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EXAMINACIÓN ABDOMINAL

1. MATERIALES
 2 cuerpo abdominal  4 pilas AA
 2 piel abdominal  Cable conector a electricidad
 Pared abdominal  Set de órganos y masas:
 2 bolsa de recto abdominal o 3 hígados (normal, grande, malformado)
 Set de distensión abdominal: bolsa de ascitis, o 2 bazos (normal, grande)
bolsa de aire, bomba de aire, espuma o 2 riñones
 2 aortas (normal, aneurisma) o Vejiga

 Bomba de mano o 3 masas grandes (irregular, duro, blando)

 Altavoz o 3 masas pequeñas (irregular, duro, blando)

1.1 Material fungible

- Estetoscopio - Vaso de auscultación

2. PREPARACIÓN
1. Retirar la piel, bolsa de recto y pared abdominal.
2. Colocar los órganos deseados utilizando las palancas negras bajo las costillas para el hígado y bazo y los huecos de
silicona en la base para los demás.
a. La aorta, colocada en los 2 huecos centrales superiores, se conecta a la derecha de la pared de las costillas
mediante el tubo conector. A la otra parte de la pared se conecta la bomba de mano.
3. Colocar el altavoz en el hueco cuadrado deseado y conectarlo a la izquierda de la pared de las costillas.
4. Colocar la pared abdominal (por debajo del hígado y bazo), la bolsa de recto abdominal con los enganches y la piel con
el velcro.
5. Encender el sistema y seleccionar el ruido deseado.
6. Mover la manija para simular la respiración.
7. Realizar la exploración abdominal

2.1 Simular distensión abdominal

1. No colocar órganos e introducir la espuma de distensión.


2. Colocar encima la bolsa de ascitis o la bolsa de aire mediante los enganches.
a. La bolsa de aire debe conectarse a la derecha de la pared de las costillas y al otro lado conectar la bomba de aire.
3. Tapar con la piel abdominal.
4. Si se ha puesto la bolsa de aire, hincharla una vez esté colocada la piel abdominal.

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a. Para vaciar la bolsa de aire, aún con la piel colocada, desconectar el tubo de la bomba de aire y apretar el
abdomen para eliminar el aire.

3. LIMPIEZA
- Limpiar las piezas con una esponja o paño húmedo con agua y jabón suave.
- Guardar las piezas y órganos en el maletín y dejar el cuerpo con la pared y piel abdominal.

4. TÉCNICAS REALIZABLES [1]


- Evaluación abdominal: detectar ascitis, identificar puntos de referencia para dividir el abdomen en cuadrantes.
- Palpación: palpar el hígado y el bazo, realizar palpaciones superficiales y profundas, palpar cada cuadrante e
identificar el tamaño, localización, forma, consistencia, suavidad, movilidad y textura de las masas palpadas.
- Percusión: percutir para detectar fluido de ascitis, percutir los 4 cuadrantes y detectar áreas de embotamiento o
timpamiento, definir los bordes hepáticos y la hepatometría, identificar distensión y llenado de la vejiga.
- Auscultación: auscultar sonidos vasculares por cuadrantes, evaluar la presencia, carácter y frecuencia de sonidos
gástricos, evaluar la presencia de soplos renales, iliacos o aórticos.

5. PROCEDIMIENTO [1] [2]


Antes de realizar el examen conviene tener en cuenta ciertos aspectos:

- Colocar al paciente en decúbito dorsal


- Examinar preferentemente por el lado derecho, pero si se puede por ambos
- Disponer de una iluminación adecuada
- Tratar de no tener las manos o el instrumental fríos
- Tener en cuenta el pudor del paciente
- Examinar las zonas dolorosas al final
- Durante la inspección, conviene fijarse en la forma del abdomen, cicatrices o lesiones de la piel, identificar áreas
más prominentes o asimétricas, detectar la presencia de circulación colateral y evaluar los latidos y movimientos
respiratorios.
- La forma del abdomen depende de la complexión física de la persona, así como el sexo y edad, pero hay que tener
en cuenta las posibles alteraciones que puede haber: tumores, ascitis, meteorismo, etc.

5.1 Cuadrantes abdominales

El abdomen se puede dividir en 9 regiones o 4 cuadrantes. Los cuadrantes son: superior derecho e izquierdo e
inferior derecho e izquierdo. Las regiones son: hipocondrio derecho, en el cual se encuentra el hígado y la vesícula; el
epigastrio, donde se localiza también la vesícula, el estómago y el duodeno; el hipocondrio izquierdo, donde se encuentra el
bazo; el vacío o flanco derecho e izquierdo, donde se localizan los intestinos delgado y grueso; mesogastrio, donde se puede

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palpar la aorta; la fosa ilíaca derecha, con el apéndice y el riñón derecho; el hipogastrio, donde se encuentra el colon; y
finalmente la fosa ilíaca izquierda, donde se localiza el riñón izquierdo. [Fuente de la imagen]

5.2 Auscultación

Durante la auscultación se pueden escuchar los ruidos gástricos causados por la movilidad intestinal y los ruidos
vasculares, que pueden indicar posibles soplos. La auscultación debe ser previa a la percusión y palpación puesto que estas
podrían alterar los ruidos normales. Se deben distinguir los ruidos gástricos normales, aumentados y disminuidos:

- En diarreas están aumentados en frecuencia e intensidad


- En obstrucciones intestinales los ruidos son frecuentes y de tono elevado
- En parálisis intestinales no hay ruidos gástricos, hay que esperar un tiempo prolongado antes de determinar la
parálisis intestinal

Dentro de los ruidos intestinales, se pueden escuchar otros fenómenos, como la mezcla de líquido y gas en el
estómago o en el intestino causado por el síndrome pilórico o por parálisis u obstrucciones intestinales. Al sacudir al paciente
se genera un sonido similar al del agitar agua en un tonel que se llama bazuqueo gástrico.

Además, se pueden escuchar ruidos vasculares en los cuales se pueden detectar soplos por flujos turbulentos dentro
de las arterias. Si este ruido se produce en:

- Línea media del epigastrio → aorta abdominal o relacionado con el corazón

- Epigastrio, de forma lateral a la línea media o en las regiones lumbares → estenosis de arteria renal
- Por debajo del obligo lateral a la línea media → estenosis de arterias iliacas
- Regiones inguinales → estenosis de arterias femorales

5.3 Percusión

Durante la percusión se generan ruidos sonoros que indican el contenido de aire del tubo digestivo o cavidad
peritoneal. Esta técnica permite diferenciar, en un abdomen distendido, si la causa es acumulación de gas (meteorismo),
líquido en el peritoneo (ascitis) o un aumento del volumen anormal (tumor, globo vesical…):

- Si se escucha hipersonoridad o timpanismo indica la presencia de gas

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- Si la distensión es por líquido habrá que percutir cada flanco y determinar el límite entre las zonas con aire (sonoras)
y las zonas con líquido (ruido mate), pudiendo evaluar así la matidez desplazable. Si el desplazamiento del límite al
mover de posición al paciente es mayor de 4cm la causa es ascitis.

5.4 Palpación

Se empieza por la palpación superficial, buscando puntos dolorosos y evaluando la capacidad de depresión de la
pared abdominal examinando todos los cuadrantes del abdomen generando una presión suave y uniforme con los dedos. Si
se encuentra resistencia muscular, primero hay que asegurarse de que no sea voluntaria por nerviosismo, frío, dolor o
cosquillas del paciente.

Posteriormente se pasa a la palpación profunda, en la que se pueden identificar las estructuras intrabdominales, por
lo que frecuentemente genera molestia al paciente en determinadas zonas (colon, aorta…). En esta palpación, al sentir una
masa se debe precisar la localización, tamaño, forma, consistencia, si es sensible a la palpación, si tiene latido, si se desplaza
con la palpación o respiración y si forma parte de una víscera. Una vez precisados todos estos datos se puede interpretar a
qué corresponde la masa y evaluar si se trata de un órgano en condiciones normales, un órgano engrosado, un tumor, etc.

5.4.1 Puntos dolorosos

Al realizar la palpación puede haber puntos que resulten especialmente dolorosos para el paciente, según cuales
sean esos puntos se puede determinar la presencia de determinadas afectaciones:

- Apendicitis: en el punto medio entre el ombligo y la espina ilíaca anterosuperior


- Colecistitis aguda: bajo el reborde costal derecho lateral al borde externo del musculo recto abdominal
- Diverticulitis: en el cuadrante inferior izquierdo o la fosa iliaca y el flanco izquierdo
- Peritonitis: puede ser localizada o difusa, genera irritación en el peritoneo

6. PATOLOGÍAS REPRESENTADAS
Mediante el set de distensión abdominal, las versiones del bazo e hígado y las diferentes masas proporcionadas, se
pueden reproducir diferentes tipos de patologías detectables en el examen abdominal.

6.1 Hígado [2]

Se ubica en el hipocondrio derecho con el lóbulo izquierdo proyectado en el epigastrio. Para examinarlo se debe
determinar su límite superior, el borde inferior y la proyección hepática (tamaño).

El límite superior se localiza por percusión a nivel de la línea media clavicular en el punto en el que pasa de sonoro
(pulmones) a mate (hígado), generalmente a nivel del 5º espacio intercostal derecho.

El borde inferior se localiza por palpación, empezando unos centímetros por debajo del borde costal y subiendo
hasta sentir el borde interior. Se puede hacer con la punta de los dedos o con la mano con los dedos flexionados. Al palpar el
borde inferior, además, se puede determinar cuánto se proyecta por debajo del reborde costal, dando una idea del tamaño

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de este, así como determinar la consistencia, la textura del borde y la superficie, si el tacto es doloroso, etc. y así identificar
determinadas condiciones:

Normal Cirrosis Cáncer Hepatitis


Consistencia Blando y elástico Duro Firme Blando
Borde Redondo Cortante Irregular Redondo
Superficie Lisa Irregular Irregular Lisa
Tamaño 10-12cm Hepatomegalia Hepatomegalia Hepatomegalia
Dolor Indoloro Doloroso

6.1.1 Cirrosis [3] [4]

La cirrosis es la última fase de la enfermedad hepática crónica y consiste en una fibrosis irreversible del hígado y la
aparición de nódulos de regeneración que generan la alteración de la arquitectura del hígado causada por un daño crónico al
órgano principalmente debido al consumo de alcohol o a la hepatitis B y C. También puede estar causada por hepatitis
autoinmune, trastornos metabólicos, enfermedades biliares, obstrucciones del flujo venoso, etc. Estas causas, al general una
reacción inflamatoria, producen trombosis sinusoidal y de las venas hepáticas centrales por lo que terminan apareciendo
isquemia acinar y necrosis hepatocelular que causa la fibrosis hepática. En esta situación, el hígado es incapaz de regenerar
las células dañadas y va perdiendo progresivamente la capacidad de detoxificacion de la sangre, así como la de producción
biliar o de procesamiento de nutrientes, hormonas y fármacos.

La cirrosis suele desencadenar complicaciones como ascitis, peritonitis, síndrome hepatorrenal, carcinoma hepato-
celular, etc. por lo que la esperanza de vida se ve muy acortada. Si estas complicaciones no se han producido, se llama cirrosis
compensada y la esperanza de vida es de unos 10 años, pero si ya han aparecido diversas complicaciones, la cirrosis es
descompensada y la esperanza de vida se reduce a unos 2 años.

Esta afectación puede ser asintomática o mostrar los principales síntomas tempranos (astenia, pérdida de peso y
apetito, ictericia, náuseas y vómitos) o directamente presentar descompensaciones. En la exploración física se puede percibir
la hepatomegalia, aunque no siempre está presente, además de hipertrofia parotídea, atrofia testicular, arañas vasculares,
alteraciones en las uñas, ginecomastia, etc. Mediante analíticas de hemograma completo se percibe anemia, déficit de ácido
fólico, trombopenia, alteraciones de la coagulación, etc. y también se pueden encontrar indicios en ecografías o TCs
abdominales. Estos métodos pueden indicar la presencia de cirrosis, pero el método principal de diagnóstico es la biopsia
hepática.

Cuando la cirrosis es compensada, el tratamiento se basa en evitar o retrasar el desarrollo de complicaciones


mediante cambios en la dieta para aumentar la ingesta proteica y evitar el ayuno nocturno y la ingesta de sal,
complementándolos con aportes multivitamínicos, de hierro u otros microelementos cuyos niveles se vean alterados por la
malnutrición. Además, se deben evitar los tóxicos hepáticos, principalmente el alcohol, pero también dosis altas de
determinados fármacos; y realizar ejercicio físico para aumentar la masa muscular.

En cirrosis descompensadas donde ya es una enfermedad hepática terminal se contempla la posibilidad de


trasplante hepático. También se pueden tratar las complicaciones presentes, como la reducción de las varices sangrantes o
la paracentesis para la ascitis.

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Es importante tanto en casos de cirrosis compensada como descompensada mantener una monitorización
periódica para valorar el avance o mejora de la cirrosis.

6.1.2 Cáncer hepático [5]

El cáncer de hígado es el quinto más frecuente, supone el 7% de las neoplasias y es la segunda causa de mortalidad
por cáncer en todo el mundo. La edad media de diagnóstico es de 60 años, la tasa de supervivencia es del 18% y la incidencia
y mortalidad son 2.5 veces mayores en hombres que en mujeres. El 60-80% de los casos de cáncer hepático aparecen en
pacientes cirróticos.

Los factores de riesgo principales son la infección del virus de la hepatitis B y C (56% y 20% de los casos globales
respectivamente), la cirrosis, toxinas ambientales, y el alcohol y el tabaco. Otras causas frecuentes son la diabetes mellitus,
obesidad, factores dietéticos, etc.

Los síntomas son muy variables, entre ellos el más frecuente es la hepatomegalia (50-90% de los casos), pero
también encontramos frecuentemente dolor abdominal (especialmente en el hipocondrio derecho), distensión abdominal
(ascitis), esplenomegalia, ictericia, fiebre, etc. El diagnostico se realiza por anamnesis, analíticas y finalmente pruebas de
imagen (TC, resonancia o ecografía con contraste) y biopsia hepática.

El tratamiento dependerá del estadio en el que se encuentre: en estadio muy inicial o O (un único nódulo de menos
de 2 cm) se realiza la ablación o resección del nódulo, en estadio inicial o A (hasta 3 nódulos de menos de 3cm) se realiza
resección si es solo un nódulo y trasplante o ablación si son 2 o 3 nódulos, en estadio intermedio o B (multinodular irresecable)
se aplica quimioembolización, en estado avanzado o C (afectación extrahepática) se trata con terapia sistémica, y en estado
terminal o D (función hepática en fase terminal) se aplican cuidados de soporte.

6.1.3 Hepatitis

La hepatitis es una infección del hígado generalmente de causa vírica, aunque también puede ser de origen
bacteriano, autoinmune o tóxico. La hepatitis vírica está causada por virus del género Hepatovirus de la familia Picornaviridae,
y los principales son el virus de la hepatitis A, de la hepatitis B y de la hepatitis C, aunque hay otros tipos de virus del mismo
género que también pueden causar hepatitis.

Los síntomas que pueden generar suelen ser astenia, mialgia, malestar, dolor en el hipocondrio derecho, ictericia,
anorexia, náuseas y vómitos, prurito y coluria. En la exploración normalmente se aprecia la hepatomegalia y la ictericia,
aunque también se puede apreciar esplenomegalia, adenopatías cervicales o rash.

La hepatitis A [6] suele ser una infección aguda autolimitada que aparece con más frecuencia en países en vías de
desarrollo, transmitiéndose por la vía fecal-oral principalmente, y por contacto personal en menor medida. Puede ser mortal
en un 2% de los casos en mayores de 60 años, pero si aparece una coinfección con el virus de la hepatitis B o C la mortalidad
sube al 40%. En un 20-30% de los casos es asintomática, y lo síntomas, que se agravan con la edad, aparecen en dos fases:
prodrómica de 10 días en los que aparece astenia, mialgia, malestar, dolor en el hipocondrio derecho; e ictérica de 3 a más
de 12 semanas en la que aparecen el resto de síntomas.

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El diagnóstico suele ser por anamnesis, pero en casos dudosos se puede realizar un hemograma completo y
coagulación para valorar los niveles de tiempo de protrombina, transaminasas i bilirrubina; así como una prueba de detección
de anticuerpos en suero y demás pruebas para descartar hepatitis por otras causas.

El tratamiento, al ser una enfermedad autolimitante sin tratamiento específico, suele dirigirse a mejorar síntomas
como náuseas y dolor, así como asegurar una buena hidratación y nutrición. Además, conviene realizar analíticas para
comprobar los niveles de transaminasas. También debe evitarse el consumo de alcohol o fármacos no recetados. Hay
vacunación e inmunoglobulinas como profilaxis preexposición y postexposición durante las 2 primeras semanas,
proporcionando la vacuna una protección del 95%.

La hepatitis B [7] [8] es una infección que puede ser aguda o crónica, siendo mundialmente la segunda infección
crónica más frecuente en el mundo. La principal vía de infección es por contacto con personas infectadas, principalmente
por sangre, fluidos corporales y por vía perinatal.

El periodo de incubación es de 1 a 6 meses y en el 70% de los casos la infección aguda es asintomática. La infección
suele ser autolimitada, eliminándose el virus a los 4 meses, pero puede cronificarse. Se considera que la enfermedad se ha
cronificado al persistir más de 6 meses.

En la mayora de infecciones crónicas de hepatitis B no se desarrollan manifestaciones clínicas, pero un 15-40% sí


puede sufrir alteraciones hepáticas graves (fallo hepático agudo, cirrosis, hepatocarcinoma). Se pueden diferenciar 5 fases
diferentes, que no son siempre consecutivas ni aparecen todas en todos los casos:

- Fase 1: en infecciones perinatales o de infantes, con alta replicación viral y alta concentración de DNA viral en
sangre, muy infecciosos. Enfermedad inactiva.
- Fase 2: enfermedad activa al empezar a actuar el sistema inmunológico. Menor replicación viral y concentración
de DNA viral. Se inicia actividad inflamatoria y necrótica en el tejido hepático que puede generar fibrosis, por lo
que es probable el desarrollo de cirrosis y/o hepatocarcinoma.
- Fase 3: la inflamación hepática causa la destrucción de hepatocitos y aparecen los síntomas típicos de la hepatitis
aguda. Aumenta el nivel de anticuerpos contra el antígeno viral y disminuye la concentración de DNA viral y
antígeno en sangre, por lo que se reduce la inflamación hepática.
- Fase 4: la concentración de DNA viral aumenta y la enfermedad se manifiesta de forma fluctuante. En esta fase
el pronóstico es malo y evoluciona a cirrosis en un 10% anualmente.
- Fase 5: se forman anticuerpos contra el antígeno de superficie y se reducen los niveles de DNA viral en sangre.
En pacientes que no han desarrollado cirrosis significa prácticamente la resolución de la enfermedad, aunque
sigue habiendo riesgo de desarrollar cirrosis o hepatocarcinoma (en un 2%).

El diagnóstico suele ser casual, ya que habitualmente la enfermedad se desarrolla asintomática y no aparecen
síntomas hasta que ya se ha desarrollado cirrosis u otras complicaciones. En algunos casos, cuando la infección se encuentra
en la fase 3, se puede diagnosticar ya que aparecen los síntomas típicos de la infección aguda. Una vez diagnosticado se debe
valorar la gravedad del daño hepático mediante analíticas y si hace falta con biopsia hepática.

El tratamiento se centra en reducir la mortalidad y evitar la progresión a cirrosis y/o hepatocarcinoma, así como
aumentar la calidad de vida y evitar la necesidad de trasplante hepático. Los fármacos disponibles son principalmente de dos

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tipos: interferones y análogos de nucleótidos; estos fármacos reducen la replicación viral, inflamación y fibrosis hepática pero
no pueden eliminar la carga viral de los hepatocitos ni erradicar la infección.

La hepatitis C [9] [10] puede generar infecciones agudas o crónicas. Las infecciones agudas, que generalmente son
asintomáticas, se cronifican en el 54-86% de los casos. Se transmite por vía parenteral principalmente, pero también por
transmisión sexual, perinatal y raramente por contacto directo con personas infectadas.

En el 15-30% de las infecciones agudas aparecen síntomas típicos de hepatitis a las 5-12 semanas que pueden durar
2-12 semanas. La resolución natural de la infección (en un 15-40% de los casos) depende de factores genéticos (gen IL28B),
de una respuesta inmunitaria adecuada, área geográfica, sexo femenino, etnia no negra, vía de trasmisión y fase aguda
sintomática.

El diagnostico se realiza por detección de anticuerpos en suero, que aparecen progresivamente a partir de las 8-12
semanas, o por detección de RNA viral en sangre (presentes 2 semanas antes a los anticuerpos) para comprobar los
resultados positivos o en pacientes no inmunocompetentes. El tratamiento se basa en evitar la progresión a una infección
crónica mediante interferón durante 24 semanas o hasta 48 semanas si no se obtiene el resultado esperado.

En caso de persistir la infección durante más de 6 meses se considera que la infección es crónica. Un 4-24% de los
casos derivan a cirrosis a los 20 años de infección y un 41% a los 30 años; así como también hay riesgo de evolución a
hepatocarcinoma. Para definir el tratamiento es necesario realizar un genotipado (genotipos 1-7, con diferentes ditribuciones
geográficas) y valorar la gravedad de la enfermedad hepática (nivel de fibrosis, presencia de cirrosis), que se determina
mediante la escala METAVIR con valores del 0 (no fibrosis) al 4 (cirrosis). Una vez determinado el genotipo y gravedad, se
administran los antivirales de acción directa o interferones adecuados conjuntamente con una nutrición adecuada, ejercicio
moderado y eliminación del consumo de alcohol.

6.2 Sistema intestinal

6.2.1 Apendicitis [11]

Apendicitis es la inflamación aguda del apéndice cecal debido a la obstrucción de este por hiperplasia de los folículos
linfoides, fecalito, procesos neopláiscos apendiculares, metástasis, adherencias, enfermedad de Crohn, cuerpos extraños o
parásitos. La obstrucción causa la dilatación del apéndice, la proliferación bacteriana, isquemia y puede llegar a causar
necrosis y perforación si no es tratada. Es la enfermedad abdominal más frecuente y ocurre a lo largo de la vida en un 6-20%
de la población, aunque hay mayor incidencia antes de los 30 años.

Se manifiesta inicialmente con un dolor visceral periumbilical y mal definido, seguido de anorexia, náuseas, vómitos,
febrícula y dolor parietal continuo en la fosa iliaca derecha, el cual aumenta con la tos y movimientos. En estado más
avanzado se produce fiebre avanzada. Estos síntomas y frecuencia, pero, solo se dan en un 50% de los casos. Se diagnostica
mediante anamnesis y exploración física, identificando los signos y síntomas clásicos; aunque se puede realizar ecografía o
TC para comprobar el diagnóstico, así como descartar otras causas (gastroenteritis, hernia encarcerada, colecistitis, etc).

El tratamiento es la apendicetomía por cirugía laparoscópica o abierta, aunque en ocasiones también se recomienda
la antibioterapia. Si no se trata a tiempo puede haber complicaciones como infección peritoneal localizada (absceso) o difusa

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(peritonitis), íleo paralitico, sepsis, etc., así como también puede haber complicaciones quirúrgicas como fístulas y
hematomas y postquirúrgicas como infección urinaria o hemorragia digestiva.

6.2.2 Diverticulosis y diverticulitis [12] [13]

La diverticulosis es la formación de divertículos, es decir, pequeñas bolsas o protrusiones en la pared del colon o
intestino grueso. Si estos divertículos se infectan o inflaman principalmente debido a la obstrucción de la entrada, se produce
diverticulitis.

La diverticulosis es muy común en personas mayores de 60 años y se cree que es causado por una dieta baja en fibra,
así como la obesidad y la falta de actividad física. Generalmente no causa síntomas y se diagnostica de forma casual al realizar
pruebas complementarias por otras razones, pero en un 20% de los casos es sintomática, causando dolor abdominal
inespecífico con hinchazón abdominal y frecuentemente estreñimiento, aunque también puede ir asociada a colitis causando
sangrado gastrointestinal bajo, diarrea y dolor abdominal. Además, un 10-20% de los casos sintomáticos son complicados,
es decir, derivan a diverticulitis, con dolor abdominal bajo constante, calambres, fiebre, náuseas y vómitos. La diverticulitis
puede causar irritación vesical y por lo tanto generar síndrome miccional con disuria y poliuria, y también puede generar
complicaciones como abscesos, fistulas, obstrucción, sangrado, e incluso perforación y peritonitis.

En la exploración se nota como plenitud o dolor en la zona de la fosa iliaca izquierda, sin muestras de peritonismo, y
la palpación puede ser dolorosa en el colon sigmoide. Con la diverticulitis pueden aparecen signos de irritación peritoneal y
fiebre, además de palpación dolorosa en el hemiabdomen izquierdo. De forma complementaria a la anamnesis y exploración,
el TC es el método principal para diagnosticar y hacer el seguimiento de diverticulitis. Además, se pueden realizar analíticas
de hemograma para diferenciar la divertuculosis de diverticulitis, ya que en la primera los resultados suelen ser normales,
pero en la diverticulitis hay aumento de leucocitos y polimorfonucleares, así como los valores de proteína C. También se
pueden realizar radiografías y ecografías de abdomen para descartar otras patologías o complicaciones. En pacientes
sintomáticos, es necesario realizar una colonoscopia o enema de bario para descartar la presencia de cáncer de colon.

Actualmente hay una clasificación endoscópica de la enfermedad diverticular llamada DICA (diverticular
inflammation and complications assessment) en la que se diferencian 3 niveles de gravedad según la extensión de la
diverticulosis, el número de divertículos, la presencia de signos de inflamación y la presencia de complicaciones. Según el
nivel, se decide si no es necesario el tratamiento (nivel 1), si se puede aplicar tratamiento de forma efectiva (nivel 2) o si es
probable que no se responda al tratamiento (nivel 3).

La diverticulosis se trata principalmente con una dieta rica en fibra y con probióticos, mientras que la diverticulitis
se trata con antibioterapia por si la inflamación es de origen infeccioso y, si no es efectiva, se incorpora además una dieta
líquida durante unos 2-3 días. En diverticulitis complicadas es necesario el ingreso hospitalario para valorar las
complicaciones presentes y tratar con sueroterapia, antibioterapia y cirugía si es necesaria (lavado peritoneal laparoscópico
en peritonitis, drenaje percutáneo en abscesos, etc.)

6.2.3 Meteorismo [14] [15]

El término meteorismo abarca las molestias abdominales relacionadas con la presencia de gas en el sistema
intestinal, es decir, un exceso de gas en el intestino que aumenta la sensibilidad de las paredes intestinales a la distensión. Es

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una afeccion muy común en la población que puede causar muchas molestias y puede ser indicativo de la presencia de
diversas enfermedades.

El gas intestinal es principalmente nitrógeno, oxigeno, hidrogeno, dióxido de carbono y metano, y proviene del aire
tragado (principalmente en el estómago, se elimina por eructos), la producción intestinal (fermentación por parte de la
microbiota intestinal) y la difusión desde la sangre. Estos gases se eliminan mediante eructos, difusión a la sangre,
metabolismo bacteriano y ventosidades.

De forma normal o en ayuno, la cantidad de gas intestinal no supera los 200ml y se mantiene en equilibro la
producción-eliminación, pero si la producción de gas se ve aumentada (aerofagia al comer muy deprisa, alimentos ricos en
hidratos de carbono no absorbibles que aumentan la fermentación, alteraciones de la microbiota intestinal, cambio brusco
en la alimentación con un aumento del contenido en fibra, etc.) este equilibrio desaparece y el gas se acumula en los intestinos.
Ocasionalmente, la causa de esta acumulación es una alteración digestiva, como puede ser la suboclusión intestinal o la
intolerancia a la lactosa.

El meteorismo, si causa dolor o molestias graves, suele ser no por una cantidad excesiva de gases intestinales sino
por dificultades en el avance del aire por el tubo intestinal y/o una mayor sensibilidad y respuesta dolorosa a la distensión
intestinal.

A parte de las molestias intestinales, puede causar eructos y ventosidades frecuentes, ruidos abdominales y
hinchazón abdominal principalmente. El diagnóstico se basa en la anamnesis y exploración física, aunque se pueden solicitar
pruebas adicionales complementarias para descartas otras complicaciones digestivas que se manifiesten como meteorismo.

El tratamiento consiste principalmente en regular la presencia de alimentos flatulentos en la dieta, así como ciertos
cambios de estilo de vida (evitar fumar, mascar chicle, tomar caramelos o beber bebidas carbonadas, mantener una buena
higiene bucal, beber y comer despacio y sin hablar, hacer ejercicio físico, etc). Los cambios en la dieta pueden incluir evitar la
leche durante un tiempo para comprobar que no es intolerancia a la lactosa, moderar el consumo de grasa y fibra, evitar
alimentos que llevan sorbitol como edulcorante, y reducir el consumo de los alimentos que más gas producen (judías,
garbanzos y lentejas; brócoli, alcachofa, coliflor, espárragos, setas…; peras, manzanas y melocotones; cereales 77integrales…)

6.3 Sistema circulatorio [2]

La aorta sale del corazón y recorre la línea media del abdomen para distribuir la sangre al resto del cuerpo, por lo
que en personas delgadas o en condiciones en las que la aorta se encuentra dilatada, ésta se puede palpar y notar su latido.
De forma normal, tiene unos 3cm de diámetro como máximo, y esto se puede comprobar palpando un borde de la aorta y
luego el otro. Si se percibe que este diámetro es mayor de 3 cm, es necesario realizar pruebas ya que puede ser un aneurisma.

6.3.1 Estenosis [16] [17] [18]

Estenosis es, por definición, una estrechez patológica, congénita o adquirida de un orificio o conducto. En el caso de
la estenosis aórtica, esta estrechez se produce en la válvula aórtica, que permite la salida de sangre del ventrículo izquierdo
al resto del cuerpo. Esta válvula, al no abrirse adecuadamente, causa que el volumen de sangre sea menor y que el ventrículo
izquierdo requiera un mayor esfuerzo para funcionar, por lo que progresivamente se causa una hipertrofia de la pared
ventricular y se vuelve más rígido.

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La estenosis aórtica puede producirse debido a una válvula aórtica bicúspide en vez de tricúspide ya que tiene una
mayor tendencia a la calcificación (principal causa en menores de 65 años), a una infección bacteriana de Streptococcus
pyogenes (fiebre reumática) en las vías respiratorias que se expande al corazón entre 5 y 10 años después de la infección
(principal causa en países en vías de desarrollo como en países africanos o del sudeste asiático), o debido al aumento de
deposiciones de calcio en los velos valvulares que ocurre en personas mayores (principal causa en mayores de 65 años).

Los síntomas que presenta son principalmente molestia en el tórax, sintiéndolo apretado u oprimido, dificultad
respiratoria en esfuerzos físicos (dispnea) y desmayos por actividad física. También puede causar tos con sangre, facilidad
para fatigarse o palpitaciones. Por lo general, en adultos los síntomas no suelen aparecer hasta que la enfermedad ya está
avanzada y no se detecta si no es por escuchar por casualidad un soplo cardiaco en una revisión o examen físico. Los síntomas
también pueden aparecer en situaciones de estrés corporal como el embarazo. En infantes, se manifiesta con facilidad para
fatigarse, dificultad para aumentar de peso e incluso problemas respiratorio serios poco después de nacer en casos graves.

El diagnóstico suele darse por la detección de un soplo característico durante la auscultación del corazón y pulmones,
o bien una disminución de la amplitud del latido carotídeo, un latido cardiaco irregular o congestión pulmonar. Para confirmar
el diagnóstico se recomienda realizar electrocardiograma, ecocardiografía o radiografía de tórax donde se puede apreciar el
aumento de tamaño de la aorta y las calcificaciones.

El tratamiento en personas con síntomas leves se realiza con fármacos diuréticos, nitratos o betabloqueadores, así
como anticoagulantes. En personas con síntomas graves o con la enfermedad avanzada se realiza un tratamiento quirúrgico
en el cual se repara o reemplaza la válvula aórtica.

6.3.2 Aneurisma [19]

Aneurisma, por definición, es una dilatación anormal localizada y permanente de un vaso arterial. La localización
más frecuente es en la aorta abdominal. Generalmente se produce en pacientes varones mayores de 60 años con riesgos
arteroscleroticos como el tabaquismo u otros factores de riesgo como obesidad, hipertensión arterial, diabetes,
sedentarismo y colesterol alto. En la población de hombres mayores de 65 años, se estima que un 2-4% padece de aneurisma
aórtico.

En el 75% de los casos se presenta de forma asintomática, siendo en el 25% de los casos totales la ruptura del
aneurisma la primera manifestación. En los pacientes sintomáticos, se presenta como molestias abdominales inespecíficas
y dolor lumbar. La principal complicación y riesgo de esta afectación es la ruptura, ya que si esto se produce la mortalidad es
del 90%. Éste riesgo es especialmente alto en los casos en los que el diámetro del aneurisma es mayor a 5cm.

Suele ser diagnosticada de forma casual durante una exploración clínica o radiológica, principalmente por ecografía
o palpación abdominal. El diagnostico se debe completar con un TAC abdominal o resonancia magnética nuclear.

El tratamiento es quirúrgico y se aplica en casos de diámetros mayores de 5cm, crecimientos de más 1cm al año y
pacientes sintomáticos. El riesgo de complicación en estas cirugías es del 4%. En pacientes que no presenten ninguna de
estas 3 características el tratamiento se basa en controles periódicos y control de los factores de riesgo como la hipertensión.

11
6.4 Sistema urinario [2]

Los riñones se encuentran en el retroperitoneo, en la parte posterior del abdomen, y generalmente solo se pueden
palpar en personas delgadas o en condiciones de renomegalia (aumento del tamaño). El riñón derecho se suele encontrar un
poco más bajo que el izquierdo y es más fácil palpar su parte inferior, ya que se encuentra fuera de las costillas.

Para examinarlos se debe poner una mano bajo la región lumbar derecha y otra en el flanco derecho y ejercer
presión para notar una masa entre las dos manos (correspondiente al polo inferior del riñón derecho). Además, al empujar
hacia arriba con la mano de la región lumbar el movimiento se percibe en la mano superior al mover el riñón.

Por otra parte, la vejiga se encuentra en el hipogastrio y puede palparse cuando está llena (contiene mínimo 500ml
de orina) colocando las dos manos en las fosas iliacas y acercándolas hacia la línea media hasta palpar los bordes.

6.4.1 Pielonefritis [2] [20]

La pielonefritis es la infección del riñón, que suele ser de origen bacteriano, pero también puede ser de origen vírico
o micótico. Suele darse como consecuencia de una cistitis (infección de las vías urinarias) no curada. Los principales síntomas
que presenta son fiebre, escalofríos, dolor lumbar y malestar, además de persistir los síntomas típicos de la cistitis (polaquiuria,
disuria y tenesmo. Si la infección no se cura en la fase aguda, puede pasar a causar una pielonefritis crónica en la que se
pueden producir lesiones inflamatorias y cicatriciales que terminan causando una atrofia del riñón.

El diagnóstico se realiza mediante un cultivo de orina, en el cual se aprecia la bacteriuria. En una exploración
abdominal, si se golpea con la mano en forma de puño encima de las fosas lumbares y produce dolor, es signo de pielonefritis.

[2] [21]
6.4.2 Retención urinaria aguda

La retención urinaria aguda se caracteriza por la incapacidad de orinar voluntariamente teniendo la vejiga llena.
Aparece de forma repentina y dolorosa y es la urgencia urológica más frecuente a nivel hospitalario. Debido a la incapacidad
de micción, las vías urinarias y la vejiga aumentan y esto puede afectar a la función renal. El aumento de tamaño de la vejiga
debido a la retención urinaria aguda se llama globo vesical, y éste puede palparse como una masa redondeada y firme que
se extiende por encima de la pelvis, pudiendo incluso sobrepasar la altura del ombligo. Para detectar un globo vesical es
conveniente comprobar la percusión del hipogastrio. Al palpar vejigas con esta condición, aparece el deseo de miccionar.

Suele afectar a varones mayores de 60 años y estar causada por hiperplasia benigna de próstata. Otras causas en
hombres pueden ser cáncer de próstata o vejiga, estrechamiento uretral, fimosis o parafimosis o masas intestinales,
retroperitoneales o aneurismáticas. En mujeres, también puede ser por prolapso pélvico, masas pélvicas, divertículos
uretrales, útero grávido. En ambos sexos puede estar causado por estreñimiento o urolitiasis. También puede tener origen
infeccioso o medicamentoso e incluso neurológico, aunque es el menos frecuente.

Se diagnostica primero mediante una buena anamnesis y posteriormente mediante una exploración física en la que
se pueda palpar el globo vesical, generalmente acompañado de dolor suprapúbico. También se puede realizar examen
pélvico o rectal. Como pruebas complementarias, se puede solicitar un sedimento y/o un cultivo de orina.

El tratamiento puede ser mediante sondaje uretral o, en casos de contraindicación del sondaje, punción suprapúbica.
Si tras dos sondajes intermitentes se produce un tercer episodio de retención urinaria aguda se pasa a un sondaje permanente.
El sondaje está contraindicado en casos de uretritis, prostatitis, antecedente de rotura uretral o estenosis uretral.

12
6.5 Peritoneo (otros)

6.5.1 Quiste ovárico [22] [23] [24]

Los quistes ováricos son sacos llenos de líquido que pueden ser formados a partir de:

 Folículo ovárico: el folículo que madura en el ovario durante el ciclo menstrual no llega a abrirse y liberar el óvulo,
formando un quiste folicular.

 Cuerpo lúteo: una vez producida la ovulación, el cuerpo lúteo no se degenera y acumula líquido en su interior.

 Alteraciones hormonales: cuando los niveles de andrógenos son muy elevados puede aparecer el síndrome del
ovario poliquístico, caracterizado por la presencia de pequeños quistes en los ovarios y que causa irregularidades
en la menstruación, problemas de la piel (acné y aumento de vello), obesidad leve e incluso infertilidad, ya que los
óvulos no se liberan y quedan enquistados en el ovario.

Los dos primeros tipos de quistes en principio no causan problemas y desaparecen después de la menstruación o
pasado un tiempo. En ocasiones, si el quiste aumenta de tamaño, sangra, se rompe o causa torsión del ovario, sí que puede
causar complicaciones y generar síntomas como hinchazón abdominal, dolor pélvico, molestias en las relaciones sexuales,
etc. En quistes de cuerpo lúteo, la menstruación también se puede ver alterada.

Si pasadas 8-12 semanas el quiste no desaparece, se puede realizar un tratamiento con píldoras anticonceptivas para
evitar la aparición de nuevos quistes, pero si la presencia del quiste sigue causando síntomas puede ser necesaria la cirugía
para extirparlo y además comprobar que no se trata de un cáncer ovárico. Esta intervención se realiza especialmente en los
casos en los que los quistes siguen aumentando de tamaño a pesar del tratamiento, en quistes que sean más grandes de
10cm, y en mujeres cerca de la menopausia o que ya sean postmenopáusicas.

En el caso del síndrome del ovario poliquístico, a parte de las píldoras anticonceptivas, puede ayudar bajar de peso.
Otros síntomas como el aumento de vello y el acné se pueden tratar con depilación y tratamientos típicos para el acné. Se
puede realizar un tratamiento para la infertilidad y así poder quedar embarazada con clomifeno. Durante el embarazo hay
un mayor riesgo de aborto espontáneo, hipertensión arterial y diabetes gestacional. Personas con síndrome de ovario
poliquístico tienen una mayor probabilidad de desarrollar cáncer endometrial, esterilidad, diabetes y obesidad.

6.5.2 Peritonitis [25] [26]

El peritoneo es el tejido fino que cubre la pared interna del abdomen y la mayoría de órganos abdominales, y la
inflamación del peritoneo debido a la presencia de bacterias o agentes irritantes. Para que éstos lleguen a la cavidad
peritoneal, se ha debido de producir una herida penetrante o una perforación orgánica (aparato digestivo o reproductor
principalmente). Causa distensión abdominal, rigidez, dolor y dolor a la descompresión, disminución de ruidos intestinales,
náuseas y vómitos y taquicardia. También puede causar fiebre, escalofríos, fatiga y dificultad respiratoria.

Puede ser causada por infección bacteriana espontánea, frecuente en personas con ascitis, o pueden ser peritonitis
secundarias originadas a raíz de traumas o heridas abdominales, ruptura del apéndice o de divertículos, o infecciones tras
cirugías abdominales. Lo primordial para el tratamiento es detectar la causa y tratarla, frecuentemente mediante cirugía y
antibióticos.

13
6.5.3 Ascitis [27] [28]

La ascitis es la presencia de líquido en la cavidad peritoneal debido a la hipertensión portal, ya que esta causa un
aumento de la retención salina. Es, por lo tanto, una afección muy relacionada con problemas hepáticos, como puede ser la
cirrosis, enfermedad que desarrolla ascitis en un 60% de los casos en los primeros 10 años. Los principales síntomas que
ocasiona son malestar y distensión abdominal, y casos en los que se retiene una gran cantidad de líquido pueden ocasionar
dificultades respiratorias.

El diagnóstico se realiza por exploración física, realizando percusión del abdomen en posición supina y apreciando
matidez en los flancos que cambia en posición decúbito lateral. En casos de ascitis leve en las que el líquido no es apreciable
por exploración física, se puede realizar una ecografía abdominal ya que puede detectar ascitis de hasta 100ml.

Según los niveles de líquido ascítico, de lactato deshidrogenasa, gradiente de albúmina en suero y de células
polimorfonucleares se pueden diferenciar las causas de la ascitis, que principalmente son insuficiencia cardiaca congestiva,
cirrosis, síndrome nefrótico, peritonitis secundaria, ascitis neutrofílica, pancreatitis, carcinomatosis peritoneal, e incluso
tuberculosis. Al saber la causa subyacente, se puede centrar el tratamiento en resolver esa enfermedad.

Para tratar la ascitis se recomienda una dieta baja en sodio, la administración de diuréticos para aumentar la eliminación
de líquidos, y finalmente la paracentesis para drenar el líquido acumulado. Conviene monitorizar el peso y analizar los
electrolitos en suero de forma regular.

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