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(Comentario al fallo "Adams and Adler SA s/ pedido de quiebra (por Publiestadios
SA)",
I. INTRODUCCIÓN
Adams and Adler es una sucursal, según surge de los registros de Inspección
General de Justicia, de una sociedad constituida en la República Oriental del
Uruguay. De tales constancias se desprende, además que dicha sociedad
demandada no tenía capital propio, y que, por el contrario, la matriz se había
obligado a remesarle fondos cuando y en la medida en que las necesidades del
giro lo requirieran.
Cabe destacar que existiendo un tratado en la materia que vincula a las partes
prevalece sobre la legislación interna (en el caso la ley 24.522) atento a la
jerarquía normativa de los tratados frente a las leyes, consagrada en el art. 75 inc.
22 de la Constitución Nacional. En el mismo sentido, recordemos que el art. 4° de
la ley 24.522 establece: "Sin perjuicio de lo dispuesto en los tratados
internacionales, el concurso en el extranjero ...", indicándonos que la ley nacional
de concursos y quiebras rige solamente en los concursos con elementos
extranjeros en los que no son de aplicación tratados internacionales ratificados por
la República Argentina.
Precisamente esta aclaración cabe para el sistema de regulación adoptado por los
Tratados de Montevideo, que admiten ambas modalidades[4]. Veamos...[5]
V. Jurisdicción internacional en materia concursal en el Tratado de Montevideo de
1940
El art. 40 establece: "Son jueces competentes para declarar la quiebra, los del
domicilio del comerciante o de la sociedad mercantil, aun cuando practiquen
accidentalmente actos de comercio en otro u otros Estados, o tengan en alguno o
algunos de ellos, agencias o sucursales que obren por cuenta y responsabilidad
del establecimiento principal".
A su vez, el art. 41 expresa: "Si el fallido tiene dos o más casas comerciales
independientes en distintos territorios, serán competentes para conocer del juicio
de quiebra de cada una de ellas, los jueces o tribunales de sus respectivos
domicilios"
Así, nos encontramos ante un juicio de quiebra única (art. 40) o ante juicios de
quiebra plurales y simultáneos (art. 41).
En la hipótesis del art. 40 el juicio único se tramita ante el juez del domicilio de la
casa matriz. Todos los acreedores del fallido presentarán sus títulos y harán valer
sus derechos conforme a la ley y al juez que ha declarado la quiebra (art. 40
Tratado de Montevideo de 1889 y art. 48 del Tratado de Montevideo de 1940). La
ley aplicable será la lex fori. Es decir, y como lógica consecuencia, la ley aplicable
será también única.
Las medidas preventivas dictadas en tal juicio se harán efectivas sobre los bienes
que el fallido tenga en los otros Estados, con arreglo a las leyes locales (art. 43)
La hipótesis del art. 41 debe leerse conjuntamente con el art. 45 que dispone: "Los
acreedores locales podrán, dentro del término de sesenta días, contados a partir
de la última publicación a que se refiere el artículo anterior, promover en el
respectivo Estado nuevo juicio de quiebra contra el fallido o concursado civilmente
si no procediese la declaración de quiebra. En tal caso, los diversos juicios de
quiebra se seguirán con entera separación y serán aplicadas, respectivamente, en
cada uno de ellos, las leyes del Estado en donde el procedimiento se radica.
Asimismo se aplicarán las leyes correspondientes a cada juicio distinto y separado
para todo lo concerniente a la celebración de concordatos preventivos u otras
institucionales análogas. Todo ello sin perjuicio del cumplimiento de las medidas a
que se refiere el art. 43, de lo dispuesto en el art. 47 de este título y de las
oposiciones que puedan formular los síndicos o representantes de la masa de
acreedores de los otros juicios."
Ahora bien, la facultad que brinda este artículo se encuentra limitada en el tiempo
ya que sólo puede ejercerse dentro de los 60 días contados desde la publicación
de los edictos a que se refiere el art. 44, es decir, un total de 90 días[6].
Si los acreedores dejan vencer dicho plazo deberán hacer valer sus derechos y
presentar sus títulos ante el juez y de conformidad con la ley del Estado que ha
declarado la quiebra (art. 48)
Como es fácil advertir, para que un caso concreto quede comprendido en el art. 40
o en el art. 41 con las consecuencias que según vimos esta decisión acarrea,
resulta imprescindible distinguir cuándo nos hallamos frente a una "agencia o
sucursal" o ante una "casa comercial independiente"
Sin embargo, esa independencia es sólo formal pues por diversos mecanismos, la
filial está controlada total o parcialmente por la casa matriz, lo que permite
responsabilizar a ésta de los actos realizados por la filial y extender los efectos de
sus actos, reconociendo la existencia de una única persona jurídica. En virtud de
esta realidad, Halperín sostiene que "la filial es una especie dentro del género
"sociedad controlada". En el mismo sentido, Fontanarrosa expresa que si bien la
filial es una sociedad provista de personalidad jurídica patrimonio, estatutos y
órganos de gobierno y administración propios e incluso puede tener un objeto de
explotación distinto del de la sociedad madre, está económicamente subordinada
a ésta pues la matriz "posee un número de acciones de la primera (la sucursal)
suficiente para imponer sus decisiones en las asambleas de aquélla o bien
dispone de la mayoría en el directorio o bien la sociedad madre ejecuta la gerencia
de la filial"[11].
Nos hemos detenido en estas consideraciones pues son las que fundamentan el
distinto régimen adoptado por el Tratado de Montevideo para las sucursales o
agencias y las casas comerciales independientes y más allá de la denominación
que se le asigne al establecimiento secundario, las características apuntadas son
las que en definitiva nos permiten discernir si a un caso concreto se le aplica el art.
40 o el art. 41 del Tratado de 1940. En efecto el caso que analizamos se resolvió
teniendo en cuenta estos extremos.
Así, en autos "Belum S.A., le pide la quiebra Tecnocom San Luis S.A."[14], la sala
A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial encuadró el caso en el
art. 40 del Tratado de Montevideo de 1940, teniendo en cuenta que "...del texto de
las actas de directorio de la sociedad uruguaya, protocolizadas para su inscripción
en la Inspección General de Justicia, a fin de establecer la sucursal, surge que se
otorgó poder general amplio de administración y se designó representante legal a
la misma persona que ejercía el cargo de presidente del directorio. Esta
circunstancia convierte en sumamente dudosa la tesis de la apelante, en el sentido
de que la sucursal argentina tenía independencia económica respecto de la
sociedad constituida en Uruguay y a ello debe agregarse que la suma destinada al
capital con que se dotó a la sucursal - veinte mil dólares estadounidenses- carece
de entidad suficiente para dar sustento a la alegada independencia.(...) la
reinversión de utilidades no constituye necesariamente un signo de
independencia: en algún caso podría revelarla, pero también podría obedecer a
una decisión de estrategia empresaria adoptada por la casa matriz. Por último, el
incremento del patrimonio - tanto del activo como del pasivo- no es evidencia
suficiente para tener por demostrada la tesis de la peticionaria de la quiebra".
Puede resultar ilustrativo, el comparar estos fallos con el dictado en 1901 por un
Juez uruguayo en los autos “Balparda y Piñeyrúa”, quien entendía en una quiebra
de un armador y empresario de transportes fluviales, cuando sostuvo que si el
domicilio comercial del deudor se encontraba en Montevideo, donde además
estaba domiciliada su familia y tenía allí el asiento principal de sus negocios, la
sola circunstancia de tener buques matriculados en Argentina y que navegaran
con bandera argentina y una agencia que obraba por cuenta y responsabilidad de
la casa principal y única establecida en Montevideo, no configuraba la situación
del artículo 36 del Tratado de Montevideo de 1889, similar al actual artículo 41 del
Tratado de Montevideo de 1940. De tal modo, el Juez uruguayo rechazó el pedido
formulado en una carta rogatoria por el Juez argentino ante quien tramitaba el
concurso del mismo armador para que se abstuviera de seguir actuando en el
procedimiento de quiebra.
Por su parte, si los bienes sobre los que se hayan constituido garantías prendarias
o hipotecarias con anterioridad a la fecha de cesación de pagos se hallan
radicados en la Argentina, estos acreedores privilegiados deberán reclamar sus
créditos ante los tribunales argentinos (art. 50)
VIII. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
[5] Nosotros analizaremos los aspectos más relevantes del tratado de Montevideo
de 1940 que se vinculan con la resolución del caso en estudio. Para un análisis
minucioso, véase, Rodríguez, Mónica, "Armonización Legislativa en materia de
insolvencia Internacional. La quiebra comercial en los Tratados de Montevideo de
1940", Revista Síntesis Forense N° 90, del Colegio de Abogados de San Isidro.
[14] "Belum S.A., le pide la quiebra Tecnocom San Luis S.A."(CNCom Sala A,
11/12/1998), en E.D. t. 185, p. 624
[15] "Ridiwel S.A.", en L.L 2001-A, p. 142. Véase nuestro análisis en FELDSTEIN
de CÁRDENAS, Sara Lidia, RODRÍGUEZ, Mónica Sofía y SCOTTI, Luciana
Beatriz, "Concursabilidad en nuestro país de una sucursal argentina constituida en
el Uruguay", en Feldstein de Cárdenas, Sara, Derecho Internacional Privado y de
la Integración, ps. 427 - 437. 583 páginas, Colección de Análisis Jurisprudencial,
Ed. La Ley, Buenos Aires, 2004.