
palabras religiosas del em perador , disemina­
das en el Diario del Conde de Las-Gasas, en
O J Meara y en Antommarchi, uniendo á ellas
las memorias inéditas ¿ las adicciones, y las
rectificaciones que he podido recoger. E l lec­
to r, en vista de las varias declaraciones, se
convencerá con mas facilidad y certeza. E s­
tas voces diferentes son como varias sendas
que conducen al mismo fin, y una transi­
ción á confidencias mas esplícitas y mas esten­
sas. Sin embargo no podremos desatendernos
de ciertas frases de las ideas y de los hechos*
Napoleon, por m asque digan, fué siempre
celoso de su dignidad personal, pero mas aun
en Santa-Elena. Parece que con la vigilancia
y el imperio sobre si mismo quisiese recoii"
66
quietar el poder que había perdido sobre el
mundo, y vengarse de este modo de la fortu­
na y de la vigilancia de su carcelero. ( \ ) En­
tre los hombres vulgares, el pensamiento es
la vana espuma, digámoslo asi, espítilu volu­
ble é irresoluto : en un hombre grande, es el
fruto de su voluntad. Napoleon en el trono se
había acostumbrado á hablar con reflexión,
mas en el cautiverio de Santa Helena habla
únicamente para la historia y como si estuvie*
se en presencia de la posteridad. Tal es la dis­
posición personal del emperador, pero es me­
nester no perder tampoco de vista el estado
moral y la disposición de ánimo de las per­
sonas que lo rodean, su influencia y sus relacio­
nes recíprocas. Las ecsigeneias no son ya las
del trono, sino las del infortunio. Luis X V I
en la cárcel del Temple sufrió los mas viles
ultrages, y hasta llegaron negarle el consue­
lo de las prácticas esteriores* Solo una vez se
celebró el santo sacrificio de la misa en su cár­
cel > y fue el dia en que el rey mártir iba
ofrecer él mismo á Dios el sacrificio de su vi­
da inocente, pero á lo menos paró aqni el in-

{i ) Sir Hudson Lowe.


67
salto; si no estaban libres las manos que ha­
bían empuñado el cetro, lo estaba la concien­
cia. Efecto deplorable del desorden de los
tiempos! No cabe duda en que no solo se en
cadena y privó de la libertad á Napoleon co­
mo á Luis X V I de las practicas religiosas por
mucho tiempo, sino que hasta osaron dispu­
tarle la libertad del alma. Se le incomodó cons*
tantemente en la franca espresion de sus sen­
timientos religiosos. Por afuera, temía á sus
partidarios en Europa, con quien le aconseja­
ba la política que no rompiese enteramente, al
paso que en su interior tenia que temer á cier­
to compañero de destierro que no titubeaba
en declararse enemigo de la religión é incré­
dulo hasta en presencia de su Señor. Aun hay
mas! la fidelidad misma era para él esclavi­
tud; pues tenia obligaciones hasta con sus com­
pañeros de destierro* Ah! Entonces conoció
muy bien cuanto irónica y cruel era la amis­
tad que no nace de la uniformidad de ideas;
cuan triste era la unión que puede disolverse
con la vida, porque no dimana del corazon. E l
emperador habia visto á Gourgaud y Las-
Casas abandonar la isla, huir áqnella odiosa
morada, donde quedaba cautivo, por mas
68
esfuerzos que hizo para retenerles a su lado.
Es menester colocarse en tan delicada posi­
ción para valuar los miramientos y la lentitud
de Napoleon en declarar su modo de pensar,
relativo á sus creencias religiosas. Mas su or­
gullo se resiste á ello* Desde el principio de
su residencia en Santa-Elena , desde las pri­
meras conversaciones, luego que se pronunció
la palababra religión ¿ el emperador se decla­
ra sin ambigüedad p a ra lo afirmativo; pero
una vez ha cumplido con el deber de hombre
honrado, queda ya satisfecho por el momento
y se impone la ley de no hablar mas de ella.
Para salvar su susceptibilidad * guarda aten­
ciones con la de los otros ; cuantos le cercan
conocen que quiere que los demas sepan que
se lia formado en semejante materia , una opi­
nión independiente, por que no pretende hos­
tilizar la de los otros. Tal es la etiqueta, tal el
espíritu de la conversación que reinó en San­
ta E lena, hasta el día en que desembarcaron
en la isla los Sacerdotes. A le n ta d o con su pre­
sencia, el emperador dará en ad elan te mas
libertad y mas vuelo ¿ sus pensamientos reli­
giosos.
Puede quedar aun duda, despues de lo di-
6 9
dio, acerca el motivo de la venida de los sa­
cerdotes á Santa Elena? No importa que sé
sospeche todavía de la intención del empera­
dor: la dada es el alma de la malignidad y esta
no puede de otro modo impugnar un acto tan
evidente. Se atribuirá á caso la moralidad á
los compañeros del emperador? Al Señor De-
las-Casas por egemplo? esto seria, contrade­
cir él mismo sus preocupaciones, sus costum­
bres, y su retrato original, delineado por el
mismo en sus escritos * en los cuales el mun~
do entero, puede leer y juzgar con una sola
ojeada, el mérito religioso, moral é intelectual
de este Lafayelte en miniatura. El general
Gourgaud lee Ja Bliblia, y quiere que se sepa¿
pero esto no quiere decir que uno sea religio­
so. El Señor Gourgaud puede,sise quiere, te­
ner creencias y no practicarlas. Pnedo afirmar
que no fue el quien reclamó un sacerdote pa­
ra el servicio de Longwood, pues tal vez me­
ditaba ya en aquel entonces el proyecto de ale­
jarse de Santa Elena, como lo efectuó algunos
meses despues la salida del Señor De*Las-Ca-
sas, dejando allí á su Señor cautivo, y viniendo
á buscar en Europa, sí no es la misa, á lo me­
nos su placer y sus afecciones..... Acabamos de
70
oír al General Montholon declararnos con su
franqueza militar „ q u e habia olvidado su re­
ligión en las campañas.,, Por lo que toca al
general Bertránd justamente citado en el D ia­
rio por sus proposiciones antireligiosas, que
disgustaban, y hasta irritaban á veces al e n i'
perador, no se le puede por cierto atribuir
el haber pedido que se enviasen demandar mi­
sionarios catolicos á Santa Elena. A quien pues
debe atribuirse su venida á aquella isla sino al
emperador ? Su voluntad, su espin tu , su con­
ciencia vencieron la indiferencia de sus com­
pañeros, los chistes del general Bertrand y la
oposicion del gabinete inglés.... Las delcaracio-
nes siguientes iluminarán y convencerán hasta
á los mas incrédulos.
CAPITULO II.

SUMARIO.

El emperador creía en Dios y la religión. - Ex­


clamación contra el general Bertrand con motivo
de la primeia coraunion.-Deseo de salvar su alma. -
Lectura y admiración que le causan los primeros
capítulos del Evangelio. - Opinión sobre los conven­
tos, favorablesá los religiosos de la Trapa y si c le ­
ro antiguo. - El emperador Obispo. * Madama de
Stael y el Concordato. * Fé vacilante del Emperador
y deseos de creer mas firmemente. * Importancia
de la religión para un Estado. - Su adesion al cato­
licismo y sus motivos para preferirlo á las demas reli-
gíones.-EI Obispo de Nantesde Voisins.^La comunión
y U consagración. - Elogio de Pió VII por Napo­
leon. - Calculo sobre una cifra de la Biblia. - Lo
que afea la inmoralidad á un Soberano. - Conduc­
ta del general Uonaparte en Italia con los sacerdo­
tes y con la religión. - Juventud del universo y de
la raza humana. - Respeto filial de Napoleon. - £1
marinero ingles, un buen liijo anuncia una buena
madre. - Condena formal del divorcio. - Paralelo
entre el maometismo y el cristianismo. - Los libros
perjudiciales. - Dignidad del alma. - El genio ene­
72
migo del buen sentido. - Opinión del empera­
dor sobre los Curas Párrocos y sus emolumentos.
- S u aversión á los jugadores. - Su opinion sobre el
fatalismo. - El jotren sacerdote anglicano en Long^
wood. - Política del Diretorio y de Napoleon con
Tespeto á los Sacerdotes y al Papa. - Condena del
suicidio. - Borrón puesto por el Emperador á los
guardas del Papa.
® ía k l ©irtria
DE

POR E L SEÑOR DE LAS-CASES.

El corazón tle lo* reyes, m


impíiirUül.Je, como el cielo
«n su sltiuii, y lxi úeria en su
profuudícU-d»
(Pioveibio.^ cap. X X , V . 3 )

CAPITULO SEGUNDO.

Una noche la conversación vino á parar


sobre la religión. El emperador, despues de
iin movimiento mtiy animad e, d ijo :
«Todo anuncia la eesistencia de Dios; no ca­
be duda.*. Desde que ascendí al poder, mi pri­
mer cuidado fue ¿ restablecer la religión,
pues la consideraba su raíz y su base* A mi
modo de ver, la religión es el apoyo de la Mo­
ral, de los verdaderos principios y de las bue­
nas costumbres: La inquietud del hombre ue-
n
cesita de los misterios y de ese maravilloso
que se encuentra en ei cristianismo.,,
El general Bertrand (4 ) habiéndole dicho
el que era probable que acabase por hacerse
devoto j, 5 el emperador contestó ¿ temo que
esto no se verifique. Quiera Dios que muera
como buen cristiano! Mi incredulidad no nace
del estravío, ni de ligereza de animo. El hombre
no puede responder de nada, de lo que espe­
cialmente tiene relación con sus postreros ins­
tantes. „
£1 general Bertrand tuvo una ocasion la
osadía de jactarse de no haber comulgado nun­
ca j estOj respondió Napoleon ? no os hace
ningún favor; habéis faltado á uno de los pri­
meros deberes con menoscabo de vuestra e d u ­
cación* Es superior á mi inteligencia el querer
esplicar de donde dimano, adonde voy y lo

(i) En el Diario de Santa - E lena, en lugar del


nombre propio el Conde de Las Casas escribe: uno
de nosotros* Esta observación es aplicable a los d e ­
más pasages de estas citas en las cuales se lee el
mismo nombre. He substituido aquí el del gene­
ral Bertrand por la declaración de un testigo que
asistía í esas conversaciones con el Sedor De Las-
Casas.
75
que soy. Sin embargo esto es un hecho cier­
to. Yo soy el reloj que ecsistey que no se co­
noce. El hombre se inclina á lo maravilloso.
Ello es que estamos rodeados de maravillas, y
que todo es fenómeno en la naturaleza.
Mi ecsutencia es un fenómeno: La leña que
se pone en la chimenea y nos comunica el
calor es un fenómeno. Todas las causas p ri­
meras son fenómenos. Mi inteligencia, m h fa­
cultades son unos secretos admirables que no
podemos adivinar, ni deGnir, y que solo sa­
bemos que ecsisten. Son tan delicados,sutiles
y fugaces que escapan igualmente al analiais
que á la sin tesis.
Es tan consolador el sentimiento religioso
que puede considerarse como un favor del cie­
lo él poseerlo. De cuanta utilidad no nos seria
en este momento? Que poder podrían egercer
sobre mi los hombres y las circunstancias, si
ofreciendo á Dios mis infortunios y pesares,
pudiese prometerme la felicidad futura en re­
compensa 1 Que dicha contemplar un por*r
Venir en que Dios corona la criatura acreedor
ra á este premio! El emperador terminó es­
ta conversación enviando el hijo del Conde
de Las-Casas á bascar el Evangelio, y leyen-
76
d o lo desde el principio hasta el discurso de
Jesús en el Sinaí. Decía que se sentía e m b e le -
z a d o , y estasiado p o r la pureza y p o r la s u ­
b lim id a d de sem ejante d o c trin a (4) E n c u a n ­
to á la M elan ia d e L a H a rp e , el e m p e r a d o r
cen su ra n d o la com posicion, decia que era u na
m e n tira desde el principio al fin: “ J a m a s un
p a d r e ha tenido suficiente p o d e r p a ra obligar
á una bija á pasar sus dias en un m onasterio ni
la au to rid a d hu biera consentido en ello. lie
presenciado muchas profesiones: pues es una ce­
re m o n ia q u e somos b a stan te aficionad os los m i ­
litares* Si una joven hu biere p roferido un JYb,
la h u b ié ra m o s librado con la espada en m a n o ;
es falto p u e s que se hiciese uso de Ja violen­
cia, y solo se servían lal vez de la seducción,
c o m o se praclica con los reclutas» E ll o es que
antes de concluir d e b ían pasar p o r las religio­
sas., la s u p e n o r a , el d ire c lo r, el O bispo, el ofi­
cial civil y los e s p e c ta d o r e s } y c o m o era po-

( i ) E l que desee formarse una idea ecsata de


la fé dél Emperador, lea el Evangelio de San M a­
teo* pues es del que aqui se tr a ta , y se vera qiíef
Lo que.precisamente admiraba era el dogma, la doc­
trina;. ,coa efecto aquellos pocos capítulos refieren el
misterio de la E n c a r n a d o ^ que «a la base de los
demás.
77
sible avenirse tantos para consumar un cri­
men? „E1 emperador añadía $ „ yo no abogo
por los conventos^ pues reconozco un grande
escollo en la ociosidad. Sin embargo hay ra­
zones en su favor. Un imperio como la Fran­
cia puede y debe tener trapeases. Si un Sobe­
rano impusiese las prácticas que observan, se­
ria la mas abominable tiranía; y sin embargo
esas reglas tan austeras forman las delicias del
que se las impone voluntariamente. Yo he to ­
lerado y hasta alentado los frailes del Monte-
Genis que son unos verdaderos croícos. Soy
de parecer que los frailes serian las me­
jores corporaciones para la enseñanza..... Me
siento algo inclinado en su favor. Tengo afic-
cion á los sacerdotes...(4 ) No me quejo del
clero antiguo. Nada tengo que decir contra
los antiguos obispos* que han sido testigos de
lo que he hecho en favor de la religión, y que
se han manifestado siempre agradecidos. Pues
h<in correspondido á mis esperanzas. Todos
han merecido mi confianza, sin que tenga que

(i) Que ideas puras y nuevas! que claridad,


que especificación, que lógica tan robusta en favor
de la religión y contra las declamaciones del libe­
ralismo acerca de las religiosas y los conventos *
78
quejarme de ninguno de ellos (1). Los hom ­
bres han comprendido mi atan para los intere­
ses sublimes de la religión. El protestantismo
es la llaga de la Europa y yo esperaba cica­
trizarla.,,

Los frailes serian las mejores corporaciones para


la enseñanza. Tal es la opinión del Emperador, no
en armonía con la de los Señores de la Universidad.
La restauración ha proscrito i los Jesuítas. Seria
curioso verlos restablecer por el triunfo de la li­
bertad de la enseñanza. Los liberales conciensu-
dos, los republicanos no verian en fello mas que una
consecuencia de un principio, pero los canonigos
del Consejo real de la instrucción pública lo inter­
pretarían diversamente.
(j) Este elogio del clero antiguo de Francia es
justo, y honra sobremanera al emperador y al Cle­
ro* Con efecto no se aprecia como merece Ja virtud
de los eclesiásticos que han restaurado el culto en Fran­
cia j despues de huber apurado las heces de Ja per*
secü cion, supieron olvidar los sacrificios que hicie­
ron de sus intereses , y sin echar á menos el an­
tiguo esplendor de que habían disfrutado, se aco­
modaron sin recriminacióny ni desabrimiento y con
una abnegación verdacfaderamente evangélica, álas
circunstancias, no pidiendo mas de lo que el go*
bierno habia prometido.
7 9
Uq dia, que salió á paseo en coche: » es Do­
mingo, dijo el em perador \ si estuviésemos en
un pais cristiano, si tuviésemos un sacerdote,
podríamos oír misa, y pasar como correspon­
de una parte del dia.
Me ha gustado siempre el sonido de las
campanas,
Dos cosas rae faltan en esta isla de herejes,
y sin hospitalidad, y cuya privación me es
insoportable : las campanaa y la misa* Nos
niegan un sacerdote y no podríamos, como
emperador consagrado, ordenar uno con nues-
tra autoridad? Acaso no he sido ungido, con­
sagrado de la misma manera que uo obispo ?
Cío vis y sus sucesores no fueron ungidos en
la formula de Rex Cristiejue sacerdos? No
eran unos obispos legítimos ? Y que es lo que
ha podido motivar la supresión de aquella
fórmula, sino los celos de los obispos y de los
papas? En Za época del Concordato, madama
de Stüe! estaba furiosa; suscitaba contra mi &
los republicanos y aristócratas ; >>No leneis
que perder un solo momento u (Ies decia),
mañana el tirano tendrá b 0,000 sacerdotes
á sus órdenes. „ ¿si desahogaba su rabia un^
protestante.
80
40 Febrero 4 816. Hemos aprovechado la
serenidad de la tarde dando un largo paseo
por el jardín; la conversación ha sido de las
i •

mas interesantes, y los asuntos sublimes y


profundos ; se trataba de las diferentes ¡reli­
giones , del espíritu que las había inspirado,
los absurdos, las ridiculeces con que las habían
mezclado, los escesos que las habían degrada-
dado y las objeciones que se les habia opues­
to ; el emperador trató todas estas materias en
su superioridad acostumbrada. (4).
Hablando de los sacerdotes y de la religión
el emperador dijo : „ El hombre a r r o j a d o en
el mundo se pregunta: de donde vengo? Quien
so y? Y estas cuestiones misteriosas nos atraen
á la religión j nuestra inclinación natural nos
conduce á ella.... Creemos en Dios, porgue
ledo lo que nos rodea lo proclama y los ta­
lentos mas sublimes , lian creído en é l , no so-
lo Bossuet y Fenelon , cuyo ministerio era
predicarlo,sino basta Pascal, Leibnitz y Ne\yton
y tal ha sido también la marcha que lia, se-

(i) Lástima que se perdiese esta couversacion


esclama el Sr. de Las-Gasas, que fué larga y versó
sobre asuntos graves y profundos ! Y no nos dice
oada mas.
81
gnido mi espirita. He tenido necesidad d e
creer y b e creído 5 p e ro m i creencia h a sido
■vacilante desd e que tengo d is c e rn im ie n to , h a
titubeado. Acaso h a sido p o r m i culpa, acaso
creeré mas firm em e n te en adelante 1 Dips lo,
p e r m i t a ! no m e opo ng o á ello, y lo deseo vi­
v a m e n te , pues c o n o z c o que debe.ser,una g r a n - ,
de y v e r d a d e r a fe lic id a d . Sin e m b a rg o , p u e d a
asegurar q u e la falta d e te .n o ha ejercido e n
mi la m e n o r influencia^ ni: en las grandes b o r ­
rascas, ni en las sugestiones accidentales d e la
in m o ra lid a d , y que nunca be dudado de
Dios; p o rq u e s¡ mi juicio tto alcan zaba á c o m ­
p ren derle, mi in te rio r no o b sta n te le confesa­
ba, Mi constitución orgánica sim patiza con es­
te sentim ien to . Cuando llegué al p o d e r , tenia
y a fijadas mis ideas so b re Lodos los e lem e n to s
principales qu e consolidan la sociedad ; h a ­
bía pesado ya la im p o rtan c ia de la religión, es­
taba c o n v e n c id o de ella y había resuelto su
r e s u b l e c i m u i n t o ; pero con dificultad se c re e ­
rían los o b stác u lo s q u e tu ve q ue su p era r p a ra
hacer revivir el catolicismo. El consejo de Es­
tado fue el que se resistió mas al Concordato,
y si c e d ie ro n , fue co a la d e te rm in a c ió n de
aban do narlo despues. „ Pues bien 1 (se decían.
82
el nno al otro), bagamonos protestantes, y no
tendremos que ver en ello* ,,No cabe dada de
que en el desorden al cual j o sucedía, que cu
medio de las ruinas en que me hallaba coloca­
d o , estaba en mi mano escoger enlre el cato­
licismo y el protestantismo ; también es cierto
que las tendencias de aquella época eran todas
hacia este ultimo \ pero á mas dd que j o es­
taba por mi nativa religión, tenia los mas pode­
rosos motivos para decidirme eo su favor*
Que hubiera conseguido proclamando el pro­
testantismo ? Hubiera creado dos grandes par­
tidos en Francia, casi iguales, cuando mi in­
tento era destruirlos todos. Hubiera desperta­
do el furor de las guerras de religión. Encar­
nizándose estos dos partidos j persiguiéndose
recíprocamente, hubieran aniquilado la Fran­
cia y echóla esclava déla E u ro p a, cuando j o
ambicionaba hacerla su reina. Con el catoli­
cismo conseguía con mas seguridad mis gran­
des intentos; en el esterior el catolicismo me
conservaba el papa , j no dudaba de que 9 con
mi influencia, j nuestras armas en Italia lo­
graría tarde ¿tem prano j de un modo ú otro
dirigir á mi alvedrio al pontífice» Y que, in­
fluencia ejercía desde aquel momento! Que po­
83
der de opiníon sobre lo restante del mundo l
E l obispo de Nantes (de Voisin), el sacer­
dote que mas ha merecido mi confianza, me
convertía al catolicismo con la sabiduría de
sua discursos, su escelente moral , y su tole­
rancia ilustrada*
£1 obispo de Nantes liabia vivido con D i-
derot entre los incrédulos; asi es que sabia
rebatir cuantas objeciones se le proponían.
Poseía la bnena fe de abandonar lo que co-
nocía no poder sostener. Se retiraba pues
los últimos atrincheramientos , y aun á
veces á la fortaleza; y desde allí se defendía,
atacaba con valor. Era mi oráculo, mi guia;
tenia puesto en él una ciega confianza en ma­
terias religiosas; porque en mis disturbios con
el Santo-Padre, mi primer cuidado > por mas
que hayan charlado los intrigantes y cizañe­
ros, era conservar ileso el dogma. El empe*
rador terminó diciendo:
„E1 dia en que fui consagrado ., el papa me
dispensó de la comunion en público, y por es­
ta determinación juzgué de la sinceridad de
sus creencias religiosas, Habia congregado va­
rios cardinales para fijar el ceremonial j la
mayor parte insistió con firmeza en que yo
m
comulgara en público, sosteniendo que elegern-
pío edificaría á los pueblos y que era preciso
que lo diera. El papa temiendo, al contrario,
que no cumpliese este acto como uno de los
artículos del programa del Señor Segur, no
veia en ello mas que un sacrilegio y se opu­
so firmemente.» Napoleón, decía, no está Lal
vez dispuesto á recibirla: vendrá el dia en que
la fe le aconsejará que comulgue; mas no agra­
vemos, entretanto, ni su conciencia, ni la
nuestra.«Firme en su caridad cristiana, pues
es verdaderamente muy bueno, justo y ama­
ble, no ha perdido nunca la esperanza de ver­
me acercar un dia arrepentido á su tribunal
y hasta ha dejado entrever algunas veces que
no creia que le saliese fallida. Hablabamos
á menudo amigablemente de esto.,, Vendreis
á él tarde ó temprano, me deci.i, con una can­
dida amabilidad, y o , ó cualquier otro os con­
fesarán y vereis entonces que contento, qne
satisfacción esperimentareis...,»
Sin embargo era tal la influencia que ejer*
cia yo sobre él que con solo el poder de mi
conversación privada, le arranqué por decir­
lo así, aquel celebre Concordato de Fontaine-
bleau, en el cual hubiera renunciado á la so-
’ 8 5
beranía temporal, por cuyo acto hadado á co­
nocer despues que lemia el fallo de [a poste­
ridad. Apenas hubo firmado se arrepintió de
ello. Al dia siguiente debía comer en publico
conmigo j pero en la noche, se puso enfermo
ó fingió estarlo, pues apenas separado de mi,
se vio sitiado por sus consejeros que le hicie­
ron un espantajo de lo qne acababa de prac­
ticar* Si hubiésemos quedado solos, hubiera
dispuesto de él á mi albedrio; hubiera gober­
nado el mundo religioso con la misma facili-
dad con que regía el mundo político. Pió V II
es un cordero, un verdadero hombre de bien,
á quien aprecio, á quien quiero muchísimo, y
estoy seguro de que me corresponde por su
parte en cuanto puede; nunca le vereis que­
jarse de mi, ni acusarme directa y personal­
mente.
Una noche en Santa-EIena, el emperador
echaba cálculos sobre la fecundidad producti­
va del terreno de Egipto. Esto dio molivo pa­
ra bablar^de otros objetos y entre otros de la
población que tuvo y pudo tener el Egipto
en los tiempos remotos, y de cual pudo ser
la de los Israelitas, si en el corto espacio de
tiempo que estuvieran allí cautivos^ habían
S6
pod¡desmultiplicarse hasta el punto que leemot
en la Escritura l Sobre lo que el emperador me
d ijo f al Señor De Las-Cases) que le trajese
al día siguiente alguna noticia acerca de este
asunto. lie aqui el cálculo que se le presentó.
Los Israelitas permanecieron 200 años en
Egipto y en cuyo periodo pueden entrar diez
generaciones. En aquella época se casaban to­
dos muy jóvenes, y tenían una prole nume­
rosa. Suponiendo pues á los hijos de Jacob,
gefes de ias doce tribus, todos casados, y su­
poniendo ademas por un momento, que cada
uno de ellos tuviese el mismo número de hi­
jos, ó seis parejas y así sucesivamente, la d é­
cima generación se debia componer de dos
mil cuatrocientos ochenta millones, sesenta
cuatro mil setecientos cuatro individuos. Asi
que por mas que se disminuya el numero de
los hijos, por mas que se aumente el de los
muertos, uunca se llegará i formar un cálcu*
lo que pueda desmentir la relación de Moisés.
E l emperador se ha ocupado algún tiempo en
buscar los defectos de este discurso, y se ha en­
tretenido en rectificarlos*
La inmoralidad, decía el emperador, es sin
duda alguna la inclinación mas funesta que
87
pueda tener un soberano, pues pasa luego á
hacerse en moda , que se jactan todos de se­
guir para agradarle, robustece todos los yicios,
debilita las virtudes, infecta la sociedad como
una verdadera peste; en una palabra es el azo­
te de una nación. La moral pública, al con­
trario, añadía, es el complemento natural de
todas las leyes, es por si misma un codigo
perfecto ; y concluya que la revolución, á pe­
sar de sus horrores, había sido la causa ver­
dadera de la regeneración de nuestras costnm-
bres, de la misma manera queel mas inmun­
do estiercol activa y robustece la vegetación,
no va citando en sostener que su administra,
clon seria memorable por la restauración de
la moral. La moralidad pública, decía, pertene­
ce al dominio especial de la razón y de los cono­
cimientos; es su consecuencia natural, y sería ne­
cesario hacerlos retroceder, para reproducir los
escándalos y las torpezas de los tiempos pasa­
dos,la autorización de los doblesadulterios, el li-
bertinage de la regencia, el desarreglo del reinado
que la ha seguido; á mas de esto seria necesario
reproducir también todas las circunstancias de
aquella época; esto es imposible. Seria preciso
renovar la ociosidad absoluta de los nobles
9
88
que cifraban toda su ocupacion en las relacio­
nes licenciosas de ambos sexos. Seria menes*
ter destruir en la clase media, esa vida indus­
trial; que agita todas las imaginaciones, aviva
todas las ideas y estimula los ánimos. Seria
indispensable enfin volver sumergir la plebe
en aquel envilecimiento y aquella degradación
que la reducía á estado de animales de carga?
y brutalidad. Todo eso, repilo , es imposible.
,, Penetrando en Italia (cleda el emperador)
he cambiado las costumbres, los sentimientos,
el lenguage de nuestra revolución. No hice ya
arcabuceara los emigrados, lie socorrido á los
sacerdotes, he abolido las instituciones, las
fiestas que le hacían poco honor. No me he
dejado guiar en esto por mi capricho, sino por
la razón y la equidad, que son las bases fun­
damentales de la alta política. Por ejemplo,
si el aniversario de la muerte del rey se hu­
biera continuado, los emigrados no se hubie­
ran nunca reunido. „
El emperador discurría sobre nuestros co­
nocimientos antiguos y sobre los historiadores
que nos los han trasmitido; la conclusión debia
recaer indispensablemente sobre la infancia del
m undo, ó mas bien sobre la del género hu­
mano.
89
Hablando de su familia ^ decía : „ Mi madre
es acreedora á toda especie de veneración j por
lo que toca á mis hermanos, les he tenido
siempre un amor verdaderamente fraternal.
Los he querido a todos ¿ pienso que en su in­
terior me han correspondido siempre y que
en caso de necesidad me darían pruebas de
que me aprecian.,,
Un joven marinero inglés prisionero en
Francia , huye del depósito , llega á cons­
truir con mucha dificultad y paciencia
un pequeño bote , esperando llegar con
él á los buques ingleses del crucero, mas
fué descubierto: Napoleon lo supo y le hizo
venir á su presencia. Parece, le dijo, que tie­
nes grande deseo de volver á tu patria : te
aguarda acaso en ella alguna querida? No,
(contestó el marino) sino mi madre, que es
ya anciana y achacosa, y quisiera volver á
verla. Pues bien, pronto estarás á su l a d o , (repuso
Napoleon ) r y mandó luego que cuidasen de
aquel joven, que lo vistiesen y lo llevasen á
bordo del primer buque de su nación, encar­
gando al mismo tiempo que le diesen una pe­
queña cantidad de dinero para su madre, aña­
diendo; )) que debía ser una buena madre, su­
*0
puesto que tenia un hijo tan bueno. « (1)
El 4 6 setiembre de 4 84 6, el Emperador,
nos refirió que su hermano Luís le habia escri­
to una carta desde Roma, en 4 8 1 5 ; era una
especie de Tratado, decía, en el cual me hacia
condiciones para volver á mi lado. Creeríais
que una de ellas era que seria Ubre de divor­
ciarse con Ortensia? Maltraté a su envia­
do, por haber tenido la osadía de encargarse
de semejante absurdo y por haberse persuadí do
que fuese escuchada semejante propuesta. Nues­
tros estatutos de familia lo prohibían formal­
mente: y se oponían á ello la política, laopi-
ilion y la moral.»
Napoleon hacia observar, como un objeto
digno de atención , que los tres cultos que ha­
blan estirpado el politeísmo (2) y propaga­
do por todo el universo la idea de un so­
lo D ios, habían salido del mismo lugar:

( i ) Nada mas tierno que este acto del empe­


rador, ni mas bello que la observación final, digna
de ser conservada y gravada en el corazón de to*
das las madres.
( t ) Sistema religiosa que admite muchos dio­
ses»
91
Analizando entonces las dos religiones de Ori­
ente y de Occidente (4); decia que la nuestra
era enteramente espiritual, al paso que la de
Mahoma, era del todo sensual; que entre
nosotros dominaba el espíritu por medio de
la caridad mientras que entre los mahome­
tanos todo era, sensualismo; huríes (2) de ojos
azules, florestas risueñas, ríos de leche 9 y
concluya comparando las dos religiones y di­
ciendo que la una era espíritu y se presentaba
como la religión del amor ¿ que la o t r a , aL
contrario, era toda terrestre y venia á ser la
religión de los sentidos.
Hojeando cierto dia Napoleon un libro m o­
derno, decia que lo hallaba muy mal es­
crito, que torios esos libros eran de mera es­
peculación, hechos por orden y á cuenta de los
libreros. Decia que el mundo se hallaba ame­
nazado de una inundaciondeohras malas y que

(1) Este es el dnico pasage cuyo sentido sufrid


una rectificación esencial, según dicho del general
Montholon. Por otra parte la versión del Seuor de
Las-Casas es incomprensible para los que conocen
la religión.
( 2 ) Hurí: nombre que Mahoma dio á las nin­
fas de su paraifiQ para deleite de los Heles musul­
manes*
92
no veia como podía librarse de este azote. '(A).
La imaginación se halla tan exaltada, que do*
mina con facilidad el talento y puede oscu­
recer los puntos mas luminosos.
Al quejarse el emperador de su cautiverio y
de su carcelero, concluía diciendo:» sea loque
fuere, los malvados solo ejercen su poder en
el cuerpo. El alma reina en todas partes , y
puede elevarse hasta el cielo, hasta desde lo
mas hondo de un calabozo. Varios folletos,
decía, me han acusado de perfidia, de no te­
ner ni fe ni palabra, pero nunca he mereci­
do este reproche.
Decia hablando de los cu ras ; " q u e hubie­
ra querido hacerles m uy interesantes y útiles.
Cuanto mas instruidos son, añadía ¿ menos
abusan de su ministerio. A m as de la teología,
íes hubiera hecho aprender los elementos de
agricultura, medicina, y jurisprudencia; los

( i ) El periodicisino y los malos libros son en


efecto la cangrena de la época. Las falsas ideas y
libertinas que socaban la fe', atacan menos la reli­
gión que la sociedad. Ni la constitución ni aun el
presupuesto pueden remplazaría. La religión s u b ­
siste en la independencia de los Estados , pero un
Estado no puede subsistir sin religión.
pastores de almas serian entonces una verda­
dera providencia para sus feligreses , y como
se les aseguraría asi un brillante estado, se
les tendría también la m ayor consideración;
ejercerían sin peligro toda la influencia del
feudalismo sin tener el poder del señorío. U a
cura párroco seria el juez de paz, el verda­
dero gefe moral de su parroquia ; y si á esto
se añaden las pruebas y noviciado para llegar
á serlo, que garantizan en cierto modo la vo­
cación y suponen buenas disposiciones de co-
razon y de anirao, puede asegurarse que se­
mejante organización de pastores espirituales
produciría en los pueblos una revolución
moral en beneñcio directo de ¡a civilización»
E n mi Gonsejo de Estado habia declamarlo y a
contra los emolumentos de los ministros
del culto, haciendo resaltar lo indecente que
es ponerlos en el estado de regatear unos ob­
jetos tan sagrados couio indispensables y rae
proponía destruir este abuso haciendo gratui­
tos los actos de religión ¿ único modo de real­
zar su dignidad y su caridad. Hacemos m u ­
cho para la plebe > siendo asi no hay nada
mas natural y sencillo , q u e el r e e m p l a z a r
estos emolumentos con un impuesto le g al:
pues todos nacemos, muchos se casan y to­
dos m o r i m o s ; ved ahí tres grandes agio­
tajes que me repugnan y que quisiera aniquilar.
Ya que los intereses son comunes á todos,
porque no someterlos aun impuesto especíalo
bien confundirlos en la masa de las contribu­
ciones generales..... ( 4 )■
Napoleon decia: „ mi prevención contra

( i ) Estas ideas revelan las preocupaciones


religiosas del E m perador, y prueban que solo la
guerra la im pidió resucitar la religión , y devol­
ver su antiguo esplendor á los altares. El clero fran­
cés no es a v a ro , no es codicioso. Este vicio ea
demasiado 'grosero. Sin embargo los emolumentos
son un manantial de recriminaciones que ofenden
la magestad del santuarios el pueblo ignora los
anatemas de nuestros libros sagrados contra los
que atesoran para ellos y sus familias en lugar de
distribuir a los pobres el sobrante de las rentas
eclesiásticas. La codicia es incompatible con el vo­
to de castidad. Que servicio b u b i^ a prestado
con esto el Em perador í la Iglesia ! Ojalá sea com ­
prendido y realizado al^un dia el plaQ de aquel
hombre grande ! Todos lo aplaudirían , pues
seria en bien de to d o s , 6 cuando no otra cosa, evi­
taría la simonía que tantos males acarrea á la
Iglesia.
los jugadores era t a l q u e un hombre perdía
enteramente mi aprecio * desde que le recono­
cía este defecto; no tenía la paciencia de ave­
riguar si mi juicio era justo ó injnsto,sÍno
que ya no hacia caso de él. v
Un prefecto joven se negaba á dar el tra­
tamiento á un ministro del E m p erad o r, y se
quejó de esto. Napoleon respondió riéndose
El Godigo no le impone esta obligación. Sin
embargo es preciso terminar este negocio: h a ­
ced que se presente su p a d re , y estoy cierto
de que el joven no se negará á ( 2 ) obedecer
sus órdenes.
Ydj Señor, corredj decia por lo regular el
emperador, despues de haber confiado á algu­
no un asunto de gravedad y no olvidéis que el
inundo fue criado en seis dias. „ mi organisa-
cion_, decia detesta el crimen. „
4? de octubre de 1816. En varias conver­
saciones, se ha hablado del fatalismo, y el em ­
perador ha dicho cosas curiosas y notables
>■

( i) El emperador no solo era buen hijo, sino


que pensaba que todos debían serlo: aquella viva
fé en ¡a autoridad paterna es prueba de que la aca­
taba j de qae este íentim iento' estaba profunda­
m ente grabado en su corazon, yO i
acerca de esto.^ Entre otras dijo un día...
No es verdad que rae creen fatalista? No im­
p o rta ; dejemosles h ab la r; tal vez querrán imi­
tarme y esto les puede ser de algún prove­
cho.... Lo que son por punió general los hom­
bres.... i£s mas fácil llamar su atención con ab­
surdos qne con ideas justas; pero que hombre
de talento puede fijarse en ellos ni un solo ins­
tante 1 0 el fatalismo admite el libre alvedrio, ó
le.niega; en el primer caso que significa, pre­
guntan, un resultado fijado ya de antemano* y
que sin embargo la menor determinación , un
paso , una sola palabra, hace variar á lo infi­
nito? SÍ, al contrarío, lo niega, entonces es y a
otra cosa: según este sistema, cuando uno na-
jee^ no tiene mas que hacer que echarse en la
cuna sin tomarse ningún c u id a d o ; si está de­
terminado que ha de vivir, vivirá, crecerá, aun
cuando no le suministren el alimento indispen­
sable j con esto solo se ve que este sistema es
un absurdo , una palabra hueca de sentido*
Hasta los turcos j apesar de profesar el fatalis-
too, no pueden creer en él: de lo contrario no
cultivarían la medicina; el que vive en un ter­
cer piso no se tomaría la molestia de b a ­
jar por la escaleta., sino que lo haria por
97
la ventana. Tales son las consecuencias á que
conduce este sistema (4).
El siguiente pasage está estractado de una
carta del Señor De Las-Gasas á fíudson-Lowe:
Habiendo la Condesa de Montholon dado á
luz un niño, un eclesiástico ingles, joven m u y
"virtuoso vino á administrarle el bautismo. Re­
cayó la conversación acerca la religión, y pa­
reció quedar m u y sorprendido al oir que nos
quejábamos de hallarnos sin un sacerdote, pues
ere i a sin duda,, como el vulgo, las muchas ne­
cedades que continuamente publicaban acerca
de nosotrosj y se figuraba hallarse entre rene­
gados: llegó á confesar , que le d ije ro n ? y que
lo habia creído., que en Maderaf se nos había
ofrecido un Sacerdote^ y que Jo rehusamos^
maltratándole con palabras indecentes, propias
tan solo de soldados. Se sorprendió al saber
que ignorábamos esta oferta, si es que nos ha­
bía sido hecha. Aprovechando esta circuns­
tancia, encargué al eclesiástico, que despuea
d d almuerzo 3 tuviese la bondad de pasar á

(i) N o puede darse un argumento mas sencillo


y sólido que este contra «1 fatalismo. Sin embarga
algunos sostienen con obstinación que el Emperador
es fatalista. Cada nuo cree lo que le acomoda*
98
ihi habitación, y le describí el estado moral
de los habitantes de^ L o n gw ood: „ Tenemos
rhugeres é hijos, le dije, sin hablar de noso*
tros-mismos, que siénten el verse privados
de los ejercicios religiosos. Desearíamos viva­
mente remediar este mal sin ruido y sin os­
tentación.
„ Era pues un asunto de su ministerio; le
^manifesté nuestros deseos y deje á su cargo,
¿jComo un escrúpulo de conciencia , el cuida­
n d o dé tratar de ello con el gobernador. „ A
esta sola palabra advertí su turbación y él te­
m or tal vez de comprometerse; tal era el
terror que nos rodeaba, No he oido hacer
mención de este asunto ; no se habrá atrevido
á caso, llenar su misión ,; ó habréis qUerido
qué sobre e s t e c o m o en los demas asuntos,
me dirigiese directamente á vos? Si uo lo he
practicado, ha, sido por temor al ridículo que
se ceba siempre en este objeto y de.q.iie>no de­
jando á nuestra elección la de este medio es­
piritual que ecsige mas confianza aun que el
del cuerpo, no nos destinaran un estrangero,
«jiie lejos de proporcionarnos algún consuelo,
aumentase el número de los vigilantes, y tu­
viésemos un espia mas entre nosotros*
99
E l Diretorio usaba con el Papa formulas
ofensivas; el general del egercito de Italia le
llamaba, Santísimo-Padre, yo le m a ni Testa*
ba en mis cartas tin respeto filial. £ l Diretorio
pretendía derribar ai Papa , mas Napoleon
nanea quizo consentir en ello. EJ Diretorio de­
portaba y proscribía los sacerdotes*, Napo­
leon decía á su ejército cuando encontraba al­
guno; “ soldados, estos sacerdotes son fiauce-
jjCes y hermanos nuestros.,^
Hablando del suicidio, decia ;u los princi­
pios fundamentales de la moral cristiana y ese
deber impuesto al hombre de conformarse
con su destino ¿ sea cual fuere , me retraerán
siempre de poner un término por mi mismo
á la orrible existencia de Santa-Elena.,,
El emperador nos dijo que el P a p a , á pe­
sar de cuanto se habia propalado, habia sido
tratado en Fontaineblau con las consideracio­
nes debidas á un Soberano ; que sin embargo
la delicadeza interior ecsigia que se le custo­
diase, y que en cuanto á é l , como hombre y
como m ilitar, no hubiera vacilado en dejar
en libertad ai Papa cuya *¿rasladacion en
Francia no habia sido por su orden* ( 4 (

( i) Ojalá que este borren echado sobre tol


400
PASAGES ESTRACTADOS
de las memorias de O'Meará 9 Medico
del Emperador.

He visto á Napolegn en su baño. Ley a un


librito, que he conocido ser eí Nuevo-Testa-
mento . Ño he podido menos de hacerle ob_
servar que muchos no querrían creer que le­
yese semejante lib ro , porque han asegurado y
propagado la voz de que no tenia uinguna
creencia. Napoleon ha contestado: tf<Esto es
falso, y estoy m uy distante de ser ateo. Des­
de que llegué al poder , he hecho lo posible
para restablecer Ja religión, que es un gran
consuelo para el que la profesa, y nadie pue­
de responder de lo que hará en sus últimos
momentos. „
9 de noviembre de 4 817, He hablado con
el Emperador sobre la religión; Je dije que
eran varias las opiniones en Inglaterra acer­
ca su creencia , y que liacia poco, le habían
supuesto católico romano. Me contestó, es

autores del atentado sacrilego del rapto de un Pa­


p a , despreciados, por aquel mismo í quien pre­
tendían hactír un servicio, ojala, rep ito , que este
borroo , y este desprecio sirvan do escarmiento ¿
lat sendas del déspotismo !!í
AOÍ
verdad ¿.creo lo que cree la Iglesia . El Papa
quería hacerme confesar pero uie negué á ello*
diciendo; ^ Santo Padre ahora estoy ocupa­
do, cuando seré mas viejo. )f
Napoleon tne dijo que deseaba que su cuer­
po fuese reducido á ceniza después de su
muerte, que la resurrección debia verificarse
por un milagro, y que era fácil al Ser que puede
reunir los restos de los muertos, reorganizare
los cuerpos con sus cenizas
El dia 4 0 de Junio., Napoleon me habló de su
familia.,, Mí Madre es una excelente muger
dotada de buen corazon y de mucho talento*
Tiene un caracter varonil, noble y honrado.
Debo mi fortuna á la educación que me dio;
soy de parecer que la bnena ó mala conducta
futura de un hijo dependen en un todo de su
madre.,, Napoleon me habló también del Pa­
pa Pió V II.,, Cuando el pontífice estaba en
Francia, decia, le destiné un palacio magnifi­
co en Fontainebleau, amueblado con elegan­
cia, y \ 0 0 , 0 0 0 coronas para su gasto mensual.
Aunque no ¡¡alia nunca, tenia siempre quince
coches á su disposición y á la de los cardena­
les. Ei Papa estaba ya cansado de los folletos
en que se decia que y o le había maltratado, y
402
los contradijo publicamente.,, Se lee también
en O' Meara: Diciendo un dia á Napoleon que
no debia accelerar su muerte, negándose á to­
m ar los remedios necesarios.,, Me contestó:
Lo que está esci'ito está escrito ; y volvieir
do los ojos al cielo, anadia: „ nuestros dias es*
tán contados.,. Hablando de las revelaciones
que el gobernador ecsigia de m i, dijo que un
médico era para el cuerpo lo que un confesor
para el alma; que las declaraciones de un en­
fermo gozaban del mismo derecho de ser se­
cretas j que un médico y un sacerdote no de­
ben conservar ninguna idea de patriotismo en
el egercicio de sus funciones y que deben des­
pojarse de toda opinion política.
Despues la lectura de estos pasages del doc­
tor O* Meara y d e l Conde de Las-Gasas, el
lector se hallará perplejo y sin saber que con­
testar á esta pregunta si Bonaparte tenia ó no
creencias? Si consultase únicamente los he­
chos, sabría á que atenerse; pero, para los mas
los hechos vienen despues el sentimiento, y
para muchos otros el sentimiento no es mas
q u e el grito de la sensación y de las p reo cu ­
paciones, He oido mil opiniones acerca de es-,
to: He alii las mas ingeniosas;,, E n Santa-
Elena (dicen esios) se necesité un sacerdo­
t e , una capilla ; e n h o r a b u e n a : se cumple
con una formalidad; es esto uu escrúpulo, es
el deber? N o , no se sigue el impulso de la
conciencia , de Ja religión , sino el de la p o
lítíca ; se aparenta querer mprir como ti cris­
tiano para ser consecuebte consigo mismo y
fiel alas tradiciones del tro n o ; el hombre nó
baria ¿aso tal vez del ministril de Jesu-Cristo,
pero,el soberano no puede pasarse sin ^ii ca­
pellán; una capilla no es considerada \como
el símbolo (jL e la inicia y del sacrificio delvCal­
vario, sino) como el distintivo de una digni­
dad decaída * qne recuerdo ¿t todo el m uudo
la consagración im p e ria l; en fin, la capilla y
el capellan representan para el emperador la
etiqueta dé'la legitimidad.»
Aquellos, dicen * no sin fundamento «Si
la fé dt#'l eiñperador iuese verdadera , ¿hubie­
ra consentido en permanecer p p r espacio dé
dos años en Santa .Elcnaj sin el í^usilio de la
Religión ? Si sus instancias hubieren sido dic­
tadas por.una convicción sinceral, no las hii-
biora d iferid o , y hubieran sido maá activas^
En Rochefort era donde debia elegir su ca­
pellán / por respecto á si mismo , á la reli*
AQ
m
gion, á la Francia entera , nn debia embar­
carse en un bu'jue inglés , sin ir acompañado
de un ministro do la religión. B.istan acaso
algunos dichos estérilc'í pnra merecer el
bello título de cristiano? Las citas de O’ Mon­
ta y de Las-Casa*, se reducen a unas simple*
frases , y á lo mas , al lengu:igc de una por-
sona bien ed u c a d a } que se esplica por la
familia de Bonaparte que era cristiana, y pw
el título de alumno de una escuela militar de
los reyes de Francia. Pero en fin en esto se
revelan mas bien unos caprichos religiosos
que un hombre de creencias ¿ mas bien el sen­
timiento algo confuso de las cosas de la C
que la fe misma ; también se pueden ver cu
ello las ideas de un grave hombre de estado
que conoce la utilidad, los beneficios, la ne­
cesidad de da religión bajo el punto de vista
social; y sin ir tan lejos, no son mas que
ideas.
Ahora bien ? para ser cristiano , es preciso
probarlo con los actos, con una profesion tic
íé mas f o r m a l, con la practica. La confesion
v e rb a le s insuficiente; debe acompañarla la
del corazon clara , distinta , circunstanciada
sobre todos los artículos de la f e ; y las citas
de los señores de (V Meara y de Lais-Casas,
no satisíacpn completamente al que desea’ una
convicción fírme sobre nn asunto tan intere­
sante, cuales el de las creencias de Napoleon;
hasta ahora no se ha pronunciado ni una so ­
la vez siquiera el nombre de Jesús; jamas se
ha tratado de los misterios y del dogma sino
en términos generales. » H ay también una
multitud de personas, decididamente persua­
didas, de qtie Napoleon es un incrédulo, co­
mo ellos, indiferente del todo en materia de
religión, y hasta por una circunstancia for­
tuita , fue uno de los perseguidores de la
■iglesia. Los hay en fin, que van repitiendo
ífue Napoleon arrastro al Papa por los cabe­
llos, qne apostató en Egipto, por último to-
¡ flos los disparates veinte veces desmentidos
por Lis autoridades mas respetables/y por el
mismo emperador, (pie se ha humillado has­
ta refutar tan torpes calumnias__
No pretendo eludir estas objecciones* q u e
se ponen aqui con toda -su fuerza. B.usco la
verdad que es útil á t o d o s , mientras que el
amor propio , encelándonos a. nosotros m is­
mos, no sirve para nada* ¿Como es posil)Ic
negar el valor de estas objecciones, que han

E;iM .cie-:rj Nn.. ü " n - e [ •.pnñn


405
podido denigrar t i nombre de Napoleon, y
envolver su gloria moral con una nube tair
espesa que ningún historiador, ningún censor
no ha sabido todavía disiparla?
Tal es pues el empeño que contraigo, mas
J>or el ínteres general que por el de un indi­
viduo por mas encumbrado que esté.... Voy
pues á ecsaminar rápidamente estas objeccio-
nes antes de pasar á los importantes docu­
mentos inéditos en los cuales veremos reve­
lado por el mismo Napoleon su modo d<?
pensar acerca el Cristianismo } especialmente
sobte Jesu-Cristo, su fundador ; la elocuencia
del Alejandró moderno cortará, el nudo got-
diano de las objecciones que ofenden su mo­
ralidad i las resolverá p a r medio de una es-
plicacíon espontánea^ elocuente y categórica,
y al paso que pondrá á descubierto su al ir a
y lo mas recóndito de su creencia, no dejará
la menor duda acerca sus creencias. Plegue
al cielo que el rayo de su fe penetrando en
las almas, las fecunde con los conocimientos
é impresiones de la gracia y de la salvación!!!
CAPITULO TERCERO".

Resumen.

E x i m e n de las objecciones=El republi­


canismo de Napoleón y su couducta duran­
te la re v o lu c io n = C ru’ta inédita sobre este par­
ticular de la «Señora ¡Marquesa de Chabrillan,
salvada por Napoleon con su familia y otras
de emigrados, de los furores y asesinatos de
los republicanos» = Orden de la Iiepúblitia de
arrestar varias veces á Napoleon. = Sistema
de moderación con respecto á los sacerdotes y
á la religión, al tom ar el mando del ejército
de Italia.—EL mejor amigo de Roma .—Menti s
del Señor Bonrrienne h los que se atrevieron á
decir que Bonaparte habia sido Musulmán en
E g ip to .= F also Monitor} impreso en Londres
408
conteniendo proclamas falsas tlt* BonaparLe al
ejercito de Egipto. = E l General Meuou re­
prehendido y castigado por Napoleon por
Jiaber apostatado. Cita de algunos pensamien­
tos inórales sacados de las obras de ¿Napoleon
'siendo lodavia joven, = El sonido de Ja,
campana de Ruel. = El capellan del E m ­
perador. — Importancia de las declaraciones
categóricas del protestante* O 4 Meara y del
liberal, Señor de LasrCd^as cjuc coiJÍinmu
la religión del E m perador,
CAPITULO TERCERO.

K! tewor de Dios lia nacido con


los ImuLtob (Idea en el seno de
¿•¡lá ni i'li'^..... M;is el pecador
detesta el culto de Dios verdadero
Ertcsiásliw Cap. t ú v. 46 í/3 2 .

Lis objecciones contra la sinceridad de la


fe religiosa del Emperador, son mas aparentes
que realeSj mas ideales que positivas. Los he­
chos qne se citan son m uy á menudo falsos
ó inventados absolutamente por los calmn-
niadores.Por egemplo: un resentimiento ciego
no puede perdonar los importantes servicios
prestados á una causa que detesta, y atribuye
á Napoleon todos los crímenes de la Repúbli­
ca. No hay cosa mus atroz y mas fea qne la
1 10
apostasia del último siglo en que se ve h los
enemigos de la humanidad de clararse también
contra la religión, pretendiendo destruir-*
la para acabar mas fácilmente con la sociedad,
cerrándolos conventos, degollando lossacer-
dotcs y conduciendo al cadalso hasta las humil­
des vírgenes jue espiaron con su muerte las Ilh
grimas derramadas sobre lns ruinas de losat^
tares que habían recibido sus votos, y de los
guales podia separarlos apenas la violencia!
República infame, he ahí tus obras! Cuantos
cristianos has inmolado en nombre de la liber­
tad e igualdad que renovaron contra los nue-¡
vos Nerones los prodigios de la iglesia primi­
tiva? Es un deber afear estos crímenes, co­
mo también el no atribuirlos a aquel que no
pertenecía á las filas de los asesinos, sino á
las del ejercito , que no ha cerrado ni des­
mantelado las iglesias *, a rites al contrario las
ha abierto y enriquecido, reparado y reedifi­
cado; que no ha desterrado ni sacrificado a los
sacerdotes, sino que ha vuelto á llamarlos &
su patria y reintegrarlos, en sus augustas fun-
pionesjque do es enfin responsable sino de sus
ficciones y de las victorias alcanzadas centra
Jps enemigos interiores y estrados.
Convengo en que no hí&o íu dimisión , y no
ha abandonado Ja Francia. Mas que importa?
Quien podrá tachar su conducta de criminal y
por haber permanecido en la nave para diri­
girla en la tormenta, para salvar ¡numera­
bles víctimas qu le deben la vida y q u e íuu-r
dan cierto orgullo en manifestarle su agra-r
decimicn^o^y esto es lo que bu hecho en rea-,
lidadt
En Sta. Elena, a1 lanzar una mirada á los
floridos an o sd esu vida, invocó el testimonio
de la familia de Chabrillan, á la qne salvó
en Tolon de los asesina Los de las cíírceJes con-*
tra los que le echaban en cara su complicí-
cidud en los sucesos de hi revolncion.
De un simple rasgo de moral y de una bue-s
na acción, sale á veces un r a j o de luz ines­
perada, que parece bajar del cielo, para ilu*
minar una persona y justificar un héroe* Tal
es la carta siguiente de la Señora Marquesa d e
Cliahrillan •

La historia particular de nuestros infortunios, seria


demasiado lar^a, Señor ; nuestro arresto, nuestra per­
manencia tanto an mar como en tierra , durante ia
cuarentena que hicimos en Tolon, estuvo acompañada
de muchísimas crueldades, que quisiera poderlas olvi­
\ ñ%
d ar, porqué sus autores f»ran franceses. Bonaparte "ra
en aquella época, oficial do artillería en Tolon, y lejos
de provocar los desórdenes espantosos, de los andes
creimos ser víctimas, dió pruebas de ser muv liumann.
La marquesa de Caurnont-Laforce, su hija,su hiei-
110 ; el marques do Chambriaii, dos hijos de memir
edad y otras familias emigradas, fueron arrestadas á
bordo de un buque y se halhban en la cárcel del Ivs-
pfritu-Santo en Tolon. El general Bisand era gober­
nador de la plaza y Bonaparte de la artillería. Tudas
los prisioneros que estaban en las demas cárceles fue­
ron ¡mudados cruel mente, ¡¿indistinción de acosos ni
de edades. El pueblo se dirigió á la del Esplritu-Santo»
Habiendo sobrevenido la noche, bobo algunos mo-
mentas de suspensión en quo los asesinos descamaban
de la terrible matanza. Sin embargo parecía imposi­
ble salvar las victiman que quedaban, puesto que siem­
pre ib«*en aumento. Iil general líisanet, desesperado
y conmovido por el horrible espectáculo que había
presenciado y por el que se preparaba, encontró ca­
sualmente á Bonaparte y le comunicó sil pesar por no
tener ningnn medio de salvar á aquellos infelices, que
eran casi todos, mugores, niños y ancianos. Bonaparic
le dijo: a S-ibes que estoy aqui y no me buscas cuando
« se trata de hacer una buena acción. Envíame un
« requiri miento, tendrás al instante á tu disposición
«los carruajes de artillería necesarios: cuenta en que
« te ayudaré en cuanto pueda. »
Quisiera V. saber, señor, como nos hemos librado
de la matanza: yo misma casi no lo sé. Arrancados de
nuestra caree! por aquella multitud sedienta de mor­
tandad, armada con palos, y tenida en sangre, perma­
necimos por mas de veinte minutos en sus manos sin
^3
que nos hiciesen nada. ¿Quien detuvo sus bracos? La
únira discusión que oímos suscitarse enlre ellos , futi
para decidir si debían malar á los niños ó llevarlos
al hospital; y nosotros, padres desdichados, nos veiu-
mos obligado? á desear que nutíslros hijos siguiesen
nuestro destino. En esto se -presunta un h om b re, to­
da salpicado de sangre, que pareco ejercer alguna a u -
toridad sobro aquella muchedumbre y manda nos
vuelvan á la cíírcel. ¿Quien e n aquel menstruo? lo su-
pudespues; era el m ism o que habia sido el autor do
la matanza hecha en la iWwera de Aviñim ; el misino
que presidia, dos dias hacia , aquollas escenas de sa n -
;.grel Dejónos inm ediataiente, y quodamos escuchan-
!. Jo la gritona del pueblo que nos rorlauiaba, hnsla uuj-
dia noche, que llegó el genera! Dimane León limaba tro­
pa. Jamas supe si Bonii parte le acompañaba. Nos man­
duque 1« siguiésemos cotí el mayor silmirio ; yo esla­
va agonizando. £1 Señor de la Junquera , do edad de
82 año* murió en aquel instunto, Dos ¡soldados 1c lle­
vaban. Aquel lucubra séquito, atravesó de i'Sle modo
la mayor parte de la ciudad entre dos hileras de sol­
dados, oyendo decir que nos llevaban al campo de ba­
talla para pasarnos por las armas. La tropa también lo
creía, líl campo de batalla está terca de la pa&rta ds
Francia: nos h ic ie ro n acelerar rl paso ruando llega­
mos allí, y hallamos unos carros de artillería á los cuír
ta subimos y seguimos nuestra marcha mas aprisa ha-
uaGrasses. Poco faltó que nos matasen en esta ciudad
por donde pasamos: en cuanlo á mi, tuvieron que de­
jarme casi sin vida en Yidauban. Mi espoíío, mi madre
‘por masque suplicaron qne los dejasen quedar á mi la-
<K no pudieron lograrlo. Sin embargo , era la menos
digna de compasion, pues Labia perdido el uso ¿le mis
4 t»Ctil fajes
Lnlc'lcclualesjque no rocobr¿ despiros da
tíos meses. El primer uso que de ellas ti ¡cu fué para
reunirme ú mi desdichada familia, en las cárceles dii
Grasses. Treinta meses pasamos iendo de uua cárcel ¡í
otra, de un tribunal á olro tribunal antes de construir
«iiestra libertad. He ahí, señor» una breve relaciim
í!« tas penas que hemos sufrido; la s 2 rf horas de as¡<>-
uía han sido breve*; puro los treinta meses, cuyos di^s,
han sido marrados con nuevos sufrimientos nos han p¡b
rápido litem os. En esta relación que parece haber V.
deseado, y A la cual me he dejado arraatíar por el dc-
póo de hacerla, no se trata mas que do a p o n er la ver­
dad por lo que tora á Jj¡maparlc, el cual, según V, mu
ditT,* es de creer haya redamado do nosotros este tesü-
-H

monio ; pues jam;í8 quisimos perpetuar por escrito una*


escenas propias de ranibnitis, especialmente las que tu­
vieron lujair mientras estuvimos en el innr.
La manera con que se nos salvó es casi milagrosa»
pero eu honor de la verdad, diremos, que Bonaparle
lejos de mandar los asesínalos, los evitaba en cuanto
podín. 1.a ftimilm Clin brillan ha conservado por largo
líempo la orden de Bonaparte, dada en contestación
al reqncírímittuto del general Bisanot á cuya disp1**
ticion puso los carros de artillería que fueron nuestra
sal vacion.
Habiéndosela pedido la emperatriz Josefina para en­
señársela al emperador, no se la devolvió, apesar <1®
haberla redamado dicha familia no pocas veces. Aque­
lla época ha pasado ya; de los que escapamos de aque­
lla escena dcorror no quedamos mas que yo y «na jó-
ven que era entonces demasiado niña para que pueda
acordarse de ellas. \ Ojalá no se renueven jamás
nuestra patria í
| 415
Tcíigfo In satisfacción, auñor, tl« ofrecerla á V. (1)
mij servicios..—La Marquesa de Chabrillau» nacida
Cahmoni-La forcé.
Tal fiié la conducta de Bonaparte en la
¿poca clel t e r r o r , en que una acción buena
producía ¡i menudo una sentencia de muerte
contra simismo. Asi Napoleon fue varias vece»
denunciado y mandado arresUr* AI ponerse
M frente del ejército de Italia, encargó on la
■orden del dia el respeto á la religión y á sus
^ministros y cuando por el camino encuentra*
iba sacerdotes franceses, los defendía , di cien-»
•do ((Soldadosj estos hombres son franceses y
\hmnanos. )> Muchos emigrados peleaban en
las filas austríacas; sin embargo jamás Bona*
parte hizo ejecutar en ellos el decreto que los
condenaba al úliimo suplicio» Guando en esta
[primera campana tuvo una corta entrevista
con el cardinal arzobispo de Ferrara, le diri-
— - - — — - —

(») iC'iO-ti fmiorffica es esta c a r ta l La descripción es


ro cita enérgica, pero ¡to exageradal f ’ícl y al misión
^iinipv lacónica; ¡ qverfifjmdtiiH iQttf re se rv a ! jQiU’ am or
d ia pálr¡(i-, á p a g a r á he roe la deuda d d atjrctdc—
eimiento. Este es el verdadero patriotism o. E$le _lenguatjñ
ttreno y ciento de pasiones, es el de una fina cdvcncion!
fjwis ensalza ta. buena acción del em perador es la
destrucción del título q m la probaba y tan ju sta m e n lt
p re c ia d a p o r una fo m itía ita tlr s y agradecida,
(N. Düí< Al'TOll.)
416
gió estas palabras misteriosas: «V. Etnín?. Tía
(t formado ele mí nn concepto equivocado : soy
te el mejor amigo de Roma. »
Pero como conciliar el cristianismo de Na­
poleon con su conducta en Egipto? Lacónica
en verdad y pronta será mi contestación, sa­
cada ele las memoriasde un enemigo personal
del emperador, el señor de Bourrienne : «Es
u posible j dice este escritor, que se baya pe­
ndido creer á Bonaparte inclinado al isla-
«mismo? Cuestión es esta que seriamente no
«merece ni siquiera ser discutida. No, jamás
a entro en ninguna mesqniU sino por curiosi-
« d a d . Algunos se han complacido en estráe­
te tar de varias proclamas dirigidas* al ejercito
« p o r su g e n e ra l, cláusulas que parecen con-
atrarias á la doctrina del cristianismo; mas
« es preciso dejarse arrastrar m uy ciegamente
« por el espíritu de la mala interpretación pa-
« ra llegar á tal estremo. No se trataba Je
« penetrar en Egipto ? Convéngase pues en
«que la política,la sola razón natural obliga-
a b a á hablar con mucho miramiento de la
« religión de sus habitantes »
Sin embargo hay ciertas frases que parecen
inconciliables con la fe en el cristianismo)
oigamos una curiosa disertación que nos ha
ilado el Caballero Arta.1id en su historia ele
P h Jr l l , obra con razón premiada p o r la
academia francesa , y que lia merecido á su
autor el gran premio Moiiíhyon* « Mientras
«que se trataba en Paris del Concordato , el
«Papa se hallaba rodeado de todos los que
«tenían ínteres en que se alterase la buena
«armonía qne iba á establecerse. U n dia , en
o ana entrevista , Pió V II tomo una oja im-
«presa j la leyó en vo'A baja , y me dijo ( a
«Mr. A rtaud ) : ved ahi una proclama hccliá
«en Egipto ? en la cual dirigiéndose á los
(| musulmanes, dos anos hace se afirma ha-
(i berse echado ya de Roma al Vicario de Je-
«su-Cristo sobre la tierra. Esto es acusarse
■(injusta y gratuitamente. Si se han llevado
«preso á Pió V II 110 es ciertamente por ór-
ttflen de Bonaparte : no , no lian sido tan
«crueles.Fac.il es adivinar que nuestros ami-
«gos nos dan a conocer esta clase de docu­
m e n to s para iluminarnos para que nos ayu-
«den á conducirnos mejor.
« Este documento era un Monitor falso,
t( impreso en papel ordinario que tinos ma­
lév olos habían hecho fabricar, y q[ue con-
44S
« tenia algunos aclos relativos ú la espedicioií
« de Bonaparte en Egipto. »
Se; p or el general Montholon , que el gene-
ral Ütfenou fue vivamente reprehendido por
Napoleon por haber abruzado el islamismo,
por cuyo motivo, no se le confió el mandó del
ejército , apesar de que le tocaba, por ser
Kleber mas jo v e n , y de menor antigüedad en
el servicio*
Pero se dice que 13onaparte no era efis*
tiano en el fondo ele su corazon ?/y qne su
cristianismo no era mas que una necesidad
de su ambición y el corolario de sti sistema
de gobierno. Esta es un- de las aserciones
que se sientan mas sin probarlas. E l cristia­
nismo es la misma conciencia , J e suerte qitó
basta escucharla para ser cristiano. Esto su­
puesto , leanse las frases siguientes , escrita*
p o r Napoleon , en los primeros anos de su
juventud, y estractadas tic su carta dirigida
á Buttafiioco y y de su discurso en la acade­
mia de Lyon.
«Desdichado del qué niegá la moralidad
de la conciencia y este no conoce de la *vida,
mas que lo peor y LOS PL&CERÉS DE LOS
SENTIDOS*i... El estado del rico es el ifl1
449
„ perio de una iniajlnacion desarreglada > de
la vanidad, D EL GOCE DE LOS S E N T I-
„ DOS, de los caprichos; no lo envidieis ja-
„ mas..... LOS PLACERES SENSUALES em<
„ botan el pensamiento..,, hay en la contení-
» placion de la naturaleza cierta electricidad
,>que nos hace esperimentar emociones
deliciosas SIN NINGUNA CONMOCION
„ VIOLENTA..,. Según los malos, el dinero
j, proporciona LOS PLACERES DE LOS
; „ SENTIDOS, Y ESTOS SON LOS UJSI-
' íjCOS VERDADEROS,,. E l egoísta en el cur-
so de su vida no conoce mas que los cálcu­
l o s de su ínteres, el instinto de la destruc­
c i ó n , la mas detestable codicia, y LOS P L A ­
C E R E S DE LOS SENTIDOS “
] Pregunto yo h los que tienen conocimiento
‘ de la religión, y el sentimiento de las virtudes
| mas elevadas; esta religión, estas virtudes las
’ ignoraba acaso el joven oficial que escribía unas
jínacsimas tan p'iras, tan enérgicas???
Se lee también'en elSr* de Bourrieneel pa*
sage siguiente:
„ El sonido de las campanas producía en
» Bonaparte un efecto singular que no he po-
dido esplicanne jamásj lo oía con deliqia*
420
„ cuando estabamos en Malmaison (1) y nos
f} paseabamos por la avenida de árboles que
„ conduce á la llanura de Ruel, el sonido de
„ la campana de aquella aldea vino á inter-
„ rurapir no pocas yeces las mas serias con-
„ versaciones ? Se detenía, para que el movi.
„ miento de nuestros pasos no le hiciese per-
der nada de la vibración que le estasiaba;
llegando casi á encolerizarse contra m í, por.
j,q u e no esperimentaba las mismas sensacio-
nes. Era tal la impresión que producía aquel
„ sonido en sus sentidos que hablaba con voz
conmovida: ESTO ME RECUEBDA mede-
cia entonces, LOS PRIM EROS AÑOS QUE
„ H E PASADO EN BRIENNE ; ENTONCES
„ ERA FE LIZ! He sido V E IN T E VECES Les-
?> tígo del efecto singular que producía el so-
y) nido de las campanas en el animo de Na*
3y poleon/*
Hay otra objecion mas fundada. ,, P o r que,
dicen, el emperador no tenia su capellanes
Rochefort /*<e Esta es una condena sin apela*
cion. Este lenguaje k lo menos es el de la íran*

( i) Palacio de campo de propiedad particular


del Emperador.

ib 'O '.t T .i « r a í d i' L . - p m -


queza. Nada tiene de injurioso ! pero tampoco
nada de afirmativo. Se duda y parece como
que se desea instruirse- Nuestra contestación
será breve y perentoria: primero la rapidéz
de los acontecimientos de Vaterloo y la m ar­
cha precipitada de Parisj despues un documen­
to oficial inédito que se leerá en el curso de
esta obra^ prueba que no se hablan olvidado
al capellan, puesto que se apresuraba h llegar
i Londres^ donde se habría unido al E m p e­
rador, si el gabinete ingles no hubiese apresu­
rado la partida para Santa-Elena. Lafayette y
los representantes franceses habían afectado
una brutalidad inaudita en su empeño de ale­
jar at Emperador de París tan pronto como
hubieron pronunciado su destitución.
El ga bínete ingles siguió su ejemplo: Unto
los unos como ios otros recelaban sin duda
que el solo nombre del héroe ejerciese alguna
'«fluencia misteriosa en los ánimos que le bus.
khan cual sol eclipsado, y que no se verifica-
fe en su fortuna uno de aquellos cambios favo­
r e s de que sabia sacar tanto partido. Es in-
ludable que el Abad Ruonavita, aquel mismo
[üe fue mas tarde el Capellan de Longvood (-1 )
'i
(i ) Morada del Emperador en Santa-Elena.
422
y que era J e la capilla de las Tnllerías, en loa
cien dias> había marchado de París con orden
de unírsele, pero desgraciadainenLe no pudo
llegar á Londres, hasta dos dias despues de la
partida del Emperador.
Por lo qne toca á la opinion de aquellas per*
S onas que no encuentran nada de decisivo en
las citaciones de Oí Meara y del Sr. de Las*
Casas, en favor délas ideas relijiosas del Empe­
rador, soy de parecer diametralmente opuesto*
He pasado aquellas citas en la balanza de un
juicio justo, y estoy muy satisfecho de elW
Napoleon no es un jenio ordinario, cuyas pa­
labras se pueden desdeñar La palabra de un
grande hombre equivale íi una acción, porque
es el fruto de la ciencia y del genio; porq*«
es una reflecsion y la fortuna del al roa misma-
P o r otra parte d eq u e se trata? No de saberíi
Napoleon era un observador escrupuloso de 1»
disciplina de la Iglesia y de si tenia una reli-
jion práctica, sino de saber si abrigaba la fécii
su corazon; si creía en el gran misterio de l¿
redención; en una palabra, si era cristiano, h¡‘
jo de la Iglesia católica, dicípulo del Evange
lio, adorador de la divinidad de Cristo. Puí
l i e n ! Léanse con atención los dichos religión
423
esparcidos en el Diario de Santa'E lena , y se
reconocerá en ellos ese sabor de equidad y de
moderación, (jue es el de la relijion misma,
llojeense ios fallos del gobierno imperial; en
vano se buscará en ellos una sola palabra hos­
til al dogma cristiano, al paso que se encontra­
ran y leerán en ellos en cada pajina discursos
vastos y de la ñ u s sublime elocuencia en fa-
>ur del cristianismo.
Citaré un ejemplo capaz de hacer impresión
en todo hombre que proceda de buena f¿. El Sr.
Las-Gasas escribe á Uudson-Loowe una car­
ta bajo el titulo de Mis agravios en Longvood-
lie citado algunas de sus palabras; cuenta que
sacerdote ingles, habiendo venido para sa-
Par de pila á un hijo de la Señora de Mont-
jliolor), él, el Sr. de Las-Casas, orejó aprove-
fliar esta ocasiou para hacer algunas reclama"
Jones relativas á la religión: tenemos mu*
fgertíü é liijoSj le dijo, sin hablar de nosotros
mismos, para quienes la falta de los ejercí’
,cios religiosos era una privación verdadera/
>sta reclamación de los desterrados de Long^
ft>odnoesaun bastante espíicita? Se dirá a caso
|ue es el Sr, de Las-Gasas el que habla? Pues bien I
Fo aíi rino que es aqui el intérprete de Ñapo-
m
león ; que cumple con una orden, y que repi­
te palabra por palabra lo que lia dicho el Em­
perador. Y digo esto viviendo todavía el señor
de Las-Gasas que no me desmentirá. Pero aña-
den) al pedir eJ Emperador un sacerdote; lo ha­
ce tan solo para cumplir con la practica. EsLo
es lo que j o niego. El quiere la esencia y no
la formula de Ja religión, Un político co­
mo él no satiriza el liberalismo y no se apar
ta de la impiedad sino para cumplir con el de­
ber mas intimo y tal vez el mas penoso de In
religión, lo que resulta de las frases siguientes
estractadas de la carta misma del Sr. de Las-
Casas & H udson-Loow e: w Hemos llegado á
recelar que no dejándonos el arbitrio de ele*
gir el médico de el alma que exige mas con-
, }fianza que el del cuerpo} tuviesen el desig-
nio de darnos un estrangero, el cual lejos
3,d e proporcionarnos algún consuelo, nos
4 , afligiría con la idea de tener un celador ó un

¿¿espía mas entre nosotros,f< Quien sino una


alma cristiana se serviría de la espresion, Mfr
dico del almat Estas únicas líneas manifesLan
evidentemente la sinceridad de los sentiaiieo-
los religiosos del Emperador. No podia esprc*
sar mas esplicitamente la necesidad de la prac#
tica de los sacramentos.
4 25
De Las-Casas no conoce la significación de
las palabras (lo que no es presumible ), ó ha
querido manifestar que el Em perador desea­
ba confesarse. Ei fue únicamente el que en
Santa-Elena solicitó del gobierno ingles, con
la inquietud , con la constancia de un cristiano
fiel, el que se les enviase un sacerdote. Aque­
lla célebre espresion el médico de el alma no
pertenece á ningún otro desterrado mas que
al Emperador. Todos ellos viven a u n ; solo
el grande hombre murió; pues bien! que rin­
dan homenage á la verdad, y todos con­
vendrán en que el Emperador fue siempre el
que manifestó con mas elocuencia, su profundo
dolor, su indignación y los mas nobles senti­
mientos respeto á lo que habia de inmoral,
degradante, bárbaro y anti-social en el espec­
táculo de una corta reunión de desterrados á
quienes se negaba un sacerdote y de consi­
guiente el egercio de su religión j fuese ol­
vido ó calculo, era siempre un crimen para
esos hipócritas ingleses que tuvieron la desfa­
chatez de atentar contra la Francia, contra to­
dos los reyes, contra los católicos del orbe en.
tero, negando el título de emperador al que
lo era por la gracia del pueblo y de la reli-
gion. P o r otra parte es acaso lícito poner en
duda la fé de aquel que dijo formalmente
Yo soy católico romano; creo lo que cree
Ja Iglesia.1*! Daremos pruebas de que el empe­
rador conocía el significado de la declaración
que se acaba de leer, hace poco, en las citas del
doctor Oi Meara hecha en su presencia por el
emperador. Pero demasiado he insistido sobre
lo que es la evidencia misma.
Proseguiré pues valiéndome de documen­
tos que harán cesar toda clase de íncertidum-
bres. La cuestión grave que hemos estableci­
do será discutida y juzgada; la creencia de Na­
poleón no será ya un misterio para nadie; en
fin la misma verdad, que ilumina sus hazanas
aclarará sus acciones religiosas.
127

CAPITULO IV.

RESUMEM.

Llegada de ios sacerdotes misioneros en Sant-EIe-


na.-Acogida de EIudson-Loowe y del Emperador.
-Noticia biográfica de estos dos eclesiásticos, escri­
ta por ellos mismos para el Emperador. - Napoleon
haciendo el elogio de su madre. - La primera misa
celebrada en Santa-Elena. - Consideraciones de N a ­
poleón hacia el mas anciano de estos dos sacerdo-
Us.-El respeto humano y la fé del Em perador so*
bre el trono. - R enuncia á la Sociedad de la Con­
desa Bertrand. - E l trage de Obispo. - Se come de
pescado en Santa-Elena. - Las galanteos de los re ­
yes desaprobados por el Em perador. - Prueba la ec-
¿istencia de Dios. - Su aversión al materialismo.
'Paralelo entre el catolicismo y protestantismo. *
La cena según los protestantes y según los católi­
cos. - Dicho profundo y notable acerca el misterio
de la cruz.
128

CAPITULO IV.

E l rey se regocijará en
D ioi- Todos los q u e le reco­
nocen, se gloriarán de ha­
b erle v e n e r a d o , mientra*
que la boca de los que pu­
blican fa h td o d e i sciá Cil­
iada para siempre.
( S a lo m a n . Gs> v . 1 3 )

Los dos sacerdotes, con el dolor Antom*


march¡, llegaron en Santa'Elena en Setiemhre
de 4 819* Hudson-Loowe les detuvo todo un
dia en Plantación-Housse (''!); los colmó tle
agasajos, les festejo y les obligó á comer con él.
Era k caso el gobernador ingles, ó mas bien
el carcelero que obsequiaba á sus huespedes?
Les honraba, o bien sondeaba ¿su moralidad y
estudiaba sus caracteres ? P o r lo menos eslos

( 1 ) Residencia de Hudson Loowe, Gobernador


de la Isla de Santa - Helena, nombrado en aquella
épo«a para vigilar á Napoleon.
129
miramientos afectados podían hacerlos sospe­
chosos al Emperador.
Ahí Hudson-Loowe sabia, que falto de no­
ticias, anhelaba el emperador el consuelo de
las que esperaba,... Diferiendo su alegría, tie­
ne la seguridad de alterar su pureza, en cuaDto
está en su mano! E l emperador sabe su con­
ducta y ta alegría se cambia en desconfianza y
se pone en guardia, reprime su impaciencia
respeto lo que con tanto afan desea ver y pre­
guntar. Ya no son para él compatricios^ ni
amigos los que acaban de llegarj son huespe­
des del gobernador ingles.^ Quien sois; de
„ donde venís? ¿Que motivo os ha movido á
surcar los mares y preferir á la Europa este
„ peñasco tan fatal á los Europeos?
El emperador naturalmente miraba con
respeto la vejez^ recibe el primero al A b a i
Buonavita por causa de su edad; pero no le
concede mas que un breve instante de audien­
cia; una etiqueta inquisitorial preside despues
a esta fría acogida. Ali! Sin duda los sacer­
dotes católicos, en vez de enojarse respetaron
la prudencia de aquel nuevo José, haciendo
preguntas á sus hermanos antes de reconocer­
les. Ellos se dirían sin duda á sí mismos; „ved
430
„ aquí el caracter ele mi gran príncipe 1 Que
imperio ejerce sobre si m ism o/ Es preciso
„ estar dotado de una alma heroica para re-
„ primir de este modo sus sensaciones y lia-
9, cer enmudecer el deseo tan natural de te-
ner noticias de su hijo, de su madre, herma-
jy ñas y a m i g o s . N o le sucedió asi al doctor
Antomarchi, quien reGere la mortificación de
su amor propio: mientras qne él se irritaba
por este retardo que calificaba de desconfian­
za injuriosa, los dos abates respondían con
candor y sencillez á todas las preguntas que
se les hacían. Cada uno de ellos entregaba at
emperador, según se las pedia, su biografía,
escrita por ellos mismos en la que se daban a
conocer, bosquejando en c)la¿ toda su vida*

¡3a®<aEx&@a& 2 )2

€ 1 líbate uouamta.6

—---- i ¿i

Antonio Buonavita^ nacido en Pietralba,


cantón del canal en la isla de Córcega en 4 752¿
hijo legitimo de Gristoval y Angela Buonavi-
\%\
ta? propietarios, hizo sus primeros estudios de
retórica,. de ley civil, de filosofía y teología, y
volvió á su patria para ordenarse de sacerdo­
te en -1776. En el año siguiente, su padre le
envió á Cádiz, para asuntos de familia y ha­
biendo sabido la muerte de este, ya no pensó
en regresar a su casa; entró de capellan en la
marina española. Pasó despues a Méjico en
calidad de precetor de D. José Flores, hijo del
Vi-rey Flores. E n 4 788 fué nombrado cura
párroco: continuó sus funciones por espacio de
veinte años, dejándolas con el indispensable
permiso, para ir áCárcega por dos años. M ar­
chó á Filadelíia, tuvo un ataque apoplético
que le obligó á permanecer allí dos años la r­
gos, y despues de restablecido vino á Eiiropa
y pasó á España. En A81 \ ya no pensó en
volver á Méjico por causa délos acontecimien­
tos políticos.
Fué desterrado á Cuenca para asuntos ecle­
siásticos, y de allí yendo á Valencia con efec»
tos del Rey, en la división del jeneral Mon-
point, fué detenido en ia llanura de Oriel, por
los insurgentes al mando de Vil ¡acampo, des­
pojado de todo y llevado á las montañas de
Aragón. Fué puesto en libertad por el maris­
4 32
cal duque de Albufera, el cual en nombre de
S. M*el emperador Napoleon^ le concedió una
dignidad en Tortosa, que abandonó cuando
esta plaza fue devuelta & los españoles. Pasó
despues b. la isla de Elba } y S. M. le honró
con el título de capellan de su Madre. Fué en
seguida á París^ donde llegó dos di as antes
que S. M. se pusiese en marcha para la cara-
paña de Vaterloo: no tardó la madre del em­
perador en enviar á Londres, á fin de saber
si S. M. residía allij para reunirsele. Se puso en
camino y esperimentó la contrariedad de lie*
gar cuatro días despues de la partida de S. M.
De Inglaterra volvio á Roma y fue nombrado
capellan d é l a princesa Borghese, destino que
desempeñó hasta su marcha. En este interva*
lo; el Papa reinante le nombró protonotario
apostólico en 5 de febrero de aquel año. Se
dirijió otra vez á Londres, donde llegó á 4 9
abril. Se embarcó á 9 julio en un buque sui­
zo, y llegó á Longwood en 2 1 do setiembre.
Certificado conforme al original que obra
en mi poder.
Paris Jl de abril de 4 8 JJ0 .—F. Montholon.
4 33

Angel Pablo Viñali, nacido en Viñale de


Rostino á \ \ abril de "1789, hijo legitimo de
Angel Juan y de Lucia, propietarios en dicho
puebla, de una familia decente y honrada,
aprendió h leer y escribir y los principios de
la gramatíca latina en una escuela de su país*
Estudió las humanidades y la lengua latina en
el valle de Rostino, la filosofía y los príncU
píos de moral en el Seminario de Ampuñani,
Fue ordenado de presbítero en 2 0 de octubre
de 481¿h Salió de Córcega con un pasaporte
para Roma, pero impelido por el deseo de ver
a S. M. el emperador Napoleon, pasó á la is­
la de Elba, y tuvo la satisfacción de hablarle,
el \ 8 de octubre cuando volvia en coche de
la casa de cam po, acompañado del gran Ma-
riscal Bertrand. Marchó de Elba y llegó á Roma
2 de noviembre, donde por espacio de cin­
co años estudió la teoría pratíca d e j a medici­
na. Fuele conferido en 4 6 de enero de 4 819
d grado de dotor en filosofía y medicina por
los preceptores de ia universidad de Roma. En
m
25 de febrero se puso en camino para Lon­
d re s , donde llegó el 19 de abril. Se embarcó
para Santa-Elena ¿ 9 de de julio y llegó allí á
%\ de setiembre.
Certificado conforme al original.
Montholon.
Habiendo leido estas noticias y las cartas de
su familia, Napoleon manda que se presenten
Jos dos sacerdotes. Dirígese primero al Atate
Buonavita, le habla de su salud, de su edad, <ie
los peligros á que se ha espuesto para reunir-
sele y de los que le amenazan en aquel peñas­
co con motivo de la intemperie del clima,
ocupándose en seguida de si mismo, de sus
afecciones, de su m adre, de su familia. Un
buen corazon es el fundamento natural de no
gran entendimiento, A todo lo qne oye decir
de su madre, el Emperador contesta: „$iem'
,,p re me ha querido: toda su vida ha sido
>>madre escelente, una madre sin igual j tiene
, ,un valor, una fuerza de alma superior á Ja
í?de las demas muge res.£í
Ocúpase sin perdida de tiempo de acuerdo
con el general Montholon en id nrreglo de la
capilla; ordena que se celebre la misa al día
siguiente j en vano se le presentan diGc.ultade3
i 55
Contra esa precipitación. El emperador la quie­
re; u Gomo, Señores^dijo, despues de haber es­
te tado privado por tanto tiempo de una tal
« felicidad, no nos apresuraríamos a disfrutar
« de ella ? »
Hallalianse embarazados para encontrar lo­
cal conveniente, „Yo lo designare, dijo el Em*
n pecador; de aquí en adelante tendremos misa
?íLodos los domingos y los dias festivos reco­
n o c id o s para el concordato; quiero en San-
jjta-Elena todas las ceremonias religiosas que
„se celebran en Francia. En tales dias , se eri-
jjgirá un altar móvil en el com edor; señor
Abate, Vd. es de edad avanzado, enfermizo^
uyo elegiré la hora que le sea á Vd. mas có-
„ moda. Celebrará de nueve á diez.“
Dadas estas disposiciones, el emperador ha­
ce llamar al dotor Antommarchi: ,,Recomien,
j,do á Vd. el Abad Buonavita. Temo que el
¡ Cardinal haya enviado aqui a este buen an­
c i a n o para buscar su sepulcro; de todos m o­
ndos yo se lo recomiendo para Vd.: es acree­
d o r á nuestra benevolencia y nuestra protec-
» cion; pero es un sugeto respetable también
4 36
„ e l Papa : es un anciano escelente á quien
siempre he respetado.£f (4)
P o r la noche, el E m p e ra d o r } hallándose
solo con el general Montholon, se informa mí-
nuciosamente de los preparativos hechos para
la realización de su intento de oír la misa al
dia siguiente. Habla de este asunto con una
alegría interior que no puede contener, y que
es para el general un objeto de reflecsiony de
admiración» Pero el emperador preveía ya las
disidencias. Anticipándose á las objecciones,
decia: «Cuando estaba en el trono, rodeado de
generales, cuyo ultimo cuidado era la devo-
cion, lo confieso, tal vez por respetos huma-
„ nos y por mi demasiada timidez no me hu-
?í biera atrevido á decir en alta voz; yo creo.
Yo decia: la religión es una fuerza, un eje
de mi política, pero aun en aquella época, si
}} me hubiesen preguntado en público hubiera

( r ) El em perador en el diario del señor de Lss.


Casas, en 0 'M e a ra ,y en la narración de Antommar-
c h i, se sirve i menudo de esta frase* Asi se porta
el que reconoce su falta, y la disminuye para bor­
r a rla , antes de tener el ánimo de confesarse de ella
solo d Dios.
4 37
j, contestado. Si, soy cristiano; y si hubiese si-
,, do preciso confesar ]a fe á costa del martí-
„ rio, hubiera recobrado todo mi caracter; sí,
„ le hubiera sufrido antes que renegar de mi
„ religión* Ahora que estoy en Santa-Elena, á
„ que fin disimular lo que siento en el fondo de
„ rai alma? Aqui, vivo para mi. Quiero un sa-
„ cerdote, quiero la misa y hacer profesion de
„ lo que creo. Oiré la misa, á nadie obligo á
„ que me acompañe en esta devocion, pero
„ los que me amen, seguirán mi ejemplo*
En Sta. Elena todo el servicio divino con­
sistía en una misa rezada; luego que el empe­
rador entraba en la capilla se persignaba de*
volamente y arrodillándose en una silla de
brazos, permanecía en esta postura con las
uianas juntas en el mayor recogimiento. Al
momento de la elevación, inclinaba la cabe­
za con un sentimiento de profunda adoracion-
El joven Bertrand, y el joven Montholon ha­
dan cada uno por turno las yeces de ayudan­
te. Por lo qne toca al servicio de la capilla?
todo era rico y magnifico j pues el cardenal
lo habia previsto todo.
Pero es preciso dejar en libertad á los que
no cuidan de oír la misa, y el emperadar de­
-138
creta que para asistir & la suya era necesario
lo mismo que en las TulJerias estar convida*
d o / y para evitar compromisos, pone el abad
Yignali á la disposición de la Condesa Ber­
trand, Si no le convida su mesa, la razón es
bien sencilla; es porque no la veia nunca , por
haber tenido motivos para renunciar á su so­
ciedad; su casa era el punto de reunión de la
oficialidad inglesa. El doctor Antommardú
miente á sabiendas, cuando dice que lu Conde­
sa Bertrand visito varias veces al emperador
en Longwood durante su enfermedad.
Este, lleno de un respeto verdaderamente
filial hacia el abad Buonavita, le convida á
comer á su mesa con el abad Vignali, no se
cansa de prodigarle en particular como en pú-
bl ico las consideraciones que son debidas á la
vejez-revestida de un carácter sagrado. Un dia
3 , le decia: ,,V . es el protonotario apostólico;

j-; & caso rió soy ya emperador? V. es mi ca-


pella»; no se lo digo á V* pira mí, ni por
una consideración tüe vanidad pueril; noi
pero e* preciso imponer á estos hereges, y
nada mas imponente que el traje de Obispo/'
En los postreros años el Em perador pare*
ció querer conformarse de un m o d o forma*
439
con la práctica religiosa. No cabe Ja d a en que
algunas veces se comió de pescado en Santa-
Elena, el viernes, y siempre por mandato es­
preso de NapoluouT, el cual decía al m ayor­
domo: ,,V a m o ^ Cipriani, somos acaso incre-
„dulos? Por que pues^ nos haces vivir como
^ellos? Tu eres italiano como yo. £1 pescado
j,tio escasea en Sjnta-Llena > comámoslo pues
^qiie hoy es viernes . u
Pero cuando no se cumplía, lo que sucedía
á menudoj decia: „ V am os, señores, otra vez
^comamos de pescado. Que escusa podemos
?Jalegar para no hacerlo ? Estamos acaso en
^campaña? Nos falta pescado? Sin embargo,
„añadia, ye tengo una dispensa, y la facultad
jjíle dispensar á los dornas, así pues yo no
>ipeco, y si Vd.s. quieren, tampoco pecarán.
„Soy u¡i veterano; conozco la importancia de
3)una señal ds reunión, la necesidad y los be-
j>ndioios de la disciplina.Todos los vicios, to*
»das las pasiones están mas unidos de lo que
jjsecree, á nuestros deseos naturales. Que
' í
j»recuerdo encierra la sola palabra Fiemes.*
Pero^esLas palabras avivaron las discusiones
religiosas. /¿ §
Ano

Opinión del Emperador' acerca lo& gafan teoi


do los Reyes*

U n dia se discurría á cerca de los galanteos


d e los reyes: el Emperador dijo: tJS\ la estir*
3<tpe de los Borbones se ha hecho acreedora í
??las desgracias, es por haber pretendido lia-
?>cerse superior á la religión y á la moral. Na>
J?da hay mas insolente, mas desmoralizador
„ como el escandaloso libertinage de un Sobe-
rano. Menos mates acarrean á un reino la
guerra mas desgraciada, y el azote de la pes­
ó t e que este vicio. La corrupción, cuando des*
¿jciende del trono es contagiosa, porque h
Corte y los súbditos se apresuran á imitarla.
„ L a religión recibe con ello un golpe funesto.
fJSe atribuye á los sacerdotes y al dogma to*
5Jdo el mal que no previenen. Se les eclia eo
„ c a r a su debilidad para reprimir el desorden.
^ C o m o es que ningún sacerdote tuvo valor
5 , para reprehender publicamente á Luis XIV

„ p o r sus escandalosos adulterios, y para lafi-


5 , zar con voz poderosa el anatema contra el

» regente y contra Luís X IV ? Esto hace po-


j,co hooor al clero de aquel tiempo. Con me-
AM
,,nos talento que Bossu y MasiJIon* do h u-
„biera faltado en tiempos mas remotos, algún
„obÍspo que con peligro de su vida, hubiera
„ llenado este deber, iNo es de temer por esa
„ parle la usurpación del poder religioso. E s
^preciso tener un alma muy elevada para to-
„mar la defensa del cielo ultrajado , oponién­
d o s e al libertinage de los grandes. La ener-
gia que se necesita para cumplir con este
}tdeber es harto raro, á pesar de que encuen­
t r a simpatías en el pueblo. No sé que haya
„nada rms vil como el poder de un Sobera­
d o inmoral. Una sociedad que gime bajo ua
v yugo tan despreciable debe de estar profun­
d a m e n t e corrum pida, y m uy prócsima á su
^descomposición. Los galanteos de palacio, las
u indecencias de Luis X IV y del regente, fue*
»ron sin duda una de las causas principales
)júe la revolución. El poder se habia degrada­
ndo por si mismo antes que le degradasen;
» hollando todos los principios se habia hecho
>,inferior á todos. Luis X V I con su glorioso
f,martirio restableció la dignidad de la coro-
«na: esto no justifica, pero esplica los críme­
n e s de Maratj Robespierrey otros regicidas,
«que son unos monstruos verdaderos en íigu-
4X2
ra h u m a n a, pero que han Jado un desagra­
vio á la sociedad. Los delitos son corno ti
estiercol ep una tierra flaca que la hace ap-
;a para producir cien veces mas. En cuanto
á mí¿ si he tenido debilidades 7 jamas he he.'
cho alarde de ellas, antes al contrario he si'
do el primero en avergonzarme de haberlas
cometido, pues conocia sus consecuencias*
Las mugeres son un escollo para el Sobera­
no. Mi alma era demasiado fuerte para caer
en el la z o ? y veia el precipicio debajo las
flores. Yo mandaba á generales veteranos:
se apresuraban á cumplir y hasta á adivinar
mis órdenes: todos sus movimientos eran
espiados? y por lo tanto mi fortuna depen-
día de mi prudencia. Hubiera podido olvi'
darme de mí obligación por una h o r a ; mas
cuantas de mis vitorias no han dependido
de menos espacio de tiempo? Al casarm e con
María-Luisa, sentia latir en mi un corazon
vulgar. Tal vez la posteridad me echará en
cara este matrimonio: yo debia casarme con
una Francesa ( 1 ).

(i) E l emperador no debia ¿ep am se d e Josefi­


na. El vinculo del matrimonio no es acaso indisolu-
443

Prueba de la ecsistencia de Dios•

El general Bertrand decia á Napoleon;


„ V. M. cree en Dios, Bah! Que quiere de-
» cir Dios? Que sabe V. M» de él? acaso le lia
J, visto? >>
El emperador le contestaba:
Que es Dios? si lt¡ conosco , que se de
>jél? Pues bien 1 Voy á decíroslo: responded­
oras á vuestro turno : Como comprendéis el
„ genio de un hombre? Es acaso una cosa que
„ habéis visto? El genio es visible? Que sji-
„ beis de él para creer en el mismo ? se palpa

lie, fundado en la palabra de Dios y en el Ín te­


res misino de la sociedad? Si el divorcio es vitu­
perable y un crimen para los particulares, cuanto
mas no lo será para un soberano que cree serle l i ­
cito? Napoleon separándose de la imperatriz, lia u l­
trajado á las mujeres y á la sociedad, n o menos
que á la religión. Hacerse superior ú la ley, es sa­
lir de £u circulo, y la declaración del divorcio de
Napoleon, fud la del despotismo, y la consumación
de un suicidio; pero faé mas bien un crina en de
fius pasiones que el de su voluntad. (N ía del au­
tor).
m
„ e l efecto y de esto se remonta á la causa,
„se llalla, se afirma, se cree en ella; no es es Lo?
„ De la misma manera en un campo de bala-
,, lia, cuando la acción esta empeñada , si de
„ repente se reconoce qtie el plan de ataque
?Jes malo, se admiran la prontitud la preci­
s i ó n de las maniobras^ y se esclama: U ti hom-
„ bre de genio! En el calor de la pelea, cuan-
J?do la victoria se mostraba dudosa, porque
J9 VOS el primero^ me buscabais con la vista? si¡
}> vueslios labios me llamaban y dtí todas par-
3? tes no se oia mas que una v o z ; donde esli
, ?el emperador? Las órdenes ?
„ Que significaba este grito? Era el del ins-
v tinto, y de la féde todos en mi, en mi jenio.
„ Pues b ien ! yo también tengo un instinto,
una certitud, una creencia, un grito que se
y) me escapa á pesar mío; reflecsiono, conten*
7> pío la naturaleza con sus fenómenos y digo:
}} Dios Me admiro y exclamo: Hay un Dios('l)
. j

( i ) Esta prueba de la existencia de Dios es


tan bella y tal vez mas elocuente que ninguna de
la da los mas grandes filosofas cristianas,, D e s e rte s ,
Clarke y Leibnítz etc. Pero permítaseme el tras*
cribir aquí algunas lineas del filosofo, de qnien
hacen alarde de ser dieipulos la mayor parte de
„ Mis victorias os hacen creer en m i ?- pues
bien I el universo me hace creer en Dios.
Creo en él, & causa de lo que veo, de lo que
„ siento. Estos efectos maravillosos de la om-

nuestros hombres de estado; de Locke á quien


acusan sin razón de materialista, porque ha forma­
do una escuela que se ha declarado tal. Ved ah£
lo que dice L odte sobre la cuestión del espíritu y
del cuerpo, u El conocimiento del espíritu no es
„ menos difícil que el del cuerpo. Desconocemos la
^sustancia de aquel, lo mismo que la de este. Te-
v nemes ideas claras, distintas de las dos primeras
„ calidades 6 propiedades del cuerpo, que son la
,, cohesion de las partes solidas y la Impulsión; co-
Mnocemos tam bién en el espíritu dos primeras ca ­
ntidades 6 propiedades de las cuales tenemos ideas
í, claras y distintas ; & saber el pensamiento y la
,, facultad de obrar, es decir, de empezar y de de-
atener diferentes pensamientos 6 movimientos. EL
,»espíritu oos suministra igualmente ideas de varios
„ modos depensarj como de creer, dudar, esperar, te-
,, mer.etc. En estas hallamos también las ideas de que­
r e r , y de mover el cuerpo, y en su consecuencia de
D la voluntad. i£nfin, no por que sea difícil conocer y
definir el espíritu tenemos mas razón para negar
» su existencia que la que tendríamos para dudar
h de la del cuerpo; pues también su conocimiento
„ lleva consigo no pocas dificultades que es m uy
a e
„ nipotencia divina no son acaso unas realida-
Jf des, tan positivas y nías elocuentes aun de
j, mis victorias? Que es la mejor maniobra en
„ comparación del movimiento de los astros]
„ Ya que teneis fe en el jenio, decidme á lo
n menos, decidme por favor, de donde nace

„ difíciljr tal vez imposible de esplicar. Asi por ejem-


„ p í o : hay algo en el conocimiento del alma que
„ se acerque mas í la contradicción que lo que se
„ desprende de la noción del cuerpo, h saber 1ü di­
v i s i b i l i d a d al infinito de uaa substancia definirá?
% Ved ahí una dificultad mucho mas grande y uaa
paradoja mucho mas aparente de todo lo que
„ pueda resultar del conocimiento de una sustancia
„ inmaterial, dotada de inteligencia.
Estas lineas están sacadas del "Ensayó del enten-
dim kn ti humano. No son estas las ideas de un ma­
terialista, sino las de an pensador profundo. Locke
pudo equivocarse acerca el origen de las ideas, pe-
to en tal caso se equivocó de buena fé. AI mani­
festar su opinion, lo hace siempre con cierto es­
píritu de duda en todo lo que concierna al sis­
tem a que se habia formado, al paso que afir­
m a con toda la fuerza de la conciencia y de una
certeza absoluta su creencia en la verdad de la re­
velación. Locke es un filosofo en la ecepcion mas
hermosa de esta p alabra ; sus dieipulos materialis-
tas son unos retóricos, unos pedagogos que tienen
tanto que ver con Locke como con la ciencia y la
verdad. (Nota del autor,)
0 7
v en el hombre de jenia, aquella invención de
„ ideas, la inspiración, esa ojeda que le es es-
„ elusivamente propia ? De donde nace esto?
, indicadme su causa? La ignoráis , no es ver-
„clai? Pues bien! Yo también la ignoro. Y
5J si ti embargo este sello particular que distin-
agüe á algunos individuos no es un hecho tan
,}evidente, tan positivo como cualquier otro?
„ Mas,supuesto quá ecsiste semejantediferen-
„cia en los entendimientos, debe ecsistir una
„ causa de ella y alguno á quien deba atribuirse,
„ y p o r cierto que ni vos ni yo somos este al­
aguno. El genio no es mas que una palabra
» vaga, y que nada deja traslucir de su causa,
j, No faltará quien os diga qne son los orga­
smos; pero esta necia salida es buena á lo
„ mas para satisfacer á un estudiante de medi-
„cina, pero no á mi*
>7 Vuestro entendimiento es igual acaso al
«del pastor que observamos desde aquí en el
^ valle apacentando su rebaño? no ecsiste por
}) ventura entre vos y él, la misrna distancia
}>que entre un caballo y vos? Como lo sabéis?
i» Acaso habéis visto su talento? No: pues, el
» alma de un animal es tan invisible como el
» d e l genio mas admirable.
4*8
99 Pero habéis conversado con aquel pastor,
habéis ecsaminado su fisonomía > le habéis
„ interrogado, y sus respuestas os han dado á
„ conocer lo que era. Juzgáis la causa por el
>9 efecto, y sin embargo vuestro juicio es ec-
„ sacio. Vuestra intelijencia s vuestra razón,
, } vuestras facultades son, por cierto, ¡nfinita-
„ mente superiores á las de este pastor.
„ Pues bien! yo sigo la misma marcha
„ y los efectos divinos me hacen creer en uní»
„ causa divina. Sí, ecsiste una causa superior,
y9 una razón soberana, un ser infinito;esta cau-
,, sa es la causa primera; esta razón es la ra-
zon criadora de la intelijencia. Ecsiste un
ser infinito, en cuya comparación, general
?> Bertrand, no sois masque un átomo j al lado
,, del cual yo, Napoleon, con todo mi jenio,
„ soy nada* y o comprendo ese Dios... le veo...
„ tengo necesidad de creer en el y lo confie-
„ so. Tanto peor para vos, si no le compren-
„ deis, si no teneis fe en él.
Napoleon^ hablando del jeneral Bertrand
después de varias discusiones de esta especie,
decia: „ Le perdono muchas cosas; pero com o
,, quieren Vds. que simpatize con un materia*
}} lista, con un individuo que niega laecsisteu-
U 9
jd a del alma; que cree ser juna masa de lo-
\t Jo> y pretende que yo también lo sea?u

Critica del Protestantismo .

El Emperador tenia poca inclinación al pro­


testantismo, y aprovechaba de buena gana la
ocasioo de censura rio. He aquí lo que decia
un dia de él en Santa-Elena:
Puede llamarse al protestantismo, sise quie­
te, la religión de la razón, denominación m uy
conveniente para una invención del hombre*
EL catolicismo al contrario es la religión de
la fe ? porque es la obra de Dios.
No hay duda en que todos tenemos incli­
nación á referirnos á nuestro dictamen, y creer
únicamente lo que nuestros sentidos perciben.
Hablando como hombre ? me avendría mas
con la idea de celebrar la cena en memoria
de Jesu-Cristo, qne con la de comer realmen­
te su cuerpo y beber su sangre, por ser impo­
sible de comprehender y dífiüil de creer.
Pero que estraño que encuentre misterios
en la religión, cuando por todas partes los ob­
servo en la naturaleza? yo que nada concibo
de la creación, que ignoro la esencia de las
450
cosas, debo por ventura maravillarme de que
la misma espiración de tantos misterios, sea
un dosrma del todo misterioso? Mas debería
admirarme, sí aconteciese lo contrario.
Sí, la religión es la que debe ser atendida,
la grandeza d e l Ser-Supremo y la miseria de
una pobre criaLura_, y en ella reconozco preci­
samente la prueba cié la r e lig ió n verdadera.
Porque no se ntiga la existencia d e l f i r m a m e n ­
to puesto que no se puede medir, ni abrazar
su inmensidad con el compás? Solo Dios y
la fé pueden comprender y resolver las pro­
fundas cuestiones de la creación del mundo y
del destino humano.
Por otra parte si el protestantismo se apli­
ca mas propiamente á mi imbecilidad huma­
na, como rey, como gefe de un gran imperio,'
prefiero ser católico.
E l catolicismo es la religión del poder y
de la sociedad, como el protestantismo lo es
de la revolución y d<d egoísmo* La religión
católica es una, madre déla paz y d« la unión.
La heregía de Lulero y de Gal vino es una
causa eterna de división, una semilla de odios
y de orgullo, un llamamiento á todas las pa'
siones.
45*
£1 clero católico ha presidida la fundación
déla sociedad europea; lo qne hay de mas
sublime en la civ iü sacio n moderna* las arles,
las ciencias, la poesía y Lodo lo que d is fru ta ­
mos es obra suya. Todos los elementos de or­
den qne aseguran la paz de los Estados 7 son
tros de los beneficios que le debemos.
El protestantismo m uy al contrario ha m a r­
cado su nacimiento con la violencia y las guer­
ras civiles. Despues de haber aniquilado la
autoridad por un espíritu de d u d a y una crítU
ca de mala fe, la heregía aflojando todos los
vínculos sociales, ha preparado la ruina de to­
dos los pstados. El individuo entregado á sí
inistnuj ac abandona al escepticismo; la nece^
sidad de creer , de confiar en fiu semejante, es
la base de todas las relaciones de los hombres
entre si; esta base ha sido socavada.
La anarquía intelectual que sufrimos es una
consecuencia de la anarquía m oral, de la es-
liocion de la fé, y de la negación de princU
ptos,que la ha precedido.
Pronto sufriremos las convulsiones de la
anarquía m aterial; cuando la clase opulenta
suelte el freoo^ el populacho también se entre*
gark á los placeres materiales. La Europa se
43
452
halla atacada de un mal incurable y acabará
con ella el de la ideología. De nada sirven las
ideas mas bellas; si no se realizan, si no se
personifican (hablando polílicamenle), no son
mas qne sueños. Tales son las ideas déla pren-
sa que pregona verdaderas utopias.
Si couio dicen, el protestantismo ha desar-
rollado el espíritu industrial, aumentado el
bien estar material , esta ligera ventaja que se
podia conseguir con el catolicismo, se lia
comprado á costa de toda clase de males, cau«
sados por el libre ecsamen, y esto sin hacer
mención de los que nos amenazan en lo su­
cesivo.
U n protestante honrado no puede menos
de despreciar á Lulero y Calvino, violadores
sin rubor del ¡segundo mandamiento de la hj
de Dios; la idea de Dios es inseparable de la
fe en la palabra, Que puede esperarse de bue­
no de estos dos religiosos católicos, desertor^
de su convento y perjuros? Se hallaban liga­
dos por los votos mas solemnes, y obligato­
rios, cuales son los de la religión y ren u n cian
á ellos sin ningún motivo! Ygnoraban acaso
esos dos frailes apóstatas que el juramento e5
la base de las sociedades, y que Jeflé mató11
453
para cum p'ir coa un voto indiscreto,
sü h í j i
como lo refiere la Biblia sin la menor señal
de reprobación? (1) I lin despreciado el celU
bato, para favorecer, para saciar su lujuria y
la de los príncipes que les prolejian. Son estos
pies los hombres de Dios? Un Enrique V II,
un Lutero., un Galvino, pueden ser acaso ajen-
tes, ó mediadores de la divinidad? Por otra
parte, que se ha hecho el protestantismo pri­
mitivo? los protestantes no han conservado
de el otra cosa que la raácsima absurda de
atenerse á su dictámen propio en materias re-

íi) Con efecto la fidelidad al juram ento dim ana


inmediatamente de la existencia de Dios, y cons­
tituye el segundo mandamiento de Dios No ju ra ­
rás en vano por el nombre de D ios »
Pues bien! el matrimonio está fundado en u n
juramento hedió ante el altar : como pudo Napo­
león, no se porque miserable vanidad, hacer divor­
cio con la em peratriz Josefina? Incalculables han
sido sus consecuencias; poniendo de manifiesto sa
orgullo.. Napoleon hacia patente lo vano de su
sistema» El dia en que declaró necesitaba de n n
aliado, no dudo ya de su caída 5 porque una alianza
impuesta por la violencia, ó mas bien por la Vito­
ria, no podía ser menos que una mentira al prin­
cipio y en seguida una traición (Nota del ¿íutor )
Ügiosas. Los protestantes pues en el dia no
están menos discordes entre si que con nosotros
los catolicos.
Se cuentan 70 sectas formadas reconocidas;
se contarían j a 70,000 si se consultara cada
protestante sobre su creencia.
Como podría dejar de de ser asi? H ay püf
V entura un v ín c u lo bastante fuerte para reunir
u n o s hombres que tienen roas fe en si mismos
q u e en las reglas, en las definiciones y en u□
símbolo ? que no admiten ninguna base fij a, ni
autoridad ? que mañana pueden desechar o
desmentir sus creencias de hoy ?
Tal vez será fácil entenderse con un cismá­
tico, puesto que le están permitidas todas las
novedades. El error tiene un límite. U n cis­
mático reconoce invariablemente los mismos
dogmas^ porque está sumiso á una autoridad-
Alejandro y j o , hubiéramos tal vez resta­
blecido la unidad entre las comuniones cris*
lianas. Habíamos formado el plan y visto que
no era.imposible* Pero seria locura creer en
mía transacción con un protestante , que cree
en el dogma de su infalibilidad y en la sobe-
rdnía monstruosa del individuo.
Como es posible encontrar un punto de reí-
455
nion con unos sectarios, c u j a doctrina se fun-
tía sobre una base ta ri variable como el dere^
cho de cuja individuo para interpretar el
Evangelio, seguu las inspiraciones de su con*
ciencia, sin sujeción á la autor id rd, ni á la
tradiccion ?
Verdad es, (pie el Catolicismo es un Océa­
no de misterios,- pero ademas de que el pro­
testante los admite casi todos, la religión c a ­
tólica tiene en su favor ventajas que me la h a­
rán preferir siempre á cualquiera otra. Es una:
jamás lia variado, no puede variar* No es la
religión de lal ó cual hombre, si no la verdad
de los concilios y de los Papas que se remon­
ta sin interrupción hasta Jesu Cristo su autor*
Poste lodos los caracteres de una cosa na­
tural y a) misino tiempo divina; domina las
pasiones y los vicios; es un sol que alumbra
nuestia alma con misterio y majestadj es in­
finitamente superior á nuestro entendimientoj
y á pesar de esta superioridad esih muy aco­
modada & las mas limitadas ¡otelijencias. Su
virtud es reservada y reside en el hombre co-
nio el jugo eo el árbol.
Tal es la religión católica, que establece el
iírdeu en todas partes, que es á la yez un yin-
456
culo social y religioso, que fortifica el poder,
que predica á todos la unión y el amor, y que
persuade maravillosamente su deber á cada
uno.
P o r esto soy cristiano, católico, romano?
porque mi padre lo era, porque mi hijo lo es
también, y porque sen Lil ia mucho que no lo
fuese..*i

OPINION DEL EMPERADOR

ACERCA LA, CENA SEGUfci LOS PROTESTANTES

j segurt los Católicos.

U n dia que se trataba de Lutero y Calvino


y especialmente del cambio que estos dos he-
resi a reas se habian permitido en la i n t e r p e l a ­
ción de las palabras sacramentales de Ja Cena,
Napoleon formuló su opinion del modo si­
guiente :
£
457
Cuales son las palabras de Cristo? las si­
guientes: mi ca rn e e s carne en realidad ,
„ y mi sangre es una bebida . Si no coméis
„ mi carne y no bebeis mi sangre *no viviréis
J?eternamente: y tomando pan, dijo 7f este es
v mi cuerpo, “ y tomando igualmente vino,
^esta es mi sa n g r e / £
Católicos y protestantes admiten igualmen­
te estas palabras; como es pues que las inter­
pretan tan diferentemente? Los católicos en
el sentido literal, y los protestantes en el fi­
gurado.
Los protestantes pretenden que todo este
lenguaje tan positivo, tan estraordinario, que
como los católicos creen ser la palabra de Dios
como hombre, se reduzca á este ligero y ruin
resultado: „ Esto representa pan , esto repre­
s e n t a vino. Acordaos de celebrar esta cena
?>en mí memoria.*'
Ved ahi en efecto una esplicacion vulgar y
que no prcsanta á la razón la menor dificul-
tad; mas no veo nada en ella que revele un
.Dios y la palabra eficaz del Ser*Supremo, sino
que ¿1 contrario solo reconozco en todo ello
la invención, el consejo, el pensamiento y la
ffccsortacion de un hombre como yo. Por que
458
pues hacer uso de esas palabras Urnas de un
santo horror; mi cuerpo es carne, tic., y [lin­
darse en estas espresiones y buscar su sentido
can tanto afan? á que vienen esas palabras tan
espantosas para espresar una idea la mas sen­
cilla ?
Si creo en la divinidad de Cristo, es porque
me fundo en el misterio pro funjo conleni«io
en aquellas palabras y á causa de la eficacia
que ha sabido comunicarles.
Si Cristo solo quiso d ecir: Comed pan¿ be­
bed vino en mi memoria , y yo m e u n iré á vo-1
S o tro s, y vosotros ó m i , no hay en eso nada
digno de un Dios...* negando el misterio, des­
truís Ja religión. Acaso se necesita ser un Dios
para hacer todo lo que un hombre puede de*
cir y hacer ?
Sin embargo los protestantes creen en la
divinidad de Jesu-Cristo, Creen en el Evange­
lio, en Ja Santísima Trinidad y en ja concep'
cion por obra del Espíritu Santo, y porque-
Acaso estos misterios no son superiores á la
razón? No hay mas que algunas palabras en el
Evangelio que los afirmen; porque pues no bí­
ter preterios igualmente según la razón ?
459

Bicljo notable ¡i profimto


del Emperador acerca el misterio de la Cruz .

Napoleon estaba flotado ríe un sentido rec­


to y se servia ch? él para ju/.gar todo lo que se
ofrecía a su enl ndími^nto. Decia un dia en
Santa-Elena, que muchas veces y en varias
épocas de su poder habían intentado empe­
ñarle á que se declarara gtjfe de la religión,
excluyendo al Papa “ No se contentaban coa
esto, añade, sino querían que estableciese una
religión á mi modo, asegurándome qne tanto
en Francia como en el resto del mnndo po­
dría contar con no pocos partidarios y devo*
tos del nuevo culto* Que podía contestar á se­
mejantes ridiculeces?
Un dia sin embargo me instaba sobre este
particular un personage que veía en ello un
gran plan político*, le impuse silencio con una
palabra 4íBasta^ señor basta; quereis tam^
bien que me haga sacrificar,; y como me mi­
4 60
raba con sorpresa, no es esta vuestra inten­
ción ni la mia le dije; y sin embargo no se
necesita menos de esto para fundar una v e r
dadera religión! Mas, yo conozco ya una y no
quiero conocer otra. “
Napoleon decia á menudo con un profundo
sentimiento de amargura. En esta isla maldi­
ta tenemos dos privaciones á las cuales no pue<
do acostumbrarme; la falta de iglesia y de
misa.
A 61

CAPITDLO Ve
RESUMEN.

----- —
—“

Discusión entre el E m perador y el general B e r -


trand sobre la divinidad de Je su-C risto— Objeción
del general B ertrand.— Refutación de Napoleón^
que manifiesta sus ideas acerca de J e sa-C risto .
—El Cristianismo y las falsas religiones.— Los s a ­
bios del ppganismo enemigos de esta religión*— T o ­
dos los hora bres grandes de la civilización m o d e r -
da adoradores de Jesu-C risto.— L a mitología es
obra h u m a n a .— El Cristianismo está identificado
don h ley n a t ü t V — Ojetfáa sobre los fundadores
denlas naciones ó de iafi religiones.— Jesu-'Cristo
es un ser esceocional, absolutamente diverso de t o -
- dos los demás.— El único m eram ente, religioso* e|
único que esplique el destino h u m an o .— Im p o te n ­
cia do los meta físicos y de los filósofos para f o r ­
mular la verdad religiosa.— Los legisladores han
obrado en vida y Cristo despues de m u e rte .— L a s
conquistas de Cesar, de Alejandro, d e Annibal, de
Napoleon, comparadas con las de Cristo.— Todas
las falsas religiones son terrestres^la sola v e rd a d e ­
ra religión es celeste.— El Emperador) A u gusto y
Gasto.— Cristo y la eternidad.— M ahoma y el a l ­
teran.— Jeen-Cristo negándose á liacer el papel
4 62
de ambicioso.-—Su desprecio para las grandezas.—
S u desprecio del tiempo y su nombre de hijo del
eterno.— Soy D ios. — Los misterios d - su vida sjj
los de la vida h u m a n a .— Ser ateo ti cristiano,—
Su religión es la de la conciencia.— Cristo impos­
tor ó Dios.— Esplicacion de la duración de las lie*
regias.— El poder de la religión y el poder retí*
— Elogio del Evangelio*— La felicidad consista en
la f ¿ .— Los fundadores de imperios y de religio­
nes se kan servido del nom bre de Dios sin atre­
verse i usurparle para ellos*— Cristo es el uuico qu«
de u n modo absoluto y esclusivo exige el culto
s j p r e m o para ¿1 solo.— Eí es el único que se lu­
ya apoderado del corazon h u m a n o .— E l milagro
permanente de la caridad.— El amor de los sóida*
dos á Napoleon, y el de los c a íanos á Cristo.—
L a m uerte de Napoleon y de los hombres gran*
des y la de Cristo.— Apostrofe al general Ber*
trand.
483
4

CAPITULO V.

Jesu-Cristo. (4)

Diré o W a lo que es la sabi­


duría, y cual «j su origen: no 01
ocultaré los secretos de Dios, sí"
no que me remontaié hasta el
origen de $u principio; lo po a-
drfc en claro, le liare conocer; y
no ocultaré la verdad.
(La sabiduría, cap. V I ver» 2/4)

Ea Santa-Elena se hablaba á menudo de


religión.
Un dia, la conversación estaba animada; se
discurría acerca de un objeto de gravedad; se
trataba nada menos que de la divioidad de
Cristo. Napoleon defendía la verdad de este

(0 Napoleon do ba dicho todo de una vez la


Am
dogma con los argumentos y Ir, élocucncia de
un hombre de genio, y con un no se que de
la sencillez y buena fé de tin corso y de un
italiano..
El general Bertrand era su antagonista y el
que le hacia frente.
No comprendo Sr», decia, como un hombre
grande cual V. M. puede persuadirse de que
el Ser Supremo se haya dado á conocer a lo»
hom bres bajo una figura humana, con su cor

magnifica defensa que se va á leer. El Autor piK*


lia reunido lo que se dijo en varias conversacional
en presencia del interlocutor^ que habla el prime*)
ro, o del general Meo t lición. Es indispensable
tam bién recordar al lector ese aviso del
logo :
„ Algunos desearán saber cual es el trabajo d*|
„ autor, y si se han hecho adiciones, y conio'í
„ distinguirá lo que es propio dfcl escritor de
„ que es de Napoleon* Mi respuesta será m u y l*
„ cica: no es posible imitar al genio. Lo íntimo
los pensamientos, el vigor del discurso, los argo
mentos principales, son y no pueden ser mas (|*l
de Napoleon. El estilo y las fraáes enteras le Pfí
tenecen, á veces literalmente, como por eje mí
esta que se lee en el principio de la opinioo di
em perador sobre Jesu-C risto: „ Conozco á
hombres y os digo que Jesús no lo eí# Y I¡i
465
respondiente cuerpo, cara, boca^ ojosj en fin
semejante á nosotros. Quiero que Jesús sea to-*
do lo que se pretenda, que sea la inteligencia
mas vasta, el corazon mas moral, el legislador
mas sabio y sobre todo el mas singular que
haya existido; pero no es mas que un hom bre
que ha enseñado á algunos discípulos, y sedu­
cido los crédulos como Orfeo, Confucio y
Brama.
El Dios Judio ha renovado el prodigio de
los tiempos fabulosos; ha reem plazado, des­

que termina asi: “ No comprendéis que Jesns sea


Dios, (dijo Napolecm al general Bertrand): pues
bien i he hecho mal en nombraros general.
Sin embargo, por fiel que sea la memoria, quien
desconoce cuanto se altera ó disminuye el pensa-
i miento en ei curso de una comunicación indirecta?
¡ Para corregir el defecto no se ha titubeado en re­
currir á la inspiración propia y usar cierta elegan­
cia que exije la narración, sin la cual no tendría
^gracia y fastidiaría.,.. Si los pensamientos de Na*
ípüleon han sido respetados, no creemos que nadie
tache este respeto de servil, demos imitado al joye­
ro que monta una joya, el cual no tiene á veces re­
paro en cortar los diamantes para multiplicar el
brillo y los efectos de la luz. Dichosos nosotros
P hubiésemos podido hacer otro tanto. [Nota del
¡Autor)
tronándolos, las divinidades griegas y egipcias.
Jesús como grande hombre, sucesor de tantos
hombres ilustres, se ha hecho a d o ra r, porque
antes de él, su? predecesores , Isis y Osiris,
Júpiter y Juno y muchos otro3 habian tenido
el orgullo de hacerse adorar.
Tal ha sido el ascendiente de Jesús sobre su
época, el ascendiente de aquellos dioses, de
aquellos héroes fabulosos. Si Jesu-Criste» ha sa.
bido con su doctrina grangearse el uprecio de
la m u ltitu d , si ha revolucionado el mundo,
no veo en todo esto mas que el poder del ge­
nio y la acción de una al*ia grande, qoe in*
vade el mundo con la inteligencia, como han
hecho tantos conquistadores, Alejandro, Cesar?
como V. 51. ó Mahoma lo habéis hecho con
la espada.*..
Napoleon contestó:
?,Conosco á los hombres y os digo quelc
j,sus no lo es.
Los espíritus superficiales creen ver una se*
mejanza entre Cristo y lu.s fundadores d¿ í,u‘
perio, los conquistadores y los dioses del**
demas religiones. Esta semejanza no ecsi^*
Hay una distancia infinita entre el cristianisifl1!
y todas las demas religiones.
10/
Cualquiera decidirá la cuestión como yo*
con tal que tenga un conocimiento verdadero
de las cosas y la esperiencia de los hombres.
Quien de nosotros al contemplar con el es­
píritu de analisis y de censura de que estamos
dotados, los diferentes cultos de las naciones,
no puede decir á sus autores á la cara?
„ N o , vosotros no sois ni dioses, ni agen­
t e s de la Divinidad; no teneis misión divina?
„soÍs mas bien Jos misionarios de la mentira
>7y fuisteis sin duda formados de la misma
„ tierra que los de mas hombres. Sois de la ra-
„za y familia de Adairi, un ente con todas
„las pasiones y vicios que son inseparables de
de tul suerte que ha sido menester divini­
z a r l o s con vosotros. Vuestros templos y vues­
t r o s sacerdotes proclaman por si mismos
vuestro origen. Vuestra historia es la de los
jí déspotas, la de los tiranos. Si ecsígistes de
„ vuestros súbditos el culto y los honores de­
b i d o s Unicamente á Dios^ os movió á ello,
*,el orgullo natural al rango supremo (4). No

(i) He aquí lo que dice Salomen acerca el


culto de los ídolos: Pues ía invención de los ídolos
el origen de la idolatría, y su hallazgo la cor­
rupción de la v i d a : porque ni los había al p r in -
4 ’J-
fueron por cierto ni la libertad, ni la con­
sciencia de vuestros primeros adoradores sino

cipio ni los habrá siempre. Sobrevino en el orbe


la vanidad de ios hombres, y con esto se tuvo por
m u y pronta la muerte de ellos. Hallándose un pa­
dre traspasado de acerbo dolor por la prematura
y súbita m uerte de su h i jo , formo de él n n retra*
t o ; y al que como ho m b re acababa de morir, co­
m enzó luego á honrarle como á D i o s , y establecí
entre sus criados ceremonias y sacrificios para dar­
le culto. Despues con el discurso del t i e m p o , to*
mando cuerpo aquella impía c o s tu m b r e , el error
vino á ser observado tom o l e y , y adorábanse loa
simulacros por mandato de los tiranos. Y asi
hacían traer desde lejos los retratos de aquellos á
quienes no podían los hombres honrar personal­
mente por estar distantes; y exponían á vista de
todos la imagen del rey, rí quien querían tributar
honores y á fia de reverenciarle con su c u lt o , co*
mo si estuviera presente. La estremada habilidad
del artífice atrajo también á los ignorantes á este
c u lto ; porque deseando complacer al que le hacia
tra b a ja r, empleó todos los esfuerzos del arte para
sacar mas al vivo la imágen. Con esto embelesado
el vulgo con la belleza de la o b r a , comenzó ¿
calificar por un Dios al que poco antes era hoo*
rado como un hom bre.
(Sab id u ría cap. 1 4 v. 1 2 y siguientes).
A69
j, la bajeza, la necesidad , el apego á lo ma-
}?ravilloso, la ignorancia y la superstición.rí
Tal será el juicio, el grito de la conciencia
de cualquiera que inlerrogue á los^dioses ó
templos dal paganismo.
Reconocer la verdad es un don del Cíelo
y el distintivo de un entendimiento superior;
pero no hay nadie que no pueda rechazar de
pronto la mentira. Lo que es falso repugna y
se distingue á primera vista.
Ahora bien / porque se hacen y renuevan
sin cesar una infinidad de objecciones contra
la verdadera religión, y no se hace ninguna
contra las falsas , sino porque todos las creen
ules? Jamas el paganismo fue acogido como una
verdad asoluta por los sabios de la Grecia, ni
por Pitagoras ó por Sócrates, ni por Platón,
ni por Anaxagoras ó por Perícles.
Aquellos hombres grandes se recreaban en
las narraciones del buen H o m ero , con las
risueñas ilusiones de la F a b u la ; pero no las
adoraban.
Al contrario los mayores talentos, desde la
aparición del Cristianismo, han tenido fé y
una viva fé, una fé práctica en los misterios
y dogmas del Evangelio, y no solo Bosuet y
4 70
Fenelon, cuyo estado «?ra predicarla , si no
también Descartes y JSewton, Leibnitz y Pas.
c u a l, Gorneille y Hacine, Garlo-Magno y
Luis X IV .
De donde procede esta singularidad? Como
es que un símbolo tan misterioso y oscuro
cual es el de los apóstoles ^ ha sido acogido
con un profundo respeto por nuestros hom­
bres mas insignes, al paso que las teogonias
sacadas de las leyes de la naturaleza, y que
en verdad no eran mas que unas esplicacione5
sistemáticas del mundo, no han podido impo­
ner á ningún hombre erudito? Quien ha escri­
to mas que los mismos paganos contra sus
deidades?
La razón de ello es muy natural: tras el
velo de Ja mitología ¿ un sabio ve desde luego
la marcha y las leyes de las sociedades na­
cientes , las ilusiones y las pasiones del co-
razón humano, los símbolos y el o r g u l l o da
la ciencia.
La mitología es la religión del capricho*
Los poetas, analizando sus desvarios, secun­
daron la inclinación natural de nuestros enten­
dimientos, que ecsagera 511 poder hasta ado­
rarse á si mismo porque ignora sus límites.
w \
Aquí todo es hum an o , lodo dice eo cierto
modo: «Yo soy la obra de la criatura.» Esto
es patente, todo es imperfecto, incierto, in­
completo, las contradicciones son infinitas. El
maravilloso de la fábula divierte la inmasi- o
nació n , p e r o no satisface á la ra z ó n .
NÍ las metáforas, ni las poesías son suficien­
tes para declfrar á Dios, para hablar del ori­
gen del mando y revelar las leyes de la inte­
ligencia.
El paganismo es la obra del hombre. En él
está grabado el sello de nuestra imbecilidad*
En que se distinguen de los otros hombres
aquellos dioses tan celebrados, aquellos legis­
ladores griegos ó rom anos, aquellos Nunia, y
Licurgo, aquellos sacerdotes de la India ó de
Meraíis, aquellos Con fu cío y Mahoma.
Hicieron absolutamente, uu verdadero
caos de la moral , sin que ninguuo de
ellos haya dicho algo de nuevo, relativamen­
te á nuestro futuro destino, á nuestra alma
á lu esencia de Dios y á la creauipn ? Nada
dos han enseñado los teosofos de lo que nos
interesaba saber, ni les debemos ninguna ver­
dad esencial. Ni siguiera han entrado en la
cuestión religiosa, 110 siendo su teogema uaas
que embrollo, confusion y oscuridad.
A 72
Hay una verdad primitiva que se remonta
hasta la cuna del liomhre¿ que se halla entre
todos los pueblos, escrita en nuestra alma por
la mano divina j la ley natural, de la cual na­
cen el d eber, la justicia, y el conocimiento
de la naturaleza del hombre compuesto de ah
ma y cuerpo.
Una sola religión admite plenamente la ley
n a tu r a l, una sola se apropria sus principios, y
la hace objeto de ana enseñanza perpetua y
pública. Cual es esta religión? E l cristianis­
mo. La ley natura) era desconocida entre los
paganos ; estaba desfigurada y modificada
por el egoísmo ? y sujeta á la política. Se tole*
raba , pero no se reconocía en ella ningún ca­
rácter sagrado. Esta ley no tenia ni templo, ni
sacerdotes ,ni otro asilo que el lenguage don­
de Dios la conservaba por una previsión de
su providencia.
La mitología es un templo consagrado á to
fu erza , á los heroes, á la ciencia,, á los benefi­
cios de la naturaleza. Los sabios no tienen al­
tares en él, pues son los enemigos naturales de
una idolatría que diviniza la materia.
Penetróse pues en los santuarios; no se ha­
llará.en ellos’ni orden^ ni arm o n ía, sino un
caos, rail contradicciones, la guerra entre los
dioses, la inmobilidad de la cultura, la división
y falta de unidad, la repartición de los atribu­
ios divinos, alterados ó negados en su esencia»
los ¡sofismas de la ignorancia y de la presua-
cion7 fiestas profanas, el triurnfu de las cos­
tumbres estragadas, la impureza y la abomi­
nación adoradas^ toda clase de corrupción, y a ­
ciendo entre espesas tinieblas con una madera
pudrida el ídolo y su sacerdote. Es esto pues
lo que glorifica á Dios 6 lo que lo desdora? ( 1 )
Son estas las reli¿iones y los Dioses que se
pueden comparar al Cristianismo ?
j,
( i ) Es curioso comparar estas palabras con las
de Salomon sobre el mismo asunto j u Y he aqui
como se precipitó en el error el genero h u m a n o ;
pues los hombres 6 por satisfacer i un p a rtic u la r
afecto suyo, 6 por congraciarse con los reyes, d ie ­
ron á las piedras y leños el n om bre incom unica­
ble de Dios* Ni se contentaron coa errar en orden
al conocimiento de Dios, sino que viviendo su ­
mamente combatidos de su ignorancia, á un sin
numero de m uy grandes males, les dan el nombro
de paz. Pues, ya sacrificando sus propios hijos, ya
ofreciendo sacrificios entre tinieblas, ó celebrando
vigilias llenas de brutales delirios, ni respetan Iso
vidas, ni La pureza de los matrimonios, sino quc>
En cuanto á mi, lo niego. Emplazo al olira­
po entero á mi tribunal. Juzgn h los Dioses, y
mas estoy lejos de postrarme delante sus ima­
jenes. Los Dioses Jos lejisladores de la India
y de la China, de Roma y de A tenes nada
tienen para mi de impotente.
No porque yo sea injusto para con ellos!
No: los aprecio porque conozco su valor* Los
principes, cuya ecsistencia se perpetua en la
memoria de las gobernaciones como una ima­
gen del poder y del orden, como una idea de

u n o sá otros se matan por celos, o con sjts adulte­


rios se contristan. P o r todas partes se í e efusión
de sangre, homicidios, hurtos y engaños, corrup­
ción, infidelidad, alborotos, perjuicios, olvido de
D ios, vejación de buenos, contaminación de las al*
mas, incertidnm bre de los partos, inconstancia de
los matrimonios, desordenes de adulterio y lasci­
via , siendo el abominable culto de los ídolos la
causa y el principio y fio de todos los m ale s; por­
que ó hacen locuras en sus fiestas, ó á lo menos
fingen oráculos falsos, ó viven en Ja injusticia, 6
perjuran con fa c ilid a d ; como que confiados ea
£ua ídolos, que son criaturas inanimadas^ no temen
que por ju ra r falso les venga ningún daño.
{ Sabiduría cctp¡ X I V , v. 2 1 sig. )
la fuerza y de la h erm o su ra , no fueron cierta*
mente hombres vulgares.
Pero es preciso calcular también en estos
resultados la ignorancia de aquellas primeras
edades del mundo. Aquella ignorancia fué
grande, supuesto que los vicios fueron di­
vinizados con las virtudes y que la ignoran­
cia desempeñó el papel principal en aque­
lla seducción curiosa! asi es que la violencia,
la riqueza, todos los signos del orgullo y del
poder, el apego k los placeres, la voluptuosi­
dad sin m o d e r a c ió n , el abuso de la fuerza, son
los rasgos característicos de la biografía de los
dioses, tales como la fabula y los poetas nos
las representan.
En Licurgo, S u m a y Mahoma, reconozco
unos legisladores que haciendo el principal pa­
pel en el Estado, han buscado la mejor solu­
ción del problema social 3 pero nada veo en
ellos que revele la divinidad, ni ellos mismos
han llevado tan allá sus pretensiones*
Es evidente, que solo la posteridad ha d i­
vinizado á los primeros déspotas, á.los héroes,
á los príncipes de las naciones y los fundado­
res de las primeras repúblicas. En cuanto á
aií, reconozco á los dioses y á aquellos hora-
bres célebres por sus seres de la misma nalu-
raleza que y o* Su inteligencia sobre todo no
se distingue sino en cierto modo de la inia.
Han sobresalido entre los demás, y hecho un
gran papel en su época lo mismo que yo. Na­
da anuncia en ellos unos seres divinos, antes
al contrarío veo numerosos puntos de contac­
to entre ellos, y no pocas semejanzas, debili­
dades y erroreá comunes que les hacen iguales
á mi y á la humanidad. Sus Facultades no se
diferencian en nada de las mias y solo se dis-
tinguen en el uso que ellos y yo hemos hecho
de las mismas, según el fin diverso que nos
hemos propuesto, y según el pais y las cir*
cunstancias...
N o se puede decir otro tanto de Cristo. To­
do lo que veo en él me admira; su espíritu es
superior á todos, y su voluntad me confunde.
N o hay punto de comparación posible entre
él y los demas hombres.
E s verdaderamente un ser único: sus ideas
y sus sentimientos, la verdad que anuncia, su
m odo de convencer, no pueden esplícarse pí
p o r la organización humana, oí por la natura­
leza de las cosas.
Su nacimiento y la historia de su vida, Ia
4 77
profundidad de su dogma que llena verdade­
ramente el círculo de las dificultades y que es
su admirable solución, su Evangelio,, la sin­
gularidad de aquel ser misterioso, su apari­
ción, su imperio, su marcha á través de los si­
glos y de Jos reinos, todo es para mi nn pro­
digio, no se que misterio incomprensible.........
que me sumerje en u n a meditación de la cual
no puedo salir, misterio que Lfjngo siempre á
mi vista, misterio permanente que no puedo
negar y que sin embargo tampoco puedo es-
plicarme.
Nada veo aqut de humano, cuanto mas
procuro aproximarme á él; cuanto mas le exa­
mino de cerca, mases superior á mi inteligen­
cia, mas aumenta la grandeza; por mas que
le medito no se espücarmela.
Su religión
O es un secreto esclusivamente
suyo, y procede de una inteligencia, que
ciertamente no es la de un hombre. Hay en
ella una originalidad profunda que crea una
serie de palabras, y de maximas desconocidas*
Jesús nada pide prestado á ninguna de nues­
tras ciencias. En él únicamente se halla la
imitación ó el ejemplo de su vida. No es tam ­
poco un filosofo, puesto que obra non mila»
<78
gros, y desde el principio sus dicipulos son
sus adoradores. Los persuade rúas bien por
un llamamiento al sentimiento que por el mé­
todo y por el raciocinio y por lo mismo no
les impone ni estadios preliminares ni el co*
nocimíenlo literario. Toda su religión se li­
mita á creer.
Con efecto las ciencias y la filosofía de na­
da sirven parala salvación, y Jesús viene a^
mundo para revelar los secretos del Cielo y
las leyes del espíritu.
E l alma le basta, como el basta al alma:
basta su venida el alma era nada: la materia y
el tiempo dominaban el mundo* Basto su voz
para que todo volviese al orden.
La ciencia y la filosofía no son mas qne un
trabajo segundario. El alma lia reconquistado
su soberanía. Todos los sofismas escolásticos
se hunden como un edificio ruinoso por la sota
palabra^ LA F E .
Que maestro, que palabra es esta que ol>ra
semejante revolución/ Con que autoridad ense-
ña la oracion á los hombres, les ordena lo qu«
deben creer sin que ninguno pueda oponerse;
primero^ porque el Evangelio encierra la mo­
ral mas pura^ segundo porque el dogma en lo
que contiene de ininteligible, no es mas que la
proclamación y la verdad de lo qtie ecsiste,
lo que ningún ojo puede ver, ningún racioci­
nio alcanzar.
Quien es el insensato que osará desmentir á
un viajero intrépido, que refiere las maravi­
llas de los picos helados, que él solo ha tenido
la audacia de visitar?
Jesu-Cristo pues es este atrevido viagero.
Uno puede ostinarse en su incredulidad; no
hay duda, pero no decir: esto no es verdad.
Por otra parte consultad á los filósofos so­
bre esas cuestiones misteriosas que son la esen-
cia del hombre, y de la religión; cual es su
contestación? cual es el hombre de buen sen­
tido que ha comprendido los sistemas de m e­
tafísica antigua ó moderna (4 ) que en realidad

(i) Apelo i todos los hombres sensatos, que


en tiempo de la restauración han asistido é Jas lec­
ciones del Sr. Cousin. H a y acaso uno solo que ha­
ya podido comprender nada de toda aquella e l o ­
cuencia oratoria, que calificaban entonces con el
titulo de eclictismo^ y que el Sr. Cousin llama
ahora filosofia de la Carta1 Pero la gente frivola y
los Galones aplaudían junto con la prensa periódi­
ca y por odio i los Jesuítas y al gobierno. Se n e ­
cesita tenerse en m ucha estima á si mismo y eu
niücho desprecio á los demas para perorar sobre
no son mas que una vana y ostentosa hidal­
guía, sin ninguna relación con nuestra vida do­
mestica y nuestras pasiones? A fuerza de ra­
ciocinar, se llega sin duda k comprender la
clase de la filosofía de Sócrates y de Platón,
pero es preciso ser un metafíisico, y ademas
es necesario un largo estudio y una idoneidad
especia], al paso que la sola razón natura), el
corazon^ un alma recta bastan para compren­
der el Cristianismo.
La religión cristiana no es ideológica * ni
metafísica; es una regla practica que guia las
acciones del hombre, le corrije le aconseja jf
le asiste en toda su conducta. La Biblia ofrece
una serie completa de hechos y de hombres

una trinidad imaginaria^ que jamas á existido, sino


en la imaginación ó mas bien en los labios del se*
ñor Cousin, y no decir una palabra siquiera, sobie
la trinidad real, que está grabada en el entendí
miento y en el corazon de todos! A vos P l a t o s i
quien el amor á Ja filosofía impuso el voto de cas-
ti dad, que os aproximó i la grad a celeste, liaat*
el punto de haceros entrever á nuestro Jesús divi'
no, al vislumbre de vuestra razón eminente, que di*
ferencia existe entre el dicipulo y el amigo de Só­
crates, y el amigo^ que digo? el criado del hieffl°
del Sr. Dosne ? del A u to r )
184
históricos, para esplícar el tiempo y la eterni­
dad, cual ninguna otra religión es capaz de
presentar: si es esta la religión verdadera, la
equivocación es escusable, porque todo en ella
es grande y digno de Dios.
En vano busco en la historia, para bailar
otro hombre como Jesu-Cristo, ü otra cosa
que se parezca al Evangelio* pues ni la histo­
ria, ni la humanidad ni tos siglos, ni la natu­
raleza me ofrecen nada con que yo pueda c o u r
pararle ó esplicarle. Aquí todo es estraordina-
rio; cuanto mas le considero, mas me persua­
do de que no hay nada en él que no sea supe­
rior al talento del hombre.
Los mismos impíos, jamás se han atrevido
á negar la sublimidad del Evangelio, el cual
les inspira una especie de veneración forzosa!
Que felicidad proporciona este libro h los que
creen en él 1 Guantas maravillas admiran en
el mismo los que le han meditado 1
Todas las palabras están enlazadas y apoya­
das la una en la otra como las piedras de un
mismo edificio. El espíritu que las une es un
cimento divino que alternativamente manifies­
ta su sentido, ó le oculta al entendimiento.
Cada frase tiene una significación compleja
que indica la perfección de la unidad y la
profundidad del conjunto; único libro en
que la razón halla una belleza moral has­
ta entonces desconocida, y una idea de lo
infinito, superior á la que sujere la creación!
Quien sino Dios podia producir aquel síinbo*
lo, aquel ideal de perfección, igualmente es«
elusivo y original, en el cual nadie puede cen­
surar^ ni añadir 6 suprimir una sola pala­
bra, libro diferente de todos los que existen,
nuevo del todo, sin nada que le preceda o
que le siga. ( 1 )

( i ) Napoleon, cuando joven, habia leído RoM'


sean, de quien hacia entonces gran caso; en segrí*
da repudió los sofismas de la ideología del autor del
Contrato Social; pero debia de leer á menudo el pa-
sage siguiente, que contiene un elogio del evange­
lio, tanto mas curioso, cuanto que es hijo de
escritor que cede mas bien á la evidencia quc¿
la fé K Confieso que la magestad de las escritüis!
„ me admira y que la santidad del Evangelio me
„ habla al corazon. Considerad los libros de la 6-
„ los ofia con toda la pompa ¡cuan insignificante;!
„ son en comparación de aquel! Es posible qu*
„ un libro tan sencillo í la par que sublime, set
,, obra de un hom bre? Es por ventura el tono
) ,u a entusiasta d de un sectario ambicioso? 0»'
Se habla de Confucio? de Zoroastro, de Ña­
ma, de Júpiter y de Mahoma; pero entre ellos
y Jesu-Cristo hay la diferencia de que todo lo

„ dulzura l Que pureza en sus costum bres! Que


gracia y ternura en su? instrucciones £ Q ue eleva­
ción en sus m aximas! Que profunda sabiduría en
„sus discursos! Que presencia de espíritu ! que d e ­
l i c a d e z a y exactitud en sus respuestas! Que im -
„ pe rio sobre sus pasiones! Donde está el hombre)
í„ donde está eí sabio que sabe obrar, sufrir y mo-
„ r i r sin ostentación? Cuando Platón describe su
„ justo imaginario cubierto con el oprobio y el
„ crimen, y digno de todos los premios de la vir-
, ntud, pinta rasgo por rasgo á Jesu-Cristo. La seme­
j a n z a es tan evidente, que todos los padres de
. >1 la iglesia la han comprendida, y imposible
, mdesconocerla. Es menester estar m uy despreocu-
„ „ pado ó úiuy ciego para com parar el hijo de So-
infruoisco á el de María I Que distancia hay e n t r e
mJos dos! Sócrates muriendo sin dolor, sin igno-
« minia, sostuvo sin pena su caracter hasta el fin
i>y si esta m uerte fácil no hubiere honrado su vi­
v id a , se dudaría de que Sócrates con todo su a n i -
<»mo fuese otra cosa que sofista! Pero de donde
* » había aprendido Jesús entre los suyos, aquella
v i» moral elevada y pura de la cual ¿1 únicamente ha
3 vdado lecciones y el egemplo? La sabiduría mas
: „ sublime se hizo oir del seno del fanatismo mas
45
que el lia hecho ea digno <Ie un Dios, mientras
que nada hicieron ello? que no pueda practicar­
lo uu hombre. L a acción de aquellos moríales

„ furioso, y la sencillez de las virtudes mas heroi*


,, cas honrb á un pueblo el mas material! La
„ m uerte de Sócrates conversando tranquilamente
„ con sus amigos es la mas dulce que se puede de-
„ s e a r . La de Jesús espirando en los tormentos, ul-
5, trajado, befado, maldecido de un pueblo entero
,, es la mas horrible que puede tenerse. Sócrates
„ tomando el vaso de veneno, bendice al que f*
„ le presenta llorando. Jesús en su horroroso su*
„ plicio, ruega por sus enearnizados verdugos. Si
„ l a vida y la muerte de Sócrates es ia de un sa-
?) bio, la de Jesús es la de un Dios. Diremos que la
„ historia del evangelio es una invención? No, no «
,j este el modo de mentir, y los hechos de Sócra­
t e s de los cuales nadie duda están menos ates­
t i g u a d o s que les de Jesu-Gristo. E n resumen esto
„ e s apartar la dificultad sin destruirla. Seria
„ inconcebible que muchos hombres de consuno
hubiesen formado este libro que no que uno so*
,, lo haya suministrado el objeto. Los autores h*
n breos no hubieran encontrado jamás ni ese tono
i, ni esa m o r a l ; y el Evangelio se distingue p**
» unos caracteres de verdad tan grandes, tan evi*
„ denles, tan inimitables, qne su inventor seria
„ m a s admirable que su heroe. u
5
fué limitada á su vida , durante la cual esta­
blecieron su cufio, anudados de sus pasiones,
de la Fuerza y con el ausiüo de los aconteci­
mientos políticos.
Cristo lo esperaba todo de su muerte-: pue­
de ser estala invención ¿e un hombre? no, noy
es al contrario, un modo de obrar estraño,
una confianza sobre-humana, una realidad
inesplicable I Cristo fué condenado'á muerte,
cuando apenas contaba algunos discípulos igno­
rantes; espira siendo el objeto de la cólera de
los sacerdotes judíos , y del menosprecio de
su nación, abandonado y negado de los suyos.
Y como podia saceder de otro modo al que
do antemano habia predicho loque debia acón
tecerle;
„V an á prenderme, á crucificarme, (decia)j
„ todos me abandonarán, mi primer discípulo
me negará tres veces al principio de mi su-
„ plicio, y dejaré obrar á los m alvados; pero
y)cuando esté satisfecha la justicia divina, y
„ espiado el pecado original con mi pasión, se
estrechará mas y mas el vínculo del hombre
j,con Dios y mi muerte será la vida de mis
i, discípulos; entonces serán mas fuertes sin mi
«qu é conmigo, porque me verán resucitado^
4 86
¿isubiré al Cielo? y de alli les enviaré mi es-
^ p iritu que los instruirá, el espíritu de la
Cruz les bará comprcbender mi Evangelio }
^ e o fin crearan en él > le predicarán y le in*
^culcaran ai orbe entero. “
Y esta loca promesa aunque llamada por
San P ab lo , la locura de la Craz> esta predi-
cion de un miserable crucificarlo se ha cum­
plido literalmente*,., y el modo con que se ha
realizado es tal vez mas prodigioso que la mis­
ma promesa.
JSío es ni un dia, ni una batalla los que han
decidido de ello; es á caso la vida de un hom­
bre? No. Es nna guerra, un largo c o m b a te de
tres siglos empezado por los apóstoles y )’
continuado por sus sucesores, y la succcsion de
las generaciones cristianas. Despues de San Pe­
d r o , los treinta y dos Obispos de Roma que
Je ban sucedido en la primacía, lian sido co­
mo él martirizados. Por tres cientos años pues,
la sede apostólica romana fue un paLÍbulo, que
aseguraba la muerte al que era llamado á ella-
Y raras veces los otros obispos^ durante estos
tres siglos, tuvieron mejor muerte.
En aquella guerra, se encuentran de una
parte todos los reyes y todas las fuerzas de Ia
4 87
tierra al paso que de la otra no hay ejército^
sino una energía misteriosa, algunos hombres
esparcidos aquí y allá en todas las partes del
globo , no sin otra señal de unión que uaa le
común en el misterio de la Cruz.
Que estraño símbolo! el instrumento del
suplicio del liijo de Dios. Sus discípulos se ar­
man de él y le presentan al universo con
su convicción, llama ardiente que se propaga
enlre loá hombres: }> El lujo ele Dios, dicen
A,ellos, ha muerto para la salvación del géue-
„ro hum ano.“ Que ludias, que tempestades
suscitan estas sencillas palabras al rededor del
humilde estandarte del suplicio de Jesús.
Guanta sangre derramada de ambas partes!
Que cncarnizamieiitü / Pero aquí reina la có­
lera y todos loá furores del odio y de la vio­
lencia; Allí, la suavidad, el valor moral, una
resignación infinita. Por espacio de tres siglos
fcl pensamíeuLo ludia contra la brutalidad de
las sensaciones, la conciencia contra el despo­
tismo, el alim contra el cuerpo, la virtud c o n ­
tra todos los vicios. Curre á torrentes la san­
gre de los cristianos que mueren besando la
inano que los inmola. Solo el alma protesta,
mientras el cuerpo sufre todos los Lormeo los*
4 88
Los cristianos sucumben, mas en todas partes,
y en todas partes triunfan. ( 1 )
Habíais de Cesar y de Alejandro, de sus
conquistas y del entusiasmo que supieron sus­
citar en el animo de los soldados para empe­
ñarlos en sus espediciones arriesgadas} mas es
preciso ver en esto el premio del amor del
soldado, el ascendiente del genio v déla vítoria,
el efecto natural de la disciplina militar y el

( i ) Oigamos á Rousseau manifestando h s mis­


mas ideas con su brillante estilo. „ Despues de la
« m u e r te de J e s u - C r isto , doce pobres pescadores
« e m p re n d e n la instrucción y conversión deí mu n ­
i d o , su método era sencillo; predicaban sin arte,
,, pero con el corazon penetrado de lo que decían
„ y de todos los milagros con que Dios honraba
„ s u fé; el mas evidente era Ja santidad de su vi-
„ d a ; sus dicipuloa siguieron aquel ejemplo y el
„ besito fu¿ prodigioso. Los sacerdotes paganos alar-
„ osados hicieron conocer á Jos principes que el
» estado habia decaído, porque las ofrendas, dismi-
„ n u ia n . Las persecuciones que se suscitaron, no
,9hicieron mas que accelerar el progreso de aquella
„ religión que querían ahogar. T jdos los cristianos
«corrían al m a r tir io , todos los pueblos v o la b a n al
b autism o, la historia de aquellos tiempos primi­
t i v o s es u n continuo milagro. «
resultado de un mando hábil y legítimo, P e ­
ro cuantos años ha durado el imperio de Ge*
sar? Cuanto tiempo se ha sostenido el entu­
siasmo de los soldados de Alejandro? Han
disfrutado de aquellos homenajes^ un día, una
hora, el tiempo de sli mando y á lo mas, el
de su vida, según los caprichos del numero y
de la casualidad, según los cálculos de la es­
trategia ¿ en lin segLiü las eventualidades de
la guerra.... Y creéis que si la vitoria iucusLan-
te les hubiera abandonado, no hubiera muerto
también el entusiasmo que inspiraban? Acaso
la influencia militar de Cesar y Alejandro, ha
continuado despues de su muerte?
Concebís á aun muerto, haciendo conquis­
tas con un ejército fiel á su memoria? Conce­
bís un íasLama que tiene soldados sin sueldo,
sin esperanzas en esLe inundo, y que les ins­
pira la perseverancia y el sufrimiento de todas
las privaciones? Alt 1 El cadaYer de Turena
estaba Lodavia caliente , y su ejercito d e s a n i ­
mado , abandonaba el campo a la sola vista
de MoutecucullL Mis ejércitos me olvidun vi­
viendo todavía j como le sucedió á Aníbal con
los Cartagineses» Ved ahi el poder de los que
nos creemos hombres grandes! Una sola ba­
talla perdida nos abate, y la adversidad dis­
persa todos nuestros amigos. Cuantos Judas he
visto á mi rededor! Ah! Si no he podido per-
suadir á esos grandes políticos , á esos genera­
les que me han hecho traición, si han desco­
nocido mi nombre y negado los milagros de
un amor verdadero á la patria , y de la fide­
lidad... hasta á un soberano... Si yo que les t a ­
bla conducido tantas veces á la vítoria no he
podido, vi viendo* encender sus corazones egoís­
tas, como podría a n im a r, despertar su celo
despues de muerto?
Figuraos á Cesar^ emperador perpetuo del
Senado rom ano, gobernando el imperio desde
su mausoleo, velando sobre los destinos de
R o m a :* tal es la historia de la invasión ¥v de
]a conquista del mundo por el cristianismo;
ved ahi el poder del Dios de los cristianos, y
el milagro perpetuo del progreso de la fé y
del gobierno de su iglesia. Los pueblos se stic-
ceden, los tronos se desplom an, y la iglesia
permanece! Cual es pues el poder que sostie­
ne esta iglesia acometida per las furiosas
oleadas de la cólera y del desprecio del
siglo? cu a les el brazo, q u e , hace diez y
ocho siglos, la ha preservado de tantas tor­
mentas como han amenazado devorarla?
Cuantas irnperfeccioneSj cuantas vicisitudes
se encuentran en cualquier otra ecsisteucia que
no sea la de Cristo ? cual es el caracter que
ciertos obstáculos no vencen? cual es el indi*
vidno que no se amoblé á los acontecimientos
ó á los lugares , que no esté sujeto á la influen­
cia del tiempo y que no transija con las cos­
tumbres y las pasiones, y que no tenga ne­
cesidades que 13 venzan ?
Cítese sí es posible otra ecsistencia como la
de Cristo, esemta de la menor alteración de
esta naturaleza , libre de esos lunares y vici­
situdes.
Desde su nacimiento basta su m u erte ? es el
ratsmo, siempre el mismo, magestuoso y cán­
dido, infinitamente severo é infinitamente
amable; en su vida, por decirlo asi, publica,
Jesús, no da lugar á la menor censura: su con­
ducta tan prudente admira por el conjunto de
fuerza y de amabilidad. Sea que hable, ó que
obre, Jesús es instructivo, inmutable, im pa­
sible* Lo sublime, dicen^ es un atributo de la
Divinidad. Con que título pues deberá califi­
carse al que reúna en si todos los atributos
de lo sublime?
El mahometismo, los ceremoniales d<¿ Numu,
las instituciones de Licurga, el politeísmo y
la misma 1-ey de Moyses ¿ son toas bien obras
de legislación que religiones.
Con efecto , cada uno de aquellos cultos,
tiene mas de humano que de d iv in o , y se re­
fieren especialmente á un pueblo y á los in­
tereses de una nación. Y que, puede acaso la
verdadera religión limitarse á un solo pai¿s ?
La verdad debe dilatarse por el orbe entero.
Tal es el cristianismo, la sola religión que
destruye la nacionalidad, la sola que procla­
ma la unidad y la fraternidad asolula del ge
aero h u m a n o , la única puramente espiritual,
en fin la sola que destina á todos sin ecsep-
cion^ por patria verdadera, el seno de un Dios
criador.
Cristo dá pruebas de que es el hijo dtd eLei -
no por su menosprecio del tiempo; tocios sus
dogmas se refieren á una sola y misma cosa:
la eternidad . c<
Como el orizonte de su imperio se dilata Ji
se prolonga á lo iufiaito, Cristo reina mas allá
de la vida y de la muerte. Lo pasado y h>
futuro le pertenecen igualmente; el reino de
la verdad no tiene y no puede en efecto te-
493
nerotro límite que la mentira. Tal es el reino
del Evangelio, que abarca todas las regiones
y todos los pueblos. Jesús se ha apoderar!*.,
del género humano; ha Formado de él una so-
la n a c i ó n , la nación de los buenos á quienes
llama á una vida perfecta. Los enemigos de
Cristo, lo mismo que sus amigos, dependen
de él por efecto del fallo que sobre todos pro­
nunciará en el dia tremendo del juicio final.
Mahotna proclama sin duda la unidad de
Dios: esta verdad es la esencia y el dogma
principal de su religión. Le reconozco, pero
¡todo el mundo sabe que no lo asegura , si no
apoyado en Moyses y en la tradiccion judaica.
El entendimiento ó mas bien la inmaginacion
de Mahoma ha inventado los deraas dogmas
del alcoran libro notable por su confusion y
oscuridad, libro de un innovador entusiasta
<lue se fatiga para resulver con el genio unas
cuestiones que son superiores á este mismo ge~
nioj y que viene á parar en las mayores ba­
jezas l cierto es que ningún hombre por gran­
de que sea^ puede decir nada qne satisfaga
acerca de Dios, del paradiso y de la vida fu-
*ura, á menos que el mismo Dios no le ins-
*ruya de ante mano l
Asi Mahoma solo es verdadero cuando se
funda en la Biblia^ y en el sentimiento innato
de la creencia de Dios.
Por lo demas, el alcoran no es mas que un
verdadero sistema atrevido de dominio y de
invasión política.
Por todas partes se ve en Mahoma el hom­
bre ambicioso, un vil adulador de toda» tas
pasiones que mas halagan al corazou huma-
n o l como facilita y proteja la sensualidad!
No pretende guiar al arabe al con acimiento
de Dios, sino á la seducción de Lodos los pía-
ceres, permitidos en esta vida y prometidos
como la esperancia y el premio en la otra.
Era preciso convertir un pueblo: el Ilama-
miento á las pasiones fue necesario; seal lo lia
logrado 5 pero la causa de su triunfo será la
causa de su ruina. Tarde ó temprano la me­
dia luna desaparecerá de la escena del mundo,
y la cruz la reemplazará l
E l sensualismo pierde en ultimo resultado
á las naciones como á los individuos que co~
meten la locura de hacer de el la base de su
ecsistencia 1
Ademas, aquel falso profeta, se dí rige á
una sola nación, y ha esperimentado la ncce*
495
sidad de representar dos papeles, es decir, el
político y el religioso. Ha conquistado y po­
see todo el poder del p rim e ro , pero en cuan-
to al segundo, si ha tenido su prestigio, no ha
conseguido su realidad. Jamas ha dado prue­
bas de la divinidad de su misión. Una ó dos
veces ha querido apoyar en un milagro y ba
caído vergonzosamente* Nadie tiene fé en sus
milagros , porque él mismo no creía en ellosj
lo que prueba que no es tan fácil como se
( piensa, el imponer bajo este respeto,
i Si el caractcr de impostor corresponde per­
fectamente al nombre de M ahom a, repugna
Je tal modo al de Jesu - Cristo, que no creo
| que ningún enemigo del Cristianismo, haya
jamas osado atribuírselo! y sin embargo no
i hay medio: ó Cristo es un impostor, á es Dios.
I Nú se reconoce en Cristo ninguna ambición
| terrestre, pues se consagraesclasivamente i su
| niision celeslial. Fácil le era ejercer una gran-
! de iuíluencia, y apoderarse del poder^ hacién-
I dose hombre político, pues todo le brindaba
á ello y lo favorecía.
Los judíos aguardaban un masías temporal,
que subyugase á sus enemigos $ un rey cuyo
cetro pusiese á todo el mundo bajo su domi­
A 96
nio. Ciertamente ofrecía esta circunstancia
una tentación difícil de vencer, y era él ele­
mento natural de una usurpación, y sin em­
bargo, Jesús es el primero que se atreveá
atacar publicamente la interpretación erró­
nea de las escrituras. Procura demostrar que
aquellas conquistas y victorias de Cristo ik>
son mas que espirituales; que solo se trata de
reprimir los vicios, de avasallar Jas pasio­
nes, y de ganar al mas j y si Jas escritu­
ras anuncian Ja sumisión del universo, esla
misma sumisión absoluta es relativa á la
segunda venida que se verificará á la fin
del mundo.
Jesús tenia un empeño particular en in­
culcar esta esplicacion meramente espiritual a
sus dicipulos. En varias ocasiones quieren
apoderarse de él para proclamarle r e y , nías
él rehúsa la co ro n a; quiere o tra que Ia
virgen su madre le lia preparado y qué de­
be ceñirse el dia de su sacrificio.
Jesús no es menos superior. & las. debili­
dades humunas. El trata á los sentidos*
estos tiranos del hombre,, como esclavo^
criados para obedecer y no para ■mandar-
Los vicios son el objeto de su odio impla­
cable. Mortifica las pasiones, que son el
elemento principal de los graneles hechos.
Habla como dueño é la naturaleza hum a­
na degradada, como dueño resentido que
exige una espiacion. Su palabra por aus­
tera que sea, se insinúa en el alma como
un soplo puro y su til ; la conciencia queda
penetrada de ella y silenciosamente persua­
dida.
Jesús deja á un lado la política qué es
cosa superfina para los verdaderos Cristia­
nos que adoran al dogma de la fraternidad
divina.
Ved ahi un hombre verdaderamente nue­
vo, un pontífice y una religión realmente
distinta de las demas religiones j y es un
impostor el que diga que hay algo que se
le parece.
Verdad es que Cristo presenta á nuestra
fe una serie de misterios y manda cotí auto-
ridad creer en ellos sin mas razón que es­
ta palabra : Soy Dios .
Lo declara! Que abismo no abre con esta
declaración j entre él y todos los inventó­
os de religión ? Que audacia, que sacrile­
gio, que blasfemia, sino fuera verdad ? Aun
dijo mas: el triunfo universal de una afirma-
ci oa de esta naturaleza, si este triunfo no
fuere realmente el de Dios mismo seria una es­
cusa plausible y una prueba del a Leísmo.
Por otra parte al proponer misterios, Cris­
to es consecuente con la naturaleza de las co­
sas que es profundamente misteriosa. De don­
de vengo, adonde voy> que soy? la vida huma-
na es un misterio en su origen en su organi­
zación y en su fin: Como se puede pretender
que la religión no sea misteriosa, si todo es
misterio en el hombre, fuera de él y en
la naturaleza ? La creación y el destino Jel
mundo son abismos tan insondables como
el destino y la creación de un solo individua.
A lo menos el cristianismo no evita eslas
grandes cuestiones, sino que las ataca de fren*
te, y nuestros dogmas son una grande solucion
para el que es creyente. Los paganos no ne*
gaban que la naturaleza de las cosas no fuese
misteriosa; entre ellos, el misterio residía por
doquier, los tenían de todas clases; misterios
Isis, misterios de los bacanales, misterios de
sabiduría y de infancia. Aquí sí que con ra­
zón podia detestar las tinieblas impuras <|ue
envuelven el santuario.
Que amalgama eterogenea de principios
contradictorios no presenta la teogonia cal­
dea, grif*»a y egipcia! que océano tle ideas
mal coordinadas sin conexion, sin jerarquía!
que mezcla de sublime y de absurdo! de sa­
grado y de profano! Lo que es menos oscu­
ro, se refiere evidentemente al origen de las
sociedades, á su historia, y sobre todo á la
de los principes primitivos, mientras que el
dogma recuerda las mismas creencias, ó mas
bien los mismos errores de una Iradicion per­
dida; y el santuario pagano es verdaderamen­
te el receptáculo tenebroso de las falsas obser­
vaciones de los sentidos, la reunión impura
de mil extravagancias de la imaginación y el
refugio consagrado de todas las locuras del
corazon y de todos los desbarros dd los siglos.
Quien osará afirmar que tales templos, ta­
les sacerdotes pueden ser los de la verdad?
No, jamás los paganos mismos le han creído
seria menle»
El solo cristianismo desde su nacimiento
lia hecho alarde de esta pretensión, y él solo
tiene este derecho, porque su dogma es con­
secuente y está de acuerdo con esta preten­
sión. E l politeísmo lo presintió cuando aco-
46
200
metió al cristianismo con tanto furor. La voz
del cristianismo sonó como un grito poderoso
de la conciencia qne venia a despertar á la
misma conciencia. La idolatría se sintió al
momento acometida en su base y no teniendo
nada qu <5 oponer al ataque de aquel grito je-
nerosoj respondió con un grito de rabia. No
era esta la de la convicción; era la de la de*
sesperacion de los que iban á m o rir, porque
su vida estaba ligada con la de su ídolo.
Es tal la debilidad de la mentira, que por
si misma nada tiene de fijo. Gomo germina­
ría una creencia, una convicción en el tronco
mobil del error ? N o , los paganos no tenian
fe eíi el paganismo; y en el dia un herege no
tiene y no puede tener una verdadera con­
fianza en los errores que le separan del cató­
lico; pero cree con seguridad en los artículos
propios á las dos comuniones. La creencia co­
mún es la que esplíca la duración de las lie-
regias. No se puede esplicar el ecsito de Lute*
re» y de Gal vino, sino por las pasiones de los
liombres y por el ausilio que recibieron de Ia
política de los príncipes y de los grandes, que
se sirvieron de la heregia, como de una arma
ooiitra el poder real y coutra la autoridad ecle*
201
siáslica. Pero como puede un hombre debuen-
sentido ser protestante en estos tiempos? E l
protestantismo pues ecsíste mas bien por efec­
to de sus conquistas pasadas que de su fuerza
actual.
Cual es la religión que como la cristiana
sea absoluta, que ilumine, guie y calme la
conciencia. Las religiones falsas dejan errar al
alma a la casualidad como una nave sin pilo­
to. Hasta el protestantismo manifiesta su ori­
gen por el abandono en que deja la dirección
del alma.
Concibo muy bien porque Lutero y Cal vi­
no tiraron esta carga- Sí; comprendo que un
hombre retrocede siempre al tratarse de la
dirección de las conciencias. Dios solo ba po­
dido apoderarse de ella como de un cetro que
le pertenece esclusivaroente.
Todas las religiones menos la cristiana, m i­
ran con desprecio al alma en los actos de la
vida común.
Confucio propone la agricultura á los clii-
feo?. Licurgo y Numa^ creyeron contener á
sus conciudadanos* por medio del sabio equilí-
brio de las leyes y de la armonía de una so­
ciedad bien organizada. Mahoma impelió á
202
sus discípulos á la conquista cid marido por
medio del sable. T o d o s empujaron el hombre
hacia las cosas exteriores. Pero que relación
ecsiste entre esla actividad y el sentimiento re­
ligioso ? Veo en todo eso, ciudadanos, una na­
ción, un legislador f un conquistador, pero en
ninguna parte un pontífice.
Quien si no Dios podia asegurar con estacer*
titud absoluta capaz de tranquilizar la con­
ciencia, verdadera como la existencia de Dios,*
la inmortalidad del alm a, la creencia en el
infierno y en el cielo j aquellos dogmas en fin
que son las promesas y las bases de todas las
religiones. Cuando Cristo las anuncia como la
esencia de su doctrina, lo hace con todo lo
que hay de imponente y absoluto en su carác­
ter de hijo de Dios .
Es sin duda indispensable la fé para ese
artículo, del cual se derivan todos los demasj
p e r o ? una vez admitido el caracter divino de
Cristo, la doctrina cristiana se presenta con
la precisión y Ja claredad de la algebra, y se
hace admirar en ella el enlace y la unión de
una ciencia.
Esta doctrina, fundada en la Biblia, esla
que esplica mejor las tradicciones del mundo;
ella las pone en el tiro, y los demás dogmas se
enlazan con ella como los eslabones de una
misma cadena. Convengo en que la ecsisten*
cid de Cristo es un tejido de misterios; pero
este misterio resuelve las dificultades que ee-
sisten en todus las ecsístencias: desechadlos y
el mundo se convierte en un enigma; adm i­
tidlos y tendréis una admirable aclaración de
lii historia ded hombre.
El cristianismo ti^ne una ventaja sobre to­
dos los sistemas lilnsnlkos y sobre todas las
religiones; los cristianos no se hacen ilusión
sobre la na (.Lindeza de las cosas. No se les pue­
de echar en cara ni las sutilezas, ni el char­
latanismo cíe los ideólogos que han creído acla­
rar el Ogrande enigma
O do las cuestionas Leoló-
{jicas con vagas disertaciones sobre las mismas.
Insensatos c u y a l o c u r a se p a r e c e á la d e un
niño que quiere tocar el cíelo con la mano, ó
pide la huía paru su juguete ó para satisfacer
su curiosidad ( 1 ), lil cristianismo dice coa sen-
\

(i) Esto alude al Sr. Cousiu perorando sobre


el misterio (íe la Santísima Trinidad* Su le puede d e ­
finir por medio cíe la fé, pues de otro modo no se
pueden iiaccr mas que declamaciones iuturuiina-
cillez. Ningún hombre ha visto á Dios; el
v mismo ha revelado lo que era; su revelación
es un misterio que la razón y el entendí-
„ miento pueden concebir. Pero supuesto que
„D¡os ha h ab lad o , es preciso creer.“
E l Evangelio posee una 'virtud secreta, un
no sé que de eficaz ¿ cierto calor que obra so­
bre el entendimiento y que cautiva el corazonj
meditándolo se esperimenta el mismo vago
placer que resulta de la contemplación de el
Cielo* El Evangelio no es un lib ro , es un ser
■viviente con una acción, un poder que humilla
todo lo que se opone á su estension. Hele aquí
sobre esta mesa, ( y el emperador le tocó con
respeto) no me canso de leerle todos los dias,
y siempre con el mismo placer.
Jesucristo es inmutable ; jamas vacila en su
* #
instrucción j y su menor afirmación lleva con-

bles, como le acontecía al Sra. Cotisin en tiempo


de la Restauración. Lo mismo dire cíe los sistemas
de panteísmo del Sr. Lcroux., pero al menos este
al paso qae se hunde en una mar de ideas ful'
»as, es conciensudo, desinteresado, y se avergonza­
ría de tocar asuntos que no es capaz de alcanzar ■
{Nota del Autor)
sigo ese sello de candidez y de profundidad
que cautiva al subió y al ignorante p o r poco
que le préster» su a le u d a n .
En ninguna otra parte se encuentran esa
serie de hermosas ideas , de bellas macsimas
morales que desfilan como batallones de una
milicia celeste, y que producen en nuestra al­
ma la misma sensación que se esperimenta al
contemplar la estcnsion infinita del cielo res­
plandecida Le, en una hermosa noche de vera­
no , con todo el brillo de los astros. (4)

(0 Este elogio e¿ti lleno de ¿sentimiento: Rous­


seau ha dicho del evangelio, con un estilo mas
castigado pero no nías elocuente: “ Este libro divi-
}) no, e! único necesario á un cristiano y el mas
^ Util de todos a cualquiera, aunque n o lo sea, no
n necesita mas q u e ser meditado para comunicar
u al almu el amor da sn autor y la voluntad de
cumplir sus preceptos» Jamas 3a virtud ha halla-
«do un lenguaje tan suave; jamas la profunda sa­
b id u r ía se ha manifestado con tanta energía y
w candor. Nunca se deja su lectura sin sentirse m e-
« jorq u e al em p ezarla.’1 Jean-Jacques Rousseau tra
Ua sofista que lia hecho m ucho mal a la sociedad y
í^Ia rdigíou, porque mezclaba al sentim iento de la
verdad que entreveíala los errores de una alma or-
206
Su lectura no solamente llena nuestro espí­
ritu , sino que también le domina, sin que ju­
m a s el alma corra riesgo de esLiaviarse con
este libro. Una vez dueño de nuéstra alma, el
Evangelio nos ama.
Dios mismo es nuestro amigo, nuestro pa­
dre y nuestro Dios* Una madre no mira con
mas cuidado al niño á quien ama* El alma

gullosa, demasiado prendada de si misma; pero posee


átamenos aquella ciencia, aquella energía, aquel genio
que no se adquiere en los libros, sino en el examen
continuo de las cosas, en el estudio de si mbnio,
en una grande practica del corazon. Y quien me­
jor que Rousseau conoció sus debilidades y su
corrupción ? Nuestros oradores, nuestros grandes es­
critores del dia son unos simples retoricos y peda­
gogos que usurpan con insolencia el nombre de fi*
losofosy de hombres de Estado. Jean-Jacques Rous­
seau era demasiado sabio para ignorar la distan­
cia qne existe entre un profesor y un hombre de
Estado. Que vergüenza para la patria! N o son
generales, ni sacerdotes¿ni magistrados, loa que tie­
nen las riendas del Estado; sino unos profesores
h quienes nuestros padres apenas hubieran confia­
do el gobierno de sus escuelas y que sin embargo
fie comparan á un guerrero que ha hcclio su carrera
mandando ejércitos, mientras ellos no han hecho
207
seducida por la belleza del Evangelio, ya no
es dueña de si misma, Dios se apodera de ella
entera mente, dirige sus pensamientos y facul­
tades, y la hace suya*
Que prueba de la divinidad de Cristo 1 con
un imperio tan asoluto, no tiene mas que un
dt;si guio; la mejora espiritual de los indivi-
diioSj la pureza de la concitMicia, el amor á la
verdad j la santidad del alma. Ved ahí una
verdadera religión, un verdadero pontífice.
Lo que mas cautiva por otra parte la con-

inas que calentar los bancos de la Sorbona. Hasta


los enemigos del mariscal Soult están persuadidos
de su gran capacidad como general. S. Luis, Luis
XI, Luis X IV , Napoleon se hubieran avergonzado
de brillar con vanas palabras como los Sres. F u ­
lano y Sotano,... Pero con menos sentencias y di­
chos lian hecho mas para la Francia de lo que no
liaran jamas nuestros literatos? Y el mismo Car­
los X. i quien han destronado tiene sobre los Sres.
Guizot y Cousin no solo la ventaja 'de sq ilustre
cuna, sino también el mérito de ser vencedor de
Argel. La posteridad se lo agradecerá, porque Car­
tas X ha conquistado Argel mas con su alma de
caballero que con el valor del mariscal de B o u r -
mont. ( N o ta del au tor, )
208
vicclon soo las ventajas y Ja felicidad que re­
sultan desemejante creencia. El hombre que
cree es feliz! Vosotros no sabéis lo que es crc:r.
Creer es ver á Dios^ porque uno tiene la vista
fija en él* Dichoso el que cree! No tienen fe
todas los que quieren! Es tal el Cristianismo
que satisface completamente la razón de aque­
llos que han admitido una vez su principio,
que se esplica á si mismo por una revelación
divina, y que en seguida esplíca naturalmen­
te mil dificultades que solo pueden aclararse
con la fé.
En fin, y este es mi ultimo aTgumento; no
hay Dios en el cielo, si un hombre lia podido
concebir y ejecutar con tal écsito? el plan gi­
gantesco de apropiarse el culto supremo usur­
pando el nombre de Dios. Jesús es el ultimo
que lo haya osado; el único que haya dicho
con claredad, asegurado imperturbablemente
de si mismo; Soy Dios'} lo que es m u y dife­
rente de estos otros asertos: Soy un Dios ? ó
Hay Dioses . La historia no h a c e mención de
ningún otro individuo que se h a y a calificado
él mismo con ese título en su sentido absolu­
to. La fábula no dice en ninguna parte que
Júpiter y los demas Dioses se hayan diviniza-
209
(3o á si mismos, lo que hubiera sido por su
parte el colmo del orgullo, una monstruosi­
dad, y una extravagancia absurda.
Es la posteridad, son los sucesores délos pri­
meros d é s p o ta s los que les han divinizado. Sistr
du lo d o s los hombres de una misma estirpe,
Alejandro lia podido lla m a r se h ijo de Júpiter-
sin em b argo la Grecia en Lera ha reido de esta
superchería; lo mismo puede decirse de Ja
apoteosis de los emperadores romanos en la
que nunca han creído sus mismos subditos.
Malí orna y Confucio han tornado simplemente
el título de ajenies de la divinidad. La diosa
Egeria de Nuraa ha sido siempre la per­
sonificación de una inspiración sacada de la
soledad de los bosques. Los dioses Brama de
la India son una invención sicológica.
Como pues un ludio, cuya ecsistencia histó­
rica es mas probada que ninguna otra de los
tiempos en que ha vivido, él solo, hijo de un
carpintero, declara sin rodeos ser el mismo
Kos, el ser supremo, el criador de todos los
seres? Se arroga toda especie de adoraciones^.
)' establece su culto por si mismo, no con
p i e d r a s i n o con hombres. Nos estasiamos con
las conquistas de Alejandro/ pues bien ved
24 O
alú un conquistador que confisca, digámoslo
asi, en su provecho, que agrega, incorpora y
si mismo, no una nación sola, sino Lodo el ge­
nero humano. Que milagro / El alma humana
con todas sus facultades se une en cierto mo­
do á la existencia de Cristo.
Y como ? por un prodijio superior á todos
los prodigios- Exige el amor de los hombres,
es decir, lo que es mas difícil alcanzar. Lo
que un sabio pide inútilmente i algunos ami­
gos, un padre á sus hijos, una esposa a su m r
rido, un hermano á otro j en una palabra,
el corazon ; esto es lo que se reserva pava si)
lo quiere absolutamente y lo logra sin esfuer­
zo. Deduzco pues de eso que es Dios: Ale­
jandro, Cesar, Aníbal 7 Luis X I V con Lodo
su genio no han conseguido lo que el. Han
conquistado el mundo y no han podido lle­
gar á tener un amigo; yo soy tal vez el único
de nuestra época, que aprecie á Aníbal, á Ce­
sar, á Alejandro..*., El magnanimo Luis XIV.
que lia dado tanta gloria á la Francia y tanto
esplendor al mundo* no tenia un amigo en lo­
do su reyno, ni aun en su familia. Es verdad
que queremos h nuestros hijos; porque? Por­
que obedecemos con esto & un instinto do
la naturaleza, ú un precepto ele Dios, á una
necesidad que los mismos animales reconocen
y cumplen \ pero cuantos hijos hay que per­
manecen insensibles á nuestras caricias á las
atenciones que les prodigamos / Cuantos hijos
ingratos no veinosí Los vuestros, general Ber-
trandj os quieren ? Les amáis, y sin embargo
no estáis cierto de ser correspondido.... Ni
vuestros beneficios, ni la naturaleza, lograrán
jamas inspirarles un amor parecido al de los
cristianos hacia Dios/ Cuando muráis, vuestros
hijos conservarán vuestra memoria, mientras
durará vuestra fortuna para gastarla j pero
vuestros nietos apenas tendrán una idea de
vuestra existencia.... y sois con todo el gene­
ral Bertrand, estáis en una isla en donde no
leneis otra distracción que la vista de vues­
tra familia.
Cristo habla y de entonces en adelante las
generaciones se unen á él con unos vínculos
toas estrechos, mas Íntimos que los de la
sangre3 por una unión la mas sagrada é im­
periosa.
El enciende la llama de un amor que lleva
a los hombres a sacrificarse por él, y que es
superior á todo otro afecto.
212
A la vista de este milagro de su voluntad,
como es posible ao reconocer al Verbo cria­
dor del mundo?
Los fundadores de religión no lian tenido
tampoco la idea d<¿ ese amor rústico qne es
la esencia dei Cristiaiiismo, bajo el hermoso
nombre de Caridad .
Sin duda tío quisieron estrellarse contra ese
escollo. Sin duda conocieron que en !a pre-
tensión de hacerse amar7 el hombre llava con
sigo el sentimiento profundo de su i m poteLi­
cia.
El m ayor milagro de Cristo pues? es sin
replica, el establecimiento de la caridad.
Solo él ha llegado á elevar el coraron hu­
mano hasta el invisible, hasta el sacrificio dijl
tiempo; solo él fundando este sacrificio, lw
formado un vínculo entre el cielo y la tierra.
Todos los que creen sinceramente en él ; ex­
perimentan este amor admirable, sobrenatu­
ra l, superior; fenomeno inespltcable á la
zon y íi las fuerzas humanas; fut?go sagrad*1
comunicado á la tierra por ese «nievo Pro me*
teo, cuya fnerza, el tiempo, este gran destruc­
tor, no puede debilitar ni limilar. Eblo es
que yo, Napoleon, admiro m as, cuanto m»*
lo medito. Es lo qu e do me deja dudar de la
divinidad de Cristo 11!
Yo he logrado hacerme amar por un gran
numero de personas que se sacrificaban por
mi i no permita Dios que compare el entusias­
mo del soldado con la caridad cristiana., tan
diferentes como su.causa. Pero para ello era
necesaria mi presencia, la electricidad de mi
mirada, mi acento, mi palabra; entonces y so­
lo entonces encendía un fuego sagrado en los
corazones.... Poseo el secreto de esre poder
mágico que arrebata el espirita, pero no pue­
do comunicarlo á nadie: ninguno de mis je-
nerales no lo ha recibido de mí, ni adivinado
siquiera su ecsistencia; tampoco poseo el secre­
to de eternizar mi nombre y mi amor en los
corazones, y de obrar prodigios en ellos sin el
Basilio de la materia.
Ahora que estoy en Santa-Elena..... ahora
que me veo aislado, detenido en este peñasco,
quien conquista imperios para mi? Donde es*
tán los cortesanos de mí infortunio ? Piensan
acaso en m i? ¿Quien se mueve en mi favor
en Europa? ¿Quien me ha permanecido fiel?
¿Donde están mis amigos? Sí, tengo dos ó tres
que vuestra fidelidad inmortaliza, dos ó tres
que han venido á dividir conmigo y a conso­
larme en mi destierro, u
Aquila voz del emperador Lomó un Lona de
irónica melancolía y de profunda tristezaj „Sí,
nuestra ecsislencia ha brillado con toda el res­
plandor como la cúpula de ios inválidos, do­
rada por nosotros, refleja los rayos del Sol..-
Pero han llegado las desgracias, el oro se lia
empatiado poco á poco. La lluvia del infortu­
nio y de los insultos, de que me alimento Lo­
dos los dias, se lleva ya las ultimas partículas;
ya no somos masque plomo, general Berlrand*
y pronto no seremos mas que cenizas.
Tal es el destino de los grandes hombres.
E l de Cesar y Alejandro; pronto nos olvi­
dan 1 El nombre de un conquistador, asi co­
mo el de un emperador, se reduce á un te­
ma de colegio 1 Nuestras hazañas están some­
tidas á la censura de un pedante que nos ala­
ba ó nos insulta.
Cuantos juicios diferentes se hacen sobre el
grande Luis X IV ! Apenas muerto el gran
rey, fue dejado solo en su cuarto de dormir
de Versalles.., Olvidado de sus co r te sa n o s y
tal vez el objeto de la befa / Ya no era su So­
berano 1 E ra un cadaver, un ataúd, un huesa.
245
y el horror de ana procsima descomposición.
Tal será mi suerte dentro de poco..... asesi­
nado por la oligarquía inglesa, muerto antes
de tiempo^ raí cadaver va á ser devuelto á la
tierra para servir de pasto á los gusanos......
Ved ahí el deslino del grande Napoleon..
Qne abismo entre mi profunda m iseria, y el
reinado entero de Jesu-Cristo predicado, in­
censado , am ado, adorado y siempre vivo en
todo el universo...... Es esto morir? la muer"
te de Cristo? Pues tal fué la de Dios / u
El emperador calló, y como el general Ber­
trand guardaba el mismo silencio: „ N o com ­
prendéis todavía, dijo el emperador, que Jesu­
cristo sea Dios? pues bien! he hecho m al en
nombraros general!!!» ( 1 )

(i) Despues esta poética inspiración de un a l ­


ma religiosa en que brilla todo el genio oriental de
nuestro Napoleon, ved aquí la prosa de uno de esos
profesores, convertidos en sucesores los heroes
de Julio, de la ra za de San L u is y de la d e N a p o ­
león, del doctrinario Guizot en fin , que bajo todos
los aspectos es el antípoda de Napoleon , y el h o m ­
bre mas antipático á Ja Francia , asi como ese gran
hombre era el a m o r , el ídolo de la misma. E n
tiempo de la restauración) para complacer á n n
216
amigo s u y o , ful á v erá este rey de nuestra Cáma­
ra de los Diputados: no pude prescindir de manifes­
tarle mi opinion sobre la necesidad de volver al se­
no de la religión, de no tenerla por roas tiempo
separada de la política, y de terminar esa farsa,
esa simpleza, esa mentira de una política que ca­
rece de alma y de corazon, puesto que quiere
substituir la idea de Dios con la p a la b ra : liberalis­
mo. o:La religión, decia á Mr. G uizot, es lo úam
que hay verdadero y positivo; ella es el corazón,
el a l m a , el entendimiento y hasta el cuerpo de
una nación. Separar la religión y la política, es
apartar el cuerpo del alma, el cielo de la tierra, lo
que es de nuestra esencia de lo que es accidental
y provisorioj es invertir el buen orden, hacernos
inferiores i los paganos, mutilar el hombre, men­
tir en fin á la conciencia y blasfemar de la Divi­
nidad. “ El sefiar Guizot escuchaba con su grave­
dad afectada; ved aquí su respuesta que es bastante
parecida á la qoe da á los que le preguntan acer­
ca de su viage a Gante. „ Señor, todo eso es cier­
to para los que tienen fé en la Divinidad de Cristo:
en cuanto á m i , no puedo determinarme á creer
eu ella, pero convengo en que no son consecuen­
tes ios que creiendo en la mismaf no arreglan sos
pensamientos, sus acciones, toda su conducta, su
vida y su política con una doctrina tan perfecta*
que para ello es la verdad absoluta; mas yo soy
protestante, y i pesar de que admito una superio*
217
ridad en Cristo que no me puedo esplicar, ni sé
concebir, sin embargo no veo ninguna relación e n ­
tre el Evangelio y la política, y esto es precisa­
mente lo que me detiene. Ya que Cristo no ha ar­
reglado las cosas de la tierra, ya que ha dejado
el cetro á Cesar, me veo precisado acudir á mis
conocimientos y atenerme á ellos en el arreglo de
mis asuntos y de los de la sociedad. u A l instante,
me despedí del señor Guizot. Que podía decir á
na hombre que no piensa mas que en su barriga
o su ambición, que es lo mism o, y que niega la
eternidad; que se complace con su cuerpo de u n
día que mañana ¿era desfigurado por Ja m uerte y
echado como una momia en las cuevas del P adre
Lachaise ( i ) , basta desconocer la sabidurL* en car­
nada del Yerbo que ha criado el mundo y el tiem­
po ! Bebía acaso citar los grandes hombres , que
coa la idea de Dios han hecho cosas tan adm ira­
bles? Debía evocar los nombres de los Costantinos)
Garlo Magno, San L uis, Luis X I , Luis X I V , T u ­
fen*, N e w to n , Pascal y en fio del grande N a p o ­
leon? Debia acaso recordar á Guizot que Cristo di­
jo á pilato : Soy el rey de los Judíos'? Jesús es el
fey de lo que es santo y puro; vos no quereis creer
fcn él, señor Guizot ? Sea en buena hora! (N ota
del Autor)*

(■) Nombre que se dá al Cem enterio de Paria*


218

CAPITULO XU
RESUMEN,

*=> g>-----------

Napoleon presiente su prócsima m uerte.— Xia


atribuye al gobierno ingles.— El cometa de Napo­
león y el de Cesar,— Ultima salida en coche.— Ne­
cesidad de una oscuridad profunda.— Ecsaraen y
ooodena d e las doctrinas deGa//, Caltiostro y Mes*
mer.— Doctrina de Napoleon para conocer el ca­
rácter de un hombre,— N apoleon y el Abad Buo*
navita. — Fastidio é isla miento de Napoleon.—
Comparación de la fidelidad del general Bertrand
y de los SS, Conde Montholon y Marchand.—El
médico Antommarchi y su im p ied ad . — Anedocti
sobre este p jr t ic u la r . — Descontento del emperador
coa su médico.— I>os m édicos materialistas v los nía-

temáticos creyentes.— Carta inédita de Antommar-


chi.— Respuesta inédita, pesada para el doctor.—
Fidelidad vacilante y vitoria sobre si mismo del
general Bertrand.— Huida de Santa-Elena del Sr.
Gourgaud.— Desinteres súbJime y partida del Abad
Buo na vita.— Miramientos afectuosos del empera­
dor para con el Abad Buonavita.—Primera misa
del Abad V ignali, reprehendido por haberla dicho
aprisa.— Vna buena m isa*— Noticia de la muerte
de Ja princesa Elisa, hermana del emperador.
219

CAPITULO VI.

Mi cuerpo desfallece y es­


tá destrozado \ me avergüenzo
Je la inquietud que agita mi
corazón,- m i; fuerza* rae aban­
donan; los que mas me quei.íanj
m e tkscmjiaran.
(Salino, 37 vcrsic• 5, 9, i t »)

E l istante Gjado en los decretos eternos pa­


ra la muerte de Napoleon, se aprocsimaba.
Usando con él aquella clemencia que reserva
á sus amigos, Dios bahía prefaccionado aquel
dechado del poder de su ruano, sujetándolo
á la prueba de humillaciones tan grandes co-
nxo el gran h o m b r e ! El las aceptó cómo un
presente ó como una medicina que le díspo*
tría á morir como cristiano.
Las almas vanas se alimentan de viento y
de necedades, de q u im eras y de ilusiones^ el
alma de Napoleon necesita la verdad , aunque
Sea la de la muerte,,». Desde la rota de Mas-
220
cou, esta verdad, este spectro no se han apar,
tado de su lado á imitación del fantasma de
Bruto con la palabra fatal: Soy yo*... pronto
me vereis y estaremos juntos . Esta es la hora
en que va á cumplirse el destino del gran Na­
poleon. La muerte se ha hecho su compañera,
que no le deja j a ; y es el confidente de sus
largas veladas, el sueño de su sueño, el alma
de todos sus pensam ientos, la última palabra
de todos sus discursos.
Entonces Napoleon no es ya solamente el
sucesor, sino el emulo de la piedad y de las
virtudes de Carlos Magno, fiel con el escrúpu­
lo de un rey y de un cristiano á las tradiccio*
nes del trono de San Luis. Lo mismo que Luis
X V I , si protesta contra sus verdugos, si aja
el gobierno ingles^ lo hace mas por el senti­
miento de lo que debe á su dignidad de em­
perador que por ningún motivo de rencor*
Pero oigámosle á él.
Algunos dias antes de su muerte se dirige a
su medico ingles^ el dotor Aruott, y resumien­
do todos sus agravios, le dijo: „ Siento que
,,se acerca mi fin \ el golpe esta dado ya ¿ voy
devolver mi cadaver á la tierra; pero
„ acercaos> geoeral Bertrand,, traducid al Sr.
221
}} lo que voy á decir: es una sene de ultrages
dignos de la bo ca que rúas los prodiga. Es-
J? pilcádselo Lodo : no omitáis nada. Me habia
refugiad» en el hogar del pueblo británico;
venia á pedirle una hospitalidad leal, y en
í? desprecio de Lodos ios derechos humanos se
j; me carga de cadenas. Los demás Soberanos
„de la Europa me hubieran acogido de un
„m odo muy diverso; pero estaba reservado
j,i 11 Inglaterra el odioso papel de sorprender
los r e y e s y de dar al mundo el espectá­
c u l o inaudita de cuatro graades potencias
encarnizando^ contra un hombre solo» Vues­
t r o ministerio es el que h a escogido este pe-
„ fiasco espantoso, donde en menos de tres
,,años se consume la vida de todo europeo,
„para acabar con la mia con un asesinato. Y
jj como m e habéis tr atado desde que estoy des­
aterrado en esle escolio? S o hay in fam ia,
„no hay horror con que uo hayais tenido el
,,gusLo de afligirme. Me habéis vedado las mas
^inocentes comunicaciones de familia, aque-
„ lias mismas que á nadie se deniegan No ha~
),beis dejado llegar hasta mi ninguna n o tic ia ,
ninguna carta. Mi esposa, basta mi hijo, ya
íjOq ecsisten para mi. Me habéis tenido seis
222
)?años en los tormentos del secreto. En esta
,, isla hospitalaria, me habéis destinado el pa-
rage menos apto para ser habitado^ aquel don-
„ d e se hace sentir mas el clima mortífero del
„ trópico. Me he visto precisado, yo que corria
á caballo toda la Europa, á encerrarme entre
})cuatro tabiques en un aire malsano. Me ba­
r b é i s asesinado lentamente, con premedita­
c i ó n , y el infame Hudson-Lowe (4) lia sido
7?el verdugo de vuestros ministros . cí El em ­
perador concluyó con estas palabras: ^A ca­
chareis como la república de Venecia y yo
^agonizando en esta terrible roca 9 lego <d
„ oprobio y el horror de mi muerte á la casa
„ reinante de Inglaterra. ct
Mientras él profetizaba su muerte con aquel
stoicismo cristiano de un hombre cansado de
vivir, apareció un cometa sobre Sta. Elena;
Napoleon pensó luego en el de Julio Cesar, y
pareció creer que el cielo le confirmaba la
sentencia irrevocable de su próxima muerte.
Todos le instaban para ir á ver aquel fenó­
m e n o : pero inútilmente; uno soloj el gene­
ral Montholon se mantenía silencioso. <( Vos
me habéis comprendido, le dijo.”

(i) El gobernador de la isla de Santa*Elena*


223
Muy pronto se hacen evidentes los sínto­
mas de la disolución del cuerpo. El empera­
dor pierde el apetito , y se pone pálido: pre­
senta el aspecto de un cadaver; dos veces
quiere ir en coche y no puede conseguirlo; el
esfuerzo que hace para ello acaba de postrarle.
......Todos sus miembros están encojidos por
uu frió glacial, se pone en la cama cou un ca­
lofrío, y esciatna. AliI cuanto padezco! mi
„ muerte no tardará en llegar! en que triste
„ estado me veo reducido/ yo que era tan ac-
„ tivo, tan vigilante^ apenas puedo mover mis
» párpado*! ya no soy el mismo Napoleonlí£
He dicho que el emperador era amigo de
aislarse en la oscuridad 5 era esta una costum­
bre de su juventud que habia conservado en el
trono; esta habitud se robusteció en Sta-Elena
y durante su enfermedad vino á ser su necesi-
dady su único consuelo, hasta el estremo de no
querer luz, no solamente para conversar con
su médico, ó con los que le velaban ? ó para
dar sus disposiciones, sino que hasta quería á
veces que se le sirviese á oscuras. (4)

(1) Se lee en el admirable Tratado de la ora-


aion mental que la oracion al llegar á cierto grado
22JÍ
En esta oscuridad favorable al recogimien­
to era donde Napoleon habia adquirido aque­
llas penetraciones profundas, aquella seusibilí-
dad, aquel juicio, aquel discernimiento, todas
aquellas llores del alma lan variadas y deli­
cadas, aquellos pensamientos sublimes y enér­
gicos y aquellos frutos esquisitos que se ad­
miran en su lenguaje y que brillan en todas
sus acciones. No quiero apartarme de mi de­
signio que es únicamente religioso; sin embar­
go no puedo menos de citar alguuas p a l a b r a s
que pronunció en el mes anterior á su muer­
te, y en las cuales se manifiestan toda la pro-
fundidad, el sentimiento y la sagacidad de su
genio inmenso.
Se recibió de Inglaterra y de Miledi Ilolland
una remesa de libros en la cual habia una ca-
jita que contenía un busto de yeso cuya cabe­
za estaba cubierta de lineas y números relati­
vos al sistema craneolojico de Gall. El empe-

de energía y de verdad nos obliga á pesar nuestro


k cerrar los ojos, para no ver los objetos esteriores.
No parece que Napoleon lo haya adivinado, prac­
ticando naturalmente una verdad manifestada por
Santa~fl>re$a?
225
4, rador dijo á Antomarchi: „ Ved ahíj, dofcor,
„ vuestro fuerte: hablaremos de esto mas tar­
ó l e : es una diversión á veces el considerar
>} hasta donde puede llegar la necedad. Lava-
„ Ler, C^líoáLro, Mesmer, jamás han sido de
}) mi devocion, sino que al contrario siempre
^ Jes lie aborrecido. Son gentes que dan elco-
„ lor de verdad á las teorías oías falsas. La
J? naturaleza no se revela por sus formas es-
}, tmores. En vez de manifestar sus secretos
,ella los oculta. Querer comprehender, pe-
„ netrarloi hombrea por medio de unos indí­
celos ligeros es propio de un tonto ó de
v un impostor. El único medio de conocer ¿t
su semejante, es verle, tratarle mucho y es-
» perimentarle. Es preciso estudiar mucho á
h los hombres para no equivocarse acerca de
» su caracter. Es necesario juzgarlos por sus
J} acciones; y aun esta regla no es siempre ¡n-
9, ía 1ib 1ej y tiene necesidad de limitarse al mo-
)y mentó en que obran, porque casi nunca
jj obedecemos k nuestro caracter- Nos deja-
jy mos transportar, fácilmente dominar por
,j la pasión, y de ahí los vicios y las virtudes?
^ la perversidad y el heroísmo.
„ Tal es mi opioion y tal ha sido siempre
226
j, mi guia. No pretendo negar la influencia del
„ genio y de la educación^ al contrario, creo
n que es inmensa. Pero fuera de esto, todo eá
espíritu de sistema, todo es necedad.u

ídib

El emperador hubiera deseado que á lo


menos el clima hubiese sido mortal para ¿I
solo; no bastaba el sacrificio de su vida ? Preo­
cupado por un presentimiento doloroso acer­
ca la salud del abad Bu o na vita, que siempre
estaba enfermo desde que desembarcó en la
isla, Napoleon habia tomado la resolución de
mandarle que regresase á Europa. El dolor
Antomarchi que presenció esta separación lia
dado á conocer cuan tierna fue; un lujo pre*
císado á dividirse de su padre no puede ma­
nifestar mas ternura, ni mas aprecio de el em­
perador al digno abate, al cual asegura una
pensión de tres mil francos para el resto de
sus días. Ahí habia sin duda en esta partida
una segunda intención que ajaba á t í Lidson
Loowe y al infame gobierno ingles,* el pen­
samiento de un hijo moribundo que enviaba
á su madre, á sus hermanos y á sus parientes
227
su despedida, su ultimo abrazo; j a que le es­
taba vedado confiarlos al papel., aquel Iiíjo
augusto los depositaba en el corazon de un
sacerdote católico.
Pero faltaría á mi deber de escritor severo
y conciensudo si no declarara el tedio y el
aislamiento á que se veia reducido el em pera­
dor por la partida del abad Buonavita. Los
señores Las Casas (1) y Gourgaud habian j a

(i) A los ojos del mundo libéral el Sr. de Laa„


Casas es una especie de santo; sé que en su vida
privada este señor es un hombre de bien en el signi­
ficado que da á esta palabra el muQdo. Pero puedo
asegurar, que no es un modelo de fidelidad. Ruego
el lector que no añada ni quite nada á lo que d i­
go, y que es precisamente lo que quiero decir. Los
liberales que no son mas que orgullo, y amor pro­
pio, no saben ser circunspectos en sus elogios ó
censuras; sin embargo el sabio dice ; in medio stat
virtus. El Sr. de Las-Casas puede «estar adornado
de las virtudes que sus amigos le atribuyen, pero
si pretenden probar que ha sido un heroe de fide»
üdad en Sta. Elena, me reiré en sus barbas. Luis
XZV tenia grandes virtudes pero era casto d h u ­
milde ? Napoleon ha ganado muchas victorias y
sin embargo ha sido vencido en Leipsíck y W a -
228
abandonado indignamente el puesto de honor,
y faltado á la fidelidad dejando Santa-Elena
y abandonando al emperador á su destino, y
á los horrores de su cautiverio, teniendo ade­
mas la osadía de abusar de su pos icio ti hasta
para impedirle que se quejara y reprobara su
conducta.
La casa de la condesa Bertrand continuaba
siendo la reunión de los oficiales ingleses; cir­
cunstancia que habia precisado al em perador
á renunciar á su sociedad; ahora el humor del
general Bertrand se resentía de ello. Todos
los dias se sucitaban nuevos altercados; el ge­
neral olvidaba la distancia infinita que ec-
sistia entre un subdito y su Soberano, coni'
portándose mas bien como un compañero <1®

terloo. Era sobrio en sus comidas, y con toílo no


ignoro que ha sido goloso una vez en su vida dé una
manera vergonzosa. £1 Sr. de Las-Casas me per­
donará si me veo precisado á juntar su n o m b re
con el de] Sr. Gourgaud. Convengo en que existí
una diferencia entre Ja partida de los dos, de Sta.
E len a; diferencia consignada en el testamento del
emperador, en el cual no aparece el nombre de
Gourgaud, mientras que la indulgencia no lia e*1
cluido de él al de Las-Casas.
229
armas que hablaba á su antiguo camarada,
que como un servidor de un gran monarca,
elegido por el pueblo y consagrado por el
Pontífice y por una adversidad sin ejemplo.
El emperador estaba de tal suerte disgus­
tado de ello, qne había propuesto no pocas
veces a] general Bertrand su partida de la is­
la, prometiéndole tener con él los mismos mi-
ramentos y la misma compasion discreta que
babíq tenido para Gourgaud y Las-Gasas. E n
fin el general Bertrand habia aceptado j tam­
bién él estuvo al punto de rasgar su privile­
gio de inmortalidad. Estaban y a fijados el día
y la hora, y dispuesta la nave; era el mismo
que debia llevarse al abad Buonavita.
De esta suerte el emperador quedaba solo*
aislado con los señores Montholon y Marchand^
que el testamento de Napoleon ha reunido,
llamando á uno su hijo y al otro su amigo, y
el emperador decia; „ Iludson Loowe triunfa;
»que me quite un dia u otro á Montholon
j) bajo cualquier pretestoj que me separe en
)j seguida de A3archand y de mis criados^ y
» luego después podrá entregarme á susesbir-
í> ros y acelerar mi muerte con un crimen.
a Hudson Lowe calcula Lodos los dias el d¡~
23 0
„ ñero que mi esclavitud cuesta á la Inglater.
J} ra; sus cálculos son los de Ja impaciencia de
„ l o s ministros y de la casa reinante, á quie-
nes les tarda muclio mi muerte; su odio es
„ grande sin duda para no ceder al gasto de
„ algunos miles de libras esterlinas; mas la
„ avaricia y el rencor pueden por ultimo her-
„ manarse y entonces dirán & la Europa que
„ el emperador Napoleon se ha suicidado ó
,, que ha muerto de enfermedad y nadie po*
y7 drá contradecirles.
Sin embargo el dia antes de su partida, el
general Bertrand sintió que su resolución le
abandonaba, recordó tal vez todo lo que ba­
t í a dicho al Sr. de Las-Gasas, los motivos fun­
dados con que había intentado detenerle! en
fin triunfó la virtud; el general Bertrand se
mantuvo fiel! Loor á él! La posteridad le di­
simulará sus incerlidumbres: porque el per-
don es inseparable del triunfo de la fidelidad!
no nos sorprenda ni el triunfo ni la tentación
á la cual estuvo á pique de sucumbir. E ra la
personificación del ejército y resumió en el
aquel entusiasmo que procede mas bien del
instinto que del alma. La lealtad del general
Montholon fue la de un caballero francés ideo-
231
liíicado tanto con la monarquía, como con un
grande hombre ; el Sr. Marehand es una per­
sonificación sensible de la lealtad probervíal
del pueblo para con sus reyes. Loor á é\ y k
los que en el contacto de la nobleza y la so­
beranía, se incorporan á ellas hasta confun­
dirse en unidad^ basta asemejarse al mismo
soberano! Loor á la unidad prodigiosa de Na­
poleón que salvó á la Francia de las manos
parricidas que juraron su ruina, y que la d e­
fendió contra sus propios furores, del mismo
modo que el poder real la defendiera por
Unto tiempo en otras épocas contra el furor
del eslranjero! Oprobio y maldición sobre los
enemigos de esta unidad que ha reorganizado
la sociedad que había cread o !!.7
Réstame solo juzgar á un hombre, á quien
su vanidad, y el error de una equivocada
elección habían conducido á Santa Elena \ ha-
filo del doctor Antomarchi, Sus Memorias>que
son las de la agonia del Emperador, son un
testimonio de la necedad del autor, que supo­
ne á sí mismo en escena con una charlatanería
y un orgullo, verdaderamente dignos de risa^ si
el lugar y el objeto de que se trata no la
vedaran... Antomarchi fue para el emperador
232
una cruz tanto mas pesada, cnanto que en
cierto modo la llevaba siempre en su interior.
E ra uno de aquellos hombres que se mofan de
todo lo que ecsiste de mas noble y santo, que
peroran en las plazas públicas,, 6 en los caíéi
de una ciudad de provincia y que declaman
con insolencia contra nuestros sacerdotes j
nuestras creencias; en fin, y para decirlo en
una palabra, uno de aquellos médicos que son
esclavos de los vicios y de las pasiones ruines
de sus clientes imbéciles, ó de un público vil
y desocupado. Tal era el médico destinado
para el em perador, que luego se hizo comen’
sal de la casa del general Bertrand ; que re*
fuerzo para la impiedad! pero a) mismo tiem­
po que refuerzo para la religión, la llegada d*
dos ministros católicos!
La acción que voy á citar, y que tomo al
caso de las memorias del mismo Anlomarchi,
basta para dar á conocer su impiedad.
E l 18 de noviembre de 1820, mientras Napoleón
sé ocupaba en su j irdiu arreglando una mazorca &
judias, reparó algunas extremidades de las raíces
y se puso á discurrir sobre los fenomenos de la
gptacion, los analizaba, discurría acerca de ellos co®
eu acostumbrada sagacidad, y deducía de los W]y
jiío s la necesidad de uq ente supremo que p * # 1’
255
diese alas mam vil Lis de la n a tu ra le za :" Los m édi­
cos son incrédulos ; doctor, Vd. ignora «1 p u n to
donde reside et alma. No hay ningún medico que
crea en Dios, al paso que los matemáticos son por
lo regular religiosos. E l nombre de Dios se repro*
duce incesantemente en los escritos de Lagrange .
Por lo demas, añadid, los médicos sois tan cobar­
des como incrédulos. Apenas tronaba el cañón os
poníais en salvo. ,, ( A ntom archi )
Gomo Antomarchi no era del agrado del
emperador, por causa de su amor propio* de
su fatuidad, é impiedad, es natural que por su
parte este médico no estuviese muy celoso de
continuar su residencia en Santa-Elena. La
carta que voy á trascribir, cuyo original escri­
to en italiano de mano propia del dolor, o b ra
en mi poder, es una prueba de lo que acabo
de decir.

SEÑOR.

i Soío el interés y el celo de


j servir h V . M . y serle útil en mi profesion, me h an
determinado á venir á este triste destierro. Este
mismo ínteres y celo me guian hoy que tengo el
j honor de hallarme cerca de V . M . \ pero refleccio-
. fiando sobre mi actual situación, y la penosa y di­
fícil posicion en que me v e o ; en una palabra el
f 2Zh
desorden físico y moral que esperimento aquí, me
obligan, animado por las amables y obligantes
ofertas que V . M . ha tenido á bien hacerme es­
ta noche, a pedirle humildemente perdón, pre­
sentando á V , M Ja proposicion que hace uno
de los mas hábiles cirujanos, de rem plazarm e, afin
de evitarme ciertos inconvenientes, que podrían pa­
rarme en perjuicio. Tendré sin embargo el honor
de continuar sirviendo á V . M . y obedeciefldole.
como es m i deber, has t i que llegue mi succesor
y sea del agrado de V . M . & quien tengo la hon­
ra de asegurar mi mas profundo rendimiento y res.
p e to .^ D e V. M. obedientisimo servidor— Francis­
co AntnnmarchL — Longvood, 31 enero de 1831.
P o r io dicho se ve que Antomarchi pidien­
do humildemente perdón reconoce sus faltos;
he ahi la contestación del emperador.

L ongvood, 4 febrero de 3821.

— S E Ñ O R . El emperador tomando en consi­


deración el deseo, que en su carta, fecha 3 1 ene­
ro manifiesta para regresar íí Europa, autoriza i V*
para que se diriga al oficial ingles que manda en
Sta. Elena para que le facilite i V, los m edios de
hacer esa travesía. Si esta pudiese verificarse con
la misma embarcación que debe llevar al sacerdo­
te Üuonavita, la asistencia de V ,. seria m u y uúl
235
á este anciano moribundo en los accidentes que
pueden sobrevenirte en un viage tan largo. E n
quince meses de permanencia en esta isla, V no ha
inspirado á S. M, la menor confianza p o r su ca­
rácter moraU tii por sus conocimientos en la me­
dicina* V. pues no puede serle útil en su enfer­
medad, y la permanencia de V . por algunos me­
ses mas seria superílua-— Firm ado— Montholon.
(Documento que se conserva en las carteras de
Sta> Elena . )

Según se \é , no era Hudson-Lowe el único que


atormentaba al emperador; desde la campaña
de Moscou, todo se habia conjurado contra él
inclusos los elementos, en Santa-Elena; es su
mismo medico, son sus subalternos los que
acaban con su ecsistencia, con golpes tanto
mas crueles como que vienen de unas manos
que en vez de aumentar su amargura^ debían
proporcionarle un alivio; así es que la hora de
la agonía del e m p e r a d o r e s la que escogió su
médico para solicitar y conseguir su regreso
á Europa^ aquella en que el mismo general
Bertrand estuvo tentado de marcharse con su
familia y abandonar al emperador* A b ! gene-
tal Bertrand, ahora os envaneceis con razón
íe vuestra Gdelidadj bendecid al ángel que os
236
detuvo, bendecid al emperador. Ellos os im ­
pidieron cometer un aLenlado que hubiera
equivalido á un suicidio. Disfrutad de vuestra
vilorla, porque es glorioso el vencerse á si mis*
mo j sí, hay enLre vos y el general barón Gour­
gaud el abismo de una fuga que la posteridad
m arcará con borron infamante. Habéis sido 11ti
hasta el fin / os habéis hecho superior á vues­
tros deseos, á vuestras comodidades, á vuestro
jenio, en fin á aquel liberalismo infame que
pretende persuadirnos que los príncipes son
iguales á los demas hombres ( 4) porque igno-

( i ) Un rey es un hombre como otro cualquiera,


d ice el espíritu revolucionario; puedo pues destro­
narle, insultarle, juzgarle, decapitarle, n Soñsma in­
fernal con el cual hao juzgado y decapitado á Luis
X V I , á M aría-Antouieta y a la hermana del rey. Que
diría un liberal á su criado, si este fundándose en-
que es un hombre como su amo, se negara á obe­
decerle y servirle? Pues Lien tan absurdo es esto
como que un vasallo quiera tratar á su rey como
á su igual. N ada mas falso y peligroso que este s o ­
fisma que algún tiempo me ha alucinado hasta el
punto de hacerme creer que podía disculparse á los
asesinos de la rey na y de la hermana del rey \ daba
oído á unas ideas que me habían sido sugeridas y
257
ra la v e r d a d , porque es enemigo de la gerar-
qüiá social, que dimana de la naturaleza de
las cosas. No, aquel á quien una nación ha
elegido para reynar sobre ella; c u j a frente lia

contra las cuales como í pesar mío, protestaba mi


coraron interiormente. Es menester ser m u y p e r ­
verso ií muy necio para escusyr a u n Robespierre,
á un Dunton, Saint-Ju&t, líillauvi de V árense, í
todos esos monstruos con figura humana, como los
llama íía p o le o a que Jos lijLia visto de cerca, y pa­
ra do hallar nada en defensa de Luis xvi. Este prin­
cipe lia dicho en el cadalsolo que habia escrito en su
testamento, Declaro d la f a z de Dios y pronto á apa -
recer delante de él que no tengo que echarme en cara
ninguno d álos crímenes que se me han imputado . '"Hay
otro sofisma adoptado tiitre los liberales y los revolu­
cionarios como un principio incontestable,y es,que los
resultados de la revolución esitisan* si no á los revo­
lucionarios, ¿í |r> minos h )a revoíurion. C o m o p u e­
den pues los liherales b íc e r un crimen & los je s u í­
tas de »jsta macsima que estos lim siempre r e p ro ­
bado. E l fin justifica los medios. Por otra parte no
consta á todo hombre de buena f é , que todo lo
que se ha hecho de bueno en la revolución ha si­
tia aceptado no solo por el rey, si que taoibicn por
todos los hombres hooraJjs* y q u L o e s hau coo­
perado á ello, mientras que los crímenes de la re*
sido consagrada por el sumo pontificó, no es
un hombre como todos los dem as: porque
con el nombre de emperador recibe el carác­
ter de padre, de señor, y de representante de
la Divinidad! Sois un hijo glorioso de la Fran-
cia> general Bsrtrand; loor á los leales en cual-
quier parte qne se encuentren! vuestro nom-
fcre llegará á la posteridad adornado con esta
aureola I
El médico A ntomm archi, permaneció en
Santa-Elena* porque permaneció allí el gene­
ral Bertrand.
El buen sacerdote Buonavita, encargado de
las istrucciones del emperador, se alejó de San-
ta-Ele na tan solo por obediencia. Su partida
fué uu acto de resignación eroicoj porque era
huir de la muerte para encontrarla con mas se“

volucion pertenecen solamente á la misma y & los


mismos revolucionarios ? Mr, Thiers lia dicho* no
Tbace m ucho tiempo en la tribuna : „ Soy un tevo-
lucionario honrador44 Que contradicción! Esoequí*
vale d decir soy un picaro honrado. Meditad bien
e s o : 2a salvación de la Francia nos obliga á reco­
nocer que la re volucion nace de un espíritu radi­
calmente malo, que en nada se diferencia de un es­
p íritu del infierno. (N ota del A u tor.)
guridadj el sacerdote Buonavita , mas que se-
sagennrio, se vuelve á embarcar apenas hubo
llegado á la isla, repuesto apenas de sus fati­
gas, para abandonarse á un viage el mas pe*
noso. Oh milagro de un corazon casto, que
lleva consigo á Dios y que cumple sin traba­
jo y como naturalmente, lo que es mas opues­
to á la natulareza y que es lo mas perfecto I
Pero á que fin detenerme roas en esto? á que
fin alabar el buen sacerdote? haciendo una
acción sublime, lia sido sacerdote, y esto es
iodo! Ah 1 el em perador, que tenia también
un carácter sagrado, comprendió bien aquella
abnegación, aquel sacrificio sublime. Hay la­
grimas interiores? que solamente ciertas alm as 1
comprenden !
Tales fueron las que inundaron el corazón de
Napoleón, cuando se despidió del buen sacer-
dote! Escuchemos á Antomm archi, que nos
refiere sin sospecharlo, algo de aquel pesar del*
emperador. Napoleon me dijo (á Antom m ar-
clii); „ Dolor acompañad á este buen anciano
á James-Townj usad con él de todas las con­
sideraciones, dadle todos los consejos oportu­
nos para un viage tan largo.í£ Cuando regre­
sé : — Se ha embarcado ? preguntó el empera­
2H0
dor. —S i s e ñ o r * —Con comodidad?—El buque
parece bueno. — Y la tripulación?— 13Íen or­
denada.—*Me alegro; quisiera que estuviese y a
en R o m a , libre de los accidentes del viage.
El Papa lo recibirá bien sin duda. Que fuera
de la iglesia á no haber sido por mi ? (4)
La anedocta que sigue debe colocarse sin
d u d a , despues de la partida del abate Buona-
vita.
El sacerdote joven } c u ja obligación se li­
mitaba hasta enLonces á celebrar la misa en
casa d é l a señora Condesa Bertrand, había
contraído la costumbre de decirla muy aprisa,
para complacer sin duda al general B e r t r a n J j
el cual creía hacer por su parte un sacrificio,

(t) Dios podia hechar mano de otros brazos


para hacer triunfar la iglesia católica en Francia;
lo sé. Sin em b argo, si Dios ha preferido á Ñ apo,
le ó n , es porque Napoleon justificaba esta preferen­
cia con ciertas prerrogativas personales, y con co r­
responder í los designios que formó Dios sobre éU
asi es que podo coa justo motivo alabarse de ello-
E l Papa Pío Y II lo entendía asi cuando d ijo :
Despues de Dios le debemos á él el restablecim icn.
to de la religión en Francia. “
condescendiendo en oiría, ó permitiendo que
se celebrase en su casa. Sea lo que fuere f el
joven sacerdote, por imitación tal vez ó me­
moria de lo que se practicaba en las Tu Herí as,
el primer dia la dijo snuy aprisa. El empera­
dor conoció esta especie de adulación intem ­
pestiva, pero no le cumplimentó por ello.
„ Vd. le dijo, celebra demasiado aprisa , señor
abad ¿ y porque? Con qne fin? Quien nos dá
prisa aqui? En adelante diganos Vd. la misa,
una buena misa . " (4)
En aquella época el emperador supo el fa­
llecimiento de su hermana la princesa E lisa;
esta noticia trajo á la memoria de Napoleon
la idea fija de su próesiino fin: „ Y a no tea*

(i) El conde Montholon que estaba presente me


lia referido esta anécdota. Que lección para los sa­
cerdotes jóvenes que celebran como si tuviesen á
actulir i otras cosas mas graves! Infelices de ellos*
Como se hacen criminales , haciéndose desprecia­
bles! Provocando alguna sospecha en los ánimos
de los fieles, acerca la sinceridad de sa ffe y de su
vocacion , como no temen á ver un dia su senten­
cia en boca de nuestro Maestro que les diga: « Era
una buena misa la que ofrecí por vosotros * el dia
de mi pasión en el Calvario!!!“
2JJ2
go fuerzas, ni actividad, ni energía. Ya no
soy Napoleon, dijo á su medico; en vano me
da Vd. esperanzas, en vano quiere Vd. con­
servar una vida que toca á su térm ino: los
desvelos de Vd. son impotentes contra el des­
tino) este es inmutable. El primer individuo
de nuestra familia que debe seguir á Elisa á
la tunaba es aquel grao Napoleon que vegeta,
que se encorva bajo la carga y que tiene to­
davía á la Europa en alarma . íc
Antommarchí refiere la siguiente anécdota*
Una noche el emperador se dormió durante
la lectura. De repente despierta y pregunta, de
que se trata? „ Señor de los sacerdotes, de
los disturbios que han sucitado á V. M. ; y de
sus intrigas! — El autor desatina, esclama el
em perador; todos estuvieron por mí: no pue­
do menos que alabarlos j porque son los que
me han servido m e jo r, y de los que tengo
menos motivos de queja ( 1 ). “

( 1) Esta anécdota es Curiosa, porque resume la


opiuion del emperador acerca la conducta del clero en
la época desu reiQado. Cual es el hombre que ha subí-
do al poder en estos últimos tiempos, que no reconozca
que eidero es la cor poracíoa mas útil y la menos gra~
243
vosa al Estado? Hasta los mismos corifeos del libe­
ralismo, los Sres., Tliiers, Cousia, G-oizot, D upoot,
de V Eure, Villem ain, Lafitte, etc. conviene en ello;
si bien quedan todavía dos ó tres maniáticos, como
son los Sres. Isarabert y Botilay que piensan como
los libertinos mas despreciables, y que tienen una
opinion contraria ü la de Napoleon acerca del cle­
ro* (Nota del Autor*
244

CAPITULO TIL
RESUMEX.

>D»g j

Avisan al emperador que se prepare á m orir.—


Otorga un nuevo testamento ai general Bertrán*!.
— Segundo testamento.— Borron puesto á Tallerand
i Lafayette, k Augereau, á Marino nt.— Perdón de
los insultos.— Legitim idad de su título de empe­
rador.— Su testamento es un compendio de su vi­
da política»— Su primer ayuda de cámara , Mar-
cliatid.— Esplicacion de su severidad para con el
general Bertrand, y de su indulgencia para con
M aria Luisa.— Legado al sacerdote V ig n a li.— Se
¿esigna h. morir— Recuerdo de sus valientes ti
quienes va á volver á ver en el otro m u n d o .— Se
niega á ver á la señora de Bertrand__ Motivos de
esta severidad*
2fl5

CAPITULO VII.
■*r i n o i a i <i. —

Scotí que se inflamaba m i


corazon, y en m í meditación
se cncendian lla m a s de fuego.
Súlt¿ m¡ lengua dícitbdo: cier­
to qne has señalado á m i vida
tarmino corto / y que toda mt
subsistencia es como nada ante
lu s o jo s , Verdaderamente q u e
es la suma vanidad todo lio w -
b r e viviente.

El % de abril se perdió toda esperancia; en


aquel dia reconoció el medico que la enfer­
medad era mortal, y como era de su deber*
previno á Jos señores condes Bertrand y Mon-
tliolon que la crisis estaba procsima; las ideas
de Antommarcbi no eran sin duda las mismas
algunos dias antes! de otra suerte por mas
que hubiese deseado viajar en compañía del
conde Bertrand y volver á ver la Europa y la
Italia no hubiera pensado en solicitar él mis­
mo su partida 1 Según la etiqueta de los sobe­
2
r a n o s , d e b ia avisarse al e m p e r a d o r y el con
d e d e M o n t h o l o n se e n c a rg ó d e ello, (1 )
Acogió co n la s e re n id a d propia d e q u ie n
estab a disp u esto á ella, la c o m u n ic a c i ó n de
aquella sentencia fatal de su fa c u lta tiv o . A r -

( i) Los liberales no son amigos de la etiqueta: tu


solo nombre tiene para ellos algo de molesto, ridi­
culo y estúpido que ó les hace poner mala cara o
Ies hace reír é carcajadas: sea en buena hora! Sin
embargo la etiqueta que arreglaba los varios servi­
cios de Ja casa real de Francia y las relaciones p u ­
blicas d privadas de Ja Soberanía, no fué inventada
del todo por talentos limitados ó por principes men­
tecatos; sino que se crió y se estableció sucesiva­
mente por voluntad de los reyes mas distinguidos
que fueron los fundadores de la monarquía. Asi es
que ¿Garlo-Magno la estableció y Maria-Antoniet*
la destruyó. Permítaseme añadir aquí una anécdo­
ta que me comunicó una señora que fué de la co­
mitiva de la reina. La reina no faltó nunca á su
deber como el tirano Ropespierre tuvo la osadía
de asegurarlo el dia en que subió al cadalso j pero
nadie puede negar tampoco, que haya ecsistido la
calumnia, despreciando la etiqueta y atrayendo í la
corte de Francia la libertad de la del rey su padre
y los usos que pueden convenir á la Alemania, pe­
ro que son incompatibles con el caracter francés.
2*7
m and óse luego d e aq u e lla en erg ía co n que
avasallaba en o tr o tie m p o su c u e r p o se a p r e ­
sura á p o n e r en ó r d e o sus a s u n to s e sp iritu a le s
y te m p orales. T e n i a ec h o y a un t e s t a m e n t o
que o b ra b a en p o d e r d e l g e n e r a l B er t r a n d \ el

Mil voces imprudentes circulaban contra la reyna


que podían llegar enfín á los oídos del rey. M ada­
ma Vitoria, tia de este lo receld, y por el bien de
la reyna, hizo llamar al abad Vermont que era sa
mentor y á quien apreciaba mucho como que le
fue destinado por su madre y vino á Francia con
ella. Señor, le dijo la princesa, podéis ignorar i
caso los rumores de la corte? y no seria prudente
el participarlos h. la reyna? — Ah Señora, contes­
té el abad, seria una empresa ardua para una rei­
na el querer impedir la murmuración ! — Señor,
todo lo que puedo añadir y que os permito refe­
rir, es que la reyna mi madre no ha jamas dado
lugar al mas ligero chisme que pudiese desagradar
al rey mi padre.,, La etiqueta de la corte es una
limitación de la que se observa en el augusto cere­
monial de la iglesia romana que es una imitación
jde las formas del alma, y hasta me atrevería i decir,
una imagen ó Ja enumeración de las virtudes orgá­
nicas del entendimiento humano. La etiqueta es
una necesidad de cada casa y de cada sociedad bien
49
e m p e r a d o r d o vacilo en p ed írselo p a ra anu­
l a d o , an tes d e f o r m a r o tr o nn:cl;o tn e ao s í'a-
v o r a b l e sin d u d a al general ( 4 ).
D esde aquel aviso f a t a l , el e m p e r a d o r no
t u v o o t r o p e n s a m i e n t o q u e el de l l e n a r sus
deb eres, m a n ife s ta r sus p o s tr e ra s voluntades
c o m o h o m b r e , c o m o cristian o , y c o m o e m p e ­
r a d o r ! estaba resignado^ p e r o su resignación
era a q u e l s e n ti m ie n t o m a g n á n i m o q u e d o m i ­
na á la m i s m a m u e r t e . E n t o n c e s se vio apare­
c e r su fe y d e b ilita rs e a) p r o p i o t i e m p o sus

organizada^ de modo que Napoleon que poseía nato*


raímente todas las ideas de la organización (porque
era un hombre perfecto y dotado de una alma gran­
de) no tuvo otro anclo que el de restablecer la eti­
queta. Esta pues volvió á comparecer al propio
tiempo en que aparecieron, el orden, la sociedad,
el trono y Jauobleza bajo la ejida de este grande
hombre ! ( Nota del A u tor. )
( i) Mr. Marchand al referirme este hecho me
decia: “ recibí de manos d d emperador el primer
testamento para q u e m a rle $ era tal ve2 un documen­
to, precioso que merecía ser transmitido á la poste­
rid ad ; mi desobediencia hubiera sido tal vez un
sentimiento de veneración } sin embargo, no vacil¿|
y entregué á las llamas aquel autógrafo precioso,;
porque cn-i que debia ejecutar al pie de la letras
una orden confidencial*., (Nota del ¿tutor)
R b lin'tw •. V '- ,,.......... , , * '
pasiones, reanimarse su creencia, y teñirse de
un vivo y solemne brillo las sombras funestas
de la agonía mas dolorosa*
La políüca no es ya nada para ¿1; preocu­
pado por sus principios, cree de su deber, el
protesLar contra los crímenes de la política
qtie le ha inmolado. Eolia un borron á los so*
heranos que no han sido ni elocuentes ni jus­
tos para con el ungido, & quien debe su
esplendor /a soberanía, que la ha restaurado,
no solo en Francia, si que también en el áni-
j ruó de los hombres, y que por fin ha hecho
^uso mas de una vez de las victorias consegui­
o s sobre los reyes con una moderación digna
\ de ser imitada. El emperador deja caer de su
pluma un anatema sobre los nombres deTalle-
rand? La-Fay ctte, Augereau y Marmont. La pos.
I teridad corroborará este anatema contra La-Fa-
Jette y Tallerand como á autores de los tratados
He Pai is y de aquella Carta ( 1 ), cuya falsedad

^ (i) M onéesquieu, en su bella definición de la


Ijey, dice: L a ley es la espresion de las relaciones
b e proceden de la naturaleza de las cosas. La
vííoncieniia es lo que distingue al hombre de los
tiernas seres. Esta se manifiesta por el sentimiento,
j la idea Je Díoá es idéntica, simultanea con la
250
pesa todavía sobre Y» Francia, aunque haya si­
d o igualmente rasgada con el mismo enojo y ,

misma concien Ja, que es anterior como principio.


Este principio envuelve, domina, absorbe al hom­
bre, considerado aisladamente y á fortiori cojno
ser social. Entre todos los pueblos basta los de la
antigüedad, la religión es el hecho esencial primor*
dial, í quien todo está subordinado, y que no obede-
ce á nadie. La resolución francesa se ha encarni-
nado directamente al ateísmo como ú su conclusión-
Bonaparte titulándose Emperador por la Gracia
de Dios, renegd de la revolución con todo ti des­
precio que le inspira el ateismo¿ y restableciendo j
las iglesias, se declarrf fonnulmerte cristiano. Id
Carta de 1814 destino i la religión un puesto se*
can daría, lo que equivale á una abnegación*
porque si la religión es verdadera, es preferible
á todo; si es falsa, es igual i nada. Cual es la
opinion de la Carta de 1 8 3 0 la que ha a v e n t a j a d o
á su hermana mayor, rechazando enteramente la ¡
religión del Estado? Cuales serán sus consecuen* j
cías i l L a ley es atea y M e ser atea ,r ha diclw I
M r. Barrot, el raciocinador del partido liberal, pea-
sador profundo, mas todavía que Robespierre, qo*|f
proclamo la existencia del ser supremo como unw
necesidad social. Subid pues al poder Mr. Carrol!
Vos erais prefecto del Sena cuando se demolid c|
Arzobispado de París 5 tal vez sereia ministro pa1!
demolir las Tullerias. (¿Vota del A u tor)
251
el mismo desprecio en 1830 por el pueblo y
por la corona. Ajando la reputación de Talle­
rand y de La-Fayette, el emperador aja asi­
mismo á los qtie se abandonan mas bien á
m sistema, á unos gobiernos imaginarios, que
á la patria y al soberano} que se adhieren mas
a su amor propio, a su individualismo y am ­
bición j que á la conciencia, & los principios, á
la religión y á la Francia: que prefieren las for*
muías de gobierno al gobierno mism o, al em­
perador, el único que hubiera podido salvarnos-
de la invasión/ flechando un borrón sobre Au-
gereau y Marmont, el emperador lo echa sobre
ti soldado que en lugar de obedecer, juzga*
que se ocupa de su inte res y de su ambición
hasta desentenderse de la voz del honor, pero
condenando a los traidores, el emperador se
Ocupa mas de la justicia y de la Francia que
de si mismo, puesto que añade; les perdono;
y ojala les perdone como yo la posteridad
fraticesal El perdonar los insultos prueba
virtud y es como el caracter peculiar de un
cristiano! asi es que la palabra perdón se ha-
lía en cada pagina del lestamenio de Napo­
león.
Dtídpues de haber hecho mención dó su
252
buena y ecselente madre t de sus hermanos y
hermanas , Eugenio y Ortensia, jr de dar ¡es
las gracias por él interés qu? por él se han
tomado, escribe estas tiernas palabras ; P er­
dono á mi hermano Luis el libelo que ha pu­
blicado en 4 S 20 .
Todo el testamento es un reirá lo moral de
Napoleon^ en que se ha piulado á si mismo,
su ecsislencia ¡nimia en toda su desnudez Ca­
da palabra es una revelación de su corazon ó
de su ánimo, y en el conj mto de las dispoüi-
clones, sé ve el compendio de su vida, su ver.
dadera fisonomía intelectual, y hasta su alma
con sus prerogativas y virtudes, con su carác­
ter heroico, y con sus debilidades y pasiones.
Lo que mas se revela en él, es la necesidad de
obrar sobre los hombres, es la ambición , la
pasión de la política,, el apego á las grandezas,
en una palabra, el príncipe. Que preocupa­
ción en un momento tan solemne? Y que
prueba de su convicción de la legitimidad de
su título de emperador! Cuanto mas le humi­
lla la fortuna, mas se eleva; cuanto mas e
infame carcelero ingles ( \ ) se empeña ea en-

(2) Hudson-Loowe, el gobernador militar de


Santa-Elena,
B bI c le c ü N j c ic t ' j I d e b ^ j r u
vilecerltí y empañar si. diadema, mas pura
*3 conserve el poder dsl alma; la vida ha
abandonado y a todos sus miembros, y sin em*
bñt'go su cabeza ecsalando el prostrer alien*
to, conserva la misma in agestad c o n . que bri­
llaba en olro tiempo, cuando el emperador,
joven y vitorioso, comunicaba su voluntad á
ios reyes y distribuya tronos á sus compañe­
ros de armas. Vosotros Jos que negáis la ver­
dad de el alma, acercaos, contemplad este m o­
ribundo y oíd sus pensamientos. El mismo es
en la agonía que era en eí trono! Conserva la mis­
ma equidad para premiar y castigar, para p ro­
nunciar el elogio ó la c e n s u ra ; la misma m e­
moria de los nombres y de los servicios; la
misma elevación y la misma eosactitud en los
sentimientos; el misino atrevimiento lógico, el
mismo empeño sobre si mismc; la misma im ­
parcialidad; la misma fuerza de alma} la mis*
naa sensibilidad; la misma indulgencia, el mis­
mo heroísmo, la misma religión* Aun digo
mas; la destrucción del cuerpo hace mas pa­
tente la belleza y la verdad de el alma. Se­
parándose de su envoltorio, resplandece como
un sol que se desprende de las nubes. Acer-
caos también vosotros, jueces de la tierra, re­
25^
yes que mandáis desde vuestros tronos; acer­
caos al lecho de muerte del emperador para
recibir en él la instrucción de un preceptor
eo el arte de reinar, de un monarca destinado
al mundo y amaeslrado por Dios mismo para
sus designios! Escuchad y pesad detenidamen­
te sus ultimas palabras; reunid ios rayos que
iluminan con una luz repentina todos los mis­
terios de su política. En cuanto á mi, obl ¡ga­
do á limitarme á mi intento, no quiero, ni de.
bo hablar mas que de la religión, imponiéndo­
me silencio sobre todo lo demas*
El testamento empieza con estas palabras:
. Muero en la religión apostólica romana . De
este modo Napoleon se declara ante todo cris­
tiano , sin disimulo, como lo habia proclama­
d o en época anterior, al tomar las riendas del
poder «upremo, Distribuye en seguida algunas
recompensas-á sus amigos, á sus afectos, que
son la espresion del valor de sus servicios y
de su lealtad. Usando del derecho que es in­
herente á un Soberano, ensalza á su primer
ayuda de C ám ara, M archand, hasta h o n r a r l e
con el título de su amigo; su Justicia, imagen
de la de Dios¿ establece por base, que todos
los que le han sido afectos, tienen los mismos
255
derechos y son iguales para é l , como se des­
prende del encargo que hizo á Marchaml de
casarse con la viuda, hija, ó hermana de un
oficial ó soldado de su ejército. Si niega al
Conde Bertrand, toda otra señal de ínteres 9
escepto una corta suma de dinero * es que el
emperador pospone la amistad á Dios y á los
principios; declara también á la faz de] m un­
do, que está unido con el conde Bertrand por
la casualidad de los acontecimientos políticos,
pero que no profesa los mismos principios y
las mismas creencias (4). Cuanto le cuesta esta
severidad al emperador, tan propenso á que­
rer y á perdonar! díganlo los codicilos escritos
con toda prisa en la víspera de su muerte; su
sensibilidad se conmueve y le sugere un me­
dio de conciliar Ja justicia y la indulgencia; y
toma de nuevo la p lu m a , para recomendar
al general Bertrand á María-Luisa^ para que
h haga devolver 30,000 J r ancos de renta
que posee en el Ducado de Parma y sobre
el Monte-Napoleon de Milano) con los a tr a ­
sos vencidos. *

(r) No estamos tan distantes como se cree, de


ver estaa necias y vagas clasificaciones de los par-
256
Pero lo que da uua idea ec^acla d*d impe­
rio de Napoleon sobre sus pasiones es c! oo*
dicilo relativo á Maria-Luisa. Vacüó brgo
tiempo antea de formarle, y se le oj’ó esela-
m a r ; „S er Corso y perdonar semejante in ­
sulto!u Y añadía: t9Y q u e \ la misma justicia
no me convida á ajarla , á humillarla! fí De­
teniéndose en seguida, decia mas sosegado:
j, Es la madre de mi hijo , la única que que­
da para velar sobre él\ por otra parle que}
puedo y o miserable proscrito 7 cautivo , con­
tr a la hija de Cesar? Mi anatema se per de-
ria en el aire ó recaería tan solo sobre mi}
sobre m¿ hijo . Ella es culpuble , pero yo soy
á caso inocente? Ella tiene necesidad de per -
don \ y o que voy á comparecer delante de un
juez tremendo no lo necesito mas que ella ?
Despues este soliloquio el emperador escribió:

, *
tidos liberales ultra, constitucionales, parlam enta­
rios , dinásticos, caer para ser remplazados por
estos clasificaciones reales y significativas, religioso,
creyente, religioso^ incrédulo1 impío. La palabra re­
publicano ^ mientras no se defioa con presicion, no
es dí puede ser otra cosa que el estandarte de la
revolución y de la necedad. Lo mismo digo de
la palabra revolucionario. ( N ota del A u to r .)
257
conservo hasta el postrer momento de mi vi­
da, á mi muy querida esposa María-Luisa,
los mas tiernos afectos, y la encargo la ma­
y o r vigilancia para librar á mi hijo de las
asechanzas ¿ que rodean todavía su in jan -
da (j\ ),
Hay d o s legados d e este te s t a m e n t o q ue
d e b e m o s ta m b ié n tr a n s c r ib ir .
Lego al Sacerdote Fignali cien mil fran~
eos. Deseo que edifique su casa¿ cerca del
Ponte Naovo de Rostino.
Encargo al Sacerdote Vignali que conser­
ve los vasos sagrados que han servido en mi
capilla de Longwood y que los entregue á mi
hijo al entrar en los 4 1> anos.

(t) 11E lla es culpable y yo soy inocente” eícla-


ma Napoleon, hablando de Mana* Luisa. Que re-
proche involuntario presenta al entendimiento
esta confesion enérgica de un principe, que creyd
serle licito, casarse con una archiduquesa de Aus­
tria, viviendo su esposa legitima, la emperatriz J o ­
sefina! Apenas han transcurrido algunos años, y es*
ta misma archiduquesa, esposa de Napoleón, rompe
á su vez el vinculo conyugal, y cree que viviendo
Napoleon, puede darle un soccesor, admitiendo eu
su lecho con el titulo de esposo legitimo al conde
Néipperg, general Austríaco ÍEÍ Que lección del cie­
lo para enseñar á los soberanos á respetar la santi-
B ib u l e c j \ ¿ i u o n : i c e E-jp.:»rcí ■
258
Mientras qne se esforzaba para escribir por
si mismo sus codicilos, manteniéndose encer­
rado y en esta ocupacion por espacio de tres
y cuatro horas seguidas, se agravaba la enfer­
medad, y la muerte impaciente de acabar con
una virtud tan eminente, estendía sobre Napo­
león las sombras de aquella noclis temible y
tenebrosa que no debe disiparse hasta la etern1-
dad. E ncuantoá él, miraba impávido la muerte
con la misma sangre fria, y con l¿ misnja magna­
nimidad con que dos veces habia visto desplo­
marse su trono, y romperse sucesivamente
una tras otra las ramas del árbol imperial;
arrancado en fin de raíz por la torménta, del
suelo en que con tanta celeridad habia echado
unas raíces que se dilataban por el orbe entero»
Cuando alguno le decia que el estado de su
salud no e r a desesperado, respondía ; „no mas
ilusiones; sé como rae encuentro, y estoy re­
signado.^
El 49 de abril, hizo un esfuerzo y se levan-

dad del matrimonio I Ah! cau?a horror el pensar


que un monstruo encoronado, Enrique V III osó
provocar el cisma de Inglaterra para dar rienda
suelta á sus apetitos desordenados y para conseguir
la libertad del divorcio.... !Ü {Nota del autor*)
259
Lo y se sentó en tina silla do brazos. El gene­
ral Montholon se recosijó de esta mejora; Na­
poleon le dijo sonriendo con amabilidad, ,tno
se equivoca V. amigo, hoy me siento mejor;
pero no creo por esto que mi ultima hora es­
té distante. Guando habré satisfecho mi tribu­
to k Ja naturaleza, cada uno de Vds. tendrá el
dulce consuelo de volver á Europa. Vds. vol­
verán á ver sus parientes y sus amigos; y yo
iré á reunirmc con mis valientes. Si, continuó
alzando la voz, Ivlebev, Desaix, Bessieres, Du-
roc, Ney, Murat, Massena* Berthier, (4) todos
vendrán á recibirme, me hablarán de lo que
hemos hecho juntos, les cuentaré los últimos
acontecimientos de mi vida. Al verme se vol-
veráu locos de entusiasmo y de gloria* H a­
blaremos de nuestras guerras con los Scipio-

(z) Insisto en hacer repagar las calidades del


alma. Amar y perdonar; e n eso consiste el cris­
tianismo, y parece que ii esto se limita el empe­
rador- Cuantos motivos no tenia de quejarse de
Murat y de Berthier! Pues bien! la hora de la muer­
te es la de la reconciliadora; y que delicadeza ! Con­
funde, identifica sus nombres con los de aquellos á
quienes quiere mas, y que están llenos para él de
recuerdos gratos y sin am argura!!! (N o ta del Autor)
260
nes, los Aníbales, los Cesares^, los Federicos!!!
A menos, añadió riendo, que no se espanten en
el otro mundo de ver reunidos á tantos guer­
reros/*
Durante aquella larga agonía, la setíora de
Bertrand, manifestó á t&enado el deseo de ver
al emperador; á menudo su esposo reiteró sus
instancias; estas eran laudables, muy nobles y
m u y cristianas! La señora de Bertrand desea­
ba una reconciliación, no me atrevo á decir
su perdón, pero sí, la amistad del emperador
m o rib u n d o : este se la negó. No lo hacia por
resentimiento, ni por terquedad, sin/) por un
sentimiento de justicia que es tauibicn un de­
ber, una virtud/ Ah I El espíritu de sociedad
llevado á cierto estremo es muy reprehensi­
ble El deseo de sociedad había arrastrado á 1a
señora de Bertrand á admitir en su casa á to­
dos los ingleses de la isla y los oficiales del
acampamento, y quien lo creyera! allí se per­
mitían chistes contra el ilustre cautivo, y á
veces la dueña de la casa prestaba oído á
aquellos epigramas; recuerdo uno de ellos tan
mordaz, que no creo que nin g ú n francés., se
atreviese á escribirlo, pero que debió halagar
en gran manera á los oficiales ingleses. Si Á lo
£61
menos el emperador lo linbiesc? ignorado. Pe­
ro este quería saberlo todo aun en Santa-Ele­
na y era servido como deseaba. A h / Estoy
persuadido de que se oían con repugnancia
aquellos sarcasmos^ hijos del respecto humano,
que avasallaba á una dama de distinción, y le
hacia casi olvidar lo que debía á un hombre
grande cuya gloria idolatraba. Gedian k este
respecto humano, que avasalló en otro tiem­
po al gefe de los apostolesj y se turbaban k la
voz de un enemigo, y se arrepentían en segui­
da de su debilidad, como San Pedro, porque
su corazon permanecía fiel* (4)
Oh mundoI cruel mundo impostor, mun­
do condenado por el que dijo: E l mundo me
aborrece} á tí, y solo k ti rechazó Napoleon
con valor de su lecho de muerte * y no á la
amable compañera de su destierro / Oh mun-
doj retírate 1 Para que necesita de tí en ade­
lante? De que le sirven tus atractivos, cuya
flor está ya m archita ) s i , lo que empieza k

(r) No permita Dios que yo pretenda rebajar el


mérito de! largo destierro de la condesa Bertrand!
Ella sufrid la desgracia det emperador coa animo
elevado y se sacrificó eü Santa-Elena. No es este
heroísmo ?
262
morir es lo mismo que si hubiese muerto. Y
voSj bija de Adán (4), personificación frágil y
brillante^ compendio demasiado seductor de
un mundo perecedero, alejate/ Otra sociedad
necesita el emperador a quien hasta el sol mo­
lesta. Olí sublimidad de su agonía; tu tam­
bién, sol orgulloso, que dominabas y que de­
vorabas ahora mismo todas las sustancias de
esta ecsistencia gloriosa ¿ retir a Le tamlien; tu
cansas á Napoleon/ Esta es la hora de pen­
sar en otro sol, en el sol de la eternidad/

( i) Habiendo partido la señora condesa de Mont-


holoo, de Saota-Elena algunas semanas despues que
el señor de Las-Casas, el emperador se vid priva­
do hasta su muerte de aquel encanto y de aquellos
consuelos que solo se bailan en la sociedad de las
lenoras. (N ota del a u to r.)
263

CAPITULO VIII,

RESUMEN*

La hora de la muerte.— Cristiano y Francas son


voces sinónimas.— Objeccion contra el sacramento
de la penitencia.— El emperador y el Papa Pió
VII, hablando de la confesion.— Opinion de Napo­
leon sobre la confesion.— El penitente del facer,
dote Vignali.— El obispo estertor. — La estrema u n ­
ción.— Risa impia del dotor A n to m m a rc h i, y eno­
jo del emperador.— Salida contra el ateísmo, —-
Disposiciones y órdenes del emperador para morir
como cristiano*— Oposicion del general Bertrand*—■
Conferencias secretas de Napoleon con su confe­
sor.— Es Cristiano de corazon mas que por convic*
cion.— Su desprecio de los ideologos.— Su aprecio
de la conciencia.— Recuerdo de la primera com u­
nión.— La noche del 30 de abril.— Conversación
religiosa con el general Montholon.— El santo vía*
tico.-~Espresión de su dicha.— Altar formado por
orden del emperador, demolido por disposición
del general Bertrand.— Dignidad del .emperador.—
El Altar es reconstruido.— Palabras del emperador.
—Triunfo de la religión.— Muerte cristiana.
20
26>f

CAPITULO VIII.
- «rn i*** ^ n * —

Frt quor<l le jo w filé ¿e tóate


éternilé
B rilla sur ton c h e v e t , o pro.
fonct potitiqM*j
Dnris ton \ieux mantean blcu,
tu mourus catholicjüe,
(Poginn i 8 9 f « lic ió n cíe De*
lloyÉ, Biblioteca escojida obra
de Antonio Deschampa.)
Fian moi iar sed vivara-
(Salmo de D avid.)

Es propio del genio ver las cosas tales co*


mo son* A semejanza del sol que á penas
salido del orizonte, llena el universo con ¿u
mirada, mide su inmensidad y se lanza ha-
cia el término de su radiante carrera, Napo­
leon desde sus primeros años, habia señalado
con el dedo su termino Fatal. Apenas contaba
veinte y dos años, cu3ndo escribía ya con la
concisión de un hombre pensador, aquella
sentencia que ecsala el olot balsa mico de uq
B ib i ü ' e L j V i c i o - a l d e C s u a ' 1.4
265
monasterio del Carm elo: „ l a vid» es un li­
gero sueño que se disipa. u Guando llegó la
hora de ver desvanecerse aquel sueño, él que
como hombre apreciaba el tiem po, y conocía
su brevedad, comprendió la solenidad , la im ­
portancia y la grandeza imponente del uso que
debia hacer de su ultima hora! Había prepa­
rado muy de antemano aquella victoria últi­
ma y decisiva para no alcanzarla!
T a n solo en la hora de la muerLe se da á
conocer el hombre todo entero* Nuestra polí­
tica eti aquel lance terrible, es nuestra v o lu n ­
tad; nuestro pensamiento es realmente nues­
tra alma¿ el sentimiento es nuestro corazon •
en una palabra somos nosotros, nosotros mis­
mos...... Guando el mundo se aparece á núes*
tros ojos como una vil mentira que nos ha se*
ducido ¿ cuando nuestros miembros han per­
dido ya su flexibilidad > y están muertos ya*
lo que permanece, lo que vive en nosotros, es
Ja vida, es lo asolato, es nuestra alma.**. A r-
iado de su talento Napoleon debia ser y fue

f n aquella hora crisliano! Sa alma era. dem a­


siado religiosa para no serlo en la hora de sa
i&uerte, y él mismo era demasiado positivo
¡para no esperimentar con su inmenso talento.
266
la necesidad de fijar de una vez sus ideas en
una creencia. Negar á Dios aquel último ho-
jtíenage, era para Napoleon lo mismo que
apostasiar! y no aderirse á las formalidades^
á los usos, á todas las prácticas de la religión^
e ra , no solo renunciar al cielo, s! no también
á su familia y á la Francia ¿ porque en el en­
cadenamiento logico desús ideas, siendo la re­
ligión el fenómeno principal, esencial y gene­
rador de una nación, no ser cristiano , era no
ser francés, no pertenecer i su familia. Mas
cuantas cosas se deben cumplir para ser cris­
tian o , y inas por el que b asta entonces solo
habia practicado la religión á medias; por
aquel hombre terrestre 7 que hace poco anda-
ba arrastrando todavía por el fango, oprimido
por la oscuridad de una duda indigna de la
laminosa magestad de la religión! Que esfuer
zo sublime no debió de hacer para triunfar
de si m is m o , y en el mismo dia, en el mis­
mo instante, atravesar Jas numerosas y dife­
rentes regiones de la atmósfera ; elevarse por
medio de una sublime ascensión mas alia)
de los astros > hasta el inmutable y esplendí-}
do em píreo, y a llí, viendo bajo sus pies 1¡*5
lej es y harmonía del movimiento criado, arj
267
rodillarse, a jo ra r cotí la fe la esencia invisi­
ble de Dios, hecho visible por Jesu-Gristo,
Dios y hombre, y por el Espirita Santo^ amor
dtl padre y del hijo, que procede del uno y
del o t r o , verdad inefable que es la vida co­
mún da la SauLisima T rin id a d , de Jos angeles
y de Jos eligidos / Que distancia para atrave­
sarla en un istante: pero el alma está ya libre
del peso del cuerpo, y , milagro de la gracia,
milagro de los méritos de los sanios y de los
mas grandes del Salvador , aquella distancia
puede recorrerse por lodos los que lo quieren.
Napoleón se resolvió á ello con aquella vehe­
mencia indomable que conservaba en el cum ­
plimiento de su voluntad ! Se humilló, se re­
concilió con Dios, su aniquiló en su presencia
mas de lo qm? se habia elevado sobre los h o m ­
bres : enlin aquel gran hombre murió arre­
pentido en el seno de la religión; y no hizo
menos p a ra reconciliarse con e lla , para con­
seguir su perdón, d é l o que había hecho pa­
ra conquistar los reinos de la tierra, haciendo
llamar y venir á este fin con una solicitud
Un interesante dos sacerdotes á la isla, Pero
cuanto le costó, cuantos esfuerzos tuvo que
hacer, cuanta energía que desplegar para ven- ;
268
cer los ostáculos indignos que le sucitaron, y
abatir la impiedad que Luvo la osadía de acer­
carse á su lecho de muerte i Si, si hay una h o ­
ra preciosa en la vida, es ciertamente aquella
en que el hombre de bien paga á su Dios la
deuda que Lodo mortal está obligado á satisfa­
cerle; es aquella ea que imitamos á lo menos
su muerte con la oblaeion de un sacrificio que
recuerda el del calvario; entonces cada cris­
tiano puede ser mártir! Pero rae siento con­
movido al tener que referir aqiullos augustos
secretos, ios mas importantes de una ecsbten-
cia tan llena de ¡nleres.., me es indispensable re­
cogerme, ó invocar aquel la que fué la asisten­
te piadosa de aquella piadosa agonía. Oh ma­
dre miu, venerable y querida imagen de la
bondad de Dios, santa iglesia romana, vos que
acogisteis aquellas confidencias sagradas de un
héroe, á vos tocaba divulgar su fe; pero j a
qu»í calláis, modesta en medio de vuestras V i ­
torias, ah! dejad á lo menos que os implore,
yo, débil eco de vuestras palabras; d e r r a m a d
en estas últimas páginas, dedicadas entera­
mente á vos, ese encanto dulce á la par qne
grave, ese atractivo tierno y solemne de vues­
tras santas ceremonias; y que mi narración;
empapada de ese amor severo de la verdad ,
que es vuestro propio espíritu , sea oh Iglesia/
el buril sagrado que eterniza para vuestra glo^
ría y la de vuestro inmortal esposo y señor,
los acontecimientos ilustres é ignorados de Ja
muerte cristiana del emperador Napoleon! Y
vos, ó espíritu santo , manantial profundo de
la vida y del sentimiento, inspiradm e, e in­
flamad el corazon de mis lectores.
Napoleon era sin duda cristiano por su na­
cimiento y por su educación, porque era h o m ­
bre de bien ( y el hombre de bien sigue des­
de luego la religión da sn padre y de su m a ­
d re); á mas de esto Napoleon era cristiano
por el genio y por el corazon j tenia la fé que
nace de un alma grande. P¿ro es tal el orgu­
llo humano, que el que hubiera mirado como
un crimen y aun como una locura, la pretcn­
sión de .suprimir una sola letra del evangelio,
cuyos dogmas veneraba, por una de esas aber­
raciones harto comunes y qne son la llaga y
Ja con upcion de nuestra época, no los habia
nunca practicado 1 El sacramento esencial del
cristianismo y que constituye todo el cristia­
nismo, es el de la Eucaristía; ningún cristiano
por relajado que sea, se atreve, A discutir si
quiera su Verdad misteriosa: al paso que son
muchos los que no encuentran escrupulo en
hacer objecciones contra la confesion; y sin
embargo que inconsecuencia! La confesion es
la escalera de) altar cristiano ¿ destrozadla, y
no podréis acercaros á él! Estando ya en el
trono, y solicitado por el papa Pió VII para
que se confesara3 dijo Napoleon, „Santo Padre,
estoy demasiado ocupado; lo haré cuando sea
mas viejo.** Despues decia á sus cortesanos**
w Puede, debe un soberano confesarse? pues
entonces á que se reduce la cuestión de las
dos potestades^ temporal y espiritual ? E l So*
berano no es el sacerdote (1 ).íi

( i ) Es por ventura necesario demostrar lo que


hay de falso y perspicaz en este sofisma de un
hombre que iba á perderse en el despotismo ? Luis
X V I d o era despota, pero su autoridad era la de
u n soberano absoluto, a pesar de que se confesaba.
Con efecto en el tribunal de la confesion, es con
Dios y no con el hombre con quien tenemos que
ver. La confesion, es un horaenage que se p r e s t a
á Dios pero muy útil al hombre y en armonía coa
sus intereses. Dios es soberano para castigar o per­
donar las c u l p a s ; á él solo confiáis lo que pasa ea
vuestra conciencia; pero ¿1 lo sabe ya mejor que
vosotros, E o fin la soberanía del sacerdote se
Pero lo que prueba que Napoleon se valía
de un sofisma cuando rehusaba confesarse, pre*
testando que las ocupaciones, la dignidad del
trono se lo vedaban, es que en Sanla-Elena

duce á la de la conciencia que reside en el alma, y


es como la misma alona. Y lejos que este colo­
quio intimo y sagrado destruya, establece por el
contrario la grandeza y la inteligencia del alma;
porque el derecho de la confesion es un privi­
legio que dimana del derecho divino, de una espe­
cie de igualdad natural, fundada sobre la indepen
dencia reciproca y la semejanza establecida de a n ­
temano d é l a criatura con su Criador. El penitente
pues es soberano, primero en el acto mismo de la con­
fesión, y despues en su adhesión á la penitencia y á
los consejos 6 á la dirección del sacerdote. Pene­
trándose h ie n d e esto, se reconoce en ello el derecho
divirro, delcual se habla con tanto misterio y que
es el objeto del odio del liberalismo y de tantos
insultos y recriminaciones, hijas de la pasión y de
la ignorancia. El derecho de la confesion es ver­
daderamente el derecha divina \ suprimir este co­
mercio intimo y familiar del individuo criado y
temporal con el increado y eterno, es suprimir el
sacerdocio, es renunciar al cristianismo 5 no pudien-
do existir entonces la sociedad sin reconocer u n
Dios, con un culto oficial y de consiguiente coa
hombres encargados de la conservación de esto
tampoco se confesaba. Si alguno le decía, Su*
ñor „ V . M. es cristiano, oye misa, y seba^
ce un escrupulo de comer carne eii dia de
ayuno; como pues se dispensa de lo esen-

culto, se ve un fenómeno increíble, un monstruo


de orgullo, de insolencia y de tiranía, tal corao la
prensa periódica y la literatura del d ia ; entonces
ge ve a un inventor de frases estudiadas: á un hombre
que es una especie de profesor de estilo; á un ver­
sista mas bien que poeta, al Sr. Víctor Hugo arro­
garse el gobierno y dirección de las ¿timas; enton­
ces ya no rigen la sociedad, ni la conciencia ni
Dios, ni su Verbo eterno ; sino el estilo. Mas q u e
digo? Menos que esto; en que consiste el talento
del Sr. Hugo, sino en la habilidad de charlar, y de
tener costantemente á su disposición por un esfuerzo
pe memoria {que se parece bastante a las suertes de
fuerza que bace Madama Saquí en la maroma) to­
dos los términos del diccionario, para coordinar­
los con la mas deplorable facilidad, de todos los
modos posibles, separarlos en seguida y clasificar*
según el gusto del publico y la modadel dia para
convertirlos en novelas, odas, cantatas, elegías, idi­
lios, charadas y enigmas; en madrigales, dramas,
melodramas, sonetos, micelaneas, acrostico?, histo­
rias, tragedias, comedias, y aun en un discurso á la
academia; porque aqui esta retratado el celebre
Hugo, insigtw parlanchín pomposo pero insípido)
273
cial, como no se confiesa f ic El emperador
contestaba con viveza: „l;i confesion es una
institución divina j es necesaria; dándonos á
conocer á otro, aprendemos á conocernos á

talento desordenado sin conciencia, sin voluntad


que ni siquiera sabe trabajar, puesto que no ha sa­
bido ceñirse á una regla y escoger un estilo. Ved
ahi un hombre que los periódicos del gobierno y
los escritores de las TuJIerias han propuesto k la
academia; al Sr. Víctor Iiugo, que tiene todo el
cinismo y los vicios de los mas furibundos revolu­
cionarios sin estar dotado de su energia» L a a d m i"
sion de un sugeto tal en e] templo del gusto,, re ­
cuerda las estatuas di formes y los monstros del
paganismo. Esta admisión no es un hecho indife­
rente; es al contrario uno de los acontecimientos
de uua época en qne el buen sentido y Ja razón
retroceden costantemente con una timidez que de­
sespera íí 1¿ vista délo que es estravagants y con-^
tririo á la razón. Leanse los discursos de Sr de
S d v a n d y ; m i'^tro dictamen se halla consignado
en ellos, como también el de la academia co n aquel
buen sentido que corresponde ?1 lugar y á las c i r ­
cunstancias. Este dictamen es el dt¡ todos los es*
critores, de todas las personas sensatas: testigos to­
dos los periódicos que se estiman en algo, todos los
escritores que tienen algún ascendente por su co q -
ciencia cuantas veces no lian publicado todos. el(os
27H
n o s o tr o s m i s m o s ; es un s u p l e m e n t o , un ausi-
lia r a d m i r a b l e d e la c o n c i e n c i a ; la confesion
es u n e m é tic o d e m a s i a d o necesario á la infeliz
h u m a n i d a d , p a r a no ser una in stitu ció n ruc­

ios defectos del Sr. Víctor Hugo que acabamos de


enum erar? Pero escudado en la fé imperturbable
de si mismo, ha triunfado igualmente de todos; sin
embargo que concepto aventajado puede uno for­
marse de una corporacion ilustre que con tanta
justicia y sagacidad deshonra á un individuo, y lo
admite y reconoce por colega el mismo dia? que
puede uno pensar del porvenir de una socie­
dad, en cuyo seno el escandalo y la osadía de u»
solo b de una minoría facciosa, imponiendo la ley
á los que debieran dictársela, es el escarnidlo ha­
bitual. Esta sociedad es una sociedad perdida; por­
que la confusion ha llegado á su colmo, porque ni
las creencias ni los priucipios, ni las ideas c o n s t i ­
tuyen el poder, sino las palabras y las frases, el
estilo como dice descaradamente el mismo Víctor
Hugo; entonces un compositor de madrigales no­
velas, el autor de Ilernarti cree ser poco digno de
su mérito el ser académico y pretende ser Par de'
Francia* Es imposible ya todo poder; el egoísmo)
es la ley social; entonces y por necesidad, todo se
degrada, se altera y se corrom pe; el estado d é l a
Praocia es el de U disolución, desde que la igno-
275
tlicínal d el D ios r e p a r a d o r d el a l m a , p o r m e ­
dio d e la c u a l j u n o se fo rtalece en el bien, c o ­
no ce estensa m e n te el m a l 3 se a p a r t a d e é \7 y
se u n e a D io s; sin e m b a r g o la confesion es u n
a s u n to d e confianza y esta es u n a cosa d e lic a ­
d a q u e no p u e d e m a n d a r s e ; to d o s te n e m o s el
d e r e c h o de elegir, d e p o d e r elegir iin c o n f e s o r ;
y p u e sto q u e y o lo tengo á q u ie n elegiré? al
s a c e r d o te V ignali, á este ¡oven q u e está t o d o
el dia con m ig o , y con quien te n g o la m a s ín ­
tim a fa m ilia r id a d . E l c ree, q u e es lo p r in c i p a l :
sin e m b a r g o esto no m e b a s ta p a r a p o n e r Ja
confianza en é l : es in s t r u i d o , es c i e r t o ; pero

rancia y las pasiones han usurpado con violencia


el cetro á Ja religión y i. su gerarquia, fundada so­
bre el derecho divino, y Ja sociedad ofrece tan so­
lo el espectáculo del caos y de la anarquía, cuyo
triuinfo definitivo producirá la apostasia del cris-
tianismo. Tal es el objeto del Constitucional cuan­
do tiene bastante osadía para decir & un ministro:
„ S. S. va á misa y al sermón; la Carta os lo p e r­
mite ; pero entonces es preciso hacer mas i es pre­
ciso arrodillarse á las pies del confesor.; pero como
semejantó practica es contraria á las Junciones de
S. S.4 es menester también renunciar á ellas. “ P u e ­
de darse un lenguaje mas tstdpido* mas brutal,
mas impío ? í Nota del Autor, )
276
ni tiene bastante talento ni esperiencia para
mi. E n cuanto á Buonavüa, es mu y diferen­
te! Es un sacerdote, un venerable anciano!
Despues añadía : ^ S i el Obispo de Nantes es­
tuviese aqui? me confesaría al momento. Este
prelado hubiera hecho de mi todo lo que h u ­
biese q u e r i d o . J u z g u e s e por esto, cuanto de­
bía costarle á Napoleon el confesar con el sa­
cerdote Vignali, cuando su enfermedad vino
á mandárselo con imperio. Mas se habia con­
fesado ó no con el sacerdote Buonavíta ? Na­
die está en el caso de asegurarlo 6 negarlo j y
si bien es cierto que á menudo se encerraba
solo con él, solo Dios sabe lo que pasaba en­
tonces entre el emperador y el sacerdote. En
lo que no cabe duda es, que el emperador no
negaba la verdad de la confesion, único punto
que es necesario establecer.
Ved ahi otra prueba, de que las dilaciones
en cumplir un deber imperioso, deben contar­
se entre las sutilezas que el demonio sugiere y
el orgullo arJmite. Hallándose al lado de un
enfermo., antes que llegaran los sacerdotes á
ia isla, como este individuo se desesperase &
la idea del riesgo que corria de morir sin
sacramentos el emperador le decia. „Si yo es­
277
tuviese en vuestro lugar, no dejaría tampoco
de asustarme aunque no tanto como vos, por­
que tengo mas instrucción* No es culpa nues­
tra, si estamos aquí sin religión. Esta es una
nueva maldad de los legítimos , que se frotan
las manos con satisfacción diciendo; Bonapav -
te Nicolás ateo , incrédulo ; que necesidad tie­
ne ese Corso de un sacerdote? Ved aquí las ma­
ñas de los legitimístas. Mas si yo muriese sin
sacramentos, mi sangre recaería sobre ellos y
no sobre mi? si yo supliese con la intención lo
que nos falta. Uua confesion hecha a Dios, es
muy valedera para el que eo puede hacerla
verbalmente al confesor su ministro; también
puede uno confesarse con un lego que le ins­
pire confianza. ,, Y anadia.'* Tal vez los e n ­
fermos de Longwcd podrían descargar su c o n ­
ciencia, confesándose conmigo: porque si la
confesion hecha a un lego, ó por escrito vale
in articulo mortis} debe con mayor razón va­
ler, haciéndola k un hombre como yo reves­
tido del caracter religioso, porque la consa­
gración me ha comunicado algo de divino, y
ine ha revestido del carácter eclesiástico: ten-
go mi puesto en la gerarquia de la iglesia^ y
un emperador es casi lo mismo que un obis­
278
po: el mismo papa y los obispos llamaban al
emperador Constantino el Obispo temporal.l
En fin obligado por la enfermedad y por
la conciencia á poner término á todas las su­
tilezas, el emperador se decidió. Habia tenido
ya varias conferencias secretas con el sacerdo­
te Vignali, cuando á 20 de abril, se erigió nn
altar y al principio de la misa el emperador
se confesó , recibiendo la estrema-unción
aquella misma mañana . Yed ahí lo que re­
fiere el señor de Norvins y to que el señor
Marchand rae ha también asegurado. E l en-
ferino deseaba recibir asi mismo el Ciático)
pero la enfermedad no lo perm itid .
Al dia siguiente 21 de a b ril , el emperador
manda llamar otra vez al sacerdote Fignali
y le dice: señor Abad9 sabe V. lo que es un
capelardiente ?—Si señor.—Habéis asistido í
alguno de ello sl= A ninguno.^Pues bien,
asistiréis al mió! E l emperador entra aceren
de este punto en los detalles mas m¿nució*
sos . (4)
Quien era el que así se olvidaba de si mi¿*

(z) Estos renglones de cursiva sem de Antoor


marclii, ( Nota del Autor).
£79
too hasta insultar la religión y la magestad
del emperador, sin que lo detuviera el respec­
to que infunden las ultimas palabras de un
moribundo? E ra el médico Antommarchi.
Juzguese lo que dtíbío pasar en el alma m ag­
nánima de Napoleon: su indignación fue tan*
t&¿ que el señor Marchando entonces presente*
me decid : „ no me atrevo^ ni quiero reprodu­
cir las mismas palabras por consideración al
emperador, que ha perdonado al dotor , péro
jauLorizo á V. á decir que le ha reprendido
agriamente.** La espresiondel señor Marchand
basta para que cada uno pueda formarse una
idea de la viveza de la corrección que fulmi­
nó justamente contra el insolente. Las palabras
debieron de ser m uy enérgicas , puesto que
Antommarchij refiriendo aquella escena y m i­
norando su falta, pone en boca del emperador
eslas esclainaciones.
„ P. es un ateo V * es médico; los médicos
P-0 creen en nada$ porque en todas sus ope­
raciones no ven mas que la m ateria . Yo no
[joy ni médico ni filósofo, creo en D io s , soy
Cristiano, católico ¿ romano; sed ateo, señor,
i

fo quiero cumplir con todos los deberes que


¡a iglesia manda} y recibir todos los socor -
21
280
ros que administra.u Y volviéndose al sacer*
dote: „ Señor Abad le dijo¿ p^. celebrará la
misa todos los dias , continuará V . diciendola
despues de mi muerte. Y solo cesará despues
que haya sido enterrado . Luego que haya es­
pirado) pondrá V . un crucifijo sobre mi cora-
zonf y colocará F. su altar á mi cabeza* A de­
mas quiero que desde hoy esponga V . todos
los dias el Santísimo Sacramento y que reze
Jf. sin interrupción las oraciones de las cua­
renta horas. É Ved aquí lo queTreíiere «1 mis­
mo médico Atilommarclii y lo que lia sido
confirmado por Marchand con la intertsanLe
recüíicarion que se acaba Je leer. Aqui admi­
ro un rasgo de la política de Napoleon. Del
mismo modo que ha sido coronado em pera­
d or en la iglesia de nuestra señora á la faz d«
toda la Europa, quiere también que loda la
Europa sepa de un modo *positivo, que ha
ipuerto. coronado con esa diadema eterna que
la religión coloca en la frente de los elegido*!
He aqui esplicado poi que daba las ordenes
acerca de esto en presencia de dos testigo^
cuya veracidad no puede ser sospechosa. Si
el sacerdote hubiese estado solo, entonces, aun
cuando hubiere levantado la voz la impiedad
281
hubiera fácilmente, sí no ocultado, debilitado
esta declaración. Pero la malignidad por atre­
vida que sea, no puede alterar el testimonio
de dos individuos que pertenecen á diferente
religión, que cuentan lo que han visto, y que
los dos con una variedad eo un detalle acce­
sorio, convienen perfectamente en la verdad
del hecho principal. Pero m uy pronto van á
comparecer otros testigos de hechos nuevos^
y la gloria moral, la fe del héroe, su piedad,
aparecerán también con nuevo brillo! Pero
porque tengo que interrum p ir 9 que obscure­
cer las escenas consoladoras de la religión? Se
acaban de oir de la misma boca de An~
tommarchi las ordenes formales del em ­
perador, para tener misa todos los dias hasta
su muerte, para la esposicion del Santísimo
Sacramento y para las oraciones de las cua­
renta horas. Pues bienl Quien lo creyera! en
la mañana del 22 de abril el sacerdote fué
interrumpido en la ejecución de aquellas o r ­
denes formales* Vino el general Bertrand en
el acto en que se disponía á hacer .erigir el
altar, para celebrar Ja misa, y antes que hu­
biese espuesto el Santísimo Sacramento. Se de­
liberó sobre un hecho tan grave, y se decidió
282
que se mandaría al sacerdote Vignali que na
pasase adelante y que bastaría celebrar la mi­
sa fúnebre del emperador, quien decían , no
podia haber mandado mas que esto . ( 1)

( i ) Cual era el móvil que hacía obrar al gené-


ral Bertrand? no se fia adivinado acaso? era el te ­
mor del que dirán los periódicos de Europa ?
El general Bertrand creia oir ya al Constitucio­
nal tratar al emperador de capuchino y lamentarse
de la debilidad del animo de un gr;io hombre. E l
general Bertrand ignoraba que toda la impiedad
'd e l Con titucional es obra de uno ó dos tunos
cuyo odio at cristianismo es despreciado has­
ta por los mismo redactores y propietarios de
aquel periódico. Lo mismo digo de los ataques
contra los sacerdotes, la religión y los hermanos
de las escuelas cristianas que se leen con has­
tío en los demas impresos del liberalismo, y que
tampoco dimanan de la reducción oficial. Estos
ataques venenoso^ casi siempre se envian a! pe­
riódico bajo el velo del anoniaio, y muy á m e n u ­
do son mentiras, cuentos forjados por capricho que
pe copian de los periódicos de provincia, i'on efec­
to, es preciso abrigar unos sentimientos m uy
despreciables y malvados, <5 itmy inconstantes
para convertir cualquiera fa lta que se cometa en
una urxna contra la religión J Testigos de lo que
acabo de decir, son los directores de las redacción
285
De que se trataba en este consejo? de lo que
hay de mas sagrada que exibte en el mundo,
es decir, do 1¿i ¿ ulúmas voluntades de liu rao-

de los periódicos liberales ó republicanos, los Se


llores Raspail, JJjstide, Gliasi, Teiain, IVIoussette»
Dupoty, Elieune, y F a y ; permítaseme añadir una
anécdota curiosa y honorífica para el Nacional.
Un dia en que me ocupaba de cierto asunto con el
redactor principal, el tír. JjasiiJr, no pude menos
de hablarle de unuriieulo publicado aquel misino
dia contra una m o t i v a de sepultura eclesiástica,
y le d ije : t; í£¿ta n a t i v a por parte de la iglesia es
digna del mejor elogio, y hablando mas h u m an i-
tariaraenta es uaa acción mas útil á la sociedad
que d la religión.-— Como es eso dijo, el Sr. Bas-
tide. — Uno de lys motivos que han determina
do á la iglesia d e¿a repulsa es sin duda la pre­
sunción do Ja perdición eterna del individuo; en­
tretanto no es este el solo motivo, ni tampoco el
principal j purquü la iglesia que niega las oracio­
nes publicas al s u k iJ io no se Zas niega en secreto1
lo que se ha propuesto pues al negar la sepultura
eclesiástica es de poner un coto al suicidio ensa­
yando conseguirlo por el temor de la ultima des -
honra— Ah ! me dijo con toda sencillez el Sr, Bas-
tide, lo que V. dice es persuasivo. La iglesia tiene
razón y prometo á V. que jamas reprobaremos las
negativas de la igleóia. n N ota del Autor. )
28JI
ribundo, y de cual? de Napoleon, eslrnuado
por lo que toca^al cuerpo, pero sano en su
entendimiento y vigoroso en su moral, y a
que aquel mismo dia, 22 de abril y en los su­
cesivos basta el 30 del mismo mes, escribió
con su propia mano su testamento inmortal*
Pues bien! Cuando se trataba de una cosa tan
grave, como es posible que ninguno pensase
& consultar at emperador mismo, cuando tío
se daba crédito á su palabra textualmente re­
ferida por los que la oyeron, por A ntom m ar-
chi que sin embargo no cleLiti creerse sospe­
choso en materia de religión! Oh destino ca­
prichoso, en que triunfa la nada y la vanidad
de las pompas y de la gloria del mundo! El
que, hace poco hacia bambolear el universo,
en aquella ulüma hora, en que el ser mas vil
s3 convierte en uti ser sagrado, aquel podero­
so es tan impotente, que no se hace ya caso
de su palabra; que digo? h discute», la in te r­
pretan, no la hacen caso, la anulan J Cual era
el deber del sacerdote Vignali? El prclestar,
el apelar al emperador? No, Ja caridad abor­
rece el escándalo; le tocaba por ventura á ella
dar qne sentir al ilustre penitente, dándole á
beber el calis de aquella humillación? El sa­
285
cerdote Vignali, dicipulo fiel del cordero que
se deja degollar , cedió, Rogando y llorando,
bendiciendo á Dios, y sufriendo por su amor
aquella contradicción se mantenía á paite, d i­
ciendo sin duda para sus adentros : u Dios que
lee en el coruzou, acepta las intenciones; es
todopoderoso para inspirarlas buenas, y para
realizarlas; hagase su santa voluntad." Si, m uy
pronto el mal producirá su bien, la miel sal­
drá de la piedra; muy pronto va á manifes­
tarse Dios y cumplirse el bien; tranquilízate
lector piadoso y sensible, ten confianza; se han
restablecido las comunicaciones celestesAhl ba­
jo su influencia, no podemos tardar mucho á
conocer la necesidad de la presencia del minis­
tro del Señor; Napoleon le llama de nuevo,
quiere conversar, se encierra con él. Gomo es
eso/ aquel joven ha envejecido de repente, ya
no ese! mismo sacerdote Vignali, el comensal,
y familiar del proscrito ? N o , miradle: su an­
dares sosegado, y grave: ya no le impone el
emperador, muy al contrario le impone á él
un ser divino, siervo de Dios, el depositario
de sus sacramentos y de su palabra', el nuevo
Adam> el convidado y el huesped del b a n ­
quete, el sacerdote eterno, el representante en
286
fío y «1 ministro legítimo de Je^u-Cristo, que
lleva sus poderes y que puede con él perdón
n a r; pero no digo aun bastante; escuchad, ese
sacerdote es Jesucristo,, el mismo fríos,, nuestro
Salvador glorioso, cuyo rostro Napoleon con ■
templa, cuya compañía desea y cuya conven
sacion adora. O tr iu n to d e laíe, en aquella ho­
ra, ó Napoleon! vos conocéis, vossaboreais y a
su dulzura: el hecho de las enlrevistas secre­
tas del sacerdote Vignali con el emperador
no puede ser puesto en duda, pues está afir­
mado por Anlommarchi y por los señores
Monlholond y Marchand. v Muchas veces me
han contestado cuando les he preguntado so­
bre este particular en las últimas semanas de
fiu agonía , el emperador se quedaba solo con
el sacerdote Vignali; su puerta estaba cerrada
á todos por su orden espresa. **
Que hacían? podemos imaginarlo: el emped­
rador repasaba toda su vida para separar lo
bueno de lo malo, limpiaba su era con el
bieldo del Evangelio. Que nuevo trabajo? Ya
no se piensa en conquistar el mundo o los ce­
tros que se desprecian, sino al alma cuyo
verdadero precio se conocel Quien podría de­
cir cuales fueron los pensamientos con que Ira*
287
to el asunto de su eternidad, él que los tenia
tan magníficos por los negocios temporales! El
tan aficionado á su familia, á sus amigos, tan
indulgente con ios ingratos, tan compasivo,
con una peuetracion tan viva y tan fecunda,
con una memoria prodigiosa, con una volun­
tad ardiente, cuales serian sus sensaciones*
cuando se vio tan inmediato á la realidad de
nuestros santos misterios, manoseándoles ya,
y tocando Dios con ¿a manoi para servirme
de una espresiondel Evangelio. Hombres gro­
seros y carnales, apostatas del cristianismo*
que no comprendéis ni la profundidad, ni U
verdad de esta espresion, apartaos j nada h a y
aqui para vosotros ' E n aquellos momentos
solemnes en que Napoleon meditó el cristia­
nismo, favorecido con la gracia, reconciliado
con Dios, á donde llegó el que con la sola luz
de su genio habia subido y bajado en el abis­
mo de nuestros misterios, ayudado por la fe,
fundado en la humildad é inflamado p o r la
caridad que inspira j donde se detuvo aquella
águila en la ascención de su vuelo real, en
que región del empíreo^ en que esferas arm o­
niosas, en que alturas, en que Cielos?
Estas no son meras ideas, hipótesis de la
288
ímaginación; no, son las reflecciones que na­
cen naturalmente de los hechos. Lo dejo á la
penetración del lector y continuo: un cristiano
vulgar se hubiera contentado con la ceremo­
nia del 20 de abril; aquella era suficiente, sa­
tisfacía á Ja religión y á las conveociones-
Eastaba sobre todo para un principe mas es*
crupulosQ observador de la forma que del
fondo. Pero no? el crislanismo no era un ob-
jrto de formalidad para Napoleon, era una
verdad legítima y capital, la primera de to­
das las verdades, puesto que abarca, aclara y
domina todas las demás; era enfin para él un
sentimiento, una creencia la verdadera reli­
gión ! Esta verdad estaba grabada en su o r­
ganización; era cristiano, profundamente cris­
tiano; lo era mucho en su animo pero mus
en su corazon 1 porque muchas veces estuvo á
punto de estraviarse y aun se estravió con su
entendimiento, al paso que su corazon por él
contrario le volvió siempre al camino recto.
D e aqui el menosprecio de aquel gran hom ­
bre para la ideología! Apesar de su grande
inteligencia, segloriaba de pensar com o el co­
mún de los hom bres sobre las verdades prin-
cipaleSi Jamas se le vio contradecir á la nalu-
289
raleza ó a la conciencia. Cuando se le presen­
taba un sistema, por seductor que fuese, ¡amas
tuvo el orgullo de insultar, ni aun é Dios,
arrogándose en las cuestiones de la íé,el dere-
cho absoluto del juicio y de aquella infabtli-»
dad soberana, confiada por Dios □ su iglesia,
y que pertenece únicamente á ella. Y porque?
porque tenia demasiado genio (\ )

(i) Tallerand, Fouché, Guízot lian podido coa


Madama ICrudener y el emperador Alejandro* coa
Benjamín Constant y Madama Stac!, y sobre todo
couel lord Custelreagh , que £ué elalnja de aquella
obra, redactar la carta de 1814. Esto es fácil de
concebir: la carta de 1814, vale precisamente lo
que viil^n estos iodividuos y merece el mismo
aprecio; han sacado, no de la v e rd a d , si no da
dios miamos, sus ideas, sus conocimientos, sus p r in ­
cipios; a¿i que tanto vale la obra coroo el artífice!
Esta obra era una imagen del entendimiento y del
cu razón , de las pasiones, de los vicios, de la im -
ptedud, de la ignorancia y de la ciencia mundana,
superficial y bueca de Jos arriba indicadosI
■ ,1
Pero,
lo repito, Napoleon tenia demasiado genio para dar
á luz un monstruo como el que debia producir la
revolución de ju lio , el cual dará á su vez sus f r u ­
tos. Los Señores Tíiiers, Barro! y otros, dispensan
al cristianismo el honor de su protección , y aun
290
Pero para esplicarlo mejor: la conciencia
reside en el corazon, y Napoleon flotado de
Jas prendas mas ernineriLes, tedia un corazon
ecselente! E l orden de sus afecciones era ima

se dice que el seííor Guiñol, desde que lia llegado al


poder, favorecido por eJ ciego valor de los comba­
tientes de j u l i o , dice de contifiuo á sus adplada-
r e s : „ Señores yo soy protestante; coo todo debo
confesar que los franceses son católicos j el gobier­
no no puede menos de ser católico, porque la ma­
yoría lo es y mas forma ¡meóte de lo que se pien­
s a .44 Sea asi, seilor G u iz o t, pero es piofanduoieli­
te triste, d o ver esta verdad sino con el telescopio
de una ambición pueril y d o confesarla sino por
una mira puramente humana, que inaiidna puede
variar y haceros pensar y obrar diversamente, es­
cíndalo que habéis dado mas de una v e z , Por lo
que toca á los señores Barrot y Tliiers, sus consi­
deraciones para el cristianismo son tambicn el mi­
serable cálculo de ¿u ambición mezquina y de un
v il egoísmo.
Cuanto han degenerado los cristianos de su vir­
tud primitiva* si admiten la protección de seme­
jantes h o m b re s ; n o , el rey nado de la verdad nú
se ha establecido, ni puede conservarse, hallándose
con la mentira! Dejarse protejer por los que han
quitado su templo a Sia. G enoveva, cuyo frdntis
lian deshonrado, c o a l a imagen de no se q u e h o m -
294
cadena de una bella simetría, la cadena de los
sentimientos , de los deberes y de los princi­
pios á los cuales está sugeto y que guian al
hombre de bien* Tal era el emperador 1 El
corazon era el que dominaba en éh Este le
preservó de los crímenes, y del ateísmo insen­
sato de la revolución francesa, y fué su cora­
zon mas que su política, el que hizo de él un
emperador cristiano por ¡a gracia de Dios i
IUn hecho grave^de su juventud,, una primera
'y ecselente com union, contribuyó á ello pü-
dcrosamente^ imprimiendo en su alma verda­
des inefables, é impresiones indelebles j asi es
que jamas se le representaba la idea de la eu­
caristía, sin conmoverle^ profundamente j por
<]tie la eucaristía le recordaba su educación,

bres oscuros ó envilecidos * como L a fa y e tte , M a ­


nuel; que falta de sentido y de dignidad! n o , no
es el respeto hacia los hombres ilustres sino el aver­
sión á Dios y á su religión Ja que ha inspirado y
consumado semejante profanación! Tarde 6 tem-
[prano (í la religión reconquistará su iglesia, 6 la re­
ligión desaparecerá del suelo francés; en aquel dia
^Ja Francia dejará de e c s is tirü l {N ota del A u ­
1
tor *\

i
292
la catedral de Aj'accio ( 1 ) con el arcediano^
hermano de su abuelo, cuya estola habia vi­
gilado su cuna, y mas tarde había sido el tu­
tor del huérfano. La eucaristía se identificaba
con aquellos recuerdos, que reúnen lodo lo
que íntereza á un corazon hien organizado,
la patria^ la familia, y la religión, objetos que
constituyen la felicidad ! Que es un hombre
estraviado, separado de estos objetos y de es*
ta felicidad, que era para Napoleon un senti­
miento único é inviolable; su propio corazon!
Quería morir en la fé cristiana, no tan solo
porque era la fé verdadera, sino porque era la
fé de su educación, la de su padre, la de sus
abuelos/ Por esto necesitaba de la religión en
la hora de su muerte. ¡Y la poseía por entero
si le faltaba la eucaristía? Perdónenseme estas
reflecciones que me han parecido necesarias
para la inteligencia y la continuación ¿e los
hechos que concluirán esta narración, No bas*
taba el haber recibido el sacramento de Ja pe­
nitencia y el de la extrema-unción j Napoleon
necesitaba mas; necesitaba al mismo Dios.
Pero antes de llegará aquella hora y á aqtie-

(j) Patria de Napoleon en 3a isla de Córcega.


293
lia noche solemne en que el emperador va d
recibir la santa Eucaristía, pondré aqui dos
acciones que acaban de pintar su fisonomía*
m oral!
Acabamos de ver su indignación contra sil
médico; el lector no habrá olvidado su de­
claración, de qne este médico es un hombre
inútil t en cuyos conocimientos y moral el
emperador no tiene ninguna confianza. Has-
tai 27 de abril no habia podido decidirse á es­
cribir e l nombre de aquel impío en su testa­
mento, pero en aquel dia la clemencia triuni%
y se decide á pagar á su médico su deuda de-
enfermo. „ tendría Vd. ' gwsío le d ijo , en en-
trar al servicio de María- Luisa j, en estar á
su lado, en calidad de cirujano como lo está
Vd* al m ío?—Si debiera perder á V M.y se*
ria ese mi único deseo. — Muy bien contestó
el emperador, voy á escribir á la emperatriz “
JSo se contenta Napoleon con esto; compren­
de que esta promesa es demasiado vaga, y
forma de ella un codidlo separado, qne escri­
be el dia antes de su muerte en lo& términos
siguiente: „ Ruego á mi querida M aría-Lui­
sa que tome á su servicio á mi cirujano An*
tomarchi , al cual lega una pensión vitalicia
29!*
de 6,000 fr. ( seis mil fra n co s) que le paga*
rá aquella*<( esta disposición no basta tampo*
co para tranquilizar al que conoce las cortes;
teme sin duda que la poli Lie a se oponga -y que
£U médico pierda la recompensa de sus servi­
cios; hace llamar á sus albaceas, los SreSj
Montholon, Bertrand y Marchand y declara
en su presencia que desea dejar á su medico
una cantidad de cien-mil francos. Al princi­
pio del codicilo relativo á Antommarchi se
leen estas palabras, Hoy 27 abril d e\ 821, en-
ferino del cuerpo, pero sano de entendimien­
to ) he escrito con rni propia mano estt octa­
vo codicilo de mi testamento .
Ved arjui la segunda acción referida por el
mismo Antommarchi \ él 29 de abril Napo­
león no tiene vomiios y bebe mucha agua
fresca¿ lo que le inspira estos pensamientos*
“ Si el destino quisiere que me restableciere
se alzaría un monumento en el lugar de don­
de mana esta agua, y yo coronaria la fuente
en memoria del alivio que me ha proporcio-
nadoí Si muero, que proscriban mi cadaver
como han proscrito mi persona, que me nie­
guen un poco da tisrra } deseo que me entier-
ren al lado de mis antepasados^ en la Cate*
295
dral de Ayaccio en Córcega; mas si no me
permiten descansar donde nací, que me en-
lierren donde corre esta agua tan dulce y pu­
ra. ” O gratitud digna de un soberano! E l
que ha sido dueño del mundo, pide como por
caridad, Un poco de tierra para su cadaverl
Acaba de disponer de todo lo que posee en
favor dé sus amigos; y como no quiere que­
dar obligado, paga generosamente hasta k una
ftiente la frescura de su agua j nada posee ya¿
pero el cadaver de Napoleon proscrito es un
tesoro y su gratitud le destina á esta fuente»
Don inmortal* ultima munificencia de un
principe liberal y magnifico, ei ultimo rasgo
que corona una vida entera, y tu solo bas­
tas para revelar la grandeza del heroe! Despo­
jado asi en vida de su cuerpo, y a no le que­
da mas que el alma !1! (4)

(z) Que el rey Luis Felipe me permita con esa


libertad constitucional de que no soy partidario,
pero de la cual aprovecho aquí, que le recomiendo
la lectura de este rasgo admirable de generosidad
del emperador Napoleon» su predecesor. Gracias á
la revolución de Julio, que de un principe ha for­
mado un rey, de intendente de cacería, y pensiona­
do del rey Gárlos X que era, me he hecho escritor.
22
296
Pero se trata por ventura casi tan solo de
una fuente? aquella sensibilidad particular que
se manifiesta en términos escojidos, no es mas
que u a sentimiento de bien estar físico? no es

Doy gracias i Dios de haberme privado de mi for­


tuna, para hacer que cumpliese mejor mi verdade­
ra vocacion¿ pero no puedo menos de preguntar al
nuevo rey, como lia podido descuidar á todos los
servidores de la antigua soberanía legitima é inte­
resarse por ellos* menos que la Convención, y que
el imperio. Luis XVI recomendó en su testamen­
to los servidores de la soberanía á la Convención y
esta le contesto : „ L a nación siempre grande y ge­
nerosa, se compromete á cuidar de la easistencia dé
los servidores del sobre meticí nado rey, y con efec­
to pensionó aunque en corto numero, á todos lo3
que no guillotino. El imperio ha devuelto sus for­
tunas y destinos á todos I05 que se han presenta­
do. Que ha hecho la soberanía de ju lio ? ha des­
cuidado totalmente la deuda sagrada de la desgra­
cia de Carlos X, deuda m uy sagrada, puesto que
los cargos de la corte eran el / recio de las canti­
dades recibidas por la soberanía. Los ministros de
julio lian hecho m as: han procurado envilecer á
lodos los pensionados de la soberanía, presentando
á la cámara de los Diputados* una ley que abona
un miserable socorro, una especie de limosna á los
que presentasen un certificado de p o b reza > yo he
297
mas bien el indicio de una felicidad mas alia
de una esperancia de alma? El lector juzgará:
según el señor de Norvins, tan solo la natura­
leza de la enfermedad , se había opuesto á 20
de abril} al deseo del emperador de recibir el
Santo- Viatico * Pues bien / A 29 de abril^ el
medico justifica en su diario que los vómitos
han cesado por efecto del agua fresca y pura
d<¡ la indicada fuente, y en aquel mismo dia

presentado el mió. Si recae la infamia sobre alguno


no es, según mi modo de ver: sobre el acreedor á
los reyes de Francia, que recibe una limosna en
pago de su crédito lejitimol El nombre de los 2?or-
bones, es el mas ilustre que ecsiste, un nombre que
en la I m t u r i a esti ele tal m o lo identificado con el
de la Fruncía) que se puede decir que no forma
mas que uno. Como es pues que este nombre se
lu hecho el blanco del odio, de la exclusión y del
anatema de los partidos, que le han despojado de
sus riquezas, hasta reducirla á un estado de q u ie­
bra para con sus mas fieles servidores? mientras
que los seííores Thiers, G uizot, Cousin están al
poder, repletos de oro y de honores, gracias al
beralismo', juzgad el árbol por el fruto.'L a Francia
puede con justos motivos decir á los autores del or-
den actual de las cosas: es la espresion del
liberalismo!!! a ( Nota del autor. )
293
el emperador se preparo á recibir el Santo-
viatico. Gomo dudar, despues de todo eso? de
la conforraidad secreta, e:n el ánimo de N apo ­
leon, entre aquella fuente y la felicidad que
ya á proporcionarle de apagar olra sed y de
refrescarse en olra fuente, c u ja agua viva sal­
ta basta en la eternidad. Luego que sienle
calmarse la irritación de su estómago, y que
la naturaleza obra en fin por si sola lo que el
arte no ba podido c o n s e g u í N a p o l e o n debió
decirse á si mismo; ^D ios lo quiere; Dios me
permite de disfrutar ea mi muerte aquella
dicha deliciosa que he probado una sola vez
en mi vida, y que ha dejado en mi una im­
presión que dura todavía. u
Escucha,benévolo lector, no vanas conjetu­
ras, si no un hecho cuya autenticidad no pue­
de ponerse en dada,, ni aun por la mas refi­
nada mala fé....
„ A 29 abril, dice el general Montolon, ha­
bia ya pasado treinta y nueve noches á la ca­
becera de la cama del emperador, sin que es­
te hubiese querido permitir, ni aun á mi ve­
nerable compañero de destierro, el general
Bertrand,, el que me reemplazase en aquel
piadoso y filial servicio, cuando en la noche
299
del 29 al 50 Je abril, fingió asombrarse de
mi fatiga y me obligo á hacer que viniese en
mi lugar el sacerdote Vignali. El empeíio que
puso en ello el emperador, me probó que te­
nia otro pensamiento diferente del que me de­
cia; me permitía que le hablase com oü padre
y me atreví á decirle lo que pensaba de su
empeño, á lo cual me respondió sin titubear:
„ Sí^ pido el Sacerdote y no el corso mon-
taíiésj dejadme solo con él y no digáis nada*ÍC
Obedecí y le traje inmediatamente el Sacer­
dote Vignalij á quien previne que iba á de­
sempeñar un santo ministerio ( i ) .
Tenemos por fin al emperador, cara á cara
con el cristianismo, con Lodos sus dogmas,
contenidos en un solo, con el dogma de la
creación, del pecado y de la redención del
hombre; cara á cara con la Eucaristía/Con el
cuerpo, la sangre, el alma, y la divinidad de
JiuU'Gm lo; cara á cara con D ios/ No tema­
mos estendenios, porgue se trata de un hecho
muy grave. Por una parte está el espiritualis-
*

(i) Esto estí sacado literalmente de una carta


inédita del general Montholoo, que se halla al ña
de este voldaien. ( Nota del Autor*)
300.
mo cristiano y lodos los misterio» de la fé>
por olra, el em p erad o r; el emperador, aquel
hom bre extraordinario, aquel hombre sobre­
manera positivo, tan claro y puro en sus ideasj
prudente y refiecsivo, en quien la voluntad es
la misma inteligencia! Ved aliij, Dios mió, una
de aquellas vilorias que conseguís, cuando
quereis, y qne hacéis ostensible en seguida á
todas las naciones, pura que sea como un
signo de salvación ó de ruina para muchos!
Que fue, pregunto, esla comunion> diferida
hasta la muerte por el que habia dicho: 7*0
soy bastante religioso para comulgar, pero
lo soy demasiadopara cometer un sacrilegio**
Que fervor, y que sencillez al hacerla/ Que
unión íntima con la verdad, y sobre todo que
aislamiento del mundo y de sus engaños! Que
final de una vida que habia dominado pnr en­
tero la impiedad y que en su término le ani­
quila ! Que triunfo para la fé!... y que lec­
ción del cielo dada á esta raquítica y despre­
ciable política, que no se atreve á confesar una
religión del estado, que se avergüenza de un
Dios, como Jesús, á quien seria preciso adorar
como al bienhechor de los hombres; aun cuan­
do no le debiéramos estar infinitamente agra-
301
decídos por nuestra redención! Respecto la
política, el ejemplo del que fue su dueño, y
que es y será el oráculo de los verdaderos
hombres de Estado! Al ver á Napoleon indi-
nurse con el respeto de la le, delante de oues*
Ira misteriosa y tremenda Hostia, esperar coa
las manos plegadas y en el mas hondo reco-
jimiento y consumir el alimento de la fé, in­
clínese también la política, y adore! Y vos,
Napoleon, mí heroe a quien en este mom ento
tengo el derecho de dar el dulce nombre de h e r­
mano desde el seno de la muerte, Ó mas bien
desde la gloria donde reiríais sobre un trono cien
veces mas brillante que el que ocupasteis aquí
bajo, ó elegido de Dios, con vertidme, conver­
tid al i tnpLo, si, al niisátio impío, si es posible,
refiriéndonos¿ para nuestra edificación, las
ideas y los se alinden tos, que tuvisteis en vues­
tra bienaventurada cornunion... Pero no, vues­
tra comunion es bastante elocuente por sj
misma! ¡Hijo devoto de la iglesia católica^
vuestras acciones inseparables de vuestro nom*
bre, son el terror del impío! Tiemble y estre­
mézcase eJ que se atreva todavía á levantar su
mano sacrilega contra nuestras iglesias / Desde
la inmensa altura de los cielos, peleáis. Ñapo-
302
león, en nuestro favor! Básteos el habeF da­
do im ejemplo inmortal: Que podríais decir
mas?
Hay almas aletargadas, ó que obran ma­
quinal mente, y que ignorantes y sin actitud,
cobardes y perezosas en todo lo dem as , no
tienen mas fe, ni mas certeza de religión, que
la desú s apetitos groseros: y que yacen sepul­
tadas siempre en la cárcel hedionda del cuer­
po donde se arrastran, como en un vestíbulo
del infierno, apartadas de toda piedad, sabi­
duría y justicia: las hay al contrario que pa­
recen ser almas puras \ aquí son todo luz y co­
nocimiento , amor y sentimiento, tan indifo-
rentes al tiempo, que las llaman esposas de la
eternidad, que sin cesar aspiran a lo infinito,
y que progresan de grado en grado por medio
de continuos exlásis en era ciencia de si mis­
mo que es el principio del crisüauisrao : de
cualquiera nación que sean , estas almas espi­
rituales que son justas y hacen bien , son agra­
dables á Dios . En efecto que es Dios sino la
esencia de la alma. La de Napoleon ¿ era una
de aquellas almas predestinadas, virtuosa., jus­
ta y sobria¿ indiferente á los placeres délos
sentidos que desdeñaba á menudo aun cuando
303
venían á tentarle, sin sujetarse á apreciar­
los o buscarlos; tal fué Napoleon, el cual,
hasta sobre el trono > en el curso de una
carrera agitada, entre los peligros de la guer­
ra y el prestigio del poder suprem o, se mani­
festó siempre amigo de la v irtu d , dando casi
á entender con esto que por necesidad debia
reunirse en ia hora de su muerte á la verdad
como á su centro verdadero!!! lo que hizo
con la Santa Eucaristía por medio de la comu­
nión. (*1)

(i) Estando para term inar esta obra quiero dar


una clara contestación ú los que me dispensan el
favor de preguntarme, cual es mi opinion política:
para un cristian o , catolico romano y la legitimidad
del poder procede de Dios solo por la consagración
del sacerdote, de la misma madera que los m a tri­
monios están legitimados por la religión. Asi pues
la soberanía del pueblo como origen del p o d e r , es
un principio, no solamente falso, sino absurdo é
impío. A dem as, todo debe estar subordinado á la
religión, que sieodo la tínica verdad inmutable y
absoluta, marcha por necesidad delante de todo¡ y
sobre e lla , sobre ia cual debe arreglarse y efitar
todo en armonía lo mejor que sea posible. Paréce­
t e difícil y peligroso admitir que haya otro poder
30»
Cuando el general Monlholon se presenLo á
las cuatro de la mañana en el aposento del en­
fermo, Napoleon le dijo con emocion eslas tier­
nas palabras: „ General, soy feliz; be cnm*
„ p lid o con lodos mis deberes; cuando llague
?1¡ vuestra hora os deseo la misma dicho. Me
„ era indispensable comulgar: soy italiano, bi-
, , j o , discípulo de Córcega. El sonido de las
j,campanas me conmueve, y la presencia de
un sacerdote me llena de placer. Quería ha-

Jeg/timo autorizado por Dios, ademas del de h


iglesia; pero es mucho mas difícil admitir el justo
medio que no reconoce Ja consagración fie Id iglesia
ni una religión de Estado í enfin que está fundado
sobre un principio falso é impío, cual es la sobera­
nía del pueblo. Despues esta confesion de fé franca
y esplícita, debo añadir que estoy y estaré siem­
pre u n id o con los que se esfuerzan en hacer t r iu n ­
far Jas sanas doctrinas y particularmente la religión.
Creo ademas que la inmensa mayoría de los fran­
ceses , es mas bien cristiana católica que legitimis-
ta ó del justo medio. Pero Jo que mas importa, lo
que pido á Dios como el mayor favor que pueda
dispensarme es, que me separe de todos los intere*
«es terrestres para estar unido con los hombres con
ctro vinculo que el de la caridad.
( Nota del A u to r ).
305
>,cer un misterio de todo esto, pero no con-
„ viene j debo y quiero glorificar á Dios, quien
„ d u d o que tenga á bieu reetituirme la salud.
„ Pero, d o im porta, dad vuestras disposicio-
v ih*s, general, haced que ievanten un a lta re n
„el cuarto inmediato; expóngase en él el San.
„tisimo Sacramento, y rézense las oraciones
,,de las cuarenta horas. “ Como el general se
preparaba á salir, NapoJeon ie d e tu v o : „ N o ,
j,dijo, teneis bastantes enemigos, corno á no-
, j b l e y gentil-hom bre: dirían que lo habéis
h hecho todo por vos mismo cuando y o habia
„ perdido ya mi cabeza; quedaos/ quiero dar
„ estas órdenes yo misino.*' Habiendo el ge­
neral subido á su cuarto , se habia echado so­
bre su cam a, vestido como estaba, cuando le
dispertó un ruido no acostumbrado. Entra el
general Bertrand en su cuarto y con vez ani­
mada ie pregunta „ que á que venia el tener
aquella capilla permanente cerca del cuarto de
Napoleon, y al sacerdote Vignali oficiando . ee
El general respondió: „ Que fuese á pregun­
társelo al e m p e r a d o r * —Gomo puede ser esto?
repuso el primero si Saint Denis dice que ha re­
cibido de vos estas órdenes." Los dos generales
bajaron entonces para preguntar á Saint-Denis>
306
el cual confesó haber recibido directa mente del
emperador la orden para erigir el altar. Enton­
ces el Conde Bertrand se presentóá Napoleon^
y creyó deber hacerle una objeccion respetuosa
??contra unos actos tan solemnes y repeüdos
de religión que la fama llevaría á Europa pa­
ra desfigurarlos, y que él consideraba como
unas exageraciones poco convenientes á su
política, y mas con el carácter de un religio­
so que con el de un veterano, con el de su
em perador . H Entonces Napoleon séntandose
sobre su cama y con voz animada le dijo:
3,general, estoy en mi casa, Vd. no debe dar
órdenes aquí ni recibirlas j á que pues ha ve*
nido V d? A. caso me meto yo en los asuntos
de su casa de V d . ? “ El general se inclinó y
salió; pero no pudo comprimir su enfado,
que dio á conocer con esta palabra que pro­
nunció encogiéndolos hombros; „es un capu­
chino. ,,
Entre tanto se habían apresurado á desha­
cer el a lta r/ pero se reedificó por disposición
del emperador que fue cumplida: se r e z a r o n
en él todos los dias las oraciones de las c u a ­
renta horas y de la m isa. Guando llegó la ho­
ra fatal, empezaron las rogativas por los ago­
307
nizantes, sublime invocación del cristiano proc-
simo á abandonar su cuerpo y la tierra y úl­
timo latido tle su corazon espirante.
Antommarchi cita en su diario palabras,
que tienen demasiada analogía con la religión
para que podamos omitirlas. Napoleon habló
de los cultos ? de las disenciones religiosas y
de la esperanza que habia tenido de reconci­
liar todas las sectas. „ N o he podido practicar­
lo, dijo: han venido demasiado pronto los con­
tratiempos j pero á lo menos he restablecido
la religión, Haciendo cotí ello un servicio?
cujas consecuencias son incalculables, Que
serian los húmbres si no ju ese por la reli­
gión ?
Mr; de Norvins refiere las palabras siguien­
tes. ^N ingún remedio es capaz de volverme
la salud ? dijo Napoleon á un estrangero que
habia admitido cerca dé su cama: pero mi
tnuerte será un bálsamo saludable para mis
enemigos. Hubiera deseado volverá ver á mi
esposa y á mi hijo, m as, hágase la voluntad
de Dios . Despues con una actitud 1digna de
Sócrates añadió: „ ningún terror me causa la
muerte; la he tenido en la cabecera de mi
cama por espacio de tres semanas, y ahora
308
está á punto de apoderarse de mi para siem­
pre. Y añadió, cuantos tormentos tne hacen
sufrir mis enemigos? Si me hubiesen pasado
por las armas, alomenos hubiera muerto co­
mo un soldado. He hecho nías ingratos que
Augusto. Ojalá estuviese como él en estado de
perdonarles . ÍC
E l día 3 de mayo, despues de haberse des­
pedido de sus generales, dos dias antes de
morir, pronunció estas palabras: „ estoy re­
conciliado con el g enero humano ( I ) . fcí
En aquel mismo dia, el emperador recibió
segunda vez el santo viático, corno lo atesti­
guan Antommarchi y Marchand.

( i ) Las personas que solo quieren oir hablar


de religión, en la iglesia porque nunca ponen los
pies en ella^ pueden leer la historia de Nupoleofy
p o r el Sr. Lotenzo de V Ardeche. La religión figu­
ra poco eu ella. Todo lo que dice sobre el particu­
lar, está contenido casi en estos renglones: JUl Sa­
cerdote Yignali aguardaba una sola palabra que le
permitiese cumplir con su ministerio. E l emperador
la pronunció el 3 de mayo. L a calentura disminu­
yó. Solo con el digno sacerdote, Napoleon recibió
el santo viatico. Ved allí con lo que se contenta
u n liberal mal informado!!! [N o ta del autor.)
509
Ved alii lo qne dice Antommarchi;
El d ¡a 3 de m ayo 7 á las dos de la tarde la
calentura disminuye. Todos se retiran. El sa­
cerdote Vlgnali queda solo con el enfermo,
y viene á decirnos algunos minutos despues
en el cuarto inmediato que le ha administra­
do el Santo Viático*
El señor Marchand me ha dicho que todo,
habia pasado realmente como lo referia el d o­
tor Antomraarchij y que en cuanto á él, su
memoria le recordaba también lo acontecido
en la ultima entrevista del sacerdote y de
Napoleon*
El busto de su hijo que habia hecho colo­
car frente <?e su cama, fijó su ultima mirada
Juntó las manos, y espiró esclamando: }) D¿0S
mió ( tal fue la muerte de Napoleon muerte
verdaderameiUe cristiana!
510

CAPITULO IX.

---- ■jl

RESUMEN.

Codicilo para los pobres,— Esposicion del cada-


ver.— El crucifijo sobre el pecho.— Misa solemne.
— Acompañamiento religioso y honores fúnebres.
E l sacerdote Vignali y el joven Enrique Bertrand
llevan el acetre de plata y el hisopo.—Descripción
del a comparta míe uto.— El D e profanáis y demás
oraciones rezadas sobre la sepultura.— Bajada del
atatid al sepulcro*— Salvos de artillería inglesa.—
Piedra enorme para cerrar la tu m b a .— Guardia
perpetua, puesta cerca del sepulcro de Sta. Elena
el cual recibe asi los mismos honores que se hicie­
ron al sepulcro del calvario.
311

CAPITULO IX

Dia de colera y de vengan ¿a


aquel en tju e * l juez «obeiano
examinará la» accionen def
hombre según e l rigor de su
justicia !!!
( Prosa de la misa de d¿-
jftitúos)

iDespues de $u muerte* su rostro conser­


vaba Lodavia el sello de la serenidad de su
alma.
Hacia ja s e is horas que Napoleon dejára de
existir: las aibaceas habían leído un codicilo,
que debia publicarse inmediatamente despues
del fallecimiento del emperador: Éste codi­
cilo era relativo á las gratificaciones que des­
tinaba á todos las individuos de su casa9y á
las limosnas que Napoleon mandaba repartir.
512
á los pobres de &ta. Elena qne debían casar­
se de su patr imojiio.
El cada ver permaneció espuesto los dias G
y 7 de mayo eo un Capelar-diente sobre un
un catre de campana : este cutre estaba coro-
nodo de unas cortiiiitas blancas que servían
de sarcofagoi La capa de pafro azulaque el Em­
perador llevaba en la h a U ll a de Ma rengo, cu­
bría su cuerpo j los pirs y las manos estaban
libres; tenia la espada á la izquierda,^ un
qructfijo sobra el pedio y ... á la cabeza habia
un altar, en el cual ei sacerdoLé en sobrepelliz
y llorando rezaba las oraciones .
El 8 de mayo, se celebró la misa fúnebre;
con toda la solemnidad posible* Las tropas se
pusieron de luto y sobre las armas desde el
amanecer. El gobernador llegó con el contra"
almirante, y todas laár autoridades civiles y mi­
litares de la isla se reunieron en Longwoocb
Él Liempo era magnifico. La poblacLon pene­
trada de respeto y llena de emocion, ocupaba
las avenidas ; la música coronaba las alturas.
Jamas se habia visto en aquellos lugares, un
espectáculo tan triste y tan imponente. Ape­
nas dan las doce y media, los granaderos le­
vantan con trabajo el ataúd, que trasportan á
343
la avenida m ayor del jardín, donde Ies espera
el c a n o fúnebre. Le colocan en él y le cubren
con un paño de terciopelo morado y la capa
que llevaba en Marengo. La casa del empera­
dor eslá enlatada. El sacerdoLe Vignali abre
la marcha, revestido con sus adornos sacerdo­
tales, con los cuales celebra la misa¿ teniendo
á su lado al joven Enrique Bertrand que lle­
va un acetre de plata con su correspondiente
hisopo; seguían despues el dotor A otom m ar-
chi, el joven Napoleon Bertrand, el señor Mar-
chand y los condes Montholon y Bertrand,
todos 4 caballo; La condesa Bertrand con su
hija Oftensia en iln coche tirado por dos ca­
bal los» cuyas riendas sostenían sus criarlos, v e ­
nia en seguida toda la oficialidad de marina y
del ejército, precedida del gobernador de la
isla y del contra-almirante, el general CofTin,
y el marques de Mootchenu, también á ca­
ballo. Habia distribuidas por el camino quin­
ce piezas de artillería con los artilleros al lado
de ellas prontos á hacer fuego. Bandas de mú­
sicos, situados de distancia en distancia, au­
mentaban con sus lúgubres conciertos, la tris­
teza y la solemnidad de la ceremonia.
Llegados á cierto lugar, donde el carro do
3^
podía pasar adelante hicieron todos alto; los
granaderos se pusieron el ataúd en hombros,
y le llevaron de esta manera hasta el lugar de
la sepultura por un nuevo camino abierto
adrede para este objeto en las faldas de la
montaña. Los condes Bertrand y Montholon,
Marchand y el joven Bertrand sostienen las
cuatro estremidades del paño mortuorio. Co­
locan el ataúd en el borde de la tumba que esta­
ba colgada de negro. Todo presenta un as­
pecto lúgubre, todo concurre á aumentar la tris,
teza y el dolor que llenan los corazones. La emo­
cion es profunda, concentrada y silenciosa.
Descubren el ataúd. El sacerdote Vignali reza
las oraciones de costumbre y el cada ver ba­
ñado por aquella lluvia vivificadora de ben­
diciones católicas^ baja á su ultima morada,
con los pies hacia el oriente y la cabeza hacia
al occidente. La artillería hizo luego tres salvas
seguidas de quince cañonazos de minuto en m i'
ñuto. Levantan una piedra enorme ¿ que po­
nen en cima del sepulcro apoyada por los cua­
tro costados sobre una p a re d ; y cubren es­
ta masa, que aseguran con cal y canto con
una capa de cimento que cierra ía tumba. Al
momento se arroja la multitud sobre los sau­
315
ces que dan sombra á la sepultura, y que son
ya un objeto de veneración; todos quieren te­
ner una rama ríe ellos* No se permitió ni ele­
var un monumento, ni escribir un modesto
epitafio sobre la tumba¿ pero pusieron en ella
una guardia de doce hombrescondossentinelas
y dos oficiales, que debia (decían)permanecer
allí para siempre. Señal estraordinaria y evi­
dente del poder de un mortal que hacia que
sus enemigos tributasen a su tumba un honor
qne hasta entonces habia sido privilegio es-
plusivo del sepulcro del Calvario 11/
516

CAPITULO X,
j —

JtESU M EN.

E l alma de Napoleon delante el tribunal de Dios.


— Sentimiento de temor.— .Rugido de Satán as.—
Situación de Ja conciencia.— H um ildad profunda
de Napoleon.— Aparición y acusación de Jos siete
pecados capitales.—Defensa del ángel c u s t o d i o que
hace humilde confesion de la miseria de la cria’
tura,— Discurso de Satanás que acusa á Napoleon
de orgullo, de odio contra Dios y de persecución á
la iglesia.— Desaparecen seis petados capitales y
queda el orgullo.— Lucha entre el ángel de las
tinieblas y el de la luz que consuela á Napoleon
en su aflicción.— Noble esperanza, discurso de Na-
poleon.— Historia del orgullo de Napoleon que se
acusa de e'i en presencia de Dios.— Condena el or­
gullo de los reyes cismáticos y hereges.— Su opi­
nión sobre el poder espiritual y temporal.— Su
plan de hacer un solo pueblo de todos los pueblos
con una sola religión.*— E n que ha sido culpable y
justamente castigado.—Justifica su amor á la igle­
517
sia por el bien que le lia hecho y por el mal que
podía hacerle y no lo hizo.— Se alaba de su fé en
Dios,— Enumera los derechos que cree tener al
premio celestu.— prevale de loa sacramentos y
d e l perdón de la iglesia.— Pin d e l dircurso de Na-
poleoo.— Aparición delaVirgen Santísima.—Nueva
acusación de! dem onio.-La fe y las obras.-Napoleon
hombre inicuo, Liso y sanguinaria.— Discípulo de
ÍVJjquiavelo.— Emulo de Enrique V III.—'Isabel de
Inglaterra.— Catalina de Medicis.— Comparado á
Luis X V I.— Sus crímenes y su infancia.— Admirado
a la par de Danton, Robespierre, San-Just>— Com­
parado á Marat.— Un compuesto de todos los tira­
nos.— Acusado de desprecio y de corrupción.— El
no ha restablecido la religión.— La Francia perte­
nece % la prensa.— Cristianismo esterior y m a te ­
rial de Napoleon. — Falta de fé probada por la
Lita de su practica.— Los partidos que dividen la
Francia. — El Papa prisionero.—Divorcio de J e ró ­
nimo N i p j í e o n . —Divorcio de Napoleon.— Negati­
va del l*apa á la alianza con Napoleon.— A tenta­
do sacnlrgo contra el Papa.— Napoleon acusado de
despotismo y crueldad. — Asesino del duque de E n -
ghiem.— Trzoa de ;la discordia.— El fuego da los
vicios reclama el fuego del infierno.— Desatino h e ­
cho en la isla de E lba;— Homicidio.—-F in de la
acusación.— Exortacion de la virgen al ángel de la
guardia.^-Discurso del ángel de la guardia que re­
futa: los argumentos del deraonio:^-Nobléza de al-
34 S
xna de Napoleon.— Sus intenciones,— Pecado origi­
nal y sus con secuencias.— La condenación es fru­
to de la maldad de los hombres.— E l ser animal
y el ser espiritual.— El alma de Napoleon en el
seno de su madre.— Virtudes de la madre de N a ­
poleón . — Napoleon bautizado.— Infancia estraordí-
naria.— Escuela de Brienne.— La sensibilidad es el
escollo del corazon.—Talento y creencias del dis­
cípulo*— Su primera com únjon.—Peligros de la
imaginación.— Consecuencias de las malas lecturas.
— Su adhesión á la revolución francesa.— Es enga­
ñado por los sofismas y desengañado por las m al­
dades,^-Necesidad de obrar.--Las faltas de la j u ­
ventud de Napoleon no han sido estériles.— Su té
sale vencedora del republicanismo.--Es Cristiano y
virtuoso en el ejercito de Italia.--La idea de la a m ­
bición suprema nacida con la del restablecimiento
de La religión.--Su espada y su creencia.--Nueva
gerarquia, creada por Napoleon.—Su error sobre la
independencia del poder tem poral.--Error hijo de
la pasioo mas bien que del libre juicio de la vo­
lu n ta d .—Condena del divorcio, cuyo crimen se im ­
puta í la oficialidad servil de Paris que Jo aprobé.
—Su responsabilidad de la sangre derramada en la
guerra 6 por los tribunale?.-*Escusa del orgullo que
e r a la es presión de las necesidades de la política»
mas bien que de u n corazon altivo--*E!ogio deí co­
razón de Napoleon,--Su horror para la guerra ci-
vlL'--Justifica el empleo de su tiempo.—Observan*
349
cía del domingo durante su reinado.»Su derecho í
la gloria eterna, fundado en el ecsámen de toda su
vida y en la remisión de sus pecados.-*Satan¿s
vencido por su propia confesion.—Aparición de
muchos millones de elegidos salvados por el con*
cordato.--Fuga de Satanás»—Suplica de la virgen
en favor del héroe restaurador de los altares de su
hijo.."-Palabras de la virgen que anuncia á N a ­
poleon su admisión en el Paraíso.
520

CAPITULO X,

(Eowiusion.

C reo en Jc^u-Crislo-.. . ......


cubillo á los c ie lo s; que rst-i
jcutndo á Ib derecha de Di<is
totlo poderoso, de douílr ven­
drá ó juzga» lós v¡voi y Jos
muei tos.
{Símbolo ik los apóstoles)

El alma de Napoleon al separarse de su


cuerpo, lia salido del mundo, y como espíri­
tu puro se ha dirigido hacia el padre de los
espíritus, en compañía de su ángel custodio y
precedido por el espíritu tentador. Desaparez­
ca pues la tierra, entreabanse los cielos, y sea
permitido á un mortal, penetrar sus arcanosl
Oh! visión inevitable que me hace estreme­
cer ............... . Ved ald la Trinidad, ved ahí la
321
esencia increada. Ved ahí el principio de loa
seres, la verdad que aparece enfin en la calma
de su impasibilidad, en todo el resplandor de
su luz. A esta vista adorable, se conmueve*
sorprendido por ese terror involuntario que
excita en nosotros el infinito: tiembla porque
no encuentra en si mismo mas que un solo
sentimiento, el de su nada, y el recuerdo de
sus innumerables inicuidades, rio inmenso
que engruesa sin cesar, c u ja s oleadas tum ul­
tuosas nos llevan de una parte á otra, nos le­
vantan , nos arrastran y nos apartan muy á
menudo del objeto qne nos ama y hacia el
cual el áliua se siente misteriosamente atrau
da,... Parecido á un león que ruge, Satanas
triunfa y et-sala su rabia sin poderse repri­
mir ni por la presencia del Ser de los seresj
mil y mil acusaciones diferentes salen de sus
ojos, que son otras tantas flechas inflamadas
que pueden causarla muerte, y unos relámpagos
disparados antes que el rayo y capaces como
él de destruir. Entonces nos ocupa una sol<t
ide¿j la de un peligro inmenso que nos amena­
za como un océano pronto á sumergirnos/ E l
mas justo admira con espanto el abismo del
ser increado que le hace volver en si mismo pa­
522
ra admirar con igual estremecimiento el abis­
mo del ser creado. En vano se apoya en el
testimonio interior de sus buenas acciones; su
conciencia es mas movediza que la arena del
m ar agitado por un viento tempestuoso: se
cree indigno de la sociedad y del trato de los
elegidos; y si el amor y el respeto no le de­
tuviesen, huiría condenándosea si mismo.....
Satanás se estremece de rabia, é impaciente
por alcanzar su victoria, llama á los siete pe­
cados capitales que aparecen y coronan su ca­
beza, como siete diademas cuyo horroroso
resplandor refleja y esplica toda la lamentable
historia de los estravios y de la perversidad
del corazon humano. E l mismo Napoleon
tiembla al aspecto de aquellos siete demonios
que están allí en toda su fealdad; la cólera, la
glotonería, la pereza, la lujuria, la avaricia, la
envidia y el orgullo.
El ángel de la guardia que conoce los vín­
culos, las cadenas y las afinidades innumera­
bles é invisibles que unen las almas con el pe­
cado, teme por la de su defendido; pero arma­
do de una modesta confianza, se adelanta liá-
cia el pie del trono, donde está sentado el juez
de los vivos y de loa muertos y dirigiendo
329
una mirada de suplica hacia su rostro ¡amti-
table y espléndido como el cielo :
» Sí, dice, el hombre do es mas que ilusión
y mentira ¿ su alma do es mas que malicia y
corrupción. El alma es criminal desde que se
une al coerpo; desde este instante mismo, es
esclava del demonio y de los sentidosj el es­
píritu se vuelve materia. E stoes acaso loque
Satanás confiesa ? Nosotros también lo confe­
samos. Sí^, Napoleon declara que sin el ausilio
de Díos, era incapaz de todo bien, y que al
contrario era capaz de todo mal, ya que en­
tonces no tenia en si mismo otro principio
que el de su propia vid;ij es decir, su nada, su
nacimiento rebelde y su carne corrompida.
Cesa, cesa pues. Satanás, de acusarnos, ya que
nos acusamos nosotros mismos. Satanás res­
ponde :
?) Cesad, cesad también vos de oponeros á
la justicia, que está de rai parte : porque ha
merecido el mismo infierno, el mismo supli­
cio que es mi herencia, el alma sacrilega que;
orgullosa como yo, ha declarado como yo la'
guerra al Verbo encarnado y á su madre, per­
siguiéndola religión cristiana, cometiendo aten­
tados inauditos contra la persona del Papa
Í2h
Pío VIL Pregunto: quien le ha liechado de
sus Estados, amenazado, burlado, encarcelado?
Tal es el crimen de Napoleon que no se lia
contentado con ser el primero de los morta­
les; no era esto bastante para el/ tenia é ins­
piraba tan alta y loca idea dé si mismo que
pretendía dominar igualmente sobre las almas
como los cuerpos, esclavizar el espíritu como
habia avasallado la materia y tomar por asal­
to el cielo del mismo modo que conquistaba
los reinos.
Tal fue ia ambición, ó por decir mejor, la
JocuYa de un em p erador, que á nada menos
aspiraba, que á un domihid Universal que hu­
biera egercido a fuer de tirano. Este insolente
soñó hacerse independiente de Dios, destro­
nando al mismo Satanás para hacerse el cen-
t r o , el móvil del universo* Pero entonces yo
espiaba sus pasos, seguro de que no podían
tardar su caida y su castigo; el insensato traba­
jaba para mi* y se declaraba ya, de buena ó
mala gana mi esclavo¿ por que el que nodepende
de Dios, depende de Satanás; qne asi lo lia
decretado el Eterno* Cesemos de disputar;
reclamo la posesíon de este orgulloso, que me
pertenece por este título . ee
B i b c k c ü \ j t i u r \ i cu E s y - v . i
325
Durante esta contienda, sea por artificio del
demonio, ó por efecto de una causa superior
y secreta, desaparecen los seis pecados capita­
les de la frente de SaLanás, pero queda en
ella el orgullo, que aparece amenazador como
una tormenta tenebrosa capaz de arrebatad á
Dios enojado * su rayo vengativo. Satanas que
lo ñola, redobla sus esfuerzos; se arroja sobre
Napoleon como sobre su prosa; mas el ángel
de la luz se opone al de las tinieblas.
En cuanto á Napoleon , costernado por el
recuerdo de lo que había osado emprender
contra la iglesia, y no dando oídos mas que
á su estrema aflicción, permanecía mudoj hu­
millado, condenándose á si mismo. Ajitado
por una perplejidad indefinible, llamaba, invo­
caba la misericordia divina con gemidos inte­
riores. El ángel de Dios se acerca á él y der­
rama en su alma una influencia secreta. Napo­
leon siente al momento circular por su interior
una alegría que le devuelve la vida: „ V e o á
Dios, dijo, soy feliz, aun cuando esto no d e­
biese durar mas que un solo istante, y qué
debiese ir seguido de mi eterna condenación.*'
Reanimado por este sentimiento como por un
perfume suave, se repone y se abandona á la
326
esperanza j quiere defender por si mismo la
causa de su destino inmortal) con todo se
mantiene lo mas apartado que puede estar
una criatura de Dios sin apartarse de su pre­
sencia ¿ y el amor le inspira esta respuesta:
Acusado de orgullo por el enemigo del ge­
nero hum ano, me postro al pié del trono que
debe proferir mi sentencia¿ no según la justi­
cia , si no según la misericordia. No apelaré
ú subterfugios poco verídicos! Convengo con
Satanas de que he amado la independencia;
jamas me humillé á ningún mortal á quienes
mi presencia intimidaba 5 mi sola mirada im ­
ponía hasta á los rayes: convengo también
que no me bastaba tener sujetos á mi cetro los
cuerpos y la materia: quería mandar también
al alma. Tal era el concepto que me formaba
de la Soberanía f y que era para mi una per-
suación^ una verdad, una convicción íntima.
E l soberano fué siempre á mis o jo s, un ser
aparte., dependiente tan solo de Dios y de stí
conciencia. Fui criminal porque la historia de
los mas distinguidos soberanos me ha alucina­
d o : los tomé por modelos y quise imitarlos l
Soberano como ellos, aspiraba á su egemplo, á
ser el verdadero representante de Dios, su
32 7
imagen. Aunque me reconocía indigno de fello>
crei de mi deber ejercer sus funciones sobre
la tierra y ser en ella lo que es él en los Cie­
los. Tal fue mi orgullo: por no saber distin­
guir lo sagrarlo de lo profano, ^ine á parar
en la mas horrible de todas las tiranías, I9 que
se egercc contra la libertad dé la conciencia,
y hubiera llegado á ella si Dios no rae hubie­
se detenido en el declive de un abismo espan­
toso. Satanás llama con razón insensato al so-
berano que viola los limites de la jurisdicción
espiritual^ y lo mas sagrado entre los hombres
esja conciencia. Hay una voz secreta que pro­
clama la libertad de las creencias. Sofistas em -
basteros, y vosotros, reyes, que disputáis &
Dios su trono, usurpándole para vosotros, os
complacéis en enumerar los inconvenientes del
ascendiente y de U preliemínenoia del sacer­
dote > mas ignoráis acaso los inconvenien­
tes del despotismo del soberano? Unos y
otros son los de la humanidad. Pero el sacer­
dote es el que ofrece mas garantías, porque
en razo» de ¡su estado, de sus votos, y de sus
costumbres ^ es el mas desinteresado 5 porque
es la espresion de lo mas noble que hay en el
hombre 3 por que es el representante y la per-
528
sonificacion de la divinidad. Seamos positivos,
seamos sinceros. Quien se ha atrevido jamas á
negar que el alma esté bajo ei absoluto dom i­
nio del sacerdote? Pues bien/ El alma es el
hombre. La sociedad por consiguiente debe
ser, no digo administrada ni gobernada, pero
sí educada y guiada por el sacerdote. De otro
modo es preciso obedecer á viles retoricos ó
á la fuerza del sable. Sabia esto y sin embar­
go mi ciencia no me salvó de aquel escollo!
Quería fundar mi trono sobre la religión, y le
apoyaba sobre mi espada! líice lo que no que­
ría: tan cierto es que Ja pasión es un tirano
que nos ciega! Miraba con horror á la heregia
y al cisosa.
Esperimentaba en mi mismo ? que el alma
es un ser espiritual qufeno depende, ni puede ,1
ni debe depender absolutamente sino de Dios*
que reina en «lia. Mis intenciones eran muy
diferentes de las que se me imputan y de las
acciones que empañan mi gloria. ÍVli intención
era unirme con el Papa, no para disminuir su
poder, sino para aumentarlo. Tal vez ese mun­
do grosero que no Te sino la materia hubiera
Legado de mofarse? de los soldados del P a p a , el
dia en que yo, Napoleon hubiera declarado ser
329
uno de ellos. Tal era mi deseo. ¡ No me atre­
vía ú confesarlo publicamente por respeto h u ­
mano, y por mira* políticas. El secreto es el
alma del suceso. Tenía que habérmelas con
tina raza incrédula y ruin¿ rebelde á la íe, sin
virtud para o b ra r, ensordecida p or un char­
latanismo interminable: raza propensa á los
crímenes, pero sin energía para cometerlos^
y llena de egoisilio y corrupción. Pero me fal­
taba para formar una sola monarquía de toda
la Europa, reducirla á un solo imperio, y h a­
cer de ella un cuerpo inmenso, cuyo gefe es­
piritual hubiera sido el P a p a , y Napoleon el
temporal* Idea grandiosa que Enrique IV h a ­
bia presentado! Como este rey, habia yo gas­
tado mi juventud en las batallas> y reserva­
ba para mi vejéz 3a realización de un trabajo
verdaderamente digno de mi¿ de úna misión
del todo moral ¿ evangélica j la regeneración
de k sociedad por medio de la religión. H u­
biera declarado guerra á muerte á la impie­
dad. Hubiera hecho un auto-de-fé de todos
los libros obscenos: cual nuevo Hercules hubie­
ra limpiado ese establo de Augias. Hubiera
desterrado del mundo el fraude y á la intriga*
esa prensa periódica que es una impureza dg¡
550
eunuco, la ideología; todos los victos, en Gn
el adulterio y el incesto que desoían al mun­
do y profanan el augusto templo de la fami­
lia* (1) Persuadido de.la verdad del cristianis­
mo, lo estaba igualmente de que era indispen­
sable , no solo identificar, sino. Lambien absor­
ber el Estado en la religión, cual elemento im«
prescindible y esencial de la duración y felicidad
de ios pueblos! Iba á organizar el clero con
mas tino del que habia puesto en la organiza-
cien del ejército y de la sociedad. Los curas

(i) Queda en pi¿ una calumnia que no pasará en


silencio* Las miomas personas que se han atrevido
á decir que el emperador era un cobarde, le han
acusado también de incesto- Estas dos acusaciones
tienen con efecto bastante afinidad y van muy
Lien juntas» Es necesario revelar un incesto cuan-
do es ya publico, como el de que habla San Pa­
blo en su¿ epístolas, 6 como el de aquel descarado
y vil personage > dos veces ministro en nuestra
época, descubierto no se por que periódicos á la
soberanía ciudadana: pero imputar sin la mínima
probabilidad á un hcYoe* (cuyo carácter era domi-
narse á si mismo) lo que solo es presumible en el
mas corrompido y vil de los hombres, es ademas
de una sedal de parcialidad y de una calumnia, UQ
absurdo I ( Nota del Autor).
331
párrocos hubieran tenido todo el poder y los
honores de un señor feudal sin los inconve­
nientes del mismo. Los seminarios hubieran
Mdo como unos semilleros de ios cuales no
hubieran salido, sino individuos instruidos
y fieles, que hubiesen sido los amigos, y
consoladores de los desgraciados, unos ver­
daderos discípulos de Jesu-Gi islo. El mundo
se hubiera hecho cristiano, de grado 6 por
fuerza. Hubiera procu rail o abolir por todos
los medios posibles el protestantismo, cuya
doctrina es la de la r e v u ls ió n , la de la anar­
quía y la de la división, ( i )

(i) El seííor g e n e r a l , con d e de M o n tesq u ieu ,


antiguo edecán del e m p e r a d o r , cuenta q u e pasan­
do cerca de unos prisioneros y heridos en un c a m ­
po d e butallj , N a p o l e o n le h a b i a Iieclio bajar v a ­
rias veces de c a b a l l o para m f u r n m s e de Ja religión
de a q u e j o * d is ^ r a u a d o s ¿ casi todos contentaban :
^ Cristianos, ,, til em peradur p r e g u n ta b a : w d e que
comunión? n M u c h o s r e sp o n d ía n : “ protestantes.
— Pues b ien , anadia el em p erad or “ decidles que
» son c ristia n o s ►n El seííor de M o n t e s q u i e u con­
test a b a : — >u S e ñ o r , los p ro te sta n te s son cristianos*
El em perador r e sp on d ía: '•‘' N o , no lo son ...... E s t o
prueba q u e el emperadoT tenia un e n t e n d i m i e n t o
despejado y de q u e do era in d ife ren te en materias
552
E l mundo que camina á su ruina me pareT
cía que se hallaba en buen estado para aque­
lla r e g e n e r a c i ó n , para la fundación de una
gran monarquía espiritual y temporal. Me sen­
tía bastante fuerte para realizarla; pero c o n ta ­
ba demasiado con el poder de mi brazo. Que?
rer hacerlo todo con mis propias fuerzas 9 era
orgullo ? era imitar á SaijK Como & quise to­
car al incensario, y tuve motivo de arrepen"
tirme como él. Fui por fin escomulgado, Al
instante todo cambió para rni,, todo me fué
contrario. No son los hombres los que me batí
vencido, sino los elementos, y la excomu­
nión. (1)

tan graves, que nuestros actuales hombres de Esta­


do > á, nuesros grandes hombres de la prensa pe­
riódica apenas creen dignas de una mirada de su
ilustre piedad ! ( Nota del autor. )
( i) El emperador acababa de dar la batalla de
Eslíng: estaba en su tienda de compana en medio
de su ejercito, cuando el Nuncio del Papa que resi­
día en Viena, llega y pide una audiencia para
cumplir una orden de su soberano. El emperador
je recibe. E l Nuncio le entrega un papel, diciendole,
tengo la orden de poner esta bula en manos de V. M*
£1 emperador abre y lee con sentimiento concen-
533
Cuando estaba entre los vivientes, lo con­
fesé ea alta voz. Mas ahora añado que 31 Dios
me ha castigado, no me ha perdido. He reco-
nocido su mano que me aterraba. No solo he
dado la libertad al Papa, sino que he conse­
guido también que retirase la sentencia de ex­
comunión lanzada contra mi. Me sujeté á las
condiciones, á la penitencia que me impuso,
mientras estuve en la isla de Elba. Antes de
salir de ella para mi espeJicion de los cien
diaSj aseguré al Papa por medio de uno de
mis hermanos, que subido de nuevo á mi tro-

trado su sentencia de escomunion. Clava los ojos


en el Nuncio y se Je eseapa esta esclamacion: H a ­
béis hecho vuestro deber, seííor ; liabéis tenido va­
lor, yo os aprecio. E¡n seguida y despidiéndole:
“ Que hombres^ que caracteres! Mas tarde volviendo
áleer la bula lanzada contra di, la apretaba entre
sus manos, diciendo?,, Que piensa hacer ? 2"kngo
500,000 hombres á mi disposición. Su anatema h a ­
rá caer acaso las armas de la mano á mis sóida*
ítas?” algiin tiempo despues en Rusia, los soldados
se heehaban sobre la nieve y el fr ió les hacia caer
las armas de h s manos, dice Segur y nosotros
leemos en la Biblia nix, glacies¡ m inistri ejiis : la
nieve y el frío son los ministros que ejecutan Ja vo-
Iuatad del Todo-Poderoso, ( N ota del A u tor, )
5M
no, le prometía no intentar nunca nada con­
tra los dominios y autoridad del Santo Padre.
Estaba realmente cambiado y convertido. Mis
sentimientos en aquella época eran los que la
religión misma había reconocido en mi, cuan­
do me bendijo en el dia de mi consagración,
dia en que consentí á humillarme, á postrar­
me á sus pies á pesar de mi soberbia. Hice
aquel acto de sumisión publicamente^ rodeado
de los grandes de mi imperio, á la faz de la
Europa y de los partidos admirados^ en Ia
iglesia dq Nuestra Señora de París, Las distin­
ciones que sobrevinieron entre mí y el Papa,
pueden aclarar y probar estos sentimientos-
Atribuyo todo el mal á SaLanás. Fui crim i­
nal en ceder mas bien por sorpresa que por
una adhesión libre de mí voluntad. Asi es qne
el mal ha desaparecido con migo como la es­
puma sin, dejar vestigio, mientras el bien per­
manece. Fuerte y poderoso para restaurar la
iglesia, fui débil é irresoluto para aLacarhi. La
razón es porque tanto en una como en o tra
circunstancia me guiaba por mi conciencia.
Las raíces de mi imperio estaban profunda­
mente hundidas en la tierra, que despreciaba^
mientras que mi alma se elevaba hasta el cíe­
335
lo, para buscar allí sus inspiraciones* No oívi-
dcs este secreto Satanás, yo 1c publico para
tu confusion, y alabanza eterna del Todo P o ­
deroso. El oii^en de mi poder nació de mi
meditación, y el müdiLar, es orar. Si, yo te ­
nia Jé, yo orab;t, cuando con ¡mno fírme abu­
lia la impiedad y la religión! Y yo, sellado
con ia consagración que distingue a los reyes,
sería tratud > como un orgulloso? el elegido
de Dios se baria esclavo de Satanás? Yo que
habiendo con mi espada conquistado el mas
bello trono del mundo., quizo recibirle por
mano de un sacerdote? yo que postrándome á
los pies de la religión, obligué al mundo con
mi ejemplo á postrarse también ante ella? yo
que con mi tílulo de emperador por la gra­
cia de Dios^ confesé que todo poder procedo
de aquel origen sagrado? yo que he reconoci-
doj bendecido a Dios en mi adversidad del
mismo modo que lo habia reconocido y ben­
decido en n:j! prosperidad? Hago estas dos con­
fesiones tan diferentes entre si, contra Satanás,
cuyo furor contra mi concibo. En fin he ar­
rancado del infierno á una nació n grande, que
ha vuelto al gremio de la iglesia cristiana. He
hecho esta obra^ y me prevalgo de no haber
556
recibido un premio en el mundo, j a que to­
da mi vida se ha pasado en nn trabajo penoso
y que su fin ha sido una cadena de castigos y
desgracias sin ejemplo. Ah ! Invoco la sangre
de Cristo y su humildad. No lia satisfecho
acaso por mi orgullo él, que ha muerto des­
nudo en una cruz para salvar á los hombres?
Me atrevo á decir, cuanto mas orgulloso fui,
mas he tenido que padecer I líe espiado la
gloria del principio de mi vida con las hum i­
llaciones de mis dos caidas y con los tormen­
tos de mi destierro y de mi esclavitud. T a m ­
bién j o he participado del cáliz de las igncr
minias, he apurado sus heces sin proferir una
queja, sin m urm urar 1 Confieso mi culpa en
haber luchado contra la iglesia, intentando
acobardar á su gefe para triumfar de el y h a ­
cerle obrar según mis intentos. Este crimen
fué una ingratitud enorme, una temeridad sa­
crilega de mi presunción 1 El loco deseo de
agradar á los hombres del siglo me sedujo/
Insensato de mi que pretendía consolidar la
gerarquia que había fundado, al mismo tiem ­
po que la conmovía y destruia! Que se ha he­
cho esa gerarquia de la cual estaba tan ufano?
Separada del que era su alma, j a no es mas
337
que un mecanismo que ecsita todavía la ad-,
miración, y que es la verdadera causa que
conserva un vasto imperio en los límites del
orden.
Tal es mí respuesta á Satanás c u ja s acusa­
ciones violentas, no pueden turbar al que po­
ne su confianza en Dios,, j que por otra parle
ha cumplido escrupulosamente con todas las
lejes de la iglesia, j que al morir fué marca­
do con el sello de sus sacramentos* Sí, lo espe­
ro, mi salvador, .Tesus, j vos, virgen santísima,
vos reconocereis en el Cíelo al que os lia reco­
nocido en la tierra. Por indigno que me reco­
nozca de ella, pido por misericordia la heren­
cia de los santos, y estoy pronto á sufrir todas
las penas imaginables, menos la de la compañía
de los malvados-» Despues de este discurso,
Napoleon se humillo profundamente. Apare-
ció también otro trono que parecía salir del
primero. Sobre este se veía una muger res­
plandeciente como el sol, con la luna bajo sus
pies, j la cabeza ceñida con una corona de
doce estrellas. Esta nueva aparición causó una
alegría sensible que consoló igualmente al án­
gel de la guardia j á Napoleon. El demonio
que es el padre j el principe de todas las rea-
538
liJades del mal, es también el padre y el
principe de todas las iluciones necias. Lleno
de no se que quimericn esperanza de atraer á
su partido al nuevo trono, se atrevió á persis­
tir en sus acusaciones; y luego moderando su
voz, de una elocuencia llena de malicia., tle so-
fisicas y de perfidia, dijo:
r' E s justo absolver ó condenar ai hombre
según su fé, porque esta es la generación nece­
saria del alma¿ su vapor, su virtud^ su forma
eminentemente espiritual, un símbolo y el
ejercicio de la libertad. Pero es tal la imbeci­
lidad del hombre que obra á menudo uuntra
sus pensamientos, su convicción, y su voluntad;
es preciso pues juzgarlo también por sus obras.
Admiro ía audacia de Napoleon, en escudarse
con la religión de Jesu-Gi isto, él, el mas ini­
cuo, el mas falso, el mas sanguinario de ios
hombres; voy á manifestar su maldad ya que
m e obliga á ello. Tanto por su caracler y po­
lítica, como por su nacimiento, es discípulo de
Maquiavelo. Si el libro del principe no hubie­
se existido , Bonaparte lo hubiera escrito!
Siempre el italiano pérfido que supo querer
dominándose á si mismo¿ dominó á Jos fran­
ceses atolondrados y volubles de genio. La
elevación fabulosa y el fin trágico de los espo­
sos Concini (4 ) son una prueba de ello. Bo-
uaparte siguió las huellas de los JBorgia., de la
Catalina de Mediáis, de los Eurique V III, y
de las Isabel de Inglaterra.
Esclavo sensual de la ambición como elloá,
voluntario, tenaz y codicioso, puso la vista en
el poder supremo y lo alcanzó. Su unión coa
la Francia, fué un himeneo, si se quiere, pero
un himeneo tiránico; porque tan solo una vo­
luntad era perfecta mente libre y cpnciensuda^
Ja que se daba mas bien que se hacia aceptar.
Los franceses asesinaron á Luis X V l > princi­
pe honrado, leal, y que deseaba el bien del
pueblo- Se le imputaba el crimen de haber*
hecho fuego contra el pueblo, crimen atroz
que solo Napoleon cometió disparando metra­
lla contra un pueblo amotinado contra la re­
presentación nacional, y señalando su entrada
en la carrera política* deshaciendose por me,
dio de la violenciaj de aquella misma repre-

( i ) Concmi mariscal de Ancre, favorito de Ma­


ña de Mediéis, muerto por orden de Luís XIII, y
cuya esposa Eleonora de Gali^ai fué decapitada y
que raída en la plaza de Greve. ( Nota del Au­
tor y
3W0
sentacíon, amotinada á su vez contra la espa­
da de un soldado insolenta Si Luis X V 1 per­
dió el trono porque quería á la Francia^ por­
gue era humano y benigno, Bonaparte fué em­
perador, porque era un malvado, que despre­
ciaba á los franceses. Triunifó, no por sus vic­
torias, sino por sus crímenes y por el temor
que supo inspirar 1 tan cierto es¿ qüe el temor
es una pasión universal, y el camino mas se­
guro para llegar al poder supremo y mante­
nerse en él* Ya no se hace caso de la política
de Luis X I , y apenas se habla de San Luis! La
grandeza verdadera de Luis X I V , solo es
apreciada por un corto número de personas:
El pueblo adora el nombre de Bonaparte; tie­
ne partidarios j pero Danton, Saint Ju&t Ro-
bespierre tienen los suyos, también numero­
sos, vivos y energicosl Siendo asi, qüe escusa
tienen los hombres para ambicionar la popu­
laridad? El vicio y el crimen son infinitos
como el cielo. Para cautivar la imaginación y
asegurarse la inmortalidad no se necesita mas
que querer y obrar con firmeza. Que no se
envanezca pues Bonaparte de su fama que es
evidentemente inferior á la de muchos m al­
vados! Marat es mas ilustre, mas famoso que
3M
él! La política de Bonaparte fué tal ve¿ mas
refinada para el tiempo pero la de Marat mas
profunda para la eternidad 1
Bonaparte es un conjunto de todos los ti­
tanos que han envilecido la humanidad. Los
revolucionarios le detestan por su despotismo,
y esperimentan sin embargo cierto atractivo
hácia sil orgullo, su crueldad y sus demas vi­
cios que ecsitan su simpatía* y forman entre
ellos vv él un vinculo común. A. fuerza de des-
precios, dominó á los franceses; creyó cauti­
varlos, á fuerza de corrupción. El insensato
ediGcaba sobre el lodo* Y stí atreve aun á ha*
Llar de su fél Se la puede resumir en estas
dos palabras; despiecíaf y corromper á los
hombres; en estas dos palabras están compren-
didas también todas sus obras. Si es esto creer
en Jesús y en el Cielo! No es mas bien creer
en Satanás y en el infierno? Tiene el descaro
de jactarse de haber libertado del infierno á
los franceses^ jactancia que desapruebo porque
sé, que la Francia no ha salido de mis garras,
porque es mia enteramente^ y porque la hago
bajar por uu declive suave hasta parar en Ja
apostaba y en los abismos de mi reyno. Es ver­
dad que tengo que disimular para lograr con mas
5JI2
facilidad mi intento, pero no ira porta. Semejante
á un ser impotente y degradado que no se atreve
á examinarse á si mismo para conocer su ver­
dadero estado, la Francia teme verse tal cual
es; pero el hábito lia bochado raíces muy pro­
fundas, y la corrupción está demasiado siste­
matizada para corregirla y vencerla; y quo
me importa esta timidez? Huyendo de si mis_
roo, el hombre huye de la verdad y es mas ¿se­
guro mi triumfo.
Cuando ha muerto en una nación el sen ti -
tó e n lo religioso, la nación misma debe con*
siderarse como muerta* Ahora bien! El sacer­
dote, esa personificación de la divinidad, j a
no goza de la menor consideración enlre los
franceses, que le han hechado del Estado co­
m o á un ser insignificante é inúlíl si no peli­
groso. Ya no creen mas que en la prertía pe*
lioclícíJj nuevo ídolo de mi invención^ forma­
do á mi semejanza, que liene por origen el
amor propio y el orgullo, y cuya esencia <ís
un derecho absurdo y absoluto de hablar, h a ­
blar siempre, de Lodo y de nada, ¿>in m ét o d o
sin fin, sin dependencía, sin amor pero no sin
odio; lluvia constante que penetra en el enten­
dimiento; sorprende el corazon, altera y di-
s»s
suelve tarde o temprano las convicciones y
principios mas sólidos^ a boga la conciencia,
domina, absorbe, devora el alma con un rui­
do estrepitoso y atronador al cual uno se rin­
de mas por cansancio que por persuacion; m e n ­
tira que vuela sin cesar por todo el universo
para destruir todo nombre que no sea el de
Satanás y para fundar sobre una base indes­
tructible el imperio universal que debo po-
seer algún dia, y que sugetará á toda la espe­
cie humana, vil esclava de los mas viles par­
lanchines y apóstata del cristianismo.
Es un hecho generalmente conocido el que
los vicios de toda clase, los engaños y las ilu-
cionesj los crímenes, todas las locuras, todas
las depravaciones, tienen templos y adorado^
res celosos; solo Dios tiene altares abandona­
dos y adoradores sin fervor, que piensan ha­
cer mucho conservando su nombre de pila,
y con hacer alguna demostración de practica
esterior.Ved aquí la grande obra de Bonapar­
te 1 Ved ahí el cristianismo meramente mate­
rial que ha restaurado, parecido en un todo al'
que animaba y practicaba el mismo, pero tan
diferente del cristianismo de San Luís y da
Luis X VI. Es una verdad probervial, que uno
25
no se salva, ni se condena solo. Donde están
Jos imitadores de Bonaparte? A pesar de su
in m e n so poder y de su imponente influencia,
no puede presentarj una alma, una sola alma
que haya ganado para Dios: si ^lo hiciese me
daría por vencido": cual es el ojo de lince ca­
paz de ver las virtudes y la piedad de Napo­
león? « Napoleon cristiano , Napoleon religió-
j o , » es una burla cuya idea no ocurrió á na­

die mientras vivia, cuya invención data del


tiempo de su muerte. Hay en Francia un cul­
to oficial restablecido por Napoleon; lo con­
fieso} pero adonde están los cristianos? Hay
también un clero asalariado; pero adonde es-
tan lus sacerdotes que han convertido el mun­
do al evangelio?
Ademas se encuentran en ella tres grandes
partidos políticos que tarde ó temprano sella­
rán una guerra intestina en la cual aquella nación
será víctima de su propio furor, si no sucum­
bé tajó las armas del eslrangero que Ja codi­
cia como una presa; pero á donde están los
discípulos de Cristo? Son á caso de aquella es­
pecie de brutos^ cuerdos por un instinto ani­
mal que comen y beben, que hacen consistir
toda su religión en la buena vida y en los in­
3^5
tereses materiales? O bien aquellos otros ani­
males atolondrados y presumidos, vocingle­
ros y feroces, que fomentan traiciones y tu ­
multos populares por costumbre, sin otra vir­
tud que un insLmlo salvage de destrucción que
le haces divinizar al asesinato? Que son los
demas franceses? Gente que fija toda su reli­
gión en su lealtad á un joven que puede m o­
rir mañana, y que no se ocupan de nada mas.
Y es este un pueblo de cristianos ? Ved ahi sin
embargo la obra de Bonaparte/ Ved ahí el
fruto de su Concordato! Ha restaurado la reli­
gión, pero sin practicarla; ha hecho venir es­
pesam ente un Papa de Roma á París, y ape­
nas se habia concluido la ceremonia de la con­
sagración, ya maquinaba para detenerle pri­
sionero. Y osa llamarse instrumento divino,
ese hipócrita que no fué sino el de su ambi­
ción, pues quizo servirse de Dios como de una
cosa hecha para su uso? No ha intentado aca­
so arrancar del Papa la acta de divorcio de
su hermano Jerónimo, casado leji lima mente
con Miss Paterson ? Esta joven era protestan­
te: „ monstruosidad, decia en una corte cató*
l i c a , m i e n t r a s solo le atormentaba la oscu­
ridad de su nacimiento honrado, pero oscuro»
B .1 '. . - . i L T .ll C u E i P11n-i
3JI6
No habia hecho un estatuto especial para él y
los suyos, con el objeto de desterrar el divor­
cio de su familia, como un crimen que ofen­
día á Dios y á los hombres? El oponía este
estatuto á su hermano Luis, que reclama ba la
abolicion de un himeneo impuesto y permiti­
do por la política; pero austero con los oLros
é indulgente con sigo mismo, no ha sacrificado
su esposa Josefina á su ambición y su lujuria?
No tuvo por ventura la insolencia de enviar
sus órdenes a! Papa., como si hubiese sido un
prefecto o un general de su imperio? „ E l Pa­
pa debia ser el aliado de Bonaparte en todas
sus guerras, te y cuando el Papa se negó á ello,,
el hipócrita le escribió una carta que contiene
este sofisma. „S i el Papa no cree deber hacer
la guerra á ninguna potencia cristiana, consien­
to en qne el tratado de alianza, se reduzca á
una liga ofensiva y defensiva contra los infie *
les y hereges (4). u En vano rehusó el Papa
acceder á esta proposición, porque no pu*
diendo aceptar y declarar por sus enemigos,

(i) Esto ccjtuerJa con la anécdota del Sr.


Conde de M ontesquita sobre el emperador, negan­
do el titulo de cristianos i los protestantes] y no
hay objcccion posible, supuesto que esta aserción
W
según decía, á todos los que el emperador quer
ría tener por tales . u El emperador se apode­
ró de Jos estadas de la iglesia; renovó todos
los atentados de la revolución francesa 3 y dig­
no hijo de tal madre se atrevió á poner la
mano en la misma persona de Dios. El Papa
fué su cautivo, un santo é inocente viejo fué
llevado de prisión en prisión, agobiado de in­
sultos y humillaciones! y este soldado sangui­
nario, este sofista sacrilego tiene bastante des­
fachatez para pedir el cielo? el cielo para él
que ha lanzado al infierno á tantos hombres,
que debieron su eterna condenación al liberti-
nage de los campamentos, y á una muerte que
les sorprendió en un campo de batalla, donde
Jos habia arrastrado el interés de un déspota!
Eí cielo, para el vil asesino del duque de En-
ghien, víctima malhadada del cálculo infernal
de un ambicioso, que daba rehenes á la fac­
ción de los Jacobines, haciendo causa común
con ellos, al mismo tiempo que se deshada

está afianzada por un sugeto tan recomenda­


ble que ha oído al emperador, y por una cart*
firmada por et mismo Napoleon ■, por la cual
consta, que no hacia diferencia entre heredes ¿ in­
fieles.
3^8
de un rival temible por sus prendas persona­
les unidas á un nacimiento ilustre! El cielo,
para este orgulloso prendado de tal suerte de
si mismo cjue posponía las leyes y los princi­
pios á sus caprichos, y que pisaba hasta la re­
ligión que es por lo regular un freno para los
hombres mas malvados! como pues podría
ocupar un lugar en el cíelo, morada de la hu­
mildad, donde todo es amor, dependencia y
armonía? Cual sería el puesto digno de aquel
que hasta hace poco se jactaba de no haber
obedecido jamás á nadie? Si fuese admitido en
el, seria una cosa inaudita al ver con los san­
tos y disfrutando de su inalterable unión, á
este artífice de la desunión de los hombres,
contra el cual todos los reyes del universo se
vieron obligados á aliarse para domarle y lo­
grar encadenarle sobre un peñasco en medio
de los mares; allí, mientras vivió solo y re­
ducido á sí mismo, amenazaba todavía al
m undo con un trastorno general I no, no h a y
mas que las cavernas profundas en las cuales
tengo encerrados juntos el fuego que alimenta
todos los vicios y todas las pasiones, y aquel
otro fuego central terrestre que debe ser su
suplicio eterno; no hay mas, repito, que la hu-
3W9
mil Je morada de esas cuevas subterráneas é
inflamadas que puedan contener y absorber la
actividad febril y devoradora de este mons­
truo coronado. Dice que mediante la protec­
ción divina, se ha arrepentido; impostor / no,
es una mentira mas. Su ambición sin límites
d o puede ni estinguirse, ni debilitarse! -No
quiero alegar otra prueba de ello que lo que
hizo en la isla de Elba, que fué ciertamente la
empresa de una fiera movida por el instinto y
el deseo de salir de su madriguera para matar
y devorar* Guantas muertes ha causado / Yo
mismo estoy asombrado de ello; yo el rey de
los homicidas, que reconozco á la muerte por
hija mia.
No hay conquistador que sea capaz de se­
mejante destrucción; él solo ha causado mas
mal que todos juntos* Y querría habitar con
el Dios de la paz, con el Dios de los vivos por
toda una eternidad? No, le reclamo, me per­
tenece} que se me entregue $ es mi vasallo y
esclavo para siempre^!-./*
Despues de este discurso Sataoásjjconfesóqup
ya no tenia nada mas que añadir* La misma
Virgen Santísima, convidó al ángel custodio ^
que defendiese la causa de Napoleon, y lo hi­
350
zo en los términos siguientes: ^ P o r la arro­
gancia tumultuosa de su lenguaje, se reconoce
el opresor feroz, el enemigo antiguo del alma
humana que no )a reclama, ni la posee, sino
por el derecho del odio y de la tiranía. Quien
eres pues, Satanás, para usar de él con la ele­
gida por Dios y destinada á su compañía d e ­
liciosa y libre, si ella no prefiere tu esclavi­
t u d / Pero que ceguedad, que furor es el tuyo
para atreverte á ajar con calificación de inicua,
falsa y sanguinaria, calificación odiosa que reú­
ne y representa todos los vicios, todos los
crímenes, una alma en la cual brilla en un
grado tan raro la magestad de los atributos
de la naturaleza y de la semejanza de Dios y
elegida entre mil para ser el órgano de la vo­
luntad suprema/
Pero, cuanto mas violencia, pasión y de­
sorden se nota en el ataque de mi cliente, tan­
to mas claro, tranquilo y metódico seré en su
defensa. El juicio del hombre debe formarse
sobre el ecsámen de su fé y de sus obras; con­
vengo en elloj pero es preciso también hacer-*
se cargo tanto del bien como del m a l ; sobre
todo es menester escudriñar las intenciones.
Desde luego vemos que Napoleon renueva aquí
351
la confesion de su indignidad, y que se conde­
na como hijo de A dam ; mas si es verdad que
el pecado original es el origen de todos los
crímenes, el que destrujó el equilibrio de la
creación é hizo prevalecería voluntad de Sa­
tanás sobre la voluntad divina, la materia so­
bre el espíritu, el cuerpo, sobre el alma, lo vi­
sible sobre lo invisible, el tiempo sobre la
eternidad j si es cierto que esta falta de equi­
librio se perpetua en el nacimiento de todos
los mortales, lo es también que la condena­
ción eterna es y no puede ser otra cosa mas
que el castigo de las culpas y de la maldad
propia de los individuos, según el decreto de
la misericordia divina! opondré pues con con­
fianza á la descripción deforme y falsa de los
vicios de Napoleon, el cuadro puro y resplan­
deciente de sus virtudes. Satanás ha descrito
al ser animal, yo describiré el ser espiritual.
£1 alma de Napoleon, emanada de la inteligen­
cia divina como un rayo de luz, desde el pri­
mer instante de su unión con el cuerpo, sin­
tió las felices influencias de la religión; recibió
en aquella misma cloaca del ser material, una
especie de predestinación por el contacto de
una madre cristiana, que consagrada entera-
352
meóte i su deber, se desvela ya en imprimir
en aquel cuerpo tierno y delicado todas las ca­
lidades naturales que una madre puede comu­
nicar á su hijo. Luego que nació, fué bautiza­
do y señalado con el distintivo de la reden­
ción. Consagrado á Dios, iba a crecer para él
en su presencia. Nada de pueril ó frivolo ve­
mos en su cuna; durante su niñez ningún ob­
jeto vago, incierto, vicioso ó impuro contami­
nó sus ojos, ni manchó su entendimiento; gra­
cias á la vigilancia de su madre; tan diferente
de las demás que no son mas que inocencia ó
ternura mal entendida, y en la cual todo era
positivo y meditado.
£1 menor ademan tenia una significación
particular, su modo de decir conciso tenia algo
de la autoridad soberana, á inspiraba un sa lu-
dable temor á su hijo dominado por ella 7 y
que hacia grandes progresos en la escuela de
la obediencial Madre dichosa, que reprimien­
do la naturaleza, reprimíais todos los vicios,
y que preparabais al que debía ser el instrU'
mentó dócil de los designios misericordiosos
de Dios sobre un mundo corrompido 1 La in­
fancia de Napoleon es también estraordinaria
y mas admirable que su edad viril. Como bu-
353
hieran podido los vicios tener cabida en un co­
razon del todo ocupado, encendido, dominado
por el sentimiento de piedad filial? Uu sacer­
dote, el hermano del abuelo de Napoleon, el
arcediano de Ayaccio, quiso dedicarse él mis­
mo á instruir á su sobrino en sus deberes pa­
ra con Dios y en todo lo que es relativo á la
salvación. El fue Lambien quien le bautizó con
toda la solemnidad posible, aprovechando es*
ta ceremonia para imprimir en un niño de
dos años de edad, las ideas cristianas con las
grandes imágenes de la religión. Luego que
empezó á hablar, la misma previsión le ense­
ñó el nombre de Dios, y ¡amas olvidose su
madre de hacerle rezar las oraciones de la
mañana y de la noche. Asistia con devocion
al oficio divino y llegado á la edad convenien­
te, la madre le condujo al tribunal de peniten­
cia* Tales eran los principios de Napoleon,
cuando vino en Francia, para recibir allí U
educación militar y religiosa de la escuela de
Brienne. Era niño en la e d a d , pero hombre
en cuanto á la voluntad, á la afición al traba­
jo y á progresar en las ciencias, y al ardor
en practicar la virtud* Un sentimiento p ro­
fundo es siempre secreto} la piedad filial se
35JJ-
transformó en patriotismo. Ah! es harto cier­
to que el corazon encuentra un escollo en su
propia sensibilidad, de la cual proceden los
o d io s , los deseos impuros, las pasiones. La
sola razón no basta en este caso; la f é , una fe
viva é ilustrada preservó al joven Napoleon
del escollo del sensualismo contra el cual se
estrellan tantos niños vulgares. Nacido para
el imperio, profesaba un odio natural al egoís­
mo .* luego que comenzó á pensar, fué casto,
y se lanzó al cielo para tener mas libertad^ pa­
ra dominar mejor la tierra. Bajo estos auspi­
cios hizo su primera común ion, que fue escri­
ta en el cielo como señal infalible de su salva­
ción. Furioso por estos bellos principios, Sa­
tanás que no habia podido conseguir el desba­
ratar sus sentidos, refrenados por la ra%on ,
abrigó la única esperanza de desarreglar su
entendimiento. Napoleon reunía á un espíritu
de cálculo, á un entendimiento no com ún, al
genio mas positivo, una imaginación demasia­
do viva y basta el amor á lo maravilloso. El
demonio que conocía esta disposición defec­
tuosa, aprovechó de ella y logró con per­
niciosas lecturas pervertir una alma hasta en­
tonces virtuosa. Inflamando U imaginación*
355
hizo lo propio con los sentidos. Cuando el hom­
bre descuida la contemplación de Jas verdades
eternas, se convirte en fatal entusiasta de las
mentiras de la época y de las ilusiones del
mundo*
Las convicciones religiosas quedaron debili­
tadas, pero no desarraigadas de una alma que
tiene un raciocinio maduro y se hallaba en
estado de defenderse contra el mundo y el in­
fierno que se esforzaban en vano en devorarla.
Esta fue sin embargo la causa de Ja adhesión
de Napoleon á las doctrinas funestas de la re­
volución francesa; animado por los sofismas
de los filosofas y de los oradores de los clubs,
encontró pronto su desengaño en sus crímenes
y su impiedad. La juventud es la edad de la
acción; mas la otra y mejor escusa es que
Dios sacó su gloria de esa misma seducción,
que fue poco duradera: Napoleon no tardó en
mirar con aversión y disgusto la charlatanería
y los sofismas sanguinarios de la ideología m o­
derna.
£1 genio no puede estar mucho tiempo
acorde con el crimen, y basta la sola probi­
dad para separarnos del malvado. La fé se rea­
nimó en el alma de Napoleon con la energía
356
de un triunfo» Siendo gefe del ejército de Ita­
lia , no tuvo reparo en declararse allí abier­
tamente con sus proclamas y su conducta,
amigo de los cristianos y el protector del cul­
to católico. Aun hizo mas: vencedor de si
mismo, afectaba esteriormente el estoicismo^
bajo el cual ocultaba su cristianismo; porque
practicaba las virtudes que son el indicio se­
guro de la fé, como son la templanza, la fuer*
za , la prudencia y Ja justicia. Entonces fué
cuando conoció por primera vez esa ambición
suprema, que no fué solo un vano pensamien­
to su egoísmo, sino una íspiracion celeste.» una
plegaria que ofreció á Dios. Prometió j'ju ró al
mismo tiempo, si el buen ecsilo secundaba sus
buenas intenciones, restablecerla religión; loque
egecutó despues con una voluntad secreta é in­
domable. Para marchar con tiento, empezó á
restablecer el orden en el lenguage, dando de
este modo á conocer que el poder no era legíti­
mo si no tenia consigo el derecho ¿ esto es la
religión- Los francesas juntándose á élj se apar­
taban de la mentira, y volviendo á la fé, tor­
naban ála naturaleza, á la verdad* Esto no hu­
biera bastado si no hubiesu puesto en orden la
política; y asi lo hizo; él fué el que creó la socie­
357
dad fundando unageTarquia,espresion incomple
ta, pero bastante fiel álas necesidades de la épo­
ca. Guando uno sabe m a n d a r, sabe obedecer*
Gefe de esta ¿jerarquía, Napoleon reconoció
como un poder suprem o, superior á él el po­
der religioso. Desgraciadamente se preocupó
demasiado de su independencia tem poral,
preocupación indigna de este gran hom bre:
pero que habia igualmente descarriado el en­
tendimiento de todos los reyes de Francia:
olvidó que estos habian incurrido en la de­
pendencia del pueblo soberano para evitar la
de Dios: su desgracia no le instruya* Negar
el derecho divino equivale á consolidar el des­
potismo; error crasso de Napoleon que le der-
ribo de su trono. A pesar de sus diferencias
con el Papa, nunca lia dejado de protestar que
no se separaría déla iglesia. No es necesario pues
acusarle sino de haberse ecsagerado á si mis*
mo la importancia de su persona, que pronto
fue segada en su ílor. No pretendo tampoco
escusar su divorcio con la imperatriz Josefina;
pero mas criminales fueron los sacerdotes ser­
viles y cobardes de la curia eclesiástica que
han allanado el camino al crimen, dando una
dispensa que las leyes canónicas vedaban........
558
Otro objeto gravísimo de acusación, es la
sangre derramada en la guerra j pero la paz y
la guerra dependen de la voluntad del Sobera­
no el cual debe tan solo dar cuenta á Dios de
sus deliberaciones. Inútil es que se persuada
á los pueblos el que envilezcan á los reyes,
hasta privarles de la conciencia y de la liber­
tad., humillándolos mas que á los brutos que
obedecen al istintol esta doctrina que á mas
de envilecer á los reyes hace también des­
preciable á la humanidad no puede ser apro­
bada por el juez que sostenía á los reyes en
sus tronos .*..- y esto se aplica al juicio del
malhadado ducjue de Enghiem. Sostengo que
el orgullo de Napoleon no tuvo origen en el
de la gloria. Se estimaba mucho á si mismo,
pero se posponía á la virtud modesta que en­
vidiaba y buscaba para honrarla. Si afectaba
ser superior á los reyes ? era mas bien por
polilica que por impiedad. Su orgullo fué mas
bien el error de la pasión que la voluntad de
un juicio porfiado j jamnSj pretendió ser supe­
rior á Dios ó á su religión; al contrario en los
desvarios de su ambición, creia positivamente
que era el istrumento divino y que trabajaba
para su gloria...... Lejos de corromper y des­
359
preciar á los hombres ^ les quería; y en prue­
ba de e llo , basta citar «I entusiasmo que ins­
piraba y supo crear hacia su persona, y su
amor tierno y respetuoso hacia su madre. Bas­
ta su piedad filial para justificar y glorificar
el corazon de este héroe l Dos veces abdico, y
sus dos abdicaciones serán dos monumentos
que atestiguan su horror á la guerra civil y su
ainor á la Francia. Lo mismo que Luis X V I,
prefirió morir y renunciar al trono antes que
servirse del ejército en pro de su Ínteres pe r­
sonal, lnaccecihle á la intriga, premiaba los
servicios prestados segnn e* mérito de cada
uno, y no hay príncipe que con m ayor escríu
pulo haya practicado las virtudes de la justi­
cia y del agradecimiento. Se dice contra de él
qne ha restaurado la iglesia, pero que no la
ha frecuentadoj es verdad; pero consagraba
su tiempo ¿ los que haceres del E stado, y lo
dedicaba menos á sus placeres que al oficio d i­
vino, al cual por otra parte no faltaba en los
domingos y fiestas; jamas se vio en su reinan
do e) escándalo de hacer ó dejar trabajar en
los domingos, lo que es digno de notarse^
Porque pues debe estrañar Satanás qus se
abran á tal principe las puertas del cielo para
560
disfrutar en ¿1 de la dicha , á la cual tendría
derecho, aun cuando hubiese cometido todos
los crímenes que se le atribuyen y se hubiese
arrepentido de ellos, hecho penitencia de los
mismos y alcanzado su perdón? La condena-
d o n eterna recae tan solo sobre los que la han
elegido á sabiendas por orgullo 6 infamia!
Se ha enredado en el mismo lazo que habia
tendido. Se declara vencido, si le indico una
alma sola, salvada por Napoleon; pues bien!
el cíelo se abre, y veo en él, millones de ele­
gidos que le aguardan como causa secundaria
de su redención ; estos son los soldados que
perecieron en los campos de batalla, instrui­
dos, convertidos por el egemplo de este grande
hombre, Lodos los niños bautizados, por causa
del Concordato. Ahora bien, Satanás, ya estás
vencido! Y como podia dejar de esperar en la
misericordia divina, y o , el ángel custodio de
esta alm a, que despues de haberle acompaña­
do en su peregrinación por la tierra ? me he
ligado á ella con una unión íntima y sagrada
que vengo á justificar al pié de este tribunal
cuya clemencia invoco?»
Mientras el ángel custodio concluía este dis«
curso, Salauas habia h u id o , á la vista de mil
r e bliGU-tj V « o r .il no E !,|:.i» a ”
364
millones de elegidos que parecieron en el cie­
lo con palmas en la m a n o , y que se postra­
ron al pié del trono del Hombre-Dios. Hasta
la Virgen Santísima no se desdeñó de interce­
der con su hijo en favor de Napoleon. A pe­
nas habia abierto su augusta b o c a , obtuvo lo
que pedía, y volviéndose hacía Nopoleon:
“ Héroe ilustre, le dijo, que habéis defen­
dido mí causa y la de mi h ijo , bendecidle
por baberos castigado en aquel mundo de m i­
serias / hasta en el trono, tributasteis á vues­
tra madre lo que le debíais: fuisteis un buen
hijol Vuestra vida, breve en la tierra, será
larga en el cielo. Habéis sido purificado en el
crisol de la desgracia. Vuestro destierro, vues­
tra última em fermedad, durante la cual os
babeis humillado y arrepentido, la indulgen­
cia plenaria del sumo pontífice que habéis
solicitado y recibido con el espíritu de la íé9
vuestra penitencia , vuestro amor á mis sacer­
dotes , os han calvado. 13n héroe siempre dis­
puesto á derramar su sangre por la patria^ lo
está también á verterla por Dios» La confusión
era general: viles retóricos avasallaban la Fran­
cia y la deshonraban, pretendían regirla $ to­
do era mentida y charlatanería cuando apa-
B ll; l 'J > : ,1 V í C C '\ :l .J e E h .him
562
mecisteis vos con vuestra espada. En vatio osan
disputar sobre la preferencia de las gerarquias;
el sacerdote debe marchar delante, como es-
presion la mas sublime del sacrificio; en pos
de ¿1 debe venir el guerrero. El sacerdote es
la víctima religiosa, el guerrero la víctima
social. Basta tener corazon para comprender
esta verdad. Los que la niegan son unos im­
postores- Los reyes de Francia y los demas
monarcas católicos se han sostenido en sus
tro n o sj mientras han respetado esta alianza
del sacerdote y del guerrero* Vuestra gloria,
Napoleon, consiste en haber restaurado esa
política que fué la de Gostantino y de Garlo-
Magno. Venid pues, amigos de los sacerdotes,
á la Gorte de su Dios, á tomar posesion de
Tuestro trono por toda la eternidad I! I
im h m b b t o a im w iw w .
365

^Documentas Justiíicaítuas.

DlíL

Señor general conde de Montholon al


Señor caballero Antonio de Bean -
terne .

SEÑOR Varias veces me ha preguntado


Vd. mi opinion acerca las creencias religiosas
del gran hombre á quien he cerrado los ojos.
No he juzgado coaveniente contestar: Vd. no
ignora la causa de mi silencio. Su carta de Vd.
fecha 6 diciembre me obliga á romperle y á
enmendar unos errores á los cuales la reputa-
cion que goza Vd. de escritor concienzudo po­
dría dar importancia.
Napoleon como hombre, era creyente. Co­
mo soberano miraba la religión como una ne­
cesidad, como un medio poderoso para gober­
nar.
Uno de los primeros actos de su advenimiento,
366
al poder, fué la restauración de los altares de­
molidos por la tormenta del año 4 793, llamar
á lo s sacerdotes en el seno desús ovejas, y co­
locarles bajo el egida protectora de una ley
fundamental del Estado, el Concordato de
-1801.
Jamas ha dicho rjue el Concordato fuese el
error mas grosero de su reinado.
Jamas ha pedido á la Santa Sede la autori­
zación para suprimir en Francia ó en Italia
los conventos, ó enagenarsus propiedades. Los
conventos habían cesado de existir y sus bie­
nes habian sido vendidos en Francia y en la
república Cisalpina, mucho tiempo antes que
Yolviese de Egipto.
El casamiento de los sacerdotes nunca ha
sido objeto de un tratado entre su gabinete y
la Sede apostólica. Echándole en rostro el cé­
lebre Fox el que no hubiese hecho de ello
una condiciondel Concordato, tuvo la siguien­
te contestación: f iTenia y tengo necesidad
de pacificar, y las llagas teológicas se cica*
trizan con agua bendita y no coa aceite hir­
viendo. fí
E l rapto del Papa es un hecho personal del
general AJiolis, que no fué previsto ni manda­
do por el emperador.
567
Una parte notable de Ja correspondencia e n ­
tre Napoleon y Pió VII, desde 4 805 hasta 4 809
ha quedado inédita. Lo siento. Aquellas cartas
justificarían las opiniones religiosas del em pe­
rador y de sus planes, como gefe del Im perio
de Occidente, para la gloria y la prosperidad de
la iglesia Católica.
Las querellas entre el gabinete de la Tulle-
rias y la Santa Sede no nacieron de una cues­
tión religiosa, sino meramente política. Da­
tan del año 4 805, época en que las escua­
dras de la tercera coalicion amenazaban Jas
costas de la Italia con un desembarque Anglo-
Russo.
E l armamento de Ancona formaba parte
del plan general de defensa de Italia. El em ­
perador encargó á su embajador en Roma que
lo pidiese al gobierno del Papa?y presentó un
tratado de alianza oíiensiva y defensiva entre
el rey de Italia y la corte de Roma, E l Papa
se escusó respondiendo q u e : ( í como padre de
los creyentes no podía aceptar ninguna alian­
za contra sus hijos^ y que no podía hacer la
guerra á n a d i e . E l emperador replicó : i£ La
historia de los papas está llena de alianzas
con los emperadores, y los reyes de Espa­
368
ña ó Francia. Julio II mandó eje re i Los; en
\ 7 97, siendo general be derrotado el ejercito
de Pío V I, que peleaba en las filas de los aus-
tricos contra la república francesa, y puesto
que en nuestros dias las banderas de San Pe­
dro han podido ondear santamente al lado de
las águilas de Austria, pueden también ondear
en las murallas de Ancona, como aliadas de las
aguilas francesas. Sin embargo por respeto á los
escrúpulos del Santo Padre, convengo en que
el tratado de alianza sea tan solo para el caso
en que nos acometan los infieles ó bereges. **
Los acontecimientos se sucedían con rapi­
dez en aquella época de guerra á muerte en­
tre la Inglaterra y la Francia, Era menester
que Ancona fuese ocupada á toda costa. Deses­
perado el emperador de alcanzar nada de la
santa sede, y dominado por el ínteres de salvar
sus Estados de Italia, mando á la división Mi-
olis que pusiese guarnición en Ancona y ocu­
pase militarmente las Marcas (4) y las legacio­
nes. El Nuncio salió al instante de París, y ape­
gar de ser ministro de la mas insignificante de
las potencias temporales, declaró sin titubear, la

(i) Se da este nombre á la frontera de A n con a.


369
guerra al coloso d<;l imperio francés. Ñapo*
león mandó á su embajador que no saliese de
Roma, y que afectase que no se habia verifi^
cado ningún cambio en las relaciones diplo­
máticas.
La batalla de Esling dio una esperanza pa-
sagera á los enemigos del Emperador. E n Ita­
lia el descontento popular estalló con violen-
ciaj el grito de mueran los franceses ! El ge­
neral Miolis contaba con pocos millares de ba­
yonetas , esparcidas en una estension de mas
de sesenta leguas y custodiaba á Roma conme»
nos de 4 500 hombres. Su posícion era en estre­
mo critica, y no viendo otro medio de salva­
ción que la desobediencia á sus instrucciones
no retrocedió antes la terrible responsabilidad
de violar la santidad del Vicario de Jesu-Grís-
to, y se llevó al Papa en medio de la noche y
le hizo conducir á Florencia. E l rayo no es
mas pronto en sus efectos; á la efervescencia
amenazadora de la víspera, sucedió el mas
profundo estupor en las plazas publicas y en
las montañas.
La gran-duquesa de Toscana, no quedó tan
sorprendida de que un general osase desobe­
decer á sa hermano, como espantada de la
570
responsabilidad que tendría; si el Papa per­
manecía en Toscana; despachó un correo lra¿>
otro al cuartel-general francés y pidió con
instancia al general Mío lis que hiciese llevara]
ilustre prisionero á los países litorales de loa
estados de Genova. El general Miolis consintió
en ello y el Papa fué conducido á Sayona.
El disgusto del empeaador fue impondera­
ble j comprendió al momento todas las co n ­
secuencias de aquella prisión; sus convicciones
religiosas no quedaron menos alarmadas, y su
primera determinación fué mandar que al ins­
tante fuese llevado de nuevo el Papa á Roma,
Mas las ilusiones del general Bonaparte, los
proyecto» del emperador, vieron en el rapto
del Papa, la posibilidad de su realización» De
las tres dificultades que se habían opuesto á la
unidadiialica , dos habían sido superadas por la
voluntad del emperador; la tercera á cuyo as*
pecto aquella voluntad casi magica se creía im ­
potente, (laresidencia de los Papas en Roma)
acababa de desaparecer, Una de las combina­
ciones del destino que no se pueden esplícar,
trasladaba la cátedra de S. Pedro, desde las ori­
llas del Tiber á las del Sena. París iba á ser en
adelante la capital del grao imperio; y la re-
374
sidencía del soberano pontífice de 80 millones
de catolicos. El poder espirilual de los Papas
se engrandecería naturalmente con el apoyo
de la omnipotencia temporal del emperador,
y volverian los bellos siglos de Ja Iglesia. La
traslación del Papa era un gran paso para la
fortuna del imperio. Napoleon le aceptó; se
hizo culpable; es cierto, pero á lo menos es i n ­
dudable que fué contra su voluntad el que se
atentase contra la santidad del gefe de la igle­
sia. La carta que en aquella circunstancia es­
cribió al Obispo de Nantes lo justificaría en
caso de necesidad ; Señor Obispo} R. no
debe inquietarse por nada: la política de mis
Estados está intimamente enlazada con la
conservación y poder del Papa , Es ínteres
mió que el Papa sea mas poderoso que nuncam
Jamas tendrá tanto poder como el que mi po„
litica me obliga á concederle.
El rapto del Papa pues no fue un acto de
la voluntad del emperador. Es uno de aque­
llos accidentes funestos que acontecen á me­
nudo en política, lo mismo que en el curso de
la vida.
Napoleon comprendía los intereses de la
iglesia, y los unía constantemente á los de la
B i b l o '. e i . i N a c o - j I 'J e E ^ j i m
372
corona* La iglesia católica le debe todo el po­
der que lia adquirido en Francia desde 40
años á esta parte.
Napoleon lia muerto como lia reinado y
como ha vivido. Su testamento lo atestigua
así á la historia : empieza con estas lineas;
Muero en la f'eligion? católica7 apostólica
y romana , en la que nací hace cincuenta
años .
llabía pasado 39 noches á la cabecera de 5»
caro a,, sin que hubiese querido p e rm itir, ni á
m i compañero de destierro, el general Ber­
trand, el que me reemplazase en aquel piado­
so y filial servicio^ cuando en la noche del 29
al 30 de abril, fingió sentir de mi cansancio, y
me obligó á hacer que viniese á reemplazarme
el sacerdote Vignaii. Lo mucho que insistió en
esto el em perador,,me persuadió de que lleva-
va en ello otro objeto,, y como me permitía
hablarle como si íbera mi padre; me atreví á
manifestarle lo que opinaba de tanto ensistir,
y me contestó sin vacilar; „ Sí, pido al sacer­
dote y no al montañés corso. Haced que me
dejen solo con él y no digáis nada*u Obede­
cí y llevé inmediatamente á su presencia al sa­
cerdote Vignaii, á quien previne que iba á
573
ejercer su santo ministerio. Hacia las cuatro
salió el capellan, y volví á entrar yo.
No me ecsigirá V. ciertamente el que repí­
ta aqui la conversación que tuve entonces con
el emperador, permilienuome que me limite á
manifestar á V , mi convicción. Las meditacio­
nes del genio prodigioso de Napoleon no h a ­
bían borrado de su animo las impresiones re­
ligiosas de su infancia} al contrario las habia
desarrollado como creencia, y si algunos actos
de su reinado parecen contradecir esta verdad,
es porque, como estaba acostumbrado á so­
meterlo todo á las ecsigencias de su amibicion
realj mandaba en este caso á la religión ^ del
mismo modo que eaponia diariamente su vida
ó dominaba sus pasiones.
Pí»r orden del emperador rezó el sacerdote
VignalL
o las oraciones de los adonizantes
o en la
capilla de Longwood, y celebró el oficio divi*
no en Santa Elena coo toda la solemnidad
posible.
Reciba "Vd. S r., mis protestas de que mB
creo muy honrado en ser
Su humilde y obedienlisimo servidor
F. Monlholon.
57#
Esta carta concebida en un estilo lan ele-
gante y tan rápido, es un documento precioso
para la historia-
E l hecho mas grave, mas constantemente
citado oontra el emperador, y que realmente
seria un borren para su creencia, este hecho,
se ve en él, sino justificado del todo, aclarado
á lo menos y considerablemente atenuado por
una retractación formal, cuyos principales ele.
mentos voy á insertar.
il El emperador no ha dado la orden de l
prisión del P apa . Sus convicciones religiosas
se alarmaron por ello ; su primer movimiento
fu é de volver al instante el Papa á Roma;
pero el Papa era un obstáculo á la unidad
italica ♦ Este obstáculo acababa de superarse
por una de aquellas combinaciones del desti­
no que no se pueden tsplicar : Napoleon ad­
mitió el destierro del Papa como un gran pa­
so para su fo rtu n a : j u é criminal en ello.
Todos los que lean estas esplicaciones, esta
retractación con buena fe, con atención, no
podrán menos de reconocer un documento
emanado del mismo Napoleon, Pensamiento,
estilo, concepción, todo es suyo. Es una con­
fidencia; es mucho mas; es la confesion de un
575
amigo á su amigo, el cual condenándose á si
mismo, se familiariza con la idea del arrepen­
timiento y de una absolución necesaria : pare­
ce que el emperador se dispone de esta suerte
ú una confesion mas solemne que quiere h a­
cer un dia á los pies del juez único que tiene
el derecho de rccibirlá en su sinceridad. Que
boca, sino la de Napoleon, ha podido jamas
pronunciar palabras como estas: ,, Unidad itá­
lico., combinación del d e s t i n o ? Que lengua­
je gigantesco! Ved ahí las escusas del orgullo­
so que tuvo la temeridad de dar k su hijo el
título de rey de Boma. Puede darse una con­
dena de su orgullo mas esplicita que la que
resulta de las frases siguientes: el general Mió-
lis no ha retrocedido ante la terrible respon­
sabilidad de atentar á la santidad del F i­
ncarlo de Jesu-Cristo. He faltado en aceptar
las consecuencias de estepaso.(i Si se confron­
tan aquellas palabras con estas que se leen á ca­
da página en el diario: “E lP apa era un venera­
ble anciano} no le he querido mal, no se le he he\
cho;le he tratado b i e n Quien no ve en ello las
señales de una idea religiosa? Digamos mas aun;
es preciso reconocer en este lenguage la voz de la
conciencia, el remordimiento de un cristiano]!1
376

C A RTA
DEL

CABALLERO DE BEAUTERNE

al Señor General} Conde de Montholon.

MI GENERAL. — Con que persiste Vd. en


callar al público las palabras siguientes, que
son tan tiernas, tan dignas de pasar é la pos­
teridad I
,, Soy feliz (le dijoá Vd. Napoleon) por que
j,h e cumplido con mis deberes ¿ os deseo ge*
?jiieralj á la hora de vuestra m uerte, la mis*
jjina dicha j harto la necesitaba. Ya veis, soy
„ italiano , hijo y discípulo de Córcega, no he
w practicado la fe en el trono ? porque el po-
jjd er aturde & los hombres, pero la he tenido
siempre. El sonido de las campanas me
77place y y la vista de up sacerdote me con-
w mueve. u
Porque p riv a r, mi general, á los antiguos
compañeros de armas de Napoleon de este con­
377
suelo ? tan sublime como sus arengas militares
que les transportaba al campo de batalla y les
hacia volar á la m u e rte , á la vitoria, Ignora­
mos los designios de la Providencia,, la que
ha dispuesto tal vez que el lecho fúnebre de
Santa-Elena fuese como una cátedra donde se
predicase su gloria! y querría Vd. detener tan
solo para si este eco religioso, haciendo que
fuese perdido para los demas? Si la muerte le
sorprendiera á V d.? esto quedaría ignorado
y nadie se atrevería á afirmar la verdad.
Mi obra es de educación , y las palabras de
Napoleon no son únicamente frases, si no sen­
tencias y asiomas de moral. La juventud verá
en ellos una lección, un objeto de reflecciones
y un modelo que imitar.
Permítame Vd. á lo menos, mi general, que
aííada estas cuantas lineas á Ja relación de Vd.
bajo mi responsabilidad.
Personas que la han sabido por Madama
Bertrand me han asegurado, que el empe­
rador no tan solo habia recibido los sagra*
mentos> sino que se habia ocupado de la reli­
gión en los últimos instantes de su vida; y que
tan solo en el corto delirio que precedió á sq
muerte pronunció las palabras ejército y batalla*}
íiiT'l cicc:': Na- n-n :o L ^ . i^ n
378
que su ultimo movimiento fue juntar sus ma­
nos en actitud suplicante, esclamando al pro­
pio tiem po; Dios mío!
Suplico por fin á V d ., mi genera!, que se
sirva esplicarme como es, que el dotor Au­
tora marchi pone en el 3 de mayo «na entre­
vista religiosa del emperador con el sacerdo­
te Vignali. Le acompaño á V d. los estrados
de las memorias del dotor.
Tengo el honor etc.
De Beauterne .

CARTA
DEL

CABALLERO DE BEAUTERNE

al Señor C onde Moniholon.

SEÑOR CONDE. — La aclaración que he


tenido el honor de pedir á Vd. en nuestra
primera entrevista, concerne únicamente el
hecho religioso 7 de si Napoleon habia pedí-
379
rio o no el Oleo y recibido el santo viatico*
Al darme los pormenores cuas ecsactos sobre
este parúcular, me ha dicho Vd. que el sa­
cerdote Vigniilíj que administró los sacramen­
tos al emperador, redactaba un diario de los
dichos y hechos religiosos de Santa-Elena^ dia­
rio conocido del em perador, que loleia aun
y enmendaba cuando era necesario. Vd* ha
tenido en sus manos este documento interesan­
te 7 que según V d . , el sacerdote Vignaii debió
de entregar á su regreso en E u ro p a , á S. E*
el Cardinal Fesch. Vd. ha tenido la bondad
de prometerme que escribiría al Cardinal pa­
ra reclamar para mi una copia del mismo. E l
hecho de que me ocupo eselusivamente en es­
te instante quedaiia con esto completamente
aclarado y á satisfacción del mundo cristiano*
Recibiré con suino placer el documento que
me leyó Vd., por el cual queda justificada
por Vd. la diplomacia y política del empera­
dor de toda nota de impiedad ó de ódio sis­
temático del clero*
Pero no dejará Vd. de conocer que es indis­
pensable citar las palabras textuales de Napo­
leon, tales como Vd. me las ha comunicado
verbalmentc, para conseguir el fin que me
580
propongo. En cuanto al escrúpulo poco fun­
dado que hace titubear á Vd.? solo le diré áV d.
una cosa muy sencilla, pero decisiva. La pu­
blicidad , esta ley de la ecsistencia, se ha he­
cho una necesidad honorífica, y hasta un
deber para todos desde la publicación del
Evangelio. Todos la aceptan, mas con la sola
diferencia de que los reyes y los grandes del
mundo la sufren y los pequeños la invocan;
lo que se verifica sobre todo en la circuns­
tancia actu al, en que se traía de un persona*
g e , cuyos pensamientos 7 palabras y acciones
han sido divulgados á la Europa entera por
los que le han rodeado. P o r q u e motivo pues
Callaría Vd. algunas frases que tal vez intere­
san tan solo á la gloria moral del Emperador,
y que por consiguiente deben publicarse.
Tal es por lo menos mi parecer.
Me repito etc.
Mi general,
S. V. y O. S.
E l caballero de Beauterne*
DEL

CONDE DE MONTHOLON.

SEÑOR- — Me he apresurado á escribir á


S. A. el Cardinal F e sc h , según el deseo que
Vd. me ha manifustado, para pedirle copia de
los procesos verbales que ha debido remitirle
el sacerdote Vignali. Antes de recibir la con­
testación de S. A. el Cardinal, ningún otro d e ­
talle puedo añadir al hecho sobre el cual Vd.
me ha preguntado para el ínteres histórico, y
al que he contestado, comunicando á Vd. el
primer párrafo del testamento del emperador»
que debe disipar toda:* las dudas de los incré­
dulos acerca los sentimientos religiosos que do­
minaban al emperador en sus últimos momen­
tos y que estoy profundamente convencido
que fueron ios de toda su vida.

E l general Montholon.
382

Contestación,
SEÑOR COJSDE. — Tengo el honor de
anunciar á Vd. que no puedo retardar por mas
tiempo mi publicación. La última calla de V.
me hace esperar nuevos pormenores, sin duda
inéditos. Mas supuesto que aguarda Vd. de
Roma para dármelo, el proceso verbal del sa­
cerdote Vignalij y que este no ha llegado aun¿
tenga á lo menos la bondad de no retardar
por mas tiempo el dirigirme una carta que
contenga todo lo que Vd. sepa por Vd. mis­
mo de las circunstancias religiosas de la m uer­
te del emperador j con el permiso para anun­
ciar la carta inédita de Vd. Como podia yo
presumir, que Vd. no reproducirla todo lo que
lia visto y oído, y sobre todo que omitiría las
palabras admirables que el emperador profi­
rió al pedir los ausiüos de la iglesia, y que
callaría V. la satisfacción llena de una fe tan
viva que esperimentó despues haber recibido
los consuelos celestiales? De que sirve, en efec­
to , publicar otro y lo que toda la Europa sa­
bia ya?
585
Desgraciadamente liay en la vida de N apo­
leon hechos que son incompatibles con la fé
católica, y que desgraciadamente también
han adquirido la mayor publicidad. Se que de
su espontanea voluntad , y esUndo en el tro­
no ; ese grande hombre desaprobó publica­
mente procedimientos que lian asombrado á
loda la cristiandad ¿ mas hoy se trata de per­
feccionar esta reparación y poner en ella el
último sello j oponiendo á esas culpas graves;
é indicando á la posteridad lo q u e el em pera­
dor hizo en su muerte como cristiano que
queria disfrutar del sueño de los justos, en su
reconciliación sincera y perfecta con la Iglesia.
La palabra de V d ., es suficiente para mí y
para todos las personas despreocupadas/ mas
no se puede decir otro tanto respeto del vul­
go que quiere juzgar por sí mismo, ni de los
incrédulos ó del partido religioso que se titula
tal, ni de los ánimos propensos á las dudas
peligrosas ó á las malas creencias. Nada les
ilustrará mejor que aquel diálago, ó mas bien
aquel monólogo, sublime como la fé, de la
cual fue Vd, testigo en la triste y solemne no*
che en que vuestro gran Napoleon, el Dios de
la guerra, se decidió á humillarse á los pies
5$íí
de un ministro del Dios de paz para recibir
en su aposento fúnebre de Santa-Llena lodos
los sacramentos de los moribundos.
Sírvase hacerme llegar su última contesta­
ción y recibir etc.
E l caballero de Beauterne .

La imparcialidad me obliga á poner á la


vista del lector la siguiente carta del gene­
ral 7 Conde de Montholon, en la cual defien­
de á los Señores, Conde de Las Gasas y al ba­
rón G ourgaud:

-
-
■--
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--ti » -
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--

CARTA DEL GENERAL,


CONDE DE MONTHOLON

al Caballero de Beauterne .

Cindadela de Ham.

SEÑORt — Recibí ayer la carta que se ha


servido Vd. escribirme, dirigiéndome algunas
pruebas en hojas sueltas de la obra de Vd. titu-
385
Jada, conferencias religiosas de Napoleon .
Agradezco á Vd. el aprecio que dispensa
Vd. á mi opinion, y paso á leerlas con el m a­
y or Ínteres.
Pero ante todo permítame V. que le mani­
fieste mi pesar por los sentimientos que tiene
V* sobre los señores Gourgatid y de Las-Casas,
á quienes debo como á compañeros de destier­
ro el rectificar la opinion de V. sobre el m o­
tivo de su partida de Longwood , acaecida en
4 SI 9 la del general Gourgaud, y en 4 816 la
del Sr, de Las-Casas. £1 general Gourgaud no
lia abandonado al emperador como V. supo­
ne ¿ lia marchado de Santa-Elena con su co n ­
sentimiento y encargado de una misión im ­
portante; y seria mas que injusto el atribuir á
otro motivo su regreso á Europa. Por lo que
toca al Señor de Las-Casas, es tal vez una ne­
cedad de mi parte el intervenir en lo qne le
concerne, sobre todo, despues que su hijo ha
creído, (porque no me dispensaba el h on or de
contarme entre sus amigos) deber omitir mi
nombre en su relación déla muerte del em pe­
rador (diario de la fragata la Eelfe Poule);
Sin embargo aun cuando debiese merecer ese
reproche, no puedo menos de decir á V. que
B ib io:c-c;¡ N .ic io n .i c e t s p n - . i
386
según mi convicción intima, el afecto del Con­
de de Las-Gasas hacia la persona del empera­
dor ha sido sin reserva.
Sírvase V. apreciar en todo su valor los
hechos que tengo la satisfacción de acabar de
manifestar á V,, y si fuere posible que las no­
ticias contrarias que V. tiene le llevasen á creer
que me he dejado extraviar por mis sentimien­
tos personales hacia mis antiguos compañeros
de destierro, recuerde V* en esta ocasion aque­
lla mácsiraa : abstente de ju zgar en las cosas
dudosas .Tengo la satisfacción etc.
h* Montholon.

al 0 r. contic iré íHontljolnu


EN HAM.

Mi general: Me apresuro á contestar á la re­


clamación de V., empezando a declarar que
en lo que he publicado, no he sacado de V,
sino lo relativo & las ideas y fe religiosa del
587
emperador. Preguntando al Sr. Marcliand so­
bre el mismo asunto y refiriendole lo que sa­
bia de V. me decia : „ nadie puede contrade­
cir la palabra del conde de Montholon, que es­
taba continuamente al lado del emperador y
en su mayor intimidad y gracia . u El señor
Marchand me ha dicho también que creía te­
ner muy presente, haber visto al general Ber­
trand salir del aposento del emperador enco­
giéndose de hombros y murmurando entre
dientes: es un capuchino. El Señor Arthur
Bertrand en una carta, escrita con mucho ta­
lento, que se lee en el suplemento del Conste,
tucional del domingo pasado, dice que su her­
mano preguntaba „s¿ un gran mariscal era
mas que un emperador. Que confesion tan sin­
cera! Que verdad salida de la boca de un ni­
ñ o / Cuanto deberá haber afligido
O al Ogeneral
Bertrand esta equivocación/ estoy seguro mi
general, de que el hijo de V. jamás tuvo la
idea de creer á V. superior á Napoleon.
Pero pasando á hablar de los señores Gour-
gaud y de Las-Casas, debo acaso declarar que
no he recibido de V. los pormenores en que
me fundo para apreciar su conducta? La auto­
ridad de V. es grande1 mi general, pero tengo
bic-lio:ec¿3 \ j c i o r \ i i d e t s p - in a
588
otra m ayor y esta es la de los hechos consu­
mados. No, los Señores de Las Casas y Gour­
gaud no se lun marchado de Santa-Elena por
disposición del emperador y por cariño á su
persona, y seria una falsedad indigna de un
hotubre honrado suponerlo asi* Sobre este par­
ticular remito á estos señores á su propia con­
ciencia; yo creería ofender al emperador y
dañarle indirectamente, si no dijese la verdad
en una circunstancia tan delicada, puesto que
el emperador hubiera faltado á sus anteceden*
tes, á su caracter, al honor, á la justicia, si no
teniendo motivo de queja contra del señor
Gourgaud, le hubiese ajado con la omision in­
famante de su nombre fin su testamento, m o­
numento inmortal del corazon v del alma de
aquel grande hom bre!
E n cuanto al señor de Las~Casas, basta leer
con atención el Diario para persuadirse de la
verdad. He aqui palabra por palabra la rela­
ción del mismo señor Las-Cartas :
,, He confiado una carta á un criado que
dejaba mi servicio para ir á Inglaterra. Como
nuestras cartas debian pasar por las manos del
gobernador que tenia el derecho de leerlas,
corría riesgo de ser enviado otra vez á Ingla-
B l;l c'.ecü N j c i ü - j I de E b p .ru i
589
térra, sí este criado, que por otra parte se ea-
ponia al castigo mas grave, me hubiese hecho
traición. Llevo mi carta &Hudson-Loowe. Este
y ino á sacarme de un modo brutal de Long.
wood. Tan pronto como el emperador sapo
de que se trataba, dijo: „no, Las-Casas no ha
escrito ni entregado esta carta , porque no es
ni loco ni imbécil; si lo hubiese hecho, hu­
biera pedido mi consejo, y en tal caso no nos
hubiéramos valido de quien vale mas que un
esclavo que injaliblemente debia hacernos
traición. fi
Hudson-Loowe determina mi partida de la
isla (continua el señor de Las-Gasas ), y yo rae
irrito y protesto. Hudson-Loowe, asustado por
su responsabilidad, me ofrece devolverá Long -
wood , é yo me niego ; mi honor estaba y a
mancillado; Hudson-Loowe replica: „ q u e su­
cede pues en Longwood! la sociedad del em ­
perador debe ser muy terrible / ei He ahí la
narración testual del señor de Las-Gasas, quien
ha crcido apartarse de Santa-Elena, para vol­
ver a Europa con una apariencia de franque­
za, con protestas de fidelidad, y con 1» inser­
ción de la carta de despedida del emperadorf
dictada por la política j por la indulgencia
590
que le era natural . Pero hay otra prueba cu­
riosa de la fidelidad del señor de Las-Casas,
suministrada también por él mismo en su Dia­
rio; „ el general Bertrand, autorizado con un
permiso del gobernador, se me presenta, me
solicita me conjura con todas Jas razones ca­
paces de conmover mi sensibilidad , á volver
al lado del emperador, al cual soy necesario y
que no puede pasar sin mi; pero persisto en
irme de Longwood, ó á lo menos en volver á
no ser por orden form al del emperador.ei El
general Bertrand^ vuelve al emperador el cual
responde: E l emperador verá con el mismo
placer al Sr. de Las-Casas volver á Europa ó
á Longwood. u Esta ironía no desengañó al
señor de Las-Casas. Insistió y sin embargo se
atreve aun á asociarse á la fidelidad de los
SS. Bertrand, Monlholon y MarchandI**
Tales son los hechos, mi general, que son el
fundamento de mi opinion poco favorable
para el Sr. de Las-Casas suministrada por él
mismo que cuenta esos hechos de consuno
con el Sr. 0 J Meara. Consiento no obstante en
concluir con aquella refh-csion magnanima,
que se le escapó al em perador, y que copio
palabra por palabra de O" Meara,<£ No puedo
B 1)1 e le cü de Esp\in:i
591
esplicarme la conducta de Las - Casas, si no
suponiendo que el peso de nuestras afeccio­
nes y la triste situación de su hijo condena­
do á morir de una enfermedad incurable le
han conducido á ese estremo!
Añado, mi general, porque lo se por bue­
nos autores, que estos dos señores dicen que
es V. ei que los separó de la compañía del em ­
perador, lo cual significaba que el infeliz Na­
poleon, reducido á pedir todos los dias la fir­
ma de V. y su cariño por causa de los que sin
cesar se oponían á sus deseos y á su voluntad^
no era tampoco libre de maoifastar su satis­
facción* Por Gn, loque me indispone centra el
señor Gourgaud y el señor de Las-Casas es, que
el primero consultado por mi, me ha insinuado,
que él era mas cristiano , mas religioso que el
emperador, en términosque habiéndole sorpren­
dido en su cuarto un domingo, leyendo la Bi­
blia, el emperador se habia burlado de él. En
cuanto al Sr, de Las-Casas, me ha escrito que
na podia decir, íi el emperador era ó no cris­
tiano, porque no tenía convicción formal sobre
este punto. Verdad es que en el Diario se lee
el pro y el contra} loque por cierto no está en
e! genio de Napoleon. Por otra parte, el Sr. de
592
Las-Casas permaneció tan poco tiempo en San­
ta Elena, que es fácil concebir, que> no pudo
conocer sino muy .superficialmente al empe­
rador, como resulta de la lectura del Diario.
P o r lo demns, mi general, si V, lo desea, in­
sertaré su. reclamación en los documentas jus­
tificativos.
Espero qne las ideas religiosas del empera­
dor, que he recogido de boca de V. y que le he
leido á V. en parle, le causarán mas satisfac­
ción en la ciudadela de Ilam , que en su m o ­
rada del Luxemburgo*
Presento mis respetuosos homenages al no­
ble prisionero, á cuyo lado la fidelidad ha co ­
locado á V. Su actitud rn la Camara de los
Pares que la ha realzado á los ojos de todo el
mundo, ha ,sido ia de un sobrino del empe­
rador.
Tengo el honor, etc.
Mi general.=Su humilde y obedlentísimo
servidor
E l caballero de Beauterne .
393

Jíí'.I,

al Seiíor caballero de Beauterne ,

( Ciudadela de Ilamy á 30 de mayo de 1 8 4 1 )

~ r-

SEÑOR* He leido con mucho interés el fo­


lleto de V, tituladlo : Sentimiento de Napoleon
sobre la divinidad de Je$u-Cristo9 y no creo
que sea posible espresar mejor las creencias re­
ligiosas del emperador.
Remito íi V. con las espresiones del mas fi­
no agradecimiento, las cartas que Madama
Fontanges ha tenido la bondad de confiar á
V. para que fuesen leídas en Ilam. Sírvase V,
presentarle los homenages y las gracias de los
cautivos hácia los cuales ha tenido Ja com­
placencia de conservar un recuerdo.
El principe acaba de publicar algunos estrac.
tos de sus trabajos bajo el titulo de Jragm en-
59 V
tos históricos 4688 y 4 850. Manda rem itirá
V . un ejemplar de elhjsj me encarga que lo
panga en su noLicía, y se promete que V. verá
en este recalo un tcfslimouio de los sentimien­
tos que la lectura de las obras de V. le han
inspirado.
Cuando he leído la opinion de V* sobre el
Sr, de Las-Casas, he practicado un acto de ca­
ridad cristiana, escribiendo á V. que en mi
opinion los sentimientos qne le habían erndu-
cido á Santa-Elena, como asi mismo la con­
ducta que ha observado eíi los pocos meses
que allí ha residido, habían sido testimonios
d e un rendimiento igual al que 58 años ante?
te habia llevado ú CobienU en seguimiento de
la señora piiucesa de L'miballe y del Sr. Con­
de ríe AttmV} pero no he procurado , ni pro­
curaré esplicar los motivos que le han impe­
dido á volver á Longwood\ cuando Sir liad-
son Lowe se lo permitió)pues ni los conozco,
ni los concibo.
Del mismo modo escribiendo á V. que la
misión confiada por el emperador al general
Gourgaud, es un hecho incontestable, y qne
el general ha seguido al emperador con igual
entusiasmo al deslíen o y á los campos de ba­
i 1B bl o lecü N jc io - ü I de t s p ü n a
595
talla he querido combatir en cuanto depen­
diese ríe mi tas acusaciones groseras acogidas
con demasiada ligereza por el espíritu de p a r­
tido, y que han Mdo escritas en un libelo pu­
blicado por sir W alter Scoot, bajo el lilulo
falaz de historia de Napoleon .
Me creo bastante rico con el aprecio que el
emperador ha dispensado á mis servicios en
los seis años de su martirio, para no estar con^
denado á callar, cuando se trata de hacer jus­
ticia á mis compañeros de Longwood, sean
cuales fueren por olra parte los sentimientos
que manifiestan tener para conmigo, y si es
necesario., dejo á su propia conciencia el cui­
dado de vengarme de su olvido ó de sus pa­
siones.
Nunca podré creer que el general Gourgaud
h<iya en ninguna acusación desconocido nues­
tra confraternidad durante nuestro destierro
en Santa-Elena* En cuanto al Sr. de Las-Casas,
el diario de la Belle Paule me ha persuadido
de que bastan á veces las mas frívolas desave­
nencias para hacer olvidarlo todo, hasta desfi­
gurar la historia. lie leido su carta de V, al
principe quien se ha mostrado m uy sensible ^
la opinion que V* manifiesta sobre su conduc-
396
ta delante la camara de los Pares, y me encar
ga que lo ruegue á V. se sirva inscribirle en
el numero de sus suscritorus por cinco ejem­
plares de la obra de Y. que desea tener en las
bibliotecas de sus diferentes habitaciones.
Ayer líennos oido la misa por primera vez,
despues de nuestro cautiverio, habiendo per­
mitido el gobierno con motivo de la solemnU
dad de Pascua, que el cura párroco de Ilani
pudiese comunicarse cotí nosotros. No dudo
que se complacerá V- en saber que los senti­
mientos religifóOá del emperador son los m is­
mos que fu manifestado su heredero, al reci­
bir la asistencia del Sr. Cura párroco deH am ,
para comulgar, y pura el ejercicio de los d e ­
beres que le impune la religión.
Adioáj Sr. sirva.se, etc. F. Montholon.
----------—^ -------

Carta inédita de S . E . el cardinal


Fesch á la Sra. Vizcondeza de Fon-
tanges^ antigua dama de honor d t
la madre de Napoleon .

SEÑORA. líe recibido su carta de Y. con


el mayor reconocimiento en la circunstancia
■ B bl c l e c j Ncicior-¿il de E s p a ñ a
397
que fia hecho romper á V. el silencio que he
escusado, y que imponiéndome una circuns­
pección grande, me ha privado hasta ahora de
tener noticias de Y. Yo usaría de ella en lo su­
cesivo, si mis cartas no pudiesen convenirle
por algun motivo, sin que por eso quedase
menos convencido de los sentimientos de amis­
tad que V. conserva hacia las personas que
han apreciado siempre en V. ia sencillez y la
verdad tan poco comunes en el mundo.
La sumisión á la voluntad divina ha sido
para mi, en lo que nos acontece, mi apoyo y
fortaleza en un momento en que era preciso re­
primir Lodos los senüiiiiculos del corazonpara
comunicar a una madre un golpe semejante,
y para sostenerle y moderar por espacio de un
mes un carácter sobremanera concentrado en
un dolor el mas agudo, sin que haya podido
derramar una lagrima, y llegar con la ayuda
de Dios á preservarla de todos los sifilomas
que hubieran podido hacer temer por sus dias.
La carta de V* le ha proporcionado algun
consuelo, y me ha encargado que le diese á
V. las gracias por ello, puesto que su estado
no le permite contestar á nadie*
No hubiera temido V. molestarme, con sus
B hl c t e c j \ , i c i ü -,:;I d o E s p jn - :í
39S
cartas si hubiese V. conocido nuestro método
de vida; estamos aislados sin ver á nadie; tan­
to romanos, como estrangeros están escluidos
de nuestra sociedad y asi continuaremos basta
que Dios quiera. Segregado enteramente del
mundo, y dedicándome únicamente á las ocu­
paciones de mi ministerio, empiezo á desear
aquella paz que Un solo se puede esperar de
Dios.
Muy amenudo he rogado por Vd. en mis
oraciones: haga Vd. otro tanto por mí en las
suyas, que son mas Fervorosas, y no dude de
mi respetuosa amistad hacia Vd.
P» D. Me he hallado bastante embarazado
para contestar á su carta de V d.j ignoro su
dirección. Tenga VJ, á bien hacer que me la
d e n , si lo juzga Vd. conveniente.
Su afectísimo servidor
J 1 Cardenal JPesch,
R om a, 25 Agosto de 1821.
399

C A RTA
DEL

S¡2&©& St&OLQia&Hlk

Primer ayuda de Cámara del Empe


rador al Señor Caballero de Beau
terne .

SEÑOR. — No roe ha sido posible contes­


tar en estos dias, como rae proponía^ á la car­
ta que Vd. ha tenido á bien dirigirme. No he
escrito á Saint-Denis, porque he creido que
podía dar pocas noticias en el asunto que Vd.
desea conocer.
Creo mas conveniente dar á Vd. mis recuer­
dos, ya que el señor Conde Montholon le ha
suministrado á Vd. los suyos. Lo que me h a ­
ce creer en un acto religioso, es que hallán­
dome solo un dia cerca del em perador, en la
mañana del primero de m a y o , entró el sacer­
dote Vignaii, y me dijo que según le habia
K I; c '. e '. j \ . k cv:>l o.- — . l v h m
*00
comunicado el conde Montholon, el empera­
d or deseaba quedarse á solas con el. Cuando
el sacerdote Vignali salió del aposento volví
al lado del em perador, y le hallé com o de
costum bre, sereno y resignado, no dejando
penetrar nada d e ‘ lo que habia pasado. En
cuanto á la conversación que refiere el dotor
Antommarchi, se tuvo en el cuarto de dormir
ocho dias antes que el emperador lo dejara
para pasar al salón donde ha m u e rto ; yo fui
testigo de ella: esta conversación es ecsact»,
salvo la omision del disgusto que esperimenió
el dotor con motivo de su intempestiva jovia­
lidad en un momento tan solemne. No Lema
Vd. decir bajo mi responsabilidad, que fue
zurrado cotí vigor y como merecía.
Despues de esta conversación se erigió un
altar. Siento, señor, no poder dar á Vd. in­
formes mas estensos, por ser estos ios únicos
que conozco. (1)
Tengo etc.
Su humilde y afectísimo servidor
Marchando

(i) E sta carta es c u r io s a , en cuanto anuncia


nna n u e v a entrevista del sacerdote con Napoleón;
el señor Marchand me ha dicho por otra parte*
B ib rj[-:( a V h ic r\ i.
no\
que sabe q u e , aquellas entrevistas se habían tepe*
tido varias vec¿s en el periodo de la enfermedad.
Es un hecho gravísimo el negarse á recibir los
sacramentos de la iglesia; pues es una aposta sí a
formal j pero ai mismo tiempo es tnuy edificante)
ver á un gran pecador arrepentirse, y reconciliarse
coa su Dios, en an momento tan decisivo. El or­
gullo era el líaico obstáculo legitimo de Napoleon^
pero supo vencerle. Él entendimiento de Napoleon
era demasiado recto par¡j no conocer la verdad del
Cristianismo; era realmente demasiado grande pa­
ra ignorar que la verdadera grandeza consiste en
humillarse á Dios. El rey Luis XV en el termino
de su vida encontró un obstáculo terrible que por
poco le impide de recibir los sacramentos. EL ar­
zobispo pretendía que Madama Dubarry saliese de
palacio antes de pisar éi su umbral. El rey desea­
ba sinceramente recibir los ausílios de la religión 3
pero decia que no podia consentir en aquella cruel­
dad i por fin tuvo que conformarse. Cuando se h u ­
bo preparado, el arzobispo le llevo el Santo v iá ti­
co. Los médicos habían recomendado al rey que
permaneciese echado ; pero apenas a pare cid el san*
to sacramento, el rey se sentó en la cam a, hechó
su gorro de dormir y quiso arrodillarse. Todos los
cortesanos le detienen ¿ le suplican que se eche:
entonces el rey con una voz profundamente con­
movida que enternecía á todos los que estaban
presentes: Como, señores I esclamtí: Cuando D ios
*02
te digna entrar en casa de un perro cómo yo , m
me quitaría el g o r ro ! Esta anécdota me fue conta­
da por una tia mía á quien la refirió su marido,
testigo ocular y que habia muerto de la misma
en fe r metí ad que el rey. El seilor V atou t, que en
sus crónicas de los sitios reales cuenta la misma
anécdota , la sabe de mi y no d¿ el nieto de un jfi'
ñor de la corte del rey Luis como equivoca*
da mente afirma, á menos que este señor de lü
corte ciudadana no confunda el cargo militar di
ballestero de los reyes de Francia con una de las
grandes dignidades de la corona y no tome el nom­
bre de los Antonio de Beauterne por uno de esw
nombres ilustres i la par de los de nuestros reyes.
Como cabria tanta pretencion en nosotros que de*
beittos nuestra nobleza i Luis XIV ? E ste señor
intruso j de que habla el señor Vatout era uno dt
los dos cientos hombres de a caballo qué tenia el rtrj
L uis XV~y su ballestero , el mismo que tuvo este
último cargo ( q u e teníamos hace 300 años en
nuestra fam ilia ), en el reinado del rey mártir,
emperador Napoleon y por fin del rey Luis XVIII1
E l seííor Vatout ha cometido un error mas cra­
so a u n , haciendo décir á Luis XV t Que, señores'.
Cuando Dios se digna visita r á UN S E R TAN
PEQ U EÑ O C O M O Y O , no me quitaría nú gorro'
Este es el lenguage de los cortesanos de los reyes
de b tierra. Deseo que el señor Vatout pueda en
la hora de su muerte, hablar y obrar como Luis
KGS
XV* Que espectáculo sublime ver á un hombre
grosero y sensual, á un rey libertino, en aquel
momento supremo levantarse del cieno de su cor­
rupción , hasta el punto de hablar como cristiano,
basta parecer digno descendiente de San L u is , d i ­
ciendo con la fé de la C a r a n d a : Que, señores,
cuando Dios se digna entrar en casa de un perro
como y o , no me quitaría el g o rro ! í ! I ( Nota del
Autor )*

FIN

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