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¿Hacemos tabla rasa del pasado?

, Jean Chesneaux

Guía de lectura: capítulo1

1-¿Cómo y por qué reformula el autor la idea de que “el pasado manda al presente”?

Chesneaux reformula la idea de que el pasado manda al presente explicando que el pasado es el
producto y tejido fundamental de la memoria colectiva, y que tiene sentido en relación con lo que
significa para nosotros, porque hay una relación activa de carácter colectivo con el pasado. En esta
relación se prioriza el presente, y el conocimiento del pasado es necesario en función del porvenir,
puesto que a partir de él se puede comprender mejor la sociedad presente y en base a ello cambiarla.
(Por eso, el pasado es el punto de referencia que permitiría criticar el presente y definir para el porvenir
la exigencia de una sociedad cualitativamente distinta.)

De esta manera, Chesneaux se opone a la pretensión de los historiadores profesionales, que pretenden
acaparar el pasado en el marco del profesionalismo, cuando en realidad para el autor su trabajo forma
parte de la relación colectiva con el pasado tan sólo como un aspecto particular, dependiente de su
contexto social y la ideología dominante. De manera que ante la coacción y la necesidad que encarna
este conocimiento activo, Chesneaux propone hacer tabla rasa y dar a la historia y al conocimiento
histórico una definición más colectiva y menos especializada y técnica, en la que el pasado acaparado
por los historiadores especializados ya no esté en el puesto de mando dando lecciones y juzgando,
encarnado por la versión oficial del pasado, conforme con los intereses del poder.

2-¿Cuál es la postura de Chesneaux frente a la objetividad histórica? ¿En qué campo se sitúa el saber
histórico?

Chesneaux considera que no es posible la objetividad histórica, puesto que el conocimiento del pasado
es un factor activo del movimiento de la sociedad con un compromiso concreto y que tiene que ir a dar
una práctica social. De manera que no es neutral, puesto que penetra y se ventila en las luchas políticas
e ideológicas: es una zona de disputa que interviene en la lucha de clases, al servicio del
conservadorismo social o al servicio de las luchas sociales.

El saber histórico se sitúa sobre la base de la relación colectiva y activa con el pasado, con lo cual se
invierte radicalmente la relación presente-pasado, puesto que de esta manera, no es el pasado el que
manda ni el que da lecciones, sino que se produce la primacía del presente, que plantea los problemas y
las amenazas. Sin embargo, el presente requiere al pasado en relación con el futuro, para no sólo poder
“vivir el presente”, como afirmaba Lucien Febvre, sino también cambiarlo en el marco de as luchas
establecidas. De esta manera, la relación activa con el pasado tiene un carácter operatorio, y la memoria
colectiva, la apelación a la historia, actúan en última instancia con respecto al futuro.

3-¿Cuál es para Chesneaux la trama de la historia?

La trama de la historia es, según Chesneaux, la relación dialéctica entre el pasado y futuro, hecha a la
vez de continuidad y de ruptura, de cohesión y de lucha.

Para sostener esto Chesneaux alude a Mao quien sostiene que “la historia de la humanidad es un
movimiento constante del reino de la necesidad hacia el reino de la libertad. En una sociedad donde
subsisten las clases, la lucha de clases no puede tener fin. Y la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo
verdadero y lo falso, se proseguirá indefinidamente en la sociedad sin clases [… La función última del
saber histórico es pues] hacer un balance de las experiencias de la humanidad, en materia de
descubrimientos, en materia de invención, en materia de creación, en materia de progreso”.

4-¿Cuáles son para el autor las “falsas evidencias del discurso histórico”?

Para el autor las falsas evidencias del discurso histórico son:

-El intelectualismo: Corresponde a la consideración del conocimiento intelectual del pasado como un
objeto válido por sí mismo, independientemente de la vida social concreta. Para sostener esto los
historiadores construyeron una distinción entre la historia que se hace, que correspondería a las
cuestiones de los “políticos” (la que se escribe con la intervención, en algunas ocasiones, de las masas
populares), y entre la historia que se escribe, que estaría bajo el mando de los historiadores. Estos
tomaron al intelectualismo como algo natural, a tal punto que se arraigó entre ellos, y asimismo, las
masas se han acostumbraron a él.

-El objetivismo apolítico: Chesneaux considera la historia tiene un papel en la vida política y social, y que
no se puede realizar una división entre “profesión” (los temas de estudio de los historiadores y la forma
en que son llevados) y sociedad.

Por esto critica a la frase que Fénelon escribió en el siglo XVIII en su Leerte à l´ Académie, “ el buen
historiador no es de ninguna época ni de ningún país”, y la frase de Paul Veyne escrita en 1968 en la
Enciclopedia Universales, que pretende construir la base de los intelectuales franceses del siglo XX: “ Un
historiador serio, es decir, desinteresado, no se interesa en la historia de Francia por ser francés, se
interesa por amor a la historia”.
-El profesionalismo: Implica considerar de manera elitista que la historia, el conocimiento del pasado,
depende de las calificaciones técnicas, la habilidad y el oficio, con lo cual el saber histórico se elaboraría
aislado, en los círculos de la investigación especializada, para luego ir descendiendo de a poco de nivel
en nivel y de este modo degradándose.

El autor sostiene que los historiadores discuten los problemas que surgen del profesionalismo, como si
es necesaria la división del trabajo para conocer el pasado o si es posible cuestionar el profesionalismo
del historiador y simultáneamente poder conservar la exigencia de rigor científico, en el interior de su
mundo corporativo y privilegiado, considerando como naturales a los privilegios corporativos.

Chesneaux considera que, al contrario, es necesario partir del lugar global y del papel del pasado en las
sociedades divididas y desgarradas por contradicciones sociales, y solo en ese momento pueden
abordarse los problemas técnicos propios del saber histórico.

5- ¿Qué críticas hace el autor a las dos corrientes históricas contemporáneas más ascendentes en
Francia?

Chesneaux sostiene que la producción histórica se halla en expansión. Sin embargo, la misma oculta un
debate político que consiste en cuál es el sentido de dicha expansión y a quiénes beneficia la misma.

Mientras la vieja historia de lo hechos se conservaba aún presente, se iban desarrollando


progresivamente en Francia dos corrientes que aunque se diferenciaban entre sí, cooperaban y estaban
fundadas en una misma acepción de las falsas evidencias del discurso histórico y de las reglas sociales de
funcionamiento de la instalación de la historia. Ambas reproducían una concepción de los mecanismos
históricos que descansaba sobre la continuidad lenta y sobre procesos externos al movimiento activo de
las masas.

- La “Nueva Historia”, de la cual sirvieron de manifiesto los volúmenes de Pierre Nora y de Jacques Le
Goff, que intenta ser atractiva y plantea una apertura a todos los problemas del hombre, mentalidades,
técnicas, vida y muerte. El tejido de la historia estaría conformado, en este caso, por la “larga duración”.

- La Historia universitaria marxista, que se sustenta en el prestigio y en los medios materiales de la


historia académica soviética, así como en las posiciones ganadas desde 1968 por el partido comunista en
las estructuras universitarias y académicas del saber histórico en Francia. El tejido de la historia estaría
conformado por el lento empuje de las fuerzas productivas entrando con contradicción con las
relaciones de producción.

Chesneaux critica ambas concepciones de los mecanismos históricos, pues dan como resultado
desposeer a las masas populares de su historia, debido a que se reserva su estudio para especialistas y
porque se introduce la duda respecto de su capacidad para “hacer la historia”. En consecuencia, tantos
los integrantes de la “Nueva Historia”, lo de la vieja historia como los marxistas académicos ignoran la
relación primordial entre saber histórico y práctica social.
Guía de lectura: capítulo 2

1-¿Puede la historia ser un instrumento de poder de la clase dirigente? ¿Cómo?

(Especifique las diversas maneras)

Chesneaux considera que la historia indudablemente puede ser utilizada como un instrumento de poder
de las clases dirigentes y hegemónicas, que controlan el pasado al nivel de la política práctica y de la
ideología, organizándolo y conformando su imagen en función de sus intereses políticos e ideológicos a
fin de conservar su poder.

En consecuencia, las clases dirigentes suelen aludir al pasado de una forma explícita: la tradición,
incluidas en sus componentes culturales específicas la continuidad, la historia, son tomadas como
fundamento de su principio de dominación, con la intención de reforzar el prestigio o la autoridad de la
figura o la institución dominante.

Asimismo, en algunas ocasiones, se utiliza al pasado de una forma implícita. De esta manera, se emplea
a la historia para legitimar y justificar el orden establecido por la clase dirigente y sus intereses por el
rodeo de la ideología difusa: manuales escolares, filmes y televisión.

No obstante, el estado interviene más directa y concretamente con el objetivo de mitificar el pasado y
poner a su disposición la memoria popular a través de los aniversarios de estado, las fiestas nacionales y
las conmemoraciones.

Tanto los aniversarios como las conmemoraciones funcionan siempre de la misma forma: patronato
oficial, estatal, de una celebración histórica; espectáculos de masas con regocijos populares;
estructuración de un hecho pasado en función de la ideología hegemónica; ocultación de los aspectos
no oficiales del hecho escogido, fundamentalmente, de los infortunios y de las luchas de las masas
populares.

2-¿Cuál es para Chesneaux uno de los procedimientos más efectivos por parte del poder para controlar
el pasado?

Chesneaux sostiene que el poder funda su práctica política, su decisión, sus opciones, en el pasado,
principalmente sobre un pasado inmediato, mediante la policía, sus oficinas de investigación y sus
informes administrativos, con el objetivo de poder controlar el pasado de una forma directa, activa y
eficaz. En consecuencia, se trata de una “Historia inmediata” de estado, que actúa en secreto, tanto
para recolectar sus materiales como para emplearlos. Esta historia activa, que funciona a servicio
puramente exclusivo del poder, está fundada sobre la relación presente-pasado.
Asimismo, el poder del estado controla también el conocimiento del pasado en la fuente, los
documentos que son en su mayoría de origen estatal o paraestatal, con lo cual el territorio del
historiador se encuentra sumamente limitado y censurado. Este control del pasado y de la memoria
colectiva, realizado por el aparato del estado sobre las fuentes, en muchas ocasiones tiene el carácter de
una retención en las fuentes tales como archivos guardados en secreto o la destrucción de algunos
materiales que pueden comprometer y perjudicar a la clases dirigentes. En efecto, la ocultación es uno
de los mecanismos más utilizados por el poder para controlar el pasado debido que este molesta a
quienes se preocupan por conservar su poder particular.

Chesneaux afirma que el deseo por controlar el pasado es un fenómeno común que está presente en
todas las sociedades de clases. Sin embargo, el mismo es empleado y aplicado de forma diferente en
función del modo de producción dominante de cada sociedad.

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