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Unidad 6
(Tiempo empleado: una hora en lectura de apuntes y manuales de consulta así como diversos
pasajes del Éxodo, para la comprensión y elaboración de la 2ª pregunta; y, finalmente dos horas
y quince minutos en redacción).
1) Lee Sab 7,22-8,1 e intenta hacer una estructura temática del texto,
señalando los versículos de cada parte y su contenido (CE 2, CE 4).
1
Así se manifiesta Schokel L. en “Sabiduría”. Pág. 126
“Filántropo” (similar: “bienhechor”, que realiza activamente el bien del
hombre, no se trata de un mero observador): 7,23; 12,29. Y este atributo
es universal, no exclusivo de Israel (“amante de los hombres” es la
expresión usada por 1,6).
“Firme: (7,23). En la Sabiduría, en Dios puede el hombre depositar
plenamente su confianza.
Omnipotente” (7,23, también 7,27). Se trata de un atributo estrictamente
divino. Dios es Creador y Señor absoluto de todo (11,17) pero de ella el
autor ya ha afirmado que todo lo ha hecho: “¿Quién, sino la sabiduría, es
la autora de todo cuanto existe?”: 8,6, misma idea en 7,21, a lo que
añade su capacidad de hacer visible lo que estaba “oculto”. Todo ello
explica que en la teología de este autor esté dotada de los mismos
atributos que Dios.
Atenta, vigilante a todo (7,23). El espíritu del Señor, con quien la
Sabiduría se identifica, está presente en todo el universo (1,7-8).
Penetrante (7,22) / “Penetra todos los espíritus ” (7,23, también 7,24),
sobre los cuales el espíritu de la sabiduría es superior. Está así presente
en todos los seres. De aquí se desprende una gran intimidad con Dios.
2) Origen divino de la Sabiduría (7,24-26). En el v. 24 habla la Sabiduría, no el
espíritu, lo que cual nos introduce en la propia esfera divina. La capacidad
de movimiento superior a cualquier otra cosa o criatura denota de ella una
supremacía sobre todo lo creado que solo es propia de Dios y amplifica la
idea anterior al ampliar su poder expansivo sobre todos los seres (usando de
nuevo el verbo “penetrar”). Este atributo lo deduce de su “pureza” (7,24 b
como 7,22), en lo cual hay una nueva referencia a la Sabiduría como espíritu
(1,7).
2
En un sentido similar se refiere a Cristo el Himno de Laude en tiempo de Pascua: “Cristo, alegría del
mundo, resplandor de la gloria del Padre. ¡Bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo!”.
(como la que se recoge en Ex 40,34: “la gloria del Señor (expresada en
una nube) llenó el santuario”.
El v. 26 la dibuja como “reflejo de la luz” (lo que nos acerca a la
definición cristológica sobre la divinidad de Cristo: “Dios de Dios, Luz de
Luz, Dios verdadero, de Dios verdadero…”; cfr. Jn 1,5). Se trata de la
gloria de Dios, del “Omnipotente” (7,25b como 7,23.27). Tal perfección,
su “pureza” implica que nada la puede perturbar o ensuciar, lo que solo
es predicable de quien goza de la esencia divina. También usa la
expresión “imagen de su bondad”: si la Sabiduría representa a Dios y de
alguna manera Dios en ella, se explica que pueda ser manifestación de
Dios (también dice que es “espejo de su actividad”).
2) Lee detenidamente Sab 11,1-20. En ese texto aparecen dos principios que
sirven para comparar y juzgar la historia de Israel con la de Egipto. ¿Cuáles son
esos principios y en qué versículos están? (CE 2).
Podemos ver aquí una tercera aplicación de este primer principio: la “prueba5 o
corrección a la que somete a Israel para conseguir su conversión (11,23-26;
12.10,19ss) culmina en un acto de misericordia, proporcionándoles agua y
auxiliándolos por el camino del desierto (por ejemplo, en la batalla contra los
amalecitas en Ex 17,8-16); en cambio, en el castigo a los enemigos se manifiesta la
ira y la colera del Señor (11,10), no exenta, sin embargo, de clemencia (12.15-16). Se
trata, por tanto, de una “sed distinta”: para Israel tan solo es una corrección, para
los egipcios es un castigo
4
El autor omite la murmuración del pueblo contra Dios y Moisés (Ex 15,24), en una clara idealización de
la conducta de Israel.
5
La “prueba” de 11,9 parece referirse no solo al concreto episodio de Ex 11, 1-7 sino al conjunto de
penalidades (usa la expresión plural “tormentos”) durante los 40 años de marcha por el desierto.
ampliada de este principio fuera de este texto podemos verla en 15,18-16,4). El
autor de Sab interpreta los acontecimientos de la historia desde el punto de vista
de la fe en Dios; aunque a veces no lo parezca, Dios siempre está presente en la
vida de su pueblo.
Ciertamente, los malvados se “ceban” con los justos porque estos les recuerdan su
conducta (2,12b), son espejo de su impiedad (2,14-16), especialmente con los más
pobres y desprotegidos (pobres, viudas, ancianos: 2,10). E incluso, al procurar
procurándole una “muerte humillante” al justo inocente (2,18.20), desafían al mismo
Dios para que sea el Señor quien lo defienda (en referencia abierta a la condena
injusta de Jesús: Mt 27,43)
Los impíos, que no saben acoger la sabiduría ni consideraron en sus vidas la justicia
de Dios (3,11a), que actúan como si Dios no existiera o se preocupara de la
Creación, en apariencia son felices pero, en realidad todas sus esperanzas y
esfuerzos puestos en cosas sin valor son inútiles (3,11b); desdicha definitiva que se
prolongará en su descendencia (3.12). Y son vanas porque viven en el error, en la
ausencia del conocimiento de Dios (2,22), en la creencia de que con su poder
El sufrimiento de los justos inocentes en vida es, así, una “prueba” de su virtud (3,5),
de la corrección de Dios como un Padre (Prov 3,12). Lo que a ojos humanos es un
castigo, explica el autor, se trata de un camino de purificación. Así se explica con las
dos expresiones del verso 6: de un lado, compara el trance a que se somete al justo
con la depuración del “oro en el crisol”, el fuego simboliza todas aquellas pruebas
que suponen dolor y sufrimiento; de otro lado, señala que Dios acepta esta prueba
como un “sacrificio ofrecido en el altar”, una entrega total y sin reservas (un
“sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”: Rom 12,1; “sacrificio vivo y santo”: Plegaria
Eucarística III).
6
Vílchez Lindez, J. “Sabiduría” Ed. Verbo Divino, pág. 175.
efectuará un reconocimiento de su fidelidad en medio de las pruebas, lo que
expresa con la imagen de la luz (“antorchas”) y del resplandor, porque pasarán a
compartir con el Señor su mismo gloria; de otro lado, “juzgarán naciones,
gobernarán pueblos (3,8), en el bien entendido el dominio, el “reino eterno”
corresponde al Señor, por lo que los justos participarán de ese dominio con el
Señor (5,16), en lo que parece a una alusión de la descripción que el profeta Daniel
realiza del juicio de Dios (“y el reino, y el poder y la gloria de todos los reinos de la
tierra serán sados al pueblo de Dios”: 7,27); finalmente, el v.9 viene a confirmar esa
intimidad de la que gozarán los justos: los que confiaron en el Señor en su vida
terrestre “comprenderán la verdad”, que Dios es fiel con los justos y gozarán de su
amor. La inmortalidad del justo, expresada en términos un tanto abstractos en 3,9
es concretada en 5,5: su vida y las pruebas soportadas dan paso a su nueva
condición dignificada: los que procuraron su muerte “deshonrosa” y desafiaron a
Dios comprueban el resultado de su actuación. Dios no solo lo ha librado de la
muerte y del hostigamiento en vida sino que lo ha premiado con una gloria aún
mayor: ser considerados “hijos de Dios” (2,18 en relación con 5,5a), y compartiendo
la herencia “de los santos” como premio a su fidelidad (5,5b en relación con 3,14).
La inmortalidad es predicada por el autor (3,1; 4,14, 6,27, entre otros) del “alma”
(“Psyche”) lo que inevitablemente recuerda el contacto del autor del libro (escrito
en griego, y dirigido a los judíos de la diáspora en Alejandría) con la filosofía
helenista, y particularmente la influencia del platonismo. El autor es conocedor de
estas doctrinas y las integra en su fe tradicional judía, pero con un importante
matiz: para Platón el alma pertenece al “mundo de las ideas”, como principio
espiritual que, perteneciendo al mundo de lo divino, está encerrado en nuestro
cuerpo como en una especie de cárcel, un “hálito” de lo divino (7,27) en el mundo
sensible, de lo que se colige que hay una parte del ser humano perteneciente a ese
mundo inteligible divino y por tanto existe desde siempre y para siempre. Para el
autor de Sab, en cambio, el alma no goza per se de esa naturaleza divina: la
inmortalidad del hombre es don de Dios, un premio consecuencia directa de su
vida según la virtud (por ser “bueno”: 5,15).
7
Vílchez Lindez, J. “Sabiduría” Ed. Verbo Divino, pág. 219.
Como se ha indicado, el autor de Sabiduría expone en dos textos (2,1-20 y 3,1-10)
su doctrina sobre la “inmortalidad” a propósito de la comparación antitética entre
“justos” y “malvados”.
6,18-20 explica que este deseo, esta preocupación del hombre por dejarse formar
por la sabiduría es el resultado de una opción personal por ella, manifestada y
motivada por el amor hacia ella. Amor que lo es con todas las exigencias y por
tanto, aceptando el cumplimiento de “sus leyes” (6,18) 8 puesto que el que honra y
ama a Dios “obedecen” y “hacen” lo que el Señor quiere (Sir 2,15). Ya no consiste,
por tanto, de una mera búsqueda de dicha instrucción (Sir 6,18-19) sino que exige
una previa disposición religiosa: “honrar al Señor y cumplir su Ley” (Sir 19,20). En
este punto, la
alusión a la ley que no parece circunscribirse a las propias de la Torah en la medida
en que el destinatario de este discurso, puesto en boca de Salomón, son los reyes y
gobernantes de toda la tierra (6,1.21). De la misma forma, la obediencia de las leyes
8
Como ya había señalado Sir 24.23-24.
en que consiste el amor a la Sabiduría no implicará únicamente el bienestar o la
prosperidad en esta vida, sino precisamente el acceso a la inmortalidad (la
“incorrupción”) o vida perpetua que adelantó en 2,23 y reitera ahora en 6,19. De la
misma forma que los hombres en general, los gobernantes pueden comportarse
como un tirano despótico, como hacen los impíos; o bien ejercer su poder «con
justicia y santidad» (9,3a) y administrar justicia rectamente, teniendo como modelo
a Dios mismo, que es justo y gobierna el universo con justicia (12,15).