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"USO TRADICIONAL DE LA TIERRA Y SUS RECURSOS:

PRESIONES SOBRE ESTE USO EN EL CONTEXTO


MODERNO" (*)

USO TRADICIONAL

Por medio de esta exposición, quiero esbozar ciertos principios básicos con
respecto al uso tradicional de la tierra, basándome en información contemporánea e
histórica. Aunque mi interés principal apunta a la región comprendida por los Lotes
Fiscales Nos. 55 y 14, en el norte del Departamento de Rivadavia, Provincia de Salta,
donde viven actualmente grupos de wichi (mataco), iyo'waja (chorote), niwaklé (chulupí)
y komlek (toba), tengo en cuenta información de otras zonas chaqueñas y otros grupos
indígenas del Chaco.

Si bien los principios básicos que vamos a considerar aquí todavía no han recibido
una elaboración sistemática sobre la base de los datos etnográficos, existe un cuerpo de
conocimientos, que ya son mayormente compartidos por un grupo de antropólogos y otros
que trabajan con pueblos indígenas en el Gran Chaco. En este sentido no pretendo aportar
algo nuevo al tema, sino ofrecer una síntesis, necesariamente un tanto superficial, que nos
ayude a aproximarnos a la problemática actual de la tierra en un caso específico. Espero
demostrar que el uso tradicional de la tierra tiene una lógica propia dentro de un
determinado sistema social y debemos reconocer que esas prácticas tradicionales
constituyen un sistema económico válido en si mismo. Es importante recalcar esto desde el
principio, porque existe una tendencia generalizada de tratar las economías indígenas
simplemente como "formas de subsistencia", como si fueran una especie de "sub-
economía". Si bien las sociedades indígenas son distintas de la nuestra, esto no las priva de
haber desarrollado sus propios sistemas sociales y económicos. Aún hoy día,
transformados por la interrelación con la sociedad envolvente, estos sistemas tienen un
valor didáctico y potencial para desarrollarse. Ahora, cuando hablamos de la necesidad de
encontrar nuevos modelos de desarrollo sostenible en el Chaco, corresponde que
revaloricemos la experiencia indígena en este campo, sin caer en un falso romanticismo.

En la segunda parte de la exposición, concentrándome en el área de esos dos lotes


fiscales, voy a referirme a las presiones y cambios introducidos a lo largo de los últimos
100 años que modifican ese uso tradicional. Nuestro punto de vista es que existe una
relación dialéctica entre los sistemas indígenas tradicionales y la estructura económica de
la sociedad dominante. Esta relación inevitablemente transforma los sistemas indígenas,
sin que estos dejen completamente de influir las percepciones, actitudes, prácticas y
decisiones de los indígenas. Los indígenas del Pilcomayo son bien conscientes de su
identidad como pueblos indígenas con su propia historia, sus propios conocimientos,
valores y prácticas sociales. Anhelan que la sociedad argentina los reconozca y los respete
como tales, y por esto reclaman la posesión colectiva de sus tierras, donde puedan vivir
pacíficamente según sus pautas y tomar sus propias decisiones y opciones.


Esta ponencia fue presentada en un Seminario sobre Temática Indígena, organizado por el Centro de
Estudios Canadienses, Universidad de Rosario, en octubre de 1994.
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A modo de aclaración: por "tierra" quiero decir todos los recursos naturales
comprendidos en el medio ambiente donde un grupo vive, recursos del suelo, agua y aire.

Aunque las condiciones naturales imperantes en cualquier espacio geográfico o


momento histórico (por ej. la disponibilidad o no de agua, de determinados vegetales o
animales silvestres, las condiciones climáticas) inevitablemente influyen en el uso de los
mismos recursos, es preciso recalcar que el uso es siempre definido y organizado
socialmente. Es decir, inciden en el uso: los conocimientos sobre los recursos, las técnicas
para aprovecharlos, las tendencias demográficas, los patrones de residencia y la
organización social para la adquisición de los recursos naturales, los conceptos de territorio
y propiedad, las reglas de distribución y los conceptos sobre los poderes espirituales y sus
influencias. Lo que nos interesa aquí son precisamente esos aspectos sociales del uso.

El primer aspecto, o principio, a señalar es la DIVERSIDAD en el uso de la tierra y


sus recursos naturales. Como es bien sabido, los pueblos indígenas del Chaco han
practicado, en diferentes combinaciones y grados según el grupo y la zona, diversas
actividades de subsistencia, incluyendo la caza de animales silvestres, la pesca en los ríos y
lagunas, la recolección de frutos, raíces, huevos y mieles, y también la horticultura.
Durante la época colonial se introdujo el ganado traído de Europa, aunque existen algunas
evidencias de la presencia de llamas en el Chaco en el momento de la conquista.

Esta diversidad, solamente en cuanto a alimentos, se demuestra entre los wichi de la


región, en una lista de, por lo menos, 28 mamíferos aprovechados, 10 reptiles, 17 aves, 21
peces, 20 variedades de miel, más de 70 especies de vegetales silvestres y unas 12 plantas
cultivadas. Esta lista no toma en cuenta otros múltiples usos tradicionales de los recursos
naturales para herramientas, cerámica, tinturas, medicina, vivienda, fuego, instrumentos
musicales, juegos, adornos, etc..

A modo de comparación, un listado realizado entre los toba takshík, en el Chaco


formoseño, arrojó el número de 400 especies vegetales nombradas en su idioma, de las
cuales 244 son utilizadas, o sea 61% del total.

Es evidente que esta diversidad es uno de los factores que permitió que se
mantuviera cierto equilibrio en la disponibilidad de los recursos, y aún después de la
introducción de ganado europeo. Sabemos, por ejemplo, que sobre el Río Pilcomayo,
mucho antes de la llegada de los primeros colonos a comienzos de este siglo, los niwaklé,
iyo'waja y wichi ya tenían cabras, ovejas, caballos, mulas, burros y ganado vacuno, si bien
en cantidades muy inferiores a las que después llevaron los criollos.

La expedición de Domingo Astrada al Pilcomayo, en los años 1902 y 1903,


atestigua la riqueza de la vegetación y fauna en esa región, que desde aquel entonces llevó
el nombre Colonia Buenaventura. En su informe, como en el del Ing. Asp, se hace mención
a los pastos fuertes y variadísimos, la abundancia de caña hueca y los árboles típicos de la
zona (tusca, algarrobos, palo santo, quebracho colorado, chañar, etc.). Agrega que "la
fauna es más rica: jaguares, leones, oso hormiguero, jabalies, aguaraes, antas, ciervos,
gamas, corzuelas, avestruces, quirquinchos, zorros y nutrias - y en el río pescado
abundantísimo".

En tono similar, su informe registra repetidas veces que los sembrados de los
indígenas se encuentran hacia cualquier rumbo, "exuberantes y de prodigioso
rendimiento". Entre los cultivos mencionados están el maíz, zapallo, porotos, sorgo y
3

tabaco, y se sorprendió sobre manera al encontrar las chacras llenas de frutos siendo el mes
de junio. En una parte, recorrieron casi dos leguas de sembrados de zapallo y maíz.

Esta variedad de riqueza se mantenía aun cuando los indígenas ya habían habitado
estas tierras durante largo tiempo. Aunque no tenemos información directa y detallada de
esta región antes del siglo 19, ya mucho antes se sabía que fue habitada por pueblos
indígenas. La primera expedición boliviana al Pilcomayo, al mando del Mayor Gabino
Acha, en el año 1844, probablemente alcanzó el Estero Patiño. Aunque es difícil creer la
estimación dada por el informe de la expedición de haberse encontrado con más de 80,000
indios de doce diferentes naciones, evidentemente la región, tomando en cuenta las dos
bandas del río, fue bien poblada7. En su informe sobre la expedición boliviana de 1883,
que descendió todo el curso del río hasta Asunción, el Doctor Daniel Campos propone una
cifra global de 40.000 indígenas para toda la región del Chaco que ellos recorrieron, y en el
área a la que nos estamos refiriendo tuvo frecuentes contactos con tobas, chorotes y
guisnaes (matacos).

Recién con la expedición de Astrada en los años 1902 y 1903, y las dos estadías del
etnólogo sueco, Erland Nordenskiold (1902-3 y 1908-9), tenemos información más precisa
sobre la población indígena de la zona. De estos informes se hace evidente que había una
población indígena considerable en la zona, y es probable que, en el área comprendida por
los actuales lotes fiscales 55 y 14, no fue mucho menor que la actual9. Inclusive sabemos
que, al menos en ciertos épocas, se reunieron sobre la costa del río en aldeas de hasta 1000
personas, mientras no fueron infrecuentes las aldeas de entre 200 y 400 almas.

Al alcanzar el Pilcomayo en el año 1902, probablemente en un lugar a unos 30 km.


al suroeste del actual límite entre las Provincias de Salta y Formosa, nos relata Domingo
Astrada que "los indios nos esperaron concentrados en esta región (del Pilcomayo), en 3
divisiones de vanguardia, sobre la margen derecha, guardando una distancia uniforme de 1
legua más o menos la una de la otra, cuyo número excedía de 2.500 plazas, a estar al
prolijo recuento hecho por mis compañeros, mientras en la orilla oriental del río, se veía
bajar y volver centenares de indígenas, asimismo majadas de ovejas y cabras y animales
yeguarizos. Tocaban dianas al aclarar el día en sus pucanas o flautas de madera y
procuraban hacernos ver que también ellos tenían organización militar"11. En este caso se
refirió a los wichi. Así que población había, con concentraciones sobre las dos orillas del
río, y no podemos explicar la manutención de la diversidad biológica simplemente con
argumentos demográficos.

Un aspecto fundamental de la diversidad es la OCUPACION TRADICIONAL


DE DIVERSOS AMBIENTES, que ofrecen diferentes recursos en diferentes momentos
durante el ciclo anual. Las comunidades indígenas que actualmente tienen sus aldeas
permanentes en la costa del Pilcomayo salteño, tienen también asentamientos históricos
hasta 20 km. del río en línea recta. El aprovechamiento de diferentes áreas durante el año,
y la mudanza de asentamiento, aunque no fuera siempre muy distante, de un año a otro,
permitía el proceso de recuperación de los recursos naturales.

Si bien el patrón de residencia (geográfico y temporal) ha variado durante los


últimos 90 años, es probable que se ha conservado en gran medida el área de recorrido de
los respectivos grupos. La comunidad de Mola Thät Hi, por ejemplo, el actual Santa María,
con una población de 670 personas cubre un área de aproximadamente 440 km2,
incluyendo río, campos abiertos, bosquecitos de frutales naturales, lagunas, monte más
tupido, chaguarales, tierra apta para cerámica y tierras salitrosas y anegadizas.
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Cuando en el año 1991 las comunidades del Lote Fiscal 55 (27 en total) prepararon
un mapa de sus áreas de ocupación tradicional, esta comunidad nombró en wichi unos 116
lugares de recorrido, lo que seguramente representa sólo una parte del total de los lugares
con nombres en su área. Las 27 comunidades que participaron en la elaboración del mapa
indicaron más de 1000 sitios con nombres en sus respectivos idiomas y basándose en esta
información fue posible marcar las áreas de recorrido de cada comunidad. Tratándose de
las comunidades wichi, el área más reducida fue aproximadamente130 km2 (de una
comunidad de 86 personas) y la más extensa alcanzó más de 700 km2 (de una comunidad
de 470 personas)13. Como era de esperar, las comunidades sobre la costa consistentemente
muestran una relación menor de superficie de tierras a cantidad de población que aquella
que muestran las comunidades del interior (esto por el recurso mayor de la pesca en el río).
Así que todas, menos una, en la costa demuestran una relación de menos de 1 km2 por
persona, mientras que en el interior la relación es siempre superior al 1 km2, superando los
5 km2 en el caso de cuatro comunidades. El área total del mapa indígena cubre
aproximadamente 5000 km2 y abarca una población de 4600 indígenas, que nos da una
relación de 0.92 personas por km2. (Esta relación es mayor que el promedio para el Chaco
Arido en la actualidad. Karlin et al. para esa región dan un promedio de 0.5 a 0.7
habitantes rurales por km2. En una zona mucho más favorable del Chaco Central
Paraguayo, donde actualmente están asentadas tres pujantes colonias mennonitas, un
técnico del Banco Mundial, H. Daly, ha propuesto una capacidad de carga poblacional de
1.58 personas por km2. Estas cifras nos hace sospechar que la relación tierras/habitantes en
el contexto del uso tradicional de la tierra por las poblaciones indígenas de la zona ha sido
bastante "racional".

Desde luego, estos datos contemporáneos ignoran el hecho de que en la misma zona
viven aproximadamente 1,800 criollos, las implicancias de lo cual tendremos que
considerar más adelante. Sin embargo, hay razón para creer que los recorridos indicados
corresponden a los tradicionales y por tanto nos dan una impresión de las áreas necesarias
para mantener cierta diversidad biológica y productiva. Habiendo dicho esto tenemos que
introducir dos calificativos muy importantes que surgen de, la percepción por parte de los
indígenas de su espacio vital y sus conceptos de territorio y propiedad.

Más que un espacio bidimensional, como nuestros mapas representan el espacio,


los wichi perciben su ambiente como un complejo de lugares y caminos entre estos
lugares15, los que son puntos de referencia, tanto históricos como para el conocimiento y
aprovechamiento de diversos recursos naturales. Esta percepción del espacio está
nítidamente relacionada con sus conceptos de territorio y propiedad.

Si bien fuentes históricas y actuales han identificado ciertos territorios con


determinados pueblos o étnias - como los abipones, mocovies, tobas, matacos, etc. - y
hasta se ha referido a zonas neutrales entre un pueblo, o etnia, y otro. Cuando hablamos de
los grupos locales o internos a determinado pueblo, ya se vuelven más difusas las
divisiones territoriales. En la percepción indígena de su territorio se destaca la
AUSENCIA DE UN CONCEPTO DE PROPIEDAD EXCLUSIVA de una u otra
comunidad. Al contrario, como vimos en la elaboración del mapa ya mencionado, las áreas
o territorios de cada una de las comunidades solapan con las áreas de varias otras
comunidades. En el caso bastante típico de Santa María, que en realidad está compuesta de
por lo menos 4 comunidades separadas, hay áreas de recorrido compartidas con otras 8
comunidades, incluyendo 2 comunidades iyo'waja (chorote) y 1 comunidad kom (toba).
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Este compartir entre diferentes pueblos (o etnias) no es totalmente nuevo, habiendo


evidencias de lo mismo de documentos de la zona de comienzos de este siglo17.

Si hay solapamiento, entonces, es porque tradicionalmente no se reconocen


derechos propietarios exclusivos pertenecientes a un determinado grupo sobre un espacio
continuo. La misma percepción del espacio no lo admitiría. En este sentido es interesante
notar que, si bien las áreas marcadas en el mapa que no son compartidas por más de una
sola comunidad se reducen a aproximadamente 20% de la superficie total, esta proporción
se invierte cuando se trata de los lugares específicamente nombrados, o sea 23% de los
lugares fueron nombrados por más de una sola comunidad18. Quiere decir que, dentro de
una misma área, diferentes grupos locales de diferentes comunidades conocen y frecuentan
diferentes sitios. Este hecho refleja lo que ya señalamos arriba: no se trata de áreas
monolíticas con claras divisiones, sino un entrelazado de caminos y lugares, aprovechados
diferencialmente por diferentes grupos.

Aquí se hace necesario decir algo más sobre la composición de los grupos sociales
y la relación que mantienen con su "área" de ocupación.

Es generalmente reconocido que el grupo nuclear entre los pueblos del Chaco
argentino es la familia extensa, con una tendencia de componerse alrededor de los padres,
con sus hijos varones no casados y sus hijas casadas con sus hijos19. Alrededor de este
núcleo se van reuniendo otras familias emparentadas, por ej. hijos casados, hermanas o
hermanos de los padres, etc. Este grupo, que algunos autores han llamado el clan, es mejor
descripto simplemente como el grupo residencial o grupo local.

No hay ninguna regla estricta obligando a ciertos parientes a convivir y mantener


relaciones de intercambio recíproco. La AUSENCIA DE RELACIONES
PRESCRIPTIVAS, o sea relaciones que implican ciertos derechos y obligaciones, es
reflejada coherentemente en la ausencia de derechos propietarios sobre determinados
recursos. Esto permite una gran FLEXIBILIDAD en la formación y disolución de grupos
locales20, siendo determinada no por asuntos de propiedad y herencia de bienes materiales,
sino más bien por razones de conveniencia y acomodo personal y voluntario, así como
también por lo que podemos llamar la elección de estrategias de manejo de los recursos,
que pueden variar de un grupo a otro y de un momento a otro.

Ahora, si bien cada persona se identifica, por sus padres y antepasados, con un
lugar o conjunto de lugares, sería incorrecto caracterizar esa identificación como un
derecho propietario. Cuando quieren expresar esa relación suelen calificarla en términos de
pertenencia: no que el lugar pertenece a la gente, sino al revés, que ellos pertenecen al
lugar. La recolección de frutas silvestres de determinado lugar, o el camino del cazador,
son más bien asuntos de costumbre, en el sentido común de la palabra. Las hijas aprenden
a recoger algarroba o chañar con sus madres de ciertos bosques, y los hijos aprenden
ciertos caminos para cazar de sus padres. El uso de la tierra para actividades agrícolas es
igualmente una cuestión de costumbre. Limpiar y sembrar determinado lugar no confiere
un derecho permanente sobre el mismo, sino simplemente el usufructo mientras lo ocupe.
La costumbre, entonces, no se traduce en un derecho permanente y exclusivo, ni sobre
áreas ni sobre lugares específicos.

A los wichi, como a otros grupos indígenas del Chaco, les parece ridículo afirmar
un derecho propietario sobre algo que ellos mismos no han hecho. ¿Cómo puede un
hombre decirse dueño de un árbol que él no ha plantado ni regado? ¿Cómo puede
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considerarse dueño de una aguada si no fue él quien hizo caer la lluvia? ¿Y cómo puede un
hombre negar a otro cazar una iguana si esta no tiene la marca de nadie? Mucho menos,
entonces, puede el hombre pensarse dueño de la tierra, cuando él no la hizo.

El acceso a los recursos naturales no depende, entonces, de un derecho propietario,


sino de los conocimientos y habilidades de cada persona, reconociendo siempre en este
sentido una división entre los sexos. Los conocimientos, información y las habilidades son,
por lo general y dentro de ciertos parámetros geográficos, accesibles a todos, lo que
implica una IGUALDAD de oportunidad y la posibilidad de una relativa AUTONOMIA
de acción de la persona o la pareja. Esta autonomía tiene su contraparte moral en el
principio de RESPETO hacia el otro, que significa que las decisiones sobre las actividades
económicas y su implementación - siempre dentro de los parámetros del universo de
posibilidades - son responsabilidad del individuo o la pareja.

Esta tendencia hacia la autonomía de la persona, una característica frecuentemente


identificada con las sociedades igualitarias, es de mucha importancia para la comprensión
de las relaciones sociales de producción.

La división de labores entre hombres y mujeres, junto con esa tendencia de


autonomía hace que la organización de producción sea lo mínimo y más simple posible,

Actividad Hombres Mujeres

recolección de frutas +
caza +
pesca +
recolección de miel +
manufacturas de madera +
hilado (chaguar y lana) +
manufact. de bolsas (chaguar) +
manufact. de tejidos (lana) +
manufact. de redes (chaguar) +
horticultura: prepar. de campos +
horticult.: siembra + +
horticult.: limpieza + +
horticult.: cosecha + +
cocina (+) +
cuidado de ganado (+) +
construcción de casas + +
cerámica +
recolección y transporte. de leña (+) +
transporte de agua (+) +
cuidado de los chicos (+) +

muchas veces limitándose a la pareja. Donde existen relaciones de cooperación económica


más extensivas, estas no son obligatorias y responden más a motivos sociales que a
motivos de necesidad económica. El hecho de que varias mujeres van juntas a recolectar
frutas, por ejemplo, no implica una relación de cooperación económica obligatoria. Lo
mismo se aplica muchas veces a la pesca, aunque hay que reconocer que ciertas técnicas de
pesca exige hacerlo en grupo. Del mismo modo, nos equivocamos al pensar que en las
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comunidades, donde conviven centenares de individuos reflejan, existe una organización


económica más compleja. Dentro de estas comunidades cada grupo local, de los que puede
haber varios, lleva una vida económica bastante independiente de los otros.

Cabe recordar aquí que los motivos para las concentraciones de población en el
pasado, no fueron para lograr una mayor producción, sino para posibilitar un mayor
consumo o redistribución en los momentos de abundancia de determinados recursos. La
abundancia se volvió motivo para el encuentro social, el baile y el deporte. Del mismo
modo las expediciones para recolectar frutas y para la pesca revisten un carácter "social"
cuando participan grupos grandes, aunque, repetimos, esto no necesariamente significa
relaciones económicas de cooperación.

Igualmente, como la ausencia de derechos propietarios sobre recursos naturales


milita contra la acumulación de bienes y poder, la expectativa y la práctica de
REDISTRIBUCION refuerzan los principios igualitarios. Cualquier persona que ha
vivido un tiempo en una comunidad indígena en el Chaco queda impresionada por la
constante práctica del compartir, desde el chico que comparte su pedacito de pan con su
hermanita menor, al hombre que comparte toda su cosecha de sandía con sus vecinos.

Algunos comentaristas han interpretado la redistribución en las sociedades


indígenas del Chaco como un sistema primitivo de seguro contra el hambre. Sin lugar a
dudas esto es uno de sus efectos y es común escuchar entre los indígenas expresiones de
desaprobación a todo comportamiento mezquino que implica que uno retiene a expensas de
otro que no tiene. No obstante, tenemos que comprender estos valores dentro del contexto
social global de sociedades que buscan evitar toda acumulación de poder en ciertas
personas o roles, la que luego pueda crear obligaciones y desigualdades en las relaciones
internas del grupo. La tendencia es de siempre atenuar la relación propietaria que pueda
desarrollarse - la destrucción de los bienes de una persona cuando esta muere; la entrega
por parte del cazador de su presa para que otro haga la redistribución; las apuestas en los
juegos; la invitación a cosechar del cerco de uno, etc..

No requiere mucha reflexión reconocer las implicancias que estas relaciones y


conceptos tienen para el uso tradicional de la tierra y sus recursos. El conjunto de valores,
principios y prácticas sociales militan contra una excesiva explotación de los recursos
naturales y, en el pasado, permitía que una población indígena significativa podía seguir
viviendo en una determinada área.

No podemos terminar esta primera parte sobre uso tradicional, sin por lo menos
mencionar la existencia de otras actividades económicas tradicionales. Me refiero, en
primer lugar, a la GUERRA, cuando esta tenía por motivo la adquisición de botín
(principalmente mujeres y animales). En un sentido la guerra funcionaba entre diferentes
pueblos como la redistribución funciona entre los grupos locales. Aquí es interesante notar
que uno de las causas de conflicto entre diferentes pueblos, o etnias, surgió de la pesca,
cuando se construía una suerte de valla para atrapar los peces y así se impidió que suban
libremente. Esta actividad, necesariamente comunitaria, implícitamente creaba un derecho
exclusivo, que contradecía los principios señalados arriba y así provocaba reacción y
conflicto.

Segundo, debemos reconocer la importancia que hace tiempo tenía el


COMERCIO y, después, el EMPLEO REMUNERADO. Ya antes de la llegada de los
primeros colonos a la zona es evidente que los indígenas del Pilcomayo tenían bastante
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contacto con la sociedad argentina y boliviana. Sabemos que los wichi desde hace mucho
tiempo practicaban el trueque con los chiriguanos (guaraní), intercambiando pescado seco
por maíz. El cacique principal en la zona en el momento de la expedición boliviana de
1883, Sirome, mantenía buenas relaciones con los bolivianos de Yacuiba, quienes vendían
maíz y otros artículos a los wichi. Ya para comienzos de este siglo, sabemos que los
indígenas del Pilcomayo estaban yendo a los grandes ingenios de Ledesma y La Esperanza,
llevando de vuelta a su casa sus nuevas adquisiciones - ropas, hachas, machetes, fusiles y
alimentos del almacen. Ya conocían el trabajo para el patrón, conocían el dinero y las
cosas que por medio de ello se podían adquirir. En 1902, entonces, cuando llegaron los
primeros colonos al Pilcomayo, ya no fue una región aislada y las actividades económicas
de los indígenas abarcaban más que solamente el uso directo de la tierra y sus recursos.

LOS CAMBIOS

El cuadro que hemos presentado sobre el uso tradicional de la tierra y sus recursos
es un "collage" de información del pasado y del presente. Hemos usado información de la
actualidad para aclarar una situación histórica, pero al mismo tiempo la información del
pasado nos ha ayudado a comprender mejor la situación actual.

Aunque sería ridículo negar los profundos cambios que se han producido durante
los últimos 100 años, nos equivocamos si no reconocemos las continuidades. Toda la
información toponímica, las áreas de recorrido de las comunidades contemporáneas, la
ausencia de derechos exclusivos a determinadas áreas, la práctica actual de la
redistribución, las actividades tradicionales de la recolección de frutas, la caza, la pesca, las
artesanías, los cultivos tradicionales, y la división de labores entre los sexos demuestran la
realidad de esta continuidad. Pero sobre estos usos tradicionales existen presiones que no
solamente limitan su práctica, sino también que los desvirtúan y entran en conflicto con sus
bases, las que hemos encontrado en lo que se podría llamar la "vocación igualitaria" de las
sociedades indígenas del Chaco.

Obviamente, el factor de mayor gravitación que presiona sobre los usos


tradicionales es la ocupación de sus tierras por grupos ajenos, que no comparten los
mismos valores y conceptos sociales sobre el uso. Los criollos que llegaron a la zona a
comienzos de este siglo se dedicaron casi exclusivamente a la ganadería a campo abierto, y
ya para el año 1906 contaron, según el informe del mismo Astrada, con 75.508 ganado
vacuno, 14.540 yeguarizo, y 34.312 cabrío y lanar (población criolla de 2007 personas).
Supuestamente se llegó a las 100.000 cabezas de ganado vacuno, pero pronto se produjo la
decadencia por el exceso de ganado. El Ing. Castañeda Vega visitó la Colonia
Buenaventura (Fiscal 55 y un área colindante en la actual Provincia de Formosa) en el año
1918 y en su informe para la Dirección Nacional de Tierras y Colonias comenta que "los
campos están sobrecargados y cada día se empobrecen más". Ya se iban creando los
peladares, los pastizales se quedaron invadidos por los arbustos, y la caza se volvió escasa.
Al mismo tiempo, por no amenazar la vida del ganado de los criollos, los indígenas dejaron
de practicar su antigua costumbre de quemar los campos, la que había mantenido
diferenciados los distintos nichos ecológicos, los campos y los bosques.

El proceso de deterioro ambiental fue y sigue siendo dramático y global. La pérdida


de los pastizales tiene dos implicancias inmediatas: la erosión de los suelos y la huida de
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los animales silvestres que antes fueron sostenidos por ellos. La erosión de los suelos ha
conducido a un proceso de sedimentación de las aguadas, reduciendo la disponibilidad de
agua superficial, la que se disminuye más, desde luego, por el consumo de los ganados. A
este proceso hay que agregar el fenómeno de compactación de los suelos a causa de la
carga excesiva de animales.

Cada año las vacas y los chanchos penetran los cercos de los indígenas y destruyen
sus cultivos. La costumbre tradicional de sembrar en diferentes ambientes, en los campos y
en los bañados del río se ha vuelto imposible por los ganados, reduciendo la siembra a los
montes donde hay material para hacer los cercos. Los wichi dicen que los animales
arruinan y destruyen la tierra ("känchi honhat" y "wasi honhat") por su orina y sus
enfermedades. Consideran que la presencia de los animales ha hecho infertil la tierra y
algunos han comentado que los arbolitos que brotan de semillas en la bosta de las vacas,
después de brotar rápido, no tienen la misma fuerza que tienen las semillas que no han
pasado por el estómago de la vaca.

Junto con la pérdida de la fauna, se ha visto declinar significativamente la cantidad


de plantas silvestres que los indígenas solían aprovechar. Tenemos una lista provisoria de
unos 25 vegetales alimenticios y medicinales tradicionalmente usados por los wichi de la
zona que, a causa del ganado, o han desaparecido completamente o se han vuelto muy
escasos. Aunque la diseminación de algunas especies, como el mistol, la bola verde, el
chañar e, inclusive, el algarrobo ha sido favorecida por el ganado, son justamente sus frutas
por las cuales se produce competencia entre los indígenas y los animales. Al mismo
tiempo, la regeneración de varias especies de árbol (quebracho colorado, algarrobo blanco,
guayacán y mistol) es seriamente afectada por el ramoneo de los brotes tiernos por los
animales domésticos. A esta lista de perjuicios producidos a raíz de la ocupación criolla,
hay que añadir la tala descontrolada de quebracho colorado y palo santo para postes y,
últimamente, la fabricación de carbón.

Siendo la degeneración ambiental general, es entendible que la competencia por los


cada vez más escasos recursos se vuelve progresivamente más aguda. Los animales comen
las mismas frutas que los indígenas: la algarroba, mistol, chañar, etc. y ahora cada año hay
conflictos sobre el acceso a los algarrobales. Aquí entran en juego los conceptos de
propiedad y acceso a los recursos naturales. Los criollos, aunque practican la ganadería a
campo abierto, manejan los conceptos de la propiedad exclusiva. Como ya observó el Ing.
Castañeda Vega en el año 1918, "cada uno quiere tener más derecho que los demás, y esto
es origen de peleas y pleitos que no terminan nunca". Desde luego, los criollos han
aplicado estos conceptos en sus relaciones con los indígenas, negándoles en determinados
casos el acceso a sus tradicionales áreas de caza y recolección. Ultimamente esta
exclusión se va imponiendo por medio de alambrados, aunque son ilegales, impidiendo en
algunos casos hasta el acceso a fuentes de agua.

A lo largo de este siglo, los indígenas han visto su acceso a la tierra y sus recursos
progresivamente restringido. Han experimentado esta presión no solamente económica,
sino también socialmente, conduciendo muchas veces a un retiro de sus tradicionales
asentamientos, especialmente sobre las cañadas y ciénagas. Paralelamente, la presencia de
misioneros protestantes en el área desde el año 1938, ha propiciado la concentración de la
población indígena en misiones. Aunque los indígenas veían a estas misiones como
refugios, donde mejor ampararse, inevitablemente han favorecido la ocupación criolla de la
zona y la pérdida de control sobre ciertas áreas por parte de los indígenas. La formación de
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aldeas permanentes obviamente ha creado nuevas presiones sobre los recursos naturales
locales, impidiendo el proceso de recuperación natural que antes ocurría.

La destrucción de la base de subsistencia de las comunidades indígenas no ha sido


solamente un proceso físico, sino también ha tenido una dimensión netamente social. Me
refiero a la presión del prejuicio, que ha permitido a un grupo humano considerarse
superior y, por ende, descalificar las estrategias de manejo de los recursos naturales del
otro grupo. En vez de aprender de los indígenas, este grupo, en el que nos incluimos, se ha
sentido impulsado a enseñar e imponer otras estrategias, las que recién están
descubriéndose como inapropiadas. Las actitudes generalizadas y la educación formal
juntas han conspirado para despreciar las respuestas indígenas a la subsistencia y, en vez
de buscar como apoyar el desarrollo de su economía, siempre se ha propuesta la
subordinación e integración a la nuestra.

Con esta mentalidad se ha visto a los indígenas solamente en función a nuestra


sociedad y economía: por sus tierras que hay que liberar para una producción "racional",
como mano de obra barata, por algunos productos suyos comerciables (miel, pieles,
pescado, artesanía) y, por último, por su voto. Esta subordinación necesariamente tiene
profundas implicancias para el auto aprecio de los mismos indígenas, las relaciones
internas en sus comunidades y sus relaciones con el medio ambiente. Resulta que se
introduce una suerte de "5a columna" en el seno de la comunidad indígena que funciona
como una presión interna.

En este sentido, la presión extractiva de un mercado, cuyos agentes principales


viven lejos de la zona, siempre ha tenido una influencia nefasta. Teniendo sus intereses en
otra parte y vinculados con capital movible, en última instancia no les ha importado el
estado de las tierras y sus recursos. Esta actitud se comunica a los indígenas al convertir los
objetos, que tradicionalmente han tenido un valor de uso y consumo directo, en un valor de
mercado. Los mismos indígenas han querido tener acceso a ciertos bienes ofrecidos en el
mercado - alimentos nuevos, ollas, hachas, machetes, armas, ropas y, después bicicletas,
radios, etc. - así que se han vuelto extractores de primera línea al responder a la demanda
del mercado por pieles, miel, madera o postes, artesanía, carbón y pescado. Hasta cierto
punto, la introducción de nuevas tecnologías ha aumentado la capacidad extractiva de los
indígenas, como, por ejemplo, el uso de la hacha en la obtención de miel y el camión en la
comercialización del pescado. Aunque el valor de uso de la gran mayoría de los productos
del monte y del río continua vigente para los indígenas, la pérdida y deterioro de los
recursos naturales, junto con la atracción del mercado, ha conducido a una creciente
dependencia de este y esta dependencia luego afecta negativamente sus relaciones con el
medio ambiente.

El trabajo en los ingenios, hasta los comienzos de la década de los ‘60, los obrajes,
la cosecha de poroto y las "changas" - o sea, la venta de su mano de obra - ha sido también
otra vía de acceso a los bienes del mercado. En determinados casos, estos trabajos los han
llevado a los indígenas a situaciones contradictorias como, por ejemplo, en el caso de
realizar para un criollo el trabajo de cercar un algarrobal, que siempre fue fuente de
subsistencia para el mismo indígena.

Insistimos antes en la dimensión social de toda economía y es importante señalar


también las presiones que se han dado en este sentido. Ya mencionamos las presiones
sobre los recursos naturales introducidas a causa de la nucleación de los indígenas en
11

asentamientos más permanentes. Estos nuevos patrones de residencia, luego, han tenido
sus implicancias para la organización intergrupal, en cierta medida debilitando la
autonomía del grupo local. Esta presión de subordinar al grupo local a una organización
más extensiva es una constante de las relaciones de los indígenas con la sociedad no-
indígena.

El enganche de la mano de obra y el trabajo mismo en los ingenios, por ejemplo, se


organizaban en base a una clasificación jerárquica de los obreros en seis categorías, dando
ciertos "privilegios" a los llamados "capitanes grandes" o "lenguaraz grande" (jefe de 10
caciques) y a los "caciques menores" (jefe de 10 soldados/hombres). La creación de un
intermediario o "puntero", siempre ha sido una exigencia de afuera, de la economía de
mercado, para simplificar su tarea. Después de los ingenios se ha visto el mismo sistema
aplicado en los obrajes, en la compra de pescado, en los proyectos de desarrollo y, hasta,
en la actividad política. Es nuestra sociedad que ha creado el moderno "cacique", a quien
se atribuye toda una serie de funciones de organización económica que no existía entre los
wichi en el pasado, introduciendo a la vez una nueva jerarquización en el seno de la
sociedad indígena. El dinero, siempre ha sido instrumento en ese proceso de subordinación
y reorganización indígena desde afuera.

Relacionada con la tendencia de introducir jerarquía dentro de la sociedad indígena,


ha sido la introducción de especializaciones, los empleos públicos (sanitarios, enfermeros,
asistentes bilingües, etc.), que aparentemente han significado ciertas ventajas para el
empleado sobre los demás miembros del grupo. El hecho de ser una especialización y de
depender, no de su propia gente, sino de una estructura de poder exógeno, sin embargo, ha
incidido en las relaciones dentro de, y entre, los grupos locales, frecuentemente creando
nuevas tensiones internas. Desde el momento que se crea otra vía de acceso a los bienes
del mercado se afectan las relaciones existentes con el medio ambiente y se introducen
nuevas relaciones de poder entre los mismos indígenas.

En resumen, podemos afirmar que durante el último siglo han habido profundos
cambios en la economía y relaciones sociales de los indígenas del Pilcomayo, que
inevitablemente han afectado el uso tradicional de la tierra. Algunos de estos cambios han
sido impuestos desde afuera y son netamente de carácter físico, mientras otros son más
bien sociales y han influenciado la sociedad indígena desde adentro, casi, se podría decir
en algunos casos, con la complicidad de los mismos indígenas. Como observación general,
se puede decir que en la medida en que las comunidades indígenas se vuelven dependientes
de un mercado externo para su subsistencia, se registra un deterioro en sus relaciones con
el medio ambiente.
12

REFLEXIONES FINALES

Muchos dirían que la incorporación de los indígenas en la sociedad nacional y su


economía es inevitable y, por lo tanto, pensar en un estado donde ellos no dependan
totalmente del mercado se debe considerar como reaccionario o utópico. Este tipo de
actitud ignora el hecho de que gran parte de la incorporación ha sido compulsiva, dejando a
la gente pocas opciones para elegir o, siquiera, influir en las condiciones de su
incorporación. Los mismos indígenas mantienen que nunca han cedido sus tierras, así que
su exclusión de determinadas áreas y el rapto de los recursos naturales se han impuesto por
la violencia. Las actitudes de desprecio de las que han sido objeto, mayormente las han
sufrido pasivamente. En las relaciones con el mercado, los indígenas siempre se han
encontrado en la posición más débil en toda la cadena comercial, vendiendo su producto a
los precios mínimos y comprando los bienes del mercado a los precios máximos.

Como hemos dicho más arriba, los indígenas del Chaco se han caracterizado por su
"vocación igualitaria", pero se encuentran enfrentados con una sociedad donde la
competencia y el poder son determinantes. Paradójicamente, la única manera en que
pueden defenderse, parece ser la adopción de métodos y herramientas que la otra sociedad
reconoce, y esto significa el uso de poder, que en sí mismo involucra a la sociedad
indígena en un proceso de transformación.

La alternativa, que es nuestro deber impulsar, es que Argentina cumple lo que ahora
se propone en el Art. 75, inc. 17 de la nueva Constitución Nacional: el reconocimiento de
la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas, garantizando el respeto a su
identidad. Más arriba hemos señalado algunos aspectos fundamentales de la identidad
cultural de los pueblos indígenas de la zona de los lotes fiscales 55 y 14: la igualdad de
oportunidad, la flexibilidad en la organización social, la autonomía relativa de la pareja y el
grupo local en la toma de decisiones, la práctica de la redistribución, la ausencia de un
concepto de propiedad exclusiva en relación a la tierra y sus recursos, la diversidad en el
uso de la tierra y la ocupación de diversos ambientes. Si la nueva Constitución es más que
simbólica, en su declaración de crear una nueva base de relaciones entre el Estado y los
pueblos indígenas, ahora es responsabilidad de las autoridades nacionales y provinciales
crear los instrumentos y las condiciones para que, en un caso específico, estos aspectos
fundamentales de la identidad indígena puedan continuar y desarrollarse.

En términos concretos esto significa básicamente dos condiciones: un espacio


geográfico y seguro donde poder practicar y desarrollar sus usos; y, en segundo lugar, un
grado de autogobierno que permita a las comunidades regular sus relaciones internas y con
los no-indígenas, dentro de sus propias tierras. Estas dos condiciones han de permitir que
las comunidades indígenas recuperen cierto control colectivo sobre la tierra y el uso de los
recursos naturales y comiencen a regular sus relaciones con el mercado. En realidad estas
dos condiciones ya están contempladas plenamente por la Constitución Nacional y por la
Ley Nacional no. 24.071 (Convenio No 169 de la Organización Internacional de Trabajo),
así que no debe haber razón para no cumplirlo, tal cual como las comunidades indígenas de
la zona, agrupadas en el Asociación de Comunidades Aborígenes "Lhaka Honhat", lo
reclaman.

Cristóbal Wallis (Salta, Octubre de 1994)


13

Notas:

1 Schmidl, U. (1983) Derrotero y Viaje al Rio de la Plata y Paraguay, Ed. NAPA,


Asunción
2 Maranta, A. (1987) "Los Recursos Vegetales Alimenticios del Chaco Centro
Occidental", Parodiana, 5(1), pp.161-237, Buenos Aires
Alvarsson, J. (1988) The Mataco of the Gran Chaco, Uppsala
Metraux, A. (1944) "Estudios de Etnografía Chaquense", Anales del Instituto de
Etnografía Americana, Univ. Nac. de Cuyo, Vol. 5, pp. 263-312, Mendoza
Palmer, J. (1992) Wichi Toponomy (inedit.), Oxford
3 Martínez Crovetto, R. (1970) "La Etnobotánica de los Grupos Aborígenes del
Nordeste Argentino", en IX Jornadas Argentinas de Botánica, Boletín de la
Sociedad Argentina de Botánica, Vol. XI, pp.211-215
Veáse también:
Arenas, P. (1981) Etnobtánica Lengua-Maskoy, FECIC, Buenos Aires
Arenas, P (1992) El Chaco, su Gente y las Plantas, Córdoba, España
4 Campos, Dr. D. (1888) De Tarija a la Asunción. Expedición Boliviana de 1883,
pp. 106, 120, 125, 130, etc., Buenos Aires
Veáse también:
Nordenskiold, E. (1912) "La Vie des Indiens dans le Chaco", Revue de Geographie
Annuelle, IV, cap. 4, Paris
5 Astrada, D. (1906) Expedición al Pilcomayo, p.28, Ed. Robles, Buenos Aires
6 Ibid., pp.44, 45, 50, 68, 95, 97, etc.
7 Comando General del Ejército (1974) Política Seguida con el Aborigen (1820 -
1852), Circular Militar, Biblioteca del Oficial, t.II, Vol.2, pt.6, p. 558, Buenos
Aires
8 Campos, Op. Cit., pp.103-141, 246, y mapa
9 La población actual de los dos lotes fiscales es aproximadamente 5,600 indígenas y
2,600 criollos. Veáse:
Comunidad Aborigen del Lote Fiscal 55 (1991), Pedido del Título de Propiedad de la
Tierra, (inedit.), Salta
Universidad Nacional de Salta (1995) “Propuesta de Entrega de Tierras a las
Comunidades Indígenas y a las Familias Criollas de los Lotes Fiscales 55 y 14
de la Provincia de Salta”, en Antecedentes relativos a las tierras públicas del
Lote Fiscal 55. Area Pilcomayo, Provincia de Salta, Gobierno de la Provincia
de Salta, Salta
Fundación para el Desarrollo del Chaco (1995) “Resultado encuesta del Fiscal Nº 14,
Dpto. Rivadavia”, en Antecedentes relativos a las tierras públicas del
Lote Fiscal 55. Area Pilcomayo, Provincia de Salta, Gobierno de la Provincia
de Salta, Salta
10 Nordenskiold, Op. Cit., cap. 3 y 4: aunque se trata de chulupí y chorote al norte
del río, las cifras nos dan una idea precisa de la demografía de los grupos.
Astrada, Op. Cit., pp.76, 106, 108, 141, 164-5
11 Ibid., p.26
12 Comunidad Aborigen del Lote Fiscal 55, Op. Cit.
13 Ibid.: el estudio, preparado para acompañar el pedido por el título de la tierra
ocupada por las 27 comunidades del fiscal 55, fue un trabajo mancomunado de todas
las comunidades, con la asistencia de un pequeño equipo, invitado por las mismas
comunidades. En este equipo participaron, Nestor Aguilera (cartógrafo), Luis de la
14

Cruz, Helena Oliver, John Palmer y Cristóbal Wallis.


Palmer, J. Op. Cit.
14 Karlin, U. et al. (1992) "Caracterización del Chaco Arido y Propuesta de
Recuperación del Recurso Forestal", en Sistemas Agroforestales para Pequeños
Productores de Zonas Aridas, Ed. Proyecto Desarrollo Agroforestal GTZ,
Córdoba
Daly, H (1990) "Carrying Capacity as a tool of development policy: the Equadoran
Amazon and the Paraguayan Chaco", Ecological Economics, 2, pp.187-195,
Amsterdam
15 Ingold, T. (1986) The Appropriation of Nature: essays on Human Ecology and
Social Relations, Manchester University Press
16 Lozano, P. (1941) Descripción Corográfica del Gran Chaco Gualamba [1736],
p.61, Univ. Nac. de Tucumán, No.288
Jolis, J. (1972) Ensayo sobre la Historia Natural del Gran Chaco [1789], pp.301-
302
Dobrizhoffer, M. (1970) Historia de los Abipones [1784], Vol.II, pp.9, 101
Astrada, Op. Cit., pp.116-117
17 Astrada, Op. Cit., pp. 75-76
18 Comunidad Aborigen del Lote Fiscal 55, Op. Cit., t.2 y mapas
Palmer, J. Op. Cit., pp. 5-9
19 Braunstein, J.A. (1974a) "Organización Social de los Mataco", Cuadernos
Franciscanos, No.35, pp. 67-71, Salta
Braunstein, J.A. (1983) "Algunos rasgos de la organizacización de los indígenas
del Gran Chaco", Trabajos de Etnología, No.2, Instit. de Antropología, UBA,
Buenos Aires
20 Sobre la organización social de los wichi y otros grupos indígenas del Chaco, hay
bastante escrito, aunque en nuestra opinión no se ha dado suficiente énfasis a los
aspectos mencionados aquí, quizás en parte porque los intereses de los
investigadores se han dirigido hacia otras cuestiones o han sido orientado por
otros marcos teóricos de referencia (culturalista, fenomenológico y marxista,
principalmente), dentro de los cuales estos aspectos no han tenido importancia.
En este sentido, hay una literatura creciente sobre otras sociedades igualitarias y
sus relaciones con la sociedad capitalista dominante, que merece nuestra atención.
Cabe notar que los misioneros jesuitas del siglo XVIII describieron muchos de
las características que aquí mencionamos, aunque ellos usaron otros términos;
véanse, por ej., Dobrizhoffer (1970) Op. Cit., y Paucke, P.F. (1942-43),
Hacía allá y para acá Una estadía entre los Indios Mocobies, 1749-1767,
Univ. Nac. de Tucuman. En particular, sobre la flexibilidad en la formación de
los grupos sociales entre los abipones, veáse Dobrizhoffer (1970, pp.109, 113).
Otros estudios que se deben consultar con respecto a la organización social son:
Braunstein, J.A. (1974a) Op. Cit.
Braunstein, J.A. (1983) Op. Cit.
Alvarsson, J. (1988) Op. Cit.
Debemos registrar una importante reserva en cuanto a la ausencia de relaciones
prescriptivas, que es la relación que se da entre el hombre y su hijo político,
cuando este reside en la casa de sus suegros. Del yerno se espera que contribuye
con el producto de su trabajo al grupo residencial al cual se integra,
específicamente a sus suegros. En cuanto a esta relación, véanse:
Braunstein, J.A. (1974b) "Matrimonio y Familia entre los Mataco", en Cuadernos
Franciscanos, No. 35, pp. 72-79, Salta
21 Para la relación entre organización social y organización económica en el contexto
15

de pueblos indígenas del Chaco y otras sociedades igualitarias, véanse:


Woodburn, J. (1982) "Egalitarian Societies", Man, vol. 17, pp.431-451, London
Renshaw, J. (1988) "La Propiedad, los Recursos Naturales y el concepto de
Igualdad entre los Indígenas del Chaco Paraguayo", Suplemento Antropológico,
vol. xxiii, Asunción
Regher, W. (1986) "La Economía en las culturas indígenas y en los proyectos de
desarrollo de las iglesias", en Dimensión Económica de la Misión a los
Indígenas, 6o Encuentro sobre Pastoral Aborigen, Centro de Estudios
Cristianos, Buenos Aires
Von Bremen, V. (1987) Fuentes de Caza y Recolección Modernas, Proyectos
de ayuda al desarrollo destinados a los indígenas del Gran Chaco, Servicios de
Desarrollo de la Iglesias, Stuttgart
Ingold, T. Op. Cit.
Ingold, T., Riches, D. & Woodburn, J., compiladores, (1991) Hunters and
Gatherers, 4th International Conference on Hunting and Gathering Societies,
LSE [1986], 2 vols., Berg, Oxford
22 Astrada, D. Op. Cit., pp. 75-78
Metraux, A. Op. Cit., pp. 263-264
23 Regher, W. Op. Cit.
Renshaw, J. Op. Cit
Alvarsson, J.A. Op. Cit.
Woodburn, J. Op. Cit.
Von Bremen, V. Op. Cit.
Wallis, C. (1987) "The Kove and the Karai: a lesson from the Paraguayan Chaco",
New Blackfriars, Vol. 68 No. 807, pp. 324-331
24 Campos, Dr. D. Op. Cit., p.122
25 Astrada, D. Op. Cit., p.37
Niklison, J.E. (1989) "Investigación sobre los Indios Matacos Trabajadores",
Bóletin del Departamento Nacional del Trabajo, No. 35, 1917, Bs. As.,
reedición de la Univ. Nac. de Jujuy
26 Astrada, D. Op. Cit., p. 163
27 Gauffin, F. (1975) En Tierras de Magu-Pela, p. 221, Ed. Fundación Michel
Torino, Salta
28 Castañeda Vega, R. (1920) Colonia Buenaventura Oeste de Formosa, p. 11
Soc. Científica Argentina, Buenos Aires
29 Existen muchos estudios sobre el proceso de deterioro ambiental en la región;
véanse, en particular:
Morello, J.H. y Saravia Toledo, C. (1959) "El Bosque Chaqueño: paisaje primitivo,
paisaje natural y paisaje cultural en el oriente de Salta", Revista Agronómica del
Noroeste Argentino, Vol. III, nos. 1-2, pp. 5-81
Morello, J.H. y Hortt, G. (1985) "Change in the areal extent of arable farming,
stock raising and forestry in the South American Chaco", Applied Geography
and Development, t.25
Fundación para el Desarrollo del Chaco (1994) Op. Cit.
30 Castañeda Vega, R. (1920) Op. Cit., p. 16
31 Saravia Toledo, C. y Del Castillo, E.M. (1988) "Micro y Macro Tecnologías, su
impacto en el bosque chaqueño en los últimos cuatro siglos" VI Congreso
Forestal Argentino, t. 3, pp. 848-852, Talleres Gráficos El Litoral, Santiago
del Estero
32 Niklison, J.E. (1989) Op. Cit., pp. 81-85
33 Wallis, C. (1985) Cuatro Proyectos del Chaco, pp. 74-75, ICCO, Zeist,
16

Holanda
Carrasco, M. (1993) "Indegenismo y Democracia: clientes, políticos, punteros,
caciques, gente" en prensa en Cuadernos, INAPL, Buenos Aires
34 Los siguientes artículos del Convenio 169 se refieren a los derechos indígenas en
relación a la posesión de la tierra y a cierto grado de autodeterminación:
Arts. nos. 4, 6, 7, 8, 13, 14, 15.
El texto del Art. 75, inc. 17 de la Constitución Nacional lee:
"Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e
intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión
y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular
la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de
ellas será enajenable, transmisible ni susceptibles de gravámenes o embargos.
Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a
los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer
concurrentemente estas atribuciones."

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