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TRANSFORMANDO MIS MARCOS MENTALES

“No es feliz quien no piensa que lo es. Sólo

hay un bien causa y fundamento de la vida feliz: creer en uno mismo” Séneca

Hace algunos años atrás, en la primavera de 1976, John Grinder y Richard Bandler luego de una
extenuante jornada de trabajo denominaron Programación Neurolinguística (PNL) a un conjunto de
saberes, intuiciones y conocimientos recolectados por ambos especialistas durante la primavera
Californiana.

La PNL como modelo explicativo trata de la estructura de la experiencia humana subjetiva; es decir cómo
organizamos lo que sentimos, vemos y oímos y especialmente “cómo revisamos y filtramos el mundo
exterior mediante nuestros sentidos” (O´Connor y Seymour, 2001). También aborda cómo el lenguaje
permite explorar dicho mundo y cómo las personas, intencionadas o no, reaccionamos con el fin de
provocar algún resultado.

Independiente del mundo exterior, usamos los sentidos para su delimitación y por supuesto, su
exploración.

El mundo es una infinitud de posibles impresiones sensibles y sólo somos capaces de percibir
una pequeña parte de él

O´Connor y Seymour, 2001

La pequeña parte que percibimos será posteriormente filtrada por nuestra experiencia personal y única,
compuesta por elementos culturales, valores adquiridos, creencias asimiladas, lenguaje propio, intereses
personales, suposiciones aprendidas, etc. Cada persona vive su propia realidad y actuamos en ella de
acuerdo a cómo la percibimos, el resultado de esto lo podríamos definir como “el modelo de mundo
personal”.

En este punto es fundamental detenerse y preguntarse lo siguiente;

¿Cuál es mi modelo de mundo personal?

¿Cuáles son los valores que le dan sentido a éste?

¿Qué creencias son las más importantes y que determinan mi actuar en concreto?

¿Soy realmente conscientes de ellas?


La realidad es tan amplia y vasta sensorialmente hablando, que para darle un sentido personal a ella
debemos simplificarla. Elaborando nuestros propios mapas vamos significando al mundo. No obstante,
es importante indicar que los mapas son selectivos, por tanto, no consideran toda la información cuando
“estamos” en ellos. Esto es crucial cuando expresamos que mediante los mapas exploramos la realidad.

Por ejemplo, cuando un deportista expresa; “sin los recursos necesarios, no lograré lo que quiero”, da
cuenta de un mapa empobrecido donde toda la responsabilidad de su quehacer deportivo está fuera y
por tanto, no es plenamente consciente de su propio actuar en los resultados logrados.

Distinto es cuando alguien se expresa que “a pesar de todo, lo voy a lograr”, pues aquí hay claramente un
mapa consciente de sus propios recursos y que, junto con valorarlos en la justa medida, asume plena
responsabilidad en su proceso de desarrollo deportivo. El tipo de mapa donde el lector esté ubicado
influirá en lo que observa, en lo que hace y principalmente, hacia donde quiere ir.

El mundo es indudablemente mucho más rico que las ideas o representaciones que tenemos respecto de
él y son los filtros los que actúan en nuestras percepciones para delimitar qué clase de mundo habitamos.
Esta delimitación dará como resultado un Marco Mental individual posibilitador u obstaculizador de las
opciones que las personas tienen en su vida y en el contexto deportivo. Esto es importante pues el Marco
Mental moldeará tanto las decisiones que se tomen como el desempeño que se vaya logrando.

Reflexiona y clasifiqua las siguientes afirmaciones, especialmente orientadas al ámbito del deporte, en
términos de adaptativas o desarrollistas o bien desadaptativas u obstaculizadoras;

“A pesar de todo, voy a conseguirlo”


“Es un lindo sueño, pero sólo es eso”
“Porque no tenemos nada, lo haremos todo”
“Los segundos lugares son buenos”

Ahora responde las siguientes preguntas;


¿Cuáles son las afirmaciones desadaptativas que más me digo a mí mismo?
¿Cuáles son las afirmaciones adaptativas que provocan un cambio positivo en mí?

De ahí entonces, es esencial reconocer en nosotros mismos cuáles son los elementos esenciales o filtros
de nuestro mapa mental que dan cuenta de la persona que soy y de los comportamientos aparejados a
dicha definición.

Son muchos los filtros que actúan consciente e inconscientemente en la conformación de los mapas
mentales. Nuestro objetivo en el presente libro, y debido a la extensión del mismo, es la identificación de
algunos de ellos, analizar brevemente cómo influyen en las personas y fundamentalmente, en los
ejercicios prácticos desarrollados provocar un cambio. Cuando un cambio ocurre en este nivel trae
aparejado una modificación de los supuestos fundamentales que dan sentido a la experiencia de vida de
las personas, es decir, ocurre una transformación de los marcos mentales en el individuo y con ello,
aparecen nuevas formas de actuar o posibilidades antes no vistas para lograr sus propios objetivos.
Por ejemplo, la creencia (filtro muy poderoso) respecto a que los segundos lugares son buenos,
provocará que el deportista no dé su mejor esfuerzo, pues en su mente está instaurada la idea (marco

mental) de que independiente de lo que haga no logrará mejores resultados o bien que no vale la pena el
esfuerzo final. Hipotecando con ello toda opción de desarrollo y por ende, de logros deportivos.
El lenguaje es un filtro muy poderoso, pues constituye una suerte de Mapa de nuestros pensamientos y
experiencias. Si pensamos por un momento lo que la palabra familia significa para cada uno de nosotros,
no cabe la menor duda que surgen de manera inmediata imágenes, sonidos, sentimientos, recuerdos y
experiencias particulares que le otorgan sentido a dicha palabra. Por tanto, cada palabra gatillará un
pensamiento diferente en las personas. Eso sí, ninguno mejor que otros.

La palabra no es la experiencia que se describe, sólo un estado general provocado por uno mismo
de manera consciente e inconsciente

Rodrigo López, 2012

Cuando un deportista, por ejemplo, se habla a sí mismo de fracaso luego de una serie de malos resultados
y si más encima ha vivenciado experiencias de fracaso con anterioridad desarrollará un marco mental
limitante que le impedirá hacer la necesaria reflexión y posterior toma de decisiones para salir de donde
está.
Además del lenguaje, las convicciones y las creencias son otros filtros. No obstante, y debido a la
extensión del capítulo sólo ahondaremos en las creencias pues su importancia e influencia en el
comportamiento de las personas ameritan dicho abordamiento.
Sistema de creencias y desarrollo deportivo
Las creencias son una fuerza muy poderosa dentro de los comportamientos de las personas. Toda
nuestra vida nos hemos movido por las ideas, conceptos, principios, ideales, etc. que pueden ser
encasillados conceptualmente en lo que llamamos creencias. Éstas son responsables de grandes gestas
humanas como las campañas de ayuda por alimentos y prevención del sida en África y también de
grandes genocidios en el mismo continente como en otros.
Es bien conocida la frase respecto de que “si alguien quiere realmente hacer algo, lo hará”. Sin embargo,
también encontramos otro tipo de afirmaciones como, por ejemplo;

“esto es imposible y, ningún esfuerzo por grande que sea, hará que lo logre”. Dicha frase evidencia una
autolimitación mental y a la vez, un desaprovechamiento integral de los recursos que las personas
disponen de manera natural y que forman parte de sus competencias inconscientes.
En el ámbito de la salud encontramos un ejemplo significativo respecto a las creencias y su influencia en
las personas. Nos referimos a la llamada “expectativas de respuesta”, es decir, un tipo de respuesta que
la persona espera que le suceda ya sea positiva o negativa, a consecuencia de las acciones que emprende
en una situación determinada.
El efecto placebo es un buen ejemplo de la expectativa de respuesta. El efecto placebo se presenta cuando
una persona responde positivamente a una droga que carece de actividad fisiológica (por ejemplo, una
pastilla de azúcar o algún otro ingrediente inerte). Los placebos “presentan con frecuencia un porcentaje
de éxitos muy elevado; en promedio, actúan tan bien como las drogas auténticas en aproximadamente
una tercera parte de los casos” (Dilts, 2002).
Las creencias en general, y en particular las creencias respecto de nosotros mismos y de lo que es posible
en el contexto que nos rodea, tienen una gran influencia sobre nuestra eficacia cotidiana. Las creencias
sirven como recursos y también como importantes limitaciones.
A partir del punto anterior, vamos a decir, que existen dos tipos de creencias en función de la actitud que
provocan y que según Serrat (2005) son:
• las creencias potenciadoras que nos ayudan a crear entornos adecuados, por ejemplo, un deportista
que se expresa de la siguiente manera; ¡Soy capaz de aprender cualquier técnica que se me enseñe!
• Las creencias limitadoras que nos coartan y nos conducen hacia direcciones poco gratificantes.
Por ejemplo, cuando alguien expresa la siguiente frase; ¡No soy capaz de actuar en público! Se imaginan
a un deportista que al sentirse observado por un grupo de personas se sienta incómodo y no pueda rendir
de la mejor manera. Creencia y desempeño están muy ligados.

A continuación, presentamos dos esquemas que dan cuenta de cómo las creencias se constituyen en una
secuencia de eventos de forma circular, que se autoalimenta permanentemente:

Creencias Potenciadoras
Creencias Limitadoras

Las creencias, como bien lo vemos en los esquemas anteriores, actúan como predicciones y se
cumplirán simplemente porque las personas actúan de un modo específico que sirve para probar su
validez. Por ello, y si además son creencias limitadoras, condicionarán el actuar y demostrarán
peligrosamente que tienes razón. Por ejemplo, si un deportista expresa “Haga lo que haga no podré
salir de donde estoy” o simplemente “No puedo hacerlo” se auto limita, y si además vive una
experiencia negativa, se dirá a sí mismo y a los demás “Viste lo que pasó, te dije que no iba a resultar,
soy un desastre!.

El desafío es evitar que nuestras creencias nos “atrincheren” cada vez más y no podamos darnos la
posibilidad de desplegar sin miedo nuestro mundo interior (el Yo verdadero) lleno de recursos para
ser el deportista que deseo y por supuesto, una feliz y mejor persona.

Antes de seguir con el relato y considerando las múltiples definiciones, vamos a entender creencia
desde la mirada de un sujeto, como “puntos de vista acerca de tu persona, los demás o el mundo que te
rodea y que determinan las decisiones que tomas y cómo te comportas en cada situación” (Knight,
2002), y son de suma importancia en la calidad de las experiencias que se viven, pues se constituyen
como filtros predispuestos de nuestra concepción del mundo que hacen posible la acción y el
comportamiento.
Entregamos ahora unos ejemplos de muchas otras de creencias muy comunes y que, sin duda, han
formado parte de las experiencias vividas por todos:

¡Eres la luz de mis ojos!

¡No sirves para las matemáticas!

Ves ¡no se puede confiar en nadie!

¡Soy mucho para ti!

¡No valgo nada!

¡Es la niña de la casa!

¡Mi país es el más lindo del mundo!

¡Es el mejor alumno de su clase!

¡Hay que seguir la tradición familiar!

¡Esto es pan comido!

¡La letra con sangre entra!

¡Lo importante es competir, no ganar!

¡El mundo es una porquería!

¡No sé, no puedo!

¡Los amigos duran para toda la vida!

¡Lo más sagrado es la familia!

¡El pez más grande se come al más chico!

¡El que pega doble, pega dos veces!

¡No hay nada más que hacer!

¡Quién te quiere te aporrea! ¡Este mundo es de los vivos!

¡El que sabe, sabe y el que no es jefe!

¡Qué se le va a hacer, así no más son las cosas!

¡Los Argentinos, Peruanos o Chilenos son…!

¡El que la sigue la consigue!

¡Estudia, estudia, para que no seas lo que yo he sido!


Responde la siguiente pregunta:

¿Con cuál de las creencias te sientes más identificado/a?

Sinceramente, ¿Qué tan beneficioso es (o fue) para ti dicha identificación?

La historia de cada persona está conformada de grandes y pequeñas experiencias vividas que dan piso
a la estructuración de las creencias. La primera fuente es el ambiente que nos rodea al nacer y los
posteriores contextos que viviremos, especialmente el de la infancia como el de la adolescencia, pues
serán vitales en el establecimiento de nuestro particular sistema de creencias. De ahí entonces que los
padres, educadoras de párvulos, profesores, guardadores, etc. son agentes fundamentales en este
proceso de aprendizaje.

A continuación, te invitamos a responder las siguientes preguntas:

¿Cuáles son las creencias más importantes en mi vida hoy?

¿De qué modo soy consciente de su importancia en mi vida?

El ordenamiento de las creencias genera un sistema que preserva su mantenimiento a través de la


interpretación que hace de las nuevas experiencias, es decir, si un deportista cree que el mundo es
injusto actuará en consecuencia y no percibirá otra realidad diferente a ésta. La injusticia lleva
aparejada, además, la desconfianza y si ésta está presente en nuestra vida, no sabremos aprovechar las
oportunidades que el entorno pueda brindarnos.

Una vez que organizamos el sistema de creencias, condicionamos la percepción de la realidad,


por eso son tan poderosas. Condicionan en primer lugar, la comunicación con nosotros mismos
y, como consecuencia, la comunicación con los demás

Gustavo Bertolotto, 2003

En este punto es importante recordar que el “Mapa no es el Territorio”, sino solamente la particular
percepción que tenemos de él (realidad), en donde las creencias constituyen los filtros más
importantes en dicho proceso. Debido a que el Mapa constituye tu propia interpretación del mundo en
que vives, tienes la tendencia a pensar, sentir y actuar en concordancia con él. De ahí entonces, es que
nuestras creencias las obedecemos casi imperativamente y muchas veces somos poco conscientes de
ello.

La reflexión que queremos proponer en este punto es que las personas, y en particular los deportistas,
necesitan transformarse en observadores de sí mismos y desde ese punto, desarrollar la necesaria
flexibilidad para alcanzar una mejor adaptación a los entornos y circunstancias que habitualmente se
presentan.

Como ya indicamos con anterioridad, muchas de nuestras creencias “fueron implantadas durante la
infancia por nuestros padres, por los maestros, por el entorno social y por los medios de comunicación,
mucho antes de que nos diéramos cuenta de sus efectos o de que fuéramos capaces de elegir entre
ellas” (Dilts, 2004). No obstante, es válido preguntarse lo siguiente ¿Será posible desaprender, cambiar
o reestructurar las viejas creencias limitantes e instaurar en su lugar otras potenciadoras que permitan
ampliar el potencial hasta niveles insospechados?

El punto de partida para salir de esta suerte de “determinación comportamental” dada por las
creencias es el reconocer que éstas no son perennes y que realmente pueden cambiarse, por ejemplo,
mediante la experimentación de una situación o vivencia que provoca su refutación, que más de alguna
vez las personas han realizado en su vida.

A continuación, le invitamos a realizar una serie de ejercicios prácticos que ayudarán al cambio de
creencias limitantes y por tanto, favorecedores de comportamientos nuevos y adecuados para el logro
de los propios objetivos.

Ejercicio Práctico N°1: “Cómo las Creencias Provocan Conductas Específicas”

Objetivo: Reflexionar respecto a las diferentes conductas que se derivan de las creencias.

Paso N°1: Escribe tres conductas que se pueden derivar de las creencias que se indican a continuación.

Paso N°2: A modo de retroalimentación responde las siguientes preguntas; ¿Qué me pasó con el
ejercicio? ¿De qué aprendizaje soy consciente ahora?
Ejercicio Práctico N°2: “Mis Creencias Potenciadoras”

Objetivo: Generar creencias potenciadoras en mi vida.

Paso N°1: Completa el siguiente cuadro indicando tres creencias potenciadoras relacionadas con los
ámbitos indicados.

Paso N°2: A continuación y, considerando como “absolutamente verdaderas” las creencias que
indicaste en el paso anterior, responde las siguientes preguntas:

• ¿Qué ocurrió en mí?

• ¿Qué cambios conductuales provocaron en mi persona?

• ¿Cómo me relaciono ahora con los demás?

• ¿Qué beneficios estoy obteniendo?

Paso N°3: A modo de retroalimentación responde las siguientes preguntas; ¿Qué me pasó con el
ejercicio? ¿De qué aprendizaje soy consciente ahora?.
Ejercicio Práctico N°3: “Mis Creencias Limitadoras”

Objetivo: Hacer consciente algunas creencias limitadoras en mi vida.

Paso N°1: Escribe dos creencias limitadoras en dos diferentes ámbitos que se presentan a continuación
y las implicancias conductuales concretas en tu vida.

Paso N°2: A modo de retroalimentación responde las siguientes preguntas; ¿Qué me pasó con el
ejercicio? ¿De qué aprendizaje soy consciente ahora?

Ejercicio Práctico N°4: “Cómo Formar Valores y Creencias Positivas”

Objetivo: Aprender a formar creencias y valores en mí y en otros.

Instrucciones: El ejercicio está planificado para ser realizado por tres personas (A = guía, B = guiado y
C = Observador que toma notas del ejercicio).

Paso N°1: A le pide a B que comente cuáles son los personajes de las historias, anécdotas o fábulas que
más recuerda de su infancia ¿Cuáles eran sus características? ¿Qué creencias tenían? ¿Cuál fue la
enseñanza aprendida en una sola frase?

Paso N°2: A le pide a B que recuerde la(s) persona(s) más influyente(s) en su(s) vida y que se refiera a
los valores y creencias que tiene(n) o tenía(n) dicha(s) persona(s).

Paso N°3: A le pide a B que recuerde el libro o los libros que más le hayan impactado en el período de
su adolescencia y posteriormente preguntar ¿Cuál era el personaje con el que más te identificas?
¿Cómo era el personaje? ¿Cuál era la filosofía de vida del personaje?

Paso N°4: A le pide a B que recuerde dos o tres experiencias fundamentales de su vida y a continuación
responder ¿Qué aprendió? y ¿Qué conclusiones es posible de realizar a partir de lo vivido?

Paso N°5: A le solicita a B que recuerde especialmente una persona o personaje que profundamente
admiró en algún momento o instante en su vida, para luego responder a la siguiente pregunta ¿Cómo
era su comportamiento? y ¿Cuáles eran sus valores y creencias más característicos?
Paso N°6: Una vez finalizado el ejercicio todos los participantes realizan comentarios respecto a lo
vivido, tratando de reconocer si el relato tiene alguna conexión con sus propios valores, creencias, o
bien con alguna decisión importante tomada en base a lo ya escuchado. Finalmente se intercambian los
roles.

Ejercicio N°5: “Cambiando Mis Creencias Limitadoras”

Objetivo: Identificación y cambio de creencias limitadoras.

Paso N°1: Recuerda una situación problemática, un fracaso, una actividad que no resultó como lo
esperabas. Piensa en las circunstancias, en cómo te sentías en el momento.

Visualízate reviviendo esta situación con todos los sentidos.

Lo Visual: imágenes, colores, matices, todo del ambiente visual del evento.

Lo Auditivo: los sonidos, ruidos, efectos sonoros que esta situación complicada genera en tu mente.

Lo kinestésico: todas las sensaciones, impresiones, olores, texturas, lugares del cuerpo que esta
experiencia revivida involucra.

Paso N°2: ¿Qué valores intervinieron en la situación? Identifica los valores que se pusieron en tu mente
que hicieron que la situación se transformara en un problema. Enumera los valores principales y más
relevantes.

Paso N°3: ¿A qué creencias se asocian estos valores? Conecta cada valor con su correspondiente
creencia.

Paso N°4: ¿Qué nuevas creencias podrían ser más útiles para la situación? Reflexiona sobre la utilidad
de la creencia que causó el problema y encuentra otras creencias más adecuadas para resolver la
situación o que habría sido mucho más funcional en dicho evento.

Paso N°5: Revive ahora el evento o situación complicada con las nuevas creencias encontradas en el
punto anterior.

Lo Visual: imágenes, colores, matices, todo del ambiente visual del evento vivido con las nuevas
creencias.

Lo Auditivo: los sonidos, ruidos, efectos sonoros que esta nueva situación mejorada genera en tu
mente.

Lo kinestésico: todas las sensaciones, impresiones, olores, texturas, lugares del cuerpo que esta nueva
experiencia revivida genera en ti.

Paso N°6: Busca objeciones al hecho de usar estas nuevas creencias más adecuadas en vez de las
antiguas que generaron la situación problemática.

Paso N°7: A modo de retroalimentación ¿Cómo te sientes con las nuevas creencias a futuro con casos
similares?
Pensar en grande

No cabe duda que el pensamiento constituye otro elemento relevante que determina el marco mental
desde donde me observo a mí mismo y por tanto, me permite generar el modo cómo me relaciono con
los demás y la calidad (en términos de resultados) de dicha interacción. Un modo particular de
“pensarme” gatillará a su vez, una emoción y una conducta referida a dicho pensamiento.

De ahí entonces, nos parece pertinente ahondar en este importante proceso, pues las decisiones que
tomamos por muy triviales que sean, se hacen desde un marco mental específico. Acordaremos, por
ejemplo, que un deportista desde un pensamiento del tipo “no me la puedo” genera conductas y tomará
decisiones muy distintas a otro que se piensa a sí mismo como “soy capaz”.

Lamentablemente, en nuestra práctica profesional como Coaches, hemos observado una tendencia en
las personas a pensar en pequeño, lo cual de un modo u otro hace que de manera consciente e
inconsciente se resten habilidades y destrezas en su propio desempeño. El “tamaño de nuestro logros
lo determina la magnitud de nuestro pensamiento” (Schwartz, 1994) por ello, es crucial ampliar el
alcance de nuestros pensamientos.

Si nos preguntamos a nosotros mismos, u otros se hicieran la pregunta ¿Cuál es mi principal debilidad?
estamos seguros que, en base a la mayoría de las respuestas recibidas, encontraríamos un patrón
común expresado en una autodevaluación que, en el caso del ámbito deportivo, influirá directamente
en el desempeño. El no “creerse el cuento” habla de un tipo de pensamiento que refleja un marco
mental estrecho y limitante.

Le invitamos a realizar el siguiente ejercicio, que busca determinar cómo nos pensamos a nosotros
mismos:

Paso N°1: En el siguiente cuadro identifica tres de tus fortalezas más importantes indicando, además,
el contexto donde esta fortaleza se hace presente con todo su potencial.

Paso N°2: A continuación, anota en el cuadro dado las fortalezas ya identificadas y debajo de cada una
de ellas, escribe los nombres de tres personas o deportistas que tú sabes que han logrado el éxito, pero
que no poseen esa fortaleza en un grado tan alto como tú.

Paso N°3: A modo de retroalimentación, reflexiona respecto a la ventaja que tienes respecto a mucha
gente exitosa. Las personas son más grandes de lo que piensan.
Muchos especialistas en el área del desarrollo personal, plantean que las personas no piensan en
palabras y frases. Sólo lo hacen en imágenes y/o figuras. Esto es fundamental si queremos mejorar
nuestro desempeño y alcanzar los objetivos que deseamos en el ámbito deportivo.

Las palabras constituyen la materia prima del pensamiento. Cuando hablamos, cuando alguien nos
habla o simplemente cuando leemos, algo en la mente convierte las frases y palabras utilizadas en
imágenes mentales, por tanto, cada palabra que transmitimos o nos decimos a nosotros mismos crean
imágenes distintas. Por ejemplo, cuando alguien dice; “me compre una casa” vemos una imagen, en
cambio si nos dicen “me compre una casa de ensueño” visualizaremos otra imagen muy distinta.

Como ya lo indicamos, las palabras generan imágenes mentales, por tanto, cuando hablamos con otra
persona, de algún modo, proyectamos una película en la mente del otro y lo que es más importante,
dichas imágenes que creamos determinarán la manera en que los demás van a reaccionar con nosotros.

Imagínense a un entrenador diciéndole a un deportista, luego de una mala actuación, lo siguiente “No
sirves para esto, eres un fracasado”. ¿Qué es lo que el deportista verá?. No cabe la menor duda que el
tipo de imagen será tan limitante que la pesadumbre y la desilusión acompañarán al deportista por un
buen tiempo hasta que, finalmente, pueda “ver” algo distinto. La magia del Coaching es que permite
provocar imágenes positivas en la persona y a la vez, aprender a gestionar sus propias imágenes
fortalecedoras.

Actuamos según la imagen personal en la que estamos

Rodrigo López, 2012

Los Coaches son especialistas en crear imágenes, en su propia mente y en la de los demás,
esperanzadoras y alentadoras. Por ello, para pensar en grande, según Schwartz (1994), “debemos usar
palabras y frases que produzcan imágenes mentales grandiosas y positivas”.

A continuación, vamos a entregar en la columna de la derecha, un listado de frases que provocan


pensamientos gatilladores y poderosos de óptimos desempeños, en cambio en la columna de la
izquierda, pensamientos pobres.
Ahora te invitamos a realizar tu propio listado de frases negativas y positivas que hoy son significativas
y tienen un alto impacto en tu actuar personal, como en el ámbito profesional. Lo importante es que
cuando conozco, y por tanto soy consciente, de mis limitaciones las puedo manejar de mejor manera y
con perseverancia superarlas totalmente.

LA GESTIÓN DE LOS ESTADOS INTERNOS

“Las personas tienen todos los recursos que necesitan para lograr lo que desean” Presuposición PNL y
Coaching

Cuántas veces nos ha ocurrido que por diversos motivos no logramos lo que ansiamos o queríamos
alcanzar, y no estamos hablando necesariamente de grandes cosas sino más bien de los pequeños pero
significativos objetivos o metas cotidianas que a diario regulan nuestra vida. Lamentablemente el no
conseguir un objetivo es algo muy habitual y es, a la vez una experiencia compartida por muchas
personas.

No obstante, creemos que lo significativo de esto y lo realmente importante no es detenerse a analizar


el por qué ocurre aquello, sino más bien, el cuestionarse el por qué no lograr lo que deseo se ha vuelto
algo tan cotidiano en mi vida que no sólo me acostumbré a ello, sino que además, no soy consciente de
mi capacidad de cuestionarlo en lo más mínimo.

La capacidad de cuestionase a sí mismo es el primer paso para el cambio y la propia


transformación positiva

Rodrigo López, 2012


Desde el Coaching creemos que todos los recursos que una persona necesita están disponibles en ella.
Lo que ocurre es que algunas son más conscientes de ellos que otras y por tanto, están más disponibles
para ser usadas. Sin embargo, en nuestro inconsciente, entendido simplemente como todo aquello que
nos es propio y con lo cual no se tiene un contacto habitual, encontramos un conjunto de experiencias,
habilidades, aprendizajes y estrategias que en definitiva constituyen valiosos recursos que están a
nuestra entera disposición.

Confiar en el inconsciente, según McDermott y Jago (2005) significa “confiar en sí mismo. Trabajar con
su inconsciente significa trabajar consigo mismo. Es la manera más natural de estar integrado en
mente, cuerpo y espíritu”. Por ello, le invitamos a descubrir en su interior una fuente de información de
sano juicio y por qué no decirlo, de sabiduría. Cuando ello ocurre vivenciamos una pequeña muestra de
nuestro potencial.

Al construir este tipo de relación consigo mismo y aprender a convertirla en una parte habitual,
automática y disciplinada de la vida, podrá acceder de manera fiable a recursos insospechados y, a la vez,
se sentirá una persona más completa y más a gusto consigo misma

McDermott y Jago, 2005

Con lo anterior, no cabe la menor duda que cada uno de nosotros puede ser su propio Coach y desde
ahí gestar su propio camino de desarrollo y cambio.

Para el ámbito deportivo el no conseguir objetivos es algo muy frustrante y condiciona de algún modo
que el deportista prosiga su carrera a futuro.

Reflexiona las siguientes preguntas;

¿Consigues habitualmente el objetivo que te propones?

Si la respuesta es positiva, ¿Qué recursos gatillan tu logro?

Si la respuesta es negativa, ¿Qué lo impide?

Las respuestas a las preguntas anteriores no son triviales sino, por el contrario, constituyen la clave
para que un deportista pueda optimizar su desempeño.

lograr su objetivo es confiar más en sí misma, o bien que su gran obstáculo sea que no se encuentra
realmente motivada en lo que hace. La confianza y la motivación constituyen valiosos ejemplos de los
tantos recursos que poseen las personas y que de haberlos tenido en aquella oportunidad otro “gallo
cantaría”.

Quisiéramos brevemente referirnos a la confianza como importantísimo recurso. Una persona que
confía en sí mismo inspira realmente a los otros. “Inspirar confianza en los demás es dejar una
impronta perdurable” (McDermott, 2011) y a la vez, constituye un gran legado (que perfectamente
puede ser tu gran legado). El eslogan “Yes, we can” (Sí, podemos) utilizado en la campaña electoral de
Barack Obama en 2008 da cuenta de cómo gatillar la confianza en las propias capacidades del
electorado favoreció su elección. Disponer realmente del recurso marca la diferencia entre lograr o no
lograr el objetivo que deseas.

El tener la capacidad de controlar los estados internos es algo que las personas en parte ya conocen y
saben hacer, de manera más o menos consciente. Es importante partir del principio de la sinceridad de
la vivencia de los estados internos, es decir, cuando vivimos un estado interno por ejemplo, la
confianza, esta vivencia es legítima, inevitable y espontánea. A partir de lo dicho, estimamos
indispensable expresar que cada uno de nosotros entonces provoca los sentimientos que experimenta,
por tanto, soy además responsable de sus consecuencias.

Lo anterior es clave como primer paso para transformarte en tu propio Coach pues permite una
primera toma de consciencia de lo que falta y de la necesidad de otro paso más. Un paso orientado a
cómo provocar que ese recurso esté presente y activo cuando se le necesite, es decir, que la confianza
en sí mismo o la motivación personal se desplieguen favoreciendo una mayor efectividad en nuestro
actuar.

Al darnos cuenta del poder que significa el autoprovocarse el recurso necesario en el instante o
situación donde más se requiera de él, no cabe la menor duda que la vida de las personas cambiaría
radicalmente.

Antes de continuar vamos a definir el concepto recurso, tal cual lo vamos a entender en el presente
libro. Es “un estado generado por experiencias positivas del pasado y que podemos recuperar y traer al
presente para la obtención de un objetivo determinado” (Bertolotto, 2003). Es importante este punto
pues el estado interno mide, en definitiva, la adaptación de la persona al mundo, es decir, cómo se
siente aquí y ahora, física y emocionalmente.

Para Bidot y Morat (1995), se distinguen dos grandes categorías de estados internos: los estados
recursos y los estados limitativos.

• Los estados recursos son los estados internos óptimos; son los más apropiados para vivir una
situación. Por ejemplo, la confianza en sí mismo para un deportista constituye en sí un estado recurso
que le permitirá tener éxito en su intervención.

• Los estados limitativos son los estados internos inapropiados para vivir una situación. Por ejemplo,
un deportista con miedo frenará toda posibilidad de éxito en su actuar.

A partir de lo anterior, no se puede afirmar de manera absoluta que existan estados internos buenos o
malos. Un estado puede ser realmente limitativo para una persona en cambio para otra es un estado
recurso. Imagínese la siguiente situación: una final del Master Series del ATP Tour, donde el jugador X
toma la presión que siente como un recurso que le permite mejorar o mantener su buen juego, en
cambio, el jugador Z frente a la misma presión empieza a perder concentración y finalmente, su propio
juego comienza a derrumbarse. Es fácil adivinar quién gana finalmente.
Los estados internos no son por tanto negativos o positivos, son simplemente posibilidades disponibles a
cualquier sujeto, sólo hay que elegir adecuadamente

Rodrigo López, 2012

Dentro de cada estado, y en particular del estado recursos, encontramos una fuente inagotable de
recursos a disposición del sujeto, de los cuales somos conscientes en una mínima parte. El Coaching
hace consciente esta situación al sujeto y pone a su disposición el desarrollo de tales potencialidades.

Según, López y otros (2011), “los recursos internos pueden ser de cualquier tipo, fisiológico,
pensamientos, estrategias, experiencias de fuente externa como interna”. A continuación, le
presentamos un listado de recursos internos relevantes para conseguir sus propias metas.

Asertividad Espontaneidad Perseverancia


Alegría Estabilidad Responsabilidad
Amor Flexibilidad Sagacidad
Capacidad Habilidad Seguridad
Claridad Humor Sensualidad
Concentración Integridad Serenidad
Confianza Inteligencia Simpatía
Creatividad Manualidad Solidez
Curiosidad Motivación Sutileza
Dedicación Optimismo Tolerancia
Diplomacia Paciencia Tranquilidad

El sentido de totalidad cuando se experimenta, por ejemplo, el recurso de la seguridad, está


conformado por millones de simultáneos procesos neurológicos y que dan sentido a todas las
reacciones físicas, procesos intelectuales y emocionales. Lo importante de todo esto es que nuestra
propia vida constituye en sí una “caja de recursos”. La experiencia del vivir ha permitido al ser humano
acumular todo lo que necesitamos para tomar decisiones, seguir avanzando y hacer mejor nuestra
propia vida.

Por ello, uno de los desafíos que debe enfrentar toda persona es cómo gestionar dicha caja de recursos
y utilizar la herramienta necesaria (o recurso específico) en el contexto y momento propicio. El
adecuado manejo de los estados internos consiste, para Birot y Morat (1995) en:

Construir o encontrar sus estados recursos. No se puede hacer mucho si no disponemos


“conscientemente” de los recursos personales disponibles en el inconsciente.

• Aprender a disponer de ellos a voluntad. De muy poco sirve tener confianza (como recurso) si no
puedo disponer de ella cuando realmente la necesite.

• Descubrir sus estados limitativos y aprender a neutralizarlos. Todas las personas tienen algunos
estados limitativos, el desafío es descubrirlos y trabajar en ellos. Superar la vergüenza, como ejemplo
de estado limitante, gatillará un nueva sensación respecto al cómo miramos el mundo y sin duda,
lograremos lo que estamos buscando.
Desarrollar recursos personales mediante la técnica del anclaje

La Programación Neurolinguística o PNL descubrió la manera de acceder a los recursos positivos que
están en el inconsciente a nuestra entera disposición, con el fin de ser utilizados en el momento en que
se los necesite. A esta técnica se le conoce como anclaje.

Estamos en un mundo lleno de experiencias del tipo estímulo – respuesta y una gran parte del
comportamiento humano responde a respuestas programadas inconscientemente. ¿Quién no ha
experimentado una sensación especial y automática frente a la sirena de un carro de bomberos? ¿Quién
no se ha llenado de recuerdos ante un olor o lugar geográfico específico?. Las vivencias gatilladas por el
estímulo o ancla (internas o externas) es lo que definimos como anclaje y tiene el poder de provocar en
las personas un estado específico sin necesidad de pensarlo previamente.

Es importante tener presente que “podemos elegir las asociaciones que queremos realizar” (O´Connor
y Seymour, 2001) es decir, puede escoger cualquier experiencia de la vida que encuentre difícil, y
decidir con anterioridad en “qué estado psicológico quisiera estar para enfrentarse con ella”. Toda
situación que provoque desagrado e inclusive infelicidad, es posible enfrentarla mediante nuevas
asociaciones de estímulos logrando, por tanto, una nueva respuesta mucho más adaptativa. Esto es el
importantísimo rol que tienen las anclas.

Si la vivencia recuperada es positiva la denominaremos recurso. Por lo mismo, el anclaje ofrece la


posibilidad de “hacerlos aparecer” y que el recurso se encuentre plenamente disponible para la
situación o contexto que se vive. ¿Se imagina lo potente que sería para un deportista que tiene el
permanente desafío de mejorar su propio desempeño disponer de esta herramienta tan poderosa?.

Las anclas nos permiten obtener recursos para superar situaciones que nos bloquean. Disponer de un
ancla específica nos aporta una porción extra de recursos a nuestra disposición en un momento dado

Albert Serrat, 2005

En específico un ancla, según Serrat (2005), es un estímulo “que nos provoca un estado de ánimo
concreto y, como consecuencia de ello, nos induce unas conductas determinadas”. Las anclas tienen una
relación directa con los sistemas sensoriales o VAK (visual, auditivo y kinestésico) y con los recuerdos y
creencias personales.

Es muy importante tener presente que las anclas deben realizarse en el momento preciso. Tal como lo
muestra la siguiente figura (Álvarez, 2000), a medida que el tiempo transcurre la experiencia
emocional varía en intensidad incrementándose hasta llegar a una fase de meseta para decaer
posteriormente. La efectividad del anclaje se relaciona con que el ancla se establezca un poco antes de
que la experiencia emocional alcance su punto máximo (punto A), ya que si se implanta en un
momento posterior (punto B), la intensidad de la experiencia asociada al ancla será menor y por tanto,
de menor eficacia.
A continuación, te invitamos a realizar el siguiente ejercicio.

Ejercicio Práctico N°1: “Reconociendo mis propias anclas”

Objetivo: Reconocer en mi propia vida las anclas que provocan una sensación específica.

Paso N°1: Completa el siguiente cuadro identificando en él con una X el tipo de ancla, y en la columna
sensaciones indica las consecuencias que tuvieron para tí dichas anclas.
Paso N°2: Selecciona tres experiencias personales como deportista identificando en ellas el tipo de
ancla (VAK) y reconoce las sensaciones y/o consecuencias que ellas tuvieron en la experiencia vivida.

Tal como ya lo indicamos existen anclas positivas (potenciadoras) y negativas (limitadoras). De


nosotros depende el cuándo, dónde y el para qué gatillamos las anclas que se necesitan para usar los
recursos a plena voluntad.

Condiciones para lograr un anclaje eficaz

Para crear un anclaje potenciador es necesario considerar las siguientes condiciones:

• La persona debe hallarse en estado totalmente asociado y congruente, con intervención consciente y
sentida de todo su organismo en el momento en que se le aplica el estímulo.

• El estímulo se debe entregar en el momento culminante de la experiencia. Si se anticipa o se atrasa la


intervención, el anclaje perderá la intensidad que requiere.

• El estímulo escogido debe presentarse de manera exclusiva, es decir, el cerebro debe reconocerlo
como una señal inconfundible.

• Finalmente, para su pleno funcionamiento hay que imitarlo exactamente.

A continuación, te invitamos a realizar los siguientes ejercicios que buscan aprender a crear anclajes
potenciadores en tí mismo y en los demás.

Trabajo Práctico N°2: “Aprendiendo a crear mis propios anclajes positivos”

Objetivo: Aprender a generar anclas positivas en mi propia vida.

Instrucciones: Para la adecuada realización del presente ejercicio necesitas disponer de un lugar y
tiempo completo para ti. Es fundamental la comodidad y el evitar las interrupciones propias de un
lugar concurrido.

Paso N°1: El ejercicio requiere de un día tranquilo (preferentemente un sábado, domingo o bien, un
feriado). Se sugiere llenar la tina de baño a una temperatura adecuada, agregar sales minerales y
ambientar el ejercicio con música relajante. También es posible su realización estando cómodamente
acostado en la cama.
Paso N°2: Al sumergirse en el agua se adopta una postura cómoda. Mientras se está escuchando la
música olemos el agradable aroma a las sales. Al estar gratamente relajado y con los ojos cerrados, se
visualiza una situación o paisaje agradable y relajante.

Paso N°3: Se procura respirar a un ritmo más pausado para aumentar la sensación de relajamiento.
Cuando esta sensación está a punto de alcanzar su nivel más alto, tomamos el dedo índice de la mano
izquierda con los dedos índice y pulgar de la mano derecha y se hace una presión leve.

Paso N°4: El ancla ya se estableció en el dedo índice de la mano izquierda que debe ser reforzada en
dos ocasiones más, repitiendo el mismo ejercicio. A modo de comprobar la eficacia del anclaje presione
(del mismo modo e intensidad) en diversas situaciones.

Nota del ejercicio anterior: El ancla del ejercicio es de tipo kinestésica, sin embargo, tiene el refuerzo
de los otros cuatro sentidos. Del mismo modo como se instaló un ancla de relajamiento en el ejercicio
anterior, es posible instalar anclas que evoquen por ejemplo motivación, perseverancia, disposición,
etc. Le instamos a generar en sí mismo las anclas que necesite.

Trabajo Práctico N°3: “Aprendiendo a crear anclajes en otros”

Objetivo: Aprender a generar anclas positivas en otros.

Paso N°1: El Coach determina en la mano del coachee el lugar donde se hará el anclaje, la presión que
resulte adecuada y una señal que hará el coachee cuando esté reviviendo las sensaciones y
sentimientos. El coachee debe seleccionar, en su pasado, una experiencia agradable donde haya
experimentado de una manera intensa éxito, alegría, amor, etc.

Paso N°2: El Coach le pide al coachee que reviva “esa” experiencia positiva detalladamente, como si lo
estuviera sintiendo nuevamente. Es recomendable que el coachee lo haga con los ojos cerrados. El
Coach guía al coachee diciendo “Observa lo que observas, siente lo que sientes y escucha lo que
escuchas en ese lugar. Quédate ahí un momento y vívelo plenamente. Cuando estés experimentando
plenamente la grata sensación hazme la señal convenida (hacer guiño con la cabeza, levantar la mano,
etc.)”. En este punto el Coach debe observar las respuestas fisiológicas del coachee mientras se conecta
con la experiencia solicitada.

Paso N°3: Cuando al coachee realiza la señal acordada, el Coach efectúa el anclaje en la parte y con la
presión convenida durante aproximadamente diez segundos.

Paso N°4: El coachee abre los ojos y se le distrae unos instantes con preguntas como ¿Qué almorzaste
hoy? ¿Qué esquipo de futbol te gusta? etc. Después se le pide que cierre nuevamente los ojos y sin que
piense en nada nuevo, debe realizar nuevamente el anclaje (apretarse en el mismo lugar y con la misma
presión) verificando sensorialmente si reaparecen los sentimientos positivos provocados en la
experiencia original. Si lo anterior no ocurre, se debe volver al paso N°2.

Paso N°5: De logar exitosamente el paso anterior se realiza una retroalimentación sobre lo
experimentado por el coachee. Si se estima pueden intercambiar roles.
El reencuadre y la resignificación de conductas y síntomas

Desde el origen mismo de la humanidad el hombre ha buscado siempre el significado de las cosas. Sin
embargo, muchas cosas pasan, pero mientras no le otorguemos un significado, las relaciones y la
evaluación de las posibles consecuencias no serán importantes para nosotros.

No hay nada bueno o malo, es el pensamiento el que lo hace así

William Shakespeare

En el primer capítulo dejamos claro que nuestros mapas no son más que el resultado de nuestras
interpretaciones de todo lo que ocurre en el mundo, interpretación que sin duda depende de nuestro
contexto cultural y educación individual. No hay mapas parecidos, mejores o peores, sino simplemente
más adecuados y fortalecedores para una situación y contexto específico.

Dentro de esta lógica encontramos la técnica del reencuadre, que junto con cambiar la vivencia
emocional de la experiencia permite “dar un nuevo marco a un hecho, lo que varía la experiencia”
(Thomas y Narea, 2001) vivida, es decir, trabaja con partes internas del individuo para buscar
alternativas de acción que satisfagan la intención positiva de la conducta que se quiere modificar.

En el reencuadre se presupone, según Bertolotto (2003) que existe:

a) una “parte” que le hace hacer algo que usted no quiere hacer o

b) una “parte” que le impide hacer algo que desea hacer.

Si encuentra dificultades en los casos b, trate de transformarlos en casos a.

Trabajar con la metodología del Coaching implica muchas veces conectarse con el inconsciente de las
personas, y en particular la técnica del reencuadre solicita una mayor conexión. Es primordial confiar
en el inconsciente, pues ahí está la fuente de una gran cantidad de recursos poderosos para provocar
los cambios deseados.

En la técnica del reencuadre es posible encontrar dos tipos: de contexto y de contenido. El reencuadre
de contexto se basa en la explicación de que todas las conductas son útiles (y potencialmente
beneficiosas) en algún contexto específico que le da sentido. Por ejemplo, cuando un deportista plantea
que es “demasiado lento para hacer lo suyo” refleja claramente un marco conductual general limitante
que sin duda afectará su propio desempeño.

A partir del caso anterior, es posible indicar que este tipo de reencuadre comienza con frases
características como por ejemplo: “Estoy muy…”, “me gustaría dejar de…”. Por lo mismo, el modo de
quebrar dicho reencuadre es autopreguntarse lo siguiente: ¿Cuándo esta conducta o forma de ser
podría ser útil? ¿Con quién podría serme de utilidad? y ¿Dónde este comportamiento podría serme de
utilidad?
El reencuadre de contenido trata de tomar la situación que se está interpretando como negativa y
provocar en ella un cambio de significación que permitirá una interpretación positiva. Lo que se hace
es llevar la situación a un marco interpretativo más general e interpretarla desde esa posibilidad o
perspectiva. Por ejemplo, cuando un deportista se enfada ante la presión de la gente da cuenta de un
significado de su experiencia poco potenciadora que afectará directamente sus propios resultados.

Ante un ejemplo como el anterior, es vital preguntarse a sí mismo a modo de contrarrestar la influencia
de este tipo de reencuandre lo siguiente: ¿Qué otra cosa quiere decir esto? ¿Cuál es el valor positivo de
este comportamiento en específico? ¿Cómo se podría describir de otro modo esta conducta?

A continuación, te invitamos a realizar el siguiente ejercicio.

Ejercicio Práctico N°4: “Reencuadre en Seis Pasos”

Objetivo: Identificar nuevas y poderosas alternativas conductuales.

Paso N°1: Identificar el comportamiento o la respuesta que se desea cambiar: Quiero hacer X, pero no
lo consigo. Quiero dejar de hacer X, pero no lo consigo. Por ejemplo, “Quiero dejar de enfadarme
cuando un ejercicio X me sale mal en los entrenamientos”. Es importante que la persona especifique
claramente el comportamiento o problema en cuestión.

Paso N°2: Todo comportamiento tiene o ha tenido una intención positiva, por ello es importante
establecer una comunicación con la “parte” que es responsable de esta conducta en particular. Anda a
tu interior y pregúntale a la parte tuya que genera esta conducta cuál será la señal con la que se
comunicará contigo. Esta señal puede ser algo que sientas, oigas o veas. Una vez que la parte te haya
respondido, pregúntate ¿Cuál es la intención positiva de dicho comportamiento?.

Paso N°3: Establecer contacto con la parte creativa de la persona para buscar un mínimo de tres
comportamientos que puedan cumplir dicha intención positiva. Es importante tener presente que en
las personas existen varias partes creativas. Si una de ellas no consigue todas las opciones es posible
recurrir a otras. Al finalizar este paso es fundamental agradecer a esta/s parte/s por las opciones
generadas.

Paso N°4: Preguntar si se está de acuerdo con asumir la responsabilidad de utilizar estos tres nuevos
comportamientos. Anda hacia tu interior y dile a la parte que creó el comportamiento no deseado si
desea aceptar y utilizar las nuevas opciones de forma completa. Si cualquiera de las posibilidades no es
aceptada vuelve al paso anterior.

Finalmente, es vital agradecer a dicha parte la aceptación y lo positivo que hace dicha parte en usted.

Paso N°5: Comprobación ecológica mediante la siguiente pregunta: ¿Hay algunas otras partes que
pongan alguna traba u objeción a la utilización de los nuevos comportamientos?. Si existe alguna
objeción regresa al paso N°2 y repite el proceso con aquella parte.

Paso N°6: La Proyección al Futuro permite imaginarse una posibilidad futura donde se lleva a la
práctica los nuevos comportamientos visualizando además, el logro de los objetivos. Dile a esa parte
que generaba el antiguo comportamiento no deseado que utilice las tres nuevas opciones, o algunas de
ellas, en una situación ya conocida y que se dé cuenta de cómo se siente al implementar esos nuevos
comportamientos.
Situarse en el futuro deseado

Situarse en el futuro que deseamos es una forma muy fácil y didáctica de entrenar la mente y generar a
su vez, el o los recursos necesarios para completar con éxito la experiencia que se enfrenta. La
preparación, y en particular las prácticas mentales, constituyen un modo o patrón conductual
permanente entre los mejores de todas las especialidades, y el deporte no es la excepción a la regla.

La preparación mental se hace praxis en la imaginación y, “como el cuerpo y la mente forman parte de
un único sistema, prepara e instruye al cuerpo para la situación real” (O´Connor y Seymour, 2001) que
enfrentamos y queremos, sin duda, hacerlo lo más exitosamente posible. Dar al cerebro imágenes de
éxito lo programa a pensar de ese modo y favorece el logro de objetivos.

Esta práctica de situarse en el futuro mediante ensayos mentales permite aprender de las experiencias
diarias generando a la vez, nuevos comportamientos.

Nuestro cerebro funciona muy parecido a un computador, por tanto, si lo programas con imágenes
positivas pensarás de esa manera, permitiéndote al mismo tiempo, acceder con mayor facilidad al logro
del objetivo que deseas. Aquí viene muy bien hacer un símil entre las expectativas que las personas
tienen y las profecías auto cumplidas.

Reflexiona la siguiente pregunta;

¿Qué profecías auto cumplidas positivas o negativas han resultados ciertas (para ti) en tú vida?

A continuación, te invitamos a desarrollar un breve ejercicio que pretende provocar en tí y, de una


manera fácil, nuevas posibilidades conductuales.

Ejercicio Práctico N°5: “Optimizando mis comportamientos”

Objetivo: Generar nuevos y poderosos comportamientos.

Paso N°1: En una situación de plena tranquilidad, y especialmente antes de irse a dormir, identifica
algo que hiciste muy bien durante el día y algo de lo que no estés muy agradado. Conéctate plenamente
con ambas situaciones respecto a lo que escuchas, observas y sientes en dichos momentos.

Paso N°2: Una vez lograda la conexión con ambas, sal de ellas y pregúntate: ¿Qué es lo que podrías
haber hecho distinto (mejor)? ¿Cuáles eran tus opciones reales en ambas situaciones? y ¿Cómo se
puede mejorar u optimizar la buena situación vivida?

Paso N°3: Ahora mentalmente repite las experiencias en su totalidad, pero comportándote de manera
diferente ¿Qué cambió en general? ¿Cómo te comportas? ¿Qué piensas? ¿Cómo se sientes?

Armonizando mí Juego Interior

A pesar que actualmente el Coaching ha evolucionado para ser aplicado a todos los ámbitos del
quehacer de las personas, aún conserva el sello de sus orígenes deportivos, principalmente su énfasis
en la acción, en el hacer de excelencia, en buscar ser el mejor teniendo como base un desarrollo
personal y profesional y especialmente, en la importancia de los resultados concretos y medibles.
Uno de los libros claves para entender el origen y desarrollo del Coaching es “El Juego Interior del
Tenis” (The Inner Game of Tennis) de Tim Gallway. En dicho libro Gallway, como entrenador de tenis,
aplicó las ideas del Coaching Deportivo de forma tan atractiva que fueron influyentes en otros campos
disciplinarios del desarrollo del Coaching.

En específico, Gallwey se “centra en el juego interno, en esa batalla que todo deportista tiene que librar
con sus propias limitaciones individuales” (O´Connor y Lages, 2005) y cuyo resultado tiene directa
relación con el propio desempeño y el logro de los objetivos deseados. En concreto esto quiere decir
que, en una competición, el deportista enfrenta dos rivales. Uno de ellos es el oponente externo en el
contexto donde se desarrolla la competencia. El otro y, sin duda muy importante, es el oponente
interno, referido principalmente al manejo de sus propias limitaciones.

El deportista de élite vence en primer lugar en el juego interior para luego enfrentar y ganar al
adversario externo. De esta experiencia existen muchos relatos de grandes campeones como los
tenistas profesionales Ivan Lend, Pete Sampras o bien Roger Fereder como el último gran campeón que
ha ocupado durante mucho tiempo el número uno de la lista de los mejores en su especialidad. Los tres
se han caracterizado por mantener el vital recurso de la concentración y equilibrio mental en las
acciones que están ejecutando.

Gallwey expresa que la mayoría de los jugadores están permanentemente hablando con ellos mismos,
siendo las frases más comunes en este particular diálogo las siguientes: ¡Ahora corre y pégale con
fuerza!, ¡no puede ser, que imbécil soy!, ¡siempre mantén los ojos en la pelota!, etc. Los ejemplos suman
y siguen.

Te invitamos a realizar un breve ejercicio. Recuerda una experiencia deportiva donde entraste en un
diálogo interno y responde sinceramente las siguientes preguntas:

¿Qué fue lo que te dijiste a tí mismo?

¿De qué modo influyó en el resultado ese diálogo interior?

Si le preguntamos a los deportistas, la gran mayoría respondería que habla consigo mismo mientras
realiza la actividad deportiva y es en este punto donde encontramos dos entidades distintas. Así que,
según Gallwey (2006), “podríamos decir que dentro de cada jugador existen dos Yoes. Un yo (Yo N°1)
para dar órdenes; el otro, el mí mismo (Yo N°2), parece ejecutar esta orden” y posteriormente el Yo N°1
evalúa esa ejecución. Es por ello que el tipo de diálogo que se establezca entre ambas entidades
afectará directamente el desempeño deportivo del sujeto.

Dentro de cada jugador, el tipo de relación que existe entre el Yo N°1 y el Yo N°2 es el factor principal para
determinar nuestra capacidad para convertir nuestro conocimiento de la técnica en acción efectiva

Timothy Gallwey, 2006

Entonces, la clave para optimizar el propio desempeño reside principalmente en mejorar la relación de
los Yoes, es decir, entre el Yo que habla o N°1 y el Yo que actúa o N°2 que da cuenta, además, de las
capacidades o talentos naturales.
No cabe la menor duda que el diálogo interno inapropiado puede ser el principal obstáculo al éxito, y
como no podemos vivir sin nuestro yo interior y nuestras voces internas, lo mejor es modificar los
discursos nocivos por otros positivos. En virtud de lo cual te invitamos a desarrollar el siguiente
ejercicio práctico.

Ejercicio Práctico N°6: “Creando un discurso interno positivo”

Objetivo: Crear un discurso potenciador que provoque conductas adecuadas al contexto.

Paso N°1: Recuerda una conversación donde surgieron a lo menos tres diálogos internos poco
favorecedores y que afectaron negativamente tu desempeño. Es importante ser plenamente consciente
de este proceso y darse cuenta de cómo cambió tu corporalidad, tus pensamientos y emociones en
dicha experiencia.

Paso N°2: A continuación, repite los diálogos internos negativos y cámbialos por un diálogo más
favorecedor y date cuenta del cambio conductual positivo que ocurriría en ti, si esos diálogos hubiesen
estado presentes en la experiencia que recordaste en el paso N°1.

Paso N°3: Se sugiere que la próxima vez que vuelvan a surgir ideas internas "negras", cambiarlas
mentalmente por otras adecuadas a la situación y darnos cuenta de los cambios que ocurren en
nosotros. Este punto queda de tarea y sirve como primer paso para ser capaces de “gestionar” nuestros
propios diálogos internos positivos, pues sabemos que es imposible eliminarlos, pero efectivamente
podemos limitar el impacto negativos de ellos.
INTELIGENCIA EMOCIONAL Y DESEMPEÑO DEPORTIVO

“La habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto un aprendizaje crucial en
la vida diaria”

Daniel Goleman

El tema de las emociones ha sido difícil de tratar en nuestra concepción tradicional de mirarlas. A partir
del supuesto de que estamos conformados por substancias diferentes y separadas entre sí, a saber, la
mente y el cuerpo, nuestra concepción tradicional de los seres humanos no ha sido capaz de decidir
dónde se sitúan las emociones. ¿Son ellas un fenómeno corporal? ¿Son mentales? ¿Dónde las podemos
localizar? La mayoría de las respuestas a estas preguntas han sido insatisfactorias. Los fenómenos
emocionales han estado escurriéndose durante un largo tiempo.

No obstante, lo anterior, quisiéramos plantear que la manera enunciada de ver las emociones se
encuentra totalmente agotada, por tanto, se hace imprescindible otorgar el espacio que se merece al
mundo de las emociones.

Una de las formas en que nuestro sentido común ha tratado este dilema ha sido hablando de las
emociones como “asuntos del corazón”. Al utilizar esta metáfora se encontró una especie de terreno
intermedio pues se admitió que las emociones no surgen de la cabeza, donde se suponía que reside la
mente. No obstante, nuestra concepción tradicional nos veía como “seres racionales” siguiendo la ya
conocida interpretación propuesta por Descartes hace más de 350 años. Tal como ya lo examináramos,
esta posición considera al comportamiento humano como racional y las razones de la mente son la
clave para darle sentido a la acción humana.

Desde el comienzo, sin embargo, hubo reacciones contrarias a esta concepción del ser humano,
especialmente en cuanto al papel asignado a nuestras emociones (los así llamados asuntos del
corazón). Blaise Pascal, filósofo francés contemporáneo de Descartes, nos advirtió que “el corazón tiene
sus razones que la razón desconoce”. Pero a pesar de la advertencia, el cartesianismo se convirtió en
nuestra forma predominante de comprender el fenómeno humano de las emociones.

Hoy sabemos que las emociones están instaladas en nuestro ser, constituyendo una capacidad biológica
del organismo para dar respuesta a los cambios experimentados en el ambiente. Constituyen un
mecanismo sofisticado para identificar y otorgar significado a las experiencias que se viven.

Es importante dejar claro que siempre se viven los hechos desde una emoción o mejor dicho “desde un
espacio emocional se opera el devenir de la existencia social” (Flores, 2010). Cuando nos emocionamos
construimos una realidad coherente a dicha emoción, sin embargo, lo más importante es que bajo una
emocionalidad se elaboran las estrategias y recursos para actuar u operar en ella. De ahí la importancia
entonces, de manejarse emocionalmente hablando, es decir, elegir inteligentemente nuestros estados y
emociones.

Maneja conscientemente tus emociones, para que ellas no te manejen a ti.

Salvador Carrión, 2001


Sostenemos que para comprender la acción humana debemos prestar cuidadosa atención a nuestra
vida emocional. Postulamos que nuestras emociones son determinantes básicas de lo que podamos o
no lograr en los dominios del trabajo, aprendizaje, sociabilidad, espiritualidad, y por qué no, en el
mundo deportivo. Nuestra vida emocional es un factor crucial en cada esfera de la acción humana.

El aprendizaje que nos permitirá ser capaces de escoger objetivamente y, por tanto más consciente e
inteligentemente nuestra respuestas emocionales, así como su calidad e intensidad, es la adquisición y
manejo de cinco habilidades emocionales esenciales. Estas capacidades, adaptadas de Carrión (2001), y
agrupadas bajo la sigla AMCEP, son las siguientes:

• (A)lternativa: Capacidad de responder a las situaciones de la vida, con la emoción apropiada.

• (M)anifestación: Habilidad de elegir la mejor forma de expresar las emociones.

• (C)onducción: Competencia para utilizar las emociones desagradables y, a partir de ellas, generar
comportamientos útiles y emociones positivas.

• (E)squivación: Talento para protegernos de experimentar emociones que bloquean o limitan.

• (P)resencia: Disposición para la atención al aquí y ahora, siendo consciente de uno mismo.

El manejar adecuadamente las emociones no es una frase cliché sino una necesidad real de quien desea
asumir un rol más activo de su propia vida con el fin, en el caso de un deportista, de optimizar
resultados y lograr un mejor desempeño.

A continuación, te invitamos a realizar el siguiente ejercicio que se relaciona directamente con la


aplicación práctica del modelo AMCEP.

Ejercicio Práctico N°1: “Aprendiendo a escoger la emoción adecuada”

Objetivo: Seleccionar la emoción más adecuada al contexto donde participo.

Paso N°1: Selecciona una experiencia por ti vivida en la que emocionalmente respondiste o actuaste de
una manera errónea y por tanto, no lograste el objetivo que deseabas.

Paso N°2: Responde lo mas sinceramente posible a las siguientes preguntas: ¿Qué ocurrió? ¿Qué fue lo
que específicamente hiciste? y ¿Cuál fue el resultado final?.

Paso N°3: Aplica el modelo AMCEP en la experiencia por ti seleccionada utilizando la siguiente pauta.
Paso N° 4: A modo de retroalimentación responde lo siguiente: ¿Qué aprendí del ejercicio? y ¿Qué
cambios debo realizar?.

La distinción entre estados de ánimo y emociones

Cuando hablamos acerca de nuestra vida emocional a lo que coloquialmente llamamos emocionalidad
podemos hacer una distinción entre dos clases de fenómenos: los estados de ánimo y las emociones.
Esto parece ser, a veces, una distinción muy sutil puesto que en algunos casos es difícil separar los unos
de las otras.

Cada vez que experimentamos una interrupción en el fluir de la vida se producen emociones. A éstas,
por lo tanto, las asociamos con los quiebres o interrupciones en nuestra transparencia. Al actuar,
siempre lo hacemos dentro de un determinado espacio de posibilidades. Cuando un suceso nos
conduce a modificar significativamente las fronteras de ese espacio de posibilidades o bien cuando nos
vemos conducidos a variar nuestro juicio de lo que podemos esperar en el futuro, hablamos de un
quiebre.

Un quiebre siempre implica un cambio en nuestro espacio de posibilidades. Lo que antes creíamos
posible puede no serlo ahora, y lo que antes suponíamos improbable o incluso imposible puede
tornarse probable o posible repentinamente. Cada vez que juzgamos que nuestro espacio de
posibilidades ha cambiado, sea positiva o negativamente, estamos enfrentando un quiebre.
Tomemos un ejemplo. Cuando estamos conduciendo un auto, suponemos que hay ciertas acciones que
están dentro del margen normal de posibilidades, es decir, no hay cambios. Las luces del semáforo
pueden cambiar de verde a rojo; el auto se detiene si apretamos el freno; hacemos andar el auto al
efectuar un cambio de marcha y acelerar, etcétera. Esto es lo que llamamos el flujo normal de conducir,
y a menudo lo hacemos de manera transparente, sin prestarle casi atención. Todas estas acciones están
plenamente contempladas cuando manejamos un auto, y no existen cambios emocionales asociados a
ellas.

Imaginémonos ahora que, al observar que la luz del semáforo cambia a rojo, apretamos el freno y el
auto no se detiene. Si esto sucede diríamos que se interrumpió el flujo normal del conducir. Lo que era
posible en el curso normal de los acontecimientos se ha quebrado y ha surgido un nuevo espacio de
posibilidades. Si el auto no se detiene cuando apretamos el freno, aparece la posibilidad de un
accidente. Por tanto, cada vez que hay un cambio dentro de nuestro espacio de posibilidades, se
generan emociones.

Tomemos otro ejemplo. Un directivo llama a un deportista para informarle que han aceptado su
proyecto de desarrollo deportivo y que firmará un contrato considerado muy importante para su
futuro. Este hecho hace que nuestro horizonte de posibilidades cambie. El futuro que tenemos por
delante es ahora diferente. Nuevas emociones nos embargan como felicidad, optimismo, excitación,
etcétera.

La emoción, por lo tanto, es una distinción que hacemos en el lenguaje para referirnos al cambio en
nuestro espacio de posibilidades a raíz de determinados acontecimientos (sucesos, eventos o acciones).
Cuando hablamos de emociones, por lo tanto, podemos señalar las circunstancias particulares que las
generan. Podemos identificar los acontecimientos que gatillan las emociones. Si esos acontecimientos
desaparecen, normalmente las emociones que los acompañaban también desaparecerán. Las
emociones son específicas y reactivas. Los acontecimientos las preceden. Al referirnos a las emociones,
a menudo estamos observando la forma en que la acción (o determinados eventos) modifican nuestro
horizonte de posibilidades.

La relación entre un acontecimiento y la emoción no deja de tener importancia. En este punto es


relevante relatar el ejemplo que nos entrega el filósofo Michael Graves quien para ilustrar esta relación
entre la singularidad de un acontecimiento y la emoción, se imaginaba a alguien que sale un
determinado día a caminar por la montaña. Mientras camina, observa la naturaleza, se detiene a mirar
los árboles, a escuchar el cantar de los pájaros. A lo lejos, escucha también el ruido de un río que corre
entre unas rocas. A no mucho andar, en la transparencia del fluir de su recorrido, se pone a pensar en
un posible proyecto susceptible de ser emprendido en los próximos días. Se siente contento, optimista;
el proyecto lo excita; piensa que al concluirlo, podrá abrir puertas que hasta ahora ha tenido cerradas.
Sonríe. En eso percibe una culebra que se desliza en dirección a él, en la mitad del sendero, a pocos
metros de donde se encuentra. Súbitamente esa percepción lo lleva a una experiencia diferente. Está
asustado, el corazón le palpita más aceleradamente; se pregunta si tendrá suficiente espacio para
esquivar la culebra o si le convendrá retornar. El espacio de posibilidades en el que se encuentra ahora
es otro. La emoción del miedo se ha apoderado de él.

En el ejemplo anterior, la emoción del miedo fue desencadenada por la percepción de la culebra. Un
evento gatilló esa emoción. El especialista Renato Orellana (2010) haciendo una reflexión de esta idea
expresa “que si queremos entender una determinada emoción, es importante remitirla al
acontecimiento desencadenante”. Es preciso, parafraseando a Graves que cada uno vaya a “buscar la
culebra” o bien sus culebras. Al identificarla, sabremos que si queremos evitar la repetición de esa
emoción, tendremos que “sacar culebras del camino” y si queremos que esa experiencia emotiva se
repita, habrá que asegurarse de colocarlas en él.

El reconocimiento, al hablar de emociones, entre la emoción y el acontecimiento nos permite no sólo


una determinada interpretación de los fenómenos emotivos, sino también posibilidades concretas de
acción. Esto es crucial para quien busca nuevas opciones comportamentales que gatillen o posibiliten
nuevos espacios relacionales.

En efecto. Si nos preocupa, por ejemplo, el hecho de que alguien se suele poner frecuentemente de mal
humor, cabe preguntarse por el acontecimiento o tipo de acontecimientos que producen este cambio
emocional. Al identificarlo, abrimos con ello un espacio de diseño. Ahora podemos intervenir no sólo en
los factores que nos permiten intervenir en el mal humor desencadenado, sino también en la
ocurrencia del tipo de evento que lo desencadena.

Los estados de ánimo son una distinción muy diferente de la distinción de emociones. Cuando
hablamos de estados de ánimo, nos referimos a una emocionalidad que no remite necesariamente a
condiciones específicas y que, por lo tanto, normalmente no los podemos relacionar con
acontecimientos determinados. Los estados de ánimo viven en el trasfondo desde el cual actuamos.
Ellos se refieren a esos estados emocionales desde los cuales se realizan las acciones que nos permiten
interactuar con otros y con el mundo.

Como toda emocionalidad y, por lo tanto, al igual que con las emociones, los estados de ánimo también
están asociados a un horizonte de posibilidades, a un espacio de acciones posibles. Sin embargo, en los
estados de ánimo la relación entre posibilidades y acción se revierte. Hemos dicho que las emociones
tienen que ver con la forma en que la acción modifica nuestro horizonte de posibilidades. Con los
estados de ánimo, por el contrario, nos ocupamos de la forma en que el horizonte de posibilidades en el
que nos encontramos, correspondiente al estado de ánimo en cuestión, condiciona nuestras acciones.

Independientemente del lugar donde nos encontremos y de lo que hagamos, los seres humanos
siempre estamos en algún estado de ánimo que, comúnmente, no elegimos ni controlamos,
simplemente nos encontramos en él. Una vez que estamos en un determinado estado de ánimo, nos
comportamos dentro de los parámetros que tal estado de ánimo especifica en nosotros.

Por ejemplo si nos encontramos frente a una situación de haber ganado una final deportiva, nuestro
estado de ánimo será el de la disposición positiva hacia el entorno, traduciéndose en dar entrevistas,
regalar autógrafos, saludar al público, etc. En cambio si pierdo la final mi estado de ánimo será de
negación, ensimismamiento, por tanto, la conducta será, salir lo más rápido posible del entorno que
rodea al evento deportivo.

En la medida en que la emocionalidad condiciona el actuar, condiciona igualmente la manera como


somos mientras estamos en él. En este sentido, no podemos decir solamente que tenemos estados de
ánimo, también es verdad que nuestros estados de ánimo nos tienen a nosotros es decir, estamos
poseídos por nuestros estados de ánimo. Nos convertimos en nuestros estados de ánimo. Los estados
de ánimo normalmente se adelantan a nosotros. Cuando los observamos, y por lo tanto somos
conscientes de éstos, ya estamos sumergidos en ellos.

Nuestro lenguaje, la forma en que hablamos sobre nuestros estados de ánimo, a menudo esconde el
hecho de que estamos poseídos por ellos. Normalmente decimos, “Me siento feliz” o “Estoy
confundido”. Al hablar de esta forma implicamos que el estado de felicidad o confusión es producido
por el Yo. Que el Yo es quien siente la felicidad. El «Yo» toma precedencia. No nos damos cuenta de que
lo cierto es precisamente lo contrario.

Es el estado de ánimo el que siente, es el estado de ánimo el que está constituyendo el «Yo» en su forma
presente de ser. ¿Significa esto que no hay nada que podamos hacer respecto a nuestros estados de
ánimo? ¿Debemos resignarnos a los estados de ánimo que nos poseen? De ningún modo.

Postulamos que al cambiar el observador de estados de ánimo que somos, abrimos posibilidades de
acción que normalmente permanecen escondidas al observador que se limita por el sentido común. El
ser capaces de observar los estados de ánimo en cuanto tales, nos permite intervenir en su diseño. Uno
de los objetivos de este capítulo es generar en el lector un nuevo observador de estados de ánimo y
desarrollar su capacidad para intervenir en los estados de ánimo en los que nos encontramos inmersos
y diseñar las acciones capaces de cambiarlos.

Existe una estrecha relación entre emociones y estados de ánimo. Por un lado, lo que empezó como una
emoción ligada a un determinado acontecimiento, puede a menudo convertirse en un estado de ánimo
si permanece con la persona el tiempo suficiente y se traslada al trasfondo desde el cual ella actúa. Esto
pasa normalmente con los acontecimientos importantes. Por ejemplo, cuando iniciamos un romance o
cuando fallece alguien cercano a nosotros. Estas experiencias nos colocan en una emocionalidad o
espacio de posibilidades que se manifestará en el conjunto de nuestro actuar: en la casa, en la oficina,
con los amigos, etcétera.

La inteligencia emocional en el terreno deportivo

Después de más de 10 años trabajando en terapia, formando niños y jóvenes o bien capacitando
adultos, creemos haber encontrado un conjunto de habilidades que pueden ser las que marcan la
diferencia entre una persona competente de una que no lo es o mejor dicho, entre un deportista
destacado y otro más bien discreto.
Evidentemente que no nos estamos refiriendo a los aprendizajes que otorgan un diploma Universitario,
ni el conjunto de años de experiencia laboral, nos referimos a la capacidad individual de manejar
adecuadamente los propios estados internos y su implicancia directa en la propia vida. Es este punto el
que definitivamente marca el éxito de las personas en términos de alcanzar un grado óptimo de
competencia, especialmente los aprendizajes referidos al ámbito emocional.

Es por lo anterior que surge la necesidad de aprender y desarrollar en el propio sujeto su inteligencia
emocional con el fin de disfrutar con mayor plenitud y riqueza de las posibilidades que la vida entrega.

Las emociones son reacciones que llenan nuestro cuerpo de energía y por lo tanto, nos predisponen a la
acción. ¿Qué acción? Dependerá de la emoción que se haga presente en nosotros. Sí bien no existen
emociones positivas o negativas (lo positivo o negativo es la acción que decidimos llevar a cabo), en
repetidas ocasiones esta energía sí nos mete en problemas, por ejemplo, reaccionamos de manera
equivocada; nos hacemos expulsar, discutimos con el entrenador, abandonamos
mental/emocionalmente el partido, nos enfocamos solo en lo errores que cometemos, etc.

Las emociones pueden ser factores que nublan la visión clara de los hechos y no cabe la menor duda
que esto puede ser contraproducente para los deportistas o entrenadores.

El Dr. Paul Ekman cree que reconocer los obstáculos que se presentan en la búsqueda de un equilibrio
emocional es una de las formas más eficientes de sobrepasarlos. Uno de estos obstáculos y al que
Ekman se refiere en su libro “Emotional Awareness”, es el “guion emocional” (emotional script).

En el mismo orden de ideas, muchos de los deportistas con los que hemos trabajado llevaban este
guión al terreno deportivo; en diferentes competencias, torneos o entrenamientos y ante situaciones
similares (una falta, que les roben una bola, el reclamo de un compañero, un error garrafal, etc.) siguen
el mismo guión o patrón de comportamiento una y otra vez.

Por ejemplo, si a un tenista le “roban” (al menos desde su punto de vista) un punto importante en un
partido de semifinal de un torneo ATP, le provoca ira (contra el árbitro o el rival), que se convierte en
frustración, llega a la desesperación y finalmente termina botando el partido. En un próximo torneo y
ante una situación parecida, el tenista reacciona exactamente de la misma manera. En otras palabras ha
generado un disparador emocional que le lleva a repetir el guion.

Lo anterior nos pasa una y otra vez (a veces en un mismo día) y no sólo dentro del terreno deportivo. A
pesar de que muchos (no todos) nos percatamos de que estamos reaccionando de forma inadecuada,
no sabemos cómo desarrollar un antídoto ante esta situación.

Reflexiona las siguientes preguntas:

Como deportista ¿Cuál es mi guión emocional que me impide lograr lo que

quiero?

¿Qué tan consciente soy de su influencia en mi comportamiento deportivo?

¿De qué modo me hago cargo de él?


En base a la fórmula para mejorar nuestra inteligencia emocional (motivación + práctica +
retroalimentación + un honesto deseo por hacerlo + un enorme compromiso) les proponemos el
siguiente ejercicio, el mismo que aplicamos con los deportistas con los que trabajamos.

Ejercicio Práctico N°2: “Entrenando mi Inteligencia Emocional (IE)”

Objetivo: Aprender a responder de una manera emocionalmente más adecuada ante situaciones
personales y/o profesionales.

La próxima vez que te encuentres afectado/a emocionalmente por una situación (en una competencia o
en un entrenamiento) o una persona (un compañero, un rival, entrenador o alguno de mis padres) que
continuamente te genera las mismas emociones (molestia, desesperación, disgusto, enojo, ira, tristeza,
decepción, desprecio, etc.), espera a tener la cabeza fría y sigue los siguientes pasos:

Paso N°1: Primero pregúntate ¿Qué fue lo que provocó esa emoción que no fue agradable para ti? y
¿Por qué no lo fue?.

Paso N°2: Analiza el guion emocional que seguiste. Todas las acciones que llevaste a cabo a raíz de la
emoción (gritar, azotar la raqueta, reclamarle al árbitro, engancharte con un rival, cometer una falta
con exceso de fuerza, etc.).

Paso N°3: Ahora escribe en el espacio dado a continuación tu propio guión, no el que te dictó la
emoción, sino cómo piensas que deberías haber reaccionado o cómo te gustaría reaccionar en una
futura situación similar.

Paso N°4: La próxima vez que estés ante una situación similar (ya tendrás un respaldo) busca seguir
este guion.

Nota aclarativa: Si bien las emociones pueden aparecer en tan solo una fracción de segundo y nuestro
cerebro suele hacer una evaluación automática que, según Goleman (2000), “discurre a tal velocidad
que no somos conscientes de ella y sólo podemos advertir sus efectos cuando ya estamos asustados,
enfadados o tristes, es decir, después pero no antes de la emergencia de la emoción”. El tener una guía
nos invita a recapacitar o “pisar el freno” sobre la acción que estamos llevando o por llevar a cabo.

Existe la posibilidad de cobrar conciencia de lo que está sucediendo en un momento posterior, cuando
empezamos a hablar, o experimentamos la tensión de nuestro cuerpo… “conciencia de la acción”—nos
proporciona una tercera posibilidad de intervención para controlar nuestras emociones e interrumpir, o
modificar, nuestros hábitos emocionales

Daniel Goleman, 2000

Somos conscientes de que muy probablemente las primeras veces no seremos capaces de seguir
nuestro guión emocional adecuado. No obstante, te invitamos a volver CAPACITACION NACIONAL
DEPORTIVA

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a hacer este ejercicio. El simple hecho de hacerlo (y repetirlo) ya nos está ayudando a desarrollar
nuestra inteligencia emocional. La constante práctica nos acercará a lograr no ser víctima de la
emoción y a encontrar el equilibrio necesario.

El estado emocional de la rabia y el enojo en el deporte ¿Qué hay que observar?

Fisiológicamente, la ira llena de hormonas nuestro sistema, principalmente de adrenalina, el ritmo


cardíaco se eleva y la sangre fluye rápidamente a las manos, lo que facilita una acción como golpear a
alguien o tomar un arma. Cuando grandes cantidades de adrenalina se hacen presentes nos dejamos
llevar por los instintos y no por la razón (“perdemos la cabeza”). Sin embargo, en un contexto donde
nuestra vida está en peligro constituye una respuesta adecuada (adaptativamente hablando).

Es importante mencionar que las emociones pueden ser factores que nublan una visión clara de los
hechos, algo que sin duda es contraproducente en el terreno deportivo, donde el equilibrio entre la
razón y la emoción es fundamental para alcanzar los objetivos.

¿Cómo podemos llegar a intervenir para que esta emoción no afecte negativamente

nuestro rendimiento?

La mala noticia, es que lo anterior no es nada sencillo. Las emociones pueden aparecer en tan solo una
fracción de segundo y nuestro cerebro suele hacer una evaluación automática. El momento en que
cobramos conciencia se produce entre medio segundo después de que la emoción haya aparecido… por
ello hablamos de una evaluación automática. Dicho en otras palabras, nos hallamos a merced de una
emoción aun antes de haber advertido su presencia” (Goleman, 2000).

La buena noticia, es que con arduo trabajo y esmero, es posible. El estudio de la emoción de la ira ha
arrojado una importante cantidad de temas a considerar. Desde un punto de vista muy general, una de
las funciones de la ira es la de eliminar o quitar un objeto o persona que se interpone en nuestro
camino.

Un ejemplo de lo anterior puede ser nuestro propio rival el cual se transforma en un obstáculo (el rival,
su desempeño, su actitud, etc.) se interpone entre nosotros y nuestro objeto de deseo (por lo general, la
victoria) y entonces poco a poco (o no tanto) empieza a llegar la ira a nuestro sistema y entonces
dejamos de percibir la realidad de las cosas; CAPACITACION NACIONAL DEPORTIVA

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“perdemos la cabeza”, nuestra visión se nubla, se pierde la claridad mental y quedamos a merced de la
emoción.

Lo que sigue puede ser lo que sea; azotar la raqueta, hacer una falta innecesaria o bien golpear o
insultar al adversario, etc. por consiguiente fuimos capaces de arruinar toda la competencia; en este
punto la emoción se torna en un estado de ánimo.

El gran problema en ese momento es que enfocamos nuestra atención en el enojo y “olvidamos”
nuestro rendimiento, nuestros objetivos, y la estrategia a seguir.
Es ahí cuando debemos ser capaces de pisar el freno y entonces preguntarnos:

¿Por qué estoy enojado?,

¿Esta emoción me ayuda en algo o solo me perjudica?,

¿Existe alguna una forma para evitar este obstáculo?, si existe

¿Qué no estoy viendo por estar enfocado en el obstáculo?, si no existe

¿No sería conveniente dejar de perder energía y tiempo ante algo de no

puedo cambiar?

Es importante tener presente que uno de los primeros pasos para avanzar hacia un equilibrio
emocional está precisamente en reconocer nuestras emociones. Más que controlar el enojo, debemos
buscar observarlo y entenderlo tal cual es. Lo importante entonces es ¡querer tomar conciencia y
entender la realidad de la

emoción! Quizá la primera vez no seas capaz de hacerlo, pero lo importante es volver a intentarlo.

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