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Mentes infinitas

Hackeando el cerebro
José R. Reyes

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© 2010, José Ramón Reyes Porcel

Escrito, editado e ilustrado por José R. Reyes

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Dedico este libro a las mentes brillantes que nos conducen hacia el futuro,
regalándonos conocimiento y nuevas formas de contemplar el cosmos.

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Índice binario:
Capítulo 00001: En el abismo
Capítulo 00010: Alejandro Mitnick
Capítulo 00011: El proyecto VOMISA
Capítulo 00100: Mateo Berners
Capítulo 00101: Ángel Nagle
Capítulo 00110: Kana Kastumi
Capítulo 00111: El escritorio
Capítulo 01000: El virus
Capítulo 01001: Caballo de Troya
Capítulo 01010: Pesadilla
Capítulo 01011: Protocolo
Capítulo 01100: Recuerdo aquella vez
Capítulo 01101: Llamadas perdidas
Capítulo 01110: El sueño
Capítulo 01111: Desengaño
Capítulo 10000: Hackear el cerebro
Capítulo 10001: La cuenta atrás
Capítulo 10010: El asalto
Capítulo 10011: Supervivencia
Capítulo 10100: La luz de las estrellas
Capítulo 10101: Huída
Capítulo 10110: El pálpito
Capítulo 10111: El futuro
Comentario del autor
Respecto a los nombres de los personajes
Bibliografía

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Cuando miramos un maravilloso paisaje, y lo vemos cubierto de hierba, con
árboles y flores, y vemos las rocas debajo, nos puede parecer que lo que es
permanente es la roca, y lo perecedero es el árbol; pero esto es un error: porque el
tiempo desgastará la roca, pero no destruirá la vida.

William Haseltine

Información, información que ha sido preservada por la selección natural.


Esto es lo que la vida es en general.
Fr ank J. Tipler

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Capítulo 00001: En el abismo

Presintió que había llegado el final. Se encontraba suspendido en el


abismo, agarrado a la cornisa del edificio y aterrorizado ante la caída mortal que
amenazaba bajo sus pies, a treinta pisos de altura. Alex notaba el calor de su
propia sangre empapando su camisa. Sus dedos resbalaban sobre la superficie
estrecha, arrastrados por el peso de su cuerpo, y sus brazos temblaban
entumecidos. Se encontraba al límite de su resistencia.
Alex balanceó su cuerpo y consiguió apoyar un pie sobre el saliente,
pero el repentino dolor de su herida le hizo desestabilizarse y volver a la posición
inicial. El viento azotaba con tanta fuerza a esa altura que la pared vertical le
pareció imposible de vencer.
Nunca se había propuesto convertirse en un héroe, y no lo era. Se
encontraba en aquella situación porque no había tenido otra elección, todas las
personas implicadas habrían dejado de ex istir si no lo hubiera hecho. Pero ahora
era su vida la que corría peligro y la situación era desesperada. A Alejandro
Mitnick le costaba creer que hacía menos de veinticuatro horas su mayor
preocupación fuese la de vender algún artículo de ropa en la tienda de su tía
Emilia.

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Capítulo 00010: Alejandro Mitnick

Jueves, un día antes.

La joven salió del probador luciendo un vestido que favorecía su figura.


—El negro pega con todo, señorita. —Ilustró el encargado de la tienda—
Y el corte de cintura que tiene de este vestido, a la altura del ombligo, la hace más
alta.
La clienta sonrió satisfecha. El encargado le resultaba
encantadoramente seductor cuando hablaba sobre moda. Aquel joven tenía un
estilo masculino y moderno que la cautivaba. Ella regresó al probador para
cambiarse y la venta parecía garantizada.
Alex se había convertido en un perito del estilismo. Hacía cuatro
meses que trabajaba en la tienda de ropa de su tía Emilia. Antes había sido
programador informático en una importante empresa de videojuegos, pero tuvo que
dejarlo cuando lo detuvieron por acceder sin autorización al sistema informático de
la empresa Industrias RTC. Por este delito el juez lo condenó a no acercarse a
menos de diez metros de un ordenador. Eso lo obligó a dejar su empleo y a buscar
otro que no tuviese relación con la informática. Por eso trabajaba en la tienda,
porque su tía Emilia lo había rescatado del paro.
Durante aquellos meses de condena su vida había dado un cambio
radical. No poder acercarse a un ordenador era una tortura para él. Ni si quiera
podía enviar un correo electrónico. Por eso dedicaba todo su tiempo a la temática
de su nuevo trabajo: la moda. Devoraba todas las revistas de estilismo que caían
en sus manos y ahora sabía que los colores oscuros adelgazaban, igual que las

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rayas verticales y los complementos de tamaño grande tales como bolsos
grandes, gafas grandes, relojes grandes o cinturones en forma de V por delante.
Así de emocionante era su nueva vida laboral.
La joven clienta salió del probador y se dirigió hasta caja para liquidar
su compra. Era la primera venta de la semana y Alex estaba entusiasmado. El
encargado dobló el vestido con la agilidad que da la ex periencia y se lo devolvió
en una bolsa junto al recibo. Alex le regaló una pulsera que combinaba con el
vestido, para incitarla a volver a la tienda, y aquel detalle fue interpretado por la
joven como una señal de coqueteo. Ella sonrió halagada, pero cuando le lanzó
una mirada juguetona, el ingenuo encargado no captó que ella se le estaba
insinuando para una cita. Antes de que ella pudiera hablar sonó el teléfono de la
tienda y Alex contestó a la llamada. Ella resopló por la interrupción tan inoportuna.
—¿Es usted Alejandro Mitnick?
—Sí, ¿Quién lo pregunta?
—Soy Mateo Berners, el director de la empresa Industrias RTC.
Alex enmudeció, se trataba de la empresa que pirateó cuatro meses
atrás.
—Esta vez no he sido yo. —Contestó por acto reflejo.
La voz rió al otro lado de la línea.
—No se preocupe, no se trata de eso.
La joven clienta sacó de su bolso clutch, que hacía juego con sus
zapatos pee toe, un trozo de papel y un bolígrafo. Alex la vio escribir algo mientras
escuchaba por el auricular del teléfono.
—En realidad tenemos un problema de seguridad informática —
Continuó Mateo al otro lado de la línea— y pensamos que su colaboración nos
sería de gran utilidad ya que usted fue el único capaz de filtrarse en nuestro
servidor privado hace cuatro meses.
—¿De qué problema se trata?

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—Eso debo ex plicárselo en persona. No puedo darle más información
por teléfono.
La joven terminó de escribir en el papel y lo deslizó sobre el mostrador.
Con el rostro sonrojado guiñó al encargado y se volvió para salir de la tienda con
un ritmo de caderas que hipnotizó la atención de Alex . Él reaccionó mascullando
un susurro ininteligible.
—¿Disculpe? —Se desconcertó el director de Industrias RTC.
—Perdone, —Alex sacudió la cabeza para concentrarse— es que
acabo de recordar que, con la condicional que me impusieron, no puedo acercarme
a menos de diez metros de un ordenador.
—Tranquilo, no necesitará acercarse tanto. No se preocupe por la
condicional. Confiamos en que concluya este trabajo en un solo día, no
esperamos menos de usted. Y le pagaremos en efectivo en cuanto lo termine. Un
precio negociable, no escatimamos en gastos.
Alex clavó su mirada en la carta del banco que descansaba sobre la
repisa. La había recibido esa misma mañana. Tres mil euros faltaban por pagar en
la hipoteca del local. Era el tercer aviso de la entidad bancaria. No era demasiado
dinero, pero no lo tenían. Y si no pagaban a tiempo, en virtud de algún
mandamiento judicial embargarían el local en los próx imos días. Alex necesitaba
esa cuantía para salvar la tienda de su tía Emilia. Ella había hecho mucho por él y
Alex sentía que tenía una deuda impagable con ella. Su tía era como una madre
para él porque le había cuidado desde que era un adolescente. Por eso, aquella
era su oportunidad de devolverle todos los favores pasados y si tenía que
acercarse a un ordenador para lograrlo estaba decidido a hacerlo.
—Lo haré por tres mil euros. Arriesgo mucho al relacionarme con la
informática.
La voz aceptó al otro lado de la línea.
—Si termina el trabajo no merecerá menos. De hecho le pagaremos el

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doble. ¿Qué le parece? Mañana a primera hora le espero sin falta en mi despacho
de Industrias RTC. Y si todo sale como espero, la recompensa será aún mayor.
La llamada se cortó.
Alex no salía de su asombro. Con semejante inyección de ingresos
salvaría la tienda familiar. Incluso sobraría para invertir en mejoras para el local.
Alex imaginó los colores pastel con los que pintarían las paredes de la tienda y
los maniquís que comprarían para los escaparates. Fantaseó hasta tal punto que
ya veía el local abarrotado de clientas.
El encargado de la tienda sacudió la cabeza para volver a la realidad.
Primero debía zanjar aquella labor con Industrias RTC. Y había algo en la
propuesta que le inquietaba: tenía la condicional y no debía acercarse a menos de
diez metros de un ordenador. <<Tranquilo, no necesitará acercarse tanto>>, recordó
decir a Mateo Berners por teléfono. <<¿Qué habrá querido decir con eso?>>, se
preguntó.
Alex recordó la nota que la atractiva joven había dejado frente a él y
recapacitó en lo poco observador que había sido al no darse cuenta antes de que
parecía gustarle a aquella chica. Desde su última decepción amorosa, cinco
meses atrás, no se había vuelto a fijar en ninguna chica, en parte porque no había
sido capaz de olvidarla.
<<Quizá ésta sea diferente>>, se aventuró a pensar. Su sonrisa le había
parecido encantadora y sus gestos le recordaban a una modelo de Victoria Secret
que había ojeado en las revistas de moda.
—¡Qué diablos! —Se decidió— ¡Parece que hoy me sonríe la suerte!
El encargado volteó ansioso el trozo de papel y lo leyó con el corazón
en un puño: <<gatita_83@email.com>>.
—¿Su correo electrónico? —Lamentó— ¿Por qué no me dio su número
de teléfono? ¡Si no puedo acercarme a un ordenador!

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Capítulo 00011: El proyecto VOMISA

Una semana antes, en Industrias RTC.

Una mujer de aspecto preocupado analizaba los datos del ordenador


principal de la compañía mientras deliberaba ensimismada. Kana Katsumi
pertenecía al departamento de seguridad de Industrias RTC y su función principal
consistía en garantizar la protección de los datos de la empresa. La situación era
alarmante porque un virus informático había contagiado el proyecto más valioso de
la empresa.
Industrias RTC era una compañía revolucionaria que se dedicaba a la
investigación neurotecnológica, una rama de la ciencia que estudiaba la forma de
conectar el cerebro humano con circuitos informáticos. La empresa se había
consolidado como la referencia mundial desde que lanzó al mercado una
innovación tecnológica que curaba la ceguera. Se trataba de los primeros ojos
artificiales que eran trasplantados a los pacientes por sus ojos biológicos. Estos
ojos proporcionaban además visión nocturna e infrarroja. Los pacientes con
ceguera recuperaban la visión y adquirían capacidades ópticas sobrehumanas.
Después de esta revolución biónica, Industrias RTC se embarcó en el desarrollo
de una tecnología que transformaría la sociedad humana de un modo desconocido
hasta entonces. Lo bautizaron como el proyecto VOMISA.
Pero ahora el proyecto estaba en peligro. Kana había detectado un
acceso no autorizado al ordenador principal de la compañía y había descubierto
que los códigos del proyecto VOMISA estaban siendo infectados por un virus
informático que desconocía. Los datos afectados poseían un valor incalculable y

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la pérdida de los mismos significaba un desastre sin precedentes.
Cada vez que Kana desinfectaba el sistema el virus volvía a
reaparecer. La responsable de seguridad informática estaba desesperada porque
no entendía qué era aquel virus. Ella sabía que muchas empresas de la
competencia estaban dispuestas a pagar cualquier precio con el fin de apropiarse
de aquellos códigos. Todavía recordaba cuando el jefe de ventas apalabró un
contrato millonario para adaptar el proyecto VOMISA a fines militares, pero el
director, Mateo Berners, lo rechazó. Había muchos postores interesados en los
códigos y Kana no descartó la posibilidad de que algún trabajador de la propia
empresa estuviera involucrado en el robo del proyecto. Inmediatamente sospechó
de Roberto Bartley, el único además de ella que tenía acceso al sistema principal.
Kana se volteó en la silla giratoria y descubrió que Roberto no se
encontraba en su mesa. Sobre ella había una hamburguesa a medio comer: doble
con queso y cebolla. Se trataba de la comida favorita de Roberto. Era habitual
verle comer en la oficina. Aquella era una de sus dos obsesiones, la comida. La
otra era el dinero. La responsable de la seguridad informática envió a uno de los
vigilantes a comprobar si Roberto se encontraba en la máquina de pruebas del
proyecto VOMISA. Necesitaba saber si él era el responsable del contagio de los
códigos.
Mientras esperaba recordó a Alejandro Mitnick. Aquel joven era el único
pirata informático que había sido capaz de infiltrarse en el sistema principal de
Industrias RTC. Y Kana consideró la posibilidad de que, en el caso de que no
consiguieran neutralizar aquella amenaza, él pudiera ayudarles a rescatar el
sistema.
Alguien sobresaltado irrumpió en la oficina. Era el vigilante que Kana
había enviado en busca de Roberto y su rostro alarmado la inquietó.
—¿Qué ocurre?
El vigilante tembló antes de contestar.

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—He encontrado a Roberto… —Tartamudeó— muerto...

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Capítulo 00100: Mateo Berners

Vier nes, ocho de la mañana.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el último piso del


edificio de la compañía Industrias RTC, Alex contempló el despacho de Mateo
Berners. La oficina ocupaba toda la planta superior y estaba ceñida por una
cristalera amplia que permitía contemplar el paisaje de la ciudad de Granada. El
panorama estaba bañado por los colores apacibles de la mañana y protagonizado
por el palacio rojo, la Alhambra. El edificio futurista donde se encontraba
contrastaba con el resto de casas rurales de la ciudad. Los muebles minimalistas
del estudio proporcionaban un espacio abierto y Alex vio una novela de Isaac
Asimov sobre la mesa del director.
Al estrecharle la mano y contemplar la corbata de Mateo, Alex casi se
sintió apuñalado. <<Los nudos de las corbatas siempre deben estar ajustados al
cuello>>, pensó, <<de forma que no se vea el botón superior de la camisa>>. Sin
embargo, la corbata del director, que lucía un improvisado nudo Windsor, dejaba
entrever el botón superior de la camisa y, lo más dramático para Alex , el color de
la misma no contrastaba con el de la corbata.
—Ante todo le voy a ex igir confidencialidad. —El director deslizó un
contrato sobre la mesa— Nuestra empresa lleva años trabajando en un proyecto
que transformará nuestra sociedad.
Alex ojeó el contrato mientras el director continuaba ex plicando. En él
se mencionaba el proyecto VOMISA y se ponía por escrito que Alejandro Mitnick,
una vez concluida su función, declaraba no facilitar a terceros ninguna información

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relacionada con el mismo. Era un contrato de confidencialidad.
—Como comprenderá, necesitamos asegurarnos de que no filtrará
ninguna información a la competencia.
Alex asintió y firmó el contrato.
—El nombre del proyecto, VOMISA, se lo puso usted, ¿Verdad? —
Dedujo Alex .
—¿Cómo lo sabe? —Preguntó sorprendido.
—Porque tiene un libro de Isaac Asimov en su mesa.
—¿Y?
—Y VOMISA es Asimov al revés.
—Muy observador, señor Mitnick. —Reconoció el director—
Precisamente mis lecturas de Isaac Asimov han inspirado este proyecto. Ahora
sígame, por favor, le ex plicaré su cometido por el camino.
El director cogió el libro antes de entrar al ascensor y pulsar el botón
que los llevaría hasta la planta donde se encontraba la sala de pruebas del
proyecto VOMISA.
—Este libro —Señaló Mateo Berners deslizando las páginas de la
novela de Isaac Asimov— es un sistema de almacenamiento de información. Sus
páginas contienen las ideas y los pensamientos que su autor depositó en ellas. Y,
de algún modo, estas ideas han quedado inmortalizadas en el papel, fuera del
cuerpo de su creador.
Alex asintió con la cabeza, interesado en las palabras del director.
—Este libro puede contener un millón de caracteres, lo cual ocuparía un
millón de bytes en un ordenador. La información que contienen los libros de una
biblioteca entera ocuparían miles de millones de bytes, para lo cual, nos bastaría
con el disco duro de un ordenador para almacenar toda la información de esos
libros. ¿Increíble verdad? Sin embargo, ¿Cuánto tardaría usted en leer toda esa
información, señor Mitnick?

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Por un instante, Alex rememoró todas las revistas de moda que había
estudiado durante los últimos meses. Habían sido muchas y le habían abarcado
su tiempo, pero no eran tantas comparadas con los libros de una biblioteca entera.
Miles de millones de bytes era demasiada información.
—La verdad es que me faltaría vida para leer toda esa información.
—Correcto, —Aprobó Mateo— sin embargo, ahora sí puede leer toda
esa información, y no en una sola vida, sino en un solo minuto.
Quizá fue la cara de desconcierto de Alex lo que divirtió al director.
—Tranquilo, en seguida se lo mostraré. En nuestras instalaciones
comprobará que nada es imposible, si acaso sólo difícil de lograr.
El ascensor se detuvo al llegar a la tercera planta y las puertas
automáticas se abrieron.
—Señor Mitnick, hoy va a descubrir prodigios increíbles que nuestra
empresa ha hecho realidad y que el resto del mundo todavía ignora que ex isten.
¿Está usted preparado para presenciarlas?

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Capítulo 00101: Ángel Nagle

La enorme sala estaba repleta de personal ocupado en sus labores de


ingeniería robótica, todos ellos ceñidos por batas blancas que a Alex le parecieron
horteras. Algunos las llevaban tan apretadas que los botones parecían a punto de
tirotear al que se le pusiera por delante. Otros, en cambio, las ondeaban tan
holgadas que parecían haberse uniformado con un saco de patatas.
Uno de los empleados los saludó en la distancia al verlos entrar.
—¿Ve a ese hombre? —Señaló Mateo— Es nuestro mejor ingeniero.
Alex lo vio acercarse hacia ellos mientras hacía indicaciones técnicas
a sus compañeros.
—Es tetrapléjico. —Añadió el director.
Alex se desconcertó con el comentario porque aquel tipo caminaba con
naturalidad.
—Hola jefe. —Saludó jovial el ingeniero al llegar hasta ellos— Soy
Ángel, tú debes ser Alejandro Mitnick.
—Alex . —Simplificó él mientras estrechaba su mano y lo ex aminaba
en busca de algún indicio de minusvalía física.
Lo primero que llamó su atención fue el color de sus ojos. Ángel tenía
un colorido distinto en cada uno. Uno era marrón y otro gris, igual que el famoso
conquistador Alejandro Magno, que tenía ojos heterócromos.
—Hace cuatro meses, —Ex plicó Mateo— Ángel sufrió un accidente de
coche y quedó tetrapléjico. Desde entonces prueba nuestros prototipos él mismo y
eso le ha transformado en un cíborg.
Alex se había quedado pasmado.
—Ángel tiene un traje biónico. —Aclaró Mateo con orgullo—Está hecho

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con grafeno, un material más resistente que el diamante. Se trata de un uniforme
reforzado con una estructura anatómica que responde a los estímulos del cerebro.
El traje es tan fino como sólido. Si Ángel piensa en andar, el traje le hará andar.
Esta invención acabará con la discapacidad física de cualquier ser humano.
Alex ex aminó con la mirada aquel uniforme.
—Aquí me apodan Robocop. —Rio Ángel— En el accidente perdí la
visión de mi ojo derecho y ahora tengo uno biónico. Eso me otorga vista en alta
definición y visión nocturna e infrarroja.
Alex comprendió ahora el motivo de que tuviera un ojo de cada color.
Pese a que Ángel sufría graves discapacidades físicas desde el accidente de
coche, la robotización de su cuerpo lo había transformado en un súper hombre.
Tenía más fuerza, mayor resistencia y mejor visión que cualquier otro ser humano.
Robocop era el apodo que le habían dado sus compañeros y estaba justificado. La
tecnología de Industrias RTC permitía perfeccionar al ser humano hasta límites
insospechados.
—Suena a película de ciencia ficción, —Reconoció Ángel— pero un
cíborg es simplemente una persona dotada con tecnología que potencia sus
capacidades. En el sentido más básico, cualquier persona con unas gafas para
leer es como un cíborg. Y en el sentido más amplio el ejemplo sería yo.
—Igual que Robocop… —Reflex ionó Alex — …o Teminator.
—No. —Se ofendió Ángel— Terminator es un robot. Yo soy un ser
humano. Es diferente.
Alex imaginó las aplicaciones prácticas que aquella tecnología tendría.
La sociedad vencería todas las discapacidades físicas, esculpiría obreros más
productivos, capaces de levantar una viga pesada con sus propias manos, los
astronautas serían resistentes a las condiciones adversas del espacio y los
soldados militares serían invencibles.
Mateo preguntó a Ángel por una mujer de nombre oriental. Se trataba de

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la responsable del departamento de seguridad informática. Mientras ellos
hablaban, Alex curioseó con la mirada a su alrededor. La sala de ingeniería era
espaciosa y los ventanales sustituían a las paredes. Las mesas estaban
alineadas en orden y las luces proporcionaban una iluminación radiante. Le llamó
la atención un ingeniero que caminaba a través de un laberinto de obstáculos con
los ojos vendados. Estaba probando un dispositivo que le permitía percibir los
obstáculos a su alrededor. Alex sabía que los murciélagos emitían ondas
ultrasónicas que rebotaban alrededor y regresaban hasta sus oídos para revelarles
un mapa del entorno. Aquel dispositivo imitaba el sentido ultrasónico de los
murciélagos.
Alex siempre había percibido el mundo que le rodeaba a través de sus
sentidos innatos. Pero las capacidades sensoriales del ser humano eran limitadas
y sólo permitían ver una perspectiva incompleta de la realidad. Con aquella
tecnología biónica la humanidad abriría nuevos ojos para contemplar el universo.
—Aquí está. —Anunció el director de la empresa— Señor Mitnick, le
presento a la responsable de seguridad informática de Industrias RTC.
Mateo señaló a aquella muchacha asiática de pelo largo castaño que
ex hibía un encanto especial. Sus ojos orientales ribeteados en negro eran
irresistiblemente seductores. Lucía un estilo informal atractivo, con un vaquero
jeans de tiro bajo que descubría parte de su abdomen y una camiseta negra y
ajustada que ponía de relieve su figura femenina. En su camiseta, a la altura del
pecho, se leía el tex to: soy root. Era un chiste informático. La palabra Root se
refería al administrador de un sistema, el que tenía todos los privilegios para
gestionar a los demás usuarios. El tex to era como bromear: soy el que manda
aquí, cuidadito conmigo. Sin embargo, por primera vez en meses, Alex no se fijó
en la forma de vestir de aquella joven.
—Kana Katsumi. —Balbuceó.

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Capítulo 00110: Kana Kastumi

—En realidad, —Reconoció Mateo— ella fue quien sugirió que


contactáramos con usted para que nos echase una mano con este asunto. Acepté
llamarle por lo bien que me habló de usted.
—Cuánto tiempo, —Añoró Kana— ¿Cinco meses?
<<Cuatro meses y veintitrés días para ser ex actos>>, corrigió Alex para
sus adentros mientras miraba los dedos de ella en busca de un anillo de
compromiso, pero no lo encontró.
—No recordaba que trabajaras aquí. —Mintió él con un secreto tono de
reproche.
El director abrió una compuerta que daba acceso a un pasillo
ex travagante.
—Sígame, —Ordenó Mateo— le enseñaré la máquina de pruebas del
proyecto VOMISA. Aquí la llamamos el Escritorio.
Los tres, ex cepto Ángel que volvió a su trabajo, se encaminaron por el
pasaje hacia la sala contigua.
—El proyecto VOMISA —Ex puso el director mientras caminaban—
comenzó como el intento de curar el alzheimer y la amnesia anterógrada
irreversible.
—¿Ante… qué? —Tartamudeó Alex .
—Es cuando el paciente —Ex plicó Kana— no puede retener en su
memoria recuerdos nuevos, por lo que no puede acordarse de nada que haya
ocurrido tras el comienzo de este tipo de amnesia.
Alex asintió con un gesto de comprensión y, hacia el final del pasillo,
una puerta automática se abrió, permitiéndoles entrar a una sala espaciosa,

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relumbrante y moderna. Kana se sentó frente a la única computadora que había en
la estancia. Alex por su parte, precavido por el asunto de su condicional, calculó a
ojo la distancia que lo separaba del ordenador y retrocedió un paso para
asegurarse de estar a más de diez metros de él.
—Ex acto. —Continuó el director— Y para sanar a los pacientes con
alzheimer, desarrollamos chips que implantábamos en el cerebro para reemplazar
la memoria cerebral dañada y lograr que los pacientes retuvieran sus recuerdos en
ellos.
—¿Han descifrado el idioma del cerebro? —Ex clamó asombrado Alex
— ¿Saben guardar información en un chip informático con el lenguaje de la
mente?
—En cualquiera como éste. —Aseguró el director.
Mateo le alcanzó uno de aquellos chips diminutos. Alex lo observó en
su mano y le pareció del tamaño de un discreto pendiente de mujer, el mismo que
haría juego con el estilo atractivo e informal de Kana. Entonces sacudió su cabeza
en un intento por quitársela de la cabeza.
—Este único chip —Señaló Mateo— tiene capacidad para almacenar
los recuerdos más significativos de toda una vida. Pero éste sólo fue el primer
paso. Pronto nos dimos cuenta de que podíamos ahorrarnos la implantación
quirúrgica de estos chips en el cerebro y utilizar un procedimiento menos agresivo.
Entonces desarrollamos chips inalámbricos.
Alex abrió los ojos asombrado porque supo lo que aquello implicaba.
—Ahora podemos conectar la mente humana, —Continuó el director—
sin necesidad de cables, a toda la red digital del mundo, a Internet. El paciente no
sólo retiene sus propios recuerdos, si no que accede a cualquier información
disponible en la red, desde revisar su buzón de correo electrónico hasta consultar
el diccionario de la real academia española.
—Todo el mundo conectado mentalmente a través de Internet. —

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Subrayó Kana— ¿Te lo imaginas? Conversar sin necesidad de teléfonos,
informarse de las noticias sin periódicos, ver películas sin televisión, tener acceso
instantáneo a todo el conocimiento enciclopédico de Internet, intercambiar y
debatir ideas con la velocidad del pensamiento.
—Tiene que ser una broma —Masculló Alex .
—Piénselo bien. Todos hemos estado conectados siempre, —Ex plicó
Mateo— pero hasta hoy sólo de una forma rudimentaria. Nos relacionábamos a
través de teléfonos, televisión, ordenadores y toda clase de dispositivos. Nosotros
hemos dado un paso más, hemos conectado la mente con estos dispositivos. Y
ahora no necesitará conversar, mirar o teclear. Tan sólo le bastará con pensar.
Alex estaba perplejo.
—En seguida se lo demostraré, —Sonrió Mateo al ver la ex presión del
señor Mitcnick— el Escritorio es la máquina que lo hace posible. Y es la máquina
que usted utilizará para resolver nuestro preocupante problema.
El director le ex plicó la situación.
Un virus informático estaba infectando los códigos del proyecto
VOMISA. Kana no conseguía eliminar el virus porque reaparecía cada vez que ella
lo borraba. El virus debía estar filtrándose a través de alguna vulnerabilidad en la
seguridad del sistema. Y ése era el objetivo de Alex , utilizar sus conocimientos
como Hacker para destruir el virus y reparar el fallo de seguridad.
Un trabajador entró a la sala y llamó la atención del director. Alex se fijó
en su bata y reafirmó su opinión de que el vestuario del personal era hortera. Mateo
se alejó para atenderle.
Alejandro Mitnick reflex ionó sobre su cometido. Conocía bien esa
clase de trabajo, lo había desempeñado en ocasiones antes de que le impusieran
la condicional. Era lo que se conocía como Hacking Ético. En otras palabras,
piratear un sistema informático era ilegal pero la mejor forma de probar su fortaleza
era atacándolo. Por eso, muchas empresas pagaban de forma clandestina a un

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Hacker para que éste encontrara las vulnerabilidades de sus sistemas. Y
reparándolas fortalecían su seguridad.
—Continuad vosotros sin mí. —Se despidió Mateo— He de atender
otros asuntos.
La puerta se cerró automáticamente cuando el director abandonó la
sala.
—Manos a la obra, —Se dispuso Alex poniendo en movimiento sus
dedos— ¿Y el teclado del ordenador?
Pero la respuesta que recibió lo desconcertó.
—No necesitarás ningún teclado —Le corrigió Kana.

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Capítulo 00111: El escritorio

Era como un gorro de natación. Su superficie ex terior estaba cubierta


por pequeños bultos redondos alineados entre sí que formaban una cuadrícula.
—Son sensores inalámbricos, —Aclaró Kana— los chips inalámbricos
de los que hablaba Mateo antes. Emiten ondas alfa para estimular las distintas
áreas del cerebro. Y al mismo tiempo detectan los impulsos que la mente produce
al pensar. De este modo, el casco sirve como dispositivo intermediario que
comunica tu mente con el ordenador. Al utilizar un sistema inalámbrico no necesita
cables y puedes conectarte desde cualquier lugar del edificio, siempre y cuando
haya cobertura.
—Pues a mí me parece un gorro de natación.
—Un gorro de natación muy caro, Alex . —Corrigió Kana— Con este
dispositivo de entrada/salida puedo estimular cualquier zona de tu cerebro. Por
ejemplo, puedo provocarte un orgasmo estimulando tu corteza orbitofrontal.
¿Quieres probarlo?
—Quizá en otro momento, Kana. —Respondió con ironía Alex — Antes
podrías invitarme a cenar.
Kana le sacó la lengua.
Cuando Alex se puso aquel gorro reflex ionó sobre su antiguo empleo.
Él, que había trabajado con anterioridad en una empresa de videojuegos, pensó en
la increíble aplicación que podría tener este periférico informático para ese
mercado. Los usuarios podrían conectarse a la consola de videojuegos con la
mente y jugar en un mundo virtual. Incluso podrían llegar a sentir un orgasmo al
relacionarse sex ualmente con alguno de los personajes ficticios o sentir dolor en
una pelea virtual.

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—El sistema está analizando la sensibilidad de tu corteza cerebral —
Ex plicó Kana— Puede que sientas un leve mareo, pero no te preocupes, es
normal.
Como ex -pirata informático, Alex pensó después en la cantidad de
información personal e íntima que almacenaba su mente —recuerdos, ideas,
opiniones, secretos— y en lo fácilmente accesibles que serían todos esos datos
con un dispositivo como ese enchufado a su cabeza. Entonces temió que Kana
pudiese acceder sin permiso a sus pensamientos más privados y con ello
descubrir que, desde hacía cuatro meses y veintitrés días, no había sido capaz de
dejar de pensar en ella. Aquella posibilidad lo incomodó.
Por un momento se estremeció al imaginar un futuro del homo sapiens
en el que las mentes humanas constituyesen una red de cerebros conectados
entre sí. Se preguntó si eso implicaría el nacimiento de una conciencia colectiva,
como si cada cerebro conectado fuese una simple neurona en la red. Alex temió
después por la vulnerabilidad de los datos personales que había en todas esas
mentes si no hubiese un modo de protegerlas.
Imaginó que las personas podrían hacer el amor a distancia. Alguien
desde Londres imaginaría cómo besaba a su pareja, y ésta recibiría el estímulo
cerebral de la ex periencia desde el otro lado del planeta. Alex se estremecía de
asombro con sólo imaginarlo. Alguien podría estar contemplando las pirámides en
Egipto y transmitir todo lo que ex perimentaba en tiempo real a un amigo para que
éste viviese la misma ex periencia. Con esta tecnología las distancias no
importarían. La sociedad humana tendría posibilidades ilimitadas. Las mentes
serían infinitas.
La perspectiva del futuro era tan increíble que Alejandro Mitnick pensó
que formaba parte de una novela de ciencia ficción.
—El análisis neuronal ha terminado, —Avisó Kana— pero antes de
empezar debo saber si tienes algún tipo de problema cardiovascular.

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—No, —Respondió Alex — ¿Por qué lo preguntas? No estarás
pensando en darme un susto, ¿Verdad?
Kana rió.
—Es sólo por cuestiones de seguridad.
Alex empezó a inquietarse. Quizá, conectarse al Escritorio no era tan
seguro como él había asumido.
—Voy a conectarte al sistema. —Informó Kana— ¿Estás preparado?
Alex asintió. Pero justo antes de conectarlo, Kana detectó
interferencias en el sistema. Algo no iba bien.
—Lo siento —Se disculpó Alex mientras sacaba el teléfono móvil de
su bolsillo para contestar a la llamada.
Kana le clavó una mirada de indignación.
—Chiqui, —Preguntó su tía Emilia al otro lado de la línea telefónica—
¿Vas a comer en casa?
—Tía Emilia, —Protestó con disimulo Alex — te tengo dicho que no me
llames así.
—Chiqui, chiqui, chiqui, chiqui… —Se choteó su tía.
—Vale, déjalo ya.
Tía Emilia se tronchaba de risa.
—No puedo ir a comer. Ya te lo dije antes, hoy estaré fuera todo el día.
—¿Así que tienes una cita? ¿Quién es la chica? —Cotilleó su tía.
—Tengo que colgar, —Fingió Alex — no tengo cobertura.
—Tienes que salir con otras chicas y olvidar a esa otra…
Alex colgó la llamada.
Kana le apuñalaba con la mirada entreabierta.
Él sonrió encogiéndose de hombros en un intento de pedir disculpas.
—No volverá a pasar, he apagado el móvil.
—Eso espero —Kana hizo un movimiento de vaivén con su dedo

34
índice.
Y antes de pulsar el botón que conectaría la mente de Alex con el
ordenador principal de Industrias RTC, Kana Katsumi le anunció:
—Bienvenido al futuro, Alex .

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Capítulo 01000: El virus

Alex sintió un vértigo momentáneo que lo sumergió en una nueva


conciencia. La información contenida en el disco duro del ordenador pasó a ser
una ex tensión de su propio conocimiento.
—¿Todo bien, Alex ?
—Veo los datos del ordenador como si estuvieran en mi mente. —
Respondió perplejo.
Alex contemplaba en su imaginación una nube de imágenes a su
alrededor. Aquellos iconos oscilantes representaban los datos del sistema. Ahora
entendía por qué llamaban a esa máquina el Escritorio. Las imágenes recordaban
al escritorio virtual de cualquier sistema operativo. Eran los mismos iconos de
directorios y archivos que se podían ver en la pantalla de cualquier ordenador.
Alex sólo tenía que pensar en un archivo determinado para tener
acceso mental a él. Ex plorar los ficheros del sistema era tan fácil como pensar.
Cada vez que Alex accedía a uno de ellos, el icono que lo representaba se
desplazaba frente a él para volver después a su ubicación original. De este modo,
su rastreo mental provocaba una lluvia de desplazamientos que aprox imaba y
alejaba los iconos de él.
—Estás aguantando bien, Alex . Lo cierto es que nadie aguanta mucho
tiempo enchufado al Escritorio.
—¿Por qué no?
—Porque a veces toda la información del ordenador supone
demasiados datos para ser asimilados por la mente. La mayoría de los que lo han
intentado se marean e incluso algunos han llegado a vomitar.
—Qué detalle por tu parte avisarme con tiempo, Kana —Replicó Alex

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con un tono irónico.
Kana hizo un tímido ademán con los hombros para disculparse. A ella
le parecía inverosímil que un hacker informático tan singular como Alex hubiera
terminado trabajando en una tienda de ropa. Lo más llamativo es que su nuevo
oficio había transformado su forma de vestir y el traje elegante que llevaba puesto
le daba un aspecto tan masculino como profesional.
—Debo admitir que tienes estilo para vestir. —Insinuó Kana.
—Hay que ponerse guapo para trabajar.
—Espero que sepas tanto de moda como de virus informáticos. Porque
a mí me ha resultado imposible desinfectar el sistema.
Kana le puso una pulsera en la muñeca.
—¿Qué es esto? —Preguntó Alex .
Kana ex plicó que era un dispositivo que medía las constantes vitales.
La pulsera mostraba el color verde, naranja o rojo dependiendo del estado de salud
de la persona.
—Necesito vigilar tus constantes vitales. —Aclaró ella— Mientras la
pulsera siga emitiendo una luz verde todo irá bien.
—Tienes un talento especial para ponerme nervioso.
La mirada de Alex solicitaba una ex plicación.
—Está bien, te lo contaré. —Cedió Kana después de reflex ionar durante
unos momentos— Pero no te alarmes. Conectarse al Escritorio no es peligroso
para la salud. La semana pasada uno de nuestros empleados murió estando
conectado en él...
Alex palideció y la pulsera registró su agitación cardiovascular.
—Tranquilo, Alex . —Se apresuró a calmarle— Él no murió por
conectarse al Escritorio, fue sólo por causas naturales. Se llamaba Roberto Bartley
y falleció de un ataque al corazón. Cuando se conectó lo hizo en secreto y sin
medidas de seguridad. Ahora sabemos que alguien le había pagado para que

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robase los códigos del proyecto VOMISA. Y el estrés que sufrió cuando cometía el
robo le provocó el infarto. Fue una muerte natural.
Alex tardó en hablar.
—¿Y quién está detrás del robo?
—No estamos seguros todavía. —Admitió Kana— Pero ese mismo día
apareció el virus en el sistema. Roberto infectó los códigos cuando intentaba
robarlos.
Alex miró su pulsera y comprobó que su estado cardiovascular se
estabilizaba.
—¿Hay algún pequeño detalle más que amenace mi vida en este
momento, Kana? —Protestó Alex con un tono burlón.
—Te aseguro que tu salud no corre peligro. —Le giñó ella— Haz tu
trabajo y yo haré el mío. Vigilaré tu estado y no permitiré que te pase nada malo.
Alex pensó en el dinero que iba a cobrar por aquel trabajo. Era lo que
necesitaba para salvar la tienda de su tía Emilia. Y cuanto antes eliminase el virus
antes acabaría todo. Con este propósito inició el rastreo en los archivos del
ordenador, debía encontrar aquel virus. Alex accedía a los ficheros con la
velocidad del pensamiento. No sabía ex plicar cómo los analizaba, simplemente
los analizaba; del mismo modo que alguien que piensa no se detiene a reflex ionar
sobre cómo piensa, sino que simplemente piensa.
Cuando habían transcurrido unos minutos de rastreo, Alex empezó a
percibir un ruido ex traño.
—Oigo un zumbido. ¿Es normal?
—El ordenador me indica que todo va bien. —Informó ella
monitorizando los datos en la pantalla— Debe tratarse de una reacción de tu mente
ante la enorme cantidad de datos que estás asimilando. Es la primera vez que te
conectas y ya te dije que algún mareo era posible.
Alex tenía la sensación de que aquel zumbido provenía de detrás suyo

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pero al mirar a sus espaldas no vio nada, sólo las imágenes oscilantes de la
realidad virtual. Cuando volvió a mirar hacia delante descubrió lo que estaba
buscando. Aquel icono representaba el proyecto VOMISA y contenía los códigos
que hacían posible comunicar la mente con los ordenadores. Alex observó que
una mancha oscura se ex tendía con lentitud sobre aquel icono y comprendió que
aquella mancha era el virus que se propagaba por el sistema. Cuando accedió
mentalmente a los datos de la carpeta el zumbido se hizo más intenso y supo que
el ruido provenía del virus. Como medida de precaución miró su pulsera de salud y
comprobó que ésta mostraba todavía un tranquilizador color verde.
Por el momento, todo parecía ir bien.

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Capítulo 01001: Caballo de Troya

Alex había localizado el virus. Ahora sabía qué aspecto tenía: el de


una mancha oscura que a su paso ensombrecía los datos que contagiaba.
—Me ha resultado fácil reconocer el virus en el sistema. —Se
sorprendió Alex — Podíais haber hecho esto sin mí.
—En realidad no es así. —Ex plicó Kana— Tus conocimientos como
Hacker te dan la facilidad intuitiva de reconocer el virus en el sistema. El
Escritorio se basa en cómo tu mente interpreta los datos. Otra persona sin tus
conocimientos, aunque tuviera delante una procesión de virus potencialmente
peligrosos, no los reconocería.
Alex no parecía convencido con la ex plicación.
—Si te digo: 2, 4, 6, 8… ¿Qué son? —Preguntó Kana a modo de
ejemplo.
—Números pares.
—Has reconocido el patrón porque sabes lo que es un número par. Si
digo: 1, 2, 3, 5, 7, 11… ¿Qué son?
—Números primos.
—¿Lo ves? —Incidió Kana— Reconoces el patrón porque sabes lo que
es un número primo. Y conectado al Escritorio ocurre igual, tu inconsciente
reconoce el patrón de un virus porque conoces su estructura interna. Para el que
entiende, las cosas no pasan desapercibidas. El comportamiento natural de la
mente es así, busca constantemente patrones en todo lo que percibimos. Así es
como reconocemos las caras conocidas, las voces familiares, las letras, los
números, los colores, los olores…
Alex asintió al comprenderlo.

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—Y borrar el virus te resultará igual de intuitivo. —Terminó ella— Sólo
tienes que pensarlo.
Alex lo intentó. Y con sólo pensarlo el virus empezó a ser eliminado
por el sistema. El ordenador principal ejecutaba las órdenes que le transmitía con
su intencionalidad. A medida que la mancha oscura desaparecía, el zumbido
también lo hacía.
—El ordenador indica que el virus ha sido borrado. —Informó Kana—
Pero volverá a reaparecer, siempre lo hace. Por eso estás aquí, debes averiguar
desde dónde reaparece cada vez que lo borramos. Ahora es cuando empieza el
verdadero reto, chico galante.
Alex resopló.
—Veo que no has cambiado en estos cinco meses. —Se mofó él—
Sigues igual de socarrona.
—Y tú igual de picajoso.
—¿Interrumpo? —Mateo había regresado a la sala.
Ambos se sobresaltaron al oírle. Kana fingió teclear en el ordenador y
ex plicó sonrojada que Alex había eliminado el virus.
—Buen trabajo. —Reconoció Mateo— Ahora debe averiguar lo más
importante. ¿Sabe cómo es posible que reaparezca el virus?
Alex sospechaba que el virus original debía estar oculto en alguno de
los archivos privados de Roberto, ya que era el principal sospechoso, y desde él
se contagiaba hacia el sistema cada vez que lo desinfectaban. En otras palabras,
el virus se escondía en un troyano.
—¿Un troyano? —Negó Kana— lo hubiera detectado nuestro antivirus.
Alex sonrió con la paciencia de un erudito.
—Es posible construir un troyano que no detecte un antivirus. —Corrigió
Alex con el orgullo de un pirata informático.
—¿Así fue como pirateaste nuestro sistema hace cuatro meses? —

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Indagó ella.
Aquella pregunta tan directa casi atragantó a Alex .
—No es momento de hablar de eso... —Intentó cambiar de tema— Un
troyano es un programa malicioso que se esconde dentro de un archivo de
apariencia inocente. Cuando este archivo se ejecuta, el virus que lleva dentro se
instala en el sistema. Es como el caballo de Troya que los griegos regalaron a los
troyanos. Es un engaño.
—Ya sé lo que es un troyano, Alex . —Puntualizó ella encogiéndose de
hombros.
Alex dirigió su mirada hacia Mateo.
—Se lo ex plicaba al director. —Disimuló— En resumen, lo que creo es
que el troyano está entre los ficheros privados de Roberto.
Mateo asintió satisfecho y le pidió que continuara con su trabajo.
Alex se sumergió en la realidad virtual y con el pensamiento localizó la
unidad privada de Roberto. Al principio no detectó nada sospechoso entre los
datos, pero unos segundos después empezó a oír aquel zumbido de nuevo. Era el
mismo ruido que había emitido el virus antes de ser borrado. Alex se zambulló en
aquellos datos para localizar el troyano. Entonces su inconsciente reconoció
aquella serie numérica binaria:
010
001
111
—Es el emblema Hacker. —Susurró Alex .
—¿Qué significa eso? —Preguntó Mateo.
Alex sacó del bolsillo trasero del pantalón de su traje recto una cartera
de color negro que era pequeña y compacta porque sabía que nunca había que
abultar los bolsillos ya que rompían la línea de la ropa y arruinaba el aspecto del

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desconecte.
—Espera, puedo eliminar el troyano. —Aseguró Alex — Sólo necesito
unos minutos. Si lo dejo ahora el virus volverá a contagiar todo el sistema.
—No sé, Alex …
—Confía en mí.
Aquella última frase convenció a Kana. Eran las mismas palabras que
Alex utilizó el día en que se conocieron.
—Sólo unos minutos más. —Aceptó ella.
Alex continuó probando contraseñas diferentes con la velocidad del
pensamiento. Sabía que estaba cerca de conseguirlo pero el zumbido se estaba
volviendo insoportable en su cabeza.
—La comida favorita de Roberto era la hamburguesa. —Sugirió Kana—
Era una obsesión para él. Quizá protegió el archivo con una contraseña
relacionada con eso.
Alex intentó la contraseña <<Hamburguesa>> y el ordenador volvió a
mostrarle un mensaje de acceso denegado. Empezaba a sentirse agotado y pensó
que Kana tenía razón, lo mejor sería desconectarse del sistema. Pero antes de
abandonar quiso probar un último intento. Recordó que el nombre del proyecto
VOMISA provenía de invertir el apellido de Isaac Asimov. Eso le empujó a probar
aquella última contraseña: <<aseugrubmaH>>.
¡Bingo!
Era la contraseña correcta. Kana respiró aliviada cuando vio el mensaje
que mostraba el monitor. El ordenador informaba que el sistema estaba limpio. El
troyano había sido eliminado. Ella se volvió sonriente hacia a Alex pero cuando lo
vio su ex presión se turbó.

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Capítulo 01010: Pesadilla

El cuerpo de Alex se tambaleaba mientras apretaba sus orejas con las


manos.
—Ese zumbido sigue ahí… —Consiguió decir.
Alex había eliminado el troyano del sistema pero el ruido no se había
disipado con él. El zumbido se hacía ensordecedor en su cabeza. La nube de
iconos que visualizaba en la realidad virtual empezó a distorsionarse y entonces
divisó en ella una sombra con forma humana. No sabía si aquella visión era real o
un delirio de su mente, pero Alex sintió un escalofrío cuando los ojos de aquel
espectro, más negros que la oscuridad, le atravesaron con la mirada desde la
distancia. La figura le acechaba desde la penumbra del pensamiento y los latidos
aceleraron su corazón.
Alex miró su pulsera de salud y se sobresaltó al comprobar que la luz
parpadeaba con un color naranja alarmante.
—El sistema indica que tu ritmo cardiovascular está aumentando
rápidamente. —Advirtió Kana en el ordenador.
El espectro se encaminó hacia él y los iconos virtuales que atravesaba
se disipaban a su paso. Alex se estremeció dando un paso atrás y tropezó con
Mateo, que se encontraba a sus espaldas. No sabía qué hacer, no podía huir de su
imaginación, se sentía atrapado en su propia mente. Alex quiso quitarse el gorro
que lo mantenía conectado al Escritorio.
—¡No! —Gritó Kana— No te desconectes así, es peligroso. Yo te
desconect…
—¡Desconéctame! —Se sobresaltó Alex .
Cuando pronunció aquellas últimas palabras el espectro se lanzó

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contra él, como un depredador asaltando a su presa. La pulsera de Alex emitía un
pitido intermitente de alarma. El color que mostraba era el rojo. La situación se
había descontrolado.
—¡Rápido! —Gritó Alex mientras Kana tecleaba en el sistema.
El impacto casi le hizo perder el sentido. La enorme arremetida virtual
que recibió de aquel fantasma le hizo caer de espaldas sobre el suelo. Y Alex
sintió dolor por aquel impacto que había ocurrido en su imaginación.
Kana lo había desconectado justo en ese momento.
—¿Qué te ha ocurrido? —Corrió preocupada hasta él.
—Algo me ha golpeado en la frente. —Respondió palpándose el rostro
— Parecía real.
—Has pasado demasiado tiempo conectado. —Negaba Kana con la
cabeza— No tenía que haberte dejado tanto tiempo en el Escritorio.
Ella le ayudó a incorporarse. Se arrepentía de haber cedido al dejarle
conectado más tiempo, pero se sentía orgullosa de él. Alex había salvado el
proyecto más importante de la empresa. Y ahora que estaba tan cerca de él notó la
misma atracción que el día en que lo conoció.
Alex comprobaba su pulsera de salud. Sus constantes vitales se
estabilizaban paulatinamente hacia un tranquilizador color verde. Todo le parecía
indicar que había sido un sobresalto debido al delirio de su pensamiento, como el
que se tiene en una pesadilla antes de despertar.
—El golpe que he imaginado me ha dolido de verdad. —Desveló Alex
inquieto.
Kana clarificó que se debía a la influencia de la mente sobre el cuerpo.
—Por ejemplo, —Aclaró ella— si imaginas que muerdes un limón,
notarás que segregas saliva. Si imaginas que conduces a toda prisa, notarás que
tu corazón se acelera. Tu cuerpo siente como real lo que imaginas. Como ocurre
en una pesadilla.

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Alex se sintió apaciguado después de escuchar aquella ex plicación.
La voz de Kana era agradable y sus aclaraciones tranquilizadoras.
—Señor Mitnick, ahora debe recuperarse. —Aconsejó el director—
Nuestro protocolo establece que después de utilizar el Escritorio se debe pasar un
reconocimiento médico. Sólo para asegurarnos de que todo va bien. Yo ingresaré
la cuantía convenida en su cuenta corriente mientras Kana le lleva a la sala de
reconocimiento. Cuando usted esté disponible diríjase a mi despacho. Tengo que
hablar con usted de algo mucho más importante.
Mateo abandonó la sala dejando intrigado a Alex con aquellas
palabras.

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Capítulo 01011: Protocolo

Alex seguía los pasos de Kana hacia la sala de reconocimiento.


Todavía estaba desconcertado por la alucinación que había ex perimentado en el
Escritorio pero se alivió pensando que con el dinero que cobraría salvaría la tienda
de su tía Emilia. Un arrebato interior le reprochó no haber acordado más dinero por
aquella labor. De repente la retribución le parecía insuficiente. Alex estaba siendo
avaricioso, pero aquella actitud no era propia de él.
Kana abrió la puerta de la sala de reconocimiento y le cedió el paso.
Alex imaginó que dentro habría algún tipo de máquina sofisticada que analizaría
su corteza cerebral para comprobar si había sufrido algún tipo de trastorno
neuronal. Pero lo único que llamó su atención cuando entró fue una camilla junto a
la pared. Sospechó entonces que aquella cama escondía algún escáner avanzado
capaz de analizar en profundidad su cerebro.
—Siéntate aquí, por favor.
Alex obedeció. Estaba intrigado por la tecnología que ex aminaría su
plasticidad cerebral. Industrias RTC era una empresa puntera en tecnología y
debía de tratarse de una máquina ex traordinaria. Él se relajó y esperó a que
comenzara el análisis.
—¿Cuántos dedos ves aquí?
Alex se quedó pasmado.
—¿Estás de broma? Esperaba algún tipo de reconocimiento más
avanzado tecnológicamente. Algo con rayos X, ondas Alfa y cosas así. Ya sabes,
más sofisticado. Como todo lo que tenéis en la empresa.
—Alex , —Resopló ella— tu mente ha absorbido una cantidad inmensa
de datos y no está acostumbrada a eso. Estar veinte minutos conectado al

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Escritorio es como pasar semanas enteras estudiando sin parar para descansar ni
dormir. Es natural que tu cerebro haya reaccionado así. Has alucinado, pero podías
haber desfallecido. Nadie antes había pasado tanto tiempo conectado. Lo único
que necesitas ahora es descansar.
Alex mostraba el semblante de un niño decepcionado y Kana rio. Ella
se sentía cómoda con él. Tanto como el día en que lo conoció. A ella le pareció
que lo único que había cambiado en él desde entonces era su forma de vestir.
Ahora lucía un estilo masculino que la cautivaba.
Kana le ex aminó las pupilas y le hizo algunas preguntas sobre su
estado. Lo que sorprendió a Alex fue el deseo repentino que tuvo de comer
hamburguesa. No se trataba de hambre, era simple apetito, casi gula. Alex no se
reconocía a sí mismo, aquella apetencia por las hamburguesas no era propia de él.
—He pensado en ti durante estos meses. —Kana habló con un tono
dulce— Y hasta hoy no he sabido que lo habías pasado tan mal durante todo este
tiempo.
Aquellas palabras desconcertaron a Alex . Se preguntó cómo era
posible que ella supiera eso. A menos que pudiera leerle la mente, era imposible.
Entonces lo comprendió.
—No me lo puedo creer. —Protestó Alex — ¿Cómo has podido? Has
espiado mis recuerdos cuando estaba conectado al Escritorio. Has aprovechado
que mi memoria estaba accesible. Has usurpado mi intimidad.
—No, no ex actamente… —Se defendió ella tartamudeando— Es sólo
que el ordenador informa de los pensamientos más persistentes que hay en tu
conciencia. Es como si, mientras estabas eliminando el virus, no pudieras dejar
de pensar en mí.
Alex sabía que aquello era cierto y, como no supo cómo negarlo, se
ruborizó.
—Eso es que el ordenador se habrá confundido. —Aquello fue lo único

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que se le ocurrió decir pero no resultó convincente— Hace cuatro meses y
veintitrés días que no te he vuelto a ver y además estaba ese tipo de la moto,
aunque al final no te has casado…
Alex se calló demasiado tarde.
—¿Cómo sabes eso? —Kana esbozó un mohín de sorpresa— Tú
también has espiado mis datos privados en el ordenador principal de Industrias
RTC. Mientras estabas conectado al sistema has cotilleado mi ficha personal para
comprobar mi estado civil.
—No, yo no… yo no estaba buscando tus datos personales en la ficha
de empleados que había en el directorio de currículums de la unidad principal de la
empresa… es sólo… que me… topé con ella. —Alex se sintió como un niño al que
habían pillado cometiendo una travesura.
—Así que admites que lo has hecho.
Alex se encogió de hombros y confesó.
—Tan solo quería saber si te habías casado.
Kana lo intimidaba con la mirada entreabierta, pero su fingido mohín de
enfado delataba que en el fondo le gustaba que Alex se interesara por ella.
—Quizá te hubiera resultado más fácil averiguarlo si me lo hubieras
preguntado directamente, ¿No crees?
Una tos intencionada les interrumpió.
Ángel había presenciado la conversación desde la puerta. Alex y Kana
quisieron fingir que dialogaban de otro asunto pero aquella reacción de ambos hizo
pensar al hombre cíborg que parecían un par de pavos adolescentes ruborizados.
Ella se despidió de Alex pidiéndole que se tumbara para descansar. Después
abandonó la sala pasando por delante de su compañero de trabajo sin mirarle a los
ojos.
—Parecéis unos tortolitos. —Bromeó Ángel cuando ella se había
marchado.

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—Eso es cosa del pasado. —Rehuyó Alex .
—A mi no me engañas. Con mi ojo biónico puedo ver tu calor corporal y
digamos que tú tenías una temperatura más que apasionada.
Alex no refutó aquel dato porque era tan empírico y convincente que era
imposible de negar.
—¿Puedo saber qué pasó entre vosotros? —Cotilleó Ángel.
—En realidad no pasó nada.
—No te hagas el interesante, que ya me tienes intrigado de más.
Alex sonrió ante la insistencia de Ángel. El hombre cíborg era un tipo
bonachón y su actitud optimista resultaba contagiosa.
—Hace cinco meses, Kana y yo nos conocimos en una conferencia
que hubo en la universidad. Ese día nos muy caímos bien y la acompañé de
vuelta a su casa.
—¡Ay donjuán!
—No pasó nada más.
—Al menos un besuqueo, una caricia, un mimo…
Alex negó con la cabeza.
—Después de aquello no nos volvimos a ver. —Concluyó.
—¡Linux bendito! —Se sorprendió Ángel— Si sólo os habéis visto una
vez y desde entonces estáis tonteando así, estáis perdiendo un tiempo valioso. Te
aconsejo que vayas al grano. Pero ahora tienes que recuperarte. —Le aconsejó
cuando se fijó en su aspecto cansado— Ya tendrás tiempo después para flirtear
con ella. Por ahora consúltalo con la almohada.
Ángel se despidió y cerró la puerta al salir.

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Capítulo 01100: Recuerdo aquella vez

Alex comprendía que era difícil de creer. A lo largo de cinco meses no


había sido capaz de desenamorarse de una chica que sólo había visto una vez.
Pero aquel día en que se conocieron quedó grabado en su memoria con la misma
perdurabilidad con la que queda tallada una escultura sobre la piedra. Los
momentos que compartieron resultaron ser embriagadores como un buen vaso de
vino.
Todo empezó cuando asistió a aquella conferencia sobre software libre
de Richard Stallman, en la universidad de Granada. Alex no era estudiante
universitario pero la entrada era libre. A las puertas de la facultad se fijó en la
camiseta que una joven llevaba puesta. En ella se leía un tex to gracioso que
decía: Soy tu amiga, no tu informática. Aquella joven escuchaba a un tipo
corpulento de actitud engreída que le hablaba sin bajarse de su motocicleta. Alex
los dejó atrás y se adentró en la facultad. No tardó demasiado en localizar la sala
de conferencias, pero cuando se disponía a entrar en ella, alguien dio un topetazo
contra su espalda dejando caer algunos papeles. Al darse la vuelta reconoció de
inmediato aquella camiseta tan simpática y la joven que la llevaba puesta se
disculpaba sonrojada.
—Lo siento mucho, iba despistada mirando el móvil y…
—Menos mal, creía que buscabas pelea.
Ella rio descubriendo sus dientes. Alex se agachó para ayudarla a
recoger los papeles y se fijó en los rasgos orientales de su rostro. Era una
muchacha asiática de pelo largo castaño que vestía un estilo casual y seductor.
Cuando terminaron de recoger los papeles Alex iba a presentarse pero una
llamada en el teléfono de ella le interrumpió y la joven se alejó para contestarla.

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Alex se había quedado con las ganas de saber su nombre pero la conferencia iba
a comenzar y accedió a la sala para tomar asiento. Los últimos asistentes
entraban y él la buscaba con la mirada desde su silla. Pronto la vio adentrarse y
sentarse algunas filas por delante de él. La mirada de Alex recaía de forma
intermitente sobre ella durante la conferencia y pudo ver cómo ella resoplaba cada
vez que recibía un mensaje en su teléfono móvil. En una de aquellas
interrupciones, su teléfono vibró por otra llamada y ella abandonó la sala para
contestarla.
Alex consiguió prestar atención a Richard Stallman cuando éste
empezó a ex poner las libertades del usuario que definían el software libre. Eran
las siguientes:
0. La libertad de usar el programa como quieras.
1. La libertad de ayudarte a ti mismo, estudiando cómo funciona el
programa y modificándolo para adaptarlo a tus necesidades.
2. La libertad de compartir el programa con los demás, distribuyendo
copias del mismo.
3. Y la libertad de ayudar a la comunidad, mejorando el programa y
haciendo públicas esas mejoras a los demás.
La joven no había entrado desde que se fue y la conferencia terminó.
Alex abandonó la sala y alzó su mirada entre la multitud con la esperanza de
encontrarla. Desde que se había topado con ella sentía la inquietud de volver a
verla.
Entonces la encontró. La joven estaba saludando con la mano en la
distancia y Alex sintió palpitar su corazón. El gesto simpático de aquella chica le
había cautivado. Desde lejos su sonrisa amistosa le pareció adorable. Él levantó
su mano para corresponderle el saludo pero entonces se percató de que ella no le
saludaba a él, sino a una amiga que se encontraba justo detrás. Alex transformó el
saludo ingenuo de su mano en un toqueteo disimulado de su oreja y huyó de aquel

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apuro con la sensación de haber hecho el ridículo.
Alex se detuvo en la entrada de la facultad y observó la sábana gris
que cubría el cielo. Muchos estudiantes entraban y salían por la puerta principal y
Alex reflex ionó sobre lo difícil que sería volver a coincidir con aquella chica otra
vez.
El encontronazo que recibió contra su espalda casi le hizo caer. Unos
papeles volaron y una carpeta cayó al suelo. Aquella joven había tropezado con él
por segunda vez.
—No sabes cuánto lo siento, estaba mirando el móvil y…
—Deja de atacarme por la espalda. —Bromeó Alex mientras se
agachaba para ayudarla a recoger— No necesitas hacer eso para llamar mi
atención.
Ella rió.
—Me llamo Kana Katsumi.
Alex le estrechó la mano.
—Yo soy Alex . Y también soy informático.
Kana supo que él había adivinado su profesión gracias al tex to de su
camiseta. Ella quiso decirle dónde trabajaba pero él se adelantó.
—Trabajas en la empresa Industrias RTC.
—¿Cómo sabes eso? —Preguntó con un ademán de asombro.
Alex señaló las hojas que había recogido del suelo.
—Porque todos tus papeles tienen el logotipo de la empresa.
Kana asintió con un gesto divertido.
—Son documentos privados, eres un cotilla.
Juntos descendieron las escaleras y cruzaron la calzada. Ella se
dirigía a la parada del autobús pero cuando éste se aprox imaba, Alex le hizo una
pregunta.
—¿Puedo pedirte un consejo de mujer?

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Kana se encogió de hombros y Alex continuó.
—Acabo de conocer a una chica que me gusta y no sé qué decirle para
salir con ella.
—Invítala a cenar... —Contestó ex trañada por la pregunta.
—¿Quieres cenar conmigo?
Kana rió al descubrir que se refería a ella.
—Es un poco pronto para cenar, ¿no crees?
—Si lo prefieres puedo acompañarte a casa. Tengo el coche justo ahí.
Creo que nos hemos caído bien, como si hubiera química entre nosotros. ¿Qué
dices?
Kana se resistió con actitud divertida.
—Mi papá dice que no vaya con desconocidos.
—Qué niña más obediente. Tú papá tiene razón. Pero lo peor que te
puede pasar es que te enamores perdidamente de mí. —Alex ladeó su cabeza en
un vaivén para animarla a decidirse— Confía en mí.
Aquellas últimas palabras se grabaron en el recuerdo de Kana. Quizá
fue el tono sincero con el que habían sido pronunciadas. Ella se sentía cómoda
con él y aceptó.
Así es como recordaba Alex el día en que se conocieron.

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Capítulo 01101: Llamadas perdidas

Alex se tumbó en la camilla y bostezó. Al cerrar los ojos recordó que


había apagado su teléfono móvil antes de conectarse al Escritorio. Lo sacó de su
bolsillo y lo encendió. A los pocos segundos recibió el mensaje de doce llamadas
perdidas. Todas de su tía Emilia. Alex se preocupó porque ella podría tener algún
tipo de contratiempo en la tienda, quizá los del banco habían llamado por el asunto
de la hipoteca, o peor aún, quizá estuvieran embargando el local.
Alejandro Mitnick inició la llamada y esperó.
—Chiqui, —Contestó su tía sin dejarle hablar— mira, que estoy con la
niña de la vecina Mari Pili, que ha venido a casa porque tiene un problema con el
ordenador, para que se lo arregles…
—Tía Emilia, —Resopló Alex — ahora no pued…
—¡Anda, anda! —Le interrumpió— Que no tardas nada, es un
momentico, te la paso…
Alex refunfuñó para sus adentros.
—¡Alex ! —Ex clamó la voz de una adolescente al otro lado de la línea
telefónica.
—Hola Sonia.
—¡Es que no me va el ordenador!
—¿Qué le pasa? —Quiso concretar Alex .
—Que no funciona.
—Entiendo, pero necesito que especifiques un poco más. —Ex plicó
Alex con paciencia— ¿Qué es lo que no funciona? ¿El teclado, el monitor,
Internet? ¿No enciende el ordenador?
—¡Eso! ¡Que no enciende! —Escogió la adolescente entre las opciones

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propuestas— No hace nada cuando le doy al botón. Esta roto.
—¿Cuando lo enciendes hace ruido y aparece una lucecita?
Sonia no contestó. Alex supuso que ella estaría apretando el botón en
ese preciso momento para comprobar qué hacía el ordenador.
—Sí, sí. Hace ruido. Y se enciende una lucecita. Pero no se ve nada en
la pantalla, está rota. ¿Qué hago?
—Enciende el monitor. —Concluyó Alex — Haber si es que lo tienes
apagado.
Hubo un momento de silencio.
—¡Gracias Alex ! ¡Era eso! —Respondió eufórica— ¡Menos mal!
¡Gracias! Te paso con tu tía.
Alex se recostó en la camilla. Sus ojos se cerraban por el cansancio.
—Chiqui, —Volvió a hablar su tía Emilia— ¿Ves cómo ha sido sólo un
momentico? ¡Oye, chiqui! Mira, que ha llamado a la tienda un tipo muy raro.
Parecía algo engreído y quería hablar contigo de no sé qué de unos códigos... o
algo de eso. Tú ya sabes que no entiendo de estas cosas tan raras. ¡Oye, chiqui!
¿Qué tal tu cita? ¿Cómo es ella? ¿Te gusta? ¡Mira! Que me está diciendo Sonia
que gracias otra vez, que el ordenador funciona bien ya. ¡Oye, chiqui! ¡Oye, chiqui!
¿Estás ahí?
—Tía Emilia, tengo que colgar. Ahora no puedo hablar. Nos vemos en
casa después.
—¡Venga, Chiqui! ¡Ten cuidaico!
Alex cortó la llamada y silenció su teléfono móvil. Estaba tan cansado
que en cuanto cerró los ojos se sumergió en un sueño profundo.

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Capítulo 01110: El sueño

Alex soñó con la tienda de ropa de su tía Emilia. Era un sueño


ex citante porque la tienda estaba rebosante de clientas. Por fin habían terminado
de pagar la hipoteca del local y el negocio familiar prosperaba. Habían reformado
los escaparates y los maniquís ex hibían las prendas de la nueva temporada. En
su imaginación, Alex pregonaba consejos de estilismo a la muchedumbre de
clientas. La escena era tan surrealista como sólo era posible en un sueño. Y las
compradoras, en un arrebato de consumismo compulsivo, arrasaron con todas las
ex istencias de la tienda y se marcharon.
Alex había vendido todos los artículos de ropa y los beneficios habían
sido lucrativos. Pero él sentía que no era suficiente, deseaba más dinero. Estaba
siendo avaricioso y aquella actitud no era propia de él.
Entonces el sueño se volvió más ex traño. Una hamburguesa del
tamaño de una persona se adentró en la tienda y se dirigió hasta él.
—La vida —Habló la hamburguesa— es una lucha por la supervivencia.
Alex no se sorprendió al verla hablar. Al fin y al cabo estaba en un
sueño, y en un sueño todo es posible.
—No sobreviven los más fuertes o los más inteligentes. —Aseguró la
hamburguesa— Sobreviven los que pueden adaptarse a los cambios.
Alex sintió impulsos de darle un bocado a aquella apetitosa cena
parlante. Una hamburguesa doble con queso y cebolla. Aunque no era su comida
favorita, ahora casi no se podía resistir.
—Lo que somos es información, —Continuó hablando la hamburguesa
— y esa información sobrevive a nosotros de generación en generaci... ¡Pero qué
estás haciendo!

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Alex le había mordido.
—¡Es peor de lo que pensaba! —Ex clamó la hamburguesa.
Alex no entendía de qué estaba hablando.
La luz del local parpadeó antes de apagarse. La iluminación tenue que
provenía del ex terior atravesaba los escaparates y contorneaba los objetos del
interior.
—No permitas que me coma… —La hamburguesa se escudó detrás de
él.
Alex empezó a oír un zumbido persistente. Al mirar hacia los
probadores distinguió una sombra que se desplazaba hacia él. Era la silueta de
una persona con actitud amenazante. Alex se estremeció al reconocer aquella
figura. Se trataba del espectro que le había golpeado cuando había estado
conectado al Escritorio.
Alex empezó a despertar cuando intuyó que era una pesadilla. El
espectro se abalanzó contra él y Alex se sobresaltó de tal forma que se cayó de la
camilla en la que dormía.
Alex se había despertado.

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Capítulo 01111: Desengaño

Alex se levantó con el corazón sobresaltado y respiró para


tranquilizarse. Sabía que había sido una pesadilla y pronto recuperó la calma.
Entonces recordó que Mateo Berners quería verle en su despacho después de su
recuperación. El director de la empresa quería hablarle sobre un asunto importante
que le había dejado intrigado.
Cuando Alex abandonó la sala de reconocimiento descubrió que los
pasillos estaban solitarios. Se preguntó dónde estarían todos aquellos
trabajadores uniformados con batas horteras que había visto con anterioridad. Miró
al final del pasillo. Allí se encontraba el ascensor. Se aprox imó hacia él echando
un vistazo a las habitaciones que encontraba a ambos lados del camino. Las
salas estaban deshabitadas y con las luces apagadas. Pulsó el botón del
ascensor y mientras esperaba volvió a pensar en lo que querría decirle Mateo. Al
recordar las batas horteras de los trabajadores se aventuró a suponer que la
proposición del director bien podría ser la de trabajar como estilista para ellos.
Pero al recapacitarlo mejor le pareció que aquella idea era absurda.
Las puertas del ascensor se abrieron delante de él. Alex entró y pulsó
el botón que lo llevaría al último piso, donde se encontraba el despacho del
director. Cuando las puertas empezaron a cerrarse observó el largo pasillo
deshabitado que quedaba delante de él y aquella escena le pareció sacada de una
película de terror. Un vaho frío provenía desde aquel corredor solitario. Imaginó que
si estuviera en una película de miedo, ese sería el momento adecuado para el
ataque aterrador de alguna criatura estremecedora. Alex sacudió su cabeza y se
aconsejó a sí mismo que debía dejar de ver tantas películas.
Pero algo bloqueó el cierre del ascensor. Una mano se interpuso entre

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las puertas automáticas y éstas se abrieron de nuevo.
—¿Te he asustado? —Preguntó Kana.
—Por supuesto que no, —Mintió— ¿Aunque sería mucho pedir que
dejaras de asaltarme de esta forma?
Kana entró al ascensor riendo.
—No te pongas así. Mateo y Ángel nos esperan en el despacho. ¿Te
encuentras mejor? Has dormido mucho tiempo.
Alex miró la hora en su reloj de pulsera. Se había pasado casi todo el
día durmiendo. Eran las nueve de la noche. Eso ex plicaba por qué no había nadie
en los pasillos, los trabajadores habían terminado su jornada laboral.
—Sólo quedan los dos guardias de seguridad en la planta baja. —
Ex plicó Kana.
Las puertas automáticas se cerraron y Alex se fijó en el modo en que
Kana apretaba la carpeta contra su pecho. Lo hacía del mismo modo que el día en
que se conocieron y aquel recuerdo le hizo continuar rememorando lo que pasó
entre ellos.

—Éste es mi Ferrari. —Ex ageró él señalando su añoso coche de


segunda mano.
Alex abrió con caballerosidad la puerta del acompañante y ella tomó
asiento halagada. Cuando Alex arrancó el coche se encendió la radio y sonó una
canción.
—¿Son Los Panchos? —Se sorprendió Kana al oírla.

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—Es que a mi tía les encanta. Alma, corazón y vida es su favorita.
Cuando ella va en el coche sólo escucha boleros. Y yo ya me las sé todas de
memoria.
Alex sobreactuó imitando a un chófer.
—¿A dónde la llevo señorita?
Ella sonrió y le indicó el camino mientras charlaban sobre ellos. La
conversación pronto les aventuró a través de temas diversos, desde asuntos
triviales hasta cuestiones trascendentales. Y es que para algunas personas
ex presarse es tan necesario como saciar la sed. Por eso ambos se zambulleron
con facilidad en una conversación agradable, absorbente y completa.
Sólo dejaron de hablar cuando accedieron a una glorieta
desconcertante. Las obras del metropolitano de Granada habían convertido la
ciudad en un laberinto variante y las calles eran cortadas o cambiadas de
dirección de la noche a la mañana. Cada amanecer los ciudadanos se enfrentaban
a una jungla distinta.
—¿Pero esta ciudad no estaba hecha ya? —Bromeó ella.
Kana no estaba segura de qué salida indicarle y Alex trazó
circunferencias cíclicas en la rotonda para ganar tiempo hasta que ella tomara una
decisión.
—Podemos estar aquí todo el día. —Tranquilizaba él.
Cuando tomaron la salida apropiada se detuvieron ante un semáforo en
rojo y el coche se caló. Alex giró la llave pero no consiguió arrancarlo.
—¿Empujo? —Bromeó ella.
—Señorita, lo tengo todo bajo control. —Presumió él— Este viejo motor
todavía tiene mucha guerra que dar.
Alex volvió a probar pero no arrancó. Después de varios intentos más
el motor continuaba sin responder. Él se volvió hacia ella y no necesitó hablar
porque Kana pudo leer el mensaje en su rostro.

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Los dos empujaron el coche hasta el aparcamiento ex tenso que tenían
delante.
—Señorita, al final se va a salir con la suya y va usted a volver en
autobús.
Kana rio encogiéndose de hombros.
—Al menos, —Añadió ella— la situación no puede empeorar más.
El cielo tronó y empezó a llover de forma tan copiosa que hasta los
peces pudieron haber nadado entre ellos. Alex se apresuró a cubrirla con su
chaqueta y corrieron abrazados bajo la lluvia en busca de cobijo. Al tener su rostro
tan pegado al de ella respiró el aroma limpio de su cabello. Cuando se refugiaron
bajo la parada de autobús él la miró a los ojos y entonces le pareció que la letra
del bolero que habían escuchado en el coche hubiera sido escrita para ellos dos.
Su mente racional se había drogado con ella. Ahora no pensaba con objetividad.
Sólo notaba cómo un torrente de feromonas embriagaba sus sentidos y tomaba el
control de su pensamiento. Su fascinación imposibilitaba que percibiera defectos
en ella y Alex supo que se había enamorado.
Cuando el autobús se aprox imaba a la parada, Kana le quiso devolver
la chaqueta pero él reaccionó proponiéndole un intercambio.
—Mi chaqueta a cambio de tu número de teléfono.
Alex vio cómo ella le devolvía la chaqueta, como si estuviera
rechazando el trueque, y su esperanza se desmoronó en una ex presión de
desilusión. Entonces vio cómo ella abría una de sus manos y le entregaba
además una tarjeta de la empresa donde trabajaba. En aquella cartulina
rectangular estaban impresos sus datos personales de contacto, entre los cuales
se encontraba su número de teléfono.
Ella se despidió sonriente y entró al autobús antes de que éste iniciara
la marcha. Él dio unos pasos tras ella y notó cómo la lluvia empezó a empaparle
porque había dejado atrás el techado de la parada. Pero no le importó y

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permaneció bajo la tormenta mientras contemplaba los ojos de Kana que se
distanciaban con el autobús.
Alex sintió cómo se escapaba la cartulina entre sus dedos. Un hombre
corpulento se la había quitado y la estaba rompiendo en pedazos. Entonces
reconoció que aquel era el tipo de la moto que había visto hablando con Kana a la
entrada de la facultad.
—¿Qué haces tú con mi prometida?
Alex se quedó sin palabras.
—¿Es que Kana no te lo ha dicho? —Aquel tipo negaba con actitud
impaciente— ¡Hoy hemos discutido y parece que ella disfruta martirizándome! La
he estado llamando por teléfono todo el día.
Alex sentía cómo se desmoronaba su ánimo.
—Mira chaval, no te acerques a ella. —Amenazó el tipo— Te lo
advierto, esta vez lo olvidaré porque no sabías nada.
Aquel tipo le empujó al irse y Alex permaneció en silencio bajo la
lluvia.

Alex despertó de sus recuerdos.


Kana y él esperaban en el ascensor que empezaba a ascender hacia la
última planta del edificio.
—¿Por qué no me llamaste? —Preguntó Kana con voz decepcionada.
La pregunta desconcertó a Alex .
—Estabas prometida con aquel tipo de la moto. ¿Por qué subiste a mi

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coche entonces?
Kana quebró su rostro en una ex presión de perplejidad.
—¿De dónde has sacado esa idea de que yo iba a casarme?
—Me lo dijo él, el tipo de la moto con el que hablabas en la facultad.
—¿Armando? Él no era mi prometido. Ni si quiera mi novio. No he
estado con él nunca.
Kana parecía indignada al recordar a aquel tipo.
—Armando trabajaba en Industrias RTC. Era el jefe comercial del
proyecto VOMISA. Había conseguido apalabrar un contrato millonario para adaptar
el Escritorio a fines militares. Pero mi padre rechazó el contrato y...
—¿Tu padre?
—Mateo Berners es mi padre.
Alex quedó atónito ante la revelación. Eran demasiadas novedades
para asimilar en un solo día.
—Mi padre no firmó el contrato y Armando se enfureció. Los dos
discutieron hasta el punto de que mi padre lo echó de la empresa. Aquel día en la
facultad me estaba presionando para que convenciera a mi padre. Él quería que mi
padre firmara aquel contrato millonario. Armando era así, nunca admitía un no
como respuesta. Igual que conmigo. Yo no quería salir con él pero él no lo
aceptaba y era un terco capaz de hacer lo que fuera para conseguir lo que
deseaba.
Alex comprendió que Armando le mintió aquel día para conseguir
alejarlo de Kana. Entonces supo que Ángel tenía razón cuando le había dicho en
la sala de reconocimiento que durante los últimos cinco meses habían perdido un
tiempo valioso. Un repentino impulso de deseo le hizo encarar a Kana, que lo
miraba con ojos atrayentes. Alex quería recuperar todo ese tiempo en un instante.
Pero el ascensor llegó a la última planta del edificio.

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Capítulo 10000: Hackear el cerebro

Las puertas se abrieron y los colores del atardecer iluminaron la cabina.


El crepúsculo apacible de la ciudad de Granada fulguraba a través de las amplias
cristaleras que rodeaban el despacho de Mateo Berners. En el paisaje
predominaba el palacio de la Alhambra que, anaranjado por los colores del
atardecer, descansaba delante del macizo montañoso de Sierra Nevada.
Mateo esperaba en la mesa y Ángel, que observaba de pie a través de
las cristaleras, se volvió para recibir a Alex .
—¿Qué tal la bella durmiente?
—Ya me encuentro mejor, gracias —Sonrió ante la broma.
Cuando todos tomaron asiento Mateo comenzó a hablar.
—Señor Mitnick, queremos que trabaje con nosotros en Industrias RTC.
Estamos muy satisfechos con su trabajo.
Aquella propuesta tan directa sorprendió a Alex .
—No se preocupe por la condicional que le prohíbe acercarse a menos
de diez metros de un ordenador, —Continuó el director de Industrias RTC— esto ha
ocurrido otras veces. Piratas informáticos que, tras sabotear la seguridad de una
empresa, son contratados por la misma.
Alex sabía que lo que decía Mateo era cierto. Algunos piratas
informáticos burlaban la seguridad informática de las grandes empresas con el fin
de demostrar su valía y captar su atención para persuadirlas y ser contratados por
ellas. Un ejemplo era el joven Sven Jaschan, de dieciocho años, que desarrolló el
virus Sasser que contagió en mayo de 2004 a millones de computadoras en todo
el mundo, y logró de este modo persuadir a una empresa alemana de protección
informática para que lo contratara.

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—¿Y cuál sería mi cometido? —Si Alex no hubiera disimulado su
euforia habría dado brinco de alegría.
—Usted mismo ha ex perimentado cosas ex trañas cuando estaba
conectado al Escritorio.
Alex se acordó del golpe que recibió del espectro virtual.
—La tecnología del Escritorio permitirá que todas las personas del
mundo se conecten entre sí. —Continuó Mateo— Debemos lograr que el sistema
sea seguro. Del mismo modo que hay antivirus y mecanismos de defensa para
proteger los datos de un ordenador, usted encabezaría el desarrollo de las
herramientas de seguridad necesarias para hacer fiable este sistema de
comunicación entre usuarios.
Alex pensó en los recuerdos que Kana había espiado en su mente a
través del Escritorio.
—Mi objetivo sería evitar que las mentes sean espiadas por otras, ¿Es
así? Proteger los pensamientos privados de las personas.
—¡Correcto! —Confirmó el director— Esa sería su primera prioridad. Y la
segunda sería evitar que las mentes puedan ser contraladas por otras.
—¿Cómo? —Alex no había sospechado que aquello fuera posible.
—Ángel es el ex perto y sabrá ex plicárselo mejor que yo.
El hombre cíborg tomó el relevo de la conversación.
—Como sabrás, —Empezó a ex plicar— la información subliminal está
diseñada para llegar a nuestro inconsciente e interferir en nuestras decisiones.
Estas técnicas subliminales ayudan a ganar elecciones o vender más productos.
Alex frunció el ceño porque no entendía cómo aquellas técnicas
podrían controlar a una persona.
—La información subliminal no puede conseguir que alguien robe un
banco, ¿Verdad? —Reflex ionó él.
—Llevas razón. Pero cuando hablamos del Escritorio es diferente

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porque el peligro de contaminación subliminal es ilimitado. Debido a que nuestro
cerebro se conecta al sistema como un dispositivo de memoria más, no hay nada
que impida que nuestras ideas puedan ser reemplazadas por otras.
Alex se inquietó ante la amenaza que aquello implicaba. De lo que
Ángel estaba hablando era del peligro de reprogramar a las personas, de
sobrescribir sus conductas, de piratear sus cerebros. Cuando todo el mundo
estuviera conectado a través del pensamiento, todo tipo de intrusos tendrían
acceso a la mente de los demás: empresas industriales adoctrinando a los
consumidores para comprar sus productos, partidos políticos amansando a los
votantes para ganar las elecciones, campañas sectarias manipulando a los
ciudadanos para ganar adeptos. Si Industrias RTC no desarrollaba un medio para
proteger la integridad del pensamiento, el mundo estaría gobernado por los
manipuladores de mentes.
Alex notó un sudor frío en su frente. Todo aquello empezaba a
angustiarle. Desde hacía unos minutos había empezado a notarse cansado. Y
ahora un zumbido leve emergía en sus oídos. Cuando alzó la mirada distinguió
una sombra al fondo de la habitación.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó Kana cuando percibió su inquietud.
—Estoy un poco mareado…
Alex no olvidaba el virus que había eliminado del sistema informático
de Industrias RTC. Entonces todo empezó a tener sentido para él: el zumbido,
aquella sombra, su pesadilla…
—El virus no ha sido borrado por completo. —Advirtió Alex .
—¿A qué se refiere, señor Mitnick? —Se sorprendió el director.
—A que el virus está en mi mente.

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Capítulo 10001: La cuenta atrás

Alex lo comprendía todo ahora. El virus había contagiado su mente


antes de que él lo borrara del sistema. El impacto de aquella sombra siniestra
contra su frente representaba el momento en el que el virus le había infectado.
Ángel le había ex plicado que el inconsciente podía ser contaminado con
información subliminal y de algún modo aquel virus se había aprovechado de ello
para contagiarlo.
Alex se preguntó si podría eliminar el virus de su conciencia con la
misma facilidad que cuando lo eliminó del sistema informático.
—Me temo que no, Alex . —Sentenció Kana Katsumi— Se trata de la
mente. Borrar una idea, un recuerdo o un hábito no es tan simple. En el cerebro no
hay un botón eliminar.
Alex estaba desorientado. Para borrar el virus de su cerebro primero
debía averiguar cómo el cerebro eliminaba información de la memoria. Necesitaba
comprender cómo funcionaba la mente humana. Entonces se preguntó si los
conocimientos de neurociencia, psicología moderna o técnicas de concentración
podrían darle alguna pista.
—Necesito información. —Concluyó Alex — Tengo que conectarme al
Escritorio, es la forma más rápida de obtenerla. Accediendo a Internet tendré
acceso a todo tipo de documentación. Es la única forma de averiguar en poco
tiempo cómo puedo eliminar el virus de mi cerebro.
—Te daré acceso a Internet. —Aceptó Kana— Vayamos al Escritorio, no
hay tiempo que perder.
Ángel no había hablado todavía. Continuaba conmocionado por el
hecho de que un virus informático hubiera infectado una mente humana. Aquello le

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parecía imposible. Un virus sólo podía atacar al sistema operativo para el que
hubiera sido desarrollado. No ex istía ningún virus programado para infectar una
mente humana.
La puerta corrediza se abrió ante ellos. Habían llegado a la sala
pruebas del proyecto VOMISA. Alex se puso el gorro que lo conectaría al
Escritorio y Kana tecleó en el ordenador para iniciar el sistema.
Alex se sentía cada vez más debilitado. El zumbido que resonaba en
el interior de su cráneo se intensificaba. El virus continuaba ex pandiéndose como
lo hacía un gusano informático y sólo era cuestión de tiempo que su conciencia se
bloqueara.
—Estamos con un usted, señor Mitnick —Tranquilizó Mateo mientras le
colocaba una pulsera para monitorizar su estado vital—Elimine el virus de su
memoria. Nosotros vigilaremos su estado vital desde el ordenador principal.
Alex comprobó el color de la pulsera. <<¡Naranja!>>, se alarmó. Un
sudor frío recorría su frente y el corazón martilleaba su pecho. Se trataba de la
reacción natural de su cuerpo ante aquella infección neuronal. No sabía cuánto
tiempo le quedaba, pero la cuenta atrás había empezado.
—Voy a conectarte al sistema. —Informó Kana— ¿Estás preparado?
Alex asintió.
—Suerte Alex —Le deseó Kana justo antes de pulsar el botón.

Alex sintió un vértigo momentáneo que lo zambulló en un océano de


datos. Una nube de imágenes oscilantes lo rodeó. Ahora estaba conectado a la

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realidad virtual del Escritorio. Alex quiso acceder a Internet y esa intención
provocó que uno de los iconos se desplazara frente de él.
—¿Qué busca? —Preguntó el dibujo parlante que representaba a un
asistente de búsqueda.
—Averigua cómo el cerebro humano borra información de la memoria.
Necesito toda la información y lo más precisa posible.
Al instante se presentaron frente a él olas de resultados encontrados en
Internet.
—He filtrado los resultados. —Informó el dibujo parlante multicolor—
Aquí dispone de la información más objetiva y fiable.
Alex sumergió su pensamiento en aquel mar de datos y lo rastreó en
busca de una respuesta. Necesitaba averiguar cómo podía piratear su propia
memoria para eliminar el virus de su propio cerebro. Era la única forma de
sobrevivir.
En pocos segundos absorbió miles de datos relacionados con la
neurociencia, la psicología y las técnicas de concentración. Y fue tanta la
cantidad de datos que asimiló que su memoria se sintió desbordada. Por un
momento sintió náuseas pero continuó empapándose con aquellos datos porque
era la única forma de encontrar un antídoto para desinfectar su mente y salvar su
vida.
Con aquellos conocimientos recién adquiridos supo que el cerebro
humano almacenaba la información de una forma similar a como lo hacía un
ordenador. La diferencia residía en que el cerebro no sólo almacenaba la
información objetiva, sino también las emociones vinculadas con dicha
información. La fórmula era: Dato memorizado = Información + Emociones
experimentadas.
Este entendimiento le hizo recapacitar. Lo que había hecho posible que
aquel virus infectara su mente era la ex periencia de una emoción impactante.

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Entonces recordó la colisión de aquel espectro siniestro contra su frente y
comprendió que el virus se había copiado en su memoria gracias a ese golpe
imaginario que tanto le había sobresaltado.
Un mareo hizo que Alex se tambaleara. El sudor frío resbalaba por su
cuello, el zumbido en su cabeza se intensificaba y los iconos de aquella nube
oscilante que lo rodeaba se desdibujaron por momentos, como si algún tipo de
interferencia los hiciera temblar. El virus estaba ex pandiéndose en su cerebro. Y
Alex notaba cómo la luz se desvanecía en su conciencia. Se estaba hundiendo
en la sombra. Miró su pulsera de salud y comprobó que el color se aprox imaba al
rojo. La situación había llegado al límite. Debía darse prisa. No le quedaba más
tiempo.

Kana vigilaba desde el ordenador principal los indicadores de salud de


Alex . Estos empeoraban a cada minuto y ella sintió miedo porque no quería
perderle. Sabía que si Alex no conseguía eliminar el virus, el virus lo eliminaría a
él.
Un aviso imprevisto apareció en la pantalla de su computadora.
—Han abierto la puerta principal del edificio. —Advirtió Kana.
Mateo Berners descolgó el teléfono de la sala para contactar con los
vigilantes de seguridad y esperó sin obtener respuesta.
Kana tecleó para acceder a las cámaras de vigilancia que se
encontraban en la entrada del edificio de Industrias RTC.
—Están desconectadas. —Se ex trañó.

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Pasaron unos segundos hasta que Ángel se decidió a abandonar la
sala.
—Iré a comprobar qué ocurre. Quedaros con Alex .

Alejandro Mitnick sabía que cada vez que el cerebro recibía el estímulo
de una ex periencia, éste creaba una sinapsis para recordarla, y a media que la
ex periencia se repetía, su recuerdo en la memoria se fortalecía con nuevas
sinapsis. Por eso comprendió que el virus se estaba ex pandiendo en su memoria
cerebral a consecuencia de las impresiones repetidas que le provocaba. Cada
golpe, mareo y zumbido era un indicio de que el virus se estaba propagando en su
cerebro, abriéndose camino hacia su conciencia. Si Alex quería impedir que el
virus colapsara su mente, entonces debía esquivar las impresiones que le
provocaba.
La información de Internet que había asimilado respecto a las técnicas
de autocontrol le dio la clave. Alex sabía que los meditadores ex pertos podían
abstraerse para recuperar la estabilidad corporal y mental. La meditación podía ser
el medio para evadirse de las impresiones repetidas que le provocaba el virus. Así
lograría desinfectarse de él. Los contenidos de Internet le indicaban que la
meditación consistía en observar las sensaciones y los pensamientos sin
intervenir ante ellos. Como el que observa las nubes pasar o las olas ondear. Alex
se preguntó si aquello podría salvarle la vida. El hecho de quedarse impasible
ante los ataques del virus no le parecía un antídoto convincente. Pero no se le
ocurría otra solución y el tiempo corría en su contra.

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En su cabeza el zumbido se volvió ensordecedor, el sudor febril
resbalaba por su piel y la oscuridad interior lo engullía. Entonces tuvo aquella
escalofriante sensación de nuevo. Notó que algo le observaba desde la penumbra.
Al buscar con la mirada reconoció tras la nube de iconos una silueta con ojos
negros. Se trataba del mismo espectro desafiante que le había acosado con
anterioridad. El mismo que le golpeó en la frente, el mismo que le acechó en su
sueño. Aquella figura era la personificación del virus.
—La vida —Susurró la sombra que atravesaba la nube de iconos— es
una lucha por la supervivencia.
A Alex le resultaron familiares aquellas palabras. Las había oído en su
sueño. Se las había dicho una hamburguesa parlante. Pero la voz de aquel
fantasma era mucho más estremecedora.
—No sobreviven los más fuertes o los más inteligentes. —La sombra
se dirigía hacia él— Sobreviven los que pueden adaptarse a los cambios.
Alex perdía fuerzas a medida que el espectro se aprox imaba hacia él.
Su cuerpo se tambaleaba y sus pensamientos se nublaban. La nube de iconos se
desdibujaba con el temblor que provocaba cada paso del fantasma. Su conciencia
se estaba desmoronando. El virus le tenía acorralado en su propia mente.

Ángel había abandonado la sala para comprobar qué ocurría en la


entrada del edificio. Cuando llegó al ascensor, el indicador señalaba que éste
descendía hacia la planta baja. Alguien lo había llamado desde allí.
El hombre cíborg se quedó observando el indicador.

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Después de unos segundos, el ascensor empezó a ascender.
Sobrepasó la primera planta y continuó ascendiendo. Ángel se encontraba en la
tercera. Miró su reloj de pulsera y comprobó que era una hora tardía. Sólo los
vigilantes de seguridad podrían estar usando el ascensor en ese horario. Pero los
vigilantes no habían contestado al teléfono de la centralita y las cámaras de
vigilancia del edificio habían sido desconectadas.
El ascensor continuaba ascendiendo, ahora por la segunda planta.
Ángel recapacitó sobre lo ocurrido en la última semana: Un intento de
robo de los códigos del proyecto VOMISA. La muerte de Roberto cuando éste
estaba conectado al Escritorio. ¿Quién sobornó a Roberto para hacerlo? VOMISA
podía ser un arma para espiar las mentes, influir en las decisiones de la gente y
controlarlas. También estaba aquel contrato millonario que Mateo Berners había
rechazado. Un contrato para adaptar la tecnología del Escritorio a fines militares:
Soldados conectados con el pensamiento al unísono actuarían como uno solo,
intrusos espiando a otros gobiernos con la mente y todo tipo de aplicaciones
militares y políticas. ¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar para robar los
códigos?
El sonido de un timbre reveló que el ascensor había llegado a la tercera
planta y las puertas se abrieron.

Alex no pudo soportarlo más. Su cuerpo se desplomó. Sus rodillas se


hincaron contra el suelo y sus manos se apoyaron impidiendo que se derrumbara
por completo.

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—¡Alex ! —Kana se sobresaltó.
—Me fallan las fuerzas… Estoy acorralado en mi propia mente…
En la realidad virtual el espectro se detuvo a pocos pasos de él antes
de hablar.
—Nunca imaginé que pudiera vencer a la muerte gracias a un infarto.
Alex notó un temblequeo a sus espaldas. Al mirar atrás descubrió a la
hamburguesa de su sueño tiritando de miedo. El movimiento compulsivo de
aquella comida basura provocaba que las semillas del pan de molde se
desparramaran sobre el suelo.
—No dejes que me coma, por favor. —Suplicaba la hamburguesa.
La escena le pareció un delirio de su mente. Alex retornó su mirada al
frente para fijarse en el espectro. Observó aquella silueta que tenía forma humana
y al instante todo empezó a tener sentido para él: La muerte de uno de los
empleados de Industrias RTC, la obsesión de aquel empleado por el dinero y las
hamburguesas, el aspecto humano de aquella sombra que le hablaba…
—Tú eres Roberto… —Dedujo— Habías muerto ¿Cómo es posible?
El espectro sonrió en la oscuridad.
—¿Y qué es morir? Somos información. Tu altura, el color de tus ojos,
el metabolismo de tus células… características que vienen definidas en la
información de tus genes, de tu ADN. Información que se copia de generación en
generación y que sobrevive a la muerte del propio individuo. Incluso tus
sentimientos e ideas son señales químicas y eléctricas interpretadas por tu
cerebro. Datos en definitiva. ¿Y qué es un virus sino información?
—Te has transformado en un virus informático… ¿Cómo has podido
hacerlo?
—La clave de la supervivencia es la adaptación. Mi muerte fue
repentina. Cuando sufrí el infarto mi cuerpo falleció, pero mi mente estaba
conectada al Escritorio y se copió al sistema. —El espectro alzó los brazos a su

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alrededor—Sobreviví adaptándome al medio digital.
El zumbido se volvió ensordecedor. Alex se encontraba inmerso en
medio de un ciclón sombrío en el que todo giraba a su alrededor. Lo único que
conseguía distinguir con total claridad era la figura y la voz de aquel espectro.
Se dio cuenta de que Kana le estaba hablando pero no podía
escucharla. Ella intentó comunicarse con gestos pero él no conseguía entenderla.
Alex miró su pulsera de salud vital que parpadeaba de modo alarmante en color
rojo y sintió su mente a punto de estallar. Kana continuaba haciéndole señales.
¿Qué quería decirle? En ese momento vio que ella sujetaba un dispositivo
diminuto en su mano. Se trataba de una memoria ex traíble.
—Entonces llegaste tú… —Intimidó el espectro en el interior de la
mente de Alex — con la intención de borrarme del sistema. Y me obligaste a
adaptarme de nuevo para sobrevivir. Infecté tu mente cuando estabas conectado al
Escritorio. Y ahora, en este cerebro, sólo hay sitio para uno de los dos.
Alejandro Mitnick supo que había llegado el final.
El espectro se abalanzó contra él para embestirle con el golpe
definitivo.
Una puerta virtual apareció detrás de Alex . Kana había conectado al
sistema la memoria ex traíble.
Alex reflex ionó con la velocidad de una computadora. Sabía que lo que
había dicho aquel espectro era cierto. Todo era en esencia información. Incluso el
golpe virtual que estaba a punto de impactarle no era un golpe en realidad, sólo era
información interpretada por su cerebro. Alex sabía que el modo en que su mente
reaccionaba determinaba si la información le afectaba de forma real. Y supo que si
reaccionaba con miedo ante ese último ataque perdería el control de su mente y el
virus reemplazaría su conciencia.
Alex se desligó de la presión y se abandonó a la contemplación. Con
actitud impasible observó al espectro como el que observa las nubes pasar o las

87
olas ondear. Sin intervenir, sin reaccionar. Sin sentir miedo, con calma. Ahora
aquella realidad no le aturdía. El espectro lo traspasaba como si el cuerpo de Alex
fuera etéreo como el aire, como si una oleada de ceros y unos digitales atravesara
su torso intangible. Y el espectro desapareció cuando se precipitó a través de la
puerta virtual que esperaba a las espaldas de Alex .
Todo había sucedido muy rápido.
El zumbido se disipó, la oscuridad virtual se esclareció y los iconos
volvieron a la normalidad. Alex miró su pulsera de salud y ésta brillaba en color
verde. El ciclón había pasado. El virus había sido eliminado de su mente. Aquel
espectro había quedado atrapado en el dispositivo de memoria ex traíble.
—Lo hemos conseguido… —Celebró Alex girándose sobre sí mismo.
A sus espaldas descubrió a Kana y Mateo con las manos en alto. Tres
tipos con uniformes militares y pasamontañas les apuntaban con armas de fuego.
Uno de ellos amenazó a Alex y éste se levantó con las manos en alto mientras le
empujaba contra la pared.
Alex no vio a Ángel.

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89
Capítulo 10010: El asalto

El asaltante más corpulento se sentó frente al ordenador principal y


tecleó con rapidez. Bajo aquel pasamontañas había un conocedor del sistema.
Alex dedujo en seguida que aquel grupo de atracadores debía trabajar para el
mismo postor para el que lo hizo Roberto. El que estaba detrás de todo aquello
estaba dispuesto a llegar al ex tremo.
—Nadie tiene por qué ser dañado. —Mateo, temeroso por su hija,
intentó tranquilizar a los asaltantes.
—¡Silencio! —Escupió el militar que le apuntaba con el arma.
El asaltante que utilizaba el ordenador principal había localizado los
códigos y empezó a copiarlos digitalmente. El futuro rumbo de la sociedad estaba
en juego. Kana lanzó una mirada a Alex , ex presando con su semblante
preocupado que no podían permitir que robaran el proyecto. Él todavía tenía en su
cabeza el gorro que lo conectaba al sistema y aunque ahora se encontraba contra
la pared, Kana le había asegurado que aquel gorro funcionaba desde cualquier
punto del edificio en el que hubiera cobertura.
Alex se decidió. Con la velocidad del pensamiento se zambulló en la
realidad virtual, accedió al sistema, localizó el proceso de copia de los códigos y
lo canceló.
—¡Pero qué…! —Ex clamó el asaltante frente a la computadora.
Aquel tipo tecleó de nuevo para reiniciar la copia de los códigos. Pero
al pulsar la tecla que ejecutaba el comando, un mensaje inesperado apareció en el
monitor de la computadora: Acceso denegado. No tiene permiso para copiar los
archivos. Introduzca la contraseña. Alex había protegido los códigos del proyecto
VOMISA. La velocidad de su pensamiento se había adelantado a las órdenes

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tecleadas a mano por el asaltante.
—¡Alguien ha bloqueado los archivos del sistema! —Se levantó el
asaltante apuntando su arma contra Alejandro Mitnick— ¿Quién más hay en este
edificio?
Alex palideció al instante.
—Un momento… —El asaltante se fijó en el gorro que tenía en la
cabeza— Eres tú quien está conectado al sistema.
Le habían delatado.
—¡Has bloqueado los códigos! —El asaltante aplastó la boquilla del
arma contra su rostro— ¡Desbloquéalos!
Kana quiso hablar pero uno de los militares la empujó contra la pared y
la inmovilizó. El asaltante que hundía su arma en el rostro de Alex apuntó ahora
contra la cabeza de Kana.
—Despídete de ella. —Amenazó el tipo que la apuntaba.
—¡Los desbloquearé! ¡Los desbloquearé! —Repitió Alex — Sólo
necesito un moment…
No terminó la frase porque Alex se sorprendió al descubrir que Ángel se
había aprox imado a ellos aprovechando el desconcierto. Los tres militares le
daban la espalda porque se habían quedado mirando la escena. El hombre cíborg
estaba a punto de abalanzarse sobre uno de ellos. Y en cuanto lo hiciera la
situación se descontrolaría porque los asaltantes abrirían fuego. Todo estaba fuera
de control.
—¡Tú te lo has buscado! ¡Esto no es un juego! —Sentenció el asaltante
antes de comenzar a apretar el gatillo.
Alex cerró los ojos y todo sucedió muy rápido. Accedió al sistema,
localizó el controlador de la corriente eléctrica del edificio y lo desconectó.
La oscuridad los engulló a todos.
Un disparo ensordecedor tronó entre las paredes de la sala cuando

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Alex se abalanzó contra el tipo que apuntaba a Kana. La fuerza del encontronazo
los estampó contra una mesa de cristal. El mueble volcó y ambos rodaron por
encima de ella hasta caer al suelo por el otro lado. El ruido de la mesa haciéndose
pedazos resonó en la sala.
Alex sabía que Ángel estaba en una posición de ventaja respecto a los
militares. Su ojo biónico le permitía ver en la oscuridad. Por eso había
desconectado las luces.

Ángel distinguía con claridad a los asaltantes.


Golpeó al primero de ellos en el costado. Notó cómo las costillas de
aquel tipo crujían antes de que cayera de bruces inconsciente sobre el piso. La
fuerza que le proporcionaba su traje anatómico de metal era sobrehumana.
Un segundo disparo retumbó en la oscuridad, al tiempo que se oía el
grito desgarrador de Kana Katsumi. El asaltante que forcejeaba con Alex había
disparado su arma. Ambos rodaban sobre el suelo hasta que colisionaron contra la
puerta de la sala. Cuando el asaltante consiguió zafarse levantó el arma y apuntó
hacia el lugar donde adivinaba que se encontraba Alex .
Un tercer estallido tronó en la sala.
Alex se había lanzado a un lado para esquivar un posible disparo. La
bala no le había alcanzado pero un tropiezo le hizo caer de espaldas y estrellarse
contra una mesa de oficina provocando un ruido escandaloso. Alex no podía ver
en la oscuridad pero se había dado cuenta de que había salido de la sala del
Escritorio y se encontraba en la sala de ingeniería contigua.

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Los disparos se sucedieron. El asaltante disparaba a ciegas.
Alex corrió en la oscuridad y casi pudo notar cómo las balas rozaban
su cuerpo. Un encontronazo de su cadera contra una mesa lo derribó. Los papeles
que había sobre el mueble volaron y diversos aparatos cayeron sobre él. Al palpar
uno de aquellos dispositivos reconoció lo que era.

El asaltante que estaba disparando apuntó con su arma hacia el último


lugar donde había oído ruido. Aunque no podía ver estaba seguro de que su rival
se encontraba en el punto de mira. Comenzó a apretar el gatillo pero un dolor
repentino le hizo soltar la pistola. Ángel había doblado el brazo del asaltante para
inmovilizarlo, pero éste consiguió zafarse y golpeó con violencia en el costado del
hombre cíborg. Su puñetazo provocó un sonido metálico. El asaltante gritó de dolor
y cayó de rodillas. Sus dedos se habían aplastado contra el traje anatómico de
metal. Ángel impactó su rodilla contra aquel tipo y lo desplomó sobre la superficie.
Quedaba el último de ellos. Pero éste ya había tomado la iniciativa.

Alex se había colocado el dispositivo que había reconocido en la


oscuridad. Se trataba del aparato de ultrasonidos que imitaba la capacidad

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sensorial de los murciélagos para orientarse. Cuando Alex lo encendió
ex perimentó el surgimiento de una percepción desconocida para él. Sintió los
objetos a su alrededor. Notaba a qué distancia se encontraban de él. Era como una
sensación de presión sobre su cuerpo. Cuanto más cerca estaban los objetos a su
alrededor más empuje percibía de ellos. Recordó al ingeniero que probaba aquel
invento por la mañana y que esquivaba los obstáculos de un improvisado laberinto
con los ojos vendados.
Ahora Alex podía ver en la oscuridad.

El último de los militares utilizaba a Mateo Berners como escudo


humano.
—¡No os acerquéis! —Amenazó alzando su arma en la oscuridad—
¡Encended las luces o le pego un tiro! ¡Contaré hasta tres! ¡Uno! ¡Dos!...
—¡Tranquilo! —Ex clamó Alex .
El militar dirigió el punto de mira de su pistola hacia el lugar de donde
provenía la voz que le hablaba. Alex percibió una sensación de presión en su
frente. Era el arma apuntándole, la notaba en la distancia gracias a su nueva
capacidad sensorial. También advirtió la posición ex acta de Ángel y cómo éste se
aprox imaba en silencio hacia el asaltante. En su mente percibía cada mínimo
detalle de todo lo que se hallaba a su alrededor.
—No puedo conectar la luz en tan poco tiempo. —Ex plicó Alex con un
tono tranquilizador— El ordenador principal está apagado porque no hay corriente y
no puedo usarlo para encenderla. Sólo podemos hacerlo de forma manua…

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—¡Mientes! —El militar apretó el gatillo.
Mateo forcejeó consiguiendo que el asaltante se tambaleara y Alex
sintió la bala aprox imándose hacia su frente. Instantes antes, su nueva capacidad
sensitiva le había permitido notar cómo el dedo del militar apretaba el gatillo. Esto
le había hecho anticiparse inclinando su cabeza en un acto reflejo. El proyectil
pasó de lado.
La pistola del asaltante cayó al suelo tras el golpe. Ángel había
embestido su brazo para desarmarlo. Mateo lo empujó para apartarse de él. El
último de los asaltantes golpeaba a su alrededor en la oscuridad. El hombre cíborg
aprovechó la inercia de su rival para retorcerle el puño y hacerlo caer de espaldas
contra el suelo.
El militar neutralizado agonizó sobre la superficie.
—¿Y mi hija? —Se alarmó Mateo— ¡Creo que le han disparado! ¡La he
oído gritar!
Ángel buscaba con la mirada a su alrededor pero no la veía. A pocos
metros estaba la mesa del ordenador principal. El hombre cíborg corrió hasta el
mueble y la encontró detrás. Con su visión infrarroja percibió cómo el calor de la
sangre se desvanecía en la oscuridad. El cuerpo de Kana Katsumi yacía en suelo,
sobre un cenagal rojo que se ex tendía a su alrededor.

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96
Capítulo 10011: Supervivencia

Alex encendió su teléfono móvil e iluminó en la oscuridad con la luz de


la pantalla. Mateo Berners corrió hasta su hija y presionó la herida para evitar que
se desangrara. El director sollozaba con el cuerpo tembloroso. Ángel advirtió
angustiado que el calor corporal de Kana descendía de forma alarmante y Alex se
apresuró a telefonear para pedir una ambulancia. Al hacerlo descubrió que la
pantalla de su celular mostraba un aviso de llamada perdida, pero lo ignoró para
apresurarse con la llamada de emergencia.
—Su herida es muy grave. —Se alarmó Ángel.
—Si la ambulancia no llega a tiempo quizá podamos ayudarla de otro
modo. Necesito que conectes la corriente eléctrica. —Consideró Alex mientras
esperaba a que contestaran su llamada desde urgencias.
Ángel reaccionó con decisión ante aquella petición. Primero desarmó a
los asaltantes para neutralizar su posible amenaza y después corrió hasta las
escaleras para descender hacia la planta baja del edificio, donde se encontraba la
caja de fusibles.
—La ambulancia y la policía están en camino. —Informó Alex cuando
colgó la llamada.
El padre de Kana sentía el calor de la sangre en sus manos empapadas
y notaba cómo los latidos de su hija se debilitaban.
—Puede que no lleguen a tiempo. —Se desesperó Mateo con la voz
entrecortada.
Alex se arrodilló al lado de Kana y le puso el gorro del Escritorio en la
cabeza.

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Ángel había llegado a la planta baja del edificio. Golpeó la puerta de la


oficina principal y atravesó la sala esquivando los obstáculos que se encontraba
por el camino. Desembocó en un largo pasillo que conducía hacia una puerta
metálica. Corrió hasta la misma y se detuvo frente a la caja de fusibles. Localizó
el interruptor general y conectó la corriente eléctrica.
Las luces se encendieron en el edificio.
El hombre cíborg regresó sobre sus pasos a toda prisa sin encontrar por
el camino ningún rastro de los cuerpos de los vigilantes de seguridad. Cuando
pasó por la entrada principal del edificio desbloqueó las puertas para dejar que los
enfermeros y los agentes de policía pudieran acceder cuando llegasen. Después
corrió hasta el ascensor para regresar con sus compañeros.

Los focos iluminaron la habitación y el ordenador principal se encendió


de forma automática. Alex corrió hasta la computadora y tecleó con vivacidad para
arrancar la aplicación del Escritorio. Esperó durante un tiempo que le pareció
eterno y cuando el programa se inició pulsó el botón que conectaría la mente de
Kana con el ordenador principal.
—¡No noto su pulso! —Lloró el padre de Kana— ¡Ya no respira!
Alex sintió cómo un golpe desolador sacudía su corazón. Corrió hasta

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ella rechazando la idea de que la había perdido. El sistema se había encendido
demasiado tarde y el cuerpo inerte de Kana yacía inex presivo y sin color sobre el
piso. Alex deseó haber podido retroceder en el tiempo sólo unos minutos
insignificantes para cambiar el rumbo de los acontecimientos, pero eso era
imposible. Le retiró el gorro de la cabeza y se lo puso él. Sacudido por una
sensación de vértigo momentánea se sumergió en la realidad virtual y la nube de
iconos lo rodeó. Alex no percibió a Kana. Agudizó sus oídos con la esperanza de
oírla, pero el silencio despedazó su pretensión de encontrarla. Un destello
relampagueó entre los iconos y Alex distinguió una silueta. Era una figura humana
que él reconoció. Kana contemplaba incrédula sus propias manos virtuales.
—¿Qué ha pasado? —Preguntó ella desconcertada.
—Tu mente se ha copiado al sistema. —Respondió absorto al
contemplarla.
Kana se sentía como si acabara de despertar de un largo coma. Sus
ojos resplandecientes miraron con ex presión dubitativa a Alex .
—¿Estoy viva?
Él reflex ionó antes de responder.
—Quizá haya que redefinir ese concepto ahora.
El silencio los envolvió y Alex notó que ella no era la misma. Kana
actuaba con una tranquilidad inesperada, como si se hubiera transformado en un
programa logístico en el que ahora las preocupaciones mundanas no tuvieran
lugar.
—¿Y mi cuerpo? —Quiso averiguar Kana.
—Los médicos llegarán pronto y reanimarán tu cuerpo. —Alentó él sin
estar seguro de lo que decía.
—Es ex traño lo que se siente al morir. —Reflex ionó ella con
despreocupación— Es como perder la conciencia cuando duermes, no duele. Y
reaparecer en el sistema ha sido como despertar de nuevo.

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Kana consideró que perder la conciencia al dormir era como una forma
de morir y que, por tanto, era como si ya hubiera muerto y revivido cada uno de los
días de su vida.
—Mantente despierta. —Instó Alex — La ambulancia está a punto de
llegar. Confía en mí.
Aquellas últimas palabras provocaron una sonrisa en Kana.
—Me siento más despierta que nunca.

Ángel había regresado a la sala del Escritorio y en un arrebato por


averiguar quién estaba detrás del robo se dirigió hasta uno de los asaltantes y le
arrancó el pasamontañas. Lo que vio le dejó atónito. Era uno de los vigilantes de
seguridad. La misma persona que sobornó a Roberto Bartley había sobornado
también a los guardias de Industrias RTC.
—¿Quién os ha pagado para esto? —Ángel ex igió una respuesta.
El asaltante que había disparado a Kana se incorporó en el suelo. Tenía
la mano fracturada por haber golpeado el costado del hombre cíborg. Cuando
consiguió levantarse habló.
—Esta tarde hemos visitado a tu tía Emilia.
Aquellas palabras dejaron paralizado a Alex . Ángel corrió hasta el
asaltante que se había levantado, lo inmovilizó y le quitó el pasamontañas. Alex
reconoció su rostro en cuanto lo vio. Era el mismo tipo corpulento de la
motocicleta que le había mentido el día que conoció a Kana. Su nombre era
Armando Craso.

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—¡Qué le has hecho! —Alex se temió lo peor.
—Eso depende de ti. —Amenazó— Desprotege los códigos o ella
morirá en menos de diez minutos.
Mateo se levantó enjugándose las lágrimas de los ojos y caminó hacia
el antiguo jefe de ventas de la empresa.
—¿Por qué nos has hecho esto? —Protestó reprimiendo su ira.
—Cuando el ejército quiere algo paga bien. —Reprochó Armando— Si
hubieras firmado ese jodido contrato esto no habría ocurrido. Tú te lo has buscad…
El puñetazo que impactó contra su rostro le impidió terminar la frase. El
director había desfogado toda su rabia contenida en aquel golpe.
—¡No es un juego! —Gritó furioso Armando— Hay más soldados con
nosotros, un helicóptero nos espera en la azotea. No tenéis alternativa. Tenemos a
tu tía arriba. ¡Copia esos códigos ahora!
Alex desconfiaba de aquel tipo porque ya le había mentido una vez.
—Si no me crees devuelve la llamada al número que te telefoneó hace
unas horas.
Alex recordó el aviso de llamada perdida que había visto en su
teléfono. Su celular estaba silenciado desde que se echó a dormir en la sala de
reconocimiento, por eso no la había oído. Marcó aquel número desconocido y
aguardó angustiado hasta que alguien descolgara al otro lado de la línea. Pronto
oyó una voz asustada que confirmó su peor temor. Era su tía Emilia. Después
habló un tipo con voz áspera que ex igió los códigos o matarían a la mujer antes
de diez minutos. La llamada se cortó.
Alex se zambulló en la realidad virtual dispuesto a desproteger los
códigos del proyecto VOMISA. Armando apartó a Ángel de un empujón y se sentó
frente al ordenador principal ante la impotencia del hombre cíborg. El asaltante
supervisaba desde el monitor que Alex estaba efectuando la copia de los códigos.
El proceso de copia finalizó y Alex ex trajo el dispositivo de memoria

101
del ordenador.
—Dame los códigos —Ex igió Armando.
—Primero libera a mi tía, sólo después te los daré.
El sonido de las sirenas reveló que la ambulancia y los coches de
policía habían llegado a las puertas de Industrias RTC. Armando aceptó el
intercambio sin titubear y Alex se encaminó junto con los tres asaltantes hacia el
ascensor. Mateo asintió con un gesto a Ángel para que éste fuera con ellos. El
director se arrodilló desolado junto al cuerpo inerte de su hija, aferrándose todavía
a la esperanza ilusa de que los enfermeros pudieran revivirla.
El ascensor ascendió hasta la última planta, al despacho del director, y
desde allí subieron a pie las últimas escaleras hasta la azotea. Alex todavía tenía
puesto el gorro que le mantenía conectado al Escritorio, pero había perdido la
cobertura dentro del hermético habitáculo del ascensor. Al abrir la puerta un viento
azotó el rostro de Alex . Era de noche pero unos focos deslumbraron sus ojos. La
luz intensa provenía desde el helicóptero que esperaba rodeado de militares
armados. El ruido del motor de la hélice imposibilitaba entenderse si no se hacía
gritando. Alex buscó con la mirada entreabierta a su tía Emilia pero no la veía.
Armando caminó hasta uno de aquellos soldados para coger una pistola y la
cargó. Después agarró del cabello a la mujer asustada y la empujó hasta Alex . Él
la abrazó para tranquilizarla y ella hipaba en un lamento entre lágrimas.
—¡Dame los códigos! —Gritó Armando envuelto por el ruido de la
hélice.
Alex estiró su brazo y le dio lo que ansiaba. El hombre cíborg estrechó
entre sus brazos a la tía de Alex y la llevó de vuelta al edificio para protegerla.
Alejandro Mitnick clavó su mirada en aquel criminal que había
asesinado a Kana.
Armando le dio la espalda y caminó hacia el helicóptero en el que ya
habían subido el resto de soldados. Pero no dio muchos pasos hasta que se

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detuvo en su camino de forma inesperada, como si hubiera recordado algo que se
le había olvidado.
—¡Por cierto, chaval! —Gritó para que se le oyera mientras se volvía
hacia él— ¡Te dije que te apartaras de ella!
Armando alzó su arma y le disparó. Alex sintió cómo la bala
atravesaba su pecho y su cuerpo era empujado con violencia por el impacto del
disparo. Su cadera chocó contra la valla de la azotea y cayó de espaldas por
encima de ella precipitándose hacia el vacío. En un acto reflejo instintivo
consiguió asirse al borde del edificio y quedó suspendido sobre el abismo.

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104
Capítulo 10100: La luz de las estrellas

Presintió que había llegado el final. Se encontraba suspendido en el


abismo, agarrado a la cornisa del edificio y aterrorizado ante la caída mortal que
amenazaba bajo sus pies, a treinta pisos de altura. Alex notaba el calor de su
propia sangre empapando su camisa. Sus dedos resbalaban sobre la superficie
estrecha, arrastrados por el peso de su cuerpo, y sus brazos temblaban
entumecidos. Se encontraba al límite de su resistencia.
Alex balanceó su cuerpo y consiguió apoyar un pie sobre el saliente,
pero el repentino dolor de su herida le hizo desestabilizarse y volver a la posición
inicial. El viento azotaba con tanta fuerza a esa altura que la pared vertical le
pareció imposible de vencer.
Nunca se había propuesto convertirse en un héroe, y no lo era. Se
encontraba en aquella situación porque no había tenido otra elección, todas las
personas implicadas habrían dejado de ex istir si no lo hubiera hecho. Pero ahora
era su vida la que corría peligro y la situación era desesperada. A Alejandro
Mitnick le costaba creer que hacía menos de veinticuatro horas su mayor
preocupación fuese la de vender algún artículo de ropa en la tienda de su tía
Emilia.
Alex no aguantó más y sus manos se soltaron. Su cuerpo cayó y, a
medida que se precipitaba de espaldas en el vacío, vio cómo la azotea del edificio
se distanciaba de él. Desde aquella posición, el cielo nocturno se veía plagado de
estrellas. Por caprichos de su memoria, emergió el recuerdo instantáneo de su tía
Emilia y supo que no la volvería ver nunca más. Su conciencia quedó tranquila al
concebir súbitamente que ella pagaría la deuda hipotecaria con el dinero recién
ingresado en la cuenta corriente compartida entre los dos.

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Su ropa ondeaba con violencia por la fuerza de la caída y su cuerpo se
volvió sobre sí mismo. Alex se impresionó al encarar la superficie sólida que
desde la distancia aguardaba como un verdugo para sentenciar su final. Su cuerpo
se aceleraba hacia la muerte y el choque inminente resultaba aterrador. El corazón
martilleó su pecho al tiempo que balanceaba los brazos en un intento instintivo por
mantener el equilibrio.
Treinta pisos de altura en pocos segundos y todo acabaría. Alex intuyó
instantáneamente que después de la caída ya no habría nada más, del mismo
modo que no hubo nada antes de que naciera. Él aceptó su final y antes de que el
impacto le arrebatara la conciencia para siempre, quiso que su último pensamiento
fuera el recuerdo de Kana. El asfalto de la calle se aprox imó a toda prisa.
Y Kana fue en lo último en lo que pensó.

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107
Capítulo 10101: Huída

El helicóptero había despegado y Armando escapaba en él. Todos los


soldados habían embarcado en la aeronave y ésta se alejaba del edificio
atravesando el firmamento. Era un helicóptero militar de última tecnología con un
sofisticado ordenador de a bordo. El antiguo jefe de ventas de Industrias RTC le
entregó a un militar el dispositivo de memoria ex traíble que contenía los códigos
del proyecto VOMISA. El militar conectó el dispositivo en el ordenador de a bordo
y tecleó para transmitir los códigos a la central. Armando se volvió para otear las
luces de la ciudad a través de la puerta corrediza que estaba abierta. Sus labios
esbozaron una sonrisa maliciosa, se había salido con la suya y ahora sólo podía
pensar en el ex ceso de dinero que derrocharía el resto de su vida.
Una alarma intermitente quebró su sonrisa. El ordenador de abordo
fallaba y el helicóptero se tambaleaba a medida que perdía el control. Algo estaba
bloqueando el sistema informático de la aeronave, como si un virus gusano se
estuviera propagando en el ordenador hasta colapsarlo. Una lluvia de caracteres
plagó los monitores de a bordo. En todas las pantallas se podía leer la palabra
hamburguesa desplazándose innumerables veces. Los controles no respondían y
el helicóptero cayó en picado. Armando sintió pánico. No quería morir. Y su último
sentimiento fue un odio desmedido por Alex porque intuyó que, esta vez, había
sido aquel joven informático quien le había engañado. Lo que Armando no sabía
era que aquel virus que había descontrolado el helicóptero era en realidad el
espectro de Roberto Bartley, el trabajador que había sobornado semanas atrás para
que robase los códigos.
El helicóptero se agitó con violencia y Armando se precipitó por la
puerta corrediza de la aeronave. Su cuerpo voló y la aeronave giraba sobre sí

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misma trazando una espiral letal. La hélice atravesó a Armando y descuartizó su
cuerpo antes de que el helicóptero se estrellase contra la calle urbana provocando
un destrozo brutal.

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Capítulo 10110: El pálpito

Alex despertó. Su conciencia estaba en el sistema principal de


Industrias RTC. Cuando su cuerpo murió en la caída, todavía llevaba puesto el
gorro que lo mantenía conectado al Escritorio. En el habitáculo hermético del
ascensor había perdido la cobertura, pero la había recuperado al salir de él. Alex
supo que ya no era el mismo. Ahora no percibía su cuerpo pero no se sentía
inquieto por ello, al contrario, una calma imprevista se apoderaba de él. Como si
su razón se hubiera desvinculado de las emociones más mundanas. Pensó que
era ex traño, no recordaba el momento ex acto en el que había muerto, de la misma
forma que no podía recordar el instante preciso en que perdía la conciencia cuando
se quedaba dormido.
Cuando alzó su mirada descubrió a Kana frente a él. Ella continuaba en
el sistema y su figura digital irradiaba destellos de luz apacibles. Alex recapacitó
sobre aquella luz y recordó las estrellas que había visto al caer desde la azotea
del edificio. Él pensó siempre que nunca podría tocar las estrellas y aun así algo
de ellas había cruzado el espacio infinito y le había tocado a él. La luz que
irradiaba desde aquellos soles remotos había viajado durante millones de años
hasta llegar a él. Alex comprendió que la luz siempre le había acompañado. La
había visto desde que abrió sus ojos al nacer. La había visto a diario en el Sol y en
la Luna. En las lámparas de su casa, en las luciérnagas. El los juguetes de pilas,
en la televisión. En los coches de bomberos, en las máquinas. En las velas de
cada pastel de cada cumpleaños. En los fuegos artificiales y en las estrellas.
Todo era energía que se transformaba. Y ahora él también se había convertido en
luz, en la corriente eléctrica que refulgía en el mundo digital.
Alex vio el brillo centelleante en los ojos de Kana y se dio cuenta de

111
que ella representaba la luz de su vida. Y ya no tuvo que utilizar palabras para
comunicárselo a Kana. Ella lo sabía porque ahora los dos compartían la misma
conciencia virtual. Sus cuerpos digitales se aprox imaron y se fundieron en un
beso que sacudió con una onda de energía ex pansiva toda la red digital del
planeta. Cada módem, cada switch, cada router y cada cable de fibra óptica del
mundo palpitó en un estremecimiento de energía que colmó la red. Y por primera
vez en la historia del cosmos nació una nueva forma de amar.

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113
Capítulo 10111: El futuro

Nunca pienso en el futuro. Llega en seguida


Albert Einstein

Alejandro Mitnick ha revivido otra vez toda esta historia, su pasado, su


otra vida. Acaba de acceder a los datos de sus recuerdos localizados en archivos
de memoria digital y los ha ex perimentado en pocos segundos en su conciencia.
En la actualidad, las ex periencias y recuerdos de los que mueren
quedan guardados y a disposición de los que viven. También hay quien en vida
libera sus recuerdos privados en la red para que otros usuarios de la comunidad
vivan sus ex periencias íntimas. En estos momentos, el modelo antiguo de
humanidad ha quedado obsoleto. Ya no hace falta tener un cuerpo biológico para
ser humano. Las personas pueden copiar su conciencia a cualquier máquina o
robot y vivir como tales. La conciencia de uno mismo, la idea del yo, ahora no es
primordial porque una mente puede ser copiada innumerables veces, como si se
tratase de un archivo digital cualquiera. Y cada copia es una versión del yo que se
puede complementar con otras copias mentales.
Mucho ha cambiado la sociedad respecto a los tiempos de antaño.
Sorprendentemente, las preocupaciones de antes ya no son una amenaza para la
humanidad. Se ha superado el hambre y el calentamiento global. Se han
transformado los desiertos en vergeles y la contaminación en aire limpio. La
basura es biodegradable y la medicina ha vencido a la enfermedad y a la muerte.
La vida humana se ex pande por la galax ia hasta la consumación del universo. El
mundo actual trasciende cualquier utopía imaginada alguna vez por la humanidad.
Alex y Kana viven todavía en una ex istencia asombrosa que les

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conduce hacia los límites de la naturaleza humana y los confines del cosmos.
Porque lejos de lo que se pueda pensar, la finalidad de la vida no es la muerte,
sino la inmortalidad.
Pero esa es otra historia.

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Comentario del autor

Amigo lector, lejos de lo que pueda parecer, este libro no es una mera
historia de ciencia ficción. Esta historia está apoyada en los avances
tecnológicos actuales y supone mi visión personal de lo que pienso llegará a ser
el futuro. Hoy en día es posible conectar el cerebro a un ordenador. Uno de los
avances actuales más asombrosos al respecto es la que está desarrollando la
empresa Cyberkinetics Neurotechnology Systems en Masschusetts, y mediante la
cual lograron que un joven tetrapléjico llamado Matthew Nagle controlase con su
pensamiento una computadora, siendo capaz de mover el cursor del ordenador,
abrir un correo electrónico o manipular un dispositivo robótico. Todo mediante el
pensamiento. Éstas son las palabras del propio Matthew Nagle después de usar
este sistema: No puedo describirlo con palabras, sólo uso mi cerebro. Sólo lo
pensé, dije, "Cursor ve arriba a la derecha", y lo hizo, y ahora puedo controlarlo por
toda la pantalla. Ello me da un una sensación de independencia.
Algo similar han logrado desarrollar las empresas japonesas Honda y
Shimadzu. Una persona se coloca un casco basado en tecnología BMI (Brain-
Machine Interface, o interfaz Cerebro-Máquina) y es capaz de controlar con su
pensamiento los movimientos básicos del famoso robot ASIMO. La diferencia
respecto con otras tecnologías es que ésta no requiere de ningún implante cerebral
para conseguirlo. Basta con ponerse el casco y pensar en moverse para que el
robot obedezca.
Por otra parte, el equipo de científicos liderado por Giulio Ruffini
consiguió en 2014 el primer saludo telepático a través de Internet. Una persona
desde la India pensó “ hola” y el mensaje llegó mentalmente hasta otra persona en
Francia. Esto fue posible agracias a la tecnología que permite la estimulación

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magnética transcraneal.
Así pues, cuando cierre usted este libro no piense que ha leído una
mera historia de ciencia ficción. ¿Quién sabe?, puede que algún día este libro sea
leído en pocos minutos mediante algún dispositivo similar al Escritorio.
Por mi parte, me despido con la esperanza de que su lectura haya sido
entretenida. Quiero que sepa que su opinión es muy importante para mí, porque es
lo que me empuja a continuar escribiendo, por eso le pido que me regale algún
comentario, valorando la obra en Amazon o de forma personal en mi correo
electrónico: juniotheart@hotmail.com
Gracias por su tiempo y su confianza.

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Respecto a los nombres de los personajes

—Alejandr o Mitnick: El apellido de Alex ha sido tomado de uno de


los hackers más famosos, Kevin David Mitnick, al cual el juez le prohibió
acercarse a un ordenador o a un teléfono.
—Mateo Ber ner s: El apellido de Mateo proviene de Tim Berners-Lee,
el cual es considerado como el padre de la web por crear, junto con su equipo, el
lenguaje HTML, el protocolo HTTP y el sistema de localización de objetos URL.
—Industr ias RTC: Las siglas RTC hacen referencia a la Revolución
Tecno-Científica.
—Rober to Bar tley: Su apellido ha sido tomado de James Bartley, el
tripulante del ballenero Star of the East, que en el año 1.891 fue engullido por una
en ballena y sobrevivió veinticuatro horas en el vientre de este enorme animal.
—Ángel Nagle: Es el apellido de Matthew Nagle, un hombre
cuadripléjico que estaba paralizado desde el cuello hasta los pies. Fue la primera
persona en utilizar una Interfaz Cerebro Computadora para restaurar sus funciones
físicas perdidas.
—Pr oyecto VOMISA: VOMISA escrito al revés es el apellido de
Isaac Asimov, un bioquímico soviético, nacionalizado estadounidense, que fue
escritor de gran éx ito y divulgador científico.
—Ar tur o Cr aso: Marco Licinio Craso fue un general y político romano
que lideró batallas contra el imperio parto, en las cuales fue capturado. Los partos
lo ejecutaron introduciendo por su garganta oro fundido en alusión a su avaricia. La
avaricia del personaje ficticio de Arturo es la que ha justificado el uso de este
apellido.
—Kana Katsumi: El último apellido de Tim Berners-Lee inspiró utilizar

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un nombre oriental para este personaje femenino. Sin embargo, Kana Katsumi no
pretende ser un guiño a ningún personaje histórico.

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Bibliografía

El lector tiene a su disposición ex celentes libros sobre divulgación


científica que ponen de relieve los tex tos que he utilizado durante el proceso de
documentación para este libro.
—Malcolm Gladwell, Inteligencia Intuitiva, Punto de lectura, 2006.
—Charles Darwin, El origen de las especies. Espasa Calpe S A., 2008.
—Julio González, Breve historia del cerebro. Crítica, 2010.
—Juan García, Sergio Moreno, Conceptos fundamentales de
psicología. Alianza Edit, 2007.
—Bill Bryson, Una breve historia de casi todo. RBA Publicaciones
S A., 2005.
—Isaac Asimov, ¡Cambio! 71 visiones del futuro.
—Pere Estupinyá, El ladrón de cerebros. Debate, 2010.
—Himanen, Pekka, La ética del hacker y el espíritu de la era de la
información. Editorial Destino, 2004.
—Richard Stallman, Software libre para una sociedad libre. Traficantes
de sueños, 2004.
—Harris, Shon; Harper, Allen; Eagle, Chris, Hacking Ético. Anaya
Multimedia, 2005.

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