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HAMBRIENTOS DE SABER

La raya se dibujaba marcadamente, con trayectoria de precisión solo posible por las más
sofisticadas herramientas, que emplean una forma concreta de luz para su filosa causa. La
línea avanzó desde el último extremo de la cabeza del cuerpo en reposo, hasta el último
extremo de división genital, en dirección vertical que se encuentra en la entrepierna de aquella
extraña criatura. Tras abrirse simétricamente, lentamente oyéndose crujidos óseos y sonidos,
semejantes al movimiento elástico de la goma que se quiebra tras exceder su límite de
tolerancia, se oía el material orgánico separarse, mientras los tejidos se negaban a desunirse,
como dos manos de amantes que se niegan a alejarse, haciendo lo imposible para mantenerse
juntos. Pero, como el fino hilo del queso estirado de una pizza que se separa de sus porciones
hermanas, terminan finalmente distanciados.
Aquellos cirujanos curiosos y de macabra intriga, se sorprendieron al observar una
complejidad solo posible en un ser que había alanzado un grado evolutivo tan elevado, que es
escaso en la infinita bruma negra que acoge a los planetas. Para saciar su exploración
anatómica, de igual forma que se levanta una pegatina y se oye el crujir del pegamento
separándose de dónde se adhería, se podía percibir ondas sonoras semejantes con un ligero
tono ciertamente más sangriento. Esto provenía debido a que se procedió a levantar la dermis
del espléndido espécimen, dejando ver las carnes vivas, con su fuerte e intenso color escarlata.
Fascinados e impresionados por aquellos dibujos de hilos rojos que componían sus músculos y
el delicado decorado blanco que se hallaba entre ellos. Para los prójimos del ser analizado,
seguramente aquella imagen sería equivalente a las vistas en las pesadillas de las más
trastornadas mentes, pero para nuestros médicos envueltos en suspenso era todo lo contrario;
Allí se veían, más esplendorosa, todo aquel complejo aspecto físico y la piel no era otra cosa
que un envoltorio que entorpecía la apreciación de esa oculta y carnosa belleza.
Al igual que con el órgano dérmico, se procedió con delicada mesura a sustraer, completa,
toda la masa muscular y así poder estudiar los sistemas de órganos más fundamentales. Una
vez en ese punto de avance quirúrgico, pasaron a desenredar las vísceras, tripas y demás
blandas estructuras elementales para la preservación de la vida. Todo siempre con la prudente
diligencia de no causar un daño irreversible, o en caso de negligencia abrumadora; Su muerte.
El órgano que más les pudo, que más cautivo sus intelectos curiosos y que les causó un
encanto de magno agrado, fue aquel que tenía esa forma sinónima a una bola de gusanos
blanduzcos y llenos como globos de grasa. Se trataba del centro de operaciones nerviosas y
cognitivas, era extraordinario, cercano a un 0,1% de la capacidad de los encantados
investigadores.
Teniendo sus dedos flacos, de esos que dejan ver la unión de sus filamentos en la superficie de
su piel, largos con uñas negras y oscuras como el velo nocturno. Así lucían las anómalas manos
de aquellos cirujanos de antinatural apariencia, para el inspeccionado, que procedían con sus
aparatos de gran calibre de desarrollo tecnológico, a unir prolija y disciplinadamente de nuevo
toda la estructura biológica del miembro de la especie que se estudió, dejando todo en orden
como si nada hubiera pasado.
Por último, emitieron un leve sonido en su receptor auditivo, para despertarlo y que el shock
de la situación volcase desbordados cócteles químicos en su cerebro, llevando que el trauma
del pico de estrés extremo generase una pérdida de consciencia y su posterior amnesia
histérica, que le hiciese recordar aquel suceso como un reflejo de una noche de sueño
perturbado, mas no como un fiel registro de algo que realmente pasó. Obvio, tenían la
tecnología para inducir aquel olvido de manera artificial, pero si bien los hambrientos de saber
eran de ejecución tan gélida y carácter tan frío que dejaría a una computadora como una
máquina emocional y sensible, no eran desprovistos de una singular forma de humor y hacer
eso de esta forma era mucho más divertido.
Descendieron con su transporte circular y reposando cercano al campo de las periferias
urbanas de Buenos Aires, bajaron al analizado y uno de ellos, que no era perceptible a las
sensibilidades de los sentidos debido a un traje especial que lograba evadirlos, hizo el trabajo
pesado. Lo dejó reposando en su cama, exactamente en la misma pose en que se recogió para
su análisis y en la que tiernamente dormía.
Se fueron atravesando con aguda presteza, pero sin dejar antes por un descuido o tal vez otra
forma particular de comedia, marcado y proyectado en el cultivo de maíz la matriz de la base
de su medio de transporte. Era hora de concentrarse en asuntos importantes y de una
relevancia infinitamente superior que una actividad de ocio, equitativa a la vigilancia recreativa
de un hormiguero de vidrio y sus diminutos animales.
Se alzaba el sol iniciando otro amanecer, la inocente e ignorante criatura de adorable intelecto
infantil, se despertó con un fuerte dolor de cabeza y su nuca pesada, como si cargase con peso
encajado en su cuello, más una jaqueca que solo tenía tras emborracharse insalubremente. Se
levantó sospechando que aquellas imágenes difusas que tenía en su mente eran un raro
producto onírico, esos que son propios de esas noches donde se duerme pero no se descansa,
ya sea por inquietud ansiosa o hiperactivos pensamientos angustiantes. Lo único que tenía con
clara lucidez era justamente eso, que había sido una noche con dificultad para consolidar el
sueño, por sentirse víctima de ignotas miradas, que se fijaban tanto que le daba la impresión
de hasta percibir alguna forma de incorpórea presencia. Mas la criaturilla no era supersticiosa
y asumía resultado de efectos psicológicos del estrés de un día duro de trabajo. Y pese de
haberse sentido presa de que lo estuviesen viendo, a la larga, se redujo su pulso y se durmió
con ayuda de sus viejas confiables pastillas para dormir.
Quiso ver su futura cosecha. A fin de ello se acercó a la ventana de su granja, desde el tercer
piso, para tener una visión más amplia, dibujando un gesto de enfado odioso y fastidio lleno de
hartazgo de manera inmediata, tras ver un círculo con decorados psicodélicos similares a
mándalas.
—Pff, estos bromistas pelotudos arruinando la cosecha, se piensan que me voy a asustar
creyendo que eso lo hizo un bicho extraterrestre. —Exclamó.
Intuyendo que se trataba de una broma con la intención de asustarlo, provocada por un grupo
de peronistas conocidos en la zona que, en su turbada interpretación antropológica de la
sociedad, todo ciudadano con una porción de tierra superior a un patio se trataba de un
oligarca terrateniente. Perspectiva típica de esa especie primitiva incapaz de expandir su
conciencia más allá de la cotidianidad e impedido por insensata arrogancia, como aquel que no
ve más de sus zapatos porque se encuentra con la mirada gacha y dirigida hacia el suelo, que
pisa sin vislumbrar nada a su alrededor.
Siguió su día con naturalidad, como el resto de los miles de millones que poblaban el
hormiguero humano llamado Tierra que, de vez en cuando, especies que gozaban de mayor
complejidad en su evolución y que estaban de paso, paraban a observar.

FIN

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