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Mal del humano
Por: Laura Elena Cáceres
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Aleteos
Por: Nicolás Luciano Brito
25/3/18: No puedo precisar qué salió mal pero, con profundo do-
lor, debo aceptar el fracaso de mi experimento. Los pasos a seguir
eran claros: proyectar con la mente consciente la imagen viva de
los murciélagos y, con el pensamiento fijo en el grupo de roedores
alados, lograr incorporar mi personalidad a un individuo del gru-
po. Esto me permitiría ver a través de sus ojos y moverme con sus
alas. La relajación previa de la mente me permitió centrar mi cere-
bro en el objetivo planteado. En un principio pareció plausible:
sentí que me acercaba al grupo que se dedicaba a trasladarse de un
lado a otro entre la arboleda, pero, en vez de parasitar a uno de
ellos, regresé a mi cuerpo físico atraído por una fuerza inconmen-
surable. A la decepción del fallido se suma una nota perturbadora.
No regresé solo. Algo me siguió y, no puedo describirlo, mas que
al retornar al entorno de mi cuarto pude sentir unos movimientos
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fugaces a mi alrededor y, de reojo, logré vislumbrar la sombra de
unas alas enormes plasmarse en la madera que recubre las paredes
de la habitación.
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Ciro
Por: Nicolás Luciano Brito
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Aconteció que, durante una noche tormentosa, el gato se mostró al-
terado en sus sentidos. Cada ruido externo era menester de aten-
ción: la fuerza del viento, los relámpagos y truenos. Su actitud no
me permitía descansar. De forma súbita, nuevamente, esa luminis-
cencia fluorescente y consistente. Tenía forma etérea, intentaba in-
gresar al cuarto. El pánico se adueñó de mi psiquis al no lograr
comprender la naturaleza de la manifestación. Era hipnótica, no lo-
graba alejar mi vista de la misma mientras el extraño ser intentaba
ingresar a la habitación. Repentinamente, la extraña entidad aban-
donó sus pretensiones. Otra luz del mismo tenor, aún más fuerte,
surgió de mi cama. Era Ciro, se transmutó como aquella vez. En un
instante fugaz, la amenazante energía desapareció y la fuerza de
Ciro menguó para dar lugar al gato en normalidad.
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El que ronronea en la oscuridad
Por: Luis Orozco
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Tras un último esfuerzo, de un enérgico tirón logra arrancar el tro-
zo de pizza y apoyándose en sus patas traseras un tanto tiesas por
las circunstancias, salta nuevamente cayendo esta vez ya en el piso
sano y salvo, no sin antes haber vaticinado el encuentro con aque-
llas manos bañadas en helado de chocolate, y en efecto la pegajosa
amenaza se cierne en rededor, pero con astucia y entusiasmado
por el banquete, atraviesa a aquella entidad por en medio de las
piernas y huye a toda velocidad dejando tras de sí la locura y el
más puro horror caótico y abominable. Ω
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El Asilo de Arkham
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