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El imagen del “temblor del maestro” me parece una buena forma de describir esa sensación que
acompaña la práctica docente, la conciencia de la enorme responsabilidad que conlleva, la
vocación de hacerlo con el compromiso suficiente y de generar las condiciones que permitan
alcanzar los objetivos que uno se plantea.
La tarea docente se realiza ante un colectivo de estudiantes, el escenario pone al maestro en un
rol central en cuanto a la preparación y conducción de la clase, eso establece un foco de tensión
en función de estar en el centro de la escena, dirigirse a un grupo de estudiantes, el modo de
hacerlo, la dinámica que toma la clase, los imprevistos y el modo de atenderlos; toda una serie
de variables puestas en juego en cada clase.
El temblor se nutre en paralelo de la aspiración del docente de poder hacer de la clase que
organiza e imagina previamente un espacio de aprendizaje que estimule a los estudiantes a
interesarse y comprender los contenidos propuestos, en paralelo sentirse satisfecho con el modo
en que logró guiarla y en cómo se llevaron a la práctica todas aquellas intenciones mentadas con
antelación.